Miguel Hidalgo y Costilla: entre la autonomia y la independencia

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A través del análisis de documentos y proclamas hechas por Hidalgo, éste trabajo intenta demostrar que "el Padre de la Partria", lejos de querer crear una nación nueva e independiente, buscaba reformar la existente dándole más autonomía y defendiendo su religión como su característica principal.

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN

NOMBRE: ENRIQUE PÉREZ MORALES

MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA: ENTRE LA AUTONOMÍA Y LA INDEPENDENCIA

TEMÁTICA: HISTORIA NACIONAL

CORREO ELECTRÓNICO: [email protected]

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Resumen*

La historiografía tradicional mexicana ha interpretado y explicado el movimiento de Miguel Hidalgo como el

acto por el cual se dio inicio la gesta por la Independencia de nuestro país, es decir, que Hidalgo siempre

tuvo en mente la idea independentista tal como en nuestro presente lo entendemos. El “grito” ocurrido en

Dolores fue el inicio de la gesta por la libertad y oposición al régimen español y por él se levantó el pueblo

para alcanzar “la independencia nacional”.

El presente trabajo, lejos de determinar “lo que realmente pasó” e hizo este personaje de la historia

nacional, propone una interpretación diferente (alejada de cualquier pretensión patriótica o nacionalista) de

las ideas políticas de Hidalgo (cuál era su idea de soberanía, de nación, a quién se refería cuando decía

“Americanos”, etc.) y lo que perseguía con su movimiento. Así, daremos respuesta a la siguiente pregunta:

¿El cura Hidalgo pretendía la independencia de la nación o sólo la autonomía de la misma? Podemos decir

apresuradamente que el movimiento del cura Hidalgo, más que el inicio de la Independencia, se nos

aparece como un movimiento que la antecedió y que fue la base para que posteriormente surgieran

hombres con ideas independentistas propiamente dichas.

Para comprender sus ideas, procederemos a analizar su discurso contenido en documentos de

primera mano (proclamas, bandos y otros escritos) hallados en el Archivo General de la Nación (ramo

Operaciones de Guerra) y en la Colección de documentos para la historia de la guerra de Independencia

de México, de 1808 a 1821 de Eusebio Hernández y Dávalos. Además, para evitar anacronismos

generalmente cometidos en la historiografía nacional, reintegraremos el hecho a su contexto original.

*Para el mejor entendimiento de los objetivos y métodos del presente trabajo véase la Introducción.

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Introducción

Las interpretaciones de hechos del pasado, lo que conocemos como interpretaciones históricas, tienen el

objetivo de satisfacer necesidades explicativas diferentes, que responden a fines e ideologías distintas. Al

ser una de estas interpretaciones ampliamente aceptada por el hombre, llega a formar parte de su

imaginario colectivo del pasado, hasta el punto de creer que eso “fue lo que pasó en verdad.”

Sin embargo, la teoría de la historia contemporánea nos ha enseñado que las interpretaciones

históricas no son por si mismas verdaderas, sino más bien, más o menos verosímiles (¿cómo explicarnos,

entonces, el hecho de que hay un sólo pasado y muchas historias sobre él?).

Así, la tradición historiográfica mexicana ha interpretado el movimiento del cura Miguel Hidalgo, el

llamado “padre de la patria”, desde diferentes perspectivas, en su mayoría con una ideología que podemos

calificar de “nacionalista” o “patriótica.” Nos dice que este hecho es el inicio de la Independencia de

México; señala, además, que desde un principio Hidalgo tenía las claras intenciones de independizar

México. Nos enseña que “el Grito de Dolores” fue un emotivo discurso que dio inicio a dicho movimiento en

el cual el pueblo mexicano levantó su voz a favor de la libertad.

Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el texto del famoso grito. Este ha sido alterado con

posterioridad con adiciones como "Viva la América española" (un reclamo posterior), "Mueran los

gachupines" (una expresión de rivalidad que sólo aparecería más tarde por parte de Miguel Hidalgo) o

"Viva México". Este último forma parte del grito de independencia que en la actualidad profiere el

presidente nuestro país en ocasión de las festividades conmemorativas de la Independencia. Por tanto,

nos damos cuenta que interpretaciones anacrónicas e ideológicas, rodean ese hecho histórico

matizidándolo en muchos aspectos hasta el punto de mitificarlo.

