Muestra Revista soma

36
soma Entrevista Gaby Baca «Mi música es absolutamente underground y combativa» Ensayo Carlos Martínez Rivas habla sobre Azarías H. Pallais Selección Poesía y narrativa de escritores jóvenes Año 1 Primera edición revistasoma.net

description

muestra revista soma #1

Transcript of Muestra Revista soma

Page 1: Muestra Revista soma

somaEntrevistaGaby Baca«Mi música es absolutamente underground y combativa»

EnsayoCarlos Martínez Rivas habla sobre Azarías H. Pallais

SelecciónPoesía y narrativa de escritores jóvenes

Año 1Primera edición

revistasoma.net

Page 2: Muestra Revista soma

Portada: JeAn MARC CAlvet“Día de lluvia”

Entrevista a Gaby Baca J. Isaac Delgado

Allen Ginsberg, el hermano mayor de Bob Dylan / Mario Martz D’león

Henry Wilford: autor casi anónimo Carlos M-Castro

Pallais según CMR Carlos Martínez Rivas

Las ceremonias del silencio, de Ana Ilce Gómez / Anastasio lovo

Análisis de dos cuentos de Rubén Darío / Álvaro vergara

El viajero del siglo, de Andrés Neuman / vergacio Álvarez

HuesarioMadrid audiovisual / Ariadna Arce

CaribeFotos y poesíaMaría José Álvarez, June Beer, Brigitte Zacarías,

Deborah Robb, Marcel Jaentschke

OpiniónA un clic / Debate en facebook sobre CMR

Un pedazo de carne en el mundo de los hombres / Kerstin edquist

Selección poesíaMarcel Jaentschke (4)Francisco Ruiz Udiel (9)Jim Morrison (16)Dallana González (17) ninoru Amisaca (28)Mario Martz D’león (35)Carlos Fonseca Grigsby (40)Hanzel lacayo (82)Johann Bonilla (88)Carlos M-Castro (91)Alejandra Sequeira (100)

Selección narrativaÁlvaro vergara (45)José Adiak Montoya (52)Ulises Juárez Polanco (56)luis Báez (63)emila Persola (72)

Selección imágenesJean Marc-Calvet (portada)Óscar Duarte (14)Camila Pineda (24)Marta Bevacqua (36 / 80)Mauricio Arias (50)Otto Aguilar (70)

soma es un proyecto independiente de difusión y agitación cultural.

toda propuesta de colaboración debe ser enviada a: [email protected] y sometida a consejo editorial.

el material publicado en esta revista es propiedad de cada autor. Sus opiniones también.

Correspondencia:[email protected]

Con teni do

6

10

18

26

30

38

86

90

92

96

EquipoConsejo EditorialJohann Bonilla / Carlos M-Castro

Marcel Jaentschke / luis Báez

Diseño y diagramación / edwin Moreira

Desarrollo web / ernesto Javier Arana

Asesor de diseño web / Carlos M. Ortells

Corresoponsal en Madrid / Ariadna Arce

Page 3: Muestra Revista soma

«Mi Música es absolutaMente underground y coMbativa»

entrevista:

Gaby BacaPor: J. Isaac Delgado

6

FOtO: lUISe SIU S.

Page 4: Muestra Revista soma

us canciones suenan en al-gunas radioemisoras nacio-nales con gran aceptación. Como artista y mujer consi-dera entre sus grandes for-

talezas decir las cosas muy claras, de la manera más simple; no andar en el faranduleo ni encasillarse en un solo género musical. Hace ya un poco más de cinco años, la cantautora nicara-güense Gaby Baca dejó sus labores de publicista para dedicarse por com-pleto a la música, convencida de que su vida está vinculada al arte. «Me lo dijeron —recuerda Gaby—. Una chavala que era vidente entró en mi oficina, en Honduras, y me dijo: Vos vas a ser famosa… ¿estás escribiendo algo? Y yo [contesté]: Siempre estoy escribiendo. Pues seguí escribiendo, me dijo, porque vas a ser famosa. Y yo me cagué de la risa; me dije: ¡esta maje se la fumó!».

Hoy asume su vida de hippie. Rentó una casa para instalar el estu-dio donde realiza los ensayos con su grupo, Papayas Men; diseña camise-tas con mensajes alusivos a su queha-cer artístico y expone, en este mismo local, sus trabajos discográficos con la intención de que los chavalos y las chavalas tengan acceso a su música y arte en general. Su banda la integran músicos amigos, algunos miembros de otras bandas. Mucho de lo que ha logrado hasta hoy, lo atribuye a la so-lidaridad que le han brindado músi-cos, cantautores y artistas diversos.

Mi música es absolutamente un-derground y combativa —asegura la cantautora. Sus aspiraciones son heredar a las generaciones futuras su empeño por el arte, pero también la capacidad de abrir los ojos, mirar la realidad de su país, y decir las cosas que no puede decir la gente que no tiene acceso a un micrófono.

¿Cómo fueron tus inicios en la música?

Como cantautora realmente tengo como unos cinco años, pero mis inicios musicales remontan mu-cho más atrás, tuve oportunidad de tener acceso al instrumento, la guitarra, en 1980.

¿Hay algún tipo de vínculo con la revolución?

Totalmente. Vengo de la música revolucionaria, de la trova, esos son mis inicios.

Los estudios en el Colegio Rigoberto López Pérez —refiere Gaby—, la co-nectan en sus inicios artísticos con muchos músicos contemporáneos, que para entonces eran jóvenes que simpatizaban con la música y ya ha-cían sus tocadas. Entre estos Richard Loza, Alejandro Mejía, Junior Esco-bar, entre otros.

Yo no estaba componiendo en esa época. Yo hago mi primer tema más o menos como en el 94, una

«No represento nada de lo que el mercado te está vendiendo ahorita, ni de la cultura absurda de la muchacha esquelética, anoréxica, de moda, con unas grandes ojeras, pero para mi es un regalo del universo poder gozar con tanta simpatía sin tener el gran capital que tiene mucha gente para dar a conocer su arte».

canción que se llamaba “Te co-nozco de otras vidas”. Mi segundo tema (“Sirenas”), a pesar de que nace en Nicaragua es descubierto en Costa Rica, mientras yo estoy estudiando ahí… en ese entonces hacer una copia en un CD era gran ciencia.

Hay un lapso de tiempo que te reti-rás de la música ¿Por qué te apartas-te del camino que llevabas?

Por sobrevivencia. Después de haber estado en dos ocasiones en Radio Nederland, en Costa Rica, me sale una oportunidad de trabajo en Honduras. Cuando me voy a Honduras, si bien, soy invitada a varios actos culturales y tengo mis primeros encuentros con movimientos feministas, me dedico a trabajar en la publicidad. Entonces estaba trabajando como productora de radio y televisión. Obviamente muchas de las ideas se te consumen en el trabajo, sin embargo, en esa época nacen otras canciones que ya venían dándole más al toque de la Gaby.

A nivel musical, Gaby Baca declara ser una artista sin barreras, muestra de ello es uno de sus temas más con-troversiales “Con la misma moneda”.

Yo no me he casado con ningún género. Yo aprovecho los géneros para decir cosas. Por ejemplo; hice un reggaetón adrede para molestar a los reggaetoneros, para enseñar-les como se hace música, porque es fácil en tres frases hacer paste a la mujer, y verlas como que fueran un trozo de carne. Eso es facilísi-mo, cualquier estúpido se puede ir por la línea sexual, y creo yo, que ese es el camino de los tontos.

7

Page 5: Muestra Revista soma

Cansado de caminar por el desierto, un niño preguntó a su padre de dónde sale la arena.

—De las estatuas —respondió su padre.

—¿De las estatuas? ¿Cómo? —Cuando éstas mueren se

vuelven arena. Luego el viento carga con su peso.

—¡Quiero ser estatua! ¡Quiero ser estatua!

—¿Y por qué mejor no ser viento? — preguntó el padre.

—Porque no habría quien cargara con mi peso.

Entonces, el padre hundió las manos en el desierto y empezó a escarbar y a escarbar hasta encontrar un hueco en la arena: al otro lado aguardaba el viento.

Habría que sembrar girasoles a lo largo del camino,sembrarlos en la tierra, en la ciénaga, en el barro,plantarlos bajo el odio, como se planta el fuego.

