Memorias de la pizarra. Resumen

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Teoría de la educación MEMORIAS DE LA PIZARRA Carmen Guaita Patricia Pardo Mira

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Teoría de la educación

MEMORIAS DE LA

PIZARRA

Carmen Guaita

Patricia Pardo Mira

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ÍNDICE

1. La vida fructífera. Memorias de María Luisa Barea

2. Nunca fue un descubrimiento. Memorias de Lola Monistrol

3. Aptitud y vocación. Memorias de Joaquín Campillo

4. Tres veces más trabajo. Memorias de Teresa Pérez

5. Una cuestión de amor. Memorias de María José Mora

6. Un brasero para la maestra. Memorias de María Victoria Angulo

7. Paladeando. Memorias de José Santalla

8. Abrir los ojos. Memorias de Benigno García

9. La escuela que me tocó vivir. Memorias de José María Parra

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Capítulo 1

LA VIDA FRUCTÍFERA

*Memorias de María Luisa Barea

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Era una época donde las mujeres casi no estudiaban, las guerras eran

continuas y, por consecuencia, las mudanzas también eran constantes. El

hecho de estudiar era un privilegio, y cuando se daba clase cambiar de ciudad

era lo normal, y aunque era duro, así se hacía. Las escuelas de aquél entonces

eran meras habitaciones, ya que al ser pueblos tan pequeños las escuelas

unitarias era donde se concentraban a los niños para su enseñanza, situadas

en el pueblo más grande. Como todos los niños de todos los cursos estaban en

una sola aula, había que atenderlos y ponerles trabajo a todos, y cuando los

mayores terminaban, ayudaban a los más pequeños.

Los niños, desde los 6 hasta los 14 años (después había que salir de la

escuela), estaban agrupados en tres grados. El material que se usaba era

simple y básico, si bien a veces faltaban sillas por la cantidad de discentes que

compartían clase.

En cuanto a la política de la época, era una guerra entre dos partidos los

cuales se llevaban bastante mal, por lo que se conseguía meter a mucha gente

en la cárcel por cualquier cosa, sobre todo si mostrabas tu ideología y ésta era

de la oposición, era fácil que te asignaran un bando u otro. La guerra afectaba

mucho a los niños, ya que cantidad de padres morían luchando y defendiendo

su partido.

Cuando la guerra terminó, investigaron cómo se habían portado los

maestros, si habían hecho política o si no. Muchos de los documentos se

destruyeron y la manera de comportarse cambió desde entonces.

En estos días cada vez hay más recursos, pero menos calidad de

aprendizaje, la manera de comportarse es muy distinta, el respeto ya no se

estila ni la consideración hacia el maestro tampoco.

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Capítulo 2

NUNCA FUE UN

DESCUBRIMIENTO

*Memorias de Lola Monistrol

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En Barcelona las clases eran en catalán y en castellano, y los chicos y

las chicas estudiaban por separado. Cuando la guerra comenzó, no se pudo

dar clase, pero cuando se reanudó era difícil concentrarse por los ruidos de

sirenas y bombardeos mientras que las provisiones se iban terminando y la

ciudad estaba sitiada. Las clases se seguían impartiendo, pero en una casa

antigua, al lado de la Cruz Roja.

A pesar de que se había terminado la guerra, y aunque hubieras

terminado el Bachillerato de la época, no se podía estudiar el Magisterio, así

que se tenía que examinar por libre. Se construyeron escuelas de niños y

niñas, y aunque eran unitarias, las clases eran amplias, un gran patio… El

único problema era que en el patio había una torre de alta tensión, lo que

causaba un gran miedo. Las diferencias sociales entre familias eran bastante

grandes, pero entre los niños apenas se notaba, todos estaban muy mal.

En otro pueblo el ambiente era muy diferente, aunque algunos niños no

conocían el mar a pesar de tenerlo a escasos kilómetros. Una peculiaridad

positiva fue el curso de puericultura que se impartió, para saber aspectos de la

infancia. El Ayuntamiento de Barcelona capital ayudaba aportando una

ayudante a los maestros, pagada por él mismo, aunque aún así faltó mucho

material y servicios.

Por aquel entonces, cuando se tenía hijos el trabajo se dejaba de lado

para dedicarse a ellos, y cuando al marido le ofertaban trabajo en otra ciudad,

la familia entera se mudaba, quedándose la madre sin trabajo.

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Capítulo 3

APTITUD Y VOCACIÓN

*Memorias de Joaquín Campillo

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Al ser un hombre, tuvo que participar en la guerra, allí enseñó a leer y

escribir a muchos hombres para que éstos le pudieran mandar cartas a las

novias. Cuando la guerra terminó, todos los estudios realizados en la zona

republicana se invalidaron, por lo que Joaquín Campillo tuvo que volver a

cursar para ser maestro además de estudiar Filosofía y a escribir en periódicos.

Se dio cuenta rápidamente que la enseñanza era lo que realmente le gustaba.

Escaseaban los profesores de género masculino en las escuelas de niñas, por

ello una monja los vigilaba mientras daban su clase.

