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MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD Autores Varios, en Reyes, R. (1988): Terminología Científico-Social. Barcelona: Anthropos, pp.630-648 CRISIS DE LA MODERNIDAD Es un hecho universalmente aceptado que, en las dos ultimas décadas, estamos atravesando una profunda crisis que afecta al conjunto de las sociedades actuales, independientemente de su pertenencia al mundo desarrollado, al Tercer Mundo o a los países de “socialismo real”. Estamos, por tanto, inmersos en una crisis global del sistema mundial surgido tras la segunda guerra mundial. El problema se plantea a la hora de definir dicha crisis global, ¿es una crisis económica?, ¿crisis social?, ¿crisis ideológica?... Asistimos a numerosas crisis -económica, social, política, ideológica..., que interactuando unas sobre otras han dado lugar a una crisis global de la sociedad occidental, hoy hegemónica en el planeta. Intentar explicar las causas y consecuencias de la crisis actual sobre la base de alguna de sus manifestaciones sólo conduce a la perplejidad. Es preciso remontarse por encima de los fenómenos inmediatos que dan muestra de la existencia de tal crisis, para intentar analizar y comprender en toda su profundidad su significación. Crisis global que está afectando a la configuración de los códigos elementales de nuestra cultura - los que rigen el lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas- que fijaban de antemano los órdenes empíricos en los que el Hombre se reconoce (Foucault). Códigos elementales que encontraban su justificación y/o articulación en las teorías científicas y filosóficas, que en un determinado momento de nuestra cultura, han dado razón de 318

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Modernidad, Postmodernidad

MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD

Autores Varios, en Reyes, R. (1988): Terminologa Cientfico-Social. Barcelona: Anthropos, pp.630-648CRISIS DE LA MODERNIDAD

Es un hecho universalmente aceptado que, en las dos ultimas dcadas, estamos atravesando una profunda crisis que afecta al conjunto de las sociedades actuales, independientemente de su pertenencia al mundo desarrollado, al Tercer Mundo o a los pases de socialismo real. Estamos, por tanto, inmersos en una crisis global del sistema mundial surgido tras la segunda guerra mundial.El problema se plantea a la hora de definir dicha crisis global, es una crisis econmica?, crisis social?, crisis ideolgica?... Asistimos a numerosas crisis -econmica, social, poltica, ideolgica..., que interactuando unas sobre otras han dado lugar a una crisis global de la sociedad occidental, hoy hegemnica en el planeta. Intentar explicar las causas y consecuencias de la crisis actual sobre la base de alguna de sus manifestaciones slo conduce a la perplejidad. Es preciso remontarse por encima de los fenmenos inmediatos que dan muestra de la existencia de tal crisis, para intentar analizar y comprender en toda su profundidad su significacin. Crisis global que est afectando a la configuracin de los cdigos elementales de nuestra cultura -los que rigen el lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus tcnicas, sus valores, la jerarqua de sus prcticas- que fijaban de antemano los rdenes empricos en los que el Hombre se reconoce (Foucault). Cdigos elementales que encontraban su justificacin y/o articulacin en las teoras cientficas y filosficas, que en un determinado momento de nuestra cultura, han dado razn de una cosmovisin del Universo, la Naturaleza y la Sociedad, a travs de la cual el Hombre encuentra su espacio en dichos niveles. Trastrocamiento de cdigos, rdenes y teoras que han generado una crisis de civilizacin donde el Hombre ha perdido aquellos elementos referenciales que le servan para situarse en el mundo. Crisis civilizatoria que encontrada parangn con la crisis que atraves Occidente entre los siglos XIV y XVI, y dio origen al nacimiento de la Modernidad (finales del siglo XVIII y principios del XIX). Por tanto, asistimos al trastocamiento del orden y cdigos que configuraron la Modernidad (vase Modernidad). De la misma forma que el Renacimiento supuso el fin del orden medieval, en la actualidad contemplamos el fin de la Modernidad a manos de una nueva ordenacin de las bases estructurantes de nuestra cultura, y que por algunos ha sido definida por Postmodernidad (vase Posmodernidad).Nos situamos en la perspectiva de estar asistiendo a la crisis de la Modernidad, tal como sta se configur a lo largo del siglo XIX. Pretendemos presentar, de forma muy breve y un tanto esquemtica, aquellos acontecimientos y transformaciones que en los distintos campos del saber occidental han sido puestos en cuestin, derrumbando la racionalidad moderna, esto es, un determinado ordenamiento de la episteme que ha estado vigente hasta la segunda guerra mundial, dando lugar a una determinada configuracin de saber en los campos de las ciencias naturales y sociales. Discontinuidad que est alterando radicalmente el orden de positividades, por el cual el modo de ser de las cosas y el orden que, al repartirlas, las ofrece al saber, se est modificando profundamente.As, pues -se trata de otra fase del conocimiento-, el saber cambia de naturaleza y de forma en su positividad, tanto en las ciencias naturales como en las sociales. En el campo de las ciencias naturales vamos a fijar nuestra atencin en las transformaciones que desde finales del siglo XIX han sacudido a las ciencias fsicas y la biologa, y que han acabado con los paradigmas (en el sentido de Kuhn) que sustentaban hasta ese momento ambas ciencias, es decir, el derrumbamiento de las bases sustentadoras de la fsica clsica: el determinismo y el modelo laplaciano de realidad, y, por otro lado, la reformulacin de la teora draconiana de la seleccin natural en trminos genticos mendelianos.En cuanto a las ciencias sociales, la influencia de la revolucin cientfica de principios de este siglo (Kuhn) y la propia trayectoria de la historia desde la segunda guerra mundial a nuestros das, nos enfrentamos a una crisis de los paradigmas que sustentaban las teoras sociales que nacieron en el siglo XIX: crisis de la idea de progreso; crisis de la creencia en la existencia de un sentido de la historia (tanto en su formulacin hegeliana, como en su reformulacin marxiana); crisis de los grandes sistemas filosficos, a partir de la ruptura epistemolgica que sufri Nietzsche; crisis de la economa y de las teoras econmicas, etc.

