Misterio de La Navidad

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    isterio de la navidad de Edith Stein

    El escrito que da título a nuestra reflexión, El misterio de la Navidad, es el texto de una de

    sus conferencias. La impartió en la ciudad de Ludwigshafen a los miembros de la Asociación católica

    universitaria, el 13 de enero de 1931. La fecha nos dice que Edith...

    Nos estamos preparando para iniciar el tiempo de Navidad, un tiempo que para nosotros cristianos tiene un

    sentido muy particular: es la celebración del gran misterio de la encarnación, del Dios que se hace hombre, del

    Emmanuel, el Dios-con nosotros.

    Hemos querido dejar que este año sea Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, la que nos acompañe

    y ayude a vivir con mayor conciencia este tiempo.

    Todos en la vida necesitamos hacer un alto en el camino, especialmente cuando vamos a celebrar un

    acontecimiento importante. Para un cristiano el acontecimiento más importante es, sin duda, la Navidad.

    Edith Stein fue una mujer que nació en 1891 en una familia judía. Durante su juventud se planteó el reto de la

    búsqueda de la verdad, del sentido de la vida del hombre, de su dignidad. Ello le llevó a hacerse atea, abuscar respuestas en la ciencia (psicología y filosofía). En el método fenomenológico de Husserl encontró una

    vía de búsqueda. Participó en la primera guerra mundial como enfermera voluntario de la Cruz Roja, fue una

    feminista incansable y participó en política, luchando por el derecho de voto de la mujer. Finalmente su

    búsqueda se topó con el Cristo que iluminó el sentido de toda su vida. A partir de su entrada en la Iglesia

    católica desempeñó importantes tareas en favor del diálogo con la cultura moderna, en favor de la formación

    de los jóvenes y en favor de los derechos de la mujer. En 1933 entra en el Carmelo de Colonia, dedicando su

    vida a orar e interceder por el pueblo judío perseguido, y por la paz. Murió en el campo de Auschwitz en la

    cámara de gas en 1942. Fue canonizada en 1998 y declarada copatrona de Europa en 1999.

    El escrito que da título a nuestra reflexión, El misterio de la Navidad, es el texto de una de sus conferencias.

    La impartió en la ciudad de Ludwigshafen a los miembros de la Asociación católica universitaria, el 13 de

    enero de 1931. La fecha nos dice que Edith, como se desprenderá también del texto, hace una mirada

    retrospectiva. Ello nos facilita a nosotros el camino.

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    En una reflexión posterior, preparada por Edith Stein para la fiesta de la Epifanía de 1940 escribía estas

    palabras que han de orientar nuestra vida, y de un modo particular este tiempo que estamos por iniciar:

    “En ellos (los Magos) vivía un deseo puro de alcanzar la Verdad, que no se deja contener en las fronteras de

    las doctrinas y tradiciones particulares. Dios es la verdad y El quiere manifestarse a todos aquellos que le

    buscan con sincero corazón; por eso, tarde o temprano tenía que aparecerse la estrella a esos ‘sabios’, para

    conducirlos por el camino de la Verdad. Por eso se presentan ante la Verdad encarnada y, postrados ante ella,

    depositan sus coronas a sus pies, pues todos los tesoros del mundo no son sino polvo en comparación con

    ella.”

    Aquí ya encontramos subrayado uno de los elementos que han de caracterizar nuestra vida: “el deseo puro de

    alcanzar la verdad”. Sabemos muy bien lo que ello implica y significa: que hemos de liberarnos de todo

    prejuicio frente a las personas, a las cosas, y frente a Dios. Es decir, nunca hemos de conformarnos, si

    queremos valorar justamente al hermano, con ideas preestablecidas, ya sea por alguna experiencia o porque

    nos han dicho, o porque simplemente no nos cae bien.

    Pero esto mismo nos ocurre frente a Dios. El Adviento ha de ser un camino de preparación y búsqueda: Dios

    quiere ser buscado siempre de nuevo. Él se deja buscar para dejarse encontrar. Pero para ello necesitamos

    deponer “nuestras coronas” a sus pies, es decir, nuestras ideas, conceptos, juicios.

    En la misma obra sigue escribiendo Edith: “También para nosotros los Magos tienen un significado particular.

    Aún perteneciendo ya a la iglesia visible, percibimos la necesidad interior de superar los límites de las

    concepciones y costumbres heredadas. Nosotros conocíamos ya a Dios, sin embargo sentíamos que Él

    quería ser buscado y encontrado de una manera nueva. Por eso, nos pusimos en camino a la búsqueda de

    una estrella que nos indicara el camino recto. Y esta llegó a nosotros en la gracia de la vocación.”

