Meditaciones Sobre El Credo Apostólico

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HANS URS YON IALTHASAR M DITACIONEI 10 CREDO ICO

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Algunas meditaciones sobre el Credo Apostólico, desgranando frase a frase sobre el significado que tienen.

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  • HANS URSYON IALTHASAR

    M DITACIONEI10 CREDO ICO

  • 1,

    ,

    I

    Hans Urs von Balthasar

    MEDITACIONES SOBRE

    EL CREDO APOSTOLICO

    SEGUNDA EDICION

    Ediciones Sgueme

    Salamanca 1997-.

  • Maquetacin y cubierta: Luis de Horna

    Ttulo original:Credo. Meditationen zuin Apostolischen. Glaubensbekenntnis

    Verlag Herder, Freiburg im B., 1989

    Ediciones Sgueme, S.A., J 99 JApartado 332 - E-37080 SalamancaJEspaa

    Tradujo: Constantino Ruiz-Garrido

    ISBN: 84-301-1136-7Depsito legal: S. 968-1997

    Printed in SpainImprime: Imprenta Calatrava, S. Coop.Polgono El Montalvo - Salamanca, J 997

    Indice

    Introduccin por Medard Kehl s.j .1. Creo en Dios, Padre todopoderoso .

    2. Y en Jesucristo su nico Hijo,nuestro Seor .

    3. Concebido por obra del Espritu Santo,nacido de la Virgen Mara .

    4. Padeci bajo Poncio Pilato,fue muerto y sepultado,descendi a la regin de los muertos

    Al tercer da resucit de entre los muertos(1, Ascendi al cielo, est sentado a la derecha

    1 ' Dios todopoderoso .

    1 .sde all ha de venir a juzgar a los vivosy .1 1 s muertos .'r 'O n el Espritu Santo .

    I t '0 in la Santa Iglesia Catlica,11 I umunin de los santos .

    11 1 11I'l'd )11 d los pecados .1 t (' tur'rc in de la carne .

    lo '1 rna. Amn .

    .11 11 It I p' lir 1 Espritu .

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  • 1ruroduccion

    Durante doce meses, en el ao 1988, la Hoja deP toral (Pastoralblatt) de las dicesis de Aquisgrn,I~'rln, Essen, Hildesheim, Colonia y Osnabrck (en laI 'pblica Federal. de Alemania) estuvieron publican-do n cada nmero, como editorial, una breve expo-1,1 )J1 de los doce artculos del Credo Apostlico, de-l, ti!! a la pluma del telogo suizo Hans Urs van Bal-1'1 I Ir, Aunque l, al redactar esos estudios, que se'1lI'lIlnn indudablemente entre los ltimos escritos1'111 11, no tuvo quizs esa intencin, sin embargo su11111111" H(, its 1da 26 de junio de 1988, les da carc-I ,11, '1' lad ro legado. Porque, con su extraordi-111 1 ell'lI lclnd y profundidad, constituyen una breve

    di' ,11 I loga. Todo lo que l estuvo difun-1 In I 11' t d inco decenios, con la gran varie-11111'"1\1 I a i inabarcables- de su pensa-

    1 I tlltll'l'am int catlico, es decir, de un1111 11111 qlll' s \ nurrIa de la inagotable plenitud11111111 "'I"vi)1I I Dios, y que sobrepasaba as1I I tll '1111111 " lonal, e o lo resume l ahora, una

    .111 I1 1'111'111 'Z naturalidad de una mirada11,1

  • Despus de haber indagado incansablemente loscaminos y vestigios, tan intrincados, que deja en nues-tro mundo el Amor de Dios -ese Amor que se hizocarne-, vuelve ahora el autor, al final de sus das, alcentro de nuestra realidad, ese centro del que todomana: el misterio del Dios Trino y Uno. Hasta el fin,el autor estuvo mirando y contemplando con asombroy gratitud ese misterio. Y, al adorarlo, senta l la vo-cacin de pensar e investigar teolgicamente. Jamsdio l por terminado el tema de su teologa. Jamscerr la carpeta de un sistema teolgico que l consi-derara acabado y perfecto. Nunca se convirti la con-templacin en un saber sereno y satisfecho que creedominarlo todo. Precisamente con su gozo impertur-bado, casi infantil, por la riqueza y hermosura delmisterio que atrae incesantemente de nuevo nuestrafe, y la .seduce, se entrega l a la exposicin del cre-do. Nuestras indicaciones a modo de introduccindesearan sealar ms que nada a la atencin del lec-tor la nota caracterstica de esas meditaciones, a saber:

    1. La signatura trinitaria de la fe

    Lo ms destacado de esta exposicin del credo, loque la diferencia de otros ensayos parecidos, consisteen la consecuencia y armona con que von Balthasa:va destacando, en su estudio de los doce artculos defe, la configuracin trinitaria de la fe cristiana en sutotalidad y en la exposicin que l hace de la mismoPor eso, la seal de la cruz, que desde el bautismo

    /0

    pone toda la vida del creyente bajo el nombre y labendicin del Dios Trino y Uno, se halla desde unprincipio como signo que preside la confesin expresade fe en ese Dios: un signo que dilucida no slo launidad interna de la confesin trimembre, sino tam-bin el sentido ms profundo de cada uno de los enun-ciados de la fe. Sin largas introducciones ni prembu-los, sin detenida bsqueda de plausibles puntos denlace en el mundo de la experiencia natural de lar , von Balthasar penetra inmediatamente hasta el, ntro y nos hace ver que la fe cristiana no es ms queel 'j rse obsequiar y regalar por aquel Dios que en su" 'n ia es amor y entrega (p. 29).

    n su esencia: Esto quiere decir que Dios no tie-111' 11 ' esidad del mundo finito para que l pueda ser111101' y entrega, sino que lo es desde siempre en s11 iI 1\1(: es un inagotable acontecer de relacin, Un11 lul t ' ir de entrega mutua recproca entre el Padre,I I 11 II.Y 1 Espritu. Por eso, la unidad de ese Dios no

    1.1 IIni 13d de una conciencia y voluntad dirigida pu-11111111' ha ia s misma; no es tampoco la unidad del' , 1111'1'1' ;\ vital de carcter csmico y fsico; sino1" II unidad del amor, entendida como acont~c~r11" I11 lit oral) del origen del amor que se dona infi-IIlIlIlt' -1 Padre), de la autoexpresin del amor11111111 IIIIVn! ,1 recibe y devuelve la donacin (elI I tI,,1 une r que une infinitamente, que lleva el1 11 t 11 r ti la armona y que hace que fluya

    1t 11 "' 1111 (-1 Espfrtu). Hacer que la historia11 Il'n, parente hacia ese nico aconte-

    lf

  • cer primordial, tal fue seguramente la intencin msprofunda de toda la teologa de von BaIthasar. Pode-mos vedo fcilmente en cada uno de los pasos que elautor va dando en su exposicin.

    Comienza ya con la recta comprensin del Dios Pa-dre todopoderoso: su omnipotencia no consiste en10 que nosotros nos imaginamos a menudo que es laarbitrariedad para poder hacer esto o aquello, sinoque consiste en el ilimitado y libre poder de su entrega,que hace que brote otro en Dios, el Hijo precisamen_te, como persona opuesta a l, de la misma esencia, eigual en amor y poder (p. 30-31). En el Espritu santo,el fruto personal de ese amor, se sobrepasa la omnipo-tencia de Dios en direccin a la creacin, la cual -portanto- se debe enteramente a la accin del Dios trinoy uno. En efecto, el Sentido de la creacin reside nica-mente en la glorificacin mutua del Padre y del Hijoen el comn Espritu de amor (p. 31), y su condicin deposibilidad reside nicamente en el Otro, que vive enDios mismo y que con ello prepara no slo el espaciosino tambin la garanta para el buen logro de 10otro que es criatura (p. 37). El mundo puede ser creadonicamente en el Hijo, el cual por tanto -precisa-mente ante la posibilidad y la efectividad de no delmundo contra el Creador + es tambin, al mismo tiem-po, el garante para el logro del riesgo [ibid.). Con ple-na libertad, por decido as, en la otorgada posibilidadde aceptar la peticin del Padre, el Hijo acepta desde laeternidad su destino como Mediador, Imagen arque-tpica y Salvador de la creacin (p. 38), para gestada

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    ' y en el poder santi-la encarnact n,histricamente en . todas las criaturas en suficador del Espritu asur~ll: a el Padre. Tan slo

    . , . gularsima conPropia relacin sin z con la accin de. . nuestra voas podrem~s smto~lZ~r con la peticin de l, y po-gracias de el (eucans~Ia) y d 1 'Padre nuestro!.

    ' ecitar oran o e Idremos con razon r .a a otro tema de exposicin, unCon ello se anunci dY an 'dar trinitariamente: la'1 pue e I UCI

    tema que so o se b di CI'a no se halla enH" Esta o e ienobediencia del .IJO. h os con su libertad y. . , Fl I muc o men , d

    ontradiccin, di se expresa adecua a-la obe iencia . d 1

    amor; porque en ada la esencia intratrinitana emente de manera cre se recibe enteramente1 l ijo. Como el amor que es, que. recibe l tambin

    '1 le da gracias,d '1 Padre y que a e f t nanimidad de volun-te -en per ec a ur-onstantemen '1 do deja que acon-. " ue le enVIa a mun , , .11I1-lamlslOnq bid por el Espri tu'1 . o ser conce I oI v. 'a en SI e paSIV . Mara (p. 41 s). Por

    ' ido de la Virgen lI111 Y el ser nac . t libremente como a. . e conSIen e ,

    \ el, la obedIenCIa. qu Hiio eterno de la libertad yI v,urn correspondiente al J 'con su sello todo el. 1 . t ras marcarauuur as cna u, de quienes la sigan.

    d 1 J ss terreno y . di,,11111110e e _ ue el credo pase mme la-a , no es de extranar q . , de Jess' pues en

    I nto a la paSlOn s, 111h '111 del nacImle. d 1 erte y del descenso

    1 fri iento e a mu11 1101':\de su rirm I tra precisamente, por

    1 1 muerte se mues .I 11'110 a I fu dsirno amor de Dios,b di . e pro n I1\1 01 11 d ,1 o e iencia. 1 bia todo y lo salva. En-