Así, en el presente trabajo, lejos de determinar “qué fue lo que pasó en realidad”, pretendemos dar

una interpretación diferente de las ideas políticas de Hidalgo y su movimiento de 1810, que sea verosímil y

que esté fuera de toda ideología nacionalista. Para este fin, daremos respuestas a preguntas como ¿Qué

pretendía con su movimiento: independencia o autonomía? ¿Qué o a quiénes ataca y defiende? ¿Cuál es

su idea de soberanía? ¿A quién se refiere cuando en sus discursos habla de “Americanos”? ¿Cuál es su

idea de nación? etc. Sabemos que estos conceptos están íntimamente relacionados y forman un todo

único dentro del imaginario ideológico de Hidalgo; sin embargo, se tratarán por separado ya que creemos

que es mejor el método a seguir para la buena compresión de las ideas. Esto se realizará reintegrando el

hecho histórico a su contexto original, con lo cual podremos superar posibles anacronismos. Además,

procederemos, a analizar tres documentos escritos por Hidalgo.1

Cronológicamente, el primero correspondería a un bando fechado el día 29 de noviembre de 1810 en

Guadalajara, en el cual, el cura Hidalgo abole la esclavitud, suspende el tributo cobrado a los indios y

1 Estamos consientes de que el material utilizado, aunque son fuentes primarias, no son suficientes para dar una conclusión muy satisfactoria o contundente. Sabemos que el aspecto material, la relación con el documento, es parte del trabajo del historiador y desde luego hay que hacerla bien, pero lo principal en este trabajo son lo que Edmundo O´Gorman llama los “espirituales” es decir, el bagaje del historiador, lo que constituye su subjetividad, en fin, la relación entre sujeto y tema, para lo cual los materiales son la parte instrumental.

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castas, y deroga varios estancos.2 Este documento fue hecho después de que el ejército insurgente fuera

derrotado por Calleja en Aculco obligándolos a retirarse al Bajío, marcando el principio del fin del

movimiento militar de Hidalgo, pero el principio de su movimiento político culminado en Guadalajara.

El segundo se trata de un manifiesto fechado en Valladolid (hoy Morelia) el día 15 de diciembre de

1810 en donde Hidalgo contesta a los cargos que le hizo la Inquisición por herejía.3 Este documento es

una copia del original que el señor José María de Ansorena realizó por órdenes del cura para que se

publicara en los pueblos de su jurisdicción. Es por eso que pareciera que las fechas no concuerdan, sobre

todo en el lugar de expedición, pues Hidalgo se encontraba todavía en Guadalajara.

El tercero es una proclama fechada el 26 de marzo de 1811 que no aclara el lugar de su expedición,

pero que por la misma fecha podemos suponer que fue hecha mientras Hidalgo era trasladado a

Chihuahua para llevar a cabo su juicio después de ser aprehendido en Norias del Baján. En dicha

proclama Hidalgo se defiende de las acusaciones de ser seguidor de Napoleón que en su contra se

hicieron y justifica sus acciones y la del movimiento que encabezó.4

Este tercer documento es el que más nos ilustra sobre el pensamiento político del primer líder

insurgente. Al final de él, Hidalgo termina diciendo: “Viva la religión católica”, “Viva Fernando séptimo”,

“Viva la patria”, “Viva y reine por siempre en este continente americano, nuestra sagrada patria, la

Santísima Virgen de Guadalupe”, “Muera el mal gobierno.”5 Palabras muy sugerentes que nos enseñan el

eslogan, por decirlo así, que Hidalgo manejó durante toda su campaña insurgente y que nos servirá como

punto de partida para comenzar este trabajo.

Entre la autonomía y la independencia

“Viva la religión católica”, “Viva Fernando séptimo”, “Viva la patria”, “Viva y reine por siempre en este

continente americano, nuestra sagrada patria, la Santísima Virgen de Guadalupe”, “Muera el mal

gobierno.” En esta declaración de Hidalgo vemos de inmediato dos aspectos fundamentales en su lucha:

una religiosa y otra política.

En su proclama del 26 de marzo de 1811, dirigida a los “Americanos” el cura dice:

“[…] unámonos a sostener una causa a nuestro parecer justa y santa como lo es mantener ilesa nuestra Santa

Religión, la obediencia a nuestro Romano Pontífice y a nuestro Rey y señor natural a quien hemos jurado

obedecer, respetar su nombre y leyes […]”6

2 El mismo bando fue copiado por Ignacio López Rayón quien lo dio a conocer el día 6 de diciembre del mismo año, por lo cual esta fecha es tomada como la verdadera en la que se abolió la esclavitud. Cfr. “Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud; deroga leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco del tabaco, pólvora, colores y otros” en Eusebio Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la guerra de Independencia de México, de 1808 a 1821, Tomo II, Doc. no. 145, pp. 243-244.3 Este documento puede ser consultado tanto en AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, ff. 154-157, como en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo II, doc. no. 164, pp. 301- 303.4 AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, ff. 158-159.5 Ibid. f. 159.6 Ibidem.

