MICHEL HOUELLEBECQ · 2 Cuadernos del Sur AA Agenda Diario CÓRDOBA SÁBADO 26 DE ENERO DEL 2019....

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MICHEL HOUELLEBECQ El escritor francés publica ‘Serotonina’, una nueva novela marcada por la polémica y el pesimismo social EDICIÓN: RAMÓN AZAÑÓN NOVELA: ‘AMOR DONCELLA SIERVA’, DE MÓNICA COLLADO; ‘PETIT PARÍS’, DE JUSTO NAVARRO. POESÍA: ‘CLAROSCURO’, DE PABLO GARCÍA BAENA; ‘SEÑALES SUBJETIVAS’, DE JOSÉ MARÍA MOLINA; ‘POESÍA’, DE PIERRE DE RONSARD. HISTORIA: ‘UN JARDÍN EN GRANADA’, DE STEVEN NIGHTINGALE Libros Francisco A. Carrasco entrevista al escritor catalán afincado en Córdoba y analiza su última novela, ‘El don de la fiebre’. Cuenca Sandoval recrea la vida del músico Olivier Messiaen, que compuso cuando estaba en un campo de concentración su conocido ‘Cuarteto para el fin del tiempo’. MARIO CUENCA SANDOVAL PREMIO NACIONAL DE FOMENTO DE LA LECTURA SUPLEMENTO CULTURAL DE DIARIO CÓRDOBA DIRECTOR: FRANCISCO LUIS CÓRDOBA BERJILLOS COORDINADOR DEL SUPLEMENTO: FRANCISCO EXPÓSITO EXTREMERA AÑO XXXIII. NÚMERO 1.295 SÁBADO, 26 DE ENERO DEL 2019

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MICHEL HOUELLEBECQEl escritor francés publica ‘Serotonina’, una nueva novela marcada por la polémica y el pesimismo social

EDICIÓN: RAMÓN AZAÑÓN

NOVELA: ‘AMOR DONCELLA SIERVA’, DE MÓNICA COLLADO; ‘PETIT PARÍS’, DE JUSTO

NAVARRO. POESÍA: ‘CLAROSCURO’, DE PABLO GARCÍA BAENA; ‘SEÑALES SUBJETIVAS’,

DE JOSÉ MARÍA MOLINA; ‘POESÍA’, DE PIERRE DE RONSARD. HISTORIA: ‘UN JARDÍN EN

GRANADA’, DE STEVEN NIGHTINGALE

LibrosFrancisco A. Carrasco entrevista al escritor catalán afincado en Córdoba y analiza su última novela, ‘El don de la fiebre’. Cuenca Sandoval recrea la vida del músico Olivier Messiaen, que compuso cuando estaba en un campo de concentración su conocido ‘Cuarteto para el fin del tiempo’.

MARIO CUENCA SANDOVAL

PREMIO NACIONAL DE FOMENTO DE LA LECTURA

SUPLEMENTO CULTURAL DE DIARIO CÓRDOBA

DIRECTOR: FRANCISCO LUIS CÓRDOBA BERJILLOS

COORDINADOR DEL SUPLEMENTO: FRANCISCO EXPÓSITO EXTREMERA

AÑO XXXIII. NÚMERO 1.295

SÁBADO, 26 DE ENERO DEL 2019

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carta del norte

Borges, Wolfe y nueva Yorkautores clásicos para presentar un escaparate literario

Anagrama reedita dos títulos que son fundamentales en la obra periodística-narrativa deTom Wolfe

Parecerá un tópico, pero si queremos saber más sobre literatura, qué mejor que releer las Fic-

ciones, de Jorge luis Borges. digo releer, al menos para mí, para otros muchos lectores, será leer por primera vez. la primera vez que leí los cuentos de Borges, no tenía más de dieciocho años. nunca más me acerqué a ellos, por temor. temor a que el paso del tiempo y una nueva lectura más sosegada y madura provo-cara en mí un desengaño litera-rio. Me equivocaba. esta oportu-na edición de lumen nos acerca una vez más al Borges de Las Rui-nas circulares, El jardín de los sende-ros que se bifurcan, al de La Biblio-teca de Babel… al Borges soñador amante de la literatura fantásti-ca. Pero no nos engañemos. aun-que Ficciones sea un verdadero li-bro de libros, no deja de ser un libro cojo. Siempre se ha dicho que Borges arrastraba tras de sí toda una legión de seguidores: los devotos de su poesía y los de su narrativa. curiosamente, los primeros no lo eran tanto de lo segundo y viceversa. Pero este li-bro, como su poesía, sus relatos, no se entiende, los unos sin los otros. Son inseparables.

Y con tom Wolfe llegaría la po-lémica, cómo no. Se reeditan dos títulos fundamentales dentro de su obra periodística-narrati-va, esa que le ha llevado a ser el abanderado del «nuevo periodis-mo», y se reeditan demostrando una vez más su versatilidad y vi-gencia. Los años del desmadre y Las décadas púrpura, incluyen piezas periodísticas maestras sin las cuales resulta difícil entender la reciente historia de los estados Unidos. «Si no las hubiésemos vi-

Luis Santillán

Y para cerrar este escaparate eminentemente literario, lo ha-remos con un libro editado con una delicadeza especial. Nueva York es una ventana sin cortinas, de Paolo cognetti, no es un libro más sobre la Gran Manzana.

es un libro con ribetes cine-matográficos, que nos lleva al mejor Hitchcock, que nos invita a visionar la ciudad a través de las ventanas como si de un gran escenario teatral se tratase. la calles, Brooklyn, mientras el au-tor hace desfilar por el mismo aquellos escritores que vivieron en Manhattan. Melville, Henry roth, allan Ginsberg,

escritores que a menudo retra-taban el ambiente de hostilidad de una ciudad permanentemen-te enferma y alicaída, como Paul auster o John dos Passos. Nueva York es una ventana sin cortinas, literaria, teatral, cinematográ-fica, musical, pero también con ese punto de violencia contenida que la hace única. Y nosotros so-mos los voyeurs.

vido, no las creeríamos posibles. empiezan a parecer ya muy leja-nas.

Por suerte, tenemos a tom Wolfe para recordárnoslas. Por suerte, los futuros historiadores, los buscadores de curiosidades y los amantes de las letras, dispon-drán, si recurren a tom Wolfe, de un retrato definitivo, global y correctamente sintonizado de nuestra época», apunta Joe david Bellamy en el prólogo a Las déca-das púrpura». crónicas y artículos, realidad y literatura, esa podría ser la mejor definición del maes-tro del periodismo tom Wolfe.

aManecereS

enero

María Ángeles Pérez

atiborrados

de dulces,

regalos

y buenas

comidas

llegamos

a, la ya

tópica e interminable

cuesta de enero. con

buenos propósitos y firmes

decisiones iniciamos el nuevo

año. Ha llegado la hora

de cumplir estrictamente

nuestra dieta, ir a diario y

puntualmente al gimnasio,

abandonar de una vez y para

siempre el maldito cigarrillo

que nos está quemando la

salud. recogeremos con

extremo cuidado los adornos

caídos del árbol anunciando

el punto y final de la fiesta.

Volveremos a colocarlos en el

viejo baúl donde esperarán,

con resignación, ser

rescatados de su prolongada

sepultura. en el misterioso

tren de la vida hemos

cerrado un desgastado y

ya obsoleto año. Iniciamos

otro quizá tormentoso y

agitado en el erizado mundo

de la política. Frente a ello,

abramos las puertas de par

en par a nuevas ilusiones,

improvisadas fantasías y

esos maravillosos sueños que

nos pueda proporcionar el

mágico y aún desconocido

2019.

el zaGUán

Pilar Muñoz aguilarAlejandro López Andrada

la piedra se

hace árbol,

nube o agua,

en su poesía

lumínica. el

amor forma el

tejido azul de lo que escribe.

en Fragmentos de luz, su voz

poética remueve pasos y

hojas del ayer. «Flores en el

alma abierta/de las calles

que transitan/los recuerdos»,

dice Pilar en unos versos de

su libro surcado por un hilo

de ternura. nos habla de

silencios de su abuelo y del

gorrión corinto, un pajarillo

con alas de oro que voló en

septiembre de su morada.

en Fragmentos de luz, el libro

cálido e iridiscente de Pilar

Muñoz, recién nacido en

la editorial catorceBis, la

poesía abre veredas que

conducen a los veranos de

la adolescencia: «Solíamos

desafiar a la noche/

salpicando de risas las calles».

la luz nos mece en las hojas

casi ocres de la melancolía

juvenil que cada verso de

Pilar derrama con sublime

elegancia en nuestro ánimo.

la oscuridad no cabe en sus

palabras. Su voz poética es

pura y esencial.

relatoS

¿conocimos a ed-gard allan Poe a través de la traduc-ción que hizo Julio cortázar o a Julio cortazar gracias a sus traducciones de Poe? da igual, porque estamos

ante uno de los renovadores del relato breve, cuya in-fluencia fue tal que el propio cortázar intuiría que le sobrepasaba. Siempre reeditado, es de agradecer esta de cátedra, Relatos de ciencia ficción, en donde nos ofrecen relatos y poemas adscritos al género, incluyendo Ma-nuscrito hallado en una botella o La verdad sobre el caso del señor Valdemar. releer a Poe es como recordar aquellas primeras lecturas de las ‘antologías azules’ de alianza editorial, pero hacerlo ahora gracias a esta edición de cátedra es obrar justicia para un escritor excesivamen-te nombrado pero injustamente tratado. L. SANTILLÁN

‘Relatos de ciencia ficción’. Autor: Edgar Allan Poe. Editorial: Catedra. Madrid, 2019.

noVela

con la tranquilidad que da una sosega-da lectura después de más de treinta años de pasión por las leyendas artúri-cas, Siruela reedita El Rey Arturo y sus caballeros de la Tabla

Redonda, y nos preguntamos, ¿qué tiene la saga artúri-ca que tanto atrae año tras año? el mito, la leyenda, el Mago Merlín, la búsqueda del Santo Grial, un universo que algunos llegan a emparentar con otros tan cerca-nos y lejanos como el de tolkien... y a decir de muchos, «una de las primeras novelas modernas», inspiradora de cómics, películas, ensayos mitológicos... Y es que ar-turo de Pendragón vende. Vende la dama del lago, la leyenda y la magia. Siempre ha vendido. Y al igual que don Quijote, casi seiscientos años después, continúa siendo todo un best seller. L.S.

‘El Rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda’. Autor: Roger Lancelyn Green. Editorial: Siruela. Madrid, 2018.

noVela

Las rosas del Sur, la úl-tima obra de ficción de Julio llamazares, culminación del proyecto iniciado con Las rosas de Pie-dra, se puede leer de múltiples formas. como libro de histo-

ria, como novela en movimiento, como libro de viajes, con la excusa o el telón de fondo de las catedrales... Si en Las rosas de piedra nos acercó al patrimonio artístico del norte, ahora visitaremos las catedrales del sur de españa, andalucía, extremadura, castilla la Mancha, levante y Baleares. Un auténtico libro de misceláneas adecuado para quienes prefieran las vacaciones de piedras y angos-tos caminos, en donde emergen con fuerza los silencios, la oscuridad, lo intangible, lo inaudito, la lluvia y el frío como condicionantes de las «piedras», de los lugares y de las personas que habitan las ciudades. L.S.

