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MOTIVOS DE CONTRICIÓN Traducción de un opúsculo anónimo publicado en París en 1825 por el Librero de la Facultad de Teología

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MOTIVOS DE CONTRICIÓN

Traducción de un opúsculo anónimo publicado en París en 1825

por el Librero de la Facultad de Teología

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ORACIÓN PARA PEDIR A DIOS DISPOSICIONES NECESARIAS

PARA EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA IOS santo, siempre favorablemente dispuesto a recibir al pecador y perdonarlo, echad los ojos sobre un alma que regresa a vos de buena fe y

que intenta lavar sus manchas en las aguas de la penitencia saludables. Hacedme la gracia, oh DIOS mío, de acercarme a ellas con las disposiciones necesarias. Estad en mi mente para que vuestra verdad me dé a conocer todos mis pecados; estad en mi corazón para que vuestro amor me los haga detestar; estad en mi boca para que yo los confiese con sinceridad y obtenga vuestra remisión por los méritos de JESUCRISTO.

ORACIÓN PARA PEDIR A DIOS LA CONTRICIÓN

H DIOS, tened piedad de mí, que soy un pecador. He pecado, y si digo que no tengo pecado, soy un mentiroso y la verdad no está en mí. Vuestros ojos,

siempre abiertos a mí, han visto todo lo que había de imperfecto y criminal en mis obras; y vuestra luz me ha develado todo el horror de mis llagas. SEÑOR, os doy mil acciones de gracias; ¡a vos pertenecen la Gloria, la Justicia, la Misericordia! A mí la vergüenza, la confusión y el arrepentimiento… Pero, oh DIOS mío, ¿cómo puedo yo detestar mis pecados y de ellos concebir verdadero dolor si vos no hacéis nacer en mí estos sentimientos? Formad, pues, en mí, DIOS de las virtudes, el pesar de haberlos cometido y la resolución de no cometerlos más.

Con el soplo de vuestro Espíritu ablandad la dureza de mi corazón y arrancadle lágrimas de compunción, vos, único de quien es propio cambiar las rocas del desierto en fuentes de agua viva. Mezclad las lágrimas que voy a derramar en vuestra presencia a las lágrimas y la sangre de JESUCRISTO vuestro Hijo, derramadas por mí, para que se conviertan en baño saludable que devuelva la vida y la salud a mi alma. Mi DIOS, mi DIOS, dadme amaros mucho, y muchos pecados me remitiréis. Esta gracia solicito a vuestros pies y reclamo en nombre de vuestro Hijo, por intercesión de María, de mi buen ángel y de todos mis santos protectores. Así sea.

D

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Después de haber pedido a DIOS la contrición, haz de tu parte todo lo que puedas para suscitarla en ti, pero, para lograrlo mejor, lee los MOTIVOS DE CONTRICIÓN pausadamente, y déjate penetrar suavemente por los sentimientos ahí expresados.

® PRIMER MOTIVO

LA MAJESTAD DE DIOS I

DIOS ULTRAJADO!… ¡Y ULTRAJADO POR EL HOMBRE!… ¡Ea, alma mía! ¿Qué es DIOS? Es el Dueño del mundo, el Rey de los Cielos, único a quien pertenece

el imperio, la majestad, la fuerza, la omnipotencia de los siglos de los siglos; ante quien las más sublimes inteligencias están en santo temblor… ¡¡¡Qué grandeza!!!…

¡EA, ALMA MÍA! ¿QUÉ ES EL HOMBRE CON RESPECTO A DIOS? La obra de sus manos, un poco de lodo y polvo, una sombra, un fantasma, una nada… ¡¡¡Qué bajeza!!!…

¿Conque desde el fondo de mi miseria, esclavo y culpable, pude llevar mi audacia hasta los cielos insolentemente para atacar a DIOS mismo, insultarlo y preferir en lugar de Él la más criminal de sus criaturas, su mayor enemigo, el demonio?…

¿Y A CAMBIO DE QUÉ?… ¡A cambio de un miserable interés pasional, de un vano placer, de una vil satisfacción de un momento!

¿Y CUÁNTAS VECES?… ¡Un millón de veces; todos los días quizá, y a cualquier hora!

¿Y EN QUÉ LUGARES?… ¡A menudo en lugares llenos de su poder y majestad, al pie de su trono y en su presencia!… ¡Todo se pliega bajo sus adorables voluntades, el cielo, la tierra, el mismo infierno; toda la naturaleza en suspenso escucha su voz; todo el universo, atento a sus órdenes, se somete a sus leyes eternas: solo yo, solo yo, en la naturaleza, me niego a plegarme bajo un yugo ante el cual se doblegan respetuosas las potencias del mundo, solo yo me atrevo a alterar esta armonía, esta dependencia universal, y endurecerme contra el TODOPODEROSO!… ¡Oh revuelta audaz contra mi SOBERANO y mi SEÑOR!…

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¿Y EN QUÉ TIEMPO?… ¡Después de haber adquirido el conocimiento infuso de Dios por la Fe! ¡Después de haber sido redimido! ¡Después de haber sido hecho el beneficiario de mares de gracias que deberían arrancarme amor de serafín y la disposición a los mayores sacrificios! ¡Después de haber sido perdonado miles de veces de pecados negrísimos y numerosísimos! ¡Después de haber prometido una enmienda seria y definitiva!

¿Y DE QUÉ ARMAS ME HE SERVIDO PARA ULTRAJARLO?… ¡Me he servido de sus propios beneficios para atravesar su Corazón adorable!…

¡¡¡Ay, ay, ay, qué monstruosa confluencia de circunstancias que hacen de mi pecado el mayor de todos los males!!!… ¡Qué espanto! ¡He tenido la audacia de atacar a un DIOS todopoderoso que contiene en sí todas las perfecciones imaginables e infinitas más, en grado infinito! ¡Un DIOS que nunca puedo amar bastante y que, por sí solo, aún si no me hubiera propuesto paraíso que esperar, ni infierno que temer, y aún si no me hubiera hecho ningún bien, siempre merecería ser amado, servido y adorado soberanamente! ¿Cómo es que todas las criaturas no se han levantado contra mí para vengar la injuria hecha a su Creador y el mío?… ¿Cómo han podido los ángeles, ministros de la Justicia divina, sufrirme y defenderme contra los demonios que me esperan impacientes como presa que se les debe desde hace tantos años?… ¿Cómo los santos en el paraíso no han dejado finalmente de interesarse por mi conversión en la que yo mismo aún no he pensado?… ¿Cómo los cielos y los elementos han perdonado una cabeza tan largamente criminal?… ¿Cómo finalmente la tierra no se ha entreabierto para tragarme?… ¡Indigna criatura de mí! ¿Qué voy a hacer?… Oh DIOS de gloria y majestad, DIOS de grandeza y santidad, DIOS infinitamente poderoso e infinitamente sabio, cuando contemplo vuestra majestad y mi nada, vuestra santidad y mi miseria, vuestro poder y mi debilidad, ¿qué puedo hacer, sino anonadarme y abismarme en el dolor de haber insultado vuestras divinas perfecciones? ¡Ay! ¿Quién me dará bastantes lágrimas, y lágrimas de sangre, para llorar mi pecado, y llorarlo toda mi vida?

