Medios de comunicación en México: entre el autoritarismo de Estado y el autoritarismo de mercado

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    Revista Mexicana de Ciencias Políticas y

    Sociales

    ISSN: 0185-1918

    [email protected]

    Universidad Nacional Autónoma de México

    México

    Bravo, Jorge

    Medios de comunicación en México: entre el autoritarismo de Estado y el autoritarismo de mercado

    Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. L, núm. 204, septiembre-diciembre, 2008, pp.

    57-75

    Universidad Nacional Autónoma de México

    Distrito Federal, México

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=42112044005

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    Resumen

    Con base en la teoría autoritaria de la prensa de FredS. Siebert, el artículo analiza la actuación que desem- peñan los medios de comunicación de masas en losregímenes autoritarios. El modelo teórico se aplica alsistema de medios mexicano en donde las institucionesmediáticas han guardado una estrecha relación sim-biótica con el poder político y han sido un reflejo fielde las estructuras de poder autoritarias imperantes.

     Asimismo, se examina el impacto del libre mercado enel desempeño de los medios de comunicación y cómo pone en peligro la libertad de expresión, asimilándosea un autoritarismo de tipo tradicional.

    *  Agradezco a Alberto Dallal los atinados comentarios para la publicación de este artículo.** Universidad Nacional Autónoma de México, Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, Circuito Mario de la Cueva

    Ciudad Universitaria, col. Copilco Universidad, delegación Coyoacán, C. P. 01045, México, D.F.

     Medios de comunicación en México:

    entre el autoritarismo de Estado y el autoritarismo de mercado* 

     Jorge Bra

     Abstract

    Based on the authoritarian theory of the press by FS. Siebert, the article analyzes the performance realiby the communication mass media in authoritarregimes. Te theoretical model is applied to the systin the Mexican media where the media institutihave kept a close symbiotic relationship with the pu power and have been a loyal reflection of the structuof authoritarian power in function. Also, it analy

    the impact of the free market on the unemploymof the communication media and how it endangthe freedom of speech, whereby it is assimilated toauthoritarianism of a traditional type.

    Palabras clave: autoritarismo, medios de comunicación, teoría autoritaria de la prensa, libre mercado.

    v

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    Este artículo se propone analizar el sistema demedios de comunicación mexicano a travésde la teoría autoritaria de la prensa de Fred S.Siebert,1 misma que forma parte de las llamadas teoríasnormativas de los medios de comunicación las cuales procuran explicar “cómo deberían actuar los media ocómo se espera que actúen”.2 Por actuación se entiendela manera como los medios de comunicación desempe-

    ñan sus funciones básicas de información, educación yentretenimiento en una sociedad específica.La tesis principal de las teorías normativas plantea

    que los mass media “siempre toman la forma y la co-loración de las estructuras sociales y políticas dentrode las cuales actúan”.3 En este sentido, “los media sontanto un producto como un reflejo de la historia de susociedad, en cuya configuración han intervenido”.4 Ensuma, los sistemas de medios llevan la impronta delas estructuras de poder –político, económico, social ycultural– donde operan.

    Si bien esa teoría exhibe insuficiencias derivadas

    de su carga político-ideológica así como del lapsotranscurrido desde su publicación (la teoría se formuló

    en 1956),5 sus premisas aún resultan pertinentes panalizar y comprender la actuación de los medioscomunicación de masas en nuestro país, tanto la naturaleza y características propias del siste político mexicano durante la prolongada hegemodel régimen autoritario priísta como por la deficiecalidad de la democracia mexicana alcanzada traalternancia política en el año 2000.

    De esta manera, se hará notar que la actuacde la prensa, la radio y la televisión en México sonreflejo fiel de las estructuras de poder imperantes; ha predominado un autoritarismo de tipo tradiciohacia los mass media cuyo principal agente movilizaha sido el Estado y que el autoritarismo adopta matmodernos en los cuales la búsqueda de ganancias ecomicas propicia que los emporios mediáticos ponganriesgo la libertad de expresión que tanto dicen defen y, por lo tanto, esas empresas de comunicación ejersu propio autoritarismo no muy distinto de aquél durante tanto tiempo han practicado tradicionalme

    las instituciones del Estado.

    —¿Nos vamos con él, o contr

    —Eso ni se discute. Ponte al lado del gobie

     Juan Ru

    Introducción

    Qué es el autoritarismo

    El autoritarismo es un concepto perteneciente a laciencia política. No es una forma de gobierno; es, másbien, una forma de ejercer el poder –entendido éste enun sentido amplio– en determinado régimen político.No está ligado a los fines del poder sino a la manera

    como éste se ejerce. Cabalmente, el autoritarismo esexceso y un abuso de autoridad que aplasta a la liberEs una degeneración de la autoridad legítima, la c posee un sentido positivo y resulta indispensablecualquier régimen político.6 Se opone a la democra

    ***  Pedro Páramo , México, Fondo de Cultura Económica, 1955. N. E.  1  Fred S. Siebert et al., Four Teories of the Press : Te Authoritarian, Libertarian, Social Responsibility and Soviet CommuConcepts of What the Press Should Be and Do, Urbana, University of Illinois Press, 1956.

    2  Denis McQuail, Introducción a la teoría de la comunicación de masas , tercera edición revisada y ampliada, BarcelPaidós, 2000, p. 196.  3  F. S. Siebert y Teodore Peterson, res teorías de la prensa en el mundo capitalista, Buenos Aires, Ediciones de la F1956, p. 9.

    4  D. McQuail, op. cit ., p. 195.  5  Para una revisión y crítica de la teoría autoritaria de la prensa de Siebert, vid . ibid., pp. 204-215 y James Curran, Mede comunicación y poder en una sociedad democrática, Barcelona, Hacer, 2002, pp. 175-175.  6  Para entender el sentido de autoridad y diferenciarlo del autoritarismo, vid . Giovanni Sartori, eoría de la democra1. El debate contemporáneo, Madrid, Alianza Editorial, 2001, pp. 229-237.

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     porque restringe, coarta o supedita las l ibertades po-líticas esenciales del Estado de derecho democrático:la libertad de expresión, de prensa, de reunión, deasociación.

     Allí donde no se respetan, están limitadas o sonimperfectas las condiciones básicas de un régimendemocrático (sufragio universal adulto; elecciones re-gulares libres, competitivas y justas; sistema de partidos y medios de comunicación libres e independientes;7 yque las instituciones democráticas, los derechos y el proceso de toma de decisiones no estén restringidos nicondicionados por las elites no elegidas ni por poderesexternos8), entonces hablamos de autoritarismo.

    El politólogo español Juan Linz ha propuesto que losregímenes autoritarios son sistemas con un pluralismo

     político limitado y no responsable; sin una ideologíaelaborada y propositiva; sin una movilización políticaintensa o vasta (excepto en algunos momentos de sudesarrollo); y en los que un jefe (o tal vez un pequeñogrupo) ejerce el poder dentro de los límites que for-malmente están mal definidos pero que de hecho sonfácilmente previsibles.9

    Por su parte, Mario Stoppino plantea que los regí-menes autoritarios “surgen en sociedades que se carac-terizan por una modernización (política y económica)todavía muy débil y obstaculizada por graves estran-gulamientos sociales y tienden a reforzar y a hacer

    incisivo el poder político para superar las impasses  enla senda del desarrollo”.10 Dichos regímenes propicianel fortalecimiento del poder personal, la permanenciade fuerzas sociales conservadoras y tradicionales y elatraso general de la estructura social y de la cultura política de los ciudadanos.

    Es importante el planteamiento de Stoppino acercadel grado de desarrollo económico porque éste constitu- ye uno de los factores primordiales que propicia que losmedios de comunicación de masas se vean obligados,

    en determinado momento, a comprometer su indepdencia informativa. El escaso desarrollo económestá también estrechamente vinculado al gradoautoritarismo que alcance un gobierno determinadmás ‘duro’ o más ‘blando’, según la caracterizaciónGuillermo O’Donnell.11 Como sostiene Adam Jones: las sociedades de escasos recursos, el Estado-régimtiene el monopolio de los materiales y servicios espeles para el funcionamiento de los medios. En un sent positivo, será capaz de canalizar una amplia gamaincentivos y subsidios hacia las instituciones favordas: aquellas que no posee directamente.”12

    Los sistemas políticos autoritarios, insiste Stopno, “privilegian el aspecto del mando y menosprecde un modo más o menos radical el del consen

    concentrando el poder político en un hombre o ensolo órgano y restando valor a las instituciones repsentativas; de ahí la reducción a la mínima expresde la oposición y de la autonomía de los subsistem políticos y la anulación o la sustancial eliminacióncontenido de los procedimientos y de las instituciodestinadas a transmitir la autoridad política desdbase hasta lo alto”.13

    En suma, el autoritarismo propicia instituciocarentes de libertad o autonomía. Los rasgos definrios del autoritarismo antes mencionados nos permsuponer cuál es el papel que desempeñan los medio

    comunicación en un régimen político con esas cararísticas. En casos extremos, los regímenes dominantdominadores pueden llegar a emplear la violencia pamordazar, limitar la libertad de prensa y de expres y ejercer un control directo o velado sobre los mediocomunicación, sus propietarios y los periodistas.