    - lmente o cam ibdlllnl' qu lea onsentimiento li re-I .. -de nuevo con un e 1

    1111 I \' IIIJo bre s todo el peso de a1(' 'ptado- carga so

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  • culpa del mundo, es decir la l". Ido de perdicin radical 'b dejamade DlOSy el esta- sentido de ser el trasunto radical de la vida original;des, o ra os por 1 . .ea ores, los padece en S . nosotros os pe- el trasunto precisamente de aquel acontecer vital de

    mente al muerto (en semI~;;o, y s?p.orta as precisa- la mutua autoentrega del Padre, del Hijo y del Espri-~ue se destierra a Smismnt~ o t.eologICo),es decir, al tu (p. 55). En esta reconciliacin entre la vida y lancordioso de Dios se ~ e DlOSy en el amor mise- muerte queda tambin acogido y asumido -como te-

    enCIerra en 1 I damor. Muerto de m tIa so e ad de ese n mos derecho a esperar- nuestro morir, por desgra-uer e en a .con todos los pecado suprema comunin +ado que sea., res, pero muerto 1mas sombra porque' 'h en a muerte El retorno de Jess, henchido con la cosecha del

    l d s (. que noc e hay , . . "a e aquel que ha conocid d 1 mas oscura que mundo, el retorno al punto de partida de su rmsional Dios a quien se ha perdi~ )e a manera ms ntima (po 7), precisamente el rotorno al Padre, lleva en s laEsta correspondenc' . o. (p. 49). 111( mesa de que en la vida de Jess ser tambin par-

    la obediencia, hace qu:~ lO~ern~e~tre la Trinidad y 1 ( P' -con amplitud universal- toda la realidadpa~ticipacin por gracia ~ ~bed~en~Ia ~e Jess y + en 1 1 o Id . Hacia ello se orienta la accin actual, intrahis-quienes le siguen se e . a o edIencla tambin de 1111 I'a, del Hijo del hombre, en lucha precisamente

    , onVIerta (po d . 1sacramento del amor d D' r ecir o as) en el 1111111':1 lo poderes hostiles a Dios; y al servicio de estocorrespondencia digo e h lOSen nuestra historia, esa 1 II,dl:l tambin principalmente el juicio sobre eltransparente en ~n se~ ;ce von Balthasar que se 1111111110,' juicio que el Padre ha conferido al Hijo.or resucitado que ascund'~ palso para la fe en el Se- 11, ti' [ui io, el Padre le hace a l partcipe, a l que', en 10 a o alt 'por segunda vez. El Dios tr'i o y que va a venir ' Jll'l'i 11 mtado y conoce desde dentro todo lo hu-la omnipotencia del amor vivifcuno es quien obra en 11111, pOI' S r el Hijo del hombre, en este juiciocomunicacin de ese am IVIIc~dor del Padre, en la 11" 1" hnc 1partcipe de su omnipotencia quela e . , or - median te el E ,. 1 l' 1 d d 1a..creaclOn (vase Rorn 8, 11) en ~p~ntu- a 11111 1 1 111110 . Precisamente por eso, e po er eRIJOpara ese amor una y .. la receptIvIdad del 11 11 1) n, IU juzga se muestra en su fuerza de1 " ,receptIvldad q 11 h 'fe vaco ultimo de la m y' ue ega asta '11 ,d 111 '11, una u rza que mueve los corazones

    uerte. aSI la ..Superada definitivament " . muerte queda 111 lit 1 lo Hui uga. Nadie sabe de antemano SIl , e como rnanif t . ,ejaria pecadora que s es acin de la I l' ti" I r 'sist ir realmente hasta el fin a estaI f e aparta de D' M' , .a Igura de la autoent d ,lOS. as aun, en 11 ,,111 l ud 1 1 amor. Pero el que se atreve,

    rega e Jesus .. .amor y obediencia se r I I ' una entrega en I 1H'IOIIII:to~l al mismo tiempo, a arrojar-l r eve a e verdad .a muerte tiene Con arr I I ero sentIdo que 1'11 In 1 rnzo: del Seor, podr esperareg o a acre "aClOn,a saber, el 1" (OIltr:lri , para s y para todos./4

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  • Iy podr hacerla precisamente frente a la nica normadecisiva de ese juicio, frente a la misericordia que senos pide a todos nosotros (vase Mt 25, 31ss; 18,33;Sant 2, 13), Y que precisamente por eso tenemos tam-bin nosotros razn para esperar de nuestro Juez 1:

    (p. 62). ~Con la confesin de fe en el Espritu santo comien- ii,

    za la tercera gran seccin del credo. Una vez ms de- "/sarrolla van Balthasar el papel particular del Espritusanto en el acontecer trinitaria e histrico-salvficodel amor de Dios. Lo hace en forma muy prudente yreservada; porque es consciente de que se trata de lo"ms misterioso que hay en Dios, de algo que nuncase puede relegar a conceptos rgidos (p. 68). Su dia-lctica permanece suspendida en esta dialctica ape-nas comprensible: ser, a su vez, en Dios un Otrodistinto del Padre y del Hijo, a saber, el resultadopersonal de su unidad y communio y, no obstante, almismo tiempo, la ventaja -comn para ambos- desu amor, por la cual el Padre se otorga al Hijo y elHijo se devuelve al Padre; porque Dios es siempre Es-pritu de amor y entrega. La compresin oriental Y lacomprensin occidental del Espritu podran encon-trarse en esta interpretacin. La significacin histri-co-salvfica del Espritu santo reside en que el Espri-tu santo acta en nuestro espritu (no repimindolosino liberndolo) Y nos desvela el misterio de Dios. Al, que es lo ms tierno, lo ms admirable, lo ms pr .cioso que hay en Dios, tenemos nosotros que abrrnos.sin rechazo, sin resabios, sin endurecimiento, parn

    !(

    recihir de l la iniciacin en el . .amor (ibid.). rmsterto de que Dios es

    Tambin por lo que res ecartculos de fe Que co fi PIta a los cuatro ltimos. ' , n iesan a obra s 1 fi d

    trino v uno van B lth . . a VI tea el DiosJ , a asar sigue li d

    temen te su trri ncini . . ap ican o consecuen-, , lO mternretativo: L J l .

    ne sus races en la eleccin d . a g esta, que tie-nombre di . e Israel nor Yahv (IVlnO Que est en . L unPadre de Cristo 'o 36)" es cf~mlno de llegar a ser eld l H" ' . ,. con igurada oor ] . ,e . IJOy por la misin dI" ' a eucarrstauada forma de res'oo d e Elsplntu como la ms ade-

    C" n er a amor de D'

    .uerpo y como la E de Cr-i lOS: como elsposa e Cristo P - llreconocer en la Ig] . " . 01 e o podemosesia una obra del D' .una obra que nerf . l lOS tr ino v uno, ' ecctoria a creacin ( 7) J ,santa. y catlica la I 1 . p. 4. Por ser1.1 mundo el mov'.' g ~s~a lleva y trasmite a todoI irrnento divino de ] "n ~omunin (eucarstica) de lo sa vacion: por ser11 1 11 vive y muere nara ' l s :antos, en la que ya11'1l'~iaser imagen ~ sem

    SI. so o ~ease 2 Cor 5, 14s), la

    I 1)11 de s mismo que h epn]za. e la mutua participa-, ay en a vida trinit . d .1'.1 perdn d ] m .ana e DIOS.

    leas pecados co . d

    11' (' ia principalmente 1 b ' . mumca o por la, en e autisrno 1It 111, nos lo concede gr . y en a con fe-

    I I" aciosamente el Pad '. .

    II IIIJ, cuando el E ,. re a peticin1 sprritu santo abr 11 1) os nuestro coraz e para e amor11 I 1 n~ para perd~nn que es]taba cerrado, y nos ea-

    arnos a culna11 1 ir amo p L unos a otros

    ersonas reco T d '1111 ILld;) unas co t nCI la as con Dios y re-

    . n o ras.1 11 lis cuencia final del cred

    '" 1 111/:1 d I cristiano e I id o, que habla de lan a VI a eterna, la exposi-

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    Ir

  • 1\1111 el' von Balthasar alcanza indudablemente supitillO ulminante. Lo alcanza, por de pronto, desde elplll1l de vista del lenguaje: las palabras adquieren1111 sonido arrebatador Y que llena de entusiasmo,'( 1110 ocurre con alguien que ve ya a las inmediatassu trnsito a esa vida eterna, Y quiere contagiar, consu gozo incontenible, esa hambre suya de vida que selanza con mpetu juvenil hacia delante, quiere conta-giarla -digo- a las innumerables personas que searrastran penosamente por esta vida y no anhelanms que el descanso eterno. Y, as, en la visin trini-taria de von Balthasar, la eternidad Y la vidapierden su sentido plido y desgastado; se llenan derepente de los smbolos del amor y de su juego inge-nioso y encantador de obsequiar graciosamente Y dargracias y unir. Se habla entonces de sorpresas y aven-turas insospechadas, de un abrirse y salir incensante-mente nuevo; entonces el anciano de 83 aos no secansa de ensalzar el milagro de la comunin eternacon Dios y con sus santos: un milagro que no se vernunca amenazado por el tedio, el estancamiento y elfinal. Tambin los sufrimientos de este tiempo mani-festarn entonces, finalmente, su sentido oculto en elamor de Dios: y cuando tenemos que sufrir, se abrenen nosotros pozos ms profundos de los que nosotrospensbamos abrir; honduras que luego, en la vidaeterna, se convierten en aljibes de mayor felicidad, 11manantiales ms abundantes. Manantiales que brolanespontneamente, sin costo alguno, porque en la vi 11eterna todo es gratis (p. 89).

    IR

    ,1

    2. Opciones

    Junto a este principio b de initaria pueden m . aSICO e Interpretacin tri-encionarse tarnbi d

    ;e, e~ laexposicin que von Baltha:;~:: d:~~~e~o-on os opciones que -precisamente o.sentido opuesto- di .' por su aparenteieron SIempre su perfl tf .teologa de este pensador: I IplCO a la

    a) Meditacin de la Palabra.

    Quien est familiarizado 1von Balthasar se sor d c?n a obra teolgica dever lo poco q~e el au:a~e~o:a al leer. estos textos yu formacin literaria . ,.a de los ncos tesoros de',.. ' histrica, filosfica y teolai cita casi exclusivamente una sola bra: gica.1':14 ritura el d . o ra: la Sagrada.1" pront~ la :~:~nto ~nmordial de nuestra fe. Por1111,' demu~stra ya lo :~~~a de este ~ec~rso estilstico11rlthasar la supren . t o que ~~UI le Interesa a von1111 1 lo que es el la. In rodsP

    leccion y retorno al cen-

    ongen e acontecer d 1I"dos los accesorios s oue si e sa vacin.. . " que sIrven p d'" amplificar, se omiten 'ahora ~~a ad ornar, deco-'1 " lispone a entregar la obra' a~ o una perso-1,,1., \ 1 s manos de A uel d ~e su vida, devolvin-I 11 i, I . q e quien todo lo recibi le

    11 a grabacin origina]" de la Palabra d D.'

