Mientras no tengamos rostro de C. S. Lewis r1.0.pdf

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  • sta es la historia de Orual, una mujer fea e hija del rey de Gloma; y de Psique, suhermanastra pequea, nia de belleza deslumbrante, vctima de un extraoencantamiento que transformar su vida. Se trata de la reinterpretacin de una viejahistoria de la mitologa griega, presente en la mente del autor durante la mayor parte desu vida, hasta que adquiri lo que sera su forma exacta: una narracin alegrica sobreel destino de los hombres, la bsqueda del rostro autntico del ser humano.

  • C. S. Lewis

    Mientras no tengamos rostroRetorno a un mito

    ePub r1.0Tellus 04.07.13

  • Ttulo original: Till we have faces. A myth retoldC. S. Lewis, 1955Traduccin: Luis Magriny

    Editor digital: TellusePub base r1.0

  • El amor es demasiado jovenpara saber lo que es la conciencia.

    SHAKESPEARE

  • A Joy Davidman

  • PrlogoC. S. Lewis naci en Irlanda en 1898. Estudi en Oxford, donde fue profesor de Literatura inglesa

    medieval y renacentista desde 1925 hasta 1954. Este ao, se traslad a Cambridge, donde siguiimpartiendo sus clases hasta el da de su muerte, en 1963.

    Durante su estancia en Oxford, trab amistad con J. R. R. Tolkien, en quien descubri unprofundo parentesco espiritual. Lewis era ateo, pero poco a poco emprendera una peregrinacininterior que, tras recorrer las diversas parcelas del pensamiento moderno, le condujo a la fe cristiana.Desde entonces, su asombroso sentido comn y su incomparable clarividencia para descubrir elncleo de las cuestiones, produjeron multitud de ensayos teolgicos y filosficos de gran calidad,escritos en un lenguaje sencillo, asequible a todos los pblicos. Prueba de ello es el gran xito editorialque sus libros han alcanzado en Europa y Estados Unidos.

    En este libro, que es una de las pocas obras narrativas del autor, late la pregunta que el hombre detodos los tiempos se ha planteado: quin soy yo? No simplemente quin es el hombre en general,sino qu debe tener la vida para que sea mi vida, cmo lo que pasa puede llegar a ser lo que mepasa, qu debo hacer para que mi apariencia no sea una simple mscara sino mi verdadero rostro. Esla pregunta por el camino que debe seguir el hombre para redescubrir su identidad personal: sunombre propio.

    Para Lewis, el intento de dominar lo que soy, lo que vivo, lo que poseo y lo que amo, revistesiempre un carcter engaoso; querer controlar mi apariencia ante m mismo y ante los dems no dejade ser una mascarada. Por eso slo la apariencia rendida, entregada, sencilla, es convincente. Pero aesta autenticidad no se llega por un camino de esfuerzos excesivamente lcidos, por undesprendimiento inhumano, por una autonegacin que casi sea un suicidio. El camino hacia la luz delpropio rostro discurre con ms simplicidad, sin sospechosas pretensiones ni histerismos, porderroteros de obediencia que desde fuera pueden parecer muy difciles, pero que para elcaminante se hacen asequibles y naturales, y que ste recorre casi sin darse cuenta, con espontneasencillez.

    Para expresar esto, Lewis recurre al mito de Psique y Cupido. La historia que presenta es lahistoria de toda humildad, de toda ingenuidad infantil: la historia del verdadero corazn del hombre,en cuya bsqueda invertimos toda nuestra existencia. Es la historia del rostro autntico del serhumano, rostro que es el nico que puede dar sentido y unidad a los diversos aspectos de tcnica,poder, conocimiento, riqueza de la vida del hombre.

    EDUARDO TERRASA

  • NotaLa historia de Cupido y Psique aparece por vez primera en una de las escasas novelas latinas que

    conservamos, las Metamorfosis (a veces llamada El asno de oro) de Lucio Apuleyo Platnico, quenaci hacia el 125 A. D. Su contenido, en lo que nos atae, es el siguiente:

    Un rey y una reina tenan tres hijas, la menor de las cuales era tan hermosa que los hombres laadoraban como si fuese una diosa y descuidaron por su causa el culto a Venus. Tanto era as quePsique (as se llamaba la hija menor) no tena pretendientes; los hombres veneraban demasiado susupuesta divinidad para aspirar a su mano. El padre, al consultar al orculo de Apolo respecto a sumatrimonio, recibi esta respuesta: No esperes un yerno humano. Abandona a Psique en unamontaa y deja que sea pasto de un dragn. Y l, obedientemente, la abandon.

    Venus, sin embargo, celosa de la belleza de Psique, haba concebido ya su propio castigo: habaordenado a su hijo Cupido que inflamase a la muchacha con una pasin irreprimible por los hombresde ms vil condicin. Cupido se dispona a cumplir el mandato, pero al ver a Psique l mismo seenamor. Apenas la abandonaron en la montaa, hizo que el Viento de Poniente (el Cfiro) se lallevase a un lugar secreto donde l haba dispuesto un magnfico palacio. All la visitaba por lasnoches y gozaba de su amor; le prohibi, no obstante, ver su rostro. Poco despus ella le pidipermiso para que sus dos hermanas fueran a visitarla. El dios consinti de mala gana, pero las llevvolando al palacio. Agasajadas como reinas, las hermanas expresaron gran satisfaccin a la vista detodo aquel esplendor. Pero por dentro la envidia las reconcoma porque sus maridos no eran dioses,ni sus casas tan hermosas como la de su hermana.

    As pues, se confabularon para destruir su dicha. Al volver a visitarla le hicieron creer que sumisterioso marido deba ser en realidad una monstruosa serpiente. Esta noche le dijeron ve a tualcoba con una lmpara tapada con un velo y un cuchillo afilado. Cuando l se haya dormido,descubre la lmpara (vers el horror que yace en tu lecho) y mtalo de una pualada. Psique,crdula, prometi hacerlo.

    Cuando destap la lmpara y vio al dios durmiente, lo mir rebosante de amor, hasta que de lalmpara cay una gota de aceite caliente sobre su hombro y lo despert. Cupido, en pie de un salto,despleg sus brillantes alas, y, recriminndola, ante su vista se evapor.

    Las dos hermanas no pudieron disfrutar a sus anchas de la mala accin, pues Cupido tommedidas para causarles la muerte. Entretanto Psique erraba sin rumbo, maldita y desolada, deseandoahogarse en el primer ro que le saliera a su camino; pero el dios Pan malogr su intento y la conmina no repetirlo nunca ms. Tras muchas calamidades cay en manos de su ms encarnizada enemiga,Venus, que la tom como esclava, atormentndola e imponindole obligaciones que nadie habra sidocapaz de sobrellevar. La primera de ellas, que consista en seleccionar semillas colocndolas enmontones separados, pudo cumplirla gracias a la ayuda de unas solcitas hormigas. Seguidamente,tuvo que hacerse con un mechn del vellocino de oro de ciertos corderos asesinos de hombres; a laorilla de un ro, un junco le susurr al odo que poda hacerlo recogiendo la lana que quedaba enredadaentre los arbustos. Despus, tuvo que llenar una copa con agua de la Estigia, adonde slo podallegarse trepando a la cumbre de unas montaas intransitables; pero un guila sali a su encuentro,tom la copa de sus manos y se la devolvi llena de aquella agua. Por ltimo, enviada al mundoinferior, hubo de ir a buscar para Venus, y encerrar en una caja, la belleza de Persfone, la Reina de

  • los Muertos. Una voz misteriosa le indic la manera de llegar hasta Persfone sin perder por ello laocasin de regresar a nuestro mundo: durante el trayecto, varias personas, aparentemente dignas desu compasin, le suplicaran ayuda, pero ella no tena que hacerles caso. Y cuando Persfone leentregase la caja (que contena su belleza), en ningn caso deba abrirla para mirar en su interior.Psique obedeci en todo y regres con la caja al mundo superior, pero en ese momento la curiosidadla pudo y acab mirando lo que haba dentro. Al instante se desmay.

    Cupido volvi entonces junto a ella, pero esta vez fue para perdonarla. Intercedi ante Jpiter,quien autoriz sus bodas y consinti en convertir a Psique en una diosa. Venus se avino a ello, ytodos vivieron felices para siempre jams.

    Mi modificacin principal en esta versin ha consistido en hacer que el palacio de Psique seainvisible a los ojos normales, mortales si hacer no es una palabra equvoca para algo que se meimpuso por s mismo, desde la primera vez que le la historia, como lo que realmente tuvo que ser.Este cambio de rumbo comporta un motivo ms ambiguo y un carcter distinto para mi herona y,finalmente, altera por completo la naturaleza del relato. Me sent libre para seguir a Apuleyo, a quienveo como su transmisor, no como su creador. Nada ms lejos de mi nimo que recuperar la peculiarnaturaleza de las Metamorfosis: esa extraa mezcla de novela picaresca, cmic de terror, tratadomistaggico, pornografa y ejercicio de estilo. Apuleyo fue, por descontado, un hombre de genio:pero en lo que se refiere a mi trabajo es una fuente, no una influencia o un modelo.

    Su versin ha sido seguida muy de cerca por William Morris (en The Earthly Paradise) y porRobert Bridges (Eros and Psyche). Ninguno de los poemas revela, en mi opinin, lo mejor de susautores. La versin completa de las Metamorfosis fue traducida por ltima vez por Mr. RobertGraves (Penguin Books, 1950).

    C. S. Lewis

    En otra ocasin, C. S. Lewis escribi sobre Mientras no tengamos rostro:

    Esta reinterpretacin de una vieja historia ha permanecido en el pensamiento de su autor,adquiriendo con los aos mayor densidad y solidez, desde antes de su licenciatura. Podra decirse,pues, que ha trabajado en ella la mayor parte de su vida. Recientemente, se le revel en la que parecaser su forma justa, y de pronto los motivos encajaron unos en otros: la narracin cruda de la barbarie,los pensamientos de una mujer fea, ciega idolatra en pugna con plidas luces y con la visin, y losestragos que una vocacin, una fe incluso, causa en la vida humana.

  • Primera parte

  • Captulo Primero

    Soy vieja ya y la ira de los dioses no me inquieta demasiado. No tengo ni esposo ni hijo ni unamigo siquiera a quien puedan hacer dao. Mi cuerpo, esta esculida carroa a la que an hay quelavar y alimentar y vestir diariamente con tantas mudas, pueden destruirlo cuando les plazca. Lasucesin est prevista. La corona pasa a mi sobrino.

    Libre, pues, de temor, voy a escribir en este libro lo que nadie en posesin de la felicidad seatrevera a escribir. Acusar a los dioses; especialmente al dios que habita la Montaa Gris. Voy acontar, en fin, desde el principio, todo lo que me ha hecho, como si expusiera mis cargos ante un juez.Pero no hay quien juzgue entre dioses y hombres, y el dios de la montaa no va a replicar. El terror ylas calamidades no son una rplica. Escribo en griego, tal y como mi viejo maestro me ense. Quizalgn da un viajero de esas tierras vuelva a alojarse en este palacio y lea el libro. Quiz lo comenteentre los suyos, que pueden, incluso respecto a los dioses, expresarse con gran libertad. Tal vez sussabios entiendan mejor mi querella, si es justa o si el dios hubiera podido defenderse en caso de haberreplicado.

