MEMORIAS Resistencia Indigena

download MEMORIAS Resistencia Indigena

of 116

description

Revista de Historia

Transcript of MEMORIAS Resistencia Indigena

  • Las rebelionesy la defensa indgena

    La resistencia de los pueblos indgenas norteamericanos frente al sistema poltico y econmico capitalista

    Ana Soto y la resistenciaindgena en el occidentevenezolano

    Los caribes rebeldes

    Resistencia indgena: una lucha que an contina

    Cultura y resistencia de los pueblos indgenas y originarios mesoamericanos

    Conversacin con NiciaMaldonado, Ministra del PoderPopular para los Pueblos Indgenas

    Noeli Pocaterra Breve testimonio de una vida en resistencia

    El reconocimiento del otro pueblo nos lleva tambin a reconocer la existencia del resto de la humanidad

    Las sociedadesprehispnicas de Venezuela

    Antes de los europeos: la Venezuela prehispnica

    Medicina Tradicional Warao

    Hambrientos de oro y llenos de ira

    Warao a ejobona o La aparicin de los Warao

    Fiebre porcina y viruela: armas biolgicas en la guerra de exterminio contra los indgenas

    Los pueblos indgenas de Venezuela y la conquista de sus derechos

    12 de octubre: hacia el Da de la resistencia indgena planetaria

    La Historia escrita en el Paisaje. Parajesde Geografa Mtica en Venezuela

    Resistimos, luchamos, al fi nal venceremos!

  • 2Las rebeliones y la defensa indgena

    El enfrentamiento entre indge-nas y espaoles tuvo una duracin variada en las diferentes regiones geohistricas que conformaban el territorio de lo que podramos llamar la Venezuela del siglo XVI. En la zona costera y en la andina, para inicios del siglo XVI, ya el dominio colonial hispano se haba

    estabilizado dando paso a la con-figuracin de una nueva forma de propiedad agraria fundamentada en las encomiendas, pueblos de misin, siembras de comunidad, etc. Por esa razn, los levantamien-tos o rebeliones indgenas no llega-ron a adoptar una forma orgnica de oposicin a la dominacin colo-

    nial, ya que estas poblaciones fueron desarticuladas, cultural y territo-rialmente, e integradas dentro de nuevos procesos de trabajo vincu-lados a la produccin colonial. La estructura de la familia extensa, fundamento de la sociedad ind-gena, fue fragmentada al abolirse la utilizacin de las viviendas co-

    Iraida Vargas

    Fuente: Teodoro de Bry. Amrica (1590-1634). Madrid, Ediciones Siruela, 1992. Coleccin Libros Raros de la Biblioteca Nacional.

  • M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    3

    munales y ser reemplazadas por vi-viendas unifamiliares, ocupadas por un nuevo tipo de familia nuclear: madre, padre, hijos e hijas; se cort la relacin del colectivo con la tierra y la naturaleza, la cual comenz a estar mediada por la institucin del enco-mendero o el cura de misin.

    La resistencia indgena Caribe en las regiones ms apartadas, como el Orinoco, dur hasta fi nales del si-glo XVI, ya que esos grupos tnicos se aliaron con otros colonizadores ingleses, franceses y holandeses contra el enemigo comn: los es-paoles, hasta que los misioneros capuchinos catalanes establecieron pactos de conveniencia con sus an-tiguos enemigos, lo que les permiti dominar a las etnias Caribes orino-quesas. A diferencia, los esclavos ne-gros, que procedan de sociedades y reinos del occidente de frica, muy jerarquizados, pudieron conservar a pesar de su condicin de escla-vos desarraigados muchos de sus rasgos culturales originarios, alimentando as su esperanza de ser libres en una tierra extraa que ter-min siendo su nueva patria.

    Sin embargo, los indgenas caribes que ocupaban la zona norte, espe-cialmente los valles intermontanos de la cordillera de la Costa, donde se encuentran localizadas actualmente la ciudades de Caracas y Los Teques, defendieron sus territorios ances-trales, que haban habitado desde por lo menos alrededor del ao 300 de la era, aunque el poblamiento ms im-portante y numeroso ocurri entre los siglos X y XII. A partir de 1560, los ejrcitos caribes bajo el mando de los jefes Guacaipuro, Terepaima y Para-maconi, se enfrentaron a las numero-sas expediciones espaolas logrando controlar hasta el siglo XVI todo el territorio que haban ocupado en la porcin norte del pas, cuando fi nal-mente fueron derrotados.

    A partir de entonces, la coloni-zacin logr desarticular a las etnias indgenas como comunidades au-tnomas, muchas de las cuales per-sistieron como semiautnomas hasta fi nales del siglo XVIII, mediados del XIX. Durante los tres siglos que dur la colonia, los indgenas se vieron inmersos en un intenso proceso de mestizaje, sobre todo con descen-dientes de los esclavos de origen africano y en menor grado con los criollos descendientes de espaoles peninsulares, mestizaje que dio lu-gar a lo que hoy da se conoce como poblacin criolla. Durante los siglos XVI y XVII, muchos indgenas que haban sido trasladados a la fuerza a las plantaciones que se encontraban ubicadas en los valles de Carabobo, Aragua, la regin capital y Miranda, se incorporaron como individuos que no como colectivos a las lu-chas de los negros cimarrones por la libertad, ocupando con ellos los cumbes que fundaban, sobre todo en zonas inaccesibles de los valles mirandinos. En el siglo XVII en la regin llanera, las comunidades in-dgenas, particularmente las de los cazadores recolectores pescadores que fueron desplazados de sus anti-guas tierras a orillas de los grandes ros como el Cojedes y el Portuguesa por la expansin territorial de los hatos ganaderos, se unieron con los negros cimarrones de los cumbes y formaron comunidades que vivan de la rapia de los rebaos de gana-do y del asalto a las poblaciones de criollos o indios, secuestrando mu-jeres y nios que iban a engrosar las bandas cimarronas que se formaban en el llano. Para 1786 se calculaba en 24.000 el nmero de indios que se haban unido a estos focos de re-belin, los cuales se anexaron a otros que ejercan el ofi cio de piratas en los grandes ros llaneros. Los mismos se unieron inicialmente a la caballera

    de Boves al comenzar la Guerra de Independencia. Uno de los caudillos ms nombrados de estas bandas de indios cimarrones parece haber sido el clebre Guardajumo, conocido por su crueldad. Hoy todava persisten restos de esos grupos de indios que pescan utilizando solamente arpones en las orillas del ro Portuguesa, vi-viendo en pequeos pueblos ubica-dos entre los intersticios de tierras que les dejan los hatos, formando unidades endgamas, ya que los criollos los desprecian, y se hallan sometidos a una terrible miseria.

    Los indgenas tuvieron una destacada actuacin en la Guerra de Independencia, especialmente en las batallas libradas en los lla-nos. Gran parte del ejrcito de lanceros que acompa a Pez en la Batalla de Mucuritas eran ind-genas caribes o mestizos de caribes y canarios.

    Ya para fi nales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando se inicia la expansin de la sociedad criolla, las etnias indgenas que subsistan como semiautnomas, se vieron forzadas a abandonar sus espa-cios y ocupar nuevos territorios en reas limtrofes del pas, desde donde comenzaron a implementar procesos de resistencia cultural. Hoy da persisten 33 grupos tni-cos, distribuidos en comunidades que aglutinan un poco ms de 500 mil personas.

    La resistencia cultural de los y las indgenas

    La burguesa nacional que surge desde fi nales del siglo XIX necesi-taba instaurar una ideologa que le garantizase mediatizar las formas de resistencia y de lucha de todos los componentes tnicos y sociales de la nacin venezolana, con el fi n de propiciar y perpetuar su depen-dencia y subordinacin. En el caso

  • Las rebeliones y la defensa indgena

    4

    de las comunidades indgenas, esa dependencia se expres en todos los rdenes de sus vidas, no slo en el econmico.

    Los preceptos religiosos y la ideologa que regulaban la vida de los indgenas, por ejemplo, en-traron en conflicto con la lgica y la racionalidad capitalismo. Esa con-tradiccin tendi hacia la desestruc-turacin de las sociedades indias, lo que se expres al nivel interno de muchas comunidades indias en profundas separaciones entre las distintas generaciones dentro de las diversas comunidades, en-tre los y las jvenes y los ancianos y ancianas, y entre las distintas et-nias entre s. En consecuencia, los grupos tnicos indgenas se vieron obligados a modificar, sustituir y, en ocasiones, proscribir los con-tenidos ideolgicos propios de sus sociedades y de sus diversas tradi-ciones culturales, no coincidentes con los de la sociedad burguesa.

    De esa manera, esos contenidos ideolgicos originales comenzaron a perder su vigencia histrica y tu-vieron que ser resemantizados para adecuarse a una nueva realidad, lo cual ha hecho posible su persisten-cia hasta hoy da.

    Todo el sistema productivo tribal de las comunidades indias se vio profundamente afectado por el sistema capitalista. La organizacin para la produccin entre los ind-genas que se daba dentro de las estructuras cinicas, se disloc con la introduccin de la propiedad pri-vada sobre su principal medio de produccin: la tierra; el trabajador directo o la trabajadora directa, al ser desposedo o desposeda de su principal medio de produccin en-tr en una nueva forma de relacin social en la cual era explotado o ex-plotada. El desarrollismo capitalista cuartarepublicano invadi las tier-ras de la mayora de las comuni-

    dades indgenas. As, las selvas que stas habitaban fueron convertidas en sabanas para la explotacin agr-cola, minera e industrial. Debido a que muchos de los territorios ind-genas eran de principal importan-cia estratgica y econmica para la nacin, el Estado incorpor esas tierras al mbito de la economa nacional mediante conquista, ex-propiacin y colonizacin de esos territorios. Sustent esas medidas manejando una ideologa naciona-lista que postulaba que se trataba del engrandecimiento y defensa de la patria.

    La relacin conservacionista de los indgenas con la naturaleza se vio violentada debido al deterioro progresivo de sus territorios a causa de ese desarrollismo, ejemplos em-blemticos de lo cual son el caso Warao, en cao Manamo, el de los Piaroa, el de los Yanomami, en el Amazonas y el de los Pumeh, en

    Fuente: Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional.

  • 5M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    Apure. Los territorios indgenas en general, se convirtieron asi-mismo en presas muy deseadas por los latifundistas; debido a la existencia en muchos de ellos de recursos naturales apetecibles para los capitalistas nacionales y transnacionales, fueron objeto de una brutal expoliacin. Si los ind-genas protestaban, eran cazados y exterminados desde helicpteros con armas de alta potencia.

    La distribucin igualitaria tribal de lo producido en colectivo se vio tambin afectada por las nuevas relaciones sociales capitalistas, lle-gando en ocasiones a ser sustitui-das por la apropiacin diferencial caracterstica de ese sistema. La or-ganizacin familiar tambin se vio impactada por el capitalismo; la fa-milia extendida caracterstica de las sociedades indgenas tribales dio paso, entre muchas comunidades

    indias, a la nuclear como la forma que mejor se adecuaba al proceso productivo capitalista.

