Moria 2012 Sept - Nov

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Frente a mí, se encuentran los tres primeros números de Moria y el esquema de esta nueva edición. Desde hace unos meses me he fa-miliarizado con muchos términos y programas relacionados con la edición de libros que antes desconocía, es decir me estoy formando no sólo en el aspecto literario de la escritura sino también en el editorial. Esto me ha permitido tener distintas proyecciones de lo que quiero de la revista y afortunadamente he encontrado eco en mis compañeros de trabajo. Al final, todo esto no tendría sentido sin aquellas personas que han apoyado nuestro trabajo ya sea en papel o en la página web. Los proyectos artísticos y en sí cualquier proyecto siempre se en-cuentra en un proceso de cambio constante y de crecimiento y eso es lo que les permite sobrevivir para tener éxito. Nosotros, aún con tres años, vamos construyendo esa estructura que nos permitirá funcionar no sólo como una plataforma literaria de calidad; sino que también sea rentable, permitiendo así su supervivencia. Desde el número pa-sado, no sólo hemos buscado que en la publicación convivan sólo autores de casa con los de convocatorias; sino también escritores de trayectoria que muestran su trabajo literario y reflexiones sobre la misma disciplina. En este número, contamos con la participación de dos poetas capitalinos: Iván Cruz Osorio y Max Rojas. Además, iniciamos un diálogo con la literatura cubana contemporánea por medio de entrevistas a escritores cubanos que publican actualmente, sobre todo, fuera de Cuba. La entrevista de este número es a Pedro Juan Gutiérrez, poseedor de una narrativa voluptuosa y dinámica. La minificción es un género que ha ido cobrando fuerza en los últimos años y en este número aparece gracias a Efraím Blanco quien, sagaz y certero, nos ofrece una colección shots literarios. Recientemente, Blanco resultó ganador del XI Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola.Recuerden que para nosotros es muy importante recibir comentarios sobre nuestra publicación, así que esperamos sus correos en [email protected]. También los invitamos a visitar la edición virtual de la Revista Moria que a partir de este número contará con material exclusivo para la web.

¡Gracias!

Yeni Rueda LópezDirección General

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w w w . r e v i s t a m o r i a . c o m w w w . r e v i s t a m o r i a . c o m

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Esta noche dedicadapara los amigos de las cabezas flotantes

y los amigos de los ojos rojos...“Tu cabeza” - La Matatena

(a Michael, El abo, Migue y Jordan)

Desprendo las cobijas de mi cuerpo. Estiro el brazo para ver la hora. Pinche celular, puta madre, se quedó sin pila. Me levanto con el celu-

lar en la mano. Piso el colchón —mi colchón está en el suelo—. Recojo el cable que está en una bolsa extendida sobre el piso, donde coloco libros, plumas, cremas, desodorante. Lo conecto, enciende, miro la hora: 12:17 p.m. Mi cuerpo desnudo está bañado en sudor. Este calorón y yo con tres cobijas. Volteo hacia la puerta de la habitación (tres por dos, tres por dos, tres por dos). Siento una flojera inmensa. Me acerco para abrir, pero veo el colchón. Ocupa la mitad de la habitación (tres por dos, tres por dos). Me acuesto. Desprendo las cobijas de mi cuerpo. Qué pinche calorón. Este so-por. Las cobijas yacen en mis pies, echas bola. Me estiro, casi toco las paredes del cuarto de tres por dos. Tengo la boca amarga. Estiro el brazo. Junto a un tenis negro descansa una pipa; al lado, entre tres libros y una taza llena de refresco, está el encendedor. Así, acostado, volteo la cabeza. Miro los libros a ras de suelo. Jalo la pipa a mi boca, la enciendo. Siento como entra ese delicioso hachís oaxaqueño a mis pulmones (dicen que le funden caucho para rebajarlo). En seis fumadas siento ese efecto rico. Me estiro, me acomodo en posición fetal, hacia el otro lado. Mis pár-pa-dos... Desprendo las cobijas de mi cuerpo, no sé en qué momento me tapé. Jalo la taza con refresco. Bebo. Tiene una mosca. La retiro y bebo. Está calientísimo. Hace mucho calor. ¿Y ese pinche celular? allá, en la bolsa, junto a las cosas, cargándose. Me pongo de pie, voy al celular: 3:00 p.m. Es tardísimo. Recojo la pipa. La enciendo. Fumo. Estoy desnudo. Decido volver a colocarme sobre el colchón. Me acomodo en posición de loto. Manos al frente, a la altura del pecho, sobre el regazo. La derecha encima de la izquierda, los pulgares frente a frente, apenas sintiéndose. Cabeza algo inclinada, ojos entrecerrados. Nariz, aire, nariz —pienso en el aire pasando por mi nariz—, aire, nariz —quiero fumar más—, aire. Me da sueño, no puedo meditar, ya me voy, ya me voooy, ya me… Tengo hambre. Me acuesto. Desprendo las cobijas. Me levanto rápidamente. Me acerco al ce-lular, que sigue cargándose. Veo la hora: 5:38 p.m. Doblo las cobijas rá-pidamente. Qué calor. Me siento sobre ellas. Halo la pipa. Enciendo. Este quinto piso, esta vista parcial de la ciudad, esos techos... Me levanto, abro la puerta de la habitación: silencio infinito. Avanzo a la cocina. Todo es como un sueño. Sobre la estufa hay sopa en una ollita de aluminio. Tomo una taza del fregadero, la menos sucia. Vierto algo de sopa. La bebo. Me sirvo más. Regreso al cuarto por refresco. Otra mosca. La retiro. Bebo. Recojo la pipa y vuelvo a fumar. Me acuesto. ¡En la madre! Miro el reloj: 7:53 p.m. Ya se me hizo tardísimo. Recojo mis cosas de la bolsa extendida sobre el suelo. En el morral meto

