Michel Foucault-El Saber de Edipo_opt

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El saber de Edipo* * Esta ampliación de la clase del 17 de marzo de 1971 se presentó como conferencia en la Srare Universiry ofNew York en Búfalo en marzo de 1972, y en octubre del mismo año en la Cornell Universiry. Foucaulr propuso al menos seis variantes de su lectura de la tragedia de Edipo. (Véase in/m, "Situación del curso", pp. 311 y 312).

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El saber de Edipo*

* Esta ampliación de la clase del 17 de marzo de 1971 se presentó como conferencia enla Srare Universiry ofNew York en Búfalo en marzo de 1972, y en octubre del mismo año en laCornell Universiry. Foucaulr propuso al menos seis variantes de su lectura de la tragedia de Edipo.(Véase in/m, "Situación del curso", pp. 311 y 312).

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En Edipo rey, la tragedia de Sófocles, se enfrentan y se ajustan cincosaberes. El mecanismo del syrnbolon, o ley de las mitades, rige el en-frentamiento de los saberes - Donde se ve el procedimiento judicialde la indagación introducido en lossiglos V1y vfrente alprocedimientoadivinatorio tradicional - Edipo el ignorante esportador del saberdel tirano; Edipo, ¿blasón del inconsciente o vieja figura oriental delrey sabio? - Edipo rey, o el poder-saber transgresor.

[1] EN EDIPO REY, el reconocimiento -cXvaYv<.0Qtats, 1 reconocimiento pormedio del cual el que ignora se convierte en alguien que sabe, y el quecreía ignorar advierte que ya sabía- tiene dos rasgos específicos. Antetodo el de ser "reflexivo": el que busca es el objeto de la búsquedar' elignorante es aquel a cuyo respecto se trata de saber; el mismo que hasoltado los perros es la presa; la huella en la que los ha lanzado los devuelveal punto donde él los espera.

Pero hay otra cosa: ese reconocimiento no va sólo de la oscuridad ala luz, de la ignorancia al saber: se alcanza por medio del enfrentamientocon diferentes tipos de saber. En Edipo, la batalla por saber se desarrollaa través de una lucha entre saberes. y si hay en efecto retorno al mismo

[2] punto (el que quiere descubrir es descubierto), se efectúa a través de losdiferentes saberes. En la dimensión del conocimiento-ignorancia hayidentidad perfecta entre el sujeto y el objeto, quien ignora y aquel a quienhay que descubrir, y quien quiere descubrir y aquel con referencia al cualse ignora. Pero en los tipos de saber puestos en acción las diferencias soninmensas o, mejor, digamos que están medidas y marcadas con exactitud.Del saber caracterizado por la escucha -cXKoún v- al saber caracterizado

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por la vista, por lo que uno ha visto con sus propios ojos; del saber traídode lo del dios lejano al saber que se interroga aquí mismo en la persona delos testigos presentes; del saber cuyos portadores son los jefes (o los adi-vinos, sus iguales) al saber que poseen en el fondo de sus chozas sus es-clavos; del saber que tiene la forma de la prescripción-predicción (estoes lo que tienes que hacer, esto es lo que va a sucederte, esto es lo que

[3J vamos a descubrir) al saber que tiene la forma del testimonio (esto es loque he visto, esto es lo que he hecho); del saber que se retira por volun-tad propia en el enigma y la incompletud (de donde ni siquiera el reylogra arrancarlo) al saber que se esconde bajo el miedo y al que la amenazaconsigue sacar de su escondite. Saberes, pues, cinc03 veces diferentes: porsu soporte, por su origen, por sus mensajeros, por su relación con eltiempo, por el principio de oscuridad que los vela.

Ahora bien, de la respuesta del dios (rof Oeoü <!>~IlT]v, v. 86) alinterrogatorio del esclavo (<!>wvet pÁÉnú)v óo ' eXv a' eQú)'t"w),4 que danmarco a la pieza o al menos limitan la indagación de Edipo, se pasa deun tipo de saber a otro. Dos preguntas, por consiguiente:

l. ¿Cómo y por qué mecanismo se efectúa el pasaje?2. ¿Cuáles son los saberes que se enfrentan, se reemplazan y finalmente

se confirman y se ajustan?[4J El mecanismo del pasaje es fácil de describir. Se hace por informacio-

nes parciales y fragmentos que se completan. Pero lo más característicoes que ese pasaje obedece a una especie de "ley de las mitades".

Interrogado, el dios da su respuesta: hay que expulsar al asesino deLayo. (A decir verdad, la respuesta del rey Apolo, si se sigue el resumenque hace Creonte, ordena librar al país de una mancha. Orden en la cualresta decir qué mancha. Él lo aclara: un asesinato. Pero un asesinatosupone una víctima y un asesino. Feb05 ha señalado con claridad a lavíctima, pero en su respuesta falta aún la otra mitad, la parte criminal.)Se trata, pues, de encontrar la parte que falta en la respuesta oracular deApolo. y sería inútil pedirla al propio dios: éste no es de los que unopueda forzar a hablar; con la voluntad de los dioses no hay apremio quevalga (vv. 280 y 281).

[5J Por el momento, un solo recurso. Si hay un tercero -Edipo se dirigeal coro-, no dejes de decírmelo. Pero en ese momento no hay ningúnotro: todos los testimonios se sustraen; ni siquiera el testigo ocular del

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que habla el rumor podría dar ninguna información útil. El único recursoes esa suerte de mitad del dios a la que se puede interrogar, el divinoprofeta (róv Oeiov ¡..¡.ávn v, v. 298), Tiresias. Éste está muy cerca deApolo. Rey como él ("AvaKr' avaKn, v. 284). Ve las mismas cosas queél ('taü8' óQwvc[a], v. 284). Hermanado con él como lo muestra elchoque de los dos nombres en el verso 285 (<I>oíPc.p TEtQwíav). Lanoche de sus ojos completa la luz del dios; y lo que ésta se obstina enocultar, Tiresias, en su sombra, lo dirá claramente (aa<pÉa'ta'ta, v. 286).Ahora bien, Tiresias nombra en efecto al culpable, pero sin pruebas: lo

[6) nombra de la manera misma en que Apolo ha hablado. Prescripción: "Teordeno [... ] obedecer el edicto que has proclamado" (vv. 350 y 351);afirmación solemne y oracular (<I>ovéa aé <Pll¡..¡.t,v. 362; Ad1l8évatoé <Pll¡..¡.t,v. 366); predicción ("De los dos lados a la vez te perseguirá undía la Maldición de pies terribles [... ] Nadie entre los hombres será jamástan duramente aniquilado como tú", vv. 417-427). Tiresias y Apolo ha-blan del mismo modo: uno proclama que hay mancha y que es precisopurificar la ciudad; otrO dice quién es el responsable de la mancha yproclama que debe ser expulsado. Entre los dos, la divinidad y el adivino,lo han dicho todo.

y sin embargo, en ese todo falta una parte esencial: el doble de símismo que le dé una realidad visible, que le dé cuerpo en lo sucedido,que le impida haber dicho en vano (¡..¡.á'tllv, v. 365). A ese futuro deldescubrimiento anunciado le hace falta la revelación de lo realmenteocurrido; a esa proclamación le hace falta que se ajuste a ella el relato deun recuerdo, ya esa prescripción le hace falta la correspondencia de una

[7) constatación. Eso es lo que afirma el coro, en medio del debate entreEdipo y Tiresias: las acusaciones de éste no valen más, sin duda, que lassospechas de aquél; el rey y el profeta sólo hablan bajo el efecto de la ira.Así lo afirmará el coro una vez más después de la partida de Tiresias: nopodría ni dar ni quitar la razón al adivino; no sabe qué decir, y no ve nien el presente ni en el pasado (vv. 484-486). A los ojos de esos mortales,una profecía sin prueba y un oráculo sin testigo no son más que unasospecha sin fundamento. El coro espera ver: "Jamás aprobaría a quienesacusan antes de haber visto ([1tQtv] tÚOt¡..¡.[t]) justificar la palabra deladivino" (vv, 504 y 505). Es indudable que Edipo tiene en su contra laspalabras divinas; pero cuenta en su favor con cosas visibles (<pavEQá

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[v. 506]), pruebas (P&ocxvo<;). y no hace falta menos para que la palabradel adivino se torne "óQ80v bro<;".6

Después de la parte divina, oracular, mántica, la mitad humana queva a venir se ajusta a ella. Ya su vez se divide en dos mitades: una con-sagrada al asesinato de Layo; otra, al nacimiento de Edipo; y la totalidad,

[8] una vez que se junten una con otra, vendrá a llenar el vacío de la profecía.Pero cada una de esas dos mitades se subdivide. El asesinato de Layo quedaestablecido en un principio por los recuerdos de Yocasta; recuerdos indi-rectos de lo que ésta oyó decir o de lo que le contaron: un asesinato en laencrucijada de tres caminos. El recuerdo de Edipo se ajusta con exactituda ese dato (vv, 729 y 730 y 771-834). "Maté a un anciano en la encruci-jada de los tres caminos." Entre el testimonio inmediato del criado ahoradesaparecido y el recuerdo presente de Edipo hay un ajuste perfecto, conla salvedad, empero, de que el testigo ha hablado de varios asesinatos.Magra incertidumbre que exige verificación: hay que preguntar a quien

. estaba allí (11:Qo<; 'tOD 11:cxQóv-ro<; EKIl&8n<;, v. 835). Bastaría con esedetalle para que toda la profecía del dios, toda la mántica del adivino -ocomo mínimo la mitad de ella misma que atañe al asesinato de Layo-quedara reducida a nada.

En cuanto a la otra mitad, el nacimiento de Edipo, la atestigua el[9] ajuste de otros dos Iragrnentes. El mensajero de Corinto viene a afirmar

que Edipo no es hijo de Pólibo, sino un niño entregado a él por unpastor del Citerón; y este pastor dice que recibió a Edipo de manos deYocasta para que lo expusiera. Debe señalarse que también aquí, en esta"mitad nacimiento", como hace un momento en la "mitad asesinato",hay un ligero resto, apenas perceptible, un desgarrón, un muy pequeñofragmento que falta. En el asesinato de Layo era el número de quieneslo habían matado, uno o varios -lo cual no es lo mismo, recuerda Edipo-;*sólo la desaparición del pastor que huye de Corinto cuando Edipo tomael poder en la ciudad es una prueba silenciosa; pero ni siquiera en el es-cenario el pastor testimoniará que ha visto con sus propios ojos a Edipomatar a Layo: eso no se dirá. En el nacimiento de Edipo, una lagunasimétrica: el pastor sólo sabe una cosa, que ha recibido al niño de manos

[10] de Yocasta y que el rumor público lo suponía hijo de ella. Pero de eso,

* Al menos si el verso 845 es auténtico. (Nota de Michel Foucault, tomada de Masqueray.)

