Mis estrellas negras

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Os ofrecemos las primeras páginas de "Mis estrellas negras" del ex-futbolista Lilian Thurman. "Mis estrellas negras" es un homenaje personal de Lilian Thuram a los grandes personajes que han marcado su forma de ver el mundo. Malcolm X, Luther King, Nelson Mandela o Barak Obama son algunos de los iconos que guían al autor en su lucha contra el racismo. Un libro que sitúa en lo más alto a los ídolos de Thuram para darlos a conocer como ejemplos de superación, perseverancia y lucha por los derechos humanos.

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lilian thuramCon la colaboración de Bernard Fillaire

Mis estrellas negrasDe lucy a Barack Obama

título original: Mes étoiles noires

Primera edición: octubre de 2012

© de esta edición: ara llibres sCCl Corders, 22-28 08911 Badalona tel. 93 389 94 70 www.arallibres.cat

© 2010, Éditions Philippe reyPublicado por acuerdo con l’autre agence, París

© 2012, Manuel serrat Crespo, por la traducción

Fotografía de portada: © Franck Fife / aFP / getty imagesDiseño de cubierta: laudicéia santos araújo

Fotocomposición: enric rújulaimpresión: liberdúplex

isbn: 978-84-940089-2-4depósito legal: B-24072-2012

todos los derechos reservados.se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, el alquiler o préstamo público, sin la autorización por escrito de los propietarios del copyrigth, salvo las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CeDrO (Centro español de Derechos reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear fragmentos de esta obra.

A mi primera estrella, mi madre Marianna

A mis hermanas Martine y Liliana

A mis hermanos Gaëtan y Antonio

A mis hijos Marcus y Khephren

A Alya y a Karine

Y a todos los niños del mundo

Prólogo

en el año 1802, napoleón restableció la esclavitud en el mar Caribe. los esclavos negros de Haití, alzados en rebelión, reaccionaron propinándole la más humillante derrota de toda su vida militar.

sin embargo, cuando visité por primera vez las islas de guadalupe y Martinica, hace ya algunos años, me sorprendió descubrir que los textos escolares hablaban a los niños negros como si fueran nietos de napoleón, y no sus víctimas. Por entonces, supe que un antiguo proverbio africano advertía:

Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacerías seguirán glorificando al cazador.

este libro de lilian thuram es una gran contribución a esa tarea pendien-te: recuperar la memoria que vale la pena recordar, en estos tiempos de amnesia obligatoria en los cuales la memoria colectiva se está convirtien-do en una especie en vías de extinción.

eduardo galeanoMontevideo, 2012

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Introducción

¿Cuándo oyeron hablar ustedes, por primera vez, de los negros en su épo-ca escolar? al hacer esta pregunta, la gran mayoría, por no decir la totali-dad de mis interlocutores, responden: con respecto a la esclavitud.

recuerdo la primera vez que me hablaron de eso en la escuela. Yo era el único negro de mi clase. sorprendido, me pregunté cuál pudo ser la historia de mis antepasados antes de la esclavitud. no tuve el valor de ha-cer la pregunta, tan marcado me sentí, con un hierro al rojo vivo, y muy solo en aquella clase que, ahora, contemplaba de otra manera y que tal vez me mirase también de un modo distinto. la esclavitud se resumía para mí, por aquel entonces, en estas palabras: «los blancos esclavizaron a los negros».

Para comprender esta reacción, basta con ponerse en mi lugar. imagi-nen a un joven blanco que, durante la escolaridad, nunca hubiera oído hablar de científicos blancos, ni de soberanos, ni de revolucionarios, ni de filósofos, ni de artistas ni de escritores de su color. Un universo donde todo lo que es hermoso, profundo, delicado, sensible, original, puro, bue-no, sutil e inteligente fuera uniformemente negro, y donde Dios, el ser supremo, fuera negro también. imaginen la tempestad que estallaría en él. el niño se preguntaría si alguna vez, en el universo, un blanco había hecho algo bien. Hasta que cierto día, programa escolar obliga, le proporciona-ran por fin una información sobre sí mismo: «tus antepasados eran escla-vos». esta mera información, presentada así la historia, solo podría infe-riorizarlo. ¡Qué modelo para su porvenir, qué mirada sobre sí mismo!