    En el plano cultural, las comuni-dades indgenas estuvieron someti-das al asedio de las polticas indi-genistas estatales que se proponan conocer al indgena para despus cambiarlo; los indgenas no tenan posibilidad alguna de opinar en relacin con esas polticas, que-dando reducidos a convertirse en un polo receptor pasivo de la acul-turacin. Sobre todo a fi nales de los aos 80 y los 90 del siglo pasado, muchas comunidades indgenas vieron migrar a sus jvenes hacia las ciudades en busca de mejores opor-tunidades de vida. Esos inmigrantes se insertaron en esos espacios en los estratos ms bajos de la sociedad y en las peores condiciones. Acorrala-dos y acorraladas por una sociedad criolla que los y las despreciaba y

    marginaba, sin posibilidades reales de encontrar empleos bien remu-nerados, muchos de ellos y ellas fueron presas de las drogas, el cri-men, la prostitucin y el alcoholismo, en suma, de la miseria. stos se con-virtieron en males comunes a esas poblaciones de inmigrantes, males desconocidos en sus comunidades originales durante milenios. La mi-gracin y las peridicas epidemias de enfermedades infecto-contagio-sas, desatendidas estas ltimas por los gobiernos cuartarepublicanos, disminuyeron la tasa de natalidad dentro de muchas comunidades indgenas, poniendo en peligro de desaparicin a algunas de ellas. Lo mismo ocurri con sus idiomas, amenazados constantemente por la penetracin cultural de la socie-dad criolla nacional y transnacio-nal, a pesar del esfuerzo de algu-nos antroplogos y antroplogas,

    Indgenas warao. (Fuente: Jules Crevaux. Voyage Dans lAmerica du sud.Paris, Hatchette, 1883. Coleccin Libros Raros de la Biblioteca Nacional)

  • Las rebeliones y la defensa indgena

    6

    pero fundamentalmente de las co-munidades indgenas mismas por preservarlos. Las propuestas sobre la educacin intercultural bilinge no contaron con el apoyo del Minis-terio de Educacin, a pesar de que para 1979 exista un decreto que la consagraba.

    Dado que la poltica indigenis-ta del Estado puntofijista abogaba fundamentalmente por la conser-vacin de las culturas indgenas, algunos elementos de la cultura material fueron privilegiados, so-bre todo las artesanas con valor comercial, de manera que stas perdieron su funcin social dentro de sus comunidades.

    Los sucesivos gobiernos puntofi-jistas entregaron la civilizacin y la asimilacin de los indios a la cultura universal a los misione-ros catlicos y a organizaciones reli-giosas extranjeras como las Nuevas Tribus. Estas ltimas, so pretexto de inculcarles sus creencias religiosas, cumplan con la triple funcin de aculturarlos, crear entre ellos sen-timientos antinacionales y de au-todesprecio como etnias, al mismo tiempo que los obligaban a actuar como espas e informantes de las transnacionales de manera de fa-cilitar la expoliacin de sus cono-cimientos y saberes as como de los recursos naturales existentes en sus territorios, fundamentalmente los botnicos y mineros. Durante esos cuarenta aos, varias denuncias fueron formuladas acusando a esas organizaciones religiosas extranjeras y a antroplogos estadounidenses inescrupulosos de la utilizacin de indgenas como conejillos de indias en experimentos con drogas.

    Por todo lo anterior, las acciones de las organizaciones indgenas en ese entonces se orientaron bsi-camente a adoptar formas de re-

    sistencia cultural, utilizando su condicin tnica para protegerse de las agresiones de todo tipo hacia sus comunidades. La derecha atac sutilmente esas formas de resisten-cia indgena, implementando desde el Estado y, sobre todo, a travs de la Academia una trivializacin y

    un reduccionismo de los objetivos de esas luchas. Efectivamente, en los espacios acadmicos de enton-ces surge un debate entre las posi-ciones tericas del indigenismo, del etnopopulismo y del etnomarxismo. El primero, el indigenismo estaba orientado a justificar cientfica-mente la asimilacin de las co-munidades indias a la sociedad nacional, eliminando sus espe-cificidades culturales de manera de poder incorporarlos al sistema capitalista, garantizando que no hu-

    biese reticencias gracias al empleo socarrn del mismo discurso de la resistencia cultural. En ese sentido, la nomenclatura del Estado venezo-lano basada en la tesis cientfica indigenista manejaba un discurso oficial que hablaba del respeto a la cultura indgena, mientras re-duca las aspiraciones indgenas a tratar de conservar solamente sus elementos culturales formales y prevena que dichas comunidades pudieran plantearse las causas de su condicin de opresin y as unir esfuerzos con otros sectores igual-mente oprimidos para obtener la transformacin estructural de sus condiciones de vida. En la imple-mentacin de esta tesis del indi-genismo, el Estado venezolano puntofijista vincul y subordin a la mayora de los lderes de las co-munidades indgenas a la nomen-clatura central mediante la creacin de otras nomenclaturas indgenas similares que representasen sus in-tereses polticos y econmicos. En tal sentido, coopt a muchos de los lderes, y soborn a otros desvincu-lndolos de las luchas propiamente indgenas.

    El segundo, el etnopopulismo, constituy el fundamento filos-fico que permiti una nueva forma de manipulacin ideolgica de la situacin en nombre de una cien-cia comprometida con los indios. Dicha tesis, que manejaba un dis-curso parecido en lo formal al in-digenista, se sustent en la idea de que haba que rescatar a los indios y las minoras tnicas del avasallamiento del que eran objeto por parte del resto de la sociedad nacional y de los abusos transna-cionales, para poder preservar sus culturas. Pero en realidad, el etnopopulismo propona un ais-lamiento de las comunidades ind-

    mientras reduca las aspiraciones indgenas a tratar de conservar solamente sus elementos culturales formales y prevena que dichas omunidades pudieran plantearse las causas de su condicin de opresin y as unir esfuerzos con otros sectores igualmente oprimidos para obtener la transformacin estructural de sus condiciones de vida

  • 7M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    genas con el fi n de evi-tar la contaminacin de sus culturas con la hegemnica de la sociedad criolla, como manera de preservar su supuesta esenciali-dad tnica, apoyndose en la idea de que se trataba de sociedades inmutables y a-histricas, socie-dades donde la historia pareca de-tenerse y, por lo tanto, los individuos estaban condenados a repetirse

    mecnica y eternamente, sin im-plicarse en la lucha de clases ni en los variados problemas nacionales ni a verse afectados por ellos. Los cientfi cos y cientfi cas orgnicos del sistema que sustentaban y todava sustentan esta posicin y muchos otros y otras que ingenuamente las apoyaban, llegaron a plantear que el Estado venezolano deba decre-tar a los territorios indgenas como

    una bisfera, con ellos y ellas in-cluidos, con su fl ora y su fauna, con sus riquezas minerales presentes en el subsuelo, con las aguas de los ros, con los bosques y selvas contenidos en ellos, una burbuja que impedira la contaminacin y que posibilitara la preservacin, el rescate decan de los indios. Slo los investigadores e investiga-doras comprometidos con ese res-cate podran penetrar la burbuja, la bisfera, con el objetivo de poder estudiar, en su estado ms puro, dichas poblaciones.

    La posicin etnomarxista, que surge a partir de los aos 60, re-conoci, por el contrario, la exis-tencia del carcter autctono del proceso histrico, pero conside-rando a las comunidades indge-nas como un componente tnico existente en la constitucin de las clases sociales. Esa posicin buscaba explicar los procesos de identifi cacin particulares sin perder de vista los antago-nismos polticos de la sociedad nacional.

    A pesar de este cuadro tan negativo que les ha dejado en herencia los gobiernos republi-canos, la mayora de las comu-nidades indgenas que haban logrado sobrevivir como co-munidades semiautnomas, han podido subsistir hasta el presente, evidencia de lo cual

    es la existencia actual de alrede-dor de ms de 500.000 indgenas.

    Hasta fi nales de la dcada de los aos 60, las organizaciones in-dgenas no lograban trascender el mbito comunal y local, con cierto impacto en el regional. Sin em-bargo, a partir de 1972, los movi-mientos indgenas se organizaron, a nivel regional y nacional, en seis federaciones indgenas regionales

    Fuente: John Gabriel Stedman. Voyage a Surinam et dans lin

    terieur de la Guiane.

    Pars, Chez F. Buisson, 1799. Coleccin Libros Raros de la Bibl

    ioteca Nacional.

  • Las rebeliones y la defensa indgena

    8

    y en la Confederacin de Indgenas de Venezuela, que les permitieron obtener ciertos logros, no obstante, que fueron manipuladas por las estructuras partidistas que actua-ron como grupos de presin con in-tereses distintos a los de la base in-dgena. Para comienzos de los aos 80, las distintas comunidades ind-genas realizaron tmidos intentos para organizar empresas agrarias comunitarias, pero no contaban con ayudas estatales, ni financieras ni de capacitacin, para el trans-porte, procesamiento y conversin as como para la comercializacin de sus productos. Para esas fechas existan 68 organizaciones agrarias, donde participaban tan slo 14 de las 1.060 comunidades estimadas a nivel nacional.

    Si bien el Estado puntofijista, como respuesta a las luchas que llevaban a cabo esas organiza-ciones, dot de tierras a algunas comunidades a travs del Insti-tuto Agrario Nacional, para 1983 slo 4.000 de las 23.500 familias de las 1.060 comunidades estimadas a nivel nacional para la poca las haban recibido. En el VI Plan de la Nacin se asignaba la nfima suma de alrededor de 600 millones de bolvares para atender las deman-das y resolver los mltiples proble-mas confrontados por casi 24.000 familias, unas 130.000 personas.

    Consecuente con su poltica in-digenista, el Estado puntofijista concentr sus esfuerzos en propi-ciar la actividad artesanal indgena como el rea que mejor permita introducir dentro de las comuni-dades los valores conexos con la

    Indgenas Wayuu. Fuente: Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional

    .

  • 9M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    produccin y la comercializacin capitalistas, poniendo en prctica acuerdos y convenios que haban sido fi rmados a fi nales de los aos 40, los cuales contemplaban en el papel asistencia tcnica y credi-ticia, suministro de materia prima y comercializacin de los produc-tos artesanales. Los convenios in-cluan talleres artesanales, coordi-nados y dictados por promotores, demostradores sociales, peritos y tcnicos que no pertenecan a las comunidades. Para 1983 existan tan slo 16 pequeas empresas artesanales no consolidadas y 821 en promocin.

    La atencin estatal a la salud de los indgenas se realiz durante esos cuarenta aos a travs de es-pasmdicas campaas de asisten-cia mdica, generalmente de vacu-nacin, luego que la opinin pblica lograba enterarse de la devastacin que haba dejado en algunas comu-nidades alguna epidemia de enfer-medades infecto-contagiosas.

