Mínguez (J. M.)_Poderes Locales en El Espacio Central Leonés Durante El Periodo Astur

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    Poderes locales en el espacio central leons

    durante el periodo asturJ M M

    Universidad de Salamanca

    dT, S P, A N , [. -]

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    R: Se aborda en este trabajo, como hiptesis en vasde confirmacin, la configuracin de dos realidades bsicasen el proceso de transicin. Por una parte la emergenciade nuevas comunidades campesinas resultado en muchoscasos de procesos migratorios de corto radio, mediante loscuales los campesinos pioneros tratan de eludir la accinde los nuevos poderes. Poderes que emergen a raz deldesmantelamiento de la estructura centralizada visigoda trasla conquista islmica. Estos poderes se instalan en antiguoscastros rehabilitados o en villas fortificadas. Su accin tendraun importante papel en el mantenimiento de la organizacin

    poltica y social de pequeos entornos espaciales de carcterinsular e independientes debido a la ausencia de un podersuperior capaz de articular el conjunto. Buenos conocedoresdel terreno y poseedores en muchos casos de una ampliaexperiencia de gobierno ejercida sobre las bases de la tradicinpoltica visigoda, llegarn a constituirse en colaboradores ypieza fundamental en el proceso de de organizacin polticay social emprendido desde finales del siglo IX por los nuevospoderes astures cuya autoridad ellos reconocern a cambiodel fortalecimiento de su poder econmico y poltico-

    jurisdiccional.

    A: is paper undertakes, as a hypothesis to be

    confirmed, the constitution of two basic realities in thetransition process. On the one hand, the appearance of newcommunities of country dwellers which, in many cases, wasthe result of short distance migratory processes by meansof which pioneers were trying to avoid the action of newpowers. Such new powers had appeared as a consequence ofthe dismantling of the centralised Visigoth structure afterthe Islamic conquest. ese powers established themselves inrenewed ancient hillforts or in fortified villas. eir action

    would have an important role in the maintenance of the

    political and social organisation of small areas of an insular

    and independent nature, due to the lack of superior powersable to articulate the entirety of such areas. Well acquaintedwith the land and, in most cases, with a wide experience inthe government exercised on the basis of the Visigoth politicaltradition, they will become collaborators and fundamentalpieces in the process of the political and social organisationcommenced since the end of the Ninth Century by the new

    Asturian powers, whose authority they will admit in exchangefor the strengthening of their economic, political and

    jurisdictional power

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    Antes de entrar de lleno en la temtica propiaque pretendo desarrollar, es preciso plantearalgunas premisas que ayudarn a comprender

    el proceso de organizacin del territorio asturleons.Para ceirme al diseo temtico de este congreso yen concreto de esta ponencia, centrar mi anlisisen la zona nuclear del reino de Len, porque creoque las conclusiones del estudio de estos espaciospueden hacerse extensivas al conjunto del reino,salvadas ciertas diferencias condicionadas por las

    peculiaridades que se detectan en la organizacinsocial de los distintos territorios.En mis ltimos trabajos he venido defendiendo la

    tesis de un progresivo desarrollo en el reino asturleonsde la naturaleza pblica del poder tanto en su praxiscomo en las bases tericas sobre la que se sustenta.1

    Este desarrollo est potenciado por factores de dis-tinta naturaleza. En primer lugar de importancia, porsu decisiva capacidad para poner en marcha fuerzassociales cada vez ms vigorosas debido a las exigenciasobjetivas de una sociedad que lentamente va ganando

    en complejidad social y que inicia un proceso de ex-pansin fuera del espacio primordial astur donde sehaban producido la formacin y la primera consoli-

    1 J. M. Mnguez: Pacto privado feudal y estruc tura pblica en la orga-nizacin del poder poltico en la Alta Edad Media, Res Publica. Revista deFilosofa Poltica, (), y Pervivencia y transformaciones de la concep-cin y prctica del poder en el reino de Len (siglos y ), Studia Historica.Historia Medieval, ().

    dacin de un poder vitalicio y transmisible, como esel grupo familiar de Pelayo. Ahora bien, la praxis delpoder, es decir, el ejercicio y mantenimiento de esepoder requera la utilizacin de instrumentos tericos einstitucionales que permitiesen un control cada vez msefectivo sobre las reas espaciales a las que se iba exten-diendo la influencia astur: Galicia atlntica, Asturiasde Santillana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza y la Cas-tilla primitiva, regiones que ya en la segunda mitad delsiglo aparecen individualizadas con claridad, como

    se percibe en la Crnicade Alfonso III.Un segundo factor de los que pudieron contribuirpoderosamente al desarrollo del poder pblico es la in-fluencia de la tradicin jurdica y poltica romano-vi-sigoda que comienza a hacerse efectiva probablementedurante el reinado de A lfonso II, ms concretamenteen su etapa final.

    Evidentemente, si se admite la influencia de estesegundo factor, hay que presuponer cierto grado decontinuidad doctrinal e ideolgica, aunque habra queevaluar el grado de penetracin de esta ideologa en

    el tejido social astur. Y esta penetracin, a la luz sobretodo de los acontecimientos posteriores, debi de sersumamente superficial, afectando solamente a deter-minados sectores muy minoritarios que debieron demantenerse como depositarios en cierta medida de latradicin visigoda. De todas formas, de la pervivenciade una ideologa del poder en ciertos grupos elitistas nose puede deducir la pervivencia de formas concretas de

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    incide con esta apreciacin, y tambin en la ideologaque la sustenta, la Crnica albeldense segn la cual Al-fonso II omnemque gotorum ordinem, sicuti Toletofuerat, tam in eclesia quam palatio in Ovetao cunctastatuit.3Es de sumo inters esta doble referencia tamin eclesia quam palatio con la que el autor expresa contoda claridad las dos vertientes, civil y eclesistica, de laadministracin como los pilares del reino astur.

    Pero no lo olvidemos: estas apreciaciones estn for-muladas siglo y medio despus de las realidades quetratan de ilustrar y que deben de estar contaminadaspor la realidad existente en la poca en que dichascrnicas ven la luz, porque son apreciaciones que noparecen encajar con noticias de alguna manera con-

    tradictorias referidas a esa misma poca; y es que du-rante todo este periodo reyes y elementos eclesisticosrealizan esfuerzos denodados para desterrar el paga-nismo y la supersticin [que] durante mucho tiempofueron fenmenos seudorreligiosos muy arraigados entodas estas zonas de la cornisa cantbrica,4seal dela enorme distancia entre la mentalidad y la culturadel entorno cortesano y las bases de la sociedad astur,sobre todo en la etapa inicial entre Pelayo y las primerasdcadas del reinado de Alfonso II.

    Pero a media que se va superando la etapa de cau-dillaje, a medida que comienzan a desarrollarse nuevasformas de poder que conducirn a la implantacin deun poder monrquico propiamente tal, la influencia deestos sectores se va haciendo ms y ms efectiva. Es enesta etapa donde debi de activarse con ms intensidadel proceso de restauracin de la Iglesia o del ordende los godos como los soportes ms firmes en la con-formacin del poder en el nuevo reino al que se refierenlas crnicas de la segunda mitad del siglo .

    Para el conocimiento de esta evolucin son muy

    significativas algunas de las caractersticas de la ampliaproduccin historiogrfica de la primera etapa del pe-riodo astur desveladas por autores como Pierre David oManuel Daz y Daz. Las producciones historiogrficas

    3 Crnica albeldense,en Crnicas asturianas,o. cit., vol. , .4 J. Fernndez Conde: La Iglesia en el reino astur-leons, en Historia de

    la Iglesia en Espaa,dir. R. Garca-Villoslada, vol. -, La Iglesia en la Espaade los siglos VIII-XIV,Madrid, , y ss, y concretamente .

    ejercicio del poder coherentes con esta ideologa. Losdefensores de la tesis de la pervivencia de la tradicinromano-visigoda sin solucin de continuidad tendranque explicar cmo son posibles estas pervivencias enel contexto especfico de una sociedad, la astur, quesolo tangencialmente fue afectada por las realidadespolticas visigodas. Por ello me parece menos arriesgadohablar de una recuperacin en la praxis poltica de ele-mentos tericos que pudieron mantenerse latentes y quesern asumidos en la prctica poltica y administrativaa medida que se desarrollan condiciones objetivas fa-vorables.