     Así entendido, en un régimen autoritario un mede comunicación sigue en mayor o menor medid punto de vista de su dueño, ya sea el Estado o un  presario.

    7  Robert Dahl, La poliarquía. Participación y oposición, Madrid, ecnos, 1997, p. 15.  8  Phillip H. Schmitter y erry Lynn Karl, “What Democracy Is… and Is Not”, en Larry Diamond y Mark F. Plattner (edTe Global Resurgence of Democracy , Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1996, pp. 49-62 ( pp. 45-4 6).

    9  Juan J. Linz, otalitarian and Authoritarian Regimes , Londres, Lynne R ienner Publishers, 2000, p. 159.  10  Mario Stoppino, “Autoritarismo”, en Norberto Bobbio et al ., Diccionario de política, tomo I, trad. Raúl Crisafio, MéxBogotá, Siglo Veintiuno Editores, 1984, pp. 143-155 (p. 153).  11  Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter (eds.), ransiciones desde un gobierno autoritario 4. Conclusiones tentatsobre las democracias inciertas , Barcelona, Paidós, 1986, pp. 32-35.  12  Adam Jones, “Hacia un modelo comparativo del funcionamiento de la prensa”, en Política y Gobierno, vol. VIII, númsegundo semestre de 2001, pp. 443-493 (p. 446).  13  N. Bobbio et al., op. cit ., p. 143.

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    La teoría autoritaria de los medios de comunicación

    Según Siebert, la teoría autoritaria de la prensa es

    la más antigua y la más socorrida; ella “ha determinadoel molde de comunicación de masas para más gentedurante mayor cantidad de tiempo, que cualquier otrateoría sobre el control de la prensa”.14 Surgió a finalesdel Renacimiento, poco después de la invención de laimprenta hacia 1450. Las monarquías absolutistas deEuropa, el fascismo italiano, el nazismo y los gobiernosde América Latina, entre otros países subdesarrollados,fueron regímenes que aplicaron en todos sus postula-dos, y con todas sus consecuencias, la teoría autoritariade los medios de comunicación.

    La teoría autoritaria se diferencia tajantemente de

    las doctrinas libertarias sobre la libertad de prensa yde expresión. La base filosófica sobre la cual descansael “libre intercambio de ideas” –desde John Locke, JohnMilton y John Stuart Mill, entre otros pensadores libe-rales– es ajena a la doctrina autoritaria. La idea de quela prensa constituye un contrapeso al abuso del podergubernamental y se erige en un perro guardián de lalibertad de expresión, como sostiene el pensamientoliberal, no tiene sentido para el autoritarismo.

    La teoría autoritaria de Siebert plantea la existenciade una relación vertical-descendiente, de arriba haciaabajo, en el funcionamiento de la prensa y de los me-

    dios de comunicación de masas. Lo mismo se puededecir de los flujos de comunicación política, los cuales,según Richard Fagen, se relacionan directamente conun tipo de régimen político democrático, autoritarioo totalitario.15 En el caso del autoritarismo, el flujo decomunicación se produce a partir del grupo gobernantehacia los ciudadanos pero sin la posibilidad real de queestos últimos transmitan mensajes en el mismo sentido.Raúl rejo sostiene, por lo demás, que la comunicaciónde masas es autoritaria por antonomasia, pues en ellasólo unos cuantos individuos difunden mensajes paramuchos.16

    Para la filosofía autoritaria, los medios de comu-nicación de masas, como instituciones, deben estarcontrolados y subordinados en sus funciones y en su

    actuación al poder del Estado, a los intereses d

    Elite política y al gobierno en turno; no deben socala autoridad ni el orden establecido ni mucho meofender, criticar o poner en duda los valores mora y políticos dominantes.17  El argumento central dteoría es que la autoridad descansa en el Estado y “todos los factores que actúan dentro [de él] deben pmover los objetivos y las políticas” del mismo.18 Dicobjetivos están determinados por un gobernante o una cúpula. “La aplicación de la teoría autoritaria suestar diseñada para proteger al orden social establec y a sus instancias, poniendo límites a la libertad demedios de comunicación.”19

    Según el grado de autoritarismo imperante,gobiernos pueden contentarse con evitar que los mdios critiquen directamente a los dirigentes en tu y a sus proyectos. Cierta benevolencia de los polítiautoritarios permite, tolera, y por momentos propiuna divergencia general referente a los principios líticos sobre los cuales descansa el sistema, pero ntolera la tentativa abierta de echar abajo a las autdades. Las voces opositoras que pueden llegar a exien los regímenes autoritarios dependen en muccasos de la buena voluntad o de la indiferencia degobernantes.

    Para un profesor de periodismo de la UniversiEstatal de Moscú, Yassan Zassoursky, lo importa para la concepción autoritaria es su enfoque instmental. “Los medios de comunicación son considerauna herramienta, sea ésta un hacha, un látigo o incl‘promesas’ pero un instrumento al fin […] en manolos poderosos: los gobernantes casi siempre.”20 

    La teoría autoritaria justifica que los mediossometan a ciertos controles por parte del gobierno ydeben interferir en los fines esenciales de la sociedatravés del Estado a menos que decidan –por volun propia o por imposición del régimen– respaldar e

    mismos principios. En este sentido, los regímenestoritarios no contemplan un protagonismo excesivlos medios de comunicación. Como bien señala Sieb

    14  F. S. Siebert y . Peterson, op. cit., p. 17.15  N. Bobbio et al ., op. cit ., p. 263-268.16  Raúl rejo Delarbre, Poderes salvajes. Mediocracia sin contrapesos. México, Cal y Arena, 2005, p. 149.17  F. S. Siebert, “eoría autoritaria de la prensa”, en  F. S. Siebert y . Peterson , op. cit., pp. 28-35.18  Ibid ., p. 35.19  D. McQuail, op. cit ., p. 205.20  Citado en A. Jones, op. cit ., p. 446.

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    “Cuando el [dirigente de carácter] autoritario consideralas funciones de los medios de masas, ya ha determina-do sus propósitos básicos de gobierno. Inevitablemente,dichos propósitos controlan a la vez su actitud hacia losaspectos culturales y políticos de la comunicación.”21 

    Cabe mencionar que los gobiernos autoritariosmodernos (con excepción del fascismo italiano o el tota-litarismo alemán) y contemporáneos no se consideran así mismos autoritarios, antes al contrario. Una peculia-ridad del autoritarismo (en México y en cualquier otralatitud donde echa raíces) es que opera con bastantefrecuencia dentro de un marco formal democrático queniega, en el discurso político oficial, cualquier formade abuso del poder. Por lo general, en esos países lasconstituciones establecen una estructura democrática

    del régimen pero en la práctica el ejercicio del poder yel fundamento de las instituciones son de naturalezaautoritaria. En este sentido, no es extraño que losgobernantes exalten en cada oportunidad su respetoirrestricto a la libertad de expresión y de prensa. Así pues, el autoritarismo permite , como una de sus ma- yores ‘virtudes’, cierto juego político, aunque sea paraguardar las apariencias, es decir, concentra el poder pe-ro permite ciertas válvulas de escape para mantener elstatu quo y, a la vez, conseguir legitimidad que conservea la elite política en las posiciones de poder.

    Lo anterior no pasa desapercibido a Siebert, quien

    afirma: “con frecuencia las doctrinas libertarias resul-tan simplemente la fachada detrás de la cual los gobier-nos siguen prácticas autoritarias. [Estos regímenes]indican que la creencia en la libertad de expresión esuna convicción popular tan arraigada por todas partes,que los países poseedores de medios de informaciónsiempre afirman que tienen una prensa libre”.22

    En México, la celebración oficial de ese derecho político que es la libertad de expresión se celebrabacada 7 de junio desde 1951.23 Ese día, el presidente de

    la República se reunía con los periodistas y condueños de los diarios y revistas nacionales para renosu compromiso y el de su gobierno con la libertadexpresión. Cada año, la retórica y los discursos degobernantes se repetían al tiempo que los mecanismde presión y de censura cumplían con el cometidocoartar o limitar la libertad de expresión.

     Así pues, en los regímenes autoritarios se haceuso deliberado de los mass media como instrumentoservicio del poder político y de la dirigencia dominaEn ciertos casos, el Estado ha asumido el control dire–mediante nacionalización o creación ex profeso–algunas empresas de comunicación que le sirven co voceros oficiales, ya sea que se trate de publicacio periódicas o de estaciones de radio y/o televisión.24

    Históricamente, con mayor o menor intensidel Estado siempre ha participado activamente en proceso de comunicación de masas. Su retirada demisión directa de mensajes, sobre todo a través demedios electrónicos, es un fenómeno reciente con ben la filosofía neoliberal que defiende una particición mínima del Estado en una economía de mercautorregulado. Ese abandono de ciertas actividaque tradicionalmente había desempeñado el Esta vinculadas al control de los medios de comunicacde masas, en especial la radio y la televisión, ha ocanado, entre otras cosas, que el control sobre las tra

    misiones de los medios de comunicación haya pasde los gobiernos a los propietarios y/o concesiona privados de los conglomerados de comunicación.

