MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia

2
8/4/2019 MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia http://slidepdf.com/reader/full/montserrat-moreno-fantasia-y-realidad-de-la-ciencia 1/2 Pág. 1 Montserrat Moreno Fantasía y realidad de la ciencia Del libro: Cómo se enseña a ser niña: El sexismo en la escuela Se ha creído durante siglos, y se sigue creyendo todavía, que la inteligencia -en el plano de lo indi- vidual- y la ciencia -en el de lo colectivo- es lo que conduce al descubrimiento de la verdad, y ésta es una idea que hay que desterrar porque es equivocada. La ciencia, como la inteligencia, no es lo que nos conduce a la verdad (aunque ésta sea su presunción) sino simplemente lo que nos permite elaborar modelos y explicaciones de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor y en nosotros mismos. Modelos y explicaciones que pueden ser adecuados a los hechos de los que tratan o sólo parecerlo, sin que por ello sean más o menos inteligentes o científicos. Encontramos, a lo largo de la Historia de las Ciencias, muchas teorías y explicaciones de fenóme- nos, que en su día merecieron la adhesión incondicional de los científicos y que con el paso del tiempo otras nuevas teorías e interpretaciones se han encargado de invalidar. Un personaje tan relevante como Descartes, cuyo buen nivel intelectual nadie se atrevería a poner en duda, consideraba que las piedras caían porque eran atraídas hacia la tierra por un torbellino similar a los que se forman en las corrientes de agua, y que también un gran torbellino era la causa de que los planetas giraran alrededor del sol. Pero lo que resulta sorprendente no es que los científi- cos, y la ciencia que ellos producen, contenga errores sino que estos errores, que son el resultado de una forma de interpretar los hechos, sean confundidos con "la realidad" hasta el punto de intentar dislocar esta misma realidad para adaptarla a sus ideas. La historia nos proporciona múltiples ejemplos de este hecho. Cuando en 1672 se descubrió, gracias al microscopio, la existencia de los espermatozoides, la ma- yoría de los científicos de la época se adhirieron a la teoría del "homúnculo» preformado, que de- fendía que dentro de cada espermatozoide humano había una diminuta persona, perfectamente ter- minada, que no tenía más que crecer para convertirse en un niño. Tan fuertemente convencidos estaban de esta idea que muchos de ellos ¡llegaron a verlo¡. En los tratados de la época se pueden contemplar los dibujos que de estas visiones realizaron algunos de ellos. ¿Cómo puede ser que una idea previa altere hasta tal punto la percepción de la realidad? ¿Y cómo es posible que sean precisamente los científicos quienes sufran este tipo de alucinaciones? Senci- llamente, porque una tal interpretación constituía una pieza que encajaba perfectamente en el rom- pecabezas ideológico de la época. En efecto, permitía explicar desde la predestinación – si estamos preformados, estamos también predestinados- hasta el pecado original, ya que en los óvulos y es- permatozoides de Eva y de Adán estaban contenidos todos los seres humanos, como en una especie de muñeca rusa, encajonados unos dentro de otros. Toda la especie estaba, pues, presente en el momento de la ingestión de la fatídica manzana. Este tipo de extrapolaciones que intentan manipular la ciencia al servicio de la ideología, lejos de constituir raras excepciones, son más bien el pan nuestro de cada día. Cuando John Wesley descu- brió, en el siglo XVIII, el asbesto, un material incombustible del que se extrae el amianto, daba saltos de alegría no porque presintiera el uso que le iban a dar en el futuro los esforzados bomberos, sino porque consideró que había encontrado la prueba irrefutable de la existencia del infierno. En efecto, si el asbesto podía resistir el fuego sin quemarse, también podía hacerlo las almas de los condenados, cuya combustibilidad, al parecer, le tenía bastante preocupado. Las Ideas preconcebidas, y la ingerencia de las mitologías y religiones en el pensamiento científico no siempre tuvieron mala fortuna, a veces, como el asno de la fábula, consiguieron hacer sonar la flauta. Una cosa así le ocurrió a Paracelso, un sabio y famoso médico del siglo XVI, quien pensó que los pacientes anémicos, con carencia de sangre, tendrían algo que ver con Marte, el planeta