    11 el' scuchar di d e lOS.\lh" esa Pala~;a lt,a~ o y reflexionar una y otra

    1111.1 11' de 1 dumcamente, lo aprendi vonos gran es santos' princi 1

    , I " prototipo de 1 I lesi pa mente de1111' , Von Balth a g eSI~ y de cada uno de sus

    asar qUISO conformarse ms y

    /9

    =

    ,1

  • II\(\S, sin reservas, a esa figura de la fe d Mara: la11'
  • I 1 111:35 diversas de meditacin Yde experiencia de si1I11.'lnotrata finalmente de hallar la redencin que la,d de las experiencias sociales y personales de pel.--II 'i n que se tienen en el momento presente, la gnos1S

    (III re volver a dejar hoy da su impronta sobre laonciencia de muchos contemporneos, Yprecisamen-t ' de muchos cristianos.Es verdad que von Balthasar, en su interpretacin

    d I credo, trata expresamente de esta cuestin muyraras veces; adems, se abstiene de toda acritud y po-lmica contra esas corrientes de la poca que le in-quietan ya desde hace muchos aos. A 10 sumo, hace.~lgunas indicaciones para sealar esa tentacin actualel 1cristianismo. Asi ocurre, por ejemplo, cuando des-linda la omnipotencia de Dios, descartando el malen-tendido de que se trate de algo oscuramente elemen-tnl, ruptivo, prelgico (p. 31); o cuando rech~za lae1I':1 d que podamos designarnos a nosotros rmsrnos(01110una particula de Dios y atrihuirnos, por tanto,111'(I'-;i lad (p. 35); o cuando defiende contra todos losIIdlllll\ali. ta~ el nacimiento fsico de Jess que nacid \'t Vil' en Mara, y cuando a ella la entiende como

    I't l' )11el la fecundidad de la vida virginal, con-d d t 1"aciosamente en la Nueva Alianza ..., no parnt 11tlll lid:! mortalidad, sino para la vida eterna,

    \11 1,,11 1.1 11 rpo y el sexo adquieren una nueva(p. 44); o cuando insite en la corporcl

    , tllt I do I de la resurreccin de Jess (p. 53):\ 1 1" 1'\ \wnltimo articulo de la fe, no habln

    111" l'lltl' hoy dia- de la resurreccin el .

    la carne, y se vuelve decididamente contra un almasin carne y una posible reencarnacin (p. 81).Pero todo esto no constituye an el gran impulso

    antignstico del texto para nuestros das. Ese impulsoreside, ms bien, en el enfoque teolgico y en la orien-tacin fundamental de toda la exposicin: No es launidad de naturaleza entre Dios, el cosmos y elhombre la razn que sustenta nuestra realidad y lameta que ha de salvada, sino la unidad de relacinentre el amor de Creador, que se otorga libremente almundo, y el amor de la criatura capacitada para daruna respuesta libre. Esa unidad de amor salvaguarda,aun en medio de la ms profunda unin, las insupri-mibles diferencias entre Dios y el mundo, entre elhombre y la naturaleza, entre el yo y el t: All donde1 amor se otorga graciosamente, puede haber otracosa distinta. Lo que sucede fundamentalmente en el1'ontecer del amor trinitaria de Dios, estampa su se-llo en toda la realidad de la creacin.Ahora bien, esta intuicin pierde cada vez ms

    pluusibilidad. si tenemos en cuenta las experienciasdi prirnentes sobre la caducidad de todas las relacio-111 I amor. Contra esa amenazadora prdida de ca-l' 11klad humana y creyente de percepcin, van Bal-IItll "" vuelve a pronunciar sin confusiones su credo111~'.pone as en este escrito: Slo el amor es dignol. h- (as se titula una obra publicada en 'el ao 1963'Iltt' r 'sume en una breve frmula todo el pensa-

    1111 1110 de van Balthasar); esto quiere decir: slo el111'" 11>ligno de que uno se confe de manera supre-

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  • 1,

    ma v amplsima tanto en la vida como en la muerte:el a~or Que me sustenta en todas las situaciones Yque es ca~az de salvarme. El cristiano encuentra eseamor en Jesucristo; Y una vez que se ha embelesadocon ese tesoro escondido en el campo, ser capazsin oesadumbre alguna de vender todas las dems co-sas:' todas esas cosas que el espritu de la poca le tien-de constantemente como ofertas de salvacin. A l lebastar ese amor, ese nico amor, aunque aparezca amenudo como una pohre semilla de mostaza, encomparacin a los deslumhrantes programas del

    mundo.A partir de esta experiencia fundamental de fe se

    comprende por qu van Ba1thasar ha sido si~mpre unaoasionado defensor de la vida contemplatlVa y, noobstante, siguiendo a Mt 25, 31 ss, considere la miseri-cnrdia con el prjimo necesitado como el criterio queha de aplicarse en el juicio final y que, por tanto, hade decidir nuestra salvacin. En una forma muy con- Imovedoramente humana, este gran pensador especu-lativo, al preguntarse qu es 10 que al fin cuenta defi-nitivamente, seala la misericordia: Hemos mostra-do misericordia o nos hemos amado nicamente a no-sotros mismos? (p. 63). Segn eso, la misericordia de'Dios nos juzgar, no segn la altura a que lleguen lasalas teolgicas de nuestro pensamiento, ni tampo osegn la profundidad de nuestras expe:i~ncias ~stias de nosotros mismos y del alma. Lo urnco que intr sa es la comprensin -practicada en la comuninde lo: santos -de la altura y la profundidad del a11101

    11

    de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento (gnosis)(vase Ef 3, 18s).La contemplacin y la meditacin, en cuanto nos

    ayuden para ello, estarn integradas cristianamente:de lo contrario, se hallarn a merced de la tentaci~gnstica de redimirse a s mismo mediante la exne-riencia de s mismo. Porque, aunque con ello el s mis-010 personal se dilate hasta alcanzar una identidadcsmico-divina con todo, seguir estando sunrerna-mente en s mismo. Tan slo el llegar a otro .entera-m?nt~ distinto de m mismo, me hace desligarme de011 rmsmo hasta tal punto, que mi vida oueda vivir enel espacio del ser aceptado por el Otm: Para saber siyo, de hecho, con este querer desligarme de m mismo.~ienso seriamente en Dios y en su amor; para saber siintento realmente superar tan decididamente comoJess el honito espacio de

  • 10 decisivo ya no son ni las imgenes ni los conceptos;slo la accin; por ella habr que sepultar tambin laocupacin de escribir libros; Dios dispone que 110 slose marchite y pudra el papel, sino que por 10 menosun grano de trigo alcance la gracia de la resurreccin.Todo el papel pertenece tambin al camino ancho. Loimportante no es que se imprima 10 que ha sido frutode la paciencia, sino que se oprima y exprima la carneimpaciente, para ver si brotan de ella unas cuantasgotitas fecundas. Hay que exprimir, para no errar elcamino estrecho, la puerta angosta y quizs tambinel microscpico ojo de una aguja, invisible a los ojosde los-hombres, pero que conduce al reino.Que l logre dar este paso supremo a travs del

    estrecho ojo de una aguja, en el juicio, como 10 espera-mos para l y con l. Pues para los que regresan alhogar, esa puerta estrecha es, al mismo tiempo, el co-razn abierto de par en par, del Hijo del hombre.

    El credo apostlico

    Creo en Dios, Padre Todopoderoso,

    y en Jesucristo su nico Hiio nuestro Se- _J' ". , no!r.on:ebido por obra del Espritu santo,nacido de la Virgen Marfa ,

    Padeci bajo Poncio Pilatofue muerto v senu hado' 'n'scendi a Jla r~gi~ d~ los muertos.

    A I tercer da resucit d' entre los muertos

    e~di al cielo; est sentado a la derechadI DIOS todopoderoso,

    1)(' 'de ~!l ha de venir a juzgarI lo- VIVOS y a los muertos,

    I /I'!) en el Espritu Santo.

    I I,'() en la Iglesia catlica1, I'Il/ unin de los sant~~,I 11"/' 1611 de los pecados,, / ...urrecCn de la carne

    1, 'idn terna. Amn.

    Medard Kehl s.],

    27

  • 1. Creo en Dios; Padre todopoderoso

    Todo 10 que es mltiple y variado procede de algoque es simple. Los numerosos miembros de los sereshumanos proceden del vulo fecundado. Los doce art-culos del credo anostlico nroceden nri~eramente d~las tres pregunta~ pllrciale~: Crees ~n Dios, ~l Padre,el Hijo, el Espritu santo? Pero incluso estas tres pala-hras son expresin -y Jesucristo nos da prueba deello- de que el nico Dios. es, en su esencia, amor yntrega. Jess sabe muy bien que es y se confiesa Pala-bra, Hijo, Expresin, entrega de s mismo -entregaque se testifica en amor- del Origen inconcebible, aquien l llama Padre, que le ama a l, y a quien lirna en el comn Espritu divino de amor, en un Esp-I'j t u que l nos concede graciosarnente, para que noso- ros seamos incluidos en ese abismo (superior a todo111111 ro) de amor y de esta manera podamos entender" 'o de 10 inconmensurable que es: conocer el amordi' risto, que sobrepasa todo conocimiento (Ef 3,1'1 , T .n slo con la mirada fija en ese fondo de unidad'1"" S nos revela tambin a nosotros, tendr sentido.1, .rrollar el credo cristiano: primeramente desarro-ll.uu lnlo en los tres accesos que luego se expanden en

    29

  • .1'11'\' artculos (articulus, en latn, la articulacin'1\11 mantiene unidos a los miemhros). Nosotros no\1' mos jams en proposiciones, sino en una sola rea-11.\ 111 que se 'desarrolla ante nosotros, para nosotros y" uosotros , y que al mismo tiempo es verdad altsima.rlv cin nrofundsima..rco e; Dios, Padre Todopoderoso, Creador del

    I ItI Yde la tierra. Tres afirmaciones sobre Dios: lI iclre , Todopoderoso, Creador.

    1

    1)105 es Padre. As lo sabemos con plenitud supre-11\' por Jesucristo, quien -con amor, accin de gra-, , "Ioracin- se dirige a l constantem,ente como

    , ti ol'i n. Como l fructifica por s mismo y no nece-I , 1I't'lIndacin, se le llama Padre, no en sentido se-11.1, :\ que l ser el Creador del hombre y la mujer,1"11 \'50 contiene tan excelsamente en s mismo no,tll' I 15 ualidades primordiales de la mujer sino tam-1, '" IIISdel hombre. (El verbo griego genna6 puede, tI ','lIr tanto engendrar como dar a luz; lo mis-111" \' li a del verbo que significa llegar a ser: gino-""I) 1.:1. palabras de Jess sealan que esa fecundaI 111 l. '1 le si mismo del primer origen no tiene ni1" 111 1lo ni fin: es un suceso permanente en .el que111111 dI 11 \,1s ir y el acto. Ah reside 10ms insondablel. I 1111 11,,10 1 Dios: lo primero de todo no es unaI d d 111'1'1\' d 's anse en s y que sea comprensible en

    ,,,

    sf , sino que es una realidad que consiste nicamente_en donarse: fuente manante sin que detrs de ellahaya un pozo que la alimente, acto de generacin sincon:enedor de simiente, sin un organismo entero Querea]c~ el acto. En puro acto que se derrama a s ~is-mo, DIOSPadre es l mismo, es +si queremos- per-sona (en forma trascendente).

