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CRITICÓN, 110, 2010, pp. 39-55. «Mucho dejé de escribir, que te escribo»: sobre la filosofía velada de Guzmán de Alfarache 1 Pierre Darnis Université Michel de Montaigne-Bordeaux III A M. Cavillac Por costumbre, se le considera a Guzmán un asceta postridentino encerrado en una galera, un hombre castigado como Sísifo después de una larga vida, considerada como caída moral y serie de crímenes, de los cuales resalta la terrible venganza que llevó a cabo contra su «familia» genovesa. Cristalizará esta comprensión intuitiva de la obra cuando la crítica, echando mano de la narratología, distinga rígidamente al protagonista pecador (solían llamarle «Guzmanillo») del narrador finalmente entrado en vereda, la de la ortodoxia católica. No sospecharíamos de semejante interpretación si el pensamiento del personaje embustero no dejara rastro en el discurso del narrador sabio, si el imaginario de Guzmanillo no se encontrara en el de Guzmán. Las metáforas del juego, que Guzmanillo practicó durante su larga existencia, siguen dando viveza, y también significación disidente a la homilía de Guzmán. Varios estudiosos, orientados por estos detalles y llevados de nuestro gusto por la ficción, nos dejamos enclaustrar por el debate sobre la sinceridad de la «reformación» de Guzmán. No advertimos (y yo me incluía en el grupo) que el concepto de «literatura», en el momento que le tocó vivir a Alemán, era distinto del nuestro. La prosa, como el resto de los géneros literarios, adquiría el estatuto de «poesía» siempre que tenía alcance alegórico, haciendo que el «discreto lector» pudiera extraviarse en caso de tomar el texto al pie de la letra. Por ello la frase «no te rías de la conseja y se te 1 Este artículo desarrolla mi introducción a la edición de Guzmán de Alfarache en Castalia. CRITICÓN. Núm. 110 (2010). Pierre DARNIS. «Mucho dejé de escribir, que te escribo»: sobre la filosofía velada de Guzmán...

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CRITICÓN, 110, 2010, pp. 39-55.

«Mucho dejé de escribir, que te escribo»:sobre la filosofía velada

de Guzmán de Alfarache1

Pierre DarnisUniversité Michel de Montaigne-Bordeaux III

A M. Cavillac

Por costumbre, se le considera a Guzmán un asceta postridentino encerrado en unagalera, un hombre castigado como Sísifo después de una larga vida, considerada comocaída moral y serie de crímenes, de los cuales resalta la terrible venganza que llevó acabo contra su «familia» genovesa. Cristalizará esta comprensión intuitiva de la obracuando la crítica, echando mano de la narratología, distinga rígidamente al protagonistapecador (solían llamarle «Guzmanillo») del narrador finalmente entrado en vereda, la dela ortodoxia católica.

No sospecharíamos de semejante interpretación si el pensamiento del personajeembustero no dejara rastro en el discurso del narrador sabio, si el imaginario deGuzmanillo no se encontrara en el de Guzmán. Las metáforas del juego, que Guzmanillopracticó durante su larga existencia, siguen dando viveza, y también significacióndisidente a la homilía de Guzmán.

Varios estudiosos, orientados por estos detalles y llevados de nuestro gusto por laficción, nos dejamos enclaustrar por el debate sobre la sinceridad de la «reformación»de Guzmán. No advertimos (y yo me incluía en el grupo) que el concepto de«literatura», en el momento que le tocó vivir a Alemán, era distinto del nuestro. Laprosa, como el resto de los géneros literarios, adquiría el estatuto de «poesía» siempreque tenía alcance alegórico, haciendo que el «discreto lector» pudiera extraviarse encaso de tomar el texto al pie de la letra. Por ello la frase «no te rías de la conseja y se te

1 Este artículo desarrolla mi introducción a la edición de Guzmán de Alfarache en Castalia.

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pase el consejo» se ha interpretado erróneamente: el consejo de la conseja correspondeal significado figurado de la ficción; las moralidades de la historia guzmaniana no seleen solo en las disgresiones del narrador: se alcanzan si moralizamos con discreción,como indica Alemán al terminar su segundo prólogo, el que dirige específicamente al«discreto lector»:

Haz como leas lo que leyeres y no te rías de la conseja y se te pase el consejo; recibe los que tedoy y el ánimo con que te los ofrezco: no los eches como barreduras al muladar del olvido.Mira que podrá ser escobilla de precio. Recoge, junta esa tierra, métela en el crisol de laconsideración, dale fuego de espíritu, y te aseguro hallarás algún oro que te enriquezca. No estodo de mi aljaba; mucho escogí de doctos varones y santos: eso te alabo y vendo. Y pues nohay cosa buena que no proceda de las manos de Dios, ni tan mala de que no le resulte algunagloria, y en todo tiene parte, abraza, recibe en ti la provechosa, dejando lo no tal o malo comomío. Aunque estoy confiado que las cosas que no pueden dañar suelen aprovechar muchasveces. En el discurso podrás moralizar según se te ofreciere: larga margen te queda. Lo quehallares no grave ni compuesto, eso es el ser de un pícaro el sujeto deste libro. Las tales cosas,aunque serán muy pocas, picardea con ellas: que en las mesas espléndidas manjares ha dehaber de todos gustos, vinos blandos y suaves, que alegrando ayuden a la digestión, y músicasque entretengan2.

Llegado el lector al final del Libro I de la Primera parte, se evoca «el ardid que usóun pintor famoso en la muerte de una doncella»:

que, después de pintada muerta en su lugar, puso a la redonda sus padres, hermanos, deudos,amigos, conocidos y criados de la casa, en la parte y con el sentimiento que a cada uno en sugrado podía tocarle; mas, cuando llegó a los padres, dejóles por acabar las caras, dandolicencia que pintase cada uno semejante dolor según lo sintiese: porque no hay palabras nipincel que llegue a manifestar amor ni dolor de padres sino solas algunas obras que de losgentiles habemos leído (I, 1, 8, p. 235).

La anécdota del pintor Timantes se nos antojaría un motivo trillado si nohubiéramos notado que, en la versión común del cuento, se representa a Agamenón«con un velo»3, mientras que Alemán, aludiendo quizá a la pintura de su novela,prefiere hablar de laguna pictórica. El cambio recuerda un fragmento del prólogo delautor al cuidadoso lector. Antes de anunciar la necesaria tarea de alegoresis, Alemándecía en efecto lo siguiente:

Muchas cosas hallarás de rasguño y bosquejadas, que dejé de matizar por causas que loimpidieron; otras están algo más retocadas, que huí de seguir y dar alcance, temeroso yencogido de cometer alguna no pensada ofensa; y otras que al descubierto me arrojé sin miedo,como dignas que sin rebozo se tratasen: mucho te digo, que deseo decirte, y mucho dejé deescribir, que te escribo.

Alemán no aclara cuáles son estas «causas que lo impidieron» ni los motivos posiblesque han llevado al autor a «cometer alguna no pensada ofensa», pero sí nos conmina a

2 «Del mismo al discreto lector», pp. 111-112.3 McGrady, 1985.