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Defender a la religión católica y al rey Fernando séptimo así como atacar al “mal gobierno”. Con esto

surgen de inmediato dos cuestiones contradictorias. La primera, ¿porqué defender a la religión católica si

los españoles son los menos interesados en destruirla? Y la segunda, ¿porqué defender al rey si la

revuelta de Hidalgo es justamente deshacerse del yugo de los españoles y su “mal gobierno”? Una mirada

rápida a los hechos acontecidos desde 1789 hasta 1808 puede darnos una pista para poder superar

aquellas dos contradicciones.

En la Nueva España se empezó a dar una alarma religiosa tras recibir las primeras noticias de la

Revolución Francesa (1789). Cuando en 1790 declaró Francia la constitución civil y la campaña de

descristianización, el gobierno español comenzó a dar a conocer cosas muy severas a sus vasallos sobre

las vejaciones que sufrían la iglesia y la aristocracia en Francia. El odio y el miedo a los franceses

comenzaron a alentarse particularmente por la manera en que estas noticias fueron trasmitidas.7 Se

comenzó, entonces, a hablar en España y en la Nueva España de la destrucción de la religión católica por

parte de los revolucionarios franceses.

La invasión de España por parte de las fuerzas de Napoleón agitó mucho más los ánimos. Desde que

en marzo de 1808 el mariscal Murat marchó sobre Madrid, en la Nueva España se habían sucedido las

noticias de la llegada de José Bonaparte en julio de 1808 y la de Napoleón en noviembre, la toma de los

Estados Pontificios por éste y el encarcelamiento del papa Pío VII, quien lo había excomulgado. En el

primer semestre de 1809 se había conocido la disolución tanto de los Consejos españoles como de las

órdenes religiosas monacales y mendicantes. Ambas medidas dictadas por el nuevo rey de España José

Bonaparte.8

Al respecto, en una nota del manifiesto del 15 de diciembre de 1810, Hidalgo declara:

[sic] “Entre las resmas de proclamas que nos an benido de la península desde la irrupción de los franceses,

nose bera una quarta de papel que contenga, ni aun indique excomunión alguna del prelado de aquellas

provincias contra los que ablan o abrasan la causa de Napoleón, sin que nadie dude que sus Exercitos y

constitución venian a destruir la cristianada en España.”9

Vemos así, que la guerra santa, la parte religiosa de la revuelta proclamada por Hidalgo, no es en

contra de los españoles, sino en contra de los revolucionarios de Francia que han invadido España. Es la

defensa de su fe y costumbres en contra de los “inuquos franceses” como los llama. Sin embrago, el cura

no duda en afirmar que parte de la culpa por la devastación que sufre la religión católica la tienen los

propios españoles:

7 Marta Terán, “La Virgen de Guadalupe contra Napoleón Bonaparte. La defensa de la religión en el obispado de Michoacán entre 1793 y 1814”, en Castro, Felipe y Pilar Martínez López-Cano (coords.), Estudios de historia Novohispana, México, UNAM-IIH, vol. 19, 1999, p. 98.8 Ibid, p. 102.9 AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 155.

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[sic] “A estos si que los podemos acusar de impios e irreligiosos, [dígalo] Mexico, Puebla, y Valladolid, y aun el

mismo Guanajuato, [donde] el lujo y la moda a lo frances arranco de las paredes de sus sa[cortado]; lo mismo

huvieran echo en los templos si hubieran podido, las [cortado] ymagenes de Dios, de Maria Santisima y sus

santos, colocando en su lugar, por moda de buen gusto, estatuas obsenas para tener la inicua indecencia de

ver, en lugar de modelos piadosos, insentativos de la laciva. Observese en que traje se presentaban, ya en los

templos ya en los oficios, ya enrizados, ya pelones con pechos postizos los afeminados [y] en lugar de rezar,

cortejando a las prostitutas aun en la presencia Real de nuestro Dios, con escandalo de los pobrecitos en quien

[toman por] mentira la verdadera piedad y Religión.”10

Naturalmente, en esta guerra santa la imagen de la Virgen de Guadalupe, como protectora y

defensora de la Nueva España así como símbolo de la fe católica americana, fue invocada por el

insurgente:

[sic] “[…] nuestra universal patrona, la siempre Virgen Maria de Guadalupe, nos ha de sobstener y ayudar en

este gran proyepto, dara esfuerzo a los debiles, esperanza a los timidos y valor a los pusilánimes, disipara de

las cabezas de muchos los angustiados pensamientos que le atormentan el Alma considerando la arduidad de

la empresa, y facilitara su [realización].”11

Pero la irrupción francesa en España no sólo puso en peligro la religión católica, sino también la

estabilidad política de la nación. Napoleón destronó al rey Carlos IV y junto con su hijo Fernando VII fueron

conducidos a la ciudad de Bayona, Francia, en condición de custodios para vivir en exilio involuntario.

