mis partes intimas vol I

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holi, es un nuevo concepto de vida

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Vecinas psicoanalistas

La otra vez un amigo me contó una anécdota que le sucedió tras ir a la feria, donde la actividad de comprar frutas, verduras y ca-chureos resultó ser una experiencia introspec-tiva sobre la sexualidad. Ir a la feria implica tener el valor de enfrentarse a las vecinas, que es exactamente aquí donde quería llegar; a las devoradoras psicoanalistas de la vecindad. Un simple detalle en tu vestimenta, abrirá la con-exión inconsciente del simbolismo que han de-sarrollado hace años con su gran experiencia de observar detrás de las cortinas. Pero vol-vamos con mi amigo y su gran paseo de feria: Se encontraba en el puesto donde venden ropa, esas cajas con montones y montones de pilchas buscando la prenda soñada. Sus manos se en-trecruzaban con otras más viejas, a veces se rozaban, pero a él no le importaba, hasta que algo lo detuvo. Era la conversación de las due-ñas de esas manos, que hablaban del hijo de una vecina <x> que resultó ser él. Sus dudas sobre su sexualidad al fin fueron resueltas: era gay por usar lentes con marco rojo.

Años y años de confusión, y nunca se percató de aquel detalle tan delator, pero muy obvio para sus vecinas.

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Ahora que sabía la verdad, podría sacar con confianza una enagua del montón de ropa y preguntar cómo se vería con el puesto o botar y patear la caja y escupirlas y correr hasta su casa, pero no hizo ninguna de las dos, se quedó escuchando sus pláticas sicológicas acerca del simbolismo de cómo detectar cuando una vecina le pone los cuernos a su marido.

Si usted sabe de alguna sede vecinal que imparte clases sobre Freud, quemadla; quizás usted sea la próxima víctima de enfrentar su verdadera identidad.

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Amor platónico

Siempre me ha gustado tener amores platónicos, lo encuentro bastante entretenido porque te transforma en una The real Mata Hari (refiriéndose sólo al acto de espionaje, sometimes). Pero recuerdo que en una de esas actividades de persecución, tuve una gran de-cepción. Yo iba en primero medio, él en cuarto medio, ambos de colegios buenos para las ker-meses y cafés literarios, en este último ocurrió la tragicomedia. Intuía que el cabro se las daba de poeta, así que claramente me colé a tomar café con trovas y poesía. Tenía la suerte de tener amigas cazadoras de aquellos mucha-chos, así que me hacían el trabajo más fácil en llegar a aquel lugar. Llegamos a la biblioteca del colegio, escogimos una mesa, nos sentamos y nos arreglamos el jumper. Había un cóctel pobre típico de escolares: galletas baratas y suflé, más el café autoservicio.

Empezaron cantando el cancionero “trova para principiantes”, luego venía la par-te más esperada de la tarde, la lectura poética. Y como me lo decía la intuición, ahí estaba él: flaco, alto, rulos, frenillos, y una bufanda en posición poeta.

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Lo mejor de todo es que él iba a leer, así que estaba ansiosa en escuchar esos hermosos versos, esas nostálgicas historias, las enredade-ras de palabras adolescentes, donde finalmente todo eso, no fue así. El chiquillo leyó una espe-cie de cartas, donde aún las palabras me reper-cuten en sueños. Redoble de tambores maestro porque dice así:

“Me encanta cuando saltaba tu leche en mi boca y te montasen mí”.

Y lo peor es que era la raja lo que escribió, pero ahí estabayo, sentada viéndolo con sus gestos de entusi-asmo y su voz también de entusiasmo. Me dió un ataque de risa y me tuve que ir. Nunca más supe de él, pero raramente volví a caer en las mismas, esos raros amores platónicos.

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Estilo internacional

Recuerdo un tiempo que ir al parque forestal era re-ondero, sacarle fotos a las ca-sas del sector o simplemente caminar por el barrio Lastarria era catalogado un estilo súper alternativo, chacal e internacional. Como que todo eso te hacía sentir más cerca del arte y te subía el pelo, como dirían en el siglo pasado.

Me acuerdo que fuimos a ver una com-pañera de colegio, que justo iba saliendo a tomar café al centro con un chiquillo ondero. Con mi amigo le dijimos que no tenían pa que darse tanto color viajando para tomar café. Igual nos invitaron, pero con la condición de que ellos nos pagarían.

