Misal Ciclo c

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Comentarios Sobres Las Lecturas Dominicales Católicas

Adviento Ciclo C

Por Osvaldo Sobrino

Publicados Originalmente en Análisis Católico

(http://AnalisisCatolico.blogspot.com)

© 2003-2006 by Oswald Sobrino. All rights reserved. Todos los derechos reservados.

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Dedicado a San Josemaría Escrivá e Invocando Su Intercesión

Introducción

Análisis Católico es un sitio de internet que contiene comentarios sobre las lecturas bíblicas usadas en la misa dominical de la Iglesia Católica. Un nuevo comentario se publica cada semana. Análisis Católico es producido por el mismo escritor, Osvaldo Sobrino, que mantiene el sitio en inglés llamado "Catholic Analysis" desde los EE.UU. (www.catholicanalysis.blogspot.com). Estos comentarios para Adviento Ciclo C fueron publicadas originalmente en tal sitio en 2003. Los publico ahora en forma de un libro en 2006 porque se repite el Ciclo C de las lecturas dominicales en el año 2006. Agradezco el uso en este labor del Misal Romano Diario editado por James Socías y publicado por Scepter Publishers, New Jersey, EE.UU. Le recomiendo con entusiasmo este misal a todos mis lectores. Pido que los lectores me den notificación (dirigida a [email protected]) de cualquier errores en lo siguiente.

¡Que el Padre, el Señor Jesucristo, y el Espíritu Santo les acompañen en sus lecturas y meditaciones!

Oswald Sobrino

27 de agosto de 2006

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30.11.03 Primer Domingo de Adviento: Jeremías 33:14-16; 1 Ts 3:12 – 4:2; Lucas 21:25-28, 34-36 Ya viene el Señor. Viene hoy si declaramos que él es la única esperanza que tenemos en esta vida. Eso es lo que se llama la «escatología realizada». En esta venida, Cristo entra en las entrañas de nuestro ser que se abre en arrepentimiento y conversión continua. También viene en la hora desconocida de la muerte de cada uno que lee estas palabras. En esa hora tendremos un encuentro con Cristo quien nos juzgará en un juicio particular. Al fin de este mundo, los muertos serán resucitados y todos serán juzgados por Cristo en el juicio general. Y también viene Cristo en el recuerdo de la Encarnación que es el evento clave de la historia mundial, la precondición de todas estas venidas. Estos son todos los aspectos de Adviento, de la Venida de Cristo, y los vemos en las Escrituras. El profeta Jeremías apunta a la Encarnación cuanda predice el rey «del tronco de David». También apunta a la Segunda Venida de Cristo cuando inaugurará su reino final de justicia total. San Pablo en la Primera Carta a los Tesalonicenses nos advierte que estemos preparados con «corazones irreprochables» para el día en que venga Jesucristo. En el Evangelio, Cristo mismo nos urge que estemos despiertos y alertos para su llegada que «caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra». Todos estos aspectos de la Venida de Cristo surgen de la revelación bíblica. Para ser fieles a esa revelación, tenemos que tener todos estos aspectos de la Venida de Cristo presentes en nuestras vidas: el recuerdo de la Encarnación histórica, la venida de Cristo en nuestros corazones (vea Lucas 17, 21), el encuentro con Cristo en la hora de la muerte (vea Lucas 23, 43), y la Segunda Venida de Cristo al fin del mundo. La visión católica incluye a todos estos aspectos bíblicos de la Venida de Cristo.

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7.12.03 Segundo Domingo de Adviento: Baruc 5:1-9; Filipenses 1: 4-6, 8-11; Lucas 3:1-6 La primera lectura es del profeta Baruc, otro libro bíblico despojado de la Biblia por el protestantismo aunque los padres de la Iglesia, como Atenagoras, San Ireneo, y Clemente de Alexandria lo consideraban como libro inspirado por Dios (vea Antonio Fuentes, Que Dice La Biblia [Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 1983], sobre Baruc). Otras fuentes académicas indican que Baruc representa la situación de los judíos en la diáspora en el siglo antes de la venida de Cristo. De todo modo, Baruc nos indica la esperanza mesiánica que anticipa el Nuevo Testamento. Por cuenta mía, se encuentra la palabra «gloria» cinco veces en la lectura de Baruc. ¿Qué es la gloria? Un diccionario propone el sentido de lo que «ennoblece o ilustra». Baruc habla de la gloria que es nuestro destino prometido por Dios. En esta gloria, nuestra humanidad estará elevada e ilustrada en toda nobilidad por la gracia de Dios. La ansia por el Mesías surge por nuestra hambre para satisfacer nuestra humanidad en la nobleza completa. En el Evangelio, San Juan Bautista predica sobre «las predicciones del profeta Isaías» que todo será reparado, recto, rellenado, y derecho cuando llegará la salvación de Dios. Todos los defectos de nuestra presente humanidad seran reparados. Y esto será la salvación de Dios. San Pablo también nos habla de la gloria, de nuestro destino de dar gloria a Dios. Pablo nos dice que si siguen creciendo nuestro amor, conocimiento, y sensibilidad espiritual llegaremos «limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo . . . para gloria y alabanza de Dios». La gloria nuestra será la gloria de Dios.

