Moliere El Enfermo Imaginario

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EL ENFERMO IMAGINARIO Molire

PERSONAJES ARGAN, enfermo imaginario BELINA, segunda esposa de Argan ANGLICA, hija de Argan, enamorada de Cleante LUISITA, hija segunda de Argan y hermana de Anglica BERALDO, hermano de Argan CLEANTE, enamorado de Anglica SEOR DIAFOIRUS, mdico TOMS DIAFOIRUS, su hijo y pretendiente de Anglica SEOR PURGON, mdico de Argan SEOR FLEURANT, boticario de Argan SEOR BONNEFOY, notario ANTOITA, sirvienta de Argan La accin se desarrolla en Pars. ACTO PRIMERO ESCENA PRIMERA ARGAN ARGAN. (Solo en la habitacin, sentado ante una mesa, repasa las cuentas de su boticario, valindose de fichas; y, hablando consigo mismo, canturrea los dilogos siguientes: Tres y dos hacen cinco, y cinco, hacen diez, y diez, hacen veinte. Tres y dos hacen cinco. "Adems, del da veinticuatro, una pequea ayuda insinuante, preparadora y suavizadora, para ablandar, humedecer y refrescar las entraas del seor." Lo que me agrada del seor Fleurant, mi boticario, es que sus cuentas son siempre muy educadas. "Las entraas del seor; treinta sueldos." S, pero, amigo Fleurant, no basta ser educado, hay que ser tambin razonable y no despellejar a los enfermos. Treinta sueldos por una lavativa! Ya sabis que gozis de mi sincero afecto. Pero en otras cuentas me las habis puesto a veinte sueldos nada ms, y veinte sueldos, en la jerga de boticario, significa diez sueldos; por tanto, diez sueldos. Ms, del mismo da, una buena ayuda detersva, compuesta de diacatolicn doble, ruibardo, miel rosada y otros, segn receta, para refrescar, lavar y limpiar el hipogastrio del seor; veinte sueldos."Con vuestra licencia, pondremos diez sueldos. "Ms, del mismo da por la noche, un julepe heptico, soporfero y somnfero, compuesto para hacer dormir al seor; treinta y cinco sueldos." De ste no tengo por qu quejarme, pues me hizo dormir de veras. Diez, quince, diecisis y diecisiete sueldos; seis dine ros. "Ms, del da veinticinco, una buena medicina purgante y tonificante, compuesta de casia fresca con sen levantino y otros, ordenada por el seor Purgn, para expulsar y evacuar la bilis del seor; cuatro libras." Ah, seor Fleurant!, esto es una burla; hay que vivir con los enfermos. El seor Purgn no os ha ordenado que pusierais cuatro francos. Poned, poned, tres libras, si os parece bien. Veinte; y treinta sueldos. "Ms, del mismo da, una pocin anodina y astringente para dar reposo al seor; treinta sueldos."Bien; diez y quince sueldos. "Ms, del da veintisis, una ayuda carminativa, para evacuar los gases del seor; treinta sueldos." Diez sueldos, seor Fleurant. "Ms la ayuda del seor repetida por la noche, como antes; treinta sueldos." Seor Fleurant, diez sueldos. "Ms, del da veintisiete, una buena medicina compuesta ex profeso para evacuar y sacar del cuerpo los malos humores del seor; tres libras." Bien, veinte y treinta sueldos. Me agrada que seis razonable. "Ms, del da veintiocho, una toma de suero clarificado y dulcificado para suavizar, ablandar, atemperar y refrescar la sangre del seor; veinte sueldos." Bien, diez sueldos. "Ms una pocin cordial y preservativa, compuesta por doce granos de bezoar, jarabes de limn y de granada y otros, segn la receta; cinco libras." Ah, seor Fleurant!, vayamos despacio, despacio, por favor; si las gastis as, nadie querr estar enfermo; contentaos con cuatro francos. Veinte y cuarenta sueldos. Tres y dos hacen cinco, y cinco, hacen diez, y diez, hacen veinte. Sesenta y tres libras, cuatro sueldos, seis dineros. De manera que durante este mes he tomado una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce lavativas; y el otro mes haba doce medicinas y veinte lavativas. Nada tiene de extrao que este mes me encuentre menos bien que el otro. Se lo dir al seor Purgn, para que ponga orden en este asunto. Ea!, que me quiten todo eso de ah. (Viendo que nadie acude a su llamada y que ninguno de sus servidores se encuentra en la habitacin.) No hay nadie. Qu saco con quejarme? Me dejan siempre solo; no hay manera de retenerlos aqu! (Hace sonar una campanilla para llamar a su servidumbre) No me oyen, y adems mi campanilla no hace bastante ruido. (Llama por segunda vez: Tiln, tiln, tiln.) No hay nada que hacer! (Llama de nuevo: Tiln, tiln, tiln.) Estn sordos. Antoita! (Hace todo el ruido posible con su campanilla: Tiln, tiln, tiln.) Nada, como si no llamara. Maldita perra, bribona! (Tiln, tiln, tiln. Ve que llama intilmente.) Qu rabia! (Tiln, tiln, tiln. Grita.) Maldita, que el diablo te lleve! Es posible que se deje as, solo, a un pobre enfermo? (Tiln, tiln, tiln.) Vaya si es lamentable! (Tiln, tiln, tiln. Ah, Dios mo!, me dejarn aqu solo aunque me muera. (Tiln, tiln, tiln).

ESCENA SEGUNDA ANTOITA,

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ANTOITA. (Entrando). - Ya va! ARGAN. - Ah, perra! ANTOITA. (Entrando en el aposento). Ya voy! Ah, perra! Ah, bribona! ANTOITA. (Fingiendo haberse contusionado la cabeza.) Al diantre con vuestra impaciencia! Atosigis con tanta violencia a la gente, que me he dado un golpetazo con la madera de un postigo. ARGAN (Encolerizado.) Ah, traidora!... ANTOITA. (Para interrumpirlo y evitar que grite, contina quejndose.) Ah!... ARGAN Hace... ANTOITA. Ah!... ARGAN Hace una hora... ANTOITA. Ah!... ... ARGAN que me has abandonado... ANTOITA. Ah!... ARGAN. Cllate, bribona, que te estoy reprendiendo. ANTOITA. Vaya que s, ya podis decirlo! Me di cuenta en seguida. Despus del golpe que me he dado. ARGAN. Me has hecho desgaitar, bribona! ANTOITA. Y vos me habis hecho partir la cabeza; lo uno vale lo otro; estamos en paz, si lo prefers as. ARGAN.Cmo!, bribona... ANTOITA Si me res, me pondr a llorar. ARGAN. Dejarme as, traidora... ANTOITA. (Siempre para interrumpirle.) Ah!... ARGAN. Maldita perra, quieres... ANTOITA Ah!... ARGAN.Vamos! Voy a tener adems que renunciar al gusto de regaarla. NTOITA. Venid cuanto queris, hasta saciaros! ARGAN. T me lo impides, gran perra, interrumpindome a cada instante. ANTOITA. Si vos os dais el placer de regaar, dejadme que yo me d el de llorar: a cada uno el suyo, no es pedir demasiado. Ah!... ARGAN. Vamos, hay que hacer lo que ella quiere. Qutame eso de ah, bribona! (ARGAN se levanta de la silla y le entrega las fichas y las cuentas del boticario.) Mi lavativa de hoy, ha hecho su efecto tal como corresponda? ANTOITA. Vuestra lavativa? S. ARGAN.He hecho mucha bilis? ANTOITA. A fe ma!, yo no me meto en estas cosas. Es el seor Fleurant a quien corresponde meter la nariz en ello, puesto que saca su buen provecho. ARGAN. Que me tengan preparado un buen caldo para la otra que debo tomar dentro de poco. ANTOITA. Ese seor Fleurant y ese otro seor Purgn se divierten con vuestro cuerpo; vaya si han hallado en vos una buena vaca lechera; y me agradara preguntarles qu mal tenis, para daros tantos remedios. ARGAN. Cllate!, ignorante; no eres quin para controlar las disposiciones de la medicina. Que digan a mi hija Anglica que venga a verme; tengo algo que decirle. ANTOITA Ah la tenis; como si hubiera adivinado vuestro pensamiento. ESCENA TERCERA ANGLICA, ANTOITA, ARGAN ARGAN. Acercaos, Anglica; vens a punto; quera hablaros. ANGLICA. Aqu estoy, dispuesta a escucharos. (Corriendo al bacn). Esperad! (A ANTOITA.) Dadme mi bastn. Vuelvo en seguida. ANTOITA. Daos prisa, seor; corred. Ese seor Fleurant, vaya si nos da trabajo! ESCENA CUARTA ANGLICA, ANTOITA ANGLICA. (Mirndola lnguidamente, le dice en tono confidencial.) Antoita... ANTOITA. Qu? ANGLICA. Mrame un momento. ANTOITA. Y bien: ya os miro. ANGLICA. Antoita ! ANTOITA. Y bien, qu significa ese "Antoita"? ANGLICA. No adivinas de qu quiero hablarte? ANTOITA. Vaya si lo supongo: de nuestro joven galn; porque es l, desde hace seis das, el tema de todas nuestras charlas; y no estis satisfecha si no hablis de ello a todas horas. ANGLICA. Puesto que lo sabes, por qu no eres la primera en hablarme y evitarme la pena de tener que obligarte? ANTOITA. Pero si no me dais tiempo para ello, y tratis de este asunto con tales pensamientos que es muy difcil seguiros. ANGLICA. Te confieso que no me cansara de hablar de l y que mi corazn aprovecha con ardor todos los momentos en que puede abrirse a ti. Pero dime, Antoita, condenas, quizs, los sentimientos que abrigo para l? ANTOITA. Me tienen sin cuidado. ANGLICA. Hago mal en abandonarme a estas dulces sensaciones?

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ANTOITA. ANGLICA. ANTOITA. ANGLICA.

Yo no digo eso. Y querras que fuese insensible a las tiernas muestras de la pasin ardiente que siente por m? No lo quiera Dios. Dime, de veras no encuentras, lo mismo que yo, que es como algo del Cielo, un efecto del destino, esa aventura insospechada de habernos conocido? ANTOITA. S. ANGLICA. No te parece que este rasgo de tomar mi defensa sin conocerme es, sin duda alguna, de hombre honesto? ANTOITA. S. ANGLICA. Que no puede nadie conducirse ms generosamente? ANTOITA. De acuerdo. ANGLICA. Y que cuanto hizo fue con la mayor gracia del mundo? ANTOITA. Oh, s! ANGLICA. No te parece, Antoita, que es un apuesto mozo? ANTOITA. Seguro. ANGLICA. Que tiene el mejor porte del mundo? ANTOITA. No cabe duda. ANGLICA. Que sus palabras, como sus acciones, tienen algo de noble ? ANTOITA. Claro que s. ANGLICA. Que nadie puede escuchar cosas tan apasionadas como las que l me dice? ANTOITA. Es verdad. ANGLICA. Y que no hay nada ms enojoso que la sujecin de que se me hace objeto, que impide toda comunicacin entre los dulces anhelos de este mutuo ardor que el Cielo nos inspira? ANTOITA. Tenis razn. ANGLICA. Pero, mi querida Antoita, crees que l me quiere tanto como me asegura? ANTOITA. Oh, oh! Estas cosas, a veces, se prestan a engaos. Los mohines del amor se parecen mucho a la verdad; he visto a grandes comediantes en este arte. ANGLICA. Al, Antoita ! Qu me ests diciendo? Ay de m! Cmo sera posible, tal como me habla, que no me dijera la verdad? ANTOITA. En todo caso, pronto sabris lo cierto; y ya que ayer os escribi la resolucin que haba tomado de pedir vuestra mano, no hay manera ms rpida para saber si os dice la verdad o no; eso ser la mejor prueba. ANGLICA. Ah, Antoita!, si ste me engaa, en mi vida creer a ningn otro hombre. ANTOITA. Ah tenis a vuestro padre que vuelve.