Habría que sembrar girasoles aunque la tarde prosigacon su rumor de polvo. La caverna está en el centro, y tras los días, los girasolessubvierten al desprecio,pero habría que sembrar girasoles, digo,—no por insistencia—sembrar girasoles con afán de prolongar partidas,regarles la noche con ajenjo,cubrir de arena la sorda vida.

Habría que sembrar girasoles de pesadumbre,de tallos largos que sostenganla gravedad del hombre,sembrarlos a lo largo del camino,plantarlos en los techos de las casas,en todas partes, con su luminosa forma.

Si hacemos esto,de aquí a veinte años,aprenderemos a dar abrazos a las piedrasantes de arrojarlas al Sol.

Francisco Ruiz Udiel

HABRÍA QUE SEMBRAR GIRASOLES

A Vincent Van Gogh

{ p o e s í a }

En Nicaragua –país de locos— una esperanza ordena instalar una pista de hielo para patinar. Las esperanzas indiferentes y cuya obsesión es el poder, manipulan a su entorno y delegan a las famas —seres sin “ser”, metódicos, excesivamente prácticos, maquinarias humanas y autómatas— que se hagan cargo de la contratación, logística y decorado de la pista. Los cronopios al ver la pista instalada y olvidándose de los 33 grados centígrados de un país esotérico y surrealista, se van a comprar ropa usada cerca del Punto 99 del Mercado Oriental y se llevan todo el vestuario cual si fueran al Polo Norte. Eligen los guantes más gruesos y compran bufandas multicolores. También cocinan un almíbar de papaya y lo guardan en una bolsa, que luego esconderán en sus mochilas. Al llegar a la pista se ponen a bailar. Gritan todos de alegría, gritan junto a varios niños que danzan desgreñados y escuálidos con sus patines. Ahora un cronopio saca una navaja y un fama lo ve sospechoso. El cronopio empieza a picar el hielo, lo mete en una bolsa y los famas llegan para sacarlo por la fuerza.

Afuera se reúne con sus compañeros, que también fueron expulsados por conductas inapropiadas. Saca la bolsa de hielo que se robó y lo llena con el almíbar que guardaba. Uno de los cronopios insulta a los famas que resguardan la entrada y otro cronopio se come el hielo con el almíbar, se limpia la boca con el brazo, casi restregándoselo desde el hombro hasta la muñeca, se chupa los dedos cubiertos del dulce y dice: ¿Se imaginan ustedes cuántos raspados se harían con toda esa pista?

¡Qué difícil ser cronopio!, dice el otro, que empieza a quitarse el abrigo y la bufanda, pues el calor comienza a sofocarlo.

PAÍS DE LOCOS: Una historia de cronopios

LA EStAtUA y LA AREnA

A Sergio Ramírez

9

Page 6: Muestra Revista soma

Por: Mario Martz D’león

Allen GinsberG,el hermano

mayor de BOB DyLAn

10

Ginsberg y Dylan visitan la tumba de Kerouac. 1975. Ken ReGAn

Page 7: Muestra Revista soma

Allen se crió en Paterson, New Jersey. Fue el segundo hijo de un padre socialista que ense-ñaba en una escuela pública y su madre, una comunista nacida en Rusia que escapó

del terror cosaco en 1905. De niño, su mamá, a quien le hicieron una lobotomía en un mani-comio, donde murió, lo llevaba a reuniones del Partido Comunista. Allen decía que el compro-miso político de su madre lo estimuló a estu-diar derecho en la Universidad de Columbia. Y fue ahí donde conoció y se hizo amigo de Jack Kerouac, William Burroughs y otros poetas que luego pasarían a ser los integrantes de la Gene-ración Beat. Ya para ese entonces había descu-bierto su vocación literaria y había tomado la decisión de dedicarse a la literatura, y fue en esa misma época donde descubrió su homosexua-lidad, lo que fue motivo de expulsión de la uni-versidad al enterarse el administrador que tenía una relación con Kerouac.

Continuó con su desordenada vida y consi-guió empleo en una agencia de publicidad, pero de inmediato dejó ese mundo aburrido del que solo los terapeutas se nutren. Sus temas e in-tenciones rondaban en hacer pedazos a la so-ciedad de aquel entonces, que vivía atrasada con una vida convencional. Su creencia política era el desafío absoluto, confesión que hizo en una entrevista. En 1955 leyó por primera vez su poema Howl en la Six Gallery de San Francisco; este poema fue la carta magna de la Generación Beat, asimismo fue el que la juventud americana

Dos hombres. Una generación.

Y qué más puede pedir el siglo

pasado para celebrar la aparición

de dos genios. el primero poeta y

músico el segundo. la historia de

dos hombres, que con una gran

diferencia de edad decidieron

encontrarse y darle al mundo

lo que necesitaba. Me refiero a

Allen Ginsberg y a Bob Dylan.

el primero, neurótico, crítico

atroz de la realidad de su época y

catador de drogas, nació en new

Jersey en 1926. Y el segundo,

lector voraz de Dylan thomas y

psicoanalista empírico, nació en

Minnesota, en 1941.

de los años cincuenta tomó como texto básico de protesta ante los múltiples atropellamientos del gobierno gringo. Y cuando Allen terminó de leer su poema, los asistentes consideraron que este era un agitador que no pasaba de escribir unas cuantas locuras. Incluso los poetas reco-nocidos de la época llegaron a detestar Howl y al mismo Allen. Este acontecimiento sucedió cinco años antes de que se publicara el primer disco de Bob Dylan.

Pese a la crítica de los malogrados acadé-micos, la popularidad de Allen creció hasta llegar a ser considerado el portavoz oficial de la Generación Beat y junto a otros poetas de este movimiento hizo que la poesía dejara de ser un instrumento convencional de lección académica y que esta llegara a los oídos de la sociedad. La poesía de aquel entonces dejaba de ser una herramienta del cultismo de la socie-dad americana.

Después de la publicación de Howl, se vol-vió más provocador y dejó claras sus obsesiones como las drogas, el sexo, el jazz y su lucha con-tra el racismo; llegó a trabajar con poetas negros, entre los que cabe mencionar a Bob Kaufmann y algunos músicos jazzistas, como Charles Min-gus, Elvin Jones, Don Cherry, entre otros. Esto fue, sin duda, una demostración para que otros artistas tomaran en cuenta que negros y blancos podían unirse sin otra intención más que abrir espacios interculturales. De ahí su incansable lucha contra el militarismo promovido por su país en la Guerra de Vietnam. Fue entonces que artistas de reconocida trayectoria y algunos que

11

Page 8: Muestra Revista soma

Ginsberg llegó a colaborar

con otros poetas

latinoamericanos, como

Ernesto Cardenal, quien

en 1982 era Ministro de

Cultura en Nicaragua

del primer gobierno

sandinista. Allen fue

el primero en firmar

junto al poeta ruso

Yevgeny Yevtushenko la

declaración de solidaridad

con Nicaragua, que

consistía en invitar a

todos los escritores del

mundo a viajar al país

de Rubén Darío.

se iniciaban en las luchas contra el sistema deci-dieron trabajar con él, por lo que llegó a colaborar enormemente con personalidades del momento, como John Lennon, Ken Kesey, Abbie Hoffman, quienes finalmente se vieron muy influenciados por su activismo político.

De ahí en adelante, la continuación de esta historia (ahora que escucho por cuarta vez Blowing in The Wind) es cuando en 1963 Allen asistió a la cena del premio Tom Paine de la Co-misión de Libertades Civiles de la Emergencia (Emergency Civil Liberties Committee) y fue al tropezar con la identidad de Lee Harvey Oswald que descubrió a Bob Dylan, quien rondaba los veintidós años y tenía un aspecto desastroso. En ese mismo año Dylan participó junto a Joan Báez en la memorable Marcha por los Derechos Civi-les. Tres años antes de que esto sucediera, Bob Dylan se pasaba noches enteras dando recitales musicales en varios clubes de Greenwich Village y no fue hasta septiembre de ese año que Robert Shelton hizo una reseña del trabajo de Dylan en The New York Times, por lo que no es extraño que Ginsberg hubiera escuchado algunas de sus grabaciones. Evidentemente, no es raro pensar que Allen se viera atraído sexualmente por Bob Dylan. Y claro, es inevitable pensar también que la atracción no fue correspondida y lo más ad-mirable de esto sería ver cómo este rechazo no habría sido obstáculo para entablar una amistad duradera y que, de haber sido una noche trau-mática para ambos, todo se compensaría por ser la noche en que Allen se fijó por primera vez en

aquel joven veinteañero, que ebrio cuestionaba a los directores de la comisión que entregaba el premio. Esa fue la noche en que se selló una amistad de treinta y cuatro años; los años que le faltaban vivir a Ginsberg.

