Meditacion.

1
"Cuando el desierto egipcio era la morada de aquellos santos varones conocidos como los “Padres del Desierto”, una mujer que padecía un cáncer de mama acudió a buscar a uno de ellos, un tal Abad Lon- ginos, que tenía fama de santo y de taumaturgo. Y estando la mujer paseando junto al mar, se encon- tró con Longinos en persona, que estaba recogiendo leña. Y ella, que no le conocía, le dijo: “Santo pa- dre, ¿podría usted decirme dónde vive el siervo de Dios Longinos?”. Y Longinos le replicó: “¿Para qué buscas a ese viejo farsante? No vayas a verlo, porque lo único que te hará será daño. ¿Qué es lo que te ocurre?”. Ella le contó lo que le sucedía y, acto seguido, él le dio su bendición y la despidió diciendo: “Ahora vete, y ten la seguridad de que Dios te devolverá la salud. Longinos no te habría sido de ningu- na ulidad”. La mujer se marchó, confiando en que había quedado curada -como así sucedió, antes de que transcurriera un mes-, y murió muchos años más tarde, completamente ignorante de que había si- do Longinos quien la había curado." Anthony De Mello-La oración de la rana No reces sólo en las formas exteriores. Deberás dirigir tu intelecto al conocimiento de tu oración espiritual, con gran temor...No des forma a la divinidad en mismo cuando oras, ni permitas que tu mente reciba la impresión de una forma cualesquiera. Acércate inmaterial- mente a lo inmaterial, y comprenderás. Guárdate de los lazos de los adversarios, ya que su- cede que cuando tú rezas con pureza y sin turbación se presenta ante una forma descono- cida y extraña, para inducirte a la presunción de localizar en ella a la divinidad, y te convence de que la divinidad es eso que te ha sido revelado imprevistamente. Sin embargo, la divini- dad no ene forma...Permanece firme en tu lugar de custodia, custodiando tu intelecto de los pensamientos en el empo de la oración, para que se atenga a lo que le fue pedido y se mantenga fijo en la tranquilidad que le es propia. Así, Aquel que se compadece de los igno- rantes, te visitará también, y recibirás el don gloriosísimo de la oración...No desees ver ni los ángeles, ni las potencias, ni a Cristo en forma sensible, para no perder completamente tu jui- cio, recibiendo al lobo en lugar del pastor o postrándote ante los demonios enemigos. La vanagloria es el principio de la ilusión del intelecto, porque es ella la que empuja al intelecto a tratar de circunscribir a la divinidad en formas o figuras. Te diré lo que pienso, cosa que ya he transmido a los más jóvenes: bendito el intelecto que en el empo de oración ha adquirido una perfecta ausencia de for- mas. Bendito sea el intelecto que, orando sin distracciones, adquiere un creciente deseo de Dios. Bendito sea el intelecto que, en empo de oración, se torna inmaterial y se desnuda de to- do. Bendito sea el intelecto que, estando en empo de oración, ha adquirido una perfecta insen- sibilidad. Bendito el crisano que, después de Dios, considera a todos los hombres como a Dios. Bendito el crisano que considera como cosa propia y con alegría plena, la salvación y el pro- greso de todos. Nilo el Asceta-La Filocalia

Transcript of Meditacion.

Page 1: Meditacion.

"Cuando el desierto egipcio era la morada de aquellos santos varones conocidos como los “Padres del Desierto”, una mujer que padecía un cáncer de mama acudió a buscar a uno de ellos, un tal Abad Lon-ginos, que tenía fama de santo y de taumaturgo. Y estando la mujer paseando junto al mar, se encon-tró con Longinos en persona, que estaba recogiendo leña. Y ella, que no le conocía, le dijo: “Santo pa-dre, ¿podría usted decirme dónde vive el siervo de Dios Longinos?”. Y Longinos le replicó: “¿Para qué buscas a ese viejo farsante? No vayas a verlo, porque lo único que te hará será daño. ¿Qué es lo que te ocurre?”. Ella le contó lo que le sucedía y, acto seguido, él le dio su bendición y la despidió diciendo: “Ahora vete, y ten la seguridad de que Dios te devolverá la salud. Longinos no te habría sido de ningu-na utilidad”. La mujer se marchó, confiando en que había quedado curada -como así sucedió, antes de que transcurriera un mes-, y murió muchos años más tarde, completamente ignorante de que había si-do Longinos quien la había curado."

Anthony De Mello-La oración de la rana

“No reces sólo en las formas exteriores. Deberás dirigir tu intelecto al conocimiento de tu oración espiritual, con gran temor...No des forma a la divinidad en ti mismo cuando oras, ni permitas que tu mente reciba la impresión de una forma cualesquiera. Acércate inmaterial-mente a lo inmaterial, y comprenderás. Guárdate de los lazos de los adversarios, ya que su-cede que cuando tú rezas con pureza y sin turbación se presenta ante ti una forma descono-cida y extraña, para inducirte a la presunción de localizar en ella a la divinidad, y te convence de que la divinidad es eso que te ha sido revelado imprevistamente. Sin embargo, la divini-dad no tiene forma...Permanece firme en tu lugar de custodia, custodiando tu intelecto de los pensamientos en el tiempo de la oración, para que se atenga a lo que le fue pedido y se mantenga fijo en la tranquilidad que le es propia. Así, Aquel que se compadece de los igno-rantes, te visitará también, y recibirás el don gloriosísimo de la oración...No desees ver ni los ángeles, ni las potencias, ni a Cristo en forma sensible, para no perder completamente tu jui-cio, recibiendo al lobo en lugar del pastor o postrándote ante los demonios enemigos. La vanagloria es el principio de la ilusión del intelecto, porque es ella la que empuja al intelecto a tratar de circunscribir a la divinidad en formas o figuras. Te diré lo que pienso, cosa que ya he transmitido a los más jóvenes:

bendito el intelecto que en el tiempo de oración ha adquirido una perfecta ausencia de for-mas.

Bendito sea el intelecto que, orando sin distracciones, adquiere un creciente deseo de Dios.

Bendito sea el intelecto que, en tiempo de oración, se torna inmaterial y se desnuda de to-do.

Bendito sea el intelecto que, estando en tiempo de oración, ha adquirido una perfecta insen-sibilidad.

Bendito el cristiano que, después de Dios, considera a todos los hombres como a Dios.

Bendito el cristiano que considera como cosa propia y con alegría plena, la salvación y el pro-greso de todos.

Nilo el Asceta-La Filocalia