‘Las rosas del Sur’. Autor: Julio Llamazares. Editorial: Alfaguara. Barcelona, 2018.

2 Cuadernos del Sur AA Agenda Diario CÓRDOBASÁBADO26 DE ENERO DEL 2019

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Francisco Antonio Carrasco

Mario Cuenca Sandoval na-ció en Sabadell en 1975, pe-ro se trasladó a Priego a los cinco años y actualmente vi-

ve en Córdoba. Profesor de Filosofía en el IES Maimónides, se inició en la literatu-ra con un libro de poemas, Todos los mie-dos (Renacimiento, 2005), por el que reci-bió el Premio Surcos. Ha escrito otros dos poemarios: El libro de los hundidos (Visor, 2006), con el que obtuvo el Premio Vicen-te Núñez, y Guerra del fin del sueño (La Ga-rúa, 2008). Con su primera novela, Boxeo sobre hielo (Berenice, 2007), ganó el Pre-mio Andalucía Joven de Narrativa. Poste-riormente ha publicado otras tres: El la-drón de morfina (451 Editores, 2010), Los he-misferios (Seix Barral, 2014) y El don de la fiebre (Seix Barral, 2018), que le sitúan, a los ojos de la crítica, como uno de los es-critores más brillantes de la actual narra-tiva española. El don de la fiebre narra la vida de Olivier Messiaen (1908-1992), el Mozart francés, un músico vanguardis-ta y ultracatólico que compuso y estrenó su Cuarteto para el fin del tiempo en un campo de prisioneros nazi, componía al dictado de los pájaros y percibía las for-mas y colores de los sonidos.

–Entiendo que le gusta la música…–¡A quién no! Incluso estudié en el con-servatorio cuando era un chaval. De he-cho, mi hermano es músico, y mi mujer, maestra de música. Estaba cantado: tar-de o temprano tenía que escribir un li-bro así.

–Sin embargo, según ha confesado, su descubrimiento de Olivier Messiaen fue casual: quería escribir un libro sobre la sinestesia y se lo encontró en el camino. –Messiaen no formaba parte de mis mú-sicos de cabecera. Comencé a adentrarme en su obra investigando su vida, su pecu-liar religiosidad, su estética musical… No fue algo que me propusiera. Estaba leyen-do sobre Messiaen y escuchando su músi-ca cuando, de repente, me sorprendí a mí mismo con esta pregunta: ¿de veras estoy escribiendo una novela sobre Olivier Mes-siaen?

–¿Qué es lo que más le interesó de Mes-siaen? ¿Su vida, sus dotes musicales, su proceso creativo, sus inquietudes perso-nales…?–Decía Alex Ross que la vida de Messiaen, como la de todos los santos, es terrible-mente aburrida. No podría estar más en desacuerdo. Además de una peripecia vital muy novelesca, había en él una aparente contradicción que me fascinaba: músico de vanguardia y ultracatólico. Era alguien que quería mostrarnos las puertas del Rei-no de Dios a través de un lenguaje musical que parece traído de otro mundo.

Su última novela, ‘el don de la fiebre’ (Seix barral, 2018), recrea la vida

de olivier meSSiaen, el múSico francéS que compuSo Su ‘cuarteto para

el fin del tiempo’ en un campo de priSioneroS nazi

Mario Cuenca Sandovalque el poeta se enfrenta a un poema.

–El estreno en el campo de prisioneros nazi de su ‘Cuarteto para el fin del tiem-po’ es digno por sí solo de una novela: es capaz de crear una obra de arte en medio de la ruina mental más absoluta.–Es la anécdota más conocida de la peri-pecia de Messiaen. En unas condiciones penosas, a treinta grados bajo cero y con unos instrumentos ruinosos, realizó la interpretación más importante de su vi-da. Decía que nunca se había sentido tan profundamente comprendido como por aquella audiencia de prisioneros faméli-cos y muertos de frío.

–Resulta curioso su diálogo con Dios, su entrega continua a él. Dice usted que «…es un hombre que reconocía la huella de Dios en cada brizna de hierba».–Para un hombre tan profundamente reli-gioso como él, la naturaleza y, en particu-lar, los pájaros, no eran sólo una entidad biológica, sino una expresión de la volun-tad divina. Llamaba a los pájaros «los emi-sarios de una alegría sobrenatural».

–Como todas las vidas, la de Messiaen también tiene su lado oscuro: su rela-ción con los nazis, servil en muchas oca-siones y quizá cobarde cuando más de veinte años después de la guerra se negó a recibir al capitán Brüll, el oficial que le permitió componer en el campo de pri-sioneros y luego los liberó.–La reputación de Messiaen hasta hace poco parecía intachable. Prácticamente se le consideraba un santo, y yo mismo co-mencé a escribir mi novela bajo ese impul-so, imitando el estilo de las hagiografías. Pero poco a poco comencé a tropezarme con testimonios que hablaban del «otro Messiaen», lo cual supuso una crisis en el proceso creativo, como si fuera ya invia-ble. Hasta que me dije a mí mismo: «pero si eso hace aún más interesante la novela», en el sentido de que enriquece el persona-je, le otorga mayor profundidad literaria.

–¿Le ha costado mucho meterse en la piel de Messiaen? Veo al final de la obra que ha consultado una amplia bibliografía.–Lo más difícil no ha sido la documenta-ción (hay abundante bibliografía sobre él, aunque muy poca en castellano), sino con-vertir la mera información en literatura, en novela, lo que requería hacer volar la imaginación, en el sentido literal de la pa-labra: la capacidad de crear imágenes. Se trataba de que el lector visualizara la vida de Messiaen.

–¿Y ahora qué? ¿Trabaja ya en una nueva obra?–Permíteme que no responda; soy muy su-persticioso y no suelo hablar del proyecto que me traigo entre manos. Sólo puedo adelantarte que ando corrigiendo una no-vela recién terminada.

si que da igual la anécdota narrada, igual que la gente sabe hacerte reír aún con el peor chiste del mundo.

–En este sentido, más que una biografía de Olivier Messiaen, por muy novelada que sea, El don de la fiebre parece una melodía de sensaciones, elaborada con una prosa caudalosa e incontenible de imágenes bellísimas. A veces me lo he imaginado sobrevolando la vida de Mes-siaen a lomos de uno de esos pájaros que tanto amó o, sencillamente, dirigiendo una sinfonía sobre su vida.–Venía de un libro tan luctuoso y siniestro como Los hemisferios, y tenía la necesidad de crear una obra mucho más luminosa. Se podría decir que me había propuesto escribir un libro sinestésico, en el que las palabras generaran sensaciones visuales y auditivas. De ahí el mimo con el que he tratado el lenguaje de este libro. Mimo o, si lo prefieres, obsesión. La misma con la

Mario Cuenca Sandoval.

SÁNCHEZ MORENO

–Me encanta el principio. Es espectacu-lar. «Señor, concédeme el don de la mú-sica. Muéstrame cómo leer cada uno de los sonidos del mundo». ¿Qué valor tiene para usted el inicio de una obra? ¿Pre-fiere que sea impactante o entrar en ella poco a poco?–Soy del los que piensan que el arranque de una novela contiene todo su material genético. Las primeras páginas son siem-pre una declaración de intenciones, pero, además, aportan ya el tono, la textura, la personalidad en general de todo lo que el lector encontrará en las siguientes.

–Usted ha dicho en alguna ocasión que la novela es una forma de música, que es muy importante el tono en el que se escriba para hechizar al lector.–Muchos de los autores que más me inte-resan son narradores que tienen la capaci-dad de hechizarte con el lenguaje y condu-cirte de la mano a donde se propongan, ca-

Cuadernos del Sur AA Entrevista Diario CÓRDOBASÁBADO26 DE ENERO DEL 2019 3

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Amores prohibidosMónica Collado reivindica una historia feminista en ‘Amor doncella sierva’

Pedro M. Domene

NOVELA

Mónica Collado (Villa-nueva de las Torres, 1980) debutó en na-rrativa con Palabra

de sal (2015), que obtuvo el XIX Premio de Novela Vargas Llosa. Una estampa de la España ru-ral de los ochenta con sus dife-rencias de clases, una narración convertida en cruce de caminos errantes, y una curiosa confluen-cia de personas, cuyo dolor y su-frimiento propiciaba un pun-to de encuentro entre lo efíme-ro y lo divino. Su nueva novela, Amor doncella sierva (2018), mues-tra un texto poético, un poema desprovisto del marcado énfasis lírico, aunque la narradora con-sigue una singular voz natural que nos sumerge en la atmósfe-ra que nos recuerda a los cuen-tos de Las mil y una noches. Adifa, la protagonista, vive en la casa familiar, tiene varios hermanos, pero establece una relación pe-culiar con Baruj, su protector y maestro. Juntos van a la escuela, escuchan la sabiduría de los sa-cerdotes, y se asoman a un mun-do muy masculino, quizá por eso Baruj teme que cuando a Adifa le despunten los pechos, y se convierta en mujer, la descu-bran; el hermano, abocado al sa-cerdocio, le ha enseñado a leer,

Mónica Collado.

FERNANDO CARRASCO

y eso la llevará a descubrir unos pergaminos trazados por la ma-no paterna, guardados en su co-vacha como tesoro en un san-tuario, y en los que se revela la hermosura de la poesía y el ex-traño sentimiento del amor que la acompañará el resto de su vi-da. Con Adifa recorremos su ni-ñez, el paisaje agreste vivido, su relación con las esclavas y que-haceres domésticos, callada en su prudencia es tratada como pieza de ganado, o una carga frente a la criatura sensible que esconde tras su dulce rostro. Su

vida transita en una pequeña co-munidad familiar regida por el hombre, donde la mujer nada puede decidir, ni siquiera en el terreno del amor. Su padre es ta-citurno y serio, no provoca con-fianza sino miedo hasta que un día decide vender a su hija por una insignificante dote al viudo Raveh, quien pronto descubrirá la esterilidad de su joven esposa, aunque a través de Yla consiga parir dos hijos ajenos. Entonces descubrirá el milagro de la pa-sión amorosa, íntima y sexual, en la figura de un joven pastor,

solo así consigue sobrevivir con el don de la palabra porque Adi-fa tiene un sueño y la gracia de la escritura lo alimenta. Ado-ra las palabras, son su vínculo más poderoso con la realidad, y sin apenas darse cuenta inicia la redacción de un poema, porque en su angustia vital, ella juega con el arte de la escritura.

La narradora reivindica una historia feminista que sitúa en las áridas llanuras orientales, sentimos los aromas y las fragan-cias, los detalles de una vida, aun-que quizá lo que ha movido real-mente a Mónica Collado a escri-bir su novela sea desarrollar una hipótesis sobre la atribución del Cantar de los Cantares a una mano femenina, un texto demasiado carnal para formar parte del Li-bro Sagrado, interpretado meta-fóricamente como un encuentro místico entre Dios y su pueblo, y fue a Salomón, rey sabio, a quien se le concedió su autoría por pu-ra tradición, mientras Collado se la confiere a Adifa, «la favorita de mi corazón».

‘Amor doncella sierva’. Autora: Mónica Collado. Editorial: Limbo Errante Editorial. Zaragoza, 2018.