    Cuando hablo de sectores minoritarios, me refiero,en primer lugar, a substratos culturales supervivientes

    en mbitos muy reducidos y minoritarios de la propiasociedad astur que habran mantenido el contacto conlas instituciones visigodas y que, desaparecida la es-tructura poltica visigoda, apenas tenan la posibilidadde ejercer una mnima influencia en el entorno de losprimeros caudillos astures. No pretendo con esto negarla existencia de una terica dominacin visigoda en elterritorio astur. Pero, lo mismo que haba ocurrido conla dominacin romana, la presencia de algunos cuadrosadministrativos no tiene por qu identificarse con la

    penetracin de las formas de vida y de mentalidad delos administradores en el tejido social de la sociedad.La contraposicin entre una elite cultural, o, si se

    prefiere, religiosa, y las bases sociales de la poblacinse detecta en las propias crnicas contemporneas. Esla Crnicade Alfonso III la que nos informa de quedurante el mandato de Pelayo populatur patria, res-tauratur eclesia.2As pues, segn el autor de la crnica,que rezuma una fuerte inmersin en una particularperspectiva ideolgica neogoticista, desde la victoriade Pelayo sobre las tropas andaluses que marcara el

    inicio de la instauracin del reino astur se acometetambin un doble proceso que viene a constituir unadoble versin de una empresa unitaria: la organizacinpoltica del nuevo reino que se sustentara e identificaracon la restauracin de las estructuras eclesisticas. Co-

    2 Crnica de Alfonso III,en Crnicas asturianas,intr. y ed. crtica de J. Gil,trad. y notas de J. L. Moralejo, estudio preliminar de J. I. Ruiz de la Pea,Oviedo, , -.

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    tante a engrasar y potenciar la maquinaria adminis-trativa astur a travs de su influencia intelectual y de suestrecha colaboracin con los cuadros dirigentes. Perola accin de estos grupos difcilmente pudo hacerse ver-daderamente efectiva antes de mediados del siglo ,porque es a partir de esta poca cuando se intensificanlos flujos migratorios desde Al-ndalus.

    Y es por esta razn por la que, justamente en lasegunda mitad del siglo , la ideologa continuista yaalcanza sus primeras elaboraciones literarias e histo-riogrficas ms claras, a pesar de que ya debi de irfragundose lentamente en los medios cultos asturesdesde las primeras dcadas del siglo. Esta ideologa vaa encontrar una excelente va de expresin totalmente

    explcita en las crnicas e incluso en la documentacinque comienza a emerger en las ltimas dcadas del siglo.

    Y correlativamente, de esta misma poca proceden lasnoticias de las primeras demostraciones prcticas delejercicio de un poder poltico en sentido estricto porparte de la monarqua astur. Me refiero, claro est, a lasrepoblaciones emprendidas por Ordoo I y por AlfonsoIII en la cuenca del Duero.

    Desde las primeras repoblaciones oficiales po-demos seguir un proceso de implantacin progresiva

    de nuevas formas de organizacin y control poltico ysocial, proceso realizado no sin fuertes titubeos que de-muestran la escasa familiaridad de los poderes asturescon estas formas de organizacin. La explicacin deestos titubeos, el porqu de estas dificultades en la im-plantacin de instituciones efectivas de control por losreyes astures es otro aspecto que deberan explicar losdefensores de la plena romanizacin astur y de la conti-nuidad de las instituciones visigodas, porque parece evi-dente que si los protagonistas y agentes de la expansinhubiesen estado plenamente romanizados y, por tanto,

    familiarizados con las instituciones romano-visigodas,no habran mostrado vacilacin alguna al implantarlasa pesar de las dificultades objetivas impuestas por lasparticulares circunstancias en que deban desenvol-verse; dificultades, por otra parte, en ningn momentosuperiores a las que se haba encontrado la propia Romaen multitud de lugares en los que lleg a implantar lasestructuras de la romanizacin. Y la evolucin de la

    anteriores a las primeras dcadas del ochocientos, esdecir, losAnnales portugalenses veteres, el Cronicnde laCompostellanao el Chronicon iriense, finalizan siemprecon la destruccin del reino de los godos, por lo que,segn los autores citados, no puede por menos de pen-sarse en un deseo [por parte de los astures] de conside-rarse fuera de toda relacin y de todo contacto con elviejo poder.5As pues, es claro que, en contradiccincon las noticias bastante posteriores de las crnicas de

    Alfonso III y albeldense, an no ha llegado el tiempode considerar a los caudillos y reyes astures como conti-nuadores de los reyes visigodos. No es hasta las primerasdcadas del ochocientos cuando se formula claramentela continuidad. Como afirma el ya citado Daz y Daz

    refirindose a una ms que probable crnica escrita enAsturias en torno al ao , actualmente perdida,pero que debi de servir de base para la redaccin delas crnicas de Alfonso III y albeldense, es probable[...] que esta crnica represente ya un intento en otradireccin muy distinta a la que mantiene la primeraredaccin de losAnnales; parece, efectivamente, quedebemos ver en ella de modo todava impreciso, perocon segura intencin, el primer esbozo de historia enque la dinasta asturiana, llammosla as, entronca os-

    tentosamente con los monarcas visigodos.6

    Aparte de las minoras culturales radicadas posi-blemente en el territorio astur desde sus inicios, habrque tomar en consideracin el influjo de grupos mino-ritarios de inmigrantes que llegan al norte peninsularfuertemente penetrados tambin del bagaje cultural,ideolgico y religioso visigodo. Estos inmigrantes, cuyaimportancia cuantitativa debe en todo caso matizarse,debieron de contribuir tambin de forma muy impor-

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    M. Daz y Daz: La historiografa hispana desde la invasin rabe hastael ao , en De Isidoro al siglo X. Ocho estudios sobre la vida literaria penin-sular, Barcelona, , . Es un c aptulo que, como es habitual en los estu-dios de este gran especialista, est pleno de observaciones perspicaces acercade unos temas de los que Daz y Daz ha sido el ms profundo conocedor.

    6 M. Daz y Daz: La historiografa hispana..., o. cit., . En este mismombito interpretativo se encuentra F. J. Fernndez Conde: podemos suponerque los monarcas astures, en especial a partir del ao , se movan poltica einstitucionalmente en un ambiente cultural o, si se quiere, en una mentalidaddominante, de la que forma parte el universo cristiano como pieza y referenciaesencial de sus sistemas y de sus actuaciones, La religiosidad medieval enEspaa, Oviedo, ; vol. ,Alta Edad Media (s. VII-X),.

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    unas estructuras romanas o visigodas; simplemente,aprovechan las ventajas concretas de determinados n-cleos que en ese momento concreto ofrecen condicionesms favorables dadas las caractersticas y necesidadesgeneradas por la expansin poltica y por las circuns-tancias militares.

    Desde luego que en la medida de lo posible los as-tures utilizan como soportes de la expansin antiguasciudades, como Tuy, Astorga, Len, Amaya, que hanostentado en poca anterior cierta relevancia; algunasde ellas han sido sedes episcopales en poca visigoda yaunque han decado en sus funciones poltico-admi-nistrativas, comerciales e incluso religiosas por efectode las transformaciones operadas entre los siglos y

    , siguen resultando atractivas para el poder poltico.Estos antiguos ncleos van a potenciarse a lo largo delos siglos y hasta convertirse en importantes centrosde organizacin poltica en la estructura del reino as-turleons. La enumeracin de las ciudades de la cuencadel Duero que, segn la Crnica de Alfonso III, sufrenla accin de los caudillos astures Alfonso I y Fruela amediados del siglo es reveladora de la importanciaque en determinados medios polticos y culturales seotorgaba a estos ncleos en la segunda mitad del siglo

    , poca de redaccin de la crnica.Ahora bien, los relatos sobre las acciones concretasde repoblacin, as como las referencias contenidasen las fuentes documentales de finales del siglo ydel siglo nos muestran una realidad ms compleja yms pegada a las necesidades y posibilidades de la ex-pansin, porque junto a los grandes ncleos de la Anti-gedad, otros de menor importancia van a constituirseen asientos de los nuevos poderes que se implantan conla repoblacin astur, como se deduce de las noticias cro-nsticas sobre las repoblaciones realizadas por Ordoo

    I y Alfonso III, as como por referencias fragmentariascontenidas en las fuentes documentales.

