Milongas en Nueva York

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36 SOCIEDAD POR SUSANA PAREJAS (DESDE NUEVA YORK) FOTOS GENTILEZA MINGJIA DAI

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El tango enamoró a la Gran Manzana, una guía para bailarlo durante toda la semana.

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sociedad • Por SuSana ParejaS (deSde nueva York) • FoToS gentileza Mingjia dai

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En la Gran Manzana hay milongas que permiten despuntar el vicio del 2

por 4 todos los días de la semana. Una recorrida por

los lugares y personajes más tradicionales, pero

también por los que intentan algo nuevo.

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NYTANGO

Tal vez muchos neoyorquinos no sepan que fue en la ciudad de Nueva York, donde un pu-rrete de catorce años tocó su bandoneón para el “Zorzal

criollo”. Tal vez haya que explicarles que ese niño criado en la calle St. Marks Place, en la zona del Greenwich Village, a pocas cuadras de Broadway, se llamaba Astor Piazzolla y que ese bandoneón se lo ha-bía comprado por pocos dólares su papá Nonino, a los nueve años. Lo más seguro es que no haya que explicarles quién es Gardel y mucho menos quién es Piazzolla. Por lo menos, a quienes forman parte del circuito que componen las milongas en la Gran Manzana. No sólo saben quiénes son, también bailan su música, y lo hacen a su manera en un ámbito que escenográ-ficamente no se diferencia mucho de las milongas porteñas.

El viaje a la Gran Manzana incluye un desafío: una milonga para bailar cada día de la semana. ¿Las hay? Sí, y más de una. Cada una de las milongas tiene su pro-pia fisonomía, sus organizadores y sus lugares en distintos puntos de la ciudad. Cada una tiene sus propias historias hil-vanadas entre tandas de tangos, que por momentos hacen olvidar el lugar. Amne-sia temporaria que dura hasta que por la madrugada, cuando a la salida los taxis amarillos nos delatan que estamos a mi-les de kilómetros de Buenos Aires.

Aldo Zamudio es argentino, vive en Nueva York desde 1987, es de Curuzú Cuatiá, Corrientes, y trabaja como inves-tigador asociado senior en el Mount Si-nai School of Medicine. Pero, sobre todo, es tanguero de alma, y es el guía “ad ho-nórem” ideal: conoce a fondo el circuito. Su gusto por el tango comenzó cuando de chico veía a sus papás bailarlo, luego Pia-zzolla lo enamoró. “Fui siempre un ena-morado de su música, sobre todo porque en mi juventud me identificaba más con su clase de tango, que con los que silbaba, cantaba, o bailaba mi padre, un tanguero de toda su vida”, admite. Aldo baila tango 3 o 4 veces a la semana y

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se anima a acercar una comparación con las milongas porteñas. “En términos generales, el baile en la Argentina es más tradicional, con más énfasis en la conexión, en el abrazo, en la musicalidad y en el respeto a la propia y demás parejas de baile en la pista.

Tradición iMporTada. Ubicada en la calle 14 entre la 7ma. y 8va. aveni-das, en un edificio típico neoyorkino, está la sede de la Asociación Española, el último vestigio de uno de los enclaves españoles más grandes de Nueva York, que fue popularmente conocido como la Little Spain. Aquí es el lugar donde cada jueves, a partir de las 21, funciona la mi-longa La Nacional. Organizada por Coco Arregui, quien recuerda que cuando lle-gó, allá por fines de los setenta, el tango sólo se escuchaba en Queens, pero en restaurantes y boliches. “Acá venía Al-berto Castillo, Alberto Podestá. Cuando apareció el espectáculo Tango Argentino en el ’85, fue un furor, todo el mundo se sorprendió. Ahí estaban los grandes, los veteranos, cuando lo vieron a Virulazo en el escenario la gente se reía porque lo veían gordo y se preguntaban qué iba a hacer y cuando empezó a bailar se caía el teatro”, recuerda Arregui.