    II

    Cuando el nuevo testamento, en muchos lugaresle llama todopoderoso (u omnipotente), vemos po;de pronto que ~ omnip~encia no puede ser otra quela d . , ., e !:;!l1a entrega no limitada por nada. Qu podras~lperar ~l poder de generar un consustancial es de- ''1~,~g~..!1.erar u~ Di.o~q~e:ama igual y que e~ iguald , poderoso, no un dIOS.distinto, sino otro distinto en1 lOS(

  • 2. Y en Jesucristo su nico Hijo,nuestro Seor

    1

    El que Dios sea Padre, quiere decir al mismo tiem-po q:i'etiene un Hijo~Nos~tros, c;iat~ras perecederas,110 SO~.9ses~)-lijo que Di~s dibe tener para llamarsePadre. Nosotros somos miles de millones, y ningunoI nosotros tiene una duracin que pudiera comparar-V ni de lejos con la de Dios. No, para llamarse Padre,pura llamarse el que se da eternamente, Dios tiene1111' tener un Hijo nico, unignito. (Le llamamos11I , no Hija, porque en el mundo se manifestar111111 varn, yeso, por representar para nosotros launuridad del fecundo origen paterno). El cristianism"1 I ende esencialmente de la afirmacin de qu d nrru.1, 1 I S hay fecundidad (al Espritu lo men i nnremuI ,'1\ -, siguiente artculo), porque si Dios no l', IIIIClI11 I 11 i mo, necesitara -para serlo- el IllIIII 1 1111111(' S e habra acabado su divinidad () I I II 11 I rnos a nosotros mismos mo 11" I I 11 II 111l' \' \ t ribuirnos necesidad.

  • como algo oscuramente elemental, eruptivo, prelgi-co, porque su darse a s mismo se manifiesta, al mis-mo tiempo, como pensarse a s mismo, decirse a smismo, expresarse a s mismo (Heb 1, 3): el Lagos, laPalabra que encierra en s todo sentido, es el productode esa omnipotencia. El todopoderoso autoenunciadodel Padre no es tampoco algo compulsivo, sino que estambin origen de toda libertad, otra vez no en el sen-tido de capricho y arbitrariedad, sino de superior au-toposesin del amor que se entrega. Esa libertad esdonada al Hijo juntamente con la divinidad (l llegara ser hombre con soberana libertad, y llamar paraque vengan a l a los que l quiera [Mc .'3, 13J), yesdonada por ambos al Espritu santo, que sopla dondequiere (Jn 3, 8).

    III

    ..! amor d~Jios es tan perfecto en s mismo - Dioses amante, amado que responde y unin del fruto deambos-, que no necesita un mundo no divino, parajener algo que amar. Cuando un mundo as es creadolibremente por Dios sin verse necesitado a ello, ento'n-ce~ por parte .del Padre se hace para glorificar el Hijoamado; por parte del Hijo amante, para ponerlo todo,co~o obsequio', a los pies del Padre; p"orparte del Es-pritu, para dar nueva expresin al a-m~r mutuo delPadre y del Hijo. Y, as, nicamente el Dios trinouno es el Creador del mundo. Cuando esa creacin s('

    .12

    atribuye especialmente al Padre, se hace ~~~p.o:r.:..q1J~~les.ia en Dios el origen detrs del cual no se puedepreguntar por otro origen.J.J:..ambittnP?r9ye la 9I?eraci9_n,ge~Hijo y ,del E,~p-

    ritu en el mundo se encamina a lograr que todas lascosas r~tornen de riuev'a -ese'orig'en supremo; que ~--;'eespacio infi~ito para t~d;; ~(

  • Podemos afirmar por eso que Yahv es un nombredivino que se halla slo en camino hasta llegar al dePadre de Cristo, y que Al es un nombre que expresauna bondad de Dios tomada por el Corn de la Biblia.Un Dios que ha de ser amor sin ser trino y un~, podraposeer nicamente amor propio; su necesidad deamar un mundo que no es l mismo, queda suprema-mente sin e~plicacin. Ahora bien, los cristianos de~e-mas p~eg~ntarnos tambin: un Dios que, como tnnoy uno es el amor que eternamente se entrega, no sebasta 'tambin eternamente? Antes le hemos llamadoya: Creador del cielo y de la tierra. Por qu?
  • medio de su cruz- puede mostrar al Padre su gratitudinfinita. y con ello podr l domostrar precisamen!Ja las criaturas que Dios, a pesar de todas las aparien.:cias, es el amor que llega hasta el fin (Jn 13, 1) de,sus posibilidades.Ahora bien, no nos imaginemos que Dios Padre, a

    quien se design primero como Creador del ciel~'yde la tierra, necesitara -como quien dice- al HIJOpara la realizacin de su plan para el mundo: el plande hacerse hombre y de padecer. En efecto, el Hijo yel Espritu son tan eternos como el Padre, y el mundoes planeado por el nico Dios, que es trino y uno. Elmundo llegara a existir segn el prototipo del Otro,del Hijo. Y ahora nosotros no podemos hablar huma-namente sino diciendo: el Padre (como primero) pideal Hijo que, en caso de que ese mundo se logre, garan-tice su salvacin. Y, en orden a esa peticin, el Hijopide al Padre que, para glorificacin, de ste (por m~-dio del Hijo y del mundo conjuntamente), pueda elaceptar la obra. Y la peticin del Espritu sera e~ton-ces que laglorifcacn mutua del Padre y del.J:'IIJOenel mundo se consume mediante su poder santificador.

    'Se explica con ello la existencia del mundo? No

  • 3. Concebido por obradel Espritu santo,

    nacido de la Virgen Mara

    1

    Concebido. Se dice del Hijo de Dios, pero suenaa verbo en pasiva: Otro se halla activo en esa concep-cin. Se le menciona, adems, inmediatamente: el Es-pritu Santo. Y otra es la que concibe: la Virgen Ma-ra. Lo mismo que un hijo es pasivo en la concepcin,mientras que los padres se comportan activamente.Pero el io"no despierta sino ~~ tarde a la ~on~ien-ia, mientras queel Hijo de Dios tiene conciencia e"ter-na y tiene tambin voluntad de hacerse hombre. Cier-l . Y, no obstante, confesamos en la fe que l mismono se encarn, que l mismo no se revisti de la natu-l' ileza humana, sino que hizo que, por obra del Espri-111 anto, fuera gestado en el seno virginal como la si-lid nte del Padre. Y esto quiere decir que el aconteci-1111 .nto de su encarnacin fue ya el comi~ de uIlb 'die~ia-'- Los . iei';;g~s afirma~ori c;;n mucha fre-1 l 'l1ci~ontrario, porque la unin de la naturaleza

    4/

  • humana con la naturaleza divina se realiza nicamen-te en el Hijo como segunda Persona de la divinidad.Pero el credo no habla de tomar sino de dejar

    oue suceda sobre s. En esta obediencia de antes deltiem~o, el Hijo se diferencia an ms profundamentedel hombre engendrado naturalmente, y a quien no sepregunta si quiere existir o no; el Hijo, con plen~ con-ciencia y con pleno consentimiento, hace que dispon-ga sobre l el plan divino de la salvacin. Y aqu 10hace ya en el Espritu santo de la obediencia, por lac~al ha "de expiar y socavar la desobediencia deAdn. No se aferra -como capitalista- al tesoro desu divinidad, como si hubiera adquirido ese tesoropara s (Flp 2, 6)..Lo tiene del Padre y puede de~osi-tarlo junto al Padre, para hacer resaltar claramente,por su eterna sumisin al Padre, el momento de obe-diencia que en ello se contiene: esa obediencia queuna criatura ha de mostrar ante Dios.

    II

    Por obra del Espritu santo. Es el Espritu delPadre y del Hijo. Pero ahora que el Hijo se hace hom-hr ,l, que es el Espritu indivisible de ambos, se ~on-i rt -dentro del Padre- en el Espritu que da lOS-t111 -ciones, y =dentro del Hijo- en el Espritu que r -I 111' instrucciones. Ya en el acto de la encarnacin,111111110 (1 spritu lleva al Hijo y 10 deposita como1IIIII'IIft' (Iel Padre en el seno de la Virgen, yel Hijo

    -en el mismo Espritu- se deja llevar a ese seno. Siel Espritu santo es, como nica persona, el fruto y eltestimonio del amor mutuo del Padre y del Hijo, en-tonces aparece aqu hasta qu punto la instruccin delPadre y la obediencia del Hijo hecho hombre sonamor perfecto hasta lo ms profundo. Para nosotroslos hombres, esto significar que somos deudores anuestro Creador y Seor y a todas sus instruccionesdirectas e indirectas de poder ser en Jesucristo expre-sin de nuestro amor y de que tengamos incluso queserIo, de suerte que un amor de Dios y un amor de loshombres que quiera poner entre parntesis la obe-diencia o superarla, n

  • manos de Jess? Por qu, entonces, hacer una excep-cin en el caso del primognito (Le 2, 7)?

    Multitud de preguntas. Para responderlas, harafalta escribir todo un libro. Aqu diremos slo taqui-grficamente: el nacimiento virginal procede precisa-mente de la Antigua Alianza, en la que vemos queDios devuelve la potencia sexual a un cuerpo que ha-ba perdido ya su vitalidad (Abrahn, Zacaras y sumujer estril), y el milagro de que la estril tengams hijos que la fecunda es una parbola permanentedel poder de Dios que lo invierte todo. Tal debi deser la razn de que la profeca de Isaas (la mujerjoven o la virgen dar a luz, 7, 14) fuese ya traducidadecididamente, en poca precristiana, hablndose dela virgen (Versin de los Setenta). Hermanos siguenllamndose hoy da en muchos pueblos rabes los pa-rientes lejanos: tal es, sin duda alguna, el trasfondod la palabra griega adelf6s, que en sentido estricto:.i nifica hermano. y es tpica de nuestra poca de1'\' minirnalista la admisin de una concepcin virgi-ti d, en la que se dispensa al creyente de admitir elIlItI \ I'() d un nacimiento virginal. Como si lo segun-tllI 1111 hu-ra tan fcil para Dios como lo primero. Pero

    1 '1"' '1 Porque en la Nueva Alianza la fecundidadId, 1" inal (vase principalmente la eucarista, 1, 1111 para una nueva mortalidad sino para la

    I I "1 I rlls o decisivo de la nueva importan-11 \1 1011 (1I adquiere el cuerpo y el sexo.

    "" 11' I Mara no se la djspensa con ellod l' 1110 111 sinicoS) -tanto espir'itua

    les .co~o corporales- de su adviento: esos dolores sonsolidaridad con el pueblo elegido y anticipacin de losd~I.?res que ha de experimentar el-~e;po"de su Hij7>(vease Ap 12,2), pero con la Nochebuena queda sobre-pasa~a la Antigua Alianza y la expectacin de sta se~onvlerte en el cumplimiento, enteramente distinto~ l~ Nueva Alianza. Todo eso es lgica purament~b.Ibhca, y todos los antiguos paralelos carecen de deci-srva profundidad reveladora.