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· ,

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únicamente ella podría dar un testimonio irrefutable: "Mas la que estáaquí dentro, tu mujer, mejor que nadie nos diría cómo fue" (vv, 1171y 1172). Ahora bien, en el momento mismo en que el pastor pronunciaestas palabras, Yocasta, que también ha huido para no ver ni escuchar,está matándose. Nadie podrá ya autenticar el nacimiento de Edipo.

Dejemos de lado por el momento la significación de esas faltas ínfimasy esenciales. Se ve con claridad la mecánica de las mitades que se ajustanlas unas a las otras. Mitad divina, compuesta a su vez de una mitad oracu-lar y una mitad mántica; mitad humana, compuesta por su parte de unamitad asesinato, uno de cuyos fragmentos está en poder de Yocasta y otrode Edipo, y una mitad nacimiento, un fragmento de la cual viene deCorinto traído por el mensajero y otro estaba en Tebas enterrado en lachoza de un esclavo. Las cuatro mitades del testimonio humano (Edipo,Yocasta, el mensajero, el pastor), ajustadas en dos pares que se ajustan

[11] uno a otro, vienen a llenar exactamente el vacío dejado por la profecía ytransforman la doble palabra del adivino y el dios en "óQ8ov ETIO<;".

Ahora bien, esa transformación se alcanza mediante un doble despla-zamiento. Ante todo, desplazamiento de arriba abajo en una jerarquía:en primer lugar, quienes hablan, y a quienes falta -al menos a los ojosde Edipo- el testimonio de los hombres, son los dioses o sus servidores;vienen después los reyes, pero carecen de la confirmación de sus esclavos,y por último están estos mismos, que van a decir precisamente lo quelos dioses habían predicho, a contar en sustancia los acontecimientosprescriptos por ellos. También los esclavos, como Tiresias, han visto ydicen las mismas cosas, ceX. cxúceX.,que Febo. El humilde recuerdo delesclavo responde palabra por palabra a la "Voz inmortal" (&f.LpQon:<l>áf.Lcx, v. 157).

Pero hay desplazamiento, asimismo, en las formas de saber: se invocabaen un principio a Apolo, que ve todo y habla a sus servidores, o al adivino

[12] ciego que oye la palabra del dios y ve en las tinieblas. Mirada y escuchacuyo poder no tiene nada de humano, puesto que ven lo invisible y escu-chan el enigma. Les responderán, en la mitad humana, miradas y escuchasde muy otra naturaleza: Yocasta dice, en relación con la muerte de Layo,lo que ha oído decir, y Edipo cuenta lo que ha visto con sus propios ojosy hecho con sus propias manos; el mensajero de Corinto, a su turno,cuenta lo que vio e hizo, yel pastor de Tebas, lo que hizo y oyó decir. En

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esta mitad el ver y el oír se entrecruzan (Yocasta oyó decir lo que el pastorvio; Edipo oyó decir lo que el mensajero había visto, y el pastor oyó decirlo que Yocasta había visto y hecho), como se entrecruzan la luz y la vozen el dios y su adivino (el dios de luz hace oír su voz al ciego que ve todo).Pero aquí y allá, óQ<iv y aKOÚet V no tienen el mismo sentido.

y por esa diferencia misma pueden ajustarse y formar finalmente un"óQ8ov erro<;". Ahora bien, la forma de ese ajuste y su mecanismo son

(13) fáciles de reconocer; el propio Edipo los ha nombrado al comienzo de lapieza: "No podría seguir durante mucho tiempo la pista del criminal sino tuviera algún indicio [aÚJlPOAoV]" (vv. 220 y 221).7 Las mitades quevienen a completarse son como los fragmentos de un símbolo cuya tota-lidad reunida tiene valor de prueba y atestación. Edipo es una historia"simbólica", una historia de fragmentos que circulan y pasan de mano en.mano y cuya mitad perdida se busca: de Febo al adivino, de Yocasta aEdipo, del mensajero al pastor, y por tanto de los dioses a los reyes y delos reyes a los esclavos. y cuando, por fin, el último esclavo sale de su chozaesgrimiendo el fragmento final de saber aún en falta, la mitad "relato" seune a la mitad "oráculo", la mitad "incesto" se une a la mitad "asesinato"y la mitad "tebana" se une a la mitad "corintia", y la figura total quedareconstituida. La tésera ha reformado sus fragmentos dispersos. ElaÚJlpOAOV está completo. Todo el procedimiento de la búsqueda ha•obedecido a ese mecanismo del símbolo: examen y autenticación de lo

(14) que se tiene en la mano, definición de lo que falta y es de máxima impor-tancia saber; designación de quien debe tener en su posesión el fragmentoausente y complementario. Eso es lo que Edipo llama "hacer una indaga-ción" (¿~eQeuv<iv, v. 258).8

Pero Edipo mismo es un aÚJlpOAOV, una figura en pedazos. Tieneuna mitad corintia: hijo de Pólibo, objeto de un insulto de borracho yde una profecía temible, exilado voluntario, asesino de un transeúnte,recibido finalmente en Tebas, a la que ha salvado del infortunio; perotiene también una mitad tebana: vencedor de la Esfinge, recibido comoun salvador en la ciudad, esposo de la reina, soberano. Cada una de estasdos mitades, unidas borde con borde por el episodio de la Esfinge -quehace del exilado un rey, de quien está condenado a la desdicha alguienque ha conquistado la dicha, del corintio un tebano-, no es más que un

[15] fragmento visible al que falta una parte oculta. La mitad corintia de Edipo,

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hijo de Pólibo, no es de por sí más que la mitad de una historia en la quefaltaban los episodios del niño recogido en el Citerón, del rey y la reinasin hijos y de la adopción disimulada como nacimiento, En cuanto a laotra mitad, la de Edipo aventurero y tirano, dista de constituir la totalidadtebana del personaje; hay una mitad oculta de esa mitad: hijo de Layo yYocasta, condenado al crimen desde antes de nacer y entregado a un esclavoque debe abandonarlo en el Citerón.

Tal es pues el "doble juego" del mecanismo simbólico: [por] fragmen-tos, éste reconstruye la causa de la peste que hizo estragos en Tebas; todolo que faltaba viene finalmente a ocupar su lugar y recomponer el con-junto; pero esta reconstitución de la historia por la mitad faltante mues-tra al propio Edipo como monstruosamente dotado de mitades "en ex-ceso", duplicado por mitades imprevistas e impuras: el hijo de Pólibo estambién el hijo de Layo, el reyes también el homicida del rey, el asesino

[16] es también el hijo; el esposo es asimismo el hijo; el padre es también elhermano de sus hijos; el que busca es también aquel a quien se buscaba;quien proscribe debe serproscripto, yel atormentado por los dioses seatormenta a sí mismo. Reduplicación testimoniada con insistencia portodo el final de la pieza: "Es natural que entre tantas aflicciones dupliquestus gemidos, así como soportas dobles males" (vv. 1319 y 1320); "Ohhimeneo, himeneo, me diste vida y luego de dármela hiciste germinaruna segunda vez la misma semilla; diste a luz padres hermanos de sushijos, hijos hermanos de su padre, esposas a la vez mujeres y madres desu marido" [vv. 1403-1407]. Lo que el mecanismo del aÚIl~oAoV hacever a través del juego de las mitades faltantes es una figura compuesta demitades excesivas, monstruosas, que los ojos de ningún hombre puedenya soportar ver.

[17] Este mecanismo del aÚIl~oAoV hace de Edipo un doble monstruoso/y multiplica en su torno intolerables duplicaciones. Pero hay más: mues-tra como dobles, en cuanto dicen dos cosas a la vez,lO muchas de laspalabras pronunciadas por el propio Edipo o a su respecto: al llorar porla ciudad, él gime por sí mismo (v, 64); condena al destierro al asesino,aun cuando viva bajo su propio techo (vv, 249-251), y sabe que no sepuede forzar a los dioses a hacer lo que no quieren (vv. 280 y 281). Todasestas frases y muchas otras decían dos cosas a la vez, y en ese aspectocada una de ellas era como un aÚIl~oAoV, una pieza en dos partes de

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la que Edipo y el coro no veían más que un fragmento, mientras que elotro habría de llegarles más adelante, en el instante del último ajuste.Entonces, Edipo comprende a su vez que sus palabras decían dos cosas,lo que los oyentes al tanto del aÚIlPoAoV habían comprendido conclaridad. Las dos partes del "símbolo" sólo estaban separadas por lospersonajes en el escenario.

[18) La forma del aÚIlPoAoV impera a lo largo de todo Edipo rey. Es ellala que rige las relaciones de la peripecia y el reconocimiento; es ella laque rige la entrada de los personajes esperados, convocados o inespera-dos; es ella la qué rige la serie de búsquedas, expectativas, descubrimien-tos, y es ella la que rige muy a menudo el sentido de las frases: amenazas,promesas o imprecaciones. Pero esta forma no es en modo alguno (almenos en primera instancia) una forma retórica: se trata de una formaritual y jurídica que permite establecer una prueba, un reconocimiento,identificar individuos o autenticar mensajes. Vieja práctica tradicionalque permite sellar las órdenes y los decretos, impedir los fraudes y lamentira, establecer un contrato, recibir sin alteraciones las órdenes, losdecretos, los oráculos. Instrumento ritual del ejercicio del poder.

[19) Ahora bien, hay un punto que es preciso recordar aquí. La indagaciónpuesta en marcha por Edipo (y que éste reprocha a los tebanos no haber

realizado cuando era oportuno) queda muy pronto bajo el signo de ladesconfianza. Si ha dado tantos rodeos, si ha avanzado con tanta lentitudy la yuxtaposición de tantos fragmentos diversos, es porque no se diocrédito a las palabras del adivino, a pesar de que eran precisas y claramenteacusadoras: Edipo sospechó en él un complot y el coro creyó que hablabamovido por la ira. Edipo se aparta de esas palabras sagradas, y el corocon él; Yocasta, un poco después, apenas confiará ya en los mensajerosde los dioses (vv. 945-953). ¿Las divinidades mismas son víctimas deesta incredulidad? Sin duda, Yocasta tiene la precaución de hacer unadiferencia entre los dioses y sus servidores. Pero, después de todo, ¿nohan creído ella y Edipo que se podía escapar a los decretos inevitables

[20) de los dioses? y cuando pueden hacer]lo], ¿no se apresuran a cantarvictoria sobre tos oráculos? Por el momento, poco importa. Lo esenciales que, para verificar o tergiversar las palabras amenazantes del adivino,Edipo pone en práctica un procedimiento muy alejado de la escuchaoracular.