Juan Andres Herrera Aceves`

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un libro, la cartera, una pluma, un cuaderno. Desconecto el celular. No lo vi antes, tengo un mensaje. Víctor viene para acá. Chingada madre, todo por quedarme dormido. Y es que este celular no suena. Me tiro sobre el colchón: La pipa, la lumbre, el aire, el humo.8:18 p.m. Suena el timbre.—¿Quién?—Víctor.Me acerco a la puerta. No tengo la llave.—Ya voy, espérame. Corro a la cocina. La desesperación me besa. Me acaricia las pier-nas el ansia. Junto a una cucaracha muerta, al lado de la estufa, están las llaves. Me acerco a la puerta. Abro. Víctor con sus casi dos metros de altura me entrega una bolita de unos 2 cm. de diámetro, café oscura, tirándole a rojiza, ¿o parda?, envuelta en plástico. Un opio rico. —¿120?—Ni madres, sabes bien que si vengo yo son 150.Saco el dinero de mi bolsa derecha. Ya sólo me quedan 70 pesos. Pero no importa, puedo dormirme para no comer. Me siento en la sala. Los cojines están sucios. Hay ceniceros, aluminio quemado cortado en rectángulos, tubos de bolígrafos como po-potes, encendedores vacíos, quemados hasta botar la piedra y soltar la rueda. Pellizco la masa café-parda ¿o rojiza? Coloco una bolita en un nue-vo rectángulo de papel aluminio. Lo quemo del lado opuesto para que se vaya lo tóxico. Llevo un popote a mi boca, el otro extremo queda encima de la bolita. Enciendo bajo el aluminio. La bolita hierve, corre sobre el papel. La sigo con el tubo de bolígrafo. Aspiro el humo de su hervor. La candidez penetra mi cuerpo. Si alguien estuviera aquí y me preguntara si ya me “puso” yo voltearía a verlo con cara caída; sabría que tengo todas las explicaciones en la cabeza, lo amargo, la negación, el decirle “estoy opio, no ido...” pero prefiero evitarlo. Mis fuerzas, mi… ah, no tiene caso. Sólo muevo la cabeza negativamente, digo que no con palabras y sí salen ¿o no? ¡No!, no digo, sólo meneo la cabeza. Bueno, eso si estuviera al-guien. Me voy al cuarto. Miro el morral con sus planes conservados en tedio. Al lado, el celular. Lo llevo junto a la almohada, me acuesto: la pipa, el encendedor, más hachís: el aluminio, el popote, la lumbre, más opio: el humo, el placer. Me acuesto sobre el colchón. Miro el reloj: 1:43 a.m. Es muy tar-de. Tengo que dormir.

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—No se acerque a su casa en las noches, hágame caso. Cuando tuve que ir a pedirle agua de su pozo, vi como se estaba haciendo unas

alas con metate. ¡Con esas vuela! Yo sé lo que le digo.—¿Cómo va a creer esas cosas Doña Chole? Está bien que soy fuereña pero no es pa‘ tanto. Doña Chole me miró molesta, refunfuñó no sé qué cosa al darme mi atole de ceniza y mi par de tamales. Le pagué con cambio, ya ni me vol-teó a ver, sólo siguió caminando con su carrito de súper en donde llevaba su olla de atole y de tamales, más delante de la terracería la pararon tres chamacos para comprarle algo más. Yo llegué hace poco, unos cuatro o cinco meses quizá, venía esca-pando de la ciudad, del tráfico, del ruido, de mi familia, de los fantasmas. Me encontré por casualidad en este pueblo, me gustó desde que lo vi junto a la carretera., sus bardas blancas y roídas, sus calles polvosas, sus niños jugando en las esquinas, el campo, el estanque que alguna vez fue río y allí, bajando del camión la vi por primera vez. La Mariposa —le dicen— tiene un par de trenzas enormes ador-nadas con más de una docena de moños de distintos tamaños y distintos colores, es una anciana recia y erguida que porta con orgullo sus vestidos volados y los pliegues de su fondo, tiene la boquita pintada y los ojos brillantes. La miré curiosa, me devolvió la mirada y me sonrió, con su desdentada sonrisa. Coqueta la mujer.Ella es una de tantas bellezas que tiene este pueblo olvidado por Dios y el gobierno. Decidí quedarme por un tiempo, renté una casita con un pe-queño jardín que tiene vista a las parcelas, y me instalé. Inmediatamente me dediqué a recorrer el pueblo y a recoger sus historias, afuera de la iglesia tienen la estatua de un cura al que dicen las señoras que se le apareció la virgen, pero los campesinos me contaron otra cosa. Cuando “el Tata” comenzó a repartir las tierras, el curita los amenazo con descomulgarlos por comunistas, por temor muchos prefirieron quedarse sin tierras y seguir siendo peones. —Pinche curita. No se crea señorita, siempre he tenido ganas de pintar su estatua, pero por respeto a mi señora me quedo con las ganas.Me costó mucho tener mis tierras por su culpa. “El Charro” es un campesino de la vieja escuela, panzón, colorado por tanta chinga bajo el sol, de esos que siempre traen una paja en la boca y sólo se la saca pa` empinarse la botella al atardecer bajo los ahuehue-tes, que es el punto de reunión de los viejos. “El Charro” es muy platicador, él me ha contado de todo, una vez hasta me dejó manejar su tractor, pero a escondidas porque “las viejas” no están hechas para estas cosas. Cuando le pregunté por La Mariposa se quedó callado, me miro bien serio y nomas me dijo:—Tenga cuidado con ella, es una bruja. Si quiere saber de La Mariposa, no

