mistura nº18

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Diciembre_2008

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revista mistura

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Nº18Diciembre 2008

Fundadores:

Jorge pachecoVerónica Rincón

Ruben López Santiago Gorgas

Editor:

Santiago Gorgas

Redactor jefe: Jorge Pacheco

Diseño artístico:

Rubén López

Técnico informático: Marcos López

Colaboradores del mes:

Lenisio Dimas, Juan Juan Almeida,

Santiago Gorgas, Martín Sueldo, Miguel Pacheco y Danilo Facelli

Foto Portada:

Rubén López

Web:

www.mistura.catCorreo electrónico:

[email protected]

Se ha trasformado en tema habitual y recurrente hablar de escritores que son influyentes en el obrar del lector, por lo que se infiere que, aunque a algunos les pueda parecer perogrullesco, debe haber lectores que se sienten inducidos a obrar en consecuencia a lo leído. En la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad, el protagonista se inventa una narración sobre una realidad paralela que de algún modo acaba implantándose en su propia realidad. La narración, evidentemente, afecta al personaje, pero ¿afecta al lector? El editor no se ha acercado todavía a la obra de Paul Auster, ni tampoco a ésta su novela más reciente, pero sostiene que todos los textos pueden acabar siendo influyentes. Ello depende, en última instancia, dice, del lector en cuestión. Novela, ensayo, poesía, artículos y escritos de toda índole albergan, quizá en su más recóndito e insospechado pasaje, resortes que activan el aletargado obrar del lector. Para nuestra sorpresa, el tono doctrinal del editor se vuelve entrañable cuando dice que él ha leído en todas o casi todas las noches de su vida, incluso cuando ha llevado una copa de más y declara que de ese modo ha forjado con cada vez más consistencia su sentido crítico de las cosas. No sabe nada acerca de las novelas de Auster, pero sabe de otros autores que se han servido de sus personajes habiéndolos dotado de una intachable actitud redentora. Sabe que un lector es un autor potencial y sospecha que una pluma maquiavélica puede estar escribiendo su propia historia -la del editor- o lo que es lo mismo, la historia de cualquier hombre apocado y corriente.

misturarevista de cultura y pensamiento

Editorialp0r mistura

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Letras

Por Lenisio DimasDos cosas pegadas con tres asteriscos

Antes de que se colapsaran esas dos torres tan altas y tan gemelas, los edificios simplemente se derrumbaban. La moda le duró poco al término porque tampoco son tantos los edificios que se colapsan al cabo del año. Yo creo que colapsarse es otra cosa, pero quién soy yo para decir nada. Esta mañana no podía más con el martilleo que subía por el patio de luces: diecisiete meses en obras es demasiado tiempo, así que he salido a comprar algo sin saber muy bien el qué. De vuelta a casa con una correa para la gata, mi edificio se había colapsado con la gata dentro. Claro. Estaba levantando cuatro piedras de entre los escombros con escéptica desidia existencial, cuando de debajo de un panel de pladur, ha salido el homosexual del tercero todavía con el martillo en la mano. Me ha mirado con cara de susto, se ha puesto el índice delante de los labios y ha dicho: “shhhttt”. Ahí plantado, en medio del “colapso”, cerca del colapso, he visto su trasero homosexual alejarse torpemente de la escena del crimen; después he fijado mi vista en la correa preguntándome si no me la cambiarían por un conejo enano.

***

Mañana hará un mes que Leni se atrincheró debajo del sofá. Yo sospeché desde el primer día que era algo que podía ocurrir, por eso decidí serrar las patas del antiguo sofá para no dejarle espacio suficiente para que se metiera debajo; pero entonces la incomodidad fue de Coral y mía, por tener que sentarnos a nuestra edad en un sofá tan bajo, tan a ras de suelo, las rodillas se nos resintieron y a la semana ya teníamos otro sofá nuevo y el conejo atrincherado y mordisqueándonos los talones. Hubo una época en la que pasaba ahí debajo la mayor parte del día y sólo salía por las noches a estirar las patas persiguiendo pececitos de plata, pero mañana hará un mes que no sale ni para mear. De vez en cuando, cuando le pregunto a Coral cosas del tipo “¿te acuerdas de ese conejo enano que teníamos?”, Leni saca la cabeza, sólo la cabeza, y su mirada está llena de rencor.

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Me hace sentir fatal, porque no sé qué puede haber ocurrido, algo hicimos mal, esto parece claro, aunque también podría ser algo tan simple como que el laboratorio haya cambiado la fórmula de su pienso y ahora no sea del gusto de Leni, lo que le ha causado un disgusto grandísimo al animal. No siempre es fácil calcular los motivos del naufragio. Desde que Len se atrincheró debajo del sofá que Coral está medio mustia y pasa cada vez más y más tiempo en el estudio con la mirada ida. Cuando voy a la despensa a por la comida de Leni y de Coral temo que sea ése el lugar reservado para mí y me angustio una barbaridad porque la despensa es muy húmeda y angosta y el techo muy bajo y la bombilla está fundida desde hace la de años.