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que nos fijemos en la dimensión alusiva y alegórica de su ficción antes que en laliteraridad del texto o en la sinceridad del narrador ficticio.

L a b a s e d e l p e n s a m i e n t o a l e m a n i a n o :l a a c e c h a n z a p e r p e t u a y u n i v e r s a l

Varios son los críticos que señalaron la importancia, en la seudoautobiografía, de laprehistoria de Guzmán. El momento central de este prolegómeno cuenta un triánguloamoroso con resonancias lazarillescas, pero también dotado de un simbolismo másprofundo. El lugar del pecado es un nuevo «paraíso», situado en las afueras de Sevilla4.La madre, Marcela, amancebada con un «caballero» viejo y achacoso, se atreve a invitara su cama a un joven prestamista genovés. Al final de la Primera parte, Alemán repite elmotivo, explicitando el alcance de esta secuencia:

Así lo hallamos [el mundo], así lo dejaremos. No se espere mejor tiempo ni se piense que lo fueel pasado. Todo ha sido, es y será una misma cosa. El primero padre fue alevoso; la primeramadre, mentirosa; el primero hijo, ladrón y fratricida. ¿Qué hay ahora que no hubo, o qué seespera de lo por venir? Parecernos mejor lo pasado, consiste sólo que de lo presente se sientenlos males y de lo ausente nos acordamos de los bienes; y, si fueron trabajos pasados, alegra elhallarse fuera dellos, como si no hubieran sido. Así los prados, que mirados de lejos esapacible su frescura, y si llegáis a ellos no hay palmo de suelo acomodado para sentaros: todosson hoyos, piedras y basura. Lo uno vemos, lo otro se nos olvida (I, 3, 1, p. 377).

Aprovechando una expresión del Eclesiastés («no se hace nada nuevo bajo el sol», I,9), Alemán no se contenta con distanciarse del humanismo utópico de la «aldea»inocente (Guevara, Vida de Marco Aurelio, I, 36-37 y Reloj de Príncipes, XXXI);también se aparta de la nostalgia religiosa del Edén. En Guzmán de Alfarache, latentación no es exterior a Adán o Eva: el mal es intrínseco. En el siglo xvi, la historiahumana se está independizando del dogma cristiano. En su comentario de la primeradécada de Tito Livio, el historiador de los Médicis, Nicolás Maquiavelo, intentó librar elestudio del pasado de cualquier intelección nostálgica de los acontecimientos remotos einsistía en lo siguiente:

en las cosas pasadas han desaparecido las dos causas más poderosas del odio, pues ya no tepueden dañar ni hay razón para envidiarlas. Lo contrario sucede con las cosas que seadministran y se ven [...] de modo que [...] muchas cosas que te desagradan, te sientes obligadoa juzgarlas muy inferiores a las antiguas, aunque en honor a la verdad las cosas presentesmerezcan mucha más gloria y fama [...]. Y pensando cómo suceden estas cosas, he llegado a laconclusión de que se producen siempre del mismo modo, y que siempre hay la misma cantidadde bondad y maldad (Discursos, II, Proemio, p. 188)5.

4 «Si en la tierra se puede dar conocido paraíso, se debe a este sitio el nombre dél: tan adornado está defrondosas arboledas, lleno y esmaltado de varias flores, abundante de sabrosos frutos, acompañado deplateadas corrientes, fuentes espejadas, frescos aires y sombras deleitosas, donde los rayos del sol no tienen ental tiempo licencia ni permisión de entrada» (I, 1, 2, p. 147).

5 También Márquez Villanueva, 1999, p. 60: «La clave maestra de este punto final no es a las claras yaSan Agustín, sino el racionalismo radical de Maquiavelo».

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A nivel filosófico, tal percepción acarrea una ruptura contundente con cualquierproyección idealista. Una verdadera antropología negativa se va fraguando. Los seres nocometen «pecados»; su maldad social no consiste en «avaricia», «lujuria» o «envidia»:tienen una proclividad natural al daño ajeno. Alemán deja constancia de este ideario alcomenzar el recorrido de su héroe, cuando llegan dos cuadrilleros en busca de unladrón. No sólo aporrean a Guzmán de forma arbitraria, sino que, cuando repiten elacto con un arriero, nuestro héroe «se alegraba entre [sí], porque daban al compañeromás al doble y recio» (I, 1, 7, p. 210). Opuesta a la filosofía de la dignitas hominis dePetrarca (Secretum, De remediis utriusque fortunae), Manetti (De dignitate et excellentiahominis) y Pico (De hominis dignitate ), la corriente del Contrarrenacimiento subrayabamás bien las tendencias antisociales de cada cual, recordando el aforismo que Plautohabía encerrado en su Comedia de los asnos, «Cuando una persona te es desconocida,pues es para ti como un lobo, no un hombre»6.

En este sentido, el énfasis sobre la «masa de Adam» (I, 1, 1, p. 130), que se ha derelacionar con el concepto de la culpa original en San Agustín (De diversisquaestianibus, 83, q. 68, num. 3), funciona como coartada para cubrir el pronunciadonaturalismo de la filosofía alemaniana. La recurrencia de los motivos animales alprincipio de la obra es un revelador metonímico de la condición humana: el seralemaniano es animal antes de ser obra divina. La consecuencia de tal supuesto es doble.Por una parte, el ser humano integra en sí lo peor de la animalidad: es un monstruo queacoge en su seno a la misma bestialidad, tal como lo representa el emblemático prodigiode Ravena al concluirse el primer capítulo (I, 1, 1). Por otra parte, semejante percepcióntiene una incidencia a nivel social: significa que el conjunto de la comunidad humana espeligrosa (Jean Bodin pensaba así que son más numerosos los malos que los buenos)7. Elprimer conocimiento global de la sociedad, Guzmán lo tiene en casa de un cocineromadrileño. El descubrimiento del hurto generalizado le lleva a hacer esta declaración:

La vida se puede aventurar para conservar un amigo y la hacienda se ha de dar para no cobrarun enemigo, porque es una atalaya que con cien ojos vela, como el dragón, sobre la torre de sumalicia, para juzgar desde muy lejos nuestras obras. Mucho importa no tenerlo y quien lotuviere trátelo de manera como si en breve hubiese de ser su amigo (I, 2, 5, p. 308).

A diferencia del conjunto de sus contemporáneos, el parecer de Alemán esuniversalista. El enemigo no es la persona con la cual se enfrió la amistad; cualquierhombre es un enemigo en potencia:

No hallarás hombre con hombre; todos vivimos en asechanza los unos de los otros, como elgato para el ratón o la araña para la culebra, que hallándola descuidada se deja colgar de unhilo y, asiéndola de la cerviz, la aprieta fuertemente, no apartándose della hasta que con suponzoña la mata (I, 2, 4, p. 298).

6 Asinaria , II, 4, en Plauto, 2000, p. 98. Véase el adagio homo homini lupus en Agrippa,Dell’incertitudine, p. 365 y p. 451; Erasmo, Adagia, I, 1, 70; Alberti, Theogenius, II, Profugiorum, II. Sobre elContrarrenacimiento, véase Haydn, 1950.

