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Instituto Profesional de Chile Escuela de Pedagogía Básica Módulo de Aprendizaje Nº 2 INCAS El medio y sus habitantes Los incas fueron la civilización más compleja que se desarrolló en la América del Sur, constituyendo un vasto imperio que abarcó los actuales países de Perú, Bolivia, gran parte de Ecuador, el noroeste de Argentina y el norte de Chile. El origen de los incas se remonta al siglo XII de la era cristiana, cuando tras una larga migración se asentaron las primeras familias en el valle de Cuzco. Todo este proceso nos ha sido narrado en el mito fundacional inca, que considera a Manco Capac como su primer gobernante y fundador de la ciudad del Cuzco. Una serie de tribus, como los huallas, alcabizas y poques , poblaban entonces estas tierras y los incas tuvieron que luchar por muchos años para consolidar su dominio sobre el valle hacia el siglo XIV. Bajo el reinado del noveno Inca Pachacuti (1438-1471) se inició la expansión de los incas, tras vencer a la poderosa Confederación Chanca que asolaba al Cuzco. Desde entonces, los ejércitos incas fueron incontenibles y rápidamente sometieron a los lupacas y collas de la actual Bolivia, a los huancas y tarmas del valle del Urubamba y penetraron hacia el norte hasta la futura ciudad de Quito. Entre las campañas de Pachacuti sobresalió aquella que culminó en la sujeción del pujante señorío Chimú , empresa que fue liderada por el hijo de Pachacuti, Topa Inca Yupanqui en 1465. La máxima extensión Imperio Incaico Topa Inca Yupanqui o Túpac Inca fue el mayor conquistador y el verdadero organizador del Tahuantinsuyo o imperio de los cuatro lados. Su reinado se extendió entre 1471 y 1493, durante el cual se agregaron al poderío inca inmensas regiones como el altiplano boliviano, el norte y centro de Chile, el noroeste argentino hasta Mendoza y algunas regiones selváticas. Luego de estas conquistas, Túpac Yupanqui se abocó a la administración de tan extenso imperio, repartiendo las tierras y perfeccionado las instituciones que tendrían a su cargo el manejo del Tahuantinsuyo. Con Huayna Capac (1493-1525) se cerró el ciclo de las grandes conquistas incas, interrumpido bruscamente por la presencia europea en centroamérica, cuyas enfermedades se adelantaron a los conquistadores y terminaron con la vida del inca. El Tahuantinsuyo se extendía por diversas regiones geográficas, donde encontramos una importante variedad de climas y vegetación. A grandes rasgos se pueden distinguir tres zonas: la costa, la sierra y la selva. La costa comprende una franja desértica de unos cincuenta kilómetros de ancho, surcada por numerosos ríos que bajan de los Andes y forman valles aptos para el asentamiento humano. La riqueza marina y la agricultura de frijoles, camotes o pepinos en los valles permitieron el florecimiento de distintas culturas desde tiempos muy antiguos, como por ejemplo los Mochica y Nazca. La sierra está constituida por una serie de cadenas montañosas que en su conjunto forman la Cordillera de los Andes. Entre estas cadenas hay mesetas altiplánicas, protegidas de los vientos, bien irrigadas y de clima 1

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Módulo de Aprendizaje Nº 2

INCAS

El medio y sus habitantesLos incas fueron la civilización más compleja que se desarrolló en la

América del Sur, constituyendo un vasto imperio que abarcó los actuales países de Perú, Bolivia, gran parte de Ecuador, el noroeste de Argentina y el norte de Chile.

El origen de los incas se remonta al siglo XII de la era cristiana, cuando tras una larga migración se asentaron las primeras familias en el valle de Cuzco. Todo este proceso nos ha sido narrado en el mito fundacional inca, que considera a Manco Capac como su primer gobernante y fundador de la ciudad del Cuzco.

Una serie de tribus, como los huallas, alcabizas y poques , poblaban entonces estas tierras y los incas tuvieron que luchar por muchos años para consolidar su dominio sobre el valle hacia el siglo XIV.