    Yo era Orual, la hija mayor de Trom, rey de Gloma. Para un viajero que venga del sudeste, laciudad de Gloma se encuentra a la izquierda del ro Shennit, a no ms de un da de viaje desde Ringal,la ciudad ms meridional de los dominios de Gloma. La ciudad est emplazada de espaldas al ro, a ladistancia que puede recorrer una mujer en un tercio de hora; porque la ribera del Shennit se inunda enprimavera. En verano, pues, el lodo se secaba a uno y otro lado del ro, y se llenaba de juncos y deaves acuticas. Pasado el vado del Shennit, casi a la misma distancia que media entre ste y nuestraciudad, se llega a la sagrada mansin de Ungit. Y, pasada la mansin de Ungit (yendo siempre haciaoccidente y luego al norte), se encuentra uno sin demora en las estribaciones de la Montaa Gris. Eldios de la Montaa Gris, que me odia, es el hijo de Ungit. l no vive, sin embargo, en la mansin deUngit: all est Ungit sola, sentada. Sentada en el ltimo rincn de la casa, donde todo est tan oscuroque apenas se la puede distinguir, y donde tan slo en verano puede ocurrir que se filtre, entre losrespiraderos del tejado, luz suficiente para dejrnosla entrever. Es una piedra negra sin cabeza, sinmanos, sin rostro, y es una diosa muy poderosa. Mi viejo maestro, al que llambamos el Zorro, decaque era la misma a quien los griegos dan el nombre de Afrodita; pero los nombres de gentes y lugaresyo los escribo en nuestra propia lengua.

    Empezar mi relato el da en que muri mi madre y nos cortaron el pelo, segn costumbre. ElZorro aunque por entonces an no lo tenamos con nosotros deca que es costumbre aprendidade los griegos. Batta, la nodriza, nos lo cort a m y a mi hermana Redival fuera del palacio, a los piesdel jardn que se extiende, en marcada pendiente, hacia la colina de atrs. Redival era mi hermana ytena tres aos menos que yo; las dos ramos, todava, hijas nicas. Mientras Batta se ocupaba conlas tijeras, otras muchas esclavas nos rodeaban, llorando a ratos la muerte de la reina y gopendose elpecho; pero entre una cosa y otra gastaban bromas y coman nueces. A medida que los rizos deRedival caan al suelo a golpe de tijera, las esclavas iban diciendo: Ay, qu lstima! Tanto oroechado a perder!. Nada parecido haban dicho cuando me lo cortaban a m. Sin embargo, de aquellatarde de verano, lo que ms recuerdo es el fro que sent en la cabeza, y el calor del sol en la nuca,cuando Redival y yo estbamos haciendo castillos de barro.

    Nuestra nodriza Batta era una mujer rubia, de grandes huesos y fuertes manos, que mi padre

  • haba comprado a unos mercaderes que la trajeron del lejano Norte. Cuando la hacamos rabiar, soladecirnos: Ya veris cuando vuestro padre os traiga una nueva reina y sea vuestra madrastra.Entonces cambiarn las cosas para vosotras. Comeris queso rancio en lugar de tortas de miel, y lechesin nata en vez de vino tinto. Ya veris, ya.

    El rumbo que tomaron los acontecimientos hizo que, antes de que nos trajeran una madrastra, nostrajeran otra cosa. Aquel da haba habido una gran helada. Redival y yo, con unas botas que noshaban puesto (la mayor parte de las veces bamos descalzas o con sandalias), tratbamos de patinarpor el patio que hay detrs de la parte ms antigua del palacio, la que tiene las paredes de madera. Elcamino desde la puerta del cobertizo al gran estercolero estaba todo cubierto de hielo, entre charcos yrestos congelados de leche derramada y de orina de las bestias; pero la superficie era demasiadodesigual para patinar. De pronto sali Batta, llamndonos con la nariz roja de fro:

    Rpido, rpido! Ay de vosotras, cochinas! Lavaos enseguida y presentaos ante el rey. Yaveris quin os espera. Pues no van a cambiar ahora las cosas para vosotras!

    Quin es? La madrastra? pregunt Redival.Algo peor, mucho peor, ya veris respondi Batta, limpiando la cara de Redival con la punta

    de su delantal. Os esperan a las dos muchos latigazos, muchos tirones de orejas, muchos y durostrabajos.

    De este modo, deprisa y corriendo, nos llev a las nuevas dependencias del palacio, todas ellas deladrillo pintado, con guardias armados, y pieles y cabezas de animales colgando de las paredes.Nuestro padre estaba de pie en la Sala de las Columnas, junto al hogar, y a su lado, en ropas de viaje,haba tres hombres a quienes conocamos bastante bien: eran mercaderes que venan a Gloma tresveces al ao. Acababan de recoger sus balanzas, por lo que supimos que se les haba pagado por algo,y uno de ellos estaba guardando un par de grilletes, por lo que supimos que acababan de vender unesclavo a nuestro padre. Haba tambin entre ellos un hombre de baja estatura y complexin gruesa,del que pensamos enseguida que deba tratarse del hombre que le haban vendido, porque todava sele podan ver en las piernas las magulladuras de los hierros. Sin embargo, no se pareca a esclavoalguno que hubiramos visto jams. Sus ojos brillaban con intensidad y su barba y su pelo, cuando noeran grises, eran rojizos.

    Pues bien, griego mo deca mi padre al hombre aquel, tengo esperanzas de engendrar unprncipe un da de stos, y quiero verlo crecer en medio de toda la sabidura de vuestro pueblo.Mientras tanto, habrs de practicar con ellas nos seal a nosotras, las nias. Si un hombre escapaz de ensear algo a una muchacha, bien puede ensear cualquier cosa. Justo antes dedespedirnos, aadi: Especialmente a la mayor. A ver si puedes hacer de ella una mujer sabia; esprcticamente su nica solucin.

    Yo no entend nada, pero saba, desde que tengo memoria, que cosas como sas eran las que lagente deca de m.

    He querido al Zorro, como mi padre lo llamaba, ms que nadie. Habrase dicho que un hombreque haba sido libre en Grecia, luego prisionero de guerra y por fin vendido entre brbaros lejos de sutierra, hubiera de mostrarse abatido. Y as era, a veces; probablemente ms de lo que yo, a mis pocosaos, pudiera imaginar. Pero jams le o lamentarse; y nunca le o jactarse (como se jactaban todos losdems esclavos extranjeros) del gran hombre que haba sido en su pas natal. Saba darse nimos conproverbios de toda clase: Ningn hombre es un verdadero exiliado si recuerda que el mundo entero

  • es una sola ciudad, y tambin: Las cosas son buenas o malas segn las hace nuestra opinin. Sinembargo, creo que lo que de verdad haca de l un hombre tan animoso era su curiosidad. Nunca heconocido a nadie que hiciera tantas preguntas. Quera saberlo todo de nuestra tierra y de nuestralengua, de nuestros antepasados y dioses, y hasta de nuestras flores y plantas.

    As fue como hube de contarle todo lo que saba de Ungit, de las muchachas que tiene en sumorada bajo su custodia, de los regalos que tienen que hacerle las jvenes desposadas, y de cmo devez en cuando, cuando el ao es malo, tenemos que cortarle a alguien el pescuezo y verter sobre ellala sangre derramada. Se estremeci cuando dije esto y murmur algo entre dientes; un momentodespus dijo:

    S, sin duda es Afrodita, aunque se parece ms a la Afrodita babilnica que a la griega. Y ahoraescucha: te contar una historia de la nuestra.

    Su voz se volvi ms rtmica y profunda y me cont cmo su Afrodita se haba enamorado unavez del prncipe Anquises, mientras ste apacentaba los rebaos de su padre en la ladera de unamontaa llamada Ida. Y cmo, a medida que descenda por las verdes laderas hacia su cabaa depastor, se le acercaron leones y linces y osos y fieras de toda condicin, que no tardaron en retirarsepor parejas para entregarse a las delicias del amor. Ella, oscureciendo su halo, haba querido adoptarla forma de una mujer mortal, y as se present ante Anquises, y lo sedujo, y juntos se encaminaronhacia su lecho. Sospecho que el Zorro, llegado a este punto, hubiese querido dar por terminada lahistoria; pero la poesa se haba apoderado de l y tuvo que continuar: y cont cmo Anquises, aldespertar de su sueo, vio a Afrodita de pie junto a la puerta de la cabaa, ya no como mortal sinocon todo su esplendor. As se dio cuenta de que haba yacido con una diosa, y, tapndose los ojos,grit: Pues ahora, mtame.

    Nada de esto ocurri en realidad, no hay ni que decirlo dijo el Zorro de pronto. Son slomentiras de poeta, pequea, mentiras de poeta. Sin ajuste con la naturaleza haba dicho, sinembargo, lo suficiente para darme a entender que, si la diosa griega era ms hermosa que la de Gloma,no era en absoluto menos terrible.

    Con el Zorro siempre pasaba igual; se avergonzaba de que le gustase la poesa (Simples locuras,pequea), y yo tena que esforzarme mucho en lectura, escritura y lo que l llamaba filosofa parasacarle un solo poema. Pero de este modo, poco a poco, lleg a ensearme muchos. Virtud, que elhombre anhela con trabajos y fatigas era el que mereca sus mayores elogios, pero a m no meengaaba. Su voz encontraba el autntico tono, y el autntico brillo acuda a sus ojos, cuando nosembarcbamos en Llvame a la tierra frtil de las manzanas. o en

    La Luna se ha puestomas yo solo duermo.

    Siempre cantaba esa cancin con mucha ternura, como si algo le hiciese compadecerse de m. Yoera su preferida, ms que Redival, que odiaba estudiar y se burlaba y lo importunaba, e incitaba a lasesclavas a jugarle malas pasadas.

    Generalmente (en verano) trabajbamos en la pequea parcela de hierba que hay tras los perales;all estbamos un da en que el rey vino a vernos. Todos nos levantamos, por supuesto, nosotros dosy una esclava, con la mirada baja y las manos cruzadas sobre el pecho. El rey se dirigi al Zorro con

  • una palmada amistosa en la espalda y le dijo:Valor, Zorro. Ruega a los dioses porque todava te queda un prncipe que educar. Y

    agradceselo tambin, Zorro, porque no siempre un pobre griego tiene la ocasin de guiar al nieto deun rey tan grande como el que va a ser mi suegro. Pero estoy convencido de que estas cosas ni lassabes ni te importan un comino. All, en tierras de Grecia, no sois todos buhoneros y vagabundos?

    No somos acaso todos hombres de una misma sangre, seor? dijo el Zorro.Una misma sangre? dijo el rey mirndolo fijamente y con una fiera risotada. Me

    disgustara pensar que fuese as.Al final fue, pues, el mismo rey y no Batta quien hubo de decirnos que la madrastra estaba al

    caer. Mi padre haba hecho un buen partido. Iba a casarse con la tercera hija del rey de Cafad, el reyms poderoso a este lado del mundo. (Ahora comprendo por qu Cafad quera establecer una alianzacon un reino tan pobre como el nuestro, y me he hecho cruces de que mi padre no fuese capaz de verque su suegro era ya un hombre acabado. Aquel matrimonio era por s mismo una prueba de ello).

    No debieron de transcurrir muchas semanas antes de que se celebrasen las bodas, pero en mimemoria es como si los preparativos hubiesen durado casi un ao. Toda la obra de ladrillo querodeaba la gran entrada se pint de escarlata, la Sala de las Columnas se adorn con nuevascolgaduras, y el rey compr un gran lecho real cuyo coste fue superior a su prudencia. Estaba hechode cierta madera procedente de occidente, y se le atribua la virtud de que de cada cinco hijos que seengendraran en l cuatro seran varones. (Un montn de tonteras haba dicho el Zorro estascosas, pequea, suceden por causas naturales.). Y a medida que el da se aproximaba no se haca otracosa que reunir y matar animales el hedor de sus pieles se esparca de punta a punta del patio,hornear comida y preparar brebajes. Las nias apenas tuvimos tiempo de curiosear de una sala a otra,estorbando y fisgndolo todo, pues al rey se le ocurri de repente que Redival y yo, junto a docemuchachas ms, hijas de nobles, cantramos el himno nupcial. Y no poda ser, segn su gusto, sinoun himno griego, ya que eso era algo que no estaba al alcance de ningn otro rey.

    Pero, seor dijo el Zorro, con lgrimas en los ojos.Ensales, Zorro, ensales rugi mi padre. De qu me sirve llenar de manjares y licores

    esta panza griega si no soy capaz de sacarte ni una cancin para mi noche de bodas? Qu significaesto? Nadie te ha pedido que les ensees griego: claro que no entendern lo que cantan, pero puedenimitar los sonidos. Ponte a ello enseguida si no quieres que se te ponga el trasero ms colorado que labarba.