7 Citado por Haydn, 1950, p. 413.

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Alemán debía de estar tan convencido de la veracidad de este juicio que lo convirtióen emblema personal. A partir de Guzmán de Alfarache, sus obras vendrán encabezadaspor la empresa de la lucha por la supervivencia entre la araña y la serpiente. De un casoconcreto traído por Plinio el Viejo (Historia natural, X, 74) y Pedro Mejía (III, 4),Alemán saca un principio descriptivo de la vida interindividual. En suma, medio sigloantes de la publicación de los Elementos de derecho natural y político de Hobbes(1640), Alemán concibe la sociedad como un conjunto de personas iguales que viven enestado de mutual fear, a causa de su malignidad natural: así como los Estados viven enuna guerra continua, la acechanza caracteriza las relaciones interindividuales8.

E l c o m p o r t a m i e n t o d e l i n i c i a n d o : e l m a l d e l a v i r t u d

Este discurso antropológico, además de constituir los cimientos de la filosofíahumana del Guzmán, también corresponde al meollo de la experiencia del protagonista.Las obras de 1599 y 1604 pintan la iniciación de un mozuelo que va adquiriendo cadavez más conocimientos sobre sus congéneres hasta reformarse finalmente.

Decir que Guzmán es un «pícaro», o sea definirle en función de sus actividades, pocoayuda. ¿Quién es, pues, el hijo de Marcela? La novela deja constancia de que sueducación «regalada» le aisló de la dura realidad que conocen los adultos, en contra delo que aconsejaban los doctos de la época9. El propósito de Alemán es dar mayorconsistencia a una de las señas de identidad que caracterizaban al joven Lázaro deTormes: «la simpleza en que, como niño dormido, estaba» (Lazarillo, I, p.119). Como el«muchacho vago» (tipos 675 y 1137 del índice de Aarne y Thompson10), Guzmán es uninocentón11. Pero, mucho más que sus antecedentes literarios o folclóricos, el sevillano aduras penas consigue deshacerse de su pellejo de asno. Como demostró Monique Joly, elinicio de la novela se nutre de unas múltiples correspondencias metonímicas querelacionan al héroe con la asinidad12. Lo más llamativo de su personaje radica en lacorrespondencia entre necedad e inocencia: ésta, en vez de exculparle como virtud, locondena a sufrir la agresividad y la risa de los demás13. La polisemia del término

8 Un estudio atento a las estructuras del imaginario fácilmente revelaría que el motivo del acecho es el másrepresentado en la obra, se trate de la trama principal, de las anécdotas del narrador o de los relatos de lospersonajes.

9 La insistencia en las características de su infancia «regalada» ha de leerse a la luz del «Elogio» de Barros,de las recomendaciones estoicas (Séneca, Tratados morales, «De la providencia», I, p. 32: «[a sus hijos, lospadres] no les consienten ociosidad alguna [...] hasta hacerles sudar y tal vez derramar lágrimas. Las madres,por el contrario, procuran meterlos en su regazo y cobijarlos a la sombra [...]. El corazón de Dios para losbuenos es el de un padre [...]. Les prueba con fatigas, dolores, infortunios, para hacerlos verdaderamentefuertes») y de las preocupaciones maquiavelianas y jesuíticas («en una cosa tiene razón [Maquiavelo], que esen decir que la educación es gran parte para alcanzar la fortaleza [...]. Todas las grandes monarquías eimperios se fundaron y aumentaron y conservaron con sobriedad y templanza, y se perdieron por ladestemplanza y regalo», Ribadeneyra, El príncipe cristiano, II, 39).

10 Aarne y Thompson, 1995.11 De sí mismo, dice el narrador que era «un Juan de buen alma»; «bobito» lo llama la primera persona

que encuentra (I, 1, 3, p. 168).12 Joly, 1983; Guillemont y Requejo-Carrió, 2007.13 Obsérvese precisamente como los dos cuadrilleros se ensañan con el arriero, «que, como [Guzmán],

estaba inocente» del hurto (I, 1, 7, p. 210). Pero la sabiduría popular explicaba también «Necio es aquel quepadece por culpa que otro merece» (Correas).

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«inocente», en efecto, permitía aprovecharse de tal denotación. Un episodio esencial enla economía narrativa de la obra pone en evidencia la problemática relación de Guzmáncon su entorno. Mozo, decide salir de la casa materna para «ver mundo» (I, 1, 2, p.162) y conocer la familia de su padre putativo en Génova. Allí, su «tío» (que no leconfiesa su identidad) le invita a dormir en casa. Pero Guzmán llega con todos losestigmas de un pícaro, tan mal vestido que «fuera imposible discernir o conocer cuál erala ropilla o los calzones quien los viera tendidos» (I, 3, 1, p. 380). Guzmán piensaencontrar en Génova gente de familia, gente buena.14 Dará con «demonios bautizados».Con su criado, el «tío» le arma una trampa durante la noche. Disfrazados y pasando porun lugar escondido, entran duendes mientras duerme, lo mantean «como a perro porcarnestolendas» y se van. Pero es demasiado tarde, ya se encuentra Guzmán «pegajoso yembarrado». ¿Hubiera podido esperarse semejante acogida? Alemán ha dejado a susavezados lectores los mismos indicios que, al bueno de Guzmán, hubieran debido meterla duda en el cuerpo:

La casa era grande, obrada de muchos pilares y losas de alabastro. Atravesamos a un corredory entramos en un aposento, que estaba al cabo dél. Teníanlo bien aderezado con unascolgaduras de paños pintados de matices a manera de arambeles, salvo que parecían mejor (I,3, 1, p. 380).

Se trata evidentemente de un aposento aparentemente acogedor15. Guzmán noadivinó que, «detrás» de las bellas colgaduras, estaba «abierta una ventana». Noentraron duendes: fueron hombres de carne y hueso los que le jugaron esa mala pasada.Y Guzmán lo creyó todo «con toda la simpleza del mundo». Comentando el emblema«La virtud en lo exterior», Hernando de Soto advierte: «es muy propio del malo el sermuy cauteloso y del bueno el ser muy sencillo»16.

Hernando de Soto no se equivoca: otra cualidad de Guzmán es en efecto sumagnífica bondad. Quien mejor se dio cuenta de este rasgo fue Moreno Báez (1948, pp.106-112). Pocos personajes de la literatura anterior pueden presumir de tan insignavirtud: Guzmán tiene «buen natural» (I, 2, 6). Y el caso es que eso es verdad. Hasta losúltimos capítulos, el héroe tiene un sentido de la amistad que le impide malquistar a sucamarada Soto17. También Lázaro manifestó extraordinaria bondad con el escudero

14 Véase I, 3, 1, p. 380: «Sucio como estaba, lleno de piojos, metime entre la ropa [de la cama]. Era buena,limpia y olorosa. Consideraba entre mí: “Si este buen viejo es deudo mío y me hace cortesía y no quieredescubrirse hasta mañana, buen principio muestra: harame vestir, tratarame bien; pues estando tal me hacetan buen acogimiento, sin duda es como lo digo; desta vez yo soy de la buena ventura”».