Paola Klug

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me pregunte a mí, yo no sé de ella, pregúntele a Chole la de los tamales, ella es su vecina. Y le hice caso, pero Doña Chole salió con el mismo cuento. ¿Cómo chingados se hacen alas de petate pa’ volar? —Me pregun-té durante días—. Sabía que la única que me podría responder eso era la misma Mariposa, así que tomé mi cuaderno de notas, mi cámara y el mo-rral, también pasé a la panadería y compré una cajita de “ingleses” —unos panecitos largos muy famosos por acá— y me dirigí hacia su casa.Había mucha gente en la alameda, apenas se estaban quitando los puestos del mercado, esquivé los huacales de jitomate y de cebolla, y a dos o tres mujeres rechonchas con sus bolsas de mandado llenas de un lado y sus chamacos del otro. Me fui por el camino rural, me detuve unos minutos admirando una parvada de mirlos en el trigal y continúe. La casa de la Mariposa estaba a unos metros. Cuando llegué, La Mariposa me esperaba afuera. Estaba sentada sobre el tronco hueco de un ahuehuete con su costura en las manos, eso sí, con sus cabellos bien trenzados y adornados por sus moños. Por aquí y por allá habían gallinas recorriendo el patio hasta llegar al pozo. —Te tardaste niña, el café ya se enfrió, voy a calentarlo de nuevo, quédate allí sentadita.Pausa.¿Cómo diablos? ¿Cómo sabía que venía para acá sino se lo dije a nadie? Regresó con dos tazas de café humeante. —¿Tienes listas tus preguntas niña?—Yo…pero…—¡Vamos! que no tengo todo el día. ¿Qué es lo que quieres saber de mí?—¿Honestamente? Todo, usted es una mujer fascinante y hay muchos ru-mores sobre quién es y qué hace. Me da curiosidad.—La curiosidad mató al gato—. Sonrió mirando a las nubes rosas que es-taban flotando en el horizonte mientras tomaba con sus arrugadas manos un pan de la caja.—Mi nombre no importa, soy mariposa, nací aquí mismo hace 77 años, fui hija, hermana, esposa y madre. Pero todos se me adelantaron. Me quedé nomas conmigo y con mis gallinas. A mi esposo le gustaba verme arregla-da, decía que yo era muy bonita. Por eso ando así niña, para que donde esté él me siga viendo linda y sonría como yo sonrió al imaginármelo viéndome. La gente dice que estoy loca porque no me ve triste, a la gente no le gustan las personas felices…Sonreí yo y la tarde comenzó a caer. Los minutos pasaron volando por la conversación, que si el molino y el nixtamal, que si las alas de petate, que si los chismes, que si el pueblo. Llegó la noche.—Te quedarás aquí niña, a esta hora es peligroso andar por los caminos, andan las chirrioneras buscando ratones.No me dejó responder. Me llevó dentro de su casa, sacó un par de cobijas de lana y las dejó sobre un viejo sillón. —Acuéstate allí y duérmete ya. Buenas noches.—Buenas noches. Horas después comencé a escuchar ruidos extraños, aleteos, me asomé por todos lados pero el sonido venia de su cuarto, abrí la puerta despacito, prendí la luz y me espanté al ver una mariposa negra revolo-teando entre sus moños. ¡Pero Doña Mariposa estaba tirada en el suelo!

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—¡Mariposa despierte! ¡Mariposa! Estaba allí, con sus cabellos canos destrenzados, sin sus moños, sin sus labios pintados, pálida, rígida, pero sonriente.Salí corriendo a buscar a Doña Chole, sus hijos fueron por los ministeria-les. No había nada que hacer. Me tomaron mi declaración y me dejaron ir, Doña Chole se quedó conmigo toda la noche en mi casa. Sólo me atinó a decir:—Te advertí que no te acercaras, lo mismo hizo su madre, su padre, sus hijos. Todos se iban por las noches y volaban hasta que no pudieron regre-sar a su forma natural más, con ella hoy. Son brujos, todos ellos lo eran.Me quedé dormida. Al despertar había una caja sobre mi cama, la abrí, había un moño rojo y una nota que decía: Te quiero ver bonita niña. Sonreí. Ahora yo tejo el petate…

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Son varias las razones por las que un libro como el Archivo Lowry, de Raúl Ortiz y Ortiz (Instituto de Cultura de Morelos, 2011) trasciende

las circunstancias temporales de su publicación. El motivo principal es que este libro representa un nuevo acceso a la obra del autor de Bajo el volcán que sirve para dar otra lectura a ciertos aspectos de esta novela tan importante para México.

Malcolm Lowry (1909-1955) es el tipo de novelista que logra dar en sus libros una experiencia de lectura orgánica en estrecha relación con su experiencia vital, lo que lo ha mantenido vivo en el interés de sus lectores no sólo por su calidad literaria, sino también porque pa-rece mostrar siempre un ángulo nuevo desde dónde observarlo a él y a su obra. En este sentido, “Bajo el volcán”, el cuento que Lowry escri-biera en 1936, en su primera visita a México, es un punto de quiebre a partir del cual cambiará toda su obra narrativa. Escrito a partir de una experiencia personal, la narración puede verse como algo más que la denuncia de un hombre muerto a la orilla de la carretera, circunstancia que será el germen de una cantidad de rasgos que más adelante Lowry desarrollaría a plenitud en su gran novela y en obras posteriores como Oscuro como la tumba donde yace mi amigo y La mordida, al igual que en muchos poemas de tema mexicano. Se trata del famoso capítulo VIII, del que el mismo Lowry había dicho a su editor Johnathan Cape en 1946: “…pienso que se trata de uno de los mejores capítulos; a pesar de que requiere una lectura cuidadosa, el lector quedará recompensado. El hom-bre que muere en el camino junto al caballo herrado con el número 7, es, por supuesto, el individuo que habíamos visto sentado en la pulque-ría en el IV, que ha aparecido cantando en el VII cuando el Cónsul se identifica con él. Es evidentemente la humanidad entera que agoniza…”

En 2006 el Instituto de Cultura de Morelos publicó en un peque-ño volumen el cuento “Bajo el volcán”, traducido por Raúl Ortiz y Ortiz, quien es también el traductor de la novela, con un ensayo del novelista mexicano Juan García Ponce. Ambos textos habían sido publicados por primera vez en el número monográfico que organizó Jaime García Terrés en la Revista de la Universidad, como un homenaje al escritor inglés en noviembre de 1964 para celebrar la traducción de Bajo el volcán, publica-

Marco Antonio Cuevas

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da por la editorial ERA. A partir de la edición del cuento en 2006, en el estado de Morelos y en particular en el Fondo Editorial del ICM, ha habido un renovado interés por publicar nuevos materiales de la obra de Malcolm Lowry y dar a conocer facetas poco conocidas de su obra y su persona.

