Moscas y arañas - A. Bioy Casares

download Moscas y arañas - A. Bioy Casares

of 7

Transcript of Moscas y arañas - A. Bioy Casares

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    1/7

    Moscas y arafias

    Se casaron por amor. Raw Gigena no creia que hubiera enelmundo un lugar tan seguro como la casa paterna, pero An-drea, su mujer, le dijo que para nunca perder ese amor debe-nan vivir solos. Como no queria contrariarla, resolvi6 dejar laprovincia, lanzarse a la aventura. Obtuvo, por medio de unpariente, que trabajaba en una bodega, un corretaje de vinos;retir6 del Banco los ahorros y parti6, con Andrea, a BuenosAires. En cuanto llegaron, quiso comprar una casa, en partepara com placer a Andrea, en parte para invertir razonable-mente el dinero: por aquellos tiempos decfa que rara vez re-cuperamos 10 gastado en alquileres y pensiones. No conociana nadie, descubrian la ciudad, eran j6venes, estaban enamo-rados: la busca de la casa les dej6 recuerdos felices. Encon-traron, en Ramos Mejia, una antigua cochera, a la que facil-mente hubieran convertido en una vivienda muy satisfactoria;habra side una dependencia de la quinta de no se quien: sevendia con un pequeno jardin, adornado por un naranjo, no-tablemente perfecto, que estaba entonces cubierto de azaha-res. Durante ocho dias hablaron de la cochera, de las refor-mas que introducirian, de c6mo se instalarian alla: el precioque les pedian era alto, pero Raul iba a aceptarlo, cuando Ieofrecieron en la calle Cramer, a pocos pasos de la estaci6n Co-legiales, un desolado caser6n, en condiciones que el mismocalific6 de tentadoras.Lo que decidi6 por fin la balanza en favor del caser6n fueque sus muchos defectos ocultaban otras tantas ventajas. La

    155

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    2/7

    vista, sobre las vias, no era alegre, yel continuo paso de tre-ncs aparejaba ruidos, un estremecimiento, a los que debfauno acostumbrarse; pero, examinadas con ecuanimidad, es-tas molestias, (no equivalian a una suerte de mensaje cifra-do, que revelaba al comprador una verdad valiosa: usted notendra dificultades para viajar al centro ni para volver? Encuanto al aspecto deprimente del edificio, constituia otra cir-cunstancia meritoria, ya que sin duda contribuiria a moderarel precio de tan considerable can tidad de metros de terrenosituados en 10 mejor de la capital. 'Andrea se dejo persuadir por las razones de su marido; no

    volvio a recordar la cochera de Ramos Mejia; solo penso enarreglar el caseron. Explicaba:-Arreglaremos una parte, no mas, pero esa parte la cam-

    biaremos del todo. No deben quedar rastros de los que vivie-ron aqui. Vaya uno a saber que fluidos nos mandan.Aunque se acomodaron en tres habitaciones y clausuraron

    las otras, gastaron bastante dinero. Los cuartos que ocupa-ban eran muy agradables, pero la sola existencia de los de-mas, cerrados y vacios, acongojaba a Andrea. No tardo Raulen poner remedio.-Comprendo 10 que sientes -dijo-. Es como si viviera-

    mos en una casa habitada por fantasmas. Creo que di con lasolucion. Recibiremos, por un tiempo, unos pocos huespedes.No habra mas cuartos vacios, que es 10 principal, y nos resar-ciremos del gasto.Subieron sus cosas al piso alto; el bajo 10 dedicaron a los

    pensionistas. Andrea se resigno. Ya no estarian solos, perocompartir la casa con los desconocidos que depara la suerteno es como compartirla con gente de la familia, que se creecon derecho a dirigir nuestras vidas y a opinar sobre todo. Si-guiendo prolijas recomendaciones del marido, Andrea mane-jaba economicamente la pension. Muy pronto obtuvieron unarenta elevada. El rnerito no correspondia exclusivamente alespfritu organizador y ordenado de Raul; ella habia arregla-