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Acomete una indagación: ¿quién ha matado? ¿Cuándo, en qué cir-cunstancias se cometió el asesinato? ¿Quién ha sido testigo de él? ¿Dóndeestá ahora? Lo que sabes, ¿lo viste o lo oíste decir, ya quién? El hombrecon el cual te confronto, y al que ves aquí, ¿es en verdad el que visteantaño? Todo esto se aleja mucho de la súplica a los dioses y de la escuchafiel de sus servidores. Pero las etapas de la indagación y los hechos quepoco a poco ésta descubre se suceden con arreglo a la forma ritual y elmecanismo político religioso del aÚ¡.L~OAoV.

Ese mecanismo permite, a fin de cuentas, mostrar que el saber arran-cado por la indagación viene a ajustarse con mucha exactitud al saberformulado por el adivino. Más precisamente: el esclavo interrogado en

[21] última instancia, al cabo de la indagación, frente a Febo y situado en elotro extremo de la jerarquía, el único que sabe tanto como el dios y suadivino: él también, y sólo él, sabía todo. Es indudable que se lo convocaexclusivamente para completar el último fragmento que faltaba (el ladotebano del origen de Edipo), pero es además el único testigo del asesinatode Layo; el único en saber que el asesino de Layo, esposo de Yocasta, eshijo de ambos (esto no se dice de manera explícita, así como no se plan-tean los aspectos esenciales y absolutamente decisivos; pero el testigomuestra que sabe todo al huir cuando Edipo toma el poder y permane-cer en silencio cuando se le pide que reconozca en el rey al niño que sele entregó en otro tiempo). El esclavo, por tanto, ha visto todo, comoel adivino al que nada se le escapa, como el dios que ve todo. A una y

[22] otra parte de la gran indagación, a una y otra parte de todos esos frag-mentos de saber laboriosamente ajustados, el esclavo y el dios se enfren-tan: uno dice que ve por la boca enigmática de los oráculos, otro calla

°10 que ha visto, lo que nadie habría debido ver. ¿Podemos decir que lamirada muda del esclavo y la palabra del soberano que ve todo "simbo-lizan" una con otra?

Lo cierto es que laJorma del aÚ¡.L~OAOV permite ajustar el testimonioal oráculo. ¿En Edipo rey la cuestión pasa por ritualizar, sacralizar lapráctica de la indagación y elevar su validez a la altura de los oráculospronunciados por los dioses? ¿O, al contrario, bajo la capa del ritualsimbólico, se trata de sustituir la antigua práctica de las consultas oracu-lares por la nueva práctica judicial de la indagación? ¿Se trata de fundarsimultáneamente esos dos tipos de saber? Como sea, ahora es preciso

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* * *

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examinar los papeles, los enfrentamientos de esos "rituales de saber" queson a un tiempo jurídicos, políticos y religiosos.

[23] En consecuencia, hay en Edipo rey dos saberes que se ajustan y formanfinalmente un óQ8üv bwC;. Dos saberes que saben lo mismo (el asesinatoyel incesto), pero uno lo proclama bajo la forma del oráculo, la videncia,la adivinación; es un saber al que nada escapa, yen él la ceguera del adivinoequivale a la luz del dios. El otro, al contrario, es un saber que se extraebajo la forma del testimonio, del recuerdo y de la confesión: no sabe másque lo que ha visto y hecho; más allá, no puede decir nada. Uno dominael tiempo porque ve tanto el futuro como el pasado, y el pasado en lamisma forma que el futuro (en su gran profecía de los versos 408-428,Tiresias dice a Edipo lo que éste ha hecho, el odio del que es objetoactualmente y los males que muy pronto van a abrumarlo); otro no puededecir sino lo que pasó antes, está sometido a la coacción de la larga dura-ción (v, 1141) y debe obedecer a la ley de [la] Ilv1Í1l11(v, 1131).11

[24] Entre esos dos saberes, Edipo. Edipo, que fuerza a ambos a formular-se -"Tú me has obligado a hablar contra mi voluntad", le dice Tiresias(v, 357); y Edipo al criado: "Si no respondes de buen grado, responde-rás por la fuerza" (v, 1152)-; Edipo, que los constriñe a ajustarse entresí. Ahora bien, ¿es él, sin más, el que no sabe nada, la ignorancia ciegaque procura ciegamente saber? De manera tradicional, Edipo pasa porser el hombre que supo responder al enigma de la Esfinge, pero fueincapaz de resolver el enigma que era él mismo. Y el texto destaca nopocas veces esta oposición entre un saber que ha salvado la ciudad y unaignorancia que condena a Edipo a la desventura: "¿No tienes una habi-lidad natural para encontrar esos enigmas?", pregunta con ironía Tiresias(v, 440). Edipo, el descubridor de enigmas, lo ignoraba todo acerca de

[25] sí mismo. Edipo, el no sabedor; 12 Edipo, el ign()rante -a menos que sequiera hacer de él alguien que, en el fondo, sabía, sabía su nacimientoy su crimen, pero se negaba a saber-, y Edipo, el inconsciente. De todosmodos, él desmiente el juego de palabras etimológico de su nombre; nosabía ni de dónde venían sus pies perforados ni a dónde lo habían llevadosus pies de exilado.

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Con todo, en el texto de Sófocles, Edipo no parece ser lisa y llanamenteel que no sabe; en apariencia, es más bien portador de cierto tipo de saber,distinto tanto del conocimiento oracular de Tiresias como de la memoriadel esclavo. También él es un hombre de saber,13 de un saber muy parti-cular que tiene sus características, sus condiciones de ejercicio y sus efec-tos. Ese saber, a medio camino [de los] del dios y el esclavo, es el del"tirano". La "tiranía" de Edipo, la furma de poder que éste ejerce, el modocomo lo ha conquistado, no son marginales con respecto a la gran inda-gación emprendida: se trata de un aspecto completamente central [enlas] relaciones del poder y el saber.

[26] Cada vez que aparece Edipo, su poder se pone a la vez en juego y encuestión. Si los habitantes de Tebas recurren a él contra la peste (vv, 33y 34), es porque tiene el poder, pero la desgracia que amenaza a la ciu-dad no lo afecta menos que a esta misma (v, 64). En interés de supropia realeza, Edipo va a procurar saber quién mató al rey Layo: elmismo criminal bien podría acometer contra él (vv. 139 y 140). Encuanto rey, desde lo alto de su poder político religioso, condena al des-tierro al asesino de Layo; pero acepta[ría] compartir esos males si elcriminal viviera en su propia casa (vv, 249-251). En su carácter de reyunido a la ciudad en la misma empresa de salvación, busca a Tiresias

[27] (v, 312); en su profecía, éste amenaza ese mismo poder real (vv, 350-353),y cuando Edipo escucha al adivino acusarlo de ser el asesino, lo quesiente cuestionado no es su inocencia sino su poder, y es su poder loque defiende (vv, 380-404).

En el gran enfrentamiento con Creonte [vv. 532-631] se trata a nodudar de poder, sólo de poder, no de hechos, signos o pruebas; no: "¿Esverdad que he matado?", sino: "¿Es verosímil que haya un complot?";no: "¿Soy inocente o culpable?", sino: "A la cabeza de esta ciudad, seráél o yo" (en particular, versos 658 y 659 y 669-672). Yes una vez másel soberano cuya gloria bien puede salir de una triple generación deesclavos quien se afirma en el momento en que el mensajero revela que

[28] Edipo no es hijo de Pólibo (v, 1063). Es el juez suprerno" quien interrogay amenaza torturar al esclavo poseedor del último secreto; y en el mo-mento mismo en que Edipo acaba de derrumbarse, el coro alude a losrasgos característicos del soberano o el tirano: había lanzado su flecha máslejos, había conquistado la felicidad, se levantaba corno una torre: "Te

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llamábamos mi rey". Para terminar, después de la caída, la última pala-bra que se le dirige, antes de sustraerlo a las miradas en el interior delpalacio, la pronuncia el nuevo rey: es el decreto que lo desaloja del podery la prohibición, en lo sucesivo, de impartir orden alguna: "Ya no pro-cures seguir siendo el amo" (KQa1TlV, v. 1522). Y enseguida, esa mismapalabra es repetida dos veces: por Creonte en el verso siguiente, en unjuego de palabras (Kat yiXQ cXKQcX1"TJOW;[v. 1523]) donde se escuchana la vez las cumbres (aKQac;) a las que Edipo ha subido y el poder delque queda despojado (a-KQan:lv); y dos versos más adelante por el coro,en la última réplica de la pieza: eras un hombre en la cumbre del poder(KQcXn01"OC;), envidiado por todos los ciudadanos (vv. 1525 y 1526). Con

[29] ello, el coro no hace sino reiterar casi palabra por palabra el primer salu-do dirigido a Edipo al comienzo de la obra: "w KQa1"ÚVWv Oiúí 1tOUC;"(v, 14).* Lo que se pone en juego en esta gran prueba del saber es sinduda el poder de Edipo.

¿Qué poder? Hay toda una serie de caracterizaciones que es tradi-cional y sirve en la tragedia para designar a esos personajes legendariosque fueron los héroes, los fundadores, los "reyes", los soberanos políti-cos y religiosos de una ciudad. (Se saluda a Edipo como paOtAeÚC;,avcx~, el primero de los hombres; se dice que tiene la KQa1"EÍa, queposee las aQxaí [v. 259]; y, al menos en varios de sus usos, la palabra1"úQavvoc;, mediante la cual se lo designa, pero que también se aplicaa Pólibo, así como a Layo, no tiene sin duda una connotación particu-lar: para reemplazar al "tirano" Pólibo, los corintios eligieron a Edipocomo "tirano" [vv. 939 y 940], y éste ya ha tomado el lugar de Layo,"eltirano'")

No por ello deja de ser cierto que en varias oportunidades la sebera-[30] nía de Edipo se identifica con marcas específicas. Edipo ya ha conocido

un destino dispar, la miseria y la gloria; surgido en lo más alto, cayó enlo más bajo, y cuando estaba en lo más bajo, se remontó hasta la cumbre:"Los años que crecieron conmigo tan pronto me degradaron como meexaltaron" (v, 1083). Debe admitirse que esa alternancia de la fortuna escaracterística del héroe trágico, sea tirano o no. Pero en vez de ver en

* Véase también el verso 40: ti> KQáno1"ov rt co t v OiOínou KáQa. (Nota de MichelFoucault.)