    Era una locura de plan; el Zorro nos dijo luego que ensearnos aquel himno, a nosotras, hijas de labarbarie, fue lo que hizo que su ltimo cabello rojo se volviera blanco.

    Yo era un zorro dijo, ahora soy un tejn.En cuanto hicimos algunos progresos, el rey llam al sacerdote de Ungit para que viniera a ornos.

    El miedo que me daba aquel sacerdote era bien distinto del que me daba mi padre. Creo que lo que measustaba (en aquellos das tempranos) era lo sagrado del olor que dejaba a su paso: un olor a templo ya sangre (sangre de paloma, sobre todo, aunque tambin ofreca sacrificios humanos), a carnequemada y a pelo chamuscado, a vino y a incienso viciado. Es el olor de Ungit. Tal vez tambin susvestiduras me asustasen: las pieles de que estaban hechas, las vejigas secas, y la gran mscara enforma de cabeza de pjaro que colgaba de su pecho. Pareca que a su cuerpo le haba salido un pjaro.

    No entendi ni una sola palabra del himno, ni siquiera la msica, pero pregunt:

  • Van a llevar velo las muchachas, o no?Qu pregunta! contest el rey con una de sus grandes carcajadas, sealndome con el pulgar

    . Acaso crees que voy a permitir que mi reina se asuste de lo que vean sus ojos? Claro quellevarn velo. Y bien tupido, por cierto.

    Una de las muchachas dej escapar una risita; creo que aqulla fue la primera vez que comprendque era fea.

    Esto me hizo temer a la madrastra ms que nada. Pens que iba a tratarme con mayor crueldadque a Redival por culpa de mi fealdad. No era slo lo que haba dicho Batta lo que me asustaba; sabalo que era una madrastra gracias a un montn de historias que haba odo contar. Y cuando lleg lanoche y estbamos todos en el prtico, casi cegados por las antorchas, esforzndonos mal que bienen cantar el himno como el Zorro nos haba enseado y l no dej de fruncir el entrecejo, de sonrery de asentir con la cabeza mientras lo hacamos, y una vez alz las manos en un gesto de horror,mi cabeza daba vueltas al son de todo aquello que se les haca a las nias en todas aquellas historias.Luego omos gritos de fuera, llegaron ms antorchas, y en un momento sacaron en alto a la novia delcarruaje. Llevaba un velo tan tupido como el nuestro, y no pudimos ver nada salvo que era muypequea; era como si estuviesen levantando a una nia en brazos. Pero esto no apacigu mis temores;cuanto ms pequeo, ms malvado, dice nuestro refrn. Por ltimo (sin dejar de cantar) lacondujimos a la cmara nupcial y all le quitamos el velo.

    Ahora s que el rostro que vi era hermoso, aunque entonces ni lo pens. Lo nico que pude ver esque estaba asustada, ms asustada que yo: aterrorizada, dira. Record cmo la miraba mi padre, unmomento antes, cuando ella tuvo su primera impresin de l, mientras la aguardaba para recibirla enel prtico. Su frente, su boca, su gesto, su grosor, su voz, no eran los idneos para calmar los nimosde una muchacha amedrentada.

    Pieza a pieza, la desprendimos de sus galas, y cada vez se volva ms pequea; depositamos sucuerpo blanco y trmulo, inquisitivos los ojos, sobre la cama del rey; despus, en procesin, nosmarchamos. Habamos cantado muy mal.

  • Captulo II

    Poco puedo decir de la segunda esposa de mi padre, pues no sobrevivi a su primer ao enGloma. Qued encinta tan pronto como la naturaleza lo permiti, y el rey se mostr tanentusiasmado que rara vez dejaba de cruzarse con el Zorro sin decirle algo sobre el prncipe que habade nacer. Despus de esto todos los meses ofreci grandes sacrificios a Ungit. Lo que se coca entre lareina y l no lo s; tan slo una vez que llegaron mensajeros de Cafad le o decir: Muchachita,empiezo a pensar que he guiado mi rebao a un mal mercado. Me estoy dando cuenta de que tu padreha perdido ya dos ciudades no, tres, aunque l tenga sus excusas para disimularlo. Si me hubiesedicho que se estaba hundiendo antes de convencerme para embarcarme en este naufragio, le habraquedado muy agradecido. (Yo estaba secndome el pelo despus del bao, con la cabeza apoyada enel alfizar de la ventana, mientras ellos paseaban por el jardn). Sea como fuere, lo cierto es queechaba mucho de menos su hogar, y yo creo que nuestro invierno era demasiado duro para suconstitucin meridional. No tard en adelgazar y ponerse plida. Yo me di cuenta de que nada tenaque temer.

    Al principio, ella me tema ms a m; luego, muy amable dentro de su timidez, se comportconmigo ms como una hermana que como una madrastra.

    La noche del parto, por descontado, nadie se acost en la casa, porque eso dicen hace que elnio se niegue a despertar al mundo. Estbamos todos sentados en la gran antesala que hay entre laSala de las Columnas y la Alcoba Real, bajo el rojo resplandor de las antorchas natalicias. Las puertastenan que estar todas abiertas, de manera que las llamas oscilaban y se escabullan de un modovertiginoso. En el centro de la antesala arda un gran fuego. Cada hora, el sacerdote de Ungit dabanueve vueltas en torno a l y echaba a las llamas las cosas de rigor. El rey estaba sentado en su silla yno hizo ni un ligero movimiento de cabeza en toda la noche. Yo estaba al lado del Zorro.

    Abuelo le dije, en un susurro, tengo mucho miedo.Pequea, debemos aprender a no temer nada que venga de la naturaleza me contest, con

    otro susurro.Deb quedarme dormida despus de esto, porque lo primero que recuerdo son los gemidos y los

    golpes en el pecho de las mujeres, tal como los o el da en que muri mi madre. Todo haba cambiadomientras dorma. Estaba temblando de fro. El fuego se haba consumido lentamente, la silla del reyestaba vaca, la puerta de la Alcoba Real haba sido cerrada por fin, y los ecos terribles que de allllegaban haban cesado. Tambin deba de haberse ofrecido algn sacrifico, porque el olor a muertesegua presente y se vea sangre en el suelo, y el sacerdote estaba limpiando su cuchillo sagrado. Yodeba hallarme an entumecida por el sueo, porque mi primera reaccin fue una idea de lo msdisparatado: tena que ir a ver a la reina. El Zorro me detuvo mucho antes de que lograra llegar a lapuerta de la Alcoba Real.

    Hija ma, hija ma deca, ahora no, ests loca? El reyEn este momento se abri la puerta de un golpe y sali mi padre. La cara que pona me despert

    del todo, porque estaba plido de ira. Me eran conocidas las formas de su ira: cuando era roja,vociferaba y bramaba como un trueno, pero poco ms caba esperar; en cambio, cuando era plida,era fatal. Vino, orden, en voz no muy alta; y sa era tambin mala seal. Los esclavos, comosuelen hacer cuando tienen miedo de algo, obligaron a adelantarse al que poda considerarse, entre

  • ellos, el favorito. El muchacho, blanco como su seor y ataviado con sus mejores galas (mi padrevesta muy elegantemente a los esclavos jvenes), acudi corriendo con el jarro y la copa reales,resbal con la sangre, se tambale, y jarro y copa cayeron de sus manos. Rpido como elpensamiento, mi padre desenvain su daga y se la clav en el costado. El muchacho se desplom,muerto, sobre la sangre y el vino, y en su cada empuj el jarro rodando por el suelo. Hizo muchoruido en medio de aquel silencio; hasta ese momento jams me haba parado a pensar que la superficiede la sala fuese tan desigual. (Desde entonces la he hecho pulir varias veces).

    Mi padre contempl por un momento su daga; estpidamente, daba la impresin. Pero enseguida,con gran dignidad, dio un paso hacia el sacerdote.

    Y ahora, qu tiene Ungit que decir a esto? pregunt, todava con la voz tranquila. Sermejor que me devolvis lo que me debe. Cundo vais a pagarme mi buen ganado? Tras una pausa,continu: Dime, profeta, qu ocurrira si hiciese polvo a Ungit de un martillazo y te atase a tientre el martillo y la piedra?

    El sacerdote, no obstante, no mostr el menor temor ante el rey.Ungit lo oye todo, rey, incluso en este momento dijo. Y Ungit lo va a recordar. Has dicho

    ya bastante para atraer la perdicin sobre tu linaje.Mi linaje! exclam el rey, y t me hablas de linaje? todava muy tranquilo, pero ya

    vacilando. El hielo de su ira iba a estallar en cualquier momento. El cadver del muchacho atrajo suatencin. Y esto, quin ha hecho esto? pregunt. Se fij entonces en el Zorro y en m. Todo surostro se inyect de sangre en un momento, y al fin surgi de su pecho el potente rugido queresonaba hasta el techo.

    Nias, nias, slo nias! tron. Y ahora, una ms! Cundo terminar esto? Es que hayuna plaga de nias en el cielo para que los dioses tengan que descargar sobre m este diluvio? Tt me cogi del pelo, tirndome de ac para all, y me arroj de su lado de tal manera que ca alsuelo hecha un ovillo. Hay ocasiones en las que incluso una nia sabe que hay cosas mejores quehacer que ponerse a llorar. Cuando pas la ofuscacin y consegu ver de nuevo, estaba agarrando alZorro del pescuezo.

    He aqu a un viejo charlatn que ya ha engordado bastante a mi costa deca. En vista de losresultados, ms me habra valido comprarme un perro. Pero no voy a alimentar tu holgazanera ni unminuto ms. Que alguno de vosotros se lo lleve maana a las minas. Todava le sacaremos a estosviejos huesos una semana de trabajo.

    En la sala se hizo un silencio mortal. De pronto, el rey levant las manos y, dando una patada,grit:

    Qu os pasa, pasmarotes? Qu estis mirando? Serais capaces de volver loco a cualquiera.Largo! Fuera! Fuera de mi vista! Todos! Hatajo de!

    Estuvimos fuera tan pronto como nos lo permitieron las piernas.El Zorro y yo salimos por la pequea puerta del jardn de hierba que da a occidente. Ya casi era

    de da y haba empezado a caer una ligera llovizna.Abuelo dije, en un sollozo, huye, huye ahora mismo. Enseguida, antes de que vengan y te

    lleven a las minas.Sacudi la cabeza.Soy demasiado viejo y no llegara lejos me dijo. Y ya sabes qu hace el rey con los

  • esclavos que se escapan.Pero y las minas? Las minas! Vamos, yo ir contigo. Si nos cogen, dir que yo te he obligado.

    Casi habremos salido de Gloma cuando lleguemos all sealaba la cresta de la Montaa Gris, trascuya oscuridad despuntaba en aquel momento, visto a travs del sesgo de la lluvia, un blancoamanecer.

    Esto es una locura, hija ma me dijo, acaricindome como a una nia pequea. Creeran quete haba robado para venderte. No, debo volar ms lejos. Y t me ayudars. All abajo, en el ro, t laconoces, crece una pequea planta que tiene en su tallo pequeas manchas de color prpura. Son lasraces de esta planta lo que necesito.

    Veneno?Bueno, eso es. No llores, pequea, no llores as. No te he dicho a menudo que, cuando hay

    una buena razn, dejar la vida por propia voluntad es una cosa que comulga con la naturaleza?Tenemos que ver la vida como

    Dicen que quienes se van de este modo acaban revolcndose en el lodo all abajo, en losinfiernos.

    Chssst! Todava crees en esas ideas brbaras? Al morir nos disolvemos en nuestroselementos. Es que tengo que aceptar nacer y ponerle reparos a?