    ll.ives, como cocinera y (acaso 10 principal) era una mujer en-lantadora; por la suavidad, por la juventud, por la belle~a,,,' raia a cuantos la trataban; de caracter parejo, no se queja-ha nunca, si bien alguna vez reprocho a Raul:-Me dejas demasiado tiempo sola.El dia en que su marido cumpliera la promesa de renun-riar a los corretajes de vino, por las tardes no tendrian que se-

    pararse. Aunque ya no los necesitaban -la pension era unhuen negocio- a Raul le dolia abandonarlos, po~que produ-dan entradas cuantiosas. Buscando la conformidad de An-drea, explicaba: "Es plata que obtengo sin esfuerzo:'. En estepunto mentia. pues noche a noche regresaba rendido por elcansancio, y cuando por fin se echaba en carna, allad.o de sumujer, inmediatamente quedaba dormido. No ~oimagl~emoscomo a un hombre impaciente por apurar su mfortumo; nosconsta que era feliz. . . .El primer pensionista que tomaron fue Atilio Gahm~er-

    ti, el atildado Atilio, segun la popular formula de otro.chen-te de la pension, llarnado Hertz. Moderada.mente joven,bien parecido, Galimberti trabajaba en una tlCnda: dos ve-ces por semana jugaba al tenis, a todas luces gra:rlt,aba enel sindicato y gozaba, en el barrio, de fama de donjuan (conintencion ironica apuntaba Hertz: "Es un leon para las da-mas"). Que Galimberti en trance de colgar las fotografiasde sus admiradoras, hubiera estropeado con clavos el pa-pel de las paredes, era un hecho que Andrea no se avenia aperdonar. El culpable comentaba: ._ Toda mujer es 10 mismo. Ala patrona le pica que las fo-

    tos no sean de ella.Por su parte, Raul Ie azuzaba: .,-No permitas que ningun pensionista, ni otro ~l~ho VI-

    viente, te pong a el pie encima. Este rnundo se divide enmoscas y arafias. Tratemos de ser arafias, que se comen alas moscas.-iQue horror! -exclamaba Andrea.

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    3/7

    r

    piel oscura, de bigotes cafdos, muy criollo, que declaraba sermedico, haber practicado la herboristeria y negar de plano latesis de que mas alla del atomo no hay nada. Como su lemaera Siempre hay algo mas, diariamente se trasladaba en tren ,a Turdera, donde recibia lecciones de un yogui, que tiraba lascartas, interpretaba los suefios, adivinaba el porvenir.Se sucedieron por entonces algunos pensionistas que par-

    tieron pronto, a quienes los otros calificaron, duramente, degolondrinas.Una fria manana de septiembre, en su silla de ruedas, em-

    pujada por un jovenzuelo, entro en la casa la senorita HeleneJacoba Krig, acompafiada de un perro de aguas. Sin tocar eltimbre, el muchacho avanzo hasta el hall, abandono ahi sucarga, se fue, dejando la puerta entreabierta: nadie, en el ba-rrio, volveria a verlo. La senorita tenia el cabello rubio, los ojosazules, extrariamente juntos, la piel rosada, la boca grande,los labios rojos, movedizos, que descubrian dientes irregula-res y mucha saliva; era paralitica, de mas de sesenta afios, ho-landesa, traductora de profesion.Raul se vio en la obligacion de recibir a Helene Jacoba

    Krig, con estas palabras:-Me desagrada rechazarla, senorita, pero usted debe re-

    conocer que yo me debo a mi casa y que el perro es un bichoantihigienico, perjudicial para la propiedad.-Si 10 dice por Josefina -replico la senorita Krig- se

    equivoca. Usted no tendra quejas. Para su tranquilidad, le ha-re una demostracion.La senorita miro a la perra Josefina. Casi en el acto, el ani-

    mal se irguio en las patas traseras y caminando animadamen-te, salio por la puerta; luego regreso,-(Como consiguio esto? -pregunto Raul, admirado. He-

    lene Jacoba volvio hacia el aquellos ojos tan juntos, ala vez fir-mes y dulces, y sonrio con la boca mojada. Por fin respondio:-Con paciencia. (Lo creera usted? AI principio la perrita

    no me queria. AI p rincipio nadie me quiere. Poco a poco laconquiste. (Descubriste alga en mi, no es verdad, Josefina?