15 Bien pudo realizarlo a partir de una reconstrucción al pie de la letra de la «casa encantada» que tantohabía impresionado a Lázaro al entrar en el hogar del hidalgo.

16 Soto, Emblemas moralizadas, «La virtud en lo exterior», f. 4v. El autor era también el del tercer poemaperitextual del Guzmán.

17 «Soto, mi camarada, iba en otra cadena diferente. Que no poca pena me daba no poder ir parlando conél. Mas, antes que me herrasen, lleguéme a él de secreto y dile los dos líos, que los guardase, para poderdespués en mejor ocasión saber lo que llevaban». Pero Soto lo traiciona y comenta Guzmán: «No puedoexagerar el coraje que allí recebí de semejante ingratitud en un hombre a quien yo tanto había regaladosiempre, que bocado no comí sin que con él partiese, ni real tuve de que no le diese medio y que también habíade tener en aquello su parte, que me negase amistad y lo que le había dado» (I, 3, 8, pp. 493-495). A pesar delengaño de que fue víctima Guzmán, se empecina en su amistad: «Deseábale todo bien y hacíame cuanto mal

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pobre (tratato III); pero, en la obra alemaniana, dicha virtud deja mal sabor en la boca.Así la relación con Soto, su compañero en la galera, se mantiene a pesar de la maldadevidente del personaje: por culpa de este, Guzmán será sometido a terrible tormento (II,3, 9). Este episodio conclusivo de la Segunda parte recuerda también a otro, en queSayavedra, otro fingido amigo, dejó burlado a Guzmán. Todo, en la hábil axiologíanovelesca, apunta a que se lea la virtud de Guzmán como contraejemplo. Es un buenoempedernido. Paradójicamente, la caída moral del protagonista procede de su confiadosentido humano. Con el arriero (I, 1, 6)18, el capitán español (I, 2, 9)19, sus compañerosromanos (I, 3, 8, p. 451), su primera mujer (II, 3, 3, p. 384), su madre (II, 3, 6, p. 461),etc., viene presentado como un ser generoso y bondadoso..., pero los efectos de estacondición no son los esperados.

El desengaño propuesto por Alemán rezuma maquiavelismo. Desde la publicación delos Discursos y del Príncipe, se podía pasar de una moral de la intención a la moral delos efectos; el obrar bien de la antigua filosofía caballeresca era más peligroso que eficaz:«Muchas veces los actos que parecen piadosos y que no es razonable condenar, sevuelven crueles y peligrosísimos para una república, si no son corregidos a tiempo»(Discursos, III, 28). No en vano Alemán adscribió su obra al género histórico («poéticahistoria») y dispuso en su retrato inaugural, debajo de su mano, las polémicas obras deTácito. Si las relaciones humanas se pueden equiparar a una lucha animal, la lecciónsacada de las guerras antiguas es de alguna relevancia: en ellas la amistad se tornabailusión arriesgada20. Así, no pocos episodios de la novela llevan a recordar el dichopopular «Es tan bueno que de bueno se pierde»21.

Sea lo que fuere, la obra, como precisa Alemán en su prólogo, es una alegoría: el«consejo» y la ejemplaridad se encuentran más allá de la «conseja». Así debió deentender la obra Cervantes, como una parábola, la del hijo pródigo22, en la cual lacuestión de la verdad ficcional termina siendo una aporía23. Desde este punto de vista, essumamente improbable que su sentido figurado se encuentre solo al final de la Segundaparte y que el autor haya publicado la Primera parte sin dejar ninguna clave.

podía, desacreditándome, diciendo cosas y embelecos del tiempo que fuemos presos y él supo míos en laprisión» (II, 3, 9, p. 510).

18 «Alentéme, comencé de olvidar la teta, como si acíbar me pusieran en ella y en todas las cosas quedejaba. Y porque no se dijese por mí que de los ingratos estaba lleno el infierno, en tanto que él pagaba quisecomedirme llevándole a beber los asnos» (I, 1, 6, p. 197).

19 «Asentóme en su escuadra y a su mesa, tratándome siempre con mucha crianza. Y en remuneracióndello lo comencé a regalar y servir, echando de la mano como un príncipe, cual si tuviera para cada martesorejas o si como en cada lugar había de hallar otro especiero, otro río y otro bosque adonde poder ensotarmetan sin miedo» (I, 2, 9, p. 358).

20 Véase Tácito, Historias, IV, 1; Anales, IV, 68-74.21 Véase Correas, p. 341 («Dícese del que por su blanda condición tiene falta para gobierno; y otras cosas

que piden a veces persona aceda, de valor y pecho»).22 Maldonado, 1952; Casalduero, 1973.23 Recuérdese la cuestión del origen del coloquio en el Coloquio de los perros: ¿milagro, sueño de

Campuzano, conseja de vieja, fábula esópica, cuento mitológico, parábola, exemplum, historia de brujería?;¿ficción total? (véase Darnis, 2006, pp. 458-459).

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L a a d a p t a c i ó n d e l i n i c i a d o : l a v i r t u d d e l m a l

Retrocedamos entonces un poco para ver si el inicio de la novela no proporcionadatos suficientes para entender la pícara «conseja».

Una primera unidad se nos ofrece en el texto de 1599: el Libro I. Atando cabos,rápidamente observamos que esta primera unidad se organiza como si una problemáticarecorriera los distintos capítulos que la componen. El Guzmán pasó a la posteridaddando carta de ciudadanía literaria al espacio hediondo de la venta; al antiguo castillode los caballeros, corresponde ahora el mesón de los pícaros. Después de haber conocidola malicia humana en una primera venta, Guzmán siente placer cuando le cuentan quedos mozuelos le han vengado, y añade: «Yo juro a tal que, si vivo, [la ventera] me lopague de manera que se le acuerde de los huevos y del muchacho» (I, 1, 4, p. 180). Porsuerte, cuando expresa parecido deseo impío, le depara la suerte (o el autor) dosclérigos: el más viejo le exhorta a que «ofrezca la otra [mejilla]» (p. 182). Todo andaríasobre ruedas si la casi totalidad de los demás personajes de la obra no fuera mala;además, ¿qué validez tiene una prédica, si las «obras» de los dos religiosos van en contrade sus «palabras»...

Al contacto de esta realidad, Guzmán vive una iniciación por la cual aprende a ser«pícaro», un ser «malo». Pero, esta segunda naturaleza, la del pecador, ¿no sería unatrampa, como las colgaduras de la casa del «tío»?

El primer capítulo, como buena introducción, desvela de forma oblicua la víaexegética por la cual el discreto lector puede dar el primer paso. Representaciónhorrenda del azote divino, el monstruo de Ravena resulta ser finalmente en la exégesisguzmaniana un portento esperanzador: «La cruz y la Y eran señales buenas y dichosas,porque la Y en el pecho significaba virtud, la cruz en el vientre, que si, reprimiendo lastorpes carnalidades, abrazasen en su pecho la virtud, les daría Dios paz y ablandaría suira» (p. 142).