    Oh, ya s, ya s. Pero, abuelo, crees de verdad, de todo corazn, que nada es cierto de lo quese dice de los dioses y los de All Arriba? S que crees, s. Ests temblando.

    sta es mi desgracia. Mi cuerpo tiembla. Y no tengo necesidad alguna de dejar que tiemble eldios que hay dentro de m. No he cargado ya demasiado tiempo con este cuerpo para permitirle alfinal que me deje en ridculo? Basta ya, estamos perdiendo el tiempo.

    Escucha! dije. Qu se oye? tal era mi estado que cualquier ruido me haca temblar.Son caballos contest el Zorro, mirando atentamente a travs del seto de espinos, forzando

    la vista contra la lluvia. Van hacia la puerta principal. Mensajeros de Fars, por su aspecto. Y estotampoco calmar el talante de nuestro rey. Quiz ah, ya es demasiado tarde.

    De puertas adentro haban empezado a orse voces:El Zorro! Buscad al Zorro! El rey lo llama!Lo mismo da ir a rastras que por tu propio pie me dijo. Adis, hija ma y me bes, a la

    manera griega, en los ojos y en la cabeza. Pero yo lo segu. Se me haba ocurrido una idea paradesafiar al rey; aunque no saba muy bien si lo que quera era suplicarle, maldecirlo o matarlo.

    Pero al entrar en la Sala de las Columnas, vimos que se haban congregado muchos extranjeros, y,desde la puerta abierta, al rey que gritaba:

    Vamos, Zorro, tengo un trabajo para ti.Y a m, al verme, me dijo:Y t, cara de vinagre, lrgate con las mujeres y no vengas aqu a amargarnos a los hombres

    nuestra bebida matutina.No recuerdo (hablando de cosas puramente terrenales) haber pasado tanto miedo en mi vida como

    el que pas el resto de aquel da; un miedo que se siente como un vaco que hubiese entre el pecho yel vientre. No saba si deba atreverme o no a buscar consuelo en las ltimas palabras del rey, porquesonaron como si su ira hubiese pasado, pero como si pudiera volver a arder. Por otra parte, yo lehaba visto cometer crueldades llevado no por la ira, sino por una especie de macabro humor, o

  • porque hubiese recordado que haba jurado hacerlas cuando estaba enojado. Ya haba enviado antes alas minas a algunos viejos esclavos que servan en la casa. Y ni siquiera pude estar a solas con miterror, porque enseguida hela aqu vino Batta a cortarnos el pelo a Redival y a m, igual quecuando muri mi madre, y a hacer su gran narracin (con chasquidos de lengua) de la muerte de lareina al dar a luz, lo que yo ya saba por los llantos que haba odo, y de cmo la nia habasobrevivido al parto. Me sent mientras me rapaba pensando que, si el Zorro haba de morir en lasminas, era una buena ocasin para ofrendar mi cabello. Escaso y lacio y deslustrado, yaca en el suelojunto a los rizos dorados de Redival.

    Por la noche vino el Zorro a decirme que lo de las minas era asunto zanjado, por el momento.Algo que a menudo me haba contrariado se haba convertido ahora en nuestra salvacin.ltimamente, da a da, el rey haba ido privndonos de la compaa del Zorro para llevrselo con l atrabajar a la Sala de las Columnas; haba empezado a darse cuenta de que el Zorro poda hacer cuentasy leer y escribir cartas (al principio slo en griego, pero luego tambin en la lengua de nuestra tierra)y dar consejo mejor que cualquier hombre de Gloma. Aquel mismo da le haba enseado cmomanejar un asunto con el rey de Fars mucho mejor de lo que l hubiese podido hacerlo por s mismo.El Zorro era un autntico griego; all donde mi padre slo saba responder con un s o con un no aalgn rey vecino o noble peligroso, l poda reducir el significado de un s a la mnima expresin ysuavizar un no hasta que pasara como el vino. Poda hacer creer a tu enemigo dbil que eras su mejoramigo, y a tu enemigo poderoso que eras dos veces ms fuerte de lo que eras en realidad. Erademasiado til para que lo mandaran a las minas.

    Al tercer da incineraron el cuerpo de la reina, y mi padre le puso a la nia el nombre de Istra.Es un buen nombre dijo el Zorro, un nombre muy bonito. Y t ya sabes bastante como

    para decrmelo en griego.Sera Psique, abuelo respond.Los recin nacidos no eran novedad en el palacio; el lugar iba amplindose con los retoos de las

    esclavas y los bastardos de mi padre. A veces, ste deca: Pillastres indecentes! Cualquiera diraque sta es la casa de Ungit y no la ma, y amenazaba con ahogar a una docena de ellos como quienahoga a unos perritos ciegos. Pero en el fondo de su corazn tena en el mejor concepto a todoesclavo que dejara preadas a la mitad de las doncellas del lugar, especialmente si stas daban a luz unvarn. (Las muchachas, si no pasaban a convertirse en uno de sus caprichos, solan ser vendidascuando alcanzaban la madurez; algunas eran entregadas a la casa de Ungit). Con todo ello, y dado quealgo haba querido yo a la reina, fui a ver a Psique aquella misma noche, en cuanto el Zorro hubopuesto paz en mis pensamientos. Y as, en una hora, pas de la peor angustia jams sufrida al iniciode todas mis alegras.

    La nia era muy grande, y no una cosita debilucha, como la que se podra haber esperado de unamadre de tal complexin, y tena la piel muy clara. Habrase dicho que, gracias a ella, brillaba todo elngulo de la habitacin que la cobijaba. Dorma (levsimo era el son de su aliento). Nunca hubo unania tan pacfica como Psique en sus das de cuna. Mientras la contemplaba, entr el Zorro, depuntillas, y se puso a mirarla por encima de mi hombro.

    Por los dioses susurr, vaya viejo loco que soy! Ahora casi podra creer que algo desangre divina corre por las venas de vuestra familia. La misma Helena, recin salida del cascarn, nodeba ser mejor.

  • Batta le haba puesto por nodriza a una mujer pelirroja y mal encarada, con un gusto excesivo(como Batta misma) por la bebida. Pronto me las compuse para quitarles a la nia de las manos.Tom para ella, para que fuese su nodriza, a una mujer libre, la mujer de un campesino, todo lo sanay honrada que pude encontrar, y de este modo consegu tenerlas a las dos en mi alcoba todas lasnoches. Batta se sinti, por lo dems, agradecida de que alguien hiciese su trabajo, y el rey ni lo suponi le import. El Zorro me adverta: Hija, no debes abrumarte con tantos trabajos, ni aunque la niasea hermosa como una diosa. Pero yo me rea descaradamente. Creo que re ms en aquellos das queen toda mi vida anterior. Trabajos? Si perda el sueo era slo por el placer de contemplar a Psique.Y si me rea era porque ella rea. Empez a rer ya antes de cumplir su tercer mes. Y a m ya meconoca (aunque el Zorro dijese lo contrario) antes del segundo.

    ste fue el comienzo de mis mejores das. El amor que el Zorro senta por la nia era maravilloso;tuve la impresin de que, en un tiempo lejano, cuando era libre, l tambin haba tenido una hija.Ahora se portaba como un autntico abuelo. Y siempre estbamos los tres el Zorro, Psique y yo, solos y juntos. Redival siempre haba odiado los estudios y, si no hubiese sido por temor al rey,ni siquiera se habra acercado al Zorro. Ahora, por lo visto, el rey haba dejado de pensar en sus treshijas, y Redival andaba a su aire. Estaba creciendo, sus senos se redondeaban, sus largas piernascobraban forma. Prometa ser bastante hermosa, pero nunca como Psique.

    De la belleza de Psique la belleza que le corresponda segn la edad slo puede decirse esto:que no se daban, despus de verla, dos opiniones sobre ella, ya la hubiese visto un hombre o unamujer. Era una belleza que no deslumbraba hasta despus de dejarla de mirar y meditar sobre ella.Mientras estaba a tu lado, no deslumbraba. Pareca la cosa ms natural del mundo. Como al Zorro legustaba decir, se ajustaba a la naturaleza; era lo que cualquier mujer cualquier cosa inclusodeba haber sido y estaba destinada a ser si no se hubiese perdido en el camino por algn designio delazar. De hecho, al mirarla, una crea por un momento que no la haba perdido. Creaba belleza a sualrededor. Cuando dejaba sus huellas en el barro, el barro era hermoso; cuando corra bajo la lluvia, lalluvia era plata. Cuando coga un sapo senta el amor ms extrao y, creo yo, ms sincero por losbichos de toda clase, el sapo se volva hermoso.

    Los aos, sin duda, seguan su curso entonces como ahora, pero en mi memoria es como sisiempre hubiera sido primavera o verano. Creo que los almendros y los cerezos florecieron mstemprano en aquel tiempo, y que las flores duraban ms; no entiendo cmo no se caan las flores conaquellos vientos, porque conservo la imagen permanente de las ramas balancendose como en un bailecontra cielos de blanco y azul, y del flujo de sus sombras como agua sobre las colinas y los valles delcuerpo de Psique. Quera estar casada para ser su madre verdadera. Quera ser un chico para que seenamorara de m. Quera que fuese mi hermana entera y no slo mi media hermana. Quera que fuesemi esclava para darle la libertad y hacerla rica.

    En aquella poca el Zorro se haba ganado la confianza de mi padre, tanto que cuando ste no lonecesitaba, tena permiso para llevarnos a cualquier parte, incluso a millas de palacio. Muchas veces,en verano, pasbamos fuera todo el da, en la cima de la colina del suroeste, desde donde veamostoda Gloma desde arriba y a un lado la Montaa Gris. No dejbamos de mirar aquel risco escarpado,hasta que llegamos a distinguir cada uno de sus salientes, cada una de sus grietas, pues ninguno denosotros haba ido nunca o visto siquiera lo que haba al otro lado. Psique, casi desde el primermomento (fue siempre una nia pensativa y precoz), se medio enamor de la Montaa. Cuando sea

  • mayor, deca, ser una reina grande, grande, y me casar con el rey ms grande de todos, y lconstruir para m, all en la mismsima cima, un castillo de oro y mbar.

    El Zorro la aplaudi con esta cantilena:Ms bonita que Andrmeda, ms bonita que Helena, ms bonita que la misma Afrodita.Di palabras de mejor augurio, abuelo le dije yo, aunque saba que iba a burlarse de m y a

    reprenderme por haberlo dicho. Porque, al decir estas palabras, y aunque en aquel da de verano lasrocas estaban tan calientes que no se podan ni tocar, tuve la impresin de que una mano plida ymrbida se posaba sobre mi costado izquierdo, y me estremec.

    Quia! respondi el Zorro. Son tus palabras las que atraen la desgracia. La naturalezadivina no es as. Desconoce la envidia.

    Sin embargo, y pese a lo dicho, yo saba que no era bueno hablar de Ungit de esa manera.

  • Captulo III

    Fue Redival quien dio al traste con toda aquella felicidad. Siempre haba tenido la cabeza llena depjaros, y con la edad se haba vuelto presumida y caprichosa, as que no es de extraar que unamadrugada, poco despus de medianoche, se la encontraran besando y susurrando palabras de amor aun tal Tarin, un joven oficial de la guardia, justo debajo de la ventana de Batta. Batta haba estadodurmiendo la cogorza a primeras horas de la noche; por lo tanto estaba totalmente despierta ydespejada. Siendo como era una entremetida y una chismosa contumaz, se fue directa a despertar alrey; ste la maldijo con todos los improperios, pero la crey. Levantndose, y con unos pocoshombres armados que tena consigo, sali al jardn y sorprendi a los amantes antes de que stos sepercatasen de lo que pasaba. La casa entera se despert con el ruido. El rey llam a su barbero paraque, all mismo y en el acto, convirtiese a Tarin en eunuco (cuando cicatriz, lo llevaron a vender aRingal). Los gritos del muchacho no haban acabado de transformarse en un sollozo lastimero y el reyya estaba tomndola con el Zorro y conmigo, echndonos la culpa de lo ocurrido. Por qu no habavigilado el Zorro a su pupila? Por qu no la haba vigilado yo, que era su hermana? La conclusin seformul en una orden estricta que nos comprometa a no perder a Redival nunca de vista.