Mientras tanto, como ya habíamos hecho mención, Napoleón impuso como rey de España a su hermano

José. La revuelta de los españoles no se hizo esperar y pronto se comenzaron a formar juntas (el conocido

movimiento juntero) para decidir cual sería el destino político de España.

Cuando estas noticias llegaron a la Nueva España, el pánico cundió en toda la sociedad. La

problemática en la que se centró todo el debate fue sobre la actitud que la Nueva España tomaría ante los

sucesos en la Península. Rápidamente se formaron dos grupos con opiniones distintas: la Real Audiencia,

el alto clero, el Consulado de la ciudad de México y las autoridades de mayor jerarquía (todos españoles)

por un lado, se manifestaban a favor de que todo siguiera igual. Su pensamiento se basaba en la idea de

Jean Bodin del derecho divino de los reyes, la cual justifica el poder absoluto real exigiendo callada

obediencia. Por otro lado se encontraba el Ayuntamiento de México (representando a la aristocracia criolla,

así como a los de clase media). Esta pensaba que a falta del legítimo rey, era necesario, en tanto se

reestableciera la situación en la metrópoli, nombrar autoridades que gobernaran en nombre de Fernando

VII, presididas por el virrey en turno, José de Iturrigaray, y una Junta Nacional similar a la que se había

establecido en España.12

10 Proclama de 26 de marzo de 1811 dirigida a los Americanos, ibid, f. 159.11 Ibidem.12 Miguel Ángel Gallo, Historia de México. Del México Antiguo a la República restaurada, México, ediciones Quinto Sol, 2000, pp. 224-225.

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Esta propuesta significaba que la soberanía, al faltar el rey, recaía en los ciudadanos, rechazando el

derecho divino bodinista.13 Con esto, los criollos reclamaban más participación en la vida política de la

Nueva España, así como autonomía frente a las autoridades de la metrópoli. Esto alarmó al partido

español quienes, al ver que el virrey Iturrigaray daba su apoyo al Ayuntamiento y convocaba una Junta

General, decidieron actuar para impedir que se alterara el status quo de la Nueva España.

Así, Gabriel de Yermo, un comerciante acaudalado, miembro del consulado de México, con apoyo de

la Real Audiencia, capitaneó a un grupo de españoles quienes encarcelaron al virrey Iturrigaray y a las

cabezas del partido criollo.

El Golpe de Estado de Yermo tuvo para los criollos un resultado evidente: revelar detrás del orden

establecido la personalidad del ofensor. Todas las trabas aparecen súbitamente como la máscara que

ocultaba la voluntad de dominio del español. Desde la prisión de Iturrigaray, el lenguaje que emplea el

criollo cambia; el ofendido señala con el dedo a los responsables de sus agravios: los funcionarios y

comerciantes de la clase europea.14 Hidalgo menciona en su manifiesto del 15 de diciembre de 1810:

“Abrid los ojos, Americanos, no os dexéis seducir de nuestros enemigos: ellos no son católicos sino por

política: su Dios es el dinero, y las cominaciones sólo tiene por objeto la opresión”.15

De ahora en adelante, el europeo es visto como el único responsable de las desgracias no sólo de

América, sino también de la península española. Los rumores de que los españoles pueden entregar el

reino a los franceses son suficientes para que surjan movimientos revolucionarios como el del cura de

Dolores:

[sic] “Protestamos delante del Mundo entero, que nunca hubieramos desenvainado la Espada contra unos

hombres cuia sobervia, y despotismo hemos sufrido con la mayor paciencia por espacio de casi trescientos

años, despues de haver sido victimas de su codicia, insultados, provocados por una serie continuada de

desprecios y ultrajes, y degradados a la especie de inseptos reptiles, sino nos constase y estuviéramos

intimamnte persuadidos de que la nacion iba a perecer miserablemente y nosotros a sus viles Esclavos de

nuestros enemigos mortales perdiendo para siempre nuestra Santa Religión, nuestro Rey, nuestra Patria, y

nuestra libertad, nuestras costumbres, y quanto tenemos mas sagrado y mas precioso custodiar […] Esta

legitima libertad no pudo entrar en paralelo con la irrespetable que se apropiaron los Europeos, quando

cometieron el atentado de apoderarse de la persona del Excelentísimo Señor Iturrigaray y trastornar el gobierno

a su antojo sin conocimiento nuestro […] Para la felicidad del Reyno, es necesario quitar del mando, y el poder

de las manos de los Europeos: este es todo el objeto de nuestra empresa, para la que estamos autorizados por

la voz comun de la nacion, y por los sentimientos de todos los Criollos.”16

13 Vid infra, nota 19.14 Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, UNAM, 1977, p. 56. 15 AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 155.16 Manifiesto del Sr. Hidalgo, expresando cuál es el motivo de la insurrección concluyendo en nueve artículos, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo I, doc. no. 51, p. 119.