    Por las razones apuntadas, en-tre esas comunidades, los ind-genas maniatados por la poltica indigenista estatal puntofi jista no llegaron a ser los sujetos de su propio desarrollo, para dar lugar al progreso contemplado en los planes de expoliacin de la bur-guesa nacional y transnacional. Iguales efectos tuvo el que muchas comunidades, subyugadas por el discurso etnopopulista, asumie-ran, como bandera de lucha, que para lograr su liberacin preser-vando sus culturas y modos de vi-vir deban rechazar irrestrictamen-te al Estado nacional, devenir sus

    territorios en suerte de reservas intocables por la sociedad criolla, de manera de conservar su preten-dida pureza tnica, desviando de esa forma sus metas del logro de la transformacin estructural, nica garanta de su liberacin.

    La relacin de los indgenas con el Estado hasta 1999 se caracteriz, entonces, por una ausencia total de su participacin en las luchas y movimientos sociales nacionales, ya que las formas organizativas propias no lograban articularse con, ni ser respetadas por el Esta-do. Mientras la resistencia indge-na a travs de esas formas propias permiti que las comunidades indias se mantuvieran lo sufi cien-temente cohesionadas para sobre-vivir hasta hoy da, en su relacin con el Estado y el resto de la socie-dad mestiza esa resistencia se re-dujo a tratar de conservar algunos aspectos formales de sus culturas, aspectos que aunque se deca eran puros, en la realidad eran inter-venidos constantemente mediante formas de aculturacin estatales, penetracin fornea en sus territo-rios y una educacin ofi cial que les era ajena, cuyos contenidos es-taban orientados y diseados para lograr su asimilacin a la sociedad nacional tan slo como fuerza de trabajo. Esta situacin de desapego de los indgenas ha-cia el resto de la sociedad nacional estimulaba los estereotipos negati-vos que la ideologa estatal haba creado en la poblacin mestiza y retroalimentaba la ya existente discriminacin y exclusin hacia ellos.

    a la salud de los indgenas se realiz durante esos cuarenta aos a travs de espasmdicas campaas de asistencia mdica, generalmente de vacunacin, luego que la opinin pblica lograba enterarse de la devastacin que haba dejado en algunas comunidades alguna epidemia de enfermedades infecto-contagiosas

    Mujer Yanomami. Fuente: Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional.

  • 10

    Diana Duque

    La resistencia de los pueblos indgenas norteamericanos frente al sistema poltico y econmico capitalistaEl silencio, dicen, es la voz de la complicidad. Pero el silencio es imposible. El silencio grita. El silencio es un mensaje, igual que no hacer nada es un acto. Deja que quien eres suene y resuene en cada palabra y en cada hecho. S, convirtete en quien eres. No puedes esquivar tu propio ser o tu propia responsabilidad. Lo que haces es quien eres. Eres tu juez y tu libertad. Te conviertes en tu propio mensaje. T eres el mensaje. En el espritu de Caballo Loco

    Leonard PeLtier

    Indios Ponca. (Fuente: Library of Congress Online Catalog. www.catalog.loc.gov)

  • M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    11

    La resistencia indgena frente al exterminio por parte de los es-tadounidenses tiene un captulo infame en la historia de ese pas, especialmente porque, constituye un episodio que ha sido solapado e invisibilizado por la historia ofi cial. Las lneas que siguen son un intento de realizar un examen sobre la re-sistencia indgena resaltando fun-damentalmente los procesos que in-tervinieron en la conformacin del sistema que justifi ca este fenmeno, entre ellos el nuevo sistema poltico y social capitalista que se instaura en Amrica y los derechos que este produce, la contradiccin que genera la forma de propiedad comunal pro-pia de los primeros habitantes de la zona norte del continente america-no y la propiedad individual que es defendida por los estadounidenses, por ltimo, se examinar algunos epi-sodios que refl ejan los diferentes as-pectos que toma la resistencia de los pueblos indgenas norteamericanos.

    Las 13 colonias inglesas que se asentaron en el este de Nortea-mrica consiguieron su soberana en 1776, acto que signifi c que es-tos colonos tuvieran en sus manos la potestad de tomar decisiones sobre sus destinos, estos estados se unieron y conformaron a travs de la Constitucin de 1787 el gobierno de los Estados Unidos de Amrica. Cercano a este territorio se encon-traba el vasto espacio denominado por stos como el Oeste, donde vivan diversos pueblos indgenas, los primeros habitantes del conti-nente y los legtimos dueos de la tierra que ocupaban.

    Estos pueblos tenan formas de relacionarse, social, poltica, cul-tural y econmica diametralmente diferentes a la de los colonos. La propiedad de la tierra era comunal, sus dioses formaban parte de la natu-raleza a la cual ellos veneraban, su

    economa combinaba la caza, la pes-ca y la agricultura, aunque, cuando la llegada de los europeos, esta l-tima era su principal medio de sub-sistencia. Algunas comunidades tenan sistemas de parentesco tanto matrilineales como patrilineales.

    Es importante destacar que existan diversos grupos que poblaban esta zona y que se encontraban en estas tierras aproximadamente 10.000 aos antes de la llegada de los in-gleses. Para la llegada de los colo-nizadores existan grandes pueblos como: la liga de los iroqueses, los cheroque, los creeck, los pequot, en-tre otros. Estos grupos no eran una poblacin homognea e integrada, sino que estaban esparcidos en el territorio con diferentes costumbres y creencias.

    Cabe destacar que la mayora de los ingleses que cruzaron el Atln-tico para buscar nuevos territorios en las colonias que tena Inglaterra en Amrica eran en su mayora puritanos, con una visin religiosa calvinista, en donde, las decisiones que tenan que ver con la religin eran esencialmente personales e individuales, por lo tanto stos no estaban interesados en adoctrinar a los indgenas bajo su propia fe por la fuerza, como fue el caso de los es-paoles en sus territorios.

    Es importante sealar en este anlisis la visin que posea el colono ingls sobre el trabajo, ellos trajeron a sus familias con la intencin de tra-bajar y aduearse de las tierras, lo que constituye una diferencia cru-cial con respecto a la colonizacin espaola, ya que en esta ltima los espaoles necesitaban a los in-dios para utilizarlos como mano de obra, a diferencia de los ingleses que los perciban como un estor-bo. Este es uno de los elementos que gener una dinmica diferente en la colonizacin del continente,

    en los territorios del norte, donde se produjo un sistemtico genoci-dio de los indios bajo el amparo de diferentes argumentos, as como el encierro de estos grupos en peque-as extensiones de tierra llamadas reservas, en donde residen en la actualidad. Con esto no se quiere menospreciar la ferocidad de los maltratos a los que fueron someti-dos los indgenas por los espa-oles, por el contrario, se sealan estas diferencias ya que revelan el exterminio casi total de los pueblos indgenas estadounidenses.

    Haca al ao 1600 comenzaron las acciones de los ingleses en con-tra de los indios, por la inclemente sed de tierras y progreso. Por ejemplo, en Nueva Inglaterra, en donde exista un fuerte compo-nente de puritanos en la poblacin de ingleses, se intent asimilar las culturas indias y hacerlas cumplir

    Fotografa de Gernimo, Jefe Apache. 1901. (Fuente: Library of Congress Online Catalog. www.catalog.loc.gov)

  • La resistencia de los pueblos indgenas norteamericanos frente al sistema poltico y econmico capitalista

    12

    las leyes impuestas por ellos. El racismo frente al que se consideraba inferior, im-puso una dinmica diferente: los pequot, un pueblo grande que haba comenzado a comerciar con los habitantes de las colonias holandesas, fue sometido y ani-quilado en el transcurso de una hora. Arguyendo la muerte de varios marinos ingleses a manos de los indios, los colonos comen-zaron una guerra en contra de este pueblo, utilizando a una comunidad enemiga destruyeron sus casas y asesinaron a este pueblo de una manera salvaje, detrs de esta ac-cin se vislumbra la invasin a la territorialidad, la exclusin frente a la cultura del otro, y el asesi-nato en masa, caractersticas con-stantes a lo largo de dicho proceso histrico. Las leyes inglesas no les otorgan un papel especfico a los indios, por lo que las acciones en su contra son auspiciadas y per-mitidas por las autoridades.

    El expansionismo es un fenme-no que se encuentra dentro de los componentes de los Estados Uni-dos como sociedad principalmente

    cuando se convierte en Repblica, por lo tanto, la expansin hacia el oeste se convierte en uno de los ejes fundamentales de su poltica, y es un elemento que nos ayuda a ex-plicar la apropiacin de los territo-rios que estaban habitados por los pueblos originarios. Por esta razn, durante la guerra de independen-cia la mayora de los pueblos ind-genas ms grandes lucharon junto a los ingleses, ya que estos tenan leyes regulando la expansin de las colonias y saban de la voraci-dad de los colonos por sus tierras.

    En 1787, se concret el nuevo sistema poltico que asumiran las trece colonias, ahora convertidas en el pas, que tomara el nombre de los Estados Unidos de Amri-ca. En la nueva Constitucin, en el artculo 1, seccin segunda, se encuentra la nica mencin que se hace de los indgenas cristalizando fundamentalmente su exclusin. En este artculo se les exime del pago de las contribuciones, pero tambin se lleva a cabo su anulacin del sistema poltico. Asimismo,

    debemos mencio-nar que la constitucin a

    travs del mecanismo de enmien-das, establece derechos para una clase social, en la que se encuentran los blancos varones con educacin y posesiones.

    Lo que distingue a un hombre de otro y le otorga la igualdad en el nuevo sistema social, poltico y econmico es la propiedad privada, John Locke, el principal idelogo de este sistema poltico, propuso un planteamiento en el que asevera que todos los hombres son iguales mientras lleven a cabo las leyes de la naturaleza, siendo una de estas leyes la que dedica un estudio de-tallado acerca de no daar a otro hombre en lo que atae a su vida, salud y posesiones, si no deber ser castigado; este es un derecho que poseen todos los hombres. Locke establece, por tanto, un derecho a la propiedad privada, pero prin-cipalmente a la apropiacin ilimi-tada de bienes, y todo aquel que viole esta ley ser culpable y tratado como una fiera salvaje. Este es un elemento crucial, ya que es el argumento utilizado por los esta-

    Caza de bfalos. (Fuente: Library of Congress Online Catalog. www.catalog.loc.gov)

  • 13

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    dounidenses para masacrar a los pueblos indgenas.

    En la teora de Locke se muestra cmo a la vez que se crean derechos para los individuos, tambin estos mismos derechos pueden ser per-didos, lo que puede ocasionar la es-clavitud, as como la muerte del que no cumple con los requerimientos de la ley natural o la expropiacin de sus bienes. Esto se expresa en la creacin de derechos individuales de corte liberal, que slo reconoce a una parte de la poblacin que es la clase burguesa, que ostenta el poder poltico y crea las bases econmicas para el desarrollo del capitalismo. Por lo tanto, si algn grupo de in-dividuos se opone a los planes o polticas de expansin del sistema capitalista, o aquel que no funcione bajo la lgica de la razn, que es la apropiacin ilimitada de tierras o bienes, se convierte en un enemigo del gnero humano (reducido en este caso la burguesa) con lo que se les puede tratar con base al sistema

    de derechos- como fi eras o criaturas peligrosas, este fue el trato y la lgica de la relacin de los padres funda-dores con los aborgenes.