  • 4. Padeci bajo Poncio Pilato,fue muerto y sepultado,

    descendi a la regin de los muertos

    I

    Padeci, Es significativo que el credo no nos ha-ble de la vida pblica de Jess, de su doctrina, de susmilagros, de cmo fue reuniendo discpulos en ordena la futura Iglesia, Vemos que toda la vida y la activi-dad de Jess fue entendida conscientemente por l enr lacin con la hora futura, en la cual -despus deun chasco prctico- deba consumarse la accin deci-iva que todo lo cambiara: el sufrimiento por el mun-do pecador, por el mundo que se opona a Dios,Me parece a m precipitado el querer negar a J ss

    In 1 s sus predicciones directas e indirectas d la P.In, como si l no hubiera sabido para qu hablu du

    . uvi do supremamente a este mundo, e !110 i 1, 11111II I a contra Pedro (

  • III

    Descendi a la regin de los muertos. Natural-mente, porque la muerte va seguida por el Hades(o regin de los muertos, Ap 6, 8), de cuyo descon-suelo nos dan los salmos una imagen bien realista. ElHijo, como humano muerto, descendi a donde estnlos muertos, y no como vivo y victorioso con la bande-ra de pascua desplegada, tal como los iconos orienta-les lo representan, proyectando anticipadamente laresurreccin sobre el sbado santo. La Iglesia haprohibido cantar el aleluya en sbado santo. Y, noobstante, el que acaba de morir es distinto de todoslos dems muertos. Muri puramente de amor; muride amor humano-divino; ms an, su muerte fue elacto supremo de ese amor, y el amor es lo ms vitalque existe. Y, as, su verdadera condicin de muerto-y esto significa la prdida de cualquier contacto conDios y con los dems hombres (leamos otra vez lossalmos)- es tambin un acto de su amor ms vital.All, en la extrema soledad, ese amor se predica a losmuertos, ms an: se comunica a los muertos (1 Pe 3,19). El acto salvfico de la muerte en la cruz no sloredund en beneficio, ni mucho menos, de los vivos,sino que incluye tambin y se extiende a todos los quehan muerto antes o despus de l. Desde aquellamuerte de amor de nuestro Seor, la muerte ha recibi-do una significacin enteramente distinta; puede convertirse para nosotros en la expresin de nuestro am rms puro y ms vital, si aceptamos la muerte con (1

    50

    I,&. --

    la ocasin que se nos brinda para entregarnos sin re-ser~as. ~n las manos de Dios. Entonces la muerte esexplacl~n no slo por todo lo que hemos dejado dehacer, SI~O que adems es adquisicin de gracia paraotros, a fin de que abandonen su egosmo y elijan elamor como su actitud ms ntima.La m~erte, desde el viernes santo, es purificacin

    En ese da el Seor muerto abri un camino que vadesde la perdicin eterna hasta el cielo el fuT . ego quep~n ica a los muertos para el amor. En la AntiguaAlIanza no haba nada de eso; exista slo la Sheol ellu~ar donde se est muerto. Al descender a ese lu~arCnsto nos abri el acceso al Padre. r

  • primitiva, para no hablar en absoluto de la teologapaulina de la cruz.No tenemos por qu negar que Jess no vio antici-

    padamente algunos detalles de la pasin, cuyo conoci-miento los evangelistas le atribuyen, precisamenteporque Jess dej por completo en manos del Padreel disponer sobre el tiempo y el contenido de la hora(Me 13, 32). No es verdad tampoco que Jess, al pre-ver constantemente la cruz, hubiera sufrido incesante-mente por ella. Jess admita todo regalo del Padre,incluso el del gozo, el de gozar de compaa, el depoderse dar sin restricciones.Pero la hora y el poder de las tinieblas (Le 22,

    53), en la que los hombres le infligieron toda clasede sufrimiento espiritual y fsico, y en la que ademsel Padre abandon al torturado, es una noche insonda-ble para nosotros. Ningn ejercicio del viacrucis,ni siquiera los horrores de los suplicios humanos yde los campos de concentracin pueden darnos unaidea de ello. Quin podr siquiera imaginarse loque significa cargar con el peso de las culpas de todoel mundo, experimentar en s mismo la perversin in-terna de una humanidad que niega a Dios todo servi-cio, todo respeto, y mirar cara a cara a un Dios queaparta su rostro de esa atrocidad? Y como aqu estnreunidos todos los innumerables tiempos, desde elprincipio hasta el fin, la cruz se hace atemporal parael que padece; no se puede hablar ya de una mirada ala resurreccin, que ha de tener lugar pasado maana.

    48

    El pecador puede tener esperanza; el pecado, no.Pero Cristo, por nosotros, fue hecho pecado (2 Cor5,21).

    II

    Muerto y sepultado. Muerto con la pregunta di-rigida a su Dios ocultado, preguntndole por qu lehaba abandonado; muerto, despus de entregar su es-pritu en manos del Dios ausente; muerto con un grangrito, en el cual (segn Nicols de Cusa) la palabra deDios -una palabra ya sin articular- alcanz su inten-sidad ms alta. Muerto de muerte en la suprema com-paa de todos los pecadores; muerto con la ms som-bra de las muertes, porque qu noche hay ms oscu-ra que la de aquel que conoci de la manera ms nti-ma al Dios a quien haba perdido? Y sepultado, pa-labras sobre las que tambin Pablo marca el acento(2 Cor 15, 4, dndonos tambin a entender con ellondudablemente. que el Resucitado no estaba ya en 1;tumba), verdaderamente muerto (as lo prueba el su-I irio de Turn, de cuya autenticidad no puede ya du-ti Irse hoy da *) y terminando as su destino terreno,Inrno cualquiera de nosotros.

    Tan slo despus de la muerte del autor \' dlu 11 11I11l. 1!lIado de la prueba con carbono-14, por el 11" 1'1 11 I'1'" 'Kt estampada la imagen data dios 11 ti 111. ,tN111i1 del Editor).

  • 5. Al tercer da resucitde entre los muertos

    1

    Al tercer da resucit, conforme a las Escrituras,dice Pablo (1 Cor 15,4), Yquiere ver en la resurreccinno aguardada por nadie el cumplimiento de lo profeti-zado, mientras que los evangelistas ponen esta profe-fa en labios del Seor (Mc 10, 34) l. La determinacinpara un da prefijado del giro que todo lo domina,muestra que ese giro decesivo, previsto minuciosa-11 nte, es comprobable tambin por los testigos, lomismo que todo lo acontecido en los das mortal s el'less. Esta datacin es tan importante como la de 1'1('1\ Pasin tuvo lugar en tiempo de Poncio Pila lo. Jllnstante en que la nueva vida inmortal de .J l\I ja de nuestra historia mortal, no e una fl' h ,q\1I ora,sino un Ahora determinable por 1, h t

  • iba a seguir. No como si alguien hubiera podido acom-paar en esa irrupcin de la muerte a la vida; esairrupcin es nicamente un suceso en la historia deDios, no de manera distinta a como lo fue el suceso dela encarnacin. Y, no obstante, las dos -la entrada yla salida- tocan nuestra historia humana. Las muje-res, los discpulos se encontrarn con el Resucitadoen aquel mismo da, mientras que Isabel conoci elsuceso de la encarnacin, pocos das despus de quetuviera lugar (Le 1, 42s).

    II

    La resurreccin del Seor muerto se atribuye casisiempre en la Escritura a Dios Padre y a su omnipo-tencia. Es adecuado hacerla, porque el Hijo realiz eldecreto trinitaria de salvacin, en obediencia princi-palmente al Padre divino. En el discurso de despedi-da, segn el evangelio de Juan, Jess -que por mediod la cruz va a glorificar el amor del Padre hacia elmundo+ pide al Padre su propia glorificacin, y talglorificacin le haba sido ya prometida (Jn 13, 32;12,28). La omnipotencia del Padre, que se muestra nel giro decisivo que hace pasar de la muerte a la vidterna, es ensalzada por Pablo como un poder detraordinaria grandeza (Ef 1, 19s). Pero como el Esptrl111 anta del Padre y del Hijo ha mediado toda la obt,Ivffi a entre el cielo y la tierra, la resurreccin d'1111' I S muertos puede atribursele tambin a I I

    54

    (a la vez que al Padre) (Rom 8, 11). Y aunque nos re-sulte extraa la idea de que un muerto se resucite a smis,mo ~ la vida, habr que decir -no obstante- queJesus mismo, cuya muerte (como dijimos) fue la obrade su amor ms vital, un amor que estaba unido conel Espritu divino de amor, particip tambin en esegiro de la muerte a la vida. En lo sucesivo, l vivepara Dios (Rom 6, 10). Pero l no vivi ya siemprepara Dios? Y, si muri de una vez para siempre alpecado (ibid.}, no estuvo haciendo ya eso mismo ensu vida y en su pasin? El Dios trino y uno hace lao~..:aque es_ysigue siendo central para toda la histo-ria de la humanidad: los que por naturaleza son fini-tos, los que por apartarse de Dios han cado en la co-rrupcin, escuchan el grito de quien los llama paraque retornen a la vida eterna, y se ven dotados de laesperanza, ms an, de la certeza de i~en seguimientode l (1 Cor 15,21).

    III

    De entre los muertos. Esto, segn todo lo qu '11 abamos de decir, no significa: dejando atr n lomuertos, sino yndoles a buscar y trayndolos '011, como se describe maravillosament 'o lo ''',

    1I '. de los Padres de la Iglesia (va: e 1, hUI I lIlI' 'viario en el da de sbado santo). 1 "0,",1,) Pablo exclama victorioso: Mil "1 1, .1 unlllU.1I1 aguijn? La muerte ha . ido el' '111 ,

  • (1 Cor 15, 54s), esto significa todava ms: la realida~de la muerte como entrega que el hombre hace de SImismo esa realidad -s- ha perdido su aguijn (lo--d'(T-que'7toclofue en vano)"y ha sido absorbida eI,1elproceso de la vida eterna. Cuando el ~adre se entregasin reservas al Hijo, y el Padre y el HIJOlo hacen tam-bin al Espritu santo, no es eso el prototipo de lamuerte ms hermosa en medio de la vida eterna? Esedefinitivo no querer existir para s no es precisamen-te la condicin previa para el vivir ms feliz? En es.evitalsimo super-morir es absorbido nuestro desdi-chado morir, de manera que todo lo humano, su llegara estar a salvo, la vida y la muerte, est asumido aho:ra dentro de una vida que no conoce ya lmites.

    56

    6. Ascendi al cielo,est sentado a la derecha de Dios

    todopoderoso

    1

    Jess, el Resucitado, ascendi al cielo. Pero esono es un acontecimiento geogrfico sino el retorno alpunto de partida de su misin: cargado ahora contoda la cosecha del mundo producida por esa misin.No se trata de un cambio de lugar, como vemos yapor la gran variedad de aspectos descritos en la Sagra-la Escritura. Cuando Jess se aparece a la Magdalena,)ue estaba llorando, y no le permite tocarle, porqueI dava no ha subido al Padre, entonces Jess quierelmcerla partcipe -evidentemente- en el movimientoII . l que va desde el mundo de los muertos hasta lala eterna: ella ser testigo ante los discpulos de ese

    u-ontecimiento. Cuando, al fin de los cuarenta das,11 s se hace visible ante el coro de los apstoles y loslu-ndice, y mientras los bendice se eleva al cielo, loIt \1' ' para que ellos vean sensiblemente que el tiempo.Id misterio ha terminado, porque ahora +como

    57

  • Celestial- ha consumado ya su obra terrena: les expli-a las Escrituras, celebra nuevamente con ellos la eu-arista, elige definitivamente a Pedro como pastor deu rebao, promete que el amor -simbolizado porJuan - ha de permanecer en la Iglesia hasta su segun-da venida. Sera absurdo pensar aqu cronolgica-mente y creer que la unin del Resucitado con el Pa-dre no hubiera tenido lugar sino una vez trascurridosos das.