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Por esta razón, el padre de la Iglesia, San Ireneo (130-200 A. de C.) es famoso por su refrán que la gloria de Dios es el hombre viviente o plenamente vivo (Gloria Dei vivens homo)-- uno de los mismos padres de la Iglesia que testifica por la inclusión del profeta Baruc en el canon bíblico.

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14.12.03 Domingo «Gaudete»: Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18 ¡Que felicidad! Estamos salvos. El profeta Sofonías nos manda a cantar, da gritos, gozar, regocijar. ¿Porqué? Porque el Señor «ha expulsado a todos tus enemigos». En el salmo de hoy, el profeta Isaías, llamado el «quinto evangelista», también nos anuncia la razón: «El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo». San Pablo nos da un nuevo mandamiento: «Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense!» En el griego original, esta orden imperativa denota que es una acción que se tiene que repetir siempre, en cada ocasión. No es una celebración que se limita a una instancia. San Juan Bautista eleva la exitación del pueblo cuando les dice que vendrá alguien quien «los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego». Seremos obedientes. Nos alegramos hoy y siempre que ha llegado y va llegar la salvación. Todos nuestros enemigos, incluso la muerte, están derrotados.

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21.12.03 Último Domingo de Adviento: Miqueas 5:1-4; Hebreos 10: 5-10; Lucas 1:39-45 La humildad de una semilla o grano que acaba en grandeza es un tema profundo y extenso en las Escrituras, sea en el Viejo o en el Nuevo Testamento, consumido en la parábola del grano de mostaza de Jesucristo (Lucas 13, 19). El profeta Miqueas transmite lo que le dice el Señor: que de «Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá» vendrá el rey de Israel. Belén, la ciudad de David, pequeña y humilde como David mismo quien, aunque de ser el mas insignificante de sus hermanos, fue elegido como rey. También Miqueas habla que «el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz». La que ha de dar a luz es, como opinan los comentaristas de La Biblia Nueva de Jerusalén, «la madre del Mesías . . . . Miqueas piensa quizá en el oráculo» de Isaías 7,14. En ese oráculo, Isaías habla de la doncella o muchacha que será la madre del Mesías. En la versión griega del Antiguo Testamento se traduzco la palabra hebrea «muchacha» por la palabra «virgen». Los mismos comentaristas notan que esa traducción «es un testimonio de la interpretación judía antigua, consagrada por» San Mateo (Mt. 1,23) que aplica esa profecía a la Virgen María. En la Carta a los Hebreos, San Pablo nos habla del cuerpo de Cristo por cuyo sacrificio «quedamos santificados». En la misma carta (Hb 7), Pablo muestra que Jesucristo es el Sumo Sacerdote, eterno y divino, en la linea de Melquisedec (Génesis 14, 18). Es el Sacerdote que ofrece el Sacrificio Eterno de su cuerpo, el mismo cuerpo nacido en la aldea humilde de Belén en circunstancias de gran humildad. En el Evangelio, tenemos a María, la muchacha virgen y humilde,

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visitando a Isabel que la saluda con las palabras que ahora rezamos en el Santo Rosario: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!» La humilde María, una muchacha, es la escogida por el Señor para recibir la semilla divina por medio del Espíritu Santo. María responde al saludo de Isabel con su Cántico de gracias al Señor por haber escogido su esclava humilde para salvar a Israel (Lc 1, 46-55). En ese Cántico, María, como la primera cristiana, participa en la primera acción de gracias eucarística al recibir el cuerpo de Jesucristo en su vientre por medio del Espíritu Santo. Ella responde plenamenta a Jesucristo, el divino y eterno Sumo Sacerdote, que ofrece su cuerpo al mundo por medio del Espíritu Santo. Belén, María, la semilla: todos de génesis humilde pero de todos estos vendrá el rey del universo, Jesucristo.