Moraes_Hegemonia Cultural y Comunicacion en El Imaginario Social Contemporaneo

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    Hegemona cultural y comunicacinen el imaginario social contemporneo

    Dnis de Moraes

    1. Los lmites del imaginario social

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    El imaginario social est compuesto por un conjunto de relaciones imagticas queactan como memoria afectivo-social de una cultura, un substrato ideolgicomantenido por la comunidad. Se trata de una produccin colectiva, ya que es eldepositario de la memoria que la familia y los grupos recogen de sus contactos con elcotidiano. En esa dimensin, identificamos las diferentes percepciones de los actores

    en relacin a s mismos y de unos en relacin a los otros, o sea, como ellos sevisualizan como partes de una colectividad.

    Bronislaw Baczko seala que es por medio del imaginario que se pueden alcanzarlas aspiraciones, los miedos y las esperanzas de un pueblo. En l, las sociedadesesbozan sus identidades y objetivos, detectan sus enemigos y organizan su pasado,presente y futuro. Se trata de un lugar estratgico en que expresan conflictos socialesy mecanismos de control de la vida colectiva. El imaginario social se expresa porideologas y utopas y tambin por smbolos, alegoras, rituales y mitos. Estoselementos plasman visiones de mundo, modelan conductas y estilos de vida, enmovimientos continuos o discontinuos de preservacin de la orden vigente o deintroduccin de cambios [1]. La imaginacin social, segn Baczko, "adems de serun factor regulador y estabilizador, tambin es la facultad que permite que los modosde sociabilidad existentes no sean considerados definitivos y como los nicosposibles, y que puedan ser concebidos otros modelos y otras frmulas." [2]

    Esa concepcin dinmica del imaginario nos posibilita observar la vitalidadhistrica de las creaciones de los sujetos - esto es, el uso social de lasrepresentaciones y de las ideas. Los smbolos revelan el que est por tras de laorganizacin de la sociedad y de la propia comprensin de la historia humana. Sueficacia poltica va a depender del grado de reconocimiento social alcanzado por laproduccin de imgenes y representaciones en el cuadro de un imaginario especficoa una cierta colectividad, la cual "designa su identidad haciendo una representacinde s; marca la distribucin de los papeles y posiciones sociales; expresa e imponecreencias comunes que determinan principalmente modelos formadores" [3]. Lassignificaciones imaginarias despertadas por tales imgenes establecen referenciassimblicas que definen, para los individuos de una misma comunidad, los mediosinteligibles de sus intercambios con las instituciones.

    En otras palabras: la imaginacin es un de los modos por los cuales la concienciapercibe la vida y la elabora. La conciencia obliga el hombre a salir de s mismo, abuscar satisfacciones que an no encontr, a perseguir anhelos, a dividir expectativas.

    El imaginario no es slo copia del real; su potencial simblico agencia sentidos, enimgenes expresivas. La imaginacin nos libera de la evidencia del presenteinmediato, motivndonos a explorar posibilidades que virtualmente existen y quedeben ser realizadas. El real no es slo un conjunto de hechos que oprime; l puedeser reciclado en nuevos niveles. Como nos propone Ernst Bloch al indicar un nexoentre las potencialidades "an-no-manifiestas" del ser y la actividad creadora de la "conciencia anticipadora". La funcin utpica de la conciencia anticipadora es la denos convencer de que podemos enfrentar problemas actuales en sintona con laslneas que anticipan el futuro. Bloch se basa en la teora de las potencialidadesinmanentes del ser que todava no fueron exteriorizadas, aunque constituyen unafuerza que proyecta el ente para el futuro. Imaginando, los sujetos pueden percibir lascontradicciones del presente y vislumbrar otros horizontes. El futuro deja de serinsondable y vago, pasando a vincularse a la realidad como expectativa de liberaciny de desalineacin [4].

    Bloch distingue la imaginacin de la fantasa: la primera tiende a crear un

    imaginario alternativo a una coyuntura insatisfactoria; la segunda nos aliena en unoconjunto de " imgenes exticas" en que buscamos compensar una insatisfaccin

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    vacante y difusa. Slo la imaginacin permite a la conciencia humana adaptarse a unasituacin especfica o movilizarse contra la opresin [5].