    II

    El Resucitado est sentado a la derecha de Dios.Esto, naturalmente, es una imagen para expresar la,inaudita exaltacin de la naturaleza humana hasta serpartcipe de la majestad del Padre. Las palabras a lad recha expresan el honor que a esa naturaleza se letributa. Y lo mismo se diga de la imagen de estarsentado. Esteban, moribundo, ve al Hijo del horn-I r de pie a la derecha de Dios, imagen que expresala prontitud del Glorificado para actuar, cuando slispona para acoger a su lado a quien haba sido lapi-dado. Sera difcil que Pablo, que narra tres veces Inc ntecimiento de Damasco (Hech 9; 22; 26), hubiervist a Jess sentado. En otro lugar, Pablo le describual Rey que ejerce su dominio hasta poner bajo su

    pll. H t dos los enemigos (1 Cor 15, 25). Y el ApocuI l' lo de cribe precisamente luchando en la batalltllltl 1 lo.' poderes anticristianos (Ap 19, 11-16).Y, (1 t,

    hay que decir del Hijo del hombre -consumado en smismo- que sigue actuando a travs de la historiadel mundo hasta que todo haya crecido hasta llegara aquel que es la Cabeza, Cristo (Ef 4, 15). Sigue te-niendo validez aquella palabra del Jess terreno deque l hace lo que ve hacer al Padre (Jn 5, 19s). En lavida eterna coinciden el descanso y la actividad: ni-camente as es vida real.

    III

    El Exaltado comparte la autoridad del Todopode-roso, porque el Padre ha dado al Hijo del hombretodo el poder de juzgar, para que todos honren al Hijoas como honran al Padre (Jn 5, 22s). Qu poder ma-yor podra haber que el de juzgar sobre lo ms ntimoy oculto que hay en cada hombre y darle su correspon-diente destino eterno? La omnipotencia consiste mu-cho menos en lo que los hombres se imaginan sobrella: en poder cambiar las cosas segn la propia vo-luntad. Tambin de esto dio prueba Jess en sus mila-zros. Pero la omnipotencia consiste mucho ms enmover la libertad de los corazones, sin hacerles viol '11-I ia. Consiste en atraerles, mediante el secr to pork-rI la gracia, para que ellos den librement '1 sI dI're ptacin al bien.Los Padres de la Iglesia solan de ir qu 11 1 1

    dI' Dios no acta por violencia sino p r P'I 11 I 11tvua ione), sugiriendo que se elija 1 111 "01 ti 111 l.

  • fuerza a la dbil voluntad humana para consentir e~ello por su propia conviccin y fuerza. Hast~ ~uepunto la voluntad pecadora ser capaz de resistir ~esa fuerza interna de conviccin para lo bueno? Seracapaz, tal vez, de resistir hasta el fin? Saberl~ es algoque le corresponde nicamente al Juez ommpotenteque ha de juzgar sobre todos los coraz?nes. Acerca de

    .. ' de cuyo trascurso Y contemdo nada pode-ese JUICIO, , .' 'mas decir anticipadamente, hablara el sIgUIente art-culo de nuestro credo.

    nll

    7. Desde all ha de venira juzgar a los vivos y a los muertos

    1

    "Desde all ha de venir, esto es, ha de venir desdeel Padre, quien ha exaltado a su derecha al Hijo encar-nado. En el fondo, el Hijo viene siempre del Padre: tales su esencia. Viene como la Palabra, la expresin, laomnipotencia de amor del Padre hecha presente. Este"desde all no significa, naturalmente, un lugar, por-que el lugar del Padre abarca todo lugar del mund .El Padre est en todos y cada uno, y al mismo ti n popor encima de todos y cada uno. Y tambin el de s h'all del Hijo, que viene a juzgar, no es expr si 111 d.lugar, sino de una salida por esencia, con la pleu , pute tad -no menguada- del origen pat l'I1U, NI I Ilnnte, el Hijo ejercer su plena potestad '011Il'S: como el enviado por el Padre para 1, 1Inundo, como el que "ha muerto pOI' I IIn' que viven no vivan ya para s, 111muri por ellos y fue resucitado (I I ixperiment en su propio 11 '1 I

  • espritu la culpa de todos, los conoce a todos desdedentro, y no necesita declaraciones de testigos extra-os, para dictar su sentencia. Por consiguiente, desdeall significa dos cosas: del Padre, en quien tiene suorigen eternamente, Y cuyo poder comparte, y dequien ha recibido su misin con respecto al mundo. Ysignifica tambin: en virtud de esa misin, que le haconferido el conocimiento acerca de todas las alturasy profundidades de la oracin.

    II

    A juzgar. Juzgar significa dar un veredicto quesepare. Sin separar entre aquellos a quienes se dice sy aquellos a quienes se dice no, no hay juicio. Juzgarsignifica decidir; sin decidir ni separar a unos a la de-recha y a otros a la izquierda, no hay juicio. Esa divi- sin y separacin se nos describe intuitivamente en lagrandiosa escena del juicio en Mt 25. Pues bien, nocabe duda de que en el mundo y en su historia, y tam-bin en la vida de cada persona, hay mucho que divi-dir y separar, cuando salga a la luz la verdad sobretodos y sobre cada uno. y ese juicio no se limitardeterminar lo que era real pero estaba oculto, sinoque adems, mediante el veredicto, abrir el cami~opara lo venidero, para lo eterno. Todos estamos bajoese juicio, exceptuada la Madre del Seor, en la qunada hay que dividir y separar. Per eso, los icono l.n ti stran intercediendo junto a su Hijo que juz "

    I

    (e Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la horade nuestra muerte), Cmo va a juzgar el Seor, esono lo sabe nadie de antemano. Slo una cosa nos dice~: s~bre qu va a juzgar: Estaba hambriento, y medisteis (o no me disteis) de comer. A m, que estabaen el ms insignificante de mis hermanos. Hemosmostrado misericordia, o nos hemos amado nica-mente a nosotros mismo? Una vez que se hayan pre-sentado los atestados, no har falta ya dictar senten-cia: Con tus propias palabras te vaya juzgar 'siervointil! (Lc 19,22). No deberas t tambi~jhaber~e~i~omisericordia de tu consiervo? (Mt 18,22). ElJUICIO ser sin misericordia para el que no ha mostra-do misericordia; la misericordia triunfa sobre el jui-cio (Sant 2, 13).Dnde estaremos nosotros: a la izquierda o a la

    derecha? Tal y como nos conocemos, es de suponer, esmuy probable que estemos a ambos lados. Muchas delas cosas que hay en nosotros nos harn aparecer antenosotros mismos y ante el Juez como dignos de conde-11 cin, como dignos del fuego. Que no todo en nuestraida sea reprobable; que durante toda nuestra vidati' de nuestros juegos de nios, no hayamos dicho ni-I rrnente no al amor: eso podemos esperarlo de laprca del Juez. Habr muerto l completamente en. ino por todos nosotros?

    63

  • III~o a los que ~mo (Ap3, 19).Aqu puede hablarse casie resurreCClOnesde muertos Lo que nos dd . que a a to-as nosotros es, con ~aunin del temor y de la espe-ranza, _tratar de arroJarnos ciegamente en los brazosdel Seor, que nos conoce y nos ama.

    Alos vivos y a los muertos. Los primeros cristia-nos haban esperado presenciar poco antes de sumuerte el juicio final, al menos parcialmente. Pablolo dice as expresamente en sus primeros tiempos(1 Tes 4, 17). Nosotros, que vivimos en poca ya tantarda, no sabemos si cuando llegue el Juez, junto alos innumerables muertos, habr todava personas vi-vas que no necesiten morir para ir al juicio; es proba-ble que nadie llegue a la vida en Dios sin pasar por lamuerte. El Apocalipsis describe el juicio final comoun juicio que se ha de celebrar sobre los muertos:Los muertos fueron juzgados segn sus obras ... elmar entreg los muertos que estaban en l, y la muer-te y la regin de los muertos entregaron a los muertosque estaban en ellos (20, 12s). Tendremos que consi-derar a

  • 8. Creo en el Espritu santo

    1

    Desde siempre, el mundo cristiano ha credo en elEspritu santo y en la divinidad del mismo. Las pala-bras acerca del Espritu, en el discurso de despedidae Jess, nos dicen ya cosas profundsimas acerca de~1.y en los sinpticos vemos que el Espritu de Dios(Mt 12, 28) es enviado desde el cielo sobre Jess (Mc1, 10), quien bautizar con el Espritu santo y con1'11 go (Le 3, 16). El Espritu del Padre inspirar a losI .stigos de Cristo que tengan que comparecer en jui iMt 10, 20). La frmula trinitaria del bautismo (MIH,19) excluye toda duda para la fe y la litur ia el 1,

    If 1\ ia primitiva.Ahora bien, la teologa, debido a la J"i. i

    IIIVO que recuperar conscientement UIl'd inidad del Espritu santo. Prim l' 11I Iti 'spus de l Basilio, en sus t.'. 1'I I 11t 111 Y que abrieron nuevos d III I

    1I11 el mente como Dios al E I fI II t 111 de su divinidad h, 11 1"

  • Espritu en el mundo que slo se podan entender enrazn de su divinidad. Y propusieron tales argumen-tos a la fe de la Iglesia. Poco despus se formul ladefinicin en el concilio primero de Constantinopla,siendo reconocida definitivamente su autoridad por elconcilio de Calcedonia.Lo ms misterioso que hay en Dios -oyes su ru-

    mor, pero no sabes ni de dnde viene ni a dnde va(Jn 3, 8)- puedes, s, definirlo como existente median-te un enunciado, pero nunca podrs encerrarlo en con-ceptos rgidos. Es significativo que, acerca de estemisterio, no cesaron nunca las controversias entre laIglesia de Oriente y la de Occidente.

    II

    Que el Espritu santo es Dios, lo dice en latn labrevsima preposicin in (vCredc in Spiriturn), estoes: Me confo con fe al misterio santo y santificadodel Espritu. Con toda seguridad, no es un poder irnpersonal, porque en Dios no puede haber nada as!Sino que me confo a un alguien incomprensible, ques otro distinto del Padre y del Hijo (ln 14, 16), y cuypeculiaridad ser actuar internamente, con libertadivina, dentro del espritu libre del hombre, y de.lar ante l, a pesar de nuestras limitaciones, las piefundidades de Dios, sondeadas nicamente por el JIpritu: Nosotros hemos recibido el Espritu que . tiDios, para que conozcamos lo que Dios nos ha el 11111

    68

    gratuitamente (1 Cor 2, 12). A l tenemos que abrir-nos nosotros: a l, que es lo ms tierno, lo ms admi-rable, lo ms precioso que hay en Dios, sin rechazarlo,sin pretender saberlo todo mejor que l, sin endureci-miento, para recibir de l la iniciacin en el misteriode que Dios es amor. No nos imaginemos que eso yalo sabemos por nosotros mismos! En esto consiste elamor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sinoen que l nos am a nosotros, y envi a su Hijo paraser el sacrificio expiatorio por nuestros pecados (1Jn 4, 10). El Espritu es el nico que nos ensea estecambio de perspectivas. Por el Espritu llegaremos aaprender realmente lo que es el amor, segn lo con-templa ese Espritu.

