Moledo-De Las Tortugas a Las Estrellas

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DE LAS TORTUGAS A LAS ESTRELLAS En el principio lo·s hombres ado- raron el trueno y el relámpago, e imaginaron ingeniosas historias para calmar la angustia frente a un mundo amenazador y distan- te. cuyos mecanismos no podían comprender. Dibujaron dioses con cabeza de león e inventaron bar- cas que reconian el cielo estrella- do. Creyeron que el mundo estaba sostenido por gigantescas tortu- gas y sacrificaron animales para apaciguar l a ira de los dioses, pa- ra alejar el peligro de la tormenta o para conseguir el beneficio de la lluvia. Detrás de estos esfuerzos de la imaginación anidaba el im- pulso de comprender. de entender por qué pasaban las cosas, e ha- cer que la realidad fuera más ma- nejable. Un día descubrieron una manera eficaz de explicar el mun- do y la llamaron ciencia. En los casi tres mU años que el hombre lleva practicándola. la ciencia ha i o·urdiendo una historia tan aza- rosa y atractiva como los más complicados mitos y leyendas. Pe- ro. por encima de todo. es una his- toria creada por hombres y desti- nada a otros hombres. Porque, aun- que a veceS-RO lo pezca, Ja ciencia trasciende los cerrados círculos de Jos científicos: es una empresa colec- tivamente humana. Sobre esta con- vicción central se apoy las ideas que Leonardo Moledo deva con notable persuasión y, precis2- mente. desde esta perspectiva é1e la ciencia procede a eAlJOner sus aristas más insospechadas. sus logros más espectaculares. y aun sus más ricos fracasos. Todo ello sin apartarse jamás de una con- cepción fundamental: la ciencia es un fruto inseparable de la cultura y sólo dentro de ella completa su senUdo y alcanza la dimensión niás positiva. Con una prosa at.ra- padora, apelando constantemente a un humor que tamo puede bro- tar de memorables podias comq de la ironía filosa o de la inven- ción de libros y personajes, abo- minando de cualquier solemnidad o complejidad, De las tortugas a Las estreLlas demuestra puntual- mente todas estas premisas. Y. de paso. se constituye en un impeca- ble compendio sobre todo aquello que hoy es necesario saber sobre ciencia. "' lllllll l l l llll l ll lllll ll l llll l ' 1 2 9 5 ISBN 950·534-277·2 2 27-002 ·Leondo Moledo ; S TORTUGAS ··S ESTRELS introducción a la ciencia . . - . •N " . a I 1 u tr vcioe) Jc. A\ brbo Pe . "' < > ,, A·� cdiiorn San Pb\o 1 �9 LJ . . .

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DE LAS TORTUGAS

A LAS ESTRELLAS

En el principio lo·s hombres ado­raron el trueno y el relámpago, e imaginaron ingeniosas historias para calmar la angustia frente a un mundo amenazador y distan­te. cuyos mecanismos no podían comprender. Dibujaron dioses con cabeza de león e inventaron bar­cas que reconian el cielo estrella­do. Creyeron que el mundo estaba sostenido por gigantescas tortu­gas y sacrificaron animales para apaciguar la ira de los dioses, pa­ra alejar el peligro de la tormenta o para conseguir el beneficio de la lluvia. Detrás de estos esfuerzos de la imaginación anidaba el im­pulso de comprender. de entender por qué pasaban las cosas, ele ha­cer que la realidad fuera más ma­nejable. Un día descubrieron una manera eficaz de explicar el mun­do y la llamaron ciencia. En los casi tres mU años que el hombre lleva practicándola. la ciencia ha iclo·urdiendo una historia tan aza­rosa y atractiva como los más complicados mitos y leyendas. Pe­ro. por encima de todo. es una his­toria creada por hombres y desti­nada a otros hombres. Porque, aun-

que a veceS-RO lo parezca, Ja ciencia trasciende los cerrados círculos de Jos científicos: es una empresa colec­tivamente humana. Sobre esta con­vicción central se apoyan las ideas que Leonardo Moledo devana con notable persuasión y, precis2-mente. desde esta perspectiva é1e la ciencia procede a eA.lJOner sus aristas más insospechadas. sus logros más espectaculares. y aun sus más ricos fracasos. Todo ello sin apartarse jamás de una con­cepción fundamental: la ciencia es un fruto inseparable de la cultura y sólo dentro de ella completa su senUdo y alcanza la dimensión niás positiva. Con una prosa at.ra­padora, apelando constantemente a un humor que tamo puede bro­tar de memorables parodias comq de la ironía filosa o de la inven­ción de libros y personajes, abo­minando de cualquier solemnidad o complejidad, De l.as tortugas a Las estreLlas demuestra puntual­mente todas estas premisas. Y. de paso. se constituye en un impeca­ble compendio sobre todo aquello que hoy es necesario saber sobre ciencia.