    Con el surgimiento de la radiodifusión naciónecesidad de establecer quiénes tenían el derechla obligación de utilizar los medios electrónicoscompleja y costosa estructura de la radio y la telsión propició una ardua e histórica discusión sobremodelos a implementar: el monopolio de la propieestatal como en la mayor parte de Europa; la opc

    21

      F. S. Siebert y . Peterson, op. cit ., p. 27.22  Ibid ., p. 40.23  La entrega del Premio Nacional de Periodismo inició el 7 de junio de 1951 cuando editores de diarios y revistas org

    zaron, en el restaurante El Grillón de la ciudad de México, un banquete en honor del presidente Miguel Alemán Valdés pcelebrar el ejercicio de la libertad de expresión. Aun antes de ese demagógico reconocimiento, los discursos oficiales siemhabían exaltado la libertad de expresión cuando en la realidad periodística del país ocurría todo lo contrario. Desde el 2el mandatario en turno dejó de encabezar la ceremonia del Día de la Libertad de Expresión. Ahora, la entrega del PreNacional de Periodismo es organizada por un comité ciudadano independiente del presidente y del gobierno en turno.

    24  Es importante aclarar que en un sistema político democrático, la existencia de medios de comunicación públicosnecesariamente implica un control autoritario sobre los mismos y la información que socializan. Si bien no es una regeneralizada, en ocasiones los medios públicos gozan de una mayor autonomía con respecto al poder político en compción con los mass media privados. anto la programación habitual como los contenidos informativos pueden llegar a sea menudo lo son, de mayor calidad e independencia.

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    semi-independiente como el sistema de la British Broad-casting Corporation () del Reino Unido, basadoen una sociedad pública; o bien el modelo comercialestadounidense, autónomo del control gubernamentaldirecto pero sujeto a la vigilancia legal del Estado.

    En todos los casos el autoritarismo ha sabido darrespuestas flexibles para ejercer un control directo o velado sobre los medios de comunicación. Una primera política de Estado ha sido la reglamentación sobre laradio y la televisión (inicialmente de la prensa), sobretodo por la penetración que tienen esos medios en la población y porque la transmisión de contenidos norestringe su alcance a un límite territorial, sino quelo excede. La misma naturaleza de los medios elec-trónicos propicia la intervención del Estado porque la

    transmisión de mensajes requiere el empleo de ondaselectromagnéticas cuya oferta es limitada y requierede la autorización del Estado. En países como México,donde el espectro radioeléctrico es propiedad de la na-ción, el otorgamiento de permisos y concesiones paraoperar estaciones de radio y/o televisión siempre hasido una facultad discrecional del Ejecutivo. A travésde ella, los gobernantes priístas supieron y lograronsubordinar durante décadas a los concesionarios de laradiodifusión.

     Ya sea que se trate de la propiedad estatal o delmodelo empresarial, los gobiernos autoritarios siempre

    han puesto en práctica una serie de sutiles mecanismosde presión y de censura para someter a los medios, asus propietarios y a los periodistas, con el fin de querespalden, o por lo menos no critiquen acremente, las políticas del régimen o los intereses del gobierno enturno y ayuden, en cambio, a fomentar los objetivosculturales y políticos de la autoridad. Siebert sostieneque el problema más importante en la mayoría de lossistemas autoritarios era establecer restricciones y con-troles efectivos sobre los medios dirigidos por particu-lares. “Las naciones occidentales ensayaron numerososmétodos con grados variables de éxito y puede decirse

    que ningún método único de control tuvo éxito duranteun periodo prolongado de tiempo.”25 

    De esta manera, uno de los métodos para aseguun trato favorable a las políticas de los gobiernos auttarios ha sido el otorgamiento de licencias, permisosconcesiones en el caso de la radiodifusión. La censha sido otro mecanismo. “Estos métodos indirectocontrol sobre los medios de comunicación de matienen la ventaja de aquietar los ataques provenientefuentes libertarias, ya que por lo general resulta di–si no imposible– rastrear la fuente de corrupción”simplemente los mecanismos se hallan bajo una somlegal que los ‘justifica’ y ‘legitima’.

    Como ya se mencionó, los periodistas y los empsarios de las instituciones mediáticas están igualmte subordinados a las estructuras de poder polítimperantes y carecen de una auténtica independen

    informativa. “La teoría autoritaria justifica la cens previa [destinada a ocultar los hechos que pudieherir a quienes detentan el poder] y el castigo por d viación de las orientaciones externas, cuya aplicacmás probable se hallará en el campo de la política ocualquier otro de claras implicaciones ideológicas.

    Un aspecto que Siebert incorpora a la teoría auritaria es un importante matiz que ‘exonera’ al Est(mandatarios, gobiernos y partidos) como el único ctrolador autoritario de los medios de comunicaciónbien los dirigentes políticos, los gobiernos y los partino han cesado en su empeño, cada día más compl

    do, de controlar a los medios, la tendencia actuaque un puñado de poderosos empresarios asumamismo control de las empresas de comunicación base en sus intereses económicos. De tal manera estar a salvo de la injerencia del Estado ya no resusuficiente para garantizar a los seres humanos la liexpresión de sus opiniones e ideas. La concentracióel monopolio mediáticos se han convertido en el mreciente obstáculo a la libertad de expresión; sin mcionar la estulticia en la cual han caído los contenide las emisiones de radio y televisión para tener maaudiencia; o bien el uso y abuso de un periodismo

    corte sensacionalista para tener más lectores y, añadidura, mayores ganancias económicas.

    25  F. S. Siebert y . Peterson, op. cit ., p. 28.26  Ibid ., p. 35.

    Medios de comunicación de masas y autoritarismo en México

     El autoritarismo de Estado

    Independientemente de los excesos en los cuales estánincurriendo los medios de comunicación en la sociedad

    contemporánea, sobre todo de propiedad privadaunque disfruten de mayor o menor autonomía respecto a las instancias gubernamentales, la som

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    del Estado siempre representa una espada de Damoclesque, atenta, pende para guillotinar la libertad de expre-sión en el momento que sea necesario.

     Ya sea que se trate de autoritarismos ‘du ros’ o‘blandos’, los medios de comunicación de masas sonutilizados para encauzar el apoyo de las muchedumbresa los líderes y movilizarlas a favor de las políticas delrégimen. Desde luego que mientras más duro e intole-rante sea el régimen, menor será el margen de manio-bra y la independencia de la prensa y de los medios decomunicación electrónicos.

    Durante la larga hegemonía priísta, la relaciónentre los dueños y/o concesionarios de los medios decomunicación y el gobierno fue de carácter simbiótica,de mutua interdependencia. Salvo excepciones, fue

    asimismo un reflejo fiel de las estructuras de poderautoritarias imperantes. “Lejos de ser interlocutoreso contrapesos del poder como lo son en sociedadesdemocráticas, en México los medios de comunicacióneran verdaderas comparsas del gobierno.”28 En el casomexicano la estrecha colaboración de los medios decomunicación con el régimen autoritario se dio porquelos propietarios de los medios formaban parte, en mayoro menor medida, del sistema de poder.

    Una declaración emblemática de la relación, ya muydeteriorada, de la prensa con el poder político, se dioen 1982 cuando el entonces presidente mexicano, José

    López Portil lo (1976-1982), en la tradicional entrega delPremio Nacional de Periodismo, reclamó a los editoresde los periódicos su falta de solidaridad con el gobierno,recordándoles que éste los financiaba en buena partecon la propaganda oficial y que, por lo tanto, resultabauna perversión sadomasoquista que el gobierno pagaraa la prensa para que ésta le pegara.29 Ese comentariocínico y realista exhibió el control y el sometimientode la prensa mexicana al gobierno en turno, así comola poca disposición de la elite política para tolerar a publicaciones que no estaban dispuestas a reproduciren todo momento el discurso oficial o a respaldar las

     políticas del gobierno en turno.En autoritarismos más ‘blandos’ siempre permane-cen resquicios a través de los cuales emitir comentarios

    críticos al régimen. Esas fisuras pueden converten auténticas crisis políticas y de legitimidad quemedios de comunicación –y otros actores políticoscluida la sociedad– aprovechan para hacer valer cierlibertades y derechos hasta entonces conculcados, cual se suman los medios y la opinión pública extrara, sobre todo en una sociedad global donde el flujo penetración de la información y de los mensajes meticos resulta cada vez más difícil de contener y oculEntonces entran en proceso transiciones democráten las cuales pueden jugar un papel determinantemedios de comunicación, los cuales ensayan su pro‘apertura’ informativa y de contenidos a la pluralidadlas voces y opiniones hasta entonces excluidas, aunsiempre de manera paulatina y cauta, transformánd

    al mismo tiempo, aunque no con la misma intensidcon la que lo hace el régimen autoritario.El desarrollo democrático, más o menos acciden

    do, permite a los medios de comunicación, en ocasioa regañadientes, asirse a las reformas políticas q van sucediéndose, auspiciadas por los gobernanen turno. La hábil estrategia política es de doble al tiempo que se liberaliza el régimen, éste adqumayor legitimidad y la elite política se encumbra e poder. Los medios terminan por celebrar las innegareformas (aun con sus múltiples defectos y limitaciodeliberadas) colocándose inevitablemente de lado

    régimen y del gobierno en turno. En todo caso, el límdel logro que hayan conseguido los opositores al rmen es el mismo que la cúpula política establece codemarcación de las reformas.

