M.H. El particularismo histórico

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9. EL PARTICULARISMO HISTORICO: BOAS Durante la primera mitad del siglo xx la antropología en los Estados Uni dos se caracterizó por la evitación programática de todas las síntesis teoré ticas. La estrategia básica de investigación de aquel período fue la formula da por Franz Boas, una de las figuras más influyentes en la historia de las ciencias sociales. A Boas le guiaba un sentido distintivo de pureza induc tiva que supo transmitir a toda una generación de prosélitos. El suyo fue un credo que paradójicamente negaba su propia existencia. Lo único que sus discípulos estaban dispuestos a reconocer que Boas les había ensefiado era a servir a sus propios variados intereses atentos a los datos, libres de prejuicios y desconfiando de todos los esquemas. Pero que Boas fuera el centro de una escuela, eso lo negaban abiertamente. Más bien pensaban que la misión de Boas había sido expulsar de la antropología a los aficio nados y a los especialistas de gabinete, haciendo de la investigación etno gráfica de campo la experiencia central y el atributo mínimo del status pro fesional. Sin embargo, con el paso del tiempo un determinado tema central ha acabado por quedar asociado al período boasiano, y es el que sugiere el título: el particularismo histórico. La perspectiva con que hoy podemos contemplar el período boasiano no disminuye en modo alguno la importancia de la contribución de Boas al desarrollo de la antropología o de la teoría antropológica. Es verdad que la estrategia del particularismo histórico requería una casi total suspen sión de la dialéctica nonnal entre hechos y teoría. Los procesos causales, las tendencias, los paralelos, quedaron enterrados por una avalancha de ca sos negativos. Es verdad también que el intento de mejorar la calidad de la investigación etnográfica sometiéndola a criterios de verificación más rigu rosos tuvo sólo un éxito moderado, y aún hemos de tener en cuenta los numerosos casos en que Boas y sus discípulos deformaron los hechos como tantos otros antes y d espués de ellos. Pero los criterios que Boas propuso siguen constituyendo lo permanente de su legado. Los que aseguran que Boas retrasó el progreso de la antropología como ciencia no valoran adecuadamente las fuerzas culturales ocultas tras la re forma del particularismo histórico. Existían límites

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9. EL PARTICULARISMO HISTORICO: BOASDurante la primera mitad del siglo xx la antropologa en los Estados Uni dos se caracteriz por la evitacin programtica de todas las sntesis teor ticas. La estrategia bsica de investigacin de aquel perodo fue la formula da por Franz Boas, una de las figuras ms influyentes en la historia de las ciencias sociales. A Boas le guiaba un sentido distintivo de pureza induc tiva que supo transmitir a toda una generacin de proslitos. El suyo fue un credo que paradjicamente negaba su propia existencia. Lo nico que sus discpulos estaban dispuestos a reconocer que Boas les haba ensefiado era a servir a sus propios variados intereses atentos a los datos, libres de prejuicios y desconfiando de todos los esquemas. Pero que Boas fuera el centro de una escuela, eso lo negaban abiertamente. Ms bien pensaban que la misin de Boas haba sido expulsar de la antropologa a los aficio nados y a los especialistas de gabinete, haciendo de la investigacin etno grfica de campo la experiencia central y el atributo mnimo del status pro fesional. Sin embargo, con el paso del tiempo un determinado tema central ha acabado por quedar asociado al perodo boasiano, y es el que sugiere el ttulo: el particularismo histrico.La perspectiva con que hoy podemos contemplar el perodo boasiano no disminuye en modo alguno la importancia de la contribucin de Boas al desarrollo de la antropologa o de la teora antropolgica. Es verdad que la estrategia del particularismo histrico requera una casi total suspen sin de la dialctica nonnal entre hechos y teora. Los procesos causales, las tendencias, los paralelos, quedaron enterrados por una avalancha de ca sos negativos. Es verdad tambin que el intento de mejorar la calidad de la investigacin etnogrfica sometindola a criterios de verificacin ms rigu rosos tuvo slo un xito moderado, y an hemos de tener en cuenta los numerosos casos en que Boas y sus discpulos deformaron los hechos como tantos otros antes y d espus de ellos. Pero los criterios que Boas propuso siguen constituyendo lo permanente de su legado.Los que aseguran que Boas retras el progreso de la antropologa como ciencia no valoran adecuadamente las fuerzas culturales ocultas tras la re forma del particularismo histrico. Existan lmites ideolgicos culturalmen te determinados y la teora antropolgica se vio obligada a ceftirse a ellos. Los transgresores no dejaron en l.el qtmpo de la antropologa ninguna heren cia de la que nosotros seamos hoy conscientes. Boas y la primera genera cin de sus discpulos se vieron obligados a constrnir una antropologa pro fesional, universitaria, prcticamente desde sus cimientos. Y lo hicieron con notable xito, si se tienen en cuenta los numerosos obstculos que tuvieron