Bajo el reinado del noveno Inca Pachacuti (1438-1471) se inició la expansión de los incas, tras vencer a la poderosa Confederación Chanca que asolaba al Cuzco. Desde entonces, los ejércitos incas fueron incontenibles y rápidamente sometieron a los lupacas y collas de la actual Bolivia, a los

huancas y tarmas del valle del Urubamba y penetraron hacia el norte hasta la futura ciudad de Quito. Entre las campañas de Pachacuti sobresalió aquella que culminó en la sujeción del pujante señorío Chimú , empresa que fue liderada por el hijo de Pachacuti, Topa Inca Yupanqui en 1465.

La máxima extensión Imperio IncaicoTopa Inca Yupanqui o Túpac Inca fue el mayor conquistador y el verdadero organizador del

Tahuantinsuyo o imperio de los cuatro lados. Su reinado se extendió entre 1471 y 1493, durante el cual se agregaron al poderío inca inmensas regiones como el altiplano boliviano, el norte y centro de Chile, el noroeste argentino hasta Mendoza y algunas regiones selváticas. Luego de estas conquistas, Túpac Yupanqui se abocó a la administración de tan extenso imperio, repartiendo las tierras y perfeccionado las instituciones que tendrían a su cargo el manejo del Tahuantinsuyo. Con Huayna Capac (1493-1525) se cerró el ciclo de las grandes conquistas incas, interrumpido bruscamente por la presencia europea en centroamérica, cuyas enfermedades se adelantaron a los conquistadores y terminaron con la vida del inca.

El Tahuantinsuyo se extendía por diversas regiones geográficas, donde encontramos una importante variedad de climas y vegetación. A grandes rasgos se pueden distinguir tres zonas: la costa, la sierra y la selva. La costa comprende una franja desértica de unos cincuenta kilómetros de ancho, surcada por numerosos ríos que bajan de los Andes y forman valles aptos para el asentamiento humano.

La riqueza marina y la agricultura de frijoles, camotes o pepinos en los valles permitieron el florecimiento de distintas culturas desde tiempos muy antiguos, como por ejemplo los Mochica y Nazca. La sierra está constituida por una serie de cadenas montañosas que en su conjunto forman la Cordillera de los Andes. Entre estas cadenas hay mesetas altiplánicas, protegidas de los vientos, bien irrigadas y de clima templado, que fueron aprovechadas para el establecimiento por parte de diferentes culturas como Tiahuanaco y Huari.

La flora y fauna de la sierra está determinada por la altura; mientras en las tierras bajas (hasta 2.500 metros) se cultivan verduras y frutas como las paltas, papayas, chirimoyas, lúcumas o tunas, hacia los 3.500 metros predomina absolutamente el cultivo del maíz, además de porotos y la cría de cuyes. En las alturas empinadas sobre los 3.500 metros, por último, se practica la ganadería de llamas y alpacas y se siembra una enorme variedad de papas.

La selva o ceja se extiende por todo el flanco oriental de los Andes entre los 400 y los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Presenta altas temperaturas producto de su clima subtropical, donde se desarrollan especialmente las plantaciones de coca, mandioca, papaya, plátanos y ají. Entre la fauna hay monos, pavas, perdices, tortugas, hormigas con abdómenes cargados de grasa y proteínas comestibles y una infinidad de aves. Es preciso señalar que la población de esta inmensa área se las ingenió para adaptarse a los distintos hábitat y sacar el mejor provecho a sus recursos. Desde la pesca en la orilla del mar hasta la ganadería auquénida en las alturas andinas, los hombres y mujeres se vincularon a través de fluidos intercambios. En ese contexto, los incas tuvieron el gran mérito de poner a disposición de pueblos muy disímiles

entre sí una mayor variedad de productos alimenticios y de uso cotidiano, aprovechando al máximo los recursos obtenidos en los diversos pisos ecológicos.

Organización política y socialLos incas gobernaron sobre múltiples culturas y etnias que en muchos casos poseían una trayectoria más

larga en el tiempo que los propios incas. Desde la capital Cuzco, el "ombligo del mundo" en idioma quechua, el dominio incaico se extendió hacia los cuatro puntos cardinales. El imperio se denominó Tahuantinsuyo que 1

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significa "las cuatro regiones que se integran" y que eran: Chinchasuyo al norte, Cuntisuyo al oeste, Collasuyo al sur y Antisuyo al este en relación al Cuzco.

