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NOMOI Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas No. 3 – Año 2008 PRESENTACIÓN: EL CONOCIMIENTO DE LAS COSAS, LA CONSCIENCIA DEL MUNDO Y EL EFECTO DE LA EXPERIENCIA EN NOSOTROS. TEMAS CON UNA RESPUESTA POR PARTE DE LOS PENSADORES DE LA ESCUELA AUSTRIACA ienvenido, nuevamente, a esta tercera en- trega de la Revista de Epistemología, Teo- ría del Conocimiento y Ciencias Cog- nitivas, -NOMOI-, y esperamos que los temas des- arrollados por nuestro staff de especialistas, invi- ten a la reflexión, sino es que a la discusión de preguntas tan importantes en las ciencias humanas y sociales, tales como: ¿cuáles son los fundamen- tos del conocer?, ¿qué nos puede decir una teoría de la mente sobre esta capacidad cognoscitiva? En fin, seguro surgirán más preguntas mientras avanza en la lectura de este número. Es un gusto contar con la contribución del director del Departamento de Filosofia Social de la Univer- sidad Francisco Marroquín, Doctor Julio César De León Barbero, quien ya ha compartido con noso- tros sus reflexiones sobre distintos ángulos de la teoría de la mente de F. A. Hayek. En el número anterior comenzó a desgranar las distintas implica- ciones de esta teoría para el debate epistemológico contemporáneo, especialmente en el tema del ori- gen y desarrollo del conocimiento en los seres hu- manos. Ahora bien, en este número, analiza con mayor detalle cuál es la relación entre el conoci- miento y la consciencia para con el proceso de la experiencia. Para ello, hace referencia al famoso término de linkages que utilizó F. A. Hayek para describir el orden de las categorías más generales del conocimiento, radicadas en la organización y en la plasticidad del sistema nervioso central, ca- tegorías sobre las que descansa la emergencia des- de las sensaciones más simples hasta las más ela- boradas teorías científicas. Como es ya natural, el Dr. De León Barbero deja planteada la tesis de que la teoría del conocimiento de Hayek (y con él Sir Karl Popper), se encuentra separada desde sus mismas raíces de las propuestas innatistas de Im- manuel Kant, las empiristas como la de John Loc- ke, así como de las propuestas de los filósofos fe- nomenólogos post-kantianos. Pareciera dejar plan- teada una pregunta para el debate: ¿por qué ver sombras hayekianas en sistemas que por su misma naturaleza lo contradicen en sus tesis fun- damentales?, pero bueno, la respuesta queda a dis- creción de los lectores, seguramente daremos se- guimiento a este debate en las próximas entregas. Por parte del investigador senior de la Fundación Hayek, Doctor Gabriel Zanotti, se presenta una reflexión sobre las distinciones entre el paradigma de la información en contraposición con el para- digma del conocimiento, debate que tiene im- portantes repercusiones para la metodología de la Escuela Austríaca de Economía. El problema, nos dirá el profesor Zanotti, es la falta de claridad para apreciar que los autores de la mencionada Escuela propusieron un paradigma: el del conocimiento li- mitado. Y cómo este conocimiento es gradual- mente ampliado, por medio de un proceso de aprendizaje que los distintos individuos desarrollan B Fundación Friedrich A. von Hayek Universidad Francisco Marroquín Av. del Libertador 6550 - 5º piso (1428) Buenos Aires 6 Calle Final, Zona 10, Guatemala, Guatemala (01010) Tel. +54-011-4706-0500 - [email protected] Tel. (502) 2338-7700 – [email protected] http://www.hayek.org.ar http://www.ufm.edu

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NOMOI Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y

Ciencias Cognitivas No. 3 – Año 2008

PRESENTACIÓN: EL CONOCIMIENTO DE LAS COSAS,

LA CONSCIENCIA DEL MUNDO Y EL EFECTO DE LA EXPERIENCIA EN NOSOTROS. TEMAS CON UNA RESPUESTA POR PARTE DE LOS PENSADORES DE LA ESCUELA

AUSTRIACA

ienvenido, nuevamente, a esta tercera en-trega de la Revista de Epistemología, Teo-ría del Conocimiento y Ciencias Cog-

nitivas, -NOMOI-, y esperamos que los temas des-arrollados por nuestro staff de especialistas, invi-ten a la reflexión, sino es que a la discusión de preguntas tan importantes en las ciencias humanas y sociales, tales como: ¿cuáles son los fundamen-tos del conocer?, ¿qué nos puede decir una teoría de la mente sobre esta capacidad cognoscitiva? En fin, seguro surgirán más preguntas mientras avanza en la lectura de este número.

Es un gusto contar con la contribución del director del Departamento de Filosofia Social de la Univer-sidad Francisco Marroquín, Doctor Julio César De León Barbero, quien ya ha compartido con noso-tros sus reflexiones sobre distintos ángulos de la teoría de la mente de F. A. Hayek. En el número anterior comenzó a desgranar las distintas implica-ciones de esta teoría para el debate epistemológico contemporáneo, especialmente en el tema del ori-gen y desarrollo del conocimiento en los seres hu-manos. Ahora bien, en este número, analiza con mayor detalle cuál es la relación entre el conoci-

miento y la consciencia para con el proceso de la experiencia. Para ello, hace referencia al famoso término de linkages que utilizó F. A. Hayek para describir el orden de las categorías más generales del conocimiento, radicadas en la organización y en la plasticidad del sistema nervioso central, ca-tegorías sobre las que descansa la emergencia des-de las sensaciones más simples hasta las más ela-boradas teorías científicas. Como es ya natural, el Dr. De León Barbero deja planteada la tesis de que la teoría del conocimiento de Hayek (y con él Sir Karl Popper), se encuentra separada desde sus mismas raíces de las propuestas innatistas de Im-manuel Kant, las empiristas como la de John Loc-ke, así como de las propuestas de los filósofos fe-nomenólogos post-kantianos. Pareciera dejar plan-teada una pregunta para el debate: ¿por qué ver sombras hayekianas en sistemas que por su misma naturaleza lo contradicen en sus tesis fun-damentales?, pero bueno, la respuesta queda a dis-creción de los lectores, seguramente daremos se-guimiento a este debate en las próximas entregas.

Por parte del investigador senior de la Fundación Hayek, Doctor Gabriel Zanotti, se presenta una reflexión sobre las distinciones entre el paradigma de la información en contraposición con el para-digma del conocimiento, debate que tiene im-portantes repercusiones para la metodología de la Escuela Austríaca de Economía. El problema, nos dirá el profesor Zanotti, es la falta de claridad para apreciar que los autores de la mencionada Escuela propusieron un paradigma: el del conocimiento li-mitado. Y cómo este conocimiento es gradual-mente ampliado, por medio de un proceso de aprendizaje que los distintos individuos desarrollan

B

Fundación Friedrich A. von Hayek Universidad Francisco Marroquín Av. del Libertador 6550 - 5º piso (1428) Buenos Aires 6 Calle Final, Zona 10, Guatemala, Guatemala (01010)

Tel. +54-011-4706-0500 - [email protected] Tel. (502) 2338-7700 – [email protected] http://www.hayek.org.ar http://www.ufm.edu

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en su actuación cotidiana en este proceso que lla-mamos mercado. ¿Cuál es la respuesta de la Es-cuela Austriaca de Economía para el problema del conocimiento en sociedad?, el Doctor Zanotti, apoyándose en Sir Karl Popper (afín a la teoría epistemológica de los austriacos) dirá que el cono-cimiento es: “proyección activa de expectativas falibles”, descubrir qué es lo que significa esta fra-se, amerita leer de principio a fin el interesante artículo de nuestro filósofo argentino.

Walter Hernández, integrante del Seminario de Filosofía y gran colaborador de NOMOI, plantea un análisis y una revisión de las principales pro-puestas metodológicas de Carl Menger, quien brindó al mundo de las ciencias sociales su pro-puesta del método compositivo. Sin embargo, el artículo va más allá y realiza una serie de con-trastes del pensamiento mengeriano con las princi-pales tesis fenomenológicas (especialmente las ex-puestas por Husserl y Brentano). Superado este análisis el autor brega en las tesis misianas de la Praxeología y de la teoría del conocimiento haye-kiana. En la diversidad de autores, escuelas y refe-rencias que incluye en su artículo, existe un hilo conductor de vital importancia para los que estén interesados en las ciencias sociales y cognitivas: ¿cuál es la posición de la experiencia y de la cons-ciencia humanas en el proceso reflexivo sobre los procesos sociales? El licenciado Hernández llega a una serie de conclusiones sobre esta cuestión, muchas de las cuales resultarán controversiales e invitarán al debate.

Contamos con una contribución singular, es-pecialmente para la teoría del conocimiento, para esta edición. Francesco Di Iorio, integrante del Ins-tituto LUISS de Roma y candidato a Doctor por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, comparte con nosotros sus reflexiones sobre el pensamiento de dos gigantes de la Escuela Aus-triaca: Sir Karl Popper y Ludwig von Mises. Plan-tear que existen puntos de encuentro entre ambos autores, cuando ciertamente sus sistemas se cla-sifican como dos polos opuestos, resulta suma-mente interesante y quizá nos ayude a descubrir ciertas aristas nuevas en estas dos tradiciones. No es de olvidar que muchas de las ideas de Popper se encuentran muy cerca de la teoría del conoci-miento de Hayek, por lo que el artículo de Di Iorio proveerá nuevas luces no sólo entre estos puntos comunes que existan entre Popper y Mises, sino

también sobre la teoría del conocimiento de Hayek propiamente.

José Antonio Romero, colaborador distinguido de esta revista, nos ofrece un estudio extenso de la “reconducción” de los fenómenos sociales a la ac-ción individual. Es un comentario detallado de lo que Carl Menger quiso decir por método compo-sitivo y que sería una de las preocupaciones prin-cipales de F. A. Hayek en la Contrarrevolución de la Ciencia. Es un verdadero gusto contar con el horizonte y la erudición de este filósofo de la Uni-versidad Francisco Marroquín.

El profesor de la Universidad de Rosario y de la Universidad Entre Ríos de Argentina, Fernando Ré, expone un punto político y jurídico sobre la libertad de acción y de autodeterminación indivi-dual. Para dar soporte a sus tesis sobre el libre uso de sustancias, encuentra en los trabajos del psi-quiatra Thomas Szasz (integrante del Center for Cognitive Liberty en EEUU), las ideas cruciales sobre cómo una sobreprotección por parte del Go-bierno en cuanto al uso de substancias y psicofár-macos por parte del ciudadano conlleva necesaria-mente a una reducción de las libertades civiles. Pa-rece que la cura, sale más cara que la enfermedad.

Esperamos que los artículos de esta tercera entrega de NOMOI respondan a la curiosidad intelectual de ustedes y nos podamos enriquecer de sus co-mentarios y reacciones a los mismos.

Juan José Ramírez Ochoa

Director de NOMOI

Septiembre de 2008

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Director ejecutivo Lic. Juan José Ramírez Ochoa, M.A. Universidad Francisco Marroquín de Guatemala

Sub-director académico Lic. Walter Alberto Hernández López, M.A. Universidad Francisco Marroquín de Guatemala

Consejo consultivo Doctor Joaquín Fuster University of California at Los Angeles

Doctor Julio César De León Barbero Universidad Francisco Marroquín de Guatemala

Doctor Gabriel Zanotti Fundación Hayek de Argentina

Doctor Juan Manuel Bulacio Fundación Iccap -Ciencias Cognitivas Aplicadas- de Argentina

Licenciado José Antonio Romero Universidad Francisco Marroquín de Guatemala

LA MENTE HUMANA (III)

ÍNDICE Presentación Juan José Ramírez Ochoa ..................Pág. 1 La mente humana (III) Julio César De León Barbero .............Pág. 3 El conocimiento en Hayek y Mises Gabriel Zanotti ....................................Pág. 8 Problemas praxeológicos del principio Primacía de lo abstracto en Hayek Walter Hernández..............................Pág. 10 Why Mises’ apriorism and Popper’s falli-bilism are not incompatible (I) Francesco Di Iorio ............................Pág. 19 Rückher zu Menger José Antonio Romero Herrera..........Pág. 30 Control, peligro y prohibición. Una mirada libertaria sobre algunas libertades indivi-duales Fernado Ré ........................................Pág. 35

Julio César De León Barbero∗

2. Mente y conocimiento

n su teoría acerca de la mente y del cono-cimiento, Hayek acepta tanto lo a priori como lo a posteriori. Según él, aprendemos

del mundo “externo” merced a ciertas presuposi-ciones que son “a priori”. No obstante éstas, no son innatas, fijas ni independientes de la experien-cia cambiante. Al contrario, descansan sobre expe-riencias pasadas, ya sea del individuo o del grupo que lo socializa.

Las presuposiciones apriorísticas, son reproduc-ciones generales de las relaciones de los elementos del entorno ya experimentadas en el pasado. Es éste el sentido en el que Hayek se aparta del subje-tivismo o idealismo de corte kantiano. Claramente establece que mente y conciencia son, ambas, re-sultados de la experiencia individual y colectiva.

Para él la experiencia del pasado precede a las sen-saciones y a las percepciones del presente. Con-siste esa experiencia, fundamentalmente, en una interpretación y ordenación de los eventos a los cuales el sujeto se enfrentó; proceso a su vez basa-do en las diferenciadas respuestas del organismo que evoluciona, lo cual condujo a una clasificación u ordenamiento de los acontecimientos del entor-no.

...this classification is based on the connexions created in the nervous system by past linkages. Every sensation, even the “purest”, must therefore be regarded as an interpretation of an event in the light of the past experience of the individual or the species.1

Todavía más interesante resulta su idea de que la conciencia o la mente no producen la “experien-cia” y que ni siquiera es ésta una especie de “fun-ción” mental, pues es más bien la experiencia la que sustenta eso que llamamos conciencia.

The process of experience does not begin with sensations or perceptions, but necessarily preceds them: it operates on physiological events and ar-

∗ Doctor en Filosofía. Director del Departamento de Filosofía Social de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Correo electrónico: [email protected].

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1The Sensory Order. 8.4.

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ranges them into a structure or order which be-comes the basis of their “mental” significance; (...) We may express this also by stating that experi-ence is not a function of mind or consciousness, but that mind and consciousness are rather prod-ucts of experience.2

El fallo del empirismo de John Locke, por esa ra-zón, consiste, según Hayek en que la expresión escolástica: nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu, parece referida a la experiencia sensorial consciente. Es más, implica que todo lo que hemos llegado a saber ha de ser sujeto de con-firmación o refutación recurriendo a dicha expe-riencia.

Fallo grave a la luz del pensamiento hayekiano, pues existen ciertos principios generales a los cua-les debe ajustarse toda experiencia sensorial. Es decir, se dan relaciones entre las diversas experien-cias, relaciones de las cuales no estamos cons-cientes pero que son siempre reales. Estas relacio-nes no aprendidas por la vía de la experiencia sen-sorial consciente pero implícitas en todo proceso experiencial, están determinadas por el orden del aparato clasificatorio producto de previas relacio-nes o encadenamientos (linkages, en lenguaje hayekiano)3 presensoriales.

Para Hayek lo correcto es afirmar que: What we experience consciously as qualitative at-tributes of the external events is determined by re-lations of which we are not consciously aware but which are implicit in these qualitative distinctions, in the sense that they affect all that we do in re-sponse to these experiences.4

De este modo queda al descubierto el error come-tido por el empirismo supuesto por el pensamiento lockeano. Pero también queda al desundo el error aristotélico de creer que la experiencia consiste en llegar a poseer la esencia de las cosas por la vía de la abstracción.

2Ibid. 8.5. 3Prefiere la palabra “linkage” a “experiencia” por la equivo-cidad de este último término, pero sobre todo porque la “ex-periencia” de la cual habla es de un tipo muy particular: Se refiere a una cierta capacidad discriminatoria adquirida por el organismo gracias al sistema nervioso y los estímulos exter-nos, y por la cual si el mismo estímulo ocurre en el futuro tendrá algún significado para el organismo. Lo asienta así:

By a linkage we shall thus understand the most gen-eral lasting effect which groups of stimuli can impress upon the organization of the central nervous system. (Ibid, 5.8).

4Ibid. 8.10.

Es cierto que no todos los empiristas comparten esa visiones (Hume, p. e.) pero todos han brindado su apoyo a la doctrina que establece que: la expe-riencia comienza con la recepción de datos sen-soriales que constituyen las cualidades (primarias o secundarias -realmente no importa-) constantes en las cosas.5 Algunos han ido más allá, al ampliar lo anterior con la conclusión de que: así entramos en posesión de los correspondientes atributos de los objetos externos que percibimos.

Acording to the traditional view, experience be-gins with the reception of sensory data posessing constant qualities which either reflect correspond-ing attributes belonging to the perceived external objects, or are uniquely correlated with such at-tributes of the elements of the physical world. These sensory data are supposed to form the raw material which the mind accumulates and learns to arrange in various manners.6

De acuerdo con Hayek, lo que se halla presupuesto aquí es que la mente posee capacidades propias, innatas, independientes de todos los hechos del mundo, y que son las que le permiten ordenar, re-lacionar y reproducir los datos sensoriales.

Ejemplo claro de esta manera de ver la razón es nada menos que el mismo David Hume. Su psico-logía, a pesar de negar constantemente lo meta-físico, halla su raíz en las capacidades asociativas del individuo. De modo que el gran problema de Hume no es el derivar hacia el escepticismo o el quedarse casi atrapado por el solipsismo. Algo peor ocurre con su sistema: Está edificado sobre una concepción acerca de la razón tal que ella constituya el origen y la medida de lo que puede llamarse “conocimiento”. De este modo, la figura

5Karl R. Popper, también realiza una crítica de esta manera de entender la experiencia, llamándola “teoría de la mente-balde” que es “llenada” con supuestos datos. Escribe:

I have often called this theory the bucket theory of the mind... Our mind is a bucket which is originally empty, or more or less so, and into this bucket mate-rial enters through our senses (or possibly through a funnel for filling or reaching it from above), and ac-cumulates and becomes digested... My thesis is that the bucket theory is utterly naïve and completely mis-taken in all its versions... (Objective Knowledge. An Evolutionary Approach, Oxford University Press, London, 1974. p. 60-61).