    En el caso de los indgenas la propiedad de su tierra se cuestiona en funcin de la racionalidad con la que es trabajada, y del benefi cio que generan estas al gnero hu-mano, Locke (2004) lo describe de esta manera:

    No puede haber demostracin ms clara de esto que digo que lo que vemos en varias naciones de Amrica, las cuales son ricas en tierras y pobres en lo que se refi ere a todas las comodidades de la vida; naciones a las que la naturaleza ha otorgado, tan generosamente como a otros pueblos, todos los materiales necesarios para la abundancia: suelo frtil, apto para producir en grandes cantidades todo lo que pueda servir de alimento, vestido y bienestar; y sin embargo, por falta de mejorar esas tierras mediante el trabajo, esas naciones ni siquiera

    disfrutan de una centsima parte de las comodidades que nosotros disfrutamos.

    De esta manera se crea la justifi -cacin terica para las atrocidades que se cometieron en contra de los indios que poblaban el norte de los Estados Unidos. Hasta aqu he-mos examinado el sistema poltico estadounidense, asimismo desen-traamos cules fueron los justi-fi cativos que se utilizaron para la rapia, el robo y el asesinato masi-vo que se llev a cabo en contra de estos pueblos en la zona norte del continente, hechos realizados por la tierra de libertad de los Esta-dos Unidos de Amrica, en lo que sigue se abordarn algunos casos en los que se lleva a cabo la polti-ca de despojo de tierras y asesinato as como la actitud de resistencia que opusieron los indgenas a es-tos actos.

    Dichos argumentos sirven como justifi cacin para la apropiacin de estas tierras (habitadas por abor-

    la teora de Locke se muestra cmo a la vez que se crean derechos para

    los individuos, tambin estos mismos

    derechos pueden ser perdidos, lo que

    puede ocasionar la esclavitud, as

    como la muerte del que no cumple con

    los requerimientos de la ley natural

    o la expropiacin de sus bienes. Esto

    se expresa en la creacin de derechos

    individuales de corte liberal, que slo

    reconoce a una parte de la poblacin que

    es la clase burguesa, que ostenta el poder

    poltico y crea las bases econmicas para

    el desarrollo del capitalismoFuente: Library of Congress Online C

    atalog. www.catalog.loc.

  • La resistencia de los pueblos indgenas norteamericanos frente al sistema poltico y econmico capitalista

    14

    genes norteamericanos) por los es-tadounidenses, apoyados por el na-ciente sistema poltico. La violacin de los derechos de este pueblo se expresa, por ejemplo, en las con-secuencias que sufrieron los habi-tantes del territorio cherokee cuan-do se descubri oro en sus tierras, y su territorio fue invadido por un grupo de comerciantes

    quienes se apropiaron de sus tierras y ganado, obligaron a los indios a firmar cesiones de sus tierras, apalearon a los que se negaban, vendieron alcohol para debilitar sus resistencias y mataron la caza que los indios necesitaban para subsistir.

    Estas acciones no fueron reprimi-das por el gobierno central ya que el presidente Jackson estableci que no tena competencias para inter-ferir en las autoridad de Georgia, esto llev a una privatizacin de las tierras comunales de los indios, sus derechos humanos fueron total-mente violados y el gobierno desde este momento decidi proteger los

    derechos de los propietarios blancos sobre los de los indgenas.

    Entre los estadounidenses y los indgenas se llevaron a cabo diver-sos tratados sobre la ubicacin de las tierras, amparados siempre bajo las leyes del hombre blanco, estos tratados por lo general eran viola-dos, en virtud de lo cual el indio deba seguir cediendo tierra, esta era la principal tarea de los esta-dounidenses en sta poca: despo-jar a los indios de sus tierras. En 1763, un tratado entre los ingleses y los estadounidenses se reconoca la propiedad de la tierra de los in-dgenas. Uno de los tratados viola-dos en 1814 en contra de los creeck, por Jackson, encarna vivamente la razn subyacente del capitalismo en ciernes, que es la racionalidad de la apropiacin ilimitada de bienes ya que El tratado dio pie a algo nuevo e importante conceda a los indios la propiedad individual de la tierra, consiguiendo as abrir fisuras entre ellos, rompiendo la costumbre de la tenencia comunal

    de la tierra, sobornando a unos con tierras, dejando a otros sin ellas, in-troduciendo en ellos la competivi-dad y la confabulacin que mar-cara el espritu del capitalismo occidental.

    Otro caso importante se refiere a la mudanza, que ocurri aproxi-madamente hacia 1800, a la que fueron sometidas las tribus creek, chotaw, y cherokees, quienes fueron obligados a ceder sus tierras entre los montes de los Apalaches y el Missisippi para el avance de los blancos en esta regin. Una forma de resistencia ante estos atropellos se realiz en 1811 mediante un gran encuentro indio a la que asistieron aproximadamente cinco mil ind-genas, entre los oradores estaba Tecumseh, jefe shawnee, quien ex-pres lo siguiente: Que perezca la raza blanca. Ellos nos toman las tierras; corrompen a nuestras mu-jeres, pisotean las cenizas de nues-tros muertos! Hay que enviarles por un rastro de sangre al sitio de donde provinieron, sus palabras

    El Ataque. (Fuente: Library of Congress Online Catalog. www.catalog.loc.gov)

  • 15

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    expresan rabia ante la prdida a la que fue sometido -por las arbi-trariedades del hombre blanco- su pueblo.

    La mudanza fue aupada desde el gobierno central para expulsar a los indgenas de sus territorios, las leyes estatales intentaban de-sarraigar a estas comunidades de su identidad como pueblo, el go-bierno les ofreca apoyo econmi-co para ir hacia otras tierras. Ante estas prcticas muchos indgenas que estaban en contra se revelaban frente a esta situacin, renegaban de la respuesta sumisa de muchos jefes aborgenes, ante lo que con-sideraban la destruccin de sus pueblos, se sucedieron guerras de resistencia entre los creck y los esta-dounidenses, en donde el indgena fue espoleado y masacrado.

    Otro caso importante fue el de la comunidad cherokee la cual intent convivir junto a los blancos, y asimilar su cultura, con esto permi-tieron su sometimiento, pero ni esto vali, su forma de resistencia hacia las tcticas de intimidacin eran pa-sivas, pero de igual manera fueron obligados a abandonar sus territo-rios. Sus formas de organizacin fueron totalmente clausuradas, hasta que tropas estadounidenses ocuparon sus territorios. Al fi nal la mudanza se llev a cabo en lo que se conoce para el indgena como el camino de las lgrimas, ya que en esta movilizacin muri gran cantidad de indgenas por accin de la sed, el hambre, el cansancio, y las enfermedades.

    De esta manera, se escribe la historia del genocidio en contra de

    los indgenas. La resistencia ind-gena en Norteamrica constituye un hecho histrico poco conocido actualmente. Las guerras de los aborgenes en contra de los colo-nos ingleses primero, y luego en contra de los Estados Unidos, el desafo a la autoridad del hom-bre blanco constituye ejemplos de la accin de estos pueblos en contra de la prdida de sus iden-tidades. En la actualidad son un grupo minsculo dentro de la so-ciedad estadounidense, que vive hacinado en pequeos territorios, cercados y sin ninguna protec-cin del gobierno. Sus acciones de resistencia hacia el poder de ciertos sectores de los esta-dounidenses han sido rpida-mente coartadas, el Movimien-to Indgena Americano (AIM), es un ejemplo de esta situacin, en los aos 70 fue un grupo que estaba organizado y tena gran aceptacin entre los indios ms jvenes que habitaban las reser-vas, pero fue desmembrado y sus lderes muertos o encarcelados, como el caso de Leonard Peltier, encarcelado injustamente por su capacidad de oratoria y de or-ganizacin, as como el llamado a despertar conciencia entre los pueblos indgenas, sus palabras refl ejan el espritu de lucha de un grupo minsculo que an hoy, despus de siglos de lucha, enfren-ta, resiste, slo al gran poder de los EE.UU. Este es el saldo de las rela-ciones del imperio del Norte con los pueblos indgenas, la muerte, la expoliacin, el engao y el geno-cidio en masa.

    Leonard Peltier

    Fuente: Library of Congress Online

    Catalog. www.catalog.loc.gov

  • 16

    Casa Amarilla Antonio Jos de Sucre MPPRE

    Ana Soto y la resistencia indgena en el occidente venezolano

    En el occidente del actual territorio venezolano, al norte de Barquisimeto, los gayone y los camago lideraron un largo proceso de resistencia. Desde 1618, los indgenas de la regin mantuvieron con tesorera voluntad su accin guerrera durante medio siglo, dirigidos principalmente por Pedro Monje, su esposa Ana Soto y una sobrina de esta, Leonor, quienes como producto del trabajo evangelizador desarrollado por los misione-ros detentaban ya nombres cristianos. Los indgenas se re-belaron contra los espaoles en defensa de sus territorios, em-boscando continuamente, sin darles paz ni descanso, a los viajeros y a cuantos hatos y haciendas se creaban, mediante el saqueo y el incendio, especialmente en ciudades como Barquisimeto y El Tocuyo. Dos mil indgenas alzados, segn los documentos de la poca, causaban tal temor e inquietud a los colonos espaoles que estos no se atrevan a salir de noche ni de da a los arrabales, ni al ro por agua, si no era con guardias.

    Los grupos de guerreros gamoye, llamados por los espaoles cuadrillas, dirigieron sus ataques hacia las bases de la economa espaola en Nueva Segovia, con lo cual cumplan dos objetivos estratgicos muy impor-tantes: abastecerse de comida, ropa y recursos blicos -principalmente caballos-, y debilitar a sus enemigos en

    aquello que los haca ms fuertes y los estabilizaba ms como ocupantes de los territorios barquisimetanos: hatos, fundos agrcolas, posesiones de ganado vacu-no, ovino, caprino y caballar, rubros a partir de los que los espaoles haban logrado sustituir ventajosamente la base minera de su economa original en los valles de Bura, Yaracuy y el Turbio. Esta guerra general lle-vada a cabo contra la poblacin fornea caus la hui-

    da de muchos blancos hacia zonas ms seguras. Tras la muerte de Ana Soto en 1668, la rebelin y hostilidades in-dgenas continuaron en tierra larense incluso hasta princi-pios del siglo XX. Defendan

    los ideales de libertad y la cultura que les legaron sus antepasados, y veneraban la memoria de la indmita jefa guerrera. La historia tradicional ha querido hacer creer que la mujer americana, adems de complacien-te sexualmente con los invasores europeos, adopt una conducta de abierta traicin a sus hermanos in-dgenas. Sin embargo, Ana Soto pertenece a la estirpe valerosa de Guaicaipuro, junto con otras heronas y h-roes de la resistencia indgena. La indomable jefa, mu-jer de intrpida bravura, forma parte de esa legin de herosmo americano de la que muy poco se conoce.