La jerarquía de mando del Tahuantinsuyo era muy rígida y vertical, pues el denominado Sapa Inca era quien tomaba las decisiones, secundado por los cuatro suyuyoc-apu (jefes de cada uno de los cuatro suyos) que residían en la capital. Otros consejeros asesoraban al Sapa Inca en materia judicial, militar o religiosa, además de un grupo de funcionarios que, en su calidad de veedores generales del Incario, se desplazaban por todo el imperio informando al Sapa Inca de cuanto sucedía. El sapa inca gozaba de todas las comodidades imaginables y su figura era respetada y venerada por todos. Entre sus privilegios también estaba el de poder elegir a sus mujeres entre las escogidas para tales fines.

Cada suyo estaba dividido en provincias o huamani, cuyos límites coincidían a menudo con las fronteras étnico-políticas preincaicas y eran encabezados por los apo o jefes. Los huamani se descomponían a su vez en sectores o sayas al frente de las cuales estaban los tocricoc o gobernadores. Por último, las sayas se constituían a partir de un número variable de ayllus, el núcleo social básico andino al cual nos referiremos más adelante, donde la autoridad era ejercida por los curacas o caciques.

En la administración del Tahuantinsuyo hay que destacar el funcionamiento de dos principios básicos: la reciprocidad y la redistribución. La reciprocidad, de una existencia anterior al dominio inca, era un mecanismo que operaba al interior de las aldeas y comunidades, permitiendo la ayuda mutua, la cooperación y la regulación de los intercambios. Así por ejemplo, las labores agrícolas eran ejecutadas por todos los miembros de un ayllu en virtud de los lazos de reciprocidad vigentes, y el producto del trabajo era repartido también entre todos.

El dominio inca modificó en parte esta situación, al exigir a las comunidades la entrega de cierta cantidad de su producción (agrícola, textil, metalúrgica, etc.) al imperio y a los almacenes del Tahuantinsuyo. Sin embargo, los funcionarios incas abastecían a los ayllus con mercaderías obtenidas de otras latitudes, a cambio de la producción local. Eso es lo que se llama redistribución, donde la figura del curaca cobraba una especial importancia al constituirse en intermediario entre la reciprocidad comunal y la redistribución estatal.

El funcionamiento de la reciprocidad y la redistribución en el Imperio Incaico.En cuanto a la estratificación social el ámbito andino se presentaba como un mosaico de diversos

caciques y curacas, agrupados bajo la hegemonía de jefes de mayor rango. Bajo el dominio incaico este esquema varió, ya que los jefes principales aceptaron la preeminencia del Sapa Inca y reconocieron el nuevo ordenamiento estatal. Este grupo de señores regionales, a los que se agregaban los mayores funcionarios del imperio, los sacerdotes y algunos mercaderes, conformaban la élite del Tahuantinsuyo. Se distinguían de los demás por el uso de llamativos aros, por lo cual recibieron el nombre de "orejones", cuando arribaron los españoles.

El pueblo, por su parte, estaba constituido por una serie de grupos que desempeñaban distintas funciones. Ahí se ubicaban los artesanos; los hatun runas, que eran la gran masa campesina; los mitmaq, súbditos trasladados por los incas para colonizar zonas conflictivas dentro del imperio; los pescadores y, finalmente, los yanas quienes eran utilizados como servidores personales de la élite. El pueblo y la élite se vinculaban a través de los curacas locales y la burocracia estatal.

El ayllu era la unidad básica de toda la organización social, cuyos miembros reconocían antepasados comunes, aunque no constituían ni un clan ni un linaje. Cada ayllu, formado por aproximadamente cien familias encabezadas por un curaca, poseía tierras comunales que eran trabajadas por todos sus integrantes. Las familias tenían, asimismo, una porción de tierra (tupu), para satisfacer sus necesidades. A partir del dominio incaico, los ayllus también debieron cultivar tierras para el sol (religión) y para el Inca (estado). La familia, formada por la pareja y sus hijos solteros, era, en síntesis, una unidad de producción y de consumo dentro de la cual se establecía la división del trabajo.