Véase también su obra The Logic of Scientific Discovery (Harper Torchbooks, Harper & Row, publishers, New York, 1968), especialmente el capítulo V, titulado The Problem of the Empirical Basis, p. 93 -111. 6Ibid, 8.3.

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de un Hume para quien no existen supuestos dog-máticos –principios a admitir independientes de la experiencia-, se derrumba: él parte de suponer que existen capacidades inherentes al hombre y que son las que le permiten "asociar" los datos senso-riales.

Leibniz fue más consecuente al reconocer: Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu nisi intellectus ipse. Lo cual concedía al espíritu huma-no una serie de ideas no originadas en los sentidos, sino en la autoreflexión espiritual.

De la crítica hayekiana no se libra ni el mismo Kant (con sus categorías apriori del intelecto) y alcanza a las diversas escuelas fenomenológicas de él derivadas.7

Todas estas posturas coinciden mutatis mutandis en la afirmación de que la experiencia depende completa o parcialmente de la conciencia. Hayek habrá de afirmar, como ya quedó dicho,8 que la misma conciencia es un producto de la cadena de experiencias.

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II Congreso Internacional

“LA ESCUELA AUSTRÍACA

EN EL SIGLO XXI”

Ciudad de Rosario

7, 8 y 9 de Agosto de 2008

Finalizado el curso comenzó el II Congreso In-ternacional “La Escuela Austríaca en el Siglo XXI” que tuvo lugar en la Ciudad de Rosario los días 7, 8 y 9 de agosto, y que organizaron las fundaciones Friedrich A. von Hayek y Bases. Entre conferencistas, ponentes y asistentes partici-paron del evento más de un centenar de personas de todo el mundo.

Las áreas temáticas que se trataron durante el evento fueron la economía, la filosofía política, la

teoría del conocimiento, la metodología y diversas lecturas en torno a la Escuela Austríaca.

A continuación se adjunta el cronograma del even-to y algunas fotografías.

Jueves 07 de Agosto 9:30 – 10:45 hs Acreditaciones

10:45 – 11:15 hs Acto de Apertura a cargo de:

Gudrun Graf – Embajadora de Austria

Federico N. Fernández – Presidente (Fund. Bases)

Moderó Federico N. Fernández 11:15 – 11:45 hs Walter Castro (UCA /EdN) “Las re-glas como proceso de aprendizaje”

11:45 – 12:15 hs David Ortiz (Univ. Externado, Co-lombia) “Libertad, sistema parlamentario y bicame-ralismo en la obra de F. A. Hayek”

12:30 – 13:30 hs Presentó Eliana Santanatoglia

1ra Conferencia “¿Ciudadanía o síndrome de Esto-colmo?”, a cargo de Julio César de León Barbero (UFM, Guatemala)

Moderó Valeria Martínez Mauro 14:30 – 15 hs Daniel Lahoud (Univ. Católica Andrés Bello, Venezuela) “La Historia para los miembros de la Escuela Austriaca”

15 – 15:30 hs Rafael Beltramino (UCEL / EdN) “La tradición de Wieser dentro -¿fuera?- de la Escuela Aus-triaca” 15:30 – 16 hs David Martínez-Amador (UFM, Guate-mala) “Problemas metodológicos en la ciencia política

7Véase, Ibid, 8.28 y ss. 8Véase la cita # 28, p. 149-150.

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contemporánea: una propuesta desde la óptica hayekia-na”

16 – 16:30 hs Juan José Ramírez Ochoa (UFM, Gua-temala) “Los teoremas de la acción humana: su signi-ficado y su alcance para el método de la economía”

Moderó Federico Sosa Valle 17 – 17:30 hs Guillermo Covernton (UCA) “Una in-vestigación acerca de las semejanzas y diferencias en el pensamiento de algunos fundadores del marginalismo”

17:30 – 18 hs Carlos Bondone “Time, interest, prices and currency (in the theory of economic relativity)”

18 – 18: 30 hs Nicolás Cachanosky (Corporate Train-ing) “GDP vs EVA® as economic indicator”

18:30 – 19 hs Auke R. Leen (Leiden Univ., The Neth-erlands) “European Union budget review: an Austrian perspective”

19:15 – 20:15 hs Presentó Adrián O. Ravier

2da Conferencia “Government regulation of finan-cial markets –a way out of the crisis?”, a cargo de Guido Hülsmann (Université d’Angers, Francia)

21:15 hs Ágape en el Instituto de Artes Contempo-ráneas de Rosario ICARO (Primero de Mayo 1117 – Casa II)

Viernes 08 de Agosto

Moderó Lucrecia Pellerino 8 – 8:30 hs Monica Piccolo Almeida (UFF, Brasil) “Jo-sé Guilherme Merquior e Fernando Collor de Mello: o moderno liberalismo social”

8:30 – 9 hs Fernando Ré (UNR) “La concepción del estado terapéutico en Thomas Szasz. Aproximación a un pensador libertariano”

9 – 9:30 hs Roberto Dania (Univ. Nac. de la Patagonia San Juan Bosco) “El poder y la propiedad: los genios invisibles de la democracia capitalista”

9:30 – 10 hs Martín Simonetta (Fund. Atlas 1853) “Del realismo económico al realismo político: aportes de la teoría de la elección pública”

Moderó Juan José Ramírez Ochoa 10:30 – 11 hs José Manuel Levy “Ludwig von Mises: su epistemología kantiana”

11 – 11:30 hs Sergio Rosa Donati (UNSJ) “Compleji-dad, incertidumbre, conocimiento y organizaciones: de Hayek a Morin, y de Morin a Hayek”

11:30 – 12 hs Federico Sosa Valle (UBA / ESEADE) “Sistemas autógenos y racionalidad en la obra de F.A. Hayek”

12 – 12:30 hs Daniela G. López (UBA / CONICET) “Alfred Schutz y la Escuela Austriaca de Economía. Coordinación económica y orden social”

12:45 – 13:45 hs Presentó Adrián O. Ravier

3ra Conferencia “Axiomas y teoremas en la Escuela Austríaca de Economía”, a cargo de Gabriel Zanotti (Fund. Hayek)

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Sábado 09 de Agosto Moderó Roberto Dania 15 – 15:30 hs Adrián Ravier (Fund. Hayek) “La no neutralidad del dinero en el largo plazo –una respuesta al Dr. Humphrey–“

Moderó Pablo Dulko 9 – 10:15 hs Panel sobre Evolucionismo: 15:30 – 16 hs Horacio Arana (UAI) “Una mirada sobre

las monedas solidarias” Eliana Santanatoglia (Fund. Hayek) “La influencia de Hayek en el pensamiento evolucionista actual” 16 – 16:30 hs Enrique Blasco Garma (CIIMA /

ESEADE) “Urge desarrollar la teoría austriaca ante las deficiencias de la teoría neoclásica”

Pablo Ianello (Fund. Hayek) “The evolutionary ideas of Bruno Leoni’s legal thought”

16:30 – 17 hs Pavel Pisar (Univ. of Economics, Repú-blica. Checa) “Economy, state and drugs: an Austrian approach to the worldwide Problem"

10:45 – 11:45 hs Presentó Guillermo Covernton

5ta Conferencia “Una aproximación a la teoría sub-jetiva del valor a principios del siglo XIX en el Río de la Plata”, a cargo de Ricardo M. Rojas (Fund. Hayek)

Moderó Gabriel Zanotti 17:30 – 18 hs Alejandra Salinas (ESEADE) “The clas-sical liberal tradition, Hayek and political competition”

18 – 18:30 hs Matthew Hisrich (Flint Hills Center for Public Policy, Estados Unidos) “Back to the future: discovering the importance of Austrian economics as minor literature”

18:45 – 19:45 hs Presentó Federico N. Fernández

4ta Conferencia “Austrian economics in the twenty-first century: the Hayek-Popper paradox and the Lenin-Lennon dilemma”, a cargo de Calvin Hayes (Brock Univ., Canadá)

12 hs Presentó Martín Sarano

6ta Conferencia de cierre “Order, organization, and voluntary open source production”, a cargo de Giampaolo Garzarelli (Univ. of the Witwatersrand, Rep. de Sudáfrica)

21:30 Cena en Jamboree Restaurant (Italia esq. Men-doza)

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EL CONOCIMIENTO EN HAYEK Y

MISES *

Gabriel Zanotti**

s habitual decir que los economistas aus-tríacos, a diferencia de los neoclásicos, enfatizan la información limitada de los

agentes económicos, a diferencia de los modelos de competencia perfecta que suponen el conoci-miento perfecto.

Ese modo de plantear la cuestión, sin embargo, puede ser respondido con facilidad por los neo-clásicos. Ellos pueden decir, y de hecho lo dicen, que ya han incorporado la noción de información incompleta a sus modelos (incluso cintándolo a Hayek), y que estos últimos, como cualquier hi-pótesis, son modelos generales que no tienen por qué “coincidir” con la realidad. El mapa no es el territorio. La física procede igual. De hecho esta respuesta fue dada explícitamente por Friedman.

Por ende se hace necesario un replanteo del pro-blema.

Cuando Hayek plantea esta cuestión en Econo-mics and Knowledge, en 1936, su objeción co-ntra el supuesto de conocimiento perfecto no es que no es “realista”. La objeción es que con ese supuesto el problema económico está mal plan-teado. Si el conocimiento fuera perfecto y los agentes estuvieran en perfecto equilibrio, el pro-blema económico mismo es el que se supone re-suelto. El problema, aclara Hayek, es precisa-mente que los planes inter/personales no están coordinados, que el conocimiento es limitado, que las expectativas y suposiciones sobre los otros agentes en el mercado son falibles. ¿Cómo lograr la coordinación entre millones y millones de individuos con planes diferentes? Ese es el problema económico. Es más, ese es el problema de todas las ciencias sociales, aclara Hayek.

Creo que es más conocida la respuesta de Hayek al problema (el orden espontáneo) que su re-planteo del problema. Porque ese replanteo sí responde a los neoclásicos incluso actualmente. La cuestión no es partir del conocimiento perfec-to como núcleo central de la teoría y luego agre-

8

* Publicado en “La Escuela Austriaca en el s. XXI”, Nro. 4. ** Doctor en Filosofía por la Universidad Católica Argenti-na. Investigador senior de la Fundación Hayek de Argenti-na. Correo electrónico: [email protected]

gar como hipótesis adicional (auxiliar o ad hoc) la limitación del conocimiento. Sino al revés: partir de que el conocimiento es incompleto, im-perfecto, disperso, limitado (ese es el núcleo cen-tral de la teoría) y luego agregar una hipótesis adicional que “compense” la limitación de co-nocimiento: el aprendizaje. Por lo tanto el neo-clásico no puede responder a eso que todo mo-delo, o toda teoría, tiene aspectos “no totalmente realistas”. Obvio. La cuestión es cuál es el punto de partida de la teoría. Conocimiento perfecto o conocimiento limitado. Esa es la cuestión.

¿Cómo se dio cuenta de ello el joven Hayek? Por un lado, ya había comenzado a trabajar en sus teorías monetarias, en la teoría del ciclo, donde advirtió claramente un caso de des-coordinación de planes, cuando el factor tiempo entraba en juego: el mercado de capitales. Ello facilitó el ca-mino para que viera ese caso como parte de “el” problema de la ciencia económica, la des-coordinación de planes, cuya “respuesta” es el orden espontáneo. Pero, por otro lado, Hayek ya había pasado por Mises. Esto es: había asistido, antes de ir a Inglaterra, a los privat seminars de Mises en Viena. Una de las principales ense-ñanzas que Hayek sacó de esos seminarios fue precisamente la imposibilidad de cálculo econó-mico en el sistema socialista. Ello no sólo im-plicó que Hayek pasara del socialismo a la eco-nomía de mercado, sino que también quedara la semilla planteada del problema del conoci-miento. La enseñanza básica de Mises en 1922 era que el socialismo, al carecer de precios, no puede evaluar costos. Entonces el planificador socialista, al pretender planificar todo, esto es, “conocer” todo, no puede “conocer”. Mises tam-bién va desarrollando este tema paulatinamente. Para él, el punto era claro para todos aquellos que estuvieran formados en la economía neoclá-

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sica “versus” el marxismo. Pero luego, ante la defensa del socialismo que hacen los econo-mistas ingleses que defendían el laborismo in-glés, Mises va ampliando el campo de su teoría. Era la falta de percepción del mercado como un proceso dinámico lo que llevaba a defender la posibilidad de cálculo económico en el socia-lismo. Mises ya comienza a afirmar esto en 1933, en sus escritos más epistemológicos, pero de 1934 a 1949 su vida es absorbida (y bien) por los dos períodos de redacción de la obra de su vida, La Acción Humana (que salva a la Escuela Aus-triaca de la extinción) donde la teoría del merca-do como proceso ya es clara y distinta.

Mientras tanto Hayek va planteando la cuestión en escritos más cortos. Economics and Knowl-edge, 1936, The Use of Knowledge in Society, 1945; The Meaning of Competition, 1946. Pero esos escritos tienen un pequeño problema: “knowledge” es utilizado como sinónimo de “in-formation” varias veces. O sea que alguien po-dría decir: ok, sea la información incompleta punto de partida o no de la teoría, la cuestión es que hoy, tanto austriacos como neoclásicos, co-nocen la importancia de la información in-completa en teoría económica. ¿Por qué entonces la diferencia?

Porque no se trata de información ni de “incom-pleta”, sino de “conocimiento limitado”, que es muy diferente.

No es un detalle. Gran parte de la filosofía, la ciencia y la cultura contemporáneas han sido ga-nadas por un modo de concebir al conocimiento humano que podríamos llamar “el paradigma de la información”, donde se supone que el cono-cimiento es un sujeto que recibe pasivamente datos. Pero Hayek, en la primera parte de Eco-nomics and Knowledge, lo que comienza a cues-

tionar es precisamente la noción de “dato”, por-que ya se da cuenta de que la expectativa que un sujeto tiene sobre lo que otro sujeto valora, pien-sa y actúa, es cualquier cosa menos un “dato” y ese tipo de “conocimiento” es precisamente el que hay que coordinar. Incluso cuando Hayek dice “mundo” no son las cosas, los datos o los números, sino el conjunto de relaciones entre los sujetos, que a veces se coordinan, a veces no. No en vano afirma luego en 1942 que el “subjeti-vismo” ha sido el mayor avance en economía, ante la incomprensión e indiferencia de la mayor parte de sus colegas, sumergidos ya en un mar de estadísticas, mediciones y “datos”. Hayek nunca había minimizado ese “mundo”, sino que advier-te que todo conocimiento humano tiene un mar-gen de relevancia que debe ser evaluado e inter-pretado por el propio sujeto y, para colmo de di-ficultades, en coordinación con otros.

El conocimiento humano, por ende, no es pasivi-dad (Popper lo dijo también y sus amigos cientí-ficos le creyeron menos aún) sino proyección ac-tiva de expectativas falibles. La “información” es por ende humanamente imposible. Claro que puedo “informarme” de cuántas computadoras hay en la oficina, supuesta la expectativa de rele-vancia para mí y para otros sujetos de ese núme-ro de computadoras. Supuesto, además, el esque-ma interpretativo, cultural, que me dice qué es una computadora, un escritorio, una oficina, etc.

El conocimiento humano, por ende, no es com-pleto ni incompleto porque no es cuantitativo. Es disperso, falible, relevante, creativo, que son no-ciones cualitativas imposibles de “medir” pero sí de “entender”. Porque el conocimiento humano es eso, es que hay problemas de coordinación, que se minimizan en un mercado abierto con la creatividad del aprendizaje humano, que Mises llamó “factor empresarial de toda acción humana en el mercado”.

El conocimiento en la Escuela Austríaca, por en-de, implica sustituir el paradigma de la informa-ción, por el conocimiento como creatividad y aprendizaje. Allí se entrecruzan filosofía, psico-logía, economía y política en una “inter-net” casi indivisible. Es un nuevo paradigma enfatizado por Mises y Hayek y que los economistas aus-tríacos actuales deben continuar. Los debates epistemológicos no son para ellos algo marginal. Son su presente. Son su futuro.

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PROBLEMAS PRAXEOLÓGICOS

DEL PRINCIPIO PRIMACÍA DE LO

ABSTRACTO EN HAYEK

Walter Hernández*

Introduccste ensayo intentará dar a conocer la me-todología para la investigación de las le-yes exactas de los resultados no intencio-

nados de la acción (experiencia) humana. Uno de los conceptos más difíciles de comprender y ex-plicar es el de experiencia. Ésta puede llegar a tener una primacía sobre toda teoría, es más, se-gún la Enciclopedia de Hegel, es la experiencia la que tiene la última palabra frente a cualquier intento de formalizarla o de abstraerla; si ella concede la razón, la teoría es correcta; si no, habrá que recomponerla y, en el peor de los ca-sos, abandonarla, según el principio hipotético-deductivo de las Ciencias Naturales. El mismo Carl Menger en su magna obra Principios hace de la experiencia el primado de toda teoría, ella es la maestra, cual pedagoga, que guía las mentes (valoraciones subjetivas) de los agentes econó-micos (consumidor-empresario) en sus decisio-nes (acciones): “como la experiencia nos ense-ña”, dirá una y otra vez en sus escritos. Sin em-bargo, Mises, discípulo indirecto de Menger, tie-ne otra idea de la experiencia, pues este concepto había sido exageradamente el primado de la es-cuela histórica alemana.

ión

Desde las Investigaciones mengerianas (1883) hay un giro en este asunto de la experiencia, pues se plantea la idea de la imposibilidad del uso de la experiencia en la derivación (inducción) de los principios axiomáticos o universales (esenciales, wesen) para el análisis de la acción humana, donde los valores subjetivos (sentidos o signi-ficados: Sinn und Bedeutung) juegan un papel preponderante en el abordaje de la misma.