    III

    A este que, de manera incomprensible, rige libre-mente en Dios, lo llamamos Pneuma: soplo o viento obramido tempestuoso (como en Pentecosts); el R 'SIl-citado sopla el Espritu sobre sus discpulos. Y, pOI'SO, a su procedencia en Dios, la llamamos (a raltn dIun trmino mejor) espiracin. Algo que pr edi- d - 1ms ntimo de Dios, ya que se dice d I 1'111 1111 elqll', al morir, entreg su pneuma. Y lo 111 1111 Id' Dios no es el amor? Por tanto, no (', ti'l. pfritu all donde eso ms ntimo Sil! l'eIra ante una espinosa cuestin: l11I I "II't ,II_\ orno ha enseado de man ra f 111 II t ", I

    J

  • I'1

    ga occidental- que la generacin del Hijo es un actode conocimiento (porque los hombres tienen siempreprimero que conocer, antes de poder amar) y que sloposteriormente la relacin mutua entre el Padre y elHijo lleg a ser una relacin tal de amor, que hizo queprocediera el Espritu? No es la entrega primordialdel Padre, siempre, amor que se comunica, que entre-ga todo 10 propio? De tal manera que el Espritu,como los ortodoxos mantienen tenazmente, procededel Padre, lo mismo que el Hijo? El pensamiento occi-dental ha concedido siempre, desde Agustn, que elEspritu procede principaliter del Padre, trminoque podra traducirse por principalmente, origi-nalmente. Pero como el Padre trasmite al Hijo todoel poder de la divinidad, es igualmente cierto que alPadre -como regalo de ste- el Hijo le devuelve conel mismo poder el Espritu de amor recibido. Si des- 11cartamos de la vida divina todo antes y despus .,temporal, sera posible reconciliar la visin orientalcon la visin occidental: Si el Padre engendra al Hijoen amor, no hay ni un solo instante en que el Hijo nose dejara engendrar en el mismo amor y respondieraen el Espritu santo a ese mismo amor, de tal suerteque el Espritu santo ardera siempre como llama deamor entre ambos, como origen de amor y como resul-tado de amor al mismo tiempo. -Sera un desatino'querer llevar a Dios la diferencia de sexos, y ver en IEspritu lo femenino, el seno en el que se engendra.La diferencia que hay en las criaturas (diferencia qu entre los seres humanos, no agota ni mucho menn

    70

    t~do el amor) procede del plan del Dios trino y uno.SI queremos seguir adelante, entonces lo femenino ha-bra que buscarlo ms bien en el Hijo, que -al morir-hizo que brotara de s la Iglesia; que, en toda su exis-tencia terrena, se dej guiar y fecundar por el Pa-dre, pero de tal manera que l, como varn, represen-ta al mismo tiempo la potencia generadora de Dios enel mundo. Y como el Hijo procede del Padre los dis-tintos sexos existen supremamente en l de' manerasupraesenciaI; por eso, en la Antigua Alianza, a suamor se le atribuyen tambin propiedades femeninas.Pero, en ltimo trmino, la diferencia intramundanacorresponde enteramente a la imagen y semejanzade un Dios que, incluso en su amor, es ms deseme-jante que semejante en relacin con todo lo creado(concilio IV de Letrn).

    7/

  • 9. Creo en la Santa Iglesia Catlica,la comunin de los santos

    I

    La confesin de fe en el Padre, el Hijo y el Espritu'ha terminado. Lo que sigue ahora es una confesin defe en la obra salvfica de las tres divinas personas. Poreso, el texto latino matiza esto omitiendo en esta partela preposicin latina in, y que en el texto estudiadohasta ahora significaba algo as como me abandonocon fe en el Padre, en el Hijo y en el Espritu santo.Ahora lo que confesamos es lo que ese Dios ha h h(graciosamente por nosotros. Aceptamos con f su ohl I, alvfica.El primer regalo divino es la Iglesia. l' d 1 JlOI

    I uesto que existe la Iglesia y que es onocklu Ividuo creyente, que dice creo (no '\ I "hace dentro de esa comunidad anta. r 11 IlOS, permanece en muchas ea. ns '"1 11I tI'S obra del Dios trino y uno. /ll'''''lit! ha sido llamada fu ra I l"uramento fue la el j 111 " I I I

  • santo y sacerdotal, cuya flor ms excelsa fue la Ma-dre del Hijo encarnado, el cual entreg esa Madre,cuando ella estaba al pie de la cruz, a su nuevo Israelde Dios (Gl 6, 16) para que fuera su prototipo; elEspritu de Pentencosts consuma la obra y confiere.alos miembros de la comunidad el encargo de cumpliren todo el mundo la misin de Cristo. La Iglesia, quepermanece enraizada en Israel, que por medio de laeucarista del Hijo es elevada a la condicin de su es-posa fsica, y que por el Espritu se convierte en dignarespuesta, es plenamente una formacin del Dios trinoy uno que consuma la creacin.

    II

    Santa es la Iglesia por hallarse santificada porel Espritu, el cual -como vemos por el segundo art-culo del credo- descendi sobre la Virgen inmacula-da, razn por la cual se puede decir principalm.entque la Iglesia es inmaculada (Ef 5,27). La Iglesia ecatlica, porque ella, que encierra en s el misteride toda la verdad viva de Dios, est llamada por 1;misin a todo el mundo a comunicar esa verdadtoda criatura. La Iglesia no es, ni mucho menos, uenclave santo dentro de un mundo profano e impk ,sino que es el movimiento dispuesto por Dios paramunicar a todos los pueblos (Mt 28, 18-20) la salin perfecta -el regalo de Dios que podemos re ilnosotros- en el Espritu y el destino de Jesucristo,

    74

    su omnmodo poder (vse me ha dado autoridad ple-na) y en su presencia (

  • contemplamos el insondable misterio de q.u~,p~estoque Jess muri por todos, nadie debe VIVIrni n:o-rir va nara s solo (2 Cor 5, 14s), sino que -con desin-ters de amor- todo 10 bueno que uno tiene, les per-tence a todos, con 10 que surge un metabolismo infini-to y una infinita circulacin sangunea entre t~dos losmiembros del cuerpo eclesial de Cristo. Y preCIsamen-te aquellos miembros que de manera insigne se desig-nan como santos, son como cmaras de tesoros,abiertas y accesibles para todos; son como manantia-les que fluyen, y en los que todos pueden beber.. Nohay nada en la comunidad de los santos que sea priva-do aunoue todo es oersonal. Ahora bien, personasen 'sentido cristiano ~onprecisamente aquellas que, enseguimiento de la persona humano-divina de Jes~,no viven ya para s y tampoco mueren ya para SI.Aou es donde se ve de veras, en su esencia supre-

    ma, la misin catlica y misionera de la Ecclesia ea-tholica: ella anticipa ya, en la oracin, la entrega, elsacrificio y el morir por los hermanos, lo que les apor-ta en la labor misionera exterior. Prueba de ello: lapequea Teresa del Nio Jess es la patrona de todaslas misiones.

    76

    10. El perdn de los pecados

    1

    Por un lado, este artculo de fe no nos parece espe-cialmente importante, porque difcilmente tendremosuna idea de lo que significa propiamente el pecado.Hay tantas injusticias en el mundo: injusticias perso-nales y sociales! Qu cambia en todo ello el per-dn? Por otro lado, nos parece que este artculoscasi incomprensible: Cmo se va a borrar un d lito,una fechora, cual si nunca hubiese existido? fI J'( mlsin de las penas, en las relaciones entre lo. hOlllh'l ,sera comprensible jurdicamente. Pero csn l'll 1111 Icin de toda culpa -tal como se la irna in 111 ' 11 111mente los cristianos, con ocasin d -1buurl 111 I /onfesin-: eso, cmo lo pued uno 1I1II1H'fllll,''''''Pero es realmente tan dif' il ti' IIII/' IUIII"

    madre no puede perdonar a 11 h Imalo, de forma que 10 su -,-dldll hpara ambos y caiga 11 e-l 111puede ocurrir tambin " 11 1 IItI se reconcilian? 1.I 111111 I I I

  • Perdonar, se lo puedo perdonar. Pero no lo olvidarnunca, es una manera estpida de hablar, porque de-muestra que el perdn no ha sido completo.El perdn humano que nosotros comprendemos,

    va indisolublemente unido en el Padrenuestro connuestra esperanza y peticin de que Dios borre tam-bin de su archivo nuestras culpas. Sin embargo, lno puede remitir nuestras culpas, si nosotros nos ne-gamos tambin a perdonar, y por tanto nos hacemosincapaces de recibir el perdn divino.El perdn de los pecados es, de nuevo, una obra

    trinitaria de Dios. [Padre, perdnales!, dice el Hijoen la cruz. Y el Padre perdona, porque ve hasta qupunto el Hijo perdona a sus deudores, y ambos conce-den graciosamente al pecador el Espritu de santidad,para que entre en ese corazn de hielo y lo derrita y elamor comience a bullir en l.

    II

    Aqu se piensa ante todo en el bautismo, en esbautismo al que se someti Jess mismo en el Jordn,y con ocasin del cual descendi sobre l el Espri tusanto. Desde entonces, el bautismo sigue surtiendo suefectos para el perdn de los pecados, como confi .el Credo niceno. No de manera automtica, pero tampoco simplemente en virtud del arrepentimiento y dla voluntad de quien lo recibe de comenzar una vidnueva en fe, esperanza y amor, sino de forma qu , lit

    78

    esa conversin, sin esa entrega de s mismo a Dios, elsacramento instituido por Jess no es eficaz. Porqueas ocurre en todos los sacramentos -ya menciona-mos la eucarista, y la confesin es algo as como queel bautismo vuelva a hacerse eficaz-: son actos queDios realiza en el hombre, cuando ste se abre a ellosy se confa a ellos con fe. Cuando el hombre cree en elmilagro, ste se le aplica segn el orden establecidopor Cristo y por la Iglesia. Y siempre a cada uno delos creyentes. No se puede bautizar a una nacin; nose puede absolver a una nacin; sino que, aunque es-tn muchos reunidos, se bautiza y se absuelve siemprea una persona determinada, a esa persona que -comola mujer que padeca flujo de sangre- toca la vestidu-ra de Cristo. En la Antigua Alianza, el pueblo era elsocio del pacto; se apartaba de Dios; clamaba a l enla necesidad; y Dios le volva a conceder su gracia y lellevaba de nuevo junto a l. Ya no sucede nada pare i-do, porque ahora Dios se encuentra individual m 'n!t'con el hombre. Qu quieres? [Seor. qu yo l""[Sirnn], me amas? [T sabes que te amo!tonces, apacienta mis ovejas!. Entre ell s Ipotestad, concedida en Pascua, para pcrd non la autoridad de Cristo. Es impo Ihlpudiera decir a otro: te perdono tu holtll~II,III.,t irio, tu apostasa. Aunqu ) 1 Iti s administren el bautismcha e nicamente porqu hloridad para atar y I I

  • nI

    Y, no obstante, sin cuestionar lo que acabamos dedecir, perdonar las culpas es algo que se exige a todocreyente. Tan slo despus de la reconciliacin mutua,est permitido a los cristianos el culto divino (Mt 5,23s; Me 11,25). Por medio del acto expiatorio de Cris-to, quera Dios Padre que aconteciera su reconcilia-cin con el mundo, y de tal modo que l purificaraintratrinitariamente (entre l y el Hijo amante en elEspritu que participa en ambos) el momento de justi-cia (ese momento que se halla presente en todo amor).Por eso, Dios quiere tambin que, entre creyentes, elofendido tome la iniciativa para la reconciliacin (e Situ hermano tiene algo contra ti, ve y reconcliate).Tan slo en cuanto reconciliados, somos miembros deCristo. Por eso, el Apstol exige que el que se sientafuerte, ayude a sobrellevar las flaquezas de los dbi-les (Rom 15, 1), sabiendo que Dios -tal vez- soportapeor nuestro sentimiento de superioridad que los ye-rros de los dbiles.Como cristianos, no vivimos ya simplemente unos

    junto a otros. Sino que, como estamos incorporado uCristo, estamos tambin incorporados unos a otros,no slo con un pequeo grupo, no slo con una comunidad o con la Iglesia, sino con todos aquellos parquienes Cristo se entreg como expiacin para el Pc"1dn de los pecados. Nadie queda exceptuado de lhPor eso, en el vocabulario del cristiano no exist 1palabra enemigo.

