Miguel Cerutti - El Arcángel de la Bicicleta.

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Historias de Villa Mercedes (San Luis) Miguel Cerutti: el Arcángel de la bicicleta. La historia de un hombre, su barrio y sus pasiones. Por Matías Bailone Cerutti “Miguel Cerutti, adelante y adelante sigue mostrando a los hinchas tu coraje y emociona esos pechos palpitantes ganando hasta el último embalaje” Félix Máximo María El Barrio Estación fue inmortalizado por las mejores plumas del folklore cuyano, especialmente por ser atravesado por la más angosta y celebérrima arteria del callejero urbano. También por los boliches sempiternos que adornaron a un costado y otro de las vías ferroviarias el deambular de una urbe tempranamente bulliciosa, pero familiera y tranquila. El viejo Molino era otro mojón de esa geografía tan anhelada por el viajero que se montaba en las redes de los trenes argentinos. Villa Mercedes, la del encanto, fue una ciudad que crecía y generaba tantos sueños, que hoy son difíciles de imaginar. En las radiografías del alma del Barrio Estación, en sus recónditos paisajes habi- ta la memoria de quien fuera uno de sus más intensos propulsores: Don Miguel Arcángel Cerutti (1922-2008). Las historias de Don Cerutti todavía resuenan en contemporáneos y en sus descen- dencias. Cuántas veces, personas de lo más disímiles y desconocidas han mentado encuentros fortuitos con este ser alado de la bicicleta, y han recordado cariñosas anécdotas enclavadas en ese barrio tan icónico de una época, sin el cual no puede entenderse la historia de Villa Mercedes. 1

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Historia de vida de un prohombre del deporte, los negocios y la política de la ciudad de Villa Mercedes (Provincia de San Luis), Don Miguel Arcángel Cerutti (1922 - 2008), junto a la historias de Esteban Cerutti y Juana Olga Salinas de Cerutti. La historia de Miguel Cerutti y su mujer, Juana, y su hermano, Esteban, están vinculadas a la misma historia de la Ciudad de Villa Mercedes, a los afectos que dejaron para siempre presentes en aquel lugar del mundo. Esta nota, de indudable carácter sentimental y familiar, aunque pretende trasuntarlo, y dejar testimonio objetivo de los logros deportivos y sociales, está escrita por su nieto, y fue publicada en la nueva etapa del semanario "La Voz del Sud" de San Luis, durante el mes de enero de 2014.

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Historias de Villa Mercedes (San Luis)

Miguel Cerutti: el Arcángel de la bicicleta.

La historia de un hombre, su barrio y sus pasiones.

Por Matías Bailone Cerutti

“Miguel Cerutti, adelante y adelante

sigue mostrando a los hinchas tu coraje

y emociona esos pechos palpitantes

ganando hasta el último embalaje”

Félix Máximo María

El Barrio Estación fue inmortalizado por las mejores plumas del folklore cuyano,

especialmente por ser atravesado por la más angosta y celebérrima arteria del callejero urbano.

También por los boliches sempiternos que adornaron a un costado y otro de las vías ferroviarias el

deambular de una urbe tempranamente bulliciosa, pero familiera y tranquila. El viejo Molino era

otro mojón de esa geografía tan anhelada por el viajero que se montaba en las redes de los trenes

argentinos. Villa Mercedes, la del encanto, fue una ciudad que crecía y generaba tantos sueños,

que hoy son difíciles de imaginar.

En las radiografías del alma del Barrio Estación, en sus recónditos paisajes habi-

ta la memoria de quien fuera uno de sus más intensos propulsores: Don Miguel Arcángel Cerutti

(1922-2008). Las historias de Don Cerutti todavía resuenan en contemporáneos y en sus descen-

dencias. Cuántas veces, personas de lo más disímiles y desconocidas han mentado encuentros

fortuitos con este ser alado de la bicicleta, y han recordado cariñosas anécdotas enclavadas en ese

barrio tan icónico de una época, sin el cual no puede entenderse la historia de Villa Mercedes.

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Don Miguel Arcángel Cerutti había nacido en la vecina Fraga, que siempre fue

territorio mítico para sus historias y cuentos que destinaba a sus nietos, y que formaban parte de

una tradición oral de raigambre tolkiana. La famosa 'chiva vieja' era mentada en toda ocasión y

bajo cualquier pretexto. Miguel había sido inscripto en los registros de identidad de la época con

un error de tipeo (“Alcangel” por “Arcángel”), y su documento de identidad difícilmente podía

testimoniar el año exacto de su nacimiento, ya que su mano coqueta había intentando la altera-

ción del último dígito de la fecha de origen.