La década continuó y la amistad también. Iban y venían proyectos, de modo que no era de sorprenderse verlos juntos en algún reci-tal en pro del cesamiento del ataque militar de Estados Unidos contra Vietnam, así como las marchas en contra del racismo que imperaba en aquella época. La Generación Beat había logrado consolidarse como una generación de poetas y escritores que contraponían los mundos exte-riores de una sola sociedad, y a la vez, era una generación criticada por muchos y admirada por otros. La manera más fácil de ver la continua-ción de esta amistad es cuando Allen Ginsberg aparece en la contraportada de Bringing It All Back Home!

Allen siempre admiró la forma de hacer mú-sica de su amigo, y admiraba también la pasión que éste ponía al subirse a los escenarios, por lo que en 1965, Bob Dylan le regaló a Allen una cierta cantidad de dinero, la cual éste ocupó para comprarse un grabador de cinta portátil. Allen parecía un niño con su nuevo juguete, que so-lía emplear para grabar sus observaciones de su mundo exterior, así como su mundo interior. Fue el primer pirata con licencia en grabar los ensayos, los conciertos y las preproducciones musicales de los discos de Dylan. Fue el primer observador de la conciencia de los mejores cere-

12

Page 9: Muestra Revista soma

{ i M á G e n e s }

36

Marta Bevacqua

Page 10: Muestra Revista soma

{ i M á G e n e s }

37

Page 11: Muestra Revista soma

{ e n s a Y o }

La obra de Azarías H. Pallais es la de un artista en quien, además del afán estético, alentó la infatigable naturaleza del reformador. Él fue, en el sentido original de la palabra (mores-costumbres), un moralis-

ta, un rebelde. Está la literatura antigua o clásica, que es la

literatura del consentimiento: la aceptación del mundo y de la vida como un todo armónico. Y está la literatura moderna, que es la literatura del disentimiento. Si no se sitúa a Azarías H. Pallais en este segundo bando, no se le da su lugar.

Y este disentimiento carece de compañía. Es solitario. Pallais —como Rimbaud en Fran-cia, contra la Iglesia; Blake en Inglaterra, contra la Industria; Heine en Alemania, contra la Ban-ca— es un reformador, un anarquista. Un libro como el Canto General de Neruda, por ejemplo, con todo y estar de un extremo al otro plagado de protestas y denuncias, se apoya en y habla desde la solidaridad de un partido, y revolotea cómodamente en el espacio seguro que le ofrece un credo político.

Azarías no. Él es y está incómodo. Y solo,

Por: Carlos Martínez Rivas

PAllAis según CMR

PRÓLOGO

“—El mundo está fuera de quicio, ¡Oh serte maldita: que haya

nacido yo para ponerlo en orden!”.

HAMLEt, Acto I, Escena V

El gran artista edifica en torno a sí su propia soledad y se asfixia

dentro. tal es su destino.

ORtEGA y GASSEt

“no quiero que vengan los otros conmigo.”

AZARÍAS H. PALLAIS

Reproducimos a continuación

un ensayo con el que Carlos

Martínez Rivas abre el primer

tomo de las Obras Completas de

Azarías H. Pallais (1884-1954),

publicado en 1979.

26

como Jesús entre los doctores: cuando estos empezaban a estar peligrosamente de su lado, él se movía para otro. Coincidir es un mal sín-toma, cuando se coincide con algo que está en descomposición. Y porque Pallais pensaba que el establecimiento general estaba mal hecho y en descomposición, desconfió siempre de cual-quier coincidencia personal con “los otros”.

Sufrió la tragedia del reformador agobiado bajo el peso de su paradoja: querer comunicar-se con sus contemporáneos inmediatos porque tiene un interés fanático en transmitir sus in-tuiciones y su descontento, y verse forzado para esto a usar un idioma particular incompartido. Pues su condición y tarea es precisamente ser otro lenguaje. Usar otro lenguaje y otros símbo-los que no serán los usados por su tiempo y su entorno, que él rechaza, sino los que su visión avanzada y solitaria le impone.

Las ideas y maneras de los otros él las encon-traba en general deplorables, conforme puede percibirse a través de toda su obra, incluso en un libro de título tan amable como BELLO TONO MENOR; al que pertenece el poema Entierro de pobre:

Page 12: Muestra Revista soma

{ e n s a Y o }

Monumento a Pallais, el Realejo. CMCAStRO

[De Pallais, Azarías H. Obras Completas t. 1, Granada,

Intecna, 1979, pp. 1-8]

En ocasión del Festival de Poesía de Granada 2010, el

Centro nicaragüense de Escritores publicó La voz de Azarías

H. Pallais. Antología poética, edición al cuido de José Argüello

Lacayo. Libro que se une a Caminos, preparado también por

Argüello Lacayo y publicado en 2004.

Entierro de pobre, ya sabes amigo, no quiero que vengan los otros conmigo los otros, aquellos del otro camino, los que me dijeron: —Es agua tu vino.

Respirar, en sus libros, vale por censurar. Por ello su lenguaje y simbología fueron ahon-dándose en la reiteración; y, consecuentemente, para quienes no saben recibirla e interpretarla como una prédica desesperada, su obra suena monótona y reiterativa. “¡No me canso de la re-petición!”. Pero la insistencia e implacabilidad de sus alejandrinos son una prueba de humildad; de amoldarse al no entender de la gente; a la vez que de su constancia y tenacidad para imponer su Universo. Para tal empresa poseyó dos supremas cualidades: coraje e infantilidad (no infantilis-mo, que es diferente): inocencia. Inocencia que da a la superficie y fondo de toda su obra, verso y prosa, aquella cualidad exclusivamente me-dioeval: la lozanía. Cualidad que sólo podemos ir a buscar y encontrar en Chaucer, en Villon.

Azarías H. Pallais fue un representativo con-tradictorio (o, como se dice hoy, un contestata-rio o protestatario). Él se mantuvo perforando, agujereando el presente con su lanza medioeval; y desde el agujero que logró agenciarse vislum-bró un Estado de justicia, unidad y sentido. Fue un hombre con una idea clara de lo que había sido la historia. Sus mayúsculas y brocados es-tán firmemente adheridos y sostenidos por una urdimbre de rebelión espiritual y realismo so-cial. Lo que parece o pareció arcaico y estiticista o estitizante fue algo subversivo y que quiso ser escándalo. Hubo pugna en lo que mostró apa-riencia de idilio.

Para algunos, permanece problemático, es decir vivo: un clásico. Para los alfabetos, será simplemente un poeta anticuado, influido por los simbolistas menores franceses y belgas: Henri de Régnier, Samain, su Francis Jammes, Guérin, Rodenbach, Maeterlinck. Para los anal-fabetos locales, los que le dijeron “es agua tu vino”, seguirá siendo el excéntrico Padre Pallais “a quien no se le entiende lo que escribe”.

Él no podía ni habría accedido a hablar en otra forma que la suya. La rebelión, la reforma, puede tener un habla estrictamente personal, y, por ende, aparentemente egoísta. Pero toda rebelión y afán de reforma es de intención co-lectiva, comunal; y su instinto de convivencia aún más poderoso y compulsivo que el mismo instinto del sexo.

Pero el poeta que lo sufre pretende algo que sólo puede hacerse realidad diciéndose; y di-

ciéndose en determinada forma y no en otra. Y para la mayor precisión y eficacia de su mensaje, él renuncia a todo, incluso a la popularidad; o sea: incluso a ser escuchado.

Entonces busca la salida a través de un estilo. Este constituye una parcela de libertad y reto-zo, de individualidad ejercida lejos de cualquier despotismo; fuera este la aprobación y consa-gración públicas. Estos momentos de individua-lidad ejercida con gozo son para el artista refor-mador como anticipos o simulacros de su sueño: cuando la comunidad actúe y se realice como él desearía.

