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    RODOLFO

    MONDOLFO

    S O C R A T E S

    EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES

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    RODOLFO MONDOLFO

    Scrates

    Editorial eudeba

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    La presente edicin fue digitalizada y corregida en lasbellas tierras del muy distante y espacioso reino de

    Kollasuyu; durante los primeros, calurosos y febriles dasdel mes de febrero del ao 565 del quinto sol, del nuevoimperio de Tawantinsuyu.

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    IndiceS O C R A T E S........... ..1

    RODOLFO MONDOLFO 2

    Scrates...........................2

    1. La situacin histrica..5

    2. La situacin cultural...6

    3. La existencia histrica de Scrates. Vida y caractersticas.___________________9

    4. El problema de Scrates y las condiciones para su solucin._________________20

    5. La inspiracin religiosa y la purificacin de los espritus.___________________24

    6. La refutacin como purificacin y estmulo para la investigacin. La mayutica.......................................28

    7. La ciencia y los conceptos universales._________________________________33

    8. Ciencia y virtud, ignorancia y pecado. La unidad de las virtudes_____________36

    9. El eudemonismo socrtico: no utilitarismo, sino tica del amor y del deber.____42

    10. El alma y su inmortalidad. La inspira- cin religiosa de Scrates.____________50

    11. La influencia histrica y la perennidad de Scrates._______________________54

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    1. La situacin histrica

    La gran victoria sobre los invasorespersas, lograda por los griegos en el ao478 a.C., tuvo a los atenienses por artfices

    principales y les inspir honda confianzaen s mismos y en su rgimen democr-tico, determinando una intensificacindel proceso ascensional de florecimientoy podero de la ciudad.

    En el orden interior se ampla y sefortifica la constitucin democrtica: lasreformas de Efialtes y de Percles limitan

    los poderes del Arepago, dominado porla burguesa pudiente, y amplan los de laasamblea y del jurado popular; hacenefectiva, mediante un rgimen de indem-nizaciones, la participacin de los prole-tarios en las magistraturas; imprimenvigoroso impulso a la justicia social y ma-yor intensidad a la vida poltica e inspi-ran en los ciudadanos un sentimiento deconsagracin a la polis y a su grandeza.

    En el orden exterior Atenas llega a ser

    "la dominante" entre las ciudades mar-timas, y la federacin formada por stascon la hegemona de Atenas para la de-

    fensa comn contra los brbaros (ligadelio-tica) llega a convertirse, con Pe-ricles, en imperio ateniense.

    Sin embargo, este proceso ascensionalmismo contena los grmenes de un pos-terior derrumbamiento, ya fuese en losconflictos con los asociados que no tolera-

    ban la situacin de vasallaje a que se veanreducidos, ya fuese en las luchas a muertecon Esparta y Siracusa, a las que Atenas se

    vio empujada por las exigencias mismas desu dominio. Las catstrofes que Atenas padece en ambas guerras desencadenancon creciente ferocidad las luchas inter-nas entre oligarcas y demcratas: en 413-412 los oligarcas aprovechan la grave si-tuacin blica para derrocar la democraciay establecer la dictadura de los Cuatro-cientos, luego derribada por el furor po-

    pular; pero, como la suerte de las armas

    no cesara de ser adversa, la psicosis deguerra

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    lleva a la democracia a condenar amuerte, sin derecho de defensa, a sus pro-

    pios generales victoriosos en la batalla na-val de las Arginusas; y es en vano la va-liente oposicin de Scrates a tamaocrimen.

    El clima de terror y de sospecha quese crea en Atenas y los nuevos desastres

    blicos permiten a los oligarcas volver enel ao 404, con la ayuda de Esparta, ainstituir la tirana de los Treinta,dirigida por Critias.

    Pero los crmenes con que se manchaesta tirana entre ellos el asesinatode Len de Salamina, en vano resistidovalientemente por Scrates estimulanla reaccin del pueblo. Losdesterrados, guiados por Trasbulo,logran encabezar una insurreccinirresistible; despus de la victoria,empero, renuncian generosamente atoda venganza y decretan la amnista de

    los adversarios. Sin embargo, no triunfaluego la exigencia de una renovacinmoral, nica base posible para unverdadero renacimiento poltico; antes

    bien, se sospecha del ciudadano que pro-clama tal exigencia; y nito compa-ero principal de Trasbulo, junto conotros dos, acusa a Scrates decorromper a la juventud y de desconocera los dioses patrios.

    La parbola de ascensin y derrum-bamiento de la grandeza imperial de Ate-nas, que habase desarrollado duranteel siglo V, desemboca as, al comienzodel siglo IV (399), en el proceso y lacondena de Scrates.

    2. La situacin cultural

    El siglo V a. C. asisti al mayor flo-recimiento cultural de Atenas; sta seconvirti en el centro de la civilizacinhelnica hasta el punto de merecer elttulo de "Hlade de la Hlade". Elespritu democrtico ateniense

    promueve la participacin de todo el pueblo en el, progreso cultural. Se leeduca el gusto artstico al ofrecerleobras maestras en los monumentos

    pblicos (Partenn, Propleos, prticospintados, estatua de Atenea, etctera)con que Pericles convierte a Atenas enla ciudad ms hermosa de Occidente,utilizando en servicio del pueblo el arteexcelso de Fidias y de Mirn, de Ictino,de Calcrates, de Polignoto, etctera;mediante el pago de los theorik, quele permite asistir a lasrepresentaciones dramticas, se llama al

    pueblo para que disfrute de las grandesobras de la poesa trgica y cmica que en este siglo alcanza su apogeo conEsquilo, Sfocles, Eurpides, Aristfanes

    que debate a menudo grandesproblemas religiosos, morales, polticos yenuncia a veces elevadas concepcionesticas, como la Antfona de Sfocles,donde se plantea el problema de lasleyes no escritas y se opone al principio

    del odio el del amor humano.La proteccin otorgada por Pericles a

    artistas como Fidias e Ictino, a pensadores como Anaxgoras yProtgoras, y el espritu de libertad que

    promueve entre los ciudadanos hacende Atenas la capital

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    intelectual del mundo griego, el centrode atraccin de los nobles espritus de la

    poca, propugnculo del libre desarrollode la personalidad humana. Cierto es quelas luces se ven acompaadas por sombrasinevitables; que instituciones y costum-

    bres progresistas contienen aspectos infe-riores y grmenes de corrupcin; que elespritu de libertad se ve a veces abatido

    por olas de intolerancia de las que sonvctimas los mismos pensadores protegi-dos por Pericles; que el iluminismo racio-

    nalista expresado de diversas maneras enla filosofa de Anaxgoras y de algunossofistas, en la historiografa de Herdotoy de Tucdides, en la poesa de Eurpides,etctera tiene a veces adeptos inmoralescomo Critias o como Alcibades. Pero elflorecimiento de las artes y las letras yel fermento de vida intelectual que se pro-ducen en la Atenas del siglo V con laaparicin de genios como Fdias, los tres

    grandes trgicos, Aristfanes, Tucdides,Scrates, acaso no tengan parangn enotra ciudad o poca; y si todos estos gran-des hombres hallan clima propicio para eldesarrollo y la expresin de su genio, ellose debe a "la constitucin y a las condi-ciones concretas de la vida ateniense; yla nodriza comn fue aquella libertadcuyo elevado valor no todosreconocieron" 1

    A esa libertad consecuencia de laevolucin poltica ateniense despus delas guerras persas se vincula tambin

    1 DE SANCTIS, G., Storia dei Greci,Florencia, 1939, t. II, pag. 346.

    la nueva orientacin que all cobrala investigacin filosfica. No puede

    entenderse el trnsito del predominiode los problemas de la naturaleza,caracterstico de la filosofa anterior, ala posicin central que conquistanahora los problemas humanos, si no serelaciona la evolucin de los interesesintelectuales con la situacin poltico-social.

    Las guerras persas y las exigencias pos-teriores de la hegemona imperial de Ate-

    nas haban impuesto la extensin, a todos,de los deberes militares y, por consi-guiente, de los derechos polticos, cuyoejercicio se haca efectivo concediendouna indemnizacin a los magistrados po-

    pulares. La economa agrcola feudal yase haba transformado en economa in-dustrial y comercial; nuevas clases demercaderes, artesanos, marineros parti-cipan en el gobierno del estado; la reduc-

    cin de los poderes del Arepagoaumenta los de la asamblea popular; sesiente la necesidad de preparar nuevaslites dndoles una cultura politico-

    jurdica basada en el conocimiento de los problemas intelectuales y morales yasistida por una dialctica capaz deimponerse y triunfar en las asambleas yen los tribunales. La adquisicin desemejante cultura exige maestros que nose encierren, como antes lo haban hecholos naturalistas, en la esfera de sus

    problemas y de sus escuelas, sino queofrezcan la enseanza que el pblicoreclama y est dispuesto a pagarles. Y esas como aparecen los sofistas Prot-goras de Abdera, en Tracia; Gorgiasde

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    Leontium, en Sicilia; Prdico de Ceos, enlas Cicladas; Hipias de Elis, en el Pelopo-

    neso, etctera, procedentes de todo elmundo griego, y uno que otro, como An-tifnte, de la misma Atenas; y todos pro-curan hacer de Atenas el centro principalde su actividad. Ecos de sus enseanzasrepercuten en la poesa de Eurpides y

    pueden as comunicarse ampliamente alpueblo; pero los sofistas, que viven de sumagisterio y exigen remuneracin a losdiscpulos, enderezan su actividad a la

    esfera ms restringida de los ricos. En estoestriba una de las diferencias fundamen-tales entre ellos y Scrates que Jenofontenos presenta vivamente en el relato de undilogo de su maestro con el sofista Anti-fonte (Memor., I, vi, 11-13).

    "Oh, Scrates! dice el sofista, yocreo que eres justo pero en modo algunosabio; y me parece que t mismo lo reco-noces al no cobrar retribucin alguna portu conversacin. Sin embargo, a nadieentregaras gratuitamente, o por menosde su valor, tu abrigo, tu casa u otra cosaque te pertenezca. Es claro, pues, que siatribuyeras algn valor a tu conversacintambin por sta cobraras una retribu-cin que no fuese inferior a su justo

    precio. Se te podr, entonces, llamarjusto, ya que no engaas por avidez, perono sabio, ya que lo que conoces nadavale." "Oh, Antifonte! contesta S-crates, nosotros creemos que la hermo-sura y la sabidura pueden emplearseigualmente tanto de manera honesta co-mo deshonesta. Si una mujer vende por

    dinero su belleza a quien se la pide, se lallama prostituta; e, igualmente, a quienes

    venden su sabidura por dinero a los quela buscan se los llama sofistas, vale decirprostitutos. Al contrario, si alguienensea todo lo bueno que sabe aquienquiera vea bien dispuesto pornaturaleza y se convierte en su amigo,creemos que se cumple con el deber delciudadano ptimo."

