Mons. Alfonso Uribe j. El Actual Pentecostes Del Espiritu Santo

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ESPIRITU Y VIDA EL ACTUAL PENTECOSTES DEL ESPIRITU SANTO MONS. ALFONSO URIBE JARAMILLO 1

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ESPIRITU Y VIDA

EL ACTUAL

PENTECOSTES DEL ESPIRITU SANTO

MONS. ALFONSO URIBE JARAMILLO

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INTRODUCCION

Cuando el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II (y también ahora ante DIOS) pedía la renovación de la Iglesia y de cada uno de nosotros con estas palabra: “Que así se repita en las familias cristianas el cuadro de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la Ascensión de Jesús al Cielo, cuando la Iglesia recién nacida estaba unánime en comunión de pensamiento y de oración con Pedro y alrededor de Pedro, el pastor de los corderos y de las ovejas. Y que el Espíritu Divino se digne contestar de la manera más consoladora la oración que diariamente asciende de todos los rincones de la tierra: Renueva en nuestros tiempos tus maravillas como un nuevo Pentecostés, y concede que la Santa Iglesia manteniendo unánime una oración continua, con María, la Madre de Jesús, y bajo la dirección de san Pedro, aumente el Reino del Divino Salvador, el reino de verdad y de justicia, EL reino de amor y de paz. Amén.

Y el Espíritu Santo está llevando adelante su obra de renovarnos y hacer de todos la única y verdadera Iglesia. Queda a nosotros la pregunta: ¿lo acogemos y cooperamos con su acción? Para responderle, ayudémonos con las palabras del Papa Pablo VI, dichas en la audiencia del 16 de Octubre de 1974, que introducen las reflexiones y pautas que nos ofrece Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo, obispo de Sonsón - Rio negro (Colombia).

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UN NUEVO PENTECOSTES?

“La Iglesia vive por la infusión del Espíritu Santo, infusión que llamamos gracia, es decir, don por excelencia, caridad, amor del Padre comunicado a nosotros en virtud de la redención realizada por CRISTO, EN EL Espíritu Santo. Recordemos la síntesis de San Agustín: “lo que el alma es en el cuerpo del hombre, esto es el Espíritu Santo para el Cuerpo de CRISTO que es la iglesia”.

El soplo vital de la graciaVerdad conocida. Todos la hemos oído repetir y proclamar por el reciente Concilio: “Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra, el día de Pentecostés, fue enviado el Espíritu Santo para santificar continuamente a la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de Vida… El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo; y en ellos ora y da testimonio de su adopción filial. Introduce a la Iglesia en la verdad total, la unifica en la comunión y en el ministerio, la edifica y la dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, la adorna con sus frutos. Con la fuerza del evangelio la rejuvenece e incesantemente la renueva”… ( L G 4).

Un nuevo PentecostésLo que ahora nos urge afirma es la necesidad de la gracia, es decir, de una intervención divina que supera el orden natural, tanto para nuestra salvación personal como para el cumplimiento del plan de redención en favor de toda la Iglesia y de la humanidad a la que la misericordia de Dios llama a la salvación.

La necesidad de la gracia supone una carencia imprescindible por parte del hombre, supone la necesidad de que el prodigio de Pentecostés tenga que continuar en la historia de la iglesia y del mundo; y ello en la doble forma en la que el don del Espíritu Santo se concede a los hombres:

- Primero para santificarlos; esta es la forma primaria e indispensable por la que el hombre se convierte en objeto del amor de Dios.Pero ahora yo diría que la curiosidad- pero es una curiosidad muy legítima y muy hermosa- se fija en otro aspecto. El espíritu Santo cuando viene otorga dones. Conocemos ya los siete dones del Espíritu Santo. Pero da también otros dones que ahora se llama, bueno, ahora….Siempre se llaman

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carismas. Que quiere decir carisma? Quiere decir don. Quiere decir gracia. Son gracias, particulares dadas a uno para otro, para que haga el bien. Uno recibe el carisma de la sabiduría para que llegue a ser maestro; y recibe el don de los milagros para que pueda realizar actos que, a través de la maravilla y la admiración, llamen a la fe, etc. Ahora, esta forma carismática de dones que son dones gratuitos y de suyo no necesarios, pero dados por la sobreabundancia de la economía del Señor que quiere hacer a la iglesia más rica, más animada y más capaz de autodefinirse y autodocumentarse, se denomina precisamente, “la efusión de los carismas”. Y hoy se habla mucho de ello. Y, habida cuenta de la complejidad y la delicadeza del tema, no podemos sino augurar que vengan estos dones y ojala con abundancia. Que además de la gracia haya carismas que también hoy la Iglesia de Dios puede poseer obtener.Los Santos, especialmente san Ambrosio y san Juan Crisóstomo, es decir, los Padres, han dicho que los crismas fueron abundantes en los primeros tiempos.

El Señor dio está, llamémosla así, gran lluvia de dones para animar a la Iglesia, para hacerla crecer, para afirmarla, para sostenerla. Y después la economía de estos condes ha sido, diría yo, más discreta, más…. Económica. Pero siempre han existido santos que han realizado prodigios, hombres excepcionales han existido siempre en la IGLESIA. Y quisiera Dios que el Señor aumentase todavía una lluvia de carismas para hacer fecunda, hermosa y maravillosa a la Iglesia, y capaz de imponerse incluso a la atención y al estupor del mundo profano, del mundo laicizante.Citaremos un libro que ha sido escrito precisamente en este tiempo por el cardenal Suenens, que se títula “Un nuevo Pentecostés?” El describe y justifica esta expectativa que puede ser realmente una providencia histórica en la Iglesia, de una mayor efusión de gracias sobrenaturales, que se llaman carismas.

Ahora nos limitaremos a recordar las principales condiciones que deben darse en el hombre para recibir el don de Dios por excelencia que es precisamente el Espíritu Santo, el cual sabemos “sopla donde quiere” pero no rechaza el anhelo de quien lo espera, lo llama y lo acoge (aún cuando este anhelo mismo proceda de una íntima inspiración suya). ¿Cuáles son estas condiciones? Simplifiquemos la difícil respuesta diciendo que la capacidad de recibir este “dulce huésped del alma” exige fe, exige la humildad y el arrepentimiento, exige normalmente un acto sacramental; y en la práctica de nuestra vida religiosa requiere el silencio, el recogimiento, la escucha, y sobre todo, la invocación, la oración, como hicieron los

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apóstoles con María en el Cenáculo. Saber esperar, saber invocar: “Ven, Espíritu Creador. Ven, Espíritu Santo”.

Si la Iglesia sabe entrar en una fase de tal predisposición a la nueva y perenne venida del Espíritu Santo, El, la “luz de los corazones”, no tardará en concederse, para gozo, luz, fortaleza, virtud apostólica y caridad unitiva de todo lo cual tiene necesidad hoy la Iglesia”.Pablo VI

Discurso del Papa en la audiencia del 16 de Octubre de 1974)

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I

EL ACTUAL PENTECOSTES DEL ESPIRITU SANTO

Juan XXII, cuando promulgó la Constitución a Humanae Salutis para convocar el Concilio Vaticano II, compuso esta hermosa oración: “Que así se repita en las familias cristianas el cuadro de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la Ascensión de JESÚS al cielo cuando LA Iglesia recién nacida estaba unánime en comunión de pensamiento y oración con Pedro y alrededor de Pedro, el pastor de los corderos y de las ovejas. Y que el Espíritu Divino se digne contestar de la manera más consoladora de la oración que diariamente a El asciende de todos los rincones de la tierra: Renueva en nuestros tiempos tus maravillas como un nuevo Pentecostés, y concede que la Santa Iglesia, manteniendo unánime una oración continua, con María, la madre de Jesús, y bajo la dirección de San Pedro aumente el reino del Divino Salvador, el reino de verdad y de justicia, el reino de amor y de paz. Amén”.

Su fiel Secretario, Monseñor Loris Capovilla, publicó el 16 de mayo del 73 en L’Osservatore este concepto acerca del Papa Juan: Sólido como una encina, hincaba sus raíces en el humus de la tradición apostólica patrística, pero sus brazos, como las ramas del árbol, se abrían al sol de nuestro tiempo, con el deseo y la preocupación de ver renovados, también en nuestra época, los prodigios del Primer Pentecostés”.

Estos ruegos y deseos del gran Pontífice, han sido escuchados y se ven cumplidos actualmente de manera creciente.

Pablo VI puede ser llamado como León XIII el Pontífice del Espíritu Santo. Se acaba de publicar un volumen que contiene los principales pensamientos de este gran Papa acerca del Espíritu Santo. Me limito a citar, porque tiene una fuerza especial, parte de lo que ha dicho en sus admirables Catequesis sobre el Año Santo: “Una vez más os pedimos, hermanos, que tengáis a bien considerar el anuncio, de la próxima celebración del Año Santo, como una voz inspirada del Espíritu Santo, según la promesa de Jesucristo a los Apóstoles en su profecía después de la última cena: ¡Cuando venga el Espíritu Santo, Él os enseñará toda la verdad….. El me glorificara, porque tomará de lo que es mío y os lo anunciará (Jn. 16, 13-14). Y que consideréis igualmente este anuncio como la apertura de un nuevo periodo de la vida religiosa y espiritual en el mundo, no como un

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acontecimiento entre otros muchos de nuestra historia completo en sí mismo, sino como un principio ,u hecho generador, una consecuencia del Concilio, destinado a impulsar una renovación interior y moral en la conciencia de los hombres Y que, por último , lo consideréis como una grande y magnífica ocasión, un tiempo favorable, un día de salvación” (Cf 2 Co. 6, 2). Se trata de una circunstancia bendita, si la sabemos recibir como se debe, o de una grave responsabilidad, si la dejamos pasar por distracción necia o por oposición maliciosa”:

“Todos nosotros debemos anticiparnos al soplo misterioso, pero ahora, en cierto modo, identificable, del Espíritu Santo. No carece de significado el hecho de que, justamente en el día feliz de Pentecostés, el Año Santo abre sus velas en cada una de las Iglesias locales, a fin de que una navegación, queremos decir un nuevo movimiento, verdaderamente “pneumático”, es decir, carismática, impulse en una dirección única y en una emulación concorde a la humanidad creyente hacia las nuevas metas de la historia cristiana hacia su puerto escatológico”.

“Todos saben que el Concilio ha llenado las páginas de sus sublimes y actualísimas enseñanzas con continuas menciones del Espíritu Santo. Hay quien ha contado 258. Hagamos nuestra la reiterada exhortación del Concilio, y pongamos como prólogo de nuestro Año Santo la repetida y siempre nueva invitación: Ven; oh Espíritu Creador; ven oh Espíritu Consolador! No lo habremos invocado en vano! (Cf Lc 11, 13). Con nuestra bendición apostólica”. (Audiencia General del miércoles 23 de Mayo).

¿Por qué este hecho toma sus impulsos a partir de Pentecostés? Porque no solamente eta hermosísima fiesta, que podemos definir como la natividad histórica de la Iglesia, ofrece una ocasión inspiradora propicia, sino sobre todo porque esperamos y suplicamos que el Espíritu Santo, cuya misterios y sensible misión celebramos en Pentecostés, quiera ser el ejecutor principal de los frutos que se esperan del Año Santo.

También este será uno de los temas más comprometidos y fecundos de la espiritualidad propia del Año Santo, a la Cristología y especialmente a la Eclesiología del concilio, debe suceder un estudio nuevo y un culto nuevo sobre el Espíritu Santo, justamente como complemento que no debe faltar a la enseñanza conciliar. Esperamos que el Señor nos ayude a ser discípulos y maestros de esta su escuela posterior, Jesús al dejar el escenario visible de este mundo, ha dejado dos factores para que se realice su obra salvadora en el mundo: Sus Apóstoles y su Espíritu Santo (Cf. Congar, “Esquisses du mystere de L´Eglise, pág. 129 SS. ). Quien no tiene una vía interior propia carece de la capacidad ordinaria para recibir al Espíritu Santo, para escuchar su voz delicada y dulce, para sentir sus inspiraciones para gozar sus carismas. El diagnóstico del hombre modernos nos lleva a reconocer en él a un ser extrovertido que vive bastante fuera de sí y poco

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en sí mismo, como un instrumento, más receptivo del lenguaje de los sentidos y menos del lenguaje del pensamiento y del de la conciencia. La conclusión práctica nos exhorta inmediatamente a la apología del silencio, no del silencio inconsciente, ociosos y si voz, sino del que impone silencio a los rumores ya los clamores exteriores y que sabe escuchar, escuchar en profundidad, las veces ciertamente sinceras de la conciencia y las que nacen del recogimiento de la oración, y aquellas otros inefables de la contemplación.

Este es el primer campo de la acción del Espíritu Santo. Está bien que nos acordemos de él” (Audiencia General del miércoles 6 de Junio).

Para quien siga atentamente la marcha actual de la Iglesia peregrina es cada vez más manifiesta una acción especial y “en cierta manera identificable” del Espíritu Santo en todas partes. El movimiento de renovación en el Espíritu Santo de Duquesne, es el índice más importante. La presencia y la acción especial del Paráclito se siente y se manifiesta en todas partes y en todos los miembros de la Iglesia.

El Concilio Vaticano fue el auténtico comienzo de este movimiento de renovación. Pablo Vi ha recordado que en esas páginas admirables se cita 258 veces al Espíritu Santo. Y lo que dice de él es maravilloso. El sólo No. 4 de la Constitución Lumen Gentium vale por un tratado teológico.

La renovación Postconciliar que es más rica y positiva de lo que creen muchos, es la obra del Espíritu Santo. Y si esa metanoía no ha llegado a muchos miembros de La iglesia es por la falta de entrega y docilidad al Espíritu Santo. EL no entra si no se le abre la puerta. “La libertad de acción del Espíritu Santo se ve entrabada por nuestras divisiones” han escrito los autores del libro “Mañana Comunidades de Base?”.

Es admirable la manera como gran parte de la Juventud está descubriendo la Persona del Espíritu Santo y se está entregando a su acción santificadora. Desencantada como ésta de los ídolos humanos que le ofrecían un fácil, cambio por medio de la violencia, de una técnica, cada día más asombrosa pero siempre material, de las mismas drogas que, en vez de un paraíso, le han proporcionado un infierno, vuelve sus ojos a Cristo y, movida por El Espíritu Santo, proclama sin pena y con un valor admirable que Él es el Señor. Se va realizando el ideal de San Pablo: “que toda lengua proclame que Jesucristo es el señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 11).