Azarías H. Pallais se propuso denunciar un desorden mediante el orden de un estilo. Bajo su nomenclatura lírica latía un vivir concep-tual; si cabe, didáctico. Como poeta, y como sacerdote menesteroso, en su obra y en su diario vivir, cantó y defendió a los desvalidos, a los presos comunes, a las meretricillas de la infinitesimal orden terciaria franciscana, y las furtivas criaturas de la naturaleza: todos seres espantadizos y perseguidos que —a pesar de la vida y la obra de Azarías H. Pallais— siguen enfrentándose al mundo, a “los otros”, con una crispación de temor. }

27

Page 13: Muestra Revista soma

{ p o e s í a }

Jim Morrisontraducción de luis Báez

Ghost Song

Sacude los sueños de tus cabellosMi niña preciosa, mi dulzura,Escoge el día y escoge el signo de tu día,La divinidad de ese díaComo lo primero que ves;

Una playa vasta, radiante, en una luna fresca y enjoyadaParejas corriendo desnudas por su costado silenciosoY nosotros reímos como suaves, niños locos Engreidos en el algodón lanudo de los sesos de la infanciaMúsica y voces que nos rodean por completo. Escoge –canturrean ellos, los Antiguos–,El tiempo ha llegado otra vez Escoge ahora –canturrean ellosbajo la luna,junto al Lago Antiguo– ; Entra de nuevo al dulce bosque,Entra al sueño candente, Ven con nosotros,todo está roto y danzando

Freedom Exists

Sabías que la libertad existeen los libros de texto

Sabías que nuestras prisionesson dirigidas por dementes

Dentro de una una jaula, dentro de una cárcelDentro de una vorágine blanca, librey protestante

Nos posamos precipitadamenteAl borde del aburrimiento

Alcanzando la muerteen la punta de una candela

Intentamos algoQue ya nos ha encontrado

Stoned Immaculate

Les diré lo siguiente...No habrá recompensa eterna que nos perdonePor desperdiciar el alba.

En aquellos días todo era más simple y confuso Una noche de verano, yendo hacia el muelleAlcancé a dos muchachas La rubia se llamaba LibertadLa morena, Empresa Hablamos y ellas me contaron esta historiaAhora escuchen... Les contaré sobre la Radio Texas y el Gran Beat Se conduce suave, lento y dementeComo un nuevo lenguajeAlcanzando tu cabeza con la fría, repentina furia de un mensajero divino Déjame contarte sobre el dolor y la pérdida de Dios Vagando, vagando en noches irremediablesAquí afuera, en el perímetro, no hay estrellas Aquí afuera nosotros está fundidoInmaculado

16

Page 14: Muestra Revista soma

{ i M á G e n e s }

Mauricio Arias

Page 15: Muestra Revista soma

{ i M á G e n e s }

Page 16: Muestra Revista soma

35

Mario Martz D’León

La muerte: una niñaperdida en Madrides ingenua, tiernay melancólica.

No sabe perdonar, pero dice estar enamorada del chico que simula morir en las cursivas líneas de este poema. No comprendo el porqué del empeño de los hombres malos, piensa y casi sin fuerza se envuelve en las sábanas de una camilla cuando escucha en la radio la noticia de una mujer asesinada en Ciudad Juárez.

LOS FALSOS SECREtOS DE LA MUERtE(pequeñas simulaciones)

a Joel Flores

COnFESIÓn DE UnA MUJER CUALQUIERA

a Regina, ella sabe bien por qué.

En este suburbio rural no se escuchan noticias como éstas, advierte.

Hay noches en que sonríe a la tristeza —le avergüenza admitirlo— pero no es ella quien sufre, sino la niña de la televisión que fue violada por su padre.

Esta vez no seré humana con ellos, vacila.

Se toma un vaso con agua Y con las manos a ciegas en los bolsillos de su overol emprende su nuevo camino

Mañana será otra niña muerta y la mano que la invocó será el homicida prófugo de la página en blanco.

Mamá está orgullosa de míporque a mis veinte años no he probadoni una sola gota de alcoholpor eso cediódarme permiso de venir a este mundo.Lo que ella no sabe (qué tristeza mamá) es que el orgullo que sientepor la ingenuidad que Dios le imprimió en su frentese proyecta en la falta de confianza de esa doble mío que anuncia la llegada de la siguiente ronda de cervezas.

{ p o e s í a }

Page 17: Muestra Revista soma

{ e n s a Y o }

Por: Anastasio lovo

Los dones poéticos en “lAs ceremoniAs del silencio” de Ana Ilce Gómez

Ana Ilce es una mujer visitada por la gracia. El don conce-dido por la Divinidad es la poesía. Una poesía impeca-ble, pulcra y plena, producto de una visión privilegiada de

mujer sobre seres y cosas que se iluminan para revelarnos su belleza.

Bajo el enigmático, sugestivo y misterioso título de Las Ceremonias del Silencio, Ana Ilce Gómez (Masaya, 1945)1 , nos entrega los eternos temas axiales del quehacer poético: el amor, el tiempo, la muerte y la misma poesía. La entrega la realiza en las ceremonias del silencio. El silen-cio asumido como la placenta cósmica del amor y la poesía. El silencio es a la voz de la poesía, lo que los espacios blancos son a la escritura.

Todos los ruidos constantes, como el rumor de nuestra sangre o la musiquilla de las pobres esferas, en su permanecia han devenido silen-

1 Editorial Vanguardia, Managua 1989

brecoge y conmociona. No querido Beltrán, en este asunto de la poesía los intrusos somos no-sotros, no ellas.

La ceremonia es parte de un ritual para rea-lizar un culto. El culto celebrado por Ana Ilce en el silencio propicio y ceremonial es el del Amor. Un amor pleno de poesía. Entonces también las ceremonias de las de la poesías son las del amor. Una poesía hecha en el encuentro de la mujer poeta, con la realidad, seres y cosas que contie-ne, y la trascendencia. ¿Acaso no participan de realidad y trascendencia los temas axiales de la poesía de Ana Ilce: el amor, el tiempo, la muerte y la poesía? Temas capaces de fecundarse ellos mismos y de permear todo: ser, ente y cosa.

Las Ceremonias del Silencio de Ana Ilce Gó-mez, como todo paradigma textual, posee la capacidad de generar una matriz analítica que puede ir de lo más simple a lo más complejo. En este caso ralicé una combinatoria binaria (sim-ple) de los temas axiales y el texto me produjo esta sencilla matriz analítica –susceptible de

cio. Por otro lado, si contemplamos la creación del cosmos como el gran garabato divino, en el misterio de esa escritura a despejar, descubrire-mos fácilmente que el Poeta Supremo supo de-jar espacio entre palabra y palabra –los espacios intergalácticos, los vacíos interatómicos– para hacer posible su lectura y comprensión.

La poesía de Ana Ilce Gómez posee la virtud de ser un don capaz de transmitir el chorro de la gracia y otorgar otros dones. El don es una gracia concedida por Dios en nuestra cultura o por los dioses en la antigua cultura griega. Traigo a co-lación la cultura griega, porque allí se encuentra la matriz de nuestro arte y nuestra poesía. Y a fin de recordar el lugar fundacional y cimero que ocupa Safo (¿625-580? a.J.C.), una mujer, en la creación de la poesía lírica. Para que no olvide-mos nunca, principalmente los hombres, que la lírica tiene históricamente, una matiz, una voz y una opsis femeninas en la dulce voz de la poeta de Lesbos. La poesía de Ana Ilce Gómez, posee esa fuerza fundamental que nos deslumbra, so-

30

Page 18: Muestra Revista soma

40

Carlos Fonseca Grigsby

Está tu espalda en la herida albura de mi memoria. Por ahora sólo tu espalda. Ahora están tus labios.Y su sabor que todavía danza sobre los míos. Recuerdo tus labios y tu espalda.

Pero viene formándose desde el mar de vosuna ola que poco a poco crece y aumenta su volumen y el de su cabello de espuma hasta que rompe contra mi rostro.

Entonces, de golpe, estás completa y total.