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EL SABER DE EDIPO 267

ella, al menos por el momento, una hostilidad, un castigo de los dioseso el resultado de un encono injusto, Edipo proclama qu~ es la ley mismade su existencia; la desigualdad de la fortuna es lo que le ha tocado ensuerte, y lejos de quejarse se jacta de ello. Es hijo de la fortuna benefac-tora, y los años que traen ora el favor ora la desgracia son sus "congéne-res" (ouyyevetC;;, v. 1082): tal es su nacimiento, tal es él por naturaleza(vv, 1080-1084; TOlóo(>e (>' EK<pÚC;;,v. 1084). Ahora bien, el coro hacaracterizado poco antes esa alternancia de la fortuna, esa concatenaciónde la grandeza y el desastre: es el destino propio del tirano y su orgullo(vv, 872 y 873).15

[31] De todas maneras, los rasgos específicamente tiránicos son numerososen la vida yen el personaje de Edipo. El texto de Sófocles no deja depuntualizarlos. Algunos son positivos. A su llegada, extranjero en la ciu-dad y sin tener conocido alguno, nadie le preguntó su origen; su poderlo conquistó por sí solo al elevarse por encima de los ciudadanos ("Lanzósu flecha más lejos que los demás", v. 11%),16 sin perjuicio de provocarlos celos de éstos (v, 1526), Y él mismo se apoderó de la felicidad, ladominó (EKQcX-elloe, v. 1197). Yen esa empresa estaba solo; la llevóadelante por su propia cuenta (cúróc), Pero si pudo de tal modo hacersuyo el poder, fue porque prestó un servicio a la ciudad; ésta iba a pere-cer, él la salvó; sus enemigos estaban a punto de destruirla, él la liberó deellos; fue su muralla y su torre (vv, 1200 y 1201), Y permitió a la ciudadrespirar y dormir (vv, 1220 y 1221). La enderezó, volvió a ponerla en pie(vv. 39, 51,443 y 695).

[32] Hazañas como ésas son características de las figuras histórico le-gendarias de tiranos o nomo tetas que han ejercido por un tiempo elpoder, derribado tradiciones y muy a menudo sacudido las estructurasarcaicas de la sociedad griega. La expresión "oQ8woal, avoQ8woalrcó)..t v", que reaparece oportunamente, es típica: el propio Solón la uti-lizaba para definir su obra. Edipo, como los héroes mitológicos, conquistaun poder que no le pertenece al imponerse en una prueba; pero, comolos "hacedores de constituciones" del siglo VI a. c., hace que la ciudadvuelva a levantarse, la sanea, la pone "derecha". y con ello instaura consus súbditos una relación de reconocimiento, deuda y afecto que no tienenada que ver con el privilegio de nacimiento. La proeza salvadora haunido a los ciudadanos con su señor, y mientras no los fuerce alguna

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inversión del destino, seguirán siéndole fieles: "Fue una buena prueba laque llevó a la ciudad a amarlo. Por eso mi espíritu no lo acusará jamás

[33] de un crimen" (vv, 510 y 511); "Ten presente que me creería un insensato[... ] si te abandonara, a ti que, en los sufrimientos bajo los cuales sucum-bía mi querida patria, fuiste el único en devolverla al recto camino" [vv,690-695].17 El poder de Edipo en Tebas se funda no menos en el afectodel TIA 1Íeo~que en su casamiento con Yocasta. Y Creonte bien lo sabe:para conquistar el poder hacen falta dinero y el apoyo del TIA 1Íeo~.También en este caso el Edipo de Sófocles superpone, a la figura legen- .daria del héroe que tras la prueba instaura su poder por matrimonio,el perfil histórico del tirano o el "reformador", cuyo reino se apoya en elafecto, más o menos espontáneo, del TIA 1Íeo~.

. Pero hay más. Edipo también está dotado de una serie de rasgos tra-dicionalmente negativos del tirano. Se identifica con la ciudad; no, claro,porque haya nacido en ella y sea a la vez su hijo y su ciudadano (no sabe,justamente, que así es), sino porque se la ha apropiado. Es su ciudad enel sentido de que la posee, y la posee solo. Creonte le reprocha esa actitud:

[34] "Y yo también formo parte de la ciudad; no es sólo tuya (OUXl oot ¡..t.óvú!)"(v, 630). Cuando Edipo lanza órdenes, le importa poco que sean justas,basta con que las haya dado ("Hay que obedecer en cualquier circuns-tancia", v. 628): ¿la ciudad no es acaso sólo de él (v, 629)?

Por eso el coro, cuando más adelante trace el retrato del tirano ymuestre los rasgos dé su desmesura, podrá decir que no teme a "LiíKll".Hubo comentaristas que se asombraron justamente de ese coro que pintacon trazos tan duros al tirano: presunción, injusticia, negativa a honrara los dioses, insolencia culpable, ganancias injustas, sacrilegios, profana-ción de las cosas sagradas, negativa a escuchar los oráculos, abandono delculto. ¿Hace verdaderamente falta reconocer en ese retrato a Edipo, elsoberano a quien el pueblo sostenía hace un momento con su gratitud,y que estaba tan dispuesto, en la desgracia, a despachar a Creonte a con-sultar al dios de Delfos? En realidad, los rasgos tradicionalmente atribui-dos al tirano que se refieren a palabras o conductas de Edipo diseminadasen el texto son demasiados para que no se lo reconozca en ellos (y por el

[35] momento dejo de lado el problema de la escucha de los oráculos). Cuandola fortuna de Edipo empieza a desplomarse, el coro -como símbolo delretorno del TIA 1Íeo~- invierte la imagen positiva que ha dado hasta en-

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EL SABER DE EDIPO

tonces del tirano, y a su reino opone el de las leyes (VÓIlOt) "alumbradasen el Éter celeste y cuyo padre es el Olimpo". Es cierto, el coro experi-mentará una nueva inversión y, una vez consumada la desgracia, se apiadaráde aquel que, durante un momento, había permitido respirar a la ciudad,

Pero tal es precisamente la incertidumbre propia del destino del tirano:amado y luego rechazado, y objeto de piedad más tarde, obedecido encada una de sus voluntades singulares que equivalen a decretos de laciudad, después proscripto y condenado a un execrable destino cuandoes posible oponer a su orgullo las leyes formuladas por los Olímpicos.

Situación peligrosa del tirano: no es del todo de la ciudad, un ciuda-dano entre los demás, aunque éstos le deban su salvación; y si ha recibidola ayuda de los dioses, al menos para triunfar de la prueba (v. 38), no hace

[36] reinar en la ciudad los decretos divinos. Hay una trilogía que reaparecevarias veces en el texto de Edipo rey: los dioses, el soberano, la tierra (YTlo XWQa.). Trilogía enunciada por el propio Edipo, y que define la posicióndel tirano. Cuando la divinidad enemiga hacía estragos en la tierra, Edipose interpuso como una torre entre la "virgen oracular" y la ciudad mori-bunda; no lo hizo, por lo demás, sin el auxilio de los dioses que permi-tieron que la ciudad se salvara. Edipo es, por tanto, muralla de la ciudadcontra los dioses y enviado de los dioses a la ciudad.

Pero, a la inversa, y allí está la inversión de la tragedia, él mismo es lapeste enviada por los dioses a Tebas; a causa de él, la ciudad se aparta delas leyes y los oráculos divinos, yserá preciso que lo expulse para que losdioses restablezcan su orden en ella. Cuando Edipo dice solemnementeque hay que expulsar al asesino que mancha la ciudad y atrae sobre ellala ira de los dioses, y que es preciso ha~erlo "por mí, por el dios, por elpaís", indica, a su pesar y sin saberlo, al ponerse de tal modo en evidencia,la posición peligrosa del tirano entre los dioses y la tierra. Y si el poder de

[37] Edipo finalmente se derrumba, es sin duda porque se han ajustado direc-tamente uno a otro dos saberes, el primero de los cuales viene de losdioses -el del adivino-, y el segundo, de la tierra, de esa XWQa. donde serefugió, para no ver, el esclavo nacido en la casa del rey (vv. 756-764).

En esta posición singular y frágil, el poder de Edipo está ligado a unsaber. Si Edipo ha tomado el poder en Tebas o, mejor, si se lo han dado,fue porque superó la "prueba de conocimiento". En varias ocasiones, élmismo y el coro se recuerdan uno a otro que el lazo que los une se funda

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en el saber; y, por lo demás, en un doble saber: el de Edipo que ha mos-trado su superioridad al resolver el enigma, y [el de] la ciudad que hapodido comprobar de manera irrefutable que Edipo sabía; éste es amadopor la ciudad (áOÚ1tOAt<;, v. 510) porque se lo ha reconocido "oodióc",y de manera probada (pcwáv~). Ese saber manifestado en la prueba esel que le permite gobernar; y cada vez que él aparece en ejercicio de su

[38) poder, lo hace bajo la forma del que sabe: sé, he visto. Así, Edipo mani-fiesta sin cesar su saber y su poder de manera solidaria [vv. 58, 65 y 67].otocx es la palabra'f mediante la cual se afirma: una palabra que estájustamente inscripta en su nombre. La peste de Tebas deja expuesto, enriesgo, en peligro ese poder-saber: si el rey no sabe qué hay que hacer, sino sabe quién es el responsable de la mancha, si no sabe a quién aplicarel rito purificador, se perderá entonces junto con la ciudad. Lo que élbusca es su propia salvación, no menos que la de la ciudad. Ahora bien,resolverá una vez más precisamente ese enigma, descubrirá por su propiacuenta lo que nadie sabía y perderá su poder. Pero no nos adelantemos.

¿Cuál es ese saber ligado a la conquista y el ejercicio del poder? Paracaracterizarlo, el propio Edipo se vale del término yVWIl r¡: ha dominadoa la Esfinge, con su secreto y su crueldad, gracias a la yvwllr¡ (YVWIlTl

[39) KUQl)OCX<;,v. 398). En otro pasaje, al mencionar el poder del que estárevestido y. que cree amenazado; por Creonte y Tiresias, exclama: "'Q1tAOl>1;eKCX1..uQCXVV1.KCX1..éxvr¡ .éxvr¡<;" (v, 380).19 El poder apareceaquí flanqueado por sus dos atributos principales [.éxvr¡ y yVWIl r¡],20que son a la vez sus instrumentos, sus condiciones y sus manifestaciones:la abundancia de bienes y recursos del arte, la suprema habilidad, elsavoir-foire superior, .éxvr¡ .éxvr¡<;. ¿Qué designan aquí estas dos pa-labras, .éxvr¡ y YVWf.Lr¡?