    Raul penso rapidamente que le contrariaba negar hospita-lidad a una anciana paralitica y que si la admitia comerian,de su bolsillo, dos bocas. Destino, para los nuevos pensionis-tas, una habitacion de la planta baja, por la que fijo un precioespecial.Si no me equivoco, la aparicion del matrimonio Hertzcoincidio con los primeros suefios de Raul. Sobre esta pareja-vivian a la vuelta y despues del arreglo con los Gigena em-pezaron a almorzar y a comer en la pension- habia opinio-nes contradictorias. Para algunos, el viejo Hertz, senor irrita-ble e ironico. insufriblemente orgulloso de su puesto de cajeroen una confiteria de la calle Cabildo, no era una simple vtcti-rna, sino la cabal expresion del marido desdichado. Desde lue-go, Magdalena Hertz parecia demasiado joven para el. Bas-tante linda, muy aseada en su persona, descuidaba la casa, nolavaba la ropa, tendia las camas una vez por semana, obliga-ba a su marido, hasta el arreglo con los Gigena, a desayunar,a almorzar y a cenar en la lecheria. Siempre estaba apostadaen la puerta de calle, con los brazos cruzados ((alguien viobrazos tan curvos?), mirando negligentemente a los transeun-tes, con esos ojos desmesurados; pero como dije, las opinio-nes eran contradictorias, no faltaban quienes denunciaran almarido como el ttpico viejo sinverguenza, que embauca a unamujer joven, por no decir a una menor, y la lleva de la manaal matrimonio.-Bonito matrimonio -habria observado Galimberti-. Elconfitero come pechuga de cuarenta dias y todavia se quejaen Belgrano Deutsch.Con el tiempo, este mundo de la pension desarrollo carac-teres analogos a los de cualquier familia; pero la prevencionde Andrea sobre el peligro para la felicidad de no vivir solos,no se cumplio, por 10 menos hasta mucho despues que Raul,sin motivo aparente, empezara a sonar. Raul no estaba dis-puesto a dar importancia a los suefios que sobre el se cernian,como guiados por un sobrenatural proposito de persuadirlo;porque se repetian y porque venian de 10 desconocido, la ten-

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    4/7

    lacion de ver en ellos una revelaci6n hubiera sido irresistiblepara un hombre menos fuerte. La verdad es que finalmenteel mismo Raw dud6. Procur6 entonces que Andrea no advir-tiera nada, pero aun el disimulo es perceptible. La espiaba,trataba de sorprenderla. Durante el dia, los actos de su mujerle probaban que est a era una muchacha noble y leal; de no-che, los suenos Ie revelaban una Andrea muy distinta; algunavez, al despertar, mirandola con extrafieza, murmur6: Duer-me como una hip6crita.Para permanecer en cas a las veinticuatro horas, pens6

    Raw seriamente en abandonar el corretaje de vinos. De las in-terminables tardes que pasaba afuera, regresaba malhumo-rado, con Ia desconfianza exacerbada. Ahora casi nunca eraafectuoso con su mujer, y cuando 10 era -como la noche enque Ia sorprendi6, arreglando una lampara, con Galimberti-un leve cambio en el timbre de voz denotaba insinceridad. Po-cos dfas despues ocurri6 el primer incidente desagradable. Devuelta del almacen, Andrea pas6 frente a la casa de Hertzdonde hallo a Magdalena, en la puerta. Conversaron un ratoy Andrea se dej6 llevar -10 que era bastante ins6lito- a lasconfidencias.-No puedo adivinar la causa del cambio -decfa-, peroha cambiado.-Usted que 10 conoce -pregunt6, interesada Magdale-na-, (10 cree capaz de fijarse en otra mujer?-(Por que no?- Tiene raz6n. Nunca pense, Que boba -comenz6 Magda-

    lena, entomando los ojos.-A veces parece que va a decirme todo, pero de pronto se

    calla, como si no se atreviera. Vaya uno a saber que Ie pas6,pero ha cambiado. Me aborrece; el pobre no puede evitarlo,aunque por bondad de alma y compasi6n quiera disimular.En eso apareci6 Raul; salud6 apenas a Magdalena y se lle-v6 a su mujer, apretandole brutalmente un brazo. Caminaron

    en silencio, hasta que por fin, Raul, sin gritar, con una voz car-gada de pasi6n, dijo:

    -No son horas para comadrear en la calle con una vecinade fama dudosa.Andrea no respondi6; en su mirada habia perpIejidad y

    desconsueio.Ciertamente, Raul habia cambiado. El mismo 10 sentia,

    Curnplia los corretajes automaticamente, pensando en An-drea, pensando en la Andrea que le mostraban noche a nochelos suefios. A veces queria alejarse, no volver a verla, olvidar-la; otras, planeaba castigos y, con poca sinceridad, se imagi-naba abofeteandola, aun matandola.En una peluqueria, hojeando revistas, tropez6 con esta fra-

    se: Las preocupaciones que uno calla son las peores. Por timi-dez no la recort6; estaba seguro, eso si, de haberla grabado fiel-mente en la memoria. En cuanto ley6 la frase, concibi6 unaesperanza. Crey6 que hablando del asunto encontrarfa la so-luci6n; pero, (con quien hablar? En Buenos Aires descubri6entonces, contaba con muchos clientes; no con amigos. Laspersonas mas allegadas eran, quiza, los pensionistas. Aunquele desagradaba hablar con ellos de su mujer, frecuentementeencar6la posibilidad de consultarlos. Galimberti no procura-ria entender el problema, sino descubrir ridiculeces y debili-dades, para luego, a sus espaldas, burlarse. En cuanto ala po-bre Helene Jacoba Krig, (c6mo tomar de confidente a unapersona tan nauseabunda? Ademas, (no la habia sorprendido,alguna vez, mirandolo con cierto aire de adivinar su infortu-nio, de anhelarlo? Pedir consejo a Hertz, que no sabia mane-jar su propia casa, era absurdo. Mas atractiva Ie resultabaMagdalena. Comentandola con terceros, no vacilo en conde-narla como correspondia, pero el fuero Intimo era otra cosa.De todos modos, por lealtad hacia Andrea, resolvi6 no decidenada. Finalmente, no Ie inspiraba confianza Mansilla; la ten-dencia que empuj6 a este hombre de la medicina al ocultismo,quien sabe a que oscuras cavilaciones no 10a rrastraria a el.Un nuevo incidente ocurri6.Palida y temblorosa, articu1ando con esfuerzo, Andrea Ie

    pregunt6 una tarde, cuando el se iba a sus corretajes:

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    5/7

    --iPor que no hablamos?-Muy bien. Hablemos -contesto Raul, en tono sarcasti-

    co. Cerro los ojos, para indicar que aguardaba resignadamen-te las palabras de Andrea.Mientras tanto pensaba en la debilidad de su propia posi-

    cion. iComo explicar, sin quedar como cretino, que todas susquejas y todas sus pruebas eran rigurosamente soiiadas? Ape-nas contuvo un impulso de echarse en brazos de Andrea y pe-dirle que olvidaran esas locuras; pero siempre habia una po-sibilidad de que 10 engafiaran: por lejana, por minima quefuera, debia defenderse. Cuando Andrea hablo, ya la odiaba.-Si quieres a otra mujer, no me 10 ocultes -dijo Andrea.Raul replico:-Cinica.Ningun insulto podia ofenderla tanto. Raul 10 sabia; com-

    prendio que habia sido demasiado injusto; no tuvo coraje demirarla en la cara y partio.-iTe vas sin mirarme? -pregunto ella.A 10 largo de los afios, muchas veces, Raul recordaria ese

    grito de su mujer, ese pobre grito de reconvencion y de con-goja. En la estacion encontro a Mansilla. Subieron juntos altren. Inopinadamente inquirio Raul:-iSi usted conociera a una persona, y los actos de esa per-

    sona Ie probaran una cosa, y cuando usted sonara, de noche,los suefios Ie probaran 10 contrario ... ?Se contuvo. Creyo que habia expuesto demasiado clara-

    mente la cuestion suya con Andrea. Mansilla contesto:-Le digo la pura verdad: no capto.-Si la conducta de esa persona -insistio Raul= la mues-

    tra como amiga yen suefios usted la ve como enemiga, ienque cree?-jEn los sueiios! +contesto Mansilla, sonriendo.Raul palidecio. Despues de esa respuesta, se dijo, 10 mejor

    era plantear el asunto francamente. Observando a Mansillatratando de adivinar sus pensamientos, explico todo. AhoraMansilla no sonreia.