® II

DIOS ULTRAJADO!… ¡Y ULTRAJADO EN LA PERSONA DE SU HIJO!… ¡Qué terrible ultraje! ¡Y cuánto debe doler al corazón de un Padre! ¡Un Padre que envía su

Hijo unigénito a miserables esclavos para reconciliarlos consigo, y que ve a su

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Hijo inmolado por las manos de sus propios esclavos! ¡Tenue imagen de la Pasión y Muerte de JESUCRISTO! ¡A este Hijo unigénito de DIOS lo estoy viendo: desgarrado, ensangrentado, enclavado en una cruz infame! ¡Oh cielo! ¿Quién ha crucificado al Rey de gloria, al Hijo amado del Altísimo, objeto de sus complacencias; a quien los ángeles adoran en santo temblor, ante quien toda rodilla se dobla en cielo, tierra e infierno? ¿Quién es el monstruo que se ha atrevido a cometer tal crimen?… ¡Oh amabilísimo y hermosísimo entre todos los hijos de los hombres! ¿Quién os ha desfigurado con tanta crueldad?… Acércate, pecador, cuenta cuanto puedas todas sus llagas, mira si no reconocerás en estas huellas sangrientas la mano que dio los golpes; acércate más, pon la mano sobre este sangriento cadáver, y atrévete a jurar que no eres su asesino… ¡Ay! Un trastorno singular se eleva del fondo de mi corazón; me estremezco de horror e indignación: ¡oh DIOS! ¿soy yo, pues, el culpable? Numquid ego sum, DOMINE? ¿Pregunto dónde esté el culpable? ¡Ah! ¡Soy yo! ¡Soy el asesino de mi DIOS!… ¡¡¡Yo, un deicida!!! ¡Oh cielos! ¡Oh tierra! ¡Llenaos de asombro!… Sí, en el estado al que veo reducido a mi SALVADOR reconozco mi obra. Soy yo, por las manos de sus verdugos, que lo he azotado, herido, desgarrado, ensangrentado, coronado de espinas: sus verdugos son mis crímenes. ¿Me he dado el gusto ya? ¿He impuesto suficientes oprobios a mi SALVADOR? ¿Le he hecho sufrir bastante torturas? La vista de este Varón de dolores, ¿conmueve mi corazón, o lo endurece? Ante este espectáculo merecedor de todas mis lágrimas, ¿dejaré atrás aquella pasión? ¿romperé yo aquel lazo? ¿corregiré aquella costumbre que durante tanto tiempo atormentó al HOMBRE-DIOS? ¿O quisiera yo agravar aún más mis crímenes y prepararle nuevas ignominias y nuevos suplicios? ¡Qué horror! Mi orgullo ha coronado de espinas la cabeza de mi SALVADOR que por mí sólo había tenido pensamientos de paz y salvación, ¿y seguiré siendo un idólatra de la vanidad? Mi molicie ha atravesado sus pies y manos y desgarrado todos sus miembros, ¿y yo seguiría esclavizado a la sensualidad? Mis apegos culpables han herido su corazón, aquel corazón que me ha amado tan tiernamente, ¡y no detesto estos crímenes! ¡Y no temo renovar estas torturas! ¡Y crucifico de nuevo a mi SALVADOR que merece toda mi ternura! Ingrato de mí… ¿ha dejado Él de ser mi DIOS? ¿O soy yo más cruel que los judíos? ¡Pensamiento profundamente doloroso y humillante, al tiempo que infinitamente saludable! Cada vez que ofendí al SEÑOR, no sólo me situé entre sus enemigos: también me puse en el número de sus verdugos. Es más: en cierto sentido soy más culpable que ellos, que ignoraban que el Mesías moría por ellos, pues yo sé que Él murió por mí;

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ellos no lo conocían, y si hubieran sabido que era el Rey de gloria, nunca no lo hubieran crucificado: ¡y yo, que reconozco en Él al HIJO DE DIOS, renuevo su crucifixión! ¡Inhumano! ¡Levanto de nuevo su Cruz en el fondo de mi corazón y renuevo toda su ignominia! Más impío que Juliano el Apóstata, no sólo digo a JESUCRISTO: «Venciste, Galileo»; encima lo insulto con este grito secreto: «Estás vencido»… ¿Soy más desalmado que sus verdugos? Éstos sólo lo crucificaron una vez y se convirtieron, ¡yo lo crucifico cada día y me obstino siempre en el pecado! ¡Conservo, queriéndolo, el pecado perfectamente vivo en mi corazón! ¿No equivale esto a mantener el puñal enclavado de continuo en el pecho de JESUCRISTO y perpetuar el deicidio? ¡Oh monstruoso atentado! ¿Puedo pensar en él sin derramar lágrimas? ¿Y puedo sin estremecerme oír la voz de su sangre gritarme:

«Pecador, ¿qué te he hecho? ¿Cómo, haciéndote qué, he podido merecer tu odio? ¡Extiendo a ti mis manos y las atraviesas! ¡Te abro mi corazón y lo desgarras! ¡Ay! ¡Cuánto más dolorosa me es la Cruz en la que tu pecado me enclava contra mi voluntad, que aquella a la que ascendí voluntariamente por ti en el Calvario! ¿No me bastó sufrir de buen grado sus rigores para salvarte al precio de toda mi sangre? ¿Es preciso que, perdiéndote, reabras mis llagas, y que tu malicia inmole para tu reprobación a aquel cuyo amor ya había inmolado para tu salvación? ¡Ingrato! ¿Qué otro nombre puedo darte?»

¡Oh DIOS mío, sé demasiado bien cuán culpable soy; a vuestros ojos soy peor que el mismo demonio. ¡El demonio no persiste en el mal sino porque vos lo reprobáis; yo persisto en el mal a la misma hora que vos queréis perdonarme! ¡El demonio se endurece bajo los golpes de vuestra venganza; y yo, bajo los rasgos de vuestro amor! ¡El demonio ultraja en vos a un DIOS que, lejos de buscarlo, lo abandona; y yo ultrajo en vos a un DIOS que, no contento con buscarme, se inmola por mí! ¡Aymé! ¡Si el demonio me causaba horror, mucho más horror me causo yo hoy! ¡Impío de mí! ¡Ingrato de mí! ¡¡¡Deicida de mí!!!… ¡Oh alma mía! Humíllate en el polvo. ¿Hasta cuándo despreciarás las riquezas de la bondad, paciencia y longanimidad de tu DIOS? ¿Ignoras que su amor te invita a la penitencia? ¿Querrías por tu impenitencia acumularte un tesoro de ira para el día de las venganzas? Regresa a tu DIOS: Él te ama aún; te llama por tantas bocas cuantas tú le has abierto llagas, y quiere verter sobre ti tantas gracias cuantos golpes mortales le has dado… ¡Oh Cruz de mi SALVADOR, obra de mis manos y de mis crímenes, me arrojo a tus pies; deja caer sobre mi corazón una sola gota de la sangre que te tiñe, para ablandar toda su dureza. Quiero de ahora en más regar de continuo mi crucifijo con mi

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llanto. Un hijo cuyas lágrimas riegan en el presente las llagas con que él mismo tuvo en el pasado el salvajismo de cubrir a su propio Padre, ¿podría resolverse a abrirle otras nuevas?… ¡Oh JESÚS! ¡Oh divino Crucificado! ¿Cómo permanecería yo insensible a vuestro amor?… ¿Cómo pudiera negar mi corazón a un DIOS que me ha amado hasta el punto de dar sangre y vida por mí?… ¡Ah! ¡No quiero seguir viviendo sino para vos solo! Oh DIOS mío; ya no quiero amar sino a vos hasta mi último suspiro.