    Textos Saln Resistencia Indgena Casa Amarilla Antonio Jos de Sucre MPPRE

    Ana Soto pertenece a la estirpe valerosa de Guaicaipuro, junto

    con otras heronas y hroes

    de la resistencia indgena

  • M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    17

    Fuente: John Gabriel Stedman. Voyage a Surinam et dans linterieur de la Guiane. Pars, Chez F. Buisson, 1799. Coleccin Libros Raros de la Biblioteca Nacional.

  • 18

    Los caribes rebeldesLos antecedentes

    Durante los dos primeros siglos de la poca colonial, la resistencia de los pueblos indgenas del oriente de Venezuela consigui frenar la con-quista y colonizacin hispana. Fueron sobre todo los caribes, a travs de las alianzas con los otros pueblos ind-genas y tambin con los holandeses, enemigos de los espaoles, quienes lideraron la oposicin al conquista-dor ibrico. As, all donde los espa-oles haban visto solamente gru-pos familiares dispersos y ninguna organizacin poltica, los indgenas demostraron su capacidad no slo de organizarse blicamente sino tam-bin de desarrollar una estrategia de ataque y fuga que, con lenguaje actual, bien podramos definir como guerrilla organizada. En verdad, en tiempos de paz, los caribes no tenan una estruc-tura socio-poltica centralizada con un jefe nico, porque ms bien era una red de ncleos constituidos por familias, extendida y unificada en vir-tud de las relaciones de parentela. Sin embargo, en tiempos de guerra, esta estructura se cohesionaba rpida-mente alrededor de un jefe de guerra nico y general con la tarea de dirigir la contienda, apoyado por un consejo de ancianos. Gracias a esta dinmica y a la poltica de alianzas, los caribes prcticamente obligaron a los espa-

    Emanuele Amodio

    Res is tenc ia y rebe l iones ind genas en e l o r iente de Venezue la durante e l s ig lo X IX

    Indgenas akawayo (Fuente: Everad F. Im Turn, Among the Indians of Guyana, Londres 1883)

  • M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    19

    oles a asentarse en las costas de tierra fi rme casi hasta mitad del siglo XVIII, impidiendo la ocupacin de las regiones de los llanos orientales y del Orinoco.

    La estrategia espaola de penetracin fue triple: ataques militares, entradas de misioneros y ruptura de las alianzas indgenas. De esta manera, los indge-nas capturados eran obligados a vivir en los pueblos de misin y, por su parte, los misioneros entraban para convencer a los indgenas, aunque siempre con una es-colta armada, de que se congregaran en estos pueblos recin fundados. Por otro lado, los caribes fueron aisla-dos de los otros pueblos indgenas y obligados a reple-garse hacia las regiones del Orinoco. As, durante la pri-mera mitad del siglo XVIII fueron surgiendo pueblos de espaoles y pueblos de misin en todo el oriente de Venezuela, aunque el golpe decisivo a la resistencia in-dgena fue llevado a cabo por la expedicin de lmite al Orinoco, a partir de 1754.

    No todos los indgenas aceptaron reducirse, y de quienes lo hicieron ms o menos a la fuerza muchos terminaban por escaparse, sobre todo por los mal-tratos de los espaoles y la falta de seguridad de las tierras ocupadas. Las denuncias contra los espaoles fueron abundantes, apoyadas tambin por algunos misioneros, preocupados por el desgaste de su poder frente a las autoridades civiles espaolas, quienes in-tentaban desplazarlos de su papel poltico y del con-trol que tenan sobre los indgenas. El Consejo de In-dias envi un funcionario de la Audiencia de Santo Domingo, Don Luis de Chvez y Mendoza, para que arreglara el problema de las tierras de los resguardos indgenas del oriente de Venezuela. Como resultado de esta visita, realizada entre 1783 y 1784, los in-dgenas caribes (actuales karia), los chaima y los cumanagotos recibieron la demarcacin de una legua en cuadro alrededor de los pueblos de misin.

    Figura de demarcacin tierraEvidentemente se trataba de una amplia reduccin

    de las tierras antes ocupadas por los indgenas, pero, an as, recibieron ttulos de propiedad que terica-mente deban servir para salvaguardarlos de las pre-tensiones de los espaoles. Esto se cumpli a pesar de los muchos problemas y confl ictos que a menudo llegaron a los tribunales coloniales. Precisamente esta lucha por la defensa de los resguardos y de los ttu-los coloniales permiti el reforzamiento del arraigo de los indgenas en las nuevas poblaciones, tanto que a lo largo del siglo XIX y XX las tierras demarcadas por Chvez y Mendoza han sido enrgicamente de-

    fendidas por los descendientes de los caribes y otros pueblos indgenas que las haban conseguido con sus luchas.

    Finalmente, la guerra de independencia produjo el desbarajuste de toda la regin oriental del pas, inclui-dos los resguardos indgenas, sobre todo considerando que tambin estos terminaron luchando para un ban-do u otro. Al fi nal de la guerra, el problema de las tierras indgenas volvi a presentarse, pero entonces en un nuevo escenario poltico, el de la joven Repblica.

    Protestas y revueltasSi la guerra de independencia haba conseguido

    separar a las colonias americanas de la madre patria es-paola, el cual era su objetivo principal, no as se cum-pli con la promesa bolivariana de igualdad y justicia social. Algunos de los antiguos propietarios de terre-nos se haban reciclado dentro del Estado republicano, mientras que haban surgido nuevos propietarios lati-fundistas gracias, a la entrega de tierra a cambio de los servicios prestados a la patria (en especial los generales y la ofi cialidad). Es el caso, por ejemplo, de los Mona-gas, dueos de un amplio latifundio en el oriente del pas, que inclua tambin los territorios de varias co-munidades caribes, las que fueron irrespetadas en su derecho a la tierra.

    A partir de estos problemas, la reaccin indgena fue especialmente de tipo jurdico, si bien en algunos casos asumi, como veremos, la forma abierta de re-belin contra el estado. En muchos casos los indge-nas fueron ayudados por criollos sensibles a su causa o simplemente interesados en usarlos en el tablero poltico local y nacional para que actuaran dentro de la contraposicin entre tendencias centralistas y ten-dencias federalistas. Por ejemplo, en 1835 indgenas cumanagotos y caribes denunciaron la invasin de sus tierras al gobernador de Barcelona, e hicieron explcita referencia a las mensuras coloniales de los resguar-dos realizada por don Luis de Chvez y Mendoza en 1783; o la de un grupo de indgenas de Santa Ana, en la provincia de Barcelona, quienes acusaban en 1838 a los terratenientes criollos de invadir las tierras y a los funcionarios de apoyarlos en sus pretensiones.

    Lo mismo pas en 1839 con el capitn indgena Ignacio Dallacosta y el teniente Lorenzo Tunaplenay, quienes viajaron a la capital del estado para quejarse y pedir ser resarcidos por los daos que el ganado de Juan Salbino haba causado a las sementeras indge-nas. Estos tipos de denuncias, a menudo sin reacciones favorables por parte de los funcionarios, continuaron

  • Los caribes rebeldes

    20

    en la dcada sucesiva, tanto que hasta la Gaceta de Venezuela del 13 de junio de 1847 reporta una queja por invasin de la tierra de los indgenas caribes (karias) de Chamariapa. En algunos casos, las autoridades locales tomaron en cuenta la denuncia, como en el caso de los caribes de Arib en 1849 y los chaimas de Pritu, en 1852, quienes consiguieron del Gober-nador de Barcelona el recono-cimiento de su problema que, sin embargo, por tratarse de baldos deba ser resuelto por el gobierno central.

    Precisamente la falta de respues-tas positivas por parte de las auto-ridades a los reclamos indgenas debe ser considerada una de las causas de las revueltas, aunque es evidente que las dos estrategias de defensas de las tierras, jurdica y armada, podan alternarse en fun-cin del xito de una o de otra. Re-vuelta, asomada y rebelin son los trminos utilizados por los funcio-narios para definir las protestas.

    En el caso de la asomada de Achaguas, de mayo de 1840, se de-nunciaba la fabricacin de canoas y armas por parte de los indgenas para asaltar, quemar y matar en las costas de Arauca; mientras que en enero de 1844 se acusaba al mi-sionero Bautista de Dosto, en Upa-ta, de fomentar la revolucin por

    parte de los indgenas. No es rara la reaccin violenta, como pas en marzo de 1841 en el resguardo de Santa Mara (Cariaco), cuando cin-co indgenas agredieron al alcalde parroquial y al agrimensor, que se haban trasladado all por orden del gobernador para deslindar a fa-vor de dos curas las tierras de Santa Brbara de la Portada, la Sabana de los Virulentos y el Caruto, declara-das baldas aun perteneciendo a los indgenas.

    A menudo la protesta indgena inclua tambin a algunos criollos, como en el caso de la sublevacin de los caribes de Chamariapa, en enero de 1837, cuando en Guana-guana, en palabras de un funciona-rio de polica, hubo una reunin sospechosa compuesta de algunos espaoles entre de ellos un tal Ce-lestino Alvares prfugo de la crcel de Barcelona y el alfrez Toro y tam-bin algunos caribes. Sin embargo, frente a la reaccin de Caracas los indgenas consiguieron despistar a los inquisidores, tanto que nadie fue encarcelado. Chamariapa, ac-tual Cachama, se constituy en un ncleo de resistencia caribe a las invasiones de tierra y al irrespeto de los derechos de los indgenas. As, por ejemplo, otro alzamiento se realiz en 1840, en la misma Chamariapa, por habrsele impe-dido a los indgenas votar en las

  • 21

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    elecciones del cantn con la excusa de que estaban ebrios. Como de-clar un indgena: nos consideran venezolanos para limpiar el pueblo y soportar las cargas vecinales, pero no nos consideran como tales para sufragar. La llegada de la Caballera de estancia en Santa Rosa, acompaada por criollos armados, impidi que la revuelta estallara. La lista de protestas y revueltas indgenas en el oriente de Venezuela podra continuar, pero los ejemplos reportados nos parecen sufi cientes para indicar el estado de malestar de las pobla-ciones indgenas y su reaccin ante los atropellos e invasiones de sus tierras.

    La rebelin de Julin Machuca

    Las protestas y rebeliones pro-ducidas despus de 1836 se originaron en un escenario local marcado por un evento sumamente impor-tante para el oriente de Venezuela y hasta para el gobierno central: el levantamiento de los karia bajo el mando de Julin Machuca ese ao. El contexto en el cual se pro-duce esta rebelin es complejo: los combatientes de la independen-cia haban adquirido poder local y miraban con sospecha la tendencia centralizadora de Pez, legitimada polticamente por la Constitucin

    de 1830 y, socialmente, por la bur-guesa comerciante del Partido Conservador. En medio de esta dinmica confl ictiva, a comien-zo de la dcada de los treinta se haban producido rebeliones en el oriente de Venezuela dirigidas por los caudillos locales que pretenda mantener la autonoma regional, como haba sido durante la poca colonial, y abogaban por un gobier-no federalista. En estas rebeliones, impulsadas por los grandes lati-fundistas, participaban tambin in-dgenas que viviran en esas tierras. En 1836 renunci el presidente Vargas y ocuparon el cargo sucesivamente, por cortos perodos, el vicepresi-dente Andrs Narvarte, el general Jos Mara Carreo y, fi nalmente, el general Carlos Soublette (1837-1839).