Se oponen con mucha claridad a un modo de saber que consista enaprender algo de alguien. Edipo se jacta de ello: solo, por su propia cuenta(cxtnó<;), pudo resolver el enigma de la Esfinge. Nadie le había enseñadonada. Yel sacerdote, en el comienzo mismo de la obra, lo proclama abier-tamente: "Tú has liberado a la ciudad de Cadmos [... ] sin saber nada denosotros ni recibir de nuestra parte instrucción alguna" (vv, 35-38).21 Parasaber, Edipo no necesita escuchar lo que él dice, ni aprender (EKllcx8dv).Pero este principio no vale sólo para lo que las gentes del país -de la

[40) XWQcx"- pueden saber, incumbe asimismo a lo que las aves y todos los

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EL SABER DE EDIPO 271

medios tradicionales de la mántica podrían enseñarle. Edipo se lo dice aTiresias: cuando la Perra asolaba la ciudad, ni los dioses ni las aves vinie-ron en tu auxilio a enseñarte lo que había que hacer. y prosigue: "Nocorrespondía a cualquier recién llegado explicar el enigma; era menesterla adivinación [f.Lctneícu;]" (vv. 393 y 394). Es manifiesto el tono irónicode la frase: pues fue justamente privilegio de un "recién llegado", de alguienque "pasaba por allí" ('wUTctÓnOC; [v. 393]), resolver el enigma; fuepreciso que ese transeúnte de quien ahora Tiresias bien querría creer quees ignorante de todo (f.LT}oev dowC; [v. 397]) pusiera en ejecución, no lamántica que interpreta el vuelo de las aves, sino la YVWf.LT} (vv. 390-398).El saber de Edipo, el mismo por el cual éste conquistó el poder, es unsaber que no enseña nada de nadie; Edipo no recurrió ni a los signosdivinos ni a los rumores humanos. No necesitó sacar su saber de otraparte (eKf.Lct8eiv; eKOl.octx8elC; [v. 38]).

[41] Podríamos decir sin duda que el saber del rey Edipo no se sitúa en ladimensión del CcKoún v, de esa escucha que es al mismo tiempo sumisión.La YVWf.LT} de la que Edipo se jacta y que lo ha llevado al poder se oponea la escucha-obediencia de que dan prueba el adivino en relación con losdioses y el pueblo en relación con las órdenes que recibe. Hay que seña-lar que también Yocasta exhibe el mismo rechazo de la escucha-sumisión:una Yocasta que comparte el poder, el crimen y la ignorancia de Edipo.Lo dice con suma claridad, y al parecer va más lejos que él: "Ningúnmortal entiende nada del arte adivinatorio" (v, 709). y ese rechazo, ¿nolo manifestaron uno y otra, cada uno por su lado pero de manera simé-trica, cuando se enteraron de la profecía referida a ellos? Es cierto, laoyeron, la entendieron, la creyeron; pero no la escucharon; supusieronque se podía escapar a ella. Respetaban lo suficiente la palabra de losdioses para no serle indiferentes y no desafiarla sin escrúpulos; pero am-bos creyeron que no leía el futuro y que ninguna mántica podía decir de

[42] antemano y sin error lo que iba a pasar. No es que Edipo o Yocasta nocrean en los dioses o se nieguen a respetarlos. Pero creen que manifiestanpor sí mismos, y a las claras, su voluntad. Yocasta lo dice en los versos724 y 725: "Lo que el dios juzga necesario dar a conocer, lo manifiestacon soltura por sí solo" (Qq:OíwC; ctu't"OC;<j)ctveí [v. 725]). y Edipo, porsu parte, no considera que se pueda forzar el silencio de los dioses: éstosdicen únicamente lo que quieren decir.

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La pareja real rechaza igualmente dos procedimientos de saber: elconsistente en buscar a través de los signos oscuros lo que los diosesquieren ocultar (nada de chillidos de pájaros, vv. 965 y 966; nada designos, nada de rodeos para forzar el silencio de los dioses) y el queprocura saber por anticipado la parte del destino que los dioses handeterminado (nada de predicciones, nada de "TIQÓVOtct", v. 978).Todos esos decretos-predicciones que fijan el futuro en medio de la am-bigüedad (8wTIíOjlct-rct [v. 971]), todo eso no debe contar para nada(eX~t 'oúóevóc, v. 972).22

Una de las palabras que reaparecen con mayor frecuencia en el discurso[43] de Edipo, en correlación con el ejercicio de su poder y la exaltación de su

saber, es eUQíOKEt v. Edipo es el hombre que encuentra. Ha encontrado,claro está, la respuesta que había que dar a la Esfinge, y salvó así la ciudad.Ante el nuevo desastre, la ciudad vuelve a apelar a su capacidad de encon-trar: "encuentra algún remedio" (eXA KTÍV 1"1v ' eUQel v), lo urge el sacerdoteal comienzo de la pieza (v. 42);23 frente al pueblo inquieto, Edipo exponela salida que ha encontrado (vv. 69 y ss.): reprocha a los tebanos no habersepropuesto a tiempo descubrir (f:~eQeuv&v, v. 258) al asesino de Layo; peroahora está decidido a descubrir por su cuenta lo que permita saber y salvarla ciudad (vv. 120 y 304), yen un momento de su investigación cree inclusohaber "descubierto" el complot tramado por Creonte (vv.531-546). Además,Tiresias se lo dice, no sin una ironía amenazante: "¿no eres tú hábil paraencontrar esas cosas?" (rcür ' eXQw-rOC;eUQíoKet V i:<I>uc;,v. 440).24 y conello. Tiresias da a Edipo una caracterización que lo opone a lo que es él

[44] mismo; ¿el adivino no ha dicho un poco antes que "alimenta [en sí] laverdad todopoderosa" (v. 356)? El coro, por su parte, lo había saludadocomo el único de los mortales que posee en sí mismo la verdad (-reXAT]8ec;f:jlTIé<l>uKev, v. 299). Uno, el adivino, es algo así como el lugar de creci-miento de una verdad sembrada en él por los dioses; en cuanto al rey, essuya la capacidad de encontrar.

Ahora bien, el encontrar -euQíOKEt v- presenta tres caracteres queestán ligados entre sí. Ante todo, uno encuentra solo, por sí mismo. Edipoinsiste bastante en el hecho de que estaba solo cuando encontró la res-puesta que era preciso dar a la Esfinge. Pero en su comportamiento regiodestaca en varias oportunidades que quiere informarse por sí mismo,encontrar por sí mismo, decidir por sí mismo. Lo dice ya en los primeros

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versos: "No quise enterarme por otros que actuaran de mensajeros, hevenido en persona" (alJ'to<; [ ... ] eA lÍAu8a, v. 7).25 Para hallar una salidase enfrasca en sus pensamientos, reflexiona largamente (v 67) y ejecutaal punto lo que ha encontrado (v. 68). El otro rasgo de descubrimiento,cuando no se puede hacerlo solo, consiste en basarse en lo que uno mismove y escucha, e incluso en lo que han visto y escuchado los testigos pre-

[45) sentes. Si el asesinato de Layo turba tanto a Edipo, es porque no estuvoen el lugar; ha escuchado hablar del hecho, no ha estado presente ni loha visto con sus propios ojos (eíoeióóv, v. 105); al ser ajeno al asunto,no puede por su cuenta (au-ro<;) encontrar al culpable (vv. 219-221).Ahora bien, lo que se necesita es alguien que haya presenciado la desgra-cia (vv. 116-119); al menos haría falta alguien que hubiera visto a quien vio(róv Ú' ióóvr]« ... ] óQa, v. 293). Y cuando esté sobre la pista, insistiráen ver por sí mismo a quien estuvo presente. "Quiero verlo" (eioróeiv[v. 1052]), dice con referencia al pastor que habría presenciado la muertede Layo; conserva la esperanza, le dice el coro, hasta que "1(Qo<;rof1(aQóno<; tKllá8n<;" (v. 835)_26

De tal forma, de presencia en presencia se pasará, como si se siguieraun rastro, de la ignorancia de hayal conocimiento del pasado. El "des-cubrimiento" del hecho al que el rey no ha asistido en persona se hace

[46) por la búsqueda de las marcas, las huellas: no los gritos de las aves que espreciso adivinar, sino los elementos visibles que vinculan el pasado conel presente (alllllÍva<;, v. 957; cnuei«, v. 1059; paaávep, v. 509), elmínimo y único detalle que, a veces, es capaz de revelar mucho (v. 120),todo lo que permite seguir la pista del criminal (v, 221) y, en síntesis,retomar las cosas t~u1(aQxi¡<; [en su inicio] (v. 132). Imprudentemente,Yocasta reprocha a Edipo no "explicar el presente por el pasado", y con-fiar en cambio en lo que le dice el último en hablar (vv. 916 y ss.). En.realidad, Edipo lo hace de sobra: justamente al escuchar al último enhablar -el esclavo-, logra reencontrar en el pasado terrible las razones delinfortunio presente.

Como se advertirá, la -réxvll de Edipo no se compadece con el cono-cimiento de los decretos ocultos de los dioses que fijan de antemano eldestino de los hombres, sino con el descubrimiento de lo que sucedió y loque pasa. No escucha las palabras de los dioses que atan al hombre de unavez y para siempre; presta atención a las desigualdades, los rodeos, los

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[47] altibajos que constituyen la Fortuna. El saber de Edipo está del lado de laTúXY]. La proximidad 1:ÉxvY]-TúXY] en el saber edípico surte un dobleefecto: por una parte, permite dar fe únicamente de lo que ha pasado,no mirar "ni a diestra ni a siniestra" de qué lado vuelan las aves de. losadivinos (vv. 857 y 858), tener por vana toda precisión, toda TIQÓVOlCX

(v. 978) y reconocer no una predicción realizada sino un golpe de la TúXY]en los acontecimientos que suceden, corno la muerte de Pólibo (v, 949).La 1:ÉXvy] de Edipo le permite no considerar en absoluto los "8ewvj.lcxV1:eúj.lccrcx" (v 946).27 Pero, por otro lado, no considerarlos en abso-luto es poder escapar a ellos; siempre es posible sustituir por otro destinola j.loiQcx que los adivinos parecen reservar al hombre (v. 713). Es lo queafirma (vv. 707 y ss.) y lo que ha querido mostrar en los hechos Yocasta,al exponer a Edipo. Es lo que afirma (vv. 964 y ss.) y lo que ha queridohacer Edipo al huir de Corinto. y sin duda es Yocasta quien mejor expresa

[48] la relación del tirano [con] su saber y su destino," cuando dice que loque gobierna (KQCX1Ti) al hombre son las cosas del destino ('ra 1:* 1:ÚXy]<;[v. 977]), y que lo mejor, lo más fuerte (KQ(X't"W1:0v), es vivir conformecada uno pueda (OTIw<; óúvm ró n<; [v. 979]). Juego entre la fuerzade la TúXY] yel poder del hombre: tal es la parte de aquel que sabe noconsiderar en absoluto los signos de la adivinación y el terror que trans-miten (vv. 977-983). Edipo podrá proclamarse orgullosamente hijo deTúXY] (v, 1080). Y también en este aspecto coincide con la figura histó-rico legendaria del tirano tradicional.

Tenernos pues dos series que se oponen, y cada una de ellas caracteriza untipo de saber y un tipo de poder. Por una parte la serie de la mántica, queestá suspendida sobre el tiempo, se despliega en la dimensión de la TIQÓVOl"

y por intermedio de los mensajeros se mantiene a la escucha de los decre-tos-profecías a los que hay que someterse: ese saber está ligado al poder del

[49] soberano-religioso. Por otra parte está la serie de la yvWj.l Y]: ésta se despliegaentre el pasado y el presente; y, sobre la base del testimonio de quienes hanvisto, han presenciado, "estaban allí", permite que uno "descubra" por símismo y encuentre el remedio; ése es el saber del tirano. Saludados amboscon el título de "Avcx~, el tirano y el adivino se enfrentan, cada uno con

* Manuscrito: del tirano, su saber y su destino.