En el campo de la fsica, el descubrimiento de la radiactividad por Roentgen en 1895, la teora cuntica de Planck en 1900, las teoras de la relatividad de Einstein -la especial de 1905 y la general de 1916-, as como la teora atmica de Rutherford-Bohr en 1913 y la nueva teora cuntica en 1925 van a significar el fin de la fsica clsica y el nacimiento de una nueva fsica (vase Principio de indeterminacin), a travs del fin del modelo laplaciano de realidad. El descubrimiento de la radiactividad constituy un duro golpe a las doctrinas fsicas y qumicas del siglo XIX, que se sustentaban en el principio de inmutabilidad de los elementos, eran incapaces de explicar los cambios de la materia -el propio concepto de materia cambiar radicalmente- por s misma sin necesidad de ningn estimulo externo. El descubrimiento del electrn exiga revisar la teora de la radiacin de la luz, al igual que la teora del calor. La teora cuntica de Planck (1900) resolva una dificultad experimental al postular que los tomos no liberan energa continuamente, sino discontinuamente (esto es, por partes), y que la atomicidad no resida en la energa misma, sino en una nueva magnitud que es la accin (energa multiplicada por tiempo), son los cuantos de accin, esto es, la cantidad suficiente de accin que gobierna la magnitud de todos los intercambios de energa de los sistemas atmicos.Por otra parte, la Teora Especial de la Relatividad de Einstein (1905) demostraba que slo puede observarse un movimiento relativo, en el cual espacio y tiempo son en cierto modo intercambiables dependiendo del movimiento del observador. Diez aos ms tarde con la elaboracin por Einstein de la Teora General de la Relatividad, en la que introduca la fuerza de la gravedad en el concepto espacio-tiempo, no slo desmoron la mecnica de Newton, sino tambin la geometra euclidiana, pues, segn postula la Teora General, el espacio se curva en la proximidad de los cuerpos con masa. La aplicacin de la teora cuntica de Planck a la estructura atmica desarrollada por Bohr se mostr extraordinariamente compleja, lo que llev en 1925 a la revisin general de la teora cuntica por parte de De Broglie en Francia, Schrdinger, Heisenberg, Bom y Jordan en Alemania y Dirac en Inglaterra. El principio de incertidumbre de Heisenberg, que estipula que es imposible determinar con un grado de precisin llegado cierto lmite, a la vez la velocidad y la posicin de una partcula cualquiera, conmocion los pilares cientficos sobre los que se sustentaba la fsica clsica, ya bastante deteriorados, al introducir como un principio fundamental en la microfsica, o fsica de las partculas, el principio del azar en el comportamiento de las partculas (vase Principio de indeterminacin y Probabilidad). Otro quebranto a nuestro sentido comn fue el descubrimiento realizado por Lee y Yang en 1960, de que ciertas interacciones potentes, que giran unas hacia la derecha y otras hacia la izquierda, no tienen lugar en nmeros iguales, lo que significa que en el Universo hay una especie de torcedura interior. En febrero de 1964 se lleg a la primera explicacin inteligible de las llamadas partculas fundamentales con el principio de Simetra Unitaria. Ahora podemos advertir que no tratamos tanto. con entidades como con sistemas de fuerzas, o interacciones de las que actualmente conocemos cuatro; que son en orden decreciente: la energa nuclear, la fuerza electromagntica, la fuerza nuclear dbil y la fuerza de la gravedad. Aunque todava no se ha conseguido explicar su significacin real. De otra parte, la existencia de partculas inestables, o de corta vida, ha puesto al descubierto que nuestra comprensin de los fenmenos fsicos es an bastante limitada, en buena medida por las limitaciones de nuestras posibilidades de captacin. Lo que unido a las consecuencias de la Teora General de la Relatividad ha llevado a considerar que lo que entendemos por permanente no es sino un estadio largamente mantenido dentro de una secuencia de cambios, y que este flujo no precisa moverse siempre a la misma velocidad.La fsica de la segunda mitad del siglo XX se parece tanto a la fsica clsica, como sta a la fsica medieval. Lo que todava la fsica actual no ha sido capaz de realizar es la articulacin en un todo coherente de la fsica de las partculas fundamentales, o microfsica y la fsica de los grandes espacios del Universo, a partir de la Teora General de la Relatividad. De todas maneras la revolucin cientfica que hemos descrito a grandes rasgos, ha provocado, o debe provocar, una nueva concepcin de la realidad fsica, del Universo al microcosmos, como la fsica newtoniana proporcion una visin del munco coherente a los campos del saber -ciencia y filosofa- de la sociedad de la poca clsica (vase Principio de indeterminacin y Probabilidad).En el campo de las ciencias biolgicas hemos asistido, en las ltimas dcadas, a una reformulacin de la teora darwiniana de la seleccin natural en trminos genticos mendelianos. En lugar de las imperceptibles variaciones postuladas por Darwin, se ha pasado a contemplar la evolucin sobre la base de cambios repentinos producidos por sustitucin gentica, multiplicacin gentica, por cromosomas duploides o poliploides y por mutacin gentica. Dichas alteraciones son debidas, segn las tesis dominantes en la biologa actual, a razones que no tienen relacin con el valor adaptativo del carcter resultante en el animal adulto. Desde esta perspectiva la seleccin no se realizara sobre los caracteres, sino sobre los genes o combinaciones genticas que los producen. La adaptacin sea simplemente resultado de la combinacin ms afortunada de una serie de agrupamientos plenamente casuales. El desarrollo de la biologa molecular y la bioqumica han desempeado un papel fundamental en esta nueva visin sobre la propia concepcin del origen y la evolucin de la vida, en la que la vida externa de los organismos no sera ms que un reflejo de las estructuras internas de las molculas. El antiguo punto de vista evolutivo se basaba en las apariencias y comportamientos visibles; el nuevo debe comprender las dimensiones de los tomos y las molculas, sin olvidar las dimensiones mayores de organismos y sociedades. Las teoras mecanicistas derivadas del modelo laplaciano de realidad no eran capaces de integrar dichos avances y descubrimientos, al cuestionar el principio determinista estricto sobre el que reposaba, por lo que fue preciso replantear la Teora de la Evolucin sobre unas bases nuevas que permitiesen incorporar los avances de la gentica, en una teora evolutiva no fundamentada en un determinismo estricto. En el campo de las ciencias sociales, desde la segunda guerra mundial hasta nuestros das, se han producido profundas transformaciones que estn afectando a la propia estructura del saber (en la teora del conocimiento y del lenguaje en los sistemas filosficos y sociales, en las teoras econmicas y polticas...), que estn alterando profundamente la base epistemolgica que haba sustentado la construccin de las teoras del lenguaje, de la economa, de la sociedad... desde el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Episteme que descansaba, al igual que en las ciencias naturales, sobre los pilares del determinismo y del principio de realidad laplaciano: Lo esencial es que a principios del siglo XIX se haya constituido una disposicin del saber en la que figuran a la vez la historicidad de la economa (en relacin con las formas de produccin), la finitud de la especie humana (en relacin con la escasez y el trabajo) y el cumplimiento de un fin de la historia -[...]-. El flujo del devenir, con todos sus recursos de drama, de olvido, de enajenacin, se captar en una finitud antropolgica [...].Durante mucho tiempo esta disposicin fue constrictiva; y a fines del siglo XIX, Nietzsche la hizo centellear una vez ms al incendiarla. Retom el fin de los tiempos para hacer de ello la muerte de Dios y el errar del ltimo hombre; [...]. En cualquier caso, es Nietzsche el que ha quemado para nosotros, y antes de que hubisemos nacido, las promesas mezcladas de la dialctica y de la antropologa."Nos parece que del saber clsico lo sabemos todo si comprendemos que es racionalista, que otorga, desde Galileo y Descartes, un privilegio absoluto a la Mecnica, que supone un ordenamiento general de la naturaleza, que admite una posibilidad de anlisis muy radical para descubrir el elemento o el origen [...]" (Foucault).Ese dominio del conocimiento, esa seguridad del saber clsico, ese optimismo en el progreso a travs del dominio de la Naturaleza, han saltado en mil pedazos en las dos ltimas dcadas: la crisis econmica, como crisis estructural, caracterizada por el agotamiento del modelo de acumulacin desarrollista puso fin a las esperanzas en el crecimiento ilimitado e hizo saltar pos los aires las diferentes teoras econmicas vigentes. La crisis ecolgica y la bomba de hidrgeno han puesto fin a la visin de un desarrollo cientfico bondadoso y neutral al servicio del Hombre, poniendo al descubierto la contradiccin existente entre rendimiento econmico (maximizacin de resultados) y bienestar social y ecolgico. Crisis de la idea de progreso dominante en la sociedad decimonnica, en la que desarrollo cientfico y desarrollo econmico-social iban unidos de la mano en la consecucin del paraso terrenal. Crisis poltica por la quiebra de los sistemas de representacin de las democracias occidentales y de las democracias populares (crisis de los partidos y organizaciones sociales, crisis del parlamentarismo, reforzamiento de las tendencias autoritarias y presidencialistas [...]. Crisis ideolgica cuya expresin ms manifiesta es la crisis de los Grandes Relatos, entendidos stos como crisis de los sistemas filosficos -y de las configuraciones ideolgicas a que dieron lugar- que surgidos en el siglo XIX dominaron la esfera de lo social hasta la dcada de los sesenta. Crisis social, por el estallido de la estructura social de los aos sesenta, crisis del estado del bienestar y desarticulacin de la sociedad civil en una pluralidad de segmentos con dbiles lazos de conexin social, etc.En el campo del saber la teora del lenguaje ha jugado un papel cada vez ms fundamental en los procesos de conceptualizacin, tanto cientficos como sociales, pues se puede afirmar que en las ltimas dcadas las ciencias y las tcnicas llamadas de punta se apoyan cada vez ms en el lenguaje: la fonologa y las teoras lingsticas, los problemas de la comunicacin y la ciberntica, las lgebras modernas y la informtica, los ordenadores y sus lenguajes, los problemas de memorizacin y los bancos de datos, la telemtica y la puesta en marcha de ordenadores inteligentes, etc. En la actualidad, y ms an en el futuro prximo, el saber y la transmisin de conocimientos se concentra, y se concentrar todava ms, en las mquinas de informacin (ordenadores, bancos de datos, telemtica, etc.). Situacin que no puede dejar de afectar al status general del saber. En efecto, as como la palabra escrita engendr una forma determinada de saber (MacLuhan), determinando lo que poda ser considerado conocimiento y lo que quedaba fuera de la esfera del conocimiento -slo aquello que era consignado a travs de la palabra escrita acceda al status de conocimiento-; y las leyes del discurso ordenaban el saber, el discurso como palabra escrita, desde Platn a nuestros das, constituye el recipiente donde se encuentra encerrado el saber. Al igual que la palabra escrita constrea el ser del saber, la ciberntica, la telemtica y la informtica no van a dejar intacta la naturaleza del saber (Lyotard). A partir de este momento el conocimiento ser aqul que pueda traducirse al lenguaje-mquina, pudiendo preverse que todo saber no traducible ser dejado de lado, del mismo modo como el saber no escrito -oral-, de las sociedades orales fue expulsado del campo del saber, perdindose irremisiblemente.Esta transformacin tiene hondas repercusiones en la representacin que del saber se tiene hoy, y suponen una fractura metodolgica con los dos grandes tipos de discurso sobre la sociedad engendrados en el siglo XIX: la que provena de los pensadores de la escuela francesa, concentrada en el funcionalismo y desarrollada por Parsons como sistema autorregulado; y la procedente del marxismo, y su reelaboracin por la Escuela de Frankfurt, con el desarrollo de la teora crtica. Dos discursos alternativos el uno respecto del otro donde se enfrentaban homogeneidad y dualismo intrnsecos de la sociedad, funcionalismo y criticismo del saber, positivismo y hermenutica. La configuracin actual de las sociedades postindustriales escapa tanto a la racionalidad de un discurso como de otro, al basarse en la articulacin social, bien como sistema homogneo, bien como sistema dividido en clases irreconciliables, no aplicables, por tanto, en una estructura social desarticulada donde la homogeneidad no es ms que un bello mito del pasado, mientras que la teora clsica de las clases sociales no puede dar razn de los procesos actuales de desarticulacin social. De ah la crisis de las ideologas, de los sistemas filosficos que surgidos durante el siglo XIX dominaron la esfera de lo social hasta la dcada de los sesenta. De esta composicin de los Grandes Relatos se sigue lo que ha sido definido como la disolucin del lazo social y de las colectividades sociales en una masa de individualidades lanzadas a un absurdo movimiento browniano (Marcuse, Baudrillard). Fin del pensamiento utpico y de los proyectos sociales colectivos de cambio y transformacin de la sociedad, o cuando menos, su retroceso a posiciones marginales y marginadas. Etapa del desencanto social, del escepticismo, terreno abonado a las posiciones nihilistas. Fenmenos que han tenido una amplia resonancia en la configuracin de una nueva subjetividad, en la que lo social no es contemplado como lugar de realizacin y conformacin del yo.Se ha operado una profunda transformacin en la relacin entre individuo y sociedad -entre subjetividad e intersubjetividad-. El yo ya no es confirmado/conformado por el nosotros. Anteriormente el individuo se situaba en la sociedad por medio de una dimensin de significantes colectivos que lo definan en lo social. Estos elementos definan - significaban- al individuo en la sociedad, lo integraban en un grupo social cohesionado, y el lenguaje tena un poder significativo.En la actualidad se ha producido un desplazamiento radical en la dimensin referencial, provocando una nueva relacin entre subjetividad e intersubjetividad, en la que la informacin (la circulacin de informacin, el exceso de informacin y la necesidad de seleccin por uno mismo) determinan un nuevo lazo social, caracterizado por la pluralidad y la fragmentacin, donde los conflictos y consensos lejos de ser estables, cosa que, por otra parte, no lo fueron nunca, devienen en temporales. Donde el individuo conforma su subjetividad a travs de una relacin con el medio social por medio del signo -en esto juega un papel fundamental la publicidad-, perdida toda capacidad significante, el signo es el nico y ltimo referente. Es el fin de las colectividades dotadas de una fuerte red de relaciones internas de grupo, cohesionadas, adems, por rituales y lazos simblicos -el puo y la internacional para los comunistas, el brazo alzado y la camisa azul para los fascistas...-. En una sociedad posmoderna han pasado a ser anacronas descontextualizadas, caso de los smbolos nazis y las cruces por algunos sectores punks. Los campos de la experiencia del individuo son separados y autonomizados entre s. Por tanto, crisis de los Estados-naciones, de los partidos, las instituciones y las tradiciones histricas, que pierden su capacidad de articulacin de la sociedad, en una sociedad desarticulada (Bahro, Baudrillard, Galtung, Jung, Reich, Negri... han analizado desde diferentes perspectivas y enfoques esta problemtica).Nietzsche no cesa de interrogarse por: quin habla?, donde no se trataba de saber qu eran en s mismos el bien y el mal, sino qu era designado o, ms bien, quin hablaba, ya que para designarse a s mismo se deca agathos, y delios para designar a los otros. La respuesta que hoy le seguimos dando a dicha pregunta no es unvoca, y se dirige directamente a un problema central en la civilizacin occidental desde Platn: quin o qu legitima el saber? Aristteles fue quien desarroll de forma ms fructfera dicha respuesta, al aislar la descripcin de las reglas a las que hay que someter los enunciados que pretendan acceder al status de la ciencia -el organon-, de la bsqueda de su legitimidad en un discurso sobre el ser - metafsica-, y al plantear que el lenguaje cientfico, incluida su pretensin de decir el ser del referente -la realidad-, no est hecha ms que de argumentaciones y pruebas, es decir, la dialctica. La ciencia moderna intenta responder a la pregunta cmo probar la prueba?, o, dicho de otra forma, quin decide lo verdadero?, o con Nietzsche quin habla? Abandonados los caminos de la metafsica, la nica respuesta posible es la aceptacin de las pruebas por medio del consenso de los cientficos. En la esfera de lo social a la sustitucin de la autoridad transcendente, por un nuevo sujeto: el pueblo, la legitimidad vendr, por tanto, del consenso social (El Contrato Social) a travs de un debate que determinar lo justo y lo injusto. Ser en este proceso de legitimacin sociopoltico sobre el que se sustenten las dos grandes corrientes de pensamiento que han configurado la sociedad moderna: el liberalismo y el marxismo.En la sociedad postindustrial el problema se plantea en otros trminos. Destruidos los Grandes Relatos legitimadores, a la ciencia slo le queda jugar su propio juego, sin posibilidad no ya de legitimar los dems juegos de lenguaje, sino ni siquiera de legitimarse a s misma. El metarrelato que antes lo unificaba todo y proporcionaba una visin coherente del Universo, la Naturaleza y la Sociedad: la idea de progreso, tanto en la ciencia como en lo social, salta hecha aicos en mil pedazos, surgen mil lenguajes dispersos, que nadie es capaz de dominar y menos an de unificar, mientras la pregunta nietzscheana retumba en nuestros odos, de forma cada vez ms dbil, acallada por los murmullos de una Babel de lenguajes inconexos. Nace as el pesimismo de principios de siglo, representado por el Circulo de Viena: Musil, Schoenberg, Mach, Wittgenstein, que como una espoleta de efectos retardados, har explosin en la dcada de los setenta.Hemos hablado de dos posibles respuestas no unvocas, y en buena medida, contrarias, que no contradictorias, y, por tanto, imposibles de ser resueltas en un razonamiento dialctico a travs de la sntesis. Dos caminos entre los que el Hombre actual deber elegir y cuya respuesta condicionar el futuro. En primer lugar, si aceptamos que las ciencias son tales por la existencia de unas reglas de funcionamiento que no pueden ser demostradas, sino que son objeto de consenso entre los expertos, de donde se deduce la existencia de mltiples lenguajes y su carcter pragmtico -esto es, eficaz-, nos decantaremos por una nueva estructuracin de la idea de razn, donde la tcnica se impondr sobre la ciencia. Es el triunfo de la razn tecnolgica, donde lo que prima es la optimizacin de resultados. En donde se impone no la verdad, ni la justicia, ni la belleza, sino la eficiencia: una tcnica es buena cuando funciona mejor y/o gasta menos que otra, cuando sirve a los procesos de valorizacin del capital, con la incorporacin de la ciencia a los procesos de reproduccin del capital (produccin-circulacin-realizacin), establecindose una ecuacin entre riqueza, eficiencia y verdad. No se investiga para saber la verdad, sino para incrementar el poder.