Y no sólo está tu espalda sino la astronomía de sus lunaresY no sólo están tus labios y su sabor sino la dulce sangre de todas las palabras que asesinamosmientras ocurría el beso.

Ahora puedo escribir queen tu desnudez, la belleza se viste de sí misma.Que quisiera que (ahora, en este instante)tu brazo extendido sobre la cama se convirtiera en la imagen del alambre sobre el cual los pájaros de mis labiosvieron el amanecer y cantaron. —Que tengo una caricia derrotada por tu ausencia.

{ p o e s í a }

Ahora un magro no-sé-qué navega lerdo por mi boca. Un desasosiego con cola y dientes. El perdido marbete de una estrella danzante. Es que imágenes fantásticas desean desembocar en algo único: en el espacio entre tus senos y la noche, mis palabras se vuelven manos.

Por eso me he aguantado hasta ahora para escribir sobre la playa que es tu nombre,la playa reservada para tu mirada sin ojosy mi sonrisa sin dientes. Sobre el árbol que crece sobre tu vientre, el coro de gigantes que se aproximan que trae tu caminar.

Busco las llaves de tu habitación. Sé que allí encontraremos las letras que faltan en el alfabeto del silencio.

Lo que el beso le dijo a la ausencia

Page 19: Muestra Revista soma

41

La Palabra

Y Dios dijo “Hágase la luz” y la luz se hizo.

Y Dios no era poeta.

{ p o e s í a }

Reinvento de la soledad

La soledad debe ser reinventada.

—Nuestras soledades tienen alas. Pero son cosas simples. Más simpleque una manzana, un beso en la mejilla,el sol ardiente del mediodía. Sólo que estostienen garras, son partes de la realidad, tienen una nostalgiade piñatas quebradas que lloran en sus adentros. Pero si hacemos un pacto —en estos versos muy contemporáneos- y de la simpleza (manzana-beso-sol) de nuestras soledadespudiéramos sacar algo sobreviviente, luminoso entre tanta oscurana, seríamos menos solitarios. Comenzaríamospor un brazo, un brazo que salga de una soledad para acariciara la otra, sujetarle la mano invisible, darle una palmada. Luego unos labios como los del silencio, para que mientras una soledad acaricia a la otra, la otra pudiera besarla, y sembrar en ella, amor.Luego un ojo. Sólo un ojo. Pero que pudiera ver a través de la otra soledad,no ver lo que está detrás de ella, sino adentro de la soledad, donde hay una soledad aun más sola. Y así, poco a poco, iríamos construyendo casiuna persona llamada soledad, para que en lugar de que seamos dos niños solitarios,seamos dos niños felices, que reinventaron la soledad acompañándola—

Secretos

—en ese momento en que aún no sos poema y podés temblar sin yo antes haberte dado el temblor.

—en esos instantes en que todavía no soy tu dios creador, de sensibilidad extra-ordinaria y espléndido don literario.

Cuando tu boca ante mí es simplemente tu boca;

eso no se entrega a la literatura.

Ese gozo es mío.

Page 20: Muestra Revista soma

Obra en ProgresoWork in Progress

44

Álvaro Vergara 45

José adiak Montoya 52

Ulises Juárez Polanco 56

Luis Báez 63

emila Persola 72

Sucedió una noche

En el viento

La m

anada

La

Pri

nces

ade

Hu

le

Julio

1:9

San

Juan

del

Sur

, un

crim

en

narrativa

Se renta para negocio u

oficina

Page 21: Muestra Revista soma

Sucedió una noche

El Generalísimo había comenzado a emplear el toque de queda una

semana atrás. Por las noches, las más negras de aquel año negro,

sólo se escuchaba el largo pulular de un viento glaciar y los aullidos

de las sirenas militares cortando en dos la noche con su paso de

espectro. Las casas, los edificios, eran tristes ojitos iluminados de unas luces

plomizas que bullían en murmullos, en densas conspiraciones contra el general.

José Adiak Montoya

{ n a R R a t i v a }

52

Page 22: Muestra Revista soma

Cuando en un desfile por la patria habían sonado aquellos ca-ñonazos que no lograron alcanzarlo y el fogueo de sus milita-res bramó furioso contra el cuerpo de aquel joven que quedó convertido en un mudo cadáver desfigurado, el Generalísimo había barrido furioso con cualquier indicio y por menor que atentara contra sus servicios a la patria.

El señor Blanc, luego de declarada la queda para después de las ocho de la noche, ponía el candado viejo del portón de la casa mental faltando un cuarto de hora para el inicio de la ley marcial y se perdía dentro de los recovecos del edificio en una ronda despreocupada para asegurase que los internos es-taban ya en sus camas soñando sus sueños de locos, soñando tal vez la cordura de la que él ya comenzaba a dudar.

Luego de darle la espalda al portón de verjas altas, el señor Blanc se dirigió, como hacía siempre, primero al pabellón de los ancianos. Era un inmenso galerón en desaseo, dividido por una pared alta para separar a las mujeres de los hombres. El señor Blanc pasaba levemente el haz de luz de su foco de mano por cada uno de los camastros enclenques, alumbra-ba los pies para no perturbar el sueño de los enfermos. Al momento que la luz se posó sobre la cama de Sariñana, solo alumbró la colchoneta vacía, el señor Blanc sonrió sin extra-ñarse. Sabía dónde encontrarlo.

La primera vez que la mujer vio a Clark Gable, fue allí en la sala común de enfermos mentales del hospital de psiquiatría en la que ella era una más de las internas, estaba al otro lado del salón sentado con una mirada que parecía escudriñar señales etéreas en el aire sulfurante y pegajoso de calor. Era él, lo sabía, aunque era un demacrado hombre de muchos años, aún conservaba en sus ojos aquella chispa vivaz que había visto décadas atrás en un cine ahora destruido, en una vieja película en blanco y negro. ¿Qué hacía allí? Tan lejos de su mundo, de las luces gigantes que lo habían iluminado siempre, allí, envuelto en aquella bata celeste entre la inmun-dicia que rondaba el aire de todo ese centro de perdición. Tuvo miedo al principio de acercarse, de qué no fuera el ídolo

de todos sus años, lo dejó ir, lo vio durante largo rato hasta que la enfermera Catalina se lo llevó del brazo, lo vio levan-tarse con sus huesos gastados, hasta le pareció oír tronar el arcaico calcio de sus piernas y lo vio alejarse de los brazos de la enfermera.

Así, los primeros días sólo lo veía en ese salón común cuando los médicos parecían intentar que los enfermos socializaran entre ellos mismos pero cada cual ya divagaba en otros mundos brillantes algunos y oscuros y tormento-sos los otros. Cuando preguntaba, nadie parecía interesado. ¿Qué hace Clark Gable aquí? Lo he visto todos estos días…y la enfermera Catalina le sobaba con una caricia tierna su cabello de canas reventadas, le daba sus pastillas de la semana. Se iba a sus labores.

-¿Te has dado cuenta que doña Eloisa dice que tenemos interno a Clark Gable?

-Si, —el señor Blanc riendo con disimulo- me pregunta por él varias veces al día. Debe haber sido un ídolo de juven-tud según el doctor Jiménez.

Era así, cuando Eloisa no lo miraba tímida a la distancia, se prendía de las enfermeras o del señor Blanc preguntando por su estrella apagada, preguntando por su capitán Butler y todos no, no lo he visto. Debe estar filmando una película doña Eloisa. No sabía que él estaba aquí. No, doña Eloisa.

Sariñana descubrió a Eloisa mirándolo a través del salón una tarde dorada en la que se había despertado inmerso en su mundo de silencio, con el cuerpo entumido y acabado, una tarde en la que parecía ser varios años mayor de lo que era. Eloisa, ajena a todo lo que había pensado desde hacía muchos años después de ver su primera película con Gable, mantuvo firme la mirada de aquel hombre. Parecía inmóvil, como si el mundo fuera un punto estático e invariable, Eloisa se sentía invitada por el magnetismo de aquel lucero de la farándula y acercó sus pasos cortos a través del salón hasta quedarse sentada a su lado, le tomó la mano y se acercó a su oído em-pezando una letanía de nombres de viejas películas en las que

55

Page 23: Muestra Revista soma

56

creía haberlo visto. Sariñana, como muchas otras cosas, no entendía de lo que le hablaba la anciana, pero sentía el calor abrasante de aquella mano femenina envolviendo su piel arrugada.