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EL SABER DE EDIPO

las armas de su saber. Edipo no es el que ignora: es el hombre que, contrael modo oracular, profético, adivinatorio de saber por el cual no ha dejadode ser perseguido y condenado, ha escogido otro tipo de saber.

Ahora bien, por más que ese otro saber se individualice como el deltirano que quiere ver por sí mismo, no deja de estar extremadamente ri-tualizado. De hecho, el saber oracular y el saber indagatorio se presentanen Edipo rey como efectos de dos procedimientos pautados. [Uno] es el

[50] de la consulta religiosa, que se desenvuelve en dos fases: en la primera, seenvían mensajeros a la sede misma del dios, para que vuelvan con el orácu-lo; en la segunda, se pide a quien es servidor del dios que complete eloráculo y determine cómo y con referencia a quién ejecutar sus órdenes.El otro procedimiento es esencialmente judicial: se trata de interrogar alpueblo para saber si hay testigos; convocar a quienes han sido así señalados;establecer su identidad y autenticar su testimonio; hacerles preguntas y,de ser necesario, si se niegan a responder, amenazarlos al menos con latortura. Todo esto es la reproducción del ritual indagatorio tal como seaplicaba en el siglo v a. C. No es exacto, sin duda, caracterizar el primerode los procedimientos como "religioso" yel segundo [como] "judicial"; setrata, tanto en uno como en otro caso, pero' según distintas formas de

[51] composición, de procedimientos a la vez religiosos, políticos y judicialespara determinar, en la ciudad, dónde está la mancha y cómo librarse desu portador. El primero es el más arcaico, el más ligado a las prácticastradicionales; el segundo es el más reciente, el que se introdujo en los siglosVI yv, en correlación, a no dudar, con toda la reorganización de la ciudad.

En Edipo rey encontramos incluso la huella de un tercer procedimiento,también conocido en el mundo griego arcaico, pero que siguió en uso losuficiente (al menos, según parece, en ciertas causas relativamente pocoimportantes) para que aún se adviertan sus rastros en el siglo III a. C. Esel procedimiento del juramento purgatorio?8 ¿aceptas jurar que no eresculpable y, por ende, exponerte, en caso de que el juramento sea un

[52] perjurio, a la venganza de los dioses que has invocado? Este viejo procedi-miento es el utilizado por Menelao y Antíloco para terminar en la Iliada sudisputa,29 tras la carrera de carros cuya regularidad es dudosa debido al ac-cionar del segundo. y con ese mismo procedimiento, Creonre quiere ponerfin a su litigio con Edipo cuando éste lo acusa de complot. Delante de Yocastay del coro, testigos, Creonte presta el juramento solemne: "Ay de mí, y que

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perezca maldito si he hecho aquello de que me acusas" (vv. 644 y 645).Es cierto que aquí el procedimiento no está completo; falta el elementoprimero y, a decir verdad, indispensable: que el acusador acepte ese modode liquidación e invite por su cuenta al acusado a hacerlo, a través de unacomposición que es al mismo tiempo un desafío. Ahora bien, Edipo, queha expresado las sospechas, no sólo no propone a Creonte la prueba deljuramento, sino que en principio la rechaza y, cuando la acepta, lo hacea regañadientes, a instancias de Yocasta y del corifeo. No tiene más con-fianza en esta prueba que en la honestidad de las adivinaciones de Tiresias.

[53] Tanto este procedimiento del juramento como el de la mántica hacen queEdipo sienta amenazado su poder (vv. 658 y 659).

En consecuencia, Edipo rey pone en escena los tres grandes procedi-mientos utilizados por el "prederecho" y el derecho griegos para borrarla mancha y buscar al criminal: consulta oracular, juramento purgatorioy, para emplear una expresión anacrónica, "inquisitoria del país" [enquétedupays). * Tres procedimientos que la tragedia de Sófocles presenta en suorden de aparición histórico: del más antiguo al más reciente, Tres pro-cedimientos que figuran también en su respectivo lugar, conforme a ladignidad y la jerarquía de los personajes involucrados en ellos: consultacuando se dirigen a los dioses; juramento purgatorio cuando se trata dedos jefes que se enfrentan (también Creonte, en el verso 85, es saludado

[54] con el título de "A v(X~; y en su querella con Edipo, insiste en señalar queestá en un pie de igualdad con el rey), e indagación por medio de inte-rrogatorios y testimonios, cuando se trata de gente del pueblo y de es-clavos. ** A cada personaje según el poder que tiene en sus manos o ellugar que ocupa en la ciudad, en cada escalón de la jerarquía -de losdioses al último de los mortales-, corresponde un procedimiento espe-cífico y una manera ritual izada de obtener de él la verdad. Cada forma

* Expresión utilizada en la Edad Media para designar un procedimiento de ese tipo, en elque se pide a la gente de la región, las personas que pueden estar "al corriente", que digan lo quesaben en lo relacionado con un litigio. (Nota de Michel Foucault.)

** Un detalle entre otros señala con claridad el carácter judicial del último episodio deldescubrimiento. El esclavo, convocado y amenazado de tortura si no habla, se presenta comoperteneciente desde siempre a la casa de Layo y, por tanto, a la de Edipo. Ahora bien, en el siglova. c., la regla es que las torturas sólo se impongan a los esclavos como prueba de verdad conla venia de sus propietarios. (Nota de Michel Foucault.)

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EL SABER DE EDIPO 277

de saber está ligada, en consecuencia, al ejercicio de un poder que sepractica en función de un rito del que aquélla aparece como efecto.

Por consiguiente, lo que se muestra en primer plano en la tragedia deSófocles no es tanto la "ignorancia" o la "inconsciencia" de Edipo. Es,antes bien, la multiplicidad de los saberes, la diversidad de los procedi-mientos que los producen y la lucha de poderes que se juega a través de

[55] su enfrentamiento. En Edipo hay abundancia de saberes. Demasiadosaber. y Edipo no es el personaje cuya ignorancia lo mantiene en la noche:es aquel que juega -o trata de jugar- con la multiplicidad de los saberes.

Entre los tres procedimientos y los saberes que son su efecto específico,¿qué posición ocupan Edipo y su poder? Como vimos, el saber edípico,el saber de quien "gobierna" y "pilotea", es un saber de yvwll r¡ y de,éxvr¡; un saber que descubre de por sí, al ligar el presente al pasado yapoyarse en lo que se ha visto. En esas condiciones, se entiende la relaciónde desconfianza que existe desde el inicio entre Edipo y quienes acuden ahablarle en nombre de los dioses. Es cierto que la respuesta de éstos se daante todo por boca de Creonte y de Tiresias. Pero no hay que olvidar queEdipo sólo los requiere en última instancia: "Sabed que he [... ] derramado

[56] muchas lágrimas y mi espíritu, en su inquietud, ha buscado muchos mediosde salvación. El único remedio que hallé después de prolongadas reflexio-nes, lo utilicé [... ] envié [a Creonte] al templo" (vv. 66-70). y si a conti-nuación apela a Tiresias, lo hace porque las preguntas que ha hecho paraencontrar testigos y descubrir por sí mismo al culpable han fracasado. Enefecto, no bien enterado de cuál es la mancha de la que es menester lavara la ciudad, interroga: "¿En qué sitio están [ ] los asesinos?". "¿En supalacio, en los campos o en tierra extranjera? [ ] ¿Ningún camarada havisto nada?" ¿Por qué no procurar saber (vv. 108-129)? Y más adelante,frente a todo el pueblo reunido con ese objeto, declara: "Quienquiera devosotros que sepa quién ha matado a Lay030 [' •• J, le ordeno que me cuentetodo" (vv. 224-226).* Tiresias reaparecerá únicamente cuando el pueblo,

* Hubo un tiempo en que los comentaristas se preguntaban si era verosímil que Edipo ig-norara por completo las circunstancias de la muerte de Layo. En realidad, esas preguntas deEdipo no deben analizarse desde el punto de vista de la verosimilitud. Son las preguntas de unprocedimiento regular. La promesa de relativa impunidad para quien se denuncie a sí mismo,en el verso 227, también forma parte del procedimiento. (Nota de Michel Foucault.)

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278 LECCIONES SOBRE LA VOLUNTAD DE SABER

[57] tras afirmar a la vez su ignorancia y su inocencia, se haya vuelto de nuevohacia el dios (vv. 276-279).

La mántica, que según la tragedia es la primera en enunciar la ver-dad, no es para Edipo más que la última salida. y éste procura sin cesarconfrontarla con lo que él, el rey, puede ver con sus propios ojos ycomprender con su yvW¡.LT]: ¿de dónde sacas que sé (v, 357)? "Tusoídos, tu mente, tus ojos están cerrados" (v. 371). "Mi mente me hizoencontrar, sin que las aves me instruyeran" (v, 398). Edipo el tirano,Edipo a la vez soberano y juez, quiere descubrir la verdad por sí solo,hallando a quienes han visto y oído. A los viejos procedimientos ora-culares a los que lo han empujado la piedad y el terror del pueblo, alprocedimiento del juramento purgatorio al que, sin su consentimiento,Creonte se entrega, Edipo no ha dejado de preferir sus propias pregun-

[58] tas: ¿quién lo hizo, quién lo vio, quién puede atestiguarlo? Si se apartódel procedimiento oracular, lo hizo en un gesto de orgullo, de desme-sura que el coro denuncia en el momento en que comienza a atisbarsela culpabilidad del rey. El corifeo lo dice claramente: "Se desprecian losoráculos transmitidos a Layo; en ninguna parte se honra ya con brilloa Apolo; el culto de los dioses se esfuma" [vv, 906-910]. Asocia a estaimpiedad el orgullo del tirano, su presunción en actos y palabras, sunegligencia culpable con respecto a ~ íKT]: "Que un pesado destino seapodere de él" [v, 886]. Edipo ha querido escapar (con Yocasta) a loque los dioses les habían pronosticado, y aun ahora se niega a escucharlo que profetiza el sacerdote de Apolo. En vez de inclinarse ante laspalabras de los dioses que lo ven todo pero que amenazan su poder,como tirano que se sabe o se cree amado por el1tA í18oc;; pero que ejercesobre él su soberano poder, busca en la multitud a los testigos oculares.A lo largo de Edipo rey reaparecen sin cesar las dos palabras, aKoún Vy óQ&v, pero con un sentido que se desplaza, de la "sumisión" a losdecretos de los dioses que "ven" todo a la escucha del relato de quienes