Mises, en Problemas fundamentales de Econo-mía Política de 1933 (Grundprobleme der Na-

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* Filósofo, profesor adjunto de Retórica de la Escuela Aus-triaca en la Universidad Francisco Marroquín de Guatema-la, profesor de filosofía en la Universidad Rafael Landívar de Guatemala. Integrante del Seminario de Filosofía Social de la Universidad Francisco Marroquín y sub-director académico de NOMOI. Correo electrónico: [email protected]

tionalökonimie de Mises, 19331) relegará la ex-periencia a un plano subordinado a axiomas a priori, en el mismo instante en que los sujetos toman parte en la acción. Es una visión de carác-ter lógico (formal) y de la validez universal por parte de la ciencia de la praxeología. La acción humana en su formalidad es a priori, no empíri-ca, igual que la lógica y las matemáticas, que no derivan de la experiencia natural, aunque ésta sea su fundamento (Problemas fundamentales §6). El debate sobre el método o Methodenstreit pro-tagonizado por la escuela austriaca de economía y la escuela alemana historicista ya se había efec-tuado en ocasión de la Revolución Científica cuando dos tradiciones se enfrentaron cual lucha de paradigmas, nos referimos a la tradición aris-totélica del sentido común frente a la formal y teórica copernicana y galileana; es curioso que el método científico haya tenido su espaldarazo a través de las relecturas de las obras platónicas que exige una formación formal en geometría y no a un empirismo sensualista por parte de los aristotélicos.

Pero, ¿acaso la forma y la teoría no derivan de la experiencia? Este es un contra argumento de la última fenomenología de Husserl en Experiencia y Juicio (1939), para quien la experiencia tiene la primacía sobre el juicio, sea éste juicio axiomá-tico, práctico o estético; recordemos que para el fundador de la fenomenología, las matemáticas son derivadas de las experiencia, de hecho su peregrinaje filosófico y su metamorfosis de las matemáticas surgieron a parir de preguntas fun-damentales sobre la aritmética (Filosofía de la Aritmética, 1893), cuando se plantea la pregunta sobre el número como un acto de contar (colec-ting acts); sin embargo, como no es nuestro tema, vamos a seguir con la postura de la escuela aus-triaca de economía.

La idea del apeirón en la escuela de economía austriaca Raimundo Cubeddu en su excelente libro La filo-sofía de la escuela austriaca, se hace cargo de los aspectos metodológicos, dando cuenta de su aspecto teórico y formal de esta tradición, echa mano del concepto estructura que nosotros aquí llamaremos principio (del griego arjé ) o apeirón, principio según el cual la acción de las personas

1 Traducido al inglés como Problemas epistemológicos de economía, por el IHS, New York, 1981.

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está sostenida por algo que ellas no son conscien-tes y les es imposible observar con ojos físicos, pues sin el andamiaje conceptual (teórico) solo ven como mortales, no como dioses, los dioses siempre tienen los ojos bien abiertos, para mues-tra una Atenea, la de los ojos grandes, o la lechu-za, ícono de aquellos hombres que siempre están atentos con sus ojos abiertos, dría Heráclito. La mayoría de los mortales son indiferentes a la per-cepción teórica, no pueden “ver” con los ojos de la mente, es por ello que para poder explicar lo que sucede en la realidad acuden a los relatos y cuentan mitos, pues a pesar de no tener ojos teó-ricos, les causa asombro aquello que no pueden clasificar en su mente. Uno de estos fenómenos son los fenómenos sociales, estos siempre causan asombro a la inteligencia humana. Recordemos que el asombro es la causa (incentivo) de todo conocimiento, en especial el de tipo científico (episteme).

Particularmente nos admiramos, aunque suene paradójico, de aquello que no vemos y que, sin embargo, tenemos la certeza de que está allí, en la experiencia. Los filósofos presocráticos o físi-cos naturales, se habían embarcado en la empresa de explicar, a través de la razón y oponiéndose a la opinión del mito (sentido común), el origen de la fisis a partir de una materia prima. Digamos que se entrenaron para saber ver lo evidente, lo ante los sentidos. Esos elementos experimen-tados sensitivamente a través del ojo y de los demás sentidos, fueron acaparando la atención y observación de estos magníficos pensadores.

Sin embargo, hubo uno que intentó encontrar en lo invisible aquél elemento común o primero, no susceptible de ser experimentado por los sen-tidos. Solo a manera de pretexto, hablaremos de Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, com-pañero y discípulo de Tales, según las Crónicas de Apolodoro, a quien se le atribuye la idea del ápeiron como contenido del arjé.

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El término ápeiron está compuesto de la partícula privativa a y del término péran (límite, borde). Etimológicamente ápeiron significa lo sin lími-tes. Aristóteles y Aristófanes testimonian la aso-ciación del ápeiron con algo circular o esférico. Ahora bien, lo esférico puede ser tomado, a su vez, como referencia de lo limitado (p. ej., el cosmos esférico limitado por una superficie in-mersa en un espacio vacío), y, entonces el ápei-ron sería una esfera de radio infinito, sin límites, es decir una extensión (llena) infinita por todas

sus partes. El ápeiron sería, pues, lo esférico, lo infinito en extensión espacial, no susceptible de ser intuido por los sentidos ni empíricamente re-gistrable, por lo que, con estas características in-vidente habrá que echar mano de la imaginación, que nosotros llamaremos aquí teoría, ver como los dioses, un ejercicio para desacostumbrase a ver como los mortales, poner entre paréntesis el juicio natural, según Husserl en su famosa epojé.

Menger, el Anaximando de las ciencias sociales How can it be that institutions which serve the common welfare and are extremely significant for its development come into being without a common will directed toward establiching them?2

La pregunta con la que hemos comenzado este texto es un fragmento clásico de la escuela aus-triaca de economía (podríamos decir de escuela austriaca de sociología, pero este concepto ha sido mal empleado y tiene su historia, como la mayoría de conceptos). Esta pegunta se la plan-teó Menger hace más de ciento veinte años; sin embargo, no deja de causarnos inquietud el hecho de que las disciplinas políticas no hayan reparado en la inviabilidad de la planificación racional del bien común. La posible miopía se debe a que las instituciones posibilitantes de las reglas del juego para dicho bien son fruto de la acción humana, por ello el agente público ha pensado que son ellos quienes han creado algo que, por definición, no puede crear, debido a que ellas, las instituciones, han surgido y sobrevivido sin la intención de una voluntad común; es más, sin ningún proyecto teleológico de ninguna orga-nización, colectivo o conglomerado político. Se trata de un orden (kosmos) que posibilita la liber-tad (Hayek, 1997).

La advertencia que hiciera Menger en sus Inves-tigaciones, es que aquellos científicos dedicados al estudio de dicho espejismo organizacional habrán desperdiciado muchos recursos en tal fic-ción. Esta desorientación es muy común en las ciencias empíricas, muy acostumbradas a bregar con datos expuestos al ojo humano (sentido co-mún), creando una fascinación por los resultados positivos, medibles y verificables a los sentidos. El distanciamiento de los datos empíricos exigi-do por Menger es la condición para acceder a

2 Investigations into the method of the social science by Carl Menger, 1883, Part Three, Chapter 2 § 2 of English edition, by Libertarian Press, Inc. 3rd. edition, 1996.

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una ciencia teórica capaz de reflexionar sobre los hechos y fenómenos.

Este cambio de actitud pretende encontrar aque-llas esencias (wesen, exactitud) de los fenómenos inaccesible al punto de vista empírico-naturalista o desde un punto de vista histórico (Cubeddu, 1997). El programa de investigación mengeriano inicia con una suspensión de prejuicios (epojé) al estilo Husserl contra el psicologismo (Ideas 1913, La Crisis de las ciencias europeas, 1936).

Socioeconomía Las Investigaciones mengerianas son un tratado sobre las ciencias sociales teóricas vinculando a las ciencias económicas a través del giro margi-nalista-subjetivista-. Este giro de lo macro a lo micro nos sugiere el interés de Menger en el ac-tor de tales procesos: el individuo, sujeto valo-rante. La economía, así, venía a salir a luz de la confinada oscuridad reduccionista a la que la habían llevado los historicistas, quienes consi-deraban a ésta como ciencia de la maximización o de la administración de recursos. Sin embargo hay más, Menger fue capaz de vincular a la eco-nomía con otras ciencias humanas como la polí-tica y la ética, independizándolas de éstas. Inves-tigaciones, Apéndice VIII y IX (El dogma del propio interés).

Una ciencia económica con tres orientaciones El programa de investigación de los fenómenos sociales por medio del método de la economía, lo encontramos en la clasificación que hace Menger en sus Investigaciones (Primera parte, capítulo I), las cuales, ante todo, tienen que indagar y des-cribir empíricamente la conexión entre la esen-cia individual y los fenómenos económicos, lue-

go la esencia general y la conexión general de dichos fenómenos, para luego investigar y des-cribir los fundamentos de la acción (paraxeo-logía). Estas ciencias auxiliares, según la clasifi-cación de Menger serían:

1. Las ciencias históricas y la estadística eco-nómica, empíricas (particulares).

2. Economía teórica general (formal), orienta-da a las leyes de los fenómenos econó-micos.

3. Ciencias prácticas, como la economía polí-tica3 y las finanzas, que deben investigar los fundamentos de la acción económica pública y privada.

La economía es una ciencia de esencias, pues su propósito no es llegar al descubrimiento de las leyes que ergulan el devenir de la sociedad (la historia a través de su método inductivo), de las entidades sociales como dadas; en cambio, para Menger el conocimiento teórico de la sociedad solo será posible a través de la reducción de los hechos complejos (expuestos ante los sentidos) a sus elemento más simples (invisibles) o gené-ricos. La reducción o re-conducción de los hechos empíricos (actos individuales-intenciona-les) permite la comprensión del fenómeno invo-luntario que hace posible la acción individual. Este método provee a las ciencias sociales de principios (esencias) o leyes exactas, inaugu-rando con ello una ciencia teórica capaz de com-prender los fenómenos sociales. (Cubeddu, 1997)

Experiencia y juicio

La interpretación de las esencias a través de la reflexión fenomenológica de lo empírico. Men-ger dirige sus críticas a la Escuela Histórica de Economía en su afán de alzarse como ciencia teórica. El hecho de incorporar en su programa de investigación a las ciencias históricas obedece a su afinidad con el método de la Escuela Histó-rica del Derecho, pues el derecho también viene a ser una institución no intencionada, sino el re-sultado de la experiencia en el desarrollo históri-co de los pueblos. Es más, dicha escuela contiene observaciones más completas del fenómeno so-cial y de carácter filosófico con relación a las ciencias prácticas, históricas y teóricas; éstas proveen de material para la interpretación o re-

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3 Aquí encontramos la tendencia de public choice también vinculada al Hayek político.

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flexión de las esencias, a partir, como ya se ha dicho, de los datos empíricos.

En las Investigaciones, Cap. 4, Parte I, Menger hace la radical distinción entre las disciplinas:

- ciencias empíricas

- ciencias históricas y,

- ciencias teóricas.

Pues en ningún caso debe confundirse la teoría de la economía con las ciencias históricas o prácticas de la economía. Igual tratamiento me-recen las leyes exactas frente a las leyes empí-ricas. Las primeras posibilitan la superación de la inmediatez de la experiencia para llegar a con-clusiones sobre los fenómenos futuros o la pre-dicción a partir de juicios apodícticos (esen-ciales), que para Menger se convierten en tipos o formas fenoménicas rigurosas, las cuales com-prende todas las realidades empíricas (experien-cia inmediata o intuitiva). Por ello, el historiador provee de material a la teoría, a la teoría eco-nómica; en un plano aristotélico o kantiano po-dríamos decir que se va de la sensibilidad al en-tendimiento. Esta distinción nos recuerda la va-loración aristotélica sobre la actividad de los his-toriadores, contrapuestos a la actividad poética, pues para el Areopagita, la historia no es ciencia en cuanto no trata de asuntos universales (esen-ciales diríamos en el buen sentido feno-menológico), como sí lo hace la poética. La ciencia, por ser de carácter empírico, carece de dichas categorías Cubeddu, en las páginas 38-39 de La filosofía de la escuela austriaca, hará refe-rencia a esta distinción en Menger: Aristóteles reconoció correctamente este hecho al negar el carácter rigurosamente científico de la induc-ción (Investigaciones Cap. 4, Parte I), sos-teniendo que mediante la inducción no es posi-ble llegar a establecer unas leyes rigurosas (exac-tas) de los fenómenos, y aquí la crítica al método historicista, pues lo histórico-empírico carece de la exactitud de las leyes naturales (wesen).

Carácter natural de las leyes exactas

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La investigación teóprica, al modo de Menger, debe partir de los elementos más simples o ti-picos (Investigaciones Cap. 4, Parte I) de formas básicas de los fenómenos reales. Menger refiere a estos como imagen típica de modo particular, llamándolos conceptos típicos o átomos concep-tuales. Hay que notar que, llegado a este punto, Menger advertirá en seguida que hay que evitar a toda costa la tentación de hipostasiar tales con-

ceptos elementales (básicos) pues no deben con-siderarse como si tuvieran plena realidad em-pírica [entes] (ya que estas formas fenoménicas […] solo existen en nuestra mente). Estos ele-mentos simples no siempre son empíricos.

Estas relaciones típicas o leyes exactas de los fenómenos son juicios apodícticos (esenciales) que no se ocupan del devenir de los hechos, sino que evalúan cómo, partiendo de los elementos más simples del mundo real, pueden reducir (re-conducir) a un aislamiento que le permita abs-traer (comprender) las leyes rigurosas (Cubeddu, 1997, pág. 41-44). Este aislamiento (reducción, enfoque) parte del supuesto de que existen tales elementos típicos, los cuales son posibles descri-bir si los imaginamos (eidéticamente) totalmente aislados de todos los demás factores causales. El método de variación imaginativa no es solo apli-cado por Menger, sino que luego treinta años más tarde lo incluirá Husserl en el método feno-menológico de la (Ideas I, 1913). Hayek tam-bién lo utiliza al dar cuenta del origen (genético) de la norma a través de supuestos imaginativos; debido a que la norma, si bien se da en el tiempo, no queda registro positivo de ella, ni tampoco histórico, valga la redundancia. Así es que, la descripción de las esencias se logra a través del método imaginativo y no del método empírico.

Menger, en consecuencia con las leyes de nues-tro pensamiento, que magistralmente examina Hayek en El orden sensorial (1952), pretende describir las leyes exactas como leyes de la na-turaleza de los fenómenos. El objeto de la ciencia no serán las construcciones de nuestra mente, sino más bien las esencias sociales, que a decir de Kauder (1965) significa la realidad subyacen-te a los fenómenos, similar al concepto de verdad como aletheia griega o desvelamiento, que tanto insistiera Heidegger en Ser y Tiempo (1927). La ley expresa una serie de correlaciones (reclasifi-caciones de la mente según Hayek) que solo a través de una ciencia de esencias puede desvelar-se (descubrirse) la realidad oculta tras la superfi-cie empírica u observable de las cosas (sach). El instrumento conceptual de la ley exacta permite el reconocimiento de la intangibilidad (no empí-rica) de las opciones individuales capaces de ex-plicar cómo, aquellas constelaciones de resulta-dos generadas a partir de tales opciones subjeti-vas que se dan en el horizonte infinito de deci-siones individuales, no degeneran en el caos, si-no que se componen según un orden que es natu-ral en el hombre. Esta coordinación, que a veces

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comprendemos como cooperación, constituye la tesis principal de la escuela austriaca: el proble-ma de las consecuencias no intencionadas de las acciones humanas orientadas a alcanzar fi-nes. Este es uno de los mayores éxitos del méto-do compositivo y tema cardinal con el cual ini-ciamos este análisis. Queda, pues, claro que lo que Menger pretende no es dar un orden racional a la realidad humana (error en el que deslizaron los historicistas), sino describir de qué manera el obrar humano produce un orden que repetida-mente denomina esencia, instrumento genético para el estudio de los fenómenos. Dicho orden se deriva de un conjunto de acciones individuales que se componen en entidades (ideales, por su-puesto) más complejas.

Para un programa más profundo de investigación sobre los fundamentos metodológicos de le es-cuela austriaca, Cubeddu sugiere el estudio y análisis de las siguientes tres obras.

1. Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales de Menger (1883).

2. Problemas fundamentales de economía po-lítica de Mises (1933) y,

3. El cienticismo y el estudio de la sociedad de Hayek (1942-1944). Reeditado en Con-trarrevolución de las ciencias, 1952.

Praxeología apodíctica-axiomática

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Uno de los más notables herederos del legado mengeriano es L. von Mises, sin embargo, hay cierta falta de comprensión de éste en ciertos conceptos de aquél, especialmente en el modo en que entienden la relación de las leyes que regulan los fenómenos del mundo natural y social, así como los procesos mentales, constituyen dos mundos inseparables para el discípulo. En La acción humana (1949) Mises articula este dua-

lismo metodológico en dos reinos: el externo de los fenómenos físicos, y el interno, el del pensa-miento, del sentimiento, de la apreciación y de la actuación constante. Mises repite el mismo error metodológico-dualista que Brentano en su Psi-cología (1874), quien traza un cerco entre fe-nómenos físicos y fenómenos psíquicos (menta-les, representacionales o intencionales). El error de ambos solo puede sr superado en la crítica que hiciera Husserl a su maestro Brentano, en sus Investigaciones lógicas (1900-01) y en el Epílo-go a Ideas I (en su edición al inglés en 1930), habla de que ya no es posible hacer distinción entre fenómenos psíquicos y fenómenos físicos porque ambos pertenecen al dominio de la con-ciencia. Mises, quien desconoce u omite el tra-tamiento del concepto de intencionalidad desde la postura fenomenológica, dirá que no existe ningún puente que una ambas esferas: la psíquica y la física (Mises, 1949). Es más, los bienes imaginarios han quedado fuera de la investi-gación de la escuela (social) de economía aus-triaca, solo podríamos resolver este problema con una teoría fenomenológica de la re-presen-tación intencional de los actos psíquicos.

