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Montaner, Josep María y Muxi, Zaida, "Por una crítica a favor de la experiencia y del activismo", en Arquitectura y política, Barcelona, Gustavo Gili, 2011; pp. 242-245. Por una crítica a favor de la experiencia y el activismo. Frente al decreto de la muerte de la historia, la crítica y la teoría por parte autores neoliberales como Francis Fukuyama, 9 es precisamente ahora cuando es más necesario re fundamentar criterios para un proyecto crítico, en el marco de un pensamiento posmarxista, que desenmascare la ideología dominante, que desarticule los argumentos neoliberales de la globalización. Precisamente en ésta época que se pretende de pensamiento único, las estrategias de dominio a través de la ideología son las más sofisticadas de la historia de la humanidad palabras que parecen bien intencionadas maquillan propuestas sin más interés que la especulación. Se trata de construir un nuevo pensamiento que interprete que detrás del mundo de las formas existen implicaciones sociales y éticas; cada posición formal remite a una concepción del mundo, del tiempo y del sujeto. Se trata de construir sistemas interpretativos de síntesis que sepan conciliar las interpretaciones formales con la crítica a la ideología, es decir, que expliquen el arte, la arquitectura y la ciudad desde lo social y lo político, pero que, al mismo tiempo, sepan analizar a fondo las obras, rechazando explicaciones simplistas y esquemáticas que pretendan reducir la complejidad de los mundos creativos y formales exclusivamente a condiciones económicas e ideológicas. 10 Hablamos de una necesaria crítica posmarxista, en lo que pueda tener de reinterpretación de la parte aun válida de la tradición marxista, de análisis profundo de los hechos y los objetos. Una crítica que sea capaz tanto de superar especialmente la tradición dogmática y maniqueísta que el tardomarxismo fomentó en la década de 1970, como de desvelar los contenidos reaccionarios de unos proyectos actuales seductores, solo basados en alardes gráficos, sin contenido espacial y estructural, que no tienen en cuenta la realidad social que parten de un total desconocimiento y desprecio por el saber de la historia y que se nutren del cinismo y la falta de escrúpulos de la publicidad. 11 Nos identificamos con una condición posmoderna en la medida en que nos reconocemos en la crisis del proyecto moderno de la ilustración, que identifico la modernidad del capitalismo con la apología del desarrollismo, lo cual ha comportado la destrucción de la naturaleza; no se ha conseguido en las últimas décadas paliar las desigualdades sociales,

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Montaner, Josep María y Muxi, Zaida, "Por una crítica a favor de la experiencia y del activismo", en Arquitectura y política, Barcelona, Gustavo Gili, 2011; pp. 242-245.

Por una crítica a favor de la experiencia y el activismo.

Frente al decreto de la muerte de la historia, la crítica y la teoría por parte autores

neoliberales como Francis Fukuyama,9 es precisamente ahora cuando es más necesario re

fundamentar criterios para un proyecto crítico, en el marco de un pensamiento

posmarxista, que desenmascare la ideología dominante, que desarticule los argumentos

neoliberales de la globalización. Precisamente en ésta época que se pretende de

pensamiento único, las estrategias de dominio a través de la ideología son las más

sofisticadas de la historia de la humanidad palabras que parecen bien intencionadas

maquillan propuestas sin más interés que la especulación.

Se trata de construir un nuevo pensamiento que interprete que detrás del mundo de las

formas existen implicaciones sociales y éticas; cada posición formal remite a una

concepción del mundo, del tiempo y del sujeto. Se trata de construir sistemas

interpretativos de síntesis que sepan conciliar las interpretaciones formales con la crítica a

la ideología, es decir, que expliquen el arte, la arquitectura y la ciudad desde lo social y lo

político, pero que, al mismo tiempo, sepan analizar a fondo las obras, rechazando

explicaciones simplistas y esquemáticas que pretendan reducir la complejidad de los

mundos creativos y formales exclusivamente a condiciones económicas e ideológicas.10