No pocos quieren marginarse de esta acción renovadora del Espíritu Santo, con el pretexto de que pueden presentarse manifestaciones peligrosas y exageraciones dañinas. Claro está que pueden darse y, de hecho, se han dado esas exageraciones fueran razón para prescindir de algo valioso, tendríamos que

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hacerlo con grandes valores cristianos como la Eucaristía, el Sacerdocio y el Sacramento de la Penitencia. Quien no tiene que lamentar abusos en la recepción de estos Sacramentos?.

Otros manifiestan temores porque creen que una predicación más abierta del Espíritu Santo y de su acción en la iglesia y en el mundo puede relegar al Padre y a Cristo aun lugar secundario. Torpe es esta afirmación: “El espíritu Santo es quien da en nuestro espíritu testimonio de que somos hijos de Dios” (Rm 8, 16) Y quien da testimonio en nosotros de cristo y nos fortalece para proclamarlo en todas partes (Cf Jn 15, 26 y 27 y Hch 1, 8). “La misión del Espíritu Santo es la de conducirnos a la verdad plena. Llevarnos a cristo y hacernos entrar en el seno del Padre. El Espíritu santo no inventa nada, ni añade nada a lo que quiere el Padre ya lo que el Hijo hace por nuestra salvación “ (Barbe).

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II

DESEO Y PROPOSITO SINCERO DE VERDADERA CONVERSION

No pocos, al ori hablar ahora de la maravillosa acción del Espíritu Santo en la iglesia y en el mundo, creen Que se trata de un talismán para ponerse a salvo de los problemas y dificultades y de un medio mágico para alcanzar la perfección sin esfuerzo y sin ese renunciamiento evangélico que desagrada hasta en su mismo nombre.

Ninguna equivocación peor que esta. La vida en el Espíritu Santo que va acompañada de gracias abundantísimas y de frutos de santidad admirables, tienen un punto de partida necesario: el deseo y el propósito sinceros de una verdadera conversión no metanoia.

Las palabras de Jesús cuando habla a sus Apóstoles del envío del Espíritu santo so muy claras. “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, y yo rogare al Padre y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre” (Jn. 14, 16).

Cristo pedirá al Padre que envié su Espíritu cuando se cumpla una condición: el amor comprobado mediante la observancia de los mandatos de cristo, especialmente el de la caridad.

Pero alguien dirá al oír estas palabras: “Cómo es posible que se me exija la perfección que es obra del Espíritu Santo como requisito para poder recibirlo? Lo que JESÚS nos exige para su ruego en favor de nosotros es que sinceramente odiemos el pecado y anhelemos obtener la auténtica conversión que El pide a los cristianos en el Evangelio. Y esta conversión tiene un inicio indispensable: el amor a la ley del señor. Si falta éste, será inútil pensar en un encuentro filial con el Padre.

Ojalá que cada uno de nosotros meditase frecuentemente en alguno de los innumerables textos bíblicos que nos llaman a la conversión y proclaman la excelencia de la ley divina. El Salmo 118 contiene su mejor elogio:

“Dichosos aquellos de camino perfecto,Que proceden en la ley de Yahveh.Dichosos los que guardan sus dictámenes,Los que buscan de todo corazón,

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Y los que sin cometer iniquidad, Andan por sus caminosTú, tus ordenanzas promulgaste,Para que sean guardadas cabalmenteOjalá mis caminos se asegurenPara observar tus preceptos!Entonces no tendré vergüenza algunaAl mirar a todos tus mandamientos.Con rectitud de corazón te daré gracias,Al aprender tus justos juicios.Tus preceptos los observaré,No me abandones tú del todo. ¿Cómo el joven guardará su camino?Observando tu palabra,De todo corazón te ando buscandoNo me desvíes de tus mandamientos.Dentro del corazón he guardado tu promesa, para no pecar contra tiBendito tú, Yahveh.Enséñame tú, YahvehEnséñame tus preceptos”.(Sal 118, 1-12).

Pero sin la luz y sin la fuerza del Espíritu Santo, no podremos tomar esa posición valiente frente al pecado y a la virtud. Más para fortuna muestra el Señor nos dice por medio del Profeta Ezequiel: “Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos” (Ez 36, 25-27).

Este don será la respuesta divina a nuestra súplica de perdón, suplica que debemos hacer con las palabras santas: “Oh Dios! Crea en mí un corazón puro. Aparta de mi pecado tu vista. No me quites tu Santo Espíritu “(Sal 50). Este odio al pecado y el amor a los preceptos del Señor han de crecer en nosotros si de veras vivimos en el Espíritu y nos dejamos conducir por El. De lo contrario podríamos apagarlo en nosotros, como nos advierte San Pablo (1 Ts 5,19). Recordemos el caso de Saúl, quien recibió la plenitud del Espíritu de Dios y por falta de obediencia lo pidió y en cambio fue poseído por un espíritu malo.

El Capítulo X del Libro de Samuel nos descubre la unción de Saúl: “Tomo Samuel una redoma de óleo, la vertió sobre la cabeza de Saúl y lo besó” (1). Después le dice: “El espíritu de Yahvé vendrá sobre ti con poder y profetizarás y te transformaras en otro hombre” (6).

¿Qué sucedió en aquel momento? El texto Sagrado dice: “En cuanto volvió Saúl las espaldas para apartarse de Samuel, se sintió otro y todas las señales aquellas le sucedieron el mismo día (9). Una de las señales fue la de profetizar cuando se

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encontró con un tropel de profetas: Le arrebató el Espíritu de Dios y se puso a profetizar en medio de ellos” (10).

El espíritu Santo se apodera de Saúl, lo cambia en otro hombre y le da el carisma de la profecía. Es una acción raída que asombra a todos. Una acción especial del Espíritu Santo en un hombre que ha sido escogido para ser el primer Rey de Israel.Con el poder del Espíritu Santo el Rey Saúl hizo grandes cosas en favor de su pueblo, las cuales están descritas en los Capítulos XI y XII del mimo Libro Santo.Desafortunadamente Saúl fue infiel, peco en Gálgala, fue rechazado por Dios y “el Espíritu de Yahve se retiró de Él” (16,14) y en su lugar “le turbaba un mal espíritu mandado por Yahvé (16,14).

Debemos sentir gran temor al leer estos textos. Podemos perder el Espíritu por nuestros pecados y recibir, en cambio, un espíritu malo.

Por eso, con tanta razón San Pablo en su Carta a los Efesios nos amonesta así: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día del rescate” (4,30). En cambio, “dejad que el Espíritu Renueve vuestra mentalidad y vestíos de la nueva condición humana acabada a imagen de Dios en la Justicia y santidad verdaderas” (Ef 3, 23 y 24) .

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III

EL ESPIRITU SANTO Y CRISTO SACERDOTE

La Sagrada Escritura nos muestra la íntima relación que existe ente el Espíritu Santo y Cristo a lo largo de toda su vida y de sus acciones Sacerdotales, desde la Encarnación hasta la realización del Misterio Pascual en su muerte y resurrección, para terminar con él envió que El hace de su Espíritu a la Iglesia.

Consagración de Cristo Sacerdote en la Encarnación

En la Encarnación y mediante la unión del Verbo con la naturaleza humana se efectúa la unción Sacerdotal de Cristo. Desde Ese Momento es “Sacerdote eterno según el rito de Melquicedec”.Pero es el Espíritu Santo quien interviene directamente en esta unción Sacerdotal” “El espíritu Santo descenderá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1,35) dice el ángel de la Anunciación a María.El símbolo dirá: “Fue concebido por obra del Espíritu Santo”.San Juan damasceno en una fórmula precisa escribirá: “La Divinidad es la unción de la humanidad de Cristo” y Dillenschneider comenta: “En la obra de la encarnación por la cual cristo ha sido constituido el Mediador y Sacerdote de la humanidad, la iniciativa de la unción viene del Padre que inviste a su Hijo de la función de Supremo Sacerdote.

Cristo es el sujeto que recibe la unción. EL Espíritu Santo es el Principio operante de esta unción.María será el templo donde se efectuará esta consagración De ella dirá san Proclo: OH Templo en el cual Dios se hizo Sacerdote”. Es allí donde este Pontífice pronuncia su gran ofertorio: “Por eso, al entrar en este mundo, dice:

Sacrificio y oblación no quisiste;Pero me has formado un cuerpo.Holocaustos y sacrificios por el

Pecado no te agradaron.Entonces dije: He aquí que vengo

_Pues de mí está escrito en el rollo, del libro—a hacer, oh Dios, tu voluntad!

Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni se agradaron- cosas todas ofrecidas conforme a la Ley- entonces-

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añade-: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer lo segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del Cuerpo de Jesucristo” (Hb 10, 5-10)

La Epifanía del Espíritu SantoEn el Bautismo de Cristo

Cristo recibe una nueva unción del Espíritu Sano en la teofanía de su bautismo en el Jordán.El Santo Evangelio nos dice: “Después de ser bautizado todo el pueblo, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre El el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, y vino una voz del cielo: “Tu eres mi Hijo amado; en ti me complazco” (LC 3, 21-23).San Juan completa el relato de los sinópticos con las palabas del Bautista: “Y Juan dio testimonio diciendo: “He visto al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se quedaba sobre él. Y YO no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es Elegido de Dios” (Jn 1, 32-34)

San Pedro en su discurso en casa de Cornelio citará este pasaje porque le da mucha importancia: “Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo, cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él paso haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba en él” (Hch 10, 37 y 38).

Los padres verán en esta unción del Espíritu Santo en el Jodan principalmente una consagración profética de Cristo. Con razón San Mateo cita después del relato de la manifestación divina del Jordán. El texto de Isaías: “El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una intensa luz, a los que habitaban en paraje de sombras de muerte a una luz les ha amanecido. Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: “Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca” (Mt. 4, 16-17).Esta misión Sacerdotal de cristo que incluye especialmente la profética, LA cumplirá siempre bajo la dirección del Espíritu Santo.

Basta ver cómo después del bautismo es conducido al desierto por el Espíritu (Lc 4,1). Un día dirá: “Si es por el Espíritu de Dios como expulso los demonios, entonces ha llegado para vosotros el reino de Dios “(Mt. 12, 28). Hará los milagros y todos lo buscarán “porque salía de Él una fuera que curaba a todos “(Lc 6, 19) pero San Pedro en el texto que ya citamos advertirá: “Esto es cómo a Jesús le ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder y como paso haciendo bien y sanando a todos” (Hch 10,38).

La elección, formación e instrucción de los Apóstoles será efectuada por Jesús bajo la acción del Espíritu Santo. El texto de los hechos es muy importante:

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“Después de haber dado instrucciones movido por el Espíritu Santo, a los Apóstoles, que había elegido” (HVH 1, 2).En seguida estudiaremos todo lo que Cristo dice a cerca del Espíritu Santo a sus discípulos antes de la Pasión y después de su Resurrección.

Las citas anteriores nos demuestran cómo es imposible encontrar a Cristo nuestro Salvador y entregarnos a EL con una fe plena si prescindimos del Espíritu Santo. He oído a más de una persona comentar que el movimiento de renovación en el Espíritu Santo es muy peligroso porque puede apartarnos de Cristo. Nada más equivocado que esto. El Espíritu Santo es quien da en nosotros testimonios de Jesús y nos capacita para ser sus testigos fieles, siempre y en todas partes (Cf Jn15, 26 y 27 y Hch 1,8).El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús (Rm 8,9) y su misión es la de mostrarnos a Cristo y unirnos con él por el amor para que así pueda perfeccionar en cada uno de nosotros la obra de la salvación.

El Espíritu Santo y el sacrificio Redentor de Cristo Sacerdote

Sólo en la Epístola a los Hebreos encontramos una alusión a la acción del Espíritu Santo en el sacrificio sacerdotal de JESÚS: “Cuánto más la sangre de Cristo que, por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, Purificará vuestra conciencia de obras muertas para que rindáis culto al Dios viviente “(9,14). Santo Tomás en su comentario a esta Epístola dirá: “Que es bajo la moción del Espíritu Santo, que es un Espíritu de caridad, como el Redentor ofreció el acto de su oblación sacrificial.

San León escribirá: “La Santísima trinidad toma arte en la obra de nuestra restauración. El padre aceptando el sacrificio, el Hijo ofreciéndolo y el Espíritu Santo encendiéndolo en el fuego”.

León XIII en la Encíclica Divinum Illud dice “que todas las acciones de Cristo y en particular su Sacrificio fueron realizadas bajo el influjo del Espíritu Santo”.Y la liturgia de la eucaristía contiene esta oración: “señor Jesucristo que por voluntad el padre y cooperando el espíritu santo diste vida al mundo… “Es claro que siendo la redención la mayor manifestación del amor de Cristo, ya que “no hay mayor caridad que la de aquel que da la vida por sus amigos”, y siendo el Espíritu Santo el Amor, haya influido de una manera especialísima en la realización de este Sacrificio Sacerdotal.

EL Espíritu Santo en la Resurrección de Cristo

San Pablo escribe a los Romanos: “Es el Espíritu que ha resucitado a Jesús de entre los muertos” (8,11). Y SAN pedro en su primera carta: “Cristo... muerto en la carme, pero vivificado por el Espíritu” (1 P 3, 18).

La Resurrección de Cristo es la obra de mayor poder y éste se halla en el Espíritu santo y por esto se dice de él que resucitó a Cristo. Esto no quiere decir que la

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resurrección sea obra exclusiva del paráclito. Sabeos que todas las obras “ad extra” son efectuadas por la Santísima trinidad y por eso San Pedro dirá: Al cual Dios resucitó (Hch 2, 24), y San Pablo en varios lugares atribuye la resurrección a la acción del padre y más claramente al poder soberano de Dios Padre (Ef. 1, 18.20; 2 Co 13,4). Y como la resurrección de Cristo es la garantía de nuestra futura resurrección corporal, alegrémonos al saber que esta será también la obra del Espíritu Santo. Es san Pablo quien lo afirma en los términos más claros: “Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús habita en vosotros, vivificara también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros “(Rm 8,11)

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IVLO QUE DICE CRISTO DEL ESPIRITU SANTO

San Lucas, el Evangelista del Espíritu Santo, como lo llama, con razón San Juan Crisóstomo, nos describe la visita que hizo Jesús a la Sinagoga de Nazaret, y la lectura que hizo allí de la palabra de Dios: “Le entregaron el Libro del profeta Isaías, y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde está escrito:El espíritu del Señor esta sobre mí,Porque me ha ungido.Me ha enviado a anunciar a los pobres La Buena Nueva.A proclamar la liberación a los cautivosY la vista a los ciegos,Para dar la libertad a los oprimidosY proclamar un año de gracia del Señor.Enrollando el volumen lo devolvió al ministro y se sentó.En la Sinagoga todos los ojos estaban fijos en fijos en El. Comenzó, pues, a decirles:

“Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”. Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca” (LC 4, 17-22).