    No obstante esos resquicios que con el tiem pueden llegar a convertirse en abismos, los medde comunicación siempre se muestran precavidoa algunos de ellos se les dificulta sacudirse el maautoritario que los ha arropado durante lapsos mámenos prolongados.

     A pesar de la transición democrática, muchos dios preservaron su lealtad al régimen ensalzándol

    tiempo que omitían, distorsionaban y/o censurabanacciones y los discursos de los demás actores políti Adriana Borjas Benavente sostiene que lo ante

    27  D. McQuail, Introducción a la teoría de la comunicación de masas , segunda edición, México, Paidós, 1993, p. 150.28  Jacqueline Peschard Mariscal, “Los medios de comunicación en la construcción de la cultura política democrátic

    México”, en América Latina Hoy: Revista de Ciencias Sociales , núm. 25, agosto de 2000, pp. 87-94 (p. 88). Artículo disponen línea, URL: http://iberoame.usal.es/publicaciones/americalatinahoy/veinticinco.htm.  29  Las palabras de José López Portillo pronunciadas el 7 de junio de 1982 fueron las siguientes: “¿Una empresa mercaorganizada como negocio profesional tiene el derecho a que el Estado le dé publicidad para que sistemáticamente se le opga? Esta, señores, es una relación perversa, una relación morbosa, una relación sadomasoquista que se aproxima a muc

     perversiones: te pago para que me pegues [...]”

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    “terminó por provocar el efecto contrario, por lo menosen una parte de la audiencia, que no sólo rechazó la in-formación recibida, sino que incluso comenzó a sentirsimpatía hacia los actores criticados por los medios”.30 De acuerdo con Adriana Borjas, “la subordinación alos dictados del régimen por parte de algunos mediosde difusión masiva, agudizada durante la presidenciade Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), deterioró casi por completo la legitimidad informativa y la credibili-dad en ellos entre amplios sectores de la población, loscuales optaron por favorecer a aquellos medios que enel transcurso de los últimos años habían acreditadouna vocación independiente”.31 

     Ante el descrédito evidente de algunos medios ycomunicadores durante el proceso electoral de 1988,

    cuando surgieron protestas más o menos espontáneas por el sesgo informativo que los medios electrónicos leimprimieron a la campaña –beneficiando al candidatooficial y omitiendo o distorsionando las actividades públicas de la oposición–, intentaron recuperar la legi-timidad y la credibilidad perdidas, no sin dificultades,tropiezos y retrocesos.

    Cabe señalar que en el caso del sistema políticomexicano, fue el propio liderazgo político autoritario–a través del largo proceso de transición democrática,fundamentado en sucesivas, parciales y negociadas re-formas electorales– el que propició la acotada ‘apertura’

    (que no es lo mismo que democratización) de los mediosde comunicación, sobre todo la radio y la televisión, a laequidad y a la pluralidad políticas. Aun a cuentagotas,la ‘apertura democrática’ de 1976-77 inició el lento pro-ceso de transición democrática en México que incluyó,entre otras cosas, el acceso a los medios electrónicos por parte de los partidos de oposición, sobre todo durantelos procesos electorales. David Hallin corrobora esta perspectiva de análisis: “[…] los cambios liberalizado-res que se produjeron a finales de los años ochenta enlos medios de comunicación mexicanos, sobre todo latelevisión, se debieron a la presión, no tanto del público,

    como de una fracción reformista y ‘blanda’ dentro delPRI, que forzó a la vieja guardia empresarial que contro-

    laba la televisión comercial a adoptar a regañadienun molde más pluralista.”32

     Así pues, en México, el proceso de transición políse adelantó a la democratización social y económcomo lo demuestran claramente los conglomeramediáticos que han alcanzado un evidente desarllo económico y una visible injerencia en los asun públicos. En cambio, esas mismas empresas nohan preocupado por democratizar  –al tiempo quintentan algunas instituciones políticas y sociales–estructuras y funciones, como tampoco han tenidinterés por contribuir a esos requerimientos básicosla necesidad de consolidación democrática del paí

    La explicación que Giovanni Sartori encuentraanterior plantea que la democracia “auténtica” nu

    es “total”, es decir, en todos los ámbitos: el políticoeconómico, el social y el cultural.33 HistóricamentEstado liberal-democrático, al cual Sartori se refialcanzó la democracia de manera inicial en el sent político. Muchos otros subsistemas, más de los imaginamos, permanecen sin democratizarse co por ejemplo, el sector económico de los medioscomunicación de masas. Al menos en una democraincipiente como la mexicana, los ámbitos económsocial y cultural pueden permanecer a la vera dtransición y la consolidación democráticas rezagaen comparación con la democratización de las inst

    ciones políticas. Así pues, en años recientes, hemos sido testi–primero durante la transición y después con laternancia política– de cómo la peculiar democramexicana, restringida a los comicios electorales, ha sasumida por los concesionarios de la radio y la telsión como un estupendo negocio.34 El exorbitante gaelectoral de los partidos y candidatos y la preeminende campañas electorales centradas en el uso y abde los mass media, en especial la televisión, a travélos servicios de los especialistas en marketing  polí y sus herramientas de comunicación-persuación,

    erigido a los medios de comunicación de masas en poder desmesurado y en la arena pública más imp

      30  Adriana Borjas Benavente, “La campaña presidencial de Vicente Fox y el modelo propagandista de comunicación ptica”, en América Latina Hoy. Revista de Ciencias Sociales , núm. 33, abril de 2003, pp. 102-121 (p. 105). Artículo disponibllínea URL: http://iberoame.usal.es/publicaciones/americalatinahoy/treintaytres.htm.  31   Ibid ., p. 104.

    32  David Hallin, “Media, Political Power, and Democratization in Mexico”, en James Curran (ed.), De-westernizing MeStudies , Londres, Routledge, 2000, p. 103.

    33  Giovanni Sartori, ¿Qué es la democracia? , México, aurus, , 2003, p. 24-25.34  Emilio Azcárraga Jean, presidente del Grupo elevisa, admitió en el año 2000 que “la democracia es un buen negocio

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    tante donde se disputan y se dirimen las luchas por el poder.

    De manera lenta pero constante, ha ocurrido unapoderamiento de los medios de comunicación (vin-culado, desde luego, al apoderamiento de otros actores políticos como los partidos y la misma ciudadanía, peroen menor medida), fruto de la transición democráticaque tiene que ver con la capacidad para acceder e influiren la toma de decisiones y en asegurarse la representa-ción de los intereses propios.

    En todo caso, mientras lo anterior ocurre, los líde-res autoritarios prefieren que ciertas voces críticas (dealgunos periodistas e intelectuales reconocidos), sobretodo en la prensa, no dejen de expresarse para, de estamanera, crear una fachada de gobierno democrático

    capaz de resistir los comentarios adversos. Esas opinio-nes críticas son toleradas y, en ocasiones, auspiciadas,siempre y cuando no se sumen nuevas y las ya existentesno incrementen el tono de la animadversión. Funcionana la perfección como válvulas de escape que apaciguanel malestar colectivo al tiempo que simulan una deli-berada expectativa de libertad de expresión.

    Como en el caso mexicano, los regímenes autorita-rios no siempre actúan con plena virulencia. Salvo evi-dentes excepciones, el régimen priísta no fue partidariode cometer excesos violentos; no obstante, su poder einfluencia nunca dejaron de ser preponderantes. Sus di-

    rigentes prefirieron emplear un cúmulo de sofisticados y hábiles mecanismos de presión y de censura muchomás eficaces que la violencia descarnada.

    Hemos dicho que el grado de desarrollo económicotambién es un factor determinante que compromete laindependencia informativa de los medios de comunica-ción. En sociedades con escasos recursos, el Estado esel encargado de proveer los incentivos y los subsidiosnecesarios para la existencia y el funcionamiento de losmedios. Resulta tan eficaz este mecanismo que cuandoun subsidio estatal constituye la parte fundamental delos ingresos de un medio (periódico, revista, estación

    de radio o televisión), el gobierno no tiene necesidadde presionar para que se omitan ciertos comentarios oinformaciones o que se incluyan otros favorables al mis-mo. Si se quiere conservar ese apoyo económico –queen ciertas circunstancias resulta ser el único–, no hacefalta sino apegarse a ciertos límites que, por lo general,están perfectamente establecidos. Algo similar ocurre

    con los medios de comunicación que han diversificsus fuentes de financiamiento y que dependen en gmedida de la publicidad.