Hablamos de una necesaria crítica posmarxista, en lo que pueda tener de reinterpretación

de la parte aun válida de la tradición marxista, de análisis profundo de los hechos y los

objetos. Una crítica que sea capaz tanto de superar especialmente la tradición dogmática y

maniqueísta que el tardomarxismo fomentó en la década de 1970, como de desvelar los

contenidos reaccionarios de unos proyectos actuales seductores, solo basados en alardes

gráficos, sin contenido espacial y estructural, que no tienen en cuenta la realidad social que

parten de un total desconocimiento y desprecio por el saber de la historia y que se nutren

del cinismo y la falta de escrúpulos de la publicidad.11

Nos identificamos con una condición posmoderna en la medida en que nos reconocemos

en la crisis del proyecto moderno de la ilustración, que identifico la modernidad del

capitalismo con la apología del desarrollismo, lo cual ha comportado la destrucción de la

naturaleza; no se ha conseguido en las últimas décadas paliar las desigualdades sociales,

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y se ha impuesto una modernidad basada en el rechazo de los otros: las mujeres, las

otras culturas y los marginados. Pero, al mismo tiempo, no nos es conceptualmente

admisible el rechazo del proyecto de la modernidad, basada en la mejora de las

condiciones de vida y en la defensa de los derechos humanos.

Por todo ello es totalmente adecuado remitirnos a una posición a una posición crítica

posmarxista que acepte, tal como escribió Jacques Derrida en Espectros de Marx, 12 que la

alternativa es habitar propiamente en la crisis del marxismo, en sus desdoblamientos.

Reinterpretando las teorías de Marx y oponiéndose radicalmente al discurso mesiánico y

ultraconservador de Francis Fukuyama, Derrida escribió que en la situación actual

debemos reclamar “una política de la memoria, de la herencia, de las generaciones. En

nombre de la justicia. Un principio de responsabilidad”.

El texto de Espectros de Marx parte de que “el tiempo está desarticulado, descoyuntado,

desencajado, dislocado, el tiempo está trastocado, acosado y trastornado, desquiciado, a

la vez desarreglado y loco”. Y concluye, citando a Hamlet de Shakespeare: “The time is out

of joint”. Sostiene Derrida que “no hay porvenir sin Marx”. La clave radica en su continua y

siempre posible reinterpretación, aprendiendo de su visión social y superando las

servidumbres y errores de su historicidad. Reconociendo que ya en su propia raíz se habla

“sobre su propio „envejecimiento‟ posible y su historicidad intrínsecamente irreducible”,

Derrida escribe: “Hay que asumir la herencia del marxismo, asumir lo más vivo de él, es

decir, paradójicamente, aquello de él que no ha dejado de poner sobre el tapete la cuestión

de la vida, del espíritu o de lo espectral”. El marxismo es una herencia que debe saberse

recuperar, reinterpretar y superar: “La herencia no es nunca algo dado, es siempre una

tarea. Ser es heredar”. Para ser capaz de analizar la herencia de Marx, Derrida escribe que

le gustaría distinguir la raíz de “este espíritu de la crítica marxista”, que parece hoy más

indispensable que nunca, de otras vertientes del marxismo ya caducas: cuando se ha

entendido como ontología, sistema filosófico o metafísico, es decir, como materialismo

dialectico; el marxismo como materialismo histórico o como método; y el marxismo

incorporado en aparatos de partido, en Estado o en una Internacional Obrera. Por lo tanto,

Derrida defiende que “la crítica marxista puede seguir siendo fecunda, si sabemos

adaptarla a condiciones nuevas”.