Simétricamente a esta anécdota inicial, en el último capítulo de la Segunda parte,Alemán sugiere la hermenéutica adecuada para descodificar la obra. Al empezar sinpreámbulos inútiles, pone en boca del galeote el cuento siguiente: un caballero mandahacer a un «famoso pintor» el cuadro de un caballo que va «huyendo suelto»; pero,terminada la obra, el mandatario se equivoca mirando el cuadro porque cree que «seestá revolcando» (p. 508). Nuestro caballero es el prototipo del vulgo que «sólo secontenta de lo que parece hacer el caballo. Eso se le pega; y como lo miró se le queda»(prólogo al vulgo). El «maestro», que había puesto a secar el lienzo «con los pies [delcaballo] arriba y la silla debajo», reprocha a ese inexperto espectador que sepa «poco depintura»: la obra «está como se pretende», al revés pero perfectamente realizada. Leenseña, pues, al caballero cómo hay que contemplarla discretamente: revolcando laimagen revolcada («Señor, [...] vuélvase la tabla»). Desde luego, la «perfección» apareceenseguida, disipándose el engaño.

Mateo Alemán acude a un género literario bastante comentado en la Italia delQuinientos: el discurso silénico. En el Banquete de Platón, Alcibíades describió a losSilenos como estatuas hueras que representaban sátiros por fuera y que esconden dentrofiguritas de dioses (pp. 152-153, 215ab). La referencia del general ateniense iba a iniciaruna visión filosófica basada en el esquema de la verdad escondida en ropajes equívocosy rudos: Sócrates era de este modo uno de estos Silenos en cuanto filósofo burlón y, en

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el Renacimiento, la poética silénica despertó particular interés a raíz de la publicacióndel Stultitiae laus (1511) y del adagio erasmiano Sileni Alcibiadis (1515).

Más profundamente que el Lazarillo, el modelo esencial de la vida del Pícarosevillano es Momo, el texto salido de la pluma de L. B. Alberti (1520) y adaptado alespañol por Agustín de Almazán (1553)24: un texto de reinvindicada filiación silénica.De la construcción de Guzmán de Alfarache como Sileno literario se deduce que laejemplaridad del personaje es paralela a su iniciación, se desprende de ella. Guzmán esejemplar, no al final ni como exemplum ex contrario, sino en su misma picardía. Desdehace años, la ciencia moderna ha conocido una profunda revolución. La medicina, antesreverente con las teorías clásicas de Galeno, empieza a cuestionar la concepción deltemperamento y de la salud como equilibrio de «humores». Hasta el siglo XVI, elconsenso médico declaraba que curar significaba purgar: los líquidos demasiadoabundantes debían evacuarse para que se repusieran el cuerpo y la mente25. Un viajeroimpenitente lanza en los inicios de la centuria la renovación de este saber: Paracelso. Ensu búsqueda del remedio universal, el maestro de Hohenheim parte de la idea de que en«todas las cosas hay también un veneno, y nada carece de él». Esta nueva physisintroduce un cambio radical que permite soluciones iguales de radicales: como laeficiacia del remedio depende de su adecuación estricta al mal, el médico debe curar conel mismo veneno que el que enferma al paciente26. Esta teoría con matices alquímicosdesembocó en la creciente insistencia en el valor de la «triaca»27. Este antídoto antiguointegraba en su composición veneno de víbora: el mítico emblema del mal venía a sercientífica base del bien. Esto explica que, en el prólogo a la Segunda parte, la ficción sedefina como «atriaca de venenos varios» (II, p. 22) y que la metáfora sea luegorecurrente en el discurso del narrador28.

A este tenor, el uso del mal por Guzmán es fundamentalmente positivo. En primerlugar, el ingenio que desarrolla al contacto de las malas compañías es su amparo, unagarantía contra las insidias. El juego, desde la Filosofía cortesana de Alonso de Barros,era un espejo de comportamiento para quien quería vivir sin problemas en sociedad.Mateo Alemán lleva a escena narrativa esta hipótesis con sutiles alegorías. Si la justicia—sobre todo la de la ciudad universitaria de Bolonia— nada puede contra los poderososy al contrario condena inocentes (Guzmán, II, 2, 2), el modelo del juego, con sustrampas, permite obtener el bien por el mal (II, 2, 2-3). Contra la Fortuna el «malmenor» suele ser la mejor solución, aseguraba Maquiavelo29; por otra parte, siendo

24 Véase Darnis, 2010. Adviértase que Várez de Castro, que publicó la segunda ed. (1598), sería tambiénel impresor de la Primera parte de Guzmán de Alfarache en 1599.

25 Juan Huarte de San Juan, en el Examen de ingenios (1575), sigue esta vía de la ciencia médica.26 Paracelso, Textos esenciales, p. 145.27 Sobre la recepción del paracelsismo en España, véase Puerto Sarmiento, 2003.28 «Y siendo como es un tan po[n]zoñoso veneno —que no sólo, como el basilisco, siendo mirado mata

los cuerpos, empero, con sólo el deseo, (siendo cudiciada) infierna las almas— es juntamente con esto atriacade sus mismos daños: en ella está su contraveneno si como de condito eficaz quisieren aprovecharse della. Lariqueza de suyo y en sí no tiene honra, ciencia, poder, valor ni otro bien, pena ni gloria, más de aquella paraque cada uno la encamina» (II, 3, 1, p. 334). Nótese también la presencia de la serpiente en la empresa delretrato de Mateo Alemán.

29 Guzmán, I, 2, 7, pp. 331-332: «No hay trabajo tan amargo que, si quieres, no saques dél un fin dulce,ni descanso tan dulce con que puedas dejar de temer un fin amargo, salvo en el de la virtud. Si como estaba

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universal el mal biológico, sólo «de la dosis depende si un veneno es veneno o no»,insistía Paracelso: la «virtud» de una medicina depende de la cantidad de la sustancia,no de la cualidad de los productos; con poco veneno, gran bien nos hace.

Contra los adversarios, Maquiavelo recomendaba igualmente ser, además de«zorro», «león» (El príncipe, XVIII). No cabe duda de que Guzmán aprendióatentamente el evangelio florentino30. Al contrario de San Lucas, tanto Alberti comoAlmazán enseñaban que la ruta de la virtud puede ser la de la virtù31. En vez de amar alos enemigos, le conviene al hombre ser un nuevo Momo y saber vengarse como él32. Lavuelta de Guzmán a Génova, cuando logra engañar a los que le humillaron en laprimera parte, es un hito en su carrera: de este modo el novelista insinúa al discretolector que el aprendizaje del pícaro va por buen camino, que Guzmán va convirtiéndoseen «hombre perfecto» (II, prólogo, p. 22). Los autores contrarrenacentistas estimabanque el castigo era una medida eficaz de disuasión; en Florencia, por ejemplo, fueron lasrepresalias lo que «proporcionó gran reputación al partido de Cosme [de Médici]»33.Mateo Alemán lleva así al ámbito novelesco el tema de la heroica venganza, que aúnpermanecía en manos de autores trágicos, desde Esquilo hasta Shakespeare. Entrar en elmal, eso no lo puede entender el Cardenal conservador: «Holgose de la gran sutileza [desu paje], mas no quisiera que tuviera tanta, porque se temían mucho no la emplease enmal algún tiempo» (I, 3, 9, p. 455)34.