Estas palabras del Capítulo 61 de Isaías son complemento de las que encontramos en el Capítulo 11 de la misma profecía: “Saldrá un vástago del trono de José, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahvè: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé. (Y le inspirará en el temor de Yahvé). No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado” (Is 11, 1-4).

San Juan tiene en su Evangelio un texto precioso para mostrarnos cómo Jesús da en abundancia la comunicación del Espíritu Santo a quienes lo deseen ardientemente. “El último día de la fiesta, el más solemne, puesto en pie, Jesús gritó: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que crea en MÌ”, como dice la escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en El. Porque aún no había Espíritu,

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pues todavía JESÙS no había sido glorificado. Muchos entre la gente, que le habían oído estas palabras, decían: “Este es sin duda el profeta” (Jn. 7, 37-40).

Respecto de estas palabras “todavía no había Espíritu”, debemos saber cuál es su significado verdadero. “Espíritu es aquí, no la persona del Espíritu” eternamente existente, son su plena comunicación concedida a los hombres. Esta plena comunicación, la promesa mesiánica por antonomasia, estaba vinculada a la glorificación del Mesías, es decir, a su pasión y muerte, a su resurrección la gloriosa ascensión. Pentecostés había de ser el día de esa plenaria comunicación del Espíritu Santo a los hombres” (P. Bover).Muy provechosa será la lectura de los textos que cita aquí el señor y que se encuentran en Isaías 44, 3; 55, 1 y Ezequiel 47, 1-13).

En San Lucas hallamos las palabras del Señor para animarnos a pedir con confianza y perseverancia el don del Espíritu Santo. Ojala las meditemos profundamente: Yo os digo: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe, el que busca, halla; y el que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra; o si un pez, en lugar de pez le da una culebra; o si pide un huevo, le da un escorpión? Si pues, vosotros, siendo malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!” (Lc 11, 9-14).

Pero cuando Jesús muestra más claramente la importancia del Espíritu Santo en nuestras vidas y la obra portentosa que debe realizar en nosotros es al final, poco antes de padre y morir. San Juan nos dejó escritos en su evangelio estos textos preciosos: “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros y en vosotros está “(14, 16 y 17)” Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho “(14,26) “Cuando venga e Paráclito el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, el dará testimonio porque estáis conmigo desde el principio” (15,26 y 27). “El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros” (16, 14 y 15).

Y en el libro de los hechos leemos lo que dice Jesús acerca del Espíritu Santo, momentos antes de la Ascensión: “Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó no se ausentasen de Jerusalén sino que guardasen la promesa del Padre, “que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hch 1, 4 y 5). “Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8).

Estos textos que debemos profundizar en la oración con la luz del mismo Espíritu nos muestran la acción maravillosa que Él debe efectuar en la Iglesia y en cada

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uno de los fieles. Es el Consolador, el Abogado, el Maestro de la verdad plena, el Testigo de Cristo, EL Amor y el Poder infinitos.

VPENTECOSTES

Los Apóstoles descendieron del Monte del Olivar “así que entraron, se subieron a la habitación superior” y todos perseveraban unánimemente en la oración juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos. (Hch 1, 12-15). Este grupo de personas, presidido por María, cree en la promesa de Cristo y se dedica a la oración comunitaria como preparación para la recepción del Espíritu Santo. Con mucha razón el movimiento de renovación en el Espíritu Santo tiene como centro la Oración participada. Estos grupos de oración mantienen el fervor y atraen nuevas gracias del Espíritu Santo. Cuando se debilitan o desaparecen, la corriente espiritual decrece y aún se extingue.

Los Hechos nos describen así la venida del Espíritu Santo: “Llegado el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en donde se encontraban. Se les parecieron unas lenguas como de fuego que dividiéndose se posaron sobre cada uno de ellos, quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.

Había en Jerusalén Judíos que allí residían, hombres piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congrego y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: ¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿Cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, La parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios. Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: Que significa esto?. Otros en cambio decían riéndose: “Están llenos de mosto”. Entonces Pedro, presentándose con los Once, levanto su voz y les dijo Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os Quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras: no están borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día” (Hch 2, 1-15).

Conviene aclarar el significado del término “hablar en lenguas diferentes”, El P. Bover dice: “Estas lenguas diferentes”. El P. Bover dice: “Estas lenguas diferentes, que providencialmente coincidían con las de los numerosos judíos allí presentes,

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no tenían por objeto facilitar la predicación evangélica a todo el mundo: eran más bien fenómenos sobrenaturales pasajeros, destinados a llamar la tensión y provocar el asombro de los oyentes”, “hablar las magnificencias de Dios, o como dice San Pablo, “Bendecir a DIOS con el Espíritu”. Tal era el objeto principal del don de lenguas”.

EL p. Salvador Carrillo afirma que “allí se dio el fenómeno llamado xenoglosia = hablar en idiomas extranjeros, Carisma del Espíritu Santo que invitaba a pensar que la unión de la humanidad, rota en otro tiempo, cuando el suceso de la torre de Babel, podría recobrarse ahora mediante la predicación universal del Evangelio, llevada hasta los confines del mundo, gracias a la fuerza del Espíritu “(Renovación Carismática, pág. 35).

Según lo dice San Pedro en el discurso que pronuncia delante de la multitud que se ha congregado, en aquel momento tiene cabal cumplimiento la profecía de José‘: “Y acaecerá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas: Los jóvenes tendrán visiones y los ancianos sueños. Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu, Hare prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el día grande del Señor. Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Hch 2, 17-22).

Estos “días postreros” son los de la Iglesia, cuya “Oficialización” en frase de Pablo VI se efectúa en Pentecostés. Felices nosotros porque nos ha tocado vivir en esta época podemos disfrutar de esta abundante comunicación del Espíritu Santo. Porque la plena efusión del Espíritu Santo no estaba limitada a aquel momento. San Pedro lo afirma claramente cuando responde a los primeros convertidos después de su discurso: “Arrepentíos y bautícese cada uno: y recibiréis el don del Espíritu Santo. Pues para vosotros es la promesa y también para vuestros hijos y para todos los que están lejos, cuando quiera que llamare el señor Dios nuestro” (Hch 2, 38-40).

Se puede decir que el actual movimiento de renovación en el Espíritu santo obedece, en gran parte, a una seria reflexión acerca del contenido doctrinario de esta afirmación de san pedro. En efecto, Si el Don del Paráclito es para todos los que hemos sido llamados por el Señor, por qué entonces mantenemos una posición de reserva y desconfianza? Y si es para todos nosotros, ¿por qué no lo deseamos y pedimos al Padre? ¿Por qué la Iglesia del Siglo XX no puede disfrutar de las riquezas de Pentecostés? Nuestra posición debe ser la de creer en el plan de Dios sobre la iglesia en todas Las épocas y la de descubrir todo lo que entraña la efusión del Espíritu Santo para pedirla y recibirla con fe y alegría.

El Cardenal Journet nos dice: “Para los Apóstoles, pentecostés es un bautismo del espíritu (Hch 2, 4), es decir, un arranque en el Espíritu. Reciben la fuerza necesaria para ser testigos de Jesús en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra. Superaran los obstáculos que para ellos supongan la diversidad de lenguas, de naciones de culturas para fundar la Iglesia universal

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(Hch 2, 4-11). Ahí tenemos la inauguración de la edad del Espíritu Santo” (Teología de la Iglesia, pág. 126).

“Para la Virgen, oculta en el orden de las grandezas de la santidad, Pentecostés no supone un comienzo en el tiempo, son más bien un término. NO será ella quien salga al exterior con la fuerza del Espíritu Santo para predicar al mundo el Evangelio. La visita del Espíritu, que había descendido ya otra vez para ella sola cuando comenzaba sumisión en el instante de la Encarnación (LC 1, 35), no puede ser en adelante más que el anuncio y la preparación de su próxima partida para el cielo. María no espera un nuevo comienzo de su vida terrena. Ve llegar la madurez como el verano y la cosecha de todas las gracias que ha depositado Cristo en su alma” (Cardenal Journet, Teología de la Iglesia, pág. 126).

Los efectos de Pentecostés no pueden ser más admirables. Pedro y sus compañeros ya no serán los tímidos que se encierran por miedo a los judíos, sino los valientes predicadores del Evangelio de Jesús que no se dejarán amedrentar ni claudicarán cuando los azoten: Ellos se iban de la presencia del Sanedrín gozosos por haber sido hallados dignos de ser afrentados por el nombre de Jesús” (Hch 5, 41).

Ahora adquieren un conocimiento claro y profundo de las enseñanzas de Cristo y podrán cumplir a cabalidad la misión que les dio CRISTO: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la reacción” (Mc. 16,15). “Id, pues, y amaestrad a todas las gentes, bautizándoles en el nombre del padre Y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar cuantas cosas os ordene” (Mt. 28,19). “La elevación y profundidad, la solidez y el rigor del razonamiento del discurso de San Pedro el día de Pentecostés, solo se explica por la acción del Espíritu Santo”. “Y los días enteros, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la buena nueva del Mesías Jesús” (Hch 5, 42).

El Espíritu Santo comunica a quien lo recibe la caridad, antes que los demás. Esta caridad aglutina y formar a la verdadera comunidad. “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y ninguno decía ser propia suya cosa alguna de las que poseía, sino que para ellos todo era común (Hch. 4,32).

La práctica de la oración y especialmente de la comunitaria, es otro de los efectos de Pentecostés.

“Pedro y Juan subían al templo a la hora nona, hora de oración”· (HCH 3,1). Cuando los del Sanedrín amenazan a los Apóstoles y los ponen en libertad, “estos se fueron a los suyos y ellos movidos de un mismo sentimiento, elevaron la voz hacia Dios y dijeron… “Y como hubieron acabado su oración retembló el lugar en que se hallaban reunidos y quedaron todos llenos del Espíritu Santo” (Hch 4, 23-31).

Eligen siete diáconos para poder “permanecer los Apóstoles dedicados a la oración y al ministerio de la palabra” (HCH 6, 1-7) y cuando pedro es encarcelado

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por Herodes “LA Iglesia hace oración instante a Dios” (Hch 12, 5). Al salir milagrosamente de la prisión “se dirige a la casa de María, la Madre de Juan, donde se hallaban no pocos reunidos y orando” (Hch 12, 12).

Posesión de la verdad plena, valor para dar testimonio de Cristo resucitado, aún a costa de la vida, amor a la oración y la vivencia de la auténtica comunidad cristiana son los principales efectos de pentecostés en su constante realización en la Iglesia y en cada uno de sus miembros.

VI

EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO

Los Apóstoles habían recibido de Jesús el don del Espíritu Santo. San Juan nos dice: “Que al anochecer de aquel día, primero de la semana, estaban los discípulos en una Casa con la puertas cerradas, por miedo a los Judíos- y en esto entro Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros- Como el de Padre me envino así también os envió yo- y dicho esto, exhalo su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados” (Jn 20, 22-24).

Aquí hallamos dos cosas muy importantes:

1º Nuestro Señor da su Espíritu por medio de un signo sensible: La insuflación sobre los apóstoles: No se limita a decir: “Recibid el Espíritu Santo”: Primero sopla sobre ellos. Esto debe tenerse en cuenta.

2º El bautismo en el Espíritu Santo de qué habla Jesús a los apóstoles antes de la Ascensión (Hch 1,5) no es la comunicación del Paráclito a quienes carecían de Él. Se trata de una nueva comunicación y de una acción más intensa por parte del Espíritu Santo. El cambio que se verificó en ellos fue maravilloso.

No debe extrañarnos que muchos católicos Pentecostales hablen hoy de la necesidad de recibir el bautismo en el Espíritu Santo por parte de quienes ya lo recibieron en el Bautismo y la Confirmación. Advierten muy bien que no se trata de un nuevo Sacramento, ni de quitar valor a los Sacramentos de la iniciación, sino de recibir del Padre por Cristo una nueva y más abundante efusión del Paráclito en nuestras almas.

Conviene tener presentes los textos que hablan del bautismo en el Espíritu Santo.

Dice Juan Bautista: “Yo, en verdad bautizo con agua… Él les bautizará con el espíritu Santo” (Mt 3, 11). “Yo los he bautizado con agua, pero El los bautizará con el Espíritu Santo” Mc 1,8) “Yo en verdad les bautizo con agua, pero viene uno que les bautizará con el Espíritu Santo y con fuego” (LC 3, 16). “Yo vi al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre él. El que me mandó a bautizar con agua me dijo: “Cuando veas al Espíritu bajar y quedarse sobre cierto hombre, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Han 1-33). “Esperen que se cumpla la

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promesa que mi Padre les ha dado, conforme yo les dije-Es cierto que Juan bautizo con agua, pero dentro de pocos días ustedes va a ser bautizados con el Espíritu Santo” (Hch 1-5).

San Pedro al narrar la conversión de Concilio dice a la Iglesia de Jerusalén: “Entonces me acordé de lo que dijo el Señor: “Es cierto que Juan bautizo con agua, pero Ustedes van a ser bautizados con el Espíritu Santo” (Hch 11-16).