    El acto de imaginar aclara rumbos y acelera utopas. Estamos siempre nosdeparando con la intencin de rehacer recorridos, en una bsqueda incesante de lasgrietas y hendiduras que fomentan las utopas sociales. Como activadora del campo

    del imaginario, la imaginacin no puede prescindir de un cdigo operacional decomunicacin, al cul compite perfilar voces que simulan armonas en el conjunto.Cuando el significado no es reconocido en el proceso de decodificacin, el smbolocae en el vaco. Pero los smbolos no son neutros, una vez que los individuosatribuyen sentidos al lenguaje, aunque la libertad de hacerlo sea limitada por lasnormas sociales.

    En el extremo opuesto, la sociedad constituye siempre una orden simblica, que,por su vez, no flota en el aire - tiene que incorporar las seales del que ya existe,como factor de identificacin entre los sujetos. Segn Baczko, "los ms establessmbolos estn anclados en necesidades profundas y acaban por tornarse una razn deexistir y actuar para los individuos y para los grupos sociales". Por eso, "los sistemas

    simblicos en que se asienta el imaginario social son construidos a partir de laexperiencia de los agentes sociales, pero tambin a partir de sus deseos, aspiracionesy motivaciones" [6].

    Y el que se intercambia con los smbolos? No es la naturaleza por la convencin,pero una convencin por otra, "un trmino grupal por otro, bajo un principioestructurante, que puede ser el padre, el ancestral, dios, el Estado etc." Es el smboloque permite al sentido engendrar lmites, diferencias, tornando posible la mediacinsocial, consagrndolo como orden irreducible a cualquier otra. El itinerario simblicopara la construccin del imaginario social depende de los modos de apropiacin y usode los smbolos, los cuales se refieren a un sentido, no a un objeto sensible. La hoz yel martillo en la bandera de la extinta Unin Sovitica no aludan nicamente las

    herramientas de trabajo transportados para la cadena de simbolizacin, formulaban laidea de que el Estado Sovitico perpetraba la alianza de trabajadores del campo y dela ciudad. De objetos, se tornaron signos portadores de mensaje ideolgico: labandera como traduccin de la mezcla del socialismo con los intereses de lostrabajadores.

    Las instituciones no se reducen a la dimensin simblica, pero slo existen en elsimblico, pues son legitimadas por significaciones que traducen nociones deidentidad reconocidas y legitimadas por las comunidades [7]. Interfaz del individualcon el institucional, el smbolo es, segn Yves Durand, la " marca del incesantecambio existente, en nivel del imaginario, entre las pulsiones subjetivas yasimiladoras y las presiones objetivas provenientes del medio csmico y social" [8].

    Los sistemas simblicos emergen para unificar el imaginario social. Vale decir,establecen las finalidades y la funcionalidad de las instituciones y de los procesossociales. A travs de los mltiples imaginarios, una sociedad traduce visiones quecoexisten o se excluyen mientras fuerzas reguladoras del cotidiano. El real es, pues,sobredeterminado por el imaginario, y en eso consiste la trascendencia de lasideologas: ellas expresan las relaciones vividas por los hombres.

    2. La hegemona cultural

    Al examinar las tensiones entre las fuerzas sociales, estamos penetrando en elcampo de las batallas ideolgicas por la conquista de la hegemona cultural. El

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    dominio del imaginario colectivo se funda en la identidad de principios con lascomunidades de sentido, que forjan las lneas de influencia en dada coyuntura.

    Para Antonio Gramsci, el concepto de hegemona caracteriza el liderazgoideolgica y cultural de una clase sobre las otras. Las formas histricas de lahegemona ni siempre son las mismas y varan conforme la naturaleza de las fuerzas

    sociales que la ejercen. Los mundos imaginarios funcionan como materia espiritualpara alcanzarse un consenso que redefina el esencial de las relaciones sociales,consecuentemente orientado para la transformacin sociocultural y poltica.

    Etimolgicamente, hegemona deriva del griego eghestai, que significa "conducir","ser gua", "ser jefe", y del verbo eghemoneuo, que quiere decir "conducir", y porderivacin "ser jefe", "comandar", "dominar".Eghemonia, en el griego antiguo, era ladesignacin para el comando supremo de las Fuerzas Armadas. Se trata, por lo tanto,de una terminologa con sentido militar. El eghemon era el gua y tambin elcomandante del ejrcito.