tan a mi gusto acomodado antes no hubiera padecido trabajos, nunca con la bonanza de mi sollastría supieranavegar en saliendo de la cocina, como piloto de agua dulce, ni hallara tan a la mano de qué me socorrer.¿Qué fuera entonces de mí? ¿No consideras qué turbado, qué afligido estaría y qué triste, quitado el oficio, sinsaber de qué valerme ni rincón adonde abrigarme? Con cuanto gané, jugué y hurté, ni compré juro, censo,casa ni capa o cosa con que me cobijar. Habíase todo ido, entrada por salida, comido por servido, jugado porganado y frutos por pensión. Del mal el menos: con todas estas desdichas mi caudal estaba en pie, lavergüenza perdida, que al pobre no le es de provecho tenerla, y cuanta menos poseyere le dolerán menos losyerros que hiciere» (la cursiva es mía). El aforismo, cuyo origen se remonta al fabulista Fedro y a Cicerón(Minima de malis), tuvo un desarrollo consecuente a raíz de la teoría maquiaveliana (Discursos, I, 6 y 38; ElPríncipe, XXI: «la prudencia consiste en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y tomar por buenoel menos malo»), y de la Botero (Los diez libros de la Razón de Estado, VI: «Del concertarse con losenemigos»).

30 Ver también la importancia de las Políticas de Lipsio, publicadas primero en latín en 1589. En 1591,recibe el apoyo de Felipe II, permitiendo así la traducción al castellano de Bernardino de Mendoza en 1604, elaño de la publicación de la Segunda parte del Guzmán (véase especialmente: Políticas, IV, 10, pp. 149-151).

31 En el siglo XVI, Maquiavelo había recogido el pensamiento aristotélico del spoudaios (el prudentevaleroso, Ética a Nicómaco, I, 9) para ajustar su concepto de virtù al de “energía” (la fortuna «demuestra sufuerza allí donde no hay una virtud preparada capaz de resistírsele», El Príncipe, XXV).

32 Alberti, Momo, p. 63; Almazán, Momo, II, 1, f. 19r.33 Maquiavelo, Historia de Florencia, V, 4, p. 263.34 Las nuevas teorías políticas promovían sin embargo la aceptación, por parte de las autoridades, del mal

(ver Maquiavelo, El príncipe, XVIII: «No alejarse del bien, si es posible, pero sabiendo entrar en el mal si esnecesario»). En las dos últimas burlas, la actitud del Cardenal es idéntica: actúa como el denostado vulgo delos preliminares. Permaneciendo su mirada en la superficie de su gracioso, a diferencia de Júpiter con Momo,el purpurado no percibe la inteligencia de su paje (véase Erasmo, Silenos, pp. 51-69). Nótese además que lavenganza era «parte de la justicia» para Santo Tomás (Suma Teológica, II, 2, q. 108, a. 2): «La naturalezatiene una inclinación especial a rechazar lo nocivo [...]. El hombre, por su parte, rechaza lo nocivo, o bienprotegiéndose de las injurias [...], o bien vengando las ya inferidas, no con intención de dañar, sino pararepeler lo dañino. Lo cual ya pertenece a la venganza […]». A este tenor, el teólogo defiende el vicio de laexcesiva mansedumbre: «A la venganza se oponen dos vicios. Uno por exceso, a saber, el pecado de la

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En política, la modernidad suponía la aceptación de la filosofía del Secretarioflorentino, similar a Paracelso en su método. La praxis debía ajustarse al principio desemejanza: siendo el prójimo un depredador35, el ser humano no tiene más remedio queactuar con las mismas armas36. La imagen del enemigo-atalaya —esencial en Momo—puede servir al prudente Guzmán y al discreto lector para relacionarse con sussemejantes:

Cumple mucho a los que van a vivir en negocios y entre multitud que nunca se les vaya de lasentrañas la memoria de la injuria recebida, pero que no se descubran ni den a entender elrencor y mala voluntad que les quedó de la ofensa, sino que aguarden disimulados su tiempo,y que en eso nunca se descuiden ni duerman, sino que siempre estén los ojos abiertos como enatalaya o centinela [...]; y que, por otra parte, encubran sus deseos y designos con una altura ydisimulada arte de fingir y cerrarse y estén apercebidos y a punto aguardando con granvigilancia y cuidado la ocasión de vengarse37.

En su iniciación, Guzmán se despoja de su credulidad, dejándose llevar por elimpulso de la sospecha (ya en la segunda venta desconfía de la comida que le sirven). Elrecelo, ahora maquinal para él, se leía generalmente como vicio y pecado38; pero, segúnSanto Tomás, podía ser pecado venial39. En la continuidad de este aprendizaje de lasvirtudes del mal, Alemán, recordando los consejos de Tácito, Almazán y Lipsio40, lesuministra a Guzmán aliados que le sirven de espías (II, 2, 3 y 5), transforma finalmentea su héroe en experto del espionaje en la galera, alegoría de la república y del estadomonárquico (II, 3, 10)41.

Sin embargo, recelar de los demás no es suficiente para derrotar a los enemigos.Maquiavelo introdujo un parámetro condicionante para el éxito de la empresa humana:el vulgo. La definición del cuerpo social por Alemán se emparenta con la que también

crueldad e inhumanidad, que exagera el castigo. Otro por defecto, cuando se es demasiado remiso en aplicar elcastigo debido; pues, como enseña la Escritura, “el que da paz a la vara odia a su hijo”. La virtud de lavenganza, en cambio, consiste en guardar la proporción justa en el castigo» (tomo IX, pp. 482-484).

35 Maquiavelo, Discursos, I, 46, p. 148: «Los acontecimientos se desarrollan de este modo: los hombres,deseando no temer, comienzan a hacer temer a los otros, y aquella injuria que quieren ahuyentar de sí ladirigen contra el otro, como si fuera necesario ofender o ser ofendido».

36 Maquiavelo, El príncipe, XVIII, p. 139: «Si todos los hombres fuesen todos buenos, este precepto [deno mantener la palabra] no lo sería, pero como son malos y no mantienen lo que te prometen, tú tampocotienes por qué mantenérselo a ellos».

37 Almazán, Momo, II, 2, f. 19v.38 Aranda, Lugares comunes, f. 28v-29v.39 Santo Tomás expuso en la Suma teológica la complejidad del problema para juzgar a los que ceden a

esta tendencia: «Como dice Tulio, la sospecha implica una opinión de lo malo cuando procede de ligerosindicios. [...] Hay, pues, tres grados de sospecha: primero, cuando un hombre, por leves indicios, comienza adudar de la bondad de alguien, y esto es pecado leve y venial, pues pertenece a la tentación humana, de la queesta vida no se halla exenta [...].�El segundo grado es cuando alguien, por indicios leves, da por cierta lamalicia de otro, y esto, si trata sobre algo grave, es pecado mortal, en cuanto no se hace sin desprecio delprójimo [...]. Tercero es cuando algún juez procede a condenar a alguien por sospecha; esto también pertenecedirectamente a la injusticia, y, por ello, es pecado mortal» (II, 2, q. 60, a. 3 –Suma teológica, tomo VIII,pp. 322-325).