‘Cariño’, de Miguel Ángel González

Se puede hacer público un argumen-to sin caer en el hundimiento de la obra. Éste es el caso. Mateo, un joven adolescente espera la muerte de su

madre, se escapa para buscar a su padre, del que poco sabe salvo dos apuntes: que es un imitador de Elvis Presley y que abandonó a su madre antes de nacer él. Por su parte, So-fía, una treintañera se ve en la necesidad de visitar a su antiguo novio, que la dejó hace seis años, porque ha salido de un coma tras un accidente de tráfico y la nombra. Entre ellos un pueblo, Cariño, con fantasmas o re-cuerdos, olvido, realidad, cruces de caminos para realizar un ejercicio de narración ex-traordinario.

Miguel Ángel González presenta un volu-men de doscientas diez páginas con el arte de amasar historias, en ese aspecto -lo apunta-mos como virtud- es clásico o más bien tradi-cional. Para el lector es una gozada saber por dónde camina. El aspecto novedoso es que lo-gra envolverlo en una narración que a veces es hipertextual, que a modo de muñecas ru-sas una historia esconde otra y encajan per-

fectamente. La argumentación anterior corre paralela a otras historias, que incluso se deta-llan con fotografías a modo ilustrativo. La vi-sible maquinaria relojera de la construcción se ofrece a la vista, pero causa el mismo efec-to de apreciación de las partes transparentes de un reloj. Una diminuta pieza sirve para que el mecanismo funcione con armonía. Los relatos breves son como piezas musicales que hace respirar la pieza mayor, la novela. Unos existen por los otros y viceversa.

La singularidad de este texto la conforma el estilo. La sobriedad y sencillez del lenguaje podrían ser apariencia de pobreza narrato-ria, pero la magia de este libro radica en el virtuosismo de situar la acción en una cuerda floja, algo tan sencillo a su vez es bello por-que entraña riesgo, y mucho. La parquedad es virtud hasta tal extremo que la ausencia de adjetivos se convierte en norma. Tan solo aparecen de vez en cuando para dar un po-co de color al párrafo, una breve pincelada. Esa característica marca el ritmo al lector provocando un estado de calma, pese a que nos están contando verdaderos borbotones de vida. La magia del alfarero que sabe hacer sencillas vasijas pero que el resto es incapaz, porque no majea el arte. Y entre ellas la «tej-

Manuel Molina

‘Cariño’. Autor: Miguel Ángel González. Editorial: Alianza Editorial. Barcelona, 2018.

NOVELA

né» reside en que la historia mencionada se entremezcla con personajes como Eduardo Manostijeras, Richard Nixon o el propio Elvis Presley. Ojo, para salir airoso.

John Cheever de manera explícita y un Jo-hn Ford, el de «Canadá», se sugieren como posibles influencias en el autor, pero desta-caríamos la viveza de los diálogos, que nos permiten reconocer al autor también con incursiones en el género teatral y la estéti-ca de algunas escenas, que también nos per-mite llegar hasta la relación de este con la cinematografía. Después de obtener con su primera novela el premio Café Gijón en 2015 ha resultado un hallazgo este nuevo título, que asombra desde la cuidada sencillez, un remedo también de Salinger, con unos perso-najes en busca de algo tan esencial y humano como es un abrazo.

4 Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO26 DE ENERO DEL 2019

‘El jardinero’. Autor: Alejandro Hermosilla. Editorial: Jekyll & Jill. Zaragoza, 2018.

Una alegoría sobre el mal

Alberto Monterroso

Si El Bosco pintó una obra que aún hoy de-ja perplejo al especta-dor por su desconcer-

tante simbología, la novela de Alejandro Hermosilla es la plasmación en palabras de un proyecto artístico similar: la descripción del pecado en el Bosco se torna aquí en El jardi-nero en una violenta alegoría sobre la naturaleza del mal. Varias veces cita el autor el cuadro de «Hieronymus Bos-ch (El Bosco) en su tríptico El jardín de las delicias. Una obra de arte elaborada por el pin-tor holandés con los ojos ce-rrados, pues tenía miedo de ser atrapado por aquello que retrataba: la lujuria y el vicio que asola el mundo desde que existen los jardines y los jardi-neros que se encargan de cui-darlos» (pág. 88).

Si El Bosco pudo pintar con los ojos cerrados, el autor de El jardinero escribe con los ojos abiertos de par en par, absor-tos en la contemplación del mal, con un lenguaje procaz, salaz y agresivo que muestra con brutalidad la lascivia irre-frenable, el sexo escatológico o la pasión edípica e incestuo-sa. Este estilo descarnado y, a la vez, bellamente literario, puede parecer a primera vista puro regodeo en la violencia, el odio, el vicio o la degrada-ción pero va mucho más allá de esa primera impresión de caos y obsesión por la maldad. El Jardinero abre ante nuestros ojos un mundo onírico irreal que se confunde con la reali-dad más absurda y cotidiana de la violencia, la traición y el rencor. Asistimos a la descrip-ción descarnada del mal, no de forma complaciente y gozosa en la propia maldad, sino con la visión desconsolada y terri-ble de la soledad de Kafka, del absurdo, del odio, de la falta de amor y sus consecuencias, todo ello expresado con tintes existencialistas donde el pro-pio autor confiesa la influen-cia, en el tono y las palabras, de Bernhard, Blanchot, Lon-don, Kafka, Poe o Rilke. El Jardi-nero es la tercera novela de Ale-jandro Hermosilla (Cartagena, 1974) obsesiva y experimental como las dos primeras, Martillo (2014) y Bruja (2016).

NOVELA

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El mundo a veces es tan simple y de un eterno retorno tan incues-tionable que confabula los ele-mentos para que converjan en

un fin y lo erijan como símbolo de uni-cidad. Ha llegado enero, tan reciente aún en su fecha del 14, y todo el espacio poéti-co ha vuelto a llenarse de los versos de Pa-blo. El ensayo La poesía de Pablo García Bae-na, editado por la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios en la edi-torial Comares, y el prontuario de los so-netos paulinos Al vuelo de una garza breve, en ediciones Renacimiento, han coincidi-do igualmente con la exposición en Cór-doba Mario López y Pablo García Baena, dos poetas de Cántico. Al fin todas ellas y otras precedentes han sido las señales anuncia-doras de un hecho literario singular co-mo es la edición, de la mano de José In-fante y de Rafael Inglada, del libro Claros-curo (Últimos poemas), con el cual, al año justo de su muerte, se pretende honrar la memoria lírica del cordobés universal que es Pablo García Baena convertido ya –sobre todo desde que en 1984 recibiera el Premio Príncipe de Asturias de las Le-tras– «en una referencia para las genera-ciones más jóvenes». Claroscuro, que abre el introito o «Preliminar» de José Infante y cierra el apéndice titulado «Bibliografía esencial de Pablo García Baena», queda esencialmente constituido por doce poe-mas de los cuales alguno, como «Arauca-ria», ya había sido dado a conocer en Pa-

selecta elección –co-mo daifa, concubina, pórfido o granito–, se canta a la naturaleza que aboca al recuer-do doliente y eviden-te en: «Sombras de aquellas noches, id en paz/hacia el silen-cio». Es indudable que la antítesis pre-sente-pasado es fun-damental en la poe-sía de García Baena, que con frecuencia alarga sus versos pa-ra hacer una elegía de lo vivido amado en la relación de amistad, evocada en sus detalles y al fin elevada a símbolo de esa citada antítesis: «Lo efímero y lo eter-no, ese afán siempre tuyo/por hacer per-durable lo fugaz su-cesivo...».

Tienen estos poe-mas, en su diversa extensión, también diferente cómputo, y en ellos atendemos al gusto por el detalle tan propio de Pablo («Una mujer pasea desnuda por la playa/

solitaria. Amanece»), que tan emotivamen-te y con gozo vívido sabe rematar la his-toria: «Hasta para el que mira, encerrado en sus años,/el verano será el tiempo de la dicha». Observamos que en los pasajes de «De historia» emerge la crítica social diri-gida a los poderosos, y en «La entrega», de solo cinco versos, se registra el impacto de una estampa callejera del instrumentista que toca para recibir una dádiva a cam-bio de la tristeza de su música. Por todos estos versos, junto a la vibración sensual, puede latir la recreación de un episodio histórico («La hoguera») o dejar hilvanada la anécdota del recuerdo en el título «Poe-ta local». Con la sutilidad de su lenguaje, con la selecta precisión de su vocabulario (que casi en todos los poemas deja llama-tivos cultismos), con la delicadez del poe-ta que describe y siente, el mundo lírico de García Baena vuelve a hacerse presente en estos que son, por ahora, sus últimos poemas. En ellos, como escribe José Infan-te, «aparecen algunos de los temas de la poesía paulina: la naturaleza, la amistad, la historia, el paso del tiempo, en esta oca-sión con un lenguaje contenido, que no desdeña en ningún momento la suntuosi-dad y la riqueza de su léxico...».

poemario, según la costumbre paulina de cerrar siempre sus libros con un poema religioso, debe ser «Vísperas».

Es ese enfoque cronológico el que dirigi-rá la composición del libro, cuya escritura comenta Infante que avanzaba dificultosa-mente por los tan acuciantes problemas de visión de Pablo en los últimos años, tan claramente mencionados en este fragmen-to: «Pablo iba construyendo los poemas en la memoria, luego los grababa, se los pa-saban a papel en letras grandes, Pablo co-rregía a mano y, cuando les daba el visto bueno, se pasaban al ordenador». Incluso han sido estos condicionantes vitales los que han orientado el título del libro. Cla-roscuro alude a esa falta de certidumbre en la visión, a esa neblina que lo emborrona todo, a ese contraste «entre la luz y la oscu-ridad en el que vivía, siempre modulado por la búsqueda de la belleza [...]».

Y belleza es para el poeta cualquier in-tento de hacer preciso el lenguaje y dotar-lo de rigor y precisión, dos rasgos que In-fante resalta a la vez que declara el sesgo nostálgico de sus versos y pone de mani-fiesto que en estos últimos años de su exis-tencia latió «la contradicción de desear es-cribir con mucha más frecuencia e inten-sidad que durante los años anteriores».

Del resultado no hay duda, si escogemos o anotamos alguno de estos doce poemas constituyentes de Claroscuro. Así, «El exi-lio», dedicado a Medina Azahara, está equilibrado con el contrapeso de versos endecasílabos y heptasílabos que, aunque sin rima, dan un tono armónico al conjun-to en el que, rebrillando algún vocablo de

«Y belleza es para el poeta cualquier intento de hacer preciso el lenguaje y dotarlo de rigor y precisión, dos rasgos que Infante resalta...»

Versos para no olvidar a PabloPOESÍA

‘Claroscuro’, libro póstumo de García Baena, es la conciencia lírica de sus últimos años

Antonio Moreno Ayora

Pablo García Baena, en la Feria del Libro de 2017.

A.J. GONZÁLEZ

blo García Baena. Antología (1943-2016), libro imprescindible que, al cuidado y selec-ción igualmente de José Infante, publi-có la editorial malagueña El Toro Celes-te en 2016.

