Morin Introduccion a Una Politica

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CRÍTICA DE LIBROS 157 «Toda ecuación prudente del futuro debe incorporar la expresión todo es po- sible». Así nos dice Edgar Morin en este libro (p. 50), pero refiriéndose a la ciencia y la técnica y sus progresos lineales e irreversibles, pues según él la evolución de la humanidad estaría marcada por su carácter tanto progresivo como regresivo; pero esta obra nos permite preguntarnos: ¿no resume esta frase el anhelo de Mo- rin de hacer despertar en el lector la cues- tión de la posibilidad de la superación del hombre por el hombre? ¿no es en el fondo cierto que todo es imprevisible y que por tanto todo es posible? ¿no hay en el ser humano un ámbito de posibilidades infi- nitas una vez reconocidas las propias li- mitaciones? Porque el autor nos pide ante todo el acto maduro de reconocer estas últimas como seres humanos, límites que no atañen a otra cosa más que a nuestra naturaleza contradictoria, nuestra comple- jidad, ambigüedad y la no pocas veces paradójica esencia en la que nos move- mos. Morin defiende en este libro el desa- rrollo y consolidación de una antropo- política. Esto implica una cosmovisión que abarque las contradicciones y para- dojas del hombre y que nos lleve a com- prender mejor y a mejorar el mundo en el que vivimos, lo cual supone transfor- mar la sociedad y al individuo en sí con vistas a la posibilidad de una vida más intensa, más íntegra, más acorde con la naturaleza 1 y, en definitiva, una vida más políticamente vivida, pues toda actitud transformadora conlleva tanto reflexión como acción política. Una crítica fundamental del autor hacia el mundo de entonces (el desarro- EDGAR MORIN, Introducción a una política del hombre, Gedisa, Barcelona, 2002. 186 páginas. llismo dentro de un ámbito de amplia descolonización del Tercer Mundo, por los años sesenta) y que aún se ajusta a la actualidad, es sin duda la crítica al pensamiento economicista, desarrollista y tecno-cientifista acerca de ese pedestal en que se eleva la idea de desarrollo, que empobrece la perspectiva política y vital, precisamente por dejar de lado el ámbi- to espiritual, afectivo, moral, intelectual del propio término «desarrollo». Para Morin, el pensamiento del siglo XX se ha visto influido por Marx, Freud y el surrealismo. Un análisis de este tri- plete nos sirve para entender qué idea de desarrollo para el hombre defiende el autor. El núcleo de Marx y su teoría es el modo de producción, pero esta exclusi- vidad tan centrada en lo exterior al ser humano, según Morin, empobrece la vi- sión del hombre y de la vida; Marx, de este modo deja de lado la capacidad de asombro ante la condición humana y su multidimensionalidad, y considera al hombre, como aún hoy día muchos de- fensores del marxismo o de cierta izquier- da auténtica, imaginario y mitológico, mitómano, espiritual (y no digamos ya lo que piensa del hombre religioso... la re- ligión, ese opio para el pueblo) y en de- finitiva, con vitalidad interior, como un ser alienado al que hay que salvar, pues al sueño se le considera mera disolución y nunca revitalización —que es lo que es— de lo real. Le falta al ser humano marxiano «la angustia, la voluntad de po- der, la poesía, la locura, el misterio». Y podríamos añadir: ¿no es acaso la salva- ción del hombre a través de este mate- rialismo marxiano el auténtico mito alie- nante que habría que criticar? En defini- tiva, ¿dónde quedan las innegables necesidades y potencialidades espiritua- les del hombre? Hoy día, sin duda, el neomarxismo ha avanzado en ciertos as- 1 Las reflexiones sobre la situación del ecosistema también se dan en este libro, en un texto adicional de 1989 que se añade al texto central, que es de 1965.

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«Toda ecuación prudente del futurodebe incorporar la expresión todo es po-sible». Así nos dice Edgar Morin en estelibro (p. 50), pero refiriéndose a la cienciay la técnica y sus progresos lineales eirreversibles, pues según él la evoluciónde la humanidad estaría marcada por sucarácter tanto progresivo como regresivo;pero esta obra nos permite preguntarnos:¿no resume esta frase el anhelo de Mo-rin de hacer despertar en el lector la cues-tión de la posibilidad de la superación delhombre por el hombre? ¿no es en el fondocierto que todo es imprevisible y que portanto todo es posible? ¿no hay en el serhumano un ámbito de posibilidades infi-nitas una vez reconocidas las propias li-mitaciones? Porque el autor nos pide antetodo el acto maduro de reconocer estasúltimas como seres humanos, límites queno atañen a otra cosa más que a nuestranaturaleza contradictoria, nuestra comple-jidad, ambigüedad y la no pocas vecesparadójica esencia en la que nos move-mos.