Lectures

per Santiago Gorgas

“Jardí vora el mar”Autora: Mercè Rodoreda.Editorial: Club Editor. / 171 pàg.Primera edició: 1967

El narrador d’aquesta història és el jardiner d’una senyorial casa vora el mar. A través de la seva mirada ens endinsem en un món que es va construint a partir de diferents veus i vivències a les quals té accés el jardiner. Els fragments es van enllaçant per conformar una història punyent i colpidora. Una parella, acabada de casar, compra una torre i decideix quedar-se amb el vell jardiner que hi viu. Al llarg de sis estius veurem una desfilada de tota mena de personatges burgesos i excèntrics. La casa estarà constantment plena d’amics que organitzen activitats i festes per tal de divertir-se. “Tanta alegria, i tanta joventut, i tants diver-timents... tant de tot...” Darrere d’aquest ambient despreocupat i bohemi escapa la fragilitat de la vida. En la recerca desesperada de la felicitat s’amaga la presencia constant de la tragèdia. Si la vida és tràgica, el món és bell. La naturalitat i la frescor són trets característics de la prosa de Mercè

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Rodoreda. “Jardí vora el mar” va ser escrita a Ginebra, juntament amb “La plaça del diamant” i “La mort i la primavera” El fet que Mercè Ro-doreda treballés al llarg de gairebé 15 anys aquestes obres ens parla d’una escriptora molt exigent i rigorosa. La seva virtut és la sensació d ‘espontaneïtat que transmet la seva obra. En aquesta novel·la es troben tot els temes que obsessionen l’escriptora: la infància, la transformació, la mort, la dona i el regne vegetal. Mercè Rodoreda és una escriptora que ens permet múltiples lectures, darrere de cada detall hi ha multiplicitat d’evocacions. En paraules de l’escriptora: “La novel·la és un acte màgic de recrear/evo-car no pas allò que es tenia, sinó el que es somnia posseir.”

En aquest any 2008 se celebra el centenari del naixement de Mercè Rodoreda. Remarcant, doncs, la commemoració -i ja a les acaballes de la mateixa- cal continuar reivindicant la importància de la seva obra i és gairebé impossible defugir de parlar-ne, gràcies a les virtuts i la grandesa del seu llegat literari.

Letras

Por Juan Juan AlmeidaBienvenidos

A las diez de la mañana del día 20 de octubre, día por demás de la cul-tura nacional, fui en mi taxi al aeropuerto esquivando la mirada de un montón de policías que acechan las ilegalidades para caer en ellas, per-dón, quise decir sobre ellas, por eso anduve en sigilo, porque aunque sonara absurdo y no parezca verdad, no hay manera de explicarle a un vigilante que yo sólo acometía un gran acto humanitario al ir a buscar a la hermana de mi esposa que aterrizaba en La Habana después de un obligado exilio porque cuando aun era una niña, y sin apenas razón, sus padres se la llevaron por?, por?, bueno, por todo lo que usted sabe. Frente a las puertas cerradas de la terminal aérea #2, construida y diseñada como esperpento de cartón para recibir controlar y despedir vuelos de Estados Unidos, esperaban como siempre un centenar de personas compartiendo silencio, castigo, y perdón. Las talanqueras se abrieron, y por ellas, de entre un enorme rebaño de animales perfuma-