Con los días los médicos y el personal se fue acostumbrando a la amistad profusa que se fue arrai-gando en las tardes de Sariñana y Eloisa, pasaban sus horas sentados juntos en uno de los bancos del jardín central o en el salón común del pabellón de los ancianos, ro-deados de todos los otros internos, en medio de aquellas altas esferas de abandono, aquellos salones de fantasmas vespertinos que vagaban buscando un rumbo perdido en sus cabezas atrofiadas, que deliraban entre sus piojos y enfermedades. Allí Eloisa y Sariñana que se había ido quedando en una oscuridad inmensa con los años, en un mundo de silencio, se fundían en unos abrazos fogo-sos y se esperaban cuando no estaban, aquella inmundicia de todos esos hombres y mujeres enfermos en cámara lenta, como manchas móviles de una realidad cualquiera se volvía un palacio dorado al momento de la primera vista del día. Ella miraba en él todo lo que una vez siendo adolescente había visto de seductor en aquel personaje de las películas antiguas, y él cuyas memorias se fueron suplantando lentas por otras ajenas, por mundos nunca vividos, sentía en aquellos ojos el calor negado de años en su soledad de enfermo. Quizás más de alguna vez se habían sentido como ahogados en un pasado, abandonados, alguna de esas noches en las que sus

reflejos tristes les asustaba en el espejo, días en los que el mundo era demasiado enorme para sus pasos pequeños sobre las arenas de cualquier playa.

La enfermeras, los médicos y el señor Blanc se habituaron fácil al juego de amantes, de amigos íntimos de Sariñana y Eloisa que se hundieron en sus ilusiones sobre el otro, en el espejismo que su locura les dictaba, por eso aquella noche cuando el foco del señor Blanc alumbró la cama vacía de Sariñana supo que tenía que cruzar la divi-sión hacia el pabellón de las ancia-nas, allí mientras se abría camino entre las tinieblas, aquellas mujeres remotas roncaban placenteras entre el sueño de tranquilizantes y som-

níferos. Allí lo vio. Acurrucado al cuerpo de ella como quien se refugia de un frió polar, dormido junto a Eloisa en aquella cama ridículamente pequeña para sus dos cuerpos. El señor Blanc se acercó en silencio y palmeó suavemente el hombro de Sariñana, el hombre abrió lento los ojos, aturdido en la oscuridad. El Señor Blanc lo condujo del brazo hasta su cama, como ya lo había hecho tantas veces, en que, en las rondas nocturnas encontraba aquel lecho vacío de sábanas revueltas. Luego de dejarlo descansando en su lugar correspondiente, el señor Blanc, se fue a terminar su ronda por los pabellones restantes antes de quedarse dormido en su butaca en la mitad de la madrugada.

Afuera el mundo era otro, era un mundo de silencio, de calles estáticas y pálidos faroles alumbrando una danza de

Afuera el mundo era otro, era un mundo de silencio, de calles estáticas y pálidos faroles alumbrando una danza de fantasmas, afuera sólo el rodar de las patrullas militares palpitaba ardiente en la noche, los ruidos lejanos de los disparos retumbando en ecos mientras la gente se arropaba ociosa y ardiendo en rencores sobre los colchones de sus camas.

Page 24: Muestra Revista soma

fantasmas, afuera sólo el rodar de las patrullas militares pal-pitaba ardiente en la noche, los ruidos lejanos de los disparos retumbando en ecos mientras la gente se arropaba ociosa y ardiendo en rencores sobre los colchones de sus camas. Hasta que amanecía, hasta que de nuevo una luz vitalizante llenaba las cosas del resplandor mudo de haber sobrevivido a la noche, los doctores comenzaban a llegar, las enfermeras comenzaban a revolotear como inmensas palomas blancas por los pasillos sucios y el señor Blanc tomaba su escoba y comenzaba su vida, su vida de siempre, su rutina que no podía fallar.

Los periódicos que publicaron la noticia dijeron que había sido un simple error del conserje, no habían más explicacio-nes, no ahondaban en qué falló, hacían más énfasis en cuan-tos habían sido los cadáveres, en cómo se miraba la sangre oscura en la calle, reproduciendo relatos de los vecinos que asomaron sus ojos curiosos por entre las ventanas, era maca-bro ver aquellos cadáveres, la luna estaba clara aquella noche y los bañaba con su luz espectral, todo el barrio había desper-tado por el inmenso ruido de los disparos, todos vieron por entre las ventanas como luego habían llegado más soldados en un camión para llevarse los cuerpos. Sólo la sangre vio el día, regada por el pavimento, secada por el sol, bañada luego por la lluvia.

¿Quién habría sido de todos los internos el que como un sonámbulo sigiloso encontró abierta la verja del hospital aquella noche? El señor Blanc habría de preguntarse eso veces incontables en los tormentos de su desolación. Tal vez habría caminado y cuidadoso había ido despertando uno por uno a los enfermos, hasta que uno por uno también habían ido saliendo a la calle, silenciosos a su libertad. Habían salido a la noche.

Eloisa tal vez habría creído que era el momento de aban-donar aquella Atlanta en llamas, se habrá despertado envuelta

en aquel camisón celeste de todos los días y habrá corrido con su piernas cansadas a fundirse en un abrazo con su viejo héroe de las películas, habrían salido ambos de la mano con el miedo silencioso, reconociendo las calles desconocidas, siguiendo a aquella multitud de dementes que comenzaron a deambular con sus ojos perdidos.

¿Y los soldados? Qué se les pasó por la mente cuando vieron aquella lenta multitud acercarse como una procesión de espectros flotando en la noche dónde la ley de Gene-ralísimo prohíbe que se muevan las hojas. Tal vez dijeron ¡alto Ahí! Antes de disparar, tal vez sólo abrieron el fuego inmisericorde.

Los periódicos que publicaron la noticia dijeron que había sido un simple error del conserje, que el señor Blanc había simplemente olvidado poner el candado aquella vez, publica-ron los testimonios espeluznantes de vecinos anónimos que describían la feroz matanza, atacaron la falta de los milita-res… al poco tiempo esos periódicos fueron cerrados, al poco tiempo los vecinos anónimos fueron sacados de sus casas por patrullas que jamás los regresaron.

¿Cómo habría sido morir juntos dentro de sus ilusiones? ¿Quién habría recibido primero la bala? ¿Habría sido ella quien vio morir a su actor de antaño? ¿Habría sido él quien vio morir a la luminaria de su soledad de anciano demente? Muchos años después, cuando las noches volvieron a ser largos festines de sonrisas e historias perdidas de la ciu-dad, cuando la cara del Generalísimo y sus decretos habían quedado en el basurero de la historia, muchos años después, el señor Blanc, carcomido por el tormento de la culpa, en un asilo similar en el que le parecía ver a Greta Garbo en una an-ciana oscura también demente, encontraba su único consuelo de aquellas muertes pensando que al menos aquellos dos an-cianos de los abrazos en las tardes del patio y la sala general, descansaban silenciosos en la misma fosa común. }

57

narr

ativ

a: S

uced

ío u

na n

oche

Page 25: Muestra Revista soma

{ i M á G e n e s }

80

Marta Bevacqua

Page 26: Muestra Revista soma

{ i M á G e n e s }

Page 27: Muestra Revista soma

Hanzel Lacayo

{ p o e s í a }

Sucedió que estaba ahí.Endebles cadenas me ataban,pero no me atreví.

Tu rubor era lo bastante cercano,y aunque mi alma te reconoció al instante,blandió su lanzacuando también atisbóque una mano ataba tu muñeca—y ésa era otra cadena—.

Soy libre; no puedo surcaren la más llena jaula:las de él—alas—eran gráciles,más gráciles que mi deseo que, aún decidido, esgrimió la conflagración con miradas,y bien supo que la espada no lograría deshilar un hilo.

Aquí moré por eras tejiendo silencio en la espera.Arreció la marea sin lavar mi esperanza de piedra que aún relucía.El fuego batió mi sorderaante otro canto de rotas cadenas.Heladas y borrascas,acertijos que lazaban la fibra anhelada a tormentas de arena,llaves por doquier de la escenaen que perfecta estatuavibró de asonancia plena,y nunca dijiste nada.Así que moriré sin haberte conocido.