SEGUNDO MOTIVO LA JUSTICIA DE DIOS

OH JUSTICIA terrible de un DIOS puro y santo!, os contemplo con santo horror. ¡Conque es cierto que el hombre culpable de un solo pecado mortal SERÁ

PRIVADO DE TODOS LOS BIENES Y ABRUMADO DE TODOS LOS MALES!… Oh alma mía, adéntrate en una profunda meditación de estos terribles efectos de la Justicia de un DIOS irritado por el pecado.

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I EL PECADOR PRIVADO DE TODOS LOS BIENES!… ¡Un solo pecado de orgullo precipitó a millones de ángeles rebeldes de lo alto del cielo al fondo de los

abismos, sin dejarles tiempo para arrepentirse! Menudo ejemplo.

1º. Por el pecado QUEDO DESPOJADO DE TODOS LOS DERECHOS A LA GLORIA: PRIVADO DE LA POSESIÓN DEL CIELO, DE LA VISTA DE LOS SANTOS, DE LA SANTÍSIMA VIRGEN Y DE LA SANTA HUMANIDAD DE NUESTRO SEÑOR; ¡privado de la vista de DIOS!… ¡Oh bello CIELO! ¿Conque no estás hecho para mí?… ¡Oh Día único de la Eternidad! ¿Tú no lucirás para mí?… ¡Oh alegría inmutable de los cielos, ¿no existirás para mí?… ¡Oh Patria celestial, donde DIOS será Todo en todos! ¡Oh Reino que no tendrás fin! ¿Estaré, pues, siempre exiliado lejos de ti?… ¡Oh SANTOS, felices en el seno de DIOS! ¿No seré admitido en vuestra compañía, no estaré asociado a vuestra felicidad?… ¡Oh VIRGEN purísima! ¡Oh Reina de los cielos! ¡Oh MARÍA! ¡Oh Madre mía! ¿No veré entonces vuestra celestial belleza? ¿No gozaré de los dulces encantos de vuestra presencia?… ¡Oh Humanidad sagrada de JESUCRISTO, más brillante que en el Tabor! ¿No podré, así las cosas, contemplar ni vuestra divina claridad ni vuestros atractivos arrobadores?… ¡Oh DIOS, Objeto de mi amor, Término de mi esperanza! ¡Belleza siempre antigua y siempre nueva! ¿No os veré cara a cara en la magnificencia de vuestra gloria? ¿No seré la imagen de vuestras perfecciones, ni vuestra augusta semejanza?… Solo el justo gozará de todos estos bienes… ¡Oh mis bienes perdidos! ¿Dónde habrá nada que me compense o al menos me consuele de vuestra pérdida? ¡Oh pecado! ¡Oh espantoso pecado! ¡Qué terribles son tus efectos! ¡Qué amargas y desastrosas tus secuelas!

2º. Por el pecado QUEDO PRIVADO DE LOS DONES DE LA GRACIA… ¿En qué se convirtió el primer hombre formado en la justicia y la inocencia, aquel amigo de su DIOS, aquella obra maestra de sus manos? ¡DIOS lo expulsó del paraíso terrenal, le quitó todos los privilegios del estado de inocencia, y lo condenó a muerte a él y toda su posteridad! ¡Qué castigo! ¡Qué venganza!… POR EL PECADO ESTOY PRIVADO DE LOS DONES DE LA GRACIA, ESTO ES, PRIVADO DE LA VIDA SOBRENATURAL, DE LA AMISTAD DE DIOS Y DE TODOS LOS MÉRITOS ADQUIRIDOS EN EL ESTADO DE GRACIA.

ESTOY PRIVADO DE LA VIDA DE LA GRACIA… ¡Oh gracia santificante, principio de vida sobrenatural para el justo, conque no estáis más en mí desde que soy pecador; desde el momento que te he perdido, estoy muerto ante DIOS! Oh vida de la gracia, vida la más valiosa, ¿te he perdido sin retorno? Oh muerte

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del alma, muerte la más funesta, ¿permaneceré largo tiempo envuelto en tus sombras?

HE CAÍDO DE LA AMISTAD DE DIOS. Rotos están los lazos que me unían a DIOS; hecho esclavo del demonio, hijo de ira y maldición, ya no soy a los ojos de DIOS el hijo predilecto, el feliz objeto de sus complacencias, el heredero de sus promesas; ¡ya no soy su templo, su santuario!… ¡Oh DIOS! ¿Me habéis rechazado para siempre? ¿Me habéis excluido del seno de vuestra clemencia? ¿Y cómo puedo esperar afectar vuestro corazón? El pecado me ha arrebatado todos los dones con que vos habíais embellecido mi alma, y ha aniquilado todos los derechos y títulos que yo había alguna vez comprado con penosos esfuerzos.

Sí, ESTOY DESPOJADO DE TODOS LOS MÉRITOS QUE PUDE ADQUIRIR CUANDO ESTABA EN ESTADO DE GRACIA. Aún si yo hubiera acumulado tesoros inmensos de méritos para el Cielo, aún si hubiera sido tan santo como los Apóstoles, todo me lo quitó el pecado de un momento si fue mortal, todo me lo arrebató. ¡Oh Misericordia divina! Sé que podéis hacer revivir un día aquellos méritos en atención favorable a mi penitencia, si es sincera; pero hasta entonces están perdidos para mí; si muero en este estado, DIOS no me los tendrá en cuenta. Soy su enemigo, ¿podrá Él aceptar nada de parte de un enemigo?… ¿Y acaso pudiera hacerlo si yo acumulase nuevos méritos? Pues no: mientras el pecado habite en mi corazón, los más bellos actos de virtudes no tendrán ningún precio ante DIOS, ni ningún valor para la eternidad bienaventurada. Aún si yo pasara todos mis días en oración; aún si practicara todas las austeridades de los anacoretas; aún si hiciera todas las obras de la piedad y caridad cristiana: serán otras tantas obras muertas por estar yo mismo en estado de muerte; serán otras tantas obras estériles por las cuales no debo esperar ninguna recompensa. Ninguna misericordia que DIOS pueda hacerme más tarde pondrá dichas obras muertas en el número de las obras que Él haya de coronar en la gloria. ¿Pero serán obras del todo inútiles? ¡Oh, no!; en el estado de pecado me serán utilísimas para salir de él, para disponerme a regresar a DIOS y para disponer a DIOS mismo a concederme la gracia de mi conversión. Oh DIOS mío, si yo he multiplicado mis ofensas, voy a multiplicar mis buenas obras. Ya no temo nada sino vuestra desgracia y el pecado que la causa.

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® II

L PECADOR ABRUMADO DE TODOS LOS MALES. El pecador acumula sobre sí TODOS LOS MALES TEMPORALES Y ETERNOS.