La elaboración de un libro como el Archivo Lowry implicó diversos trabajos y la participación de varias personas. A partir de una idea que se fue modificando a medida que se elaboraba el libro, al tiempo que iban apareciendo nuevos materiales en los archivos del maestro Raúl Ortiz y Ortiz, el resultado acabó siendo muy distinto de la propuesta inicial. Como participante en la elaboración de este libro, además de haber tenido un peculiar acercamiento a la obra de Lowry debido a las circunstancias de edición, pude darme cuenta del enorme trabajo que hubo que realizar para llevar a cabo un libro como éste, en el que todo un grupo de gente participó en la consecución de una cantidad de aspectos convergentes.

En primer lugar, cabe mencionar el trabajo que el poeta Alfonso D’Aquino realizó en la coordinación de los distintos aspectos que estuvie-ron en juego para la consecución del libro: desde el impulso inicial para llevar a cabo esta edición, la asesoría en cada uno de los trabajos técnicos, hasta la realización del diseño editorial, en el que cobra relevancia lo que podríamos llamar el montaje de los distintos materiales que componen el libro. Por su parte, Ángel Cuevas, coordinador editorial del Instituto de Cultura de Morelos, y quien ha estado encargado de organizar y clasificar los distintos materiales que componen el archivo del maestro Ortiz y Ortiz, hizo de ellos una selección de los más atractivos para armar, escribió las notas a la correspondencia entre Margerie Lowry y Ortiz y Ortiz y elaboró la bibliografía y la cronología de Malcolm Lowry. También contribuyeron de distinta manera las siguientes personas: Francis Marmandre y Carlos Miranda, en las entrevistas hechas a Raúl Ortiz y Ortiz; Bob Schaljkwijk, con las fotografías de distintos sitios de Cuernavaca; Óscar Menéndez, con los fotogramas de su documental Malcolm Lowry en México (1987). En la parte técnica se contó con la colaboración de Julia Jayme en la digita-lización de manuscritos y con la de Elvia Campuzano en el retoque de las imágenes. Asimismo, cabe señalar que la traducción de la correspondencia entre Raúl Ortiz y Ortiz y Margerie Lowry fue realizada por Ezequiel Ra-mos Aparicio. En cuanto a mi participación, además de encargarme de los aspectos técnicos de formación y cotejo de los materiales, trabajé como asistente de D’Aquino en las distintas etapas del proceso editorial, entre las que destacan la selección y la organización de los textos y los mate-riales gráficos a fin de diseñar con todos ellos el libro tal y como quedó.

Cabe señalar que el Archivo Lowry, publicado dentro de la serie La Sombra del Viajero, participa de las características que dicha colección impulsa desde hace más de tres años al publicar obras poco conocidas de escritores mexicanos y extranjeros que han vivido en el estado de More-los, presentando junto con ellas, textos indirectos y materiales gráficos que de otra manera seguirían permaneciendo ignorados y volviendo a poner en circulación a sus autores en el panorama editorial actual. Así,

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los títulos que la componen van abasteciendo una llamativa y acertada serie de libros sobre tema mexicano: Homero en Cuernavaca, de Alfonso Reyes, Gethsemani Ky, de Ernesto Cardenal, Pueblo rechazado, de Vicente Leñero, Un drama en México, de Julio Verne y Fascinación por México, de Gutierre Tibón, así como la primera edición de El Zarco, de Ignacio Ma-nuel Altamirano en Morelos. De esta forma, Archivo Lowry integra casi todos los registros que un lector contemporáneo requiere para enriquecer su experiencia de lectura: evidencia documental de la labor de traducción al español; herramientas bibliográficas para acercarse a su lectura; entre-vistas; una nutrida sección iconográfica e incluso, debido al montaje de los materiales, una trama novelística latente.

Además del deleite que implica la lectura y el acceso a ciertos documentos y materiales de la célebre biblioteca del traductor de Bajo el volcán, el Archivo Lowry abre algunos grados más el ángulo de perspectiva con que se lee la obra del escritor inglés en nuestro país. Este impulso editorial va rindiendo frutos al marcar una pauta que ha derivado tanto en la reanudación de la entrega del premio de ensayo “Malcolm Lowry” (interrumpido desde 2006), como en la publicación de distintos libros, como es el caso de Cuauhnáhuac: el bosque de símbolos (ICM, 2009), de Francisco Rebolledo y la publicación de México y otros infiernos (ICM, 2011) integrado por poemas de Lowry de tema mexicano en una edición bilingüe traducida por el novelista Juan Tovar. A los libros publicados se suman diversos proyectos en proceso que prometen seguir sorprendiendo a sus lectores con materiales desconocidos del escritor inglés durante sus distintas estancias en México, tanto en Morelos como en Oaxaca.

El logro de los editores ha consistido en haber hecho que los materiales no sólo tomaran la forma de libro sino que además fuera un volumen que se puede leer como un archivo real dentro de una dinámica de documental cinematográfico, que ofrece tanto nuevos acercamientos a aspectos ignorados de Lowry y su obra, así como momentos enigmáticos que invitan a su relectura, haciendo eco de recursos novelísticos que enla-zan de manera inusitada los materiales. En este sentido, el Archivo Lowry es fiel al trabajo creativo y editorial que el escritor inglés dedicaría a su principal novela, quien decía a su editor Johnathan Cape que Bajo el vol-cán lo había “diseñado, contradiseñado y soldado de tal modo que puede leerse un indefinido número de veces, sin agotar todos sus sentidos, su drama o su poesía…”.