    En cierto sentido, ya nos hemos topado en nuestra vida muchas veces con estrellas que nos indican el camino

    hacia Jesús. Seguramente son muchas más de las que hemos llegado a percibir o alcanzar. Y otras muchas

    siguen estando a nuestro lado, nos acompañan. Sólo tenemos que arriesgarnos a seguirlas, a dejarnos guiar.

    Pienso que una de las mayores dificultades que tenemos hoy en nuestro mundo, en nuestra sociedad, es que

    hay tantas cosas, tantas luces artificiales que nos impiden ver las estrellas. Pensemos por un momento en

    esas estrellas que están ahí siempre: nuestros deseos de ser más auténticos, nuestros sentimientos de

    solidaridad con los más necesitados, nuestras ansias por hacer de este mundo un mundo mejor, el deseo de

    que todos los hombres sean felices, que no haya guerras.... etc. Estas son sólo algunas de esas estrellas.

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    Pero mi pregunta es: nos dejamos guiar por ellas, o simplemente las contemplamos durante algunos minutos,

    y volvemos a “lo nuestro”. Y si las seguimos, ¿hasta donde? ¿durante cuánto tiempo? ¿nos pasa como a los

    “famosos” que en Navidades despiertan a la solidaridad?. Y si las dejamos brillar, ¿no reducimos el espacio de

    su brillo a nuestro ámbito exclusivo, comunitarios o familiar? El Niño de Belén está ahí para todos, el se ha

    hecho hombre para que el hombre se haga Dios, ha venido a redimirnos, ha venido a rescatar a los

    pecadores, es decir, a todos (pensamientos semejantes o idénticos encontramos en el escrito steiniano).

    También sería importante que por unos segundos nos planteásemos cuáles son esas luces artificiales que nos

    impiden ver las estrellas, o cuáles son las razones o motivos que nos detienen para seguirlas. Es una

    sugerencia al inico de nuestra reflexión que recomiendo cada uno examine personalmente después en

    silencio, en oración. Podría ser nuestra tarea para el adviento. Edith Stein divide su escrito en 4 partes muy

    sencillas:

    1. Nos explica el sentido del adviento y de la navidad tal como se va expresando en la liturgia.

    2. Nos habla de todos los que han seguido a Cristo, especialmente de aquellos cuyas fiestas se celebran en

    torno a la Navidad: Esteban, los Santos Inocentes....

    3. En un tercer momento Edith reflexiona sobre lo que significa seguir la estrella que nos lleva ante el Niño: a

    ser uno con Dios, a crear comunidad con todos los hombres en Dios, a estar dispuestos a hacer la voluntad de

    Dios.

    4. Nos habla de los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance para poder vivir continuamente en esa

    dinámica de la Navidad: oración y eucaristía. No vamos a hacer una lectura completa de esta obra de Edith,

    aunque a todos les recomiendo la lectura: apenas unas diez páginas. Ahora, siguiendo a Edith, voy a tratar de

    evidenciar y explicar los elementos centrales que Edith subraya en su obra.

    1. Entrar en el espíritu de la Navidad

    “Una fiesta de amor y de alegría”, un dejarnos conducir “hasta el pesebre donde se encuentra el Niño que trae

    la paz a la tierra” (p. 376). No se trata exclusivamente de un hermoso sentimiento, sino ante todo de un abrir

    los ojos frente a los valores fundamentales de la vida: el amor, la alegría y la paz. Seguramente todo hombre

    anhelo eso para su vida, y nosotros también. El problema surge cuando la persona está desorientada y no

    sabe realmente lo que significa eso, o cuando se deja cegar por su egoísmo. El misterio de la Navidad, nos

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    recuerda, en primer lugar, lo que merece la pena, lo que da sentido a nuestra vida, a la existencia de todo ser

    humano. Para nosotros estos conceptos tienen un rostro, aparecen encarnados en el Niño Dios.

    La historia de la humanidad, nuestra propia historia, nos dicen cuán difícil o incluso “utópico” resulta todo esto.