    80

    11. La resurreccin de la carne

    I

    Los puristas han suprimido del credo la palabracarne, porque no les pareca suficientemente decen-te, con el resultado de que, entonces, en este credo sehabla cuatro veces de los muertos, y una quinta vez,de los difuntos. Claro que esa muerte, como vimos,fue el acto supremo de la vida y del amor y, con ello,la victoria sobre la regin de los muertos, la victoriaen favor del hombre corporal destinado a la vida 1('1'nao Un alma descarnada no es un ser humano, 1,reencarnacin no nos podra redimir jams el' 11111arrojados a la muerte. Ahora bien, esa per lIIl' 1abellada, si se tiene en cuenta la corrup -1 111 Ipulcro, esa esperanza que contradi c,' I lo Iza, se halla ntimamente relaci nud I 11r surreccin de Cristo, sin la u 111'1\nza cristiana (1 Cor 15, 14),mis pies, que soy yo rnismo. 1,1111 spritu no tiene arn 111 Iu-ngo (Le 24, 39). II 11 lo

  • mortales ese milagro, es una pregunta sobre la que esocioso especular; cmo han de sucederse los aconteci-mientos en el supertiempo despus de la muerte, esalgo que nicamente Dios conoce. y sobre el cmo,Pablo es capaz nicamente de balbucear valindosede imgenes y parbolas (1 Cor 15, 35ss).Nos basta con tener el testimonio: en las historias

    de Pascua se aparece el Seor corporalmente, pero sinestar sujeto ya a las leyes de nuestro tiempo y de nues-tro espacio, sin estar ya a merced de su aparienciafsica. No, sino libre, dndose a conocer cuando le pa-rece. Nuestra confesin de fe en la resurr;ecin de lacarne se halla ntimamente relacionada con el hilo deeste testimonio; pero ese hilo es una maroma fortsi-ma: nada pudieron inventar menos los hombres, queesos relatos; la incredulidad de los discpulos sobrelas habladuras de las mujeres que pretendan ha-ber visto al Seor (Le 24, 11), es algo completamentenormal, y el final de Marcos -un final bien realista-habla de la triple reprensin que Jess dirigi a losdiscpulos porque no haban credo a quienes le ha-ban visto despus de la resurreccin (Mc 16, 14).

    II

    Es esencial que Jess muestre sus llagas: las manos, los pies, y en Juan (para el incrdulo Toms) tambin el costado. Yeso no lo hace simplemente, ni mucho menos, para su identificacin (los discpulos d

    82

    Emas le reconocen de otra manera; por el partir elpan), sino para demostrar que todo padecimiento te-rreno ha quedado glorificado y transpuesto avidaeterna luminosa. Ningn sufrimiento fue tan profun-do, y ninguno tuvo un sentido tan definitivo, como lacruz del Seor: es algo que no puede ya considerarsecomo simplemente pasado, como superado ya y entre-gado meramente al recuerdo: el dolor como tal, tododolor humano, todo el sufrimiento del mundo apareceaqu en su sentido que ha de durar permanentemente.Cmo esa transmutacin se realiza de manera eterna-mente vlida, lo vemos muy bien por el misterio de laeucarista: Esto es el cliz ..., mi sangre, que se derra-ma por vosotros y por los que son muchos, para remi-sin de los pecados. Propiamente se dice se derra-mar (effundetur), en futuro. Pero esa accin de de-rramarse tiene lugar en una sola vez: en u~ entoncesque es ahora y que es toda la eternidad; ocurri enton-ces en una especie de atemporalidad, fsica y sangrien-tamente: un suceso que, por su contenido interno, per-manece tambin como insuperable, como algo que nopasa, en la glorificacin de la vida eterna.

    [Qu esperanza para todos los que sufren en la tie-rra, y que en la mayora de los casos no pueden verentido alguno en su sufrimiento! Ese sufrimiento estublimado en Dios; es fecundo en Dios, de maneramisteriosa. Y los cristianos pensamos a menudo que'11 el sufrimiento ms cruel, en el sufrimiento terrena-111 nte incomprensible -Auschwitz- presentimos unami teriosa cercana que lo aproxima al absurdo y a la

    83

    j

  • 111

    necesidad oculta de la cruz de Cristo. Toda ladad de la historia universal no llega jams a 1fue en el Glgota el abandono de Dios por partDios, pero queda asumido en ese abandono.

    11' idor: el Hijo ha redimido por medio de su cruz lah I \ creacin; el Espritu santo la ha santificado. Este11' mundo bastar para Dios en la eternidad; y a11 otros, a quienes l ha creado, redimido, santifica-111, 11 S bastar ese Dios.

    Pero demos un paso ms. La Escritura habla Inuevo cielo y una nueva tierra" (Ap 21, 1). Perono sern una creacin distinta, una segunda rsino la trasformacin -obrada por Dios- de suy sola creacin. No slo resucitar el hombre, Ialgo as como el resultado, la suma del mundocreacin, sino que tambin ese mundo, que S 11supuesto, en cierto sentido su rbol genealgi 'O,'desde dentro hacia la consumacin. La Carta. Imanos lo dice expresamente: la creacin enrerdolores de parto, suspira y anhela la redencin, Iliberarse de la servidumbre de la corrupcin h Ifutilidad" y caducidad, y tiene para ello l. ,puesta en la gloriosa libertad de los hijo dque poseen ya las primicias, el Espritu. "partir del hombre comienza la resurreccin yconsigo la resurreccin del mundo. Se tratamente de la redencin de nuestro cuerpo (23); la materialidad de la naturaleza no s volen el espritu, sino que recibir una forma 11 ,escape ya a la corrupcin. Dios crea ni "solo mundo. El hombre ech a perder l.

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  • 12. Y la vida eterna.Amn

    1

    Creemos en la vida eterna, sin sospechar lo que esavida ha de ser. Muchos estn tan cansados de estavida perecedera, estn tan hastiados de ella, que nodesean ms que una cosa: dormir, hundirse, no tenerya que vivir. Las grandes religiones nos prometen que,si seguimos sus instrucciones, prodramos liberarnosdel tener que vivir. La naturaleza, en su desarrollo in-finitamente lento, tiene -evidentemente- un impulsoy una sed de vida cada vez ms altamente organizada.Pero, al llegar a la cumbre de la conciencia, en la queya no hay nada ms a lo que se pueda aspirar, el im-pulso cambia de sentido y se convierte en impulso ha-cia la muerte. Todos los esfuerzos no han valido lapena!y ahora la vida eterna es lo supremo y ms elevado

    que la fe cristiana puede esperar. Yo soy la resurrec-cin y la vida. Yo soy el camino y la verdad y lavida. El que cree en m, aunque haya muerto, vivi-r. El ser, la conciencia, el ser persona, es un valor

    87

    ~~,~~~

  • ,"

    al que pueda aspirarse eternamente? S, en el supues-to de que la palabra eterno la entendemos comodivino. Porque en Dios el ser persona significa en-trega, amor, fecundidad, y nicamente as es Diosvida eterna: como el que se halla eternamente en elacontecimiento de donarse a s mismo y de ser dona-do, de llenar de felicidad y de ser lleno de felicidad.Lo contrario puramente del aburrimiento de un serpara s, de un ser sin salida alguna. No, la vida eternaes ser esencialmente sobre s, con todas las sorpresasy aventuras que tal viaje de salida promete. Lo nicoque hace falta es suprimir de nuestra mente todo lotemporal: esa temporalidad que hace que todo cami-no llegue indefectiblemente a una meta. Y, una vezllegados a la meta, qu? En lo Eterno la partida essiempre ahora: ahora engendro un Dios que es miHijo; ahora experimento el indecible milagro de s rgenerado por el Padre y deberme a l; ahora pul.junto nuestro Amor y hace que proceda -oh milaginesperado!- el Espritu comn del Amor, como uttercero, como Fruto y Testigo y eterno desencadenute de nuestro Amor. Y como este ahora es enteram litsuceso, lo contrario de una paralizacin, es lo qu 01gina ms tensin e inters de lo que hay, as comola tierra hay eclosiones del amor, aun antes d 111ese amor se haya convertido en conocimiento, h \11tuacin y quizs fastidio. La resurreccin y la v ticomo resurreccin, significa un cambio mostruo 0,cambio del vaco a la plenitud, una singular! huuy ahora: tal es la vida eterna.

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    II

    Aquel que puede penetrar en esa vida de Dios, sa-liendo de la propia vida estrecha y acabada, a ese talle ocurre como si se le abrieran espacios inmensos,sensacionales. Espacios en los que uno puede precipi-tarse con la ms perfecta libertad; yesos espacios son,ellos mismos, libertades que seducen, acogen y danrespuesta a nuestro amor. Quin puede instar acabajo sobre el fondo de otra libertad distinta? Impo-sible! Y, as, en la comunin de los santos, se van acre-centando hasta lo incontable. La vida en Dios se con-vierte en el milagro absoluto. Nada est dado de ma-nera definitiva; el acto del don se desarrolla sin lmi-tes. Por eso, los seres celestiales 'estn incesantementedispuestos a ayudar a la necesidad terrena, indudable-mente con dones eternos, quizs tambin con donestemporales, para inflamar de nuevo el valor para aspi-rar, a pesar de todo, a la vida eterna, y para darnos elgusto anticipado de lo que n~s aguarda. Y cuando te-n mos que sufrir, se abren en nosotros pozos ms pro-fundos de los que nosotros pensbamos abrir; hondu-r que luego, en la vida eterna, se convierten en alji-b 's de mayor felicidad, en manantiales ms abundan-I .s. Manantiales que brotan espontneament , silll'OS to alguno , porque en la vida eterna todo SI' 11 1.\ .xpresin de balde, sin pagar, 11 .nn lod \ 1\IIlbl ,cuandosetratadelosdonesd hjo (J ,1,1/,l'l) 51, 25; Mt 10,8; Ap 21, 6; 22,17). Lo 111 I I

    1, 'S ncia ms ntima del am r Iivluu, 1" 1111 111I