ESCENA QUINTA ARGAN, ANGLICA, ANTOITA ARGAN. (Se sienta en su silla) Pues s, hija ma; voy a daros una noticia que quiz no os esperis. Me habis sido pedida en casamiento. Qu os sucede? Os res. Es agradable, s, esta palabra de casamiento; no hay nada que les parezca ms grato a las muchachas. Ah, naturaleza, naturaleza! Por lo que veo, hija ma, no hay necesidad de que os pregunte si queris casaros. ANGLICA. Yo he de hacer, padre mo, todo cuanto os plazca ordenarme. ARGAN. Estoy satisfecho de tener una hija tan obediente. El asunto est pues terminado, y os tengo prometida. ANGLICA. Es mi deber, padre mo, seguir ciegamente todos vuestros deseos. ARGAN. Mi mujer, vuestra madrastra, quera que os hiciera religiosa, as como tambin a vuestra hermana Luisita. Siempre se ha obstinado en ello. ANTOITA. (En voz baja.) La pcara tena sus razones. ARGAN. No quera consentir en este casamiento, pero he ganado yo y he dado mi palabra. ANGLICA. Ah, padre mo, cun agradecida os estoy por vuestras bondades. ANTOITA. (A ARGAN.) En verdad que me alegra oros decir esto, y creo que es la accin ms cuerda que habis tomado en vuestra vida. ARGAN. No he visto todava al interesado, pero me han dicho que quedara satisfecho, y t tambin. ANGLICA. Estoy cierta, padre mo. ARGAN. Cmo y cundo lo has visto? ANGLICA. Puesto que vuestro consentimiento me autoriza a abriros mi corazn, no os ocultar que el azar hizo que ambos nos conociramos hace de ello seis das, y que la peticin que os ha sido hecha es un efecto de la inclinacin que, desde aquella primera entrevista, hemos sentido el uno para el otro. ARGAN. Ah!, no me lo han dicho, pero me place orlo, y tanto mejor que las cosas hayan ido por este camino. Me han contado que es un muchacho alto y apuesto. ANGLICA. Oh, s, padre mo! ARGAN. De buena estampa. ANGLICA. Sin duda. ARGAN Una persona agradable. ANGLICA. Claro que s. ARGAN De buena fisonoma. ANGLICA. Muy buena. ARGAN Juicioso y bien nacido. ANGLICA. Enteramente. ARGAN Muy honrado. ANGLICA. El ms honrado del mundo. ARGAN Que habla a la perfeccin el latn y el griego.

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ANGLICA. Esto s que no lo s. ARGAN Y que ser mdico dentro de tres das. ANGLICA. El, padre mo? ARGAN S. Es que no te lo ha dicho? ANGLICA. No, de veras. Quin os lo ha dicho a vos? ARGAN El seor Purgn. ANGLICA. Es que el seor Purgn le conoce? ARGAN Vaya pregunta! Tiene que conocerle, puesto que es su sobrino. ANGLICA. Cleanto, sobrino del seor Purgn? ARGAN Qu Cleanto? Estamos hablando de quien te ha pedido en matrimonio. ANGLICA. Pues bien, s. ARGAN Pues es el sobrino del seor Purgn, o sea el hijo de su cuado, el mdico seor Diafoirus; y este hijo se llama Toms Diafoirus, y no Cleanto ; y hemos convenido este casamiento, precisamente esta maana, el seor Purgn, el seor Fleurant y yo, y maana este presunto yerno me debe ser presentado por su padre. Qu sucede? Te veo muy sorprendida! ANGLICA. Es que, padre mo, vos habis hablado de una persona y yo he entendido que era otra. ANTOITA. Vaya! Seor, habris sido capaz de tramar este proyecto burlesco? Vos, con todo lo que poseis, querrais casar a vuestra hija con un mdico? ARGAN. S. Y por qu te mezclas en esto, bribona, maldita descarada? ANTOITA. Dios mo! Vayamos despacito. Vos arreis por delante los insultos. Es que no podemos razonar juntos sin salirnos de las casillas? As que hablemos a sangre fra. Cul es la razn que tenis para este matrimonio? ARGAN. Mi razn es que, vindome enfermo y achacoso, que de veras lo estoy, quiero tener un yerno y unos aliados, mdicos todos ellos, a fin de asegurarme buenos auxilios contra mi enfermedad; de tener en mi familia la fuente de los re medios que necesito y poder contar con consultas y recetas. ANTOITA. Vaya, vaya! Eso es dar una razn, y da gusto conversar amablemente los unos con los otros. Pero, seor, poneos la mano en la conciencia. Es que realmente estis enfermo? ARGAN Cmo que si estoy enfermo? Bribona! Pregunta si yo estoy enfermo, descarada! ANTOITA. Bien, bien, s, seor; estis enfermo, no discutamos sobre esto. S, estis muy enfermo, no lo pongo en duda, y mucho ms de lo que creis. Ya estamos de acuerdo. Pero vuestra hija tiene que casarse con un marido para ella; y, no estando enferma, no es necesario darle un mdico. ARGAN Para m le doy este mdico; y una hija buena y sumisa debe sentirse encantada de casarse con lo que es til a la salud de su padre. ANTOITA. Ya os digo yo, seor! Queris que, como amiga, os d un buen consejo? ARGAN Y cul es este consejo? ANTOITA No pensar ms en ese noviazgo. ARGAN Y por qu razn? ANTOITA. La razn? Pues que vuestra hija no consentir nunca en ello. ARGAN Que... no consentir? ANTOITA. No. ARGAN Mi hija? ANTOITA. Vuestra hija. Os dir que no tiene nada que hacer del seor Diafoirus, ni de su hijo Toms Diafoirus, ni de todos los Diafoirus de este mundo. ARGAN Pues yo s que tengo algo que hacer con ellos, entiendes? Adems, el partido es ms ventajoso de lo que se cree. El seor Diafoirus no tiene ms que a ese hijo por heredero; y, adems, el seor Purgn, que no tiene ni esposa ni hijos, le da todos sus bienes con ocasin de esta boda; y el seor Purgn es un hombre que tiene muy bien sus ocho mil libras de renta. ANTOITA. Habr tenido que matar a mucha gente, para haber llegado a ser tan rico. ARGAN Ocho mil libras de renta son algo, sin contar con lo del padre. ANTOITA. Seor, todo esto es bueno y bonito; pero yo vuelvo a la ma. Entre nosotros, os aconsejo que le escojis otro marido, pues ella no est hecha para ser la seora Diafoirus. ARGAN Pues yo quiero que lo sea. ANTOITA. Ah, quitad all!, no digis eso. ARGAN Cmo que no diga eso? ANTOITA. Claro que no. ARGAN Y por qu no he de decirlo? ANTOITA. Se dir que no pensis lo que decs. ARGAN Que digan lo que quieran; pero lo que te digo a ti es que quiero que ella cumpla la palabra que he dado yo. ANTOITA. No, estoy segura de que no lo har. ARGAN Pues la obligar a ello. ANTOITA. Yo os digo que no lo har. ARGAN Ella lo har o la encerrar en un convento. ANTOITA. Vos? ARGAN Yo. ANTOITA. Bien. ARGAN Que quieres decir con ese "bien"? ANTOITA. Vos no la vais a encerrar en un convento. ARGAN Qu yo no voy a encerrarla en un convento? ANTOITA. No. ARGAN No? ANTOITA. No. ARGAN Oyeme! Esta s que es buena! Que yo no voy a meter a mi hija en un convento, si lo quiero? ANTOITA. No, os lo digo yo.

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ARGAN Quin me lo impedir? ANTOITA. Vos mismo. ARGAN Yo? ANTOITA. S. No sois capaz de tener tan mal corazn. ARGAN Vaya si lo tendr. ANTOITA. Estis chanceando. ARGAN No chanceo. ANTOITA. La ternura paternal os lo impedir. ARGAN No me lo impedir. ANTOITA. Una lagrimita o dos, unos brazos rodendoos el cuello, un "Mi papato guapo", pronunciado con ternura, bastarn para rendiros. ARGAN Todo esto no servir para nada. ANTOITA. S, s. ARGAN. Te aseguro que no me volver atrs. ANTOITA. Tonteras! ARGAN. Haces mal en creer que son tonteras. ANTOITA. Dios mo! Si os conozco: sois bueno de natural. ARGAN. (Con vehemencia.) No soy bueno; y, adems, soy malo cuando quiero. ANTOITA. Calma, calma, seor; os olvidis que estis enfermo. ARGAN. Le ordeno muy seriamente que se prepare para tomar el marido que le propongo. ANTOITA. Y yo le prohbo terminantemente que lo haga. ARGAN. Pero dnde estamos? Cul es la audacia de esta bribona de sirvienta para atreverse a hablar as delante de su seor? ANTOITA. Cuando un seor no piensa en lo que hace, una sirvienta sesuda tiene el derecho de corregirle. ARGAN. (Yendo hacia ANTOITA.) Ah, insolente! Yo s voy a corregirte! ANTOITA. (Huyendo de l.) Es mi deber oponerme a las cosas que os pueden deshonrar. ARGAN. (Montado en clera, corre detrs de ella alrededor de la silla con su bastn en la mano.) Ven, acrcate, que te voy a ensear a hablar. ANTOITA. (Corriendo y escapndose hacia el lado de la silla donde no est .) Me intereso porque es mi deber evitar que hagis ninguna locura. ARGAN. (Lo mismo.) Maldita perra! ANTOITA. (Lo mismo.) No! Yo no consentir jams este matrimonio. ARGAN. (Lo mismo.) Bribona ANTOITA. (Lo mismo.) Yo no quiero que se case con vuestro Toms Diafoirus. ARGAN. (Lo mismo.) Mala pcora ANTOITA. (Lo mismo.) Y ella me obedecer ms que a vos. ARGAN. (Detenindose.) Anglica! Es que no quieres detener a esa bribona? ANGLICA. Vamos, padre, no os disgustis; vais a enfermar. ARGAN. (A ANGLICA.) Si no me paras a esa bruja, te dar mi maldicin. ANTOITA. (Marchndose.) Y yo la desheredar si os obedece. ARGAN. (Se desploma en su silla, cansado de perseguirla.)Ay, ay! No puedo ms. Lo que me faltaba para matarme. ESCENA SEXTA BELINA, ANGLICA, ANTOITA, ARGAN ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. ARGAN. BELINA. Ah!, esposa ma, acercaos. Qu os sucede, mi pobre marido? Venid, venid pronto en mi ayuda. Qu es lo que pasa, hijito mo? Querida, mamita. Amigo mo. Me han hecho montar en clera. Ah, pobre maridito! Y cmo ha sido eso, amigo mo? Vuestra pcara Antoita se ha vuelto ms insolente que nunca. No os lo tomis de este modo. Me ha hecho rabiar, querida. Calma, calma, hijito. Durante una hora ha estado contrarindome respecto de todo lo que quiero hacer. Vamos, vamos, tranquilo. Y ha tenido la desvergenza de decirme que no estoy enfermo. Eso es una impertinencia. Y vos sabis, corazoncito, lo que me pasa. S, mi amor; est equivocada. Alma ma, esta bribona me har morir. Vamos, vamos. Ella es la causa de toda la bilis que me sale del cuerpo. No os la tomis tan a pecho. Y no s cunto tiempo hace que os digo que me la quitis de delante. Dios mo! Hijito, no existen los sirvientes sin defectos. Una se ve con frecuencia obligada a sufrir sus malas cualidades a cambio de las buenas. Esta es lista, cuidadosa, diligente, y sobre todo fiel; y de sobras sabis que hay que ser precavido en cuanto a la gente que nos metemos en casa. Ah, Antoita