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El movimiento de Hidalgo no es contra de la metrópoli, ni del rey, ni de sus instituciones, es en contra

de los mismos españoles. Ellos que con su “sórdida avaricia y despotismo” corrompen al gobierno y a sus

leyes, corrompen las buenas costumbres, corrompen a la nación y a la patria, están en contra de toda la

“felicidad de América y de los Americanos” y es por eso que hay que terminar con su “mal gobierno”. El

único vínculo entre la Vieja y la Nueva España es el soberano, y cada reino debe gobernarse como si éste

no fuera común, sino propio de cada país.17

Con esto creemos que ya hemos superado las dos contradicciones que nos surgieron al principio. Sin

embargo, para terminar con este apartado, queda aun una pregunta más, muy importante, a la cual hay

que darle respuesta: ¿El movimiento de Miguel Hidalgo que comenzó la madrugada del 16 de septiembre

de 1810 tenía como objetivo independizar a la Nueva España de España, o sólo otorgarle más autonomía

respecto a ésta última?

Miguel Hidalgo lo manifiesta claramente: el sólo quiere sacar a los europeos de la dirección del

gobierno para que los americanos sean los únicos que puedan gobernarse a sí mismos, tanto política

como económicamente. Citemos de nuevo a Hidalgo:

[sic] “Amados compatriotas Americanos, hijos de esta America: El sonoro clarin de la libertad politica ha sonado

en nuestros oidos, no lo confundais con el ruido que el de la libertad moral, que pretendian haber escuchado los

inicuos franceses, creyendo que se podrían hacer todo aquello que se opone a Dios, y al projimo. […] La

libertad politica de que os hablamos, es aquella que consiste en que cada individuo sea el unico dueño del

trabajo de sus manos […] la misma que hace que sus bienes esten seguros de las rapazes manos de los

despotas que hasta haora nos han oprimido […] ¿Cuál es la Agricultura sin el penoso afan de pagar las

insoportables rentas que de mucho labor se os han exhijido?” […]18

Por un lado, al manifestar su rechazo a la “libertad moral” de los franceses argumentando que van en

contra de todo lo que se opone a Dios, Hidalgo rechaza el movimiento revolucionario de 1789. Este

movimiento, no lo olvidemos, fue encabezado por la clase alta y media burguesa que depuso al rey de

Francia e impuso —esto es lo importante— una nueva forma de gobierno. Interpretando las palabras de

Hidalgo, podemos decir que él está a favor de la idea tomista del derecho divino real.19 No pone en duda

esa doctrina (es por eso que también se explica por qué Hidalgo, si bien pelea contra los españoles,

defiende al rey Fernando VII).

Inferimos, al igual, que cree que es contra la religión imponer una nueva forma de gobierno. En sus

palabras, dentro de las acciones de su movimiento “los templos han sido venerados, las vírgenes

respetadas, los gobiernos reformados, no causando más novedad que la extracción de europeos”.20 Ese es

17 Luis Villoro, op. cit., p. 42.18 AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 158.19 La doctrina tomista del derecho divino real dice que Dios ha entregado la soberanía al pueblo, pero éste, como no puede gobernarse sólo, se la entrega al rey quien gobierna en su nombre. Parece que las ideas de Hidalgo y los autonomistas están dirigidas hacia esta doctrina, pues al no haber rey es natural que la soberanía regrese al pueblo quien la mantendrá mientras se nombre a otro soberano.20 Ibid, f. 159.

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el afán de Hidalgo, reformar el gobierno que está en manos del “déspota español” para que ahora pase a

manos de los “Americanos”, no imponer uno nuevo (clara idea de autonomía y no de independencia):

[sic] “Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las Ciudades, Villas y Lugares

de este Reyno, que teniendo por objeto principal mantener nuestra Santa Religión, dicte leyes suaves,

benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada Pueblo: ellos entonces gobernarán con la dulzura de

padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del Reyno, y la

extraccion de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, harémos uso libre de las riquísimas

producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las

delicias que el Soberano Autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente.”21

Por otro lado, su idea de “libertad política”, relacionándolo también con la cita de arriba, es bastante

clara y evidente. Lo que busca es una libertad económica que sea favorable a los “Americanos”. No es de

nadie ajeno saber que Hidalgo era un criollo de clase media que tenía varios intereses económicos en la

región de Dolores. Lucas Alamán, quien declara haberlo conocido, dice que el curato de Dolores le

generaba a Hidalgo una renta anual de ocho o nueve mil pesos (una suma muy considerable en su tiempo)

lo cual aprovechó para invertir en plantíos de uvas y moreras para la cría de gusanos de seda. Dice,

además, que Hidalgo mandó construir fábricas para producir loza y ladrillos, así como pilas para curtir

pieles y establecimientos para diversas artes.22

Al igual que Hidalgo, los criollos de clase media y alta encontraban sus negocios muy poco rentables,

o hasta arruinados, debido a las leyes restrictivas generadas por los europeos, entre ellas los famosos

estancos impuestos por el visitador José de Gálvez entre 1764 y 1772 y la muy odiada Consolidación de

Vales Reales de 1804-1805. Estas leyes también acrecentaron en mayor medida el odio de los criollos

hacia los españoles peninsulares y su “mal gobierno”.