Fuentes de subsistenciaLas actividades económicas de subsistencia más importantes del Tahuantinsuyo fueron la agricultura, la

ganadería, la pesca y la artesanía, todas ellas reguladas por el poderoso estado inca en virtud de los lazos de reciprocidad y redistribución.

Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que los incas implementaron el sistema agrícola más avanzado de la América Indígena, lo cual se comprueba al analizar la variedad de productos, la tecnología y los rendimientos. La agricultura del Tahuantinsuyo tuvo el gran mérito de adaptarse y desarrollarse en un medio geográfico que, a primera vista, no ofrecía las mejores condiciones para la agricultura.

En primer lugar, el relieve montañoso donde habitaba la mayor parte de la población del imperio, fue aprovechado mediante la construcción de innumerables andenes o terrazas de cultivo que permitieron utilizar las laderas de las montañas andinas.

Terraza de cultivo incaica en Machu Pichu.Estas verdaderas escaleras gigantes, erigidas sobre terraplenes con muros de contención de piedra,

evitaban que las lluvias arrastraran la tierra y sus cultivos al fondo de los valles. En estas terrazas agrícolas se podían obtener hasta tres cosechas anuales, sobresaliendo el maíz, el camote, los porotos y pallares, las

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calabazas, el maní y la quinoa, esta última con más de un 50% de contenido proteico que el arroz, el trigo o el maíz.

Estas plantas eran sembradas rotativamente, empleándose fertilizantes naturales como el guano de la costa, llevado especialmente hasta los Andes a lomo de llama.

Lo anterior revela el dominio de los campesinos andinos en la combinación de plantas cultivables y el máximo aprovechamiento de la superficie agrícola.

La papa, cultivada en los valles de mayor altura, fue el vegetal más importante de los incas. Se conocen más de 240 variedades de papas, que podían ser conservadas y almacenadas a través de su deshidratación. Así surgió el chuño, consumido por los ejércitos incaicos en sus empresas de conquista.

También la desértica franja costera del Tahuantinsuyo sirvió para obtener recursos a través de la agricultura y la pesca. La aplicación de técnicas hidráulicas de muy antigua data, como el riego artificial por medio de una extensa red de canales, posibilitaron las labores agrícolas en esta región. Igualmente, se excavaron pozos para poder contar con agua dulce y se utilizaron los fertilizantes.

La pesca, por su parte, se benefició de la riqueza ictiológica , donde abundan peces como la anchoveta y el congrio, crustáceos, mariscos y pulpos. Para pescar se empleaban balsas de totora, denominadas "caballitos". La selva proporcionaba al Incario las bondades y los frutos de una zona subtropical húmeda. La hoja de coca, el algodón, el tabaco, el cacao y una amplia variedad de frutas como la lúcuma, la piña, la chirimoya y los plátanos enriquecían la dieta inca con sus sabores.

Las actividades ganaderas ocuparon otro importante lugar en la subsistencia y administración del imperio. Los rebaños de llamas y alpacas sirvieron no sólo como alimento, sino también como medio de transporte y materia prima para los tejidos característicos del mundo andino.

La vicuña, en tanto, proporcionaba la lana más fina que se utilizaba para los tejidos de cumbi, es decir, las ropas del Sapa Inca y la nobleza. Las actividades de subsistencia eran realizadas principalmente por la población de los ayllus.

Para las obras que requería el imperio, tales como infraestructura vial, fortificaciones (pucarás), puentes, terrazas agrícolas, extracción de minerales o pastoreo, se recurría a un sistema de trabajo por turnos, llamado mita. Consistía en el servicio al estado que prestaba un grupo de personas, seleccionadas por los curacas, por un período cercano a los tres meses. Luego de este lapso, la persona retornaba a su ayllu de origen.

Por otra parte, los yanaconas, individuos no adscritos a ningún ayllu, desempeñaban labores de servicio personal y atendían las tierras particulares de incas y curacas. En el momento de la llegada de los españoles, los yanaconas eran un sector social en franco aumento, lo que, según algunos autores, colocaba en peligro la estabilidad del imperio.