Para mí pasaron los años; las preguntas se hacían cada vez más pre-sentes; oía las conversaciones de adultos negros afirmando que los blancos eran racistas, que nunca cambiarían.

en mi vida, he tenido la suerte de conocer a personas que, cada cual a su modo, me han proporcionado claves para comprender la historia y

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abrirme a otras grandes figuras de la humanidad distintas a las que se presentan en los manuales escolares, especialmente estrellas negras de nombres, trabajos, acciones y obras con frecuencia del todo desconocidos.

He comprendido que la esclavitud no era una confrontación entre negros y blancos, sino un sistema económico, una actividad ordenada, organizada, un comercio de seres humanos cuidadosamente planificado. Por lo demás, también los blancos conocieron la condición de esclavos a lo largo de la historia; lo prueba que la palabra «esclavo» procede del nombre de una región de la europa del este, eslavonia.

Voy regularmente a las escuelas para hablar del racismo. Pregunto a los niños cuántas razas hay: «Cuatro, me responden por desgracia: la blanca, la negra, la amarilla y la roja». esto es, por sí solo, la base del racis-mo. es aberrante que los niños sigan sin saber que hay una sola especie de hombre, el Homo sapiens. luego, les pregunto qué cualidades atribuyen a esas supuestas razas, y oigo entonces: «los negros son buenos en deporte, bailan y cantan bien..».

estamos en 2012, ¿qué puede deducirse de ello salvo que no se ha hecho el trabajo de educación? ¿Pero cómo reprochárselo a los niños cuando se observa nuestra sociedad? en el inconsciente general siguen inscritas estas representaciones. Cuando en los carteles de las paredes es-colares y en los libros haya científicos, inventores... de todos los colores, cuando la historia de las grandes civilizaciones africanas, asiáticas o ame-rindias, como las del Mali, la india o México, se enseñe, las mentalidades evolucionarán.

si realmente queremos cambiar nuestra sociedad, luchar contra el ra-cismo, no debemos contar con la discriminación positiva ni con el comu-nitarismo. solo el cambio de nuestras imaginaciones puede acercarnos y hacer que caigan nuestras barreras culturales; solo entonces podremos superar el principal obstáculo que se oculta detrás de palabras como «mi-noría visible», «diversidad», los «vosotros» y «nosotros» determinados por el color de la piel.

Mientras sigamos siendo prisioneros de la ideología de los científicos del siglo xix que clasificaron a las mujeres y los hombres en «superiores» e «inferiores», no podremos comprender que el alma negra, el pueblo ne-gro, el pensamiento negro no existen como no existe el alma blanca, el

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pueblo blanco o el pensamiento blanco. todo eso es solo un juego de construcción. el negro no es más que el blanco, el blanco no es más que el negro, no hay misión negra, no hay fardo blanco, ni ética negra, ni inteli-gencia blanca. no hay historia negra ni historia blanca. Debemos revisar todo el pasado del mundo para comprendernos mejor y preparar el por-venir de nuestros hijos. espero contribuir a ello con este libro.

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Nuestra «abuela» africana

Lucy-3 180 000 años

«tenemos un origen único. somos todos africanos de origen, nacidos hace

tres millones de años, y eso debería incitarnos a la fraternidad».