Notemos que los cuatro Evangelios y los Hechos de los apóstoles emplean el mismo término: “Bautizados en El Espíritu Santo”. Y que los Apóstoles reciben este bautismo el día de Pentecostés, no obstante que ya Cristo había soplado sobre ellos y les había dicho: “Recibid el Espíritu Santo” (Jon. 20.22): También hay que advertir que, según el relato de los Hechos Cornelio y los suyos reciben el Espíritu Santo” (Jon 20-22). También hay que advertir que, según el relato de los Hechos, Cornelio y los suyos reciben el Espíritu Santo” cuando todavía estaba hablando Pedro, (10, 44) y que fue a causa de esta efusión del paráclito como Pedro decidió bautizarlos. ¿Acaso puede impedirse que sean bautizadas estas personas, ya que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? Y mando que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo “(Hch 10. 47-48). Aquí el bautismo en el Espíritu Santo precede al bautismo con agua por medio del cual los de la casa de Cornelio fueron incorporados a la Iglesia:

Duplessis dice que: “El bautismo en el Espíritu Santo no es un encuentro con el Espíritu Sino con Cristo, el Bautizador. Esto significa rendición total y absoluto compromiso con Jesús. Sin esto, Él no puede bautizarle en el Espíritu”, “Aquí Cristo es el agente, el Espíritu Santo el elemento, y el creyente el objeto.

Esta afirmación tiene su fundamento precisamente en los textos evangélicos: “El (Cristo) los bautizará con el Espíritu Santo”.

Para comprender mejor lo que quieren expresar los católicos que hablan del bautismo en el espíritu Santo, conviene decir que para ellos se trata principalmente de una experiencia personal, más o menos profunda e intensa, de la presencia amorosa y de la acción santificadora del Espíritu Santo, cuya realidad han descubierto y han deseado vivamente especialmente en un círculo de oración o después de un Seminario o cursillo acerca de Él.

J.M. Ford en el artículo que publicó en el No 79 de Concilium con EL Título: Catolicismo pentecostal, dice: Sus miembros asan con frecuencia por una experiencia de conversión inicial que les arranca de una vida de pecado o de incredulidad o, si ya son practicantes, los impulsa a una entrega más profunda que en el lenguaje de la espiritualidad tradicional podríamos llamar “segunda conversión”. Al parecer esta experiencia suele ir acompañada de un toque (no estado) de contemplación infusa que puede durar varios minutos, y a veces días.

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En muchos casos esta experiencia va seguida de una devoción sensible análoga al “fervor de los conversos”. Esta experiencia de conversión recibe de los pentecostales el nombre de “bautismo en el Espíritu “, pero el término más apropiado sería “desaprisionamiento del Espíritu “.

La mística gira toda entorno a la experiencia de Dios, especialmente en la oración infusa que produce un amor del cual dice profundamente San Bernardo: “El que lo experimenta puede creer (no decir) lo que es amar a Dios”. Es muy frecuente en los místicos la palabra “inefable” para designar las experiencias divinas de los contemplativos.

El Documento de la Clar “La vida según el Espíritu en las Comunidades Religiosas de América Latina” que hace poco público la Confederación, dedica la primera parte a la Experiencia de Dios, Contiene entre cosas muy importantes las siguientes: “Al mirar las grandes figuras religiosas: fundadores de órdenes, Congregaciones o Institutos resulta muy claro que la fuente y la raíz de sus vidas y de sus actitudes fue una experiencia íntima y profunda de Dios y su encarnación en Jesucristo. Por eso, nada mejor que, al comienzo de nuestras reflexiones, profundizar la estructura de toda experiencia de Dios para colocarnos así en el corazón mismo de la vocación religiosa.

Experiencia ReligiosaApertura fundamental Humana

Vivir religiosamente es un modo específico de estar en el mundo. Por lo tanto no es una parcela de vida, sino un modo de ser que abarca la totalidad de la vida: el pensar, el obrar y la relación con los otros. Brota de una experiencia radical e la que se acerca a Dios como el Señor y se relativiza, en consecuencia, toda otra cosa que se presenta como absoluta” (Pág. 19).

“La vida religiosa es una radicalización de la experiencia de Dios”. “Experimentar a Dio s es haber sentido alguna vez su presencia íntima, que penetra el alma y la transforma profundamente.“Vida espiritual es un vivir en el Espíritu Santo mientras participamos de la vida del Espíritu y el inhabite en nosotros”.Pero lo importante no es disfrutar de una experiencia, intensa pero transitoria de Dios, sino que esta sea el comienzo de una vida en el Espíritu Santo. Sin esto tendría muy poco valor.

“La vida según el Espíritu ha de ser una vida informada en todas sus dimensiones por la acción del Espíritu Santo. Es vivir en relación de hijo ara con Dios, de hermano para con todos los hombres y de Señor para con el mundo”. San Pablo nos ha dicho: “Si vivís en el Espíritu, caminad en El” (Ga 5,25=. Se trata pues, de vivir hasta el final en una entrega total a Cristo, en una constante docilidad a su Espíritu y en realización del plan santificador que Él tenga para nosotros.

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No se deben identificar los términos: experiencia de Dios y emoción, aunque esta acompañe algunas veces a aquella. Los Apósteles y los discípulos que recibieron el don del Espíritu Santo el día de Pentecostés se emocionaron tanto que dieron a muchos la sensación de que estaban borrachos. San Pedro en su discurso tuvo que defenderlos de este cargo.

No olvidemos el entusiasmo de David y sus actuaciones cuando era transportada el Arca de la Alianza: “David y toda la casa de Israel iban dando delante de Yahvé con todas sus fueras, con arpas, salterios, adufes, flautas y címbalos” (2 S 6,5).San Pablo escribe a los Efesios: “No os embriaguéis con vino, que lleva al desenfreno, sino llenaos del Espíritu, hablándoos los unos a los otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, contando y tañendo en vuestro corazón al Señor” (5,18).

Cuando tachamos a estos Católicos de demasiado emocionales. ¿No podrán ellos tacharnos de exageradamente intelectuales y fríos?Es preciso también advertir que el movimiento carismático católico es mucho menos emocional que el Clásico y que como dice muy bien el autor del Manual de Equipo: “Nuestra Comunidad es en cierto sentido más pentecostal ahora, porque vimos la vida del Espíritu más profundamente. Pero en otro sentido es ya menos pentecostal porque hablamos menos del movimiento pentecostal discutimos menos acerca de lenguas, profecías y bautismo en el Espíritu. Nuestro enfoque se dirige ahora, al Padre, a la persona y obra de Jesús y a la poderosa presencia del Espíritu. Nos referimos a nosotros más bien como a cristianos”.

Termino este capítulo con estas palabras de J.M. Ford: “Quizás el descubrimiento más alentador de la encuesta que hice entre 290grupos de oración fue la respuesta a la pegunta planteada a los destinatarios sobre cómo explicarían ellos “el bautismo del Espíritu” a una persona no pentecostal. Ninguna respuesta a los cuestionarios confundió “ el bautismo del Espíritu” con el Sacramento del bautismo ni aludió al don de lenguas, sin que la mayoría lo consideraba como un desaprisionamiento del Espíritu ya recibido en los Sacramentos del bautismo y de la confirmación , como una vida más estrecha con Jesús y como el desarrollo de los frutos del Espíritu. No aparecía ninguna señal de elitismo “(L C. pág. 396).

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VII

LOS DONES O CARISMAS DEL ESPIRITU SANTO

El movimiento de renovación en EL Espíritu Santo es llamado frecuentemente Carismático por la importancia, a veces exagerada, que mucho de sus miembros dan a los dones o carismas del Espíritu Santo.Es preciso tener una visión clara acerca de su significado en importancia a fin de evitar los dos extremos, el de despreciarlos y aún temerlos como algo peligroso, o el de darles tanto valor especialmente algunos de ellos, que la Persona del Espíritu Santo pase a un segundo plano.

Para fortuna nuestra el Concilio Vaticano II trató de estos carismas en varios de sus Documentos y lo hizo con una claridad verdaderamente sorprendente, ya que el movimiento o corriente de renovación en el Espíritu Santo en La Iglesia Católica tendría su comienzo varios años después de la promulgación de los textos conciliares.Nada mejor entonces para evitar caer en uno de esos extremos que estudiar la doctrina del Concilio acerca de los carismas.

Los carismas en los documentos conciliares

El tema de los carismas aparece en varios documentos del Concilio Vaticano II y fue tratado ampliamente en varias intervenciones de los Padres Conciliares.Las citas más importantes se encuentran en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, en los No. 4, 7 y especialmente el 12 y en el Decreto sobre el Apostolado seglar, en especial en el No. 3 y también el No. 30.Se refiere también a ellos los Decretos sobre la vida y ministerio de los Presbíteros en los Nos 4 Y 9 y en el de Misiones en los Nos. 23 y 28.No podemos afirmar nuestra fidelidad al Concilio si no estudiamos seriamente estos textos y si no acomodamos nuestra conducta pastoral a sus exigencias.

El Concilio 1ª afirma claramente la existencia actual de los carismas tanto ordinarios como extraordinarios.2º Manifiesta que todos deben ser altamente estimados.3º Muestra su proyección apostólica, y4º Señala claramente el papel de la Jerarquía respecto a su interpretación.

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1º Existencia de los CarismasVeamos con cuanta claridad y aprecio habla el Concilio de la existencia de los carismas en el Pueblo de DIOS.En la constitución Lumen Gentium encontramos estos importantes textos:

El Espíritu Santo, Santificador de la Iglesia

Consumada la obra que el Padre encomendó realizar a Hijo sobre la tierra (Jn 17, 4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo En un Mismo Espíritu (EF 2, 18). Él es el Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4, 14; 7;38-39),por quien el Padre vivifica a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cristo (Rm 8,10-11) El Espíritu habita en La Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (1 Co 3, 16, 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (Ga 4. 6; Rm 8, 15 – 16 y 26) . Guía la Iglesia a toda la verdad (Jn 16, 13), unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con su frutos (Ef 4,11-12 ; 1 Co 12, 4; G 5, 22). Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su esposo.

En efecto, el Espíritu aparece como “un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (L. g, No. 4).

El Sentido de la Fe y los Carismas en el Pueblo Cristiano

El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de CRISTO, difundiendo su testimonio, vivo sobre todo con la vida de fe y de caridad y ofreciendo a Dios el Sacrificio de alabanza, que es fruto de los labios que confiesan su nombre (Hb. 13-15). La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (1 Jb 2, 20 y 27) , no puede equivocarse cuando cree y esta prorrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando “ desde los obispos hasta los últimos fieles laicos” presta su consentimiento universal en las cosas de fe costumbres.

Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantén, el pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe confiada de una vez para siempre a los santos, penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida, guiado en todo por el sagrado Magisterio, cometiéndose al cual no acepta ya una palabra de hombres, son la verdadera palabra de Dios (1 Ts 2, 13). Además el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12, 11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquella palaras: A

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cada uno…. Se le otorga la manifestación de Espíritu para común utilidad (1 Co 13, 7). Estos carisma, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia. Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apostólico. Y, además, el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (1 Ts 5, 12 y 19-21). (L. G. No 12).Fundamento del Apostolado Seglar

(A.A. No. 3). EL deber y el derecho del seglar al apostolado derivan de su misma unión con Cristo Cabeza. Insertos por el Bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, es el mismo Señor el que los destina al apostolado. Son consagrados como sacerdocio real y nación santa (1 P 2, 4-10) para ofrecer hostias espirituales en todas sus obras y para dar testimonio de Cristo en todo el mundo. Son los sacramentos, y sobre toda la Eucarística, los que comunican y alimentan en los fieles la caridad, que es como el alma de todo apostolado.

El apostolado se ejercita en la fe, en la esperanza y en la caridad que el Espíritu Santo difunde en el corazón de todos los hijos de la Iglesia. Más aún., el precepto de la caridad, que es el mandamiento máximo del Señor, urge a todos los cristianos a procurar la gloria de Dios por el advenimiento de su reino y la vida eterna a todos los hombres , a fin de que conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo (Jn 17,3).

Por consiguiente, a todos los cristianos se impone la gloriosa tarea de trabajar para que le mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado en todas partes por todos los hombres.

Para practicar este apostolado, el Espíritu Santo, que obra la santificación del pueblo de Dios por medio del ministerio y los sacramentos, da también a los fieles (1 Co 12, 7) dones peculiares, distribuyéndolos a cada uno, según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los demás, sean también ellos buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 P 4, 10), para edificación de todo el cuerpo en la caridad (Ef 4,16). Es la recepción de estos carismas incluso de los más sencillos, la que de ejercitarlos para bien de la humanidad y edificación de la iglesia en el seno de la propia Iglesia y en medio del mundo, con la libertad del Espíritu Santo, que sopla donde quiere (Jn 3, 8) , y en unión al mismo tiempo con los hermanos en Cristo y sobre todo con sus pastores a quienes toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y su ordenado ejercicio, no por cierto para que apaguen el Espíritu , son con el fin de que todo lo prueben y reténganlo que es bueno (1 Ts 5, 12, 19, 21).

La vocación misionera

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Aunque a todo discípulo de cristo incumbe la tarea de propagar la fe según su condición, Cristo, Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que quiere para que le acompañen y para enviarlos a predicar a las gentes. Por lo cual por medio del Espíritu Santo, que distribuye los carismas según quiere para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y suscita al mismo tiempo en la iglesia Institutos que tomen como omisión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia (A G. No 23).

2° Aprecio por los Carismas

Fuera de las palabras ya citadas del No 12 de la L.G. “Estos carismas, tanto los extraordinarios como los comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia”; hallamos en el Decreto P. Ord. No 9, esta norma pastoral: “Los Presbíteros descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten de los Laicos, tanto los humildes como los más altos”.

Son tres los deberes pastorales respecto a los carismas:

1° Descubrirlos con sentido de fe.2° Reconocerlos con gozo.3° Fomentarlos con diligencia.Dos veces amonesta el Concilio a los Pastores para que no sofoquen el Espíritu, lo prueben todo y reténganlo que es bueno. L.G. No 12 y Apost. Seglar No. 3.En ambos lugares hace referencia a las palabras de San Pablo en la I Carta a los Tesalonicenses 5, 19-21, Dicen allí el Apóstol: “No apaguéis al Espíritu, no despreciéis las profecías. Probadlo todo y quedaos con lo bueno”.

3° Proyección Pastoral de los Carismas

San Pablo escribe a los Corintios: “Así puesto que estáis ávidos de espíritus, procurad abundar en ellos para edificación de la Iglesia” (1 Co 14, 12) y había enumerado algunos de estos carismas. “Porque aun o se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro fe, en el mismo Espíritu; a otro carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros, a otro profecía, a otros discernimiento de espíritus; a toro, diversidad de lenguas, a toro, donde interpretarlas. Pero todas estas cosas la obra un mismo Espíritu, distribuyéndola a cada uno en particular según su voluntad” (1 Co 12, 8-12).