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ANTOITA. Seora. BELINA. A santo de qu haces rabiar a mi marido? ANTOITA. (Con un tono suave) Yo, seora? Ay de m! No s a qu se refiere la seora, y no tengo ms anhelo que complacer al seor en todas sus cosas. ARGAN. Ah, la traidora! ANTOITA. Nos ha dicho que quera otorgar su hija en matrimonio al hijo del seor Diafoirus; yo le he contestado que encontraba el partido ventajoso para ella, pero que yo cresa que hara mejor metindola en un convento. BELINA. No hay nada malo en eso, y encuentro que lleva razn. ARGAN. Ah!, amor mo, os la creis? Es una malvada, me ha dicho toda suerte de insolencias. BELINA. Vaya!, os creo, amigo mo. As, calmaos. Es cuchad, Antoita: si hacis rabiar otra vez a mi marido, os pondr de patitas en la calle. Esto es; y ahora dadme la manta forrada y los almohadones para que le acomode en su silla. No s cmo estis envuelto. Entraos bien vuestro gorro, hasta las orejas: no hay nada que resfre tanto como que d el aire en los odos. ARGAN. Ah, amor mo, cun agradecido estoy de todos los cuidados que me dedicis BELINA. (Arreglando los almohadones alrededor de ARGAN) Levantaos para que pueda poneros ste debajo. Pongamos ste para que os apoyis en l, y ste al otro lado. Pongamos ste a vuestra espalda, y ste otro para sostener vuestra cabeza. ANTOITA. (Ponindole con rudeza un almohadn sobre la cabeza y escapndose luego.) Y ste para guardaros del relente. ARGAN. (Se levanta colrico y echa todos los almohadones a Antoita.) Ah, bribona, quieres ahogarme! BELINA. Vamos, vamos! Qu es lo que os pasa? ARGAN. (Jadeante, se deja caer en la silla.) Ah, ah, ah! No puedo ms. BELINA. Por qu os exaltis as? Ella ha credo hacerlo bien. ARGAN. Vos no conocis, amor mo, la malicia de esa maldita. Ah!, me ha sacado de mis casillas; y se necesitarn ocho mdicos y doce lavativas para reparar todo esto. BELINA. Bien, bien, amigo mo, calmaos un poco. ARGAN. Amor mo, sois mi nico consuelo. BELINA. Pobre pequen mo! ARGAN. Para procurar hacer honor al amor que me ofrecis, quiero, esposa ma, como ya os dije, hacer mi testamento. BELINA. Uy, amigo mo! No hablemos de eso, os lo ruego. No podra soportar esta idea; y la sola mencin del testamento me hace temblar de dolor. ARGAN. Ya os he dicho que hablis de ello a vuestro notario. BELINA. Ah est; lo he trado conmigo. ARGAN. Hacedlo entrar, mi amor. BELINA. Ay de m!, amigo mo, cuando se quiere de veras a un marido, no se est para pensar en todo esto. ESCENA SPTIMA EL NOTARIO, BELINA, ARGAN ARGAN. Acercaos, seor de Bonnefoy, acercaos. Tomad asiento, por favor. Mi esposa me ha dicho que sois un gran hombre honrado y uno de sus buenos amigos; y -la he rogado que os hablara acerca de un testamento que quiero formalizar. BELINA. Ay, pobre de m!; no me siento con valor para hablar de estas cosas. NOTARIO. Ella me ha explicado, seor, vuestras intenciones y el propsito que tenis a su favor; y he de deciros que no podrais dar nada a vuestra esposa por medio de vuestro testamento. ARGAN. Y eso por qu? NOTARIO. La costumbre se opone a ello. Si estuvieseis en un pas de derecho escrito, no habra inconveniente; pero en Pars y en los pases de derecho consuetudinario, por lo menos en su mayora, no puede hacerse, y vuestra disposicin sera nula. Todo el beneficio que hombre y mujer unidos por matrimonio pueden hacerse el uno al otro es un don mutuo entre vivos, y aun es preciso para ello que no haya hijos, ya sea de ambos cnyuges, ya de uno de ellos, en el momento de la defuncin del primer muerto. ARGAN. Vaya una costumbre impertinente: que un marido no pueda dejar nada a una mujer que le ama tiernamente y que se toma por l tantos cuidados. Me gustara consultar a mi abogado para saber cmo podra hacerlo. NOTARIO. No hay que dirigirse a los abogados, pues acostumbran a ser muy severos a este respecto y se imaginan que es un gran delito disponer en fraude de la ley. Son gente de dificultades y que estn en la ignorancia de los vericuetos de la conciencia. Existen otras personas a quienes consultar que son mucho ms acomodaticias; que tienen recursos para pasar suavemente por encima de la ley y hacer que sea justo lo que no est permitido; que saben allanar las dificulta des de un asunto y encontrar los medios de eludir la costumbre por alguna ventaja indirecta. Sin esto, adnde iramos a parar a cada momento? Hay que dar facilidades para la resolucin de las cosas; de otra manera, no podramos hacer nada, y yo no dara un cntimo por nuestro oficio. ARGAN. Mi mujer ya me haba dicho, caballero, que erais tan hbil como honesto. Podis decirme, pues, si gustis, cmo he de hacerlo para darle a ella mis bienes y privar a mis hijos de ellos? NOTARIO. Que cmo lo podis hacer? Podis designar bonitamente a un amigo ntimo de vuestra esposa, a quien daris en debida forma en vuestro testamento, todo cuanto queris. Y este amigo en seguida se lo entregar todo. Tambin podis contraer un gran nmero de obligaciones, nada sospechosas, en provecho de varios acreedores, que prestarn su nombre a vuestra esposa, y entre cuyas manos ellos confiarn su declaracin de que cuanto han hecho ha sido nica mente con la intencin de complacerla. Tambin podis, mientras os encontris en vida, poner en sus manos dinero constante y sonante, o billetes que podis poseer, pagaderos al portador. BELINA. Dios mo !, no hay por qu atormentaros con todo esto. Si vos no estis en l, hijo mo, no quiero quedarme en este mundo. ARGAN. Amor mo... BELINA. S, amigo mo; si tengo la desgracia de perderos... ARGAN. Mujer querida... BELINA. De qu me va a servir la vida? ARGAN. Dulce amor mo.

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BELINA. Y seguir vuestros pasos para probaros la ternura que siento por vos. ARGAN. Querida, me destrozis el corazn. Consolaos, os lo ruego. NOTARIO. (A BELINA.) Estas lgrimas estn fuera de lugar, las cosas no estn todava en ese punto. BELINA. Ah, caballero!, no sabis qu es un marido a quien se ama con ternura. ARGAN. Toda mi pesadumbre, si me muero, amor mo, es no tener ningn hijo vuestro. El seor Purgn me haba dicho que conseguira que os hiciera uno. NOTARIO. Esto podra todava acontecer. ARGAN. Es preciso hacer mi testamento, amor mo, tal como dice el seor; pero, por precaucin, quiero poner en vuestras manos veinte mil francos en oro que guardo en el zcalo de mi alcoba y dos billetes pagaderos al portador que me deben, uno, el seor Damon y, otro, el seor Grante. BELINA. No, no, no quiero nada de eso. Ay!, cunto decs que hay en vuestra alcoba? ARGAN. Veinte mil francos, amor mo. BELINA. No me hablis de intereses, os lo ruego. Ay! Y de cunto son los dos billetes? ARGAN. Pues son, querida, uno de cuatro mil y el otro de seis. BELINA. Todos los bienes del mundo, amigo mo, nada me importan si os pierdo a vos. NOTARIO. (A ARGAN.) Queris que procedamos a redactar el testamento? S, seor, pero estaramos mejor en mi despacho. Amor mo, conducidme, por favor. BELINA. Vamos a donde queris, mi pobre pequeuelo.

ESCENA OCTAVA ANGLICA, ANTOITA ANTOITA. Ah los tenis con un notario, y he odo que hablaban de testamento. Vuestra madrastra no pega ojo, y es, sin duda, alguna conspiracin contra vuestros intereses la que est tramando con vuestro padre. ANGLICA. Que disponga de sus bienes a su gusto, mientras no quiera mandar en mi corazn. Ya vez, Antoita, los proyectos violentos que estn urdiendo contra mi amor. No me abandones, te lo ruego, en el atolladero en que me hallo. ANTOITA. Abandonaron yo? Antes querra morir. Vuestra madrastra puede a su antoj hacerme su confidente y quererme convencer de que sirva a sus intereses; pero nunca he podido sentir por ella ninguna inclinacin, y he estado siempre de vuestro lado. Dejadme hacer, har cuanto sea preciso por vos; pero, para serviros con ms eficacia, quiero cambiar de batera, disimular el celo que me inspiris y fingir que comparto los sentimientos de vuestro padre y de vuestra madrastra. ANGLICA. Haz cuanto puedas, te lo imploro, para dar a conocer a Cleante el matrimonio que han concertado. ANTOITA. No tengo a nadie ms a quien confiar esta empresa que el viejo usurero polichinela, que me corteja, y slo me costar algunas zalameras, que me agradara emplear en vuestro servicio. Hoy es ya demasiado tarde; pero maana, de madrugada, le mandar llamar, y estar encantado de... BELINA. (Desde el interior de la casa) Antoita! ANTOITA. (A ANGLICA). Ya me estn llamando. Buenas noches. Confiad en m. ACTO SEGUNDO ESCENA PRIMERA ANTOITA, CLEANTE ANTOITA. CLEANTE. ANTOITA. CLEANTE. ANTOITA. (No reconoce a Cleante.) Qu deseis, seor? Qu deseo? Ah, ah! Sois vos? i Qu sorpresa! Qu vens a hacer aqu ? A saber qu me depara el destino, hablar con la amable Anglica, consultar los sentimientos de su corazn y preguntarle cules son sus resoluciones respecto a ese casamiento fatal del que me han prevenido. S, pero no se habla as, de buenas a primeras, con Anglica. Tiene que haber su pizca de mis terio, y ya os ha dicho la vigilancia estrecha a que est sometida; tanta, que no puede ni salir ni hablar con nadie. Slo a la curiosidad de una vieja ta suya se debe la libertad de que acudiera a esa comedia en que os visteis los dos por primera vez y que dio lugar al nacimiento de vuestra pasin, y nos hemos guardado mucho de hablar de esta aventura. Por eso no vengo como Cleante y bajo la apariencia de su galn, sino como amigo de su maestro de msica, quien me ha dado permiso para decir que me enva en su lugar. Ah viene su padre. Retiraos un poco y dejad me decirle que estis aqu.

CLEANTE. ANTOITA.

ESCENA SEGUNDA ARDAN, ANTOITA, CLEANTE ARGAN. (Creyendo estar solo y sin ver a ANTOITA.) El seor Purgn me ha dicho que me paseara por las maanas por mi aposento, doce idas y doce vueltas; pero se me ha olvidado preguntarle si era a lo largo o a lo ancho. ANTOITA. Seor, he ah un...

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ARGAN. Habla bajo, bribona! Me acabas de conmover todo el cerebro; y ni siquiera tienes en cuenta que no hay que hablar tan alto a los enfermos. ANTOITA. Quera deciros, seor... ARGAN. Habla bajo, te digo. ANTOITA. Seor... (Aparenta estar hablndole.) ARGAN. Qu? ANTOITA. Os deca que... (Aparenta estar hablndole.) ARGAN. Qu es lo que dices? ANTOITA. (En voz, alta.) Digo que ah est un hombre que quiere hablaros. ARGAN. Dile que venga. (ANTOITA hace sea a CLEANTE para que entre.) CLEANTE. Seor... ANTOITA. (Escarneciendo a su amo.) No hablis tan alto, podrais despedazar el cerebro del seor... CLEANTE. Seor, estoy encantado de hallaros levantado y de ver que os encontris mejor. ANTOITA. (Fingiendo estar encolerizada.) Qu es eso de que se encuentra mejor? Esto es falso! El seor se encuentra siempre mal. CLEANTE. He odo decir que el seor se siente mejor y admiro su buena cara. ANTOITA. Qu queris decir con eso de buena cara? El seor la tiene psima, y han sido personas impertinentes las que os han dicho que se siente mejor. Nunca se haba encontrado peor. ARGAN. Tiene razn. ANTOITA. Anda, duerme, come y bebe como los dems; pero esto no empec para que est muy enfermo. ARGAN. Esto es cierto. CLEANTE. Seor, creed que lo siento infinito. Vengo de parte del maestro de canto de la seorita, vuestra hija. Se ha visto obligado a ir al campo por algunos das; y por mi calidad de amigo ntimo suyo, me manda en su lugar para proseguir las lecciones, temiendo que al interrumpirlas olvidara la discpula lo que ya sabe. ARGAN. Muy bien. (A ANTOITA.) Llama a Anglica. ANTOITA.) Me parece, seor, que sera mejor que acompaara al seor a su habitacin. ARGAN. No; decidle que venga. ANTOITA. No podr darle su leccin como conviene si no se encuentran en privado. ARGAN. S podrn, s podrn. ANTOITA. Seor, esto no har ms que aturdiros, y poca cosa basta para alteraros la sangre en el estado en que estis, y despedazaros el cerebro. ARGAN. Nada de eso, nada de eso; me gusta la msica, y me agradar mucho... Ah, ah viene! (A ANTOITA.) Vete a ver, t, si mi esposa est vestida. ESCENA TERCERA ARDAN, ANGLICA, CLEANTE ARGAN. Venid, hija ma. Vuestro maestro de msica se ha ido al campo y aqu tenis a una persona que nos enva en su lugar para vuestras lecciones. ANGLICA. (Reconociendo a Cleante.) Oh, Dios mo! ARGAN. Qu os pasa? A qu viene esta sorpresa? ANGLICA. Es... ARGAN. Qu? A qu viene esta emocin? ANGLICA. Es, padre mo, una aventura sorprendente que se encuentre aqu. ARGAN. Cmo? ANGLICA. He soado esta noche que me hallaba en el aprieto ms grande del mundo y se me ha presentado una persona igual al seor a la que he pedido auxilio y que me ha librado de la pesadumbre en que me encontraba; y mi sorpresa ha sido grande al ver inopinadamente, al llegar aqu, lo que he tenido en el pensamiento toda la noche. CLEANTE. No puede decrsele desgraciado al que ocupe vuestro pensamiento, ya sea durmiendo, ya estando en vela, y grande sera mi felicidad, sin duda, si os hallarais en una pena cualquiera, de que me juzgaseis digno de mitigarla; y no hay nada que yo no hiciera para...