1º. El pecado se acarrea encima todos los MALES TEMPORALES.

* La ignorancia, la concupiscencia, el desorden de la imaginación y los sentidos, las miserias de la vida, las enfermedades y la necesidad de morir: otros tantos males traídos por el pecado.

* Terremotos, pestes, guerras, hambrunas: otros tantos males traídos por el pecado.

* Tristezas, celos, temores, penas, aflicciones: otros tantos males traídos por el pecado.

* Asesinatos, incendios, matanzas, ruinas, tempestades: otros tantos males traídos por el pecado.

¡Ay! ¿Podría al menos un gran hombre repararlo? Pues no; para expiarlo, hizo falta que el HIJO DE DIOS se humillase y anonadase, porque nada, sino las humillaciones de un DIOS, podía reparar la gloria de DIOS. Después de todo esto, ¿me asombraré de que DIOS castigue el pecado ya en esta vida con penas temporales y la sustracción de sus gracias? ¿Me asombraré de que Él castigue el pecado de un momento con una eternidad de penas?…

2°. El pecado acumula sobre el pecador TODOS LOS MALES ETERNOS, abriendo bajo sus pasos el abismo del infierno. Heme aquí, pues, a la entrada del imperio eterno. ¡Vaya sorpresa! ¡Vaya espanto!… Quiero entrar paso a paso en las oscuras regiones de la eternidad, en los lugares tenebrosos que la Justicia divina preparó al comienzo de los siglos, ¡y mis sentidos se hielan!… ¿Qué espectáculo se presenta primero a mi imaginación despavorida? ¡Qué veo, DIOS justo! ¡Un fuego que el soplo del Eterno encendió en su ira!… ¡Víctimas semejantes a bronce fundido en la hoguera, abrasadas por el fuego vengador sin consumirse!… ¡El pecado, cuya vergüenza y deformidad las persiguen como espectros horribles!… ¡Los demonios que añaden tormentos sin cesar a sufrimientos ya de suyo tan crueles! En todas partes noche eterna… estanques de fuego… fosas sin fondo… demonios rugientes… gritos, gemidos y sollozos… ¿y que oigo a mi alrededor? Rechinar de dientes… gritos de rabia y desesperación… ¡todas las imprecaciones de la blasfemia, el odio y la

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venganza!… ¡¡¡Oh alma mía, estremécete de horror!!! ¿Qué son esas voces lúgubres y lamentables que salen del fondo del abismo? ¿Quiénes son los que lanzan esos terribles rugidos? Puedo distinguirlos a través de los destellos pálidos y sombríos que iluminan intermitentemente la región de los réprobos. Son los corruptores de mi alma, los aprobadores de mis vicios, los aduladores de mis pasiones; son los compañeros de mis placeres, los cómplices de mis extravíos, que me estaban unidos por la sangre y la amistad y, ¡ay!, también por apegos demasiado tiernos; y eran menos culpables que yo. ¡Con qué furor acusan la lentitud de la Justicia de DIOS que los golpeó a ellos mientras me dejaba a salvo a mí! ¡Con qué imprecaciones llaman todas las venganzas divinas!… El espectáculo más horroroso me lo dan las desafortunadas víctimas de mis desórdenes, seducidas por mis lecciones, pervertidas por mis ejemplos, que invocan sobre mí la Justicia del DIOS Vengador de la inocencia; mi lugar es a sus lados candentes… Estoy al borde de este espantoso abismo… ¡Una muerte imprevista puede a cada momento precipitarme allí; y descanso con seguridad en el seno del pecado!… ¡Me duermo en medio de los placeres!… ¡Oh sueño funesto! ¡Oh espeluznante despertar! ¡Despertarse en medio de llamas devorantes! ¡Vivir en medio de fuegos eternos! ¡Por un momento, y un momento tan rápido de placer, someterse a una continuidad de suplicios, a una eternidad de penas! ¡Gran DIOS, qué terribles son vuestros juicios! Pero son equitativos y la equidad misma; ya que estas penas, por extraordinarias que sean, guardan justa proporción con el pecado. ¡Oh pecado! ¡Monstruo espantoso! ¿Quién no quedará sobrecogido de horror a tu vista? ¿Quién no huirá hasta de tu sombra? ¡Atractivos engañosos de la voluptuosidad! ¡Placeres pérfidos! ¡Oh! ¿Qué toca a aquel que es bastante desafortunado para entregarse a vosotros, sino eternos dolores?

¡Qué cosa más escalofriante! ¡SUFRIR SIEMPRE SIN TENER JAMÁS DESCANSO NI TENUE RESPIRADERO!… ¡Oh DIOS mío, si vuestra divina clemencia no me hubiese sostenido al borde del abismo, mi alma habitaría en él ahora! Pero hoy, temblante, sobrecogido de temor, espantado por la profundidad de la fosa, me atrevo a levantar los ojos a vos: un rayo de esperanza brilla aún. No, vos no me dejaréis perecer. Gracias a vuestra bondad, no estoy en aquella terrible morada de donde están desterradas las oraciones; puedo todavía haceros oír los gemidos y gritos de mi corazón. ¿Os llamaré mi DIOS? Pero me rebelé contra vuestra ley; violé vuestros mandamientos. ¿Diré «Padre mío»? Pero desfiguré vuestra imagen, vos no reconoceríais en mí vuestro hijo. ¿Diré «mi Juez»? Pero no merezco sino vuestra indignación. ¿Qué nombre os daría para motivaros a

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favorecerme? ¡Ah! Si consultáis vuestra Justicia, me siento indigno de perdón. Si escucháis vuestra misericordia, ved quién la necesite más que yo. ¡Desventura! ¡Infeliz de mí! Porque he pecado; pero, ¡perdón! ¡Perdón, SEÑOR! ¡gracia; misericordia!… ¡Yo, maldeciros! ¡Yo, blasfemar de vos eternamente! ¡Oh pensamiento abominable! Por sí solo me sería un infierno ya en esta vida. Mi DIOS, vos tenéis todo lo requerido para salvarme, y podéis hacerlo. Hablad: ¿qué me toca hacer? ¿Detestar mis iniquidades? Las aborrezco. ¿Confesarlas a vuestros ministros? Iré a echarme a sus pies para reconocerlas humillado y sincero. ¿Evitar las ocasiones peligrosas? A partir de ese momento me dedico a la retirada. ¿Renunciar a mis pasiones? Las sacrifico para siempre. ¿Someterme a la penitencia y portar vuestra Cruz? Las abrazo con delicia; y si me hiciera falta entregar mi vida, la inmolo con alegría: demasiado afortunado de poder, a este precio, contentar vuestra Justicia y rescatar mi alma del infierno.

® TERCER MOTIVO

LA BONDAD DE DIOS OH BONDAD infinita de mi DIOS! ¿Podría yo rastrear en mi mente el sinnúmero de gracias con que me habéis colmado?… ¡Solo puedo perderme

y confundirme en medio de esta multitud innombrable de vuestros beneficios! ¿Acaso necesito mucho esfuerzo para percibir su peso?…

¡UN DIOS CREADOR! ¡UN DIOS CONSERVADOR! ¡UN DIOS REDENTOR! ¡UN MAESTRO BUENO Y LIBERAL CON SUS SIERVOS! ¡UN PADRE TIERNO Y COMPASIVO CON SUS HIJOS! ¡UN AMIGO INDULGENTE Y FÁCIL!