    Ya a mediados del siglo puede detectarse en lazona nuclear leonesa la implantacin de estructuraspoltico-administrativas de cierta solidez. Su existenciay su inicial operatividad son sintomticas de una con-cepcin poltica del poder que trata de abrirse paso enla medida en que estas estructuras estn al servicio

    estructura de poder en el reino asturleons, tanto enlo que afecta a los reyes cuya autoridad se vera gra-vemente minada desde las dcadas centrales del siglo

    como a la aristocracia cada vez ms fuer te yagente importante del debilitamiento posterior de laautoridad regia, demuestra que hubo serios dficitsen la configuracin poltica inicial de la sociedad.

    Ahora bien, las incidencias, dubitaciones y transfor-maciones que experimenta el desarrollo del poder regioy aristocrtico han debido de dejar un rastro percep-tible en la organizacin poltica del reino a lo largo delperiodo de su configuracin. Y es este rastro el que, enla medida de lo posible, trato de seguir para establecerunos hitos en la evolucin del poder astur y en la im-

    plantacin de formas cada vez ms perfeccionadas yeficaces de control del territorio y de la sociedad.

    La primera apreciacin en la informacin propor-cionada por las crnicas es que la repoblacin de lacuenca del Duero se asentaba sobre centros de poderpreexistentes aprovechando las favorables condicionesque exhiban y las funciones que algunos de elloshaban venido desempeando durante el periodo dedominacin romana o, incluso antes, en el marco de lasestructuras castrales. Muchos de los centros de admi-

    nistracin instaurados por Roma se haban establecidosobre antiguos castros ya abandonados o con funcionesarticuladoras en declive, pero que sern reutilizados ypotenciados por Roma como centros de control polticoy social.

    Aunque el registro arqueolgico puede determinarla presencia de materiales de distintas pocas ltimoBronce, o Hierro I y II, no puede en muchos casosestablecer con seguridad si ha habido continuidad depoblamiento o si la diversidad de materiales corres-ponde a estratos de ocupacin de distintas etapas con

    solucin de continuidad entre ellas.7El dato no es irrelevante, ya que en el proceso de re-

    poblacin no se detecta por parte de los reyes astures uncriterio selectivo que prime la eleccin de unos centrossobre otros en funcin de la supuesta pervivencia de

    7 Me remito al amplio y riguroso estudio de J. A. Gutirrez Gonzlez:Fortificaciones y feudalismo en el origen y formacin del reino leons (siglos IX-XIII),Valladolid, .

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    la precariedad demogrfica del conjunto de la cuencadel Duero, aglutinaban en su seno y en su entorno in-mediato los contingentes demogrficos ms densos dela poca. Su condicin de importantes centros pol-ticos se ver sancionada en muchos casos mediante larestauracin de las antiguas sedes episcopales de lasque haban sido asiento en pocas pasadas Lugo, As-torga, Orense, Tuy o, en otros, muy significativos,mediante la ereccin de otras nuevas Oviedo, Len,la efmera Simancas.

    El problema surge con otros centros que no podanostentar las credenciales histricas de las ciudades an-teriores. Para comprender estas nuevas realidades ensu conjunto, debemos remontarnos a una de las ms

    antiguas estructuras cuya sombra se proyecta al periodode transicin; me refiero a la estructura castral. La do-cumentacin escrita ha dejado abundantes noticias detopnimos compuestos con la palabra castroo biende lugares que la misma documentacin define comotales. En muchos de ellos, como ya he indicado msarriba, el registro arqueolgico muestra la existencia demateriales procedentes de la Edad del Hierro I y II eincluso del Bronce final. La mayora de estos castroshaban constituido en su momento centros de control

    del territorio circundante y lugares de refugio para loshabitantes del entorno ante amenazas potenciales delexterior. Como sedes de antiguos poderes, muchos deellos sern reutilizados durante el periodo de domi-nacin romana e, incluso, en la Alta Edad Media.8Peroeste hecho no implica continuidad fsica de poblacin,y, mucho menos, continuidad funcional, ya que enmuchos casos fueron abandonados; y en los casos dereutilizacin por Roma, las funciones desempeadaspor ellos en la nueva etapa variaron sustancialmenteteniendo que adaptarse al marco estructural poltico,

    econmico y social en que quedan encuadrados en lanueva organizacin del reino.

    8 Un estudio excelente no solo por la profundidad, rigor y cautela con quese aborda el estudio de los espacios objeto de anlisis, sino tambin porquesupera un posible carcter localista al establecer una a rriesgada comparacinentre mbitos geogrficos situados en periferias contrapuestas de la submesetanorte, es el de I. Martn Viso: Poblamiento y estructuras sociales en el norte dela pennsula ibrica (siglos VI-XIII),Salamanca, .

    del control del territorio. Pero, como comprobaremosms adelante, la caducidad de muchas de ellas demos-trar su inicial inmadurez, inmadurez que en algunoso muchos casos se ir superando con el tiempo en lamedida en que esas estructuras vayan definindose conperfiles ms ntidos y adquiriendo una relativa consis-tencia y estabilidad.

    Lo cierto es que en una fase inicial, cuando OrdooI y Alfonso III inician el avance sobre la cuenca delDuero, van a apoyarse en aquellos ncleos que por dis-tintas razones son propicios para establecer en ellos lassedes de poder del reino astur en expansin. Con ello seresponde a una idea y a unas exigencias de carcter po-ltico, pero tambin la eleccin de unos o de otros entre

    los numerosos posibles debe de estar condicionada porotros factores cuyo esclarecimiento no siempre est alalcance del historiador. En este punto debemos avanzarcon mucha cautela, ya que el discurso transcurre porterritorios de arenas movedizas, a travs de hiptesispara las que solo se encuentra un respaldo indirecto enlas fuentes documentales y prcticamente nulo en el re-gistro arqueolgico, por mucho que a veces cada vezcon ms frecuencia se apele a la arqueologa comopanacea de todos los problemas histricos. Hay que

    proceder, por tanto, con suma cautela basndonos eninformaciones parciales contemporneas a los hechos,en el conocimiento de etapas posteriores mejor docu-mentadas y en la racionalidad interna que preside lastransformaciones de las sociedades.

    La eleccin por Ordoo I de Bergido, Len o As-torga limitndome a la zona nuclear leonesa comosedes de poder no plantea problemas especiales. Aunquemuy decadas respecto de la importancia que habanostentado en poca romana, mantenan una serie decondiciones sumamente aptas para convertirse en re-

    ceptoras de las nuevas instituciones de poder: todavadisponan de fortificaciones que no planteaban espe-ciales dificultades para su restauracin, y en el peor delos casos, aunque deterioradas, seguan ofreciendo unobstculo serio a las aceifas andaluses; por otra parte,a estos centros confluan antiguas vas y caminos quehacan ms fciles las comunicaciones y facilitaban elcontrol poltico del territorio, y, sobre todo, dentro de

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    Castilla, el anlisis podra extenderse a la cuenca delCarrin, donde la propia ciudad de Carrin as comoMonzn y Dueas llegarn a constituirse en centrospolticos de decisiva influencia.