    En palabras de Jones, 3 5  el principal “imperatmovilizador” que funciona en sociedades autoritarsobre todo subdesarrolladas (aunque no exclusmente), proviene directamente de los regímenes y dirigentes, así como de las asociaciones políticas y partidos (no olvidemos que durante mucho tiemla prensa fue una extensión de los primeros parti y promovían abiertamente sus causas). odos eejercen la mayor influencia sobre el funcionamiede la prensa y de los mass media. Esto obliga a qusistema de medios de comunicación se aproximregazo protector del Estado, a cambio de lo cual rec

    lo necesario para su subsistencia y posiblemente o prebendas. En este tipo de sociedades autoritaria“estranguladas por los impasses del desarrollo”,36 todos los mass media dependen, en más de un sentdel régimen gobernante.

    En el caso de la radio y la televisión –por su compestructura así como por la naturaleza y el marco jdico que la regula–, el control es ejercido directame por el Estado, siendo éste su más contundente imrativo movilizador sólo superado por otro igualme preponderante: las ganancias económicas.

    Sin embargo, en México, como en otros países

    espectro radioeléctrico por donde viajan las señade radio y televisión es propiedad de la nación.explotación por parte de particulares depende de uconcesión que autoriza el Ejecutivo. Esta facultad, en nuestro país siempre ha sido discrecional por la fde una reglamentación cabalmente institucionalizatransparente, coloca a los concesionarios en un virtescenario de subordinación. El interés por obtener y cservar alguna concesión para operar estaciones de ra y/o televisión ha propiciado que los empresarios demedios de comunicación electrónicos comulguen corégimen político en una relación simbiótica con él.

    Como señala Guillermo Orozco, en México, el Ptido Revolucionario Institucional () y la televis“han sido como dos caras de una misma moneda largo de más de cincuenta años, desde el inicio forde la televisión en 1950 hasta la así l lamada ‘alternan política’ mexicana en el año 2000, en que otro partidoalcanzado el poder”.37 Orozco asegura que sería inge

    35  A. Jones, op. cit .  36  M. Stoppino, op. cit .  37  Guillermo Orozco Gómez, “La televisión en México”, en G. Orozco Gómez (coord.), Historias de la televisión en Amé

     Latina , Barcelona, Gedisa, 2002, pp. 203-244 (p. 203).

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     pensar que la hegemonía de más de setenta años de unsolo partido “haya sido posible sin el apoyo de ese par-ticular tipo de televisión orquestado por elevisa”.38 

    Sin duda alguna, esa empresa de comunicación hasido, como afirma rejo Delarbre, una “institución fun-damental en el entramado político de nuestro país”, 39 con una enorme capacidad de maniobra y pragmatismoque supo atravesar el umbral de la transición y de laalternancia democráticas con más fuerza e influenciaque nunca.

    No obstante el tránsito hacia la democracia, enMéxico perdura una cultura de medios  anclada a los re-sabios autoritarios que tiene que ver directamente conuna tradición periodística de subordinación al poder político y, más recientemente, al imperativo económico.

    En todo caso resulta difícil encontrar a algún mediode comunicación que sea plenamente independiente yno esté en deuda, de alguna u otra manera, en mayor omenor grado, con el régimen político autoritario o conlos anunciantes.

     Así pues, el catálogo de mecanismos de presión puede ser tan vasto como sutil o descarnado. El régi-men priísta proveyó de diversos recursos a la prensamexicana: subsidios de papel; control estatal de ladistribución en los puestos de periódicos a través de laUnión de Voceadores incorporada corporativamenteal PRI; circulaciones infladas por las compras del go-

    bierno; ingresos casi únicos por concepto de anunciosgubernamentales; sobornos directos a los periodistas y hasta la rotación de personal entre los redactoresdel periódico a las oficinas de comunicación social delgobierno. “Al manipular acertadamente estos aspectos,un Estado autoritario más sofisticado puede mantenersu dominio a prudente distancia, incluso sobre [mediosde comunicación] ‘independientes’ o de oposición.”40 

     Así es como en México, de muchas maneras y em- pleando un sinfín de incentivos , el monólogo discursivodel régimen autoritario priísta se impuso en los mediosde comunicación durante muchas décadas. El otrora

     presidente Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940), porejemplo, centralizó hábilmente la información del Es-tado a través de un Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad. Los boletines de prensa que todavía hoyen día se transcriben, sin investigación ni ubicación previa, en los medios nacionales (que tanto han daña-

    do a la profesionalización del periodismo en Méxtienen su origen en el cardenismo.41 A raíz de ese tde mecanismos tan ingeniosos y evidentes, el punto vista oficial siempre imperó. iempo después, Mig Alemán Valdés (1946-1952) crearía los departamende prensa de las secretarías de Estado (las actuarimbombantes y por momentos inútiles secretaríacomunicación social), oficinas al servicio del funnario en turno y fuentes de dispendio y de corrupc periodística.

    Desde luego que también existen incentivos en stido negativo, con diversos grados de violencia. Putratarse de la censura abierta o la aplicación selecde la ley, como las restricciones a otorgar permisosconcesiones de radio y televisión. Otras medidas m

    alevosas pueden ser la agresión directa a las instciones de los medios; la confiscación de imprenarchivos o equipos; el cierre de medios; la comprrobo de ciertas ediciones; el hostigamiento al pernal y el derramamiento de sangre. Los mecanismfiscales resultan sumamente eficaces para presionlos medios y a sus propietarios, quienes han tomaddecisión ‘equivocada’ de desviarse del camino marc por el régimen.

    Esta comunicación política y periodística vert y autoritaria por antonomasia, en la cual predonaron los mensajes gubernamentales, impidió

    mucho tiempo, y hasta nuestros días, la ‘respue proveniente de la sociedad, mediada por el periodis profesional.

     El autoritarismo de mercado

    Es importante mencionar que la teoría autoritaria demedios de comunicación se ha extendido o ampliadocuanto a sus fuentes de control, o imperativos movildores, como señala Jones, de tal manera que el Estadodejado de tener el monopolio para someter a los med

    de comunicación. Se han sumado, hasta competir los regímenes autoritarios, el poder económico de ciertos poderes fácticos, no regulados legalmecomo el del crimen organizado. En México, las bandel narcotráfico, con sus amenazas y acciones direchan limitado en muchos sentidos el trabajo informat

    38  Idem.39  Raúl rejo Delarbre (coord.), Las redes de elevisa, México, Claves Latinoamericanas, 1988, p. 43.40  A. Jones, op. cit ., p. 446.41  Karin Bohmann, Medios de comunicación y sistemas informativos en México, México, Alianza, Editorial, 2001, p. 73

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    de los medios, la más grave de éstas: el asesinato de pe-riodistas. En estas circunstancias existe, no obstante,una obvia responsabilidad de los gobiernos, los cualessuelen ignorar, haciéndose de la vista gorda, ese tipode actividades i lícitas y otros abusos, cuando no auspi-ciándolos con su indiferencia, propio de autoritarismostradicionales. Queda claro que no actuar debidamentetambién es una decisión política deliberada.

     Amén de los regímenes o partidos, cabría destacaren este escenario otro imperativo movilizador: las uti-lidades económicas. Siebert ya lo había advertido hacemedio siglo al referirse a los medios “libres” del pololiberal-occidental liderado por Estados Unidos:

    […] la prensa [y los medios de comunicación] –como en

    los viejos tiempos autoritarios– está cayendo en ma-nos de unos pocos poderosos. Cierto que estos nuevosdirigentes [de los mass media] no son en su mayoríadirigentes políticos. En verdad, protegen con tesón ala prensa contra el gobierno. Pero el mismo hecho deque sea tan limitado el control de la prensa, coloca una

     potestad nueva e inquietante en manos de los dueños ygerentes de los medios de comunicación […] [quienes]determinan qué personas, qué hechos, qué versiones dedichos hechos, alcanzarán al público.42

     

    Precisamente el argumento central de la teoría de la

    responsabilidad social de los medios de comunicaciónconsiste en que la posición de poder, y en algunos casosel monopolio de los medios de comunicación, les im- ponen la obligación de ser socialmente responsables, para permitir que todas las opiniones se presenten demanera imparcial y para que el público posea la sufi-ciente información que le permita decidir y actuar enconsecuencia.

     Así pues, durante mucho tiempo, el Estado fue elmonopolizador del control sobre la prensa y los mediosde comunicación. En años recientes ese sitio ha comen-zado a ocuparlo, por una parte, el poder económico

    (léase los anunciantes, la publicidad) y, por la otra, el poder económico y el poder simbólico43 al unísono, re- presentados en los conglomerados de comunicación.