Su presencia en el ciclismo profesional se remonta a los comienzos de la década

del 40, triunfando en numerosas competencias locales, hasta que en 1941 gana la Doble Sampa-

cho, la Doble Mercedes – Liborio Luna y la Doble Chaján. La prensa local lo cubría de elogios, tales

como “Cerutti corrió con inteligencia, demostrando tener mucha reserva para el sprinter final, es

un corredor de grandes condiciones”1, o cuando el especializado medio porteño ‘Pedal Argentino’

decía en 1941: “de más está elogiarlo por cuanto en su carrera ciclista tiene varios eslabones de

triunfos”. Con el otro conocido pedalista villamercedino, Gaspar Tito della Vedova, formaban

equipo regularmente y ganaron varias competencias a los

sucesivos competidores de la Ciudad de San Luis o de

Mendoza2. En 1944, ‘La Voz del Sud” reseñaba: “El

equipo Tito-Cerutti es el rival más peligroso para los

porteños, consiguieron brillantes triunfos en dos

ocasiones contra mendocinos y puntanos, pu-

diendo asegurar que se complementan muy

bien y que de actuar más a menudo se consti-

tuirá en un poderoso conjunto que logrará

muchas satisfacciones para el ciclismo local”.

En 1947 Miguel Cerutti

gana la Doble Melo en Laboulaye, represen-

tando a la Provincia de San Luis, para seguir

con los triunfos en Quines, Candelaria, Villa Dolores (recorrido de 190

Kms, consagrándose campeón de las dos etapas y del embalaje especial, empleando un tiempo de

6 hs, 23 minutos) y coronarse como Campeón de Resistencia de la Provincia de San Luis. Título que

1 “La Voz del Sud”, Villa Mercedes, 9 de febrero de 1941. 2 Barrera, Juan Antonio: “Historia del ciclismo sanluiseño”, Edición del autor, San Luis, 2000, p. 41

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retendrá y ganará sucesivamente hasta 1951. En 1947 un periódico local se engrandecía del triun-

fo de Cerutti en Córdoba, diciendo: “Nuestro Campeón logró el triunfo absoluto, lo que nos de-

muestra el gran estado atlético en que se encuentra por lo cual es de esperar que en Buenos Aires

sepa dejar bien sentado el prestigio del pedal mercedino”.

En 1950 gana el Campeonato Provincial de Ruta, y en 1951 de la Americana de

90 minutos del Club Colegiales. De nuevo, la prensa local decía el 21 de marzo de 1950: “Después

de una lucha encarnizada a través de los primeros 60 kms, Cerutti comenzó a dominar a sus rivales

hasta colocarse en el puesto de vanguardia, que mantuvo en brillante forma hasta cruzar la meta

victorioso. De esta manera, aparte del Título de Campeón Provincial, agrega ahora por segunda

vez el de Campeón de Resistencia de la Provincia”.

En ese mismo año sanmartiniano y en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca

obtiene el título de Campeón Argentino de Resistencia, representando a la Provincia de San Luis.

En esa ocasión es el presidente Juan D. Perón quien le entrega la medalla laudatoria y el premio

nacional.

A la par de su exitosa carrera pedalística profesional, Miguel se destaca por su

don de gentes, su potencialidad de liderazgo nato, que se palpaba en la admiración y fanatismo de

sus compañeros de equipo y amigos. Así comienza su actuación en el Club Ciclista Mercedes (fun-

dado en 1921), como uno de sus más fervientes propulsores, y se destaca profesionalmente en el

Club Aviador Origone y el Club Colegiales. En 1945 se produce una escisión del Club Ciclista Mer-

cedes, liderada por Miguel Cerutti, y acompañada por Raúl Ogas, Marcial Arrieta y Reynaldo Oca-

ña, manteniéndose en la línea de la Federación Ciclista Argentina,

que reflejaba en el fondo un

antagonismo entre los ciclistas

villamercedinos del Barrio Es-

tación y los del Centro.

Miguel y su

hermano Esteban propulsaron la

histórica Bicicletería Cerutti, que

originariamente estaba en la es-

quina contraria al Boliche de Don

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Calixto, y después pasó al mítico cruce de calles Lisandro de la Torre e Hilario Cuadros, donde to-

davía hoy se encuentra. La bonhomía de Esteban era la marca más notoria y atrayente del nego-

cio, que más que comercio era un templo del barrio, el de los hermanos de Fraga, los ángeles de la

bicicleta, los ciclistas del trueno. Esteban Cerutti (1911-1994), algunos años mayor a Miguel, era

además de ciclista, bochófilo y cazador de aves menores, el más querido y respetado del barrio

Estación. Muchos vecinos del mismo enclave han siempre rememorado la bondad de quien les

alquilaba o prestaba bicicletas, y quien divertía a los más pequeños con historias no del todo co-

rroboradas. El ilustre folklorista Félix Máximo María, en su libro sobre el ya mentado Boliche de

Don María, su padre inmortalizado por la cueca de José Zavala, recuerda el alquiler de bicicletas y

las menciones de Esteban a su participación deportiva en el Club Independiente, que sus interlocu-

tores pensaban que era el de Avellaneda, cuando en realidad era el de su nativa Fraga3.