    En los casos mencionados hay condiciones obje-tivas para su reutilizacin o para su potenciacin comocentros de poder. Todos ellos son emplazamientosen altura; en todos el registro arqueolgico muestraestratos de ocupacin muy antigua; en casi todos sepuede constatar la existencia de asentamientos suce-sivos, y casi todos experimentarn un notable creci-miento y se convertirn en centros de articulacin deamplios territorios que la documentacin designa comoterritorium, suburbium, diocenso, relacionados siempre

    con un castroo castello.En el interfluvio Esla-Porma, ya prximo a la desem-

    bocadura de este en el Esla, se encuentra el Castro Su-blancio, asentado en un lugar de altura muy prximoa la antigua ciudad romana de Lancia. Conocemos larepoblacin inicial del castro por la noticia que nosproporciona Sampiro y que hace referencia a la primerarepoblacin realizada a finales del siglo ; segn elcronista, Legionen venit [Alfonso III] ac populavitSublancium quod nunc a populis Sublancia dicitur.10

    Que Sublancio constituye un importante centro ope-rativo lo confirma la Crnica albeldense. Segn estacrnica, se producen dos acciones importantes en tornoal castro. La primera es en el ao , en el que un des-tacamento musulmn, al enterarse de la derrota sufridapor los propios musulmanes en Polvoraria y al conocerque Alfonso III haba concentrado sus huestes en Su-blancio, se repliega. Algo similar ocurre en el ao ;los destacamentos musulmanes, conocedores de que lastropas astures les esperaban en Len, se dirigen a Su-blancio, pero la encuentran vaca; se repliegan entonces

    hacia Coyanza, y de all atraviesan el pramo hacia elro Cea y atacan a su paso el monasterio de Sahagn alque usque ad fundamenta diruerunt.11

    10 Sampiro: Chronicon,ed. de J. Prez de Urbel: Sampiro, su crnica yla monarqua leonesa en el siglo X,Madrid, , . La Crnica najerensereproduce literalmente esta noticia.

    11 Almundar ad castrum Sublancio volens petendere, cognovit quod ges-tum fuerat in Polvoraria; etiam conperiens quod rex quoque noster iam in

    Las exigencias derivadas de la expansin polticaastur provocarn la revitalizacin de algunos de estoscentros que se convierten en soportes del nuevo poderastur con una funcionalidad renovada. En unos casoscon carcter definitivo; en otros, solo de manera efmera;muchos de ellos nunca se beneficiarn de esta condicin,aunque permanecern durante mucho tiempo comoreferentes espaciales de villas y heredades situadas ensu entorno, quizs como vestigios de pocas anterioresque remiten a antiguas funciones de articulacin socialy espacial en el marco de las estructuras castrales. Y haysituaciones en que el poder no se asent en el propiocastro, sino que las funciones de articulacin socialfueron absorbidas por entidades monsticas surgidas

    en la falda de los cerros donde se asentaban los antiguosrecintos; estas entidades con frecuencia se convirtieronno solamente en centros de poder local y regional, sinoque llegaron a equiparse e incluso a superar a algunosde los centros bajo control de la ms alta aristocracia;este es el caso de los monasterios de Ardn, Eslonza yse puede incluir tambin en esta situacin el mo-nasterio de Sahagn, situado a mitad de camino entrelos antiguos castros de Cea y Melgar.

    De acuerdo con el diseo temtico de este congreso,

    me centrar en la zona nuclear leonesa, es decir, en elespacio entre los ros Esla medio y Cea, por ser unmbito altamente representativo de la realidad social ypoltica del reino. Eludir una relacin exhaustiva delos numerossimos topnimos referidos a castros y alas funciones de control que podran relacionarse conantiguas estructuras castrales. Esta enumeracin nosera ms ilustrativa que el estudio de aquellos ncleosde los que estamos mejor informados y de los que nosconsta por las noticias de las fuentes cronsticas y do-cumentales que desempearon un importante papel en

    la organizacin poltica del territorio en poca astur yasturleonesa. Concretamente me referir a las noticiasque poseemos sobre los antiguos castros de Sublancio,

    Ardn y Coyanza en el ro Esla; Cea y Melgar, en elro Cea;9aunque, ya en la frontera con el condado de

    9 Estos castros ya han sido objeto de estudio por mi parte en el trabajoContinuidad y ruptura en los orgenes de la sociedad asturleonesa. De la villaa la comunidad campesina, Studia Historica. Historia Medieval, ().

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    Algo ms al sur, en la ribera izquierda del ro

    Esla se encuentra la actual Valencia de Don Juan. El

    registro arqueolgico muestra, como en el resto de

    los castros a los que me vengo refiriendo, estratos de

    asentamientos prerromanos.13Y, como en aquellos,

    es dif cil constatar la continuidad del asentamiento,

    pero aunque hubiese habido ruptura de esa conti-

    nuidad, es claro que con la romanizacin es recu-

    perado, y si posteriormente se produjo un abandono,

    debi de ser durante un tiempo relativamente breve.

    As se deduce de las noticia s explcitas procedentes

    de las fuentes narrativas y documentales. Idacio se

    refiere al Coviacense castrum como el reducto

    donde los suevos se enfrentaron en el ao a la

    ofensiva de los visigodos que en ese momento inter-venan como federados del imperio.14Y es hacia el

    castrum Coianca hacia donde se repliega, segn la

    Crnica albeldense, el ejrcito andalus en la aceifa del

    ao , como ya se ha sealado.15Desde mediados

    del siglo , las fuentes documentales comienzan

    a denominarlo civitaso urbsy a presentarlo como

    lugar de referencia de una serie de asentamientos

    campesinos situados en su territorium,16con lo que

    se reafirma su carcter de centro de poder territorial

    correspondindose con el momento en que el forta-lecimiento de la monarqua leonesa ha alcanzado su

    mximo desarrollo como poder pblico. Igualmente

    ilustrativos de la importancia de la ciudad son los

    testimonios de la existencia de vas de comunicacin

    directa entre ella y Len, que era el centro poltico

    ms importante del reino.17

    13 J. A. Gutirrez Gonzlez : Fortificaciones y feudalismo..., o. cit., -.14 Asturicam [...] ingrediuntur pace fucata solita arte perfidiae [...] Pa-

    lentia ciuitas simili quo Asturica per Gothos perit exitio. Vnum Couiacensecastrum tricesimo de Asturica miliario a Gothis d iutino certamine fatigatum

    auxilio dei hostibus et obsistit et praeualet. Quam plurimis ex eorum manuinterfectis reliqui reuertuntur ad Gallias (R. W. Burgess: Te Chronicle ofHydatius and the Consularia Constantinopolitana. wo Contemporary Accountsof the Final Years of the Roman Empire,Oxford: University Press, ).

    15 Crnica albeldense, o. cit.,vol. , .16 En el ao se localiza una terra [...] in territorio subtus zibes

    Koianka; al ao siguiente se menciona una vinea tambinin territorio civesQuoianka (E. Sez, CDCL, docs. y ); en el ao es el monasterio deSan Cebrin el que se localiza intus urbe Quoianka in locum que nuncupantin Valle de Salice (J. M. Ruiz Asencio, CDCL, doc. ).

    17 En el ao , el abad Bellitusdona al monasterio de Ardn terras inMatella, subtus karrale qui discurrit de Legione et ad Quoianka (E. Sez,

    Si esta ltima operacin pone de relieve la funcin

    militar del castro, la noticia de la repoblacin realza,

    como todos los actos de repoblacin, el carcter poltico

    de la accin, ya que con ella se pretende ante todo esta-

    blecer un emplazamiento fsico que sea sede del poder

    poltico y centro de referencia para el control de un

    amplio espacio en torno al emplazamiento. Aunque

    debi de decaer pronto en sus funciones polticas ab-

    sorbido por instituciones de fuerte implantacin en la

    zona, como la sede episcopal leonesa y el monasterio de

    Sahagn, el recuerdo de esas funciones pervivir durante

    dcadas.12

    La vinculacin de estas villas con el castro y

    la escasa distancia que las separa de aquel hace plausible

    la hiptesis de la pervivencia, a travs de distintos pe-

    riodos histricos y de profundas transformaciones, devestigios de antiguas estructuras castrales. Y es sobre

    esta vieja estructura, probablemente abandonada con

    antelacin, donde Roma habra implantado un centro

    administrativo de considerable importancia, como es la

    ciudad de Lancia. Lo mismo que Roma en su momento,

    tambin Alfonso III habra percibido las ventajas del em-

    plazamiento y habra reutilizado los vestigios de esas es-

    tructuras para organizar en sus fundamentos una nueva

    demarcacin administrativa en torno al antiguo castro y

    dependiente polticamente de l. Y no es improbable queen el periodo inmediatamente anterior a la repoblacin

    de Alfonso III, Sublancio se hubiera convertido en sede

    de alguno de los numerosos poderes locales dispersos,

    herederos de la extinta estructura visigoda, que debieron

    de sobrevivir en la regin tras la conquista musulmana.