    La oposicin entre uno y otro no con-siste slo en el hecho de que el sofista

    cobre una remuneracin por su ense-anza, esto es, ejerza como actividadinteresada una tarea que Scrates consi-dera misin sagrada que ha de cumplirseen beneficio ajeno y no propio, sino tam-

    bin en que, de acuerdo con esta diferen-cia, los sofistas vinculen la eleccin desus discpulos a la situacin econmicade los jvenes, en tanto que Scrates slola vincula a la disposicin intelectual y

    moral que revelen. Lo cual significa quela educacin y formacin de lites parael gobierno del estado efectuada por lossofistas obedece a las ambiciones y a losintereses polticos de jvenes ricos; la quequiere realizar Scrates, en cambio, obe-dece a las exigencias del bien general, alque los individuos deben consagrar sucapacidad y no sobreponerle sus aspira-ciones personales. La educacin sofsticaes formacin de habilidades; la socrtica,formacin de conciencias; al basar en el

    privilegio econmico la adquisicin deun privilegio educativo, la primera se aso-cia a un espritu oligrquico; al tratar de

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    formar espiritualmente como el mismoScrates dice, segn Jenofonte,

    Memor., I, vi, 15 "a muchas personascapaces de manejar la cosa pblica", lasegunda se inspira en la misma exigenciaa la que obedeca imperfectamente lademocracia ateniense al establecer ladokimasa (examen de los candidatos),correctivo del igualitarismo del sorteo,ciego a las diferencias de condicionesintelectuales y morales de los individuos.Scrates introduce cohesin en esta

    exigencia al convertirla en requisitoprevio para la educacin de los hombresaptos y seala que quien procurasatisfacerla cumple una importantemisin pblica, aun cuando

    justamente para poder actuar comomaestro l mismo no participa

    personalmente en el gobierno delestado.

    3. La existencia histricade Scrates. Vida ycaractersticas.

    He recordado anteriormente dos episo-dios de la vida de Scrates su actituden el proceso contra los estrategos de lasArginusas y su repulsa a los Treinta, quele ordenaban participar en la captura de

    Len de Salamina, cuyo relato leemosen la Apologa platnica, 32b-d, perocuyo carcter histrico no puede ne-garse, por cuanto, como lo ha sealado DeStrycker2, su narracin se encuentra in-

    2 "Les tmoignages historiques sur Socrate", enMlanges H. Grgoire, Bruselas, 1950, t. II.

    cluida en obras extraas a la literaturasocrtica: Las helnicas, I, vii, 14 y sig.,

    de Jenofonte y la parte autobiogrfica dela Carta VIIde Platn. De Strycker citaotro testimonio de carcter estrictamentehistrico: el pasaje de la Anbasis, III, i,donde Jenofonte nos refiere la consultaque hizo a Scrates acerca del problemade su participacin en la empresa blicade Ciro. Estos datos histricos refutan pors solos la tesis de algunos crticosmodernos que quieren reducir a pura

    leyenda o a creacin potica la figurade Scrates que la tradicin nos hatransmitido.

    En su forma ms extremada, la tesis hasido presentada por E. Duprel3, quiensostuvo que Scrates era una mera ficcinliteraria del nacionalismo ateniense dePlatn y de los llamados socrticos, quehabran inventado la existencia, la ense-anza, las vicisitudes, la condena y lamuerte del imaginario maestro para disi-mular con esa ficcin su propia esterili-dad especulativa y para apropiarse de lasdoctrinas de los sofistas extranjeros: Pro-tgoras, Gorgias, Prdico, Hipias.

    Otro crtico, Olof Gigon (4), admitela existencia real de un tal Scrates,condenado a muerte por impiedad en elao 399

    8La lgende socratique et les sources de Platn,

    Bruselas, 1922.4Sokrates, sein Bild in Dichtung und Geschich-te, Berna, 1947. Por una senda crtica anloga yase haban encaminado E, WOLFF (Platos Apolo-gie, Berln, 1929) y H. KUHN (Sokrates: einVersuch ber den Ursprung der Metaphysik, Ber-ln, 1934).

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    a. C., pero sostiene que no fue un pen-sador cuyo nombre pueda pertenecer a la

    historia de la filosofa, y que Platn, Je-nofonte, Aristteles y los dems autoresque lo presentaron como filsofo y maes-tro se han servido de su nombre, as comohubieran podido utilizar cualquier otro,

    para llevar a cabo la creacin literariadel ideal del sabio, tal como cada uno deellos lo conceba, sin preocuparse en abso-luto por la fidelidad histrica. Todos estosretratos, por lo tanto, perteneceran a la

    Sokratesdichtung y no existiran acercadel personaje testimonios histricos dig-nos de tal nombre, ni mucho menos acer-ca de su hipottica doctrina.

    Esta reduccin de la figura tradicionalde Scrates a puro mito contradice losdatos sealados por De Strycker, que do-cumentan la existencia histrica de unciudadano admirable y admirado por su

    justicia ejemplar y consejero a quien los jvenes consultaban en las contingenciasdecisivas de su vida; y contrasta an mscon el hecho histrico de las representa-ciones efectuadas en Atenas, durante lavida de Scrates, de comedias como las deTelclides, de Los aduladores de upolis(421), del Connos de Amipsias (423)y de Las nubes (423), Las aves (414) y

    Las ranas (405) de Aristfanes. En todasellas Scrates aparece vinculado a los so-fistas y a Eurpides y corno un pensadorque en la comedia de Amipsias hace gala,frente a un coro de pensadores, de susabidura y de su heroica continencia. Enlas dos ltimas de Aristfanes, al igual

    que en la de Telclides, se lo acusa ora deser quien hace malograr la conciencia de

    lo trgico de Eurpides, ora de ser el ver-dadero autor de los dramas de ste; perosobre todo se lo presenta en Las nubescomo figura que es una perfecta carica-tura del tipo de filsofo que investiga ydisputa, lo cual prueba que como tal de-

    ba conocerlo todo el mundo en Atenas,y confirma, indirectamente, adems, ladeclaracin del Banquete de Jenofonte,segn la cual se lo apodaba "el pensador".

    Por otro lado, el asiduo contacto de S-crates con los jvenes y sus continuas dis-cusiones acerca de problemas jurdicos y

    polticos, morales y religiosos se hallanconfirmados en forma indiscutible por lamisma denuncia que determin su pro-ceso y condena: imputaciones que pocosaos despus repite el lbelo de Polcra-tes5, que a su vez suscita las reivindicacio-nes de Lisias, Iscrates y Jenofonte, juntoa la de Platn.

    Aun por debajo de las deformacioneshostiles encontramos, pues, atestiguado

    por las interpretaciones malvolas mis-mas, el terreno firme de los datos hist-ricos, esto es, la existencia y actividadreales de un Scrates pensador y maestro,conocido como tal por todos en la Ate-nas de su tiempo. En lo que concierne a

    5 Tambin hay que mencionar la Vida de S-crates, de ARISTJENOS (de esta obra han quedadofragmentos recogidos por K. MUELLER en Fragm.histor. graecorum, Pars, 1841-1883, t. II, pg.280 y sigs.), basada en parte en recuerdospersonales del padre del autor, quien haba cono-cido a Scrates.

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    este punto fundamental podemos enton-ces aceptar como verdaderos otros datos

    biogrficos que nos ofrecen especialmente

    Jenofonte y Platn y reconstruir la vidade Scrates en sus lineamientos esenciales.

    Su nacimiento, acontecido en un ba-rrio suburbano de Atenas, debe situarseen el ao 470-469, puesto que al morir(399 a. C.) tena 70 aos cumplidos.Hijo del escultor Sofronisco, cuyo arteaprendi y ejerci algn tiempo, y de Fe-nareta, una partera muy conocida, tuvo desu familia recursos sin duda modestos

    pero que le permitieron adquirir la cul-tura tradicional de los jvenes ateniensesde buena familia, cumplir con sus obliga-ciones militares como hoplita y dedicarseluego enteramente a la desinteresada mi-sin de maestro, aunque a costa de absti-nencias heroicas, como dice Jenofonte(Memor., I, ii), de una infinita pobre-za, segn dice Platn (Apol., 32)6.

    Desde su juventud parece estar en rela-

    cin con las ms notables inteligencias desu poca: los msicos Damn y Connos;el pintor Parrasio; Eurpides a quien en

    Las ranas Aristfanes le reprocha que, porel trato con Scrates, pierda el sentido dela sublimidad de la Musa trgica, y en

    Las nubes lo acusa de hacerse escribir sustragedias por ese chacarero de pretendidasabidura. Tambin parece tener rela-

    (6) En el proceso Scrates declara que podrapagar de su peculio slo la suma de una minatica (436 g) de plata. JENOFONTE (Econ., II,ii i) estima en cinco minas el total de los bienesde Scrates.

    ciones con Aspasia y todo el crculo dePericles y muchos otros personajes promi-nentes; pero, en especial, con todos los

    sofistas que suelen actuar en Atenas.Acaso pueda aceptarse la tradicin pro-cedente de su contemporneo In deQuos y recogida por Digenes Laercioy por Simplicio segn la cual en su ju-ventud haba escuchado a Arquelao, dis-cpulo de Anaxgoras; lo cierto es queJenofonte afirma (Memor,, I, i, 12 y sigs.,y vi, 14) que se haba familiarizado conlos "antiguos" filsofos, y Platn le hace

    recordar en Fedn 96-97, su pasinjuvenil por conocer la ciencia fsica y porhallar una solucin a los problemas natu-rales que lo atormentaban y su hondo inte-rs en la doctrina de Anaxgoras, seguido

    por el desengao que le produjo la lecturadel libro. Todo esto puede explicarnos la

    presentacin que hace de l Aristfanesen Las nubes, donde lo muestra suspen-dido en el aire contemplando el sol, esto

    es, preocupado por los problemas natura-les. Pero en el Fedn, 99e, Scrates siguediciendo que, al no encontrar en ningnnaturalista una explicacin satisfactoriay al no lograr tampoco hallarla por simismo, tom otro camino pensando quela solucin de los problemas no deba

    buscarse en los objetos del conocimientosensible sino en los conceptos, y Jenofontedice que su maestro siempre hablaba de

    cosas humanas. Por su parte, Aristtelescompendia ambos testimonios al declarar(Metaf., 987a-b) que Scrates no se ocu-

    paba de la naturaleza sino de las cosas

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    ticas, indagando los conceptos universa-les. De modo que las afirmaciones de Cice-

    rn (Tusc., V, iv, 10; Acad, post., I, iv,15), segn las cuales Scrates hizo des-cender la filosofa del cielo a la tierra,

    pueden acaso entenderse en el sentido deuna sucesin de dos fases en su filosofar.Con esta interpretacin puede resolverseel problema planteado por muchoshistoriadores con respecto al comienzode la misin de escrutador y purificador deinteligencias y conciencias que, en laApo-

    loga, Scrates hace remontar a la respues-ta negativa que la Pitia dio en Delfos ala pregunta formulada por su amigoQuerefonte cuando inquiri si haba al-guien ms sabio que Scrates. Cmohabra podido Querefonte plantear talinterrogante y la Pitia dar tal contesta-cin se preguntan muchos si Scra-tes no hubiese sido ya famoso por el cum-

    plimiento de su misin de maestro? Sin

    embargo, el problema puede resolversesin tachar de ficticia la declaracin so-crtica que resultara ingenua por sucarcter evidentemente contradictorio

    pues Scrates, presenta la respuesta de laPitia como el hecho que determin, no elcomienzo de su investigacin filosfica,sino el paso de los problemas de lanaturaleza a los problemas delconocimiento y del hombre.