ESCENA CUARTA ANTOITA, CLEANTE, ANGLICA, ARDAN ANTOITA. (Burlndose.) A fe ma, seor, que estoy de vuestro lado ahora y me desdigo de todo cuanto dije ayer. Aqu estn el seor Diafoirus padre y el seor Diafoirus hijo, que vienen a visitaros. Vaya yerno que os espera! Vais a ver al galn mejor plantado del mundo y al ms espiritual. No ha dicho ms que dos palabras que me han dejado encantada, y vuestra hija va a quedar maravillada de l. ARGAN. (A CLEANTE, que hace ademn de irse.) No os vayis, seor. Es que caso a mi hija; y ah vienen a traerme a su prometido esposo, a quien toda va no conoce. CLEANTE. Es honrarme en demasa, seor, querer que sea testigo de una entrevista tan satisfactoria. ARGAN. Es el hijo de un mdico inteligente y la boda tendr lugar dentro de cuatro das.

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CLEANTE. Magnfico. ARGAN. Notificadlo, os lo ruego, a su maestro de msica, para que venga a la ceremonia. CLEANTE. No me olvidar de decrselo. ARGAN. Os lo ruego encarecidamente. CLEANTE. Me hacis demasiado honor. ANTOITA. Vamos, acomdense; ah estn. ESCENA QUINTA SEOR DIAFOIRUS, TOMAS DIAFOIRUS, ARDAN, ANGLICA, CLEANTE, ANTOITA, LACAYOS ARGAN. (Ponindose la mano en el gorro, sin quitrselo) El seor Purgn me ha prohibido, seor, que dejara mi cabeza al desnudo. Vos sois del oficio y sabis las consecuencias. DIAFOIRUS. Nosotros estamos prestos en todas nuestras visitas para llevar ayuda a los enfermos, y no para causarles incomodidades. ARGAN. Recibo, seor... (Hablan ambos a la vez, interrumpindose y confundindose.) DIAFOIRUS. Hemos venido, seor... ARGAN. Con gran placer... DIAFOIRUS. Mi hijo Toms y yo... ARGAN. El honor que me otorgis... DIAFOIRUS. A daros prueba de... ARGAN. Y hubiera deseado... DIAFOIRUS. La satisfaccin que sentimos... ARGAN. Poder ir a vuestra casa... DIAFOIRUS. Por la merced que nos concedis... ARGAN. Para testimoniaros... DIAFOIRUS. Al querer recibirnos... ARGAN. Pero ya sabis, seor... DIAFOIRUS. En el alto honor... ARGAN. Lo que es un pobre enfermo... DIAFOIRUS. De vuestra alianza... ARGAN. Que no puede hacer otra cosa... DIAFOIRUS. Y asguraros... ARGAN. Que deciros aqu... DIAFOIRUS. Que en las cosas que dependan de nuestra profesin... ARGAN. Que buscar todas las ocasiones... DIAFOIRUS. Igual que en todas las dems... ARGAN. De haceros comprender, seor... DIAFOIRUS. Estaremos siempre dispuestos, seor... ARGAN. Que est siempre a vuestro servicio... DIAFOIRUS. A daros prueba de nuestro celo. Se vuelve hacia su hijo y le dice: Vamos, Toms, adelantaos. Haced vuestros cumplidos. TOMS. (Es un bendito, acabado de salir de la escuela, que lo hace todo sin gracia y a destiempo.) No es por el padre por quien hay que empezar? DIAFOIRUS. S. TOMS. (A ARGAN.) Seor, vengo a saludar, reconocer, amar y reverenciar en vos a un segundo padre; pero a un segundo padre hacia quien me considero ms deudor que al primero. El primero me ha engendrado, vos me habis escogido. El me ha recibido por necesidad, vos me habis aceptado por benevolencia y seleccin. Lo que le debo a l es obra de su cuerpo, pero lo que me viene de vos es fruto de vuestra voluntad; y porque las facultades espirituales estn por encima de las corporales, tanto ms os debo, tanto ms preciosa considero esta futura unin por la que hoy vengo a rendiros por anticipado el homenaje ms modesto y respetuoso. ANTOITA. Vivan las escuelas, de donde salen hombres tan consumados! TOMS. (Al seor DIAFOIRUS.) Ha estado bien, padre? DIAFOIRUS. Sobresaliente. ARGAN. (A ANGLICA.) Vamos, saludad al seor. TOMS. (Al seor DIAFOIRUS.) He de besarla? DIAFOIRUS. S, s. TOMS. (A ANGLICA.) Seora, con justicia el Cielo os ha concedido el nombre de "madre", ya que... ARGAN. (A TOMS.) No es mi esposa, es a mi hija a quien estis hablando. TOMS. Pues dnde est? ARGAN. Va a venir ahora mismo. TOMS. Espero a que haya venido, padre? DIAFOIRUS. Mientras tanto, podis cumplimentar a la se orita. TOMS. Seorita, as como la estatua de Memnn produca un son armonioso cuando era iluminada por los rayos del sol, as yo me siento animado por un dulce embeleso al aparecer el sol de vuestras beldades. Y, de igual modo que los naturalistas observan que la flor llamada heliotropo se vuelve sin cesar hacia este astro del da, as mi corazn de ahora en adelante dar vueltas hacia los astros resplandecientes de vuestros ojos adorables como si fueran su nico polo. Permitid pues, seorita, que suspenda en el altar de vuestros encantos la ofrenda de este corazn que no anhela y no ambiciona otra gloria que la de ser toda su vida, seorita, vuestro ms humilde, muy obediente y muy fiel servidor y amigo. ANTOITA. (Burlndose de l.) Ah tenis para lo que sirve estudiar: se aprende a decir cosas bonitas.

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ARGAN. (A CLEANTE.) Eh! Qu decs vos a eso? CLEANTE. Que el seor hace maravillas, y que si es tan buen mdico como buen orador, ser un placer contarse entre sus enfermos. ANTOITA. Ya lo creo. Ser algo admirable si hace tan buenas curaciones como Pronuncia hermosos discursos. ARGAN. Vamos, aprisa, mi silla; y asientos para todo el mundo.) Poneos all, hija ma. (Al seor DIAFOIRUS.) Ya veis, seor, que todo el mundo admira a vuestro seor hijo, y me satisface mucho que tengis un muchacho as. DIAFOIRUS. Seor, no es porque sea su padre, pero puedo deciros que tengo motivos para sentirme satisfecho de l, y que todos los que le ven lo consideren como un joven que no tiene ninguna maldad. Es cierto que no ha tenido nunca una imaginacin demasiado viva, ni ese fuego de espritu que se observa en algunos, pero es por esto precisamente por lo que siempre le he augurado un buen juicio, cualidad requerida para el ejercicio de nuestro arte. Cuando era pequeo, nunca fue lo que se dice despierto y vivaz. Siempre se le vea dulce, apacible y taciturno, sin decir esta boca es ma, ni jugar jams a esos juegos que llaman infantiles. Tuvimos todas las fatigas del mundo para ensearle a leer, y a los nueve aos no conoca todava las letras. "Bien me deca a m mismo-, los rboles tardos son los que dan mejores frutos; se graba sobre el mrmol con mucha ms dificultad que sobre la arena, pero las cosas se conservan en l muchsimo ms tiempo; y esta lentitud en comprender, esta pesadez de imaginacin, son la seal de un buen juicio venidero. Cuando le mand al colegio, lo sinti mucho; pero hizo frente a las dificultades, y sus educadores se hacan lenguas, cuando me vean, de su asiduidad y su trabajo. En fin, a fuerza de machacar el hierro, ha llegado gloriosamente a arrebatar sus ttulos; y puedo deciros sin vanidad que, en los dos aos que ha pasado en los escaos, no ha habido candidato que haya provocado ms ruido que l en todas las disputas de nuestra escuela. Se ha mostrado temible, y no se celebra ningn acto al que l deje de acudir a argumentar, a todo trance, en favor de la proposicin contraria. Se mantiene firme en la disputa, fuerte como un turco sobre sus principios; no suelta presa jams cuando defiende su opinin, y persigue un razonamiento hasta los ltimos recovecos de la lgica. Pero, por encima de todo, lo que me gusta de l, y en lo que sigue mi ejemplo, es que hace suyas ciegamente las opiniones de nuestros antecesores, y que nunca ha querido comprender ni escuchar las razones y experiencias de los pretendidos descubrimientos de nuestro siglo con respecto a la circulacin de la sangre y otras opiniones de la misma calaa. TOMS. (Saca de su bolsillo una gran tesis enrollada que ofrece a ANGLICA.) He sostenido contra los partidarios de la circulacin una tesis que, con el permiso del seor (saludando a ARDAN), me permito ofrecer a la seorita como un homenaje que le debo de las primicias de mi ingenio. ANGLICA. Seor, es para m un trasto intil, pues no entiendo nada en esas cosas. ANTOITA. (Tomando la tesis.) Dadme, dadme; siempre podremos aprovechar los dibujos, si se nos antoja adornar nuestro cuarto. TOMS. (Saludando a ARDAN una vez ms.) Tambin con el permiso del seor, os invito a venir a presenciar, uno de estos das, por simple diversin y solaz, la diseccin de una mujer, sobre la que he de hacer mis comentarios. ANTOITA. La diversin ser agradable. Hay quien invita a ver una comedia a las personas amadas, pero ofrecer una diseccin es algo muchsimo ms galante. DIAFOIRUS. En fin, en cuanto a las cualidades requeridas para el matrimonio y la procreacin, os aseguro que, segn las reglas de nuestros doctores, es tal como puede desearse, pues posee en un grado elogiable la virtud prolfica y est dotado del temperamento adecuado para engendrar y procrear hijos bien constituidos. ARGAN. No tenis la intencin, seor, de introducirle en la corte y de procurar que obtenga una plaza de mdico? DIAFOIRUS. Para hablaros con toda franqueza, nuestra profesin cerca de los grandes no me ha parecido nunca deseable, y siempre he credo que era mejor, para nosotros, quedarnos con el pblico. El pblico es cmodo. No tenis por qu responder a nadie de vuestros actos; y mientras sigis la corriente de las reglas del arte, uno no tiene por qu preocuparse de lo que pueda acontecer. Por el contrario, lo desagradable cerca de los grandes es que, cuando estn enfermos, quieren absolutamente que sus mdicos los curen. ANTOITA. Esto s que es bueno; vaya si son impertinentes al querer que vosotros, seores, los curis. Vosotros no estis a su lado para eso; slo estis all para cobrar vuestros emolumentos y recetar les remedios; es a ellos a quienes toca curarse, si es que pueden. DIAFOIRUS. Esto es cierto. Uno no est obligado a tratar a la gente ms que dentro de las formas. ARGAN. (A CLEANTE.) Seor, haced cantar a mi hija ante esta compaa. CLEANTE. Esperaba vuestras rdenes, seor, y se me ocurra, para divertir a la concurrencia, cantar con la seorita una escena de una opereta que desde hace poco se representa. (A ANGLICA, dndole un papel.) Tomad, sta es vuestra parte. ANGLICA. Yo? CLEANTE. (En voz baja a ANGLICA.) No os neguis a ello, por favor, y dejadme que os haga comprender el significado de la escena que vamos a cantar. (En voz alta.) Yo no tengo buena voz; pero basta que me oigis, y tendris la bondad de excusarme por la necesidad de hacer cantar a la seorita. ARGAN. Los versos son bonitos? CLEANTE. Se trata de una pequea pera improvisada, y no vais a or cantar ms que una especie de prosa rtmica, o una especie de versos libres, tales como la pasin y la necesidad pueden inspirar a dos personas para que digan espontneamente lo que piensen, y en el acto. ARGAN. Muy bien. Escuchemos. CLEANTE. (Bajo el nombre de un pastor, explica a su enamorada su amor despus de su primer encuentro, y enseguida se dan a entender, cantando sus pensamientos.) He ah el tema de esta escena. Un pastor estaba atento a las bellezas de un espectculo, que acababa de empezar, cuando su atencin fue atrada por un ruido que oy a su lado. Se volvi y vio a un bruto que con palabras insolentes mal trataba a una pastora. Para empezar, tom el partido de un sexo al que todos los hombres deben homenaje, y, despus de haber propinado al bruto el justo castigo por su insolencia, se dirigi a la pastora y vio a una joven que, por los ojos ms bellos que jams haba visto, derramaba lgrimas que l juzg como las ms hermosas del mundo. ",Ay de m! -se dijo a s mismo-, hay alguien capaz de ultrajar a una persona tan hermosa? Qu brbaro, qu inhumano no se sentira conmovido por tales lgrimas?" Se propuso detener aquellas lgrimas, que encontr tan bellas; y la amable pastora se esforz al mismo tiempo en darle las gracias por su ligero servicio, pero de una manera tan graciosa, tan tierna, tan apasionada, que el pastor no pudo resistirlo; y cada palabra, cada mirada, fue un rasgo lleno de ardor que penetraba en su corazn. " Existe -deca l- algo que pueda merecer las amables palabras de tal agradecimiento? Y qu es lo que alguien se resistira a hacer? A qu servicios, a qu peligros, no estaramos encantados de someternos para atraernos un solo instante las tiernas dulzuras de un alma tan