    En este panorama turbulento, so-bre todo en el oriente de Venezuela, los indgenas caribe/karia, chaima y cumanagoto se involucraron en los confl ictos, ciertamente relacionn-dose con los caudillos locales, pero tambin, y sobre todo, a partir de una agenda propia cuyo ncleo principal consista en la defensa de las tierras de los antiguos resguardos.

    La revuelta comenz con una reunin de indgenas en Soledad, perturbada por algunos vecinos no indgenas, quienes fueron apre-sados y a quienes se les incautaron

    Fuente: Tito Salas. Muerte de Guaicaipuro (detalle).

    Casa Natal del Libertador.

  • Los caribes rebeldes

    22

    A menudo la protesta indgena inclua tambin a algunos criollos, como en el caso de la sublevacin de los caribes de Chamariapa, en enero de 1837, cuando en Guanaguana, en palabras de un funcionario de polica, hubo una reunin sospechosa compuesta de algunos espaoles entre de ellos un tal Celestino Alvares prfugo de la crcel de Barcelona y el alfrez Toro y tambin algunos caribes

    Indgenas caribes (Foto de Enrique Stanko Vraz, 1893)

    Indgena caribe

    Auguste Morisot, 1886-1887

    (Fuente: Fundacin Cisneros, Auguste

    Morisot.

    Caracas: Fundacin Cisneros y Plane

    ta, 2002

    Indgenas caribes (Foto de Enrique Stanko Vraz, 1893)

  • 23

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    las armas que llevaban. La reunin de los karia, coor-dinada por Julin Machuca, se estaba realizando para discutir la aplicacin de un decreto de gobierno (abril de 1836), el cual impona la divisin de los resguardos en pequeas fracciones de tierra de los resguardos por cada familia, y el arriendo de la porcin sobrante para pagar la mensura y el maestro de la escuela. De mane-ra explcita y articulada los indgenas rechazaron estas medidas del gobierno.

    Inmediatamente se reuni la tropa presente en el cantn, ms algunos vecinos armados, para prepararse ante una posible rebelin indgena. Sin embargo, el comandante militar en jefe de Maturn consigui par-lamentar con los rebeldes, y recibi de Julin Machuca una declaracin escrita en la cual se afi rmaba que es-tamos prontos a ponernos a las rdenes del gobierno maana mismo para parlamentar sobre los reclamos. El 15 de abril, Julin Machuca y 83 indgenas llegaron a Maturn para discutir sus quejas. Veamos la lista de los pedidos que hicieron, reportada por el jefe poltico del cantn, en su comunicacin a Caracas:

    Piden que no se les dispense de la mitad de su resguardo.

    Que hagan salir a los Millares de su pueblo.Se quejan de que los Jueces le [imponen] multa

    cuando faltan a su llamamiento por hallarse pescando o cazando en los montes.

    Que Francisco Antonio Milln los insulta en la for-macin y por cualquiera respuesta de ellos los manda presos.

    Que los Millanes no permiten que los indgenas tra-bajen en sus labranzas ni en las de otros particulares sino solo en las de aquellos, y que cuando no quieren ir a trabajar los ponen presos.

    Que Francisco Antonio Milln y Antonio Jos Gonzlez han dicho que es preciso matar a todos los indios.

    Que Francisco Antonio Milln dio garrotazos a Francisco Requena y a Domingo Carive en ao de 35.

    Que se les quitan sus hijos con el pretexto de ense-arles a leer y a escribir y que solo les ensean a hacer mandados.

    Piden que se solicite la lmpara y candeleros de la iglesia y el producto del trabajo de la comunidad en los aos 33 y 34.

    Ese cuadro de quejas presenta con realismo la situacin vivida por los indgenas, de la cual destaca particular-mente la protesta sobre el problema de la tierra y la vio-lencia de algunos criollos. El comandante militar acepta conversar con ellos y les promete resolver sus difi cul-

    Esquemas para la demarcacin de los resguardos indgenas. Durante el siglo XVIII

  • Los caribes rebeldes

    24

    tades, de acuerdo con el espritu de las indicaciones enviadas desde Ca-racas por el secretario de Estado:

    Es de absoluta necesidad per-suadir a dichos indgenas de la irregularidad con que han proce-dido para manifestar sus quejas por lo cual han podido recibir el castigo de unos conspiradores, no obstante de las intenciones pacfi-cas que los guiaban y en obedien-cia al gobierno que cuando tengan alguna queja de los jueces locales o de algunos vecinos la presenten con arreglo a las leyes

    De esta manera, parece concluir-se la asomada y el 18 de abril el comandante militar notifica al go-

    bierno central que los indgenas amotinados en las inmediaciones de Maturn se han sometido al go-bierno junto con su candidato y que, por consiguiente, se ha restablecido la tranquilidad pblica all.

    Sin embargo, los indgenas no quedan satisfechos con los arreglos y vuelven a levantarse el 14 de mayo del mismo ao, al grito de Viva Ve-nezuela y muera el mal gobierno. A Machuca se juntan indgenas de las comunidades de Aguasay, Santa Rosa, Chamariapa y otras, mientras las tropas gubernamentales empie-zan a perseguirlos. Se acusa a los indgenas rebeldes de connivencia con el general Sotillo, del partido de los Monagas.

    Despus de varios pequeos choques, el 16 de mayo se da la batalla entre los dos bandos en el sitio de Paramn. Durante varios das los indgenas se defienden heroicamente, pero las tropas gu-bernamentales, en mayor nmero y mejor apertrechados, consiguen vencerlos: gran parte de los ind-genas muere, otros consiguen es-caparse, y algunos fueron tomados presos. El mismo Machuca, herido gravemente, es apresado. El gene-ral Gmez, comandante de opera-ciones, interroga al prisionero he-rido acerca de sus relaciones con Sotillo y parece que Machuca, bajo la tortura y antes de morir, termin declarando que l no era mas que

    Mujeres caribes. Auguste Morisot, 1886-1887 (detalle) (Fuente: Fundacin Cisneros, Augus

    te Morisot.

    Caracas: Fundacin Cisneros y Planeta, 2002

  • 25

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    un agente para reunir los indios y que el encargado para la reunin con los espaoles criollos era otro; que en la revolucin estaban com-prendidos los generales Monagas y Rojas, los coroneles Juan Sotillo y Goyta, un tal Manuel Martnez y, en fi n, algunos otros de Urica, con quienes se comunicaba muy a menudo, y fi nalmente que l tena de su parte todos los indios de los pueblos de estos cantones.

    Otra partida de indgenas, al mando de Manuel Martnez, fue aprehendida en Chaguaramal, con lo cual se concluye defi nitivamen-te la rebelin de Machuca. De los 29 presos, tres fueron condenados a cinco aos de separacin per-petua y el restante a muerte. Sin embargo, en julio de 1837 el presi-dente Soublette conmut la pena de muerte a 4 aos de presidio, a cumplirse en Guayana.

    ConclusionesNo cabe duda de que la rebelin

    de Machuca pudo coordinarse con los fermentos antigubernamenta-les que anticipaban ya la Guerra Federal. Sin embargo, esto no dis-minuye la fuerza de las motivacio-nes indgenas: la defensa de la tie-rra y de la propia cultura, explcita en el caso del motn de Machuca. De hecho, junto con las denuncia contra la reduccin del resguardo y de las violencias sufridas por mano de los terratenientes, los indgenas reclamaban el manteni-miento de su organizacin tradi-cional del trabajo, y se quejaban de que los multaban cuando faltan a su llamamiento por hallarse pes-

    cando o cazando en los montes. Esta actitud de defensa cultural es mucho ms evidente en el rechazo a la escuela de los criollos: Que se les quitan sus hijos con el pre-texto de ensearles a leer y a escri-bir y que solo les ensean a hacer mandados. Conociendo la fun-cin desculturizante de la escuela occidental implantada entre los pueblos indgenas, resulta extre-madamente agudo el anlisis ind-gena sobre esta institucin criolla, y muy importante el consecuente rechazo.

    Por otro lado, las alianzas con los criollos no indgenas debe ser interpretada como una estrategia de lucha, aunque haya que dife-renciar entre las alianzas con indi-viduos preocupados por el desti-no de las comunidades indgenas (maestros o pequeos funcionarios locales) de las que se produjeron con algunos terratenientes que, de esta manera, pensaban utilizarlos como fl echeros y carne de can para sus intereses. De hecho, cuan-do estos mismos terratenientes lle-garon al poder, como en el caso de los Monagas, poco hicieron para que les fuera respetada a los ind-genas del oriente de Venezuela la demarcacin colonial de sus tierras, produciendo adems un sin n-mero de leyes que erosionaba su derecho a favor de los criollos no indgenas. Todo esto continuar a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX, con los mismos indgenas luchan-do por sus derechos en medio del precario contexto jurdico en el cual fueron obligados a moverse.

    Otra partida de indgenas, al mando de Manuel Martnez, fue aprehendida en Chaguaramal, con lo cual se concluye defi nitivamente la

    rebelin de Machuca. De los 29 presos, tres fueron condenados a cinco aos de separacin perpetua y el restante a muerte. Sin embargo, en julio de 1837 el presidente Soublette conmut la pena de muerte a 4 aos de presidio, a cumplirse en Guayana

  • 26

    Jenny Gonzlez Muoz

    Resistencia indgena: una lucha que an contina

    Representantes de los pueblos Kurripaco, Wojthuja y Jivi, en una reunin en el Congreso Nacional en 1999. (Fotografa: Emilio Guzmn)

  • 27

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    El colonialismo no se comprende sin laposibilidad de torturar, de violar y de matar

    FranZ Fanon

    Tras la llegada de los saqueadores, invasores y genocidas venidos de Europa en el siglo XV, los ind-genas an siendo los dueos legtimos de las tierras del Abya Yala, comienzan a sufrir una contnua serie de agresiones no slo fsicas sino morales. La esclavi-tud toma diversas mscaras, arrastrando sus colores nefastos hacia atavos funestos que disfrazan, bajo el lema del arribo de la religin y la libertad, las ms terribles atrocidades.

    Al correr el siglo XVIII los mandatarios espaoles obligan a los indgenas a realizar trabajos inhuma-nos. La mita. Las minas. Los obrajes. Son deberes que tienen que cumplir los indgenas de todo el continente y sus islas. Sin derecho alguno a rplica ni queja, auna-do al desprecio por parte de los intrusos hacia la regia clase aborigen, se acrecienta el irrespeto sin distingo alguno a mujeres, ancianos y nios.

    No obstante, los antepasados histricos de dichos indgenas se mantienen presentes en cada trozo de tierra, cada piedra, cada planta. En el fro incesante de la sierra. En la piel canela. En el susurro del viento del altiplano que sopla entre el bramido de las llamas. En la msica quejumbrosa de la quena y la zampoa. En el calor de las sabanas. El canto y el baile al despuntar la noche. En el navegar silencioso de los habitantes de la selva. Curiara y canalete. Pulpa de gusano. Moriche. Chichiguasa. En todo est el alma indgena.