Miguel y Esteban se querían con un amor

fraternal y ancestral. El primero, hermano menor, se sentía con

una responsabilidad de protección por sobre el bueno de Este-

ban, como siempre lo sintió por sobre todo el grupo familiar.

Tenía necesidad de sobreprotección cariñosa pero dictatorial,

no había forma de evitar el cariño, las dávidas o el cuidado de quien era un verdadero ángel pro-

tector, un arcángel del ejército celeste que cuida con temple guerrero y con fuerte brazo a todos

sus seres queridos.

Los arcángeles fueron creados por la potestad divina para comandar legiones

de ángeles y seres celestiales, y sus funciones de conducción y de responsabilidad son proporcio-

nales a los dones y virtudes con que la divinidad los reviste. Mi-

guel tenía muchas virtudes y dones, que no permitían que pasara

sin dejar huella profunda por muchos sitios, aunque –como buen

astro lunar- mucho de ello era virtud de otra persona que lo supo

iluminar.

Miguel no era un arcángel solitario, mucho me-

nos un hombre solo. El verdadero anclaje de Don Miguel en tiem-

po, espacio y fortuna siempre fue su mujer, Juana Olga Salinas

3 María, Félix Máximo: “Recuerdos de aquel boliche”, Edición del autor, Villa Mercedes, 2004, p. 40. 4

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(1924-2012), quien era puro fuego, puro espíritu maternal, y fue el verdadero centro de todo el

núcleo familiar. La familia que comenzó Miguel en la década del cincuenta del siglo cambalache

era matriarcal. Juanita supo generar afecto y cariño, querencia en la vecindad, múltiples activida-

des caritativas, amistad genuina y la adoración de sus nietos.

Tanto Miguel como Juanita fueron conocidos benefactores de las obras de bien

del barrio y la ciudad. Desde el Club Atlético Colegiales o el Club San Martín, hasta la asociación

protectora de animales fueron objeto de sus atenciones y sus cuidados. La Parroquia barrial de

San Roque, la que iniciaron los frailes franciscanos, y más tarde el colegio de varones San Buena-

ventura, no podrían estar hoy en pie, sin concebir la ayuda de un grupo de comerciantes y vecinos

que hicieron de todo. Juanita y Miguel fueron pioneros y lideraron la asistencia a los franciscanos,

especialmente a uno de los puntales de esas dos empresas religiosas, el alicantino Fr. León Más

Vicens. Hasta casi sus postreros años, Juanita caminaba a duras penas las dos cuadras que la sepa-

raban de la oficina de Cáritas, donde enseñaba a coser y tejer a muchachas que luego frecuenta-

ban su amistad.

No es menor, si se habla de Miguel Cerutti y de Juanita Salinas de Cerutti, la

cuestión de los fanatismos. Supieron cultivar con fruición los amores desmedidos a ciertos colores,

agrupaciones o símbolos, que trasladaron con religiosidad a sus hijos y nietos. Desde muy tempra-

nos años quisieron ser legionarios de Alem e Yrigoyen. El centenario partido de la Unión Cívica

Radical los tuvo de promotores, protectores y guardianes. No sólo en sentido metafórico, sino

literal. El comité radical del Departamento Pedernera estaba ubicado en la contigüidad de su ca-

sona solariega, y era Juanita, Miguel y sus hijos, quienes se encargaban de mantenerlo como un

santuario, de recibir a los candidatos de las distintas líneas internas que llegaban de Córdoba o

Buenos Aires. Miguel y Juanita siempre fueron de la línea nacional, la liderada por Ricardo Balbín,

Arturo Illia y Fernando de la Rúa. Pero admiraban, seguían y defendían a Raúl Ricardo Alfonsín,

como casi cualquier radical o demócrata que haya vivido la restauración democrática de nuestro

país. Eso quizá mitigó un poco el instintivo antiperonismo que solía profesar Don Cerutti, que no

era un gorilismo antipopular, sino sólo algo visceralmente contrario a los cultos personalistas y al

uso de la cosa pública para favoritismos sectoriales, que fueron la marca del primer peronismo.