Tratando nuestra época, sus problemas, y oponiéndose frontalmente al contenido de El fin

de la historia de Francis Fukuyama, señala que en nuestra época la insignia suprema del

poder es ver sin ser visto. Y añade Derrida criticando a Fukuyama: “En 1848, el discurso

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hegeliano sobre el fin de la historia en el saber absoluto había resonado ya en Europa, en

consonancia con muchos otros tañidos fúnebres”. La representatividad electoral o la vida

parlamentaria no solo está falseada, como fue siempre el caso, por un gran número de

mecanismos socioeconómicos, sino que se ejercen cada vez peor en un espacio público

profundamente transformado por los aparatos tecno-tele-mediáticos.” En definitiva, y “para

analizar estas guerras y la lógica de estos antagonismo, una problemática de tradición

marxista será indispensable durante mucho tiempo”. Derrida concluye defendiendo “la

forma de análisis crítica que hemos heredado del marxismo”. “Todos los seres humanos

son […] herederos de Marx y del marxismo, de una promesa de una forma filosófica y

científica; esta tentativa única ha tenido lugar. No hay herencia sin llamada a la

responsabilidad.” “En Marx […] se inaugura laboriosa, dolorosa, trágicamente, un nuevo

pensamiento de las fronteras, una nueva experiencia de la casa, del hogar, de la

economía. Entre tierra y cielo”. Es decir: “Habrá que volver a empezar todo”.13

En un mundo que ya no tiene un centro absoluto para interpretarlo todo, sin grandes

relatos y legitimaciones, abandona cualquier pretensión de reconstrucción de una ideología

hegemónica, sigue siendo imprescindible una labor cultural crítica, siguiendo aquel

argumento que estaba en la raíz del marxismo y continúa en el posmarxismo: develar

intereses y reclamar justicia. En ello la práctica de la arquitectura y el urbanismo tiene

mucho que decir, si sabe renacer. Y tal como propone Rosi Braidotti,14 se ha de defender

una política afirmativa y capacitadora, que frente a la destrucción, la especulación, el

dominio y la negatividad proponga un cúmulo de prácticas micropolíticas de activismo

cotidiano y de proyectos para crear mundos alternativos.

La crítica nos abre un nuevo horizonte y son muchas las acciones pendientes: desde

registrar críticamente la realidad, mapeándola, hasta visibilizar aquello que se intenta

borrar, que ha quedado oculto, como la aportación de las mujeres o la memoria de los

movimientos sociales urbanos. Dicho proyecto crítico se ha de enriquecer con la defensa

de unas nuevas subjetividades ecológicas y solidarias. Por ello, se ha de basar en valorar

la experiencia y en potenciar el activismo, recuperando y reinterpretando dos de los

conceptos de Hannah Arendt en La condición humana: la labor y la acción como

características esenciales de la existencia humana. Y el objetivo de la arquitectura del

futuro debería ser contribuir a la felicidad de los seres humanos, aportando espacios para

sus labores, experiencias y acciones.

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9 Fukuyama, Francis, The end of history and the last man, Hamish Hamilton, Londres, 1992

(versión castellana: El fin de la historia y el último hombre, Planeta, Barcelona, 1992).

10 Véase Montaner, Josep Maria, Las fronteras del siglo XX, Editorial Gustavo Gili,

Barcelona, 2002; y “Rem Koohaas, Todo en venta. De le Corbusier a Prada”, Suma+, núm.

57, Buenos aires 2002-2003.

11 Véase: Leach, Neil, The anaesthetics of architecture, The MIT Press, Cambrige (Mass.),

1999 (version castellana: La an-estética de la arquitectura, Editorial Gustavo Gili,

Barcelona, 2001).

12 Derrida, Jaques, Spectres de Marx: l´etat de la dette, le travail du devil et la novelle

Internationale, Galilée, París 1993 (versión castellana: Espectros de Marx: el estado de la

deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional, Trotta, Madrid, 1995.)

13 Derrida, Jaques, op. Cit.

14 Braidotti, Rosi, “Subjetividad: afirmación, dolor y capacitación”, en AA VV, Ideas

recibidas, un vocabulario para la cultura artística contemporánea, MACBA, Barcelona,

2009; y Transpositions: On nomadic ethics, Polity press, Cambridge, 2006 (versión

castellana: Transposiciones sobre la ética nómada, Gedisa, Barcelona, 2009).