    La investigacin natural de Scratestal como aparece en elFedn y comolo confirman las Memorables, I, i, 13 ysigs. constitua ya un planeamiento cr-tico por cuyo intermedio se llegaba a la

    conclusin de que la pretendida ciencia delos fsicos se resolva en una ignorancia real

    de las causas. Scrates debi ser conocidoen Atenas por este planteamiento y poresta conclusin negativa acerca de la com-

    prensin de la naturaleza pues en Lasnubes todava se lo presenta como natu-ralista, y esa fama ya ganada de crticosiempre insatisfecho puede explicar per-fectamente la pregunta de su amigo Que-refonte y la respuesta de la Pitia, la queadems poda saber, por el mismo Quere-

    fonte, que Scrates reprochaba a los na-turalistas la falta de una explicacinfinalista, o sea la negacin de una provi-dencia divina. Pero la respuesta de laPitia que nadie era ms sabio que elmismo Scrates, que justamente reconocasu ignorancia le plantea un nuevo pro-

    blema y una nueva exigencia que ya noes la anterior indagacin naturalista:escrutar a los hombres para conocerlos y

    alentarlos a conocerse a s mismos y a sermejores."Desde entonces, de acuerdo con la

    voluntad del Dios, no he cesado deexaminar a mis conciudadanos y a losextranjeros que considero sabios; y sime parece que no lo son, voy en ayudadel Dios revelndoles su ignorancia."(Apol., 23 b.)

    De todos modos, debe suponerse queScrates da comienzo a esa misin pur-gativa de los espritus cuya fecha elrelato de la Apologa no permite deter-minar antes de los 38 aos pues cuandoen la batalla de Potidea (432) salva aAlcibades herido (cf.Banq., 262 y sigs.),

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    ya haca tiempo que ste era su discpuloy amigo y, segn el Alcibiades primero,103 y 105, Scrates habra tardado varios

    aos en cumplir con l la misin que yahaba cumplido con otros, a la espera deque estuviera espiritualmente maduro ydispuesto.

    Convencido, en efecto, de que debacumplir una misin de escrutador deconciencias y estimular a todos a efectuarsu propio escrutinio, Scrates se diriga

    en los gimnasios, en el agor, en lascalles, en los banquetes, en cualquier par-

    te a cada uno, sin hacer distinciones declase, oficio o edad; a polticos y sofistas,a poetas y artistas, a soldados y artesanos, a

    jvenes y ancianos, a extranjeros y con-ciudadanos (Apol., 30a), pero, segn unconcepto que se repite muchas veces enPlatn (Alcib. pr., Teet., etctera), unaintuicin instintiva, que l considerabainspirada por el daimon siempre presenteen su interior, le revelaba quin estaba dis-

    puesto a aprovechar su conversacin yquin no, y as se guiaba en la seleccinde los discpulos. Debemos distinguir,

    pues, entre interlocutores ocasionales ydiscpulos; con todos Scrates trata derealizar su escrutinio, pero slo algunosde ellos se convierten en compaeros asi-duos o en discpulos. Son, por cierto,

    personas de situacin, ndole y criteriointelectual muy diversos que luego seconvierten, unos, en polticos, como Alci-

    bades, Critias, Crmides; otros, en mili-tares e historiadores, como Jenofonte;otros, en filsofos fundadores de escuelas

    socrticas: Antstenes, fundador de laescuela cnica; Aristipo, de la cirenaca;Euclides, de la megrica; Fedn y Mene-

    demo, de la eleo-ertrica; Platn, de laAcademia; adems de Esquines de Esfeto,el discpulo ms fiel, Simias y Cebes, ex

    pitagricos, etctera. Pero, mientras losdiscpulos que pueden y saben comprenderla grandeza y nobleza espiritual delmaestro le profesan una veneracin quese acrecienta en el andar de los aos, elcomn de los examinados a quienes S-crates hace patente su inconsciencia e

    ignorancia, recela de l y le guarda ren-cor. Y a veces algn discpulo rebelde,como Alcibades, obligado a avergonzarse,se siente impulsado a rehuirlo y hasta adesearle la muerte, pero al mismo tiempotiene conciencia de que si eso ocurrieraexperimentara el ms agudo dolor.(Banq,, 216a-c.)

    Sin embargo, a muchos otros slo lesqueda una enemistad incomprensiva y

    rencorosa; y sobre ese fondo general deincomprensin popular, de sospechas yresentimientos expresados tambin enla presentacin hostil que de Scratesofrecen los cmicos, especialmente Aris-tfanes actan las pasiones polticasexasperadas por el derrumbe del imperioateniense y la guerra civil entre oligarcasy demcratas. La opinin pblica le re-

    procha a Scrates que entre sus discpulosfigure un responsable de grandes desastresciudadanos, como Alcibades; los peoresentre los Treinta Tiranos, como Critiasy Crmides; laconfilos como Jenofonte

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    y Platn. No importa que en las batallasde Potidea (432), Delio (424) y Anf-

    polis (421) Scrates haya cumplido con

    ms valenta que otros su deber con la patria y haya merecido que el generalLaquetes declarara que si todos se hubie-sen comportado como l la victoria habrasido de los atenienses. En defensa de la leyy de la justicia, Scrates se haba ne-gado solo, y arriesgando la vida aceder, tanto a las imposiciones del furor

    popular en el proceso contra los estrategosde las Arginusas (411), como a la orden

    de los Treinta de arrestar a Len de Sala-mina (404); pero el pblico acaso igno-rara el segundo episodio y si recordaba el

    primero lo interpretaba quizs como ex- presin de un espritu antidemocrticoen grado no menor que la crtica a insti-tuciones tales como el sorteo de magistra-dos o la atribucin a todos de facultades

    polticas.Con razn deca Scrates que si hubiese

    participado en la actividad pblica y ensus contiendas, l, que era irreductibleopositor a toda accin injusta o ilegal,habra perdido la vida haca tiempo(Apol., 32d y sigs.), pues en la guerra oen cualquier otra ocupacin su lema eraigualmente cumplir con su deber, aten-diendo slo a la justicia o injusticia de loque haca y sin preocuparse por la muer-te ni por nada y s slo por la vergenza(Apol., 28b-d). Por otra parte, no slola voz interior de su daimon le vedabaentregarse a la vida pblica, sino que ade-ms la actividad poltica no le habra

    permitido el cumplimiento de su misin,en la que vea la ejecucin de un mandatodivino y su verdadero aporte al bien de

    la ciudad."Nunca en mi vida me he concedido re-poso en el esfuerzo por aprender, sino que,descuidando lo nico que la mayora cui-da el dinero, el hogar, el ser estratego ocaudillo y dems magistraturas, y las con-

    juraciones y sediciones ciudadanas...no me met en las cosas en que no creque pudiera ser til ni a vosotros ni a mmismo, sino que siempre acud all donde

    poda aportar el mayor beneficio, acer-cndome en privado a cada uno y tratandode convencer a cada uno de vosotros deque se preocupara por s mismo antes que

    por sus intereses, a fin de llegar a ser msbueno y ms sabio; [por el mejoramientoespiritual] de su ciudad antes que por los

    bienes materiales de sta." (Apol., 36b-c.)"Debido a esta tarea, no tuve posibilidadde hacer nada digno de consideracin, ni

    en los asuntos pblicos ni en los privados,de manera que vivo en pobreza infinitapor servir al Dios." (Ib, 23 b.)

    Mientras tanto, al rencor de aquellos aquienes l mismo haba hecho avergon-zarse se agregaba el de otros hombresexaminados por muchos discpulos que secomplacan en imitarlo. "Y as resultaque los examinados por ellos se encoleri-zan conmigo, no con ellos mismos, y dicen

    que hay un tal Scrates, hombre perverso,que corrompe a los jvenes." (Apol.,23c-d.)

    Scrates no se preocupaba por la tor-

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    menta que iba condensndose sobre sucabeza; segua cumpliendo la misin quea su juicio le haba sido confiada por el

    Dios, con la misma imperturbable sere-nidad con que a veces se pona a reflexio-nar en algn problema, insensible a lascontingencias circunstantes, al fro, alhambre, al cansancio, como cuando se-gn refiere Alcibades, Banq., 220c-den Potidea permaneci todo un da y unanoche de pie e inmvil, concentrado ensus pensamientos, hasta que al salir el solrez sus oraciones y se march.

    Pero en el ao 399 la tormenta se desen-cadena. Tres ciudadanos Meleto, poe-ta; Licn, orador; y nito, mercader y

    poltico influyente por haber sido com-paero de Trasbulo en la expulsin delos Treinta Tiranos se convierten en

    portavoces de las sospechas y de la hos-tilidad ya difundidas y denuncian a S-crates acusndolo de corromper a la

    juventud, de negar a los dioses patrios y

    de introducir nuevos seres demnicos.Pena pedida: la muerte.De acuerdo con la Apologa platnica

    sin duda sustancialmente fiel, en elproceso Scrates centra su defensa enel relato de su vida y del apostolado quedespus de la respuesta de la Pitia se im-

    puso como deber sagrado. As como nun-ca abandon el puesto que le asignaronen la guerra los magistrados, jams aban-donar dice la misin que le asignel Dios:

    "Y aun si me dijeseis: Scrates ..., telibertamos a condicin de que no conti-

    nes ... filosofando; de lo contrario ...morirs ..., os contestara: Mis queri-dos atenienses, os quiero y os amo, pero

    obedecer al Dios antes que a vosotros yen tanto tenga aliento no cesar de filoso-far y de amonestar y aconsejar a vosotrosy a cualquiera de vosotros a quien tengaocasin de hablar." (Apol., 29c-d.) "Y,me absolvis o no, no har otra cosa niaun cuando me exponga a morir mil ve-ces." (Ib., 30b-c.)

    Afirmaciones como stas contribuyen sinduda a que se lo declare culpable y

    como segn la ley ateniense l mismo debeproponer una pena manifiesta entoncesque no merecera ninguna, ni de destierro,ni de crcel, ni de otra ndole, sinorecompensa y honra pblicas por habertratado siempre de beneficiar a todos,exhortndolos a mejorar su alma y suciudad, pero que si se le quiere imponer unamulta pagar lo poco que puede dar de su

    bolsillo, ms lo que le ofrecen sus discpulos.

    Los jueces, irritados, votan por mayora lapena de muerte, pero Scrates les advierteque lo ms difcil no es rehuir la muerte,sino la maldad, y que para verse libre detodo reproche no hay que tapar la boca a losacusadores, sino mejorarse a s mismo. Y ala minora que vot su absolucin le dice,

    para su consuelo, que la muerte, ya seaanonadamiento del ser, ya ingreso en otravida inmortal, no es un mal y que no haymales para el hombre bueno, vivo omuerto; por lo cual pide que se trate a sushijos como l trat a sus conciudadanos:corrigindolos y

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    estimulndolos a ser virtuosos. Y conclu-ye: "Ya es hora de que vayamos, yo amorir, vosotros a vivir. Quin es el que

    va a mejor suerte a todos est oculto,excepto al Dios," (Apol., 42.)Semejante elevacin moral demostrada

    por Scrates durante el proceso sereafirma en el intervalo entre la sentenciay la ejecucin, para lo cual debiesperarse el retorno de la nave sagradaque haba partido con destino al santuariode Dlos. Durante los treinta das deespera, Scrates, en la crcel y con

    cadenas en los pies, continu conversandofilosficamente con sus discpulos yamigos. En la vspera del arribo del barco,Critn le anuncia: "Maana tendrs quemorir." "En buena hora contesta; sias lo quieren los dioses, as sea." Critn lesuplica entonces que acepte la fuga quelos amigos han preparado y que no setraicione a si mismo, ni traicione a loshijos y a los amigos rechazndola, pero

    Scrates contesta que lo nico queimporta es vivir honestamente, sincometer injusticia ni siquiera pararetribuir una injusticia recibida. Y le

    plantea el problema: "Si en el momentode la huida las leyes se me presentaran yme preguntasen si sustrayndome a sumandato quiero malograrlas y cometer lamayor impiedad contra la patria, qu

    podra yo contestarles?" Critn debedarse por vencido, y Scrates concluye:"Basta, pues, Critn, y vamos por el ca-mino por donde el Dios nos lleva 7."