Mis llagas renuncian al lenguaje.El juicio llega, y yo aún me preguntopor qué tocaste la puerta de sílfidey huiste sin soltar amarras,dejar de amar tanto tus venaspara huir conmigoy legar tu mano mutiladaa ése que primero te atrapó.

82

Así que moriré sin haberte conocido

Page 28: Muestra Revista soma

Impresión en Pembroke Memorial Hospital

No me culpes si salgo al jardíny se ilumina el día.

Metralla y granallas de cristalson mi cáliz: los tasquiles.

Trago las placas doradas,los episodios añiles, el rubor que deja en la cama la niña salada y su atmósfera a lisol;la señora coetánea, fracturada en su coma, con su cara palidecida hace eras.

Te reconocí, madre, sin ojos hazañosos;sin atar al milagro delicadas aprehensiones,la lilácea redecilla de ojerasque se aferran, noche y día, más ignominiosas que garras que depredan.

No me culpes si salgo al jardín, y no hace calmo.

Razón de la Bestia

Injured natures are perfect in themselves Allen Curnow

Supiste el ojo en la rendija,pero sólo te sedujo no saber de quién.¿De quién el ojo, sino de la bestia?Como el futuro seduce sin caray a la cara antecede una voz.

Regodeáis de encarecer a la belleza con bocetos,pero llegada la hora crítica, se entiesa el cuerpo febleante la petición de algún desliz.

¡Porque no supisteis ver corazónen el adefesio ensoñado!Porque vosotras, doncellas, no soñáis bestias.

Pero él también te amó por cuanto su único ojo morboso desnudó y palpó de ti tras los tablones,oculto, violentando tu bellezacon fermentado, oscuro pensamiento.

Bestia tampoco supo ver corazónen la doncella, soñada y validada.Por eso tu asco es honesto.Hipocresía vendría a ser compasión,y ella tuvo ya en mente su gajo de gloriacomo en tu mente antes la hubiste inventado hermosa.

Toda bestia, bestia es, pues, con justa razón, ¡y no en vano!

{ p o e s í a }

83

Page 29: Muestra Revista soma

el viajero del siglo

Por: vergacio ÁlvarezL

a novela que consagró a Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) como una de las promesas de la literatura del nuevo siglo, tras ser merecedora del premio Alfaguara 2009, es un paradigma experimental que plan-

tea ver hasta qué punto puede conversar el siglo XIX con el siglo XXI.

Al pasar de las 531 páginas, se concibe con claridad una serie de valores literarios, que para Neuman estaban siendo descuidados. Así, en-contramos una profesión decimonónica inclu-yente de una introspección al análisis psicoló-gico, pero también hay una especie de zapping permanente de elementos, por todos los subgé-neros que propone el libro (en una estructura muy narrativa, muy clásica; hay fragmentos de cartas, de noticias inventadas, momentos tea-trales, pedazos de poemas, pequeños episodios como si fueran cuentos, debates que son como ensayos). Hablamos entonces de una especie de collage aplicado a un molde clásico, lo cual también tiene su connotación política, en don-de todo este intento por encontrar un puente entre el XIX y el XXI enmarca al perfil ambi-cioso de la novela.

86

Un proyecto ambicioso, pero no apacible, intrépido

y me atrevería a decir que hasta ingenioso. De

narración rápida y con una forma ambigua, abierta a

la búsqueda, a los juegos. el viajero del siglo se perfila

como una inmensurable miscelánea de recursos

literarios, que a su vez cuestiona las posturas

postmodernas frente a la lectura.

Page 30: Muestra Revista soma

CARICAtURA: MIGUel HeRRAnZ

87

Uno de los protagonistas, Hans, se presenta como una especie de viajero anfibio, que tiene un pie en el siglo XXI y otro en la Europa de la restauración, en la ciudad imaginaria de Wan-dernburgo . Esta condición híbrida de Hans da la pauta del experimento literario; Hans tiene una mitad rigurosamente documentada en lo histó-rico, y su otra parte es una especie de anacro-nismo metafórico. También carga con un arcón, que parece llevar la memoria de varias genera-ciones a cuesta. Este arcón —del que no paran de salir libros— es uno de los elementos que permite comunicar a nuestra época con la época de ficción del argumento.

Por otro lado, la ambigüedad un tanto alegó-rica del personaje se compensa con la articula-ción humana del mismo. Hans por un lado es enigmático y simbólico, pero eso no lo inhibe de sus realizaciones fisiológicas, a la vez es alguien que orina, caga y eyacula. Lo mismo sucede con Sophie, la otra protagonista, quien además de compartir la condición híbrida de Hans (el resto de los personajes son propios del siglo XIX) tie-ne una parte de heroína romántica y otra parte de mujer de carne y de hueso; quien menstrúa, tiene los senos caídos, se le hacen estrías en la piel, y todas esas características ajenas al esque-ma de la heroína romántica.

Es importante recalcar en que Neuman pre-senta un diálogo entre dos épocas. Él no pre-tende regresar al decimonónico, no tendría sentido hacerlo, por lo que se hizo valer de lo que para Bauman sería una especie de liquidez; en el sentido de que el tiempo y el espacio de la novela tienen algo líquido por una parte, y el tiempo de la conciencia de Hans y Sophie tam-bién presentan esta liquidez, en la que no hay una misma línea.

La novela está construida a partir de una serie de dualidades que convergen en esta

ciudad imaginaria: siglo XIX-siglo XXI, fisio-logía-esquemas estrictamente literarios y es-cenarios como el salón en la casa de Sophie, donde se habla y se discute por sobre todo lo alto acerca de literatura, filosofía y política; pero donde sobreviven aún los deseos más pri-mitivos de los protagonistas. En esa misma lí-nea se presentan dos ámbitos en la novela que se contraponen, pero a la vez se complemen-tan: el salón que ya hemos mencionado, don-de todo es buenos modales, clase alta, cortesía casi victoriana y todo ese tipo de delicadezas, que atribuimos casi mecánicamente al XIX. Y por otra parte, la cueva del organillero, que es todo lo contrario; ahí no se habla de libros, na-die lee ni le interesa leer, se emborrachan y etc. (El único personaje que va de un ámbito a otro es Hans).

Sin embargo, hay también un tercer escena-rio, que sería la habitación de Hans en la posa-da (donde llegó por mera casualidad a pasar una noche, pero terminó quedándose alrededor de dos años). Aquí sucede todo lo literario, filosó-fico e intelectual del salón, junto a todo lo esca-tológico y natural de la cueva. Esta habitación es precisamente el lugar que Hans encuentra para participar de ambos mundos.

Finalmente, en la novela también se hace evidente la reivindicación de la búsqueda de Bo-laño, de ponerle vísceras a la literatura. Neuman reconoce que se estaba perdiendo la costumbre de crear personajes, y creo yo que ahí está el porqué de este interés decimonónico, desde la perspectiva actual.

En fin: la equidad, los derechos de las muje-res, la libertad, el rol del Estado y/o de la Iglesia, el multiculturalismo, la emigración y el bazar de lenguas son sólo algunos puntos de debate, que dan vida al nudo de la narración en las tardea-das amenas en la casa de Sophie. De ahí, el resto

son las turbulencias de un amor en los detalles, en las sombras, en los juegos de un abanico, las sonrisas, los espejos y demás enigmas que pue-dan ofrecerse en Wandernburgo. Una ciudad que no termina ni de existir ni de perderse. No está, pero tampoco falta. Entre las penumbras de la Europa de la Restauración, a la caída de Na-poleón, entre Sajonia y Prusia, Wandernburgo alberga tantos encantos desde sus caminos, que permutan al sonar de la nieve y al sentir del si-lencio. El viajero del siglo es un puente preten-cioso entre la Unión Europea y el siglo XIX, en-tre la novela clásica y las vanguardias nacientes.

Bolaño dijo que la literatura del siglo XXI quedaba en manos de Neuman. Creo yo que ha-brá que empezar a creerle. }

Page 31: Muestra Revista soma

Ca ribe

Carolina, mujer sumo. Karawala, Río Grande de Matagalpa (1989).