En realidad, todo cuanto podamos saber de este brevísimo poemario que Infante llega a calificar como «esbozo de un libro» lo tenemos expuesto por este mismo es-tudioso en sus palabras de introducción, mediante las que precisa que el lapsus que lo comprende iría desde 2006 a 2018, o sea doce años a lo largo de los cuales el poeta fue dando alguna pista «en varias entrevistas y declaraciones, acerca de es-tar trabajando en un nuevo libro». Infan-te e Inglada siguen y cotejan esas pistas y llegan a varias conclusiones que van a ir exponiendo para asentar la edición. Insis-tiendo en que, de estos poemas por fin re-unidos, había aparecido «alguno de ellos en alguna revista o en una antología», o refiriéndose a que incluso alguno había sido leído públicamente, se establece que el más antiguo cronológicamente es el ti-tulado «El exilio» y que el que concluye el

‘Claroscuro’. Autor: Pablo García Baena. Edición de José Infante y Rafael Inglada. Edita: Pre-Textos. Valencia, 2018.

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Tres poetisas en Hiperión

Lejos de publicar, como ahora hacen edi-toriales famosas del país, esa poesía sen-cilla y cursilona bien acogida por adoles-centes que quizá nunca leyeron a un poe-

ta clásico, Ediciones Hiperión sigue apostando por una poesía de calidad y hondura, sacando a la luz poemarios muy distintos de voces muy só-lidas, firmes e insoslayables. Así en los últimos meses hemos hallado en el citado sello editorial tres libros de versos escritos por mujeres de alta densidad lírica, aunque sean obras que ofrecen visiones poéticas contrarias, lo que enriquece, sin duda, su propuesta siempre ceñida a su mun-do singular. De los tres poemarios aquí seleccio-nados, dos de ellos lograron un galardón poéti-co: Bajo la luz, el cepo, de Olalla Castro, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Antonio Macha-do, y Las niñas siempre dicen la verdad, de Rosa Ber-bel, fue merecedor del Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal; en las obras citadas, de temáti-ca atractiva, el lector de poesía halla unas voces sugerentes, las de dos mujeres que escriben con soltura, naturalidad, y muchísima destreza, des-brozando caminos líricos aún no hollados.

El otro poemario que vamos a reseñar, apare-cido en la misma colección, aunque no lleve pre-mio -ni falta que le hace-, tiene una calidad lírica imponente, y hemos de reconocer que quien lo

Alejandro López Andrada ‘Bajo la luz, el cepo’. Autora: Olalla Castro. Hiperión, 2018.

‘Las niñas siempre dicen la verdad’. Autora: Rosa Berbel. Hiperión, 2018.

‘Ciudad sumergida’. Autora: Ariadna G.García. Hiperión, 2018.

escribe es dueña de una obra poética muy sólida: Ariadna G. García, con libros de versos muy aplau-didos y bien recibidos siempre por la crítica, que aquí en este libro de extraordinario aliento, Ciu-dad sumergida, nos muestra de nuevo un mundo original, acrecentando con ello el universo de su obra magnífica, una obra poética valiente donde deja constancia de su madurez creativa y un hon-do lirismo que llega al corazón.

Entrando de lleno en este último poemario de Ariana G. García, enseguida percibimos una voz temblorosa que arraiga como un tallo de luz que-bradiza en los ojos del lector transportándolo a espacios de belleza persuasiva: «Al pie de la mon-taña/huelo botones de eucalipto/que el tiempo mustiará» (Pág. 15), versos imantados desde la raíz por el puro amor de la naturaleza. Y es también el amor, aunque de un modo distinto, la sustancia que funde los ángulos y los vértices de la urdim-bre poética que la autora nos regala unas líneas después en fragmentos como este: «La familia es resguardo,/memoria compartida,/temblor que en el silencio abre ventanas» (Pág. 17), o estos otros versos hechizados y prodigiosos: «Eras la protecto-ra de la nieve.../Heredaste su amor por los crepús-culos y los amaneceres» (Pág. 24).

Emociones domésticas, reflexiones lúcidas, pérdidas emotivas y esperanzas -«late en mí la certeza/de que ya estáis viajando hacia el ser que seréis»-, conforman la atmósfera de este Ciudad su-mergida, un libro de versos seductores e inquietan-

tes. En cuanto a los dos poemarios antes citados, el primero de ellos, Bajo la luz, el cepo, de Olalla Castro, de algún modo conecta en su tono ma-jestuoso, épico e intimista al mismo tiempo, en algunos pasajes con el de Ariadna G. García: «Su-cede de pronto,/mientras hablo conmigo,/que las frases se astillan como huesos» (Pág. 61), aunque el mensaje de Olalla sea más áspero y en su fon-do resalte la violencia del entorno de un paisaje poético transido por las pérdidas, por el dolor, la ausencia y la derrota, que es vivido y sentido a lo largo de un viaje.

En este poemario de Olalla traspasado por un tono agridulce de tierra desolada, de humano pai-saje arrumbado en las ausencias hallamos frag-mentos de hondura visceral: «Soy este dolor que se come mi pan/y pasea conmigo por la orilla» (Pág. 78).

Para terminar este breve itinerario de estos li-bros certeros y sugerentes, diremos que el último de ellos, el pergeñado por Rosa Berbel, Las niñas siempre dicen la verdad, es quizá el más arriesgado del conjunto en el plano estético y en la construc-ción poética. La autora, que es la más joven de las tres, nos ofrece un rosario de versos tensos y pu-ros como juncos crecidos a la orilla del cansancio: «Ahora nos acariciamos/con la misma piel con la que antes/palpábamos la fruta» (Pág. 32), y algo más adelante, en otra página, hallamos este frag-mento sugestivo: «Rescatamos de nuevo esta mú-sica antigua/con la que aún bailamos,/las ruinas de otro tiempo luminoso» (Pág. 60). La poesía de Rosa Berbel, tan cristalina, seduce al lector desde el primer instante, e igual que las otras poetas aquí citadas, ofrece un paisaje lírico esencial.

POESÍA

Volar y navegarLa claridad de Elsa López regresa con ‘Últimos poemas de amor’Juana Castro

POESÍA

Cuando comencé a leer es-te libro de Elsa López re-conocí su voz, la voz de quien posee el don de la

poesía. Sus versos suenan claros, como cuando es ella quien lee. Y es que la autora lleva consigo el juicio, la música y el temblor de la poesía. Había una voz de hom-bre esta vez. Pero no todos los poemas eran de esa voz. Estaba también la de una mujer. Aun-que reflexioné sobre mi lectura una y otra vez, no he llegado a sa-ber si ambas voces se alternan en los poemas o si interactúan, pe-ro sin establecer siempre la alter-nancia. Poemas de amor en todas sus variantes. Con versos de gran intensidad: «Me he lanzado al va-cío de tu cuerpo/sin pronunciar tu nombre, sin un solo gemido» (pág. 29). Y, a veces, también en-tre el humor o la ironía: «Te en-viaré a mis sicarios un buen día de estos/y en un rincón cualquie-ra te aplastarán el cráneo/con la obra completa de Constantino

Elsa López.

EUROPA PRESS

‘Últimos poemas de amor’. Autora: Elsa López. Editorial: Hiperión. Madrid, 2018.

Kavafis,/versión bilingüe en grie-go y castellano» (pág. 44). Cuan-do el amor lleva años de anda-dura y relación, los amantes se superponen, se asemejan, se sa-ben. Las palabras de él son tam-bién las de ella y al contrario. No es la primera vez que la escrito-ra nacida en Fernando Poo habla de amor, pues ya en 1987 ganó el Premio Ciudad de Melilla con el poemario Del amor imperfecto. Se respira aquí una atmósfera de le-yenda, algo entre la realidad y el misterio. Y es que los versos de El-sa muestran un ingrediente nue-vo: son inquietantes. Tantas ve-ces una y otra voz se asoman al precipicio: del mar, del fin, de la muerte. Y nos deja un regusto de «almendras amargas» en la boca, como ese hilo que algunos mon-jes dejaban fuera del tejido, una marra hecha adrede, también porque los protagonistas ocul-tan alguna carta. «Tus hijos y mis hijos sabrán que me has amado./Ese será el castigo. La ligera sos-pecha/de haber sido engañados por no reconocerlos,/por no re-

conocernos entre nosotros mis-mos» (pág. 34). O «Tienes miedo a que descuelgue sábanas/y huya por las aceras/con el primer na-vegante que atraviese tu calle./Que me aleje de ti/y me pierda en las viejas paradas donde borré tu nombre» (pág. 27).

Un amor que se sabe ya eterno, a prueba de todo, pero que en alguna región, de la tierra o del cerebro, muestra su extrañeza. Van pasando el mar, el vuelo, la casa familiar y su historia, la in-fancia y los recuerdos, los viajes, la música, la isla, la separación y la oscuridad. Entre lo cotidiano y

los objetos, lo inasible, «una niña sentada en tus pupilas». «Me he sentado a la puerta para verla pa-sar/(...) y avanzar como una loca/por las ventanas y las habitacio-nes de la casa./(...) Es ella. Me di-cen las vecinas» (pág. 57). Las alas y los pájaros, imagen del vuelo y el viaje, aparecen en la imagina-ción y el sueño, con esa tristeza que no tiene cura porque está en la misma naturaleza del amor. Y a esa extrañeza contribuye el or-den de los poemas, sin título, que entrelazan pasado y presente, pre-sente y futuro, la vida corporal y quizá otra vida, la que está más

allá o en la frontera. «No tiembles, amor mío (...) Y al llegar a la curva que marca el horizonte/te subes a su lomo y despliegas las velas/que bordé en tu camisa» (pag. 53). Am-bas voces son amantes y viajeras, además de contemplativas, jardi-neras, cuidadoras, decoradoras... Los diversos roles que entraña el amor, manifiestos y equidis-tantes. Aunque lo más llamativo puede ser haber escrito desde la voz del compañero amante. Escri-be Elsa en la contraportada: «Algo así como la amada en el amado transformada. (…) He querido ave-riguar, saber qué sería yo si fuese él. Cómo me amaría si yo fuera él...». El dolor de la vida y el otro dolor, el que acompaña las tribu-laciones de amar y ser amado. Es-tar juntos y sentirse sola. Asomar-se al instante que separa una vida de otra vida, como en el poema de la página 38: «Reventaron cu-biertos y cristales/ y se partió mi corazón ya para siempre». Con este poemario de madurez, se eri-ge y recrea como la poeta que es, aportando una dicción cercana y emotiva a su visión del dolor y lo amoroso masculino, pleno de una sensualidad tan placentera como clásica. «Y cuando vuelves yo te estoy esperando/como si llegaras, deslumbrante y hermosa,/ igual que el primer día» (pág. 25).