Es así que, junto a los objetivos políticos y religiosos, los intereses económicos fueron otro objetivo

más de su movimiento. El día 29 de noviembre de 1810, desde la ciudad de Guadalajara, Hidalgo da a

conocer su famoso bando en el que, junto a la abolición de la esclavitud, también deroga algunos estancos

como el de la pólvora, tabaco, tintes y vino. Afirma que “uno de sus principales objetos fue extinguir tantas

gabelas con que no podían adelantar en fortuna” actuando “generoso siempre el nuevo gobierno, sin

perder de vista tan altos fines que anuncian la prosperidad de los americanos”.23

A pesar de esto, las intenciones de Hidalgo no son cambiar la estructura económica que había regido

a la Nueva España, es decir, no propone un nuevo sistema económico, sólo reformar el que siempre ha

21 Manifiesto del Sr. Hidalgo contestando los cargos que le hizo la Inquisición, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. II, doc. 164, p. 303.22 Lucas Alamán, “Los hombres de la Independencia” en Ernesto de la Torre Villar, Lecturas históricas mexicanas, vol. II, México, UNAM, 1998, p. 114.23 Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud; deroga leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco del tabaco, pólvora, colores y otros” en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo II, doc. no. 145, pp. 243.

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estado para que ahora sea el americano quien goce de los beneficios que antes tenían los “opresores

europeos”.

Podemos concluir, que su objetivo no es hacer independiente a la Nueva España, es otorgarle poder

de autonomía, de autogestión frente a los españoles. Hidalgo no quiere cambiar las Instituciones políticas y

económicas, de hecho no las ataca por si mismas, quiere reformarlas pues en manos de la dirección de los

gachupines fueron corrompidas.

Se podría aquí hacer una reclamación: ¿Cómo es, entonces, que Hidalgo no quiere la Independencia

si el mismo habla de ella? En efecto, Hidalgo habla de Independencia. Cuando es aprehendido, en su

causa o juicio, es interrogado acerca de por qué decidió emprender la Independencia de Nueva España; él

contesta que “estaba persuadido de que la Independencia sería ventajosa al reino” por que estaba

“indefensa y espuesta a caer en poder de una potencia extranjera, especialmente de los franceses”.24

Pero, volvemos a insistir, no es una Independencia para formar una patria nueva, como tiempo

después formuló Morelos. No, es una Independencia entendida como la libertad del americano para

organizar, manejar y dirigir los bienes reales sin la intervención de ningún extranjero. Esta confusión,

creemos, se debe a que tradicionalmente se ha relacionado las revoluciones en Francia y en Estados

Unidos como factores directos para el estallido del movimiento de Hidalgo; que el cura estuvo muy

influenciado por las ideas Ilustradas francesas. Pero, como ya vimos, Hidalgo tenía muy poca estima por

ellos y sus ideas; más bien las ideas de Hidalgo vienen de una tradición más acorde a su contexto y

educación como el tomismo, sin embargo, esto no quiere decir que él no haya tenido influencia de ellos o

del pensamiento moderno del siglo XVIII.

Las ideas de Hidalgo anteriormente abordadas, están íntimamente ligadas a la concepción de

soberanía, de nación y de americanos; tanto, que sin una explicación de éstas no se podrá entender

completamente sus dichas ideas y ni las nuestras. Es por eso que en el siguiente apartado abordaremos

estos temas para lograr, así, una interpretación diferente a la tradicional y lograr, también, el objetivo

principal del presente trabajo.

La idea de “Americanos”, de soberanía y de Nación

Preguntémonos primero ¿A quién se refería Hidalgo cuando hablaba de “Americanos”? Existen tres

indicios en los documentos analizados que nos pueden dar una pista para dar respuesta a la pregunta

anterior. El primer indicio es de corte evidente. Usa el término “Americanos” para referirse al grupo social

con el que siente más identificación: los criollos: “Amados compatriotas religiosos, hijos de esta América” y

más adelante agrega “Aliento pues criollos honrados, aliento” y luego dice “Buen ánimo criollos

cristianísimos, alentaos…” y finaliza afirmando “Aquel que os dijere que somos emisarios de Napoleón

temen mucho el que sea verdad lo contrario […] por que nosotros los criollos jamás hemos faltado ni

somos capaces de tener conexión con ese tirano emperador”.25

24 Declaración del cura Hidalgo, en ochenta y nueve fojas,— Cuaderno núm. 13, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. I, doc. 2, preg. 30, p. 18.25 AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 158-159.