    Tras las huellas de una tierra que an huele a sangre

    Los incas, aymaras, mapuches, guaranes, warao, piaroa, eepa, entre otros tantos, haban sido los seores de las tierras suramericanas durante siglos. Por su parte, el Imperio de los hijos del sol haba engrandecido la calidad de vida de miles de personas que vivieron bajo su proteccin. Una poltica de marcadas caractersticas equitativas haba logrado desarrollar una sociedad socialista que, para la llegada de los espaoles du-rante el mandato del Inca Huayna Cpac, iba en franco ascenso hacia una slida y prspera consolidacin. La organizacin poltica del Imperio estaba estrechamen-te ligada a la fi gura del ayllu, base agrcola y coopera-tiva de origen aymara y, por consiguiente, a lo social. Las cosechas, las riquezas, y los trabajos en s, se divi-dan equitativamente en tres: 1 La llamada del Sol,

    que se destinaba al mantenimiento de los sacerdotes y la gente del culto. 2 La llamada del Inca, que re-presentaba el presupuesto del Estado. 3 La parte del ayllu, donde cada familia obtena su asignacin segn sus necesidades. Esta ltima era la ms importante, puesto que, en la reparticin de bienes era la que pri-mero se atenda, conformndose las otras dos con lo que sobraba.

    Pero gracias a la divisin tripartita la economa toma uni-dad, los bosques y pastizales son explotados en comn, las casas y sus pertenencias entre la familia. Se afi rman las comunidades agrarias, instituciones, que en el transcurso de la historia prueban ser los ms slidos y perdurables sostenes de la idiosincrasia americana. (Cossio del Pomar)

    A pesar de la amplia capacidad organizativa del ex-tenso imperio del Tawantinsuyu, el cual, como acota Cossio del Pomar, en el siglo XIV (...), tiene aproxi-madamente la superfi cie de Europa, con un litoral de ms de 5.000 kilmetros sobre el Ocano Pacfi co, y un territorio de enormes variedades climticas: montaas, desiertos, nieve, calor trrido, fro glacial, a la llegada de los espaoles se encuentra en un perodo de tran-sicin en el cual la guerra civil est marcando huellas indelebles en las acciones y decisiones polticas, de manera que este factor terrible fabrica el terreno para una mayor invasin de los europeos, a quienes se les facilita y ampla un radio de accin que hasta los mo-mentos ha sido complicado en la zona del altiplano.

    Ya para 1533, fecha del vil asesinato del Inca Ata-huallpa, las circunstancias haban facilitado el camino para una nueva etapa en la llamada Amrica del Sur (y por supuesto, de todo el llamado Nuevo mundo). Una poca en la que proliferara la maximizacin de los ultrajes, el despojo de las tierras, el empobrecimiento econmico, moral y social del indgena, el racismo, la xenofobia, y, en fi n, un conjunto de caracterizaciones basadas en el rechazo del ser humano por todo lo que no se le comprende o se le ignora. Actitud que ya la haba venido manifestando el bando europeo desde los primeros pasos de Cristbal Coln en las llamadas nuevas tierras, donde, por desconocimiento y ausen-cia absoluta de respeto a la cultura del otro se asevera que los indgenas carecen de lengua, son herejes, adoran fetiches diablicos, no tienen alma, y ms an, no pueden ser considerados como seres humanos porque no piensan. Respecto al comportamiento de Coln frente a los indgenas Tzvetan Todorov, en su libro La conquista de Amrica. El problema del otro, expresa que:

  • Resistencia indgena: una lucha que an contina

    28

    su actitud frente a esta otra cultura es, en el mejor de los casos, la del coleccionista de curiosidades, y nunca la acompaa un intento de comprensin: al observar por primera vez construcciones con trabajo de albailera (du-rante el cuarto viaje, en la costa de Honduras), se confor-ma con ordenar que arranquen un trozo para guardarlo como recuerdo.

    Esta condicin del colonizador trae consigo igual-mente una posicin de igualdad en la que se subsume al indgena, pero no desde el punto de vista de la hori-zontalidad y su posicin de ser humano integral frente al europeo, sino como un ser incapaz de poder ser cata-logado individualmente. De hecho Coln escribe en sus Diarios de Viaje que todos los indios se asemejan entre si porque todos estn desnudos, tienen las mis-mas creencias y tienen las mismas costumbres, es decir, los libra de alguna caracterstica distintiva, posicin que tendr que variar al adentrarse ms en las tierras americanas y conocer otros modos de vida, aunque esta posicin no plantee cambios netamente sustanciales.

    An-na karin-na rot-te: nosotros somos gente

    Tus ojos de serpiente dios que brillaban como el cristalino de todas las guilas, pudieron ver el porvenir,

    pudieron ver lejos. Aqu estoy, fortalecido por tu sangre,

    no muerto, gritando todava.

    Jos Mara arguedas

    Histricamente, a pesar del ultraje que oblig a los indgenas a disfrazar sus costumbres y voces an-cestrales, estas comunidades e individualidades no dejaron de tener presente, de una manera o otra, la importancia que tuvieron sus antepasados en la for-macin global de Amrica Latina, de suerte que mu-chos de ellos, lejos de soar con otra historia y lamen-tarse en la nostalgia, emprendieron acciones tangibles, que marcaran de manera definitiva, el comienzo de una etapa de concienciacin y reflexin para los ind-

    Fuente: Mural de Csar Rengifo. La Conquista. Coleccin del Paseo los Prceres. Fotografa Alejandro

    Gonzlez.

  • 29

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    genas. Son dignos de destacar, entre otros tantos, a per-sonajes como Canoabo, jefe taino que luch contra las arremetidas violentas de los conquistadores espaoles en las tierras de El Cibao, y quien fuera asesinado por los invasores en nombre de dios y la justicia; Hatuey, asesinado tras varias luchas armadas en contra de la tirana colonialista; Cuauhtemoc quien, tras rebelarse contra su suegro Moctezuma por considerarlo muy servil a los extranjeros, organiz la defensa de los az-tecas; Guarocuya, conocido tambin como Enriquillo, descendiente taino quien se sublev contra los espa-oles en el siglo XVI; uno de los primeros rebeldes, el cacique Guam, que escenifi c en el siglo XVI uno de los ms importantes movimientos de oposicin al pro-ceso de conquista y colonizacin de Cuba; Xicohten-catl, hroe tlaxcalteca que diera su vida a favor de su pueblo; Tecum-Uman, ltimo guerrero y mandatario maya-kich; Tpac Amaru y Micaela Bastidas, cuya revuelta tendra repercusin en toda la Amrica, desde el Ro de la Plata hasta Mxico; Tupac Catari salvador del pueblo aymara quien muere en 1791, luego de ser traicionado, y su compaera Bartolina Sisa, mujer de lucha y conviccin; Rumiahui, guerrero inca que de-cidi afrontar a los espaoles y defender a su Seor Atahuallpa, con cuya muerte se marcara el fi n del Im-perio; en Venezuela, Guaicaipuro y Terepaima, con su temple y valor inigualables, y Manaure, quien jams empe palabra que no cumpliera.

    De Guarionex, jefe taino que se sublev contra la invasin a sus tierras y el vejamen a su pueblo, Fray Bartolom de Las Casas en su Historia de las Indias, describe respecto a su muerte:

    Embarcse el comendador Bobadilla y Francisco Roldn, el alzado, con otros de su ralea (...) Metieron all tambin, preso y con hierros, al rey Guarionex, rey y seor de la grande y real Vega, cuya injusticia que padeci bastala para que sucediera el mal viaje que les sucedi, sin que otra cosa se buscara (...) Metieron en esta nao capitana 100.000 castellanos del rey, con un grano [de oro], grande de 3.600 pesos o castellanos, y otros 100.000 de los pasa-jeos que iban en la dicha nao.

    En la pesada nave, tal como se lee en el texto, los conquistadores no se conforman con llevar oro, sino un gran contingente de personas entre las que se en-cuentran nativos indgenas que sern entregados en calidad de regalo al rey de Espaa. Tras varias horas de navegacin (30 o 40, segn Las Casas) vino tan ex-traa tempestad y tan brava que acab con las veinte

    naves y todo cuanto haba en ellas, sin que hombre chico ni grande, dellas escapase, ni vivo ni muerto se hallase.

    Ms adelante agrega el sacerdote y cronista:

    (...) all se ahog Francisco Roldn y otros que fueron sus secuaces, rebelndose, y que a las gentes desta isla tanto vejaron y fastidiaron; all feneci el rey Guarionex, que grandsimos insultos y violencias, daos y agrarios haba recibido de los que se llamaban cristianos y, so-bre todo, la injusticia que al presente padeca, privado de su reino, mujer e hijos y casa, llevndolo en hierros a Espaa, sin culpa, sin razn y sin legtima causa, que no fue otra cosa sino matarlo, mayormente siendo causa que all se ahogase.

    Para los aos tempranos del siglo XVIII la situacin de los indgenas en la Amrica toda es insostenible. Ya despus de la muerte de Atahuallpa ese sentir general de frustracin se haba convertido en una cotidianidad

    que haba ido, sin duda, ms all de los caminos que serpentean las montaas, los valles y la selva. Pero lo ms triste es que la historia de los ultrajes y las nega-ciones de los indgenas como seres humanos se han

    Tpac Catari. Fuente: Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional

  • Resistencia indgena: una lucha que an contina

    30

    extendido a lo largo de los siglos. Un caso bastante significativo, por lo terrible, es el citado por Josefina Oliva de Coll, en su libro La resistencia indgena ante la conquista:

    Peridico Excelsior, 29 de junio de 1972: Absuelven en Colombia a 7 colonos que cazaron indios: Villavicen-cio, Colombia, 23 de junio (AP). Siete colonos acusados de haber asesinado a sangre fra a 16 indios, el 23 de diciembre de 1967, fueron absueltos porque procedieron con plena buena fe, determinada por ignorancia in-vencible, dictamin hoy aqu un jurado de concien-cia Los inculpados no negaron su participacin en el asesinato colectivo de indios, que caus conmocin e indignacin en Colombia; dijeron, sencillamente, que no saban que matar indios eran un delito. Los in-dios de la tribu juiva fueron atrados hasta la hacienda La Rubiera, en los llanos orientales, en un sector de la frontera colombo-venezolana, con ofrecimientos de co-mida. Los aborgenes aceptaron los vveres y, mientras coman, los colonos los acribillaron a tiros y los rema-taron a machetazos. Luego cavaron una fosa, regaron los cadveres con gasolina y les prendieron fueron. Al

    juicio, que dur veinte das, se llevaron los huesos semi-calcinados de los 16 indios, entre quienes haba mujeres y nios.

    El asumir y reafirmar la condicin de ser humano del indgena ha sido una lucha que se ha andado con-secuentemente desde la poca de la colonia: los karia, de Anzotegui, han develado en su vida y en su litera-tura que an-na karin-na rot-te, nosotros somos gente. En Ecuador los Shuar, se autodenominan gente. Los warao de Anzotegui y Delta Amacuro, en Venezuela, se definen gente de embarcacin, gente de agua. Musiki (gente), se dicen los miskitos, de Honduras y Nicaragua. Mapuche, quiere decir gente de la tierra. La palabra kuna define a la gente de esta comunidad de Panam.