La legitimacin se produce por el lado de los resultados, esto es bueno en tanto que es productivo. La relacin entre ciencia y tcnica se invierte. Es, pues, el paraso de los tecncratas, donde lo que importan son los resultados independientemente de los fines o los medios, ambos se legitiman por los hechos, es, por tanto, el fin de la poltica, el desdibujamiento de las ideologas -gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones-. La pregunta, explcita o no, no es ya es eso verdad?, sino para qu sirve?, o se puede vender? y tambin es eficaz?. El hombre llega por aqu a la triste condicin de tcnico, de homo faber frente al homo sapiens, al haber abandonado, definitivamente? la senda del ser, de la potencialidad y de la tensin entre ser y no-ser, en aras de la razn operativo-tecnocrtica.El otro camino posible es el de la pluralidad, la discontinuidad, la potencialidad y la diferencia. Donde es posible pronunciar mltiples enunciados incomparables entre si, y slo compatibles si son relativizados con respecto de la escala elegida por el observador. Donde las afirmaciones son resueltas de forma modalizada del tipo: es plausible que X sea igual a cero, pero sin excluir que sea del orden del 10n, siendo n muy elevado. El cuestionamiento de la nocin de sistema estable (que presuponan el determinismo laplaciano e incluso el posibilista) por la teora de las catstrofes de Ren Thom afirmndose el concepto de sistema inestable van en esta direccin: El modelo de las catstrofes reduce todo proceso causativo a uno solo, por lo que la justificacin intuitiva no plantea problemas: el conflicto, padre, segn Herclito, de todas las cosas. Fin del dominio de la funcin continua como paradigma del conocimiento y la previsin. Aceptacin de la discontinuidad, lo catastrfico y la paradoja -no puede ser de otra forma en la Era del holocausto nuclear- y, por tanto, fin del sentido de la Historia (entendida hegelianamente como una razn trascendente sea en su versin idealista o materialista). Dominio de la diferencia frente a la mejor actuacin como modelo de legitimacin (Deleuze, Baudrillard, Lyotard, Vatimo).Con la desaparicin de la dialctica del espritu y de la emancipacin de la humanidad (idealismo y marxismo), el principio de consenso desaparece en la pluralidad de lo social. Por lo que los intentos de fundamentar un consenso por medio del dilogo estn condenados al fracaso (fracaso de Habermas), al apoyarse en la persistencia del relato emancipatorio -por quin? a manos de quin? para quin?...-. Fracaso de Luhman ante la impotencia del sistema por controlar lo social, al atomizarse ste en un juego inaprehensible por el poder (Baudrillard). Lo social es un monstruo formado por mltiples lazos heteromorfos, donde toda metadescripcin se hace imposible, por la incapacidad de establecer un consenso estable que agrupe al conjunto de enunciados que circulan en la colectividad. La aceptacin de la pluralidad y la diversidad implican: la renuncia a la homogeneidad y, por tanto, al poder, como elemento uniformador a travs del terror (Robespierre); y, de otra parte, la aceptacin del consenso, como algo temporal y local, sometido a una permanente rescisin. El consenso basado en la multiplicidad de argumentaciones finitas, o argumentaciones limitadas en el espacio-tiempo.A la pregunta nietzscheana quin habla? responde Mallarm que quien habla, en su soledad, en su frgil vibracin, en su nada, es la palabra misma, entendida sta como el ser enigmtico y precario. Despus de Nietzsche, slo nos queda la sonrisa de la Esfinge, sonrisa enigmtica que encierra el misterio de la mirada irnica y/o humorstica. Filosofa de la diferencia (Heiddeger, Deleuze). Diferencia de lo social (Baudrillard).LUIS E. OTERO CARVAJAL

POSTMODERNIDAD

Desde hace algn tiempo una nueva frmula parece dominar el mundo intelectual. Se trata del concepto de postmodemidad, del que cada vez se habla ms en el diagnstico sociolgico y filosfico del momento. Ciertamente las conceptualizaciones de esta clase, que ponen a nuestro presente en una relacin de posterioridad frente a un hipottico estado normal moderno de la sociedad, ya han configurado frecuentemente el espritu de la poca en las ltimas dcadas. De esta manera la frmula de la sociedad postindustrial acompaa desde el principio de los aos sesenta la discusin en las ciencias sociales. Se habla actualmente de los valores posmaterialistas, que estn representados por medio de nuevos movimientos sociales. As la conciencia de la actualidad parece fuertemente imbuida de la representacin de que las sociedades altamente desarrolladas figuran en una nueva situacin, aunque sta slo es difcilmente determinable y es comprensible, todo lo ms, negativamente. Pero con el concepto de Postmodernidad sucede algo especial pues no slo debe retener tendencias singulares de una situacin actual pero en cambio radical, sino que, adems, debe aludir a una serie de alteraciones sociales, econmicas y culturales.

Con ayuda de la nueva conceptualizacin se designa simultneamente desarrollos en la conciencia social, transformaciones de la concepcin artstica y modificaciones en el estilo de vida. Todos ellos sin excepcin parecen marcar tendencias a la superacin de la poca llamada modernidad. Esto, y especialmente su elasticidad y ductilidad, ha proporcionado a la frmula postmodernidad -por encima de cualquier otra determinacin- un significado tan sugestivo y poderoso.

Pero, qu quiere expresar la nueva conceptualizacin? A qu tendencias en desarrollo de la actualidad se refiere, qu revoluciones en la conciencia social intenta retener? Para obtener una suficientemente clara respuesta a estas preguntas es oportuno, en primer lugar, asegurarse brevemente respecto de los orgenes del concepto de postmodemidad.

En un principio el concepto de Postmodernidad estaba recortado para designar las tendencias hacia la superacin de algunas maneras modernas de construir -que ordinariamente llamamos funcionalistas. Ms tarde se filtr desde la arquitectura a las diferentes ramas de la esttica, sin perder por eso claridad. Tambin design aqu -groseramente dicho- todas aquellas tendencias en desarrollo que exigan la superacin de los principios de estilo levantados por las vanguardias estticas del siglo. Se comprende que ya en el mbito de la esttica surge el problema: el modo de aplicacin de la nueva frmula slo est libre de errores si previamente se ha determinado claramente el significado de lo que entendemos cada vez bajo principios de estilo modernos. El concepto de postmodemidad presupone, como se ve fcilmente, una precisa y convincente fijacin de algunas caractersticas especiales por medio de las que se ha de remarcar el contraste como poca histrica de la modernidad. Slo cuando se ha realizado esto por anticipado, todo lo que est aludido bajo la categora postmodemidad en cuanto tendencias en desarrollo o contraposiciones.