    Id donde queris y haced lo que se os antoje dijo mi padre. Pero que esta zorra cachondaos acompae. Zorro, te digo que si pierde su virginidad antes de que le encuentre marido, los gritosque dars sonarn ms fuertes que los que d ella. Cuida tu pellejo. Y t, mi hija duende, dedcate a loque vales, ms te conviene. En nombre de Ungit! Es un milagro que los hombres no huyan al verteesa cara.

    La ira del rey amedrent de tal manera a Redival que a partir de entonces obedeci. Estabasiempre con nosotros. Y esto enfri muy pronto todo el amor que alguna vez pudiera haber albergadopor Psique y por m. Cuando no bostezaba, se rea de nosotros, o buscaba pelea. Psique, que era unania tan cndida, tan confiada, tan obediente, que el Zorro deca que la virtud haba tomado en ellaforma humana, nada de bueno poda tener a ojos de Redival. Un da sta le peg. Ese da realmente nosupe quin era yo hasta que me encontr encima de ella, a horcajadas, sujetndola contra el suelo, mismanos en su garganta y toda su cara en un reguero de sangre. El Zorro fue quien me separ de ella, ydespus hicimos algo as como las paces.

    Por otra parte, toda la calma que habamos tenido cuando ramos tres se deshizo con la llegada deRedival. Y despus de esto, poco a poco, uno a uno, recibimos los primeros golpes del mazo que,finalmente, habra de destruirnos a todos.

    El ao que sigui a mi pelea con Redival fue el primero de mala cosecha. Aquel mismo ao, mipadre (segn me inform el Zorro) haba querido concertar sendas bodas con dos casas reales de losreinos vecinos, y ninguno quiso saber nada de l. El mundo estaba cambiando, la gran alianza conCafad haba resultado ser un engao. Corran malos tiempos para Gloma.

    Tambin ese mismo ao ocurri algo en apariencia insignificante, pero que iba a costarme muchosquebraderos de cabeza. El Zorro y yo, inmersos en su filosofa, estbamos en la parte trasera deljardn de los perales. Psique deambulaba entre los rboles, canturreando sola, y se aproxim al bordedel jardn que da sobre la vereda. Redival la segua. Yo las vigilaba con un ojo, y con un odo atendaal Zorro. Estaban, al parecer, hablando con alguien en la vereda; despus regresaron.

    Redival, en son de mofa, haca dobles reverencias a Psique y luego empez a echarse tierra sobre

  • la cabeza.Por qu no honris a la diosa? nos dijo.Qu significa esto, Redival? le pregunt, enojada, porque saba que se guardaba algn nuevo

    rencor.No sabes que nuestra hermana se ha convertido en diosa?Qu est diciendo, Istra? pregunt. (Nunca la llamaba Psique desde que Redival vena con

    nosotros).Vamos, divina hermanastra, cuntaselo dijo Redival. Con todas las veces que me han

    aleccionado con tu sinceridad, estoy segura de que ahora no negars que te han venerado.No es cierto dijo Psique. Lo nico que ha pasado es que una mujer encinta me ha pedido

    que la besara.Ah, s, pero por qu? dijo Redival.Porque porque dijo que su hijo nacera hermoso si la besaba.Porque t eres tan hermosa No lo olvides. Lo dijo.Y t qu hiciste, Istra? pregunt yo.Pues la bes. Era muy simptica. Me gustaba.Sin olvidar que luego puso una ramita de mirto a tus pies y te hizo una reverencia, y se ech

    tierra a la cabeza dijo Redival.Han ocurrido antes cosas as, Istra? pregunt.S, a veces.Con qu frecuencia?No s.Dos veces?Ms.Bueno diez veces?No, ms. No lo s. No lo recuerdo. Por qu me miris as? Es que he hecho algo malo?Oh, es peligroso, muy peligroso dije yo. Los dioses se ponen celosos. No soportanHija, no les hagas caso ni por un momento intervino el Zorro. La naturaleza divina

    desconoce los celos. Esos dioses, esos dioses en los que no paris de pensar, son todos locuras ymentiras de poeta. Lo hemos discutido ya cien veces.

    Oh! Oh! bostez Redival, tumbndose de espaldas sobre la hierba y dando patadas alaire, enseando todo lo que tena por ensear (cosa que hizo slo para sonrojar al Zorro, que era, elpobre, hombre muy contenido). Oh! Oh! Una hermanastra por diosa y un esclavo porministro. Quin querra ser princesa en Gloma? Me gustara saber lo que va a pensar Ungit denuestra nueva diosa.

    Los pensamientos de Ungit no son fciles de averiguar dijo el Zorro.Redival rod hasta aplastar su mejilla contra la hierba. Alzando la vista hacia l, dijo suavemente:Pero s sera fcil averiguar lo que piensa el sacerdote de Ungit. Y si lo intentase?Todo mi antiguo terror al sacerdote, y otros terrores futuros a los que apenas poda dar nombre,

    hicieron mella en mi corazn.Hermana dijo Redival, dame tu collar de piedras azules, el que te regal nuestra madre.Es tuyo le contest. Te lo dar en cuanto lleguemos.

  • Y t, esclavo le dijo al Zorro, mejora tus modales.Y convence a mi padre para que me d a algn rey en matrimonio; y que sea joven, valiente, de

    barba rubia, y muy apasionado. T puedes hacer lo que se te antoja cuando te encierras con mi padreen la Sala de las Columnas. Todo el mundo sabe que el verdadero rey de Gloma eres t.

    Un ao despus tuvimos revuelta. La causa fue la castracin de Tarin ordenada por mi padre.Tarin no era de muy alta alcurnia (para andar siquiera por la casa de un rey) y el rey no haba credoque su padre tuviese poder para vengarlo. Pero ste hizo causa comn con hombres de ms alto rangoque el suyo propio, y unos nueve seores de las regiones noroccidentales se alzaron contra nosotros.Mi padre se puso personalmente al frente de las tropas (y cuando lo vi salir a caballo, con suarmadura, estuve cerca de amarlo como an no lo haba amado) y hostig a los rebeldes; pero lacarnicera que se produjo, por ambas partes y ms creo yo por la de los rebeldes, fueinnecesaria. El episodio dej mal sabor y pesadumbre en los nimos; cuando todo hubo terminado, elrey se encontr con su poder an ms debilitado.

    Aquel ao se dio la segunda mala cosecha y empezaron las fiebres. El Zorro las cogi en otoo yestuvo a punto de morir. Yo no pude estar a su lado, porque, en cuanto enferm, el rey me dijo:Muchacha, ahora ya sabes leer y escribir y chapurrear en griego. Tengo trabajo para ti. Tendrs queocupar el sitio del Zorro. Me pasaba, pues, casi todo el tiempo en la Sala de las Columnas, dondepor aquel entonces haba muchos asuntos que solucionar. Aunque estaba muerta de miedo por lo quepudiera ocurrirle al Zorro, el trabajo junto a mi padre result mucho menos terrible de lo que mehaba imaginado. l lleg a reducir el odio que senta por m y, al cabo, incluso hablaba conmigo, nociertamente con amor, pero s amistosamente, como de hombre a hombre. Supe de lodesesperado de su situacin. Ninguna casa prxima de sangre divina (y la nuestra no poda, por ley,casarse con ninguna otra) quera esposar a sus hijas o darle a l las suyas. Los nobles murmurabansobre la sucesin. Surgan amenazas de guerra en cada bando, y no haba fuerzas con que combatirlas.

    Fue Psique quien, a pesar de habrsele prohibido con cierta insistencia, se encarg de velar alZorro. Pegaba y, s, morda a todo aquel que se interpusiera entre ella y la puerta del enfermo; pueshaba heredado la sangre caliente de nuestro padre, aunque su ira fuese la ira que nace del amor. ElZorro consigui vencer el mal, an ms delgado y ms cano que antes. Y ahora aprciese la sutilezade nuestro enemigo, el dios. La historia de la recuperacin del Zorro y de los cuidados de Psique sepropag de puertas afuera; Batta se bastaba por s sola como medio de transmisin, pero por si fuesepoco hubo una veintena de chismosos ms. Se convirti en la historia de cmo la hermosa princesapoda curar las fiebres con slo tocar al afectado; y pronto result que slo ella con sus manos podacurar a los enfermos. En dos das tuvimos a la mitad de la ciudad congregada a las puertas de palacio:sacados de la cama, viejos chiflados que semejaban espantapjaros, impacientes por salvar sus vidascomo si stas valieran la pena vivirse un ao ms, y recin nacidos, y enfermos medio muertosllevados en angarillas. Estuve mirndolos a travs de los barrotes de las ventanas: todo su horror y sumiseria, el olor a fiebre y a sudor, a ajo y ropa sucia.

    Princesa Istra! gritaban. Dejad salir a la princesa Istra y sus milagrosas manos! Que noscure, que nos cure!

    Y pan! Queremos pan! decan otras voces. Los graneros reales! Nos morimos dehambre!

    Esto fue al principio, cuando todava no se haban arrimado a la puerta. Pero se acercaron ms, y

  • pronto empezaron los golpes. Alguien dijo: Traed fuego. Atrs, sin embargo, las voces ms dbilesrepetan su queja:

    Curadnos! Curadnos! Princesa, con tus manos milagrosas!Tendr que salir dijo mi padre. No podremos contenerlos. (Dos tercios de nuestra guardia

    haban cado vctimas de las fiebres).Puede curarlos? pregunt al Zorro. Te cur a ti?Pudiera ser contest. No estara en contra de la naturaleza que algunas manos pudieran

    curar. Quin podra decirlo?Dejadme salir dijo Psique. Son nuestro pueblo.Son nuestra mierda! dijo mi padre. Me las pagarn si algn da vuelvo a tener la sartn

    por el mango. Pero, rpido, vestid a la nia. Por hermosa no va a quedar, eso es seguro. Ni porvaliente.

    Le pusieron un vestido de reina y una corona de flores en la cabeza, y a continuacin abrieron laspuertas. Ya se sabe lo que ocurre cuando se contienen las lgrimas o se derraman siquiera una pocas:siempre quedan ms dentro de ti, oprimindote, pesndote. Eso es lo que ahora siento al recordar aPsique, delgada y enhiesta como un cetro, saliendo de la fresca sombra de nuestro vestbulo a la luzftida y ardiente de aquel da. En el momento en que las puertas cedieron, la gente retrocedi,empujndose. Creo que esperaban recibir un alud de lanceros. Pero un minuto despus cesaron lasprotestas y el gritero se apag completamente. Los hombres (y tambin muchas mujeres) cayeron derodillas. La belleza de Psique, que muchos todava no haban tenido ocasin de contemplar, obr elefecto de un espanto. Un leve murmullo, casi un sollozo, empez a difundirse hasta transformarse enun grito sofocado: Una diosa, es una diosa. Una voz de mujer se destac como un timbre sobre lamultitud: Es Ungit en forma mortal.

    Psique avanzaba con paso solemne y pausado, como un nio llamado a decir la leccin, entre todaaquella miseria. Toc a unos y otros, una y otra vez. Caan a sus pies, besndolos, besando la puntade su tnica, la sombra que proyectaba y el suelo que haba pisado. Y ella no dejaba de tocarlos,pareca que nunca iba a acabar. La multitud, en vez de disminuir, cada vez era mayor. La atmsferasofocante nos alcanzaba incluso a nosotros, que permanecamos bajo el prtico, en sombra. El aire yla tierra toda se estremecan por la tormenta que (ahora lo sabamos) ya no iba a estallar. Psiqueestaba cada vez ms plida. Su paso haba empezado a vacilar.

    Rey dije, la matarn.Sera una calamidad contest. Pero si ahora se para nos matarn a todos.Por fin todo termin, en algn momento en el curso de la puesta de sol. La acostamos en su lecho,

    y al da siguiente amaneci con las fiebres. Con todo, acab vencindolas. En sus extravos hablabamucho de su castillo de oro y mbar en la cima de la Montaa Gris. Ni en sus peores momentosasom a su rostro una sombra de muerte; como si sta no se atreviera a acercarse a ella. Al recobrarlas fuerzas, se la vio ms hermosa que antes. Su aspecto infantil haba desaparecido. Un nuevo y mssevero resplandor haba ocupado su lugar.