    EI tren habia llegado. La conversacion continuo en la con-fiteria del Retiro.-Vamos por partes --dijo Mansilla-. iComo son los sue-

    nos?-Son horribles. No me pida que los recuerde. Me engaiia

    con todas personas de la casa.-iCon todas personas de la casa? Perfectamente. iTam-

    bien con gente de afuera?- Tambien con gente de afuera, con desconocidos.-Vamos aver. Le pido que rememore una de esas perso-

    nas. (Lo violenta por demas? Perfectamente. Del atavio, (queme dice?-Ahora que pienso, hay algo raro en la manera en que se

    visten.-(Algo raro? Aclare el concepto.-No se explicarme. Como si fuera gente de otra parte, de

    otro tiempo.-(Romanos? (Mandarines chinos? (Caballeros con arma-

    dura?-No, por favor. Gente vestida como a principios del siglo.

    Tambien labriegos. Ahora estoy seguro: labriegos con zuecos.Oigo las carcajadas toscas y el golpe de los zuecos en el pisode madera No le digo el asco que me sube al estomago.-(Donde ocurre el hecho?-En nuestro cuarto. Usted sabe como son los sueiios: es-

    toy en nuestro cuarto, pero todo es diferente.-Vamos por partes. Del moblaje, (que me dice?-Dejeme pensar. No he visto esos muebles mas que en el

    sueiio; en el suefio, todas las noches. Ni bien yeo un aparador,se 10 que va a ocurrir. La pesadilla empieza con el aparador.-(Como es?-De madera oscura. (Usted no recuerda esos cuadritos,

    de interiores aldeanos, con una mujer 'junto a una rueca?Nuestro cuarto, en mis pesadillas, podria estar en uno de esoscuadritos. Porque uno se dice: Aqui no puede pasar nada, esmas terrible 10 que despues ocurre.

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    6/7

    -Perfectamente. lAIguna otra circunstancia notable?-Cuando me asomo por la ventana, casi nunca veo las vias

    del tren. Mas bien hay canales, tierras bajas, inundadas, elmar en el fondo.-lUsted vivio en la costa?-lQue costa? Soy provinciano. Nunca vi la costa ni el

    mar. Vi el Rio de la Plata, cuando vine. '-Le sere franco. Yono puedo hacer nada por usted y pue-

    do todo. Haga de cuenta que esta en un pozo. lQuiere salirdel pozo?=Como no voy a querer.-Entonces vengase ahora mismo a Turdera. Le anticipo

    que no va a defraudar a Scolamieri. lQue descubro en suss~~nos? Yodina que usted se los robo a otro. lQue mas? Trai-CIOn:lealtad. Canales: malos amigos. Zuecos: usted es un tan-to goloso. Pero yo no soy quien para opinar.-lY quien es Scolamieri?-U~ senor: un amigo, que vive en Turdera. Practica el yo-

    ga, esta capacitado para interpretar los suefios, para ensefiar-le a respirar, que se yo. Usted 10 consultara.-Mire, amigo =contesto Raul=, no se me enoje, pero no

    estoy en.animo para viajar a Turdera, ni para franquearme aun yogui, 0como se Harne el indio.Mansilla porfio, Raw semantuvo firme, la consulta quedo

    para otra ocasion. Cuando se despidieron, Raul comprendioque tampoco estaba en animo para corretajes. Torno un trende vuelta. Comprendio asimismo que nunca visitaria al yogui,porque ya no necesitaba visitarlo. Hablar 10 habia cansadomucho -1 0 habia cansado mas que andar toda una tarde co-locando pedidos, a pie, por Buenos Aires- pero Ie hizo bien.El velo se habia descorrido.. Tieso en.el asiento del vagon, cansado y feliz, un poco ale-jado, reflexionaba sobre los peligros que bordeo ultimamente:le parecia tener a la vista, como los pedazos de una cascara ro-t~: la locura que 10 habia envuelto, de la que por fin salta. Sedijo que la vida Ieresultana corta para pedir perdon a Andrea.