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Yo, arrodillado, juro que creo,

y abjuro y aborrezco mzs errores y me someto

al castigo

Galileo Galilei

Galileo

e omo Darwin, como Arquímedes. como Newton, como Copémico. co­mo Einstein, Galileo es una de

las figuras centrales de la historia de la ciencia. Pero si a aquellos se los asocia generalmente con tal o cual teoría, Ga­lileo es más complejo, más difuso: es una luz no puntual que ilumina a través del tiempo y que llega a todos los rin­cones. La condena por parte de la Igle­sia, que lo obligó a pasar los últimos años de su vida recluido en una villa cerca de Roma. lo convirtio merecida­mente en un martir y en un símbolo de 1� l11rh¡¡ enrre l::t razón y el oscurantis­mo. Su actividad multifacética hace que se lo encuentre en cada recodo. La his­toria de la torre de Pisa (aunque proba­blemente falsa) atestigua la voluntad de transformarlo en un campeón (o por lo menos en un símbolo) del nuevo méto­do experimental. Su insistencia en el matematismo del mundo lo muestra co­mo un avanzado de las ideas que. sólo cincuenta años mas tarde, estallaran con Newton. Lo cierto es que Galileo está en la base misma de uno de los períodos más brillantes de la historia ele la ciencia. Con justicia p11ede consi­derárselo el fundador de la física mo­derna, y junto a Kepler. uno de los grandes responsables del triunfo del sistema copernicano. Había nacido en Pisa el 15 de febrero de 1564, y su pa­dre lo destinó al estudio de la medici­na: pero Galileo se orientó rápidamente hacia la física y la astronom1a. En uno y otro campo sus contribuciones fueron decisivas. Fue probablemente el prime­ro er enfocar un telescopio hacia el cie­lo. inaugurando una nueva era: vio a la

Via Láctea disolverse en un mar de es­trellas, y vio manchas en el Sol -con lo cual destruyo la supuesta perfección del astro rey- y, lo que es más impor­tante, encontró satélite� girando alrede­dor de Jupiter, con lo cual asestó un golpe form1dable al dogma de que todo giraba alrededor de la Tierra, y propor­cionó una fanfarria mas al triunfal as­censo del sistema copemicano.

En la mecánica. Galileo se dedicó al estudio del movimiento: su descubri­miento temprano de las leyes del pén­dulo es apenas un jalón, coronado mu­chos años más tarde al enunciar la ley de la caída de los cuerpos, tras haber encontrado la solución de un problema que no habían podido resolver sus fa­bulosos precursores y contemporáneos Copérnico, Giordano Bruno, Kepler. Descartes. Para el aristotelismo, la ve­locidad de caída dependía del peso: Ga­lileo estableció que todos los cuerpos caen en el vacío con la misma acelera­:ión, y la ley que rige el camino reco­rrido: proporcionalidad al cuadrado del tiempo transcurrido. Al formular esta l ey en forma precisa y contundente, Galileo pone en entredicho toda la flsi­ca de Aristóteles (y la del inzpetusi­¿Cómo llega a este resultado? ¿Qué es exactamente lo que hace? No es tirar esteras iguales desde lo alto de la torre de Pisa -aunque podna haberlo hecho­siuo. ademas de medir y experimentar, imaginar, plantear las condiciones idea­les para el experimento y razonar so­bre la base de ellas, es decir, abstraer. Esto, que hoy en día resulta obvio para cualquier estudiante que se inicie en el estudio de las ciencias, no lo era enton­ces ni mucho menos. Nada iba a avan­zar hasta que no se rompiera con el es­pacio compacto y carente de vacío de Aristóteles. donde lo� movile se diri-

gían a sus lugares preestablecidos, y hasta que no se tratara al espaciO úsico como una entidad geometrica, eucli­deana y, como tal, abstracta. Galileo comprende que el mundo, por lo me­nos tal como lo explica la ciencia, es abstracto, y que el lenguaje a utilizar para describirlo es el lenguaje matemá­tico. Aq01 hay una ruptura no sólo fisi­ca. sino filosófica. de una magnitud que ahora es dificil apreciar y que pue­de compararse -si se quiere- eón la que inicia Descartes sentado frente a su chimenea en Holanda, estableciendo la duda metódica y partiendo de cero pa­ra reformular la filosofía occidental. "El libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos", dijo Galileo, enunciando el principio general de la nueva física; poco mas tarde, ewton escribiría ese libro.

Pero mas allá de todos sus descu­brimiento&, y del decisivo empujón que dio a la cienc1a. GaliiPo es el símbolo de la lucha entre la verdad y el poder: no debe extrañar que haya inspirado a escritores. poetas y generaciones de científicos. Sin embargo, mas que el personaje que nos muestra Brecht. Ga­lileo parece una creacion de Milan Kun­dera. Su retractacion fue quizás el acto más lúcido de su vida, v una de las ma­yores enseñanzas que ríos dejó, ademas de una preciosa contribucion al metodo experimental: en vez de inmolarse en e! altar de la verdad y en aras de un he­roísmo dudoso. hace lo qur le exigen sus jueces, sabiendo que nada cambia­ra porque alguien firme o confiese tal o cual cosa: en suma, que la estupidez no puede triunfar sino momentáneamente. La tal vez falsa anécdota del susurro por lo bajo ("igual se muev(•"), que ··se 110n é vera é be11 trova la", resulta com­pletamente redundante

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