    Ah, no os extrais canturre el Zorro de que aqueos y troyanos padecieran tanto por unamujer. Es terrible: parece un espritu inmortal.

    En la ciudad, algunos enfermos murieron, otros sanaron. Slo los dioses saben si los que sanaronfueron aquellos que Psique toc, y aunque lo sepan no nos lo dirn. Pero la gente, en un principio, no

  • tuvo la menor duda. Todas las maanas encontrbamos, fuera del palacio, ofrendas en su honor:ramitas de mirto y guirnaldas, y tambin tortas de miel y palomas, las dos ofrendas que se consagranespecialmente a Ungit.

    Acabar bien todo esto? pregunt al Zorro.Slo una cosa me contest me impide estar totalmente aterrado. El sacerdote de Ungit

    yace presa de las fiebres. No creo que por el momento pueda hacernos mucho dao.En aquellos das Redival se haba vuelto muy devota e iba a menudo a hacer ofrendas a la morada

    de Ungit. El Zorro y yo nos aseguramos de que fuese acompaada por una esclava vieja y leal que nola dejase meterse en los. Yo crea que iba a rezar por un marido (deseaba uno con todas sus fuerzasdesde que el rey la haba encadenado por as decirlo al Zorro y a m) y me la imaginaba tambinfeliz de poder librarse de nuestra compaa durante una hora, tanto como nosotros de librarnos de lasuya. La haba advertido, de todos modos, de que no deba hablar con nadie por el camino.

    Oh, no te preocupes, hermana me dijo. No es a m a quien adoran, ya lo sabes. La diosano soy yo. Es probable que ahora los hombres nos miren a m y a ti, despus de haber visto a Istra.

  • Captulo IV

    Hasta hoy no he sabido cmo se las gasta la gente comn. Por eso toda aquella adoracin que serenda a Psique me daba miedo por una parte, pero por otra me confortaba. Mis pensamientosandaban confundidos, a veces por el uso que Ungit pudiera hacer de su divino poder contra el mortalque de este modo usurpaba su rango, y otras por lo que el sacerdote y los enemigos de nuestra ciudad(mi padre tena muchos ya) pudieran hacer con sus lenguas o con sus lanzas, o con las piedras.Respecto a esto ltimo, el amor que el pueblo profesaba a Psique me pareca que nos garantizaba unaproteccin.

    No dur mucho. Por una razn: el populacho haba aprendido que las puertas de palacio podanabrirse a golpes. Antes de que Psique recobrase la salud, volvimos a tenerlos en el mismo sitiogritando: Trigo, queremos trigo! Nos morimos de hambre! Abrid los graneros reales!. Aquellavez el rey les dio una pitanza, advirtindoles:

    Pero no volvis a por ms. No me queda nada que dar. En nombre de Ungit! Qu os creis?Que yo puedo daros el trigo que los campos no dan?

    Y por qu no lo dan? dijo una voz detrs de la multitud.Dnde estn tus hijos, rey? dijo otra. Dnde est el prncipe?El rey de Fars tiene trece hijos aadi otra.Un rey estril hace la tierra estril dijo una cuarta.El rey avist a quien haba dicho estas palabras e hizo un gesto de asentimiento a uno de sus

    arqueros. En un abrir y cerrar de ojos, la flecha se hubo clavado en la garganta del fautor y la multitudse disolvi despavorida. Fue, en cualquier caso, una locura: habra debido matarlos a todos o casio a ninguno. Pero no los haba engaado al decir que no habra ms limosnas. Padecamos nuestrasegunda mala cosecha, y en el granero real no quedaba sino para nuestra propia siembra. Hasta enpalacio nos sustentbamos a base de puerros, pan de habas y una poca cerveza. Me haba costadoDios y ayuda encontrar algo digno que dar a Psique cuando convaleca de las fiebres.

    An hubo ms. Poco despus del restablecimiento de Psique, dej mi trabajo en la Sala de lasColumnas (el rey volvi con el Zorro, una vez obtuve mi dispensa) y me dediqu a vigilar a Redival,ese continuo quebradero de cabeza. Al rey no le habra importado gran cosa tenerme todo el da a sulado, lejos de ella, y luego echarme la culpa por haberle quitado el ojo de encima. Afortunadamente laencontr enseguida, justo cuando volva de una de sus visitas a la mansin de Ungit, en compaa deBatta. Redival y Batta se haban vuelto ua y carne aquellos das.

    No hay necesidad de que me vigiles, hermana carcelera me dijo. Estoy a salvo. El peligrono est aqu. Cundo viste por ltima vez a la pequea diosa? Dnde est tu querida hermanastra?

    Probablemente en los jardines respond. Y en cuanto a lo de pequea, te saca ya unpalmo.

    Piedad! He dicho una blasfemia? Me castigar con sus truenos? S, ya s que es bastantealta. Lo suficiente para verla a distancia, hace media hora, bien lejos de aqu: en un callejn cerca de laplaza del mercado. La hija de un rey no suele andar sola por callejones; pero supongo que una diosas.

    Istra sola? Y en la ciudad? pregunt.Pues s balbuce Batta. A todo correr con la tnica recogida. As as. Batta nunca

  • haba tenido dotes para la mmica, pero estaba siempre gesticulando; as la recuerdo desde misprimeros das. La he seguido, a la muy tunantuela, pero se meti en un portal, vaya si no.

    Bueno, bueno dije. Tendra que haber ido con ms cuidado. Pero no har nada malo, nopasar nada.

    Nada malo! exclam Batta. Eso es mucho decir.Ests loca, nodriza le dije. No hace ni seis das la gente vena aqu a adorarla.Yo no s nada de esto dijo ella, que lo saba perfectamente. Pero hoy pocos adoradores

    tendr. Ya saba yo dnde iran a parar tanto bendecir y tanto tocar. Bonita manera de comportarse!La epidemia es cada da peor. Me ha dicho el cuado de la mujer del herrero que ayer murieron cien.Y se dice que es ella quien los pone enfermos al tocarlos, en vez de curarlos. He estado hablando conuna mujer: a su viejo padre lo toc la princesa, y se muri antes de que pudieran llevarlo a casa. Y noha sido el nico. Si alguien hubiese hecho caso a la vieja Batta

    Yo, por mi parte, dej de hacrselo. Sal al prtico y all, durante ms de media hora, me quedcontemplando la ciudad, observando las sombras de las pilastras y sus cambios graduales deposicin; comprend entonces, por vez primera, cmo las cosas que hemos conocido desde que nosdestetaron pueden adoptar nuevas y extraas formas, semejantes a las de un enemigo. Finalmente, villegar a Psique, con paso cansado pero muy vivo. Me agarr de la mueca y, tragando saliva, como aquien se le ha atravesado un sollozo en la garganta, empez a tirar de m y no par hasta queestuvimos en mi alcoba. All me hizo sentar y ella, a su vez, se sent en el suelo, apoyando la cabezaen mis rodillas. Cre que estaba llorando, pero cuando levant la cabeza no vi ni una lgrima en surostro.

    Hermana dijo. Qu pasa? Qu hay de malo en m?En ti, Psique? le dije. Nada. Qu va a haber?Por qu me llaman la Maldita?Quin se ha atrevido? Le cortaremos la lengua. Dime, dnde has estado?Entonces lo sac todo. Haba ido a la ciudad, sin medir sus pasos, pens, y sin decirnos una sola

    palabra. Se haba enterado de que su vieja nodriza, la mujer libre que yo haba contratado paraamamantarla y que viva ahora en la ciudad, haba cado enferma. Y ella haba ido a tocarla, porque,como todos decan que mis manos curaban, podra ser, por qu no? Yo crea que s.

    Le dije que haba obrado muy mal, y entonces, sin poder evitarlo, me di cuenta de lo mucho quehaba crecido desde su enfermedad. En vez de reaccionar como una nia que se somete a lareprimenda o que se defiende ante ella, me mir con serena quietud, como si fuese, en edad, mayorque yo. Sent una punzada en el corazn.

    Pero quin te llam maldita? le pregunt.Todo iba bien hasta que sal de casa de la nodriza, salvo que nadie se haba vuelto para

    saludarme y que cre ver a una o dos mujeres recogerse los faldones y huir de m a toda prisa. Sinembargo, al regresar, primero fue un nio un nio adorable, no deba de tener ni ocho aos que seme qued mirando, y despus escupi en el suelo. Qu maleducado!, pens, pero me re y le tendla mano. l frunci el entrecejo, negro como el de un pequeo demonio, y, descorazonado, seescabull gritando dentro de un portal. Durante un rato la calle se qued desierta, pero no tardmucho en tener que pasar al lado de un corrillo de hombres. Me miraron con ojeriza, y en cuanto lesdi la espalda empezaron a decir: Miradla! La Maldita! Est maldita! Se ha credo que es una

  • diosa, y uno aadi: Es la maldicin en persona. Y empezaron a tirarme piedras. No, no mehirieron; pero tuve que correr. Por qu todo esto? Qu les he hecho yo?

    Hacerles? dije. Los has curado, les has dado tu bendicin, has cargado sobre ti misma suinmundicia y sus males. Y sta es su manera de pagrtelo. Oh, los hara pedazos! Levntate,hermana, vmonos. Incluso en momentos como stos somos todava las hijas de un rey. Ir a verlo.A lo mejor me pega o me tira de los pelos, si le da la gana, pero orme, me oir. No quieren pan?Pues lo van a tener. Voy a voy a

    Basta, hermanita, basta dijo Psique. No puedo soportar que el rey te haga dao. Y estoytan cansada! Quiero cenar. Vamos, no te enfades: eres igual que nuestro padre cuando dices estascosas. Cenemos aqu, las dos juntas. Algo malo se cierne sobre nosotras (hace tiempo que lo vengopresintiendo), pero no creo que ocurra esta noche. Djame que d una palmada para llamar a tussirvientas.

    Aunque al decirme que era igual que nuestro padre haba abierto en m y ms dicindolo ella una herida que an hoy no he podido cerrar, ape mi ira y me rend. Cenamos juntas, dejando quenuestros pobres manjares se convirtiesen en una broma o en un juego que nos hiciera rer. Hay algoque los dioses no han podido quitarme: mi recuerdo exacto de aquella noche, de cada uno de sus actosy palabras, de todos sus gestos.

    Fueran cuales fueren los presagios de mi corazn, lo cierto es que la ruina (y ni siquiera entoncestena una idea clara de en qu podra consistir) no se abati sobre nosotros al da siguiente. Los dasse sucedieron unos a otros sin que ocurriera nada, aunque era evidente que las cosas, en Gloma, lentapero firmemente, iban de mal en peor. El Shennit no era ya ms que un hilo de agua entre unasucesin de charcos en medio de la reseca marisma: no un ro, sino su putrefacto cadver. Los peceshaban muerto, las aves que sobrevivieron haban volado. El ganado tambin haba muerto, o lo habanmatado: a veces ni siquiera vala la pena matarlo. Las abejas haban muerto. Los leones nohabamos visto uno en cuarenta aos volvieron a aparecer en las cumbres de la Montaa Gris, paradevorar las pocas ovejas que an quedaban. La epidemia no terminaba nunca. Yo no dejaba deesperar, en aquellos das, ni de escuchar ni de observar, mientras poda, a todo aquel que entrara osaliera de palacio. Fue bueno para m que el rey me tuviese ocupada trabajando, igual que al Zorro, enla Sala de las Columnas. Todos los das llegaban cartas y mensajeros de los reinos vecinos, condemandas imposibles y contrapuestas, desenterrando viejas rencillas o exigiendo el cumplimiento deantiguas promesas. Saban lo que estaba ocurriendo en Gloma y nos rondaban como los cuervos ymoscas rondan una oveja muerta. Mi padre entraba y sala de sus crisis de ira una docena de veces enuna maana: en los momentos culminantes era capaz de abofetear al Zorro en la cara o de tirarme a mde las orejas o del pelo; entre acceso y acceso, las lgrimas se le agolpaban en los ojos, y se diriga anosotros, ms que como un rey en busca de consejo, como un nio implorando socorro.