    7 Cf. PLATN, Gritn.

    A la maana siguiente vuelven losamigos y la conversacin recae en el te-ma del destino del alma. Scrates, sereno

    ante la emocin de los discpulos, tratade convencerlos de que, para los buenos,la muerte es el comienzo de otra vidamejor; y en las alternativas del dilogo,especialmente en el momento dramticoen que algunas objeciones de Simias y deCebes parecen estar a punto de derrum-

    bar la construccin levantada, Scrates,tranquilo y sonriente, las examina parte

    por parte, devuelve la confianza a los

    perturbados y termina exhortando a to-dos a que acepten serenamente el llamadodel destino 8.

    Llega el carcelero despus del ltimosaludo de Scrates a su mujer Jantipa y asus hijos y, emocionado, trae el veneno(cicuta). Scrates, imperturbable, tomael vaso, lo vaca de un trago y dice a losamigos que sollozan: "No, amigos; hayque concluir con palabras de buen augu-

    rio: permaneced, pues, serenos y fuertes."Cuando empez a sentir los efectos delveneno, se acost, le record a Critnque deban un sacrificio al dios Asclepio,y poco despus estaba muerto. "As le hace decir Platn a Fedn murinuestro amigo, el hombre, podemos decir,mejor y ms sabio y ms justo de cuan-tos conocimos." Y estas mismas palabrasrepite Platn en su propio nombre al re-cordar a Scrates en la Carta VII.

    Pero si bien Platn expresa en esa for-

    8 Cf. PLATN,Fedn.

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    ma inequvoca su juicio y el de suscompaeros contra la sentencia que con-den como peligroso para su ciudad al

    mejor y ms justo de los hombres, lahistoriografa moderna, a partir de He-gel, ha planteado el problema de la le-gitimidad de tal sentencia y ha tratadoa veces de justificarla desde el punto devista de la razn de estado, superior alrencor de aqullos a quienes refutaba ya la hostilidad que los poetas cmicos yel vulgo sentan hacia quien para ellos

    personificaba la sospechosa investigacin,

    tanto de los naturalistas tipo Anaxgoras,como de los sofistas tipo Protgoras. Eltribunal, como conciencia oscura delestado ateniense, haba intuido que laaccin de Scrates hacia peligrar losfundamentos tradicionales, polticos yreligiosos de la polis al socavarlos con sucrtica racionalista.

    Platn mismo seala De Sanctis9destaca enLa repblica, 538 c-539 b, tales

    peligros al observar que "hay principios,en torno de lo justo y lo injusto, en quehemos crecido desde nios, acostumbrn-donos a obedecerlos y honrarlos", peroque si a un joven se le refutan repetidasveces las convicciones que ha recibido delas leyes y se le hace pensar que lo quehonraba no es bello, ni justo n bueno, esinevitable que no siga honrando y obe-deciendo los principios recibidos, sinoqu "se convierta en transgresor de la ley,de fiel observador que era". Dada esa

    8Storia dei Greci, ed. cit., t. II, pg. 480 ysigs.

    peligrosa ndole de la dialctica, Platnpide gran cautela en su uso, del cual hayque mantener alejados a los jvenes, pues

    de otro modo se aficionan a las discusio-nes por s mismas y se acostumbran acontradecir y a deshacerlo todo. Adems,agregan algunos crticos modernos, consu ejemplo Scrates enseaba a los jvenesa despreocuparse de la vida pblica y delos problemas de la ciudad para preocu-

    parse slo por su propia vida interior; ycomo, por el contrario, el estado consi-deraba la participacin en las asambleas

    y magistraturas un deber de los ciuda-danos y no slo un derecho, la influencianegativa de Scrates haca que ste nece-sariamente pareciese un corruptor. Y,en fin, dado el vnculo entre la vida dela polis y la religin ciudadana, Scrates,que quera sustituir esta ltima por otrafe, se converta, innegablemente, en reode impiedad.

    Sin embargo, Scrates estaba tan lejos

    de querer socavar las creencias religiosastradicionales que nunca las hizo objetode discusin, y es un sofisma decir que deesa manera las negaba y anulaba an msque quienes tenan la audacia dediscutirlas 10. Adems, Scratesacostumbraba cumplir las formas delculto, rezar su oracin matutina al sol,ofrecer sacrificios a los dioses, pedir yhacer pedir al orculo dlfico encircunstancias crticas inspiracin

    para su propia conducta y para la ajena.Por cierto que este respeto al culto

    10Storia dei Crec, ed. cit., t. II, pg. 492.

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    patrio no significaba, como parece creerJenofonte, aceptacin lisa y llana de lascreencias politestas, pues, al contraro, to-

    das las manifestaciones divinas particu-lares se unificaban para Scrates en unafuente nica, inteligencia y providenciauniversales, Dios presente en el mundo ytambin segn la expresin usada porEpicarmo y Anaxgoras presente ennosotros, presente como el alma personaly como el daimon interior al que Scratesatribua su inspiracin en momentosdecisivos.

    Por otro lado, si bien Scrates no parti-cipaba constantemente en la vida poltica,no slo cumpla con su deber de soldadoy magistrado toda vez que le correspon-da, sin tener en cuenta los peligros; tam-

    bin crea cumplir una misin pblicasagrada al ejercer su apostolado de desper-tador de conciencias que estaba segnseala Jaeger en Paideia, II, pg. 55 ysigs. al servicio de una educacin "pol-

    tica" y trataba una abundante temticapoltica. Y a tal servicio sacrificaba S-crates todo inters personal y familiar.

    Adems, su crtica a ciertas leyes einstituciones que le parecan contrariasal bien del estado no slo no obedeca,como lo destaca Jaeger, a consideracionesde partido y bien lo saba Critias, queen nombre de los Treinta quiso prohibirsu enseanza, sino que tampoco dismi-nua su profundo respeto a la majestadde la ley que le hizo rechazar la fuga ysacrificar su vida en el altar de las leyes.

    Tampoco es exacto que fuese enemigo

    de la democracia ". Su exigencia de quelos magistrados fuesen capaces y tuviesenla preparacin necesaria y la crtica que

    formulaba al sistema de sorteo no impli-caban que reclamase leyes aristocrticasde privilegio, sino un llamado a la con-ciencia de los polticos que deban con-siderar el ejercicio de las magistraturascomo una misin comparable a la delmdico y a la del piloto o a la de cualquierotro especialista, actividades todas queexigen conocimientos e idoneidad. Noeran, pues, una negacin de la democra-

    cia, sino la exigencia de perfeccionarlapara que efectivamente estuviese al servi-cio del bien pblico.

    l espritu democrtico de Scrates semanifestaba tambin en la valoracin deltrabajo, por la cual en oposicin alos prejuicios aristocrticos y al despre-cio de las clases superiores y de los inte-

    11 MAGALHES VILHENA, V. DE, Socrate et lalgende platonicienne, Pars, Presses Universita-

    res de France, 1952, ha desarrollado en la formams ampla y docta la tesis de la orientacin an-tidemocrtica de Scrates del Scrates plat-nico, que coincidira, sin embargo, con el Scratesdel libelo de Polcrates en su carcter de inveteradoodiador del demos (misdemos) , "leader intel-lectuel incontest et incontestable de la ractionaristocratique au moment agu de la dmocratietriomphante, celui qui fut son hraut au debut dudernier sursaut de grande allure de l'aristocra-tie athnienne chancelante" (pg. 222). Lamen-to no poder detenerme en un examen analticoy en una discusin como los que el libro de

    Magalhaes Vilhena merecera pues los lmitesde m ensayo me obligan a ceirme a una rpidaindicacin de los datos en que puede apoyarsemi tesis contraria.

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    lectuales por los trabajadores se com-placa en recurrir a menudo a la sentenciade Hesodo: "el trabajo no es vergenza;

    el ocio s es vergenza". Y en conversa-ciones que refiere Jenofonte pero que

    por cierto traducen un genuino pensa-miento de Scrates, puesto que Jenofontese inclina espontneamente hacia el puntode vista aristocrtico y es uno de lostpicos menospreciadores del trabajo,Scrates no slo repite con Hesodo,Epicarmo y Prdico que el trabajo es el

    precio al que los dioses nos venden los

    bienes y la conquista de la arete, sino queadems afirma la dignidad moral del tra-

    bajo, aseverando que para los hombres ylas mujeres libres no es ninguna deshonraejercer un oficio manual; antes bien, sloa condicin de trabajar y de no ser par-sito se puede llegar a ser sabio y justo(Memor., I, ii; II, i; II, vi).

    Estas ideas se transmiten sobre todo aAntstenes y a los cnicos pero, asimismo,

    ejercen su sugestin en Jenofonte y enPlatn mismos quienes, precisamente porinfluencia de Scrates, contradicen a ve-ces su propia orientacin aristocrtica

    por la cual fueron incluidos entre losmayores responsables de la difusin pos-terior del desprecio al trabajo12.

    Scrates tambin honraba el trabajo

    12MONDOLFO, RODOLFO, La comprensin del sujeto

    humano en la cultura antigua, Buenos Aires, Imn,1955, parte IV, cap. II; SCHUHL, . M., Machinismeet philosophie, Pars, Alean, 1938, y L'oeuvre dePlatn, Pars, Hachette, 1954; tr. espaola: BuenosAires, Hachette.

    porque reconoca en l una actividadeducadora que crea conocimientos e im-

    plica la conciencia de lo que se hace y

    de por qu se lo hace. Entre sus muchosexaminados, los nicos que entendan loreferente a su propio oficio dice en la

    Apologa, 22a eran los artesanos, cuyasabidura, empero, se nublaba cuando

    pretendan salir del terreno de su compe-tencia. Acaso por esta funcin cognos-citiva del trabajo, a Scrates le agradaba,en sus investigaciones conceptuales, partirde ejemplos propios de artesanos; por

    eso Critias, cuando quiso impedirle queactuara como maestro, le orden abste-nerse "de los zapateros, los herreros, losvaqueros, etctera" 13, vale decir, de lostemas y de los ejemplos que en sus di-logos prefera.

    En esa honra directa e indirecta altrabajo, no menos que en la exigencia deldilogo, que reconoce la libertad de pen-samiento y de expresin y la quiere para

    todos, Scrates se nos muestra profunda-mente democrtico; y aun cuando puede

    parecer excesivo decir "que personificabael espritu de la democracia ateniense" 14,hay que reconocer que es un defensor de

    13 Cf. Memor., I, ii, 37. Tambin CliclesGorg., 491a le reprocha: "Por todos losdioses! No sabes hablar sino de zapateros, cardadores, cocineros, mdicos, como si fuese se eltema de nuestra discusin"; y Alcibades Banq.,

    221e reconoce: "siempre habla de asnos de carga, herreros, zapateros, curtidores", etctera.14 Cf. LOMBARDI, F., "Il discorso socrtico", en

    Rivista di Filosofa, Turn, julio de 1954, pgina274.