Tango Argentino fue un suceso tan grande que después todas las escuelas de danzas empezaron a dar clases de tango y empezaron a invitar a estos bailarines para enseñar. “En realidad nadie sabía cómo enseñar, cómo era el tema, y em-

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pezaron a inventar de a poco. Y ahí sur-gió un interés, nacieron varias escuelas, pequeñas iniciativas, comenzaron a dar clases que mezclaban el tango america-no con el argentino. Con el tiempo se fue puliendo, sobre todo a través de importar bailarines argentinos que empezaron a venir y a enseñar”, recuerda Arregui so-bre el comienzo de un fenómeno que no paró. Desde hace 16 años que abrió La Nacional, junto con su socio Juan Pablo Vicente. “Siempre en el mismo lugar, to-dos los jueves, es una milonga tradicio-nal, no vas a ver gente volando por el aire o nada por el estilo”, aclara.

En La Nacional hay unas lamparitas rojas que asemejan a las viejas milongas de barrio, una pista se abre en el medio del salón, rodeadas por sillas donde los bailarines descansan entre tanda y tanda. “El cabeceo no existe. Acá la gente te viene a invitar a la mesa, por lo general el am-

biente es bastante oscuro y es más difícil el cabeceo. Ésta es la torre de Babel, hay japoneses, chinos, tailandeses”, agrega.

códiGoS. Es necesario tener los cuatro números que ofician de llave para que se abra la puerta del edificio que está a me-dia cuadra del Madison Square Garden. Generalmente está pegado en el portero eléctrico, pero los habitúes ya lo saben de memoria. Allí, en el cuarto piso aparece Tango Café, una milonga organizada por Adam Hoopengardner y Ciko. “Quería-mos algo diferente. Los miércoles era di-fícil, había muchas milongas en la misma noche y los martes y jueves fueron dos noches fuertes de la escena de Nueva York, así que creo que también era otra manera de sobrevivir, ofreciendo algo di-ferente”, explica Ciko.

Esta milonga se caracteriza por funcio-nar en un estudio de danza y por ser más

la milonga la nacional funciona en el edificio asociación

española, último vestigio de la little

spain.

“el cabeceo no existe, la gente te viene a invitar a la mesa, por lo general el ambiente es bastante oscuro, se ve poco y es más difícil cabecear.”

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Para sacarle viruta al Piso…

ensueño milongaLunes. 9.30 pm a 1 am, en Ukraininian Village, en el East Village (140 2da. Avenida y calle 9. Pista amplia, con un restaurante de comida ucraniana

en el frente. Organizador y disc-jockey Tioma Maloratsky, co-organizador Jose Fluk. Buenos bailarines, música muy tradicional, atmósfera

placentera y semiformal. Se puede llegar en los subtes 6, N, R o L, o en varios colectivos. u$s13 la

milonga, u$s 5 la clase.

volvo tangoMiércoles 5 a 9 pm, domingos 3 pm a puesta del

sol (depende de la época del año y del estado del tiempo), en el Pier 45, Christopher Street y

Río Hudson (Greenwich Village), música con IPod, comida traída por bailarines, hermosas vistas,

atardecer. Se llega en subte 1, parada Christopher St., caminando 6 cuadras hacia el río. Donación

sugerida u$s10.

tango cafÉMiércoles 10 pm a 2 am, en Club 412 (You Should

Be Dancing), 8va. Avenida, entre 31 y 32, dos pistas, una alternativa (grande) y otra tradicional (chica), organizada por Adam Hoopengardner & Ciko. Bailarines jóvenes y alternativos en su ma-yoría. Se puede llegar en subte líneas A, C y E, a

media cuadra del Madison Square Garden. u$s12.

la nacionalJueves 9.30 pm a 1.30 am, en Centro Español Benevolente La Nacional, 14 calle entre 7ma. y 8va. avenida. La más tradicional. Buenos DJ,

María Jose Sosa, Tioma, Ilene Marder. Coco Arregui y Juan Pablo Vicente co-organizadores.

u$s14. Subtes E, A, C, L, 1, 2, 3, F, V.