    Sublantio castro cum omni exercitu eum vellaturus expectabat, metuens retroante lucente die vertitur in fuga (Crnica albeldense,o. cit., vol. , ). Inera [...] dum regem nostrum in eadem urbe [Legione] esse audivi[Ababdella] et quia in Sublancio castro cum eis preliare iam definitum esseconperit, de flubio Ceia nocte premovit et lucescente die ad ipsum castrum

    pervenit antequam noster exiercitus illuc perrexisset, sed nihil in ipso castropreter vacuas domos invenit. Alio tamen die cum a lacritate eos rex noster adurbem pugnaturos speravat, sed ipsa hostis non tantum ad Legionem nonvenit, sed et viam preteriti anni nullatenus arripuit nec Estoram flubiumnon trascendit, sed per castrum Coianca ad Ceiam iterum reversi sunt, do-mumque sanctorum Facundi et Primitivi usque ad f undamenta diruerunt(ibdem, ).

    12 Cien aos despus, en el , se dice en la donacin de Ramiro IIIal obispo de Len de las villas de Asinarios situadas en las cercanas delcastro: Hec desuper nominatum Villas de Asinarios a primeva populationead Castrum Sublantio pertinens cum esset cum populus (E. Sez, CDCL,doc. ).

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    de suponer, la actividad econmica que se documentadesde muy temprano por la existencia de un mercadourbano; as consta en una donacin del ao rea-lizada por el conde de Cea, Vermudo Nez, al monas-terio de Sahagn de corte mea propria in civitate Ceialocata in loco ubi exercentur mercimonia iuxta SanctiVeressimi cimiterio.21

    A escasos kilmetros de Cea, siguiendo el curso delro hacia el sur se documenta el Castrum Melgare,que se identifica con el actual Melgar de Arriba. Aquno se detectan materiales de poca romana, por lo quese sugiere que en el momento en que se implanta ladominacin de Roma el castro ya estaba abandonado.El abandono en poca prerromana puede estar rela-

    cionado y condicionado por las caractersticas de lastierras donde se asienta el castro; efectivamente, en sutrmino convergen, aunque sin tocarse, los cauces delos ros Cea y Valderaduey, lo que se traduce en unossuelos de extraordinaria fertilidad. Este hecho expli-cara tambin la intensa dedicacin a la produccinagrcola que provocara el abandono del castro enaltura. Pues bien, aunque no se documenten antece-dentes romanos, sobre el antiguo castro se erigir unafortificacin que desde el ao tambin es deno-

    minada, al igual que Coianka, Sublancio y Cea, comocastro o castelloy dotada de un suburbioo diocenso, esdecir, de un espacio sujeto a la influencia del castro. 22Tambin Melgar parece estar bien comunicada conotros centros polticos de importancia, como Cea y,sobre todo, Len.23

    Pero ya bastante antes de esta fecha la documen-

    dado de Cea,Len, , y Linajes nobiliarios de Len y Castilla . Siglos IX-XIII,Valladolid, , -.

    21 J. M. Mng uez: Coleccin diplomtica..., o. cit.,doc. .22 En el ao Iscam y Filauria realizan una importante donacin a favor

    del monasterio de Sahagn de cuanto poseen in ora ribuli Zeie iuxta Melcarecastellum (J. M. Mnguez: Coleccin diplomtica..., o. cit., doc. ); alao siguiente se sita una tierra in suburbio kastello qui vocitatur Melgare(ibdem, doc. ); en el ao es una villa la que se localiza iuxta Castrode Foracasas (ibdem, doc. ); en el ao la casa Sa ncti Clementi quiet vocitatur Fons Aurea se sita igua lmente in suburbio Melgare Castro(ibdem, doc. , ], y ese mismo ao aflora la expresin in diocensoMelgare para localizar una terra(ibdem,doc.).

    23 Karraria qui discurret de Zeia ad Melgare(J. M. Mnguez: Coleccindiplomtica..., o. cit., doc. ); carrale qui discurrit de Melgare ad Zeiaibdem, doc. ; carrera que discurrit de Melgare a Legione (ibdem,doc. ).

    Ms significativo en relacin con el ejercicio defunciones polticas es el castro de la localidad de Cea,situada sobre el ro del mismo nombre en el extremooriental del interfluvio entre este ro y el Esla. Apartede las noticias arqueolgicas, las crnicas contienen no-ticias sucintas, pero reveladoras de la creciente impor-tancia del antiguo castro. Sampiro sita la repoblacinde Cea coetnea a la de Sublancio, pero, en contra-posicin a esta ltima, a Cea la denomina ciuitatemmirificam.18Desde las primeras dcadas del siglo Cease convierte en uno de los centros polticos de mayorrelieve del reino asturleons. A partir de los aos treintade este siglo se sistematiza la referencia a Cea comooppidum, castelloy civitate.19Y en el ao ya figura

    como cabeza del condado de su nombre equiparada acentros polticos de la importancia de Saldaa-Carrino Monzn; y de la misma forma que en estas ciudadesse van a consolidar los linajes de los Banu Gmez o delos Ansrez, respectivamente, tambin aqu se asentarel linaje de los Vermdez que, con diversas alternanciasdebidas a los conflictos internos en el seno de la aris-tocracia leonesa, gobernarn el condado durante tresgeneraciones.20Al poder poltico va unida, como era

    CDCL, doc. ), que debe de ser el mismo que el karrale qui discurrit adQuoianka que delimita en el ao una tierra que Gaudiosa vende almonasterio de Ardn (ibdem, doc. ).

    18 Legionen venit [Alfonso III]ac populavit Sublancium [...] et Ceiam,civitatem mirificam, Chronicon,ed. cit. de J. Prez de Urbel,p. .

    19 En el ao , Hazzeby su mujer Aurofilo venden al monasterio deSahagnnostra hereditate in loco sito oppido Ceia ( J. M. Mnguez: Co-leccin diplomtica del monasterio de Sahagn. Siglos IX-X,Len, , doc. );ese mismo Hazanle vende al monasterio mea racione quam habeo in duosmolinos in flumine Ceia [...] et sunt super Ceia civitate ad Sanctum Felicem(ibdem, doc. ); en el ao figura entre los testigos de una permuta un talIohannes, de civitate Zeia (E. Sez, CDCL, vol. , doc. ); en el ao (?)se localiza el monasterio de Sahag n in locum super crepidinis alvei Zeia insubtus castello simili modo Zeia vocato ( J. M. Mnguez: Coleccin diplom-tica..., o. cit., doc. ); ao , treinta y dos habitantes de Villamol vendenal monasterio de Sahag n nostras cortes cum suas c asas et suos solares [...]

    et sunt in territorio de flumine Ceia subtus castello simili modo Ceia vocatoin Villa Mozorore commorantes (ibdem, doc. ).20 En el ao en una donacin de Ramiro II al monasterio de Sahag n

    aparecen como confirmantes Ferdinandus Gundisalviz comes Castelle; Di-dacus Monnioz comes Saldanie; Vermudus Nunnez comes in Ceie juntoa Pelagio Gundisalviz comes; Osorio Gutierriz comes; Roderico Gutierrizcomes; Piloti Gebuldiz comes; Fredinandus Assurez comes (J. M. Mnguez:Coleccin diplomtica..., o. cit.,doc. ); pero en el ao es el ComiteGarsea Gomiz [sin duda ninguna, un Banu Gmez] in Ceia castello el queconfirma en una venta (ibdem, doc. ); pero poco despus reaparecen losVermdez al frente del condado. Sobre el condado y los condes de Cea, v.los trabajos de Margarita Torres Sevilla: El reino de Len en el siglo X: el con-

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    territorio circundante. De esta forma se fortaleca elcontrol poltico sobre el territorio. Esta posible evo-lucin se correspondera con la progresin termino-lgica que se detecta en la calificacin del lugar: castro,castello, suburbio, en la medida en que el antiguo castro,al fortificarse en el momento de la repoblacin astur,se consolida como sede fortificada de un poder con unamplio distrito jurisdiccional que podra corresponderbsicamente con el antiguo distrito castral.