La praxeología misesiana parte del principio aris-totélico de formular teorías que resulten válidas en cualquier caso en que concurran las cir-cunstancias implícitas en sus presupuestos y constructos. Siguiendo la línea mengeriana, dirá que las afirmaciones praxeológicas no derivan del conocimiento empírico, léase histórico, sino que, al igual que la matemática, son a priori; o sea, necesariamente anteriores a la comprensión de los hechos históricos, lo cual evita caer en una visión caleidoscópica e ininteligible o caótica (Mises, 1949, pág. 39), digamos que es el orden del caos. Como la praxeología no se detiene en la actitud natural, a decir de Merleau-Ponty con respecto a la fenomenología, es una ciencia de las esencias de la acción humana a partir de la estructura de la mente misma. Hayek ya había hechos sus investigaciones al respecto del orden sensorial como aparato clasificatorio, pero no como algo a priori en la mente humana. El aprio-rismo mental de Mises, más bien hace referencia a un conjunto de instrumentos para captar la rea-lidad, los cuales son anteriores a toda experien-cia, un instrumento que nos remite al organum en el sentido aristotélico. Entonces, ¿dónde ha lugar la libertad? Ante la interpretación de un determinismo fisiologista, Mises dirá que la ac-ción es la manifestación de la voluntad del hom-

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bre, orientada a la satisfacción de ciertos deseos del sujeto actuante, esta acción siempre es ra-cional. Así, la vida o autobiografía se convierte en un resultado de la acción de cada hombre, esta acción ha sido posible gracias a un juicio valo-rativo. Este juicio es causal, se trata de una cau-salidad fenomenológica que permite poner orden a un mundo que se le podría presentar de modo caótico. La praxeología busca los nexos causales que se convierten en guía para conocer dónde hay que intervenir para alcanzar algún objetivo. Esta guía no es de carácter ontológico suscepti-ble de investigación para filósofos que desean encontrar la última causa del ser y de la existen-cia, sino que más bien carece de dignidad onto-lógica propia de una metafísica finalística.

En el proceso de reorganización de las ciencias sociales, Hayek juega un papel muy importante, especialmente con relación a la experiencia indi-vidual y mundo externo. La percepción del mun-do externo se produce mediante sensaciones y conceptos que están organizados en una estruc-tura mental común a todos ellos. Así, la ciencia social teórica estudiará el modo en que la per-cepción y el conocimiento del mundo externo determinan tanto la acción individual y colecti-va, como sus efectos involuntarios: un orden subjetivamente entendido por los agentes. El supuesto para comprender la acción humana (sus elementos constitutivos) se funda en el hecho de que los conocemos por la actuación de nuestra propia mente: un tipo de autopercepción o auto-rrevelación del acto consciente, mediante el cual los individuos tratan de resolver sus problemas. El mundo externo es cognoscible a partir de que los fenómenos son comprensibles, mediante la organización conceptual de la mente humana.

Historicidad empírica vs teoricidad axiomáti-ca (wesen) Resulta sorprendente saber que las diferencias que se dieron en el debate sobre el método, ma-yormente conocido como Methodenstreit entre historicista alemanes y austriacos subjetivistas, fue más bien caracterizado por cuestiones políti-cas más que por problemas de método (Menger, Investigaciones, apéndice IX). Sin embargo, en cuanto al método les achaca el error de haber confrontado la ciencia económica al método in-ductivo la haber confundido las instituciones so-ciales con organismos biológicos.

Para Menger las instituciones de las normas prácticas del obrar económico, no pueden ser de-ducidas del conocimiento particular, empírico o histórico (saber inductivo).

Menger: logros teóricos de la ciencia económi-ca

- Implicación de la teoría de los valores subjetivos en las ciencias sociales.

- Epistemología económica del giro mar-ginalista.

- Una filosofía de las ciencias sociales.

- Reconocimiento político de las opciones individuales en la economía.

- Una ciencia teórica de la acción humana (de las leyes universalmente válidas y permanentes) como su legitimidad lógica.

- Liberalismo económico de la economía individual privadas.

Renovación de las ciencias sociales y su posibi-lidad teórica

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La crítica al historicismo como ciencia teórica es de tipo metodológico y epistemológico. Este, se-gún Menger, se basa en la creencia de que a tra-vés del estudio de los acontecimientos históricos se puede descubrir su sentido y deducir las leyes que regulan su devenir. Este dualismo metodoló-gico es también advertido por Husserl en sus In-vestigaciones lógicas (1900-01) al aclarar el pa-pel que juega la intuición sensible y la intuición categorial (esencial). El empirismo ingenuo, se-gún Husserl, ha confundido el objeto con sensi-bilidad inductiva, prejuiciando la teoría de abs-

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traccionismo. Al restaurar las ciencias sociales, se replantea, a su vez, la filosofía política que la acompañará en su quehacer: el liberalismo.

El apriorismo hayekiano En 1968, Hayek, en la Disertación de Alpbach, encontramos una idea similar a la postura de Mi-ses, en su ensayo La primacía de lo abstracto sobre la percepción de actos concretos.

Según la tradición epistemológica y de raigambre aristotélica, la abstracción hace referencia a algo abstraído o derivado de alguna otra entidad o en-tidades mentales existentes y que de algún modo son más ricas o más concretas. El argumento hayekiano, más bien propone un ejercicio que tenga un efecto liberador en nuestro pensamiento sobre aquellos errores tanto de la psicología co-mo de la epistemología. Toda experiencia cons-ciente (concreta y primaria), léase: sensaciones, percepciones e imágenes, son el producto de una superposición de muchas “clasificaciones”, que Hayek denomina ordenamiento sensorial (1952), de los acontecimientos percibidos de acuerdo con su significado en muchos sentidos. Dichas clasi-ficaciones son los elementos constituyentes de las experiencias, “construidos” a partir de ele-mentos abstractos.

¿Primacía de lo abstracto? Según Hayek, tanto la Psicología como la teoría del conocimiento (gno-seología) parten de una conclusión equivocada. Cuando Hayek habla de primacía no lo hace en el sentido de una secuencia genética (arqueológi-ca-temporal), aunque tal incluya un movimiento evolucionista que va de la percepción de patro-nes abstractos hasta la de objetos determinados. Se trata de una Primacía causal: en el sentido de lo que viene primero a la mente (fenómenos mentales), la cual se utiliza para explicar otros fenómenos. En nuestra introspección (experien-cia consciente), los detalles concretos ocupan un lugar central y las abstracciones parecen derivar de ello. Este es un grave error, según Hayek, pues se trata de una experiencia subjetiva y la apariencia que ella ilusiona, impide reconocer que tales detalles concretos son el producto de abstracciones de la mente (una especie de mente a priori) que anticipadamente debe de tenerse para poder experimentar sensaciones determina-das, percepciones o imágenes.

Entonces, ¿qué vemos cuando vemos? Somos conscientes y atentos de los detalles concretos.

La mente debe funcionar de acuerdo con reglas abstractas de ella misma, las cuales son a priori a los detalles de la percepción y que creemos que vienen de las abstracciones. En su clásico ensayo Observación, Hanson Russel citará aquella fa-mosa observación que realizaran los astrónomos Tycho Brahe y Johannes Kepler, ambos viendo el mismo objeto, Venus, en un amanecer de Pra-ga, sacan conclusiones de acuerdo a sus entre-namientos, paradigmas o a priori; el primero a partir del sentido común (uso de la vista, experi-mental) y el otro a partir del cálculo copernicano. Ver o no ver sería en este caso el problema, pues se observa a partir de nuestra constitución men-tal. La materia (hylé) es fundamento sensitivo de la mente, pero: ¿se forma la mente o memoria a partir de la materia? Como nuestro organismo es parte del universo físico, la mente pertenece a él, en dicho organismo se empieza a generar el or-den sensorial, que es totalmente diferente del mundo físico (recordemos que Brentano y Hus-serl han insistido hasta la saciedad sobre el asun-to de los fenómenos físico y fenómenos mentales constituidos a partir de la estructura intencional de la mente). Tan física es la mente como lo es el sistema nervioso con sus órganos receptores (los sentidos), a través de los cuales llega una serie de información, que llamamos experiencia, al Siste-ma Nervioso Central (SNC).

El SNC conserva el registro de los estímulos y niveles que el organismo ha tenido durante toda su vida. Incluso, según Hayek, antes de nacer. Sucede entonces, que tal registro o memoria es una memoria nerviosa, por lo que no recordamos por tener memoria, sino que por tener recuerdos, a priori en el sentido temporal y atemporal de la expresión, es que tenemos memoria. Ello le va a permitir al organismo humano manejar su en-torno. Pues si no fuera así el mundo sería nuevo cada día (tema central de la cinta Memento de Christopher Nolan del año 2000). La experiencia entonces, es en gran medida inconsciente, razón por la cual llegamos a pensar que ya traemos in-natamente las conductas propias de la vida civili-zada.

Constitución del aparato clasificatorio La tradición empirista radical nos ha fami-liarizado con el principio de tabula rasa, para la cual un recién nacido es algo así como página en blanco. Para la tradición austriaca evolucionista, hemos ido aprendiendo sin darnos cuenta, ser conscientes. La constitución del aparato clasi-

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ficatorio, o la mente, es el orden sensorial, que no viene con nosotros. Así pues, es como la herencia genética, cerebro y SNC entran en in-teracción a través de la cultura que le recibe por medio del lenguaje (articulado), las normas que regulan la acción. El producto de esta relación es una red de “mapas” que está constituido por las conexiones establecidas entre las neuronas y ca-da sensación o estímulo, las cuales llegan a tener sentido en la medida en que es “relacionado o ubicado en el mapa del orden sensorial”, que puede dar origen a la libertad, en los ACTOS a través de las decisiones. Como la mente humana no es capaz de tener experiencia de su propio funcionamiento, Sensory order (1952), ella es su propio punto de referencia, tiene que echar mano de un método imaginativo para llegar a vislum-brar este tipo de orden. Con esta idea, Hayek está convencido de que la mente no ha podido crear el orden social, pues ella misma es produc-to de ese orden, que en otras orientaciones le han denominado mundo.

¿Contra el nominalismo singularista?

Una de los chispazos, Insight, de la revolución marginalista fue el planteamiento del principio de la acción humana de que escogemos cosas al margen, particulares, unidades concretas y no clases o conjuntos. Sin embargo, desde la postura del conocimiento, Hayek afirma que nunca co-nocemos los objetos singulares sino clases de objetos, la mente debe ser capaz de realizar ope-raciones abstractas para poder ser capaz de per-cibir detalles (concretos). Pues, vivimos subjeti-vamente un mundo concreto. De tal modo que, las relaciones abstractas rigen el orden que, co-mo un todo, da a los detalles sus diferentes luga-res (clasificaciones). El error que Hayek advierte en la psicología y en la teoría del conocimiento es que suponen que lo abstracto presupone lo concreto y no lo concreto a lo abstracto; pues en

la mente lo abstracto puede existir sin lo concre-to, pero no lo concreto sin lo abstracto. Se trata de un argumento que se ha venido arrastrando desde que Aristóteles postulara su teoría causal e hylemórfica.

Aquí Hayek parece bajar la guardia, lo curioso es que en el mismo año que está planteando estas ideas publica otra obra donde las critica. Nos re-ferimos a la Contrarrevolución de las ciencias. Si en esta obra trata de ampliar el dualismo me-todológico de la escuela austriaca en contra del positivismo monista y excluyente del mundo de la vida; en El orden sensorial parece que el dua-lismo metodológico experimenta un retroceso para el tratamiento de lo social. Tratemos de es-clarecer este supuesto retorno de las ciencias so-ciales a un organicismo mecanicista.

Hayek apoya su tesis en otras disciplinas que no necesariamente estudian el fenómeno social, sino la conducta animal a través de la falsación de experimentos con peces y pájaros (etología) que demuestran que éstos responden de la misma manera a una gran variedad de formas que tienen solamente algunos rasgos muy abstractos en co-mún. La mayoría de los animales reconocen ras-gos abstractos mucho antes de poder identificar los detalles. Nuestra percepción del mundo exte-rior es posible porque la mente posee una capa-cidad organizadora. Todas nuestras acciones de-ben ser concebidas como guiadas por reglas de las que no somos conscientes. Estas reglas ¡en-sambladas! nos permite poner en práctica habili-dades externadamente complicadas sin tener idea de la particular ilación de los movimientos involucrados. A este punto, nuestro autor ha lle-gado al planteamiento de que se trata del signifi-cado sobre las reglas no articuladas para la de-terminación de la acción.

Autodeterminación discrecional: autogobier-no Se ha insistido sobre los factores mentales que rigen nuestro actuar y pensar sin que nosotros lo sepamos, y que pueden describirse solamente co-mo reglas abstractas que nos guían sin que sea-mos conscientes. ¡Y la libertad! ¿Qué significado tiene aquí? Hayek apuesta por una hermenéutica a priori. La interpretación del mundo exterior gobierna nuestras acciones. A dicho gobierno le denomina disposición o tendencia, la cual hace que un organismo se incline a responder a estí-

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mulos de ciertas clase, esta disposición (abs-tracción) hacia ciertas líneas de acción determi-nadas por procesos neuronales hacen creer en una tendencia cartesiana de determinismo meca-nicista.

Todo el conocimiento del mundo exterior que el organismo es capaz de imponer sobre los movi-mientos o ciertas características generales adap-tadas a ciertos atributos del ambiente, que apare-cerán como clasificadores. El conocimiento del mundo exterior, que dicho organismo posee, constituye los patrones de acción que los estímu-los tienden a evocar o, con referencia especial a la mente humana.

Lo que llamamos “conocimiento” es primordial-mente un sistema de reglas de acción ayudadas y modificadas por reglas que indican equivalencias o diferencias o varias combinaciones de estímu-los ¿behaviorismo?

La característica fundamental de un organismo es la capacidad de gobernar sus acciones por reglas que deciden las propiedades de sus movimientos particulares. Las acciones deben ser gobernadas por categorías abstractas mucho tiempo antes de experimentar procesos mentales conscientes. Mente es un sistema de reglas, que conjunta-mente deciden acciones determinadas. Paraxeo-lógicamente, se entiende por primacía de lo abs-tracto, las disposiciones para un tipo de acción, viene en primer lugar y la acción particular está determinada por la superposición de muchas dis-posiciones semejantes.

Patrones de acción

El organismo responde (clasifica a través de los patrones de acción) a los distintos efectos que sobre él tienen los acontecimientos del mundo exterior. Estos patrones de acción son edificados por la experiencia. Sin embargo, el organismo desarrolla nuevas potencialidades para las accio-nes que únicamente después de la experiencia, selecciona y confirma aquellas que son útiles como adaptaciones a las características típicas de su medio. Tal repertorio se desarrolla por selec-ción natural y que Hayek denomina como accio-nes tipo adaptada a los rasgos normativos del ambiente, se trata de un análisis de la mente am-pliando la distinción entre tipos y típicos que planteara Carl Menger en sus Investigaciones de 1883.

Las variedades de acciones de que los orga-nismos son capaces van en ascenso, las cuales aprenden a seleccionar para ayudar a la con-servación del individuo o de la especie. En este proceso hay otras acciones posibles que sufren inhibiciones, prohibiciones o retrasos (aplaza-mientos).

¿Cómo libraremos a Hayek del juicio de inna-tismo y empirismo, incluso de organicismo cuando él mismo plantea que “la mayoría de ac-ciones mediante las cuales el organismo respon-de son innatas”? Incluso, estos patrones de ac-ción no son modelados por la mente, mas bien, éstos son producidos gracias a una selección en-tre los mecanismo por y sobre el cual se crea un sistema de reglas de acción, para la interpreta-ción del mundo exterior por medio de la mente, una mente priorizada ¿se referirá al mundo ideal platónico, donde las percepciones sensoriales solo son interpretación de previas abstracciones que no son derivadas de las migajas del tiempo y espacio que acostumbramos a llamar experiencia y que más bien tendrán su actualización o cum-plimiento?

Bibliografía Franz Brentano, Psicología desde el punto de vista

empírico. Revista de Occidente, Madrid, 1935.

Raimond Cubeddu. La filosofía de la escuela aus-triaca. Unión Editorial, 1997.

Friedrich A. Hayek, Nuevos estudios en filosofía, po-lítica, economía e historia de las ideas. Trad. Ma-ría Isabel Alves. Editorial Universitaria. Buenos Aires, 1981.

Friedrich A. Hayek. El orden de la libertad, UFM. Guatemala, 1997

Edmund Husserl. Investigaciones lógicas 1900-1901. Revista de Occidente, Madrid, 1985.

Ludwig von Mises. Grundprobleme der Nationalö-konimie, 1931. Traducida al inglés como Pro-blemas epistemológicos de economía, por el IHS, New York, 1981. Aun no contamos con su traduc-ción al castellano.

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WHY MISES’ APRIORISM AND

POPPER’S FALLIBILISM ARE NOT

INCOMPATIBLE (I)

Francesco Di Iorio*

Many modern Austrians are inclined to read Popper as a rabid empiricist (…). But, in fact, Popper took the philosophy of science in very Misesian directions. He not only insisted that facts cannot prove theories, he also agreed, in

rejecting the ‘Baconian myth’ that theories are merely an inductive digest of experience, that

theory is logically prior to experience.