Siguiendo esta sabía norma los textos Conciliares exponen muy claramente la finalidad Pastoral de los diversos carismas que reciben los miembros del Pueblo de Dios para su constante edificación.En el Decreto Sobre el Apostolado Seglar dice: “Es la recepción de estos crismas, incluso de los más sencillos, la que confiere a cada creyente el derecho y el deber confiere a cada creyente el derecho y el deber de ejercitarlos para bien de la

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humanidades y edificación de la iglesia en el seno de la propia Iglesia y en medio del mundo” (No. 3).

Observemos que el beneficio de estos carismas no se limita a la Iglesia, sino que debe abarcar a toda la humanidad.Pablo VI en la Encíclica sobre el celibato recordará que éste beneficia no sólo a la Iglesia, sino que debe abarcar a toda la humanidad.

Pablo VI en la Encíclica sobre el celibato recordará que éste beneficia no sólo la Iglesia sino también a todo el mundo (No. 54).

El Decreto Conciliar dice también que “Cada uno debe prepararse diligentemente para el apostolado, obligación que es más urgente en la vida adulta porque, avanzando la edad, el alma se abre mejor y cada uno puede ejercer con mayor eficacia los carismas que el Espíritu Santo le dio para bien de sus hermanos” (No. 30). Y el decreto sobre la Actividad misionera de la Iglesia afirma: “Los cristianos tienen dones diferentes: Por ello deben colaborar en el Evangelio cada uno según su posibilidad, facultad, carisma y ministerio” (No. 28).

Muy sabía muy prudente es la advertencia que el Concilio hace en la Lumen Gentium: Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de las obras apostólicas” (No 12).Este fue el pensamiento de San Pablo como aparece en su I carta a los Corintios, en la que dedica los Cap. 12 y 14 a este importante tema de los carismas y recuerda que sin no tenemos cridad seremos como bronce que suena o címbalo que retine, aunque hablemos lenguas de hombres y de ángeles, tengamos el don de profecía y conozcamos todos los misterios y toda la ciencia” (No. 13).

4° La Jerarquía y los carismas.

El Espíritu Santo actúa carismáticamente en la Iglesia carismática y la Iglesia institucional y Jerárquico como tan profundamente lo demuestra el Cap. III de la L. G.Se equivocan quienes quieren enfrentar una Iglesia carismática a la Iglesia Institucional y Jerárquica. El Señor, Autor y Cabeza de su Iglesia, le dio una organización jerárquica y la enriqueció con la comunicación de su Espíritu y con la abundancia de sus carismas.

Pablo VI en su importante homilía de febrero 23 de 1972, dijo: “No se nos oculta cómo, sobre todo recientemente, se ha pretendido oponer la Iglesia carismática a la Jerárquica, cual si se tratase de los organismos distintos, más aún, contrarios y puestos entre Sí, De hecho aquí, en la potestad pastoral, el carisma y la autoridad coinciden: hemos recibido el Espíritu Santo que en la misión episcopal se manifiesta así, en esta simbiosis simultanea de magisterio santificante mediante su gracia, y de régimen en la caridad del servicio; son estas otras tantas facultades del obispo y dones del Espíritu. Es la voz de Pablo la que nos lo recuerda y confirma: “Hay diversidad de dones; pero uno mismo es el Espíritu.

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Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios que obra todas las cosas en todos” (1 Co 12, 4-6).

Del único Dios-Trinidad desciende la única Iglesias, de la cual los obispos tienen la principal responsabilidad, con unicidad de atribución carismática y jerárquica. Con esto no se niegan ciertamente los carismas particulares de los fieles, sino todo lo contrario; el mismo caso de la primera carta a los Corintios los supone y los reconoce, porque la iglesia es un organismo vivo, animado por la misma vida, misteriosa y múltiple, imprevisible y móvil, santificadora y transformadora, de Dios, pero los carismas conferidos a los fieles, como también subraya San Pablo ( 1 Co 14, 26-33. 40) , están sometidos a disciplina , que solamente está asegurada por el carisma de la potestad pastoral, en la caridad”.

Con claridad señala el Concilio el papel de la Jerarquía respecto a los carismas.“El juicio sobre la autenticada de los carismas y de su ejercicio pertenece a quienes tienen la autoridad de la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar AL Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno” (Cf 1 ts 5, 19-21) (L. GF. No. 12).

A los pastores de la iglesia toca juzgar la genuina naturaleza detales carismas y su ordenado ejercicio, n por cierto para que apaguen el Espíritu, son con el fin de que “todo lo prueben y retengan lo que es bueno” (Cf 1 TS 5, 12-19-21) (Apos. Seglar No. 3).

Entre estos dones del Espíritu Santo resalta la gracia de los Apóstoles, a cuya autoridad el mismo Espíritu subordina incluso los carismáticos (Cf 1 Co. 14, L G No 7).Estas sabias normas deben orientar y regular la conducta de las Pastores y la de los fieles en este importante campo de los carismas.

Será conveniente también observar la manera como la Iglesia pide hoy los dones del Espíritu Santo. En la colecta de la Misa de Pentecostés dice: “Por el misterio de Pentecostés, que hoy celebramos, Señor manifestaste tu Iglesia que hoy celebramos, Señor manifestaste tu Iglesia ante todas las razas y pueblos; derrama los dones del Espíritu Santo sobre toda la faz de la tierra; que tus fieles participen también ahora de los dones que tu misericordia dispensará, al iniciar la predicación del Evangelio”. Y esté mismo es el texto empleado en la administración del Sacramento de la Confirmación.

Alguien anotaba con razón: “Pedimos insistentemente, estos dones y cuando el Espíritu Santo nos los concede, como está sucediendo ahora, nos asustamos”.Para evitar exageraciones y poder emplear los dones del Señor conforme a su plan universal de salvación, nada mejor que observar la norma que nos da San Pedro: “Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios “ (1 P 4, 9-10).

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VIII

EL FRUTO DEL ESPIRITU SANTO

San Pablo en su carta a los Gálatas nos enumera las obras de la carne y el fruto que produce el Espíritu Santo en quien camina en el Y vive en El.

Empieza con esta consigna: “Caminad en el Espíritu y no llevéis a cabo las tendencia de la carne” (5, 16). Este texto es de suma importancia porque tenemos la tendencia a considerar la obra del Espíritu Santo en nosotros como un momento especial de la vida que se caracteriza por la emoción, la luz, el consuelo, la paz y otros efectos semejantes.

Muchos disfrutan de estos momentos en circunstancias diferentes como Cursillo de Cristiandad, unos ejercicios espirituales, la asistencia un grupo de oración participada, etc. Es preciso que ese momento especial, si se da, sea el principio de una vida en el Espíritu Santo y de un constante caminar a Él, pues de lo contario carecerían de verdadera importancia y se reduciría a una “candelada de habas”, o un fuego fatuo.

El Bautismo y la confirmación deben ser para quienes lo reciben puntos de partida. “Los cristianos deben seguir caminando en el Espíritu, avanzar, vivir la vida guiados por la fuerza de ese Espíritu; Él es quien les marca la pauta” (G. Schneider. Pág. 130).

“Si pues, vivimos en el Espíritu, caminemos también en el Espíritu”, dirá después San Pablo (5, 25).

Cuando de veras caminamos y vivimos en el Espíritu Santo, Este obra maravillas en nosotros y su acción santificadora se comprueba por la aparición de sus frutos de santidad. Si éstos no aparecen en nuestras vidas es porque, aunque hayamos recibido a este divino Espíritu, no vivimos en El.

Pablo en su carta enumera nueve manifestaciones del fruto del Espíritu Santo, a saber: “amor, alegría, paz, comprensión, benignidad; bondad, lealtad, mansedumbre y templanza” (5, 22-24) , pero esta enumeración no es exhaustiva.

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Los frutos del Espíritu Santo son incontables y su crecimiento es constante en la persona que camina en El y es fiel y dócil a su acción santificadora.

El comentarista de la Carta a los Gálatas, Gerhard Schneider, da la siguiente explicación de estos nueve frutos así: “La oposición que existe entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu es igual a la que existe entre tinieblas y luz, entre caos y orden, entre multiplicidad y unidad. El orden del mundo moral que el Espíritu de Dios crea aparece expresado en el ritmo ternario de la enumeración. Tres tríadas de virtudes constituyen el fruto del Espíritu. La unidad queda clara por el hecho de que el Apóstol dice “fruto”, en singular, y no habla de frutos. La vida moral del cristiano es, en realidad, muy sencilla: Servir por amor. En el amor al prójimo es donde primero sale a luz y madura la acción del Espíritu. Mientras en la comunidad son los efectos extraordinarios del Espíritu (3, 5), en el individuo, que posee el Espíritu por el bautismo, el fruto de esta posesión aparece como amor. En el Espíritu, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. En el amor, la fe pasa a la acción. El amor cristiano se dirige ante todo a Dios, pero Pablo atiende aquí sobre todo al amor al prójimo, por ser un fruto prácticamente visible. Toda obra de un cristiano, e la medida en que no es una obra “carnal”, contiene este amor, como fruto del Espíritu.

En segundo lugar nombra el Apóstol la alegría. Se trata de una alegría causada y comunicada por el Espíritu Santo. Su fundamento más profundo lo constituye la esperanza en la proximidad del Señor, esperanza que proviene de la buena nueva del Evangelio. Supera la alegría natural porque se alegra de la fe del hermano. Se mantiene en medio de las dificultades y en la aflicción, porque es algo más que un puro sentimiento; es semejante a la alegría del Señor y de su Apóstol.

En tercer lugar está la paz. El espíritu tiende a la paz, a la salvación del hombre, mientras el objetivo final de la carne es la muerte. La paz es un elemento constitutivo del reino de Dios: “No consiste en comer y beber, sino en justicia y paz, y alegría en el Espíritu Santo” (Rm 14, 17). La paz, a la que Dios ha llamado a los cristianos y que ha establecido por medio de Cristo, puede, por ser “paz de Dios”, “custodiar nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Flp 4,7).

La comprensión, la benignidad y la bondad son las virtudes que en el contacto entre los hombres mantienen la alegría y la paz. Quien es comprensivo soporta a los demás, incluso cuanto tiene tentaciones de ira. SE domina así mismo con paciencia constante. Es generoso con todos. El ejemplo de Dios, que refrena graciosamente su ira justa, es el que impone a los cristianos la exigencia de una comprensión generosa. La benignidad y la bondad implican un dirigirse positivamente a los hombres, un servirles amistosamente y un salirles al encuentro con benevolencia.

La lealtad, la mansedumbre y la templanza cierran la enumeración que, por descontado, no pretende ser exhaustiva. La lealtad debe constituir el fundamento de la confianza en la comunidad; la falta de lealtad origina desconfianza, que

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destruye la comunidad. Mansedumbres significa suavidad, moderación: lo contrario de altanería. Esa mansedumbre debe ser una de las características de los cristianos, no han de amonestar a sus hermanos con ira ni con actitud arrogante. El cristiano tiene en cristo un ejemplo de mansedumbre. En último lugar está la templanza, que es algo más que continencia. SE opone, sin duda, a los vicios del desenfreno sensual y del libertinaje desenfrenado. La templanza es fruto del espíritu. Pero hay que adquirirla en la lucha y mediante el ejercicio” (págs. 136-138).

Apreciaremos mejor el valor de este fruto del Espíritu si vemos las obras que la carne produce en nosotros cuando triunfa y opera a sus anchas: “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, Celso, iras, rencillas, divisiones, dimensiones, envidas, embriagueces, orgías y cosas semejantes sobre las cuales os prevengo como ya os previne que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (5, 19-22).

Efectos del Movimiento de Renovación en el Espíritu Santo.

En esta reflexión sobre el fruto del Espíritu Santo de acuerdo con el texto de San Pablo, conviene insertar los efectos o frutos que está produciendo en tales personas esta corriente renovadora del Espíritu. El P. O¨Connor en su importante libro “La Renovación Carismática en La Iglesia Católica”, enumera los efectos que, según su larga experiencia como Asesor del Movimiento en la Universidad de Notre Dame, aparecen como una constante en todas las personas que entregan sus vidas a Cristo y se dejan conducir por su Espíritu.

1. El conocimiento y la experiencia de Dios como persona a quien se ama con todo el ser y cuyo amor al hombre se percibe con gran seguridad, gozo y paz.

2. Un gran aprecio por la oración personal y especialmente por la participada en los grupos de oración semanal.

3. Un gran amor a la Sagrada Escritura y un gran empeño en conocerla mejor.

4. La transformación y la profundización del ser y de la vida que adquiere valores y posibilidades antes insospechadas. Es muy interesante el testimonio de Dorothy Ranghan: Cuando recibimos el bautismo en el Espíritu Santo no nos sucedió nada: salvo que todo se tornó diferente.

5. Una gran liberación interior, que confirma lo que dice San Pablo: Vosotros fuisteis llamados a la libertad, hermanos; sólo que no toméis esa libertad como pretexto para soltar las riendas de la carne” (Gà 5, 13). “Para la libertar nos liberó Cristo: manteneros, pues, firmes y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud” (Gà 5, 11).

6. Actitud positiva frente a la Iglesia institucional y aprecio por la Asesoría sacerdotal.

7. Tienen a la Eucaristía como centro de su vida litúrgica y aprecian la presencia real del Señor en el Sacramento.

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8. Aman filialmente a la Santísima Virgen y muchos aprecian el Santo Rosario.9. Un profundo deseo de adquirir una mayor santidad y un serio empeño por

lograrlo Cristo nos dio la gran señal para distinguir cuáles árboles son buenos y cuáles malos: “Por sus frutos los conoceréis”.No está bien juzgar a priori un movimiento como este de renovación en el Espíritu. Antes de emitir un juicio es preciso estudiar su doctrina y comprobar los resultados. De lo contrario se obra con ligereza y sin acierto.

IXEL ESPIRITU SANTO EN NUESTRA ORACION

Mientras no descubramos claramente cuál es el papel del Espíritu Santo en la oración del cristiano, no sabremos lo que es oración y no lograremos orar como es debido y, menos aún, convertir nuestra vida en autentica oración.