¡Qué de títulos que deben asegurarle mi amor! I

UN DIOS CREADOR! ¿Donde estaba el mundo hace seis milenios? Pues no existía… ¿Dónde estaba yo mismo? No estaba ni era, reducido a una pura

nada, que es todo lo que fui por toda una eternidad. Los ángeles, los hombres y las cosas posibles espirituales o temporales, animadas o inanimadas, todas estaban en la nada y se hallaban en la imposibilidad de salir de allí. Yo estaba incluido y, lo que es más, muy lejos de poder merecer que DIOS me sacara de la nada: al contrario ⎯⎯por el abuso haría de todas las facultades de mi alma y cuerpo, y que Él preveía claramente en su luz infinita⎯⎯ habría merecido que

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Él me dejara para siempre en la nada, como un sinfín de otros seres posibles que podía crear y no creará jamás; no obstante, por puro efecto de su bondad infinita y por tiernísima efusión del amor más magnífico, en el tiempo, el día y el momento que Él, DIOS, había previsto en el transcurso de los siglos divinos ⎯⎯post sæcula divina⎯⎯ (San Agustín) se determinó a escogerme entre la masa de los seres posibles para ocupar un lugar en el rango de las cosas existentes, mientras deja tantos otros en el abismo de la nada. «He aquí ⎯⎯decía⎯⎯ el que por predilección singular elegí entre todos los demás para que glorifique un día mi bondad». ¡Oh amor inmenso! ¡Amor incomprensible! Quedo todo confundido… ¿Podría yo jamás reconocer dignamente este beneficio? ¡La eternidad entera no podría bastar para mi agradecimiento, y me anticipo ya en el tiempo para ultrajaros! ¡¡¡Ya doy rienda suelta a mi ingratitud!!! Vos podíais hacerme nacer entre las cosas inanimadas, pero vuestro amor me distinguió de la bestia y de la piedra para hacerme criatura racional creada a vuestra imagen y semejanza; dotada de entendimiento, memoria y voluntad, capaz de participar en la naturaleza divina y de gozar de una eternidad inmutable de placer y felicidad, si soy fiel. ¡Oh DIOS mío! ¡Muy caro os será el hombre para tratarlo como lo tratas! ¡Oh materia de asombro! Desde la eternidad fijasteis en mí la majestad de vuestros pensamientos, me hicisteis capaz de conoceros y amaros; me hicisteis digno de vos… ¡Cómo podría yo caber en mí! ¡Soy la imagen y gloria de DIOS! ¡Soy la obra maestra de sus manos!… ¡Oh celestial emanación de la divinidad que estáis en mí, que eres yo mismo! Oh alma mía, bendice al Señor, y todos tus atributos bendigan su santo nombre. Por increíble que parezca, el hombre ⎯⎯diríase un átomo perdido en la inmensidad de los mundos⎯⎯ es más noble que todo el universo visible junto; sobrevivirá a la ruina de tierra y cielos. Oh alma mía, bendice al Señor, y saca usufructo de la más gloriosa de tus prerrogativas: Eres capaz de virtudes con el auxilio de la gracia; puedes no sólo conocer el bien, sino también obrarlo; tu corazón puede elevarse hasta la divinidad para reconocer su amor y bendecir su bondad. DIOS me amó antes de todos los tiempos con amor eterno; me prefirió a tantos seres que su poder hubiera podido sacar de la nada para colmarlos al igual de sus beneficios; y en vez de devolverle amor por amor, a sus beneficios cada día opongo frialdad, insensibilidad, ingratitud… ¡Ay! ¿Alguna vez me detuve a pensar bien en ello? Hago alarde de ser tan sensible a la generosidad de un amigo, al afecto de un padre, a la ternura de una madre: ¡pero tratándose de DIOS, y solo en su caso, le ignoro por completo todas esas cualidades; son para mí como si no fueran!…

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® II

N DIOS conservador. Habiéndome DIOS sacado de la nada para darme el ser, yo no soy capaz por mí mismo de conservarme en este ser; mucho

menos lo soy yo de merecer por mis virtudes que DIOS me conserve en el mismo: al contrario, mis infidelidades secretas, mis ingratitudes continuas, la multitud de los pecados de que no dejo de hacerme culpable, me parece que deberían obligar a su Justicia a devolverme enseguida al abismo de la nada del que su bondad me sacó. ¡Mas, ¡oh prodigio! ¡oh exceso de amor que debería transportarme de admiración viva! DIOS no tuvo en cuenta mis ultrajes: su bondad se anticipó a toda mi malicia y Él me conservó durante tantos días, semanas, meses y años a pesar de mi ingratitud; y me sigue conservando todos los días por una especie de creación continua: beneficio siempre subsistente y no menos considerable que el primero, puesto que se renueva a cada instante y yo no podría subsistir un solo momento si DIOS desviara su mirada de mí. Oh DIOS mío, ¿qué necesidad tenéis de esta pequeña nonada que conserváis con tanto cuidado y amor al mismo tiempo que ella os desprecia con tanta insolencia? ¿Depende vuestra gloria de este humo de un instante, de este cero? ¿Qué habríais perdido si lo hubierais dejado perecer? ¿No habría glorificado vuestra Justicia en el fondo de los infiernos? ¿Qué es el hombre, oh DIOS mío? ¡No es nada sino por vos, y vos amáis esta nada rebelde como si fuera algo grande a vuestros ojos! ¡Y apegáis a ella vuestro corazón! ¡Oh!, si las criaturas posibles abandonadas en la nada tuvieran lengua para hacerse oír, ¡cuál contra mí levantarían la voz para reprocharme mi ingratitud! Paréceme oírlas dirigirse a mí en estos términos:

«¡Oh hombre, la más bella obra de las manos de DIOS! ¡Harto feliz de ti, si conocieras tu dicha… Estarás en el seno de DIOS y lo poseerás durante toda la eternidad; y nosotros no: nunca tendremos nada de Él en el completo transcurso de los siglos eternos. No habías merecido esta inefable felicidad más que nosotras, y mientras Él nos la niega, su bondad te da su posesión; ¡y tú te empeñas en olvidar sus beneficios! ¡Y le dejas de lado sus dones! ¡Y ultrajas a un bienhechor tan pródigo contigo!… ¿Conque tienes un corazón más insensible que el mármol, o más endurecido en su malicia que los demonios, para no dejarte ganar a tantos encantos astronómicos? ¿Por qué te prefirió a nosotras? Más provecho sacáramos de sus beneficios todos.»

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¿Qué responderé a estos reproches salidos del fondo de la nada? ¡Oh alma mía!, humíllate ante DIOS, quédate en profundo silencio y suspendida en la admiración de las inefables bondades de tu Creador. ¡Ah! ¿Quién me dará un corazón inmenso en grandeza y todopoderoso en ardores para amaros cuanto debo y cuanto deseo, oh Bondad infinita, oh Generosidad suprema?