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agradecida?" Todo el espectculo transcurri sin que el pastor le prestase ninguna atencin; pero se dola que fuese demasiado corto, porque al terminar se separara de su adorable pastora; y desde este primer encuentro, desde este primer instante, l lleva consigo todo cuanto un amor de varios aos pudiera cobijar de ms violento. Y helo ah que, al momento, comienza a sentir todos los males de la ausencia, y a sufrir el tormento de no poder continuar viendo a la que ha visto tan fugazmente. Hace todo cuanto puede para volver a gozar de tal visin, de la que conserva da y noche una impresin tan deliciosa; pero la gran sujecin a que tienen sometida a su pastora le quita toda posibilidad. La violencia de su pasin le induce a pedir la mano de la adorable belleza, sin la que ya no puede vivir, y recibe de ella el permiso adecuado por medio de un billete que ha logrado hacer llegar a sus manos. Pero al mismo tiempo le advierten que el padre de esta bella ha concertado su matrimonio con otro y que todo va a disponerse para celebrar la ceremonia. Juzgad qu dao tan cruel sufre el corazn de ese triste pastor! Est aturdido por un dolor mortal. No puede soportar la idea horrorosa de ver todo lo que l ama en brazos de otro, y su amor, en la desesperacin, le brinda un medio de introducirse en la casa de su pastora para conocer sus sentimientos y saber de sus labios el destino con el que ha de conformarse. All se encuentra con los preparativos de todo cuanto teme. Ve llegar al indigno rival que el capricho de un padre opone a las ternuras de su amor. Ve triunfante a este rival ridculo al lado de la amable pastora, como si fuese un trofeo que hubiese conquistado; y esta visin le llena de una clera que a duras penas puede dominar. Lanza miradas doloridas hacia la que adora, y su respeto y la presencia de su padre le impiden decirle nada que no sea a travs de la mirada. Pero al fin arremete contra todo impedimento y la fuerza de su pasin le obliga a hablarle as: (Canta.) Bella Filis, en verdad, es demasiado sufrir; Romped el cruel silencio y confiadme el corazn Para saber mi destino: He de vivir o quizs he de morir? ANGLICA. (Cantando ) As, Tirsis, me veis, triste y melanclica, preparando el himeneo que tanto os acongoja, con la mirada que elevo y mi suspiro anhelante, es ya deciros bastante. ARGAN. Cmo! Nunca me hubiera figurado que mi hija fuese tan lista como para cantar as, a libro abierto. CLEANTE. Ay de m, bella Filis! Podra ser que el enamorado Tirsis gozase de tal placer para poder poseer un sitio en vuestra alma virgen? ANGLICA. Yo no quiero fingir en este extremo dolor. S, Tirsis, vuestro es mi amor. CLEANTE. Oh, palabras henchidas de seducciones! Ay, Filis, repetidlas, para alejar todo error! ANGLICA. S, Tirsis, con toda ternura os amo. CLEANTE. Por favor, Filis, decidlo ms an. ANGLICA. Os amo. CLEANTE. Repetidlo cien veces, no os cansis jams. ANGLICA. Os amo, os amo. S, Tirsis, os amo. CLEANTE. Dioses, reyes que bajo vuestros pies miris el mundo, no cambiara vuestra dicha por la ma . Pero, Filis, un amargo pensamiento viene a turbar este dulce momento: Un rival, un rival... ANGLICA. Ah!, le odio ms que a la muerte; Y su presencia, como a vos, me es un suplicio fatal. . CLEANTE. Pero un padre a su capricho os intenta someter. ANGLICA. Antes morir, morir; antes que consentir, mejor morir, morir ARGAN. Y qu dice el padre a todo esto? CLEANTE. No dice nada. ARGAN. Vaya memo de padre se que presentis; soportar todas esas necedades sin soltar una palabra. CLEANTE. (Queriendo seguir cantando.) Oh, amor mo!... ARGAN. No, no; ya basta. Esta comedia es un muy mal ejemplo. El pastor Tirsis es un impertinente, y la pastora Filis una descarada, al permitirse hablar as ante su padre. (A ANGLICA.) Enseadme ese papel. Ah, ah! Dnde estn las palabras que habis dicho? Ah no hay ms que la msica escrita!... CLEANTE. Es que acaso ignoris, seor, que se ha encontrado recientemente la manera de escribir palabras juntamente con las notas? ARGN. Muy bien, muy bien. Me place saludaros, seor, y hasta la vista. Hubiramos podido prescindir de vuestra impertinente opereta. CLEANTE. He credo que os divertira. ARGAN. Las necedades no divierten. Ah!, aqu est mi esposa. ESCENA SEXTA BELINA, ARGAN, ANTOITA, ANGLICA, SEOR DIAFOIRUS, TOMAS ARGAN. Amor mo, me place presentarte al hijo del seor Diafoirus. TOMAS. (Empieza un saludo que se haba estudiado pero le falla la memoria y no puede continuar.) Seora, con justicia el Cielo os ha concedido el nombre de madre, puesto que se ve en vuestro rostro... BELINA. Seor, estoy encantada de haber venido expresamente para tener el honor de saludaros. TOMAS. Puesto que se ve en vuestro rostro... puesto que se ve en vuestro rostro... Seora, me habis interrumpido en mitad de mi frase y ello ha perturbado mi memoria. DIAFOIRUS. Toms, reservaos esta pieza para otra ocasin. ARGAN. Seora, me hubiera encantado que hubieseis estado aqu hace poco. ANTOITA. Ah, seora! Lo que os habis perdido no estando presente al mencionar al segundo padre, a la estatua de Memnn y a la flor llamada heliotropo... ARGAN. Vamos, hija ma, poned vuestra mano en la del seor y dadle vuestro asentimiento como marido. ANGLICA. Padre mo... ARGAN. Y bien! "Padre mo." Qu quiere decir esto?

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Por favor, no precipitis las cosas. Dadnos por lo menos el tiempo para conocernos y para dejar que nazca entre nosotros, del uno hacia el otro, esta inclinacin tan necesaria para lograr una unin perfecta. TOMAS. En cuanto a m, seorita, os aseguro que ha nacido ya, y no tengo por qu esperar ms. ANGLICA. Si vos sois tan diligente, seor, yo no lo soy tanto, y os confieso que vuestros mritos no han hecho todava la impresin suficiente en mi alma. ARGAN. Ah! i Bien, bien!, bastante tiempo tendris para que la haga cuando estis casados. ANGLICA. Oh, padre mo!, dadme algn tiempo, os lo ruego. El matrimonio es una cadena a la que no se debe sujetar un corazn a la fuerza; y si el seor es un hombre decoroso, no debe, de ninguna manera, aceptar a una persona que sera suya por coaccin. TOMAS. Nego consequentiam, seorita; yo puedo ser un hombre honesto y aceptaron de las manos de vuestro seor padre. ANGLICA. Es un medio ruin, para hacerse amar por alguien, el de la violencia. TOMAS. Leemos en los antiguos, seorita, que su costumbre era raptar a la fuerza de la casa de sus padres a las jvenes que deban casarse, a fin de que no pareciese que voluntariamente se haban precipitado en los brazos de un hombre. ANGLICA. Los antiguos, seor, son los antiguos, y nosotros somos gentes de ahora. Los fingimientos no son necesarios en nuestro siglo; y cuando un matrimonio nos agrada, sabemos muy bien ir a su encuentro sin que seamos arrastradas. Tened paciencia; si en verdad me amis, seor, debis querer todo lo que yo quiero. TOMAS. S, seorita, pero dentro de los intereses de mi amor exclusivamente, ANGLICA. Pues la gran prueba de amor est en someterse a la voluntad de aquella a quien se ama. TOMAS. Distingo, seorita: en lo que no respecta a su posesin, concedo; pero en cuanto la afecta, neg. ANTOITA. (A ANGLICA.) De qu van a valer vuestras razones? El seor est recin salido del colegio y os llevar siempre ventaja. Para qu resistir tanto y rehusar la gloria de estar ligada al cuerpo de la Facultad? BELINA. Quiz tiene alguna inclinacin en su alma! ANGLICA. Si la tuviese, seora, sera tal como la razn y la honestidad me la permitieran. ARGAN. Vaya! Estoy haciendo aqu un papel muy lucido. BELINA. Si yo fuese vos, hijo mo, no la forzara a que se casase, y yo s bien lo que hara. ANGLICA. S muy bien, seora, lo que queris decir, y las bondades que tenis para m; pero es posible que vuestros consejos no sean lo suficiente adecuados para ser cumplidos. BELINA. Es que las hijas bien educadas y honestas como vos se ren de ser obedientes y sumisas a la voluntad de sus padres. Esto se llevaba en otros tiempos. ANGLICA. El deber de una hija tiene sus limites, seora; y la razn y las leyes no lo extienden a toda clase de asuntos. BELINA. Es decir, vuestros pensamientos no rehsan el matrimonio, pero queris escoger un esposo segn vuestra fantasa. ANGLICA. Si mi padre no quiere darme un marido que me agrade, por lo menos le suplicar que no me obligue a casarme con uno que jams podra amar. ARGAN. Seores, os pido perdn por todo esto. ANGLICA. Cada cual lleva su propsito al casarse. En cuanto a m, que slo quiero a un marido para amarle de veras, al que pretendo convertir en el nico afecto de mi vida, os confieso que elegir con ciertas precauciones. Hay algunas que toman marido tan slo para escapar de la sujecin de sus padres y ponerse en situacin tal que puedan hacer cuanto se les antoje. Hay otras, seora, que hacen del matrimonio un comercio de puro inters, que no se casan ms que para ganar rentas, para enriquecerse con la muerte de aquellos con quienes se casan, y corren, sin escrpulos, de marido en marido para apropiarse de sus despojos. Esas personas, en verdad, no hacen tantos remilgos y les importa poco la persona. BELINA. Os encuentro hoy muy rica en razones y me gustara saber qu es lo que queris decir con todo esto. ANGLICA. Yo, seora, qu podra querer decir ms que lo que digo? BELINA. Sois tan necia, querida, que no se os puede soportar. ANGLICA. Lo que esperis, seora, es obligarme a responderos alguna impertinencia, pero os advierto que no os dar este gusto. BELINA. Nada hay que iguale vuestra insolencia. ANGLICA. No, seora; tenis razn. BELINA. Y vos tenis un orgullo ridculo, una impertinente presuncin que hace alzar los hombros a todo el mundo. ANGLICA. Todo esto, seora, no os servir de nada. Me contendr a pesar vuestro; y para quitaros toda esperanza de saliros con lo que queris, voy a quitarme de vuestra vista. ARGAN (A ANGLICA, que sale.) Escucha: esto no puede tolerarse. Escoge entre casarte dentro de cuatro das con el seor o entrar en un convento. (A BELINA.) No os disgustis, ya le ajustar las cuentas. BELINA. Estoy desolada de dejaros, bien mo, pero tengo un asunto que me llama a la ciudad inexcusablemente. Volver en seguida. ARGAN Id, amor mo, y acercaos al bufete de vuestro notario a fin de que d prisa a lo que sabis. BELINA. Adis, mi buen amigo. ARGAN Adis, querida. He ah una mujer que me ama... Esto es increble. DIAFOIRUS. Seor, vamos a despedirnos de vos. ARGAN Por favor, seor, os ruego de veras que queris decirme cmo me encuentro. DIAFOIRUS. (Tomndole el pulso. Vamos, Toms, tomad el otro brazo al seor y veamos si dais un buen diagnstico de su pulso. Quid dices? TOMAS. Digo que el pulso del seor es el de un hombre que no est bien. DIAFOIRUS. Bien. TOMAS. Que est durito, para no decir duro. DIAFOIRUS. Muy bien. TOMAS. Repelente. DIAFOIRUS. Bene. TOMAS. E incluso un poco desigual. DIAFOIRUS. Optime. TOMAS. Lo que indica una destemplanza del parnquima esplnico, esto es, del bazo. DIAFOIRUS. Muy bien. ARGAN No; el seor Purgn dice que es el hgado lo que tengo enfermo.

ANGLICA.

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DIAFOIRUS.