Archivo Lowry Raúl Ortiz y Ortiz Instituto de Cultura de Morelos, 2011 p.p.288

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Parece inevitable hablar de Cuba en términos políticos. ¿Dictadu-

ra o utopía comunista? El extran-jero siempre dubitativo sobre la verdadera realidad de Cuba busca sumergirse en el mundo fuera del sector turístico, en el bajo mundo. ¿Creerle a los disidentes que desde Miami critican a Castro o a los que desde Cuba celebran una y otra vez la Revolución? ¿Será la literatura cubana una forma de acercarnos a la realidad de la isla caribeña? Si la aproximación ocurre a través de los libros de Pedro Juan Gutiérrez (Ma-tanzas, Cuba, 1950), quizá entenda-mos mejor la idiosincrasia del cu-bano, pero sobre todo, romperemos ese cerco mental de pensar en el cubano como un ente político (que lo es), sino como un humano, sujeto a arquetipos universales de gozo y dolor. El verdadero cubano que ca-mina todos los días por las calles de La Habana, que sufre hambre y marginación, que vive al límite de sí mismo como ser humano, más allá de su nacionalidad, pero también sujeto al gozo del sexo, el desen-freno y la fiesta –única escapatoria de la realidad- que identifica a to-dos aquellos que vivimos cerca del trópico. Conforme más caliente sea la tierra, más propensos al ocio y menos dados al trabajo serán los hombres. Pero, ¿quién es Pedro Juan Gutiérrez? Quien no lo haya leído, no sólo se pierde a una de las na-rrativas más explosivas de la actua-lidad sino que ha dejado un hueco en blanco en la historia moderna de la literatura latinoamericana, un hueco que merece ser rellenado de

inmediato. “Periodista, poeta, pintor, experto en helados, comerciante, aventurero, voyeur, incitador, de jo-ven, desenfrenado y caribeño, son algunas de las facetas de Pedro Juan, autor, entre otros títulos de la denominada “Trilogía sucia de La Habana” (Anclado en tierra de na-die, Nada que hacer y Sabor a mí), publicada por la célebre editorial española Anagrama. Ahora se dedi-ca sólo a pintar y escribir en Cen-tro Habana y se acerca, según sus propias palabras, “lentamente a la serenidad”. Considera una imbecili-dad propia de mediocres llegar a la vejez siendo un paranoico desequi-librado. Piensa que con los años se debe ganar en elegancia, distancia-miento, cinismo y libertad interior, junto con el cultivo del amor y la compasión y la destrucción total de todos los mitos y prejuicios de la modernidad. Le apasiona la idea de llegar a ser un anciano como aque-llos poetas zen de China y Japón que se retiraban al campo, se ale-jaban de todo y llevaban una vida ascética y en paz hasta el último minuto. Un escritor siempre se des-dobla una y otra vez”, dice Pedro Juan en la portada de su página de internet. Sumergirse en su biografía es igual de intenso que leer cual-quiera de sus libros. Vivir al límite, al borde del abismo, como él di-ría, es lo que hacen sus personajes (como lo ha hecho el mismo). ¿Pero no es lo que hacemos todas las personas, todos los días de nues-tras vidas? Es verdad, sólo que no lo sabemos, no somos conscientes

Davo Valdes de la Campa`

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de lo cerca que estamos del abismo más profundo. Pedro Juan Gutiérrez convierte esos abismos en literatu-ra y de algún modo convierte para los lectores todo ese sufrimiento en un placer, en uno que duele tam-bién pero que vivimos a través de la piel de otros personajes. Pedro Juan hace visible el despeñadero de la condición humana y nos revela que el abismo no es lo peor de todo sino no saber que uno ya está ahí y no hay forma de salir. Para este número de aniver-sario de Moria, Pedro Juan accedió a contestar una serie de preguntas sobre su obra mientras viajaba por Europa. He aquí el texto íntegro. D: Afuera de Cuba es un escritor de culto y ha cosechado buenas crí-ticas, ¿cómo vive dentro de Cuba este éxito, cómo te trata la gente (a la que usted asegura “chuparles la sangre” para contarlas en sus obras)? ¿Sus libros editados han influido en su trato con las demás personas? Recuerdo haber leído en alguna parte que una colega suya después de leer un libro suyo em-pezó a temerle. ¿Cómo reacciona la gente cubana cuando se identifican en sus libros? PJ: Hay de todo. Algunos son más ingenuos y se lo creen todo. Otros se divierten. Otros se molestan o consideran que lo que hago no es literatura. Otros consideran que soy un escritor extraordinario. En fin, da igual, un escritor hace lo que puede. Y si es sincero y decidido siempre lo van a amar y a odiar sin términos medios.D: ¿Qué considera usted literatura vital? ¿Por qué los latinoamerica-nos la escriben y los europeos no? PJ: En los países pobres la moral, la ética, funcionan de otra manera. En ciudad México por ejemplo, una persona que está todo el día en la calle vendiendo algo tiene una mo-ral diferente que la gente de clase media, profesional, con la vida más o menos resuelta. En este momento estoy en Madrid y a dos pasos del hotel hay unas putas ya de 50-60 y

hasta alguna de más de 70. Deben ser muy baratas. Y las observo. Los clientes son repugnantes. ¿Cómo es la moral y la ética de esas mujeres? Eso es lo que me interesa indagar en mis libros: el lado oscuro, la gen-te más machacada.D: ¿Por qué cree que la literatura estadunidense ha influido más que la cubana barroca en su obra? PJ: Hay algunos escritores nor-teamericanos que trabajan su idio-ma de un modo muy directo, muy sencillo. Eso me interesa. El español ya de por sí es amplio y barroco. Un idioma complejo. Me gusta escribir muy directamente.D: ¿Cuál ha sido su relación con el fantasma de Hemingway, escritor estadunidense que vivió sus últi-mos años en Cuba? ¿Ha visitado La Vigía, cuál ha sido su experiencia? PJ: Ya eso pasó hace años. Cuando tenía 20 y pico de años iba mucho a La Vigía. Tuve un romance hermo-so con una muchacha que trabajaba allí. Y yo imitaba a Hemingway en todo. Cosas de joven. Me he leído sus cuentos 300 veces. Son mara-villosos.D: ¿De escritores latinoamericanos a quiénes consideras influencias tuyas? ¿Quizá a Artl?PJ: ¡A Julio Cortázar ante todo! Y a Juan Rulfo, ¡por dios! Después a Nicanor Parra, y, creo que ya.D: ¿Tiene contacto con escritores jóvenes cubanos que busquen se-guirlo o aprender de usted?PJ: Relaciones de amistad, no de maestro ni de pandillitas ni de ma-fia. Me joden mucho las mafias. Y yo (de joven) jamás le enseñé un texto mío a un escritor para pedir opinio-nes. Eso es como si le preguntaras a alguien: ¿Debo ser ateo o creer en Dios o en Buda? Son cosas que tiene que descubrir uno por sí solo.D: Pedro Juan, personaje, Pedro Juan, escritor, Pedro Juan, pintor, Pedro Juan, hombre ¿Cómo convi-ven? ¿Son facetas que se comple-mentan o buscan destruirse entre sí? Escribir para ti a veces repre-