    Pero eso no es nada nuevo. Toda la Historia de la Salvación que precede a la llegada del Mesías, es una

    escuela para la humanidad. El pasar de los siglos han ido mostrando la incapacidad del hombre para alcanzar

    todo esto por sus propias manos. Con razón anhelaban los profetas y todo el pueblo la venida del Mesías; con

    razón exaltaban ese día como el más grande de la historia de la humanidad; con razón suspiraban por un

    corazón nuevo y un espíritu nuevo. Pero cual no sería su decepción al constatar la realidad.

    2. Un espíritu que no parece brillar

    La venida de Cristo no parece haber cambiado nada. Es más, su presencia provocó inmediatamente la muertede muchos inocentes. Y hoy en día, ¿qué podemos decir nosotros de la realidad del mundo, de la realidad

    más cercana de nuestras familias,e incluso hogares divididos? “La estrella de Belén es, incluso hoy, una

    estrella en la noche oscura” (p. 377) El misterio del mal nos sigue acechando y somos esclavos y víctimas del

    mismo. Entonces, ¿a qué ha servido la venida de Cristo?.

    Y quizás la respuesta sea esta: “las tinieblas cubrían la tierra y Él vino como la la luz que alumbra en las

    tinieblas, pero las tinieblas no lo recibieron. A aquellos que lo recibieron, les trajo la luz y la paz: la paz con el

    Padre celestial, la paz con todos aquellos que igualmente son hijos de la luz y del Padre celestial....” Aquí

    tendríamos otro elemento para interrogarnos personalmente: ¿vivimos esa paz? Y la respuesta nos ayudará a

    valorar si realmente hemos acogido en nuestras vidas al Niño de Belén: ¿le hemos dado posada? ¿con él nos

    comportamos como los pastores, los magos, San Esteban? ¿o como Herodes y los escribas y fariseos?

    Pero sabemos muy bien que Cristo no vino a que le prestáramos el tributo debido a un Rey. Él ha venido para

    extendernos su mano, para ayudarnos: “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os

    aliviaré”. Él nos invita a seguirle, a unirnos con él. Porque sólo él conoce el auténtico camino a la libertad, la

    paz, el amor, la felicidad, la comunión,...

    3. Navidad: adentrarnos en la vida de Jesús

    Es ahora cuando decididamente emerge el auténtico significado de lo que es la Navidad: Cristo ha venido para

    unirse a nosotros, para que toda la humanidad sea una en Dios. Pero el camino es el de cumplir con su

    voluntad.

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    a. “Dios se hizo Hijo del hombre para que todos los hombres llegaran a ser hijos de Dios” (381) Sólo esta frase

    tendría que ser más que suficiente para que captásemos las profundas implicaciones del misterio de la

    Navidad en nuestra vida.

    Edith subraya cómo la encarnación de Jesús pone en evidencia el destino de toda la humanidad: todos somos

    uno, somos seres solidarios; el dolor de uno es mi dolor porque es mi hermano. Cristo no sólo nos ha redimido

    del pecado, sino que nos vuelve a dar la buena noticia de que todos los hombres son hermanos, porque todos

    son hijos de Dios.

    También el misterio de la Navidad nos revela el modo sencillo de obrar de Dios: todo entorno a Jesús acontece

    casi en el más estricto de los silencios y de la simplicidad. Sí, Dios se hace presente, pero no quiere coartar a

    nadie con su “potencia”. Él viene a pedir simplemente el obsequio del hombre libre que quiera amarlo, que

    quiera acoger en su corazón el Reino de Dios. Resulta iluminadora esta afirmación de Edith: “Todos los que

    pertenecían al Señor llevaban de un modo invisible el Reino de Dios dentro de si. La carga terrestre no les fue

    quitada, incluso se les añadió algo más, pero lo que en sí encerraba era una fuerza alentadora que hacía el

    yugo suave y la carga ligera. Lo mismo ocurre hoy en día con todo hijo de Dios. La vida divina que se

    enciende en el alma es la luz que surge en las tinieblas, el milagro de la Nochebuena. El que la lleva consigo

    comprende lo que se dice de ella. Para los otros, sin embargo, todo lo que se dice de ella es un balbuceo

    ininteligible.” (382) Y habría que añadir: “Solo sabemos que aquellos a los que el Señor ama les sucede todo

    para su bien” (p. 380)

    b. Ya hemos mencionado que el otro gran mensaje de la Navidad es que todos somos hermanos, que el Niño

    Dios nos invita a vivir de esta manera el espíritu navideño, como el único camino que realmente puede

    transformar la humanidad: “Si Dios es Amor y vive en cada uno de nosotros, no puede suceder de otra

    manera, sino que nos amemos con amor de hermanos. Por eso precisamente es nuestro amor al prójimo la

    medida de nuestro amor a Dios. Este último es, sin embargo, distinto al amor natural que tenemos por los

    hombres.”