Ciertamente esta dificultad representa todava un problema a resolver en el terreno de las discusiones estticas. Esta dificultad se manifiesta en el campo de la filosofa y de las ciencias sociales como un obstculo difcil y casi insalvable. Las prolongaciones en el uso de la expresin Postmodernidad estn caracterizadas, como veremos, por la dificultad de tener que presuponer una determinacin de la modernidad social que sea al mismo tiempo suficientemente compleja e inequvoca, diferenciada y clara. La frmula de la Postmodernidad llega desde la esttica a las ciencias sociales solamente con el inicio de los aos ochenta. Fuera del contexto originario de la historia de la arquitectura y del arte le falta naturalmente al concepto de postmodernidad ante todo el contraconcepto manifiesto de modernidad esttica. Por esto la readmisin de la categora en el contexto de las ciencias sociales exige de antemano la fijacin definitoria del perodo que -como la fase de la arquitectura funcionalista o del arte moderno- precede en tanto poca histrica de contraste a la postmodernidad social. Para poder justificar la afirmacin de que nos encontramos en una situacin social de trnsito a la Postmodernidad tengo, primero, que haber determinado por qu tipo de formas de conciencia social y estructuras institucionales se ha caracterizado la modernidad misma.

Pero tan pronto como ya no hablamos de las conquistas estticas de este siglo sino de las revoluciones histricas y sociales de la edad moderna, la modernidad representa una red difcilmente abarcable y apenas unificada de diferentes culturas, instituciones y puntos de vista. No es fcil encontrar lo comn que permita hablar de la modernidad. Aqullos que hoy hacen uso de la frmula de postmodernidad, se evaden de muchos de los problemas que se les presentan por medio de un muy sencillo expediente mental: proyectan las determinaciones, por las cuales la crtica filosfica de la razn desde Nietzsche ha caracterizado la racionalidad moderna en la esfera de lo social. Y lo hacen de tal manera que todos los fenmenos sociales convergen en la expresin de un nico principio mental. Este primer paso argumentativo representa para la concepcin comn de postmodernidad el supuesto decisivo, y es de significacin tan central que es oportuno evidenciarlo algo ms exactamente. La teora de la postmodernidad se asocia, mediante su concepto de modernidad, a una tradicin filosfica que precisamente hoy consigue renovado crdito. Bajo la impresin de una amenaza universal debida a las innovaciones tcnicas y cientficas ha ganado de nuevo influjo en los ltimos aos la filosofa racional-crtica, que intenta mostrar que las fuerzas de la razn y de la racionalidad -de las cuales ha extrado en su momento la Ilustracin europea su autoconciencia conducen en realidad a la destruccin, dominacin e, incluso, a la irracionalidad. As Nietzsche ha querido mostrar que en nuestra razn y moral se fundamenta en realidad una voluntad de poder; as ha afirmado Heidegger al respecto, que el hombre se erige en el sujeto de dominacin universal en el logos de la edad moderna. Teoras filosficas de este estilo han sido desarrolladas recientemente sobre todo en Francia y han contribuido tambin a la formacin del concepto terico que ahora mismo consideramos. En la teora de la postmodernidad son consideradas las fuerzas motrices, por medio de las que la crtica racional-filosfica ve secretamente determinada la racionalidad de la edad moderna, como principios de organizacin que crean en conjunto la estructura institucional de las sociedades modernas. Todas las circunstancias sociales o culturales de la edad moderna, las instituciones, formas de conciencia y culturas -que ella ha engendrado- llegarn a ser por consiguiente encarnacin de una nica fuerza motriz, sea la voluntad de poder o la tendencia al dominio universal subjetivo. Ya la operacin mental, con la que se instituye la teora de la postmodemidad, no est por esta razn libre de problemas, puesto que el intento de aconsejarse con las determinaciones de la crtica filosfica de la razn para explicarse las caractersticas de las sociedades modernas deja una imagen demasiado abreviada y sin matices de la modernidad social. En esta imagen ya no emergen las conquistas morales y sociales que la edad moderna ha trado consigo; durante ella se han ampliado los lmites de autonoma individual y se ha abierto el camino a la democratizacin. Este primer paso con que comienza la teora de la Postmodernidad puede proporcionar slo la superficie, en la que se pueden resaltar las nuevas tendencias en desarrollo especialmente interesantes. La determinacin de las caractersticas, por medio de las que debe ser calificada la modernidad social, sirve por s sola para dejar destacar aquellos cambios culturales y sociales que sealan en direccin a una Postmodernidad -una poca postmoderna-. Por esta razn, sufre el segundo paso de las teoras por nosotros consideradas, en el intento de marcar semejantes procesos sociales de desarrollo que empujan a una liberacin de los principios modernos de la razn. Slo si se dejan fijar suficientemente los fenmenos sociales y culturales que son indicios de una superacin del racionalismo moderno, es razonable hablar de la afloracin de la Postmodernidad.

Este segundo paso se encuentra desarrollado de la manera ms clara en un escrito que en 1979 apareci bajo el ttulo de La Condition Postmoderne en Francia. En este libro, que ostenta como traduccin alemana el ttulo Das postmoderne wissen (el saber postmoderno), ha tratado el socilogo y filsofo francs Jean-Francois Lyotard de reunir los fenmenos que para cada tendencia deben expresar la formacin de una poca postmoderna. Su cuidado ensayo, en forma de un informe literario, ha otorgado desde el principio al movimiento intelectual -del que se discute aqu- una convincente expresin intelectual. Tambin parte Lyotard en su estudio, de un muy reducido concepto de la modernidad social. Ve la estructura social de las sociedades modernas como creada, no por medio de la voluntad de poder o la idea de una subjetividad autocrtica, sino por el principio de legitimacin. La posicin central de este principio dentro de su concepcin resulta de una obstinada reflexin fundamental enlazando con los motivos de la crtica filosfica de la razn bajo forma sociolgica. Lyotard distingue en la imposicin de la racionalidad de la edad moderna una marcha arbitraria, por medio de la cual un nico tipo de saber social -el discurso cientfico- es privilegiado frente a todas las otras formas sociales de saber o narrar. Por medio de ese privilegio las ciencias en las sociedades modernas alcanzan al mismo tiempo el derecho exclusivo a la verdad, imponiendo un nico poder de definicin que permite degradar a todas las restantes formas de narrar en sus respectivas pretensiones de valor. Sin duda, la fuerza social que obtienen las ciencias en la edad moderna por medio de su imperialismo cultural, como dice Lyotard, no est en la cosa misma y por consiguiente se justifica en una racionalidad superior de hecho. Toda forma de saber social -de esto est convencido Lyotard junto con Nietzsche- representa slo una perspectiva diferente bajo la que puede ser interpretado el mundo. No corresponde tampoco a la ciencia de la edad moderna ningn valor de verdad ms alto. Por tanto, aqulla depende de una justificacin continua, una permanente legitimacin de su propia reclamacin de supremaca. Esta necesidad de legitimacin la desempea (cree Lyotard) la tradicional filosofa de la historia, que como una sombra conduce al proceso de imposicin de las ciencias de la edad moderna. Igual que los mitos arcaicos, estas filosofas de la historia narran la imposicin victoriosa del saber cientfico. Hasta muy avanzado el pasado reciente pudieron justificar la exigencia de poder de las ciencias de la edad moderna, mientras presentaron la existencia de esa exigencia como condicin necesaria de la liberacin humana.

Hemos dicho hasta muy avanzado el pasado reciente porque la verdadera agudeza del estudio de Lyotard reside en el intento de descubrir procesos actuales que hoy comienzan a sacudir a este principio moderno de legitimacin y que por eso preparan el camino para una postmodemidad social. Lyotard justifica la superacin que desmorona definitivamente el poder de autoridad de las ciencias de la poca moderna porque entretanto las viejas filosofas de la historia han perdido su credibilidad social. Lyotard busca en la historia de las conciencias y de la ciencia de los siglos pasados las pruebas para esta tesis cuyo desarrollo representa aquel segundo paso, o sea realizar una teora de la postmodernidad. El proceso, que provoca la actual ruina de los principios de las ciencias de la edad moderna, es caracterizado por Lyotard como una marcha de delegitimacin, en correspondencia a su caracterizacin de la modernidad como una poca de legitimacin. Lyotard cuenta entre los antecedentes de esa marcha al movimiento intelectual que va desde la crtica de Nietzsche a la razn, hasta el pesimismo de las vanguardias estticas y literarias en la Viena de final de siglo. Pero Lyotard considera como la forma actual de aqullos a los cambios -en el proceso de investigacin de las mismas ciencias-, que ve como la heterodoxia del racionalismo de la edad moderna. Segn l hay que comprender y por esto mismo sacudir a este racionalismo.

Lyotard enlaza con la nueva teora anglosajona de la ciencia, al ver hoy caracterizado el desarrollo en el interior de las ciencias por medio de un proceso de autorrelativizacin del saber cientfico. Por este proceso es socavada desde dentro -as lo cree l- la tradicional exigencia de verdad de las ciencias, de la misma manera como es destruida desde fuera por medio de su puesta en funcionamiento tecnolgica.

Lyotard menciona todas estas tendencias de desarrollo slo para poder apoyar empricamente la tesis central de la teora de la postmodernidad: es decir, la silueta de un cambio intelectual y social que se dibuja en la actualidad y que lleva a una liberacin de la cadena secular de la tradicin racional moderna. Lyotard fija en los desarrollos internos y externos de las ciencias, lo que otros representantes de la misma teora intentan examinar en las desviaciones internas del saber cultural o de los movimientos interiores de los hechos lingsticos sociales. Esto es, una tendencia al cambio tal que represente el indicador para un movimiento subversor, que actualmente rompe el monopolio de la manifestacin racional de los que actan o hablan nacionalmente, en favor de la libre creatividad de las expresiones estticas o corporales. Como Postmodernidad se denomina en todas esas prolongaciones teorticas del uso del trmino, a aquella forma de sociedad en la que todas las maneras de obrar y formas de exteriorizacin culturales a las que se sienten impulsados los hombres puedan existir unas al lado de las otras con iguales derechos.

Sin duda, en este punto y en la perspectiva anarquista de un estado de desencadenada creatividad, se presentan las bases problemticas sobre las que se sostiene la teora de la Postmodernidad, cuya concepcin no est slo fijada sobre una imagen extremadamente unilateral de las sociedades modernas, en la que todas las fuerzas de emancipacin social, todos los esfuerzos para la ampliacin de la libertad social, son interpretados como fuente de poder y de dominacin. En su interpretacin de aquellos procesos, por medio de los cuales son bloqueadas las diferentes formas de vida en la manifestacin libre de sus necesidades y puntos de vista, entra una gran cantidad de ingenuidad sociolgica cuando, en lugar de remitimos a los factores reales de la dominacin y represin social, se remite siempre al espantoso dominio de la razn.

Pero ante todo, la teora de la Postmodernidad se asla de sus propias posibilidades de fundacin cuando desea salvar de un solo golpe la presuposicin cultural de la modernidad. Es decir: cmo se puede dejar presentar en relaciones de convivencia bajo igualdad de derechos a las formas culturales y vitales, si no existen ya regulaciones morales o legales que velen por el reconocimiento general de la igualdad de derechos cultural? cmo se puede renunciar a los principios racionales de la moral, que la modernidad ha hecho estallar, si se deben provocar relaciones sociales de libertad cultural y social? As, rpida y frvolamente, como se lo representan los postmodernos, no se puede renunciar de ningn modo a los bienes del pensamiento racional de la Ilustracin europea.