Richard N. Langlois

Introductionany scholars underline an incompati-bility more or less strong between methodological fallibilism and aprior-

ism1. This viewpoint is supported by the fact that, as we will see, Mises and Popper recipro-cally criticized themselves. In spite of this fact, in the present article, I would like to exclude a radical incompatibility of their approaches and claim for a fallibilistic interpretation of Mises’ work.

Mises and Popper largely agree on several points: the primacy of theory compared to ex-perience; the anti-instrumentalist or realist con-ception of science; the fact that empirical theo-ries rest on non-empirical presuppositions; the idea that both in natural sciences and in social sciences explanations are based on the determi-nation of causes by general laws; the awareness of incertitude of science; the methodological in-dividualism; the criticism of scientism, inductiv-ism and holism in social sciences (see Antiseri, 2006, Champion, 2002, Di Nuoscio 2006 and Smith, 1996, 1998).

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* PhD student at EHESS (École des Hautes Études en Sciences Sociales) and CREA (Centre de Recherche en Epistémologie Appliquée)-Ecole Polytechnique (Paris). Member of the LUISS University (Centro di Metodologia delle Scienze Sociali), directed by Dario Antiseri. Assis-tent Professor at LUISS University (Rome). E-mail: [email protected] 1 Consider, for instance, the following ones: Caldwell (2004), Bramoullé (1995), Facchini (2007), Gordon (1996), Hoppe (2007), Hulsmann (2003, 2007), Langueux (1996) Radnitzky (1995), Rothbard (1997), van den Hauwe (2007).

However, they seem to disagree on two aspects: 1) the foundations of methodological individual-ism; and 2) the relationship between theory and experience (see Mises, 2002, pp. 70, 71, and 120; see also Popper, 1992b, p. 10; 1994, p. 172).

In this paper I will insist especially on these two last points. In my opinion, Mises and Popper re-ciprocally and largely misunderstood themselves. Even though it is of course impossible to claim a coincidence of their views, it is necessary, I would contend, to consider the distance between them as “comparatively small” (Hayek, 1992, p. 148). Concerning the first of their two points of disagreement, I will sustain that, even though there is here an undeniable difference of ap-proach, praxeology is not incompatible with the idea, strongly claimed by Popper, that the expla-nation of action has an empirical nature. Con-cerning the second point I will maintain that, in spite of some slight differences, the contrast is in fact more apparent than real.

Moreover, I will argue that Mises and Popper’s approaches can reciprocally enrich each other.

I would like to thank Dario Antiseri, William N. Butos, Rafe Champion, Jörg Guido Hülsmann, Mario J. Rizzo, and Barry Smith who discussed with me the subject of this article and for their valuable suggestions. Many thanks also to Greg-ory Campeau, Sebastian Grevsmühl, Hélène Stora and Claudine Vergnes-Stora for having made my English more understandable.

1. Mises and Popper on the Foundations of Methodological Individualism According to Popper, Mises’ a priori theory of action is barren and scientifically unacceptable (Popper, 1994, p. 172). Popper’s criticism against Mises seems however weak and partly based on a misunderstanding (see also Di Nuo-scio 2004, 2006 and Nadeau 1993).

Popper claims that in order to elaborate empirical explanations about the reasons which determine individual actions one needs to presuppose a non-falsifiable knowledge: this irrefutable knowledge has to concern the necessarily ra-tional structure of action (Popper, 1994, p. 169). The way in which Popper argues the epistemo-logical statute of rationality is ambiguous and self-contradictory. Dealing with this issue, Pop-per considers, on one hand, rationality as a “methodological postulate” (Popper, 1994, p.

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169), but he says, on the other hand, that the ra-tionality principle is false because men can act sometimes in a non-rational way that is not in conformity with perfect information about the situation (Popper, 1994 p. 172; 1961, p. 140). Adopting this objective conception of rationality, Popper denies the validity of Mises’ approach which considers the rationality as an a priori characteristic of action:

a principle that is not universally true is false. Thus the rationality principle is false. I think there is no way out of this. Consequently, we must deny that it is a priori valid (Popper, 1994, p. 172).

Apart from the fact that Mises’ approach rules out the use of an objective rationality criterion, here there is a contradiction: if an assertion is falsified, then it is empirical. The problem is that, in Popper’s own words, methodological postu-lates do “not play the role of an empirical ex-planatory theory, of a testable hypothesis” (Pop-per, 1994, p. 169). They are non-falsifiable method rules which are justifiable from an epis-temological point of view because they are “use-ful” (Popper, 1959, p. 55) for increasing empiri-cal knowledge. Popper paradoxically advises scholars to elaborate empirical social theories using the rationality principle even though it is a falsified theory.

Popper’s position is contradictory compared to his own epistemology which suggests ruling out falsified theories and is in opposition to instru-mentalism. In the name of realism, Popper has strongly fought against the idea that “scientific theories are nothing but instruments […] for pre-diction or practical application” (Popper, 1994, p. 173):

I […] am an anti-instrumentalist (or, as I may perhaps say, a realist). […] What do we anti-instrumentalist assert? […] We assert that [sci-entific theories] are not merely instruments. For we assert that we may learn from science some-thing about the structure of our world. […] And we assert – this is the crucially important point – that science aims at truth, or at getting near to the truth (Popper, 1994, p. 174; see also Popper 1969 pp. 71 ff).

Mises’ conception rules out all the contradictions and the weakness of Popper’s approach. He points out a set of logically necessary features of action – which distinguish it from reflex reaction. Mises affirms the existence of a priori categories of action – namely intentionality, rationality, economical evaluation and causality – which are

tautological or analytical (Mises, 2002, p. 12). These categories, which are studied by what he calls “praxeology” (Mises, 2004, p. 1), are im-plied in the concept of action: “There is no action in which the praxeological categories do not ap-pear fully and perfectly” (Mises, 2004, pp. 39-40). They are truth even if they “are not subject to proof or disproof” (Mises, 2004, p. 34). In other words, the statements and proposition of praxeology “are not derived from experience. They are, like those of logic and mathematics, a priori” (Mises, 2004, p. 32). Praxeolgical catego-ries are fundamental presuppositions of common sense as well as of science: “Without them we should not be able to see in the course of events anything else than kaleidoscopic change and chaotic muddle” (Ibid.).

Consequently, Mises conceives, differently from Popper, rationality as a tautological attribute of action. His approach is incompatible with an ob-jective criterion of rationality. Indeed, for him, rationality is a tautology because it is logically impossible to think of an action which is, from the point of view of an actor, irrational. Only considering the fact that Mises doesn’t defend an objective criterion of rationality, it is possible to understand in an appropriate and correct way his position: that is, why he states that the distinction between a rational and non-rational action is nonsense; or, in other words, why he maintains that the “term “rational action” is […] pleonastic and must be rejected as such” (Mises, 2004, p. 18).

Mises says that there are two ways to consider objectively (and erroneously) an action as irra-tional. The first way is to evaluate the nature of the ultimate ends of an action. In opposition to this viewpoint, Mises states that it is arbitrary to consider certain values or needs as rational and other ones as irrational: “No man is qualified to declare what would make another man happier or less discontented” (Mises, 2004, p. 19).

The second way to evaluate if an action is objec-tively rational is to consider the means chosen for the attainment of ends. In this case “the terms rational and irrational imply a judgement about the expediency and adequacy of the procedure employed” (Mises, 2004, p. 20). Against this other modality to consider objectively the ration-ality, Mises underlines the fact that men act al-ways on the base of limited and fallible knowl-edge:

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The doctors who a hundred years ago employed certain methods for the treatment of cancer which our contemporary doctors reject were – from the point of view of present day pathology – badly instructed and therefore inefficient. But they did not act irrationally; they did their best. It is probable that in a hundred years more doc-tors will have more efficient methods at hand for the treatment of this disease. They will be more efficient but not more rational than our physicians (Mises, 2004, p. 20).

Unlike Popper’s rationality principle, Mises’ ap-riorism give a solid base to methodological indi-vidualism. If one denies rationality, one paves the way for anti-individualistic explanations of action, which don’t consider the latter as the out-come of a rational calculation but as the determi-nistic effect of factors external to the individual (like culture, social structure or crowd). Mises’ apriorism transforms rationality in an unassail-able principle which can be deduced analytically. Consequently, it offers the best foundation for social research and a powerful anti-holistic anti-dote (see Di Nuoscio, 2004, 2006).

2. Compatibility between the Misesian Theory of Action and the General Principles of Pop-per’s Epistemology In spite of the contrast between Mises and Pop-per on the character of human action, praxeology is not incompatible with the general principles of Popper’s methodological fallibilism. Mises’ a priori categories are non-empirical presupposi-tions to build empirical theories about the con-tingent causes of particular historical actions. Mises thinks that, although a priori, they are “in-strumental in the endeavors to construct any a posteriori system of knowledge” (Mises, 2002, p. 9; 1981b, p. 49. See also Kirzner 1976, pp. 177-181).

Popper has strongly defended, against empiri-cism, the idea that all science is based on non-empirical theories which are a priori to experi-ence. Consider, for instance, the regularity prin-ciple: “the expectation of finding regularities is not only psychologically a priori, but also logi-cally a priori: it is logically prior to all observa-tional experience” (Popper, 1969, p. 48). Criti-cizing Hume, Popper states:

Instead of explaining our propensity to expect regularities as the result of repetition, I proposed to explain repetition-for-us as the result of our propensity to expect regularities and to search for them (Popper, 1969, p. 46).

Popper considers regularity principle as an in-born or genetic expectation (Popper, 1969, p. 47). Without principles like regularity, causality or realism which are deep-rooted in common sense and are not testable, but rather “metaphysi-cal” (Popper 1959, p. 248), science is, according to him, impossible: they are constitutive of sci-ence (see also Mises 1957, p. 9; 2002, p. 1 ff; Antiseri, 2003 and Champion, 2002).

Moreover, this is not the only kind of non-empirical knowledge incorporated, for Popper, by the empirical theories: according to him, logic is also a foundation of empirical knowledge (See Popper, 1973, pp. 449 ff). Moreover, Popper de-fends, as does Mises, a conception which “made logic very much a realistic affair” (Popper, 1973, p. 308; see also Mises 2002, pp. 1-21). He says that the realist conception of logic he maintains is based on the idea “that logical consequence is truth transmission” (Popper, 1973, p. 308). Con-sequently, Popper doesn’t deny the cognitive value of tautologies. He distinguishes the “de-monstrative sciences” (Popper, 1973, p. 305) from the “empirical sciences” (Ibid.). According to him, in the demonstrative sciences “logic is used in the main for proofs – for the transmission of truth” (Ibid.). In other words, Popper main-tains that a small part of objective knowledge

can be given anything like sufficient reasons for certain truth: it is that small part […] which can be described as demonstrable knowledge and which comprises […] the propositions of formal logic and of (finite) arithmetic (Popper, 1973, p. 139)2.

The compatibility between Mises’ praxeology and the general principles of Popper’s epistemol-ogy appears consequently as non-problematic (see also Di Nuoscio, 2006, pp. 129 ff). But then, Popper himself tries to build methodological in-dividualism, similarly to Mises, on a non-falsifiable theory of rationality. However, his at-tempt is, as we already pointed out, neither satis-factory nor coherent. Also from a strictly Pop-perian point of view, Mises’ praxeology seems to be a better approach. Popper misunderstood the nature of praxeology because he did not under-stand that Mises adopts an anti-objectivist theory of rationality and transforms this latter in an ana-lytical feature of action.

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2 For an analysis of Mises’ theory of the objectivity of logic see R. T. Long (2008), pp. 7 ff; (2004), pp. 20-21.

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Speaking about the study of human action, Mises makes a distinction between two fields: praxeol-ogy, which concerns the necessary and invariable features of human action and thymology, an ap-proach which is based on praxeology and which deals with “the content of human thoughts, judgements, desires, and actions” (Mises, 2003, p. 266). In other words, thymology concerns the Verstehen: the reconstruction ex post of what Popper calls the “situation logic of individual behavior” (Popper, 1961, pp. 143 ff), that is, the reconstruction of the reasons why a man acted in a certain way in a specific historical situation (See Mises, 2002, pp. 46-52). These reasons are “the ultimate data of history” (Mises 2003, p. 160). According to both Mises and Popper, the reconstruction ex post of the motivations of an actor is an empirical problem in the sense that even though it is a practice based on non-falsifiable knowledge, it demands the control of historical sources. In other words, Mises doesn’t deny that theories elaborated in the field of thy-mology have to be founded both on an a priori knowledge and on an empirical knowledge not available by pure reasoning. This empirical knowledge is indispensable to show the objective validity of the hypothesis on the actors’ inten-tions (See especially Popper 1961, p. 138). It can be acquired in different ways: for instance, by consulting historical documents such as letters and juridical acts, or by doing interviews and us-ing witness reports. According to Mises the his-torians’ work is an example of the application of this kind of empirical approach:

What a historian asserts is either correct or con-trary to fact, is either proved or disproved by the documents available, or vague because the sources do not provide us with sufficient infor-mation (Mises, 2004, p. 52).

Both for Mises and Popper, the theories that his-torians elaborate on the actors’ motivations are not tautological. Consequently, both these schol-ars agree on the fact that the absolute certitude and the infallibility are not a constitutive element of the thymolological field. Nothing can rule out the possibility that new empirical proofs falsify our hypothesis on other actors’ intentions. This is one of the reasons why, as Mises states, “the un-derstanding of the past is in perpetual flux” (Mises, 2003, p. 290; see also Di Nuoscio 2006, pp. 129 ff).

3. Mises’ Criticisms of Methodological Falli-bilism Even though Mises denies the certainty of sci-ence, he disagrees with methodological falli-bilism. Mises’s negative judgement of the latter is largely conditioned by a strong misunderstand-ing of Popper’s thought (see Cubeddu 1996, pp. 227-228). Indeed, Mises thinks that methodo-logical fallibilism is simply a variant of the ex-perimental method as intended by positivists and that it is based on the pillars of the inductivist approach. According to Mises, Popper and posi-tivists are wrong because they want to apply the approach of the natural sciences to the social sci-ences, misrepresenting the specificity and the autonomy of the latter. While the inductivism and the idea that scientific truth is given only by experimental tests instead of the theoretical prob-lems they involve, didn’t call into question the success of natural science, it could have, Mises thinks, leading to catastrophic consequences for the social sciences.

More precisely, Mises maintains that the falsifi-ability criterion intended as a criterion of demar-cation between science and non-science is not valid for social science:

The positivistic principle of verifiability as recti-fied by Popper is unassailable as an epistemo-logical principle of the natural sciences. But it is meaningless when applied to anything about which the natural sciences cannot supply any in-formation (Mises, 2002, pp. 70-71).

The impossibility of applying the falsifiability criterion in order to establish the scientific nature of a social theory depends for Mises on two rea-sons. The first one is linked to the necessity to found social science on the ground of a tauto-logical knowledge:

If one accepts the terminology of logical positiv-ism and especially also that of Popper, a theory or hypothesis is ‘unscientific’ if in principle it cannot be refuted by experience. Consequently, all a priori theories, including mathematics and praxeology, are ‘unscientific’. This is merely a verbal quibble. No serious man wastes his time in discussing such a terminological question. Praxeology and economics will retain their paramount significance for human life and ac-tion however people may classify and describe them (Ibid.).

In other words, Mises underlines that the non-falsifiability of the tautological categories of ac-tion doesn’t call into question their objective va-lidity as well as that of economics. “In fact, noth-

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ing is more certain for the human mind than what the category of human action brings into relief” (Mises, 2002, p. 71).

The second reason is that, according to Mises, the falsifiability by experimental test is available only in natural science: methodological falli-bilism “cannot refer in any way to the problems of the sciences of human action. There are in this orbit no such things as experimentally estab-lished facts" (Mises, 2002, p. 70). On one hand, Mises underlines that especially in social science it is fundamental to understand that facts of ex-perience are not given and neither are objective data as naïve empiricism supposes, but theoreti-cal constructions, instead. He states:

The positivist doctrine implies that nature and reality, in providing the sense data that the pro-tocol sentences register, write their own story upon the white sheet of the human mind. The kind of experience to which they refer in speak-ing of verifiability and refutability is, as they think, something that does not depend in any-way on the logical structure of the human mind. It provides a faithful image of reality (Mises, 2002, 70).

This is false because both in social and natural science facts are already theories; “hence the vexatious impasse created when supporters of conflicting doctrines point to the same historical data as evidence of their correctness” (Mises, 2002, 62). “The same historical events and the same statistical figures are claimed as confirma-tions of contradictory theories” (Mises, 1947, p. 37). What is considered as a datum depends then on the a priori theory one uses.

According to Mises, this doesn’t mean that ex-perience is epistemologically irrelevant, only that the positivistic conception of experience is un-able to help us to understand how we can estab-lish the scientific truth. It is not the observation or accumulation of neutral and atheoretical data which allows us to elaborate a theory or say which theory among several is the good one. Since theory is elaborated not by observation but deductively, and since it influences our interpre-tation of reality, reflection and theorisation are prior to any experience. Consequently, if there is a contradiction between experience and our the-ory or a contrast between our theory and alterna-tive theories, the problem cannot be solved by abstracting from the fact that reality is inter-preted theoretically:

Historical experience never comments upon it-self. It needs to be interpreted from the point of view of theories constructed without the aid of experimental observations [...]. Every discussion of the relevance and meaning of historical facts falls back very soon on a discussion of abstract general principles, logically antecedent to the facts to be elucidated and interpreted (Mises, 1947, p. 37).