    AIbajar en la estacion Colegiales, creyo que 10miraban deun modo extrafio. Iba a seguir de largo, pero penso que esode creer que a uno 10 miran de un modo extrafio es un sinto-rna de locura; para aclarar el punto se dirigio al diariero. Elhombre 10 miro de un modo extrano.-lNo sabe, don Gigena? -dijo despues de un silencio, le-

    vantando la mano+. Cruzo por Jorge Newbery y del paredoncayo a las vias cuando paso un electrico a Retiro.Terciaron otros. Hablaban de ambulancias, de comisaria,

    de dos camilleros, uno medio gangoso y otro que era hijo deuna tal dona Ramos, que el por primera vez oia nombrar. In-sistian mucho en que uno era el hijo de dona Ramos.Entendio que debia ir a la comisaria, pero como atraido

    por una fuerza incontrovertible se dirigio a la casa. Del tra-yecto no recordaba nada, salvo que al cruzar Federico Lacro-ze 10 insultaron desde un camion. Siguio su camino, hasta quede nuevo le hablaron, ahora suavemente, de cerca. Estaba, nosabia como, en el cuarto de la senorita Krig. La senorita, conla boca entreabierta, ensenando un desorden de dientes y delabios mojados, con ojos muy juntos, muy fijos, 10 miraba,sonreia, repetia:-lApenado? Ya pasara..1pregunto:-lUsted como sabe?-lComo no he de saberlo? -replicola vieja-. Se 10 dire,

    caro amigo, no se altere. Entre nosotros dos no habra malen-tendidos. Raul, yo 10 amo.Protesto:-No es la oportunidad ...Penso que debia irse, pero sin saber por que se quedo.-Oh, si, es la oportunidad -afirmo con dulzura la seno-

    rita Krig, y el ya le sintio el aliento-. Quiero que sepa todo,desde el principio, 10 mejor y 10 peor. Hace mucho que ten-di mis redes, que usted cayo. lSupone que revolotea poraca. por aculla? Desvarios. Le juro que est a en la red, porasi decirlo, a mi disposicion, practicamente- No proteste,

    165

  • 5/13/2018 Moscas y ara as - A. Bioy Casares

    7/7

    rno se altere. (Sabe algo, mi caro Raul, de transmisi6n delpensamiento? Seria enternecedor que se mostrara incredu-10,pero la verdad es que de todas maneras me enternece.Transmitir pensamientos, transmitir suerios, a una perrita,como Josefina, a personas, como usted, como su mujer, to-do es uno y 10mismo. Evidentemente, hay sujetos rebeldes,reacios, que acaban por fatigar. Yo s610 pretendia que sumujer nos dejara. De ningun modo. No habia poder en elmundo que la apartara de usted. Sin embargo, los dos noformaban 10 que yo estimo un matrimonio arm6nico. An-drea carecfa, por ser una Ifrica, de mis condiciones paracongeniar con su espiritu atento ala realidad, al dinero. Pe-ro no malgaste razones en la obstinaci6n. No habia poderen el mundo que apartara de usted a esa muchacha terca.En fin, si descartamos 10extremo. Porque estos caracteres,creame, estan siempre dispuestos a echar mano del recur-so extremo. Opte, pues, por encaminar a Andrea a las viasdel tren. Menos mal que en el caro Raul encontre, en cam-bio, una materia d6cil. Temi que Ie entraran sospechas, alhallar en suefios los canales de Holanda y los apuestos mo-cetones de mi juventud; yo querfa desecharlos, pero al pri-mer descuido los recuerdos volvian: sin duda son los quedejaron en mi alma la marca mas honda. (Me guarda ren-cor por los suefios que Ie infligi? Ya pasara. Todavia no mequiere. Al principio nadie me quiere. Poco a poco 10 con-quistare. (Descubrira algo, no es verdad, Raul, en su Hele-ne Jacoba?

    166