40 Tácito, Anales, XVI, 5, p. 708; Almazán, Momo, III, 4-6, f. 41v-44v; y sobre todo Lipsio, Políticas, IV,10, pp. 147-149.

41 Sobre la actualidad política del tema, véase Carnicer García y Marcos Rivas, 2005.

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han seguido los neoestoicos y los erasmistas42. Para Maquiavelo, el axioma del vulgo,idólatra de las apariencias, era el cimiento de la nueva política del príncipe: dado que lagente se contenta con la superficie de la realidad y que la vida, considerada comorepresentación, supone asimetría de conocimento entre los hombres, entonces resultaposible e incluso pertinente para el responsable político construir una identidad ficticiapara un público, una «máscara de virtudes»43.

Ser «un gran simulador y disimulador», la España de Furió Ceriol conocía esteideario político 44. Adaptando a sus objetivos estos preceptos, Guzmán será experto entropelías. En la trampa —leve— que urde contra los nobles genoveses, la falsa cadena deoro sirve de cebo para manifestar y castigar la avaricia de los que aprecian el valor deuna persona en función del peso de su baúl (II, 2, 7)45. Aprenderá también la «discretadisimulación» que tanto sirvió a Ozmín para casarse con Daraja (I, 1, 8, p. 234)46: lalucha contra la sagaz Fabia —que él no supo conducir por pecar de sencillez (II, 1, 5)—lleva a interpretar en clave prudencialista esta etapa romana en el recorrido iniciático deljoven (con «medios honrados», esta «mujer honrada» acudía al «remedio de laprudencia», II, 1, 5, p. 100).

En suma, si bien literalmente se le atribuye el epíteto superlativo de Sísifo («ladrónfamosísimo»)47, el Sileno alemaniano es ante todo el Ulises de la Modernidad. Lasalusiones a las artimañas del hijo de Laertes o de su esposa son numerosas en la obra48;pero el elemento más sólido es sin duda el doble episodio genovés (I, 3, 1/II, 2, 7-8), quese concibió a partir de la historia de Homero (en la Odisea varias analepsis encarrilan allector hacia el final vindicativo de Ulises, discípulo de Metis, la diosa del engaño49: él sevenga de los que se han burlado de él cuando iba con traje de vagabundo)50.

42 Sobre el ingenium populi, véanse particularmente Historias y Anales de Tácito y Lipsio, Políticas, IV,10, pp. 112-117.

43 Véase Forte, 2008.44 Véase el concepto de «persona pública» en Furió Ceriol, El concejo y consejeros del príncipe.45 Del pícaro, Cervantes recuerda la competencia de alquimista, como metáfora del engaño a los ojos. En

la Novela del casamiento engañoso, se puede leer: «Estaba yo entonces bizarrísimo, con aquella gran cadenaque vuesa merced debió de conocerme, el sombrero con plumas y cintillo, el vestido de colores, a fuer desoldado, y tan gallardo, a los ojos de mi locura, que me daba a entender que las podía matar en el aire [...]pero como no es todo oro lo que reluce, las cadenas, cintillos, joyas y brincos, con sólo ser de alquimia secontentaron; pero estaban tan bien hechas, que sólo el toque o el fuego podía descubrir su malicia» (Novelasejemplares, pp. 524-532).

46 El nuevo concepto de discreta disimulación se legitimaba por los conflicos individuales dentro de lascortes regias (véanse Alberti, Momo, y Álvarez-Ossorio Alvariño, 1999), por las nuevas dificultades en losasuntos internacionales (Maquiavelo, Guicciardini) y, sobre todo en España, por las tensiones religiosas, queagudizaba la densificación territorial de las estructuras del Santo Oficio (véase Villari, 1987, pp. 17-29).

47 «Declaración», p. 113: «Él mismo escribe su vida desde las galeras, donde queda forzado al remo pordelitos que cometió, habiendo sido ladrón famosísimo –como largamente lo verás en la segunda parte». Elmarbete de ladrón famosísimo podría remitir a Sísifo en las Anotaciones a Ovidio redactadas por Sánchez deViana (XIII, 12).

48 En el Siglo de Oro, como recuerda un colega de Dijon, «tout un ensemble d’indices favorise l’hypothèsed’une présence assez importante, sans doute plus considérable que ce que l’on a longtemps supposé, de laculture grecque dans les lettres espagnoles […]. L’Odyssée a été très largement privilégiée au détriment deL’Iliade» (Rabaté, 2006, p. 104). También Cavillac, 2010, pp. 204-211.

49 Véase la llegada del héroe a Ítaca, cuando Antinóo le arroja un banquillo: «[Ulises] se estuvo / firmecomo una piedra, y no le dijo / palabra: solamente meneaba / un poco la cabeza, y allá dentro / en lo íntimo

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Desde esta perspectiva, la empresa, que encabeza el libro y presenta el peligroarácnido amenazando a una serpiente, resulta muy interesante. La postura dormida deldiápsido hace pensar que, contra las insidias, «la prudencia no es poderosa», comoafirma el autor en el mote y la dedicatoria (p. 106 y p. 122); pero la prudentia eratambién la competencia que las nuevas teorías políticas de Lipsio asociaban con laduplicidad virtuosa51: si los demás son arañas que están al acecho, Guzmán podrá ser laserpiente que fingirá estar dormida. Pedro de Ribadeneyra, jesuita antimaquiavelista yuno de los autores más manejados por Alemán en el Guzmán52, representa así —salvoen cuestiones de fe— uno de los máximos defensores de la mentira, como triacapolítica53. Como buen retórico, el autobiógrafo de Ignacio de Loyola concluía suTratado sobre el príncipe cristiano con estas palabras: «El príncipe debe vivir con granrecato y secreto y disimulación, y armado de todas las armas para que los otrospríncipes y amigos fingidos no le puedan ofender; pero ha de ser de manera que no sehaga discípulo de Maquiavelo, ni por la prudencia de la serpiente pierda la simplicidadcristiana y de la paloma» (II, 44, p. 585)54.

No se puede afirmar por tanto que Guzmán de Alfarache expone una filosofíadesesperanzadora. Solamente para nosotros y para el vulgo áureo —atrapado por lacorteza vil del personaje— la obra es pesimista. Exhibe al contrario el decididooptimismo de la astucia. Defendiendo explícitamente la metafórica urbanidad delatalaya, Alemán dignifica implícitamente el ingenio, la sospecha, el acecho, ladisimulación y la simulación, reuniéndolos en una compleja farmacopea del mal55, enpro del bien.

A pesar del reconocimiento regio de Lipsio y de las concesiones jesuíticas deRibadeneyra, la corriente maquiavélica no estaba en olor de santidad en los años

del pecho, fabricaba / el mal que aquella injuria merecía [...]. ¡Maldito! ¡Qué sería si por acaso / este hombrefuese Dios! Porque los Dioses / andan por las ciudades peregrinos / en hábito y figura de mendigos, / mirandolos agravios que hacen, / y la justicia y obras de los hombres» (Pérez, Ulyxea, pp. 619-620).