    La constitucin de una hegemona es un proceso histricamente largo, que ocupa

    los diversos espacios de la superestructura. Para Gramsci, la hegemona pode (ydebe) ser preparada por una clase que lidera la constitucin de un bloque histrico(amplia y durable alianza de clases y fracciones). La modificacin de la estructurasocial debe preceder una revolucin cultural que, gradualmente, incorpore capas ygrupos al movimiento racional de emancipacin

    Gramsci supera el concepto de Estado como sociedad poltica (o aparato coercitivoque visa adecuar las masas a las relaciones de produccin). l distingue dos esferasen el interior de las superestructuras. Una de ellas es representada por la sociedad

    poltica, conjunto de mecanismos a travs de los cules la clase dominante detiene elmonopolio legal de la represin y de la violencia, y que se identifica con los aparatosde coercin bajo control de los grupos burocrticos ligados a las fuerzas armadas y

    policiales y a la aplicacin de las leyes. La otra es la sociedad civil, que designa elconjunto de las instituciones responsables por la elaboracin y difusin de valoressimblicos y de ideologas, comprendiendo el sistema escolar, la Iglesia, los partidospolticos, las organizaciones profesionales, los sindicatos, los medios decomunicacin las instituciones de carcter cientfico y artstico etc.

    Sociedad civil y sociedad poltica se diferencian por las funciones que ejercen en laorganizacin de la vida cotidiana y, ms especficamente, en la articulacin y en lareproduccin de las relaciones de poder. En conjunto, forman el Estado en sentidoamplio: "sociedad poltica + sociedad civil, esto es, hegemona revestida de coercin"[9]. En la sociedad civil, las clases buscan ganar aliados para sus proyectos a travsde la direccin y del consenso. Ya en la sociedad poltica las clases imponen una

    "dictadura", o por otra, una dominacin fundada en la coercin.

    Segn Gramsci, las esferas se distinguen por materialidades propias. Mientras lasociedad poltica tiene sus portadores materiales en las instancias coercitivas delEstado, en la sociedad civil operan los aparatos privados de hegemona (organismosrelativamente autnomos en faz del Estado en sentido estricto, como la prensa, lospartidos polticos, los sindicatos, las asociaciones, la escuela privada y la Iglesia).Tales aparatos, generados por las luchas de masa, estn empeados en obtener elconsenso como condicin indispensable a la dominacin. Por eso, prescinden de lafuerza, de la violencia visible del Estado, que colocara en peligro la legitimidad desus pretensiones. Actan en espacios propios, interesados en explorar lascontradicciones entre las fuerzas que integran el complejo estatal.

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    La sociedad civil se configura como espacio poltico por excelencia y,consecuentemente, como arena de la lucha de clases Ella engloba el conjunto deideologas, visiones de mundo y valores que atraviesan una dada sociedad y quecohabitan la real histrico en tensin permanente entre consensos y antagonismosmltiples.

    Gramsci emplea los trminos "aparato" y " hegemona" en un contexto tericonuevo: l habla en "hegemona en el aparato poltico", en "aparato hegemnicopoltico y cultural de las clases dominantes", en "aparato privado de hegemona osociedad civil. El aparato de hegemona no se refiere solamente a la clase dominanteque ejerce la hegemona, sino a las clases subalternas que desean conquistarla,relacionndose a la lucha de clases.

    El concepto de aparato privado de hegemona no se confunde con el de LouisAlthusser sobre los aparatos ideolgicos de Estado. La teora althusseriana implicauna ligacin umbilical entre Estado y aparatos ideolgicos, mientras la de Gramscipresupone una mayor autonoma de los aparatos privados en relacin al Estado ensentido estricto. Esa autonoma abre la posibilidad -que Althusser niega

    explcitamente- de que la ideologa (o el sistema de ideologas) de las clasesoprimidas obtenga la hegemona mismo antes de la conquista del poder de Estado portales clases.

    En condiciones de hegemona, la burguesa solidariza el Estado con lasinstituciones reproducen los valores sociales, conformando el que Gramsci llama deEstado ampliado. Esas instituciones se comportaran como aparatos ideolgicos deEstado, de acuerdo con la visin de Althusser. La distincin importante entre losenfoques de Althusser y las instituciones de hegemona de Gramsci est en el hechode este ltimo haber destacado que la solidaridad de los aparatos ideolgicos con elEstado no transcurre de un atributo estructural inmutable. Las clases subalternaspueden visar, como proyecto poltico, a la separacin de determinados aparatos

    ideolgicos de su adherencia al Estado, a fin de se tornen agencias privadas dehegemona bajo su direccin.

    El equvoco de Althusser consiste en no considerar la ideologa como algodeterminado en el proceso de produccin, prefiriendo verla como atribucin delEstado, con el objetivo de asegurar la dominacin. Elevndose los aparatosideolgicos de Estado a la condicin de eslabones principales de reproduccinideolgica, advierte Christinne Buci-Glucksmann, "se corre el riesgo de ocultar lafuncin ideolgica interna a las relaciones de produccin, con los modos dereestructuracin capitalista propios a las fuerzas productivas" [10].