    La existencia de estos castros, la jerarquizacin quetanto la documentacin escrita como la prospeccinespacial detectan, su mantenimiento como centros decontrol poltico o, al menos, su supervivencia en nume-rosas ocasiones a lo largo de la Alta Edad Media como

    referentes de localizacin son aspectos que planteanproblemas de enorme inters relacionados con la per-vivencia y con la transformacin de las estructuras depoder en la sociedad asturleonesa.

    Desde los aos noventa, trabajos elaborados en elmarco de proyectos de investigacin llevados a cabo porequipos interuniversitarios de Salamanca, Oviedo, San-tiago y Vigo-Orense han venido desarrollando la tesisde la pervivencia en la cuenca del Duero de poderesresiduales que se haban mantenido tras la desarticu-

    lacin de la monarqua y del aparato poltico visigodos.Por esos mismos aos o en aos posteriores algunoshistoriadores, deslumbrados por la potencial eficacia dela arqueologa y de la prospeccin espacial, se han aven-turado a formular conclusiones paralelas a aquellas que,con base en el estudio prioritario de la documentacinescrita, los investigadores anteriormente mencionadosvenan proponiendo. Pero con una diferencia funda-mental: que conclusiones que pueden ser razonablesa la luz de un anlisis minucioso y matizado de lasfuentes escritas sustentado en una tcnica analtica

    que ha venido depurndose durante ms de un siglo,resultan mucho ms problemticas cuando se da unapreferencia desproporcionada al registro arqueolgicoespigando de aqu y de all noticias fragmentarias, pococontrastadas y escasamente elaboradas. Sobre este as-pecto no podemos ignorar el endeble desarrollo de quetodava adolece la arqueologa de la cuenca del Dueroy que necesitamos dcadas de paciente investigacin y

    tacin registra la existencia de Melgar y Melgar deForakasas, aunque las noticias no dejan de ser algoconfusas. Efectivamente, la documentacin dejaconstancia de la existencia de una villa de Forakasasiuxta Melgare, de un Melcare castellum o Melgarecastro, de un Castro de Foracasas y de un Melgarede Forakasas. Todas estas referencias se localizan enuna zona muy restringida, por lo que es razonable de-ducir que todas ellas remiten a una misma realidadfsica y poltica. Y el onomstico romano asociado altopnimo prerromano deMelgarenos pone en la pistade un personaje de suficiente relieve como para darnombre a la villa y al castro, lo que encajara con laexistencia de un gran propietario de la zona dotado

    adems de un poder poltico que tendra su sede enel castro. Lo que no podemos saber es cul es la si-tuacin primigenia, porque no es ilgico pensar que,en el contexto de la repoblacin, el rey depositase laresponsabilidad del gobierno en un gran propietario dela zona cuyo origen puede remontar a etapas anteriores.En este caso podra tratarse de alguno de los podereslocales supervivientes tras la conquista musulmanaque, al hacerse fuerte desde la posicin en altura delcastro, habra mantenido el control sobre el territorio

    del entorno hasta el momento de la repoblacin, mo-mento en el que habra aceptado su integracin en laestructura poltica del reino astur-leons. De hecho,Melgar, como ncleo de poblacin, est documentadoya desde las primeras dcadas del siglo ,24y la concen-tracin demogrfica del entorno25motivara una accinde los reyes reforzando la fortificacin del viejo castroy consolidando la posicin poltica de quien hasta esemomento haba mantenido la preeminencia sobre el

    24 Ao : Ego Filau ria, Teoda, Adic a, Gundi salvo, Taione , Is ciame,

    Gomiz item Adica, Valdeo et omni collacio de Melgare una cum domnoRexindo damus in sancta basilica Sancti Iohannis et ad abbate Iubla unoprato ad Fonte Auria(J. M. Mnguez: Coleccin diplomtica..., o. cit., doc.).

    25 Las menciones de explotaciones situadas en el territorio, suburbioodiocensoMelgareson numerossimas. Vase, a manera de ejemplo, J. M.Mnguez: Coleccin diplomtica..., o. cit., doc. (doce escrituras referidas aexplotaciones en la zona), , , , , , , , , , , ,etctera; tambin E. Sez, CDCL, doc. ); aspectos relacionados con lo aqutratado han sido estudiados por m en El dominio del monasterio de Sahagnen el siglo X, y ms recientemente en mis trabajos Continuidad y ruptura...y en La nueva ordenacin del poblamiento..., citados ms arriba.

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    reduccin del espacio fsico y social sobre el que ejercenel dominio, como por la naturaleza del poder; porqueestos poderes se implantan por s mismos, sin otra le-gitimacin que una difusa e inercial continuidad conlos poderes anteriores y que se sustenta simplementesobre la capacidad de determinados individuos paraimponer sus decisiones sobre un conjunto territorial yque sobreviven como islas de poder sin la articulacincon otros poderes similares.

    Pero frente a, o al lado de, espacios bajo el control deestos poderes locales existen otros espacios que escapana su accin; son espacios escasamente humanizados,cuando no totalmente deshumanizados, que coincidenen numerosas ocasiones con el antiguo saltusromano,

    como es el caso de gran parte del interfluvio Esla-Cea.El estudio comparativo que yo mismo he realizadoentre Tierra de Campos y el Pramo o entre zonas deantigua ocupacin y de ocupacin muy reciente fi-nales del siglo y principios del siglo muestra deforma evidente estas diferencias.26

    Se da, por tanto, una dicotoma de espacios cuyasdiferencias estn marcadas por la ausencia o presenciade un poder superior, lo que, unido a la debilidad delos poderes existentes, posibilita fugas de campesinos

    desde los espacios sometidos a los poderes locales hacialos espacios ajenos a la accin de estos poderes. Sonflujos migratorios de muy corto radio que deben re-lacionarse con un movimiento campesino de fuga delas grandes explotaciones y por consiguiente liberacin;movimiento que ya se detecta en las ltimas dcadas dela etapa visigoda a medida que el poder de los grandespropietarios y la capacidad coactiva del Estado visigodose debilitaban. Es lo que puede deducirse de la propialey deMancipiis Fugitivispromulgada por gica en elao ; difcilmente se puede explicar la explcita re-

    ferencia a la investigacin que deben hacer los juecesutrum vere ingenuus an fortasse sit servus acerca delcampesino huido si el fenmeno de la fuga no afectase

    26 J. M. Mng uez: El dominio del monasterio de Sahagn en el siglo X.Paisajes agrarios, produccin y expansin econmica,Salamanca, ; tam-bin: Innovacin y pervivencia en la colonizacin del va lle del Duero, enDespoblacin y colonizacin del valle del Duero (siglos VIII-XX). IV Congreso deEstudios Medievales,Len, .

    de severa depuracin en la interpretacin del registroarqueolgico para obtener un grado de fiabilidad m-nimamente aceptable.

    Lo que parece razonable hasta donde llegan nuestrosconocimientos actuales es que el periodo entre finalesdel siglo y mediados del siglo constituye unaespecie de clmax de un proceso de transformacin es-tructural de tal envergadura que se puede hablar deverdadera ruptura, siempre que este trmino no se in-terprete como una aniquilacin de todo el pasado.