Transcript of MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia

Page 1: MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia

8/4/2019 MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia

http://slidepdf.com/reader/full/montserrat-moreno-fantasia-y-realidad-de-la-ciencia 1/2

Pág. 1

Montserrat Moreno

Fantasía y realidad de la ciencia

Del libro: Cómo se enseña a ser niña: El sexismo en la escuela

Se ha creído durante siglos, y se sigue creyendo todavía, que la inteligencia -en el plano de lo indi-

vidual- y la ciencia -en el de lo colectivo- es lo que conduce al descubrimiento de la verdad, y ésta

es una idea que hay que desterrar porque es equivocada. La ciencia, como la inteligencia, no es lo

que nos conduce a la verdad (aunque ésta sea su presunción) sino simplemente lo que nos permite

elaborar modelos y explicaciones de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor y en nosotros

mismos. Modelos y explicaciones que pueden ser adecuados a los hechos de los que tratan o sólo

parecerlo, sin que por ello sean más o menos inteligentes o científicos.

Encontramos, a lo largo de la Historia de las Ciencias, muchas teorías y explicaciones de fenóme-

nos, que en su día merecieron la adhesión incondicional de los científicos y que con el paso del

tiempo otras nuevas teorías e interpretaciones se han encargado de invalidar.

Un personaje tan relevante como Descartes, cuyo buen nivel intelectual nadie se atrevería a poneren duda, consideraba que las piedras caían porque eran atraídas hacia la tierra por un torbellino

similar a los que se forman en las corrientes de agua, y que también un gran torbellino era la causa

de que los planetas giraran alrededor del sol. Pero lo que resulta sorprendente no es que los científi-

cos, y la ciencia que ellos producen, contenga errores sino que estos errores, que son el resultado de

una forma de interpretar los hechos, sean confundidos con "la realidad" hasta el punto de intentar

dislocar esta misma realidad para adaptarla a sus ideas. La historia nos proporciona múltiples

ejemplos de este hecho.

Cuando en 1672 se descubrió, gracias al microscopio, la existencia de los espermatozoides, la ma-

yoría de los científicos de la época se adhirieron a la teoría del "homúnculo» preformado, que de-

fendía que dentro de cada espermatozoide humano había una diminuta persona, perfectamente ter-

minada, que no tenía más que crecer para convertirse en un niño. Tan fuertemente convencidosestaban de esta idea que muchos de ellos ¡llegaron a verlo¡. En los tratados de la época se pueden

contemplar los dibujos que de estas visiones realizaron algunos de ellos.

¿Cómo puede ser que una idea previa altere hasta tal punto la percepción de la realidad? ¿Y cómo

es posible que sean precisamente los científicos quienes sufran este tipo de alucinaciones? Senci-

llamente, porque una tal interpretación constituía una pieza que encajaba perfectamente en el rom-

pecabezas ideológico de la época. En efecto, permitía explicar desde la predestinación – si estamos

preformados, estamos también predestinados- hasta el pecado original, ya que en los óvulos y es-

permatozoides de Eva y de Adán estaban contenidos todos los seres humanos, como en una especie

de muñeca rusa, encajonados unos dentro de otros. Toda la especie estaba, pues, presente en el

momento de la ingestión de la fatídica manzana.

Este tipo de extrapolaciones que intentan manipular la ciencia al servicio de la ideología, lejos de

constituir raras excepciones, son más bien el pan nuestro de cada día. Cuando John Wesley descu-

brió, en el siglo XVIII, el asbesto, un material incombustible del que se extrae el amianto, daba

saltos de alegría no porque presintiera el uso que le iban a dar en el futuro los esforzados bomberos,

sino porque consideró que había encontrado la prueba irrefutable de la existencia del infierno. En

efecto, si el asbesto podía resistir el fuego sin quemarse, también podía hacerlo las almas de los

condenados, cuya combustibilidad, al parecer, le tenía bastante preocupado.