Pues, s! Quien dice parnquima, dice lo uno y lo otro, a causa de la estrecha simpata que se tienen mutuamente, por medio del vaso breve del ploro y, a menudo, de los meatos que conducen la bilis al duodeno. A buen seguro que oprescribe comer mucha carne asada. ARGAN No, nada ms que hervidos. DIAFOIRUS. Claro, claro; asado, hervido, es lo mismo. Todo cuanto os receta es lo ms prudente, y no podis estar en mejores manos. ARGAN Seor, cuntos granos de sal hay que poner en un huevo? DIAFOIRUS. Seis, ocho, diez, siempre en nmeros pares; as como en los medicamentos del en usarse los nmeros impares. ARGAN Hasta otro da, seor. ESCENA SEPTIMA BELINA, ARDAN BELINA. Vengo, amigo mo, antes de salir, a preveniros de algo que debis tener presente. Pasando por delante de la habitacin de Anglica, he visto a un joven con ella, que ha huido en cuanto me ha visto. ARGAN Un joven con mi hija? BELINA. S. Vuestra hija Luisita estaba tambin all; la nia podr daros ms noticias. ARGAN Envidmela aqu en seguida; amor mo, envidmela aqu. (Solo) Ah, la descocada! Ya no me extraa su resistencia. ESCENA OCTAVA LUISITA, ARDAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. Qu deseis, pap mo? Mi madrastra me ha dicho que me llamabais. S, venid aqu. Adelantaos. Volveos. Levantad los ojos. Miradme. Eh! Qu, pap? Ah! Qu? No tenis nada que decirme? Si queris, para entreteneros, os contar el cuento de Piel de asno, o bien la fbula de El cuervo y el zorro, que hace poco me han enseado. ARGAN No es eso lo que os pido. LUISITA. Entonces, qu? ARGAN Ah, pcara! Sabis muy bien lo que quiero decir. LUISITA. Perdonadme, pap mo. Pero no lo s. ARGAN Es as cmo me obedecis? LUISITA. Qu... ? ARGAN No os haba recomendado que vinierais a decirme todo cunto vieseis? LUISITA. S, pap. ARGAN Y lo habis hecho? LUISITA. S, pap. He venido siempre a deciros lo que he visto. ARGAN Y no habis visto nada, hoy? LUISITA. No, pap. ARGAN No? LUISITA. No, pap. ARGAN De veras? LUISITA. De veras. ARGAN Ah, vaya picara! Pues ya veris si os hago ver yo alguna cosa. (Toma un manojo de cuerdas.) LUISITA. Ay, pap mo! ARGAN Ah, ah!, picaruela, por qu no me decs qu habis visto en la habitacin de vuestra hermana? LUISITA. (Llorando.) Pap mo... ARGAN (Tomando el brazo de LUISITA.) Esto os va a ensear a mentir. LUISITA. (Se pone de rodillas.) Ah, pap mo, os pido perdn! Es que mi hermana me haba dicho que no os lo dijese, pero os lo voy a explicar todo. ARGAN Antes tenis que probar el azote por haber mentido. Luego, ya veremos lo que hacemos. LUISITA. Perdn, pap mo. ARGAN No, no, nada. LUISITA. Mi buen pap, no me azotis, por favor. ARGAN. El azote no te lo quita nadie. LUISITA. En el nombre de Dios, pap mo, no hagis tal cosa! ARGAN (Cogindola para pegarle.) Vamos, vamos. LUISITA. Ah, pap, me habis lastimado! Esperad. Estoy muerta. (Finge estarlo.) ARGAN Eh! Qu te pasa? Luisita, Luisita ! Ah, Dios mo! Luisita ! Ah, hija ma! Ah, desgraciado de m! Mi pobre hija est muerta! Qu he hecho, miserable de m? Ah, malditos azotes! Al diablo los azotes! Ah, mi pobre hija, mi pobre pequea Luisita!

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LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN. LUISITA. ARGAN. LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN LUISITA. ARGAN. LUISITA. ARGAN

Vamos, vamos, pap mo, no lloris tanto; no estoy muerta del todo. Mirad a la pequea taimada. Vaya, vaya! Os lo perdono por esta vez, mientras me lo digis todo con detalles. Oh, s,. pap! Y andad con cuidado en lo que decs, porque este dedito que aqu veis me dir en seguida si ments. Pero, por favor, papato, no digis a mi hermana que os lo he dicho. No, no. (Despus de haber mirado si alguien escucha. Pues, pap mo, ha sucedido que ha venido un hombre a la habitacin de mi hermana cuando yo estaba en ella. Y qu ms? Le he preguntado qu quera y me ha dicho que era su maestro de msica. (Aparte) Ah, vaya! Ya conozco el caso. (A LUISITA.) Y qu ms? Mi hermana ha vuelto en seguida. Y qu ms? Ella le ha dicho: "Salid, salid, salid, Dios mo! Salid! Me estis desesperando. Y qu ms? Pues que l no quera marcharse. Y qu es lo que le deca? Le deca qu s yo cuantas cosas. Y qu ms? Le deca todo esto, todo aquello y lo de ms all; que la amaba y que era la ms bella del mundo. Y luego qu ms? Pues luego se pona de rodillas ante ella. Y luego qu ms? Pues luego le besaba las manos. Y luego qu ms? Pues luego mi madrastra ha aparecido en la puerta y l se ha marchado. Y no ha pasado nada ms? No, pap mo. Pues mi dedito, no obstante, me est refunfuando no s qu. (Se pone el dedo en la oreja.) Esperad! Ah, ah, ah! Oh, oh!, me dice algo que habis visto y que no me decs. Ah, mi buen pap! Vuestro dedito es un mentiroso. Andaos con cuidado. No, pap, no le creis, miente, os lo aseguro. Oh, bien, bien! Ya veremos eso. Marchaos ahora y estad muy atenta a todo. Idos. (Solo.) Ah, Dios mo! Ya no existe ni la niez. Ah, vaya preocupaciones! Y, mientras tanto, no me dejan ni un momento para pensar en mi enfermedad. A decir verdad, ya no puedo ms. (Se sienta de nuevo en la silla)

ESCENA NOVENA BERALDO, ARDAN BERALDO. Y bien, hermano mo? Qu me decs? Cmo os encontris? ARGAN Ay, hermano mo, muy mal! BERALDO. Cmo, muy mal? ARGAN S, sufro una debilidad tan grande como nadie puede imaginarse. BERALDO. Esto s que es desagradable. ARGAN No me quedan ni fuerzas para hablar. BERALDO. Pues haba venido a veros con el propsito de proponeros un partido para mi sobrina Anglica. ARGAN (Hablando acaloradamente y levantndose de su silla) Hermano, no me hablis de esa pcara. Es una bellacuela, una impertinente, una desvergonzada que voy a encerrar en un convento antes de dos das. BERALDO. Ah, esto va mejor! Me satisface que la fuerza os retorne un poquito y que mi visita os sea propicia y os siente bien. Oh, por lo dems, ya hablaremos de negocios ms tarde! Os he trado una diversin que he encontrado y que disipar vuestra pena y os dispondr ms el alma para lo que hemos de decirnos. Son unos gitanos, disfrazados de moros, que bailan danzas mezcladas con canciones; estoy seguro de que sern de vuestro agrado; y siempre equivaldr por lo menos a una receta del seor Purgn. Vamos.

ACTO TERCERO ESCENA PRIMERA BERALDO, ARGAN, ANTOITA BERALDO. ANTOITA. Y bien, hermano, qu os parece? Este espectculo no vale una toma de casia? Fu!, como purga no est mal.

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BERALDO. Y tanto! Queris que hablemos en familia? ARGAN. Un poco de paciencia, hermano mo, vuelvo al instante. ANTOITA. Tomad, seor Ni que pensar que podis andar sin bastn ARGAN. Tienes razn. ESCENA SEGUNDA BERALDO, ANTOITA ANTOITA. BERALDO. ANTOITA. No abandonis, por favor, los intereses de vuestra sobrina. Emplear cuanto sea preciso para lograrle lo que anhela. Hay que impedir por todos los medios ese matrimonio extravagante que se ha metido el seor en la cabeza, y yo haba pensado que sera un buen ardid introducir aqu a un mdico de nuestra confianza para que llegara a hastiarse de su seor Purgn, y desacreditara su conducta. Pero, como no tenemos a mano a nadie para eso, me he propuesto hacerle una jugarreta que se me ha ocurrido. Qu es ello? Es una ocurrencia burlona. Quiz ser algo ms divertido que cuerdo. Dejadme hacer; actuad por vuestro lado. Ah viene nuestro hombre.

BERALDO. ANTOITA.

ESCENA TERCERA ARDAN, BERALDO BERALDO. Permitidme, hermano mo, que os pida ante todo que no os exaltis el nimo durante nuestra conversacin. ARGAN Tenedlo por descontado. BERALDO. Y que respondis sin destemplanzas a las cosas que pueda deciros. ARGAN S. BERALDO. Y que razonis al propio tiempo, respecto a los asuntos de que hemos de tratar, con un nimo libre de toda pasin. ARGAN Dios mo, claro que s! No escatimis el prembulo. BERALDO. De dnde viene, hermano mo, que poseyendo los bienes que tenis, y no contando con ms hijos que una hija, porque la pequea no cuenta en este instante, de dnde viene, repito, que hablis de ponerla en un convento? ARGAN De dnde viene, hermano mo, que yo sea el amo de mi casa para hacer lo que me venga en gana? BERALDO. Vuestra esposa no ceja de aconsejaros que os deshagis de vuestras dos hijas, y no me cabe ninguna duda de que, por espritu de caridad, estara encantada de ver a las dos convertidas en dos buenas religiosas. ARGAN. Ah, sta es la cuestin! Ya hemos llegado a ella. Ya habis metido a la buena mujer en el juego. Es ella la culpable de todo mal, y todo el mundo quiere echrselo en cara. BERALDO. No, hermano; dejmosla a un lado: es una mujer que tiene las mejores intenciones del mundo para vuestra familia y est libre de toda suerte de inters; que siente por vos una ternura maravillosa y demuestra hacia vuestras hijas un afecto y una bondad que no se conciben: esto es cierto. No hablemos ms de ella y volvamos a vuestra hija. Impulsado por qu pensamiento queris darla en casamiento al hijo de un mdico? ARGAN Por el pensamiento de darme, hermano mo, un yerno tal como lo necesito. BERALDO. No es ste el inters de vuestra hija, y se presenta un partido mucho ms conveniente para ella. ARGAN Est bien; pero ste, hermano mo, es ms conveniente para m. BERALDO. Pero, el marido que va a tomar, debe ser para ella o para vos? ARGAN Debe ser, hermano mo, tanto para ella como para m, y quiero introducir en mi familia las personas que me hacen falta. BERALDO. Por esta misma razn, si vuestra hija menor fue se casadera, le darais por marido a un boticario. ARGAN Y por qu no? BERALDO. Es posible que estis todava chocheando con vuestros boticarios y vuestros mdicos, y que os obstinis en estar enfermo a pesar de todo el mundo y de vuestra propia naturaleza? ARGAN Me gustara que me explicarais eso. BERALDO. Pues es sencillo, hermano: no conozco a nadie que est menos enfermo de lo que vos lo estis, y no querra para m mejor complexin que la vuestra. Una prueba de que gozis de buena salud es que estis bien, continuis teniendo un cuerpo sano y no habis logrado todava daar vuestra excelente naturaleza pese a todos los potingues que os han hecho tomar. ARGAN Pero sabis, hermano mo, que precisamente es esto lo que me conserva y que el seor Purgn dice que sucumbira si estuviera tan slo tres das sin cuidarse de m? BERALDO. Si no ponis coto a eso, va a cuidarse tanto de vos, que os mandar derechito al otro mundo. ARGAN Pero, vamos, hermano, razonad un poco. Es que, acaso, no creis en la medicina? BERALDO. No, no veo que para sentirse uno bien tenga necesariamente que creer en ella. ARGAN Qu decs! No aceptis como verdadera una cosa que todo el mundo acepta y que ha sido venerada por los siglos? BERALDO. Lejos de considerarla verdadera, la encuentro, entre nosotros sea dicho, una de las mayores locuras que existen entre los hombres; y, si examinamos las cosas filosficamente, no se me ocurre farsa ms chocante, ni veo nada ms ridculo que un hombre que quiera entrometer se en curar a otro. ARGAN Por qu no queris admitir, hermano mo, que un hombre pueda curar a otro? BERALDO. Por la simple razn, hermano, de que los resortes de nuestra mquina son puros misterios, por lo menos hasta ahora, de los que los hombres no saben ni gota, y de que la naturaleza nos ha puesto ante los ojos velos demasiado espesos para que pretendamos saber algo. ARGAN As pues, los mdicos no saben nada, segn vos?

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BERALDO.