Yves Coppens

Para iniciar el relato de esta larga marcha de la mujer y el hombre negros, solo podía comenzar por el primer hombre, puesto que el hombre nació en África, todos los investigadores están de acuerdo en este punto. los 80.000 millones de Homo habilis, erectus, sapiens... que han seguido hasta hoy, tienen el mismo origen. así pues, hablar de los negros es hablar de las mujeres y los hombres de todos los colores. eso coincide con el proyecto de mi libro.

el Homo, tanto si es habilis (el primero), erectus (el segundo) o sapiens (el moderno), me complace, porque simboliza el espíritu de curiosidad, de ingenio, de descubrimiento. Pero tengo que remontarme más aún, hasta los prehumanos, hasta lucy, nacida en el África oriental hace 3 180 000 años, porque representa para mí todas las edades prehistóricas.

lucy no es ciertamente un ser humano según la clasificación científi-ca, pero forma parte del vivero de las especies de las que la humanidad tomó a su antepasado. es «una de las flores del ramillete» de los prehuma-nos. lucy es la mascota de la humanidad, la abuela simbólica de todos nosotros, aunque luego haya sido superada por un keniata de 6 millones de años, por un etíope de 5,7 millones de años o por un chadiano apoda-do tumai, que vivió hace unos 7 millones de años.

Para que me hablara de lucy fui a ver a Yves Coppens, profesor en el Collège de France y descubridor de lucy, en compañía de Donald

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Johanson y Maurice taïeb. Yves Coppens no es solo un investigador, sino también un pedagogo y un narrador. Define la historia de lucy como la «historia de la historia de la heroína de la historia de la historia del hombre», un gran cuento iniciático que nos enseña mucho sobre nosotros mismos y nos pone en nuestro justo lugar, en tiempos inme-moriales.

«en el centro de un rectángulo de diez metros por dos, a cielo abierto y despejado por las arroyadas, afloraban decenas de pequeños fragmentos de huesos, prefigurando un esqueleto casi completo». Para los sabios, el espectáculo de aquel primer fósil, descubierto el 24 de noviembre de 1974 en las colinas etíopes del afar, sigue siendo inolvidable.

la noche del descubrimiento de aquel maravilloso testimonio que resistió milagrosamente la depredación, las presiones, erosiones y disolu-ciones, Yves Coppens y sus compañeros efectúan en la tienda la clasifica-ción de su hallazgo. la velada se riega con champán. Uno de ellos pone en el magnetófono una casete de los Beatles, que cantan «lucy in the sky with diamonds». ¡lucy! ese tierno y familiar diminutivo logra de inmediato la unanimidad; así se bautiza el descubrimiento. es más dulce y más sencillo de pronunciar que su nombre de catálogo, al 288, o su nombre erudito, Australopithecus afarensis. los etíopes de la expedición, por su parte, lo llaman Birkinesh: «eres maravillosa».

¿Cómo describir a lucy, la primera estrella negra de este libro? Cin-cuenta y dos huesecillos determinables. Cincuenta y dos fragmentos que bastarán para descifrar y comprender su existencia. tras ajustarlos, los investigadores dirán su edad, su talla, estimarán su peso, imaginarán sus andares, sus gestos, su voz; describirán su régimen alimenticio, su vida social y las circunstancias de su muerte...

lucy mide 1,20 metros y pesa entre 20 y 25 kilos. la curva de su co-lumna vertebral confirma que se mantiene en pie. ¡es bípeda, camina! el descubrimiento de una serie de huellas de pasos de dos individuos cami-nando uno al lado del otro, en el norte de tanzania, unos centenares de miles de años antes de lucy, lo confirma. los rastros revelan incluso que tiene el talón estrecho y los dedos de los pies replegados...

Con más precisión, lucy trota contoneándose. sus andares se han he-cho bamboleantes por la inestabilidad de las articulaciones de sus caderas.