Número de poblaciónEl problema de la población precolombina en el área andina ha sido motivo de una importante cantidad

de estudios en los que predominan dos tesis: unos, que señalan la cifra de 3 millones de habitantes, y los otros, que la aumentan a unos 20 millones para todo el Tahuantinsuyo. En virtud del análisis de diversas fuentes e investigaciones recientes, podemos afirmar que la población del Imperio incaico en el momento de la llegada de los españoles oscilaba entre los 10 y los 12 millones de personas que se concentraban fundamentalmente en el actual territorio peruano.

Vida cotidianaLa mayor parte de los habitantes del Tahuantinsuyo vivía en el ámbito rural, integrado a su ayllu. Allí

los días transcurrían entre las labores agrícolas para la comunidad, los trabajos para el estado y las festividades religiosas. En general, los funcionarios incas no permitían a las personas abandonar sin autorización su lugar de origen. Para controlar el cumplimiento de esta disposición, cada grupo étnico integrado al imperio debía usar un distintivo en su vestimenta. Así por ejemplo, los huancas del norte usaban un turbante negro, los collas del Titicaca se diferenciaban con su típico gorro de lana o los de Cajamarca lucían un cordón delgado en el pelo.

Pero también había un número importante de población urbana, fundamentalmente en la capital Cuzco y sus alrededores (Písac, Ollantaytambo, Kenco, Machu Picchu). En estas ciudades, la gente habitaba casas de piedra con techos de paja, totora u otros vegetales. Eran construcciones de uno o dos ambientes, muy pequeñas y sin ventanas, las cuales eran entregadas a la persona que contraía matrimonio. Las urbes también albergaban edificios públicos, plazas y calles angostas y rectas que poseían desagües y canaletas. La piedra usada para la construcción de viviendas y templos era el granito. Las piedras se unían por medio de salientes o tarugos que se insertaban en agujeros previamente tallados. De esa manera, los muros incas eran extraordinariamente firmes y resistían los terremotos sin problemas. Estas murallas aún se pueden admirar en la ciudad de Cuzco.

El día de los cuzqueños se iniciaba cuando las mujeres se levantaban una media hora antes que sus maridos a machacar el maíz en el metate. Como a las siete y media, el hombre se ponía uno de sus dos trajes de lana de llama que el estado entregaba a todos los recién casados. A continuación tomaba un frugal desayuno y se dirigía al trabajo. Mientras tanto, las mujeres tenían muchas obligaciones: recoger leña, tejer, cocinar, cuidar a los niños y mantener el orden en la casa. Como a las seis de la tarde finalizaba la jornada laboral de los hombres, sin descanso desde la mañana. Cuando se hacían presentes el cansancio o el hambre, se masticaban hojas de coca que permitían recuperar las energías. Una vez en casa, la familia compartía la comida del día, acompañada a menudo de chicha. En los días más fríos, se conversaba alrededor del fogón y se contaban historias o sucesos ocurridos en la ciudad. Las fiestas en que participaba la familia eran animadas con instrumentos y danzas propias de los Andes. 3

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Mundo religiosoLa religión profesada por los incas era politeísta, vale decir, se adoraba un importante número de

divinidades en ceremonias propugnadas por el estado. El dios principal era Viracocha, concebido como el creador del universo y de la primera generación de los incas. Por debajo de esta divinidad tutelar abstracta se ubicaban los dioses celestes, dentro de los cuales Inti, el Sol, era sin duda el más adorado. Ello se debía a que el sol, un ente concreto, permitía el desarrollo de la agricultura y el crecimiento de los cultivos, razón por la cual los campesinos andinos rendían permanentemente su culto a Inti. Por otra parte, la realeza incaica se consideraba descendiente directa del Sol. En su honor se construyeron gran cantidad de santuarios y templos y se oficiaban los ceremoniales del Inti-raymi, en junio, y del Capac-raymi en diciembre. Estas fiestas renovaban el vínculo entre los incas y el Sol, a través de ofrendas, cantos y plegarias.

Otras divinidades eran Illapa, dios del rayo y la tormenta, que era invocado para pedirle el agua que fertilizara los campos; Pachacamac, especie de oráculo, especialmente venerada en la costa central del Perú en un famoso santuario ubicado cerca de Lima; la Pachamama o madre tierra, máxima divinidad del interior cuyo culto antecede en mucho tiempo la llegada de los incas y, Mamaquilla, la luna, hermana y esposa del sol. En cuanto a esta última hay que señalar que los incas se casaban con sus hermanas, imitando el matrimonio divino entre Inti y Mamaquilla, manteniendo así la pureza de sangre.