[59] han estado presentes.Ahora bien, este nuevo procedimiento que implica otro modo de

escuchar y de mirar hace ver las mismas cosas vistas por los dioses,y resonar palabras idénticas a las pronunciadas por ellos. La escenacon el viejo pastor es característica. Con arreglo a las formas regula-res del procedimiento inquisitorio, multiplica los signos de la pre-

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EL SABER DE EDIPO

sencia, del testimonio auténtico, de la audición directa, de la visióninmediata. "Creo ver", dice Edipo, "al que buscamos desde hace tiempo"(óQcXv OOKW); pero "tú que lo has visto" (iócóv) juzgarás mejor. "Loreconozco, sábelo claramente" ("EyvwKa yaQ, oá<l>' t08t) [vv. 1111-1117]. Luego se dirige al mensajero de Corinto para hacerle la mismapregunta, yel extranjero responde: "Es él, lo tienes delante de los ojos"(dooQa~ [v. 1120]). Puede comenzar entonces el interrogatorio: peroes preciso que el testigo mire al hablar (<I>wvet pUnwv [v. 1121]).Pregunta, con el dedo extendido: "¿Conoces a este hombre? (róvóeot08a [v. 1128]) [... ] Éste, que está aquí" (Tóvó ' o~náQwn v [v.1130]). Intervención del otro testigo: "Sé que él meha conocido" (OtO' OH

[60] Ká't'otoev [vv. 1133 y 1134]). Pregunta del segundo al primer testigo:"¿Recuerdas [olofí«] haberme dado un niño? [... ] Aquí está" ("00' éorfv[v. 1145]). Respuesta del primero al segundo: "Habla sin saber" ([Aiye!Y&Q] dow~ ouoev [v. 1151]). Todo este juego de la mirada, la desig-nación, la presencia y el recuerdo atestiguado está puesto bajo el signode la expresión técnica io ropeiv, io-roQiloat (vv. 1150, 1156y 1165):prestar testimonio, ser interrogado como testigo de lo que uno ha visto.y todo lo que aporta la escucha de esos testimonios sometidos a lascondiciones de la presencia y la mirada consiste en forzar a Edipo a oírlo que no había querido escuchar, a ver lo que no había querido ver.ce AAA ' O!lW~ cXKouo-riov" (v. 1170). "T& náv-r' av t~1ÍKOt oa<l>il"(v, 1182).

Tal es la trampa que Edipo se había tendido a sí mismo: poner enjuego, contra la !lav-rda, un procedimiento que se basa en el io ropeivy descubrir aquí lo que no había querido admitir allá. El primer efectode la "inquisitoria del país" es confirmar punto por punto todo lo quehabía prescrito y predicho la palabra de los dioses y los adivinos. Entre

[61] la <l>án~ oracular y todas las cosas que dice la gente del pueblo (tQQ1Í8a)hay una correspondencia exacta y un ajuste sin falla. Exacta relación"simbólica" entre la mántica y la indagación, entre el antiguo y el nuevoprocedimiento.F' entre el usado tradicionalmente por los jefes, los gran-des y los "reyes" para interrogar a los dioses y el utilizado por los juecesde la ciudad para interrogar ahora a los testigos sobre la base de las leyesrecientes. Los decretos de los dioses cobran cuerpo visible en las prácticasjudiciales de la ciudad; y los nuevos procedimientos reciben a cambio un

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sello religioso. La forma del aÚIlPoAoV que hemos visto circular a lolargo de todo Edípo rey asegura el vínculo entre esas dos maneras de ver,esas dos maneras de escuchar, esas dos maneras de someterse: esos dosrituales de saber que son social, política, religiosamente diferentes.

El aÚIlPoAoV, que estaba ligado a prácticas religiosas, al ejercicio del[62] poder, pero que se mantuvo en la nueva organización política y social

de la ciudad -donde conserva, pero en otro registro, las mismas funcio-nes de autenticación-, presta aquí su forma al ajuste de dos procedi-mientos de fecha, origen y estatus diferentes, cada uno de los cualesqueda así autenticado por el otro." En esa correspondencia "simbólica",lo que estaba previsto viene a coincidir con lo que se ha visto; lo que sepredijo, con aquello sobre lo cual se presta testimonio; lo que era delorden de la TCQÓVOtct, con lo que es del orden de la Il VYÍIlr¡, y lo quehan proferido los dioses inmortales, con lo que la justicia de la ciudaddescubre retrospectivamente.

Al mirar hacia el pasado, la justicia según las leyes ve lo mismo quela mirada de los dioses que dominan el futuro. El mecanismo delaÚIlPoAoV que actúa a lo largo de la tragedia muestra a las claras que eltiempo de los hombres es también el de los dioses. "El Tiempo que vetodas las cosas" y que ha "descubierto" a Edipo a su pesar (v, 1213): laindagación del pasado ha coincidido con la predicción del porvenir.

[63] Pero en ese ajuste exacto de los decretos de los dioses con las leyes dela ciudad, el lugar del tirano se anula. Se anula porque el tirano no puedeapartar la vista para recurrir a los otros. Se anula porque la voz de unesclavo, bajo la amenaza de la tortura, dice lo mismo que Febo en su sededélfica. Se anula porque lo que deriva de los procedimientos humanosno es distinto de lo que procede de los decretos divinos. Lo que rige laciudad, lo que le pasa, el mal que se abate sobre ella o el remedio que sele encuentra, tienen por principio la palabra de los dioses. No hay nece-sidad alguna de una "yvwll r¡" en particular para gobernar la ciudad. Sonlas leyes, VÓIlOt, las que deben reinar sobre ella. y esas leyes no son una

* Podríamos decir también que el procedimiento por juramento es, a fin de cuentas, igual-mente convalidado. La indagación, en efecto, muestra que Creonte no ha alterado el mensajedel dios ni complotado contra Edipo. El derrumbe de la acusación induce un derrumbe delpoder y una inversión de la pena de exilio. (Nota de Michel Foucau!t.)

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EL SABER DE EDIPO

invención humana, aun cuando talo cual las haya establecido en laciudad. Las "leyes sublimes" fueron "alumbradas en el Éter celeste; sóloel Olimpo es su padre; la naturaleza mortal de los hombres no las ha

[64] producido; el olvido jamás las dejará dormir; un gran dios hay en ellas yese dios no conoce la vejez" (vv. 865-871). Las leyes de los hombres sefundan en los decretos de los dioses; los acontecimientos que suceden,en su voluntad; la indagación conduce a las cosas que ha previsto lamántica. Son los dioses mismos quienes rigen la XWQCt. Entre ellos, ¿quénecesidad habría de un tirano, y de la -céXVll mediante la cual este pre-tende huir de los dioses? ¿Y huir de ellos adónde? A la XWQCt, al paísmismo. ¿Yen la búsqueda de qué otra verdad? La que ocultarían en elfondo de su memoria las gentes del país.

Al apartarse de los caminos oraculares para tomar los de la indaga-ción, Edipo constata que ésta lo devuelve a aquéllos. En ese apartamientosúbito, él, soberano que quería ver con sus propios ojos, se descubre enla posición de ser visto como culpable por los testigos. Al negarse a oírlo que se le traía de otra parte -de Delfos, de los Dioses-, quería ser elrey-juez que "oía y veía". Ahora bien, finalmente ve con sus ojos a quie-

[65] nes lo han visto con los suyos, hijo maldito abandonado por Yocasta,niño perdido recogido por Pólibo, Al querer ver él mismo (aúróc), seha visto a sí mismo (émrróv) en el testimonio visual de los otros. Se havisto como lo que jamás habría debido verse, ya no puede soportar lamirada de nadie y nunca podrá mirar a nadie. Esa soberana mirada-ala vez instrumento y emblema de un saber tiránico que no quería estara la escucha de las órdenes o los mensajeros divinos- debe apagarse.Edipo, a no dudar, querría también taparse esos oídos que jamás habríandebido oír lo que oyeron, pero eso es justamente lo que no puede hacer:queda ahora, y hasta el fin de sus días, condenado a la escucha.Condenado a oír voces que no sabe de dónde vienen. Condenado, porconsiguiente, a obedecer.Y Es así que oye en primer lugarla KQCtU:{Ctde Creonte.

En el momento en que Edipo pide que lo destierren (en consonanciacon lo que había sido su orden cuando reinaba), Creonte lo condena a

[66] esperar hasta que lleguen, traídos finalmente por mensajeros, los decretospronunciados por la voz de los dioses. Ni siquiera la decisión por la cualel tirano Edipo, sin saberlo, se había auto exilado tiene ya poder alguno.

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Las leyes de la ciudad se someten al mandato de los Olímpicos. Edipovuelve a quedar bajo el yugo de la escucha-sumisión. y sólo en Edipo enColono esa escucha le traerá por fin reposo.

* * *

Edipo, no blasón del inconsciente, figura del sujeto que se ignora a símismo, sino figura del soberano portador de un saber excesivo, un saberque quiere sacudir la medida y el yugoY Entre el saber que transmitenlos oráculos y el que resulta de las indagaciones regulares, no hay lugarpara un saber "regio", una YVWf.Ll] capaz de resolver los enigmas y salvara las ciudades sin recurrir a nadie: ni a los adivinos y sus aves, ni a loshombres de experiencia que han visto y recuerdan. Lo que se juega en

[67] Edipo es una lucha de saberes y poderes, una lucha entre formas de poder-saber. Lo que desaparece con la caída de Edipo es la vieja forma orientaldel rey sabio, el rey que por su saber posee, gobierna, pilotea y enderezala ciudad y aparta de ella los desastres o las pestes; es más directamentesu versión rejuvenecida que procuró dar la "tiranía" griega cuando quisoenderezar las ciudades, utilizando, tergiversando y soslayando a menudolos oráculos de los dioses; es tal vez la imagen, más cercana aún, que enla época de Sófocles pretendían dar algunos, que "lanzaban sus flechasmás lejos que los demás" y se hacían reconocer como "los primeros delos ciudadanos". 34

El problema del saber político -de lo que hay que saber para gobernary enderezar la ciudad-, un problema que tiene tanta importancia en lasegunda mitad del siglo v a. c., se originó sin duda en la borradura de-finitiva de esa antigua figura. En el escenario trágico, Edipo rey es sureaparición y su nueva borradura.

[68] En un sistema de pensamiento como el nuestro nos resulta muy di-fícil pensar el saber en términos de poder y por lo tanto de exceso, porlo tanto de transgresión. Lo pensamos -y justamente desde la filosofíagriega de los siglos v y IV- en términos de justicia, de pureza del "desin-terés", de pura pasión de conocer.

Lo pensamos en términos de conciencia. Por eso hemos negativizadoa Edipo y su fábula. Importa poco que se hable de ignorancia y culpabi-lidad o de inconsciencia y deseo: de todos modos, lo ponemos del lado

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de la falta de saber, en vez de reconocer al hombre del poder-saber a quienlos oráculos de los dioses y los testimonios de la ciudad, con arreglo a susprocedimientos específicos y las formas de saber producidas por éstos,expulsan como hombre del exceso y la transgresión. Con referencia aEdipo, en su torno, todo es demasía: demasiados padres, demasiadoshimeneos, padres que son además hermanos, hijas que son además her-manas, y ese hombre, él mismo sumido en el exceso de desventura y aquien es preciso echar al mar.