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*Nota para el lector: El llamado cuestionario Proust recibe su nombre porque al parecer el primer “famoso” que respondió a este listado de pre-guntas fue el escritor francés Marcel Proust (1871-1922), que lo encontró en un “álbum de confesiones” de su amiga Antoinette, hija del Presidente de la República de Francia, Félix Fauré. Proust respondió a este cuestiona-rio varias veces en su vida (a los 13, a los 20, etcétera), siempre con gran entusiasmo. El periodista galo Bernard Pivot utilizó este cuestionario para entrevistar a sus invitados en el programa Apostrophes y el presentador y poeta norteamericano James Lipton hace lo propio, con una versión adaptada en Inside the Actors Studio.

senta un acto de desgarramiento ¿Qué es pintar para ti? PJ: Escribir siempre ha sido doloro-so. Por ejemplo no puedo leer Trilo-gía sucia de La Habana ni El Rey de La Habana porque sufrí tanto escri-biendo esos libros que los detesto. No quiero verlos delante de mí. D: Resulta curioso que sea un es-critor cubano que no le guste la política ¿desencanto?PJ: Sí, desencanto total con la polí-tica. No creo que los políticos pue-dan hacer nada por la humanidad. Nada.D: ¿Cómo ha cambiado Cuba desde que Raúl Castro asumió el poder de la isla? PJ: Ha cambiado un poquito. Es me-jor así. Debe ser un proceso lento y cuidadoso, sin precipitaciones.D: En una entrevista del 2010 leí que llevabas ocho meses sin tomar una gota de alcohol ¿sigues así?PJ: No, eso fue una cura de caballo que hice a partir del 16 de nov. de 2006. Y en el 2007. Ya cuando lim-pié me tomo una cerveza, un trago de whisky, pero con moderación. Y dejé de fumar, para no morirme. D: ¿La literatura es sanadora o des-tructiva? PJ: Es muy destructiva para el es-critor y maravillosa para el lector.D: Tu narrativa es vertiginosa, cíni-ca, agreste, violenta ¿Por qué?

PJ: Quizás yo soy así. No sé bien. Nunca me he planteado así las co-sas. Creo que escribo de lo que pue-do y como puedo. Pero no me gus-tan las tonterías ni el almíbar.Finalmente, si me lo permites me gustaría que contestaras las pre-guntas al cuestionario de James Lipton basado en otro de Bernard Pivot y denominado Cuestionario Proust* ¿Cuál es tu palabra preferida? Amor¿Cuál es tu palabra menos preferi-da? Odio¿Qué es lo que te enciende? La gente, los amigos¿Qué es lo que te apaga? La sole-dad¿Cuál es tu maldición/insulto favo-rito? Una sonrisa¿Cuál es el sonido que más te gus-ta? El agua, las olas en la orilla de la playa¿Cuál es el sonido que más detes-tas? El de las grandes ciudades¿Qué profesión distinta a la tuya, te agradaría desempeñar? Arqui-tecto¿Qué profesión no te agradaría desempeñar? SepultureroSi el cielo existe ¿qué te gustaría que Dios te dijera al llegar a las puertas del cielo? Bienvenido.

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[…] porque todo es falso pero nada importa,nada, en verdad, puede cocerse después

de que se apagan las hornillas y queda un ruido sordo,un crujimiento de determinados huesos, ciertas señales de feroz batalla,o algo que quedó como rescoldo de un combate que hubo hace ya tiempo,cierto calor que se volvió a lo frío,cierta disposición a que lo frío se quede siempre frío,siempre atarantamiento que parte de lo frío y da la vuelta al mundo,siempre generación de cuerpos que ambulan en lo frío,disfrutan de lo frío como un hospicio frío que escandaliza porque hace mucho fríoy patea las corcholatas que dormitan en las calles para darle un poco de calor a sus rodillas, la vieja mortandad,el paso lento de los muertos y sus espejos que chamuscan los cadáveresy los convierten en un montón de polvo tenebroso,ceniza agujereada por tanto tiempo acumulado en lo que queda de osamenta,la poquedad de huesos que tristean su actual estado mísero,tristeza osificada por tanta antigüedad como les llueve encima,tanta lluvia a la mitad de tanta incertidumbre, tanto riesgo que se corre al caer enamorado como bulto que se cae de tanto perseguir al sueño, no alcanzarlo,subir hasta lo alto y devenir barranca abajo,tropezar con lo mojado de la muerte y luego irse a la búsqueda de un cuerpo,un horizonte que se fue o estuvo cuando ya no era tiempo de llegar pero, tampoco, de irse y queda sólo lo dejado, lo imposible de que lo que estuvo atado pudiera desatarse sin dejar lastimes, heriduras,desgarrones que no hay modo de arreglar bajo ninguna circunstancia

Max Rojas

-fragmento-

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o los mejores implementos de mejora que pudieran conseguirse en el mercado negro,reparadores del espíritu con refacciones nuevas pero los viejos almatrostesya no soportan ni el menor arreglo y nace un muerto al que nadie invitó a su último festejo,la borrachera última de su estadía terrestre,el fin de todos los finales que llegan de repente y arman un apoteósica final en el que todo el mundo queda descontentocomo metal profundamente espirituoso que se embriaga de su propio elixir y no comparte ningún sueñoo petición de mano a cuerpo que lega sin sus brazos, sin sus piernas,armazón enteca o maniquí que no pretende conquistar el corazón de nadie,todo es falso pero, en ocasiones, lo cierto se pone sus anteojosy todo adquiere visión de catacumba,mirada de inaudito despojo de las formas reales que se encubren mutuamente,las tremendas fechorías que pasan de una culpa a otra sin que medie algún espejo,alguna potestad divina que intervenga para impedir que los obstáculosse pongan a mitad de los caminos e interrumpan el tránsitode cuerpos que quieran trasladarse de una puerta a otra,agua santa vaciada en otras cuencas, otras latitudes,otras navegaciones en medio de un diluvio interminable,una caída diluvial que anega muchas superficies planas,manantiales desde hace mucho secos y que deben de seguir estando secosal cuidado de vírgenes erosionadas por los líquenes que les escurren por el sexoy que reparten los oráculos como si fueran alimento en lata,lecho en polvo del seno de espíritas mujeres de senos flácidos, etéreos, un solo asesinato,uno solo, pero siempre el mismo y siempre un largo y prolongado aullido de mujerque desespera de muerte pasional y tormentosay el homicida siempre el mismo torvo caballero de mirada ausente,siempre el mismo pedazo de carbón que se atora en la garganta,la misma piedra y el mismo tropezón para volver al mismo puntoen que se tuercen las llegadas, igual felicidad entristecida,