AXEL HONNETHPOSTMODERNIDAD

Cuando se dice posmoderno se afirma que la vieja disputa entre lo antiguo y lo moderno, topos que ha recorrido la cultura europea desde el Renacimiento en adelante, ha resultado ya superada. La afirmacin de esta superacin resulta tanto ms importante cuando se recuerda que en la poca contempornea el concepto de moderno se encuentra estrechamente ligado al concepto de progreso, y ste al de vanguardia, de manera que as se configuraba una verdadera y propia teodicea histrica. Ahora bien, el concepto de postmoderno niega radicalmente esta secuencia progresiva. Los grandes frescos de la historia, sean especulativos o religiosos, no tienen nada que decimos; el universal se ha fraccionado, proclama, entre otros, Jean Francois Lyotard (La condition postmoderne, Pars, 1979). Pero si el postmoderno registra la crisis del pensamiento moderno, tambin identifica cuanto de nuevo y de irreductiblemente innovador reside en la cultura del tiempo en que vivimos, dentro y ms all de la incomodidad critica, poltica y social. Esta novedad es, en las versiones ms banales y pesimistas del postmoderno, la total disgregacin del lenguaje recibido, de sus sentidos y significados; es el corrimiento tectnico de su base (J.F. Baudrillard, Lo scambio simbolico e la morte -el cambio simblico y la muerte-); por el contrario, en las concepciones ms sofisticadas, pero sobre la misma base, postmoderno es el pluralismo de los lenguajes, la funcin indistinta de los juicios, el que el horizonte de la comunicacin se hace cada vez ms exclusivo (J.F. Lyotard: Economie libidinale, Pars, 1974; Le differend, Pars, 1964). Postmoderno, con todo, puede ser, en el sentido de la novedad, un concepto mucho ms rico. Paradjicamente, aunque no demasiado, se puede aadir que esta negacin del moderno, y junto a esta afirmacin de lo nuevo que caracteriza a nuestra poca, parecen repetir la operacin romntica de negacin de la revolucin de las luces y de afirmacin de las nuevas identidades culturales que emergern a lo largo del siglo XIX. Por tanto, un aspecto positivo y uno negativo: quizs compete a la esencia del postmoderno esta relacin. Podremos concluir, por tanto, que el postmoderno es una nueva forma de romanticismo? Para responder a la pregunta y para profundizar en general en la definicin, volvamos a cada uno de los puntos en particular. Ante todo, un aspecto negativo, es decir, el registro de la crisis. De la crisis poltica: casi todos los autores postmodernos surgen de aquella forma de la modernidad y de prefiguracin de la historia como progreso, que era la cultura de izquierda. Ahora bien, son los grandes valores que constituan el horizonte de aquella cultura los que estn en crisis. La institucionalizacin de estos valores ha revelado su heteronoma. La libertad reivindicada se ha convertido en despotismo. La igualdad se ha transformado en esclavitud. El cambio real del trabajo y del valor se ha convertido en cambio simblico, simulacin de la vida, imagen de la muerte. En la circulacin de los valores, cualquier bien se ha convertido en moderna, toda referencia se da en un circuito de totalidades equivalentes y toda singularidad ha perdido as significacin, y el sentido del ser se ha convertido as en pura paranoia... Podramos continuar indefinidamente clasificando los contenidos dolorosos de esta percepcin de la insignificancia total del ser en el que estamos inmersos; un ser del que ya no percibimos la trama ni las direcciones. Aqu se encuentra en el fondo una crisis ideal, filosfica, metafsica dira yo, que sostiene la crisis poltica. La carencia de orientacin que se experimenta en el mundo tico-poltico, en el mundo ideal, el de los conceptos y del lenguaje, se siente todava ms fuertemente (J. Baudrillard, Pour une critique de l'economie politique du signe, Pars, 1972). No sin malicia, pero con alguna razn, los filsofos de la Postmodernidad consideran que las corrientes ms significativas del pensamiento contemporneo (desde el ascetismo fenomenolgico husserliano hasta el misticismo lingstico de Wittgenstein, desde el nihilismo heideggeriano hasta las ltimas versiones del estructuralismo) destruyen su dificultad de funcionamiento y en algn aspecto confluyen en la nueva fenomenologa, descrita precisamente por los postmodernos (Vincent Descombes, Le mme et l'autre, Pars, 1979).

Aunque el posmodernismo entiende la crisis ideal de nuestra poca en trminos eclcticos, no obstante su capacidad descriptiva, es muy eficaz. La frecuente mezcla de los terrenos de anlisis, la ruptura de las distancias disciplinares y la superposicin de los campos refuerzan la capacidad de anlisis. Y es precisamente dentro de la contigidad entre la crisis poltica y la crisis ideal donde el postmoderno registra el caos, la inversin y la heteronomia de los valores tecnolgicos y productivos. Tambin en el terreno esttico de forma eminente se manifiesta la crisis de la modernidad y la paradjica alternativa posmoderna. Si el modernismo era estilo, constructividad, si era una ltima forma de prometesmo artstico y de sntesis prctica de las tcnicas, pues bien, tambin todo esto ha terminado. Ahora bien, los materiales son de tal manera evanescentes e indefinidamente manipulados, que ms bien podran ser definidos como inmateriales. El posmodernismo recoge como contenido el kitsch y el pacht, rechaza cualquier seleccin y pone al autor al servicio de una sede de utilidades sin fin. Ms todava: la industria de la comunicacin se convierte en el terreno privilegiado de la postmodernidad, precisamente en la carencia de cualquier referencia ontolgica, en la intercambiabilidad de lo real y la imagen, en la apologa de lo imaginario y de su ciega vitalidad. Produccin y tecnologa no constituyen ya la direccin del progreso. Ha pasado ya demasiado tiempo desde la hegemona de la modernidad y desde la ilusin del socialismo = soviet + electrificacin! Ahora bien, produccin y tecnologa se llaman igualmente vida y muerte, y no se sabe distinguir a la una de la otra, y no sabes cundo la energa nuclear sirve para producir y cundo para destruir... En esta circularidad del ser, en esta circulacin continua de las mercancas tan veloz que la hace indefinible, dentro de esta total escisin entre sentido y significado de las proposiciones y de las acciones, en esta carencia de cualquier va de salida; bien, en la conciencia de todo esto se encuentra el postmoderno. (Paul Virilio, Vitesse et politique. Essai de dromologie, Pars, 1977). Es un mundo constituido por una infinidad de tomos que casualmente forman un existente -podran igualmente destruirlo-, es un orden simblico, imaginario, simulado: pero no sindonos real, al cual nos enfrentamos, l es lo real.

En la Postmodernidad, junto a la definicin de la crisis, hay no obstante, y no slo paradjicamente, la identificacin de un momento positivo. Qu es, de hecho, este mundo de la crisis poltica, ideal, productiva, este mundo de la sublimacin y de la circulacin irrefrenable? Qu es si no un verdadero salto epocal ms all de cuanto el hombre ha vivido hasta ahora? En el registro de esta radical discontinuidad consiste la positividad de la aportacin terica del postmoderno: l acoge y subraya el momento en el cual se plantea el problema de la comunidad humana en trminos completamente nuevos, no slo en el mbito de la produccin, sino tambin y sobre todo en el de la comunicacin. El sueo de una comunidad humana (sueo, ante todo. filosfico; despus, producto de la circulacin mundial de las mercancas y del sujeto a ellas sometido; finalmente concretizacin comunicativa a travs de la enorme expansin de los medios de informacin). Por tanto, la forma en que este proceso se ha realizado -se destruye todo significado progresista- revela, no obstante, una enorme potencialidad del proyecto humano que se ha realizado en este proceso (G. Deleuze y Flix Gualteri, Les mille plateaux, Pars, 1977). Es la catstrofe de todo significado, pero tambin es la nueva potencialidad de cualquier significado. Es una contingencia de tal modo absoluta que se conviene en la base de todo absoluto. Este carcter paradjico del horizonte postmoderno es reducido al sujeto, a los sujetos: la contingencia de la relacin es cambiada sobre los trminos de la proposicin, de la comunicacin, de la accin. Por eso la postmodernidad no slo presupone un enorme universo fluidamente comunicativo: tambin identifica, en cualquier tramo de esta masa de hilos comunicativos, contradiccin y conflicto y, sobre todo, nueva potencia. Estas dimensiones de la postmodemidad han sido afrontadas sobre todo por aquellos autores que, proviniendo de la crisis de la Escuela de Frankfurt y del pensamiento de crisis, de alguna manera han buscado el volver a dar el carcter de absoluto al horizonte lingstico y comunicativo, acogiendo y defendiendo las calificaciones trascendentales (Habermas, Tugendhat, Apel).

Permtaseme aqu la referencia a un pasaje tan fundamental como poco estudiado de la crtica marxiana de la economa poltica. Tanto en los Grundrisse como en el Captulo VI indito, Marx distingue entre subsuncin formal y subsuncin real del trabajo en el capital. Por subsuncin formal entiende aquel momento en el cual diversas formas productivas estn sometidas a la relacin de produccin capitalista, no porque posean la organizacin del trabajo en la produccin capitalista, sino porque la relacin de produccin capitalista ejerce una hegemona efectiva sobre la sociedad. Formas antiguas de produccin, de propiedad, de mercado, pueden convivir as de modo ordenado con la hegemona capitalista. Pero el capital consume y conquista a la sociedad entera, y hay un momento en que las viejas formas de produccin, de propiedad y de circulacin pierden importancia: no slo el modo de produccin capitalista es ahora hegemnico, sino que la forma de los procesos laborales capitalistas se conviene en exclusiva. Toda la sociedad es una fbrica; mejor dicho, la fbrica se diluye enteramente en la sociedad. Ahora, cuando la produccin es social, todo es productivo; pero habiendo sido superadas las viejas apariencias de la produccin, esta totalidad es confusa y los lugares de la produccin parecen perderse en lo social. Esto permite al capital, que tambin se ha convenido en social, transformar esta conquista suya en simulacin de la hegemona de lo social y su propio inters de explotacin en simulacin del inters general. Es claro que la previsin marxiana del desarrollo y la utopa del comunismo posible en aquella fase no pueden reducirse y esconderse en la mistificacin postmoderna de la subsuncin real como mbito de la indistincin; no obstante, es verdad que la primera anticipa algunas descripciones fundamentales de la segunda (Antonio Negri, Marx oltre Marx, Miln, 1979). De hecho, en el postmoderno la red antagonista, que en Marx constituye la clave dinmica de la constitucin de la subsuncin, es cancelada. Pero la cancelacin del antagonismo no consigue, ni siquiera en el postmoderno, enmascarar la maduracin de la comunidad humana, aquella comunidad humana en la cual la paradoja de la ms completa abstraccin del trabajo, de su altsima productividad, puede desatarse y convenirse, como quena Marx, en potencia del individuo colectivo, liberacin de la singularidad, alegra e invencin de la actividad libre y comn. La postmodernidad contiene lo latente de esta formidable contradiccin. A ello se debe que todos sus desarrollos sean en realidad crculos viciosos. Vase, por ejemplo, una hiptesis corriente de definicin postmoderna del poltico: el sistematismo, y en particular el sistematismo alemn, tal como ha sido elaborado por Niklas Luhmann (especialmente en los ensayos recogidos en Soziologische Auflklrung). Ahora bien, en esta teora, la necesidad de substraer el funcionamiento de las democracias occidentales a los antagonismos de los intereses organizados y la urgencia de garantizar la gobernabilidad y de formar instrumentos y estrategias aptas para alcanzar esta finalidad, todo esto intenta desarrollarse a travs de la elaboracin de una ideologa social de plena circulacin, de absoluta flexibilidad y de radical simplificacin de lo complejo; en una palabra, una fenomenologa de la postmodernidad para la solucin de los problemas polticos de la modernidad.