    Althusser propone una estrategia poltica que predica la lucha a trabarse fuera del

    Estado en sentido amplio. Gramsci entiende que la conquista del poder debe serprecedida por una larga batalla por la hegemona y por el consenso dentro de lasociedad civil, o sea, en el interior del Estado en sentido amplio. Mientras la vertientealthusseriana lleva a la idea de choque frontal con el Estado, la teora gramscianaacenta la nocin de una "larga marcha" a travs de las instituciones de la sociedadcivil, antecedida por una preparacin poltico-ideolgica de aliento.

    3. Comunicacin y poder

    La notable contribucin de Gramsci sobre las luchas por la hegemona en el senode la sociedad civil -a partir de su teora marxista ampliada del Estado- nos permitemeditar sobre el desempeo de los medios de comunicacin. Cabe analizarlos como

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    soportes ideolgicos de los sistemas hegemnicos de pensamiento, que vehiculanequivalentes simblicos de una formacin social ya constituida y poseedora designificado relativamente autnomo. Los medios crean un campo especfico derepresentacin de las prcticas sociales, intervenido en la realidad con el propsito deinterpretarla. La diseminacin de contenidos amplia o silencia manifestaciones delreal histrico, conforme las directivas del sistema de enunciacin, cuya pretensin

    ltima es validarse como intrprete del sentido comn y traductor de aspiracionessociales.

    Pero no olvidemos que los medios tambin pueden ser lugares de produccin deestrategias que objetivan replantear el proceso social. Sin dejar de reconocer lasistemtica y poderosa reverberacin de los discursos dominantes en los medios decomunicacin, tenemos que considerar que debates, polmicas y contradiscursos semanifiestan en los contenidos informativos, aunque en una intensidad muy menor quela deseada pero en proporcin mayor que la de dcadas atrs. Los aparatos mediticosno operan siempre para ocultar hechos o distorsionarlos. Sera menospreciar laasimilacin de ciertas demandas de la audiencia y desconocer las exigencias de lafebril concurrencia. Como tambin subestimar el dinamismo de las relaciones

    sociales y las mutaciones de los propios medios de comunicacin. Mientrasmediadora auto-asumida de los deseos, ella no debe ignorar las sealizaciones delcotidiano, las alternancias de los sentimientos, los focos de insatisfaccin y lastendencias superpostas en el interior del mercado de consumo. Aunque el dispositivomeditico prescriba frmulas y fije valores, no hay duda de que, en mayor o menorgrado, l absorbe, por razones de mercado, determinadas indicaciones del pblico. Y,por supuesto, el sistema de difusin (sobretodo la televisin) de alguna manera tieneque hacer actualizaciones constantes de los contenidos para asegurar la mximafidelidad posible de los consumidores de sus mensajes.

    Es evidente que ni todo lo que se divulga est contaminado por una mallaideolgica rgida a punto de defraudar la vida, que es compleja y diversificada. En la

    era de la informacin abundante, los paradigmas se actualizan y las modalidades derelacin con el pblico se refinan. Hay especificidades en el proceso comunicativoque necesitan ser observadas, a partir del entendimiento de que el emisor (que irradiauna concepcin de mundo integrada a sus objetivos estratgicos) y el receptor (que ladecodifica total o parcialmente, cuando no la rechaza) son cada vez ms polosinseparables del circuito estructurante de los sentidos. El procesamiento ideolgico delos medios se sofistica, sustituyendo formas disciplines clsicas por un marketingms blando, seductor y fascinante, atrayendo los consumidores, por ejemplo, conllamamientos a la interactividad y a la participacin (aunque muchas veces lasopciones ofrecidas sean de tipo binaria o plebiscitaria).

    Delante de ese cuadro complejo y cambiante, nos parece esencial valorar la

    concepcin gramsciana de la guerra de posiciones. La conquista del poder del Estado,en las sociedades capitalistas desarrolladas, no se dar por un colapso repentino de ladominacin burguesa. La estrategia de la guerra de posiciones reside en unaocupacin procesal de espacios en la sociedad civil. Tarea que Gramsci define como"tensa, difcil, en que se exigen calidades excepcionales de paciencia y esprituingenioso". La expansin de la hegemona de las clases subalternas -tal comoentendida por el pensador italiano- implica la acumulacin de posiciones por unbloque histrico, que inicialmente modifica la correlacin de fuerzas y termina porimponer la direccin de una nueva clase (o bloque de clases) en el Estado.