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todo es tibio, pero amanece muy temprano y anochece prontoy nadie sabe por qué las puertas siguen tercas en no abrirseo son puertas que se abren pero dan hacia un abismoque ya perdió su fondo y se prolonga a lo vacíocomo historia humana, o historia de los cuerpos siempre tibios, serios,inmersos, a su vez, en una historia tan patética como hospital sin nadie enfermo adentrogritando en los pasillos por una transfusión de sangre,un tanque de oxígeno porque al amar se asfixia uno demasiado,un quirófano para invitarlo a un desayuno o un cuerpo en busca de una carne en donde sujetarse, ser más cuerpo,ser conciencia que tacta hacia los otros cuerpos,las hendiduras que sobresalen de la noche como ángeles heridos por la muerte,máscaras que se refugian en un tonel de vino rancio y beben hasta que se agota su dosis de locura y mueren,se convierten en líneas catalépticas descoloridamente mustias,colgajos de un mecate que apenas los aguanta,soporta su cordura de animal que se metió en un laberinto y no sabe cómo hacer para escapar del escenario, salir de la tramoya,huir del argumento del salmo que compusopero que ya es el redoble de un tambor que suena bajo tierra y casi no se oyeo un relincho sepulcral al que tampoco le hacen mucho caso, como cuerpo de mujer que llega por la niebla, pero no lo dice, se lo calla,se lo oculta tan celosamente que el amante no presiente que la amada ronda cerca, forma frágil que se ata a los cristales y aumenta su volumen como esfera en pleno crecimiento, pleno gozo,plena seguridad de que lo circular batalla contra el tiempo y gana,triunfa casi siempre sobre el malhumor del tiempo,su histérica manía de querer adelantarse a todo, creerse que es la Historia y que el reloj le guarda las espaldas, consciente sus caprichos, le cura las heridas,la honda cicatriz que el tiempo va dejándose a sí mismo clavada en las costillas, los fémures quebrados,rostro ambiguo capaz de organizar el sufrimiento

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y distribuirlo en proporciones más o menos grandes,tristes/divertidos, sensatos o insensatos, lógicos o absurdos,inesperados o esperados desde hace mucho tiempo y que llegan con un retraso largo, ya casi no esperado y que aparece como un sufrir sin causa alguna o sufrir tan levemente que casi no se sufra,se muera amenamente como en pompas fúnebres de un circo que se cae de viejo,que no entretiene a nadie con sus tristes payasitos que desinflan globosy se elevan a los cielos montados sobre ellos

en busca de los cuerpos,

Navegué toda la nochecon la mirada fija en los días por delante,

con el miedo apretado en los puños.

Algo de la Tierra que dejé atrásha labrado mi sombra y mi abismo,y aún no sé de qué patio,de qué puerto sin brillo partícon los sueños desvanecidos.

Pero sé que no habrá regreso,porque nadie vuelvepara atizar los rescoldosde su propia ceniza.

Ivan Cruz Osorio`

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Los libros más viejos se reúnen cada noche y toman entre sus

manos a pequeños humanos empol-vados. Soplan sobre ellos y luego los comienzan a leer antes de irse

a dormir.

La esdrújula sufrió un infarto agudo

al corazón. Se repor-ta grave. Qué ironía.

La revolución de las letras comen-zó a causa de una eñe perdida.

La comisión encargada de investi-gar el asunto encontró culpable al escritor. Al grito de ¡ni una más! co-menzó la guerra en busca del punto

final.

Existe un mundo donde cada ser y cada cosa nacen con su nombre

escrito en la espalda. Sólo puede ser leído por otros. Algunos mueren sin saber nunca quiénes son. En ese

mundo nadie sabe hablar.

Un hombre lee toda su vida de ca-beza. Una mañana, harto de em-

pezar siempre por el final de cada libro, decide leer de pie y llora con esos principios tan vacíos y desola-

dores, donde nadie muere.

Había una vez un libro que contaba la historia de un li-

bro que comía libros. Los libros devorados contaban la leyenda de un libro que vomitaba libros.

Efra m Blanco`

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Los cuervos azules me sacarán los ojoscuando mi cuerpo esté a solas y aún no haya muerto

En medio del desierto, de la continuidad meditabunda,se alzarán las voces de los que han dormidoy volará el poema al cielo nocturno con alas de olvido.

Los ojos cerrados y los oídos bien prestos,las tumbas abiertas y las memorias despiertashablarán de los ecos, de los versos sin viday hablarán de los mares que una vez parpadeaban.

Todo quedará en minutos de olvido y por fin sin ojos miraré hacia el cielo.

Ya no existirán la muerte, ni los cuervos,ni los ecos, ni los mares;pero vendrá un viento perdidoque levantará el polvo y entre muchos instantes de sus ojos vacíos,mirará lo que ha sido y dirá con sus labios:El fin siempre fue el principio y el principio es hoy,ayer era el caos y del caos nació la vida.

¡Vuélvase, pues, el final en principio!

Diana Alejandra Octaviano Lozada

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Arrastro las noches en las hilachas de mis jeans.Llevo días sin bañarme. Soy gris

animalito gris.Sucia, sucia noche, vas debajo de mi cuerpono tienes idea de que me importastanto como los chanchitos de tierra.

Una vez me enamore. Dos veces me dijeron no.Sólo una vez yo dije no.

Mis zapatos son voz en la noche paralos hombres solos y corro

corro corro fibra y delgadez, amargura y desamor,hasta ser la mezcla perfecta del ron.