Claro que s saben. La mayora de ellos conocen bellas humanidades, saben hablar un hermoso latn, os pueden decir en griego el nombre de todas las enfermedades, definirlas y clasificarlas; pero, en cuanto a curarlas, es lo que les falta totalmente por saber. ARGAN Pero estaris de acuerdo, por lo menos, en que, sobre la materia, los mdicos saben ms que los dems. BERALDO. Saben, hermano mo, lo que ya os he dicho, y que no sirve de gran cosa para curar; y toda la excelencia de su arte consiste en un pompos galimatas, en una engaosa garrulera que os da palabras por razones y promesas por efectos. ARGAN Pero, en fin, hermano, hay gentes tan sabias y tan listas como vos, y vemos que cuando estn enfermos todos recurren a los mdicos. BERALDO. Es una prueba de la debilidad humana y no de la verdad de su arte. ARGAN. Pero es necesario que los mdicos crean en la veracidad de su arte, cuando se sirven de l para s mismos. BERALDO. Es porque los hay entre ellos que sufren el error popular, del que se aprovechan, y otros que lo aprovechan sin estar en el error. Vuestro seor Purgn, por ejemplo, no es un hombre excesivamente perspicaz; es todo un mdico de pies a cabeza, un hombre que cree en sus reglas mas que en todas las demostraciones de las matemticas, y que considerara un crimen querer comprobarlas; en la medicina no ve nada obscuro, nada dudoso, nada difcil, y, con una impetuosidad digna de prevencin y una rgida confianza, una brutalidad de sentido comn y de razn, reparte a troche y moche purgas y sangras, y no se preocupa en compensar nada. No hay que recriminarle por lo que os pueda hacer; con la mejor buena fe os mandar al otro mundo, y no os har, al mataros, ms que lo que hace a su mujer y a sus hijos, y lo que, en un caso de necesidad, se hara a s mismo. ARGAN. Lo que pasa es que le tenis inquina desde siempre. Pero, en fin, volvamos a lo nuestro. Qu tiene uno quehacer cuando est enfermo? BERALDO. Nada, hermano mo. ARGAN. Nada? BERALDO. Nada. No hay que hacer ms que quedarse en reposo. La naturaleza, cuando la dejamos hacer, sale por s misma, suavemente, del desorden en que pueda haber cado. Es nuestra inquietud, es nuestra impaciencia lo que lo estropea todo, y casi todos los hombres mueren a causa de sus remedios, no de sus enfermedades. ARGAN. Pero hay que convenir, hermano mo, en que se puede ayudar a esta naturaleza en ciertas cosas. BERALDO. Dios mo! Hermano, esto no son ms que puras ideas en las que nos agrada creer; y desde que el mundo es mundo han circulado entre los hombres hermosas imaginaciones que creemos porque nos halagan y nos convendra que fuesen verdaderas. Cuando un mdico os habla de ayudar, de socorrer, de aliviar la naturaleza, de sacarle lo que la perjudica y darle lo que le falta, de restablecerla y volverla a la plena facilidad de sus funciones; cuando os habla de rectificar la sangre, de moderar las entraas y el cerebro, de deshinchar el bazo, de apaar el pecho, de aligerar el hgado, de fortificar el corazn, de restablecer y conservar el calor natural y de tener secretos para prolongar la vida muchos aos, os explica, precisamente, el cuento de la medicina. Pero cuando vos llegis a la verdad, por la experiencia no encontris nada de todo eso, y os sucede como en esos bellos sueos que no os dejan al despertar ms que la gran pena de haberlos credo. ARGAN. O sea que toda la ciencia del mundo est encerrada en vuestra cabeza y queris saber ms que todos los grandes mdicos de nuestro siglo. BERALDO. En los discursos y en las cosas, son dos clases de personas vuestros grandes mdicos. Odles hablar: son la gente ms hbil del mundo. Ved los actuar: los ms ignorantes de todos los hombres. ARGAN. i Oh!, vos sois un gran doctor, por lo que veo, y me agradara que estuviese aqu alguno de esos seores para rebatir vuestros razonamientos y poner un tope a vuestra charlatanera. BERALDO. Yo, querido hermano, no me impongo el deber de combatir la medicina; y cada cual, por su cuenta y riesgo, puede creer lo que le venga en gana. Lo que digo es puramente entre nosotros, y me hubiera gustado poderos sacar del error en que vivs, y, para divertiros, llevaros a ver alguna de las comedias de Molire. ARGAN Vaya impertinente vuestro Molire, con sus comedias; le encuentro poca gracia en meterse con gente honrada como los mdicos. BERALDO. No se mete con los mdicos, sino con la ridiculez de la medicina. ARGAN Como si fuera quien para adjudicarse la tarea de controlar la medicina; vaya presuntuoso e impertinente, para burlarse de las consultas y las recetas, y querer atacar el cuerpo de mdicos, y atreverse a representar en su teatro a personas venerables como esos caballeros. BERALDO. Qu queris que trate, pues, mejor que las varias profesiones de los hombres? Vemos que cada da hace salir a escena a prncipes y reyes que pertenecen a tan buena casa, por lo menos, como los mdicos. ARGAN No y mil veces no. Si yo fuese de los mdicos, me vengara de su impertinencia, y, cuando estuviese enfermo, le dejara morir sin socorrerle. Ya podra decir y rogar: no le recetara ni la ms pequea sangra, ni la ms ligera lavativa, y le dira sencillamente: "Muere!, muere!, esto te ensear en lo sucesivo a burlarte de la Facultad. BERALDO. Veo que os habis puesto encolerizado contra l. ARGAN S; es un imprudente, y si los mdicos son cuerdos, harn lo que yo digo. BERALDO. El ser todava ms cuerdo que vuestros mdicos, porque no les pedir ayuda. ARGAN Tanto peor para l, si no acude a los beneficios de los remedios. BERALDO. Sus razones tiene para no quererlos, y sostiene, adems, que esto no est permitido ms que a las gentes vigorosas y robustas, y que tienen fuerzas suficientes para soportar los remedios adems de la enfermedad; pero que, en cuanto a l, no tiene fuerzas ms que para llevar su mal. ARGAN Qu necias razones son sas! Por favor, hermano, no hablemos ms de ese hombre, porque advierto que se me calienta la bilis y sera causa de que me sintiera mal. BERALDO. Con mucho gusto, hermano; y para cambiar de tema os dir que, respecto a una pequea rebelda que os demuestre vuestra hija, no debis tomar resoluciones violentas como meterla en un convento; que para escoger a un yerno no tenis por qu seguir ciegamente la pasin que os exalta, y que debemos, en estas materias, acomodarnos un poco a la inclinacin de una hija, puesto que es para toda la vida y de ello depende toda la felicidad de un matrimonio. ESCENA CUARTA SEOR FLEURANT (con una jeringa en la mano, ARGAN, BERALDO ARGAN. Ah!, hermano mo, con vuestro permiso.

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BERALDO. Cmo? Qu queris hacer? ARGAN. Tomar esta pequea ayuda; es cuestin de un momento. BERALDO. Eso es pura chacota. Es que no sabrais estar un momento sin purga o sin medicina? Dejadlo para otra ocasin y quedaos un momento en reposo. ARGAN. Seor Fleurant, hasta esta noche, o hasta maana por la maana. FLEURANT. (A BERALDO.) En razn de qu os oponis a las prescripciones de la medicina e impeds que el seor tome mi ayuda? Se necesita descaro para tener este atrevimiento. BERALDO. Id, seor; bien se ve que no estis acostumbrado a hablar con las caras. FLEURANT. No hay derecho a burlarse as de los remedios y hacerme perder el tiempo. Yo no he venido aqu sino de acuerdo con una buena receta, yvoy a decir al seor Purgn de qu manera se me ha impedido ejecutar sus rdenes y hacer mi trabajo. Ya veris, ya veris... ARGAN. Hermano, siento que seris la causa de alguna desgracia. BERALDO. La gran desgracia de no tomaros una lavativa que el seor Purgn ha recetado. Todava ms, hermano mo, es posible que no haya un medio de curaros de esta enfermedad de los mdicos, y que queris estar durante toda vuestra vida enterrado debajo de sus remedios? ARGAN. Dios mo!, hermano, vos estis hablando como un hombre que se encuentra bien; si os hallarais en mi lugar, pronto cambiarais de lenguaje. Es fcil hablar contra la medicina cuando uno goza de plena salud. BERALDO. Pero qu enfermedad tenis? ARGAN. Me harais encolerizar. Ya querra yo que tuvieseis vos mi mal, y veramos si charlarais tanto. Ah, aqu est el seor Purgn! ESCENA QUINTA SEOR PURGN, ARDAN, BERALDO, ANTOITA PURGN. Acabo de recibir ah mismo, en la puerta, bonitas noticias: que en esta casa se burlan de mis recetas y que se han negado a tomar el remedio que yo haba prescrito. ARGAN. Seor, no es que... PURGN. Esto es una gran osada, una extraa rebelin de un enfermo contra su mdico. ANTOITA. Esto es espantoso! PURGN. Una ayuda que me haba complacido en preparar yo mismo. ARGAN. No soy yo... PURGN. Inventada y compuesta segn todas las reglas del arte. ANTOITA. Est mal hecho. PURGN. Y que deba hacer en las entraas un efecto maravilloso... ARGAN. Hermano mo... PURGN. Despedirle, adems, con desprecio! ARGAN. (Mostrando a BERALDO.) Es l... PURGN. Es una accin desmesurada. ANTOITA. Esto es cierto. PURGN. Un enorme atentado contra la medicina. ARGAN. El es la causa... PURGN. Un crimen de lesa Facultad que nunca ser bastante castigado. ANTOITA. Tenis razn. PURGN. Os declaro que rompo toda relacin con vos... ARGAN. Es mi hermano... PURGN. Que no quiero ms contacto con vos... ANTOITA. Haris muy bien. PURGN. Y que, para terminar toda relacin con vos, retiro la donacin que haca a mi sobrino en favor del matrimonio. ARGAN. Es mi hermano quien ha hecho todo el mal. PURGN. Despreciar mi ayuda! ARGAN. Decidle que vuelva; la tomar en seguida. PURGN. Os habra curado en poco tiempo. ANTOITA. No lo merece. PURGN. Iba a limpiar vuestro cuerpo y evacuar de l por completo los malos humores. ARGAN. Ah, hermano mo!... PURGN. Y no precisaba ya ms que de una docena de medicinas para vaciar el fondo del saco. ANTOITA. Es indigno de vuestros cuidados. PURGN. Pero, puesto que no habis querido sanar por mis manos... ARGAN. No tenga la culpa. PURGN. Puesto que os habis sustrado a la obediencia que uno debe a su mdico... ANTOITA. Esto clama venganza. PURGN. Puesto que os habis rebelado contra los remedios que yo os ordenaba... ARGAN. Ah, no, esto no PURGN. He de deciros que os abandono a vuestra mala constitucin, a la intemperie de vuestras entraas, a la corrupcin de vuestra sangre, a la acritud de vuestra bilis y a la feculencia de vuestros humores. ANTOITA. Se lo tiene bien ganado. ARGAN. Dios mo ! PURGN. Y os prevengo que antes de cuatro das estaris en un estado incurable. ARGAN. Ah, misericordia! PURGN. Que caeris en la bradipepsia.

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ARGAN. Seor Purgn... PURGN. De la bradipepsia en la dispepsia. ARGAN. Seor Purgn... PURGN. De la dispepsia en la apepsia. ARGAN. Seor Purgn... PURGN. De la apepsia en la lientera. ARGAN. Seor Purgn... PURGN. De la lientera en la disentera. ARGAN. Seor Purgn... PURGN. De la disentera en la hidropesa. ARGAN. Seor Purgn... PURGN. Y de la hidropesa en la privacin de la vida, adonde os habr llevado vuestra locura. ESCENA SEXTA ARGAN, BERALDO ARGAN. Ah, Dios mo! Soy hombre muerto. Hermano mo, me habis perdido. BERALDO. Qu? Qu os pasa? ARGAN. Ya no puedo ms. Siento que la medicina se venga. BERALDO. A fe ma, hermano! Estis loco, y no querra, por muchas razones, que se os viese haciendo lo que hacis. Observaos a vos mismo un poco, os lo ruego; volved a vuestro juicio y no os abandonis tanto a vuestra imaginacin. ARGAN. Ya veis, hermano, las extraas enfermedades con las que me ha amenazado. BERALDO. i Qu hombre ms cndido sois ARGAN. Ha dicho que antes de cuatro das me quedar incurable. BERALDO. Y, lo que ha dicho, qu importancia tiene para vuestra salud? Es un orculo que ha hablado? Parece, al oros hablar as, que el seor Purgn tenga en sus manos el hilo de vuestra vida, y que, como autoridad suprema, os la alargue u os la acorte como le viene en gana. Pensad que los principios de vuestra vida estn en vos mismo y que la ira del seor Purgn es tan poco capaz de haceros morir como sus remedios de haceros vivir. He ah una ocasin, si queris, de deshaceros de los mdicos; o, si no podis pasaros sin ellos, fcil os ser llamar a otro con quien, hermano, podis correr un poco menos de riesgo. ARGAN. Ah, pero es que l conoce mi naturaleza y la manera de tratarme! BERALDO. Hay que admitir que sois un hombre de una gran aprensin, y que veis las cosas con ojos muy extraos. ESCENA SEPTIMA ANTOITA, ARDAN, BERALDO ANTOITA. (A ARGAN.) Seor, hay un mdico que desea veros. ARGAN. Y qu mdico? ANTOITA. Un mdico de la medicina. ARGAN. Te pido que me digas quin es. ANTOITA. No le conozco; pero se parece a m como dos gotas de agua, y si no estuviese tan segura de que mi madre era una mujer honesta, dira que era un hermanito que me haba dado despus de la muerte de mi padre. ARGAN. Hazle entrar. BERALDO. Todo os viene a pedir de boca. Un mdico os abandona y ah est otro que se presenta. ARGAN. Mucho me temo que seis culpable de alguna desgracia. BERALDO. Todava insists! Volvis a empezar de nuevo? ARGAN. Haceos cargo; tengo sobre el corazn todas esas enfermedades que no conozco, estas... ESCENA OCTAVA ANTOITA (transformada en mdico, ARDAN, BERALDO ANTOITA. Seor, consentid en que os visite para ofreceros mis modestos servicios para toda clase de sangras y purgas que podis necesitar. ARGAN. Seor, os estoy muy agradecido. (A BERALDO.) A fe ma, que es Antoita pintiparada! ANTOITA. Seor, os ruego que me excusis; he olvidado dar un mensaje a mi criado; vuelvo al instante. ARGAN. Oh! No dirais que es realmente Antoita? BERALDO. Hay que confesar que el parecido es extraordinario. Pero no es la primera vez que se ven estas cosas, y las historias estn llenas de estas veleidades de la naturaleza. ARGAN. Pues, en cuanto a m, estoy realmente sorprendido. ESCENA NOVENA ANTOITA, ARDAN, BERALDO

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ANTOITA.