Morin defiende en este libro el desa-rrollo y consolidación de una antropo-política. Esto implica una cosmovisiónque abarque las contradicciones y para-dojas del hombre y que nos lleve a com-prender mejor y a mejorar el mundo enel que vivimos, lo cual supone transfor-mar la sociedad y al individuo en sí convistas a la posibilidad de una vida másintensa, más íntegra, más acorde con lanaturaleza 1 y, en definitiva, una vida máspolíticamente vivida, pues toda actitudtransformadora conlleva tanto reflexióncomo acción política.

Una crítica fundamental del autorhacia el mundo de entonces (el desarro-

EDGAR MORIN, Introducción a una política del hombre, Gedisa, Barcelona,2002. 186 páginas.

llismo dentro de un ámbito de ampliadescolonización del Tercer Mundo, porlos años sesenta) y que aún se ajusta ala actualidad, es sin duda la crítica alpensamiento economicista, desarrollista ytecno-cientifista acerca de ese pedestal enque se eleva la idea de desarrollo, queempobrece la perspectiva política y vital,precisamente por dejar de lado el ámbi-to espiritual, afectivo, moral, intelectualdel propio término «desarrollo».

Para Morin, el pensamiento del sigloXX se ha visto influido por Marx, Freudy el surrealismo. Un análisis de este tri-plete nos sirve para entender qué idea dedesarrollo para el hombre defiende elautor.

El núcleo de Marx y su teoría es elmodo de producción, pero esta exclusi-vidad tan centrada en lo exterior al serhumano, según Morin, empobrece la vi-sión del hombre y de la vida; Marx, deeste modo deja de lado la capacidad deasombro ante la condición humana y sumultidimensionalidad, y considera alhombre, como aún hoy día muchos de-fensores del marxismo o de cierta izquier-da auténtica, imaginario y mitológico,mitómano, espiritual (y no digamos ya loque piensa del hombre religioso... la re-ligión, ese opio para el pueblo) y en de-finitiva, con vitalidad interior, como unser alienado al que hay que salvar, puesal sueño se le considera mera disolucióny nunca revitalización —que es lo quees— de lo real. Le falta al ser humanomarxiano «la angustia, la voluntad de po-der, la poesía, la locura, el misterio». Ypodríamos añadir: ¿no es acaso la salva-ción del hombre a través de este mate-rialismo marxiano el auténtico mito alie-nante que habría que criticar? En defini-tiva, ¿dónde quedan las innegablesnecesidades y potencialidades espiritua-les del hombre? Hoy día, sin duda, elneomarxismo ha avanzado en ciertos as-

1 Las reflexiones sobre la situación delecosistema también se dan en este libro, enun texto adicional de 1989 que se añade altexto central, que es de 1965.

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pectos, pero aún deja de lado el ámbitode lo espiritual (que no necesariamentereligioso, aunque también abandona esereligere del ser humano, ese anhelo in-herente de retornar al origen) y lo psico-afectivo, pues se trata de escuchar lo quesegún Morin es el grito silencioso en lateoría marxista: ¿cómo conducir y reini-ciar la historia del ser humano y su re-lación política con el mundo por su ladobueno? ¿es el marxismo una esperanzapráctica o un sueño mesiánico? Para com-plementar a Marx y su visión materialista,Morin nos propone a Freud, el cual ata-ñe al núcleo psico-afectivo del ser huma-no, aunque el autor considera que tantopara Freud como para Marx el hombre esbueno y malo a la vez.

La explotación del ser humano no sóloresponde a las estructuras productivo-económicas de la sociedad sino tambiéna las estructuras neuróticas de la existen-cia humana. Freud, aunque las estudiacerteramente, desprecia las pulsiones einstintos humanos y según él la civiliza-ción es por naturaleza represiva. Esto noslleva al problema actual del psicoanáli-sis que, tan institucionalizado como está,olvida la dimensión antropológica delhombre y se limita a tratar de adaptar(como el resto de escuelas psicológicas)a éste a la vida social «sana y normal»(entienda el lector de esta crítica un es-pecial énfasis en estas comillas).