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    la democracia de la competencia(15). Porcierto que sta, en tanto gobierno de losmejores, puede llamarse aristocracia 16

    en el sentido etimolgico de la palabra,pero Scrates es, sin duda, como lo declaraG. de Sanctis 17, "democrtico de alma,aun cuando adversario, en parte, de tal ocual institucin de la democraciaateniense de su tiempo".

    No es aceptable, pues, la justificacinhistrica de su condena como defensalegtima de lapolis democrtica.

    4. El problema de Scratesy las condiciones para susolucin.

    Scrates no escribi nada, o slo unosversos, compuestos segn el Fedn, 60dy 61b, en sus ltimos das de crcel. Esteabstenerse de la enseanza escrita, sueleexplicarse con el motivo que Platn le

    hace enunciar en el Fedro, 275 d y sigs.: laescritura es como la pintura, cuyas im-genes estn presentes ante nosotros como

    personas vivas, pero que si las interroga-mos callan majestuosamente; as, el dis-

    15 Cf. SEMERARI, G., "Il principio del dialogoin Socrate", en Giornale critico della filosofaitaliana, Roma, 1953, pg. 455.

    16 As la llama G. GALLI, Sulpensiero di Car-lini ed altri saggi, Turin, Gheroni, 1950, pg. 83.

    17 Storia dei Greci, ed. cit., t. II, pg. 482.

    Puede recordarse, adems, que NIETZSCHE en Lavoluntad de dominio consider a Scrates repre-sentante de los derechos de la democracia que, alrebelarse contra la tradicin aristocrtica, habraproducido la decadencia y disolucin del mundohelnico.

    curso escrito no sabe dar explicaciones,si alguien las pide, ni defenderse por smismo, sino que necesita siempre la inter-

    vencin de su padre. A este motivo elnico que suele citarse el Fedro asociaotro: el discurso escrito se ofrece igual-mente al entendido y al lego, sin saber aquin debe hablar y a quin no, como unagricultor que esparce las semillas al acaso,en cualquier tiempo y lugar.

    Pero el motivo ms esencial aparece enotros dilogos platnicos, cuando en lamisma enseanza oral Scrates evita los

    discursos largos que slo permiten al dis-cpulo una pasiva funcin de oyente. Laforma propia de la enseanza socrtica esel dilogo en donde el maestro preguntams que contesta, excita la reflexinactiva del discpulo y provoca su res-

    puesta obligndolo a buscar para descu-brir; o sea: es un despertador de concien-cas e inteligencias, no un proveedor deconocimientos.

    Por este carcter peculiar, el magisteriosocrtico exiga el dilogo viviente y librey no poda ejercerse mediante obras es-critas 18; y por eso su transmisin a la pos-teridad slo pudo efectuarse a travs detestimonios ajenos, de discpulos y adver-sarios.

    18 Con esta interpretacin parece coincidir W.JAEGER cuando sostiene que Scrates no quisoescribir nada porque vivi entregado por enteroa su misin: "lo cual indica cun fundamental

    era para l la relacin de lo hablado con el serviviente a quien en aquel momento se diriga".(Paideia, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,1942-45, t. II, pgs. 16-18.)

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    Pero no slo amigos y enemigos nosofrecen de l imgenes opuestas entre s,sino que, adems, los mismos discpulos

    reproducen el pensamiento del maestrocada uno segn su manera particular deentenderlo, y esas maneras son muy dife-rentes en Jenofonte y en Platn, en Ants-tenes y en Aristipo, en Euclides y enEsquines, etctera. De los dos testimonios

    principales, Jenofonte y Platn, el primero segn la crtica de Jel, H. Maier,Burnet y Taylor, etctera, y por comnconsentimiento parece incapacitado

    para reflejar la altura espiritual del maes-tro y documenta, adems, en sus obrassocrticas (Banquete, Econmico, Apolo-

    ga, Memorables), carencia de escrpulohistrico al atribuir al maestro conoci-mientos especiales (de agricultura, delas costumbres blicas de los pueblos delAsa, etctera) que l mismo haba adqui-rido gracias a sus experiencias personales.En cambio, Platn eleva la filosofa de

    Scrates por encima de la realidad hist-rica, expresando por boca de ste en todossus dilogos con excepcin del Timeo

    y de Las leyes las doctrinas propias, in-cluso la de las ideas, sin distinguir las posi-ciones respectivas; y el recurso de acudira Aristteles, habitualmente utilizado

    para tal distincin, resulta inadecuado porinsuficiencia de datos y parcialmente inva-lidado por la imputacin de inexactitudhistrica hecha por la crtica moderna alos testimonios aristotlicos19.

    19 Acerca de la valoracin histrica de los tes-timonios de Jenofonte, Platn y Aristteles sobre

    De este modo se plantea el problema deScrates, o sea el de la reconstruccin his-trica de su pensamiento, problema que ha

    ido profundizndose a partir del primerplanteamiento efectuado por Schleierma-cher. Sus dificultades, que han sido ysiguen siendo a la vez estmulo y tor-mento para los historiadores, puedeninferirse del examen concienzudo y deta-llado que del tema hizo V. de MagalhesVilhena (20).

    En otra oportunidad (21) he recordadolo que a principios de siglo deca V. Bro-

    chard en su ensayo L'oeuvre de Socra-

    Scrates existe una amplia bibliografa crtica, para la cual remito a las obras de MagalhesVilhena mencionadas en el testo. En la primerade ellas vanse especialmente los captulos: "Pla-tn et le Socrate historique", "Xnophon et leSocrate historique", "Aristote et le Socrate histo-rique", "Les textes socratiques d'Aristote". En loque respecta a la general inexactitud histrica delos testimonios de Aristteles, el libro de

    Magalhes Vilhena contiene tambin un capitulo:"Aristote et l'hstoire de la philosophie"; pero lasobras fundamentales al respecto son las deH. Cherniss, Aristotle's Criticism of PresocraticPhilosophy, Baltimore, 1935, y Aristotle'sCriticism of Plato and the Academy, Baltimore,1944 (tomo II en preparacin). Adems, en laeliminacin de Aristteles como testigohistricamente vlido con respecto a Scrates, yacoincidan H. Maier, J. Burnet y A. E. Taylor.

    20 En dos obras: Le problme de Socrate. LeSocrate historique et le Socrate de Platn y So-crate et la lgende platonicienne, Pars,

    Presses Universi taires de France, 1952.Magalhes Vilhena anuncia la prxima publicacin de otro trabajo sobre el tema:Aristophane et le Socrate histortque.

    21 Moralistas griegos., Buenos Aires, Imn, 1941;captulo sobre Scrates.

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    te22 : "Mucho se ha escri to acerca deScrates y lo mismo ocurrir en el futuro.La fisonoma de Scrates, por la misma

    incertidumbre e insuficiencia de nuestrosmedios de conocimiento, no dejar jamsde tener para todos los investigadores elatractivo de un enigma que exige inter-

    pretacin; y sin duda la ltima palabraacerca de este problema nunca habr dedecirse". Comentaba yo entonces que staera una previsin fcil cumplida hastaahora y destinada a realizarse an en el

    porvenir que podra interpretarse tam-

    bin como una confesin de la inutilidaddel trabajo de los historiadores para des-cifrar un enigma que nunca ser resueltode modo decisivo; pero, an cuando un

    problema histrico no admita solucindefinitiva, a los historiadores les queda sinembargo una tarea: lograr una solucinms satisfactoria que las presentadas hastaentonces y que ofrezca otra base para

    progresos ulteriores.

    Magalhes Vilhena acepta esta opinin,pero observa que no es slo ste el pro-blema: "No basta con registrar los fraca-

    22tudes de philosophie ancienne et de philosophiemoderne, Pars, Alean, 1926; tr. espaola: Estudios sobre Scrates y Platn, Buenos Aires, Losada,1940. La misma opinin expresa A. BANFI Socrate, Miln, 1944, pg. 159: "un tentativodi esposizione e di nterpretazione socrtica rim anesempre un'ipotesi". Tambin ADOLFO LEVI"Sul pensiero di Socrate", en Studi di filosofagreca., Bar, Laterza, 1950 recuerda ladeclaracin de un especialista en estudios socrticos"ogn volta che si ritorna sul problema socrticolo si trova piu difficile di prima" (pg. 217).

    sos y querer ir adelante. Hay que plantearotro problema previo: el del motivo deestos fracasos..., de la fuente de las con-

    tradicciones ... Debemos desatar las im-genes diferentes en su misma diversidad, porque cada una nos ofrece una cara deScrates que se consider verdadera, y talfue en cierto modo ..., por haber desem-

    peado un papel histrico que no puededesconocerse"23. Lo cual coincide esen-cialmente con lo que escrib en otra oca-sin; esto es, que los rasgos con que cadadiscpulo vea y dibujaba a su maestro

    son los que han ejercido influjo en elmismo discpulo y, en consecuencia, enel desarrollo de la filosofa griega; perte-necen a la historia del socratismo24 y debentener su origen en la misma personalidad yaccin del maestro. Pero al mismo tiempodebemos destacar que la crtica reciente

    segn lo seal Calogero25 tiende aconsiderar los contrastes entre nuestrasdistintas fuentes relativas a Scrates

    menos irreductibles que lo que leparecieron a la crtica anterior, y a recono-cer, ms bien, que estas presentacionesdiferentes ofrecen rasgos comunes o sus-ceptibles de combinarse en mutua armo-na. De manera que desde hace algntiempo parece que nos hemos encaminadohacia una interpretacin ms adecuada,

    23 Le probleme de Socrate., ed. cit., pg. 10 ysigs.

    24 La comprensin del sujeto humano en lacultura antigua., ed. cit. Vase en la parte III, cap.III, las pginas sobre Scrates.

    25 "Socrate", en Enciclopedia Italiana.

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    sobre todo porque se ha abierto caminola certidumbre de que la interpretacindel pensamiento socrtico no puede sepa-

    rarse del significado de su vida y de suaccin histrica. La filosofa ha sido paraScrates el mvil de su existencia, de suactuacin y de su sacrificio supremo; yla reconstruccin de su pensamientodebe explicar tal consagracin de todauna vida a costa tambin de la muerte:debe explicar el influjo espiritual ejercidoen discpulos tan diferentes como Platny Jenofonte, Antstenes y Aristipo, Eu-

    clides y Alcibades, Fedn y los ex disc-pulos de Filolao, etctera; debe explicaresa devocin despertada en todos ellos, que,en lugar de borrarse con la condena delmaestro, parece sacar de su muerte im-

    pulso para la exaltacin de su memoriaen la llamada literatura socrtica 26.

    Si la reconstruccin no logra explicaresas circunstancias no es satisfactoria y,

    por lo tanto, se condenan por s mismas

    aun interpretaciones de historiadores va-liosos como Brochard o Gomperz o DeRuggiero, quienes nos presentan un S-crates que slo sabe hacer crtica demole-dora o teorizar una tica estrechamenteutilitarista.