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Recuerdo cuando el profesor de Filosofía dijo que había que leer a Henry Miller, su trilogía rosa y sus trópicos. O cuando el de

Redacción Periodística puso como lectu-ra obligada Menos que cero, de Bret Easton Ellis. Más tarde ya, a través de una reseña inicial de Las partículas elementales, descu-brí a Michel Houellebecq y, posteriormen-te, a Emmanuel Carrère y su monumen-tal El reino. La provocación alumbraba en estos cuatro escritores, allá y acá del At-lántico. Parecía que había que romper con lo establecido para encumbrar la na-rración, incorporando dosis de sexo des-humanizado y de realismo pesimista. Mi-ller es un escritor que hay que leer para descubrir el deseo de respiración en una sociedad excesivamente puritana como la americana de gran parte del siglo XX. A Easton Ellis lo abandoné tras la descar-nada American Psycho. Mucho de lo que po-día encontrar en Easton Ellis lo descubrí en sus dos primeras novelas, mientras que la tercera, con su gran violencia, fue el desconcertante dibujo final de una so-ciedad desesperanzada. El nihilismo de los seres humanos que se dispersaban por sus páginas recordaba el sentimien-to de la vida de Sartre o Camus. Por cier-to, Easton Ellis calificó en su día a Houe-llebecq como «el novelista europeo más interesante, provocativo e importante de mi generación». Y ahora llega de nuevo Houellebecq con sus eterna provocación, anticipándose a acontecimientos que luego se ven reflejados en la no ficción, y mostrando su gran desesperanza en la sociedad actual. «Una civilización mue-re simplemente por hastío, por asco de sí misma», dirá. No busquen consuelos, ni una novela al uso. Aquí se han roto ha-ce tiempo las estructuras tradicionales. Sus 282 páginas son un cóctel de pesimis-mo, antidepresivos, alcohol y sexo, salpi-cadas de reflexiones personales a través de Florent-Claude Labrouste, un funcio-nario del Ministerio de Agricultura fran-cés que está descontento con todo, hasta de un nombre que detesta. Aquí hay poco optimismo y mucha frialdad, alejamien-to de cualquier visión humanizante y nu-la confianza en revertir la situación.

La narración se inicia en Almería, don-de Florent-Claude espera a su compañera japonesa, Yuzu, a la que ya no soporta. Se encontraba de vacaciones en un lugar naturista. Hablará del aparcamiento del aeropuerto de Almería, que estaba sobre-dimensionado, «como todo en la región». Y de Franco, que considera que «podía ser considerado el verdadero inventor a es-cala mundial del turismo de lugares con encanto» y del «turismo de masas». Inclu-so, lo define como un avanzado del sector terciario.

Ya en París descubrirá que su compa-ñera japonesa es habitual de orgías con personas y animales. Cansado de una re-lación que había muerto hacía tiempo, un día abandona la vivienda sin decirle nada y ya no la verá más. Florent-Claude tratará de regresar con algunas de sus antiguas

tación de vacas lecheras, por lo que tendrá que ir vendiendo parte del patrimonio fa-miliar cada cierto tiempo.

Los años que vivió con Camille serán los mejor recordados por Florent-Claude: «El mundo exterior era duro, implacable con los débiles, no cumplía nunca sus prome-sas, y el amor seguía siendo lo único en lo que todavía se podía, quizá, tener fe».

Pero todo será pasajero y esa civiliza-ción decadente que describe, su despreo-cupación social, le llevará a no denunciar a un pedófilo que logró huir de los bun-galows que poseía su amigo Aymeric. Co-mo conocedor de la agricultura francesa, irá describiendo la caída de Aymeric y de los ganaderos franceses por la pérdida de competitividad de sus explotaciones. «La agricultura es una industria pesada que inmoviliza capitales de producción im-portantes para obtener ingresos exiguos o nulos», reflexionará. Como anticipándose al movimiento de los chalecos amarillos, Mi-chel Houellebecq narrará aquí el levanta-miento de los agricultores ante la pérdida de rentabilidad de sus economías, como sucederá meses después con la insurrec-ción social que aún se mantiene en Fran-cia. El final será inesperado.

Las páginas pasarán describiendo el creciente ambiente de soledad de Florent-Claude y su aniquilación personal, a la es-pera de que se confirme el diagnóstico del doctor Azote de que se estaba muriendo. Solo, con la pastilla de Captorix.

«Sus 282 páginas son un cóctel de pesimismo, antidepresivos, alcohol y sexo, salpicadas de reflexiones personales a través de Florent-Claude»

El eterno provocadorNOvELA

Michel Houellebecq vuelve a diseccionar la crisis de la sociedad actual en ‘Serotonina’

Francisco Expósito

Michel Houellebecq.

EFE

‘Serotonina’. Autor: Michel Houellebecq. Editorial: Anagrama. Barcelona, 2019.

compañeras, aunque el paso de los años o la indecisión no llegan a reencontrar una relación en un periodo que ya estaba marcado por los efectos del Captorix, un antidepresivo que libera serotonina, pero que provoca náuseas, la desaparición de la libido e impotencia. También se volverá a encontrar con un viejo compañero de Uni-versidad, Aymeric, con el que rememorará los años de estudiante, «los únicos felices, los únicos en los que el porvenir parece despejado». Aymeric es descendiente de una familia noble normanda. vive con más carencias que ingresos con una explo-

UNA OBRA CON POLÉMICASTRAS SU NOVELA ‘Ampliación del campo de batalla’ (1994), que arrasó en Francia, llegó en 1998 ‘Las partículas elementales’, un libro en el que profundizaría en algunos de los ingredientes que luego mantendría: una visión pesimista de la sociedad, sexo deshumanizado y provocación.

En esta ocasión, pondrá su diana en los franceses que protagonizaron el 68, muchos de los cuales son líderes políticos, económicos o sociales.

CONSIDERADA UNA OBRA MAESTRA para muchos y denostada por otros al considerarla racista y misógina, ‘Plataforma’ (2001) cuenta la vida de Michel Renault, un funcionario francés que odia su trabajo y que es misógino y putero. Renault no tiene amigos, ni tampoco los busca. Hacia

nuevas ‘aventuras’ emprenderá un viaje de turismo sexual por América Latina y el Extremo Oriente, tocando temas como el terrorismo islamista o la explotación.

‘EL MAPA Y EL TERRITORIO’ (2010) abordará la desconcertante visión de Houellebecq de la familia, del concepto de amor y las perversidades del capitalismo y cómo influye en el arte contemporáneo eliminando su libertad. Aparecerán retratos de personajes de todos los sectores. En la

ficción tendrá sitio el propio Michel Houellebecq, un escritor de éxito francés que llegará a autoinmolarse. Por este libro recibió el Premio Goncourt en 2010.

‘SUMISIÓN’ (2015) apareció en las librerías francesas el mismo día del atentado contra la revista ‘Charlie Hebdo’, en el que uno de los asesinados fue su amigo Bernard Maris. La polémica historia se traslada al año 2022, cuando en las elecciones

presidenciales de Francia vence un partido islamista moderado, que recibe el respaldo de socialistas y de la derecha. Todo cambiará en el país entonces.

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Verdad oculta, amoroso deleite‘Señales subjetivas’, de José María Molina, finalista del Premio Andalucía de la Crítica

Antonio Moreno Ayora

PoeSíA

Nadie puede dudar de que entre los poetas cordobeses debe des-tacar el nombre de Jo-

sé María Molina Caballero, so-bre todo si se echa mano de su último y excelente poemario Se-ñales subjetivas. el gozo se irradia tras su lectura, preparada por el tan armónico prólogo de Fede-rico Mayor Zaragoza, cuyas pa-labras no solo destilan amistad cercana sino, primeramente, en-tendimiento riguroso de la ma-teria poética que anuncian con entusiasmo al valorar este «poe-mario profundo y reflexivo inte-grado por treinta y ocho poemas llenos de intensidad y emoción, que escruta tenazmente la rea-lidad y el contexto que rodean al autor», del que se afirma que «indaga de una manera lúcida en los territorios profundos del alma, profundizando en los in-sondables interrogantes del ser humano». Lo primero que her-mosea en el libro es su ajusta-da y permanente sujeción a la métrica del endecasílabo blan-co, libre para la afloración de las ideas sin las cortapisas de la ri-ma y apto para una musicalidad contenida pero fértil en el sila-beo de la dicción siempre dulce y aquiescente de belleza. es este, el de la belleza, el arpegio que

José María Molina.

CÓRDOBA

más difunde su son por cual-quiera de los pasajes del libro, modelo de luminosa y sorpresi-va expresividad y de invención inesperada de significados. Y en ellos, sin duda, está la mayor di-ficultad para la comprensión de los poemas, que aparentan un mundo lírico ciertamente subje-tivo y a veces de conexiones oní-ricas continuadas. Su simbolis-mo tan atractivo es una constan-te que gravita en todas y cada una de esas treinta y ocho com-posiciones, repartidas casi simé-

tricamente en sus cuatro aparta-dos y una sola para el introito y otra para el epílogo. He aquí un ejemplo de ese simbolismo en-troncado en el virtuosismo de la expresividad más exultante: «Si cruzamos la sombra de la som-bra/de la verde memoria de alba-haca/en los umbrales del olvido roto,/navegaremos al fin por los mares/más propicios del tiempo que nos vive».

Aunque sea amplia la temática y diversos los referentes líricos, cada uno de los apartados tiene

trazas ineludibles. Así, «Las líneas insumisas de la sombras» deja afirmaciones positivas sobre el transcurrir vital («La vida nos sor-prende por momentos/y yo me rindo, dócil y prudente,/a cada uno de sus nuevos propósitos»), sobre la dicha amorosa o sobre el inexorable paso del tiempo. en todos ellos se difunde un tono re-flexivo y de introspección mante-nida, marca ya de todo el poema-rio, que en la segunda sección, «Los espejos de la memoria rota», ahonda en sentimientos como la soledad («Cuántas veces tus ma-nos duermen solas/en la premura de sus anchas sombras»), la duda, la belleza femenina, la inseguri-dad inevitable, la desconfianza, pero también el goce supremo de la hermosura circundante: es modélico, en este sentido, el títu-lo «el infinito don de la belleza». en los dos últimos apartados se perfilan, entre otras, expresiones de queja («Tus ojos, tan cercanos y distantes,/sólo transmiten ás-pera desidia»), ilusiones de deseo («es hora de pensar a cielo abier-to»), y grata complacencia en el amor («Cuando mis ojos miran a tus ojos/ambos refulgen en su incandescencia»); esto por un la-do, por el otro, y ya en poemas breves que suelen tener solo seis versos, reaparece con insistencia –y con bellísima calidad de la expresión– la dulzura incompa-rable de las aprehensiones amo-

rosas, que reconcentran toda su intensidad en el delicado simbo-lismo de los ojos, con versos co-mo «el tiempo borda sobre tus pupilas/la sonrisa vidriosa de tus labios» o «ella se contemplaba so-bre el agua/y yo miraba el agua de sus ojos», y al fin dejan para el lector fruitivas y esperanzado-ras vivencias: «Quisiera navegar por los perfiles/voluptuosos de tus aguas fecundas/y descubrir el tiempo detenido».

Por fin, como una recopilación del transcurrir vital, surge el poema del epílogo «Paraísos efí-meros» para hacer un repaso de las dificultades de la existencia –se las cita como «las verdades ocultas de la vida»– y concluir de nuevo, remarcando pasajes anteriores, con la idea de que únicamente el amor las encum-bra y las devuelve como una in-superable complacencia, pues «Sólo bajo tus párpados de po-len/descansan los reproches y las huellas/del secreto de la sangre vertida». Bellísimo este libro en su simbología y en su luminosa calidad de expresión.