    Aparte de la formacin de nuevas comunidadescampesinas, uno de los fenmenos con ms cargade proyeccin futura es el desarrollo desde mediadosdel siglo de poderes locales que vienen a colmar

    parcialmente el vaco dejado por la desaparicin delpoder centralizado visigodo. La desarticulacin de laestructura estatal visigoda es el resultado ltimo de lapropia evolucin poltica y social de las ltimas d-cadas del siglo y, naturalmente, del hundimiento dela monarqua. Pero la alternativa a la extincin de lospoderes regionales y de las grandes circunscripcionespolticas y militares comites, duces principalmenteno es el completo vaco de poder. El aparente caos con-secuencia del desmantelamiento de las grandes estruc-

    turas poltico-administrativas visigodas se convierte enel caldo de cultivo para el desarrollo e instauracin denuevos poderes. Son poderes de carcter local, estre-chamente ceidos a un espacio muy concreto. Por ello,aunque muy devaluados por la ausencia del anteriorreferente legitimador de la monarqua, mantienen su-ficiente capacidad de articulacin poltica y social sobreel entorno de cada uno de los castros y villas fortificadasdonde estos poderes debieron instalarse y desde dondepudieron ejercer su accin de control.

    La emergencia de estos poderes solo se explica por la

    desaparicin de un referente comn que, aunque fuesede manera ms terica que efectiva como realmentesucedi en la etapa final visigoda, otorgaba a la es-tructura poltica una percepcin de unidad que eng-lobaba y en ltimo trmino legitimaba a los diversospoderes. Al desparecer ese referente comn, estos po-deres sobreviven como residuos de los anteriores; sonpoderes de carcter mucho ms limitado tanto por la

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    que aunque debilitados seriamente, estos poderes notendran por qu haber quedado anulados en lo que serefiere a las prcticas con las que pretenden imponer sudominio sobre el entorno.

    Pero en las fronteras de estos espacios de poder estnsurgiendo nuevas realidades al comps de la coloni-zacin. La fuga hacia el saltusque los titulares de lospoderes locales no siempre pudieron impedir posibilitla creacin de nuevas explotaciones familiares que sefueron agrupando progresivamente, de forma que sustitulares pronto se organizaron en verdaderas comuni-dades campesinas. Y un hecho fundamental de carctereconmico y social en la estructura de estas comuni-dades es el desarrollo de procesos de diferenciacin que

    conllevan la emergencia de elementos dotados de unespecial prestigio ya sea por su mayor poder adquisitivo,por una superior capacidad organizativa, o por su propiapersonalidad. Estos individuos o pequeas elites llegana constituirse en una especie de figuras directoras que,sin anular la capacidad decisoria ltima del conjuntode la comunidad, asumen la responsabilidad de man-tener y perfeccionar la organizacin interna que exigecreciente coordinacin a medida que se incrementa elvolumen demogrfico y a medida que se hacen ms

    complejos los sistemas de produccin agraria. Nace as,en los confines del viejo y ancestral poder, un nuevopoder campesino que deber tenerse muy en cuenta alestudiar las relaciones con el poder poltico cada vezms absorbente.

    La historiografa tradicional, cegada por las tesis dela despoblacin de la cuenca del Duero, no ha podidopercibir una realidad muy poco espectacular, pero deconsecuencias decisivas en la configuracin de la nuevasociedad leonesa. Desde la perspectiva de la despo-blacin, solo se tena ojos para contemplar unos flujos

    demogrficos de gran amplitud cuyo supuesto volumenera anacrnico de todo punto aplicado a pocas y so-ciedades prcticamente ignorantes de las realidades vi-gentes a cientos de kilmetros y con medios tcnicos detransporte absolutamente rudimentarios. Los grandesdesplazamientos humanos defendidos por esta historio-grafa no son ms que un falso reflejo a nivel social dela realidad de la expansin poltica astur y que, desde

    tambin a los ingenuique buscaban una mejora de susituacin social y econmica, aunque obviamente laspenas establecidas para los mancipiano podan apli-carse a los ingenui.27

    Y es que estos espacios exentos de poder debanactuar como ventosas de poblacin y debieron con-vertirse en espacios de frontera y de libertad; fronterasinteriores cuyos lmites estn diseados por los lmitesy mrgenes de efectividad de cada uno de los podereslocales que haban sobrevivido a los procesos experi-mentados por la sociedad de la cuenca del Duero entrelos aos finales de la etapa visigoda y las dcadas cen-trales del siglo .

    Antes me he referido a las posibilidades que ofrece el

    anlisis comparativo de la informacin proporcionadapor las fuentes documentales acerca de terrazgos deantiguos y recientes a sentamientos generalmentezonas de ribera y zonas del interior del Pramo res-pectivamente. Pues bien, este anlisis conduce a laconclusin de la existencia de estas transferencias depoblacin que se materializan en movimientos de colo-nizacin espontnea por parte de individuos y familiascampesinas que crean nuevas explotaciones en los mr-genes de los mbitos de poder.

    Como lgica conclusin de lo expuesto, hay quepensar en formas distintas de poder; diferencias porel origen; diferencias tambin por la amplitud y porlas formas de ejercitarlo. Los descendientes de la an-tigua nobleza visigoda que haban podido mantenerseen antiguos castros revitalizados o en sus villas fortifi-cadas trataran de mantener con mayor o menor xitolas antiguas formas de dominio sobre el entorno; yasea en las zonas bajo dominacin visigoda, ya sea enlas perifricas a la romanizacin. En ambos casos nosera impropio hablar, si bien con todo tipo de ma-

    tizaciones, de una especie de reflotamiento fsico deancestrales estructuras castrales que la romanizacinhaba abandonado o que apenas haba recubierto deun ligero barniz. Lo que, por su parte, implica tambin

    27 La ley establece que quicumque deinceps fugitivum alterius susce-perit, quamquam se dicat esse ingenuum, statim eum procuret iudicialiterexquirendum, ut, utrum vere ingenuus an fortasse sit servus, iudicis instantiaperquiratur (M. G. H., l ex visigothorum,ed. K. Zeumer, , , ).

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    Por otra parte, la repoblacin oficial solo se com-prende en toda su dimensin como integracin del con-

    junto de la sociedad; ahora bien, sera una integracinincompleta, ms an imposible, sin contar con las co-munidades campesinas: las existentes de antiguo y lasque se hallan en proceso de formacin con sus propiospoderes aldeanos independientes de todo poder ajenoa la comunidad.

    Eliminar de toda consideracin estas estructurasprevias a la repoblacin oficial y a la instalacin delpoder astur es renunciar a la bsqueda de una expli-cacin primordial y completa. Porque qu factor es elque condiciona la eleccin de determinados ncleos yla renuncia a la repoblacin de otros muchos? Desde

    la aceptacin de la despoblacin integral no se podraasumir como criterio para la eleccin de los centros re-poblados la mayor actividad de unos respecto de otros,ya que todos estos ncleos llevaran ms de un siglo to-talmente inactivos; y en esta hipottica situacin todaslas sedes antiguas de poder habran quedado igualadasen el completo abandono. El criterio de la pervivenciade vestigios de antiguas estructuras no aporta una ex-plicacin satisfactoria porque son muchos los ncleosdonde han pervivido este tipo de estructuras; pero

    muchos de ellos permanecieron, al menos inicial-mente, marginados del proceso de repoblacin. Y noes razonable, es ms, sera completamente ahistrico,pensar que las repoblaciones llevadas a cabo por losreyes Ordoo I y Alfonso III seran resultado de deci-siones aleatorias o improvisadas. Muy al contrario, estasdecisiones debieron de estar motivadas por factores al-tamente condicionantes que explicaran la predileccinpor unos puntos y la relegacin de otros. Es decir, quedebe pensarse como una eleccin motivada por la exis-tencia de condiciones particularmente favorables, ya sea

    de orden demogrfico, militar o poltico o de todas ala vez. Y en definitiva, la conjuncin de todos estosfactores nos lleva a una realidad bsica: la presencia deun poder local, ya que esta presencia, por dbil que seael poder, est inherentemente vinculada a cierto gradode concentracin demogrfica y a la existencia de unaestructura militar en funcin de la defensa de la po-blacin y del mantenimiento del propio poder.

    los presupuestos de la despoblacin de la cuenca, sepresenta como la nica explicacin posible del procesoconstatado de colonizacin.