(Se ha despojado tan rpidamente de su vestido de mdico, que es difcil creer que sea ella quien ha aparecido antes con tal indumentaria.) Qu deseis, seor? ARGAN. Cmo? ANTOITA. No me habais llamado? ARGAN. Yo? No. ANTOITA. Pues me habrn zumbado los odos. ARGAN. Qudate un poco aqu para ver cmo se te parece este mdico. ANTOITA. Esto estaba pensando, en verdad, con el tute que me espera, y, adems, ya lo he visto bastante. ARGAN. Si no los viese a los dos, creera que no son ms que uno. BERALDO. He ledo cosas sorprendentes acerca de estas semejanzas, y en nuestro tiempo hemos visto algunas que han confundido a todo el mundo. ARGAN. Sin duda, sta me hubiera engaado, y hubiera credo que se trataba de la misma persona. ESCENA DECIMA ANTOITA (de mdico), ARDAN, BERALDO ANTOITA. Seor, os pido perdn de todo corazn. ARGAN. (En voz baja, a BERALDO.) Es admirable. ANTOITA. No tomis a mal, por favor, la curiosidad que me ha impulsado a ver a un ilustre enfermo como vos; y vuestra reputacin, que se extiende por doquier, puede excusar la libertad que me he tomado. ARGAN. Seor, soy vuestro servidor. ANTOITA. Veo, seor, que me observis fijamente. Qu edad creis que pueda tener? ARGAN. Supongo que todo lo ms que podis tener son veintisis o veintisiete aos. ANTOITA. Ah, ah, ah, ah, ah!, pues tengo ms de noventa. ARGAN. Noventa? ANTOITA. S. Estis viendo un efecto de los secretos de mi arte, que me conserva as fresco y vigoroso. ARGAN. A fe ma! Estis hecho un hermoso joven anciano, para noventa aos. ANTOITA. Soy mdico transente, que voy de ciudad en ciudad, de provincia en provincia, de reino en reino, para buscar ilustres materias para mis conocimientos, para encontrar enfermos dignos de mi atencin, capaces de beneficiarse de los grandes y magnficos secretos que he encontrado en la medicina. Desprecio entretenerme en ese mezquino frrago de las enfermedades ordinarias, a esas bagatelas de reumatismos y fluxiones, a esas calenturas, esos gases y esas jaquecas. Quiero tratar enfermedades importantes: fuertes fiebres constantes con repercusiones en el cerebro, buenos tabardillos graves, buenas pestes, buenas hidropesas graves, buenas pleuresas con inflamaciones de pecho: es en todo esto en lo que encuentro gusto, y es ah donde triunfo. Y yo querra, seor, que tuvieseis todas las enfermedades que acabo de enumerar, que os encontrarais abandonado por todos los mdicos, desesperado, en la agona, para poderos mostrar la excelencia de mis remedios y el deseo que tengo de seros til. ARGAN. Os estoy muy agradecido, seor, por las bondades con que me honris. ANTOITA. Dadme vuestro pulso. A ver; hay que latir como Dios manda. Ah!, ya os har yo palpitar como es debido. Ta! Este pulso hace impertinencias; cmo se ve que no me conocis todava! Quin es vuestro mdico? ARGAN. El seor Purgn. ANTOITA. Este hombre no se encuentra inscrito en mis listas de grandes mdicos. De qu enfermedad os dice que sufrs? ARGAN. Dice que es del hgado, y otros dicen que es del bazo. ANTOITA. Son todos unos ignorantes. Es del pulmn de donde estis enfermo. ARGAN. Del pulmn? ANTOITA. S. Qu sents? ARGAN. De cuando en cuando, sufro dolores de cabeza. ANTOITA. Precisamente, el pulmn. ARGAN. A veces me parece que tenga un velo ante los ojos. ANTOITA. El pulmn. ARGAN. En ocasiones, siento nuseas. ANTOITA. El pulmn. ARGAN. De cuando en cuando, me invade un decaimiento de todos los miembros. ANTOITA. El pulmn. ARGAN. Otras veces me torturan unos dolores en el vientre, como si fuesen clicos. ANTOITA. El pulmn. Comis con apetito? ARGAN. S, seor. ANTOITA. El pulmn. Os gusta beber un poco de vino? ARGAN. S, seor. ANTOITA. El pulmn. Os viene un ligero sopor despus de la comida y os gusta dormir? ARGAN. S, seor. ANTOITA. El pulmn, el pulmn, ya os lo he dicho. Qu os recomienda vuestro mdico como alimentacin? ARGAN. Me aconseja una sopa de verduras. ANTOITA. Ignorante. ARGAN. Un poco de pollo. ANTOITA. Ignorante. ARGAN. Ternera. ANTOITA. Ignorante. ARGAN. Caldos.

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ANTOITA. Ignorante. ARGAN. Huevos frescos. ANTOITA. Ignorante. ARGAN. Y, por la noche, ciruelas para laxar el vientre. ANTOITA. Ignorante. ARGAN. Y, sobre todo, beber el vino muy aguado. ANTOITA. Ignorantus, ignoranta, ignorantus. Tenis que beber puro vuestro vino, y, para espesar vuestra sangre, que es demasiado dbil, hay que comer buey gordo, tocino gordo, buen queso de Holanda, smola y arroz, castaas y barquillos, para juntar y conglutinar. Vuestro mdico es un asno. Os voy a mandar a uno de mi confianza, y yo vendr a veros de cuando en cuando, mientras me encuentre en la ciudad. ARGAN. Os estoy muy agradecido. ANTOITA. Qu diablo hacis de este brazo? ARGAN. Cmo? ANTOITA. Este es un brazo que yo me hara cortar inmediatamente, si fuese vos. ARGAN. Y por qu? ANTOITA. No os dais cuenta de que atrae para s toda la alimentacin e impide a todo este lado que se nutra como es natural? ARGAN. S, pero yo necesito mi brazo. ANTOITA. Tenis tambin un ojo derecho que me hara saltar, si estuviese en vuestro lugar. ARGAN. Hacerme saltar un ojo? ANTOITA. No adverts que molesta al otro y le quita toda nutricin? Creedme, hacoslo reventar cuanto antes; notaris en seguida que veis mucho mejor con el ojo izquierdo. ARGAN. Esto no lleva prisa. ANTOITA. Adis. Me sabe mal dejaros tan pronto, pero es preciso que asista a una gran consulta que se debe celebrar para un hombre que muri ayer. ARGAN. Para un hombre que muri ayer? ANTOITA. S, para informarse y saber qu hubiera debido hacerse para curarle. Hasta la vista. ARGAN. Ya sabis que los enfermos no acompaan hasta la puerta. BERALDO. Ah tenis a un mdico que me parece de veras muy hbil. ARGAN. S, pero creo que va demasiado aprisa. BERALDO. Todos los grandes mdicos son as. ARGAN. Cortarme un brazo y sacarme un ojo para que el otro se encuentre mejor! Prefiero que no se encuentre tan bien. iVaya operacin!, quedarme bizco y manco. ESCENA UNDCIMA ANTOITA, ARDAN, BERALDO ANTOITA. (Simulando que est hablando con alguien.) Vamos, vamos, soy vuestra servidora. No tengo ganas de rerme. ARGAN. Qu sucede? ANTOITA. Vuestro mdico, voto al diablo!, que me quera tomar el pulso. ARDAN. Hay que ver!, a los noventa aos de edad. BERALDO. Vaya!, hermano mo, puesto que el seor Purgn est reido con vos, no os sabra mal que os hablara del partido que se ofrece para mi sobrina? ARGAN. No, hermano, la quiero meter en un convento, puesto que se ha opuesto a mi voluntad. Ya veo que debajo de todo esto hay algn amoro y he descubierto cierta entrevista secreta que ignoran que yo sepa. BERALDO. Pues bien!, hermano, aunque hubiese alguna pequea inclinacin, sera la cosa tan delictiva, y podrais sentiros tan ofendido cuando las cosas se encauzan hacia fines honestos como el matrimonio? ARGAN. Sea lo que fuere, hermano, ella ser religiosa; esto est ya resuelto. BERALDO. Queris ser agradable a alguien. ARGAN. Ya s lo que queris decir. Siempre volvis a lo mismo, y mi mujer os tiene ojeriza por ello. BERALDO. Pues bien, s, ya que hay que hablar con el corazn abierto, es a vuestra mujer, a quien aludo; y, de la misma manera que no puedo sufrir vuestra testarudez por la medicina, no puedo soportar tampoco el embobamiento que sents por ella, y veros caer sumiso en todas las trampas que ella os prepara. ANTOITA. Ay, seor!, no hablis de la seora. Es una mujer de la qu nada se puede decir, una mujer sin artificio y que ama al seor... No, no puede decirse eso. ARGAN. Preguntadle las caricias que me hace. ANTOITA. Es verdad. ARGAN. La inquietud que le causa mi enfermedad. ANTOITA. Bien seguro. ARGAN. Y los cuidados y mimos de que me rodea. ANTOITA. Es cierto. (A BERALDO.) Queris que os convenza y os haga ver ahora mismo de qu manera la seora ama al seor? (A ARGAN.) Seor, permitidme que le demuestre su vileza y le saque de su error. ARGAN. Y cmo? ANTOITA. La seora va a volver al instante. Poneos tendido en esta silla y simulad que estis muerto. Ya veris el dolor que va a exaltarla cuando le diga la triste nueva. ARGAN. Me parece bien. ANTOITA. S; pero no la dejis demasiado tiempo en la desesperacin, porque podra morir de ella. ARGAN. Dejadme hacer. ANTOITA. (A BERALDO.) Escondeos, seor, en aquel rincn. ARGAN. No habr ningn peligro en parodiar a un muerto?

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ANTOITA.

No, no. Qu peligro puede haber? Extendeos ah nada ms. (En voz baja.) Nos agradar hermano. Ah est la seora. Haceos el muerto.

mucho poder confundir a vuestro

ESCENA DUODCIMA BELINA, ANTOITA, ARGAN (rendido en la silla), BERALDO ANTOITA. (Fingiendo no ver a BELINA.) Ah, Dios mo! Qu desgracia! Qu infausto accidente! BELINA. Qu sucede, Antoita? ANTOITA. Ay, seora! BELINA. Qu es lo que pasa? ANTOITA. Vuestro marido est muerto. BELINA. Mi marido est muerto? ANTOITA. Ay de m, s! El pobre difunto ha fallecido. BELINA. De veras? ANTOITA. De veras. Nadie sabe todava este horrible accidente, y me he encontrado aqu completamente sola. Acaba de morir en mis brazos. Vedle ah tendido, tan largo como era, en esta silla. BELINA. Gracias sean dadas al Cielo! Al fin me veo libre de tan pesada carga! Qu necia eres, Antoita, de afligirte por esta muerte! ANTOITA. Yo supona, seora, que se deba llorar. BELINA. Vamos, vamos, no vale la pena. Qu hemos perdido? De qu serva en el mundo? Un hombre incmodo para todos: sucio, asquerosota cada momento una ayuda o una medicina en el vientre; limpindose los mocos, tosiendo, escupiendo sin cesar; sin inteligencia, fastidioso, de mal humor; cansando sin parar a la gente y refunfuando da y noche a la servidumbre. ANTOITA. Ha sido una hermosa oracin fnebre. BELINA. Es preciso, Antoita, que me ayudes a ejecutar mis propsitos, y puedes creer que, sirvindome, tu recompensa es segura. Puesto