    Las acciones para revertir los imperativos del poder dominante visan a ladesagregacin de varios consensos establecidos. La revolucin como secuencia derupturas parciales que ocupan toda una poca histrica no se contrapone a la luchapor reformas; al contrario, a travs de las reformas (intelectuales, morales y ticas) seemprenden las batallas por un cambio significativo de la totalidad social. La

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    posibilidad de avance del reformismo no significa, necesariamente, que la clasedominante pierda la hegemona. El desafo es promover fisuras en ciertos consensossobre los cuales se apoya la dominacin. Fisuras que pueden cristalizarse a medidaque se amplen las conquistas de las clases subalternas en la direccin poltico-cultural. La revolucin como proceso global y progresivo rompe, por supuesto, con laestrategia de asalto al poder.

    Carlos Nelson Coutinho, discpulo de Gramsci, afirma que la izquierda, se quiereser moderna y eficiente, tiene que abandonar el modelo de revolucin "explosiva" yviolenta dirigida por minoras "iluminadas". La revolucin pasa a ser concebida como"una batalla cotidiana y la largo plazo, trabada en el seno de las instituciones,buscando la participacin consciente de la gran mayora de la poblacin" [11].

    La guerra de posiciones gramsciana reinventa la multiplicidad de poderes quegravitan en la sociedad y que muchas veces se oponen. Debemos admitir que losaparatos de difusin tienen capacidad ideolgica de definir una cartografa delimaginario colectivo. Pero, simultneamente, existen puntos de resistencia a lasformas y estructuras hegemnicas. Estos puntos abren espacios para la confrontacin

    de mentalidades, y as es posible imaginar el aparecimiento de focos de disensos, quepueden diluir, en distintos escenarios y situaciones, la idea mtica de que la sociedades administrada por una fortaleza inexpugnable.

    El paradigma de la revolucin como proceso, inspirado en Gramsci, se ampara enla continuidad orgnica de rupturas parciales que favorezcan reformas radicales en laorden vigente. Un reformismo, conviene resaltar, que se obstine en superar las gravesdesigualdades inherentes al ciclo de reproduccin planetaria del capital. Lainterferencia cada vez mayor de las fuerzas renovadoras de la sociedad civil en laejecucin de una poltica consecuente de reivindicaciones y avances se convierte enrequisito fundamental para vislumbrarse una progresiva inversin en la actualcorrelacin de fuerzas. Significa construir y consolidar otra hegemona, fundada en

    los valores de la justicia social, de la diversidad cultural y del humanismo.

    Notas

    [1] Bronislaw Baczko. Les imaginaires sociaux. Mmoire et espoirs collectifs.Pars: Payot, 1984, p. 54.

    [2] Bronislaw Baczko. "Imaginao social", in Enciclopdia Einaldi, vol. 5.Lisboa: Imprensa Nacional/Casa da Moeda, Editora Portuguesa, 1985, p. 403.

    [3] Bronislaw Baczko.Les imaginaires sociaux, ob. cit., p. 242.

    [4] Ernst Bloch, citado por Pierre Furter.Dialtica da esperana. Ro de Janeiro:Paz e Terra, 1974, p. 94-98.

    [5] Idem, ib.

    [6] Bronislaw Baczko. "Imaginao social", ob. cit., p. 311.

    [7] Leer Cornelius Castoriadis. A instituio imaginria da sociedade. Ro deJaneiro: Paz e Terra, 1982, p. 142.

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    [8] Yves Durand. "A formulao imaginria do imaginrio e seus modelos",Cahiers de recherches sur l'imaginaire (Methodologie de l'imaginaire).Pars: Meriand, 1969, p. 134.

    [9] Antonio Gramsci. Cadernos do crcere (vol. 1: Introduo ao estudo dafilosofia/A filosofia de Benedetto Croce). Edicin y traduccin: Carlos

    Nelson Coutinho. Ro de Janeiro: Civilizao Brasileira, 1999.

    [10] Christinne Buci-Glucksmann. Gramsci e o Estado. Ro de Janeiro: Paz eTerra, 1980, p. 93.

    [11] Carlos Nelson Coutinho. Gramsci: um estudo de seu pensamento poltico.Ro de Janeiro: Civilizao Brasileira, 1999, p. 132-135.

    Dnis de Moraes 2007

    Espculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

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