También ayudaba en la universidad, cosa que era muy importante y se

tenía en consideración. Por aquél entonces, la educación especial no existía, y

Campillo tuvo la suerte de participar en la formación de este tipo de educación.

Mala suerte la suya que como la guerra continuaba, necesitaban de nuevo su

ayuda militar.

Mucho más tarde siguió enseñando cátedra (aunque de inglés) y seguía

escribiendo en los periódicos, tanto era así que le convalidaron un carnet de

periodista. Las ofertas de plazas eran pocas y las oposiciones menos aún.

Debido a la guerra, las ciudades estaban destrozadas, la separación en los

colegios entre chico y chica todavía era vigente, y lo más importante es que

cada sexo iba a un horario y a un edificio diferente para no tener ningún

contacto

La educación especial empezaba a tratarse, Joaquín Campillo empezó a

lograr que los alumnos se vistieran con propiedad y las becas eran pagadas

por el Ayuntamiento, para que así se permitiese dar clase a más alumnos,

mientras que los inspectores se encargaban de colaborar en el cambio de

reformas de planes de estudio, categorías de los profesores… La inclusión de

las materias como música, plástica, etc. fue de este período.

Para ser buenos docentes hay que tener aptitud y vocación, ambas

recíprocas. Pero esta ultima va “tomando forma, consistencia y solidez a

medida que el paso del tiempo nos da mejores perspectivas del mundo y de

nosotros mismos.

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Capítulo 4

TRES VECES MÁS

TRABAJO

*Memorias de Teresa Pérez

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Teresa Pérez era disléxica, pero no por ello paró de leer, sino al

contrario, resolvió problemas de matemáticas y mejoró en la lectura, incluso le

gustó ser maestra por referencia de otros maestros. Como por aquél entonces

no había internet, los temarios se sacaban de libros, y si sabías cuál era el que

utilizaba el profesor, tenías resuelto el curso.

En los años de república era peligroso estudiar por razón de la guerra y

los problemas políticos, además, cuando comenzó la guerra era fácil que

alguien cercano muriese. Al terminar la guerra, la mandaron a un colegio

unitario, en el que tenía que dar clase a 60 niñas, las cuales enfermaron con

descomposición debido al pan que comían, y alguna vez fueron solo siete

alumnas.

Las comparaciones entre antiguamente y ahora son bastante

descaradas, como por ejemplo el hecho de que los padres se encaren a los

profesores o que en los pueblos ya no haya casi gente. Durante los años 40

eran habituales las colonias de verano, donde se hacía de todo, era como un

campamento de verano, ya que por entonces no tenían a penas para comer

(los llamados años del hambre).

Los directores tenían la curiosidad de saber la programación de todos

los profesores y la “obligación” de tener un carácter fuerte. En ocasiones

cuando un alumno tenía más capacidad que los demás, se les daba una

materia más complicada, pues antes los alumnos recibían una formación más

precisa y ordenada.

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Capítulo 4

UNA CUESTIÓN DE

AMOR

*Memorias de María José Mora

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Incluso en las familias acomodadas el varón era el único con poder en la

familia. Franco proclamó una ley por la que tenían que hacer el primer curso de

carrera en el mismo lugar en el que hicieron el examen preuniversitario. María

José Mora quiso ser profesora por el nombre que llamaban a su madre:

“maestra”, y por ello se especializó en Lenguas Clásicas. En las clases

universitarias había policías secretas porque allí estaban estudiando los

políticos de la Transición y de la democracia.

Cuando un novio iba a visitar a una de las alumnas, de cara a las monjas

se debía decir que era su hermano para que le dejasen entrar, además por

aquel entonces era peligroso ir con un “rojo”.

Se daba clase los sábados por la mañana y se libraba los jueves por la

tarde, eso sí, se ganaba más que los médicos. Los tiempos han cambiado,

antiguamente se hacían inspecciones por sorpresa y muy rígidas. El colegio

llegó a ser mixto y, casualmente, desde entonces la disciplina disminuyó al ser

más difícil mantener el orden, pero se controlaba (el orden) siempre que la

maestra trababa como querían que le trataran.

Cuando eres maestra, nunca te cansas de enseñar ‘lo mismo de

siempre’, porque al ser diferentes alumnos, siempre hay cierto reto nuevo con

algún alumno.

Según María José Mora: “el secreto está en darse cuenta de que

nuestros alumnos son personas. Hay que respetarlos y amarlos porque de ellos

siempre se puede aprender”.

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Capítulo 6

UN BRASERO PARA LA

MAESTRA

*Memorias de María Victoria Angulo

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Lo que se saca en claro es que tras aprobar oposiciones, se podía dar

clase sin ninguna experiencia y que no sabían con claridad los pueblos en los

que se podía solicitar plaza para dar clase. Además, cuando las maestras eran

jóvenes, no aportaban mucha confianza a los alcaldes o secretarios del lugar

por cuestión de experiencia, pero aún así le dieron la casa de maestra, la cual

era muy pequeña y con varias dificultades.