La operacin de reduccin de la complejidad social y poltica consiste en hacer abstraccin de las antinomias de base ontolgica, colocndolas en un proyecto de simulacin, recalificndolas en suma en un esquema constitutivo de la realidad. El modelo del universo simulado se conviene, en el sistematismo, en un criterio de intervencin, y as se asiste a un verdadero proceso de sustitucin de lo real. La extrema complejidad de las relaciones interhumanas es conducida a las simplificaciones adecuadas a la fluidez del sistema. Las caractersticas administrativas de este modelo no le quitan la fuerza de un ejemplo urgente. No obstante, incluso en esta propuesta sofisticada podemos verificar la permanencia, no tanto de una ambigedad cuanto de una verdadera contradiccin. En efecto, el modelo sistemtico desarrolla el esquema postmoderno para descubrir la ausencia de contradicciones que debera ser propia de las sociedades contemporneas. No obstante, ello no prueba que estas sociedades sean ms gobernables, se evidencia, por el contrario, las caractersticas de fluidez, de circulacin de comunicacin, que son tpicas de la relacin interhumana en las sociedades contemporneas. Hay que decir que tambin aqu la contradiccin del desarrollo y de la maduracin de la sociedad capitalista no es superada en el esquema postmoderno, sino slo transformada en circulo vicioso o incluso exasperada en trminos de sustitucin de lo real; por el contrario, en las aproximaciones administrativas y en las calificaciones jurdicas, se elude el diseo de una subyacente comunidad humana ms rica.

Un segundo ejemplo de aplicacin terico-poltica del modelo postmoderno y de revelacin de su naturaleza contradictoria, lo tenemos cuando analizamos las polticas econmicas neoliberales que se han venido constituyendo a lo largo de los ltimos veinte aos de la crisis. Ahora, tambin en este caso, una afirmacin postmoderna sirve para fundamentar el cuadro terico: es aqulla de la perfecta fluidez del mercado y de los agentes individuales en l. Por ello, a la autoridad estatal de la economa no le quedara ms que favorecer esta fluidez, quitar cualquier atadura al mercado, disminuir la presin fiscal, liberar el mercado del trabajo, etc. As se alcanzara el fin de la realizacin de una mayor inversin social y del perfecto funcionamiento del universo econmico. Ahora bien, la radical liberalizacin de la economa revela su contrario, esto es, que el contexto social y productivo no est constituido por individualidades libres; que, antes bien, all donde stas existen representan ms bien fenmenos marginales y residuales (que afectan a la forma antes que a la realidad de la subsuncin) mientras que el contexto real est constituido por individualidades colectivas; y la nueva tecnologa, as como la expansin de las nuevas fuerzas productivas no hacen ms que incrementar esta base colectiva de la produccin y evidencian sus nuevas -ms bien que antiguas- contradicciones. As nos encontramos de nuevo ante una contradiccin real que se ha convenido en circulo vicioso, y los gobiernos postmodernos del neoliberalismo econmico estn de tal manera inmersos en un juego de heteronoma que cuando intentan combatir la inflacin mediante la regulacin del mercado se encuentran con mayor inflacin, y cuando intentan crear inversin a travs de la liberalizacin del mercado se lo encuentran ms dbil, etc.

Para concluir, quisiera proponer una lectura de la postmodernidad como ideologa mistificada de las nuevas colectividades. Mejor, como alusin, primitiva pero eficaz, a la determinacin cientfica de las nuevas subjetividades que, en la fase marxiana de la subsuncin real (o ms simplemente, en la fase de la circulacin y de la comunicacin generales) estn formndose. Se trata de un proyecto ambiguo, pero a mi me parece que los tericos de la postmodernidad han puesto algunas condiciones, a partir de las cuales es posible construir el concepto de nuevas subjetividades colectivas. Como siempre, el problema de la definicin de la subjetividad afecta a los temas fundamentales de espacio, del tiempo y de la cualidad metafsica del substrato. Ahora bien, en la postmodernidad, o bien en la marxiana subsuncin real, la espacialidad es definida como absoluta flexibilidad. Todo sujeto social es tan mvil como lo son la jornada laboral y la evitacin de la comunicacin intersubjetiva. Estas calificaciones afectan y califican al substrato; por tanto, en la postmodernidad el sujeto es, por definicin, absolutamente mvil y flexible; finalmente, es aquel substrato completamente abstracto que la produccin, el consumo -tambin el saber y el deseo de transformacin y de igualdad- han determinado histricamente. Todo esto, como es evidente, no crea individuos equivalentes e intercambiables; al contrario, estas cualidades abstractas se unen en la universalidad del potencial comunicativo, y este potencial comunicativo, colectivo, interhumano por excelencia, constituye su substancia. La verdadera paradoja es que cuanto ms mvil y flexible es la cualidad humana, cuanto ms abstracta es la capacidad productiva, tanto ms colectivos son el mundo y el sujeto. La acumulacin primitiva de capital, como nos es descrita por los clsicos, rompa toda unin natural y colectiva, y conduca al sujeto a una exigua definicin cuantitativa y a una existencia puramente numrica en el mercado. Al contrario, la abstraccin que se forma hoy es aqulla que atraviesa la intercomunicabilidad humana y que en este nivel construye la solidez de las relaciones comunitarias en la nueva realidad de los sujetos. (K. Polanyi, The great Transformation...).

Es, pues, la postmodernidad una ideologa romntica? Me parece a m que, mutatis mu-tandis, la postmodernidad reasume un perodo de crisis y de desarrollo del sometimiento de la sociedad y del trabajo bajo el mandato del capital, como lo haba hecho el romanticismo. Lo que el romanticismo experiment y describi a nivel formal, lo registra la postmodernidad a nivel real: teniendo presente la distincin marxiana entre subsuncin formal y subsuncin real.

ANTONIO NEGRI

POSTMODERNO

El trmino postmoderno (after modern) o Postmodernidad, forma parte, desde hace algunos aos, de nuestro lenguaje cotidiano; una msica, un pub, un diseo, incluso un sonido se califican como postmodernos.

Lo primero que salta a la vista es la ambigedad de este concepto que se deriva tanto de su carcter de compuesto (qu significa el prefijo post? qu expresamos con el trmino moderno?) como de su utilizacin. Es difcil rastrear el origen de este trmino; en un principio se utiliz en Estados Unidos en el campo de la esttica (sobre todo en el terreno de la arquitectura, artes plsticas y diseo) para designar el modernismo tardo de la dcada de los cincuenta. No obstante, este trmino aparece con toda su fuerza y aplicado a todos los conceptos de la cultura ya entrados los setenta.

En un sentido amplio, postmoderno designa el tipo de cultura, mejor dicho, el modelo cultural, de la que ya a partir de los sesenta se ha llamado sociedad postindustrial. En ambos casos el prefijo postimplica tanto un rechazo del pasado, como una imposibilidad de nombrar el futuro. Este futuro innombrable es entendido de varias formas; sociedad anti-industrial, fundamentalmente agraria y descentralizada (Penty), sociedad altamente terciarizada (Bell) o sociedad fundamentalmente telemtica (Toffer, Habermas, Lyotard). Cualquiera que sea la forma de entender este futuro que ya es presente, el trmino postmoderno pretende expresar la forma de saber/poder de esta nueva poca.

Si el prefijo post es ambiguo, todava lo es ms el de moderno y sus derivados modernidad, modernismo, etc. El modernismo o movimiento moderno se puede entender como una sensibilidad basada en el fundamental desplazamiento del hombre del centro de su mundo, o como afirma Cacciari, la modernidad se define como el ejercicio de la Razn proyectual fundada en tres ficciones: la representacin que pretende dar cuenta de la idea de significado, la de Razn que pretende codificar la idea de verdad y la de Historia que parece la idea de lo atemporal. (P. Eisenman).

Este proyecto de modernidad ha utilizado dos grandes relatos de legitimacin de su saber/poder: el relato de emancipacin y el relato especulativo (J.F. Lyotard). El primero se elabora a partir de la Revolucin francesa, es el relato de los ilustrados: el saber se legitima si favorece el proceso de emancipacin de la sociedad civil. En cuanto al relato especulativo surge con el idealismo alemn. Para stos, el saber se legitima cuando no responde a ninguna finalidad exterior al propio saber. (El marxismo podra oscilar entre ambos).

Estos grandes relatos que legitimaban la modernidad carecen de credibilidad en la sociedad postindustrial.

En la postmodernidad hay tambin dos relatos de legitimacin que pretenden dar cuenta de la transformacin de los modelos culturales que se ha operado en los ltimos aos. Habermas propone el ideal de la comunidad comunicacional que, a travs del dilogo de sus componentes, llegue a una transparencia comunicativa que garantice el progreso de la sociedad civil. Luhman se inscribe en la tradicin especulativa del idealismo alemn. Para Luhman, la sociedad es una totalidad, una unicidad, un sistema cuya legitimacin ha de deberse a mecanismos inmanentes al propio discurso.