Los rituales del estado inca eran presididos por un grupo sacerdotal muy jerarquizado, a la cabeza del cual estaba el Villca Humu. Todo el ceremonial propio de los incas se desarrolló en las grandes plazas, frente a los templos donde se congregaba la multitud. También las momias de los antiguos soberanos eran sacadas en estas ocasiones y paseadas en andas para que el pueblo las adorara. El consumo de chicha, las danzas y cánticos y los sacrificios de animales imprimían su sello a estas fiestas que, en muchos casos, se siguen celebrando hasta el día de hoy.

En un nivel local era sumamente importante el culto a las llamadas huacas, una fuerza espiritual encarnada en cualquier objeto como podían ser cimas de las montañas, rocas o ríos, y en personas con rasgos poco comunes como niños gemelos, gente con más dedos de lo normal, etc.. Las huacas, consideradas benéficas o maléficas, recibían constantemente ofrendas de los campesinos o viajeros y representan la religiosidad propiamente popular. El conjunto de ofrendas se denominaba apachitas que se encontraban en los bordes de los caminos, los campos, en los templos o el entorno natural.

Las comunicaciones y la guerraRed de caminos utilizados en el Imperio Incaico.

Entre los elementos más sobresalientes del Tahuantinsuyo está la enorme red de caminos, puentes, fortalezas y posadas construida por los incas. En efecto, mientras en los albores de la era cristiana, "todos los caminos conducían Roma", en el siglo XV, "todos los caminos conducían a Cuzco". Los especialistas han determinado que la extensión de la red caminera incaica podría alcanzar los 40 mil kilómetros, habiéndose hallado hasta ahora poco menos de 25 mil kilómetros de caminos.

Las rutas construidas por los incas tendían a ser rectas, salvo en los lugares donde el relieve obligaba a modificar su curso. En las montañas abundan las escalinatas talladas en las mismas rocas y los angostos desfiladeros que recorrían las pendientes andinas en forma zigzagueante. Las rutas eran utilizadas por los chasquis o mensajeros que se trasladaban a pie portando los célebres quipus con todo tipo de información para las autoridades del Cuzco. Asimismo, los caminos cumplían una función estratégica para el desplazamiento rápido del ejército imperial y para las recuas de llamas que cargaban los productos elaborados en todos los rincones del Tahuantinsuyo. Cada ciertos tramos del camino, había posadas o tambos que proporcionaban alimento a los viajeros, permitían el recambio de llamas y abastecían al ejército en sus desplazamientos.

La organización bélica de los incas fue un factor clave en sus conquistas. Todos los hombres físicamente aptos entre 25 y 50 años de edad, debían prestar un servicio militar. La jefatura del ejército estaba a cargo de generales nobles que obedecían en última instancia al Sapa Inca. La disciplina militar era muy rígida, aunque una vez en combate las tropas se dispersaban en una lucha cuerpo a cuerpo. Asimismo, los incas implementaron variadas tácticas, como los movimientos envolventes o las falsas retiradas, que les permitieron derrotar a poderosos enemigos. Las principales armas eran la estólica o lanzadardos, los arcos y flechas, la macana y, especialmente, la honda.

El enfrentamiento en el campo de batalla sólo era el último recurso empleado por los generales incas. Antes de llegarse a un desenlace armado, los incas montaban un aparato diplomático cuyo objeto era convencer a los jefes enemigos de su sumisión pacífica al imperio, a cambio de lo cual se les garantizaban sus privilegios. Los jefes militares incas entregaban regalos y hacían demostraciones de su poderío, ante lo cual muchos potenciales enemigos fueron convertidos en aliados.

Las fortalezas o pucarás fueron otro de los elementos característicos de la organización militar imperial. Estratégicamente ubicadas en las alturas cumplían el propósito de vigilar el entorno y defender las ciudades importantes, como el caso de Sacsahuamán a cargo de la protección del Cuzco. Los pucarás eran de piedra (granito), poseían varias dependencias para albergar a los soldados, comida y a un número de yanaconas que cumplían tareas de servicio.

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