92

FOtOS De lA COStA: MARíA JOSé ÁlvAReZ

El diálogo con el Caribe nicaragüense se ha visto condicionado

por muchísimas circunstancias. Es por esto que en el sentido de

recopilación histórica al que se circunscribe soma, hemos dedicado

un espacio al tratamiento de la Costa-Caribe. Esta sección es un

acercamiento hacia esa otra realidad que normalmente es aludida.

Page 32: Muestra Revista soma

Mujeres con rulos. Barrio Central, Bluefields (1983).

Pescador. Barrio Old Bank, Bluefields (1987).

93

Love Poem.

Oscar, yuh surprise meAssin far a love poem.

Ah sing a song a love fa me contrySmall contry, big lite

Hope fad a po’, big headache fa de rich.Mo’ po’ dan rich in de worl

Mo’ people love fa meh contry.

Fa meh contry name NicaraguaFa meh people ah love dem all

Black, Miskito, Sumu, Rama, Mestizo.So yuh see fa me, love poem complete

‘cause ah love you too.

Poema de amor.

Oscar, me sorprendistePidiéndome un poema de amor.

Hare un canto de amor a mi patria,Pequeño país, lucero gigante,

Esperanza de los pobres, jaqueca de los ricos.

Más pobres que ricos en el mundo,Más pueblos quieren mi patria.

Mi patria se llama Nicaragua,A mi pueblo entero lo amo:

Negros, miskitus, sumus, ramas y mestizos.

Ya ves, mi poema de amor es completo:Como puedes ver, también te amo.

June Beer

(De la Antología poética de la Costa Caribe de Nicaragua)

Page 33: Muestra Revista soma

El 12 de febrero de este año Álvaro Vergara

publicó en el muro de su perfil de Facebook la

imagen anterior (una caricatura de Daniel Pulido

que fue portada del número 21, Enero-Febrero

2009, de la revista Deshonoris Causa, que

se edita en León). Inmediatamente se generó

una especie de discusión que, entre casi 30

comentarios, sumó más de 2 mil palabras. Acá

dejamos un extracto.

A un clic

96

opi nión

Page 34: Muestra Revista soma

Carlos M-Castro

[...]

ya alguien por ahí lo ha dicho, es seguro que Carlos Martínez

haya sonreído sardónicamente cuando el Instituto de Cultura

no permitió al diario El País la publicación del libro dentro de la serie que

en ese momento publicaba. En realidad a ese maje le importaba muy poco

que su obra no fuese conocida. Es más, él aceptaba que era material para

pocos. ¿Por qué contrariar su deseo si el éxito no le va a servir ahora de

nada? Quien busca encuentra. Sus poemas fundamentales son suficien-

temente conocidos en las esferas literarias de más allá de Paisito. Si acaso

eso sirve de algo.

«no soy un figurón literario porque no quise serlo; porque me empe-

ñé en no serlo» [Carlos Martínez Rivas, «Declaro en claro» —Viernes 24

de febrero ‘89/ 7:00 a.m.]

15 de febrero, a las 10:51

Fco Martín Aguilar-Juárez

Desautorizaron el prólogo de Sergio Ramírez... ¿Quién? El ar-

quitecto Alonso, y por tanto la obra clásica de Martínez Rivas,

La Insurrección Solitaria, no vio el tiraje (de parte de España)

debido. no he visto la edición que el Instituto de Cultura prometió.

Atentar contra el arte y las Musas (la cultura y el arte propiamente dicha)

debiese ser visto en perspectiva. (Uno de tantos, dirán algunos por ahí).

13 de febrero, a las 15:29

Dagoberto Avendano

Lo que pasa es que todos somos sólo palabras en papel mojado,

y no se hace absolutamente nada... eso nos remite a ser una

mierda... He allí las consecuencias.

13 de febrero, a las 15:34

Álvaro Vergara

Somos palabras, pero, como los herederos y continuadores del

canon literario, nuestras protestas crean la base conceptual del

rumbo futuro del corpus literario de la «literatura nicaragüen-

se» y no la última podredumbre del decadentismo de la «vanguardia»

granadina, que de vanguardista no tiene ni un pelo.

13 de febrero, a las 16:51

Álvaro Vergara

Según he vivido esa escena literaria, «retaguardia» es más apropiado

para calificarlos.

13 de febrero, a las 16:52

(Esta imagen fue escaneada de un original que pertenece a la Colección Carlos Martínez Rivas, del Archivo General de la Nación)

Page 35: Muestra Revista soma

Carlos Fonseca Grigsby

Sí, pero creo que están siendo ingenuos. Creo que el proble-

ma es que están viendo el malditismo de CMR como si fuese

el mismo malditismo de hace dos siglos. Aclaración: no es el

malditismo de los simbolistas. Ese malditismo se extinguió hace mucho

tiempo, y CMR lo sabía. En una conferencia lo deja claro; a mí Baudelai-

re no me enseñó a escribir, sino a vivir (parafraseo y resumo). Más que

empeñarse en no ser un figurón literario, se empeñó en ser un poeta.

Esto implica lo otro, sí, pero no es lo primordial. Se empeñó en vivir

como un poeta, a como él lo entendía; esa vida como la de Baudelaire, la

de Lautréamont, la de Rimbaud, etc. Incluso ves que deliberadamente

la costumbre del alcohol se vuelve parte importante en su obra poética

(alcoholismos y guarismos, por ejemplo) {se refiere a Calcoholmanías

y Guarismos, serie de poemas incluida en Allegro Irato. n. del E.} y

reflexiona sobre la bebida, se dice una y otra vez solitario, el alejado de la

civilización, el que se preservó en estado salvaje. Una y otra vez se opone

a Paz, a Borges, a Benedetti (como en la nota). Soltando sospechosamen-

te algunos poemas «inéditos» que se publican en diarios o que llegan a

manos ajenas. Siempre nos está recordando en su obra lo que es: un poeta

maldito, alejado de los gremios y las sociedades literarias. Eso es lo que

lo diferencia de los poetas malditos originarios; ellos no nos lo recorda-

ban siempre. A veces hasta tengo la sensación de que CMR hizo todo

esto anticipando su gran biografía, dejándolo como material para que

nosotros perpetuáramos la leyenda y alguno de nosotros escribiéramos

su biografía.

yo lo veo muy claro: en esa nota se elogia a sí mismo, nombra sus

cualidades principales como poeta (si son ciertas o no es otra discusión)

sin ninguna timidez, para luego aclarar que si no fue un poeta del Canon

Hispanoamericano es porque no quiso. ¿Por qué aclararlo? Una persona

que realmente desea olvido no lo aclararía.

A mi manera de verlo, CMR vivió así porque pensó que era la forma

genuina, verdadera, de vivir para un poeta. ¿Que quería ser olvidado? Él

sabía que eso es imposible. Aportó, incluso, para que no lo olvidáramos;

esa nota es un buen ejemplo de ello. Si alguna vez quiso realmente ser

olvidado por todos, no sé, tal vez. Pero siendo el lector incansable que fue,

sabe cómo funciona el sistema de la literatura; las biografías enaltecen la

obra del escritor, lo venden como un producto más interesante. Él quiso

ser «el último poeta del linaje». Del linaje que siempre se recuerda.

15 de febrero, a las 11:20

Álvaro Vergara

CMR ya sabía que era famoso. Acuérdense de que él era poeta,

no era músico; la fama de un escritor tiene su propia dinámica.

Si a cualquiera de nosotros alguien como Octavio Paz nos hu-

biera estudiado nuestra obra, ya sabemos que estamos inmortalizados.

Además él también sabía lo suficiente sobre literatura para saber que

su obra por sí sola era más fuerte que todo el tráfico de influencias que se

hace en las pulperías de las «instituciones literarias» de nicaragua. Pero

encima de eso, la única institución literaria seria de la época (la UnAn-

Managua) lo apoyaba 1000% a pesar de que él nunca fue sandinista.

CMR prefirió mandar a comer mierda a quien se le antojase y ocupar

sus palabras para expresarse según verdaderamente lo sentía; y no la-

mer culo por un lado y por otro, pelearse por un hueso con gente indigna

de su presencia.

[...]

15 de febrero, a las 16:56

Todos los comentarios en su contexto original:facebook.com/photo.php?pid=3581727&id=535868525&fbid=303288593525

98

Page 36: Muestra Revista soma

Contraportada