    Esta es una de las causas por la cual Ignacio monet sitúa actualmente al poder político tradicioen tercer lugar, cuando siempre ocupó el primer si“Por delante se encuentra el poder económico y el pomediático, y cuando se poseen éstos, hacerse con poder político no es más que un mero trámite.”44 Pblemente no sea tan sencillo como un “mero trámi pero es indudable el ascendiente y la preeminencia han adquirido los medios de comunicación en la sodad actual, al grado de ocupar los vacíos que la é política ha dejado por sus insistentes errores y abuNo sólo se trata de una ubicuidad que todos podemcorroborar, sino de una injerencia real e incisiva endecisiones de quienes tienen a su cargo el poder polítdistorsionando la actividad pública de los gobiern

    Ese ‘ascenso’ de los poderes económico y mediático (de ser el “cuarto poder” pasó a ser el segundo) lo ha sal menos desde la caída del Muro de Berlín en 1989influencia global y, en general, sobre el funcionamiede las sociedades.45

    El sociólogo inglés Colin Crouch ofrece dos ventde los grupos de presión empresariales sobre los gobnos, entre los cuales podemos incluir a los gestorelos medios de comunicación:

    Los grupos de presión que actúan en nombre deempresas siempre disfrutan de unas enormes venta

     y ello es así por dos motivos. En primer lugar, tal y cosostiene convincentemente [Charles] Lindblom [...]intereses empresariales están en condiciones de anazar con que si el gobierno no atiende sus peticiosu sector no marchará bien, lo que a su vez pondr

     peligro el propio objetivo central del gobierno de alczar el éxito económico. En segundo lugar, estos grudisponen de unas sumas enormes de dinero para llevcabo este trabajo de presión; no sólo porque, para emzar, son ricos, sino porque si las presiones surten efeello se traducirá en un incremento de los beneficios psus empresas; es decir, los costes de los grupos de pre

    constituyen una inversión.46

      42  F. S. Siebert y . Peterson, op. cit ., p. 12.43  El poder simbólico se entiende como la “capacidad de intervenir en el transcurso de los acontecimientos para influi

    las acciones de los otros y crear acontecimientos reales, a través de los medios de producción y transmisión de las formsimbólicas”. John B. Tompson,  Los media y la modernidad. Una teoría de los medios de comunicación, Barcelona, Pai1998, p. 30.  44  Ignacio Ramonet, La tiranía de la comunicación, Madrid, Debate, 2002, p. 166.

    45  Ibid., p. 60.46  Colin Crouch, Posdemocracia , México, aurus, 2004, p. 32.

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    Crouch es incisivo al señalar cómo los gestores em- presariales han adquirido un acceso priv ilegiado alas altas esferas del poder para obtener los beneficiosque sus patrones exigen. Esos intereses no siemprecorresponden a los de las organizaciones empresa-riales legalmente reconocidas –como sería legítimo einstitucional suponer–, sino de los grandes y poderososgrupos económicos que actúan por cuenta y benefi-cio propios. Es así como “los políticos responden demanera prioritaria a las demandas de un puñado delíderes empresariales (politizados), permitiendo quesus intereses particulares se conviertan en políticas públicas.”47 Crouch concluye que estas situaciones “sólo pueden suceder en sociedades que ya no distinguenentre el interés público, custodiado por una autoridad

     pública que se preocupa por establecer sus propiascompetencias autónomas, y el interés privado, que sólose preocupa de sí mismo”.48 

     Adam Smith, el padre del liberalismo económico, ya había advertido sobre el peligro que el mundo de losnegocios repesentaba por su capacidad de corromperal mundo de la política y v iceversa. La profesora MattiaDiletti da cuenta de una degeneración (a partir de 1989)según la cual el mercado “construyó un sistema que haobtenido su legitimación popular, guiado por una élitecompuesta por los administradores delegados y por los presidentes de las grandes corporaciones, que cada día

     podían ser votados y, en su caso, se les podía quitar el voto de confianza”.49 De esta manera, el mercado (quie-nes se benefician de él) se apropia del poder políticomientras el soberano (el pueblo) le ha garantizado sulegitimidad para gobernar ante el declive de ciertasinstituciones representativas como la Iglesia, la familia,los sindicatos, los partidos y la política en general.

     Así pues, en un sistema de mercado, los mediosde comunicación ‘libres’ quedan sujetos al control deuna poderosa élite empresarial. El libre mercado (que proveyó de entretenimiento a las masas pero que noles garantizó su abandono de la ignorancia, negándo-

    les el “conocimiento del mundo y de la posición queellos ocupaban en el mismo”), con su abundancia deinformación-desinformación, se transforma más en un

    sistema de control que en un motor de la libertad, collegaron a creer sus más acendrados apologistas.

    Para comprender el imperativo movilizador deutilidades y el éxito en el mercado, es indispensamencionar  grosso modo los postulados básicos decuales surge.

    Forma parte sustantiva de la teoría libertaria demedios de comunicación, y de la doctrina democrásobre la libertad de expresión, la idea de que éstosson instrumentos del Estado, están l ibres del contrde la influencia gubernamentales y lograron dotar poder al pueblo. Estos postulados parten de la premcentral de que el liberalismo manifiesta una desconfiza directa hacia el poder político y sus detentadoimpelidos siempre a abusar del poder. En el siglo

    la libertad de prensa implicaba el reconocimientola protección del individuo frente al poder arbitradel Estado. En palabras de Tomas Jefferson, la pretenía que brindar el control extralegal sobre el gobieque ninguna otra institución podía efectuar, por  prefería “ periódicos sin gobierno a gobiernos  periódicos.50 Además, los asuntos gubernamentafueron y son considerados como expedientes públiLa tesis central de la historia liberal de los mass mees que el proceso de democratización se vio fortalec por el desarrollo de los medios de comunicación mdernos, los cuales lucharon con éxito por liberarse

    gobierno.51

     Una de sus funciones primordiales consien evitar que los funcionarios del Estado abusasen excedieran en su autoridad; por lo tanto, estos medse erigieron en el cuarto poder, en el perro guardsiempre vigilante, capaz de actuar a favor del interésblico, de garantizar el funcionamiento de la democra y de señalar y denunciar cualquier práctica arbitrade las autoridades.

    Para ello, fue necesario la existencia de un ‘merdo libre de ideas’ y de información. “El procedimieoptativo, como lo defendían los libertarios, fue dsometido al público en general a un aluvión de infor

    ciones y opiniones, algunas posiblemente verdadealgunas posiblemente falsas y algunas que contenelementos mixtos.”52 

    47  Ibid., p. 40.48  Ibid ., p. 75.

      49  Mattia Diletti, “La caída de los dioses. El caso Enron o la corrupción al cuadrado”, en Metapolítica . Dossier: Laberide corrupción, núm. 45, enero-febrero de 2006, p. 74.  50  Tomas Jefferson en carta a Edward Carrington, 16 de enero de 1787, en David Paletz, Te Media in American PolContents and Consequences , Nueva York, Addison Wesley Longman, 1998, p. 18.  51  J. Curran, op. cit., p.15.  52  F. S. Siebert, “La teoría libertaria de la prensa”… op. cit ., p. 64.

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     Alexis de ocqueville fue uno de los primeros enadvertir la l ibertad de prensa en Estados Unidos. En Lademocracia en América señala que no ha habido un solociudadano de aquella nación que haya propuesto res-tringirla. La respuesta que ocqueville encontró fue lasiguiente: “es un axioma de la ciencia política en EstadosUnidos que el único medio de neutralizar los efectos delos periódicos es el de multiplicar su número”.53 

    Ignacio Ramonet advierte que ese “aluvión deinformaciones” proveniente del sistema de mediosconforma uno de los rasgos de lo que él denomina la“tiranía de la comunicación”. Este investigador explicaque la censura “tradicional” consistía, esencialmente,en suprimir, amputar, prohibir, ocultar o esconder uncierto número de aspectos de los hechos o el conjunto

    de éstos; con base en este imperativo, la información,durante siglos, fue escasa. En la actualidad la censu-ra moderna (y ‘democrática’) funciona mediante un principio inverso al tradicional, el mismo que observóocqueville en Estados Unidos: opera por demasía, poracumulación, por asfixia. “La información se oculta porque hay demasiada para consumir y, por tanto, nose percibe la que [realmente] falta” y es necesaria parael óptimo desarrollo de la sociedad. Las tres caracte-rísticas de la información en nuestros días, según Ra-monet, son: superabundante, extremadamente rápida y que se le considera una mercancía sometida, no al

     principio de verdad, sino a las leyes del mercado.54

     Así pues, de una censura abierta o más o menos velada,ejercida por el Estado y por su élite gobernante, pasó auna intervención mediada, con la aquiescencia de losmedios de comunicación, sin ejercer controles directoscomo antaño.

    ambién para lo anterior era necesario que los me-dios de comunicación fueran de propiedad privada yque compitieran en un sistema de libre mercado. Si bienen un régimen democrático el principal instrumentode control resulta ser la ley, en lugar de la supervisióndel Estado, la teoría libertaria ofrece un tipo de control

    informal que consiste en un proceso de autorregulacióna través de la libre competencia en el mercado. Éstese ha percibido como “una forma de organización dela actividad humana más democrática y eficiente queaquella ofrecida por las instituciones públicas, en don-

    de la voluntad del ‘pueblo accionista’ estaba en grde expresarse con mayor libertad en la defensa de  propios intereses”.55 

     Actualmente se ha considerado cualquier tiporeglamentación, no sin razones válidas, como una ma de mordaza y de límite a la libertad de expresLos funcionarios del gobierno son blanco de cruenataques por parte de las empresas de comunicacsi pretenden dictar medidas jurídicas de control. Etrae consigo serias consecuencias porque toda actdad (sobre todo si es pública) implica una regulac para que no se exceda en sus atribuciones. Como nadamente señala rejo Delarbre, la de los medioscomunicación es una actividad (mal) autorregulque no ha encontrado los debidos contrapesos leg

    a su actuación.