® III

N DIOS REDENTOR. El ángel rebelde, precipitado de lo alto del Cielo al fondo de los abismos; el primer hombre y primer hombre pecador,

alcanzado por un golpe que lamenta toda su posteridad; la naturaleza mil veces consternada; la tierra sepultada en el diluvio universal; el mar teñido de sangre; las ciudades criminales devoradas por fuego vengador; ejércitos enteros perdidos bajo las aguas… ¡Qué golpes de poder y terror que todavía hacen retumbar el universo alarmado! Pues no son más que chispas, gotas, átomos de la furia de un DIOS justamente airado contra el pecado. Después de haber asestado aquellos grandes golpes, su cólera no se ha apaciguado aún. Deudor de la Justicia divina, el hombre no tiene ofrenda adecuada para presentar. O perecerá él, o la Justicia, a menos que una víctima capaz de reparar su ofensa se entregue voluntariamente: el máximo crimen exige la máxima reparación, muerte por muerte.

Tan grande amor, oh celestiales potestades, ¿dónde lo encontraremos? ¿Quién de vosotras consiente a morir para redimir al hombre destinado al anatema? ¿Qué justo se sacrificará para salvar la injusticia? ¿Hay en el Cielo tamaña caridad?… ¡¡¡El género humano será entregado a la muerte y el infierno!!! ¡Ay! ¡Si al menos la gloria de DIOS ultrajada por el pecado pudiera repararse! ¡Si las calamidades de todo el mundo pudieran bastar! Pero no: aunque DIOS hubiera inmolado todos los hombres y hasta ángeles, no por eso su gloria habría sido reparada; tantas víctimas inmoladas nunca habrían expiado, menos borrado, un solo pecado. El infierno mismo (¿lo creeríais?) no es para la Justicia divina más que una venganza a medias: el infierno castiga el pecado, pero sin repararlo; no es una hipérbole ⎯⎯dice san Juan Damasceno⎯⎯, es una verdad esencial. No, la reprobación de todos los hombres no habría satisfecho a DIOS; todos los tormentos del infierno no habrían podido rendir un solo grado de satisfacción proporcional a la grandeza del Señor ofendido. Hacía falta una víctima de precio infinito. ¿Dónde encontrarla?… Oh alma mía, olvida por un momento este cuerpo mortal, atrévete a lanzarte fuera del

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recinto del tiempo presente y del universo visible, elévate a los cielos, entre en el consejo augusto de las tres personas divinas. ¡¡¡Oh admirable invención de la Sabiduría divina!!!… Cielos, tierra, prestad oído: el HIJO DE DIOS ofrece a su Padre ser ANATEMA POR MÍ. ¡Oh Verbo! ¡Oh Hijo! ¡Oh Sabiduría eterna! ¡Oh Amor ingenioso! ¡Hasta qué exceso os lanzasteis para redimir al hombre pecador! ¿Por qué no habéis redimido así al ángel rebelde? ¿Por qué no tomasteis la naturaleza angélica, más noble que la nuestra? ¿Por qué os habéis rebajado y anonadado hasta adoptar la forma de un esclavo, hasta revestiros de la naturaleza de Adán sacado del barro? ¡Y tantas humillaciones no os bastaron! ¡Os hicisteis ANATEMA POR MÍ, os humillasteis hasta sufrir la muerte, y entre todos los géneros de muerte el más vergonzoso, el más ignominioso: la muerte de Cruz! Un suspiro, una lágrima, una gota de sangre habría bastado para redimir todo el género humano, y vos la derramáis toda, en medio de los más horribles tormentos, para mostrarme toda vuestra ternura. ¡Oh amabilísimo transporte! ¡Oh sublime dedicación, os inspira el corazón más benigno y generoso que hubiera jamás! Oh alma mía, contempla a solaz este espectáculo conmovedor de un DIOS hecho Víctima de tu reconciliación. Ve su boca lívida, sus ojos mortecinos, sus manos y pies enclavados, su corazón atravesado, su cabeza coronada de espinas, su cuerpo pálido y sangriento. Es así como te ha amado un DIOS: SIC DEUS DILEXIT. He aquí lo que es DIOS; ¡mira qué Víctima le hizo falta inmolar!… He aquí lo que es el PECADO; ¡mira lo que hizo falta para repararlo!… He aquí lo que es el INFIERNO; ¡mira lo que hizo falta para arrancarte de él!… He aquí lo que es el PARAÍSO; ¡mira lo que hizo falta para merecértelo!… He aquí lo que es un ALMA; ¡mira todo lo que vale y cuánto costó!… He aquí lo que es la GRACIA; ¡mira a qué precio fue comprada!… Al precio de toda la sangre de un DIOS… He aquí, por fin, lo que es que el AMOR DE UN DIOS; ¡mira cuán sublime y pródigo es en sus concesiones, cuán magnífico e inagotable en sus sacrificios!… ¿Y por quién se inmola DIOS así? Por nosotros pecadores, por nuestra salvación, por mí en particular, ⎯⎯por mí, cuyos pecados contribuyeron a su Pasión; por mí, que le era extraño y hasta su enemigo; por mí, de quien preveía el olvido injurioso, la ingratitud, la obstinación, el endurecimiento en la imperfección o en el crimen. ¡¡¡El DIOS de la gloria, adorado por los ángeles, impasible y eterno, se hizo pasible y mortal a fin de sufrir tantos dolores, tantos oprobios, y la muerte misma, por mí, su enemigo y pecador ingrato!!!… ¡Oh abismo de amor, inconcebible a toda inteligencia humana!… ¡Oh mi SALVADOR! Mil vidas, mil corazones, si yo los tuviera, os merecéis a este solo título… ¿Qué puedo temer ahora? Aunque mis

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pecados me acusaran ante DIOS, mi divino Mediador presentaría a su Padre las cicatrices de sus llagas para doblegar su Justicia, y la voz de su sangre es más poderosa para obtener misericordia que la de mis crímenes para llamar sus venganzas. Él me ocultará en sus llagas, me lavará en su sangre, me cubrirá de sus méritos. Oh alma mía, ¿por qué perturbarte? Déjame levantar confiado las miradas a los cielos. ¡Esperanza, pues! Tengo en el Cielo un SALVADOR, y con Él su bondad y ternura, sus llagas, sus méritos, sus gracias: ¿perecería yo?… ¿Yo, su obra?… ¿Yo, su hijo?… ¿Yo, su conquista?… ¿Yo, todo cubierto de su sangre?… No, no, dijo el señor, YO SOY TU SALVACIÓN… Un rayo de sus venganzas, ¿en qué lugar podría caer que no esté cubierto de la sangre de JESUCRISTO?

® IV

N SEÑOR BUENO Y LIBERAL CON SUS SIERVOS. DIOS no se limitó a liberarme de la esclavitud del pecado, de la tiranía del demonio; no le bastó con

arrancarme de las puertas del infierno: quiso además hacer dimanar del beneficio de la Redención una multitud de ventajas dignas de su liberalidad. Señor bueno y generoso para con sus siervos, les abre todas las fuentes de la salvación y les prodiga todos los beneficios de su amor; los quiero repasar y meditar a solaz en la alegría de mi alma.