Las Ideas preconcebidas, y la ingerencia de las mitologías y religiones en el pensamiento científico

no siempre tuvieron mala fortuna, a veces, como el asno de la fábula, consiguieron hacer sonar laflauta. Una cosa así le ocurrió a Paracelso, un sabio y famoso médico del siglo XVI, quien pensó

que los pacientes anémicos, con carencia de sangre, tendrían algo que ver con Marte, el planeta

Page 2: MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia

8/4/2019 MONTSERRAT MORENO Fantasia y Realidad de La Ciencia

http://slidepdf.com/reader/full/montserrat-moreno-fantasia-y-realidad-de-la-ciencia 2/2

Pág. 2

rojo, que a la vez era considerado desde la antigüedad el dios de la guerra, de la sangre y del hierro.

Por consiguiente les administró sales de hierro, con lo que casualmente dio en el clavo.

Motivos similares, aunque menos afortunados, tenían los médicos para administrar asafétida y vale-

riana a las mujeres aquejadas de histeria, porque creían que esta enfermedad era producida por la

migración del útero a través del cuerpo, el cual volvía a su posición normal gracias a la acción de

los malolientes remedios. Ninguna observación directa ni constatación experimental avaló jamás la

teoría del útero migratorio -que difícilmente podía explicar los casos de histeria masculina- pero

esto no socavó lo más mínimo la convicción que los médicos tenían sobre la validez de las citadas

drogas, por lo que, a principios de nuestro siglo, cuando ya se había olvidado completamente su

origen, se seguían todavía recetando.

Decía más arriba que la ciencia no conduce necesariamente a la verdad, pero se me podría argu-

mentar que no se puede llamar «ciencia» a los errores de los científicos, como los que acabo de

citar o como otros muchos cuya relación exhaustiva sobrepasaría largamente el espacio destinado a

este texto. Que sólo tienen derecho a ser llamados científicos aquellos hallazgos cuya certeza está

sobradamente comprobada, pero no aquellos sobre los que se duda o se han mostrado falsos con el

transcurso del tiempo. Si aceptamos este punto de vista, no tenemos más remedio que admitir que

sólo es científico el pensamiento de nuestra época, es decir, aquel que la historia no ha tenido aúntiempo de controvertir y por qué no, entonces, las afirmaciones que he realizado al principio sobre

la no veracidad de la ciencia. El hecho de que este último argumento sea paradójico no lo convierte

necesariamente en falso.

Las ideas de Newton siguen siendo científicas aunque contengan algunos errores, lo mismo que la

teoría darwiniana de la evolución de las especies o la de la relatividad de Einstein, porque precisa-

mente lo que caracteriza el pensamiento científico es su mutabilidad, es decir, la capacidad que

tiene de estar en continuo cambio, en continua búsqueda de nuevas formas de interpretar los

hechos, de cambiar la idea que se tiene de la "realidad".

Pero lo que sí es preciso desterrar es la convicción, comúnmente extendida, de que los hechos con-

siderados "científicamente probados” no pueden ser falsos, para que, guiados por un inconsciente

paganismo, no erijamos un trono a la verdad y sentemos en él a la ciencia.

La ciencia no sólo comete errores, sino que es necesario que los cometa, de la misma forma que

para construir un edificio es necesario poner andamios y pilares provisionales, que se retirarán una

vez terminada la construcción. El error es consustancial a toda construcción intelectual. No pongo

en causa que los errores formen parte de la ciencia, como lo forman también de lo que llamamos

inteligencia, a lo que me opongo, en realidad, es a considerar la ciencia como sinónimo de verdad.

La ciencia constituye una forma particular de interpretar el mundo en cada época histórica y no está

en absoluto exenta deprejuicios ideológicos, es más, la ciencia junto con la ideología, determinan la

forma y el color del cristal con que cada época histórica contempla el universo que le rodea. Esta

forma de ver las cosas transmitida a los jóvenes a través de lo que llamamos educación, en cada

momento histórico, conforma los modelos de pensamiento y las pautas de conducta de los nuevos

individuos, les enseña lo que cada uno de ellos es y les indica también en que consiste la "realidad"y la forma adecuada de aproximarse a ella, de juzgarla, de analizarla, de conocerla y de creer en

ella.

La ciencia no sólo se puede equivocar sino que se equivoca, enuncia verdades provisionales que se

rectifican con el paso del tiempo y si esta rectificación no se produce es que estamos hablando de

creencias dogmáticas que están en las antípodas de la ciencia.