que vencer. Los lmites culturalmente prescritos no eran tan angostos niestaban tan bien definidos que no existieran opciones. Basta considerar el destino de la antropologa en la Unin Sovitica, en Alemania y en I talia durante aquel mismo perodo para darse cuenta de que, aun si el particu larismo histrico fue esencialmente negativo y tericamente estril, no por ello dej de librarse de las peores trampas de su tiempo.La lista de los antroplogos que de entre los discpulos de Boas alcan zaron fama e influencia da testimonio de su importancia capital en la his toria de la disciplina: Alf red Kroeber, Robert Lowie, Fay-Cooper Cole, Edward Sapir, Melville Herskovits, Alexander Goldenweiser, Alexander Les ser, Paul Radin, Clark Wissler, Leslie Spier, J. Alden Mason, E. Adamson Hoebel, Ruth Benedict, Margaret Mead, Ruth BWlZel, Jules Henry, M. F. Ashley Montagu y Frank Speck. Estos discpulos a su vez continuaron las lneas maestras de desarrollo de la investigacin e instruccin antropolgi ca en instituciones cruciales de todo el pas. Por ejemplo, Kroeber y Lowie, en Berkeley; Cole y Sapir, en Chicago; Herskovits, en la North Western Uni versity. En cuanto a Boas, mantuvo personalmente un control patriarcal sobre la antropologa en Columbia desde 1896 hasta su muerte en 1941. Adems, fue el centro de una serie de acontecimientos fundacionales deci sivos, tales Como la modernizacin de la revista _ American Anthro pologist en 1889, la fundacin de la American Anthropological Association en 1900, la revitalizacin de la American Ethnological Society en el mismo ao y la fundacin de la American Folk-Lore Society en 1888.

Los xitos de Boas como profesor, investigador, administrador, fundador y presidente de sociedades, editor, conferenciante y viajero son imposibles de enumerar. Y para cualquiera que se haya enf rentado alguna vez con el dilema de o publicar o pei-ecer, el hecho de que toda esta actividad fuera acompaada por la publicacin de un torrente de libros y de artculos resulta casi terrorfico. Adems de media docena de libros, Boas public de setecientos artculos (L&ssER, 1968, p. 26). La talla de Boas crece concada ao que pasa, y su obra nos da la medida de nuestras propias insuficien cias. Mas para llegar a entender la antropologa del siglo xx debemos dejar a un lado la imagen de Boas como padre, como hroe y como guru y cen trar nuestra atencin en la tarea de situar su contribucin a la teora dentro de las tendencias de su era. Debemos elevarnos por encima de las perso nalidades y adoptar una perspectiva cultural. Hacindolo, le rendimos el homenaje de la crtica objetiva, ms valioso que el de los panegricos que obstaculizan nuestra comprensin de Boas a la vez que la de nosotros mismos.

l. LA. IllJ.GBN DB BOAS

Margaret Mead ha escrito: cEs caracterstico que no haya mtodo que lle ven el nombre de Boas, como tampoco hay una escuela boasiana (1959b, pgina 31). En el curso de una discusin con el crtico sudafricano A. W. Hornle (1939), tambin Kroeber expres su convencimiento de que con

hay una escuela de Boas y no la ha habido nunca (1935, p. 540). Muchosde los discpulos de Boas parecen haber compartido esta visin de s mis mos, y en ms de un aspecto esta creencia puede considerarse en s misma corno el rasgo central de la posicin boasiana. Segn Kroeber, los progra mas partid istas y propagandistas constituan un signo de la inmadurez de las ciencias sociales. No hay escuelas en la fsica, sola decir: sino slo f sicos que hacen su trabajo con todas las tcnicas cientficas que tienen a su alcance. Con Boas, la antropologa haba alcanzado su madurez y bajo su influencia ya no se daba la eleccin de un solo mtodo, psicolgico, so ciolgico, difusionista, funcional o histrico-cultural, como si constituyera una va de conocimiento superior a las otras ( i bidem). Para Margaret Mead, oas era