En tu corazón hay un número telefónicoen mis manos están las palabras,las oraciones.

Me gusta peinarme y que los últimos pelitosno le den a mi ojo un ángulo cerradoque lo cubran de contento.

Pero no soy,y disculpen la reiteración, un emo.

No me gusta que le digan garuaa esas gotitas, a la meada de Dios.Odio la televisión. Los refrigeradores,el verano cuando es verano,el invierno cuando es invierno.

Odio el odio y el amor y paz de los hippies.Odio el amor de los marineros. Y esas vainasque enseñan en la escuela

Arrastro las noches en las hilachas de mis jeanslas ensucio,las colecciono en mis cajas de cigarroslas tiro a la basura junto a mis libros de Rubén Darío.Odio leer.Quiero incendiar el colegio.Otras veces simplemente me baño.Una vez me masturbe y sentí rayos eléctricos.Doy calle a la tristeza, me gusta el viento frescoel shampoo de mentol entre las piernas

Julio Barco Avalos`

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Y corro corro corro(y me la corro)

En verdad, no me he masturbado una vezsino doso tres o cuatro y etc.

Tengo el pelo largo y el pene cortole digo a mi mamá que la quiero muchoy otras te encuentro,con los besos y el sabor a puchode veinte céntimos, de mentolpésimo uso de la crema dental

Tímida como la primera vez que me confesastehaber tenido una tarántula de mascotallamada Lucy. Ardiente, como las nochesque te hicieron pintar las últimas páginasde tus cuadernos con nuestros nombres

Somos dos al final del colegio.Estiro los brazos contra el muro, te amo-tino te recontra-amohasta que las risas de los niñosse apagany muere el recreo,somos dos media hora más.

Somos la canción que más nos gustaescuchar.

Tenemos lo que no hay en nuestros exámenesni en las carpetas. Lo que existe en los ojosen las líneas de las manos

Mañana tendré que cortarme el peloo aprender a tocar guitarra. Me gusta el rock,los boleros de memoria. Canto en la ducha. Y cuando tú encuentro es una vereda,voy de prisa,debajo de mis zapatoscorro,corro, corro,

sombra asustada, polvo de canelavideoclick idiota de los ochentas.

Donde alguien se encuentrayo te encuentro y caminamospor la noche y somosla noche abriéndose en nuestros pasadoressólo hasta las diez pm.sólo hasta mi segundo piso y tú amor.

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Davo Valdés (Morelos, 1988), estudiante de Letras Hispánicas en la UAEM. Forma parte del comité editorial de la revista La Piedra. Columnista de cine en La Jornada Morelos. Fue beneficiario del Programa de Estímulos para el Desarrollo y la Creación Artística en la categoría Jóvenes Creadores, en el área de cuento en 2009 y en 2011 en el área de novela. En 2010 publicó el libro de cuentos Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). En 2011 fue uno de los ganadores de la convocatoria del Fondo Editorial del Insti-tuto de Cultura de Morelos con su poemario Ignoto.

Diana Alejandra Octaviano (Coatetelco, Morelos) Egresada de la Facultad de Humanidades y docente. Ha publicado poemas en suplementos cultu-rales del estado, y en la antología Portavoces. Actualmente trabaja para Fundación Rayuela como promotora cultural y de lectura.

Efraím Blanco, egresado del Diplomado en Creación Literaria de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay. Estudió Letras Hispánicas en el CIDHEM. Autor de los libros El alma de las cosas e Imaginando sueños, Estos pequeños monstruos y Absurdos. En 2012 ganó el XI Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola con el libro Dios en un Volkswagen amarillo.

Iván Cruz Osorio (Oaxaca, 1980), Poeta, ensayista y traductor. Egresado de la carrera de Lengua y Literaturas Modernas Inglesas en la UNAM. Es codirector y editor de Malpaís ediciones. Autor de los poemarios Tiempo de Guernica (2005) y Contracanto (2010). Fue becario del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2009-2010), en el área de poesía.

Juan Andrés Herrera Aceves (Cuernavaca, 1990), escribe cuento y poesía. Ha publicado su trabajo en revistas como Tajo, La Piedra, Hotel y Punto en Línea. http://poesiamaconha.blogspot.com

Julio Barco (Lima, Perú), co-fundador del grupo literario TAJO (http://www.tajotajodido.blogspot.com/)

Max Rojas (1940, México). Autor de los libros de poesía: El turno del au-llante (1983); Ser en la sombra (1986); Cuerpos uno: Memorias de los Cuerpos (2008); Cuerpos dos: Sobre Cuerpos y Esferas (2008); Cuerpos tres: El suicida y los Péndulos (2008); Cuerpos cuatro: Prosecución de los naufragios (2009); además del libro recopilatorio Obra primera (1958-1986) (Malpaís edicio-nes, 2011). Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer 2009 para obra publicada por el libro Cuerpos uno: Memoria de los cuerpos.

Marco Antonio Cuevas (México, 1980), estudió la carrera de Letras Hispá-nicas en la UNAM. Participa desde 1999 del Taller de Poesía y Silencio que dirige el poeta Alfonso D’Aquino, con quien se desempeña como asistente editorial. Ha publicado Horizonte (2004) y Espejo negro (2007) en Ediciones Hoja suelta. Fue becario del Programa de Estímulo a la Creación Artística, Morelos 2010, en el área de poesía.

Paola Klug (México) escritora y editora de Infraarte. Fundadora de la re-vista Argot & Aisthesis. Ha participado en diversas publicaciones, virtuales e impresas, en México, España, Argentina y Colombia. Autora de los libros Irkalla (Tierra del no retorno) y Bajo la Sombra de un Sabino 30 poemas des-afortunados.

[email protected]

Te invitamos a visitar la edición digital de Revista Moria, con poemas de Jhonnatan Curiel y Jaime Araya; una entrevista a Luigi Amara y la obra de gráfica de Miguel Escabernal, además de reseñas y otros artículos.

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Te invitamos a visitar la edición digital de Revista Moria, con poemas de Jhonnatan Curiel y Jaime Araya; una entrevista a Luigi Amara y la obra de gráfica de Miguel Escabernal, además de reseñas y otros artículos.

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