Ambas explicaciones del relato postmoderno no consiguen dar cuenta de la nueva situacin de la cultura actual. Nos atreveremos a decir que lo que define el mundo postmoderno es la ausencia de todo tipo de legitimacin del saber en la era postindustrial. Esta prdida de fundamento aparece clara en los anlisis de arquitectura postmoderna. C. Jenks afirma que la arquitectura debe tener una referencia con significado: el Renacimiento tena la metafsica platnica, los romanos sus creencias en la organizacin imperial. Desde este punto de vista, lo que caracteriza la after modern arquitecture, es la ausencia de metafsica, de discurso que legitime sus formas y sus cdigos. De ah que seale como solucin el eclepticismo radical: si no hay nada, ninguna razn que fundamente la eleccin de un conjunto de cdigos frente a otro, la solucin es mezclarlos, no apostar por ninguno, juntar diferentes tipos de significados que atraen facultades opuestas.

Esta prdida de fundamentos, la ausencia de un discurso, de legitimacin del saber en la cultura actual, la multiplicidad de doctrinas y de cdigos no ha de ser entendida como carencia o como puramente negativa. Quizs en el fondo de todo este maremgnum doctrinal se pueda rastrear un intento, por otro lado fuertemente positivo, de crear rdenes posibles que excluyan la ley (M. Cacciari).

ALICIA OLABUENAGA

CRISIS DE LA POSTMODERNIDAD

Hablar de la crisis postmoderna est lleno de peligros. Concepto in statu nascendi su cuerpo muestra an unos perfiles excesivamente sombreados. A ello se une la precipitacin con la que se ha querido meter el bistur al concepto y las diversas perspectivas desde las que se le ha enfocado. As, por ejemplo, algunos se han concentrado en lo que sera la causa de la postmodernidad (la misma estructura deficiente de la modernidad, vg.), otros intentarn describir el rostro de la crisis (buena parte de la filosofa francesa de los sesenta-setenta o sus manifestaciones en las vanguardias artsticas, vg.) y otros se fijarn en sus consecuencias (la performatividad o utilitarismo exitoso de Lyotard, el incierto y desolado futuro de Baudrillard, vg.). Parece, por tanto, que conviene ser ms cauto y no dejarse llevar por una pedantera tentadora. Pedantera que se hace patente cuando uno se deja seducir por grandes palabras (habramos pasado del Grund o fundamento al Abgrund o abismo; estaramos en el desierto de la muerte de Dios; nos sea posible an pasar del Ereignis o acontecimiento fundacional al Areignis o anuncio de un pensamiento ms all de la metafsica, etc.). No es que tales palabras carezcan de significado, sino que estn de sobra si, previamente, no hay un recorrido ms cotidiano, ms elemental y menos confuso.

Podra ocurrir adems que, en su descripcin, la distorsionemos fatalmente. Es como representar bien el mal. Si se le representa adecuadamente, el mal se acerca bello y fascinante por lo que su autntica maldad disminuye. Y si no llega a la representacin, el mal desaparece. Salir de la paradoja no es fcil. Pero olvidarla es, como hemos dicho, fatal. Un esquema muy simple que quisiera recorrer los pasos que llevan de lo moderno a la postmodernidad podra discurrir de la siguiente manera. Hubo un estadio en el que este mundo se fundaba y fundamentaba en otro que estaba ms all. Sera el estadio mtico. Le ha seguido otro estadio en el que el ms all se fundamenta en el ms ac. Sera el estadio moderno o ilustrado en el que el saber humano, con su razn, da cuenta de lo humano y de lo divino. Finalmente, nos encontraramos en una situacin en la que se carece de fundamento para todo, tanto para el ms all como para el ms ac. Es el comienzo de una crisis profunda, insoportable y en la que cada parcela del mundo puede ser considerada como lugar suficiente, paso provisional que en la misma provisionalidad se agota.

De cualquier forma, apresurmonos a indicar que este esquema es engaoso ya que sugiere una cierta racionalidad en los pasos. El postmoderno no opina as. Podra haber sido al revs, podr volver a ser como ha sido y hasta podr seguir siendo como ha sido, El postmoderno sabe que nada se puede fundar, ni siquiera su no fundacin. Es esta otra de las cruces con las que ha de cargar y luchar para hacerse entender.

Sea como sea, hemos de comenzar con la modernidad, El post por s mismo nada dice. La modernidad nace como lucha contra la sinrazn y como intento de alumbrar una razn vlida para todos y que a todos obligue.

En este sentido nace contra la teologa, slo que suele ser un destino bastante trgico que aquello de lo que intenta deshacerse el hombre se le pegue de una manera an ms sutil. Es lo que habra sucedido con la modernidad. La razn aparece como si fuera Dios, fundando todo y, muy especialmente, la praxis humana. Si se objeta que nos encontramos en un momento histrico en el que aqulla no resplandece suficientemente, esto no desanimar al ilustrado ya que, para l, la reconciliacin se dar en la historia; es decir, la razn plenamente desarrollada, requiere sus pasos, necesita un tempo, un progreso que, al final y cerrndose sobre s mismo, restituye a la razn todo lo que a ella le pertenece. Nada tiene de extrao que esta situacin genere irritacin y agresividad puesto que no se palpa tal progreso. Se instala, entonces, una dbil y acomodaticia razn que todo lo justifica. Dbil respecto a ello y dura en relacin a las cosas. En su dominio rgido sobre las cosas habra establecido un paralelismo entre razn humana y mundo; el hombre es un amo, un seor que con su autoconciencia se enfrenta a un mundo que no ha de hacer sino obedecerle. Es as como se gestada una razn cada vez ms depredadora y menos valorati-va. Y es desde ah desde donde la Escuela de Frankfurt desarroll su crtica hoy convenida en algo casi cannico. (A pesar de todo, y como se ha slido sealar oportunamente, en dicha Escuela permanece an un halo ilustrado en cuanto que en su nostalgia se supone que una cierta esencia se ha perdido y que, quizs, algn da podra recuperarse). Las primeras y grandes reacciones contra la modernidad podramos verlas en aquellos intentos que lo que quieren es invertir, dar la vuelta o poner sobre los pies lo que an sigue encerrado en el claustro de la modernidad (un claustro que se viste de laico pero que en el fondo mantiene la sustancia de la teologa). Feuerbach, Kierkegaard, Marx y el mismo Nietzsche, no hacen sino decirnos, de las formas ms diversas y desde sus distintas perspectivas, que hay que dar la vuelta a las cosas, que hay que transvalorar, que hay, en suma, que reapropiarse algo que, previamente, ha sido robado. Con lo cual se da a entender que en la modernidad hay an una riqueza que est siendo malgastada. (Cuando Vattimo insiste en que el paso de la modernidad a la postmodernidad se dara en el cambio de la idea de reapropiacin a la de la simple apropiacin, no hace sino poner de manifiesto lo que venimos diciendo.) En este punto suele colocarse apae a Nietzsche. Con todas sus ambigedades sea el primero, sin embargo, en inaugurar la poca que podramos llamar postmoderna. En l hay ya -al menos en parte de sus obras- un rechazo de todo volver la vista atrs para dedicarse a la creacin desde la nada. Y esto ya no es una inversin. Porque la nada nietzscheana no es la nada cristiana, no juega dentro de su modelo. Lo que Nietzsche predijo ha costado ser entendido. El miedo a quedarnos solos habra rellenado el espacio que dioses y fundaciones dejaron. Por eso, muchas de las manifestaciones externas de la postmodernidad no sedan sino meras variaciones modernas. Esto se hada patente de modo especial en el arte en donde el manierismo sea una reformulacin de lo antiguo, o la bsqueda incesante y arrolladora de lo nuevo no sea sino el trasunto ilustrado de avance o progreso. Precisamente una interpretacin -dada tambin por Vattimo- del eterno retorno de Nietzsche, consistida en negar ese novum para volver y revolver en la propia libertad; es ella, eso s, la que se renueva. Esta interpretacin es la que haba dado, ampliada a Kierkegaard, Deleuze y parece mucho ms convincente que las habituales. Si saltamos ahora a la postmodernidad (y los saltos hay que tomarlos al pie de la letra pues sean muchos los autores y movimientos que dejamos inditos) y queremos describirla como momento diferente, habra que afirmar lo siguiente:

El postmoderno rompe, realmente, con el lazo invisible y poderoso que hasta el momento segua atando la metafsica teolgica. Por eso no quiere llenar vaco alguno. Por eso no busca un terreno firme, una epistemologa que le site en una zona desde donde, recostado, pueda entender el mundo. Est a gusto o no, acepta ese destino. Slo desde el reconocimiento de una nada real puede relativizar sus ideas y acciones y entender a los otros como seres, que al relativizar recprocamente sus ideas y opciones, no coinciden con las suyas. Se entiende, por eso, en la diferencia. La nocin de juego de lenguaje o forma de vida es aqu capital. Cada juego tiene sus posibilidades y sus derechos y si se choca con el de los dems, no se tratar de salir de l con un pacto universal por encima de las cabezas -no hay para l un dilogo ideal superior- sino repitindose y haciendo que el otro se repita. No hay dialctica ni dialgica, hay dilogo a secas. De ah que no intente colocar el buen pie en la Historia. Hay, por el contrario, historias (aspecto en el que la obra de Foucault es decisiva) y la historia cotidiana, entretejida de mil y un hilos es la que le importa, en la que se coloca sin esperar salvacin de una sola historia que dictaminara sobre el lugar que han de ocupar nuestros actos. Todo lo que sea singular le parece bienvenido pero desconfa de las generalidades que se nutren de tales singularidades. Por eso la ciencia, el arte, el poder o lo que sea no tienen ms fuerza que la vigencia de la fuerza o el poder de la cronologa. Nada ms. Es eso lo que quiere ensearnos Lyotard con su clebre dictum de que se acabaron los grandes relatos, aquellas metahistorias que nos serviran para fundar nuestra teora y nuestra accin. En silencio muchas veces, con ficciones sabidas otras, y, en cualquier caso, tomando las fbulas como fbulas, una cada en los viejos moldes la juzga una recada y no un gran o profundo conocimiento que nos aclare el misterio.

Antes hemos insinuado que pocos como los filsofos franceses recientes han sabido exponer la conciencia de la postmodernidad. Ideas como el fin de la historia o desterritorializacin o de esquizofrenia o de desconstruccin, mrgenes, etc. no hacen sino evidenciar, con vocabulario nuevo y dramtico, una situacin ambigua en la que los sujetos no creen ya en las grandes verdades y, por eso, sufren la alucinacin del tiempo reducido a cero; es decir, de un tiempo que no promete. Las paradojas del poder o de la razn que no haran sino reproducirlas mostraran hasta qu punto estaramos condenados hoy a no confiar ya en ninguna alternativa que en su faz muestre algunos de los rastros del pasado. Es indiferente si esto lo ha expuesto mejor Foucault, Deleuze, Lacan, Derrida o Barthes. Lo que importa es que lo han contado como mejor han podido y que en nosotros est tomarlo a lo Hrderlin -en el peligro est la salvacin- o como destruccin sin ms.

