Moral y Moralina

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 MORAL Y MORALINA Luis Armando González (*) Moral no es igual a moralina. Hay quienes confunden una cosa con la otra, pero se trata de una confusión que debe ser abordada críticamente. Conviene recordar que la moral es esencial a la vida individual y colectiva, pues atañe a las opciones, regidas el deber ser, que cada cual debe tomar en orden a orientar sus prácticas y comportamientos en una cierta dirección y bajo unos determinados criterios normativos. El universo de las opciones morales es complejo; el optar humano casi siempre lo es, pues en muchas situaciones no se está ante escenarios de acción simples en los que sólo haya dos caminos posibles  uno bueno y otro malo, sino una variedad de ellos, los cuales pueden mezclar rasgos de “bondad” o “maldad”, sin que sea nítido cada uno d e esos rasgos. La moral, pues, implica acciones y comportamientos cu ya “bondad” o “maldad” muchas veces no es fácil de discernir, y que incluso pueden ser consideradas como “buenas” o “malas” dependiendo de la situación concreta de que se trate y de cómo los individuos se posicionen ante ella. Por supuesto que hay situaciones en las cuales determinadas acciones pueden ser valoradas con bastante nitidez en su “bondad” o “maldad”, porque afirman normas morales universales o porque las violentan flagrantemente. Pero en muchas situaciones ese enjuiciamiento moral no es fácil. Y es que la realidad social no es dicotómica ni blanca o negra ni buena o mala. La realidad social tiene, por lo que sabemos ahora de ella, distintos ámbitos, niveles y matices. Es un claroscuro intrincado de dinamismos culturales, económicos, políticos y sociales. Igualmente, las prácticas sociales  que son las que dinamizan los distintos ámbitos de la realidad social  no son dicotómicas, sino que tienen variadas concreciones. Esas concreciones son tan amplias y variadas como amplias y variadas son las opciones humanas en cada época histórica. Desde la esfera moral se entiende que los seres humanos no somos buenos o malos en términos absolutos, sino una mezcla de bondad y maldad, de vicios y virtudes, de grandeza y bajeza. En cada cual pesa más una dimensión o la otra, y lo más común es que se mezclen y crucen permanentemente en las distintas acciones y comportamientos. La moralina  y sus portavoces: los moralinos y las moralinas  se resiste a reconocer esa complejidad de la realidad social y del comportamiento humano. Desde la moralina, no hay forma de hacerse cargo de la variedad/diversidad de las opciones humanas y de los marcos normativos que pueden servir para legitimarlas moralmente. Porque las morales como marcos normativos son también variadas y diversas, tal como lo revelan las distintas tradiciones morales que han acompañado el recorrido histórico del ser humano. Desde la moralina, la realidad es dicotómica. Tiene dos dimensiones: es buena o es mala. Y en consecuencia, las acciones humanas son vistas, desde la moralina, como absolutamente buenas o

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Libro sobre la moral

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  • MORAL Y MORALINA

    Luis Armando Gonzlez (*)

    Moral no es igual a moralina. Hay quienes confunden una cosa con la otra, pero se trata de una

    confusin que debe ser abordada crticamente. Conviene recordar que la moral es esencial a la

    vida individual y colectiva, pues atae a las opciones, regidas el deber ser, que cada cual debe

    tomar en orden a orientar sus prcticas y comportamientos en una cierta direccin y bajo unos

    determinados criterios normativos. El universo de las opciones morales es complejo; el optar

    humano casi siempre lo es, pues en muchas situaciones no se est ante escenarios de accin

    simples en los que slo haya dos caminos posibles uno bueno y otro malo, sino una variedad

    de ellos, los cuales pueden mezclar rasgos de bondad o maldad, sin que sea ntido cada uno de

    esos rasgos.

    La moral, pues, implica acciones y comportamientos cuya bondad o maldad muchas veces no

    es fcil de discernir, y que incluso pueden ser consideradas como buenas o malas

    dependiendo de la situacin concreta de que se trate y de cmo los individuos se posicionen ante

    ella. Por supuesto que hay situaciones en las cuales determinadas acciones pueden ser valoradas

    con bastante nitidez en su bondad o maldad, porque afirman normas morales universales o

    porque las violentan flagrantemente. Pero en muchas situaciones ese enjuiciamiento moral no es

    fcil.