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dos, salió una chica preciosa de mirada despistada y pantalón pescador. Arrastraba un maletín de los que llevan rueditas, pero más que su equi-paje, lo atractivo eran sus piernas. Y recordé cuando de niño mi madre me repitió que comiendo calabazas se engordan las pantorrillas porque a juzgar la figura de aquella americanita, en USA nunca hizo estragos la crisis alimentaria. Me le acerqué con cuidado, y cuando pretendí sol-tar uno de mis piropos, el rugir alegre de mi esposa tintineó avisando tierra, Esa es mi hermanita Chuchi, y grité Me cago en diez pues no pude soportar la dulce emoción de tener una elegante cuñada con es-tampa musical. Oh, sorry ¿How are you? preguntó con arrogancia ¿tú eres Juan? - Yes, - y contesté en el idioma de Hemingway para enfrentar el de-spiste altanero de Afrodita - my name is Juan Juan; but puedes llamarme John, or Johny Taxidriver. Mi anglofonía es muy mala y creo que ni entendió, me dio un beso, un abrazo, y me invitó a una cerveza que por calor acepté. Denegada, Denegada- anunció espantada una cajera- señora, las tarjetas ameri-canas no sirven acá en La Habana. Y como era de esperar me defequé en el ¿Bloqueo? Las hermanas se abrasaron, se hicieron preguntas locas, y hablaron de muchas cosas como queriendo borrar un tiempo que es imborrable. Pero las cosas marcharon como diría el poeta Espronceda, Viento en popa y a toda vela. Bueno, así marcharon las cosas hasta que entramos en casa y el teléfono sonó cual si el mismo Graham Bell nos hubiese arrinconado pues dijo una voz popular, Chuchi, mañana llegamos a La Habana, vamos sólo a conocerte. Anunciaron su llegada, y algunas horas después, entraron en procesión tres tíos y 5 primos. Ay disculpen, dijo mi elocuente esposa, acá no tenemos espacio; pero aquella parentela respondió como en combate que de allí no se movían hasta poderse guardar en su noble corazón un pedazo de souvenir americano: un par de billetes verdes, una camiseta Adidas, las gafas de sol Armany, su pulsera de marca Tous, los bloomers Victoria Secret?. Esperen coño, dijo desesperada lo que quedó de exili-ada, que me dejaron sin nada. Y comencé a descubrir que mi cuñada es perfecta: peleona, sonri-ente, activa, atractiva, bailadora, agradable, amorosa, hermosa y dis-

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traída, igualita que su hermana. La mejor, y más completa, cuñada del planeta tierra. En la tarde fuimos todos a almorzar en el Palenque, un restaurante barato donde por un trío de cucos te dan la mitad de un pollo, bueno, la mitad de un pajarito. Pero todo estuvo bien, y se saboreó muy rico aunque algunos arribados, con la marcada intención de desplumar el sistema bancario imperialista, enriquecieron su dieta con langosta y ca-marón. La cuñadita sudaba y no había tanto calor, yo preferí ser cortés y sólo pedí un refresco aunque no faltó el consejo de un pariente sug-erente, ¿Tienes diarrea? Come carne, mulato, que la carne cura todo. Aprovecha. Y en una mesa vecina la historia se repitió, un arsenal de gordos ar-rasaba con sus platos como cuentan que lo hacía con la hierba el corcel del gran Atila. El más robusto de todos era quien invitaba, tenía anillo de brillantes y un reloj Rolex de oro que no parecía de oro y tampoco parecía Rolex; pero poco le importaba a su pandilla escandalosa que olvidando reglas y modales chillaba cual cotorrera. Tío, tío, ¿es cierto que en Miami hay un negro presidente? El gordo levantó su brazo para llamar la atención y en su mesa hubo silencio, entonces fue que gritó, Señorita, dos raciones más de yuca frita, y volvió su vista al plato y continuó tranquilamente, tragando, ru-miando, insensible a los problemas mundiales. Y no pienso criticar a los censurados gruesos que como dice un amigo, pronto serán censados para con ellos hacer un delicioso jamón. Yo sólo intento sonreír, burlarme quiero decir, porque aunque ya ni Mistura, cual tarjeta americana, y no por el cruel bloqueo, desde que yo escribo en ella no pueda abrirse en La Habana, soy feliz pues las familias cuba-nas, después de cincuenta años, se vuelven a reunir y la última noche anual cuando el reloj da las doce se desearán mucha suerte sin gritar Revolución. Y yo seguiré en mi taxi hasta que ¿alguien? se le antoje levantar una absurda prohibición que sin perdón ni razón, me tiene encerrado acá y no me deja viajar, ni al médico, ni a bailar, mucho menos a pasear al Cañón del Colorado y visitar a mi cuñada, una diosa de mujer que sonriendo me enseñó, con dicharachos criollos, que la vida es ilusión. Señora, ¿tiene aspirina?

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1. ¿A quién le puede divertir el miedo? A mí seguro que no. Por eso no me gusta ver películas de terror. No me divierte el miedo. Es defi-nitivamente un género que evito. Sucede que muchas veces, el miedo y el terror pueden surgir de diferentes modos.

2. Los e-mails, a veces, dan miedo. Uno puede estar inmerso en una realidad feliz que se termina cuando se recibe un e-mail. La respuesta no es la deseada. El e-mail, a veces, depara terroríficas respuestas. La sensación es que todos estamos viviendo el mismo tiempo. La glo-balización nos ha llegado a todos. Un e-mail puede desmentir esas teorías económicas y culturales. La realidad aquí y allá no es la misma. Nada es lo mismo. Nada.

3. Terror me dan las escenas de sexo de muchas películas. Las de la realidad son bien diferentes, más olorosas, quizás. Menos pudoro-sas, a veces. Mucho más aburridas, también. Esas escenas de sexo representadas donde todos parecen buscar lo mismo. Todos parecen querer lo mismo. Esas escenas son las que determinan, lentamente, el comportamiento sexual (no sólo el genital) de todos los especta-dores.

