Mona Ozouf. La Fete Introduccion

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Mona Ozouf : Fiestas y Revolución Francesa. Introducción: (por Lynn Hunt) El trabajo de Ouzouf fue escrito a partir de una nueva corriente que inaugura una nueva forma de pensar la cultura y la revolución francesas en general. El tema que trabaja son las fiestas de la Revolución Francesa, desde 1789 a 1799. El tema evoca a las diosas de la Libertad, a las extrañas celebraciones de la Razón y el grotescamente pretencioso Culto al Ser Supremo. Toda la historiografía del período incluye menciones de estas fiestas, pero la mayoría de las veces ridiculizadas. Lamentan estos repugnantes ejemplos de una cultura oficial estéril. En las páginas de este libro el lector descubrirá que las fiestas fueron más que un espectáculo bizarro y marginal respecto del proceso revolucionario. Las fiestas ofrecen una visión crítica y significan al proceso revolucionario mismo, ellas muestran una sociedad en el proceso de crearse a sí misma de nuevo. A través de un exhaustivo análisis, las fiestas se nos revelan como el modo más fascinante de abordar el estudio de la cultura revolucionaria. Muchos historiadores han incorporado las conclusiones de M. O en sus trabajos. En los últimos años hubo un resurgimiento del interés por la Revolución Francesa y ciertos estudios se convirtieron ya en modelos para la comprensión del proceso revolucionario en general. M. O junto a F. Furet y M. Agulhon encabezaron este renacimiento. Estos trabajos desplazaron la atención desde los estériles debates marxistas sobre la Revolución a las nuevas consideraciones sobre la cultura política de la Revolución. Actualmente, más que centrarse en el rol desempeñado por cada clase social o rastrear las tendencias económicas de ese proceso, estos autores muestran la importancia de lo simbólico, del lenguaje y del ritual en el crear y transmitir una tradición de la acción revolucionaria. (9 y un poquito de la 10) M.O no ignora la larga y venerable la historiografía revolucionaria tradicional, ella se sitúa cuidadosamente frente a ella mostrando como una comprensión de las fiestas pueden cambiar nuestra forma de pensar la Revolución. Su argumento se contrapone a la posición largamente sostenida por la mayoría de los historiadores de que las fiestas fueron simplemente otro instrumento de lucha política aunque más espectacular que los discursos en la Convención o los votos en el club jacobino, pero esencialmente respondía al mismo fin. Desde esta perspectiva, los radicales, por ejemplo, utilizaron las celebraciones de la Razón para fortalecer su posición y en consecuencia, Robespierre creó el Culto al Ser Supremo para derrotar a los radicales. Mientras que Ozouf, lo que hace es reorganizar las diferencias entre las distintas fiestas y demostrar sus conexiones con los eventos que se desenvolvieron. Su principal interés son sus características comunes a las que ella denomina “conceptualización idéntica”. La autora rastrea estas similitudes a través de varias etapas en la vida festiva revolucionaria: 1) “los festivales salvajes” de 1789 a 1790, que generalmente no se diferencian de los motines. 2) Las grandiosas y movilizadoras fiestas de la Federación en Julio de 1790 3) El subsiguiente debate oficial sobre lo que eventos debía celebrarse. 4) Las fiestas alternativas, de inspiración local, de 1793 a 1794, que incluían violentas sátiras al catolicismo, a los ricos y a las figuras de la autoridad política 5) Sistema oficial de fiestas diseñado para mantener en orden los elementos que habían estado fuera de control. Viendo en perspectiva todo este proceso de las fiestas, Ozouf está habilitada para establecer nexos entre las celebraciones y las estructuras más generales de la cultura. En

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Mona Ozouf : Fiestas y Revolución Francesa.

Introducción: (por Lynn Hunt)

El trabajo de Ouzouf fue escrito a partir de una nueva corriente que inaugura una nueva forma de pensar la cultura y la revolución francesas en general. El tema que trabaja son las fiestas de la Revolución Francesa, desde 1789 a 1799. El tema evoca a las diosas de la Libertad, a las extrañas celebraciones de la Razón y el grotescamente pretencioso Culto al Ser Supremo. Toda la historiografía del período incluye menciones de estas fiestas, pero la mayoría de las veces ridiculizadas. Lamentan estos repugnantes ejemplos de una cultura oficial estéril. En las páginas de este libro el lector descubrirá que las fiestas fueron más que un espectáculo bizarro y marginal respecto del proceso revolucionario. Las fiestas ofrecen una visión crítica y significan al proceso revolucionario mismo, ellas muestran una sociedad en el proceso de crearse a sí misma de nuevo. A través de un exhaustivo análisis, las fiestas se nos revelan como el modo más fascinante de abordar el estudio de la cultura revolucionaria.