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De hecho, lucy camina como un humano y trepa como un mono a los árboles, de donde se cuelga la mitad del tiempo.

su laringe no ha bajado lo bastante para permitirle pronunciar dis-cursos, prefiere pues expresarse con el lenguaje de los monos y lanzar gri-tos modulados cuando es preciso avisar a sus congéneres. Por el desgaste de sus dientes, se determinó que se movía por una sabana arbolada donde se alimentaba de frutos o brotes recientes, pero también de raíces y tubér-culos, de insectos y pequeñas carroñas incluso.

lucy vive en un grupo de unos diez individuos que controla un terri-torio de diez a noventa kilómetros cuadrados, a menudo hostil. Pero, as-tuta e ingeniosa, sabe escapar de los curvos dientes del Machairodus (una especie de felino) y de las defensas de los Dinotheriums (una suerte de elefante).

lucy es pues una «mujer», como demostró la anatomía de los huesos de su pelvis, y una «mujer negra». Para protegerse de la fuerte irradiación UV del sol del África tropical, su piel, desprovista de vello tal vez, secretó una gran densidad de melanina, un pigmento cuyo color es marrón oscu-ro. así, no hay blanco, amarillo o negro, sino un único color, el marrón, que va del más claro, cuando la producción de melanina es escasa, al más oscuro, cuando es abundante. la piel es un parasol biológico que se ajusta en función de los UV que pueden penetrar en nuestro cuerpo.

en el fondo, nada más sencillo y natural que ese hermoso color que ha hecho correr tanta tinta y, sobre todo, tanta sangre. el único sinsabor sería tener una piel muy clara en un país muy soleado, o una piel muy oscura en un país sin luminosidad, que engendra carencia de vitamina D para el crecimiento de los niños.

Por lo que se refiere al cabello de lucy, podemos imaginar que era crespo y denso. en los países cálidos, el cabello sirve para retener el agua que transpira por la cabeza, y para limitar la deshidratación. en los países fríos, los cabellos son más lisos y están más espaciados para que el agua circule.

si eliminamos la envoltura corporal de un ser humano y nos zambu-llimos en el interior de su cuerpo, somos incapaces de determinar su ori-gen. sea cual sea su color, tendrá siempre 639 músculos, 5 litros de sangre y será genéticamente parecido a los demás en un 99,9%.

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se considera que 80.000 millones de humanos se han sucedido en la tierra desde nuestro origen. a excepción de los verdaderos gemelos, nin-guno de ellos ha tenido jamás el mismo patrimonio genético: cada cual es único. aplicando el mismo razonamiento a todos los caracteres variables del patrimonio genético humano, es fácil mostrar que el número de indi-viduos diferentes posible es mucho mayor que el número de los átomos del universo (¡1080!) así pues, quien se obstinara en hablar de raza debería decir, hoy, que somos 7.000 millones de razas humanas distintas.

Que seamos todos parientes, que todas las poblaciones humanas ten-gan los mismos antepasados lejanos explica que tengamos las mismas va-riantes de genes, sea cual sea nuestra apariencia física. todos nuestros ge-nes son las copias de los genes de los primeros humanos.

lucy, tras haber parido media docena, incluso una docena de hijos, ¡vaya usted a saber!, falleció a los veinte años, tras una vida muy llena. Veinte años es una edad avanzada en una época en la que se madura a los diez. ¿se ahogó en una charca por debilidad, por descuido, por traición o por accidente? Pues se ahogó, los científicos tienen pruebas de ello. nin-gún carroñero dispersó su osamenta y los sedimentos lacustres rodearon su «sepultura» natural.

Ha pasado el tiempo. Desde la muerte de lucy, capas de sedimentos cubrieron otras capas de sedimentos. De generación en generación, los padres han transmitido nuevas combinaciones de sus variantes genéticas a sus hijos. así, los hijos de los hijos de lucy vieron como su cráneo se desarrollaba y se convirtieron en sapiens. Con frecuencia abandonaron su cuna africana para aventurarse más allá de la sabana, penetraron en las selvas, cruzaron los mares, los desiertos y las montañas. Cuando una coli-na se levantaba ante ellos, sentían deseos de subirla y, una vez en la cima, querían ver más lejos aún. así los hijos de lucy dieron a luz toda la tierra, hasta el hombre moderno, ese «emigrante africano».

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