The answer to a scientific problem demands first of all reasoning and can never be found accumu-lating inductively neutral data. In other words, disagreements

concerning the probative power of concrete his-torical experience can be resolved only by re-verting to the doctrines of the universally valid theory, which are independent of all experience (Mises, 2002, p. 63).

However, this doesn’t mean, as we already pointed out, that this deductive approach is valid, according to Mises, apart from any reference to experience and that experience cannot lead us to revisit our conclusions: “The disagreement be-tween the theory and the facts of experience […] forces us to think through the problems of the theory again” (Mises, 1981b, p. 27).

On the other hand, Mises thinks that the positiv-ists and Popper don’t understand another prob-lem concerning the nature of the experience in social science. They don’t understand that ex-perience in this field is very different from labo-ratory experience which is used in order to verify or falsify theories of natural science:

in the field of purposive human action and so-cial relations no experiments can be made and no experiments have ever been made. The ex-perimental method to which the natural sciences owe all their achievements is inapplicable in the social sciences. The natural sciences are in a po-sition to observe in the laboratory experiment the consequences of the isolated change in one element only, while other elements remain un-changed. Their experimental observation refers ultimately to certain isolable elements in sense experience. What the natural sciences call facts are the causal relations shown in such experi-ments. Their theories and hypotheses must be in agreement with these facts.

But the experience with which the sciences of human action have to deal is essentially differ-ent. It is historical experience. It is an experi-ence of complex phenomena, of the joint effects brought about by the co-operation of a multi-plicity of elements. The social sciences are never in a position to control the conditions of change and to isolate them from one another in the way in which the experimenter proceeds in arranging his experiments. They never enjoy the

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advantage of observing the consequences of a change in one element only, other conditions be-ing equal. They are never faced with facts in the sense in which the natural sciences employ this term. Every fact and every experience with which the social sciences have to deal is open to various interpretations. Historical facts and his-torical experience can never prove or disprove a statement in the way in which an experiment proves or disproves (Mises, 1947, p. 37).

4. Mises’ Misunderstanding of Popper’s Cri-terion of Demarcation and of his Conception of Empirical Data Mises criticisms of Popper are largely based on misunderstandings which show the fact that he had a rather superficial knowledge of Popper’s thought. Namely, Mises embraces the erroneous idea that Popper’s epistemology is a variant of that of the neo-positivists. On the contrary, methodological fallibilism is radically different from the neo-positivist approach and it is rather close to that of Mises. A careful analysis shows that differences between Mises and Popper are above all differences of nuance.

Let us consider the different points in which Mises’criticism of Popper is articulated. First, according to Mises, Popper criterion of demarca-tion would bring into discussion the scientific nature and the objectivity of social science be-cause of the fact that this latter is founded on a non-empirical knowledge, the analytical a priori categories of action. As we already established, Popper, differently from neo-positivists, recog-nizes the cognitive value of non-empirical knowledge and maintains that all science are based on non empirical presuppositions. More-over, he doesn’t consider tautological knowledge arbitrary, but rather as having a content of objec-tive truth. In other words, Popper doesn’t pro-pose, as neo-positivists do, a criterion to distin-guish between what is empirical and meaningful and what is non-empirical and meaningless. Popper proposes only a criterion which allows us to make a distinction between empirical science on the one hand and non-falsifiable knowledge (demonstrative sciences and metaphysics) on the other hand:

Note that I suggest falsifiability as a criterion of demarcation, but not of meaning […]. It is there-fore a sheer myth […] that I ever proposed falsi-fiability as a criterion of meaning. Falsifiability separates two kinds of perfectly meaningful statements: the falsifiable and the non-

falsifiable. It draws a line inside meaningful language, not around it (Popper, 1959, p. 40 n. *3).

But then, it is impossible to consider Popper’s criterion of demarcation as a variant of the neo-positivist’s one because Popper formulated it in 1919, years before the Vienna Circle’s birth (Popper, 1959, pp. 311-312). The error of Mises is probably better understandable if one consid-ers that many epistemologists (among which are some famous neo-positivists like Carnap and Hempel) judged initially and erroneously Pop-per’s criterion to be a new sophisticated version of the neo-positivist’s criterion, creating the myth Popper speaks about (See Boniolo & Vi-dali, 1999 pp. 359-360). Finally, methodological fallibilism is not only compatible with the use of non-falsifiable knowledge in science, but, as we already pointed out, it also underlines its neces-sity as a foundation of all empirical research.

The second of Mises’ criticism of Popper con-cerns the inexistence in social science of given and neutral data as intended by the naïve empiri-cist approach. According to Mises, Popper would consider the empirical test as being based on data as intended by neo-positivist. In short, Mises blames Popper for not understanding the theo-retical nature of the facts of social sciences.

In this case, too, Mises charges are unfair. Pop-per criticizes inductivism not only logically but also epistemologically. He attacks what he calls “observativism”, that is the idea that the human mind is a blank sheet of paper and that there is something like neutral and atheoretical data as positivists’ “standard view” supposes.

Popper claims a unity of the scientific method, but he does it on the basis of ideas completely different from those of the Vienna Circle mem-bers. He doesn’t sustain the fundamental unity of the method in the name of Scientism (Popper, 1961, p. 60). According to Popper, the

methods appropriate to the social sciences are totally different from the methods of natural sci-ences as they are usually described by text-books, by tradition, and by majority of natural and social scientist. But this is so merely be-cause all these textbooks and these traditions and these scientists are totally mistaken about the methods of the natural sciences. Once we get a proper understanding of the methods of the natural sciences, we can see that there is a great deal in common between them and the methods of the social sciences.

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The main misunderstanding about the natural sciences, lies in the belief that science – or the scientist – starts from observation and the col-lection of data or facts or measurements, and thence proceeds to connect or correlate these, and so to arrive – somehow – at generalizations and theories (Popper, 1994, p. 155, emphasis added).

More specifically, concerning the studies on so-ciety, Popper writes that

in social sciences it is even more obvious than in the natural sciences that we cannot see and ob-serve our objects before we have thought about them. For most of the objects of social sciences, if not all of them, are abstract objects; they are theoretical constructions (Popper, 1961, p. 135).

Consequently, Popper maintains, as does Mises, that the study of society is based on reasoning and not on naïve experience; only the reasoning allows defining the “theoretical constructions used to interpret our experience” (Ibid.).

Moreover, Popper points out, “It is undoubtedly true that we have a more direct knowledge of the ‘inside of human atom’ than we have of physical atoms” (Popper, 1961, p. 138); in “other words, we certainly use our knowledge of ourselves in order to frame hypothesis about some other peo-ple” (Ibid.). This knowledge is necessary to un-derstand the action. “The physicist […] is not helped – Popper says – by such direct observa-tion when he frames his hypothesis about atoms” (Ibid.).

Both according to methodological fallibilism and Mises’ apriorism, the control of a theory is al-ways characterised by the primacy of reasoning and conjectural dimension precisely because of the theoretical nature of the “facts”. Not differ-ently from Mises, Popper sustains that the mean-ing of a fact depends on the theory which allows us to interpret it and which is acquired by a pure deductive approach, without induction from past experience. As we will see, because of the possi-bility of interpreting a fact in light of different theories, and considering also the distinction be-tween logical falsification and methodological one, Popper underlines that in order to establish if experience really falsifies a theory it is neces-sary to consider very carefully how experience is built3.

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3 In addition, for both Mises and Popper, the criticism of observativism doesn’t involve scepticism or relativism. In other words, both maintain, differently from Kuhn and the so-called “New Philosophy of Science”, that the theoretical

5. Popper and the Problem of Complexity The third of Mises’ criticism of Popper’s episte-mology concerns the impossibility of applying the experimental approach as it is generally used in the laboratory to the field of social science. Even in this case, Mises shows himself to have misunderstood Popper.

According to Mises, Popper’s fallibilism is based on the idea that the scientific validity of a theory can be established only if it is possible to do a laboratory test. Criticizing Popper, Mises under-lines that in the field of social science it is im-possible “to observe the consequences of the iso-lated change in one element only, while other elements remain unchanged” (Mises, 1947, p. 37). In other words, Mises maintains that Popper is unable to understand the “complexity” of so-cial phenomena (see also Mises, 2004).

Actually Popper doesn’t deny at all the problem of complexity of social sciences, neither the im-possibility to apply the laboratory approach to the analysis of social phenomena. However, he holds that this fact depends largely on the differ-ence between artificial phenomena and concrete phenomena – a difference which concerns both social and natural sciences. In any case, Popper admits that only in the laboratory is there the possibility of predicting with precision and test-ing on the basis of a perfect forecast or meas-urement a theory. “There is no doubt”, Popper states, “that the analysis of any concrete social situation is made extremely difficult by its com-plexity. But the same holds for any concrete physical situation” (Popper, 1961, p. 136). In general the perfect prevision is given

only by the use of artificial experimental isola-tion […] (The solar system is an exceptional case – one of natural, not artificial isolation; once its isolation is destroyed by the intrusion of a foreign body of sufficient size, all of our fore-casts are liable to breakdown). We are very far from being able to predict, even in physics, the precise results of a concrete situation, such an thunderstorm, or a fire (Popper, 1961, p. 139).

According to Popper, the

nature of “facts” involves neither an incommensurability of alternative theories nor an impossibility to catch the truth. In particular, Popper underlines that two or more alternatives theories always share a common meaning be-cause they are attempts to solve the same problem; he con-siders consequently alternative theories always comparable in light of their common problem (Popper, 1994 pp. 33 ff).

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widely held prejudice that social situations are more complex than physical ones seems to arise from two sources. One of them is that we are li-able to compare what should not be compared: I mean on the one hand concrete social situations and on the other hand artificially insulated ex-perimental physical situations (The latter might be compared, rather, with an artificially insu-lated- such a prison or an experimental commu-nity). The other source is the old belief that the description of a social situation should involve the mental and perhaps even physical states of every body concerned (or perhaps that it should even be reducible to them). But this belief is not justified; it is much less justified even than the impossible demand that the description of a con-crete chemical reaction should involve that of the atomic and subatomic states of all the ele-mentary particles involved (although chemistry may indeed be reducible to physics (Popper, 1961, p. 140).

Moreover, Popper underlines that also in the case of experiments done in natural sciences,

we cannot isolate a piece of apparatus of all in-fluences; for example, we cannot know a priori whether the influence of the position of the planets or of the moon upon a physical experi-ment is considerable or negligible (Popper, 1961, p. 94).

In other words, Popper maintains that the ceteris paribus clause is always only approximately ap-plied by scientists because it is always impossi-ble – both in natural and in social science – to perfectly control all the border conditions. How-ever, Popper underlines that, while in the case of “experimental phenomena” it is possible to better approximate this clause, in the case of “concrete phenomena” it is more problematic to apply it. Moreover, he maintains that the physicist has sometimes similar problems to those of a social scientist in applying it: “Thus the possibilities of carrying out experiments in varying gravitational fields, or under extreme temperature conditions, are very limited” (Popper, 1961, p. 97).

In any case, Popper doesn’t deny that there are explanation problems which concern exclusively the social sciences. These problems are precisely those underlined by Mises. In particular, Popper states that in the field of social sciences there are

specific difficulties connected with the applica-tion of quantitative methods, and especially methods of measurement […]. In physics, for example, the parameters of our equations can, in principle, be reduced to a small number of natu-ral constants – a reduction which has been suc-cessfully carried out in many important cases. This is not so in economics; here the parameters

are themselves in the most important cases quickly changing variables. This clearly reduces the significance, interpretability, and testability of our measurements (Popper, 1961, pp. 142-143).

Following Hayek, Popper underlines that the continuous changing of personal preferences and knowledge and the emergence of unintentional consequences of human action involves serious problems for the economic and politic theory of totalitarianism:

The holistic planner overlooks the fact that it is easy to centralize power but impossible to cen-tralize all that knowledge which is distributed over many individual minds, and whose cen-tralization would be necessary for the wise wielding of centralized power (Popper, 1961, p. 90).

Popper maintains that, because of the impossibil-ity to approximate enough the ceteris paribus clause, it is impossible to predict the precise re-sult of any concrete situation both in natural and in social phenomena. According to Popper, theo-ries about this kind of phenomena “can never do more than exclude certain possibilities” (Popper, 1961, p. 139). Consequently, he maintains, as does Hayek, that it is only possible to make “negative” forecasts about the non-experimental phenomena (Ibid.; see also Hayek, 1967, and O’ Driscoll & Rizzo, 1996). It is precisely the fact that a theory about concrete phenomena excludes certain possibilities which allows considering it, both in natural and social sciences, as empirically controllable and scientific in light of Popper’s criterion of demarcation.

Consider, for instance, the following law: the passage from autarkic production to division of labour allows a growth of productivity. It doesn’t allow quantitative previsions, but it is logically refutable by contrary historical facts. This law is consequently empirical and it is concerned by Hume’s Problem (the logical impossibility to test inductively the validity of a general assert) like all empirical laws. Consider now this other law: the increase of the demand of a good involves an increase of its price. Even this law doesn’t allow quantitative or precise previsions, but it gives an “explanation of principle” which can, however, logically contrast with observable facts. In natu-ral science it is not difficult to find theories which allow only negative previsions. Let us consider, for example, the theory of biological evolution by genetic variation and environmental adaptation. This theory is unable to forecast the

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structure or the dimensions of the animals of the future. However, it rules out certain possibilities: if suddenly we observe that dogs start to give birth to cubs with wings, we would have a fact which contradicts it (see Hayek, 1967).

As it is implicit in what we already stressed, Popper considers that both the laws of natural science and social science are not valid uncondi-tionally; that is without the application of the ce-teris paribus clause. Mises is sometimes slightly ambiguous on this point. However, his state-ments seem to be more a criticism against mathematical economics, which avoid the change in the market data and the time element, than a negation of the necessity to apply the ce-teris paribus clause in itself. By the way, Mises explicitly denies the possibility of doing social research without using the clause “other things being equal”. Speaking about mental experi-ments, he writes:

There is no means of studying the complex phe-nomena of action other than first to abstract from change altogether, than to introduce an iso-lated factor provoking change, and ultimately to analyze its effects under the assumption that other things remain equal (Mises, 2004, p. 248).

In order to clarify Popper’s idea that laws are applicable only ceteris paribus we can give an example using the above mentioned law which states: “the passage from autarkic production to division of labour allows a growth of productiv-ity”4. This law is valid in spite of the continuous change of the data that mathematical economics consider constant. But it is not valid in the sense that the introduction of the division of labour will have as a necessary and unconditional con-sequence the growth of productivity. Imagine, for instance, that the inhabitants of a remote part of the earth who live in an autarkical way learn that division of labour increases physical produc-tion. Imagine also that they decide to introduce a system of division of labour and they create to-gether a set of rules and institutions bound to ful-fill this aim. This fact doesn’t mean that 30 or 40 years later their society will be necessarily and unconditionally richer than before. We can imag-

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4 I take this law as example following Hulsmann (Huls-mann, 2003, pp. 74-75). I agree with Hulsmann’s argu-ments against the possibility of applying the ceteris pari-bus clause as intended by mathematical economics, but I think that he is wrong when he states that social sciences, unlike natural sciences, are not based on the use of the principle “other things being equal”.

ine many variations of the border conditions which could impede that. We can imagine, for instance, that a war reduces strongly the produc-tivity of the society or that a foreign invader transforms its inhabitants into slaves. We can even imagine that a virus or a meteorite sweeps them away from the surface of the earth.

We can give other examples. Consider this quote from Mises: “If a businessman does not strictly obey the orders of the public as they are con-veyed to him by the structure of market prices, he suffers losses, he goes bankrupt, and is thus removed from his eminent position at the helm” (Mises, 2004, p. 270). Also, this law is true only under certain conditions, namely the absence of government financial aids for firms in loss.

Consider also Mises’ criticism of the planned economy. Mises states that the abolition of pri-vate property involves a radical collapse of the productivity because of the impossibility of eco-nomic calculation. Now, is the fact that the So-viet Union survived a long time and was able to build a strong empire, considered as a danger by the West, partly in contradiction with Mises’ theory? The answer is no. As Mises underlines, even the application of this theory demands the ceteris paribus clause. In Soviet Union there was a black market and limited and localized forms of property. Moreover, as Mises underlines this country had the possibility to copy the prices used in the capitalistic economies in order to es-tablish internal prices (Mises, 1947, p. 41). Ac-cording to him, his theory is fully valid only un-der certain conditions:

The Soviets are operating within a world the greater part of which still clings to a market economy. They base the calculations on which they make their decisions on the prices estab-lished abroad. Without the help of these prices their actions would be aimless and planless. Only as far as they refer to this foreign price system are they able to calculate, keep books and prepare their plans. In this respect one may agree with the statement of various socialist and communist authors that socialism in one or a few countries only is not yet true socialism. Of course, these authors attach a quite different meaning to their assertion. They want to say that the full blessings of socialism can be reaped only in a world-embracing socialist community. Those familiar with the teachings of economics must, on the contrary, recognize that socialism will result in full chaos precisely if it is applied in the greater part of the world (Ibid.).