Muchos historiadores han incorporado las conclusiones de M. O en sus trabajos. En los últimos años hubo un resurgimiento del interés por la Revolución Francesa y ciertos estudios se convirtieron ya en modelos para la comprensión del proceso revolucionario en general. M. O junto a F. Furet y M. Agulhon encabezaron este renacimiento. Estos trabajos desplazaron la atención desde los estériles debates marxistas sobre la Revolución a las nuevas consideraciones sobre la cultura política de la Revolución. Actualmente, más que centrarse en el rol desempeñado por cada clase social o rastrear las tendencias económicas de ese proceso, estos autores muestran la importancia de lo simbólico, del lenguaje y del ritual en el crear y transmitir una tradición de la acción revolucionaria. (9 y un poquito de la 10)

M.O no ignora la larga y venerable la historiografía revolucionaria tradicional, ella se sitúa cuidadosamente frente a ella mostrando como una comprensión de las fiestas pueden cambiar nuestra forma de pensar la Revolución. Su argumento se contrapone a la posición largamente sostenida por la mayoría de los historiadores de que las fiestas fueron simplemente otro instrumento de lucha política aunque más espectacular que los discursos en la Convención o los votos en el club jacobino, pero esencialmente respondía al mismo fin. Desde esta perspectiva, los radicales, por ejemplo, utilizaron las celebraciones de la Razón para fortalecer su posición y en consecuencia, Robespierre creó el Culto al Ser Supremo para derrotar a los radicales. Mientras que Ozouf, lo que hace es reorganizar las diferencias entre las distintas fiestas y demostrar sus conexiones con los eventos que se desenvolvieron. Su principal interés son sus características comunes a las que ella denomina “conceptualización idéntica”. La autora rastrea estas similitudes a través de varias etapas en la vida festiva revolucionaria:

1) “los festivales salvajes” de 1789 a 1790, que generalmente no se diferencian de los motines.

2) Las grandiosas y movilizadoras fiestas de la Federación en Julio de 17903) El subsiguiente debate oficial sobre lo que eventos debía celebrarse.4) Las fiestas alternativas, de inspiración local, de 1793 a 1794, que incluían

violentas sátiras al catolicismo, a los ricos y a las figuras de la autoridad política5) Sistema oficial de fiestas diseñado para mantener en orden los elementos que

habían estado fuera de control.Viendo en perspectiva todo este proceso de las fiestas, Ozouf está habilitada para

establecer nexos entre las celebraciones y las estructuras más generales de la cultura. En

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los capítulos VI y VII ella muestra cómo las fiestas redefinieron el tiempo y el espacio. Los revolucionarios buscaban borrar del espacio los recuerdos del catolicismo, la monarquía y la autoridad feudal. El itinerario de la celebración cuidadosamente evitó las rutas de las procesiones religiosas del pasado, pasado eclipsado tras un nuevo sistema de representaciones simbólicas. Algunas celebraciones incluían la quema de símbolos católicos y monárquicos; en éstas, los símbolos del nuevo mundo emergen de las cenizas del antiguo. Los espacios festivos revolucionarios fueron siempre grandes y abiertos (campos o plazas), donde la igualdad podía vincularse a la horizontalidad del llano y la libertad a la falta de límites. Los espacios cerrados y verticales fueron asociados con la aristocracia y la falta de libertad.

Los organizadores de las fiestas estaban aún más preocupados con el tiempo. Los días festivos católicos fueron abolidos, y nuevas festividades revolucionarias fueron instituidas. En 1793 todo el calendario fue reescrito. Aparecieron las “Décadas”, conjunto de diez días, que remplazaron a las semanas y nuevos nombre se le dieron a los días y a los meses. La naturaleza y la razón remplazó a las menciones vinculadas con el calendario católico. Las celebraciones revolucionarias fueron esenciales para establecer este nuevo sentido del tiempo. Porque le dieron forma al nuevo ciclo anual y establecieron y difundieron la historia de la Revolución misma. Cuando el régimen cambió, el calendario festivo tuvo que ser reajustado. Las nuevas fiestas fueron creadas para celebrar cada alteración importante del proceso revolucionario y los objetos que recordaban al régimen precedente, fueron eliminados. Las fiestas pueden ser entendidas como la Revolución haciéndose su propia historia.