    El Scrates de Brochard, en efecto, apesar de todo el afn de definicin cien-tfica de los conceptos que lo acucia,tiene conciencia de su incapacidad parasalir de la esfera de una crtica puramente

    26 Cf. H. MAIER, Sokrates, Tubinga, 1913;pg. 106 y sigs., y W. JAEGER, Paidea, ed. cit.,t. II, pg. 18.

    negativa, y aun cuando afirma la iden-tidad entre virtud y ciencia la concibecomo un clculo de los provechos mate-

    riales y sensuales, lo cual Brochard mismodefine como "une conception terre--terre de la moralit". AnlogamenteGomperz 27, pese a que admite en Scratesla exigencia de armona interior y unidadde carcter como condicin de felicidad,interpreta como utilitarismo el eudemo-nismo socrtico; un utilitarismo quequiere, segn Gomperz, sustituir el impe-rativo de los mandamientos no suscepti-

    bles de una demostracin inmediata por elindicativo de intereses humanos innega-bles, insistiendo en las ventajas prcticasgroseras y palpables ms que en las deli-cadas y ocultas. Y De Ruggiero, por otra

    parte, se niega a reconocer en la actividadde Scrates un apostolado de la ciencia

    porque no habra tenido una doctrina para predicar al mundo, sino slo unmtodo de duda28. Y los ejemplos podran

    multiplicarse. Pero con semejantes inter- pretaciones del pensamiento socrticoresultan inexplicables su vida y su accinhistrica, que son los datos concretos dedonde a falta de expresiones directasque nos documenten su pensamiento ge-nuino es preciso partir, para de ellostratar de retroceder a sus fuentes, es de-

    27 Griechische Denker, t. II , cap. IV, pargra

    fo 3; tr . f rancesa: Par s, Alean; tr . i ta l iana: Flo

    rencia, La Nuova Italia; tr . espaola: Buenos Aires, Guarania.

    28 Cf. La filosofa greca,en Storia della filo

    sofa, Bari, Laterza, 1934, vol.I.

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    cir, al espritu de Scrates manifestado ensu enseanza.

    5. La inspiracin religiosa yla purificacin de losespritus.

    En este aspecto, la corriente interpre-tativa que en nuestro siglo se ha basadoen el carcter de misin que Scratesatribua a su magisterio se ha encaradosegn una perspectiva ms satisfactoria

    y ha vuelto a poner de relieve con mayorinsistencia un rasgo fundamental de suespritu que quiz pueda dar la clave delenigma: su inspiracin religiosa, que pue-de llamarse mstica, con tal de que no seentienda esta palabra en sentido irracio-nalista pues sera contrario a la con-fianza incondicional que tena Scratesen el valor de la razn, sino como ex-

    presin de su honda conciencia de una

    misin sagrada a la que dedic ntegra-mente y sacrific su vida misma.El rasgo de honda religiosidad de S-

    crates fue puesto de relieve ya en el sigloXIX por el mximo historiador de la filo-sofa griega, Eduardo Zeller, y aceptadoy acentuado por otros, como por ejemploAntonio Labriola, quien afirm de maneraterminante la necesidad de restituir atodo el conjunto de las exigencias expre-

    sadas por Scrates su originario signifi-cado religioso. No faltaron, por cierto, enla misma poca y posteriormente, interpre-taciones opuestas, como la de Nietzsche,quien, en su Origen de la tragedia, vea enScrates al antimstico o lgico puro al

    que imputaba la destruccin de la ener-ga creadora del espritu helnico; la dePhlmann, que opone un Scrates racio-

    nalista puro a toda tentativa de interpre-tacin religiosa; la de Jel, basada en lainterpretacin aristotlica, igualmenteracionalista; la de Ortega y Gasset, que

    procede de la de Nietzsche 29 , etctera.Pero al lado de estas interpretacionesracionalistas se afirman con vigor otrasdos: 1) La moralista o humanista, repre-sentada en su ms alto grado por la obrade Heinrich Maier, para quien la huma-

    nidad de Scrates expresa esencialmente"un nuevo estado de espritu" y la exi-gencia de una bsqueda de vida tica

    personal, punto de vista que orientatambin a Schrempf, Stenzel y otros, yque Banfi expresa cuando define a Scra-tes: "El espritu mismo de la moralidaden su infinito problema", "la morali-dad en su pura exigencia ..., como for-ma eterna del espritu". 2) La religiosa,

    que se acenta con la frecuente atribucindel misticismo que Labriola le negaba. Estemisticismo, cuya afirmacin se basa enlos testimonios platnicos, ha sido vincu-lado por la escuela escocesa (John Burnety A. E. Taylor) a la relacin entre Scra-tes y el pitagorismo, que los representan-tes de esa escuela queran utilizar para sutesis segn la cual Scrates era el verda-

    29 Para las indicaciones bibliogrficas remito ala bibliografa final. Una sntesis rpida pero clarade las obras mencionadas y de las siguientes puedeverse en el ensayo de PAOLO Rossi citado tambinen dicha bibliografa.

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    dero autor de la teora de las ideas. Peromuchos otros que rechazaron tal tesis ina-ceptable reconocieron, empero, la impor-

    tancia del hecho sealado por Burnet: lospitagricos de Tebas y Fliunte Simias,Cebes, Ferondas, Equcrates , ex disc-

    pulos de Filolao, despus de la partida deaqul buscaron en Scrates al maestro que

    pudiera satisfacer sus exigencias religiosasy msticas.

    La inspiracin religiosa y mstica deScrates ha tenido singular eficacia escla-recedora en muchas profundas y acertadas

    reconstrucciones de su figura histrica de Zuccante a Melli, de Festugire a DeSanctis, de Gallo Galli a . . Schuhl

    y no menos en la presentacin hechapor W. Jaeger en Paideia, donde seala elcarcter religioso de la misin deScrates, que se interpreta a s misma comoservicio del Dios y cuidado del alma,expresiones que "nos suenan acristianismo".

    Sin embargo, no basta advertir en S-crates la presencia de una honda religio-sidad. Si queremos lograr un enfoqueunitario de la personalidad socrtica, esdecir, dar en su espritu una posicincentral a esa religiosidad cuya luz puedeesclarecer cada aspecto de su actividad yde su doctrina e iluminarlos y vincularlosa todos en conjunto en su unidad siste-mtica y orgnica, hay que avanzar un

    paso ms, tal como lo hicieron algunos delos escritores mencionados y de manera

    particularmente decidida P. Martinettien su Socrate.

    En esta relacin entre un punto cen-tral de irradiacin y toda la esfera de lasmanifestaciones de la personalidad de S-

    crates puede encontrarse el medio parasuperar la anttesis entre las tendenciasinterpretativas opuestas de H, Maier y deBurnet-Taylor, esto es, entre un Scrates

    puro hroe moral, tal como lo vea Ants-tenes, y un Scrates fundador de la filo-sofa especulativa, tal como lo presentabaPlatn. "La anfibologa dice con aciertoJaeger, enPaideia, II, pg. 29 tiene queresidir necesariamente en la personalidad

    misma de Scrates que lo hace susceptiblede esta doble interpretacin. Y partiendode aqu es necesario esforzarse en superarel carcter unilateral de las dosconcepciones, aunque stas sean en ciertosentido legtimas, tanto lgica como his-tricamente." Y el camino de esta supe-racin puede consistir en la vinculacinde ambos aspectos a su fundamental ins-

    piracin religiosa.

    No hay que olvidar que la distincinms sustancial, quiz, entre los sofistas yScrates est constituida por la visinque tienen respectivamente de la tareadel filsofo y el maestro: actividad pro-fesional utilitaria para aqullos; misinsagrada e imperativo categrico paraste. Scrates vuelve al concepto de lafilosofa como misin religiosa y caminode purificacin ya sostenido por los pita-gricos y por Parmnides, pero acen-tuando an ms la idea de la obligacinmoral que incumbe al filsofo: cumplircon su deber de maestro convertido en

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    servicio del Dios aun a costa de la pro-pia vida.

    Tiene importancia fundamental, a este

    respecto, el pasaje de la Apologa plat-nica, 29c-30b, que ya hemos citado enparte. Dice Scrates a sus jueces: "Aun sime dijerais: Scrates, no escuchamos atu acusador y te dejamos en libertad,

    pero con la condicin de que no pases tutiempo en investigar y en filosofar, de locontrario, si te sorprendemos tendrs quemorir. Si me libertaseis con esacondicin yo os contestara: Mis

    queridos atenienses, os saludo, pero obe-decer al Dios antes que a vosotros y acualquier otro, diciendo, segn mi cos-tumbre: Hombre ..., no te avergen-zas de ocuparte de las riquezas, paramultiplicarlas, y de la fama, y en cambiono tienes ningn cuidado y preocupacin

    por la sabidura, por la verdad y por elalma para hacerla mejor en la medida delo posible? Y si alguien entre vosotros

    me contesta que s, que tiene cuidado deella, no lo dejar tan pronto, sino que lointerrogar y examinar e investigar; ysi me parece que no tiene virtud, a pesarde lo que afirma, le reprochar que menos-

    precia lo que es de mayor valor y estimalo que es vilsimo. Y esto har con jvenesy viejos, ciudadanos y extranjeros, concualquier persona que encuentre...

    "Pues esto es lo que el Dios me orden, y

    creo que vuestra ciudad no cuenta conmayor bien que este servicio que hago alDios, esta costumbre que tengo de ir entorno de vosotros y exhortaros, jvenes y

    viejos, a no cuidaros mucho del cuerpo yla riqueza, sino ms del alma para hacerlamejor... Y agregar: Atenienses, ya sea

    que me absolvis o no, yo no procederde otra manera aunque me exponga amorir mil veces."

    Este enunciado de una misin sagradaimplica en Scrates un culto a la filosofacomo camino de purificacin del alma se-gn el concepto afirmado ya por los

    pitagricos y los eleatas y vinculado ade-ms por los pitagricos a la prctica coti-diana del examen de conciencia. ste era

    tambin un ejercicio continuo del cono-cimiento de s mismo: conciencia de las propias faltas que se despertaba con laexigencia interior de pureza, por lo cualel discurso sagrado pitagrico incitaba asentir vergenza ante s mismo ms queante cualquier otra persona. El precepto

    pitagrico, cuyo eco resuena tanto en De-mcrito30 como en Scrates, aparece enacto en el Hipias mayor, 298 b-c, donde

    Scrates dice que aun cuando sus faltaspudieran escaprseles a los dems, jamsse le escaparan a alguien ante el cualexperimenta la mayor vergenza; y esealguien es el mismo Scrates, el hijo deSofronisco. Esta experiencia interior, jus-tamente, inspira la pregunta de Scratesa cada ciudadano: "Hombre, no tienesvergenza ...?", pregunta cuya eficaciaest testimoniada por la declaracin de

    30 Cf. MONDOLFO, RODOLFO, Moralistas griegos,ed. cit., cap. I, y La comprensin del sujetohumano en la cultura griega, ed. cit., parte III, cap.III.

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    Alcibades en el Banquete platnico,216 b-c: "Solamente con este hombre haocurrido lo que nadie podra creer de m:

    que me avergenzo. Y a veces quisieraque ya no estuviera entre los hombres,

    pero s que si esto sucediese experi-mentara el dolor ms agudo".

    Es el despertar de la conciencia que lafilosofa alcanza con Scrates en el ejer-cicio de su tarea de purificacin espiritualy que se afirma con el dictamen delorculo de Delfos: Concete a ti mismo.Pero no ya en el sentido originario "sa-

    be que eres mortal y que no debes pensaren cosas divinas" sino, por el contrario,en un sentido procedente de las creenciasrfico-pitagricas: "sabe que tienes unalma divina y debes purificarla de todolo que es indigno de su naturaleza y de sutarea".