En primer lugar, soy CRISTIANO, vale decir: sin ningún mérito de mi parte DIOS me tamizó de entre sus enemigos, me honró con el beneficio de la vocación a la FE, llamándome de las tinieblas de la infidelidad a su admirable luz. ¡Y esto mientras miles de millones de hombres, y naciones enteras de infieles, por justo juicio de DIOS han quedado privados de este don celestial, y tantos otros más quedarán para siempre privados de él, aunque fueran quizá menos indignos que yo y hubieran sacado mayor provecho del mismo! ¡Qué distinción para mí!… ¡Oh! ¿Qué habría sido de mí nacido entre los paganos, idólatra como ellos, dedicado a adorar madera, piedra, fuego o animales?… ¡Cuánto os debo, oh DIOS mío!

He sido hecho CATÓLICO: vale decir, hijo de la Iglesia católica, apostólica y romana, con preferencia respecto de tantos otros que, nacidos en el seno de una familia o ciudad envuelta en el cisma o la herejía, mueren sin haber seguido el camino de la verdad y salvación. ¡Qué preferencia dada a mí! ¿Cómo me habría salvado del medio del error y la mentira?… ¡Soy un hijo privilegiado

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de la Religión, investido de los dones de la gracia, rodeado de las riquezas de la santificación: templos, sagrarios, sacramentos, todos los tesoros de la Iglesia me están abiertos; puedo hacerme de sus riquezas en abundancia y a cada instante, después de caídas y recaídas sin número; entre tanto una multitud de cristianos y católicos, de amigos míos, parientes quizá, han perecido miserablemente sin haber podido gozar de estos socorros antes de una muerte inesperada. La Divina bondad me ha soportado; amó más mantener un vaso de cólera que romperlo; ¡qué amable predilección!… ¡Oh! ¿Qué he hecho a DIOS para que me tratase con tanta generosidad? ¿Qué pudo Él hacer que no haya hecho? ¡No sólo me regenera en el Bautismo, me purifica por la Penitencia, me alimenta en la Sagrada Eucaristía: también quiere verter en mi alma una paz inefable, hacer gozar a mi corazón una alegría pura, colmarme de delicias y embriagarme de un torrente de placer si soy fiel! ¡Oh Bondad inagotable! ¡Oh Amor incomprensible! ¡¡¡Y a cambio de tantos favores inauditos no tengo más que un corazón, un solo corazón para dar!!!… ¡Ah! Al menos os lo ofrezco, oh DIOS mío, os lo doy todo entero y sin reservas.

® VI

N PADRE BENIGNO Y COMPASIVO PARA CON SUS HIJOS. ¡Contra cuántos peligros los garantiza! ¡Cuántas veces los detiene al borde del abismo! ¡Con qué

tierna solicitud vela por ellos en todos los momentos de su vida! ¡Como sabe apartar los obstáculos a la virtud, alejar las ocasiones del vicio, romper los lazos de la iniquidad! ¡De cuántas tentaciones y desgracias los arranca! Su misericordia, más abundante a medida que sus iniquidades aumentan, redobla sus cuidados y afanes. ¡¡¡Oh DIOS mío, vos renovasteis en pro de mí todos estos prodigios; y sin embargo, yo ultrajé vuestra bondad, insulté vuestro amor!!! Empero, oh DIOS infinitamente bueno, vos solo respondisteis a mis ofensas con nuevos beneficios; y mi ingratitud nunca suspendió los efectos de vuestra ternura para conmigo. ¡Cuántos milagros de bondad! ¡Cuántos secretos resortes de caridad! ¡Cuántas amables atenciones! ¡Qué paciencia cuando me extravié lejos de vos! ¡Qué ternura cuando regresé a vos como a padre tierno a quien la alegría de rever a su hijo le hace olvidar todos sus extravíos y todos sus entuertos! DIOS corrió delante de mí; me besó, me perdonó, incluso antes de que yo hubiese pedido el perdón me restableció en todos mis antiguos derechos; y lo único que me exigió fue que mi regreso fuese sincero, que al igual que Él siempre había tenido para mí el corazón de un

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padre, yo retomara para Él el corazón de un hijo sin mantener lazo secreto con el pecado, su enemigo. ¡Oh Clemencia paternal imposible de imitar y aún comprender! ¡¡¡Oh dureza de mi corazón, que una tal bondad no afecta ni ablanda un punto!… Ay, mi DIOS, me parece, mal que mal, que ahora estoy más conmovido por el exceso de mi miseria, y a la vez por vuestro abismo de misericordia que la supera. ¡Oh vos que sois tan propenso a buscar lo que estaba extraviado, a salvar lo que estaba perdido, a reponer en vuestro seno tierno y paternal lo que estaba lejos de vos y entregado a las pasiones! ¡OH DIVINO PASTOR, siento renacer mi confianza y me abandono a vuestro amor. No, no: ya no admitiré ningún desaliento ni desesperación. ¡Ah! no permitáis, oh DIOS mío, que yo me entregue jamás a un sentimiento que os ultraja en aquella de vuestras perfecciones de la que sois más celoso; enseñadme, en mis caídas, a esperar siempre, a no desalentarme nunca, ya que la fuente de las misericordias no se seca jamás para los corazones penitentes. Oh Gracia del SALVADOR, resplandeced por doquier en mí para poner mejor de relieve vuestro poder. Oh Amor, vos queréis almas entregadas a vuestros transportes, almas que no prometan nada de sí mismas pero se atrevan a todo en vos. Heme aquí, SEÑOR, soy una piedra dura e insensible que solo puede ser tallada bajo los golpes redoblados del cincel; heme aquí rebelde, indócil e incapaz de todo bien; tallad, cortad, arrancad lo que en mí se oponga a vuestro amor. Oh SEÑOR, tomad esta piedra; glorificaos, ablandad mi corazón; animadlo de vuestro espíritu, hacedlo sensible a vuestras bondades; por fin, penetradlo y abrasadlo del amor a vos.

® VI

N AMIGO INDULGENTE Y FÁCIL. Venid vosotros todos que os olvidáis de DIOS, violáis su ley, insultáis la virtud; venid y ved en mí el prodigio de la

clemencia divina; venid a admirar conmigo esta misericordia que se complace en brillar en el abismo de mis miserias. ¡Oh vías de DIOS en el corazón del hombre, si seréis admirables! ¡Oh! ¡En DIOS se dan comportamientos muy alejados de los humanos! Los hombres, aún aquellos que hacen gala de ser mis protectores, venden el perdón con demoras interminables, con desdenes poco menos que brutales para el amor propio, que anulan casi todo el fruto de una gracia más bien arrancada por la importunidad que concedida de buen grado; pero DIOS actúa muy de otra manera: ¡con qué facilidad olvida nuestras culpas! ¡Con qué indulgencia perdona! ¿Quién sino Él perdona al instante? Nada de

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esas largas demoras de un año, ni de un mes, ni de un día, ni de una hora. Si quiero ser amigo de mi DIOS, ya lo soy: Si volo fieri AMICUS Dei, ecce nunc fio; sin más procurador del perdón que el culpable mismo arrepentido, al instante el abismo se cierra y los cielos se abren… ¿Quién sino Él perdona todo? No hay restricciones a su clemencia, ni de tiempo, ni de lugar, ni de personas, ni de pecados: todo se borra… ¿Quién sino Él perdona sin retorno? El pecado queda remitido del todo y para siempre; se acabó, jamás nada lo hará revivir… ¿Quién sino Él perdona con tanta gracia y bondad? Ninguna frialdad, ningún resentimiento, ninguna reserva de su parte; veo en Él todos los encantos de la amistad más dulce, todos los transportes de la afección más viva y todos los excesos del amor más tierno… Por fin, ¿quién sino Él perdona después de tantos perjurios, después de tantas promesas y reincidencias? ¡Oh misericordia incomprensible de mi DIOS, he aquí vuestro triunfo y vuestra gloria!… ¿Y dónde se encontrará jamás en este bajo suelo un tribunal tan fácil? ¿Dónde se encontrará entre los hombres un amigo tan indulgente después de tantas traiciones y perfidias? Es prerrogativa exclusiva del corazón de un DIOS hacer sentir al culpable los efectos maravillosos de su excesiva caridad.