    56

     Escudados en la neutralidad y en la objetividdel modelo periodístico estadounidense (el prototclásico y alevoso del perro guardián), lo anterior setraducido en abusos de todo tipo, desde intromisioa la vida privada de los individuos, pasando por inmaciones anodinas o estridentes, hasta escándalinchamientos y juicios mediáticos, sin mencionadegradación profesional del periodismo y sus haceres así como el deterioro del debate público y del li(plural) flujo de información.

    Durante mucho tiempo se ha considerado como

    conclusión enteramente racional  que el poder sea ctrolado y se le impongan límites. No podemos olvidasentencia de James Madison en El Federalista , referal poder gubernamental pero aplicada al mediático poder es naturalmente invasivo y se lo debería refreen sus intentos de transgredir los límites que le asignados”.57 No resta sino insistir en que los agenestatales competentes (instituciones) deben tenertipo de jurisdicción democrática y legalmente clartransparente para evitar que los medios de comunción, y quienes laboran en ellos, cometan excesos.

     Así pues, los medios de comunicación de ma

    convertidos en grandes empresas, parecen transgdir los principios filosóficos que les dieron razónser. Se pretendía que al estar expuestos al sistemamercado y a su capacidad de autorregulación, los mmedia estarían menos propensos a la intervenc

    53  Alexis de ocqueville,  La democracia en América , México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 202.54  I. Ramonet, op. cit ., pp. 42 y 50-51.55  M. Diletti, op. cit., p. 74.56  R. rejo Derlarbre, Poderes salvajes…, op. cit ., p. 170.57  El Federalista, núm. 48, citado por Guillermo O’Donell, “ Accountability  horizontal. La institucionalización legal d

    desconfianza política”, en Isonomía, núm. 14, abril de 2001, pp. 7-31 (p. 13). N. E.

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    directa del régimen y a los avatares del subdesarrolloeconómico.

     A partir de esta premisa teórica, se ha atestiguado la presencia de un sistema de medios ideologizado que seconsolidó con la caída del Muro de Berlín y el derrumbedel ‘socialismo realmente existente’; que logró desarrollarnuevas tecnologías –fenómeno que, a su, vez socavó lasestructuras de autoridad establecidas– a través de una política económica neoliberal que exige de los gobiernos y de la burocracia pública –incompetentes, irresponsa-bles y costosos por antonomasia, según esta postura– lamenor intervención en los procesos económicos; que pudo derribar las barreras que afectaban a la libertadempresarial y que logró establecer, como su única fun-ción política, el marco jurídico pertinente para la libre

    competencia y el desarrollo óptimo de las empresas.Con base en estos principios neoliberales, ya desde1979 en el Reino Unido se privatizaron, mercantilizarono desregularon numerosas empresas de servicio públi-co. México no fue ajeno a ese proceso de l iberalizacióneconómica, tampoco carente de corruptelas, durantela administración salinista (iniciada por Miguel de laMadrid –1982-1988– y vigente hasta nuestros días),que incluyó a los medios de comunicación con la pri- vatización de Imevisión en 1993. “Que los principalesgrupos de comunicación crecieran y se volvieran másdominantes y más rentables dependía, en parte, de

    decisiones políticas y burocráticas. Eso propició unaserie de pactos de no agresión tipificados por el mutuoentendimiento”58 entre los gobiernos y los empresariosdirectamente beneficiados y legitimadores del sistema y la política económica.

    El fin de la Guerra Fría marcó asimismo el asenta-miento de la democracia liberal como agente de progre-so y del capitalismo como el único sistema económico viable.59  En este sentido, “el imperativo movilizador,generado desde fuera por los patrocinadores y los accio-nistas, son las utilidades”.60 En un sistema de mercado lafuente principal de ingresos son otras empresas que se

    anuncian en las páginas de la prensa o en los espaciosde la radio y la televisión. Esto trae consigo una carga

    ideológica de la cual no pueden, y tampoco lo desesalir: es el sistema de mercado en la sociedad capitali Así como en los regímenes autoritarios la prensa ymedios de comunicación no pueden abstraerse de principios rectores que el gobierno y la élite polídictan; así tampoco las empresas mediáticas puealejarse del mercado y del afán de lucro que éste timplícito por naturaleza y que la publicidad hace v y sanciona.

     Autores como Noam Chomsky y Edward Herm–entre otros analistas pertenecientes a la interprción radical de los estudios de comunicación– han vertido que en un sistema capitalista (se refieren sotodo a Estados Unidos) los medios de comunicactienen la función principal de “crear consentimien

    con el orden social y poseen una cohesión ideológ y un propósito movilizador común que es el benefieconómico y la preservación del stablishment .61 Etradición radical sostiene que los mass media  ternaron por respaldar ampliamente el orden social coconsecuencia de los controles ejercidos por el merdo, el Estado y la élite política y económica. Es deinstituciones mediáticas que apoyaban el orden sodentro del sistema capitalista pero que eran indepdientes del control del gobierno. Antonio Gramsci,  vez, proponía precisamente la idea de que el contcon base en su concepto de hegemonía, se lograba

    manera más efectiva mediante el consentimiento a través de la coerción.62

    Desde luego que esas transformaciones de los dios de comunicación no fueron ajenas a los cambia la evolución de la sociedad (incluidas sus reivindciones), que moldeó a las instituciones mediáticasla misma manera como aquéllas, aunque con maintensidad, han moldeado a la sociedad. En este stido, la evolución de los medios de comunicaciónsignificó necesariamente una amenaza o un desafíoautoridad establecida. “Su impacto estuvo crucialmeinfluido por el grado de efectividad con que se los reg

     y por el grado de consenso presente en el entorno eque aparecieron.”63

      58  J. Curran, op. cit ., p. 244.59  David Held, La democracia y el orden global , Barcelona, Paidós, 1997, p. 23.

      60  A. Jones, op. cit ., p. 452.61  Noam Chomsky y Edward Herman, Los guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y consenso en los me

    de comunicación de masas , Barcelona, Crítica, 2003, pp. 22 y ss. Los autores establecen cinco mecanismos que actúan cofiltros que reducen la expresión del disentimiento en los medios de comunicación en Estados Unidos: la propiedad demedios de comunicación, la publicidad, las f uentes de noticias, la intimidación y la ideología anticomunista.

    62  Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel , Buenos Aires, Lautaro, 1962, p 36.63  J. Curran, op. cit ., p. 110.

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     A diferencia de la filosofía de los pensadores libera-les (según la cual la libertad económica traería consigola liberalización de los controles del Estado y, por lotanto, la efectiva libertad de prensa y de expresión),la búsqueda de ganancias económicas por parte delas instituciones mediáticas en la sociedad contem- poránea obliga a abandonar o a modificar sustancial-mente la idea de que el mayor crecimiento económicose traduciría en un incremento concomitante de lalibertad de expresión.64 Con frecuencia ocurre todolo contrario. En este sentido, como advierte Jones ymuchos otros críticos del sistema mundial actual demedios de comunicación, “las presiones y limitacionesdel imperativo de las utilidades no es en el fondo muydiferente, en naturaleza o impacto, de los que se ejer-

    cen en sociedades formalmente autoritarias”.

    65

     En este punto es contundente Colin Crouch: “Las empresas noson simples organizaciones, sino más bien concentra-ciones de poder. Sus formas de propiedad dan lugar aconcentraciones de riqueza y cuanto más importante se vuelve una empresa, más importante se vuelve la clasede propietarios capitalistas.”66

    Se trata, por lo tanto, de un modelo liberal-demo-crático orientado hacia el mercado. Sin embargo, la bús-queda a toda costa de ganancias económicas propiciaque se asimile a los regímenes autoritarios en cuantoa los límites que encuentra la libertad de expresión. En

    este sentido, Jones plantea que si el régimen controlaa los medios de comunicación con escasa rigidez, “labúsqueda de utilidades puede imponerse como impe-rativo movilizador, como un medio de compensar lareducción o ausencia de subsidios del régimen. Esto será válido especialmente para la prensa independiente uopositora que busca explotar las l ibertades disponiblesen un autoritarismo suave, pero que también es ‘librede fracasar’ en un ambiente de mercado que añade,además, sus propias presiones”.67

    No podemos dejar de señalar que, en efecto, labúsqueda de utilidades no propicia necesariamente un

    alejamiento (en el sentido de autonomía) del régimen. Y es que el poder económico, como revela Bertrand

    Russell, a diferencia del militar, no es primario sinorivado.68 El poder económico de las personas privaddentro del Estado, depende de la ley y de la decisiónla burocracia. Adquiere, además, cierta independen pues “puede influir en la ley mediante la corrupcióen la opinión pública mediante la propaganda. Pucolocar a los políticos bajo obligaciones que embarasu libertad”.69 Ese poder económico puede hacersecontrol de la propaganda y, se entiende, de los medde comunicación para difundirla.70 

    En otros tiempos y latitudes, la democracia  pend ía de la capacidad de los dirigentes políti para propiciar condiciones económicas óptimas pgenerar riqueza, pero limitando el poder político deempresarios. En todo momento las condiciones e

    nómicas requieren necesariamente de la intervencdel gobierno. Las empresas dependen de las polítieconómicas que dicta el régimen. Puede producirseste sentido un intercambio de favores. Por ejemcomplacencia hacia la élite y sus políticas a cambioleyes que en el campo económico y tecnológico (y repercusiones en el ámbito político) favorezcan aempresas de comunicación. Además, la independende recursos provenientes del Estado nunca es absol Ya sea que se trate de la información gubernameno de los abultados gastos provenientes de los partidurante los procesos electorales, siempre existe

    incentivo pecuniario nada despreciable cuandotrata de difundir los logros del gobierno o las idea propuestas de los partidos y sus candidatos. El imptivo movilizador basado en las utilidades económiresulta tan poderoso e influyente, incluso más, comolos tiempos del autoritarismo tradicional.