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284 LECCIONES SOBRE LA VOLUNTAD DE SABER

NOTAS

I Reconocimiento y peripecia (o golpe de efecto teatral) que estructuran la tragedia griegasegún Aristóteles, La Poétique, cap. 11, 52a 23-35 y 52b 3-10, trad. de R. Dupont-Roc yJ. Lallot, París, Seuil, 1980 (Foucault utilizabaArt poétique, ed. de J. Voilquin y J. Cap elle, París,Garnier, col. Classiques Garnier, 1944) [trad. esp.: Poética, en Poética - Magna moralia, Madrid,Gredos, 2011]; véase también Jean-Pierre Vernanr, ''Ambigüité et renversement. Sur la structureénigmatique d'CEdipe roi", en Jean Pouillon y Pierre Maranda (cornps.), Échanges et communi-cations. Mélanges offirts ti Claude Leui-Strauss, ti l'occasion de son 6(/ anniversaire, La Haya y París,Mouton, 1970, vol. 2, pp. 1253-1273 [trad. esp.: ''Ambigüedad e inversión. Sobre la estructuraenigmática del Edipo rey", en Jean-Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet, Mito y tragedia en laGrecia antigua, Barcelona, Paidós, 2002, vol. 1, pp. 103-135].

2 Cosa que ya cuenta Plutarco, "De curiositate", 522c, en Plutarch's Moralia (1936), vol. 6,Harvard, Harvard Universiry Press y W Heinemann, col. Loeb Classical Library, 1970 [trad.esp.: "Sobre el entrometimiento", en Obras morales y de costumbres, vol. 7, Madrid, Gredos, 1995].

3 En 1980 -es decir, en la versión de Edipo donde se habla en términos de aleturgias-,Foucault opone seis mitades, en realidad presentes en esta exposición. Véase Michel Foucault,Du gouvernement des vivants. Cours au College de France, 1979-1980, París, Gallimard/Seuil,2012. La diferenciación material de los saberes se teoriza en Michel Foucault, L'Archéologie dusauoir, París, Gallimard, 1969 [trad. esp.: La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1972].

4 Sófocles, CEdipe roi, vv. 1121 y 1122, ed. y trad. de P. Masqueray (ed. de referencia), París,Les Belles Letrres, 1922, p. 181 [trad. esp.: Edipo re)! en Tragedias completas, Madrid, Cátedra,1998]: "Responde a mis preguntas" I "Edipo: Responde a todas las preguntas que te haré".

5 En Febo Apolo, literalmente "luminoso y puro [katharósj", también habita con pasión elasesinato; lo puro y lo impuro alternan en él. Véase Marcel Detienne, Apo/lon le couteau ti lamain. Une approche expérimentale du polythéisme grec, París, Gallimard, col. Bibliotheque desSciences Humaines, 1998; reed., col. Tel, 2009 [trad. esp.: Apolo con el cuchillo en la mano. Unaaproximación experimental al politeísmo griego, Madrid, Akal, 2001].

6 • OQ8ov btor;: palabra o relato verídico; véase el verso 505.7 Trad. de Masqueray: "No podría seguir durante mucho tiempo la pista del criminal si no

me dierais algún indicio" (Sófocles, CEdipe roi, op. cit., p. 149): aÚflpoAoV, primitivamente signode reconocimiento entre los portadores de cada una de las mitades de un objeto cortado en dos,y después signo, imagen. Sófocles utiliza la palabra en el verso 221. Véase también supra, p. 220.

8 Knox formula igualmente la hipótesis de que Sófocles sigue el procedimiento judicial ate-niense, y rastrea su vocabulario; no conserva ese término sino la serie skopéin, historéin, zetéin paradescribir diferentes modalidades de la indagación. De todas maneras, un examen atento no permitesostener que el libro fue una fuente para Foucault, Véase Bernard McGregor Walker Knox, Oedipusat Thebes, New Haven y Londres, YaleUniversiry Press y Oxford Universiry Press, 1957.

9 Alusión aRené Girard, que por entonces era profesor en la Universidad de Búfalo dondese dictó esta conferencia. El tema ya se indica en un análisis de Edipo rey hecho por el propioRené Girard, "Symétrie et dissymétrie dans le mythe d'(Edipe", en Critique, 21 (249), febrero

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de 1968, pp. 99-135; véase también, del mismo autor, La Violence et le sacre, París, Grasset,

1972, cap. 3: "CEdipe et la victime érnissaire", pp. 102-130 [trad. esp.: "Edipo y la víctima

propiciatoria", en La violencia y lo sagrado, Barcelona, Anagrama, 1998, pp. 76-96].10 Véase Jean-Pierre Vernant, "Ambigüité et renverscment", op. cit.11 Véase el importante artículo de Louis Gernet, "Le temps dans les formes archaiques du

droit", en [ournal de Psychologie Normaie et Pathologique, 53(3), 1956, pp. 379-406.

12 Sófocles, Edipo rey, v. 397: 6 ¡..tlloev dow¡; OiOí1tOU¡;, "yo, Edipo, ignorante de todo".

13 Ésta es asimismo la tesis de Knox, que identifica el vocabulario científico del siglo v a. C.en las palabras de Edipo. Pero Foucault insiste más en el saber del tirano. Knox encuentra catorce

menciones de tjrannos, ora en el sentido neutro de- basiléus, rey, con referencia a Layo, en los

versos 799 y 1043, ora en e! sentido peyorativo de! siglo v a. c., e! de déspota, en los versos 541

y 873; de allí deduce una interpretación de! sentido de esta tragedia.

14 De igual manera, Knox señala que Edipo emprende una acción judicial privada. Quien

busca al asesino es e! individuo y no el Estado, pero como la víctima es el rey, Edipo actúa

también en su carácter de tal.

15 Véase infra, nota 33.

16 Sófocles, CEdipe roi, op. cit., p. 184: "Había lanzado su flecha más lejos que los demás".17 Ibid., p. 166: "al buen camino".

18 oto a recuerda a la vez oiot:Xvw, "hinchar, inflar", ololl¡..ta, "hinchazón" (los pies de

Edipo), y dOéw, eiow, ver con sus ojos.19 Sófocles, CEdipe roi, op. cit., p. 184: "Oh riqueza, poderío, superioridad del arte".

20 El poder de Edipo se caracteriza como oficio -los oficios fueron inventados por los dioses

y luego robados por los hombres- y saber: 1:éXVll y yvw¡..t ll, saber aprendido de nadie. Heródoto,

Historias, 1, 207 Y 208, emplea yvw¡..tll para designarla opinión que se ha dado durante las

deliberaciones políticas.21 Sófocles, CEdipe roi, op. cit., p. 42: "sin saber nada por nosotros".

22 Knox recuerda que en la época de Pericles la verdad de las profecías es una cuestión de-batida. A diferencia de Heródoto, Pericles no cree en ellas. Foucault no plantea ese debate.

23 Sófocles, Edipo rey, vv. 41 y 42: "iKE1:EÚO¡..tév UE 1tt:XV1:E¡;oloE 1tQÓU1:Q01tOt <XAKIÍV

1:1v ' EUQEív T'J¡..tív"; CEdipe roi, op. cit., p. 142: "Todos te suplicamos, te conjuramos a encon-

trar algún remedio".24 Sófocles, Edipo rey, v. 440: "OUKOUV UU 1:au1:' <XQW1:0¡; EUQíUKEtv e<j>u¡;"; CEdipe roi,

op. cit., p. 157: "TlRESIAS: ¿No tienes una habilidad natural para encontrar esos enigmas?" (como

réplica a "EDIPO: Qué oscuro y enigmático es todo lo que dices", v. 439).25 Sófocles, CEdipe roi, op. cit., p. 140: "No quise enterarme por boca de otros".

26 Ibid., vv. 834 y 835, p. 171: "ten esperanza hasta que e! testigo te haya instruido".

27 E>EWV¡..tanEú¡..ta1:a, "oráculos divinos".28 Louis Gernet, "Le temps dans les formes archaiques ... ", op. cit., reed. en Droit et institu-

tio~s en Grece antique, París, Flammarion, col. Champs, 1982, p. 32: "Se dice de ordinario queel juramento es una especie de ordalía [... ]. No actúa como una ordalía ni se espera que e! cielo

aseste su fuego a quien lo presta: actúa como una prueba. La expresión 'juicio de Dios' no le

conviene en modo alguno. La palabra OQKO¡; designa ante todo no el juramento en sentido

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286 LECCIONES SOBRE LA VOLUNTAD DE SABER

abstracto, sino una materia, una sustancia sagrada con la cual se pone en contacto quien jura.Jurar es, por lo tanto, ingresar al dominio de fuerzas religiosas [... ] de las más temibles. La apuestatotal que significa un cambio de estado o, para ser más preciso, un desplazamiento del ser es ensustancia lo esencial de la ordalía".

29 Véase la clase del 27 de enero de 1971, supra, p. 92.30 Sófocles, (Edipe roi, op. cit., p. 149: "qué hombre ha matado a Layo".31 En cierta forma, lo que Foucault describe como ley de las mitades, Knox lo identifica en

términos de igualación matemática; este último autor establece una serie de ecuaciones entre e!objeto y el sujeto de! procedimiento de indagación; la escucha y la vista; el saber médico y el sabermatemático, y la mántica y e! testigo. Knox procede a partir de la filología; Foucault, a partir deun análisis formal. El segundo sólo conoció la obra del primero durante esta conferencia en losEstados Unidos.

32 Véase el verso 1516: Edipo: "No puedo más que obedecer, por mucho que me cueste";CEdipe roi, op. cit., p. 196: "Hay que obedecer, aunque a disgusto", que es la inversión, la peri-pecia del verso 627: Edipo a Creonte: "Obedece a tu rey"; CEdipe roi, op. cit., p. 163: "Comosea, hay que obedecer".

33 ""YPQlt; <pu,eúel ,úQ<XVVOV" (v. 872, antistrofa 1). Sófocles, (Edipe roi, op. cit., p. 172:"El orgullo engendra al tirano"; trad. de Mazan: "La desmesura alumbra al tirano". Jean Bollacktraduce: "La violencia hace al tirano" (La Naissance d'(Edipe. Traduction et commentaire d"'CEdiperoí': París, Minuit, 1985).

34 Knox compara a Edipo rey más con Pericles, en la época en que la hegemonía de Atenassobre Grecia se convierte en tiranía, que con el rey sabio oriental. Tradicionalmente, la expresión"primer ciudadano" (Edipo rey, v. 31) se comenta como una alusión a Pericles.