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El segundo indicio lo clasificamos como de corte retórico. Si bien habla de “Americanos”, nunca

utiliza, en algunos de sus escritos, la palabra “criollo” o “criollos” para referirse a ellos. Sin embrago,

podemos deducir a quién se refiere. En su bando aboliendo la esclavitud, dice: “Que siendo contra los

clamores de la naturaleza, el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud […] en cuya

consecuencia, deberán los amos, sean americanos o europeos darles libertad” y luego afirma: “Que

ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación deje de pagar el tributo que se les exigía”

y finalmente dice: “Del mismo modo serán abolidas las demás exacciones de bienes, y cajas de comunidad

y toda clase de pensiones que se exijan a los indios”26

Con esto vemos que Hidalgo hace una clara diferenciación entre americanos, castas e indios. Se

puede objetar aquí que el cura obviamente se refiere con americanos a todos los nacidos en América

incluyendo castas e indios, pero haciendo uso del primer indicio que llamamos de corte evidente, la visión

cambia. Hidalgo, entonces no tiene una idea de igualdad respecto a los estamentos —igualdad que sólo

llegará cuando Morelos la proponga— y el término de “americanos” lo usa para referirse a los criollos.

Esta tesis también es reafirmada cuando en su interrogatorio se le pregunta sobre si el fin de usar la

imagen de la Virgen de Guadalupe fue sólo para atraer a la “pleve”, sobre todo a los indios, él responde:

“que la ocurrencia de tomar en Atotonilco la imagen de Guadalupe, la aprovechó para atraerse a las

gentes”.27 Así, Hidalgo sabía que necesitaba el apoyo de los indios y castas para el éxito de su movimiento,

aunque los objetivos principales no eran beneficiarlos.

El tercer indicio es de corte interpretativo. Una de las frases que pueden pasar como un sentido real

de conciencia nacional (nuestra actual conciencia nacional) y “mexicanismo” en Hidalgo es esta: “Desde el

feliz momento en que la valerosa nación americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo que por

espacio de cerca de tres siglos la tenían oprimida…”28

Los trescientos años de dominio a los que hace referencia Hidalgo, dan la pauta para afirmar que en

realidad tenía la idea de liberar a la nación (interpretada en la mayoría de los casos como la mexicana)

conquistada por España. Sin embargo, nuestra interpretación es diferente. Los trescientos años de dominio

no se refieren al dominio español sobre los indígenas, o tiempo después las castas. Se refiere a los

trescientos años de dominio que sobre los criollos han tenido los peninsulares. La argumentación se

remonta hasta los antepasados de los criollos, los conquistadores. Los derechos del rey sobre América

provienen del pacto que hicieron con él los conquistadores, de quienes descienden directamente los

criollos. Gracias a ellos, América quedó incorporada a la corona de Castilla, en pie de igualdad con

cualquiera de los reinos españoles, con la misma independencia de que gozan éstos;29 no olvidemos que

Hidalgo se refiere a la Nueva España como Reino de España y no como Colonia de España.

26 Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud; deroga leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco del tabaco, pólvora, colores y otros” en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. II, doc. 145, pp. 243. Las cursivas son nuestras.27 Declaración del cura Hidalgo, en ochenta y nueve fojas,— Cuaderno núm. 13, en Ibid, vol. I, doc. 2, preg. 12, p. 13.28 Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud… en Ibid, vol. II, doc. 145, pp. 243.29 Luis Villoro, op. cit., p. 40.

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Así, Nueva España no depende de la península, depende sólo del rey de España; sin embargo, los

“gachupines” han roto ese sagrado pacto de los conquistadores y el rey, gobernando aquellos las tierras

que no tienen derecho a gobernar, tratando a los criollos, los verdaderos dueños, como sus esclavos. El

yugo de trescientos años que sobre América han impuesto los europeos se refiere al momento en que

estos rompieron ese pacto sagrado. Con esto, la Nación América y los americanos a los que hace

referencia Hidalgo son, de nuevo, los criollos.

Entonces, el movimiento de Hidalgo es un movimiento exclusivo del criollismo, no es de corte

popular, pero sabe que necesita de la “plebe” para engrosar sus filas y para que peleen por su causa. Es

por eso que dicta leyes a su favor, de hecho, en Guadalajara hace ejecutar a los europeos prisioneros para

“satisfacer” a los indios, no teniendo más motivo que “el de una condescendencia criminal con los deseos

del ejército compuestos de los Indios y de la canalla gente”.30

Sabiendo ahora a quién dirige Hidalgo su mensaje, pasemos a esclarecer cuál es su idea de

soberanía y Nación. Esta parte ya no será de mucha dificultad pues a lo largo del todo éste trabajo se nos

da ya una idea clara sobre estos aspectos.