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RÜCKHER ZU MENGER

José Antonio Romero Herrera*

1. Naturareocupación básica de Carl Menger (inte-rés que, por lo demás, constituye su con-tribución al legado de la tradición episte-

mológica deóntico-evolvente en la formulación de los presupuestos gnoseológicos de las ciencias sociales), relativa al esclarecimiento de la proble-mática metodológica que enfrentan por igual economistas, sociólogos y juristas, es explicar la índole, surgimiento y desarrollo de las institucio-nes sociales

leza de las instituciones sociales

1. Menger considera que los procesos sociales existen con una consistencia diferente de la entidad que les es propia a los hechos objeti-vos del mundo natural. Mientras estos últimos son fenómenos de cuyo funcionamiento la infor-mación ya es conocida, los primeros, por el con-trario, requieren en su formación del concurso in-cesante de innumerables valoraciones indivi-duales, variadas y variables que, al representar el ejercicio de la subjetividad, impiden el conoci-miento de datos, si ellos se entienden en su acep-ción más original de información igual para to-dos, la que más bien está ininterrumpidamente haciéndose en el marco inabarcable de las más diversas preferencias y estimaciones2. Para el

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* Filósofo y catedrático del Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Correo electrónico: [email protected] 1 Cf. CUBEDDU R., La Filosofía de la Escuela Austríaca, Nueva Biblioteca de la Libertad 20, Unión Editorial, Ma-drid 1997, 30-35; HAYEK F., Las Vicisitudes del Libera-lismo. Ensayos sobre Economía Austriaca y el ideal de la libertad, Obras Completas IV, Unión Editorial, Madrid 1996, 85-86. 2 Cf. CUBEDDU R., op. cit., 33, 36, 92, 117, 124, 130, 187, 190, 205. Por lo demás, ROLL E., Historia de las doctrinas económicas, Fondo de Cultura Económica, México, 2003, 282, sustenta en el marco de esas preocu-paciones que:

Estaban de acuerdo los economistas teóricos que aunque sus conclusiones no fueran formalmente di-ferentes de las de las ciencias físicas (ideales unas y otras en el sentido de que sólo tienen validez dentro de una estructura dada de circunstancias supuestas) había una diferencia importante en su relación con la realidad. Las condiciones en que operan las leyes físicas con mayor frecuencia; existen en la práctica; ellas y las desviaciones de ellas son fácilmente me-didas, y pueden admitirse algunas divergencias res-pecto del ideal. Las leyes económicas operan en una realidad que contiene un número incesantemente creciente de circunstancias concretas variables de

efecto, Menger asienta en Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la econo-mía política en particular que: “Los fenómenos de la economía social [Volkswirschaft] no son en absoluto expresiones inmediatas de la vida de un pueblo [volk] como tal, o sea resultados inme-diatos de una colectividad que actúa económica-mente [wirthschaftenden volk]. Son más bien el resultado de todas las innumerables actividades económicas en el pueblo [volk], por lo que no debe entrar en el campo de nuestra consideración teórica desde el punto de vista de la mencionada ficción”3.

El orden de las complejas estructuras sociales se produce, pues, a partir de los elementos gené-ticos, léase acciones individuales, pasando por las formas intermedias de convivencia (la fa-milia, el clan y la gens, la fratría y la tribu, las cuales aparecieron no como producto de plan deliberado, sino como fruto de múltiples y dilata-dos procesos de integración, desarrollo, fijación y transmisión), el cual, debido a las limitaciones de los conocimientos de aquellos que se insertan en su composición, tiene en los efectos im-previsibles (Unbeabsichtigte Resultante) el rasgo más notable de su esencia4. Sobre el particular el

las cuales ha tenido que hacer abstracción el primer análisis. Además, dichas circunstancias concretas son difíciles o imposibles de medir, y rara vez es fácil descubrir la manera exacta en que las tenden-cias implícitas en las leyes económicas son modifi-cadas en la práctica.

3 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 71. 4 Cf. ibid., 33, 134, 135, 139; HAYEK F., op. cit., 85; NODARSE J. J., Elementos de Sociología, Compañía Ge-neral de Ediciones, México, 1977, 2, 42. En ese orden de ideas, al criticar la concepción que del mercado tiene la “teoría general del equilibrio”, Friedrich August von Hayek afirma:

En último término parece claro que todo se puede remontar al supuesto que los economistas deno-minan con el pleonasmo ‘datos dados’, esa idea ri-dícula de que, suponiendo la ficción de que se cono-cen todos los datos, la conclusión derivable puede aplicarse directamente al mundo. Todo mi pensa-miento sobre el tema se originó con mi viejo amigo Freddy Benham y su broma de que los economistas hablan de datos dados sólo para autoconvencerse de que lo dado está realmente dado. Para nosotros es evidente que los datos no están dados a nadie. El economista supone que los datos le están dados a él, pero eso es una ficción. De hecho nadie conoce to-dos los datos o el proceso total, y eso es lo que me condujo en los años treinta a la idea de que todo el problema estaba en la utilización de una informa-ción dispersa entre miles de personas y que nadie en particular posee. Una vez que se contempla de este modo, está claro que el concepto de equilibrio en

P

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fundador de la escuela austriaca de economía escribe en Principios de Economía Política:

El grado mayor o menor de certidumbre en la previsión de la cualidad producto […] depende del mayor o menor conocimiento de los elemen-tos del proceso que tienen conexión causal con la producción de aquellos bienes y del mayor o menor sometimiento de los mismos a la capa-cidad de disposición del hombre. El grado de in-certidumbre en las dos perspectivas antes men-cionadas está condicionado por los factores con-trarios. Cuanto más numerosos sean los elemen-tos desconocidos por nosotros que intervienen en el proceso causal de producción de bienes o que, aunque conocidos, escapan a nuestro con-trol, es decir cuanto mayor sea el número de di-chos elementos que no poseen la cualidad de bien, tanto mayor es también la incertidumbre sobre la calidad y cantidad del producto de todo el proceso causal, esto es de los bienes corres-pondientes del orden inferior. Esta incertidum-bre es uno de los elementos más esenciales de la inseguridad económica de los hombres. Tal co-mo se verá en las líneas que siguen, tiene una

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modo alguno ayuda a planificar, porque sólo cabría planificar si se conocieran todos los hechos conoci-dos por todos. Pero como esto no es posible, todo es en vano y una equivocación en parte inspirada por la idea de que existen datos definidos que todos co-nocen. (HAYEK F., Hayek sobre Hayek. Un diálo-go autobiográfico – La Fatal Arrogancia. Los erro-res del Socialismo, Obras Completas I, Unión Edi-torial, 1994, 19972, 142).

Motivo que impone tomar con suma seriedad las palabras de Jesús Huerta de Soto sobre la actualidad de esta práctica nefasta:

[…] la imagen que se da de nuestra Ciencia en los manuales suele ser, mayoritariamente, la de una dis-ciplina que se quiere desarrollar y exponer a imagen y semejanza de las ciencias naturales y del mundo de la ingeniería. En sus desarrollos se parte de su-poner que está disponible o ‘dada’, bien en términos ciertos o probabilísticos, la información necesaria respecto a los fines y los medios de los seres huma-nos y que este conocimiento o información es cons-tante y no varía, reduciéndose los problemas eco-nómicos a un mero problema técnico de optimi-zación o maximización. Y ello con el objetivo im-plícito de elaborar una disciplina de ‘ingeniería so-cial’, que pretende reducir el contenido de nuestra Ciencia a un conjunto de recetas prácticas de inter-vención, que profusamente acompañadas de funcio-nes o curvas (de oferta y demanda, de costes, de in-diferencia-preferencia, de posibilidades de produc-ción, etc., etc.) producen sin crítica alguna en el alumno la falsa seguridad de que existe una técnica de intervención capaz de orientar los pasos del ‘ana-lista’ ante cualquier problema económico (HUER-TA DE SOTO J., “Estudio Preliminar”, en MISES L., La Acción Humana. Tratado de Economía, Unión Editorial, Madrid 19955, xxv).

gran importancia práctica para la economía humana5.

En contraste con los fenómenos de la naturaleza, de los que con fines explicativos se formulan hipótesis fundadas en la observación, los proce-sos sociales que se integran a resultas de la com-binación de las acciones de los elementos inmer-sos en ellos, no son objeto de observación en sí mismos como totalidad, sólo los individuos son entes empíricos a los que como unidades o partes que la componen aquella es referida6. Menger explica más en detalle lo anterior en una cita de las Untersuchungen cuya extensión queda com-pensada por la forma insuperable de su magistral exposición:

Die letzten Elemente, auf welche die exacte theoretische Interpretation der Naturphänomene Zurückgehen muss, sind ‘Atome’ und ‘Kräfte’. Beide sind unempirischer Natur. Wir vermögen uns ‘Atome’ überhaupt nicht, und die Naturk-räfte nur unter einem Bilde vorzusstellen, und verstehen wir in wahrheit unter den letzteren le-diglich die uns unbekannten Ursachen realer Bewegungen. Hieraus ergeben sich für die exacte Interpretation der Naturphänomene in letzter Linie ganz ausserordentliche Schwierig-keiten. Anders in den exacten Sozialwissen-chaten. Hier sind die menschlichen Individuen und ihre Bestrebungen, die letzten Elemente un-serer Analyse, empirischer Natur un die exacten theoretischen Sozialwissenchaften somit in grossem Vortheil gegenüber den exacten Naturwissenchaften, Die ‘Grenzen des Natur-erkennens’ und die hieraus für das theoretische Verständnis der Naturphänomene sich erge-benden Schwierigkeiten bestehen in wahrheit nicht für die exacte forschung auf dem Gebiete der Sozialerscheinungen. Wenn A. Comte die ‘Gesellschaften’ als reale Organismen, und zwar als Organismen komplicierterer Art, denn die natürlichen, auffasst und ihre theoretische Inter-pretation als das unvergleichlich kompliciertere und Schwierigere wissenschaftliche Problem bezeichnet, so findet er sich somit in einem schweren Irrthume. Seine Theorie wäre nur gegenuber Sozialforschern richtig, welche den, mit Rücksicht auf den heutigen Zustand der theoretischen Naturwissenschaften, geradezu wahnwitzigen Gedanken fassen würden, die Ge-sellsschaftsphänomene nicht in specifisch sozialwissenschaftlich, sondern in naturwissen-schaftlich-atomistischer Weise interpretiren zu wollen7.

5 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 104-105. 6 Cf. HAYEK F., Las Vicisitudes del Liberalismo, 110-111.

7 Los últimos elementos a los cuales deben ser re-ducidos los fenómenos naturales de la inter-pretación teórica exacta son “átomos” y “fuerzas”.

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Por consiguiente, las formas típicas de cuyas re-presentaciones formamos posibles relaciones de las estructuras complejas de los procesos sociales

no deben considerarse como si tuvieran plena realidad empírica (ya que estas formas fe-noménicas […] solo existen en nuestra mente). Sin embargo, estos resultados corresponden a la tarea específica de la orientación exacta de la investigación teórica y constituyen las bases y presupuestos necesarios para alcanzar las leyes exactas8.

Así, pues, las acciones de las unidades empíricas individuales acusan el empleo del esquema me-dios-fines que permite la formación de tipos ri-gurosos y modalidades exactas del obrar humano que constituyen lo que se ha dado en llamar lógi-ca pura de la elección9. Efectivamente, a juicio de Menger,

la orientación exacta debería proporcionarnos las leyes según las cuales, partiendo de la situa-ción de hecho dada, desde los factores más ele-mentales de la economía, aislados de otros fac-tores que influyen sobre los fenómenos huma-nos reales, se desarrollan los fenómenos más

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Ninguno de los dos es de naturaleza empírica. No podemos formarnos una idea concluyente de “áto-mos” y de las fuerzas naturales sólo una vaga repre-sentación, por lo que por estos realmente enten-demos causas desconocidas del movimiento. Sobre este punto han surgido grandes dificultades en or-den a la interpretación exacta de los fenómenos na-turales. Distinto es lo que suce de en las ciencias sociales exactas. Aquí los individuos humanos y sus propósitos, elementos finales de nuestro análisis son de naturaleza empírica, por esa razón las cien-cias sociales teórico-exactas tienen una gran ventaja sobre las ciencias naturales exactas. ‘Los límites del conocimiento de la naturaleza’ y las dificultades re-sultantes de esto para la comprensión teórica de los fenómenos naturales realmente no existen para la investigación exacta en el campo de los fenómenos sociales. Cuando A. Comte concibe las ‘sociedades’ como organismos seguro como estaba de que eran organismos de índole más complicada que los natu-rales y designa su interpretación teórica como el problema científico incomparablemente más com-plicado y difícil, inmediatamente él mismo mani-fiesta incurrir en un serio error. Su teoría sería co-rrecta si como tendrían que hacerlo los sociólogos pudiera revertir la delirante idea, a la luz del estado actual de conocimiento de las ciencias naturales teóricas, de no querer interpretar los fenómenos so-ciales de modo específicamente sociológico, sino a la manera atomística de las ciencias naturales (tra-ducción libre del autor del presente trabajo). Citado por HAYEK F., The Counter-Revolution of Science. Studies on the Abuse of Reason, Liberty Press, Indi-anapolis 1979, 66-67, n. 3.

8 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 40. 9 Cf. HAYEK F., Las Vicisitudes del Liberalismo, 110.

complejos, y no la vida real en su totalidad. Esto debería hacernos comprender la esencia y la medida de esos fenómenos, permitiéndonos así comprenderlos, de una manera análoga a lo que sucede en las ciencias naturales exactas respecto de los fenómenos naturales10.

De esta suerte resulta explicable el empeño de Menger por justificar la legitimidad de su proce-dimiento:

Nos hemos esforzado por reconducir [zurückzu-führen] los más complicados fenómenos de la economía humana a sus elementos más simples, accesibles a la segura observación, por dar a es-tos últimos la importancia que les corresponde por su naturaleza y, una vez esto bien estableci-do, por analizar la evolución normal, según unas reglas, de las más complejas manifestaciones económicas a partir de sus factores constituti-vos11.

En definitiva, lo que revela el comportamiento inteligible de los individuos es la existencia del continuo objetos físicos-necesidades subjetivas, relación por la que las propiedades de los prime-ros no son atributos que en sí mismos posean, sino que su determinación depende de la impor-tancia que tengan para las personas que actúan sobre ellos12. Las propias palabras del econo-mista austriaco mantienen con transparencia y lozanía la lucidez de su magisterio:

El valor no es algo inherente a los bienes, no es una propiedad intrínseca de los mismos, sino só-lo la significación que concedemos en primer término a la satisfacción de nuestras necesidades o, lo que es lo mismo, a nuestra vida y nuestro bienestar y que luego, con lógica consecuencia, trasladamos a los bienes económicos como cau-sas exclusivas de aquella satisfacción13.

10 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 107. 11 Ibid., 133. 12 Cf. HAYEK F., Las Vicisitudes del Liberalismo, 110. 13 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 105.

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Obviamente se halla expuesta en la anterior ex-plicación la teoría general del valor comúnmente conocida como teoría subjetiva del valor14. El hecho que las cosas sean valiosas porque las de-seamos (y no que las deseamos porque valen, dicho sea por emplear el retruécano) obedece a que la acción se encuentra sometida a con-diciones tales que los objetos físicos convertidos en bienes son susceptibles de asignación y distri-bución por parte de la estimación subjetiva de los que consideramos instrumentos adecuados de satisfacción de nuestras necesidades que, a modo de cerrada competencia de factores, hacemos que contiendan entre sí, o que cursos optativos de orientación y dirección del obrar reclaman la presencia inexorable del fenómeno de la esca-sez15, implicado tanto en el costo de oportunidad

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14 En este punto es imperativo no pasar por alto el doble

frente que acomete Menger en la presentación de los Prin-cipios y de las Investigaciones respectivamente. Por una parte, el objetivismo axiológico de la

teoría económica, tal como fue delineada en sus rasgos principales por la llamada Escuela Clásica de economistas ingleses, no ha sido capaz de resolver satisfactoriamente el problema de una ciencia de las leyes económicas. Pero la autoridad de su doctrina pesa sobre todos nosotros y nos impide progresar por el camino que el espíritu científico ha seguido desde hace siglos, mucho antes de la llegada de A. Smith, en busca de la solución del gran problema de la fundamentación de las ciencias sociales teóricas (citado por CUBEDDU R., op. cit., 45).

Por otro lado, la inclinación metodológica inductiva de la Escuela Histórica de Economía que guiada por

el deseo de superar la insatisfactoria situación de la economía política por medio de la apertura de nue-vas vías de investigación ha conducido en Alemania a una cadena de interpretaciones de la esencia y de las funciones de nuestra ciencia en parte erróneas y en parte unilaterales. Ha conducido a interpretacio-nes que han apartado la literatura económica ale-mana del movimiento científico internacional, al tiempo que los trabajos particulares, debido a su unilateralidad, en algunos casos han resultado to-talmente incomprensibles para los economistas no alemanes (citado por CUBEDDU R., op. cit., 45-46).

Razón que impulsa a Menger a hacer que la investigación económico-política ale-mana fuera nuevamente consciente de sus verdade-ras tareas, liberarla de sus unilateralidades nocivas al desarrollo de nuestra ciencia, o sea liberarla del aislamiento respecto al resto de la literatura econó-mica, preparando así en suelo alemán la reforma de la economía política, de la que esta ciencia tiene tan ingente necesidad, visto el estado deplorable en que se encuentra (citado por CUBEDDU, op. cit., 46).

15 Jesús Huerta de Soto indica acertadamente: En economía la escasez no refleja una realidad exte-rior objetivamente medible, sino que es un concepto

que exige la escogencia al sacrificar ciertos re-cursos, así como en el conocimiento particular que las personas tienen de las circunstancias ob-jetivas, situación que las conduce diferenciada-mente a preferir unas a otras, a que las mismas condiciones puedan servir para satisfacer necesi-dades completamente distintas y a que el manejo de las proporciones o cantidades de un bien sea tan desigual para un individuo u otro16. Como observa Stephen Kresge:

A Menger se le reconoce el estar entre los pri-meros, con Jevons y Walras, que introdujeron el concepto de utilidad marginal en economía. Ahora bien, el concepto de utilidad de Menger descansa sobre un análisis del concepto de valor que es opuesto al de la teoría del valor que se encuentra en la economía clásica. Para Menger, el valor ni es una propiedad intrínseca ni forma parte de la esencia de una mercancía o esfuerzo.

subjetivo de valoración relativa a determinados fi-nes que el actor considera que no pueden alcanzar-se, como desearía, en su totalidad (IDEM, op. cit., xxiv, n. 3).