La oración consiste en las distintas y múltiples actitudes que experimentamos y expresamos cuando tenemos conciencia de nuestra realidad frente a Dios y en un encuentro personal con El.

No se ora mientras no se tenga conciencia de la existencia y cercanía de DIOS.No se puede hablar a un ser desconocido. Menos posible es aún, alabarlo, amarlo, pedirle y entregarse a El totalmente por amor.Pero la oración resulta y se intensifica en la media en que el hombre descubre las relaciones amorosas que lo ligan con Dios. El amor es el principio y el alma de la oración.

El hombre ora necesariamente cuando recibe la estupenda manifestación de la Paternidad de Dios; cuando encuentra a Cristo como el único amigo y cuando experimenta la presencia del Espíritu que habita en él por amor.Es entonces cuando esa persona y a no puede prescindir de Dios y experimenta una necesidad creciente de conocerlo, admirarlo, escucharlo, hablarle, decirle que lo ama, que necesita de Él, que quiere ser suyo, que se entrega totalmente a Él, que quiere ser conducido siempre y solamente por su Espíritu y ser instrumento y colaborador suyo en la manifestación y extensión de su Reino.Pero nada de esto podremos descubrir ni hacer sin el Espíritu Santo que es “El alma de toda oración cristiana”.

Es el Espíritu de Dios quien nos revela interiormente la estupenda maravilla de la Paternidad de Dios. San pablo lo dice claramente a los romanos: “Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Que no habéis recibido el Espíritu de siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido el espíritu de adopción por el que clamamos: Abba “Padre”. El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si somos hijos también

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herederos: herederos de DIOS, coherederos de CRISTO, supuesto que padezcamos con él para ser con el glorificados” ( 8, 14-18).

Pero debemos descubrir a la luz de la palabra de Dios la acción del Espíritu Santo en nuestra oración si queremos “orar como conviene” y “hacerlo en el Espíritu Santo” para que esa oración tenga toda la eficacia posible para nosotros y para toda la Iglesia y sea, antes que todo, perfecta alabanza del Señor.

El Apóstol San Judas en su corta Epístola nos dice: “Pero vosotros, carísimos, edificaos por vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo” (v. 20). San Pablo escribe a los Efesios” “Orando en todo tiempo con toda suerte de oraciones y plegarias en el Espíritu Santo” (6, 18). Y a los romanos les dice: “Porque también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene. Más el Espíritu Saboga por nosotros con gemido s inenarrables y el que escudriña los corazones conoce cuál es el deseo del Espíritu porque intercede por los santos según Dios”· (Rm 8, 26 y 27).

El movimiento de renovación en el Espíritu Santo está profundizando en esta acción del Espíritu en la oración personal y en la compartida y está experimentando su eficacia porque sus miembros ya no quieren orar solos sino bajo la guía y acción del Paráclito. Están encontrando nuevas perspectivas que enriquecerán a la Iglesia. Es cierto que algunos limitan el concepto de orar en el Espíritu a la glosolalia o don de lenguas, pero la preocupación mayoritaria ahora es la de descubrir todo lo que el camp de la oración y principalmente en la contemplación infusa si nos entregamos a Él y le permitimos que obre en nosotros.

La oración compartida en los Grupos de Oración.

Creo que el elemento más importante en esta corriente del Espíritu santo es la oración compartida en los grupos de oración. Los efectos que produce cuando es verdaderamente e el Espíritu Santo, son maravillosos. Hablo de lo que conozco ya y no de lo que he leído u oído. Pero creo que es conveniente citar aquí unas palabras del P. Tomás Forrest, C. SS. R.: “La actividad central de la renovación es un círculo de oración, y miles de personas testifican que la renovación carismática ha producido una revitalización total de subida de oración.“Desde el comienzo de la renovación carismática, el círculo de oración ha sido adoptado espontáneamente como el vehículo natural del movimiento”.

Fundamentos Bíblicos.

Los fundamentos bíblicos de esta oración compartida son muchos, pero los más importantes son estos:

1. Palabras de Jesús: “Yo os aseguro también que si de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi

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Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en el medio de ellos” (Mt 18, 19-20)

2. El ejemplo de los Apóstoles y de los primeros cristianos.“Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de JESÙS, y de sus hermanos” (HCH 1, 14). Los miembros de la primera comunidad cristiana” acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la reunión comunitaria (comunión), a la fracción del pan y a las oraciones” (HCH 2, 42).

“Una vez libres, vinieron los Apóstoles a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. Al oírlo, todos a una elevaron su voz a Dios y dijeron…. (Hch 4, 23-25).

3. San Pablo escribe a los Corintios: “Cuando os reunían, cada uno puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lenguas, una interpretación; pero que todo sea para edificación” (1 Co. 14,26). Y a los Efesios: “Llenaos del Espíritu. Recitad salmos, himnos, canticos espirituales, cantad y salmodiad en vuestro corazón a Dios. Dad gracias siempre por todo a Dios padre en nombre de nuestro Señor Jesucristo, sumisos unos a otros en el temor de Cristo” (5, 18.21).

Este texto es muy rico ya que aquí se pone la oración en grupo como un gran medio para llenarnos del Espíritu Santoy se enumeran las distintas modalidades que puede tener nuestra oración, pública o en silencio cantando o salmodiando, para manifestar al Señor nuestros sentimientos de alabanza, de gratitud o de súplica.

El Centro del Grupo

El centro de todo verdadero grupo o círculo de oración participada es Jesús. En efecto, cada vez que nos reunimos en su nombre, El cumple la promesa que hizo en su Evangelio de estar en medio de nosotros.Reunirse “en nombre de Jesús” quiere decir que el creyente hace las veces de Jesús, que se identifica con él, que entre los dos existe una unión tan estrecha que son uno. Esta es la significación bíblica de dicho texto, por esto tenemos que empezar nuestra reunión de oración con un acto vivo y profundo de fe en la presencia y acción amorosa de Cristo en medio de nosotros.

SI el egoísmo o la vanagloria ocupan el puesto del Señor, e l encuentro fracasará. Cristo es la persona central de la comunidad orante y a Él se dirigen la mayor parte de las oraciones o por su mediación al padre en el Espíritu Santo. A lo largo de la oración compartida Jesús es aclamado con distintos títulos y allí recibe la adoración plena aporque “ha recibido el Nombre que está sobre todo nombre”, el nombre de Dios, ya que es Verbo

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hecho carne y “el Hijo de Dios que está en el seno del Padre” Y es el “Dios bendito por los siglos” (Cf Jn 1, 18 y Rm 9,5).

El Espíritu Santo Alma del Grupo

Para que esta oración compartida sea verdaderamente “oración del Espíritu Santo”, debe tenerlo a Él como agente principal, como principio activo y animador constante.

“Entregados a la acción del Espíritu Santo y en unión con Cristo, nuestro hermano mayor, los miembros de la comunidad son guiados, en su calidad de hijos de Dios, por el Espíritu Santo que los hace exclamar: Abba , Padre, y se realiza la experiencia que describe El Apóstol San Pablo cuando dice: “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos s hijos de Dios” (Rm 8, 14) (P. Carrillo pág. 65) “y, así mismo, también el Espíritu acude en socorro de nuestra flaqueza. PUES, que hemos de orar como conviene, no lo sabemos; más el Espíritu mismo interviene a favor nuestro con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones sabe cuál es la aspiración del Espíritu, porque interviene según Dios a favor de los santos” (Rm 8,26-28).

San Lucas, el evangelista del Espíritu Santo, como lo llama con toda propiedad San Juan Crisóstomo no dejó en su Evangelio este precioso texto: “En aquella hora, exultó Jesús en el Espíritu Santo y dijo: Te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Si, oh Padre, porque este ha sido tu beneplácito” (10,21).Procuraremos pues invitar al Espíritu Santo para que anime nuestra oración compartida y mantengámonos durante ella fieles y dóciles a su acción en nosotros.

El círculo de oración crea necesariamente la verdadera comunidad en Cristo y con Cristo porque ésta sólo puede ser realizada “por la caridad que ha sido derramada en nosotros por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rm 5, 5).

Alabanza amorosa

La parte más importante de la reunión de oración es la que debemos dedicar a la alabanza del señor y a la manifestación de nuestro amor a El. Al afirmar que es la más importane, queremos decir que debe merecer nuestro mayor aprecio, aunque, por ejemplo, las peticiones demanden mayor espacio de tiempo, debido a nuestras muchas necesidades personales y comunitarias.

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La mejor oración participada será aquella en la cual se den mayores manifestaciones sinceras de amor a nuestro Dios que es amor y nos ama infinitamente. El espera nuestra correspondencia amorosa.

Acción de Gracias

San Pablo Escribe a los Colosense: “Damos gracias sin cesar a Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo por vosotros en nuestras oraciones” (1, 2). “Sed agradecidos” (Co 3, 15) es la consigna que debemos tener todos. Por eso las expresiones de gratitud para con el señor deben ser también parte importante del círculo de oración. Esta acción de gracias compartida atrae abundantes bendiciones del cielo.

Peticiones

Las peticiones personales o en favor de otros ocupan buena parte del tiempo. Al ser compartidas por los demás miembros del grupo de oración adquieren su mayor eficacia conforme a la promesa de Cristo que citamos antes.Sobra decir que necesitamos prepararnos con un sincero arrepentimiento antes de dirigirnos al Padre por cristo en el Espíritu Santo. La Santa iglesia nos da la lección en la celebración de la Eucarística cuando nos invita a dar comienzo con el reconocimiento de nuestras faltas y la confesión de nuestra realidad de pecados.

Para quienes tengan interés por la formación de un grupo de oración participada o quieren mejorarlo, podrán ser útiles las 15 sugerencias que da el P. Jorge Kosicki, C.S. B. y que transcribo a continuación:

1. La oración compartida se basa marcadamente en la Escritura. Venga con la Biblia.

2. La oración compartida tiene gran espontaneidad aunque debe ser preparada. La preparación es la oración personal, la penitencia de cada participante y la disposición de estar abierto al Señor.

3. El salón y el arreglo físico es importante. Debe haber un mínimo de distracción física. Es importante que todos en el grupo puedan oírse unos a otros. Es mejor cuando los participantes se sientan unos frenta a otros en círculo.

4. La oración compartida es difícil para muchos de nosotros porque estamos acostumbrados a no compartir nuestra oración. Orar en voz alta en nuestras propias palabras ante otras personas no es fácil al principio. La única cosa que se le pide a cada persona es que ore aunque sea silenciosamente. Lo que es importante es que todos estén orando realmente juntos en Cristo.

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5. Durante la oración uno debe poner su atención en Cristo, no en sí mismo ni en los demás. La concent ración en Cristo o Dios en la oración es la medida de su profundidad.

6. En el principio de la hora de oración. Es mejor evitar el diálogo entre unos y otros. Hay su tiempo para compartir en el Señor, pero el primer paso es tratar de alabar a DIOS, poniendo toda la atención en el e invitándolo a venir sobre el grupo.

7. La oración compartida no es un tiempo de confesión pública o de quejarse sobre dificultades. También hay un tiempo para pedir a Dios y de pedir al grupo que apye a nuestra petición. También hay un tiempo para compartir con el grupo las profundidades de nuestra fe y las experiencias que hemos tenido sobre cómo Dios ha obrado en nuestras vidas. Esto apoya y edifica la fe de cada uno.

8. La oración compartida no debe ser usada para pedir por la corrección de las faltas de nuestros vecinos. La verdadera oración está llena de amor.

9. Puede ser útil usar cierta organización en la oración compartida. Ejemplo: Cantar un himno apropiado, siguiendo a esto e recogimiento y el silencio; leer un salmo despacio y con claridad. Este salmo es una tabla hacia la oración. A esto sigue el silencio o la oración espontánea en respuesta al salmo, o puede seguir un himno o una lectura apropiada de la Escritura. Luego, el próximo salmo es leído por otra persona. Los salmos no tienen que ser asignados. Las oraciones cantadas pueden hacerse de esta manera. Termine cantando el himno a María.“Mi alma alaba al Señor…..”Con prolongadas oraciones por intenciones. Así que puede usarse eta estructura o salmos seleccionados con anterioridad o salmos seleccionados espontáneamente.

10.También hay la oración compartida que no sigue ninguna estructura. Esto también se basa marcadamente en la Escritura.

11.Cuando el grupo está formado por personas que tienen el hábito de orar, los momentos prolongados de silencio compartido son frecuentes. Generalmente, mientras más maduro sea un grupo de la oración más ricos serán todos los periodos de silencio ya que todos están compartiendo intensamente la presencia de Dios.

12.Cantar es importante y recuerda que los himnos son cantados como oraciones.

13.Se debe restar atención a la oración del grupo. Generalmente se desarrolla un tema. Este no debe cambiarse a menos que hay una buena razón para hacerlo. Estamos orando juntos en Cristo. Sé sensible

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a la forma en que Dios está obrando en el grupo. Nuestro Señor dijo: “En verdad os digo, lo que ustedes aten aquí en este mundo, será atado también en el cielo. También les digo, que si dos de ustedes aquí en la tierra se ponen de acuerdo sobre algo que quieran pedir, en oración, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18: 18-20).

14.Si la oración compartida va muriendo y el silencio no es aquel que nos hace sentir la presencia de Dios busca la falta de alabanza. Pedro nos dice, “Pero ustedes son una raza escogida, un grupo de sacerdotes al servicio del rey, una nación santa, un pueblo que pertenece a Dios y esto es así ara que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamo a salir de la oscuridad y a entrar en su luz maravillosa….” (1 P 2,9). La oración principal es la alabanza a DIOS.

15.El grupo puede saber toda la mecánica de la oración compartida y orar bastante bien, sin embargo, esto nos es suficiente. El grupo ora bien en proporción al esfuerzo de cada participante en darse completamente a Dios.

La oración compartida es una mezcla rítmica de:-Oración hablada-Alabanzas cantadas-Silencio compartido-Lectura de las Escrituras-Canciones espirituales.-experiencias de fe compartidas-Oraciones compartidas por intenciones especiales.

La oración principal es la alabanza a Dios. La mayor experiencia es la presencia de Cristo.Esto fortalece los laxos de comunidad.Apoya y estimula la oración personal.