El radicalismo fue para ellos un motivo de socialización secundaria, una opor-

tunidad de militancia social, de ayuda caritativa, pero también de afirmación de principios republi-

canos. Miguel fue convencional del partido radical a nivel nacional y provincial en diversas oportu-

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nidades, así como autoridad distrital y provincial del mismo. El partido, o mejor dicho, algunos de

los que circunstancialmente ocuparon sus cargos y direcciones, le propiciaron también momentos

de injusticia. Pero así son las pasiones, con ellas se ama, se ríe, se sufre y se llora.

Por eso, para ellos, el radicalismo fue ante todo una pasión, así como el Club

Independiente de Avellaneda fue motivo de los mismos sentimientos para Don Miguel, su hijo y

uno de sus nietos. Lo mismo puede decirse del club de fútbol que prácticamente fundó en el mis-

mo barrio, y que también sus circunstanciales feudos supieron regalarle injustos momentos, el

Club Colegiales. Allí junto a otros destacados ciclistas hizo el velódromo y desarrolló una tarea de

patronazgo desinteresada y genuina.

Don Miguel supo de la joven amistad de quien sería el más ilustre hijo de la tie-

rra villamercedina, el ídolo de boxeo José María “Mono” Gatica. De él guardaba anécdotas entra-

ñables y hasta un moño que había usado en alguna gala porteña junto al Gral. Perón. De allí surgió

el amor a otro deporte al que quedaría atado por designios del amor y del destino: el boxeo. El

difícil y varonil arte de atacar y defenderse llegó a su vida para quedarse, cuando su hija mayor

contrajo nupcias con el más grande boxeador de su generación y de su tierra, el campeón argen-

tino y sudamericano de los medio pesados Abel Celestino Bailone.

Miguel Cerutti y su hijo homónimo acompañaron al nuevo integrante de la fa-

milia a muchas de las ciudades donde iba mostrando su hombría, su nobleza y su admirado arte

pugilístico. Fue una especie de manager, representante y primer seguidor. El orgullo por los éxitos

deportivos del yerno se podía visualizar en las vidrieras de la Bicicletería Cerutti.

Pero el dolor más grande que le tocó afrontar a este arcángel de duras alas y

también a su mujer, fue la pérdida del menor de sus nietos, de Fernando, de aquel pequeño ange-

lito que apuró su vuelo y dejó una tristeza lunar. Miguel nunca lloró tanto, por lo doloroso e injus-

to. Pero el dolor lo había embargado antes, cuando en 1994 había tenido que despedir a su her-

mano, al bueno de Esteban, que rehusó por deliberada mano, de todas las mañanas del mundo,

como había sentenciado Borges4.

Sin embargo, y a pesar de estos dolores insuperables, siempre estuvo aferrado

al tronco de la vida, con harto ahínco y determinación. Ni las intervenciones médicas invasivas, ni

4 Poema de Jorge Luis Borges titulado “A Francisco López Merino”, en “Cuaderno de San Martín” (1929), Emecé, Buenos Aires, 2001.

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la maldición del cigarrillo, ni la pierna mala que iba perdiendo capacidad motora y trasladando

potencia a sus alas, pudieron quebrantar su ánimo de león, de campeón, de “nervio del pedal”, de

ser alado imbatible.

Muchos en el Barrio Estación seguirán recordando y extrañando a Don Cerutti y

a Juanita, ni qué decir de quienes supervivimos los años más felices de nuestras vidas, cuando

ellos iluminaban todo con su sola presencia. El dolor de su ausencia corpórea es infinito, rememo-

rar lo que dejaron en la vida de tantos es un alivio de luto, pero ante todo embarga el estupor de

comprender que los que aún quedamos ya no estamos del todo, y de que aún permanecen los que

ya no están.

Foto de De la Vía, San Luis, circa 1945.

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AL CAMPEÓN DE RESISTENCIA DE CICLISMO DE LA PROVINCIA MIGUEL CERUTTI

Miguel Cerutti, sos el nervio del pedal.

Por ser bravo, y un correcto caballero,

en carreras de ciclismo sos primero

y primero llegarás siempre al final.

En San Luis de resistencia sos campeón,

contra reloj y en carretera primer plato;

y a la Australiana sos primero para rato,

pues te sobra empuje y corazón.

Del pedal sos orgullo Mercedino,

y corriendo como hasta ahora sin cesar

seguro estoy que nunca has de parar

hasta ser campeón de los campeones argentinos.

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Miguel Cerutti, adelante y adelante

sigue mostrando a los hinchas tu coraje,

y emociona esos pechos palpitantes,

ganando hasta el último embalaje.

FÉLIX MÁXIMO MARÍA, 1950.

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