atlantic tangoTodos los martes por la noche en 388 Atlantic Av.,

Brooklyn, cerca de la estación de subte Nevins (Líneas: 2, 3, 4 y 5). Organizada por Walter Pérez, Leo Sardella y Glykeria Manis. Clase a las 19, el

baile abierto 20-23. Ambiente agradable, buena música. Milonga: u$s10, clase y milonga: u$s15.

tango in tHe sQuaReDomingos en verano, 6 a 9.30 pm. Glorieta en el parque Union Square, calle 17 entre Broadway y Park Ave. Baile afuera y adentro de la glorieta cuando no llueve. Clases gratis a las 7.30 pm.

Performance a las 8.30. Organizador: Coco Arregui. Bandas en vivo una vez al mes. Carrito

con empanadas y choripán a la entrada. Donación sugerida u$s 5-10. Punto de intersección de casi

todas las líneas de subte de Manhattan.

abierta a ritmos no tan clásicos; se puede escuchar el jazz hasta a Kevin Johansen, pero siempre se baila al ritmo del tango. El ambiente es relajado e informal. “Nuestro objetivo en los últimos 2 años fue tratar de empujar el límite de las horas de una milonga en una noche de semana. Antes terminaba a la 1 de la mañana y ahora, a las 2.30. Quisimos romper esa sensación de ir a bailar y pensar que al otro día hay que levantarse para ir a trabajar. Es bueno ver a la gente quedarse a bailar cada vez más tarde”, se entusiasma Adam.

Walter Pérez recaló en Nueva York por el 2000, es bailarín profesional y está comprometido con el llamado tan-

go queer. Además, organiza en Brooklyn junto con su pareja Leonardo Sardella, la milonga Atlantic Tango. “El tango va cambiando con el tiempo y con la socie-dad. Las parejas del mismo sexo quieren ser reconocidas y quieren tener un lugar dentro del tango y por eso se organizan para tener sus propios lugares y organi-zan sus festivales. El festival más grande es en Hamburgo, que ya cumplió 10 años. Y como en el tango se habla de relaciones, las relaciones no son nada más entre hom-bres y mujeres. Por suerte acá no hay mu-cha homofobia”, reconoce.

“Yo pasé por muchas etapas por el tango”, confiesa otro fanático, Tioma Ma-

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loratsky. Nació en Rusia, pero vino a los Estados Unidos hace 24 años: “ya no sé si soy ruso, americano o argentino”, dice este bailarín profesional y organizador de la milonga Ensueño. “Primero pasé por el estado de una persona que baila por el placer de bailar, después un pro-fesional, y más tarde uno que se entrenó con los milongueros de Buenos Aires y quería el tango de ellos, el tango más au-téntico. Pero después llegó un momento que me abrió una cosa más universal con el tango, que ya no es tango argentino, ruso, americano, que es tango como un arte que se puede usar para una evolu-ción personal, física, psicológica, la po-sibilidad de progreso personal”, asegura Tioma, quien siempre luce de estricto traje oscuro.

Mientras se escucha a Di Sarli, con el río Hudson de fondo, surge la gran pregunta, ¿por qué las milongas atraen a tanta gente en Nueva York? Para Coco Arregui el éxito del tango en esta ciudad tiene que ver con la intimidad del bai-le: “Es el momento del abrazo, esa parte del abrazo que tiene el tango es algo que atrae muchísimo a la gente. Hay una in-timidad en el abrazo que es tan linda, en las grandes ciudades hay mucha gente que vive sola, viene acá y se abraza con alguien un ratito y es un gusto, realmen-te”. Adam Hoopengardner sostiene que “son convenientes, ya que están todas re-lativamente cerca, están centralizadas, lo que hace más fácil que la gente participe. Tener un sistema de trenes las 24 horas también ayuda, ya que da a la gente la op-ción de quedarse más tarde y no preocu-parse por la molestia de volver a casa”. Es como dice Adam, mientras muchos neoyorkinos duermen, otros están bai-lando al ritmo de las grandes orquestas sin pensar para nada en lo que les espera luego del amanecer.

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