    Segn Jaeger (Paideia, II, pg. 42 ysigs.) en esto consiste el primer momentodel magisterio socrtico, el protrptico,

    que precede al indagativo (lenkhos), Sinembargo, este momento previo exhorta-tivo por un lado no tiene eficacia en s,sino slo al realizar concretamente larefutacin (lenkhos), y por otro lado, in-cluye ya, en su llamado a la vergenzaante s mismo, un concepto doctrinarioimplcito que es el concepto religioso delalma, fuente y base de la exigencia morale igualmente de la cognoscitiva. Por eso,

    "la vida sin examen es indigna del hom-bre" (Apol., 37a), en tanto que el cono-cimiento de s mismo constituye la con-dicin, o mejor, la esencia misma de la

    sabidura y de la virtud, nicas que nostransforman en mejores a cada uno denosotros (cf, Carm., 164; Alcib. pr.t128-

    133)."Concete a ti mismo" significa: ad-

    quiere conciencia de tu fin y de tus faltasreales; la primera de stas, la que impidetoda enmienda espiritual, es la creenciade no tener faltas, esto es, falta de cono-cimiento de s mismo y de la verdad quese esconde bajo la ilusin y pretensin desabidura. Saber que no se sabe, es decir,adquirir conciencia de los problemas y de

    las lagunas que escapan a la pretendidasabidura: he ah el primer resultado delexamen y conocimiento de s mismo, pri-mera sabidura verdadera.

    "Querefonte narra Scrates, Apol.,21 habiendo ido una vez a Delfos, tuvola osada de preguntar al orculo si habaalguien ms sabio que yo. Y la Pitia lecontest: Nadie. Al oir esto yo pens:Qu quiere decir el Dios?, qu es lo que

    esconde en sus palabras?, pues tengo lacerteza de no ser sabio, ni mucho menos.Entonces, qu quiere decir cuando afirmaque soy el ms sabio entre los hombres? Ylargo tiempo estuve pensando qu era loque quera decir. Despus me puse aindagar. Interpel a uno de los que pasan

    por sabios y me dije: ahora voy adesmentir el vaticinio y a mostrar alorculo que ste es ms sabio que yo,

    aunque l haya dicho que yo lo soy. Pero,al examinarlo, he aqu lo que me ocurri...Al conversar con l descubra que parecas sabio a muchos y sobre todo a s mis-

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    mo, pero que no lo era, e intent demos-trarle: T crees ser sabio y no lo eres...Al irme pens: en verdad soy ms sabio

    que l pues nadie entre nosotros sabe nadabello y bueno, pero l cree saber y no sabe;yo no s, pero tampoco creo saber. Y poresta pequeez parece que soy ms sabio:

    porque no creo saber lo que no s".La conciencia de su ignorancia repre-

    senta para el hombre una verdadera sabi-dura, en cuanto por ella su espritu se

    purifica del error; "en cambio dice S-crates en el Sofista platnico me parece

    ver una especie de ignorancia que es lams grande y peligrosa y tiene por s solaun volumen igual al de todas las otras

    juntas". "Cul es?" "La que no sabe ycree saber, pues origina todos los erroresque cometemos con nuestra inteligencia."

    6. La refutacin como purificacin y estmulo

    para la investigacin. Lamayutica.

    Contra esta ignorancia tiene entoncesque desarrollarse la refutacin, parte ini-cial de la irona socrtica. Es verdad queJaeger la separa, como segundo momentoinvestigativo, de la exhortacin, conside-rada momento preliminar; pero, segndije, la exhortacin se hace efectiva yoperante slo por medio de la refuta-cin (31) que suscita vergenza, o seaexi-

    31 "La forma de educacin exhortativa diceScrates, Sof., 230a a duras penas consigue unmuy pequeo provecho."

    gencia de purificacin. La refutacintiene la misin de suscitar en los otros laconciencia de su ignorancia, es decir, de

    encaminarlos hacia una purificacin espi-ritual de sus errores y faltas, y por esono llega ni debe llegar a una conclusin

    positiva sino a un resultado negativo que,sin embargo en tanto conciencia de unvaco interior intolerable, es prepara-cin y estmulo para una investigacinreconstructiva, tal como habra de serloms tarde la duda metdica de Descartes.

    "He aqu, por Heracles dice Tras-

    maco en La repblica, 337 y sigs., lairona habitual de Scrates. Yo saba, yse lo dije antes a esta gente, que t noqueras contestar y que emplearas la iro-na y haras cualquier cosa antes que con-testar, si alguien te interrogara. sa es tucostumbre: no contestar nunca sino,cuando otro contesta, tomar su discursoy refutarlo... He aqu la sabidura deScrates."

    Trasmaco personifica a quienes nocomprenden el significado de purificacinespiritual que la refutacin tena paraScrates y tambin segn Proclo, In

    Parmen., I, 7 para los eleatas y especial-mente para Zenn: "Zenn refutaba alos que afirmaban la pluralidad de losentes y purificaba su pensamiento de latendencia a lo mltiple pues la refutacines una purificacin y liberacin de la

    ignorancia y un encaminamiento hacia laverdad".

    Pero para Scrates, como para los pita-gricos, la purificacin y liberacin de

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    los espritus era una exigencia religiosa:una misin sagrada, dice en la Apologa,que le haba sido confiada por el Dios

    pues slo mediante ella un espritu cegadopor el error puede reconquistar la vistay hallar el camino de la verdad y del bien,es decir, encontrar su salvacin.

    Por eso, justamente, Scrates considerael hecho de que se lo refute como un be-neficio que recibe, igual al que presta alos dems cuando es l quien les refutasus errores.

    "Y, qu hombre soy yo? Uno de los

    que se dejan refutar con gusto cuandodicen cosas no verdaderas y refutan congusto a los dems cuando son ellos quie-nes dicen algo no verdadero y no experi-mentan ms molestias al ser refutadosque al refutar; antes bien, creo que aque-llo es un bien mayor, en cuanto hay msventaja en ser liberado del peor de los ma-les que en liberar a otros." (Gorg., 458.)

    Esta liberacin no slo es un beneficio,

    sino una exigencia fundamental en el m-todo socrtico, segn lo explica el Sofista

    platnico:"A algunos les parece que cualquier

    ignorancia es involuntaria y que nadie que-rra nunca intentar aprender lo que yacree saber, de manera que la forma deeducacin exhortativa a duras penas con-sigue un muy pequeo provecho. Ahora

    bien, cuando alguien cree decir algo bue-

    no acerca de cualquier asunto y no dicenada, ellos lo van interrogando y, ligandosus opiniones medante razonamientos, ledemuestran que estn en contradiccin

    consigo mismas sobre el mismo asunto, almismo respecto y en el mismo sentido.Entonces ellos, al reconocerlo, se enojan

    consigo mismos y se hacen benvolos conlos dems y se liberan as de opinionessperas, con la ms segura para quienla experimenta de todas las liberaciones.Pues quienes los purgan piensan de lamisma manera que los mdicos del cuerpoque no creen que ste pueda, antes deexpulsar el obstculo que lleva dentro,aprovechar el alimento que se le ofrece.La misma persuasin tienen los mdicos del

    alma, es decir, sta no puede aprovecharla enseanza antes de que la refutacin,haciendo que el refutado se avergence,no le haya sacado las opiniones que leimpedan aprender y lo presente puro yconvencido de saber slo lo que en verdadsabe y nada ms." (Sof., 230.)

    Pero el Sofista considera aqu solamentelos efectos intelectuales de la refutacin,sin hablar de los morales, que no eran de

    menor profundidad, como lo demuestrancon singular evidencia las declaracionesde Alcbades en el Banquete, 216:

    "Cuando escucho sus discursos, el co-razn me salta en el pecho mucho msque a los coribantes y rompo a llorar...Los discursos de este Marsias muchas vecesme han impresionado de manera tal queme pareca que no vala la pena vivir en

    mi condicin. .. Slo con l me haocurrido avergonzarme de algo."Purificacin moral, entonces, al mismo

    tiempo que intelectual: liberacin por lacual el espritu se halla puro y dis-

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    puesto para la verdadera actividad que lecompete.Y he aqu donde, como vimos, aparece

    en Scrates el parangn de origen pita-grico entre el mdico y el educador,que utilizaban tambin Protgoras yGorgias, y que parece haber llegado a serun lugar comn en la cultura de la po-ca 32. El hondo inters por la medicinaque Jaeger (Paideia, II, pg. 36 y sigs.)destaca en Scrates procede probable-mente de una exigencia pitagrica msque del ejemplo de Hipcrates o de Di-

    genes de Apolonia, porque se vincula ala necesidad fundamental de la purifica-cin del espritu que ya los pitagricoscomparaban con la purgacin del cuerpo.Sin embargo, al repetir tal parangn, S-crates lo aplica de modo acorde con elactivismo de su pedagoga que no permiteque aquel a quien se refuta permanezcaen la actitud pasiva del enfermo anteaquel de quien recibe el purgante, sino

    que lo obliga a cooperar activamente enla refutacin, etapa que el educador di-rige ms que efecta.

    As es como la refutacin logra su ma-yor eficacia; as es como al engendrar,respecto al conocimiento, una duda me-tdica, la convierte en preparacin nece-saria y estmulo para la investigacin,segn lo explica Scrates a Menn en eldilogo platnico de este nombre:

    "Oh, Scrates!, antes de que te cono-

    32 Vase MONDOLFO, RODOLFO, La comprensindel sujeto humano en la cultura antigua, ed. cit., parte II, cap. II.

    ciera me dijeron que todo lo que haces escrearte dificultades a ti mismo y a losotros a fuerza de sembrar dudas en tu

    cabeza y en la de los dems. Pareces untorpedo marino que deja aturdidos acuantos lo tocan. T me produjiste unefecto semejante: me has aturdido el almay ya no s qu contestarte." "Yo res-

    ponde Scrates me parezco al torpedosi estando aturdido puedo producir en losdems el mismo aturdimiento pues no setrata de que yo est seguro y siembre du-das en la cabeza de los dems, sino de que,

    por estar yo mismo ms lleno de dudasque cualquiera, hago dudar tambin a losdems." (Men.t80.)

    La irona de Scrates finge en el mo-mento aceptar el enfoque puramentenegativo de la refutacin33 en el que Me-

    33 En un fino y agudo ensayo, "Scrates, ar-tista de la vida" en Scrates, Galilea, Leopardi,Buenos Aires, Partenn, 1947, TURIN sostieneuna interpretacin dramtica de la figura de S-crates quien, atormentado durante toda su vida

    por la contradiccin entre su fe en la verdady su duda o desesperacin de no poder ensearla,no habra encontrado otra salida que la muerte,y por eso en este punto TURIN concuerda conNietzschequiso morir y oblig a la ciudad adarle la copa de veneno (pgs. 164, 169 y passim),En el marco de esta interpretacin debe atribuirse plena y trgica seriedad a las mltiples declara-ciones de Scrates: que no sabe cul es la verdad;que se halla colmado de dudas; que busca comolos dems y junto a ellos (Gorg., 506 y 509; Hip. may., 304; Crm., 165; Men., etc.). Y porlo tanto TURIN objeta mi interpretacin que ve

    en la irona socrtica, simulada por un momentotanto en la refutacin como en la mayu-tica, la falta de ese conocimiento que Scrates noquiere comunicar dogmticamente a su nter-.