Otro elemento de esta base teóricafundamental para el siglo XX ha sido elsurrealismo. Si bien es claramente criti-cable tanto el exceso materialista-exterio-rizante del marxismo (y que lo conecta-ríamos con mucha parte de la corrientede izquierda laicista), como el exceso deintrospectividad de la teoría freudiana yel detenimiento de su base revoluciona-ria en una praxis acartonada de ciertostipos de terapia psicoanalítica, Morinensalza también sus aspectos positivos yel hecho de que ganan mucho ambas teo-rías bajo la condición de complementar-se. Y unida a estas dos visiones aparece

la perspectiva surrealista, que se uniría alas anteriores siempre y cuando se ten-gan en cuenta las críticas pertinentes queel autor le hace. Morin defiende que elsurrealismo implanta algo muy positivo,que es admitir la escasa realidad de lo realy «concebir, a su vez, en su plenitud, larealidad de lo imaginario». El surrealis-mo reivindica la poesía en tanto un ra-dical antropológico, no sólo como formade arte sino también, y sobre todo, comoun estilo de vida, como poesía vivida.Esto nos devolvería a vivir ese todo esposible al que me refería al inicio de estacrítica, a sentir el fluir del río que es lavida, como si fuésemos leyendo y vivien-do un poema, y eso nos ayudaría profun-damente a sustanciar esa cosmovisión queimplica la antropo-política defendida porel autor de este libro. Pero para éste elsurrealismo también peca de excesos,tales como llegar a despreciar y subesti-mar el pensamiento reflexivo y científi-co, partiendo de lo que era un inicialdesprecio por la prosa. El surrealismo,pues, se autoembriaga y deja de atendera la complejidad y seriedad del hecho dela vida. Si bien, el pensamiento nace delsueño, la psique, el subconsciente, su pasoa ser desarrollado y plasmado como lo-gos o discurso requiere la luz del día, lavigilia, y ello nos permite combinar lanoche, el sueño y la poesía junto al día,la vigilia y la prosa, en definitiva, loonírico con lo científico. Así pues, seprecisa un surrealismo que no pierda sunaturaleza poética pero que no nos impidauna visión más reflexiva y científica delas cosas.

Y hablando de ciencia, ¿qué sucedehoy día que toda salvación pasa por laciencia y la técnica? Desde los mass-media, ese supuesto marco de concienciacolectiva que la democracia tanto nosvendió como garantía de contrapoder yque se erige, en realidad, como el máxi-mo poder, se vende la idea de que elmundo ha avanzado mucho y tanto gra-cias a las bondades de la ciencia y la

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técnica. Pero nos podemos preguntar juntoa Morin: esta ciencia, que no controla loque investiga ni por qué lo investiga, quese mueve desregulada, desvinculada de laperspectiva antropológica de la realidad,conducida por manos ciegas que pertene-cen a poderes no elegidos por el pueblo,no democráticos, ¿no nos decepcionadespués de tanto progreso que se nosprometió en su nombre? Ya el autor seadelanta describiendo el hecho de que elpoder, como fuente de tantos conflictos,como anhelo peligroso del ser humano (einherente a él), pasará al mundo de loslaboratorios. Un gran ejemplo lo tenemosen el comercio de las patentes científico-médicas y cómo se comercia en el fon-do con el futuro y la salud de personashumanas.

No ha cesado hoy día de llover esemar de escepticismo malsano que hace delhombre un instrumento al servicio de laciencia y la técnica y no al revés. Perocuriosamente, esta corriente cientificistano es escéptica ante la propia ciencia, ypregunto: ¿no es el escepticismo bienentendido un síntoma de la capacidad deautocrítica? Sí, y esta autocrítica en laciencia, esta capacidad de autoregenerar-se, autoconducirse, es precisamente lo queecha en falta Edgar Morin tanto en laciencia como en el ser humano. Y es quepara el autor, y creo que para toda visiónlúcida de las capacidades y potencialida-des (que ojalá pasen pronto de potencia

a acto, hablando en términos aristotélicos)del ser humano, rechazar los excesos delantropocentrismo no impide aceptar laesperanza, siempre renovable, de ir másallá, de superar al hombre mediante elesfuerzo del hombre; en definitiva, impli-ca admitir que estamos atrapados en unacelda envidiable que nos inserta en unanecesidad a la vez más infantil y evolu-cionada, más natural y civilizada: el amor.

Pues la revolución, nos dice Morin,también es una cuestión del interior delser humano, y esto implica defender lamúsica del sentimiento, pero no despega-da de la reflexión intelectual, la músicaque nos transporta al dulce latido de uncorazón inteligente, un corazón en perma-nente interacción con la mente y el es-píritu del ser humano. El propio amor auno mismo y a los demás, a lo que elcristianismo primitivo denominaba comoel prójimo, como lo innombrable, y elamor a la vida y al planeta tierra nos debeayudar, sin duda, a consolidar esa pers-pectiva de la antropo-política, esa visióninterdisciplinar (como la propia carreraprofesional de Morin) que integre todaslas verdaderas potencialidades del hom-bre, esas posibilidades que no podemosdejar que se escapen de las manos, puessomos seres políticos por naturaleza, y porello, seres capaces de transformar y sertransformados.

IVÁN RISUEÑO