    Estoy acabado! deca. Sin salida! Me arrancarn la piel a tiras. Qu he hecho yo paraque todas estas calamidades caigan sobre m? Toda la vida he sido un hombre temeroso de los dioses.

    La nica cosa que mejor en aquellos das fueron las fiebres, que parecieron abandonar el palacio.Y aunque habamos perdido muchos esclavos, con los soldados fuimos ms afortunados. Slo muriuno, y el resto haba vuelto ya a sus deberes.

    Un da nos lleg la noticia de que el sacerdote de Ungit se haba repuesto de las fiebres. Suenfermedad haba sido larga, porque tras sobrevenirle pareci curarse y luego recay, de manera que

  • era como un milagro que siguiese vivo. Pero, por una extraa y desdichada peculiaridad, se daba lacircunstancia de que las fiebres se cobraban ms vctimas entre los jvenes que entre los viejos. Sietedas despus de saber la noticia, el sacerdote se present en palacio. El rey, vindolo como yovenir desde las ventanas de la Sala de las Columnas, dijo: Cmo se atreve esta carroa a venir aqusin traerse medio ejrcito por lo menos?. De hecho, un buen nmero de lanceros custodiaba su litera,pues la casa de Ungit tena su propia guardia, y el sacerdote se haba hecho acompaar por unanutrida representacin. Los lanceros dejaron sus armas a cierta distancia de las puertas, y slo lalitera se acerc al prtico.

    Que no se atrevan a dar un paso ms dijo el rey. Qu es esto, pura bravata o traicin?Y dio rdenes al capitn de su guardia. No creo que esperase un altercado al fin y al cabo, pero

    eso era lo que yo, en mi juventud, tena ganas de que sucediera. Nunca haba visto a los hombrescombatir y en este sentido, siendo como era una muchacha sin sentido comn, no senta el menormiedo; a lo sumo, un pequeo hormigueo que me daba bastante placer.

    Los porteadores depositaron la litera en el suelo y ayudaron al sacerdote a bajar. Viejo ya, yciego, lo guiaban dos muchachas del templo, especmenes de una raza que yo ya haba tenido ocasinde conocer, pero slo a la luz de las antorchas de la mansin de Ungit. Al sol, su aspecto eraenigmtico, con sus pezones dorados, sus grandes y rubsimas pelucas, la cara pintada como si fuerauna mscara de madera. En cuanto estuvieron dentro, mi padre orden a sus hombres que cerraran yatrancaran el portn.

    Este lobo viejo no habra venido a la trampa si hubiese husmeado peligro dijo. Pero nosaseguraremos.

    Las muchachas del templo guiaron al sacerdote a la Sala de las Columnas; all dispusieron para luna silla y le ayudaron a tomar asiento. El aliento le faltaba y antes de decir nada estuvo all sentadomucho tiempo, chirrisqueando con las encas como hacen los viejos. Las muchachas no se movieronde sus posiciones a uno y otro lado de la silla, y no dejaron de mirar al frente con sus ojos sinexpresin, realzados por la pintura de la mscara. La estancia qued envuelta en el olor de la vejez, elolor de los aceites y aromas de las muchachas, el olor de Ungit. El aire se haba impregnado,fuertemente, de sagrada esencia.

  • Captulo V

    Mi padre hizo las salutaciones al sacerdote, expresndole su regocijo por verlo sano de nuevo, yordenando que le sirvieran vino. Pero el sacerdote, levantando la mano, declin:

    No, rey. He hecho una promesa, y mis labios no han de tocar comida ni bebida hasta quehayan pronunciado su mensaje.

    Hablaba ya bastante bien, aunque sin vigor, y yo observ la delgadez extrema en que las fiebres lohaban sumido.

    Como te plazca, servidor de Ungit dijo el rey. Y cul es ese mensaje?Rey, te hablo en nombre de Ungit, en el de todos los nobles y ancianos y en el de todo el

    pueblo de Gloma.Son ellos, pues, los que te envan con el mensaje?S. Anoche nos reunimos. Nos reunimos en la morada de Ungit, hasta el amanecer. Aqullos

    por cuyo nombre hablan todos.Ah, s? Los muertos y los roosos? dijo mi padre, frunciendo el entrecejo. Es una nueva

    moda sta de celebrar asambleas sin mandato del rey; la ltima, por lo que veo, sin que ni el rey hayasido invitado a participar.

    No haba razn alguna para invitarte, rey, puesto que si nos hemos reunido no ha sido para orlo que t tuvieras que decir, sino para decidir lo que bamos a decirte nosotros a ti.

    La mirada de mi padre se oscureci gravemente.Y en la reunin continu el sacerdote hemos hecho un recuento de las quejas que han

    llegado hasta nosotros. Primero, el hambre, que aumenta da a da. Segundo, la peste. Tercero, lasequa. Cuarto, las ciertas probabilidades de una guerra para lo ms tarde la prxima primavera.Quinto, los leones. Y finalmente, rey, tu propia incapacidad para engendrar hijos varones, lo cualrepugna enormemente a Ungit

    Ya basta grit el rey. Acaso crees, viejo loco, que te necesito a ti o a cualquier otrosabihondo para que me digis dnde me pica mi propia sarna? Conque a Ungit le repugna, eh?Entonces por qu no le pone remedio? Le ofrezco cabras y carneros y toros, todo en grandescantidades: si se pusiera a medir el volumen de sangre que le ofrezco vera que hay bastante parabotar un barco.

    El sacerdote alz bruscamente la cabeza, como si no fuese ciego y estuviese mirando fijamente alrey. En aquel momento apreci mejor lo mucho que la delgadez le haba cambiado. Pareca un buitre.Me daba ms miedo que antes. El rey entorn los ojos.

    Cabras y toros y carneros no te ganarn el favor de Ungit mientras la tierra siga impura dijoel sacerdote. He servido a Ungit estos cincuenta, no, sesenta y tres aos, y he aprendido una cosa.Su ira nunca se desata sin motivo, y nunca se apaga sin expiacin. Yo le he hecho ofrendas en tunombre, y en el de tu padre, y antes en el del padre de tu padre, y siempre ha sido igual. Muchoantes de que t nacieras, el rey de Esur nos invadi, y fue porque en el ejrcito de tu abuelo haba unhombre que, habiendo yacido con su hermana, mat al nio que naci de esta unin. l era elMaldito. Cuando dimos con l y expiamos su pecado, los hombres de Gloma cayeron sobre los deEsur y los mataron como a moscas. Tu padre mismo podra haberte contado que una vez una mujer,casi una nia, maldijo secretamente al hijo de Ungit, el dios de la Montaa. Sus palabras atrajeron las

  • inundaciones: era la Maldita. La encontramos y expiamos su pecado, y las aguas del Shennitvolvieron a su cauce. Y esta vez, por los signos que aqu te he expuesto, sabemos que la ira de Ungitsupera con creces a lo que mi memoria pueda recordar. As lo convinimos todos anoche en sumorada. Y concluimos: hay que encontrar al Maldito. Y aunque todos saban que cualquiera de ellospoda serlo, ninguno protest; ni yo tampoco: no dije ni una palabra, aun sabiendo que el Malditopoda ser yo o t, rey. Porque todos sabemos, y esto no puedes dudarlo, que no habr remediopara nuestros males hasta que la tierra haya sido expurgada. Ungit debe ser vengada, y su sed ahorano la calma un toro ni un carnero.

    Insinas que lo que ahora quiere es un hombre? pregunt el rey.S respondi el sacerdote. O una mujer.Estis locos si creis que en estas circunstancias puedo ofreceros un cautivo de guerra. Si es

    eso lo que queris, la prxima vez os dar un ladrn para que le cortis el cuello y arrojis su sangresobre Ungit.

    No es de eso de lo que se trata, rey; y t lo sabes. Hay que encontrar al Maldito. Y ste (osta) debe morir segn el rito de la Gran Ofrenda. Es que no es lo mismo un ladrn comparado conun toro o un carnero? Esto no va a ser un sacrificio vulgar. Hay que celebrar la Gran Ofrenda. LaBestia ha sido vista otra vez. Y cuando aparece debe rendirse la Gran Ofrenda. As es como hay queentregar al Maldito.

    La Bestia? Qu es eso? Es la primera vez que oigo hablar de algo as.Puede ser. Por lo visto los reyes no oyen mucho; no saben siquiera ni lo que ocurre dentro de

    palacio. Pero yo s oigo. Permanezco despierto por la noche, despierto hasta muy tarde, y Ungit mecuenta cosas. Oigo las cosas terribles que estn sucediendo en nuestra tierra: mortales que parodian alos dioses y usurpan el culto que a ellos se debe

    Dirig una mirada al Zorro y, sin hacer ruido, apenas con un movimiento de labios, le musit:Redival. El rey iba y vena de un lado a otro de la sala, con las manos en la espalda y moviendo losdedos.

    Ests desvariando dijo. La Bestia es un cuento de los que contaba mi abuela.Puede ser dijo el sacerdote, porque fue en sus tiempos cuando se la vio por ltima vez.

    Una vez hecha la Gran Ofrenda, desapareci.Y quin ha visto a la Bestia, eh? pregunt mi padre. Cmo es, eh?Ni siquiera los que la han visto ms de cerca pueden decir cmo es, rey. Y muchos la han visto

    hace poco. El propio jefe de tus pastores la vio en la Montaa Gris la noche en que se vio al primerlen. El pastor cay sobre el len con una antorcha prendida. Y all estaba, detrs del len, la Bestia,negra, enorme, una aparicin siniestra a la luz de la antorcha.

    Mientras el sacerdote hablaba, el rey haba ido aproximndose en su deambular a la mesa dondeestbamos el Zorro y yo, sentados con nuestras tablillas y tiles para escribir. El Zorro, deslizndosea lo largo de la superficie del banco, se le acerc al odo para susurrarle algo.

    Bien dicho, Zorro musit mi padre. Habla. Dselo al sacerdote.Con el permiso del rey empez el Zorro, el cuento del pastor no es muy de fiar. Si el

    pastor llevaba una antorcha, el len tena que proyectar necesariamente una gran sombra negra tras des. Aquel hombre estaba asustado y acababa de despertarse. Confundi una sombra con un monstruo.

    Hela aqu, la sabidura griega dijo el sacerdote. Sin embargo, Gloma no recibe consejo de

  • esclavos, ni aun de los que son favoritos del rey. Y si la Bestia era una sombra, acaso prueba estoalgo, rey? Muchos dicen que es una sombra. Pero si esta sombra empieza a bajar a la ciudad, tencuidado. Tu sangre es divina y sin duda t no temes a nada, pero el pueblo s teme y su miedopuede llegar a ser tan grande que ni siquiera yo voy a ser capaz de contenerlo. Incendiarn el palacioantes de que te des cuenta, y antes te habrn encerrado dentro. Sera ms prudente celebrar la GranOfrenda.

    Pero cmo? pregunt el rey. Esto no se ha hecho nunca en mi reinado.No tiene lugar en la morada de Ungit dijo el sacerdote. La vctima hay que entregarla a la

    Bestia. Pues la Bestia es, segn el misterio, la misma Ungit o su hijo, el dios de la Montaa, o los dosa la vez. Hay que llevar a la vctima a lo alto de la montaa y dejarla all, amarrada al rbol Sagrado.Entonces acude la Bestia. Por eso has enfurecido a Ungit hace poco, rey, al hablar de ofrecerle unladrn. Para la Gran Ofrenda la vctima debe ser alguien perfecto. Pues en el lenguaje de lo sagrado seconsidera que un hombre as ofrecido ser el esposo de Ungit, o si es una mujer, la esposa de su hijo.Tanto uno como otro reciben el nombre de Cena de la Bestia. Y cuando la Bestia es Ungit, yace conel hombre, y si es su hijo yace con la mujer. Y sea lo que fuere siempre hay algo que se devora secuentan muchas cosas muchas historias sagradas muchos grandes misterios. Muchos afirmanque amar y devorar son lo mismo, porque en el lenguaje de lo sagrado decimos que una mujer queyace con un hombre lo devora. Por eso ests tan fuera de lugar, rey, al pensar, para vctima de laGran Ofrenda, en un ladrn, o en un viejo esclavo intil, o en un cobarde apresado en batalla. Lomejor de la tierra no es suficiente para este oficio.