4. Miedo me da el sol. Es un miedo relativamente nuevo, que surgió viviendo en Phoenix (Estados Unidos). El sol aparece a mediados de abril y no se va hasta septiembre. Durante esos meses todo es igual. Todos los días son iguales. Siempre hay sol. Siempre hay calor. Las co-sas parecen que nunca van a cambiar, siempre serán iguales.

5. Me da miedo, tal vez terror, la hoja en blanco. Y yo tratando de es-cribir. Y escribo. Y escribo. Entonces termino. Luego corrijo. Termino un libro y me preguntó: ¿y ahora? ¿Qué sigue?

Columna

por Martín SueldoAGUAFRIA

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Algunos días, a ratos,me siento mejor.Me acerco a la ventana,dejo entrar la brisa- el tibio sol me hace bien -y cierro los ojos paraguardar, nítida, laimagen que contemplo:frondosos, verdes pinares,blancas nubes pequeñasy azul de mar, a lo lejos.

Respiro pausadamente- no me conviene agitarme,una emoción excesiva -.

Aspiro pequeñas dosis,sorbos de aire y de vida;me dejo llevar del sueñocomo si una mano me guiaray duermo profundamente.

Mientras tanto, el solse aleja y me despiertocuando mi mujer me cubrecon una manta los hombrosy cambio calor del díapor el calor de su aliento.

Poesía

Por Miguel Pacheco Convaleciente

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La ciudad está cambiada. Algunas calles cambiaron de nombre, otras de sentido. Hay muchos negocios y edificios nuevos, los antiguos han desaparecido con el tiempo y quedan pocos que en mi memoria sea capaz de reconocer. Los puntos de referencia también se han altera-do. La antigua pizzería La Pirámide sigue ahí, pero cerrada quién sabe desde qué año. Me aferro a mis recuerdos y a sus geografías inaltera-bles y no puedo más que sentirme desorientado. De vez en cuando descubro algún rincón que me evoca al pasado pero el contexto ha cambiado tanto que no consigo recuperar las sensaciones que esos sitios me transmitían. Todo me parece frío. Ajeno.

Cuando consigo llegar, me encuentro cerrada la puerta del zaguán. La golpeo, grito y pataleo. Deben haber cambiado la cerradura. Exhausto, me siento en la acera. Saco de mi bolsillo un plano de la ciudad. Debo reubicarme. Coloco mi dedo índice sobre él y empiezo a trazar rutas y me imagino recorriendo esos lugares. Albergando la vana esperanza de que, cuando levante la cabeza, todo haya vuelto a su lugar.

Me pongo en pie dispuesto a rehacer mis pasos en otra dirección, aunque de antemano sé que mi deambular será errático, todo está cambiado. Al ponerme en marcha y doblar la esquina veo entrar, muy decidida, una persona en el edificio. Parece ser que las puertas de ac-ceso también son otras.

Subo por las escaleras y entro, con mi llave, en la casa. Una persona que no me reconoce en primera instancia me espera con la cena lista. Antes de comer le pregunto si tenemos que hablar de algo, y me con-testa que no estamos obligados. Le pregunto cómo se imagina la ciu-dad del futuro. Prefiere no imaginar nada más allá de este almuerzo. No conozco la jerga que utiliza y me cuesta hacerme una idea de lo

Reflexiones Compartidas

Por Mistura Ciudades

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Para enero el tema de Reflexiones Compartidas es :

“Ciudades”

Estáis invitados a participar y enviar vuestros textos al foro que podréis encontrar en www.mistura.cat

que me quiere decir. Creo que intenta explicarme que rechaza imagi-nar el futuro simplemente porque el futuro, como tal, no existe. No me da pie a seguir con la conversación, así que la zanjamos.

Salgo al balcón a fumar mientras contemplo la ciudad radiante, la que despierta con la noche. El plano que tengo en el bolsillo es una mera fotografía aérea, no del todo ajena al sentimiento de extrañeza y melancolía que me embarga en este momento. El presente soy yo, un extraño fumando un cigarro en un balcón cuyos paisajes a la vista ignoran mi mirada escrutadora. El presente se llena de perfume cuan-do la desconocida sale de la habitación y se dispone a conquistar la noche. “Vamos”, dice. La obedezco, salgo detrás de ella. Su cuidad es inacabable y estoy ansioso por redescubrirla.

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rabia pena miedo

mascullan los cambios

evidenciados por la contención

plomo está cubriendo

el dorso de los huesos

desde que la imaginación

hace un instante

es un yo-yo de cucharas

abriéndose paso

entre las carnes de dentro

Poesía

Por Danilo Facellicontrolador