Para comprender mejor la importancia de la oración en todas sus formas, para avanzar en el Espíritu recordemos que en el Jordán el Espíritu Santo desciende sobre Cristo cuando Este “era bautizado y estaba en oración” (Lc. 3,21). Y que la efusión de Pentecostés tiene cumplimiento después de que “todos perseveren unánimemente en la oración “(Hch 1,14).

Si queremos que nuestros grupos de oración participada tengan verdadero espíritu y produzcan abundantes frutos, invitemos siempre a María ya que Ella es la morada del Espíritu y fue la encargada de presidir la oración comunitaria en el Cenáculo que preparó la efusión de Pentecostés.

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CREEMOS EN EL ESPIRITU SANTO

Cuando en la celebración de la Eucarística los católicos recitamos el Credo, decimos: “Creemos en el Espíritu Santo Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo y, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas”. Esta es una síntesis magnifica de la teología del Espíritu Santo. Es lamentable la ignorancia de muchos cristianos acerca del divino Espíritu. No pocos pueden decir como los de Efeso a San Pablo cuando éste le s preguntó: “¿Recibisteis, al creer el Espíritu Santo? Ellos a El: es que ni siquiera nos enteramos de que haya Espíritu Santo” (Hch 19, 2). Y muchos al preguntarles qué saben acerca del Espíritu Santo se limitan a decir: sé lo que aprendí de niño, que es la tercera persona de la Santísima Trinidad.

Hoy también tenemos que lamentarnos como Santa Catalina de Siena en su tiempo de que este divino Espíritu sea “el gran desconocido”. El Espíritu Santo es Dios y Señor como el Padre y el Hijo de quienes procede por vía de amor. Es la tercera persona de la Santísima Trinidad, y merece nuestra adoración y nuestro amor total. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.

La fe, la adoración, la alabanza, el amor, la gratitud, las súplicas, la confianza y todos los demás homenajes que debemos tributar al Padre y al Hijo los debemos también por igual título al Espíritu Santo.

Dador de vida

El Espíritu Santo es quien nos da la vida divina en el Bautismo, y la conserva y aumenta constantemente si le somos fieles. Con razón es llamado “Alma de la Iglesia, y como dice el Vaticano II: “El Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna, por quien el Padre vivifica a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite sus cueros mortales en Cristo” (L G No 4).

“El Espíritu Santo fue enviado el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente a la Iglesia” (L G No 4).

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En la tercera Plegaria Eucarística decimos: “Con la fuerza del Espíritu Santo das vida y santificas todo”. Y En la cuarta recitamos: “Y porque no vivamos ya para nosotros mismos, sino para El, que por nosotros vivió y resucitó, envió, Padre desde tu seno al Espíritu Santo a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo”:

El Espíritu Santo es el Señor y la vida del universo

El gran teólogo Scheeben en su estudio sobre el Espíritu Santo dice lo Siguientes: “El amor no puede crear sin ser también solícito. Por eso el Espíritu Santo vela también por el universo. Gobierna el universo de acuerdo con la eterna voluntad de Dios, lo ordena, le hace donación de las fuerzas que son necesarias para esta o aquella criatura. Conduce los soles por su vía, así como también la piedra en el arroyo, la cual avanza un poco a cada impulso del agua”:

Dice Job: “El Espíritu de Dios me creó” (33, 4), y el salmista exclama: “Tú espíritu es bueno, lléveme por camino llano” (142,10).

Pero si el Espíritu Santo dirige y guía, conduce y gobierna a cada una de las criaturas entonces también es el Señor del Universo. “El Señor es espíritu”, dice el apóstol (2 Co 3, 17), y en la profesión de fe decimos: “Creo en el Espíritu Santo, Señor”.

El Espíritu Santo es la vida del Universo

Lo que está vivo, se mueve a sí mismo, no como una piedra que ha de ser empujada para que cambie de lugar. Muchos seres viven en el universo, y no está en último término la corona de la creación, o sea, el hombre. El espíritu Santo con su amor motriz también trae el movimiento de la vida al universo. Lo vivifica con seres vivientes; empezados con las plantas y pasando por los animales hasta llegar al hombre, todos han recibido s u vida del Espíritu Santo. EL Salvador dice en el evangelio de San Juan: “El Espíritu es el que da vida” (6, 63). Dios dijo en el libro del profeta Ezequiel: “Yo voy a hacer entrar en vosotros el espíritu y viviréis “(37,5). En la profesión de fe reconocemos también a Espíritu Santo como “dador de vida”. Dar vida corresponde muy bien al hombre de “Espíritu”, porque la vida corporal es conducida a los miembros mediante el hálito vital por el principio de la vida, o sea, por el alma (Cf Santos Tomas, Suma contra los gentiles, 4 20) (El Espíritu Santo, págs. 193- 194).

Ya san Basilio en su tratado sobre el Espíritu Santo había escrito: “Todo cuanto las criaturas del cielo y de la tierra poseen, en el orden de la naturaleza y en el de la gracia, proviene del Espíritu Santo del modo más íntimo y espiritual” (Cap.29 No. 55).

Hablo por los profetas

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Nada mejor para comprender la acción del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura que estudiar bien lo que dice el Concilio Vaticano II en la Constitución Dei Verbum . “La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo testamento, con todas sus partes, son sagrados: canónicos en cuanto que escritos por inspiración del Espíritu Santo (Cf Jn 20, 31; 2 Tm 3, 16; 1 P 1, 19-21; 3, 15-16), tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia. En la composición de los Libros sagrados, Dios se valió de hombres, elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería.Como todo lo que afirman los hagiógrafos o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros Sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos Libros para salvación nuestra. Por tanto, toda la Escritura inspirada por Dios, es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia: para que el hombre de DIOS este en forma, equipado para toda obra buena (2 Tim 3, 16-17 ss.) (Constitución “Dei verbum” No 11).

Y En el No 2 nos dice: “La Iglesia ha considerado siempre como suprema norma de su fe la escritura unida a la Tradición, ya que inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre nos transmite inmutablemente de los Apóstoles y los profetas hace resonar la voz del Espíritu Santo”:

Dulce Huésped del Alma

Así lo llama la Santa Iglesia en la Liturgia porque “el Espíritu Santo habita en Ella y en el corazón de los fieles como en un templo “(L G No 4).“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Co 3, 16) o “¿no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu santo que está en vosotros, y que lo tenéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis a vosotros mismos?” (1 Co 6, 19).

Esta presencia del Espíritu Santo en nosotros es permanente y sólo termina cuando por el pecado mortal rompemos la amistad divina. “Rogare al Padre y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre” (Jn 14, 16).

Artificie de la comunidad

El Espíritu Santo es el amor infinito y es El quien derrama la caridad en nosotros (Rm 5, 5), por eso es el artífice y el sostén de la unidad y de la verdadera Comunidad. “Unifica a la Iglesia en comunión y ministerios” (L G No. 4). Por eso la Iglesia en sus nuevas Anáforas ora así: “Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo” (II).

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“Para que fortalecidos con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo Espíritu (III).

Scheeben hace notar que el Espíritu Santo realiza esta unión y comunidad por medio de la eucaristía porque “Como El mora de un modo muy especial en el Cuerpo de Cristo, ASÌ también se vierte en los que por medio de la eucaristía se unen con el cuerpo de Cristo para formar un solo cuerpo de Cristo para formar un solo cuerpo. Ya las antiguas Liturgias atestiguaban esta verdad. La de san Juan Crisóstomo dice: “…..que nosotros los que participamos de la Eucaristía, vengamos a ser la Comunidad del Espíritu Santo.” La de San Basilio, “que todos nosotros seamos mutuamente unidos para formar la Comunidad del único Espíritu Santo”. La acción comunitaria y unificante que produce la presencia del Espíritu Santo entre quienes la entregan sus vidas se nota pronto. Se han dado ya valiosas experiencias en el Movimiento Familiar Cristiano, en Abadías Benedictinas de Norte América, en grupos juveniles y en Casas Religiosas. Thomas Pawlick anota: “Lo que más llama la atención de los católicos carismáticos a los líderes protestantes es su notable sentido de comunidad, su constante salir de sí mismos para buscar al grupo”.

En Ann Arbor se han formado varios domicilios residenciales” que están procurando revivir la comunidad de los primeros cristianos. Actualmente el movimiento de renovación está convencido de que si no se crea una conciencia verdaderamente comunitaria y no se trabaja constantemente en la edificación del Cuerpo de Cristo todo fracasará. “Tenemos, dicen, que formar un Cuerpo de gentes que se amen y se sirvan unos a otros”.

El Concilio nos recuerda que “El Espíritu Santo conduce a la Iglesia a la unión consumada con su Esposo. En efecto el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: Ven!” (L G No. 4).

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XI

GRADOS DE LA PRESENCIA DEL ESPIRITU SANTO EN NOSOTROS

San Pablo Escribe a los Efesios: “No os embriaguéis con vino que lleva al desenfreno, sino llenaos del Espíritu” (5,18).

En el plan de Dios la comunicación del Espíritu Santo a la Iglesia es presentada desde el principio del Evangelio en forma de bautismo, es decir de donación abundante. Las palabras de Juan Bautista son muy claras: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lc 3-26). “Yo os bauticé con agua, más Él os bautizará en espíritu Santo (Mc 1-8) “Yo os bautizo en agua para penitencia; más el que viene tras de mí es más fuerte que Yo…; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. (Lc 3-26).“Yo os bauticé con agua, más Él os bautizara en Espíritu Santo (Mc 1-8). “Yo os bautizo enagua para penitencia; más el que viene tras de mi es más fuerte que YO...; Él os bautizara en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3,11).

Pentecostés es la manifestación maravillosa del Espíritu Santo y su comunicación abundante a los que estaban en el Cenáculo. “Y vieron aparecer lenguas como de fuego, que, repartiéndose, se posaban sobre cada uno de ellos, y se llenaron todos del Espíritu Santo” (Hch 2, 3 y 4). ES bueno observar aquí que el don del Espíritu se concede a la Iglesia y a cada uno de sus miembros. Es un regalo para cada persona.

El Concilio en la Lumen Gentium lo anota claramente: “El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (N. 4).

No es esta la primera vez en que se afirma que alguien esté “lleno del Espíritu Santo”, Lo mismo se dice de Isabel (Lc 1-41) de Zacarías (Lc 1,67).

Nuestro Señor emplea el mismo terminó cuando, antes de la Ascensión, reitera a sus Apóstoles la promesa de Paráclito: “Y estando con ellos a la mesa, les ordenó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que guardasen la promesa del Padre, la cual oísteis de mí, porque, como Juan bautizó en agua, vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo de aquí a no muchos días (Hch 1, 4 y 5).

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Es conveniente recordar que el bautismo que administraba Juan Bautista era por inmisión en el río Jordán. Por nuestro bautismo en el Espíritu somos sumergidos en El. No somos bautizados con el Espíritu Santo, sino en el Espíritu Santo. Se trata de una comunicación que no tiene li mites por parte suya, y que colma de toda nuestra capacidad. Esta, a su vez, puede crecer constantemente por nuestra generosa colaboración con El y por medio de nuestra entrega a su amor.

En el anuncio que hace Cristo del envío del Espíritu enuncia maneras diversas de poseer este Don divino. En primer lugar advierte que “el mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce” (Jn. 14,17). Palabras terribles en las cuales se medita muy poco y que explican la falta de luz evangélica de los criterios mundanos, desafortunadamente admitidos y seguidos por tantos que se llaman cristianos.

En relación con la presencia del Espíritu Santo el Señor distingue tres maneras distintas.

En primer lugar afirma que hasta ese momento el Espíritu Santo no ha estado más que junto a ellos.

Más tarde estará con ellos y, lo que es más importante, estará en ellos y para siempre. Vosotros le conocéis porque permanece con vosotros y está en vosotros (Jn 14, 17). La diferencia que existe entre estas tres preposiciones: junto, con y en, vez muy importante para apreciar mejor el plan de Dios respecto a nosotros que disfrutamos de la plenitud de esta presencia adorable.

Depende de nuestra docilidad a la acción del Espíritu Santo el que Él tome posesión plena de nosotros o que quede relegado a una parte superficial. Que inspire, anime y santifique todas nuestras acciones o que solamente opere en algunas.

Hay mucha diferencia entre recibir el Espíritu Santoy vivir en El Espíritu Santo. El Plan divino es el de llenarnos de su Espíritu y con su Espíritu. La consigna que nos da San Pablo es “llenaos del Espíritu”:

Hoy muchos cristianos están recibiendo “el bautismo en el Espíritu Santo” y se están entregando con total docilidad “a su poder”. Se está realizando de nuevo la profecía de Joel cita por San Pedro el día de Pentecostés: “Y sucederá en los últimos días, dice Dos que derramaré mi Espíritu sobre toda carne y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños, y sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días y profetizarán – y haré prodigios arriba, en el cielo y señales abajo, en la tierra…. Y todo el que invocare el nombre del Señor se salvará (Hch 2, 17-21).

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Si queremos recibir la plenitud del Espíritu debemos desearla, pedirla con humildad e insistencia y abrir de par en par el corazón para que el fuego del Paráclito pueda abrasarlo.

De parte de Dios nada falta.Ven Espíritu Santo----Ven Espíritu Creador!

¿Qué enseña el Espíritu de Verdad?Dos veces presenta el Señor al Espíritu Santo como el gran Maestro y Doctor. Primero en San Juan (14, 25 y 26) : “Os he dicho estas cosas mientras permanezco entre vosotros; pero el Abogado el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre. Ese os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho”. Y luego en Juan (16, 13-15). “Pero cuando viniere Aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa, porque no hablará de sí mismo, sino que hablará lo que oyere y os comunicará las cosas venideras. El me glorificará, porque cuanto tiene el padre es mío; por esto os he dicho que tomará de lo mío y os lo hará conocer”.

Allí lo llama “El Espíritu de verdad”. La función del Espíritu Santo es la de enseñar todo y traer a la memoria todo lo que Jesús nos ha dicho (14, 2-26). Hay una gran tentación, muy peligrosa, la de creer que el Espíritu santo tiene un mensaje distinto del de Jesús superior a Él. Muchos han introducido revelaciones nuevas, adjudicadas al Espíritu Santo. Esto empezó con el montanismo y se repitió con Joaquín de Fiore en la edad media. Hoy lo vemos en algunos grupos carismáticos.