    La resistencia es decidida y valiente, en ocasiones valiente ante la posicin de negarse a ser hurgado por la cultura dominante. Muchas veces indefensos, los pueblos indgenas luchan contra grupos armados, otrora con armas de fuego, caballos y perros amaestra-dos cebados en indios que los despedazaban brava-mente, hoy al enfrentarse a la tecnologa, armas ms enrgicas, poderes imperialistas y compaas trasna-cionales an ms peligrosas que las tropas invasoras desembarcadas en el siglo XV.

    Un camino que va de la identidad a la diferencia

    En general, se ha pretendido haber hablado ya lo sufi-ciente sobre la identidad. Tambin se ha pensado que se es idntico por pertenecer a un espacio geogrfico deter-minado, por vivir un momento histrico generalizante o por responder a necesidades vitales que nos caracteri-zan. A veces, hacemos caso omiso de las diferencias y pretendemos la homogeneizacin.

    Tal como expresa Ronny Velsquez en el texto antes citado, los temas acerca de la identidad se han visto replegados a una serie de concepciones que en muchas ocasiones, no son del todo las ms cercanas a la realidad. Se toma el concepto de iden-tidad como una manera de autoafianzarse dentro de la cultura a la que se pertenece, dentro de la que se evoluciona, porque el proceso cultural no se as-la jams de la hechura humana. Va de la mano con los cambios y perspectivas del ser humano social en pro de la bsqueda de nuevas concepciones y acciones.

    Fuente: Tito Salas. El Padre de Las Casas, protector de los Indios (detalle). Casa Natal del Libertador.

  • 31

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    Cuando se habla de la identidad del indgena inevitablemente se tiene que hablar de diferencias, vistas estas ltimas como un factor preponderante a la hora de enunciar propuestas donde el respeto hacia lo desconocido juega un papel esencial. Mu-chas acciones son orientadas hacia reivindicaciones sociopolticas y econmicas, avanzando en un cami-no dirigido a una funcin cultural apuntada hacia el encuentro de una posible identidad cultural. En consecuencia, nacen movimientos sociales donde no existe una distincin de comunidades, edades, y dems, pues se busca la recuperacin de las races, como una manera de conocer su primera historia so-cial. En este sentido, los grupos se identifi can con lo regional, como algo propio, que les pertenece y al que pertenecen, virando su inters hacia la conservacin y enalteciendo su entorno y su contexto, atando fuer-temente sus lazos de historicidad e idiosincrasia. Esta postura no puede confundirse con un quedarse en el pasado, es una manera de recuperar y asumir el propio desarrollo, desde lo ancestral indgena hasta lo indgena actual, subrayando la presencia de la diferencia y la pluralidad cultural.

    Nuestro continente es territorio donde convergen diversas culturas, venidas o nacidas de diferentes lugares. Las comunidades indgenas ancestrales ga-rantes de nuestra historicidad, en su relacin hom-bre-naturaleza-cosmovisin sustentan su identidad cultural generando as una concreta visin de su pro-pio desarrollo, lo cual les ha llevado a luchar por un respeto hacia su propia cultura a travs del recono-cimiento del derecho a la autodeterminacin y al territorio esencial -comprendiendo espacios vitales tanto en el sentido productivo como ritual y religioso- para reforzar la identidad cultural y ofrecer la opcin de desarrollo depredador.

    El proceso de desarrollo de una identidad cultural en las comunidades se basa en la posibilidad de aplicar criterios pluritnicos, pluriculturales e inter-culturales, nacidos en cada individuo como ciuda-dano capaz de autorefl exionar acerca de lo que est pasando en su propio proceso cultural, situacin que va irrigando, como un aspersor, en activaciones de carcter concienciatorio en el colectivo, procurando de esta manera, la bsqueda de nuevas polticas que permitan un desarrollo sustancial y la participacin de diferentes y extrapolados sectores de la sociedad indgena en procura de nuevos lineamientos que vayan hacia la consecucin de la reafi rmacin de las diferentes culturas desde la historicidad, la conser-

    vacin patrimonial, el rescate de las tradiciones, la raigambre de las costumbres, y en fi n, todo aquello que apunte hacia una evolucin del ser humano (como individuo nico y en lo colectivo-social) tanto material como espiritual.

    Para seguir leyendo ...Ronny Velasquez. Venezuela pluritnica: el otro y la diferencia, el mito y las identidades, en: Diversidad cultural y construccin de identi-dades, Daniel Mato (Coordinador), Fondo Edi-torial Tropykos CEAP-FACES-UCV, Caracas. 1998.Tzvetan Todorov. La conquista de Amrica. El problema del Otro. Siglo XXI Editores. Mxico. 2007.Josefi na Oliva de Coll. La resistencia indgena ante la conquista. Siglo XXI Editores. Mxico. 1992.Fray Bartolom de Las Casas. Historia de las Indias. Biblioteca Ayacucho. Caracas.1986.Felipe Cossio del Pomar. El mundo de los Incas.F.C.E. Mxico.1969.

    Fuente: Otfrid Von Haftein. Auf der jagd nach dem goldemen kaziken. Leipzig, 1929. Coleccin Libros Raros de la Biblioteca Nacional.

  • 32

    Cultura y resistencia de los pueblos indgenas y originarios mesoamericanosLos pueblos originarios mesoamericanos

    Las tradiciones ms destacadas de Mesoamrica estn relacionadas con la antigua cultura Maya que se extendi por toda esa rea y que, como sabemos, son de origen prehispnico. Posteriormente al proceso co-lonial estos elementos se sustituyen o se mezclan con los de origen europeo a travs de la imposicin de la religin cristiana y del idioma castellano.

    De todas maneras, hay una larga tradicin cultural que an falta por comprender, analizar y valorar, como

    por ejemplo, los sistemas de escritura, la poesa, el canto, la oratoria, y en lneas generales, la esttica de estos pueblos que hoy los vemos diluidos en sus te-lares, en sus formas de vida, en sus maneras de ver al mundo y en sus propios sistemas cosmognicos. En la vida suya que est ligada de manera insondable al cultivo del maz y los frijoles, granos bsicos para la alimentacin diaria que son tan determinantes en las economas locales, en su esttica y arte de la cermica.

    Ronny Velsquez

    Estampas mayas. Fuente: Biblioteca Digital Mundial www.wdl.org.

  • 33

    M E M O R I A S D E L A R E S I S T E N C I A I N D G E N A

    Lamentablemente, todas las reas mesoamericanas fueron horadadas por los conquistadores y coloniza-dores, que buscaron afanosamente las riquezas de al-gunos pueblos destruyendo todo cuanto encontraban e inclusive los famosos cdices en los cuales escriban sus historias, genealogas, cantos litrgicos, poesas y cuentos extraordinarios, as como sus conocimientos de geometra, arquitectura, astronoma, matemticas, entre otros.

    Los Maya kich, por su parte, escribieron el libro de los orgenes, que narra las historias sobre el ori-gen del hombre, la vida de los animales, los peces, los elementos, del cielo y de las regiones insondables. Estos conocimientos han sido a lo largo de su vida, los materiales que han conformado los tesoros patrimo-niales tangibles que han servido para entender su propia cultura de la resistencia, pero que la cultura de la domi-nacin siempre ha ignorado o ha puesto en el exilio. Tambin, narraron en poemas la destruccin de sus cul-turas, por ejemplo, la siguiente poesa que es un texto literario en lengua nahuatl que relata uno de los hechos sangrientos cometidos por Hernn Corts, en Mxico, se trata de la matanza del Mercado de Tlatelolco y dice lo siguiente:

    En los caminos yacen dardos rotosLos cabellos estn esparcidosDestechadas estn las casasEnrojecidos tienen sus muros.

    Gusanos pululan por las calles y plazasY en las paredes estn salpicados los sesosRojas estn las aguas, estn como teidasY cuando las bebemos Es como si bebisemos agua de salitre.Golpebamos en tanto los muros de adobeY era nuestra herencia una red de agujerosCon los escudos fue su resguardopero ni con los escudos puede ser sostenida su soledad.

    Lloren amigos mosTengan entendido que con estos hechosHemos perdido la nacin mexicatl,El agua se ha acedado, se aced la comida (agrias)Esto es lo que nos ha hecho el Dador de la Vida, en Tlatelolco.

    (Texto Mexica tomado de los Anales de Tlatelolco, 1528)

    Como vemos, termina con una denuncia pblica al Dios que imponan los cristianos.

    Los pueblos actuales en Honduras y en otras reas de Mesoamrica

    Existen 90 pueblos indgenas en Centroamrica con lenguas defi nidas. Algunas de ellas emparentadas con familias lingsticas distantes, como el Yuto-Azteca y el Yuto Nawa que bajaron desde el norte de Abya Yala, y el Chibcha que subi del sur del continente, y que se asentaron en territorios mesoamericanos de este continente que, por cierto ya para la llegada de los conquistadores tena nombre: en Karibe-Kuna, era llamado Abya Yala, un poco ms al norte, Anawak, y en Suramrica, Tawantinsuyo. Es decir, que haba con-cepciones geogrfi cas defi nidas y conceptos comple-jos para delimitar sus reas de vida.

    Hablando del rea mesoamericana, en el caso par-ticular de Honduras, los pueblos indgenas actuales, son los Chort, de ascendencia Maya, colindantes con los departamentos de Zacapa y Chiquimula de Gua-temala, quienes conforman una poblacin cercana a las 10.000 personas; los Lenca, cuya descendencia se mezcla con casi todos los hondureos y salvadoreos del rea del departamento de Lempira, Intibuc y la Paz; en Honduras, familiares por extensin de los ha-bitantes de Chalatenango, Cabaas y Morazn del Sal-vador, siendo conocidos en ese pas como Pipil. Luego estn los Tol del centro de Honduras, popularmente conocidos como Xicaques, hoy defi nidos como pro-piamente Tol, que son unos de los ms antiguos habi-tantes del rea, ubicados en dos departamentos, tanto en Olancho como en Yoro. Los Tol, tienen posible-mente su ascendencia en las regiones que hoy estn en Estados Unidos, de la familia Penutian. Luego se encuentran los Pech, antes conocidos como Payas, ubi-cados en dos departamentos del Estado de Honduras, tanto en Olancho como en Gracias a Dios. Luego, estn los Tawahkas, posiblemente procedentes de Sur Amrica, que comparten territorio comn con los Tawakkas de Nicaragua, en el departamento de Zelaya, y en esa misma rea, estn los Mskitos, tambin procedentes de Sur Amtrica y que comparten territorio con Nica-ragua por la misma regin del departamento de Ze-laya, la Costa Atlntica de dicho pas, y la Costa del Noreste de Honduras. Por todas las costas centrales del pas y en las Islas de la Baha de Honduras, se en-cuentran los Garfunas, o Karibes Negros, que ocu-