EFE

‘Señales subjetivas’. Autor: José María Molina Caballero. Edita: Ánfora Nova. Rute, 2018.

el regreso del comisario Polo

La Segunda Guerra Mundial, el con-flicto bélico más grave e importan-te del siglo XX, ha sido fuente in-agotable de películas y de novelas.

Si, tradicionalmente, los autores fijaban su atención en la biografía de los grandes héroes y villanos, en las batallas y en las acciones de sabotaje, en los últimos tiem-pos se han dedicado a radiografiar el día a día de la población civil en la retaguardia, el drama de las víctimas del Holocausto en los campos de exterminio o la labor que llevaron a cabo los espías de las distintas potencias en los países ocupados y en los aparentemente neutrales. Así, París, Ma-drid, Lisboa o Gibraltar se han convertido en los espacios preferidos para ambientar novelas que narran las hazañas y las mise-rias de agentes dobles que pasaban infor-mación al Reino Unido y a Alemania o la precaria existencia de aquellos que espe-raban un pasaporte falso para poder esca-par del horror de la guerra.

Precisamente, en la capital francesa, en

largo etcétera que conforma una fauna hu-mana en la que triunfan la ambigüedad moral y el instinto primigenio de super-vivencia.

Con un estilo muy cuidado, en el que la preocupación por la expresión formal es tan importante como el contenido, en el que no se desdeña la utilización de técni-cas narrativas experimentales que ya están en desuso con el fin de conseguir los favo-res del gran público, Justo Navarro ha es-crito una solvente novela negra, con la que rinde homenaje al escritor belga Georges Simenon y a su hijo literario, el comisario Maigret, que también investigaba sórdidos casos en el París de entreguerras, y en la que se realiza un amargo y perspicaz retra-to de unos años oscuros.

la primavera de 1943, se sitúa la acción de Petit Paris, la última novela de Justo Nava-rro (Granada, 1953), uno de los escritores andaluces más laureados de los últimos años, autor de una obra coherente, con un estilo propio y bien definido. el prota-gonista es el comisario Polo (que ya había aparecido en una novela negra anterior, Gran Granada), un policía que se traslada desde Granada, donde ejerce su labor, has-ta París después de que Salas, un industrial y jerarca falangista de la ciudad andaluza, el encargue la difícil tarea de localizar a un viejo amigo común, Paolo Corpi, y de recuperar varios kilos de oro que este se llevó en su huida a Francia. el comisario, que tiene sus propios motivos para reali-zar el viaje (Corpi le robó una pistola de su colección particular) descubre que, tras cambiar de nombre (se hacía llamar Ma-tthias Bohle), Paolo se dedicaba al comer-cio de obras de arte y que, en apariencia, se ha suicidado arrojándose a las vías del tren. Dejándose llevar por su instinto de sabueso, Polo inicia una farragosa y difícil investigación que le lleva a mezclarse con contrabandistas de arte, con agentes de la

Félix Ángel Moreno Ruiz

‘Petít París’. Autor: Justo Navarro. Editorial: Anagrama. Barcelona, 2019.

Justo Navarro.

Gestapo, con republicanos que no dudan en traicionar a sus antiguos compañeros, con falsificadores de documentos y con un

NoVeLA

8 Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO26 DE ENERO DEL 2019

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La música de capilla barrocaAranda Doncel coordina una publicación sobre los siglos XVII y XVIII

Juan M. Moreno Calderón

hIstorIA

La música española vive en el siglo XVI y luego con el Barroco uno de los perío-dos más gloriosos de toda

nuestra historia. tan largo lapso de tiempo constituye una era de enorme fertilidad, alumbrando nuestros compositores patrios una producción equiparable a la generada por los maestros de las escuelas flamenca e italiana, pre-dominantes en aquella época. tanto en el ámbito eclesial co-mo en las cortes palaciegas, prin-cipales focos de producción y di-fusión (a los que se añadirá más tarde el teatro), la música alcan-za cimas insospechadas, por lo que el legado de la música espa-ñola de aquel tiempo es un teso-ro que hemos de cuidar y difun-dir. Las capillas de música son el instrumento a través del cual se articula la vida musical en estos siglos de desarrollo musical sin precedentes. Creadas en su ma-yoría a lo largo del siglo XVI, tan-to en catedrales, colegiatas e igle-sias, como en el seno de las ca-sas aristocráticas más atentas a la creación artística (éstas, crea-das a imagen de las reales impul-sadas por el emperador Carlos y su hijo Felipe II), las capillas mu-sicales van a jugar un papel ca-pital en la historia de la música española. De esas capillas de mú-sica, en este caso circunscritas al período barroco y a cuatro espa-cios concretos, trata esta magní-fica obra coordinada por el his-toriador Juan Aranda Doncel, la cual constituye una aportación

Juan Aranda Doncel.

MIGUEL ÁNGEL SALAS

fundamental al estudio de este ámbito de nuestra historia musi-cal, máxime dado el rigor y sol-vencia con que ha sido abordada la cuestión.

Como atinadamente señala el profesor Aranda Doncel, la impor-tancia de la música en el marco eclesial durante los siglos XVII y XVIII está acrecentada por las directrices emanadas del Conci-lio de trento, según las cuales la música tenía que tener un papel relevante en las funciones y cele-braciones religiosas, obviamente a mayor gloria del mensaje di-vino. Así se constata en las com-posiciones y en la vida musical misma desde el último tercio del siglo XVI y durante las dos centu-rias siguientes. Ciertamente, la música vive una época de inusita-do esplendor, y así se acredita en

el archivo musical catedralicio, receptor del trabajo de maestros de obligado recuerdo, como Ga-briel Díaz, Juan Manuel Gaitán, Agustín Contreras, Jaime Balius y muchos otros. Y en tal contex-to de excelencia se enmarca esta ponencia, no referida exclusiva-mente a la música generada en la Catedral, sino a cuanto concierne a la vida musical de las congrega-ciones masculinas y clausuras fe-meninas.

Además de este trabajo referi-do a Córdoba (de especial interés para nosotros), hemos de rese-ñar igualmente el atractivo que tienen también las otras tres po-nencias que, junto a la ya referi-da, conformaron el programa de conferencias pronunciadas el 25 de marzo de 2017 en la localidad cordobesa de Castro del río, con

motivo de la celebración de la II Muestra de Música sacra Villa Cervantina, las cuales han dado lugar a esta obra bibliográfica de indudable altura. Así, el profesor José Martínez Millán, catedrático de historia Moderna de la Univer-sidad Autónoma de Madrid, abor-da la música en la capilla real du-rante el siglo XVIII. Por su parte, herminio González Barrionuevo, maestro de capilla de la santa Iglesia Metropolitana de sevilla y musicólogo de reconocido presti-gio, pone el foco en la historia de la capilla de música de la catedral hispalense en el período barroco. Por último, se cierra esta obra con una ponencia de Antonio t. Pine-da Navajas, humanista de pro y uno de los principales artífices de estos encuentros en Castro, a cuya vida musical dedica su estudio. En definitiva, estamos ante una obra que cumple el objetivo primordial de acercar al lector al maravilloso mundo de las capillas musicales en el barroco, adentrándonos en su génesis y desarrollo, así como en diversas cuestiones relativas a su naturaleza y razón de ser, y en cómo influyeron en la vida musi-cal de esos dos siglos tan impor-tantes de nuestra historia. todo ello, sustentado en datos, fuentes y bibliografía propios de un traba-jo historiográfico de alto nivel.

‘Las capillas de música en el Barroco’. Coordinador: Juan Aranda Doncel. Córdoba, 2018.

Las heridas abiertas de la tierra

Merece la pena insistir en la buena salud de la joven poe-sía andaluza ante propuestas como Nosotros, tierra de nadie.

su autor, Juan Domingo Aguilar (Jaén, 1993), quien obtuvo con este libro el pre-mio de poesía Villa de Peligros, nos ad-vierte de que, entre sus diversas inquietu-des -estudiante del Grado de historia, au-tor teatral, colaborador de la publicación Oculta Lit-, la poesía ocupa un lugar prefe-rente. Como buen poeta, Aguilar coloca estas facetas frente a su particular espejo lírico. ¿Y qué reflejo le devuelven? La ci-ta de Philip Larkin que abre este trabajo («Un buen poema sobre el fracaso es un éxito») anticipa el espíritu de unos versos cimentados en la derrota, tanto perso-

«La tierra está teñida de un color plomi-zo/como de balas al oxidarse», dice en el poema «Grupo sanguíneo», y sentencia: «quiero ser la sangre de todos los que vi-ven en este país».

Nosotros, tierra de nadie, viene a recor-darnos que nuestras raíces se asientan so-bre heridas sin cerrar, que claman por la memoria histórica, para que el dolor no se perpetúe. Versos cada vez más necesa-rios actualmente, en esta tierra nuestra, de nadie.

emocional desemboca en la reflexión so-bre la misma: «Mira toda la basura llena de palabras/que hemos tirado a lo largo de los años», dice, para concluir: «quizás la poesía sea solo eso/viejas historias que proyectamos sobre el papel». Así, sucesi-vamente, la poesía será: «una herida que sangra», «defensa propia», «una canción punk» o «un campo de minas».

En la segunda parte, «Nosotros», pone el acento en el compromiso social y políti-co y lo hace desde la dimensión histórica, con la que analiza y cuestiona el concepto de patria.

Juan Domingo Aguilar toma partido, habla de «árbol genealógico» para ali-nearse del lado de los desfavorecidos, los castigados y olvidados por el poder y su narrativa: la mujer, los poetas andalu-ces fusilados o exiliados, los cuerpos de los que se pudren en las fosas comunes.

nal como colectiva, cuyas temáticas, arti-culación y lo unitario de su voz insuflan esa amplitud de la que hablaba Celaya: el aliento del que toma partido, sin caer, eso sí, en tentaciones panfletarias. El poe-ta interpela y arropa al lector; le recuer-da que la poesía es también vínculo fren-te a la injusticia y el olvido.

Aguilar divide el libro en dos partes lla-madas de manera inversa al título. Así, la primera, «tierra de nadie», le sirve para hablar de un nosotros que se mantiene en la esfera de lo íntimo, del desalojo emo-cional que se produce tras la ruptura, que el autor compara «con una guerra de trin-cheras» o «un desastre bélico».

Una primera persona del plural que transita hasta un inevitable, y a veces con-tundente, yo. Esto se hace especialmente palpable en las composiciones que llevan por título «Poética», donde el contexto

José García Obrero

‘Nosotros, tierra de nadie’. Autor: Juan Domingo Aguilar. Edita: Diputación de Granada. Granada, 2018.

PoEsíA

CUENtos

‘Cuentos de la naturaleza’. Autor: José María Merino. Editorial: Eolas Ediciones. León, 2018.

La naturaleza se convierte en el nexo de esta antología de cuentos del escritor José Ma-ría Merino, bajo la edición de Natalia Álvarez Méndez. La visión que tiene Merino del medio natural aparece en cuentos y microrrelatos, los vínculos del paisaje rural y natural con la identidad indi-vidual y con la memoria colec-tiva, la conciencia ecológica o los efectos del consumismo y la industrialización. Con un amplio prólogo, el libro se es-tructura en cinco bloques.

PoEsíA

‘Cosecha negra’. Autor: Federico Abad. Editorial: Ars Poética. Oviedo, 2018.