El Padre DE Lubac escribió sabiamente: “Hay dos maneras igualmente mortales de separar a Cristo de su Espíritu: Soñando con un reino del Espíritu que llevara más allá de Cristo, o imaginando UN Cristo que quedaría siempre más acá del Espíritu. (Exegesis Medieval).

“El Paráclito no traerá nunca a los discípulos un evangelio nuevo: en la vida y enseñanza de Jesús esta contendió todo lo que debemos conocer para el establecimiento del reino de Dios y para lograr nuestra salvación. El papel del Espíritu queda siempre esencialmente subordinado a la revelación traída por Cristo “(P. Ignacio de la Potterie).

¿Cuál es entonces el sentido verdadero de las palabras de Cristo: “Él os enseñará todas las verdades?” Es el de una profundización y clarividencia dada desde el interior por el Espíritu que mora en nosotros. Non nova sed nove. Las riquezas del mensaje de Jesús son ilimitadas y no pueden valorarse sin la luz constante del Paráclito. “Por la acción secreta del Espíritu Santo el mensaje de Jesús deja de sernos exterior y extraño; El Paráclito lo interioriza en nosotros y nos ayuda a penetrarlo” (La Potterie).

Admirablemente compara San Juan esta acción docente del Espíritu Santo con la unción. Ponderemos bien estas palabras: Os escribo esto a propósito de los que

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pretenden extraviaros. La unción que de Él habéis recibido perdura en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe, porque, como la unción os lo enseña todo y es verídica y no mentirosa, permanecéis en El, según que os enseñe. Ahora, pues, hijitos, permaneced en El para que, cuando apareciere, tengamos confianza y no seamos confundidos por El en su venida. Si sabéis que Él es justo, sabed también que todo el que practica la justicia es nacido de Él “(1 Jn 2, 26-29).

La exègesis moderna ha profundizado en los dos textos de San Juan de San Pablo que hablan de “la unción” (2 Co 1, 21-22) y (1 Jn 2, 20.27) y ha visto cómo en ella, se unen la palabra de Jesús y la iluminación interior del Espíritu Santo. Hay un vínculo muy estrecho entre la revelación objetiva, realizad por Cristo y la actividad del Espíritu Santo, “El maestro interior”.

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XII

PELIGROS QUE PUEDEN PRESENTARSE

En todo movimiento religioso importante se presentan desviaciones y exageraciones. Esto ha ocurrido desde el principio del cristianismo San Pablo y San Juan tuvieron que denunciar y refutar las primeras herejías- y Pablo se vio en la necesidad de corregir varios desórdenes que se habían introducido en la Iglesia de Corinto, enriquecida en medida abundante con los Carismas del Espíritu Santo.En esta corriente de renovación en el Espíritu Santo se pueden dar y se han dado exageraciones y se presentan peligros que es preciso prever y detectar oportunamente.

Los más notorios son los siguientes:

1º Preferir los dones extraordinarios al Don del Espíritu Santo.

Santa Teresa, en su tiempo, llamaba la atención sobre la tendencia que advertía en muchas personas de buscar los consuelos de Dios y no al Dios de los consuelos.

Hoy se da el caso de cristianos que tienen un gran interés por tal o cual carisma y no se preocupar por entregar subida al Señor y de esa manera disfrutar de la plenitud del Espíritu Santo con todas sus gracias y todas sus exigencias. Simón el MAGO “viendo las señales y milagros grandes que hacía Felipe, Estaba fuera de sí “ (Hch 8, 13) y ofreció dinero diciendo a Pedro y Juan: “Dadme también a mí ese poder de imponer las manos” (19).

Tenemos que buscar al Señor de los dones y nos los dones del Señor.

2º Elitismo

Puede presentarse el caso de que miembros del movimiento lleguen a creer que tienen el monopolio del Espíritu Santo y que forman una nueva elite cristiana. Si se cae en este peligro se puede llegar a otro peor como es el de pretender formar organizaciones paralelas a las jerárquicas fundadas por el Señor.

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No puede estar conducido por el Espíritu Santo quien desprecia la Iglesia Jerárquica que es de Institución divina. Tampoco tiene recto criterio el que desprecia los carismas con los cuales el mismo Espíritu la enriquece para común utilidad.

Hay que evitar cualquier exceso y poner a los seglares en guardia para que no cometan el error de duplicar o usurpar las funciones propias del Sacerdocio ministerial.“Tanto el oficio como el carisma tiene sus funciones propias. Deben complementarse y no eliminarse mutuamente”.

3º Desprecio por la espiritualidad tradicional.

Se corre también el riesgo de creer que la Iglesia empieza ahora y que todo lo pasado carece de valor.

El espíritu Santo ha obrado siempre en la Iglesia y en cada época le ha enriquecido y santificado con sus gracias y sus dones.En cada siglo aparecen con más brillo determinadas manifestaciones espirituales con las cuales crece y se perfecciona la Iglesia- El actual movimiento carismático también puede enriquecerla porque también él sabe que el amor es la medida de la santidad y muchos están deseando y recibiendo esa “caridad que derrama el Espíritu Santo que se nos ha dado”.

4º Exageraciones en el entusiasmo y en manifestaciones externas.

Aunque como se ha dicho ya, el movimiento carismático católico es más cierto que el llamado clásico con todo puede darse el caso de personas que se dejen dominar por un entusiasmo exagerado que, inclusive, llegue a perjudicarlo.

No caigamos tampoco en el extremo contrario de menospreciar toda emoción en determinados momentos de la vida espiritual – Son muchos los pasajes bíblicos que nos describen los sentimientos que suscitó en muchos el encuentro con el Señor y el contacto con personas y cosas santas.

Si todo el hombre recibe el don de Dios, todo el hombre debe reaccionar frente a Él con su naturaleza y con su temperamento propio. Hay que tener en cuenta las diferencias de edad y muchas otras que existen entre las personas que integran cualquier organización.

5º El inmediatismo

Este es el peligro que ocurren todos los que adquieren la conversión en un corto espacio de tiempo, como por Ejemplo en cursillo de Cristiandad, en una Misión o durante unos Ejercicios espirituales y al final de un Seminario llamado Carismático. Tales personas pueden creer que ya han alcanzado la perfección y que todo está seguro: ignoran que tales gracias son el principio de una vida en el

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Espíritu Santo., que ésta debe estar signada por la lucha y por la generosidad a lo largo de toda la existencia. “Si alguno quiere venir de toda la existencia.” “Si algo quiere venir e pos de mí que se niegue a sí mismo, tome su cruz todos los días y me siga”, es la consigna de Jesús para todos los cristianos.

El Espíritu Santo da luz, fuerza, consuelo y dirección segura a quien crea en El y se entregue totalmente a su acción santificadora, pero no libra de la lucha. No olvidemos que Cristo después de la manifestación de la presencia del Espíritu Santo en El cuándo fue bautizado en el Jordán, fue conducido por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado por el demonio, y que todos los Cristianos debemos “ estar clavados con Cristo en la CRUZ”.

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XIII

JESUCRISTO ES EL SEÑOR

Cristo dijo cuando prometió enviar a sus Apóstoles el Espíritu Santo: “El me glorificará” (Jn 16,14).

La glorificación de rito es una de las funciones principales que cumple constantemente el Espíritu Santo. Esta Glorificación de CRISTO por parte del divino Espíritu empezó en Pentecostés y no terminará nunca. Crece sin cesar. El Espíritu Santo glorificara a CRISTO mostrando a los hombres que él es Señor y capacitándonos para reconocer y proclamar este Señorío.San Pablo escribe a los corintios: “Nadie puede decir: “Señor Jesús”, sino por el Espíritu Santo” (1 Co 12, 3). San Pablo, inspirado por este santo Espíritu de la gran consigna: “y toda lengua confiese que Jesucristo es señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2,11).

En los versículos anteriores expone el Apóstol las razones por las cuales todos debemos proclamar el Señorío de Cristo: “El cual, siendo de condición divina o hizo alarde de ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp 2,6-11).

Este Nombre sobre todo nombre que recibe Cristo del Padre porque es Dios como El y por qué se anonadó hasta la muerte en la Cruz es el de Señor.

San Pedro en su Primer sermón, inmediatamente después de haber recibido la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, dice a los judíos: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hch 2, 36). El efecto de esta declaración fue maravilloso e inmediato. “Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás Apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? pedro les contestó: convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2, 37-39).

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Señor fue el título que recibió Cristo, aún antes de nacer y a lo largo de toda su vida terrestre, “¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?; exclama Isabel cuando recibe en su casa María (Lc 1, 43).

“Señor, no soy digno de que entres en mi casa”, dice el Centurión (Mc 8,8).“Señor, sálvanos que perecemos”, gritan los apóstoles atemorizados (MT 8,25) y este será el título que usaran casi siempre para dirigirse a su Maestro.Es el Señor! Gritara San Juan cuando descubre a Cristo en la orilla del lago de Tiberiades después de su resurrección. “Cuando Simón Pedro Oyó “es el Señor” se puso el vestido de encima y se lanzó al mar” (Jn 21, 7).

“Señor, Hijo de David, ten misericordia de mi”; suplica el ciego de Jericó (MT 20, 30).

San Marcos pone fin a su Evangelio con Estas palabras: “Con esto, el SEÑOR Jesús, después de hablarles, fu elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios”. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban “(16, 19.-20)“Señor mío y Dios mío!” será la expresión del gran acto de fe en la divinidad y resurrección de cristo que hace Tomás cuando lo contempla delante de él.

Pero la acción del Espíritu Santo no se limita a mostrarnos claramente que Jesús es el Señor y a capacitarnos para proclamar su Señorío sino que nos conduce a Cristo y nos da la luz, la fuerza y el amor necesarios para entregarnos totalmente a Cristo y proclamar mediante esta entrega plena y definitiva que Él es, en verdad, el Señor de nuestras personas y de nuestras vidas.

Sólo cuando podamos decir sinceramente a Cristo: “Señor mío! Y Dios mío!”, proclamaremos de veras que “Él es Señor”.

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XIV

EL ESPIRITU Y LA ESPOSA DICEN AL SEÑOR JESUS: VEN!

La acción más importante del Espíritu Santo en nosotros en relación con Cristo es la de encender y alimentar en nosotros el amor a Él y conducirnos gradualmente a una unión, cada vez más íntima y amorosa con Él. El conocimiento que este Espíritu nos da de Cristo y el poder que nos comunica para ser sus testigos en todas partes y siempre y para proclamarlo Señor de nuestras personas y de nuestras vidas, son pasos previos y necesarios para la unión e identificación con Él.

La gran diferencia del Cristianismo con las demás religiones, está en que los Cristianos no nos limitamos a recibir y seguir la doctrina del Maestro, sino que desde el bautismo adquirimos una unión real y sobrenatural con Él y recibimos así una vocación al amor constante y creciente a quien es nuestro Salvador, nuestro hermano, nuestro Pontífice, nuestro Maestro, nuestro amigo y nuestro Esposo.

El concilio en el Numero 4 de la Lumen Gentium que tan ricamente describe las diversas funciones del Espíritu Santo en la Iglesia, termina con estas palabras: “Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la Unión consumada con Su Esposo. En efecto, el Espíritu y la esposa dicen al Señor Jesús: Ven ¡ (Cf Ap. 22, 17).

El cristianismo es llamado por eso, con toda razón,” la religión del amor”. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” es el primer precepto de la ley (Mc. 12, 30). Estas palabras de Jesús son las mismas que Yahvé había dado a su pueblo y que encontramos en el Capítulo 6 del Deuteronomio, V. 5.

Cristo es el Señor, es Dios encarnado y por eso merece todo nuestro amor, y este debe ser la correspondencia al suyo. Cristo “nos amó hasta el fin” (Jn 13,1). “Nos amó y se entregó a la muerte por nosotros” (Cf Ef 5,2) y con todo derecho nos dijo: Permaneced en mi amor” (Jn 15,9).El amor de Cristo a su Iglesia es comparado frecuentemente con el de un esposos para con su esposa.

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“Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo para santificarla, Purificándola mediante el baño dela gua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada” (Ef 5, 25-28).

En los capítulos finales del Apocalipsis se insiste en esta visión: “Porque han llegado las bodas del cordero y su Esposa se ha engalanado” (19, 7) “y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén que bajaba del cielo, engalanada como una novia ataviada para su esposo” (21, 2), “Ven que yo te voy a enseñar a la Novia, a la Esposa del cordero” (21,9). Estas hermosas palaras son el cabal cumplimiento de aquellas que el profeta Oseas pone en labios de Yahvé cuando dice a Israel: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y equidad, en amor y compasión; te desposaré conmigo en fidelidad y conocerás a Yahvé” (2, 21-23).

San Pablo, empleando el mismo lenguaje escribe a los Corintios: “Porque celoso estoy de vosotros, con celo DE Dios, pues, os desposé con un solo varón para presentaros como esposa casta a Cristo” (2 Co 11,2).

Nunca sabremos profundizar en las maravillas de este amor de Cristo como es debido. Solamente la luz del Espíritu Santo nos permitirá comprender este lenguaje y vislumbrar siquiera en nosotros ese amor verdadero, puro y generoso que debemos profesar a Cristo como correspondencia a su caridad infinita.

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INDICE

Introducción……………………………………………………………... 2Un nuevo Pentecostès?......................................................................... 3

I El actual pentecostés del espíritu santo………………………………….. 6II Deseo y propósito sincero de verdadera conversión ……..…………… 10III El espíritu Santo y Cristo Sacerdote………………………………………. 13IV Lo que dice Cristo del Espíritu Santo………………………………………. 17V Pentecostés………………………………………………………………………19VI El bautismo en el Espíritu Santo …………….…………………………….. 22VII Los dones o carismas del Espíritu Santo…………………………………. 26VIII El fruto del Espíritu Santo…….……………………………………………… 32IX El Espíritu Santo en nuestra oración………………………….…………… 35X Creemos en el Espíritu Santo………………………………………… ………42XI Grados de la presencia del Espíritu Santo en nosotros……………………..46XII Peligros que pueden presentarse……………………………………….……..50XIII Jesucristo el Señor…………………………………………………………… 53XIV El Espíritu y la esposa dicen al Señor Jesús: Ven……………..…………….55

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