Hemos dicho, utilizando las ideas tomistas combinadas con las ideas modernas de su tiempo que

tanto los autonomistas de 1808 como Hidalgo compartían, que a falta del rey el pueblo recobraba su

potestad de soberanía otorgada por Dios. La soberanía es, pues, la simple libertad de gerencia, la libertad

que una nación tiene para autolegislarse, autogobernarse y autoadministrarse sin necesidad de tutelas

ajenas (salvo el rey claro está). La soberanía de América recae en el pueblo, pero no en el pueblo

entendido como la “plebe”, sino en las personas notables quienes constituyen los organismos políticos;

para Hidalgo son los criollos, quienes, a su vez, depositarán la soberanía en un congreso. Reproduzcamos

una cita anterior:

[sic] “Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las Ciudades, Villas y Lugares

de este Reyno, que teniendo por objeto principal mantener nuestra Santa Religión, dicte leyes suaves,

benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada Pueblo: ellos entonces gobernarán con la dulzura de

padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del Reyno, y la

extraccion de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, harémos uso libre de las riquísimas

producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las

delicias que el Soberano Autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente.”31

Resumiendo, el “pueblo” del que habla Hidalgo, es el que se supone representado en el congreso

que pretendía instalar y que, en verdad, está formado por los “hombres honrados”, de cierta educación y

posición social, de cada villa y ciudad de la Nueva España; es en realidad la clase media criolla la que ve

30 Declaración del cura Hidalgo, en ochenta y nueve fojas,— Cuaderno núm. 13, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. I, doc. 2, preg. 17, p. 15.

31Manifiesto del Sr. Hidalgo contestando los cargos que le hizo la Inquisición, en Ibid, vol. II, doc. 164, p. 303.12

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abierta una oportunidad de participar activamente en la vida política de la Nación.32 Otra vez recalcamos,

estas ideas tiene poco que ver con las teorías que inspiraron la Revolución Francesa o Norteamericana.

De todo lo anterior, se puede deducir que la Nación de Hidalgo es el territorio (América o Nueva

España), sus instituciones de gobierno (incluyendo al rey), y la sociedad organizada en estamentos,

encabezados por los “Americanos” o criollos. Es también un vínculo cultural representado por la religión

católica. Es pues, una Nación ya constituida desde siempre, salvo que la única diferencia es que la

soberanía debe recaer en los criollos a falta del rey.

Consideraciones finales

El movimiento encabezado por el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, se nos revela como un

acontecimiento determinado por intereses ideológicos de índole tanto religiosa, como política y económica,

producto de un contexto concreto.

Hemos visto que Hidalgo, lejos de querer independizar a la Nueva España de la metrópoli, pugnaba

por una libertad para los criollos, una libertad que los dejara organizar, manejar y dirigir los bienes reales

sin la intervención de ningún extranjero. También, es una lucha santa que tiene por objeto defender la

religión católica y las costumbres de un pueblo tradicionalista.

Este movimiento ha sido denominado por la tradición historiográfica mexicana como “El inicio de la

Independencia de México”. Sin embargo, en esta otra interpretación, el movimiento del cura Hidalgo, más

que el inicio de la Independencia, se nos aparece como un movimiento que la antecedió y que fue la base

para que posteriormente surgieran hombres con ideas independentistas propiamente dichas.

Esta interpretación es, para nosotros, la que satisface nuestras necesidades explicativas por el

momento. Pero, además, nos reafirma nuestro pensamiento sobre que las interpretaciones de índole

histórica no son verdaderas por si mismas, sino más o menos inteligibles y verosímiles. Al fin y al cabo,

tiempo después, nos surgirán más curiosidades y tendremos que volver a reinterpretar y rescribir nuestra

historia, siempre en miras de nuestras propias necesidades; siendo, así, una infinita serie de

interpretaciones de interpretaciones.

Archivo

AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, ff. 154-159.

Bibliografía

32 Luis Villoro, op. cit., p. 48.13

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Castro, Felipe y Martínez López-Cano, Pilar (coords.), Estudios de historia Novohispana, México,

UNAM-IIH, vol. 19, 1999.

De la Torre Villar, Ernesto, Lecturas históricas mexicanas, vol. II, México, UNAM, 1998.

Gallo, Miguel Ángel, Historia de México. Del México Antiguo a la República restaurada, México,

ediciones Quinto Sol, 2000.

Hernández y Dávalos, Eusebio, Colección de documentos para la historia de la guerra de

Independencia de México, de 1808 a 1821, México, UNAM, 1955, Tomo I y Tomo II.

Villoro, Luis, El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, UNAM, 1977.

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