Por fortuna, en resuelta oposición a la tendencia keyne-siana predominante en el tercer cuarto del siglo XX dentro de la ciencia económica, que con la decidida exclusión de la escasez es responsable a nivel planetario de los nocivos efectos característicos de la estanflación, el redactor de la sección “Economía” de Mentor Enciclopedia de Ciencias Sociales Océano anota:

La experiencia demuestra que el hombre no sólo tiene variadas necesidades, sino que además, en muchísimas ocasiones, entre las necesidades que debe satisfacer y los medios con que cuenta para ello hay un desequilibrio. Es decir, que los medios son escasos respecto a los fines que con ellos hay que alcanzar. Entre los medios precisos para la satisfacción de sus necesidades uno es el tiempo que el hombre ha de dedicar para producirlos, ya sea con su esfuerzo o con su trabajo. Sin duda, tanto el tiempo como el trabajo son escasos. A este último –además de re-querir un tiempo- se opone la necesidad del des-canso. Pero no sólo son los medios relativamente escasos, sino que además, en la inmensa mayoría de los ca-sos, son también susceptibles de usos alternativos. Es decir, se trata de unos medios que pueden ser empleados para la satisfacción de varias nece-sidades. Por ejemplo, un terreno puede dedicarse a la construcción de viviendas, de una planta indus-trial o de una vía de comunicación, o bien puede emplearse para el cultivo de trigo, patata, etcétera. Que el trabajo humano, medio básico para la satis-facción de necesidades, tiene múltiples posibili-dades de utilización, es un hecho claro y evidente. [GISPERT C. (ed.), Mentor Enciclopedia de Cien-cias Sociales Océano, Océano, Barcelona 2000, 318-319].

16 Cf. HAYEK F., Las Vicisitudes del Liberalismo, 77, 78, 108, 109.

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Tierra, trabajo u oro no tienen valor intrínseco como factores; sólo el que deriva de su uso, el cual únicamente puede determinarse en relación a otros posibles usos. Tales relaciones varían en cada caso e individualmente, pues sólo el in-dividuo puede saber cuánto está dispuesto a re-nunciar o sustituir para obtener el uso –esto es, el valor- de alguna otra cosa17.

leyes rigurosas, dice Menger, de los fenómenos y regularidades en su sucesión, que no sólo se nos presentan sin excepciones, sino que nos ga-rantizan que no las admiten sobre la base del procedimiento utilizado para elaborarlas. Estas leyes suelen definirse como ‘leyes naturales’ [Naturgesetze], pero sería más correcto desig-narlas con la expresión de ‘leyes exactas’ [exac-te Gesetze]19. En términos semejantes vierte Jesús Huerta de

Soto el siguiente comentario:

Por primera vez se intentaba construir toda la Ciencia Económica partiendo del ser humano, considerado como actor creativo y protagonista de todos los procesos sociales. Menger creyó imprescindible abandonar el estéril ‘objeti-vismo’ de la escuela clásica anglosajona y, si-guiendo la tradición del pensamiento continental muy anterior que podría remontarse incluso has-ta los escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII, consideraba que el científico de la econo-mía debe situarse siempre en la perspectiva sub-jetiva del ser humano que actúa, de manera que dicha perspectiva habría de influir determinante e inevitablemente en la forma de elaborar todas las teorías económicas, en su contenido científi-co y en sus conclusiones y resultados prácticos. Se entiende, pues, cómo Menger considera im-prescindible abandonar el estéril objetivismo de la escuela clásica anglosajona, siempre obsesio-nada por la supuesta existencia de entes externos de tipo objetivo (clases sociales, agregados, fac-tores materiales de producción, etc.). Conse-cuencia natural de la concepción ‘subjetivista’ que se retoma gracias a Menger es no solo el de-sarrollo de la teoría subjetiva del valor y de su corolario la ley de la utilidad marginal, sino también la idea del coste como valoración subje-tiva de las alternativas a las que se renuncia al actuar (coste de oportunidad)18.

Ni que decir tiene que en estas leyes reside la na-turaleza y esencia del hombre, las cuales, en cuanto unidades de análisis, carecen de la infor-mación que contiene la totalidad de las realida-des empíricas que conforman el complejo sis-tema en que se resuelve el entramado social, y que suman a sus limitaciones la desventaja que no cuentan con la posibilidad de proporcionar el conocimiento sobre el modo en que se produce la sucesión de los hechos20. No puede menos de incurrir en error, por tanto, la postura que

En cualquier caso, conviene insistir en que el análisis de la conducta individual muestra la pre-sencia de una estructura de formas típicas que hacen posible detectar el funcionamiento de re-gularidades que fungen a guisa de leyes rigurosas de los fenómenos en cuestión (strenge Gesetze der Erscheinungen), las que, pese a que en parte se determinan de modo empírico-realista, sin em-bargo, en virtud de la relación natural que cobra la satisfacción de las necesidades humanas, os-tentan el carácter de leyes exactas (exacte Natur-gesetze) a semejanza de las leyes del pensa-miento que no sólo carecen de excepciones sino que no pueden pensarse más que como carentes de excepciones:

ha llevado a que algunos aspiren a alcanzar le-yes exactas de los fenómenos sociales de mane-ra empírica, es decir, no exacta, y a otros a me-dir los resultados de la investigación empírica científico social con el metro de la investigación exacta e inversamente a medir con el metro de la investigación social exacta los resultados de la investigación empírica. Dos errores que han in-fluido de manera igualmente perniciosa en el desarrollo de las ciencias sociales, y a los cuales debemos achacar la mayor parte de los equívo-cos que dominan la investigación social teórica en su forma actual y en sus actividades presen-tes21.

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17 KRESGE S., “Introducción”, en HAYEK F., Hayek so-bre Hayek. Un diálogo autobiográfico – La Fatal Arro-gancia. Los errores del Socialismo, 12.

19 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 106. 20 Cf. CUBEDDU R., op. cit., 38, 39, 106, 107, 138, 139, 140, 141, 147.

18 IDEM, op. cit., xxxii. 21 Citado por CUBEDDU R., op. cit., 39-40.

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CONTROL, PELIGRO Y PROHIBI-

CIÓN. UNA MIRADA LIBERTARIA

SOBRE ALGUNAS LIBERTADES

INDIVIDUALES

Fernado Ré*

as consideraciones siguientes circulan en el extenso territorio de los derechos que nos habilitan a ejecutar una vasta cantidad

de acciones que usualmente denominamos li-bertades individuales, y que en su mayoría –explícita o implícitamente- están garantizadas en los códigos legales que rigen la vida jurídica de los países occidentales.

Demás está decir que en la configuración de los Estados Modernos la arrogancia del uso mono-pólico de la violencia legítima, es un tópico defi-nitivo y que en ese reclamo se hacen funcionar, entre otras, las garantías de existencia de las li-bertades y autonomías ciudadanas, que en prácti-camente todos los países occidentales reposan en el derecho de propiedad. Esto lleva a considerar como asunto, que entre las razones de legi-timación social del estado, la protección de la propiedad y la preservación de la inviolabilidad de los derechos de posesión, son primarios y ex-cluyentes.

El derecho de propiedad de los estados occiden-tales, ilustrado en las tradiciones políticas que inspiran nuestras cartas constitucionales, con-tiene en sus raíces el más originario e inalienable derecho del ciudadano moderno: la propiedad sobre su cuerpo físico, y esto supone el derecho a la autodeterminación sobre qué introducimos en nuestros cuerpos, en qué medida y cuándo lo ha-gamos. En 1690 John Locke superaba contra-dicciones afirmando que cada hombre tiene una propiedad en su propia persona. Sobre esto na-die tiene ningún derecho salvo él mismo1. Pero en el siglo XXI el estado de las cosas parece haberle dado la espalda a los principios liberales y concurrimos a un sistemático avasallamiento de nuestros derechos de propiedad desde un es-tado que ostenta una racionalidad sanitaria su-

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* Profesor de Teoría del Estado, Sociología y Teoría Políti-ca, Universidad Nacional de Rosario y Universidad Nacio-nal de Entre Ríos, Argentina. Correo electrónico: [email protected] 1 Locke, John: Ensayo sobre el Gobierno Civil, 1690.

praindividual y bajo la cual conduce los destinos higiénicos de sus ciudadanos. Pero no es mi in-tención precisar históricamente los procesos que permiten la emergencia de las formas de estados que toman a su cargo la vida de sus ciudadanos montando una aceitada maquinaria médico asis-tencial2 y que eventualmente dispone la conve-niencia o no de utilizar tal o cual elemento. El interés de éste paper, es reparar en algunas de las eventualidades sociales que hacen al orden con-temporáneo de aquél fenómeno, y a insinuar al-gunas de las características subjetivas de las so-ciedades que sin más, ven desvanecerse liberta-des que en el horizonte de la autonomía indivi-dual distinguen su irrecuperabilidad. En letra de E.J. Erler cuando la vida y la libertad están en juego, ya están en peligro3. (Las livertades indi-viduales no se reconquistan, no se recuperan, no vuelven a su forma originaria, no se reemplazan. Una libertad perdida es una célula que no se re-genera). En ésta dirección nuestra pérdida del derecho al consumo de drogas debe ser atendida como un aviso de las invasiones a la vida y a la libertad.

Dentro de la gama de productos de consumo in-dividual que se encuentran controladas por el estado, podemos sugerir que las distinguidas son las denominadas drogas peligrosas. Sin embargo, las sustancias que llamamos drogas son objetos materiales tales como hojas, líquidos, polvos y cápsulas, productos de la naturaleza o del ingenio humano4, entre la cuales un grupo particular re-cibe el nombre de peligrosas, pero la existencia de las mismas no se agota en ese fragmento prohibido al acceso ciudadano.

Dado que nuestros cuerpos y las drogas son tipos de propiedad, el consumo, comercio y uso de drogas son derechos sobre propiedades, y las prohibiciones o limitaciones al acceso a drogas

2 Indudablemente el interesado en éstos tópicos deberá observar los análisis de Michel Foucault en su extensa producción, como así también la producción bibliográfica de Giorgio Agamben. 3 Erler, E.J: “The Great Fence to Liberty: The right to property in the American Founding”, en E.F. Paul y H. Dickman (eds.): Liberty, Property, and the foundations of the American Constitution (Albany, State University of New York Press, 1989), citado por Thomas Szasz: Nuestro Derecho a las Drogas, Anagrama, 1993. 4 Szasz, Thomas: Nuestro derecho a las drogas, Anagra-ma, 1993.

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constituyen un despojo de derechos constitu-cionales básicos5.

Thomas Szasz, Psiquiatra Profesor en al SUNY – Health Science Center, en Siracusa, Nueva y York, y de quien tomo las referencias en éste tramo de mi trabajo, durante la Reunión Interna-cional Antiprohibicionista en Bruselas en 19886, sostuvo que prominentes figuras de la ciencia, la medicina y los mass media, creen en la realidad del peligro de las drogas y aman la fantasía del mito farmacológico, sintiéndose entonces inspi-rados ante la perspectiva de limpiar sus naciones de sustancias ilícitas en una moderna “guerra te-rapéutica” emprendida contra las drogas y contra quienes las venden y las compran.

Los controles contemporáneos sobre drogas no se basan en consideraciones objetivas como es-tudios técnicos y científicos, sino que se parecen a las prohibiciones de sustancias cuyo control descansa en consideraciones religiosas o polí-ticas. La preocupación que durante dos siglos –hasta entrado el siglo XX- mantuvo el pensa-miento popular y profesional sobre la mastur-bación como la amenaza para el bienestar social e individual, parece haberse desplazado a una preocupación similar frente al abuso de las dro-gas.

En casi todos lo casos de prohibición –de drogas o cualquier otra cosa- confrontamos ciertas nor-mas rituales–ceremoniales que se racionalizan y se justifican a través de fundamentos pragmático-científicos: el argumento típico nos dice que tales prohibiciones protegen la salud o el bienestar de individuos o grupos particularmente vulnerables, pero en realidad tales normas protegen el bie-nestar y la integridad de la comunidad como un todo, lo equivale a decir que ciertas normas de comportamiento cumplen funciones ceremo-niales.

La autonomía individual de injerir cualquier sus-tancia es análoga, en un estado de derecho, a la libertad de expresión o a la libertad religiosa. Pe-ro a los habituados ojos de cualquier ciudadano corriente, la percepción de cualquier ínfima in-trusión estatal sobre prácticas religiosas o sobe-rana manifestación –sin mencionar el menoscabo de cualquier tipo de propiedad privada reco-

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5 Ibid. 6 Szasz, Thomas: “Contra el Estado Terapéutico. Derechos Individuales y drogas”, en El imperio de la droga, Fonta-mara, México 1992. Publicado en Argentina en la Revista de Ciencias Sociales Delito y Sociedad.

nocida legalmente- principia vehementes recha-zos y hasta violentas revueltas conminando ex-tinguir palmarias intromisiones a la vida libre e independiente. Este no es el caso del derecho a acceder a cualquier sustancia que el hombre des-ee. ¿Por qué no existe una mancomunada defensa a consumir cualquier tipo de drogas como existe una sólida defensa a los derechos análogos? In-cluso podemos inquirir también ¿por qué la gran mayoría de la población de nuestros países re-chaza de plano la libre utilización de sustancias por parte de quien así lo decida?

El Dr. Szasz sostiene que las respuestas se en-cuentra en el hecho de que la nuestra es una so-ciedad medieval casi en el mismo sentido en que la sociedad medieval española era teocrática, y en esas condiciones hombres y mujeres no con-cebían la separación entre iglesia y estado y pre-gonaban fervientemente su unión. Nosotros vi-viendo en una sociedad terapéutica, no creemos en la separación entre la medicina y el estado, sino que aceptamos y exaltamos su alianza.

El ser social aprueba y lo asume como un ele-mento obvio, que es legítimo asunto del estado controlar algunas sustancias y en particular las drogas psicoactivas. Desde éste lugar, el estado debe controlar tanto a los individuos peligrosos como a las drogas peligrosas, en beneficio de la sociedad. La falacia de esa analogía se evidencia en el asimilar las nociones de drogas peligrosas y actos peligrosos. Como resultado el mito popular propaga que las drogas peligrosas convierten a las personas en sujetos peligrosos, y por esa ra-zón el estado debe velar por la seguridad de sus ciudadanos cuidándolos de las drogas del mismo modo que los protege del asesinato y del robo.

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Al estado terapéutico, como a todas las formas de organización social, lo preexisten individuos que por diversas razones desean reverberar en una corporación común. Los lugares que cons-truimos permanentemente como personas racio-nales y en las cuales dejamos reposar nuestros atuendos de ciudadanías no son ni más ni menos que fruto de nuestras creativas facultades huma-nas. Deleuze y Guattari sostienen que

mental, no tiene más raíces que las teorías médi-cas del siglo XX, piso de elevación de la espiri-tualidad occidental contemporánea. En el ansia de guarecernos bajo el ala cálida y protectora del estado y la medicina, aflora la sumisión humana que tolera progresivamente la rapacería de nues-tra autodeterminación como sujetos adultos e in-dependientes.

la producción social es tan sólo la propia pro-ducción deseante en condiciones determinadas (…) decimos que el campo social está inme-diatamente recorrido por el deseo, que es su producto históricamente determinado, y que la libido no necesita ninguna mediación ni subli-mación (…) sólo hay el deseo y lo social, y nada más. Incluso las formas más represivas (…) de la reproducción social son producidas por el de-seo, en la organización que se despende de él bajo tal o cual condición que deberemos anali-zar. (…) ¿Por qué soportan los hombres desde siglos la explotación, la humillación, la escla-vitud hasta el punto de quererlas no sólo para los demás sino también para sí mismos?7

Y aludiendo a Reich en la relación de las masas con el fascismo, citan

La prohibición del acceso a sustancias con-siderada como avasallamientos de libertades in-dividuales es en alguna dimensión un despojo de derechos básicos -como el derecho a la propie-dad-, pero por esa misma razón se convierte en un dilema ético. El enfrentamiento entre auto-ridad y autonomía10 y la tensión permanente en-tre el comportamiento que se somete a la repre-sión y el que se basa en la libre elección de cada uno, constituyen los temas cardinales de la moral humana.

ellas no fueron engañadas, desearon el fascismo en determinado momento, en determinadas cir-cunstancias, y esto es lo que precisa explicación, ésta perversión del deseo gregario8.

La lógica precedente indica entonces el camino a alguna reflexión. Si aceptamos que el perfil aca-bado del Estado Terapéutico expresa una de las formas perversas del deseo gregario, debemos precisar que el campo disciplinar que lo confi-gura es el saber médico, y es altamente impro-bable encontrar un género discursivo tan legi-timado socialmente como éste. Tal vez la alternativa sea relevar el análisis mora-

lista de la producción, comercio y consumo de drogas y establecer series claras respecto de las pérdidas y ganancias a las que nos exponemos cuando las libertades individuales se encadenan a intereses que lejos de ser emancipadores forjan las esclavas de sutiles formas de control.

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Si el estado media entre los derechos privados y su preservación en los ciudadanos, castigando a quienes transgreden las normas de civilidad, es en la forma del Estado Terapéutico donde la me-dicina va a regular la relación del hombre con su cuerpo, y donde las desviaciones de las normas establecidas por la medicina serán consideradas anormalidades y castigadas con sanciones médi-cas.9 La percepción popular corriente del usuario sistemático de sustancias prohibidas como adic-to, y el posterior parentesco con la enfermedad

7 Deleuze, G. & Guattari, F: El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, Paidós, 1995. 8 Reich: Psycologie de masse du fascisme (tr. castellana Ed. Bruguera, 1980).

9 Szasz, Thomas: Nuestro derecho a las drogas, Anagra-ma, 1993.

10 Ibid.