Inspirado en los breviarios bajomedievales, Cosecha negra recoge 24 poemas del escritor, músico y profesor Federico Abad. Cada uno de los poemas está dedicado a las horas del día o la noche. El poemario, con numerosas imágenes po-derosas u oscuras, surge de las fuentes de la tradición expre-sionista. Cosecha negra, según se recoge en la contraportada, «es todo lo contrario de un li-bro amable; sus poemas pare-cen labrados con buril para buscar el efecto deseado».

Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO26 DE ENERO DEL 2019 9

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La recuperación de Pierre de RonsardCarlos Clementson traduce la obra poética del gran escritor francés del Renacimiento

José Reyes de la Rosa

Poesía

editada por UCoPress en dos volúmenes, Poesía I y Poesía II de Pierre de Ronsard, la obra fue ga-

lardonada como «mejor traduc-ción» en los XXI Premios Nacio-nales de edición Universitaria (UNe) de 2017, que distinguen a los mejores trabajos publicados por las universidades y los cen-tros de investigación.

siguiendo la estela de los gran-des poetas traductores, Carlos Clementson se ha sentido desde siempre atraído por la traduc-ción de poesía que ha discurrido pareja a su propia creación poé-tica. Traductor de poesía catala-na, gallega, portuguesa e ingle-sa, pero sobre todo francesa, el propio traductor se refiere a su antología de Ronsard señalando que se trata de la culminación de un proyecto y de un meticuloso trabajo iniciado hace más de tres décadas. Ya antes, su interés por el Renacimiento francés le ha-bía llevado a traducir, en 1991, Les Regrets, la obra más conocida de Joachin Du Bellay, el poeta amigo y compañero de Ronsard en la Pléiade, que Clementson titula en castellano Lamentos y Añoranzas. Pero no sólo el Renaci-miento ha centrado la actividad traductora de Clementson: una amplísima antología de la poe-sía francesa, desde la edad me-dia hasta nuestros días, se halla en estos momentos próxima a su publicación.

Una apasionante labor traduc-tora concretada ahora con este trabajo que recoge, con doscien-tos poemas traducidos, la más ri-ca y variada antología del poeta francés publicada hasta estas fe-chas en españa.

se trata, pues, de un minucio-so trabajo historiográfico y de crítica literaria, exento de vana erudición, que nos conduce de manera fácil y amena a través de los hechos más relevantes que marcaron la vida de una corte turbulenta y elegante, donde Ronsard reina como poeta, y que tiene en el Valle del Loira, en los suntuosos castillos y jardines re-nacentistas, el paisaje inspirador de la poesía ronsardiana.

Bajo el epígrafe de «el huerto de Ronsard», Clementson ofre-ce una amplia mirada a toda su producción poética, una de las más fecundas de la literatura francesa, con más de ochenta mil versos, pero también de las más desconocidas en españa. Y en ello estriba uno de los gran-des méritos del antólogo traduc-tor: el de darnos a conocer esta

Pierre de Ronsard.

CÓRDOBA

‘Poesía I y II’. Autor: Pierre de Ronsard. Traducción de Carlos Clementson. Editorial: UCOpress. Córdoba, 2018.

obra inmensa del «humanista apasionado y ferviente estudioso de la antigüedad» que es Pierre de Ronsard. Porque más allá de algunos sonetos de fama univer-sal que, recuerda el traductor, leíamos en los manuales de lite-ratura francesa de nuestro anti-guo bachiller –cuando el francés era la única lengua extranjera que se estudiaba en españa– po-co más hemos conocido de una obra que compendia y represen-ta como ninguna otra el espíritu humanista y los logros literarios del Renacimiento francés.

Pero no sólo conocemos al Ronsard hedonista, al epicúreo cantor de los placeres de la vida, del carpe diem horaciano, que nos aconseja, como Garcilaso o Gón-gora en españa: «Cueillez des aujourd’hui les roses de la vie». en su poliédrica obra se admira también una poesía meditativa y filosófica compuesta de himnos, discursos, elegías y epitafios don-

de canta a la naturaleza y a los dioses, ensalza a las personalida-des más importantes de su tiem-po o reflexiona sobre las calami-dades de su patria.

Toda esta poesía poco o nada traducida y comentada en el ám-bito hispánico se muestra ahora y se analiza, de manera muy di-dáctica, ofreciendo, al final de la obra, un capítulo de «Notas y co-mentarios», de 73 páginas, de un inestimable valor documental y literario. en cuanto al trabajo de traducción, la antología, presen-

tada en edición bilingüe, se vis-lumbra como ese puente que per-mite apreciar en qué medida la sonoridad y el ritmo ronsardiano encuentran el eco perfecto de su cadencia en el molde castellano. Una traducción que responde a unos postulados ya argumenta-dos de manera reiterada por el propio poeta-traductor, que se pueden resumir en su concep-ción de la traducción creadora o de «transcreación».

Y esa participación en el mun-do espiritual de Ronsard se pue-de apreciar ya, desde el princi-pio, en la elección de los poemas que se traducen en la antología. el traductor hace una selección que abarca todos los registros de la poesía ronsardiana, agrupán-dola en doce capítulos con títu-los tan significativos como: «Bajo el signo de Píndaro», «Las rosas de la vida», «el poder de los mitos», «La arcadia cortesana» o «La ro-sa y la espada». Cada uno de esos

capítulos recopila, siguiendo el proceso creativo de Ronsard, una serie de poemas, muchos de ellos desconocidos para la mayoría de los lectores, que Clementson eli-ge obedeciendo a criterios estéti-cos y de interés literario.

ORIGINALIDADTodos estos poemas los podemos leer en castellano como auténti-cos poemas originales, que nos trasladan a ese siglo de hermosa poesía compartida en el espacio europeo. Y lo hacemos gracias a una transposición poética au-ténticamente creadora donde el ritmo y la musicalidad del verso originario circulan en la lengua española de manera fluida y vigo-rosa, sin asperezas, para cantar en castellano la misma melodía.

Guiado por esta concepción del traductor como mediador cultu-ral y, al mismo tiempo, creador, Clementson aclimata la métrica ronsardiana del alejandrino, del decasílabo y otros metros meno-res con ajustada adecuación en el molde castellano, consiguien-do mantener la cadencia del ver-so original en recreaciones llenas de belleza y sensualidad.

Conviene, ya para concluir, subrayar que la mayoría de los doscientos poemas que ofrece esta antología no han sido nun-ca traducidos en español. el tra-bajo de Clementson viene así a colmar un injusto vacío y a repa-rar el desdén manifestado secu-larmente por los traductores de poesía en españa hacia esta figu-ra emblemática de la literatura francesa. ahora, más de cuatro si-glos después, los lectores pueden leer en castellano esta rica mues-tra de la obra del poeta francés, que abre un anchuroso ventanal a la esplendorosa poesía del Re-nacimiento europeo. Porque los versos en español que leemos en esta antología forman parte de ese patrimonio cultural común que ahora podemos apreciar co-mo auténticos poemas españo-les aunque fueran escritos por Ronsard, en francés, hace más de cuatrocientos años.

es de agradecer, por ello, en es-te siglo ya definitivamente pos-moderno, esta antología que nos invita a visitar el fecundo huerto de Ronsard y a recoger, sin es-perar a mañana, las rosas de la vida.

«La mayoría de los doscientos poemas que ofrece esta antología no han sido nunca traducidos en español...»

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España desde el AlbaicínUn estadounidense afincado en Granada ofrece su visión de España

Alberto Monterroso

historiA

steven Nightingale, esta-dounidense afincado en Granada, ha escrito no-velas, libros de sonetos y

ensayos. Ganador del premio sil-ver Pen, decidió establecerse en el Albaicín en 2001. Y esa expe-riencia humana y vital es la que cuenta en Un jardín en Granada, publicada por Almuzara 2018, una decisión que hemos de agra-decer a esta editorial porque es-tamos ante uno de los ensayos más valientes y conmovedores que he leído últimamente. Agra-decido por esta tierra que llena su corazón, el autor va profun-dizando, poco a poco, en el Al-baicín, el hogar que ha elegido en España para construir su vi-da. habla de cómo ve crecer a su hija, de sus experiencias y de su familia, en un tono tan emotivo y humano, entrañable y poético, que conmueve.

Desde el amor a esta tierra ma-ravillosa y el cariño sincero por sus gentes hace una descripción delicada de los rincones más be-llos del Albaicín y sus cármenes. «A medida que avanza la tarde, subimos por las callejuelas del barrio y vemos asomar cipreses cuales verticales géiseres y ven-tanas cubiertas por celosías de madera con aperturas en forma de estrellas de seis puntas, de tal forma que cuando la luz las atra-viesa, las paredes interiores se iluminan con sus propias cons-telaciones» (pág. 65).

Esa admiración por esta tierra le lleva a conocer y amar la histo-

Alhambra de Granada.

EFE

ria del Albaicín, de Granada y de España. Y lo hace sin complejos, con la contundencia y sinceridad de quien ama y no piensa mentir para disimular las faltas del ama-do, con una visión fresca y vívida propia de alguien que juzga des-de fuera pero que ha entendido la ciudad de Granada desde el corazón.

El autor comienza describien-do su experiencia en España, la compra y restauración de una casa en el Albaicín, sus anécdo-tas y la intrahistoria del lugar, para pasar paulatinamente a su concepción de la historia de Es-paña. Lo hace justo después de esa descripción personal de su

vida en Granada, con palabras llenas de amor y armonía para defender precisamente la convi-vencia frente a la imposición, la libertad frente al autoritarismo, y hacer así una crítica de las vir-tudes y los vicios de la historia de nuestro país, desde la cabeza y el corazón, de forma directa y ame-na, sin afán de ofender nuestro orgullo pero sin callar la verdad que le sale del alma. sabe amar y sabe contar su verdad, «de he-cho, la unión entre la iglesia y el estado sería sorprendentemente duradera en España, un fatídico abrazo que no empezaría a rom-perse hasta la muerte de Francis-co Franco y la desaparición de su

gobierno nacional católico» (pág. 206).

Consigue así mostrar los prin-cipales problemas de España co-mo nación desde la muerte de Al Ándalus y el advenimiento de los reyes Católicos. Y logra situar en el centro de su ensayo la idea de convivencia, como elemento de progreso, cultura y justicia, sinó-nimo de belleza y moderación, haciendo un recorrido ameno y emotivo por los gigantescos lo-gros culturales, científicos y filo-sóficos de Al Ándalus.

Es un canto a la libertad de es-píritu a través de las sorprenden-tes aportaciones de Al Ándalus al mundo de la cultura sin caer en

tópicos y reconociendo las luces y sombras de aquella convivencia «en primer lugar, la convivencia no era ni mucho menos ideal, sino que hubo momentos de co-lapso, violencia, rivalidades y sos-pecha, llegando incluso a puntos muertos; en segundo lugar, sus logros fueron magníficos e inne-gables y transformaron la vida de Europa» (pág. 182).

Le mueve el amor a su casa y su familia, y, por tanto, el amor al Albaicín y a la historia de Espa-ña. Y ese sentimiento le impulsa a describir con valentía nuestros siglos, con sus glorias y miserias, simbolizados en ese Albaicín que tanto ama, porque «el barrio ha-bla de jazmines, pero también de desastres» (pág. 232).