Llegamos y con mi amigo, nos mirábamos con caritas chistozas, de hecho pedimos lo mismo que pidieron los cabros de puro desconcentrados que estabamos.

Después nos soltamos y comenzamos a hablar puras tonterías, nos metíamos en las conversaciones de las parejas del lugar y des-de ahí comencé a darme cuenta que el amigo snob me comenzó a odiar de manera profun-da.

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A la hora de pagar los café, el loquito sólo pagó el suyo y concretamos que el odio era mutuo. Hay lugares bonitos, pero entre lo caro y ondero, prefiero comprar cosas en las ferias periféricas y hacer la previa en la calle para luego entrar a un evento gratis antes de las 12. El estilo internacional dejémoslo para cuando queramos que alguien nos pague totalmente todo.

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Hipocondriaca

El dilema de sicosearse por los embara-zos es el “destino persecutor” que hay tras ellos, no sé si es normal que justo en ese momento aparezcan mil embrazadas, mil un publici-dades sobre natalidad y cuidado de bebes, más las cigüeñas que comienzan a aparecer por los aires, lo cierto es el estado de terror que te provoca.

Una vez para salir de la duda en vez de hacerme un test o tomarme una pildorita, consulté a un tarotista en el metro, cuando le hice la pregunta, imaginarán ustedes la cara que puso, pero como buen profesional me con-testó:

-Tu útero está vacío-.

Jamás volví a pasar por ahí y clara-mente ahora tomo “pastillasanticonceptuales”, para evitar las vergüenzas, y evidentemente las dudas.

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Lugares húmedos ¿asquerosos?

Las duchas son un lugar muy húmedo y la gente es sucia, es cosa de meterse a un par de ellas y ver como las paredes se desintegran de a poco y la cortina que tan bonita es por fuera, entremedio está llena de hongos ama-rillentos, un lugar perfecto para babosas y gu-sanos. Y ese pañito para sobajearse el cuerpo es entero hediondo, nunca nadie lo cambia y los microbios hacen una fiesta de ambient-ación tropical en su cotillón.

Hay gente que arrienda y comparte el baño con otras personas, entonces tienen que meterse con hawaianas y eso es una mezcla entre ser todo lo higiénico y desconfiado de los hongos que te puede pegar el veci. Una vez me bañé con mi prima que vivía en una pensión y me prestó unos calcetines para bañarme y así no tocar la alfombra que evita resbalar, fueron los minutos más tensos de la vida y tuve todo ese tiempo una cara de ducha desconfiada.

Una vez mi vieja puso un calcetín, y cuando metí la mano para ponerle jabón, me salió una babosa. Fue ahí cuando comprendí que el problema de las duchas húmedas era una repetición en todas estas casas.

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Hija promiscua

Haber terminado recién con un pololo que la familia adora puede ser terrible, sobre todo para nuestra queridísima madre, la mu-jer preocupada del futuro de nosotras, ya que un error nuestro puede ser la ruina para ellas. Al anunciar el término públicamente en un sobre mesa, cosas extrañas sucedieron los días siguientes, como: La excesiva sobreproduc-ción de alimentos; churrascos, tortillas, mucho queso, mucho jamón. Sin embargo, lo que más me enfadó, fue que me hayan botado la cera depilatoria.

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En invierno la mayoría de las mujeres determina transformase en guatonas y peludas pero justamente este año no era mi plan, así que claramente supuse la intención de mi mamá, hacer que me vea asquerosa para que no con-siga chicos. Y sus intenciones son tan notorias, que cada vez que llevo a un amigo que ella no conoce a casa, aparece y se sienta con nosotros si estamos en la cocina, y menciona con pal-abras sutiles que su hija es promiscua porque se va a quedar a dormir rápidamente a la casa de sus pololos, y me da una charla frente a ellos diciendo: -Te dije que no entregaras la flor tan rápido, por eso te duran tan poco los pololeos-. Y yo entre risitas y vergüencitas le digo: -Ya ya, si no me acostaré con nadie más-.

Claramente es el espantacuco adolescen-te, pero en un contexto muy diferente. Así que cabras, no es bueno llevar a novios a la casa sobre todo si es del gusto de la familia, porque al menos si son malos, lo más grave que te dirán es él: -Yo te lo dije-, y se empeñarán en comprarte mucha cera y comida light, para conquistar al hombre adinerado que te llevará galopando a la felicidad, y ellas se aseguran de no terminar en un asilo miserable.

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