Llegados a este punto, convendra detenerse para recordar, siquiera brevemente, a un aguerrido defensor de la modernidad. Es el caso de Habermas. Para ste, la modernidad es un proyecto inacabado o incompleto y las reacciones postmodernas tendran ms el sello de lo reaccionario que los destellos de una liberacin. Habermas cuando habla de la postmodernidad parece imitar al Lukcs ms ortodoxo cuando hablaba de todo lo que no era marxismo.

En tres categoras divide Habermas la oposicin a la modernidad. Y a las tres las juzgar negativamente. La primera es el antimodernismo de los jvenes conservadores. La segunda es el premodernismo de los viejos conservadores. Y la tercera es el postmodernismo de los neoconservadores. El primero lo compondran aqullos que extraen la experiencia de la esttica de la modernidad. Reclaman, as, una subjetividad emancipada de la obra y sus usos para dar, de esta manera, una especie de salto ms all del mundo. Sin deseo alguno de reconciliacin se refugian en los poderes de la imaginacin, de la autoexperiencia y de la emocin. La evocacin o la voluntad de poder serian sus ltimas apelaciones. Habermas coloca en este grupo a bastantes de los franceses antes citados y, desde luego, a Bataille.

La segunda categora, la de los viejos conservadores seria una simple vuelta al pasado, un terror ante los avances de la modernidad y un deseo de retomo al seno materno que en este caso no seria sino aquello que es anterior a la modernidad. Y la tercera y ltima categora -en expansin en los EEUU- la formaran los que creen que el desarrollo capitalista y tecnolgico ha de proseguir pero es incompatible con las demandas culturales de la modernidad. Sociedad y cultura entraan en contradiccin. En este conflicto apoyan la ciencia, el desarrollo social tal y como funciona en las sociedades industrializadas, pero detestan las fantasas emancipatorias de la cultura ilustrada. Para satisfacer las necesidades del individuo lo mejor seria volver a la esfera privada e incluso resucitar los viejos consuelos de la religin. Un progreso externo considerable con un puritano retiro familiar seria la sntesis apetecible por estos autores. Y entre ellos destaca el ms brillante e influyente del momento: D. Bell.

No hace falta aadir que uno puede sorprenderse de que Habermas no contemple otro tipo de postmodernos ms interesantes y que, indirectamente, hemos ido sealando antes. Incluso los nombres que quiere encajar en su modelo se antojan de una arbitrariedad sospechosa. Cuesta trabajo pensar que tantos -un Foucault o un Sloterdikj, por ejemplo-, pidiendo la unin de filosofa y literatura o la corporalizacin de una razn que est tan alejada, en la modernidad, de las cosas que no se duele de nada, sean, sin ms, jvenes conservadores.

Su proyecto, por el contrario, es seguir defendiendo los ideales de la Ilustracin -que en un sentido puramente trivial pocos niegan-. Infiel a sus maestros Adorno y Horkheimer se ha empeado en una filosofa positiva y constructiva que hubiera escandalizado a sus maestros. Su deseo incontrolado de legitimacin le ha convertido en el terico de la moderacin. Y en lo que nos atae ms directamente, defiende una forma de conocimiento, adems de la cientfica y la histrica, que se caracteriza por la reflexin (trascendental habra que aadir si queremos ser completos en la exposicin de sus objetivos). Dicho conocimiento enlazada con el ideal de ilustracin filosfico. Es un conocimiento que opera por su propio bien y contra la ignorancia. No vamos a hablar ms de Habermas. Su posicin contrasta con lo que hemos expuesto antes en lo que se refiere a la valoracin de lo postmoderno. Cuando hablemos de Rorty tal contraste se har an ms explcito. (Quiz convenga aadir, a modo de parntesis, que en Espaa los ecos de Habermas son intensos. Debido quizs al tantas veces mentado atraso poltico cultural se ve el ideal ilustrado como una etapa a perfeccionar, completar, mejorar, pero, en modo alguno a saltar. Un caso ejemplar, aunque paralelo al de Habermas, es el de la renovacin metafsica de E. Trias. Su bsqueda de un fundamento topolgico a la ontologa y para ello el recurso al Gran Vidrio -que no al Espejo- de M. Duchamp, mostrara un modo tpicamente ilustrado de claridad y transparencia, de fundamentacin de todo: sea ese todo la razn o la sinrazn.)

Acabamos, efectivamente, con Rorty. Y esto por varias razones. Se podra haber escogido otro hilo para ver qu es lo postmoderno. El mismo Lyotard tiene grandes paralelismos con Rorty aunque su enfoque discurra ms por el caparazn social y tcnico (las sociedades informatizadas) que por la va de la estricta filosofa. Ambos se oponen con argumentos similares al citado Auflklrer Habermas. Lo que Lyotard llama disensin paralogista no es muy lejano de lo que Rorty llamara gran conversacin, etc. Pero, si nos fijamos en Rorty es (adems de que nos sea su campo ms cercano) porque ha sabido dar con una formulacin accesible y directa de la actitud postmoderna. Y lo ha sabido hacer sacando todo su jugo a los pensadores que l llama perifricos, asistemticos, holistas, neoconductistas, pragmticos, etc. (Rorty es muy generoso en sus adjetivos) pero muy de modo especial del Wittgenstein II. Hablamos antes del grito nietzscheano de que Dios ha muerto. Y dijimos tambin que el postmoderno no quiere rellenar ese vaco. ste no invierte, recupera o descubre algn esquema subyacente a la historia. Es, ms bien, reactivo. Se dedica a descubrir nuestros engaos, nuestras alienaciones en nuestra obsesin por encontrar un punto de apoyo que nos distraiga del terror del abismo. Nada ms. (Me estoy refiriendo, es obvio, al filsofo postmoderno aunque si es tal ya no sabr, ni le interesar saber, si se le puede o no llamar filsofo.)

Por eso, Rorty toma a la hermenutica como forma apropiada de la postmodernidad. sta nos sacada de ese invento kantiano y poskantiano que es la epistemologa y que ha convertido a la filosofa en una fundamentacin, en una legitimacin de los saberes. stos se conmensuraran dentro de un conocimiento que a cada objeto pone su etiqueta. Esto enlaza con lo que antes dijimos del enfrentamiento del sujeto y del sujeto que todo lo codifica. Es la idea del filsofo como esencia que no hace sino captar esencias. Por eso criticar Rorty, la metfora del Gran Espejo. Frente a esta postura habra que reivindicar, en postmodernos, que el filsofo no es ni un legitimador, ni un rbitro y ni siquiera un acomodador. Como mucho ser un gran conversador.

La idea de conversacin es la siguiente. Seala cmo insertarse en una corriente y mostrar desde ella que se puede navegar en esta o en aquella direccin. La nica alternativa al estar en la corriente, tal y como ella va, es pararse. Esto exige del filsofo -adems de cumplir la recomendacin wittgensteiniana de no pensar sino de ver- un cierto relajamiento de sus posturas (lo que se ha entendido tambin como debilitamiento del ser) y un escepticismo que en ms de una ocasin recuerda a Montaigne. Pero, por contra, le posibilita redescribir, redefinir y no atarse a un patrn objeto que lo nico que manifiesta es el terror a estar donde uno realmente est: en la corriente. A la objecin de que entonces navegamos a la deriva, de que si no hay suelo firme o razones todo est permitido, la respuesta es la siguiente. En primer lugar, no sena cierto que por apoyarse en un fundamento las cosas fueran mejor. La historia parece mostramos todo lo contrario. En segundo lugar, no se ve por qu uno ha, de necesitar para andar, tal y como se anda, unas muletas que, en el fondo, no son sino un simulacro desgastado. Dicho en un lenguaje ms sofisticado: el fundamento no es ni suficiente ni necesario. Pero es que, adems, que no haya Razn no implica que no haya razones. Cada juego de lenguaje o forma de vida tiene las suyas y en su propia experiencia y enriquecimiento es como puede contactar con otras formas de vida que, en principio, no entiende. Y si alguien se empea en decirnos que, en realidad, y si no queremos caer en la mera imposicin por la fuerza de unos juegos de lenguaje por otros, estamos suponiendo algn tipo de universalidad que se aplica a todos -vg., que se ha de respetar todo juego o algn principio similar- la contestacin, es decir, que eso o es trivial, o se manifiesta en la misma conversacin o se autoimpone sin recurso a principio alguno cuando, de hecho, uno es revolcado o dominado por los dems. Sea como sea, lo que no seria sostenible es el filsofo legitimador. En todo caso cuando nos encontramos con algo que rompe nuestra anormalidad, con algo nuevo y no normal, la conversacin se pone a prueba, se estira y hace que el juego de lenguaje en el que estemos muestre su profunda relatividad (como esos juegos de lenguaje que describa Wittgenstein y que iban cambiando mientras se van jugando), No dice Rorty -como no lo dijeron Adorno o Horkheimer- que la modernidad haya sido la nica culpable en el reforzamiento de logocentrismo y de la objetivacin de las cosas con las secuelas del dogmatismo y el dominio incontrolado. Pero si dir que es un momento fundamental. Porque en ella se gesta una fuerte teora del conocimiento con la consecuencia -lo dijimos ya- de una sola manera de ver las cosas. Es la que hace que no concibamos la ciencia sino como la ciencia o el arte sino como el arte, Si a esto aadimos el paso tecnolgicamente decisivo de la informacin, nos encontraramos con una sociedad en la que no slo no tendra sentido hablar de cultura sino ni siquiera de ciencia. Todo se habra reducido a una comunicacin parcial, efectiva y guiada por su propia utilidad o rendimiento (as Lyotard). Slo que, una vez ms, las cosas se hacen paradjicas y ese mismo rompimiento de la sociedad (en sus diversas partes y en sus disensos (remedo de la idea wittgensteiniana de juego de lenguaje) apuntara un cierto agujero del sistema y hasta la posibilidad -dicho de modo osado- de emancipacin. Con la palabra emancipacin acabamos. Habitar junto al abismo y saber decir por qu -aforsticamente, indirectamente o como sea- y seguir manteniendo los ideales de emancipacin de la Ilustracin -o de quien sea- es posible? Posible lo es. Necesario parece que tambin. Es esa la tarea y el inters de un mundo, quizs para el ojo moderno, menos interesante.

JAVIER SDABAPAGE 319