    Desde estos planteamientos historiogrficos, losnicos poderes existentes en la cuenca del Duero queya comienzan a documentarse por escrito a finales delsiglo seran los que se implantan como resultadode la propia repoblacin oficial dirigida por la mo-narqua. El acto mismo de repoblacin conllevara lainstalacin de un poder ya plenamente configurado,como se deja ver en el caso de Astorga, repoblada porel conde Gatn, que se traslada desde su anterior centrode accin, Bergido, a la nueva sede de poder llevandoconsigo un grupo de campesinos. Es un caso similar al

    de la repoblacin de Salamanca del ao , tambindocumentado por escrito, as como otros de menor re-lieve o no tan explcitamente documentados. Desde losplanteamientos de la tesis de despoblacin no hay mo-tivos para pensar que las repoblaciones de Tuy, Len,

    Amaya, Sublancio, Cea, Saldaa, Carrin, Monzn,Dueas y tantas otras no respondiesen a unas pautas deabsoluta uniformidad: actuacin sobre un espacio vacode poblacin y de poder; y en el mismo acto repoblador,instalacin de la estructura de poder y de la poblacin

    sobre la que ejercerlo. Maravillosa simplicidad! En apa-riencia todo queda explicado y bien atado.Solo persiste un problema: que la realidad puede

    ser mucho ms compleja y, por tanto, muy diferente.Porque este modelo es incompatible con la existenciade poderes locales difcilmente rechazable de no ha-berse producido una completa despoblacin del terri-torio: tesis totalmente arrumbada, por insostenible, almenos entre la inmensa mayora de los historiadoresde la Alta Edad Media. Pero estos poderes locales sonpoderes con los que los reyes astures debern contar

    casi por necesidad en la difcil y comprometida tareade repoblacin de los territorios del Duero, porque sustitulares son excelentes conocedores del terreno y de larealidad social a la que los repobladores deben enfren-tarse y porque, como ya he sealado, deban de teneruna experiencia en el ejercicio del poder, incluso unasbases tericas y doctrinales, de las que carecen los mo-narcas y la aristocracia o prearistocracia astur.

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    influencia en el entorno de la corte a medida que serestauraban antiguas dicesis, se erigan otras nuevasy se fundaban nuevos monasterios.

    Jerarqua eclesistica y poderes autctonos de lejanoorigen visigodo se veran vinculados cada vez de formams consciente por la comunin en una misma tra-dicin poltica, aunque esta fuese percibida de maneraimprecisa en medio de las transformaciones operadasen los siglos anteriores, lo que explicara en buenaparte la progresiva asuncin por los reyes astures delas concepciones jurdicas y polticas vinculadas a latradicin romano-visigoda a las que tratarn de ajus-tarse de forma cada vez ms explcita en la ejecucin yorganizacin del poder a lo largo del siglo .

    Precisamente en la organizacin de las nuevas es-tructuras de poder es donde se detecta un significativobalbuceo que demuestra las dificultades a las que setienen que enfrentar los poderes astures gestores de lanueva estructura; dificultades tanto ms graves cuantoque son el resultado de la convergencia de dos gravescarencias: por una parte, las carencias de las que adolecela primitiva aristocracia astur sin una experiencia de go-bierno equiparable a la de los supervivientes de las viejasestructuras visigodas que han permanecido instalados

    en la cuenca del Duero; por otra, la debilidad de lasbases tericas y doctrinales sobre las que debera sus-tentarse la organizacin del conjunto de la sociedad entodos sus complejos aspectos poltico-administrativo,

    judicial, social, cultural.Es un periodo de vacilaciones de enorme inters

    para el historiador porque a travs de estas vacilacionespodemos comprender mejor los orgenes y el desa-rrollo posterior de la sociedad astur. Es un fenmenorevelador de la transicin entre un periodo marcadopor la predominancia de pequeos poderes locales de

    distinta etiologa poderes herederos de viejas estruc-turas visigodas junto a los nuevos poderes nacidos dela organizacin de las comunidades campesinas a unperiodo en que ya comienza a manifestarse un podercon proyeccin centralizadora aunque sea prontoabortado y con una notable consistencia terica quese manifiesta en el recurso cada vez ms frecuente a lalegislacin visigoda.

    As pues, parece ms que razonable admitir que conantelacin a la expansin astur ya exista una serie dencleos que constituan las bases de poderes localesconformados de forma insular por la ausencia de unpoder superior al conjunto capaz de articularlos enuna unidad polticamente orgnica. Pero este hecho,que es un factor de debilidad y de retraccin ante unapotencial resistencia al poder a stur, es tambin unabase elemental sobre la que se sustenta el proceso derepoblacin que paulatinamente ir conectando entres estos mbitos de poder hasta ahora inconexos paraconformar con el tiempo una verdadera red de articu-laciones que dan unidad al conjunto. En estas condi-ciones, a los reyes astures les bastaba atraerse a estos

    poderes reforzndolos con la concesin de propiedadesy confirmando y ampliando las facultades polticas queya venan ejerciendo antes de la repoblacin.

    Por esta va podemos rastrear una serie de ele-mentos problemticos y esenciales para comprendermultitud de aspectos relacionados con el origen dela sociedad astur. Podemos atisbar en buena medidalas motivaciones que condicionan la preferencia deunos ncleos sobre otros en los actos de repoblacinemprendidos por la monarqua astur. Podemos com-

    prender la pervivencia, aunque sea latente, en el pe-riodo asturleons de las tendencias autonomistas delos grandes propietarios que haban venido desarro-llndose en la Antigedad tarda. Podemos tambinabrir el abanico de posibilidades en la formacin dela primitiva aristocracia asturleonesa; esta se habraconfigurado sobre la base de los jefes de las primerascomitivas armadas que acompaaron primero a loscaudillos astures en sus campaas depredatorias sobrela cuenca del Duero y, posteriormente, a los reyes enla expansin poltica por estos territorios; pero estas

    bases debieron de reforzarse con elementos autctonosde la meseta que venan ejerciendo el poder sobre pe-queos distritos rurales manteniendo, en la medidaen que las nuevas condiciones lo permitan, formasde dominacin heredadas de la tradicin visigoda;incluso con elementos destacados de las comuni-dades campesinas. A ellos se uniran los miembrosde la jerarqua eclesistica cada vez con mayor peso e

  • 7/23/2019 Mnguez (J. M.)_Poderes Locales en El Espacio Central Leons Durante El Periodo Astur

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    del poder de la monarqua o de sus delegados pblicos,son testimonios de una concepcin del poder comopo-testas publicaen la lnea de la herencia visigoda.28Limitarla pervivencia y la influencia de la tradicin visigoda a laaccin exclusiva de una reducida elite cultural tiene todoslos tintes de un reduccionismo metodolgico atento ni-camente al ascendiente de los sectores aristocrticos mspotentes conformados ex nihiloo, dicho de otra forma,desde el completo vaco poltico, demogrfico y culturalde los espacios de la cuenca del Duero.

    28 Sobre estos aspectos, v. mis trabajos Justicia y poder en el marco de lafeudalizacin de la sociedad leonesa, enLa Giustizia nellAlto Medioevo (Se-coli IX-XI). Settimane di Studio del Centro Italiano di Studio sull Alto Medioevo, , Spoleto, , y trabajos c itados en la primera nota.

    Desde estas consideraciones no parece razonable negaro menospreciar la aportacin de esos poderes residualesque, profundamente debilitados en lo que es la dimensinprctica del poder, han sobrevivido fsicamente tratandode ejercer ese poder en la lnea de sus antecesores romano-visigodos. La remisin al Liber iudiciorumen muchas delas sentencias judiciales del siglo , o la impregnacin deun vocabulario jurdico romano-visigodo, con trminoscomo iussio, ordinatio, imperium, que exhiben determi-nadas disposiciones de carcter jurisdiccional emanadas