Oh DIOS mío, yo soy ese culpable a quien vos habéis perdonado tantos pecados para transformarlo en trofeo de vuestras misericordias, monumento de vuestra clemencia y obra maestra de vuestra paciencia; os doy gracias por haber manifestado tan sorprendente bondad para conmigo. Os convenía tamaño ejemplo para consolar a todos los pecadores. ¡Claro! ¿Qué castigos no tengo merecidos de vuestra Justicia? Os olvidé, ¡oh vos que me habéis hecho y a quien debo todo lo que soy!; a la ingratitud adjunté el endurecimiento; desprecié vuestras gracias; fui indiferente a vuestras promesas; abusé de vuestras misericordias; contristé vuestro Espíritu Santo; resistí sus mociones saludables; dije en mi corazón rebelde: «No, de ninguna manera portaré el yugo del SEÑOR»; hui cuando me perseguíais; busqué pretextos para alejarme de vos; temí ver la verdad que no quería seguir; critiqué la virtud soportándola con impaciencia como si fuera mi condena. Tuve vergüenza de practicarla, y blasoné de ser ingrato; caminé por mis propios caminos al arbitrio de mis pasiones y mi orgullo… Oh DIOS mío, ¿qué me quedaría, a la vista de tantas infidelidades, sobrecogerme de horror de mí mismo? No, yo no podría sufrirme si no supiera que de un incrédulo, de un impío, aún de un blasfemador, podéis hacer un vaso de elección. ¡Oh Padre de las misericordias, cuán bueno sois! La malicia del hombre no puede igualar vuestra bondad paternal. Por consiguiente, es cierto que vos tenéis todavía tesoros de gracia y

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paciencia para mí, pobre pecador, que tantas veces hollé bajo mis pies la sangre de vuestro Hijo. ¡Todavía no os habéis cansado de esperarme, oh DIOS paciente! ¡Oh DIOS, que teméis castigar antes de tiempo! ¡Oh DIOS, que os resistís a golpear este vaso de barro formado por vuestras manos! ¡Tampoco os hastiasteis de perdonarme, oh DIOS bueno y fácil, que teméis que se os quite quita la oportunidad de conceder gracia! Esta paciencia que halagaba mi libertad me enternece y me penetra de amor. ¡Sacúdeme, ayúdame a impresionarme! ¿Seré yo siempre malvado porque vos sois bueno?… ¿Haré de vuestro grandísimo amor motivo para dispensarme de amaros? ¡No, jamás, SEÑOR! La vista de vuestra paciencia me anima, no puedo ni por un instante verme contrario a quien me devuelve el bien por mal; detesto hasta las mínimas resistencias; no me reservo nada; perezca todo lo que retrase mi sacrificio. Desprecio el MAÑANA de un alma cobarde que huye siempre de su conversión: HOY, YA; lo que me queda de vida no es demasiado largo para llorar tantos años perdidos. SEÑOR, ¿qué queréis que yo haga? ¡Oh DIOS mío! No quiero resistiros más; no vacilaré más; temeré siempre más no hacer bastante que hacer demasiado. Esta obra está por encima del hombre; pero yo lo puedo todo en el que me conforta y precisamente por verme indigno de todo os complaceréis en hacer en mí las cosas más grandes.

® CONCLUSIÓN

DESDICHADO de mí! ¿He perdido el sentimiento y la razón al perder la gracia? Nada me hace mella: ni temor, ni amor. ¿No será que he puesto el colmo a

mis infidelidades y el Señor me abandona? ¡Un gusano de tierra se atrevió a alzarse contra el Creador del universo y no atina a arrepentirse de su rebelión!… ¡He despreciado, he ultrajado mil veces a aquel que dio su vida por mí, y no me horroriza ingratitud tan enorme!… ¡Estoy suspendido como por un hilo por encima del abismo, puedo caer en él al instante, y no me estremezco!… ¡Ay! Estas reflexiones yo no las hacía en el tiempo que ofendía a mi DIOS. ¡Oh insensato de mí!… ¡Antes, ni pensaba en estas verdades; ahora pienso, pero me dejan impertérrito! ¡Oh inconcebible falsa seguridad! ¿Estoy perdido sin recursos?… Oh DIOS mío, he dejado de ser vuestra criatura? ¿No os pertenezco todavía por el carácter sagrado del Bautismo? Vos dijisteis que no queréis la muerte del impío, sino que viva; aplicaos vos mismo a doblegar mi espíritu indomable, mostrad que sois mi DIOS, y caeré a los pies de vuestros altares. ¡Ay! ¡No, no, no suceda que mis excesos pasados y mi insensibilidad

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presente detengan vuestra mano dispuesta a curarme! ¡Lejos de eso, séaos supremamente digno de piedad un miserable que no tiene piedad de sí mismo? ¡Oh DIOS! No me neguéis al menos la última de vuestras gracias, la última virtud de los culpables, la gracia del remordimiento…

¿Qué me pasa? ¿O qué no me pasa? ¿Evadiré los últimos esfuerzos de la divina bondad? ¡Ah! puesto que hoy oigo su voz (quizá por la última vez), ya no endureceré mi corazón…,…,…

Oh alma mía, no dejes que se te escurra esta emoción saludable, saca provecho de este momento de gracia que todavía se te da y cuyo retorno no se te promete. ¿Por qué diferir más? ¿Qué ganas con tus demoras? ¡Ea! Di ya mismo: ¡Este día, este mismo día puede ser el último que yo vea! ¡Esta noche que pronto comenzará a envolverme con sus sombras, esta misma noche puede convertírseme en noche eterna! ¡¡¡En esta misma hora en que estoy por descansar en los brazos del sueño, quizá mi alma se despierte de golpe en las manos del DIOS vivo!!! ¡DIOS mío! ¡Mi alma se estremece y se quiebra bajo el peso de este pensamiento! Me dirijo a vos, tomo la firme resolución de comenzar en el acto la reforma de mi corazón: Nunc cœpi, sí, he aquí que quiero empezar: quiero decir ya: he pecado; PECCAVI. Lo digo; y, desde este mismo momento rompo todos mis lazos, empiezo una vida nueva. Voy a arrojarme a los pies de vuestro ministro, le haré la dolorosa declaración de mis crímenes; entonces viviré de vuestra vida según vuestras promesas, y no me glorificaré ya sino en vuestras eternas misericordias. Misericordias DOMINI in aeternum cantabo.