    Pero conviene aclarar quien es nuestro prójimo: “Nuestro «Prójimo» es todo aquel que en cada momento está

    delante de nosotros y que nos necesita, independientemente de que sea nuestro pariente o no, de que nos

    caiga bien o nos disguste, o de que sea «moralmente digno» o no de ayuda. El amor de Cristo no conoce

    fronteras, no se acaba nunca y no se echa atrás frente a la suciedad y la miseria. Cristo ha venido para los

    pecadores y no para los justos, y si el amor de Cristo vive en nosotros, entonces obraremos como El obró, e

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    iremos en busca de las ovejas perdidas.” (383) Muy posiblemente tenemos aquí la clave de lo que

    verdaderamente implica la Navidad. Por eso este tiempo de adviento ha de ayudarnos a prepararnos a vivir

    esta dimensión universal del amor cristiano. Si falta este elemento perdemos la única insignia que nos

    identifica como cristianos: “en esto conocerán que sois mis discípulos...”

    c. Pero no es fácil lo que nos propone el Niño Jesús. Nos resulta mucho más fácil observar una infinidad de

    normas, cumplir con unos preceptos, dedicarnos a muchas prácticas de devoción... Pero amar al prójimo,

    sobre todo cuando es “tan molesto”, “tan odioso”.... La única vía posible es que ahondemos cada vez más en

    el amor de Dios, que descubramos hasta qué punto Dios me ama...

    La dinámica que nos propone Edith, desde el ejemplo de Jesús y María es el de hacer de la voluntad de Dios

    nuestra única voluntad. Los párrafos de Edith son de una riqueza inmensa, aún en su brevedad. Sólo citaré

    unas afirmaciones, reco¡mendando mucho su lectura personal: “Ser hijo de Dios significa: caminar siempre de

    la mano de Dios, hacer su voluntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y preocupaciones en las

    manos de Dios y confiarle también nuestro futuro. Sobre estas bases descansan la libertad y la alegría de los

    hijos de Dios. ¡Qué pocos, aún de entre los verdaderamente piadosos y dispuestos al sacrificio heroico,

    poseen este don precioso! Muchos de ellos marchan por la vida encorvados bajo el peso de sus

    preocupaciones y deberes.”(384) Es una invitación a la confianza en Dios, al abandono, a aprender a vivir en

    sus manos. Es la dinámica de vida del hijo que confía plenamente en su Padre. ¿Ese es Dios en nuestra vida?

    ¿No nos muestra la Navidad el rostro de un Padre amoroso, cercano, misericordioso?. En otro lugar Edithescribía: “Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura

    de sí misma del hombre que, con su propia fuerza, se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad

    suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no

    es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara

    caer, ¿sería razonable?.”

    4. Para vivir siempre en el espíritu de la Navidad

    En la última parte de esta conferencia Edith ofrece dos caminos que pueden ayudarnos a vivir, descubrir y

    comprometer nuestra vida con cuanto la Navidad significa. En la eucaristía y en la oración nos encontramos

    cara a cara con el Niño dios, con su palabra, con su persona. Él nos sostiene y da la certeza interior de que

    podemos vivir según su voluntad. Pero eso ya es tarea y responsabilidad de cada uno. Por eso están todos

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    invitados a seguir profundizando en oración cuanto aquí hemos reflexionado, y cuanto pueda sugerir y

    completar la lectura de este escrito de Edith Stein.

    ALGUNAS PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

    -¿Qué estrellas puedes identificar en tu vida? ¿Hasta donde te han llevado?

    -¿Las has seguido hasta el final, o simplemente por un tiempo?

    -¿Qué es lo que te ha retenido para seguir con libertad esas estrellas?

    -¿Qué significa la Navidad para tí?

    -¿Cual es tu comportamiento ante Cristo: dispuesto a todo por él; o te puede la ceguera y dureza de corazón?

    -¿Cómo prepararte para vivir la Navidad en el espíritu de Jesús?

    - ¿Cómo hacer presente el espíritu de la Navidad en toda tu vida? ¿Qué caminos piensas seguir? ¿Cuál es tu

    propósito de cambiar?

    AUTOR: P. Francisco Javier Sancho F., OCD

    Retiro Con Edith Stein

    CITeS, 27 Noviembre 2004