CULTURA Y ESPIRITUALIDADsteven Nightingale habla de cultura y espiritualidad, de fla-menco y de Lorca, de una época de sabios que buscaban la unión de credos y la convivencia, pero también del radicalismo y la vio-lencia, de Franco y de los reyes Católicos. Y critica la torpeza de aquellos gobernantes interpelán-donos sin pudor: «Este rey y esta reina habían recibido la herencia cultural más rica, diversa y dis-tinguida de la Europa medieval. Vivieron los albores del renaci-miento, un despertar cultural basado en gran medida en los logros de Al Ándalus. No había país en Europa que tuviera ni los recursos materiales ni intelectua-les de los que disponía la España de los siglos XiV y XV. ¿Qué hicie-ron con este legado, justo en el momento más prometedor de la historia de Europa?» (pág. 198).

‘Un jardín en Granada’. Autor: Steven Nightingale. Editorial Almuzara. Córdoba, 2018.

La eterna pasión de Cristo

Nikos Kazantzakis (heraclion, 1883-Friburgo de Brisgovia, 1957) ha sido uno de los escri-tores griegos contemporáneos

que ha gozado de mayor proyección in-ternacional y del favor del público lector a lo largo de varias generaciones. Autor de una obra variada y extensa, sus nove-las más importantes han sido adaptadas al cine en varias ocasiones, lo que ha ser-vido para acrecentar su fama. En la retina de todos los cinéfilos quedará para siem-pre la imagen de Anthony Quinn bailan-do el sirtaki, la danza popular helena, en el final de Zorba el griego. ¿Quién no re-cuerda, por otra parte, los ríos de tinta que corrieron a raíz del estreno de La úl-tima tentación de Cristo, la película de Mar-

Manolios, que lo interpreta en la obra; en-tre lo que ocurrió en la Judea bajo domino romano hace más de dos mil años y lo que sucede en un pueblo griego sometido a los turcos, con una clara intención.

si se repitiera la historia de Jesús, vol-vería a suceder lo mismo: otro sanedrín lo condenaría, otro Judas lo traicionaría, otro Pilatos se lavaría las manos, otro Pe-dro lo negaría tres veces, otra Magdalena estaría a su lado y, de nuevo, Cristo sería crucificado.

la Pascua. Como es tradición en el lugar, se va a llevar a cabo una representación teatral de la pasión de Cristo, por lo que las fuerzas vivas del pueblo se reúnen para elegir a los jóvenes que van a interpretar los distintos papeles.

Al mismo tiempo, se presentan los ha-bitantes de una aldea que ha sido asolada por los invasores turcos. hambrientos, so-licitan comida y techo, pero se encuentran con la oposición de los notables de Lyco-vrissi, comandados por el pope Grigoris, que optan por abandonarlos a su suerte. Algunos vecinos (en especial, los jóvenes que han sido elegidos para interpretar los distintos personajes de la pasión) desobe-decen a su guía y deciden ayudarlos, lo que provoca el inevitable y trágico enfren-tamiento.

Kazantzakis establece evidentes parale-lismos entre la vida de Jesús y la del joven

tin scorsese, con Willem Dafoe en el pa-pel de Jesús? Este carácter polémico fue, sin duda alguna, el rasgo que caracterizó a Kazantzakis hasta su fallecimiento. Ex-comulgado por la iglesia ortodoxa, pro-hibidos muchos de sus libros por la ca-tólica, el autor griego no rehuyó nunca abordar temas que levantaban (y levan-tan) ampollas en el cristianismo como la naturaleza humana de Jesús o la hipocre-sía y la doble moral de algunos de los di-rigentes religiosos.

En Cristo de nuevo crucificado (que tam-bién fue llevada al cine en 1957 por el di-rector Jules Dassis bajo el título El que de-be morir e, incluso, se compuso una ópera con el mismo argumento: La pasión griega de Bohuslav Martinu), Kazantzakis traslada el evangelio a la Grecia ocupada por el im-perio otomano.

En la localidad de Lycovrissi se celebra

Félix Ángel Moreno Ruiz

‘Cristo de nuevo crucificado’. Autor: Nikos Kazantzakis.Editorial: Acantilado. Barcelona, 2018.

NoVELA

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Desde la cita inicial de Rai-mon Carver, «Time is a mountain lion». Un ver-so que pertenece al poema

«Una mujer se baña» del libro Un sende-ro nuevo a la cascada (1989). En ese poe-ma sensual describe una situación en la que la amada está mojada y el yo poético la seca y dice finalmente: «El tiempo es un león de montaña./Nos reímos de nada,/y cuando te toco los pechos/incluso las ardillas/quedan deslumbradas». Este es el ámbito con-textual donde Trinidad Gan sitúa esta obra en la que se produce una síntesis entre la cotidianidad y la alegoría que imanta todo su recorrido vital en el que el viaje hacia la memoria está tan presente como cercenando y abrien-do muchas de sus rutas. Lo dice desde el comienzo: «Sé que tiene sus riesgos iniciar este viaje».

Como cualquier viaje hacia sí mis-mo, hacia ese espejo en el que nos re-flejamos y nos refleja, los viajes están cargados por el diablo, pero sobre todo por el tiempo, por la memoria/desme-moria, esa especie de aliada/traidora que confabula contra nosotros o pue-de resultar una conductora temeraria de nuestros principios vitales. Hay una cronología del instante que se aclimata en el poema y lo hace suyo, una forma de mirada que se precipita como un to-rrente en esa especie de recorrido inte-rior/exterior y sincroniza con la imper-fección de los momentos vividos, con los miedos simbólicos y los reales, con el momento eterno de la soledad. Sabe que ese león de su alegoría es difícil de ser vencido. Es un fiero león que puede acabar en nostalgia, en deseo redivivo o en respiraciones pusilánimes. Es como una especie de testigo de cargo que se apodera del poema y convierte en ver-dad la «oscuridad fugaz de lo vivido».

En determinados momentos es «el otro», quien ocupa su poema, como en «Un niño en Gaza», pero también los juegos metaliterarios en los que la lec-tura es una especie de camino por el que nos adentramos en nosotros mis-mos, en esa especie de memoria tur-bia que nos advierte de tantas y tantas sensaciones ante la existencia, el día a día y los efectos del vivir sobre nosotros con poderosas imágenes heredadas de una simbología precisa donde esa «so-litaria mujer», «regresa a su casa sin el jornal debido».

Un discurso metaliterario del que es muy consciente, como en «Abrir el agua», cuando dice: «La blancura de un folio/sobre la mesa oscura./he abierto los ojos.//Los ruidos en cascada/del día que despliego:/naufraga mi conscien-cia.//La pluma que se inclina/sobre el papel vacío:/ llueven certezas falsas». Una incertidumbre que se adueña de todo en ese recorrido temporal presidi-do por el león que arranca con la ma-ñana. Y esa necesidad de expresar con palabras donde estas sean el receptácu-lo para cazar el tiempo.

Alegoría y cotidianidad‘El tiempo es un león de montaña’, de Trinidad Gan

Francisco Morales Lomas

Trinidad Gan.

La memoria aparece poderosa, se adueña del poema, lo hace suyo y la poeta se muestra resolutiva en su ca-mino: «Yo busco todavía una estrate-gia/de signos, de palabras luminosas/ que sirvan para algo distinto a señalar el mundo».

Es su propósito, identificar ese paso del tiempo con el «león de montaña», abrir al mundo el camino ajado, las mi-radas conseguidas, las fogatas del amor sabiendo que ese león siempre acabará siendo nuestro escaparate de pérdidas, nuestro silencio. En tanto esto sucede siempre hay una mujer bajo la lluvia, una mujer que huye o se adentra en los caminos de un mundo al acecho, acaso soñando, acaso sospechando de todo lo peor, con la presencia del laberinto en el que vivimos como respuesta en un tiempo que lucha por erigirse en ese alusivo y alegórico león de montaña.

En ese recorrido, la escritora surca paisajes, surca sueños, pero siempre buscando el simbólico fuego aunque sepa que el tiempo acuchillará su nom-bre, que la escritura de sus versos aca-bará convirtiéndose en esa «escritura

de lo que sea el mundo». De ahí que en el poema «Caza nocturna» diga: «En el suelo mojado de la página/piso los bor-des alargados/de una luz derramada que persigo». La escritora sabe perfec-tamente cuál ha sido su mundo, pero el tiempo está ahí con sus garras, con su paso atrás, con su vacío y sus golpes oscuros, con sus zarpazos, «en la orilla nueva de un poema».

Trinidad Gan se aclimata al lengua-je, hace que los símbolos surjan pode-rosos pero es consciente, como Prados, de que hay una soledad que se desbor-da, un corazón que nace para ser agi-tado por el viento, preso de la palabra y sus rigores, dúctil como el alambre, ceniza al fin y al cabo, paisajes, luces y sombras de un recorrido vital en el que siempre estará presente la simbó-lica imagen de la lucha con la palabra y el tiempo, con ese león de montaña: «Pero al fin me dio caza./Me arrastró sin piedad a su guarida./Cubrió mi cuerpo con esa hojarasca/que llamamos me-moria».

«...se aclimata al lenguaje, hace que los símbolos surjan poderosos»

EUROPA PRESS

‘El tiempo es un león de montaña’. Autora: Trinidad Gan. Editorial: Visor. Madrid, 2018.

LiNTERNA

Poesía y fronterasFrancisco Gálvez

La poesía española vive,

desde los 80, en una

república de temas,

formas y tendencias

estéticas, de mandatos

e inercias. Lo cierto

es que en tiempos de

globalización la poesía se descompone

y al mismo tiempo se vivifica y

dilata, tal vez para no perecer en la

continuidad y pura renovación, en

una clara señal de querer ir más lejos

y acercarse a la historia de todos y a

nuestras cosas más íntimas.

Las últimas propuestas de algunos

poetas españoles han roto los límites

y han expandido su influencia, y para

ello han huido de la grandilocuencia de

lo clásico, de rosas de plástico, pulidas

y repintadas, también de lo enmarcado

como un paisaje o bodegón, y lo han

hecho con una escritura temblando

en la semántica del mundo que vemos

todos los días, tocamos, amamos y

odiamos, con un neorrealismo llevado

a su máxima expresión, con una

poesía de la experiencia que perturba

irónicamente nuestras lado más

íntimo, o la osadía de una generación

con gran presencia en las redes

sociales, casi en la línea roja y a veces

más allá de la lírica del verso.

En definitiva, unas poéticas sin

fronteras y en otras realidades, a

bordo de una multitud de pequeñas

editoriales y también de primeros

sellos en la edición que acogen, junto

a nombres destacados, a otros aún

balbucientes nacidos en las redes y

que venden miles de ejemplares. Y esto

ocurre frente a una crítica monolítica,

al sincretismo de los índices de los

más vendidos, de la ambigüedad de

segundas o terceras ediciones, y a

pesar de que continúan existiendo

monopolios solapados entre la inercia

y el instinto, a los que bien poco les

importa la poesía.

Se suele decir que la lírica es subjetiva,

subjetiva sí, pero no todo vale. Ahora

bien, todos los cambios poéticos han

acabado siendo estables o absorbidos, y

también todos han servido para sumar

y quedarse.