    Y es que la realidad social no es dicotmica ni blanca o negra ni buena o mala. La realidad social

    tiene, por lo que sabemos ahora de ella, distintos mbitos, niveles y matices. Es un claroscuro

    intrincado de dinamismos culturales, econmicos, polticos y sociales. Igualmente, las prcticas

    sociales que son las que dinamizan los distintos mbitos de la realidad social no son

    dicotmicas, sino que tienen variadas concreciones. Esas concreciones son tan amplias y variadas

    como amplias y variadas son las opciones humanas en cada poca histrica.

    Desde la esfera moral se entiende que los seres humanos no somos buenos o malos en trminos

    absolutos, sino una mezcla de bondad y maldad, de vicios y virtudes, de grandeza y bajeza. En

    cada cual pesa ms una dimensin o la otra, y lo ms comn es que se mezclen y crucen

    permanentemente en las distintas acciones y comportamientos.

    La moralina y sus portavoces: los moralinos y las moralinas se resiste a reconocer esa

    complejidad de la realidad social y del comportamiento humano. Desde la moralina, no hay forma

    de hacerse cargo de la variedad/diversidad de las opciones humanas y de los marcos normativos

    que pueden servir para legitimarlas moralmente. Porque las morales como marcos normativos

    son tambin variadas y diversas, tal como lo revelan las distintas tradiciones morales que han

    acompaado el recorrido histrico del ser humano.

    Desde la moralina, la realidad es dicotmica. Tiene dos dimensiones: es buena o es mala. Y en

    consecuencia, las acciones humanas son vistas, desde la moralina, como absolutamente buenas o

  • absolutamente malas. Quienes defienden posturas moralinas, las acciones humanas, cualquiera

    sea su carcter, tienen que ser ubicadas en uno u otro mbito. No hay matices.

    As, las acciones consideradas buenas, son todas equivalentes en su bondad. Pero el dolor de

    cabeza de los moralinos no son las acciones buenas, sino las malas. Y estas son todas equivalentes.

    Es igual de malo robarse 25 centavos que robarse un milln de dlares. Es igual de malo una

    infidelidad marital que arrojar una tonelada de bombas en una ciudad habitada por mujeres,

    nios, nias y ancianos. El escndalo para la moralina es similar en ambos casos. Y los moralinos

    ms extremos gustan de las faltas pequeas, porque esas faltas les permiten lucir toda su

    capacidad de condena moral.

    La moralina tiene a sus francotiradores. Personas que a s mismas se han erigido como ejemplo de

    la bondad ms pura, sin falla alguna, que se dedican a juzgar a quienes les rodean y que se

    vanaglorian de su capacidad para condenar a quienes se equivocan y cometen errores.

    Es decir, la moralina tiene a sus guardianes. Personas rgidas y autocomplacientes con su presunta

    superioridad moral. Odian el cuerpo humano. Odian el placer. Odian la libertad sexual. Celebran

    cuando un poltico es sancionado por infidelidad a su pareja, pero callan las atrocidades sociales

    que ese mismo poltico pudo haber cometido, o en todo caso consideran que se trata de faltas

    equivalentes. Estos francotiradores de la moralina, no reconocen la distincin pblico-privado,

    porque para ellos (y ellas) la injerencia en la vida privada de los dems es un derecho que se han

    autoatribuido. Precisamente, su principal coto de caza es la esfera privada la esfera de la vida

    sexual, principalmenteque es donde para ellos y ellas se juega la moralidad de los individuos.

    Si algo se puede decir de esta poca es que un fantasma recorre la vida social: el fantasma de la

    moralina. Ante ese fantasma se deben reivindicar los fueros de la moral, que no puede ser

    impuesta por nada ni por nadie, ni tampoco necesita de guardianes que la custodien o impongan.

    Y es que cada cual debe ser el guardin de su vida moral.

    (*) Columnista de ContraPunto