    Pude ver un sudor fro empapando la frente del rey. En aquella sala el horror y la sagrada esenciade las cosas divinas estaban alcanzando un espesor ya irreductible. De improviso, la voz del Zorroestall en un grito:

    Seor, seor, dejadme hablar.Habla, habla dijo el rey.No veis, seor, que el sacerdote no dice ms que tonteras? Resulta que hay una sombra que

    es un animal que es tambin un dios que es tambin una diosa, y que amar y comer son lo mismoUn nio de seis aos hablara con ms tino. Hace un momento, la vctima de este sacrificioabominable iba a ser el Maldito, la persona ms abyecta de la tierra, ofrecida como castigo. Y ahoratiene que ser la mejor de las personas de esta tierra (la vctima perfecta) la que se case con ladivinidad como recompensa. Preguntadle qu significa esto. Las dos cosas no puede ser.

    Si alguna pequea esperanza haba podido yo albergar, cuando el Zorro tom la palabra, se fue altraste nada ms nacer. Tal suerte de discurso no auguraba nada bueno. Supe al instante la causa de loocurrido: el Zorro haba dejado a un lado todos sus sutiles ardides, haba, en cierto modo, dejadoincluso su amor y su temor por Psique, por la sencilla razn de que cosas como las que haba estadodiciendo el sacerdote lo sacaban completamente de quicio. (He observado que todos los hombres declaro juicio y lengua viva, no slo los griegos, obran igual).

    Estamos asistiendo a una gran leccin de sabidura griega esta maana, rey dijo el sacerdote. Y la mayor parte de estas enseanzas me son conocidas. No tengo necesidad de que un esclavome las repita. Son muy sutiles, pero no atraen la lluvia ni hacen crecer el trigo: el sacrificio s.

    Tanta sabidura no infunde siquiera aplomo para morir. Este griego que aqu ves es tu esclavoporque en alguna batalla arroj las armas y se dej maniatar y conducir y vender antes que

  • determinarse a traspasar con una lanza su corazn. Y mucho menos los dota de sensibilidad para lascosas sagradas. Los griegos exigen ver tales cosas con claridad, como si los dioses no fuesen ms quela letra de un libro. Yo, rey, que he tratado con los dioses durante tres generaciones de hombres, hepodido comprobar que deslumbran nuestra vista y se sumergen y emergen de nuevo como las aguasarremolinadas de un ro, y s que nada que se diga sobre ellos con claridad puede decirse con certeza.El lugar de lo sagrado es oscuro. De l no sacamos conocimientos ni palabras, sino fuerza y vida. Lasagrada sabidura no es difana y delgada como el agua, sino oscura y espesa como la sangre. Por quel Maldito no puede ser lo mejor y a la vez lo peor?

    Cuanto ms avanzaba en su discurso, ms pareca el sacerdote un pjaro demacrado, no muydistinto al que representaba la mscara que sostenan sus rodillas. Su voz, en cambio, aunque sinvigor, ya no temblequeaba como la de un anciano. El Zorro no apartaba la vista de la mesa sobre laque su cuerpo se haba doblado. Imagin que la pulla acerca de su condicin de cautivo haba cadosobre l como un puado de sal sobre una vieja herida en el alma. Si en mi mano hubiese estado, enese mismo momento y sin dudarlo, habra ordenado ahorcar al sacerdote, y del mismo modo al Zorrolo habra hecho rey; no era difcil, sin embargo, calibrar de qu lado estaban las fuerzas.

    Bien, vaya dijo el rey, acelerando sus largos pasos, a lo mejor hasta resulta que todo estoes verdad. Y yo, yo no soy un sacerdote ni tampoco un pobre griego. Por lo que saba, yo era el rey.Prosigue, pues.

    Determinados, pues dijo el sacerdote, a dar con el Maldito, echamos las sagradas suertes.Preguntamos primero si el Maldito se encontraba entre el pueblo bajo. Y las suertes dijeron que no.

    Vamos, vamos dijo el rey.No puedo ir ms deprisa explic el sacerdote. Me falta el aliento. Luego preguntamos si lo

    hallaramos entre los ancianos. Y las suertes dijeron que no.Unas manchas de color extrao brotaron en la cara del rey; su ira y su terror se mantenan en

    precario equilibrio, y ni l ni nadie habra podido asegurar cul de ellos obtendra la victoria.Preguntamos luego si estaba entre los nobles. Y las suertes dijeron que no.Y luego? Y luego? salta el rey, arrimando hacia l su paso y en voz baja. El sacerdote

    continu:Entonces preguntamos: est en la casa del rey? Y las suertes dijeron: s.S repiti el rey, casi sin aliento. S. Lo saba. Me lo ola desde el principio. La traicin

    encubierta bajo un nuevo disfraz. Traicin. Y ms fuerte: Traicin. Acto seguido era ya unrugido: Traicin! Traicin! Guardias! Bardia! Dnde est mi guardia? Dnde est Bardia?Que venga Bardia!

    La guardia, haciendo sonar las espadas, irrumpi en la sala como una avalancha. Bardia, sucapitn, que era hombre de gran probidad, se adelant.

    Bardia dijo el rey, hay demasiada gente merodeando por esta casa hoy. Toma los hombresque necesites y lnzate sobre esos rebeldes agolpados con sus lanzas contra las puertas de palacio. Yno los disperses: mtalos. Mtalos, entendido? Que no quede ni uno vivo.

    Matar a los guardias del templo, rey? dijo Bardia, haciendo un recorrido con la mirada delrey al sacerdote y luego de vuelta al rey.

    A las ratas del templo! A los alcahuetes! grit el rey. No me has odo? Acaso tienesmiedo? Yo yo y la rabia lo atragant.

  • Esto es un disparate, rey dijo el sacerdote. Toda Gloma est levantada en armas. En estosmomentos hay una partida de hombres armados a cada puerta de palacio. Hay un hombre tuyo porcada diez de los nuestros. Y adems los tuyos no se batirn. Lucharas t contra Ungit, Bardia?

    Vas a darme la espalda, Bardia? terci el rey. A m, que te he dado de comer? Mi escudote protegi un da en el bosque de Ungit y me lo agradeciste, recuerdas?

    Me salvasteis la vida aquel da, rey dijo Bardia. Jams podr negarlo. Y quiz Ungit meobligue a hacer lo mismo por vos: puede que la prxima primavera me depare ms de una ocasin.Estar, mientras viva, al servicio del rey y de los dioses de Gloma. Pero si el rey y los dioses seenfrentan, deben ser ellos, los grandes, quienes diriman sus rencillas. No voy a luchar contra espritusy fuerzas monstruosas.

    Eres eres como una mujer! salt el rey, con un chillido estridente como el de un pito. Largo de aqu! Ya hablaremos t y yo!

    Bardia se cuadr y, al salir, llevaba escrito en el rostro que la injuria del rey no haba hecho en lms mella que la que habran hecho en un perro grandote los esfuerzos de un cachorrillo por provocarsu enfado.

    Cerrada la puerta, el rey, de nuevo plido y calmo, desenvain su daga (la misma con que hubodado muerte al joven paje la noche en que Psique naci) y, tras avanzar, como una gato, dando tresgrandes zancadas, hasta la silla del sacerdote, desplaz a hombrazos a las dos muchachas y con lapunta de la daga atraves las ropas del sacerdote hasta que aqulla toc su piel.

    Y ahora, viejo chiflado dijo, dime, en qu queda tu plan? Eh? Notas el pinchazo? Tehace cosquillas? Dnde? Aqu? O ac? Puedo atravesarte el corazn, deprisa o despacio, como meplazca. Los znganos pueden esperar afuera, pero aqu yo tengo a la abeja reina. Dime, qu se teocurre ahora?

    Nunca he visto (hablando de cosas puramente terrenales) cosa ms asombrosa que el temple deaquel sacerdote. Quin puede mantener la calma y soportar la presin de un dedo, y ya no digo deuna daga, contra ese espacio vaco que tenemos entre costilla y costilla? El sacerdote poda. Nisiquiera sus manos se agarrotaron rgidas en los brazos de la silla. Sin un solo movimiento de cabeza,sin una sola fluctuacin de la voz, dijo:

    Adelante, rey, clvamela, rpida o lentamente, si as lo deseas. De nada te servir. T asegratede que la Gran Ofrenda se celebre, est yo vivo o muerto. Yo estoy aqu por el poder de Ungit.Mientras respire, ser su voz; quiz siga sindolo incluso si dejo de respirar. Un sacerdote nuncamuere del todo. Quiz, si me matas, visite tu palacio ms a menudo que ahora, de noche y de da. Losdems no me vern. Pero t creo que s.

    Esto era lo que faltaba. Por las enseanzas del Zorro yo haba tendido a pensar aunque deningn modo me hubiera atrevido a manifestarlo que el sacerdote era un poltico, un intrigante, unhombre que pona en boca de Ungit todo aquello que pudiera incrementar su poder o sus tierras, oque perjudicara de mayor manera a sus enemigos. Pero me di cuenta de que estaba equivocada. lcrea en Ungit, inquebrantablemente, y yo, vindolo all sentado, la daga punzante contra l, los ojosnublados sin pestaear, impertrritos frente al rey, con su rostro de guila, tambin acab por creer.Nuestro verdadero enemigo no era mortal. Los espritus, el horror de lo sagrado, haban tomado lasala.

    Con un ruido brutal, gemido y gruido a un tiempo, mi padre se apart del sacerdote y se dej

  • caer sobre su silla, donde se arrellan, abatido, frotndose la cara y el pelo con las manos como unhombre muy cansado.

    Muy bien. Concluye dijo.Entonces prosigui el sacerdote, preguntamos si era el rey el Maldito, y las suertes

    dijeron que no.Cmo?Nunca ha ocurrido una cosa en mi vida que me d tanta vergenza contar. El rostro del rey se

    ilumin. Estuvo en un tris en un simple tris de sonrer. Yo haba credo que l haba estadoviendo la flecha apuntando a Psique todo el tiempo, que haba temido por ella, luchado por ella. Perolo cierto es que ni siquiera haba pensado, ni en ella ni en ninguno de nosotros. Y todava hoy mevienen con el cuento de que era un hombre bravo a la hora de pelear.

    Prosigue dijo. Pero su voz haba cambiado, rejuvenecido, como si de repente se le hubieranquitado diez aos de encima.

    La suerte seal a tu hija menor, rey. Ella es la Maldita. La princesa Istra ha de ser la GranOfrenda.

    Qu afliccin! dijo el rey. Su semblante era convincente en tristeza y gravedad, aunque yosaba que slo las representaba. Estaba disimulando la magnitud de su propio alivio. Cre enloquecer.En un instante corr a sus pies, me abrac a sus rodillas como una suplicante, balbuceando no s qucosas, llorando, rogando, llamndolo Padre un apelativo que hasta entonces jams haba usado. lpareca muy contento con la diversin que se le ofreca. Quiso apartarme de una patada, pero comoyo segua aferrada a sus pies, sin dejar de retorcerme, con la cara y el pecho magullados, se levant y,alzndome por los hombros, me empuj lejos de l con todas sus fuerzas.

    T! grit. T! T vas a alzar la voz aqu, en un concilio de hombres? T, pendanga,t, malhadada, raz de la mandrgora? No me mandan ya los dioses miserias suficient