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    nn expresaba la incomprensin comndel mtodo socrtico, pero luego pone a

    plena luz el papel positivo que desempea

    como estmulo para la reflexin investi-gativa, esto es, como mayutica. Despusde haber refutado el error del esclavo in-terrogado acerca del teorema de Pitgoras,Scrates observa:

    "El esclavo crea saber y contestaba co-mo quien sabe y no tena ni siquiera la msmnima duda; ahora la tiene: no sabe nicree saber... Pero, no sabe ahora ms queantes? Y al colmarlo de dudas y de aturdi-

    miento, le hicimos dao?" "No". "Msbien me parece que lo hemos encaminadoal descubrimiento de cmo es el problema;

    pues ahora, aunque no sabe, puede buscar

    locutor, sino hacrselo descubrir activamente pormedio de interrogatorios. Esto, me objeta TURIN,significa imputar a Scrates e! purificador, elmaestro, el mrtir una autntica mentira; ycmo podra purificar a los dems quien se co-rrompe en la mentira en el instante mismo enque emprende la tarea purificadora? Sin embargo,

    no me parece que pueda hablarse de mentira apropsito de un mtodo didctico que para S-crates no es un juego sino una honda exigencia:la de no anticipar nociones a sus discpulos sinoobligarlos a descubrirlas ellos mismos, activamente,tal como el esclavo de Menn descubre el teoremade Pitgoras ("Mira, Menn, que yo no le enseonada sino que le pregunto todo"). Diremos queScrates ignoraba efectivamente tal teorema, pues-to que interroga y no ensea? Y qu diremos encasos como el de Gorgias, donde la declaracin deScrates, "repito nuevamente que no s cul esla verdad", se inserta en un discurso eminentemente

    dogmtico donde, al expresar teoras muy termi-nantes acerca del bien y de la justicia, Scratestambin afirma; "He aqu lo que afirmo y creoque es la verdad" (107d) ?

    con gusto, mientras que antes, sin refle-xionar y convencido de que hablaba conrazn, habra afirmado que un cuadrado

    doble debe tener doble lado." "As es.""Entonces, piensas que se habra puestoa buscar y a aprender lo que ya crea sa-

    ber, de no sobrevenirle la duda, la con-ciencia de su ignorancia y el deseo desaber?" "No lo creo." "De manera que eseaturdimiento le ha sido til." (Men.t84.)

    La refutacin representa, pues, la etapapreliminar necesaria para encaminar el es-pritu al descubrimiento de la verdad; slo

    el espritu purificado y liberado del error puede cumplir una investigacin verda-dera, desarrollando rectamente su capaci-dad intrnseca. La investigacin resultaentonces, para Scrates, ejercicio de un

    poder congnito que ante todo tiene queser liberado del obstculo que le oponenlos prejuicios y los errores a fin de que

    pueda dar a luz su producto genuino: as,despus de la refutacin, se presenta la se-

    gunda parte del mtodo socrtico, lamayutica o arte del alumbramiento..."No has odo decirpregunta Scra-

    tes, Teet., 148 y sigs. que yo soy hijo deuna hbil y renombrada partera, Fena-reta?" "S." "Y oste decir, tambin, queme dedico al mismo arte?" "Eso no.""Pues bien: sabe que sa es la verdad. Re-flexiona en lo que concierne a las parterasy comprenders mejor lo que quiero de-cir .. . No es natural y necesario que alas mujeres encintas las reconozcan las

    parteras, mejor que las otras?" "Cierta-mente." "Adems, las parteras tienen

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    brebajes y pueden con sus encantamientosestimular los esfuerzos del parto o, si quie-ren, suavizarlos y facilitar el alumbra-

    miento de las que sufren al dar a luz yfavorecer el aborto cuando resulte unfeto prematuro." "Es cierto." "Ahora

    bien, mi arte de partear se asemeja en todoal de ellas; slo difiere en que se aplica alos hombres y no a las mujeres, y concier-ne a sus almas y no a sus cuerpos. Sobretodo, mi arte se caracteriza por lo si-guiente: se puede probar por todos losmedios si el pensamiento del joven ha de

    parir algo fantstico y falso o genuino yverdadero. Por otra parte, tengo en co-mn con las parteras el ser estril en sabi-dura y se me puede reprochar lo quemuchos me reprochan, es decir, que pre-gunto a los dems, pero no contesto nadaacerca de nada, por falta de sabidura. Ysta es la causa: el Dios me impone el de-

    ber de ayudar a parir a los otros, pero am me lo impide. No soy sabio, pues, ni

    tengo descubrimientos que mi alma hayadado a luz, sino que los que estn con-migo parecen al comienzo ignorantes,

    pero despus... hacen un progreso admi-rable ... Sin embargo, es claro que nadaaprendieron de m, sino que son ellosquienes por s mismos hallaron muchas y

    bellas cosas que ya posean."Qu significa esta afirmacin: "el

    Dios me impide parir"? Significa que lamisin de maestro que el Dios impone aScrates no se cumple si las verdades noson conquistadas activamente por los dis-cpulos mismos, si no son hijas de sus

    espritus y si ellos no las sienten comoverdaderamente suyas. Slo as puedentener la plenitud de su valor intelectual

    y moral, cognoscitivo y prctico; y por esola irona socrtica, que finge ignorancia,no es una mentira (como opina Turin,loc. cit.) sino una obligacin impuesta

    por la misma misin sagrada de abste-nerse de la enseanza dogmtica, un im-

    perativo categrico para el verdaderomaestro. De este modo, la afirmacin desu propia esterilidad y carencia de sabi-dura no constituye solamente una expre-

    sin de la irona socrtica, sino que define,adems, la caracterstica de su mtodoque estimula la investigacin en vez deofrecer doctrina en la conviccin deque el interrogado extrae realmente suscontestaciones y descubrimientos del in-terior de su espritu.

    "Mira cmo este joven contesta bus-cando conmigo dice Scrates, Men., 84y sigs. y cmo consigue encontrar ...

    mientras que yo no hago ms que inte-rrogarlo, sin ensearle nada. Observa sialguna vez hallas que le enseo o le mues-tro algo en lugar de preguntarle, simple-mente, acerca de lo que por s mismo

    piensa. Y por eso sucede que tiene ciencia,si se le pregunta de manera verdadera, yla extrae de su interior, sin que nadie leensee."

    Pero no hay que pasar por alto estafrase de apariencia inocente: "si se le pre-gunta de manera verdadera", porque enella est la clave del enigma. Ella explicala confesin singular de Teeteto: "Por

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    tu mediacin dije ms de lo que tena enmi pensamiento". (Teet., 210.) La inte-rrogacin verdadera del verdadero maestro

    es en realidad un mtodo de enseanza yde instruccin, pero de una instruccinactiva que se ejerce sin que lo parezca,como estimulo, gua y sugestin dis-frazada 34.Sin embargo, este mtodo supone yafirma la existencia, en el interrogado, deuna potencia espiritual intrnseca y, alconvertirla de potencia en acto, tiene queconsiderar que en su espritu existe cierto

    saber congnito o bien cierta capacidadcognoscitiva que tiende a realizarse. Enotras palabras, el mtodo socrtico de lamayutica contiene en germen, ms omenos conscientemente, la conviccin quePlatn expresa en su teora de la reminis-cencia, cuyo verdadero significado esesencialmente activista, de facultad y es-fuerzo de conquista y no de merovestigio pasivo de una inerte (35)

    contemplacin anterior.34TURIN(op. cit., pg. 168) me objeta: "Todo lo

    que es disfraz oscurece la verdad , . . No podremosnunca asentir a esta blasfemia lgica y moral: quealguien consiga prender el fuego a los otrosapagando justamente el suyo... Scrates biensabe que nadie puede encender si no arde". Porcierto que lo sabe y por eso no apaga de nin-guna manera el fuego en su interior, sino que sehace compaero de investigacin de sus discpulosy, a travs de la bsqueda que realiza no a solassino junto a los dems, logra comunicar su fuego

    a los discpulos. Despus de haber aclarado esto,puedo repetir con Turin: "Ah tenemos la auten-ticidad del maestro: donde est el amor; dondeestsu amor".

    35 Para esta interpretacin de la reminiscencia

    7. La ciencia y losconceptos universales.

    Pero para Scrates ese saber congnitono puede referirse al mundo exterior,fsico, que aprehendemos mediante la ex-

    periencia sensible, sino a nuestro mundointerior humano o moral. El desplaza-miento de la investigacin del mundonatural al humano, que haban efectuadoya los sofistas por motivos prcticos y deutilidad (preparacin de los jvenes para

    la vida poltica), vuelve a afirmarse enScrates por una exigencia esencialmenteterica y tico-religiosa: la posibilidad dela ciencia y su papel de purificacinespiritual.

    La ciencia tiene que ofrecer un carcterde universalidad, ser vlida para todos,mientras que la experiencia sensible, deacuerdo con lo que haba demostrado,Protgoras, es relativa a cada sujeto indi-

    vidual y a su condicin momentnea:fuente de mudable opinin, no de cienciafirme. En efecto, opiniones, no ciencia,eran en sus contrastes recprocos todas lasteoras de los naturalistas, segn la obser-vacin que Jenofonte (Memor., I, i) atri-

    buye a Scrates:"Se asombraba de que no se viera cla-

    ramente que para los hombres no hay posibilidad de resolver semejantes pro-

    blemas [los de la naturaleza] pues losmismos que se jactan de saber razonar

    platnica remito a m libro La comprensin delsujeto humano en la cultura antigua, ed. cit., parteII, cap. II.

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    acerca de ellos no concuerdan entre ssino que rien como locos. Unos creenque el ser es solamente uno; otros, que es

    una pluralidad infinita; unos, que todoest en movimiento perpetuo; otros, quenada se mueve nunca; unos, que todo nacey perece; otros, que jams nace ni perecenada."

    En cambio, en lo que respecta a las cosashumanas, descubra en nuestra concienciamisma la existencia de principios univer-sales (conceptos, leyes) alcanzables porel examen, la reflexin y la discusin. Por

    eso, dice Jenofonte (loc. cit.): "Razo-naba siempre sobre cosas humanas, bus-cando qu es la piedad y qu la impiedad,qu es lo bello y qu lo feo, qu es lo justo yqu lo injusto, qu es la sabidura y qu lalocura, qu es el valor y qu la cobarda,qu es el estado, qu es el hombre deestado, y as otras cosas cuyoconocimiento pensaba que debacaracterizar al hombre capaz, y cuya

    ignorancia pensaba que deba definirse justamente como condicin de esclavitudespiritual".Su investigacin no quera versar enlo mudable objeto solamente de opi-nin sino en lo inmutable, es decir, louniversal, la esencia objeto de cien-cia. Como deca Aristteles (Metaf., I,vi, 987), "Scrates discuta solamenteacerca de las cosas morales y no se intere-

    saba en absoluto en la naturaleza; y en lascosas morales buscaba lo universal, puesfue el primero que tom como objeto desu pensamiento las definiciones". Yagrega Aristteles en otro lugar de laMetaf-

    sica (XIII, iv, 1078): "Tena razn en buscar las esencias (lo que es cada c