    Por si fuera poco, el principio rector liberal que p pugna que los medios de comunicación deben ser in pendientes del gobierno y erigirse en perros guardiade la sociedad puede transformarse en una conduautoritaria por parte de los medios. La visualizacla puesta en público de los errores y/o delitos de

    dirigentes políticos puede responder a campañas  vadas de desprestigio y no a cruzadas o a ‘indagacio

    64  A. Jones, op. cit ., p. 456.65  Ibid., p. 461.66  C. Crouch, op. cit ., p. 70.67  A. Jones, op. cit ., p. 483.68  Bertrand Russell, El poder en los hombres y en los pueblos , Buenos Aires, Losada, 1960, p. 88.69  Ibid., p. 92.70  Russell advierte que “el poder de las organizaciones económicas para influir en las decisiones políticas en una de

    cracia está limitado por la opinión pública, la cual, en muchos problemas importantes, se niega a dejarse influir ni siqu por una propaganda muy intensa”. Ibid., p. 9.

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     periodísticas desinteresadas, en el nombre del interés público y la profesionalidad.

     A todo lo anterior se suma la concentración me-diática (una peculiaridad del sistema capitalista)como un factor anómalo de las democracias contem- poráneas carentes de contrapesos, en las cuales –y através de los medios de comunicación que masificanlos contenidos– se reproduce un pensamiento único71  y tiránico, mientras que restringe o de plano impidela expresión de opiniones alternativas y distintas a lasde esos conglomerados de comunicación, resultadode un proceso económico de pretensiones universales,basado en la absorción o desaparición de pequeñas omedianas empresas.

    Eduardo Galeano ha señalado que “nunca tantos

    (individuos) han sido tan incomunicados por tan pocos.Cada vez son más los que tienen el derecho de escuchar y de mirar, pero cada vez son menos los que tienen el privilegio de informar, opinar y crear”.72 Esos interesesde unos cuantos privilegiados determinan los canales,los flujos y los contenidos de la comunicación a nivel planetario. Es el caso de la Rusia contemporánea, dondeunos cuantos oligarcas  se han apoderado de los mediosde comunicación y, además, dominan otras activida-des estratégicas vinculadas a los energéticos y a lastelecomunicaciones, al mismo tiempo que participandirectamente en la administración publica de ese país

    o presionan a los funcionarios para hacer valer sus in-tereses y transformarlos en políticas públicas.La tendencia actual es el control de los medios de

    comunicación por parte de grandes corporacionesempresariales. Esto parece contradecir la afirmaciónde que las instituciones mediáticas, dentro de los pro-cesos competitivos del mercado, son independientes,están libres de cualquier compromiso sectorial y sólo ledeben lealtad al público. De esta manera el imperativoeconómico y los intereses privados de los accionistasse fusionan con los compromisos políticos que todoslos involucrados adquieren.

     Así pues, mientras el pensamiento liberal de losmedios de comunicación se preocupa por la amenazaque representan las agencias estatales, se olvida increí-blemente de los peligros que entraña a la libertad de

    expresión el imperativo económico de los mass me privados.

     En México, la concentración mediática no puedno poner en riesgo la libertad de expresión y de eleccde los individuos, porque además no existe ningún tde impedimento legal a la propiedad, como sí ocurrotros países. El duopolio televisivo (elevisa y elevis Azteca) se ha consolidado gracias a los privilegiosesa misma concentración que han tolerado los gobnos priístas y panista, aunado a la propia crisis d política, de los partidos, las instituciones, sus dirigen y todo el sistema de representación política en geneSin soslayar la escasa, por no decir nula, participacde la sociedad para criticar los contenidos y los comptamientos de las empresas de comunicación priva

    en México. Salvo excepciones, la sociedad mexic pertenece a ese amplísimo sector de los integradlos mass media.

    Esta situación se agrava aún más cuando duradécadas los medios de comunicación electrónicosMéxico han disfrutado de un marco legal hecho a la dida de sus intereses, discrecional y poco institucioen el trato con el gobierno en turno, por no menciolas escasas orientaciones jurídicas en cuanto a la esión de mensajes socialmente responsables o de mínicalidad de los contenidos. “La cuestión no radica, segrejo Delarbre, en su funcionamiento autoritario s

    en la debilidad de los contrapesos para equilibrarlacotarlo. Lo grave respecto de la capacidad de los mdios para discriminar y privilegiar informacionela frecuente ambigüedad e imprecisión de los critecon que las empresas de comunicación resuelven contenidos.”73 

    Por si fuera poco, ahora son en mayor medidagobiernos, los partidos y los dirigentes políticos (agtes que hasta hace poco tiempo ejercieron el máxicontrol sobre los mass media)  los que necesitan amedios de comunicación más que nunca, porrequieren mantener el apoyo de los ciudadanos p

    seguir gobernando.El hecho de que los gobiernos permitan y tolela concentración en pocas manos de los medioscomunicación habla de un interés simulado de que

    71  La concepción del “pensamiento único” pretende que la única opción viable de la (no) historia sea el liberalismo decrático, porque las ideologías ya no son necesarias y, además, con la caída del Muro de Berlín y el fracaso del socialisfueron sustituidas por la economía. En este sentido, Estados Unidos sería la realización del sueño marxista de una sociesin clases. Vid . Francis Fukuyama , El fin de la historia y el último hombre, México, Planeta, 1992. N.E.  72  Eduardo Galeano citado en Carlos Fazio, “Periodismo y liberación”, en La Jornada , 31 de julio de 2006.

    73  R.rejo Delarbre, Poderes salvajes…, op. cit ., p. 170.

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    cosas se conduzcan de esa misma manera por tiempoindefinido. No puede sino entenderse como autori-tario ese modelo comunicativo excluyente, aunquefuncione formalmente dentro de un régimen que sellama a sí mismo democrático. Un poder privado (y decualquier otra índole) no regulado, aun inserto en unademocracia, posee en realidad características propiasde sociedades autoritarias donde intencionalmente el poder estatal tampoco se halla regulado.

    El objetivo que persigue cada uno de los titanes de lacomunicación, advierte Ramonet, es el de convertirseen el interlocutor único del ciudadano. Quieren estar encondiciones de suministrarle a la vez noticias, entreteni-miento, cultura, servicios profesionales, informaciones

    financieras y económicas [...] y situarlo en un plano deinterconexión potencial a través de todos los mediosde comunicación disponibles: teléfono, fax, videocable,

     pantalla de televisor, red Internet.74

    Esta “tiranía de la comunicación”, como la define Ra-monet, controlada por auténticos  zares   mediáticoscon influencia e injerencia real de poder, subordina elflujo y el contenido de la información a los requisitoso preferencias de los patrocinadores. Esto lo saben losanunciantes, los periodistas y los propietarios y/o con-cesionarios de los medios de comunicación.

    Diversos especialistas han denominado mediocia a esta preponderancia de los medios de comunción de masas –que incluye la usurpación de funcio propias de algunas instituciones tradicionales deltado y la preeminencia de los intereses mercantiles–la sociedad contemporánea.75 Esta ausencia de con pesos, de rendición de cuentas de las instituciones diáticas y de sus propietarios, impide la consolidacde la democracia en México y en cualquier otro pEn este sentido, no deja de tener sentido el clásicconvincente comentario de Karl Popper pronuncihace más de una década:

    La democracia consiste en poner bajo control el po político. Es ésta su característica esencial. En una de

    cracia no debería existir ningún poder no controla Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertidun poder político colosal, se podría decir que, potenmente, el más importante de todos, como si fuera Dmismo quien habla. Y así será si continuamos contiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasigrande para la democracia. Ninguna democracia so

     vivirá si no pone fin al abuso de este poder.76

     

    Recibido el 22 de agosto del 2 Aceptado el 4 de mayo del 2

      74  I. Ramonet, op. cit ., p. 212.75  R. rejo Delarbre, Poderes salvajes…, p. 22.

      76  Karl Popper, “Licencia para hacer televisión”, en  Nexos , núm. 220, abril de 1996, pp. 25-29 (p. 29).

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