50 Como Ulises para engañar a Polifemo (Pérez, Ulyxea, p. 326), Guzmán anda con «piel de oveja»: «¡Ah!si le conociesen y cómo le harían cruces a las esquinas, para no doblárselas en su vida. Porque les va mullendolos colchones y haciendo la cama, donde tendrán mal sueño y darán más vueltas en el aire que me hicieron dara mí sobre la manta, con que se acordarán de mí cuanto yo dellos, que será por el tiempo de nuestras vidas. Yami dolor pasó y el suyo se les va recentando. Si bien conociesen al que aquí está con piel de oveja, se les haríaleón desatado. Bien está, pues pagarme tienen lo poco en que me tuvieron y lo que despreciaron su mismasangre» (II, 2, 7, p. 280; la cursiva es mía).

51 Lipsio trata la «prudencia mezclada» en sus Políticas, IV, 13.52 Véase su preocupación por los conceptos de «pícaro», de «perdón» vs los de «venganza» y de

«atalaya».53 «Y para poner fin a esta materia de la simulación del príncipe digo que, así como de la víbora se

compone la triaca, que es medicina contra la ponzoña de la misma víbora; pero para que aproveche esmenester que sea poca la cantidad» (Ribadeneyra, Tratado del príncipe cristiano, p. 526, II, 4).

54 «Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes compo serpientes y sencillos comopalomas» recomendaba Jesús (Mateo, X, 16); ver también Soto, Emblemas moralizadas, «La virtud en loexterior», f. 4v.

55 Paracelso, Textos esenciales, p. 145: «Quien desprecia el veneno no sabe lo que está oculto en él;porque el Arcanum contenido en el veneno está de tal modo bendecido que el veneno no puede ni quitarle nihacerle nada».

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159056. Alemán sólo podía cubrir con velo alegórico su heterodoxo alegato a favor de lapoción prudencialista57.

La obra adopta solamente en su membrana exterior una ejemplaridad ex contrario:«Guzmanillo» es en su picardía el verdadero modelo, el atalaya cuyo «claroentendimiento» convenía reconocer (p. 113): «andaba entre lobos», le fue necesario«ens[eñarse] a dar aullidos» (I, 2, 5, p. 315). En el programa de lectura concebido parael «discreto», Guzmán no es un personaje malvado: es un ser demasiado bueno que, sintransición, pasa a actuar con maldad desenfrenada y que, al fin y al cabo —aunquetarde—, aprende la moderación en la dosificación del veneno y el respeto de la jerarquía(véase el dilema final en que toma el partido lipsiano de la delación)58.

Esta iniciación podría parecernos exclusivamente política59. No sólo sería incurrir enmiopía anacrónica —ya que lo político concierne entonces al comportamiento civil,urbano—, sino que también significaría no percibir el alcance filosófico de la obra.Mateo Alemán, componiendo una ficción y una historia individual, vierte a la ética loque los eruditos trataron en el ámbito de los Estados. Siguiendo la moda de losmanuales que difundían los nuevos modales cortesanos, el autor sevillano amplía elcampo de aplicación de los principios dados al príncipe para dirigirse a los cortesanos yal resto de sus conciudadanos60. En virtud de estas tres categorías de lectores discretos—el súbdito, el cortesano y el rey—, Mateo Alemán es incluso idealista. Lázaro dejóentender que podría ofrecer sus malas artes para servir a los intereses de algún superiordel arcipreste; Guzmán, en la galera alegórica, tiene perspectivas más nobles: a él leinteresan la paz social (ética de los súbditos), el buen funcionamiento del palacio (Corte)y la eficiacia nacional e internacional (Razón de Estado).

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56 Véase Cavillac, 2007, p. 114 y Forte, 2008.57 II, 1, 7, p. 125: «Que todo miente y que todos nos mentimos. Mil veces quisiera decir esto y no tratar

de otra cosa, porque sólo entender esta verdad es lo que nos importa, que nos prometemos lo que no tenemosni podemos cumplir».

58 Lipsio, Políticas, IV, 10, p. 150.59 Los matices en la obra entre el maquiavelismo, el tacitismo y el prudencialismo merecerían otro

artículo.60 Véase la equivalencia entre el individuo (la «ética»), la casa (la «económica»), la república (la

«política») en el Gobierno del ciudadano de J. Costa (1584).

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Resumen. La novela de Guzmán de Alfarache se concibió como fábula-Sileno que el discreto lector debe abrirpara desentrañar su significación. Así, del mismo modo que un caballero tuvo que volver la tabla de la pinturaen el último capítulo (II, 3, 9), aquél puede invertir el sentido aparente que se propone al vulgo. Desde talperspectiva, si bien el itinerario del sevillano es literalmente un proceso de degradación, alegóricamente setrata de una iniciación a la prudencia: la que exigen las insidias de la vida humana , la que pintan tanto laempresa del grabado inicial como las dos partes de la pseudoautobiografía. Defendiendo explícitamente lametafórica urbanidad del atalaya, Alemán dignifica implícitamente el ingenio, la sospecha, el acecho, ladisimulación y la simulación, reuniéndolos en una compleja farmacopea del mal, en pro del bien.

Résumé. Le roman du Guzmán de Alfarache a été conçu comme une fable-Silène que le «lecteur avisé» doitouvrir pour en pénétrer la signification. Ainsi, de la même manière qu’un gentilhomme a dû «retourner lepanneau de bois» du tableau dans le dernier chapitre (II, 3, 9), le lecteur peut inverser le sens apparent proposéau «vulgaire». Dans cette perspective, bien que l’itinéraire du Sévillan soit littéralement un processus dedégradation, il s’agit allégoriquement d’une initiation à la «prudence»: celle qu’exigent les «pièges» tendustout au long de «l’humaine existence», celle que décrivent aussi bien l’entreprise de la gravure initiale que lesdeux parties de la pseudo-autobiographie. Défendant de manière explicite l’urbanité métaphorique de l’atalaya(c’est-à-dire du guetteur prudent), Alemán célèbre implicitement l’ingéniosité, la méfiance, la vigilance, ladissimulation et la simulation, qu’il réunit en une complexe pharmacopée du mal, au bénéfice du bien.

Summary. The novel, Guzmán de Alfarache was conceived as a Silenus fable that the subtle reader has to openin order to unravel its significance. Thus in the same way that a knight had to turn the wooden panel of apainting around in the final chapter (II, 3, 9), the said reader can give an altogether different meaning to thereading intended for one less subtle. From such an angle, even if we accept that the Sevillian’s itinerary isliterally a process of degradation, from an allegorical perspective it takes the form of an initiation to the art of“prudence”: that demanded by the “traps” that pave the path of “human life”, and that which is depicted as

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much in the first of the engravings as in the two parts that make up the pseudoautobiography. While explicitlydefending the metaphorical urbanity of the watch-tower, Alemán dignifies implicitly wit, suspicion, awareness,dissimulation and simulation, uniting them in a complex pharmacopeia of Evil, but one that ultimatelybenefits Good.

Palabras clave. Alegoría. Alemán, Mateo. Guzmán de Alfarache . Iniciación. Maquiavelismo. Prudencia.Sileno.

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