Las escuelas unitarias eran frecuentes, y las clases de párvulos se

empezaban a tener en cuenta. Las clases empezaban a las 10h y cuando

terminaban, antes de comer, tenían que ir a la iglesia. Cada día la maestra

comía y cenaba en la casa de una de las alumnas, gracias a esto no tenía ni

que comprar comida. Las aulas de las escuelas de la ciudad eran más grandes

y para dar clase en ellas tenías que pasar una nueva oposición.

La sociedad era muy respetuosa con los maestros y cuanto menor poder

económico había, mayor era este respeto. Antes no se hacían reuniones con

profesores ni existía el AMPA. La religión no era obligatoria sin embargo, si la

profesora era agradable, los alumnos la escogían como optativa. Entonces se

empezaban a introducir a niños con discapacidades en la escuela.

Y como conclusión, Mora defiende que hay que ser como una madre

para todos los alumnos.

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Capítulo 7

PALADEANDO

*Memorias de José Santalla

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Por aquel entonces sólo tenían el privilegio de estudiar aquellos que

tuviesen dinero o bien los pobres que se metían en los Seminarios.

Cuando hacías la carrera de Magisterio y no había oposiciones, la única

esperanza que tenías para trabajar eran las sustituciones. Las condiciones de

las escuelas eran horribles, a veces incluso con agujeros en el techo y tenían

que jugar en la calle, lo que causaba algunas tragedias, otras veces tampoco

tenían luz, mesas o agua, aunque poco a poco se iba mejorando.

Antes no cargaban con tantas asignaturas como pasa ahora, por lo que

ha perdido calidad. Es por culpa de la sociedad y del ritmo que lleva, que los

alumnos sean ahora más inquietos y nerviosos, además, los padres debían

colaborar con la escuela motivando y hablando con el niño, mientras que el rol

del profesor no se debe confundir con el de ‘colega’. Todavía hay muchos

factores que mejorar en la escuela de hoy en día.

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Capítulo 8

ABRIR LOS OJOS

*Memorias de Benigno García

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Benigno García también estudió en el Seminario, aunque no quería ser

cura, por eso se metió a maestro, porque era una función educativa parecida.

Le entusiasmaba la lectoescritura tanto para adultos como para niños, ya que

es esencial para que no haya fracaso escolar. Cuando enseñaba a los adultos

esperaba de ellos que ‘viviesen la vida que estaba destinada para ellos’.

Ahora, se interrumpen las actividades que se están haciendo al sonar el

timbre, y esto hace que los niños se acostumbren a esa rutina, lo que incentiva

la desconcentración. La enseñanza es algo maravilloso, pero si encuentras a

un alumno que no puedes guiar, te vas desanimando.

‘Conocerse bien a uno mismo es la base de la felicidad para todos los

seres humanos pero es absolutamente fundamental para un maestro’.

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Capítulo 9

LA ESCUELA QUE ME

TOCÓ VIVIR

*Memorias de José María Parra

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Los profesores de los años 40 y 50 llevaban indumentarias “especiales”

para dar clase, se arreglaban de tal forma que parecía que intentaban cubrir su

desaliño. Mientras que los niños llevaban todos pantalón corto, hasta que

entraban en la adolescencia (sobre los 15 años).

Antes de dar las clases, los niños se ordenaban por altura para el

ascenso de la bandera y el canto del himno patriótico (uno diferente cada

semana), mientras que a principios de jornada se oraba y los sábados por la

tarde el profesor leía el evangelio dominical. El aula no tenía luz eléctrica ni

brasero, con pupitres incómodos sujetados al suelo. Eran tiempos en los que

todo lo que el maestro escribiese en la pizarra, los alumnos debían copiarlo en

el cuaderno con buena letra.

Se hacía lectura coral alrededor del maestro, y la escritura se iniciaba

con los ejercicios parecidos a los cuadernillos Rubio y si te equivocabas

ortográficamente, te hacían copiar dicha palabra varias veces.

Los maestros no ganaban demasiado y tenían que dar clases de

refuerzo o para preparar el Bachillerato como suplemento a las clases de la

escuela. Aunque tenían un gran prestigio y tanto los padres como los alumnos

los respetaban.

El profesor de Parra les mandaba hacer cosas tales como limpiar el aula,

repartir materiales, etc. con el fin de fomentar la responsabilidad, además de

ejercicios de redacción para aumentar la capacidad creativa.

La vida dentro de la escuela hacía distanciarse del ambiente de guerra

que se cocía en el exterior. Inculcando una cantidad de valores tales como el

respeto a todas las personas, el esfuerzo en el trabajo, el acatamiento de las

reglas instauradas…

Hoy en día no se reconoce tanto la labor del profesor en las aulas como

formador durante el trayecto de las vidas de los alumnos. El problema principal

reside en el cambio de gobierno tan drástico que cada partido que llega al

poder deshace las reformas establecidas por el anterior, creando una situación

de vaivén contundente.

Patricia Pardo Mira