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    Medidas contra la ociosidad, o formacin continua

    C Sancho Vich

    Leccin de sabio griego la que imparti Alfred Hitchckock cuando, junto a un sufrido James

    Stewart, quiso precavernos del fatal error de saber en demasa y es que ante planes tan

    siniestros como los que cada maana nos chiva la prensa, como p. e. la noticia que dice que

    los de la DGT estn elucubrando implantar obligatoriamente un examen de revalidacin del

    permiso de conducir, se despiertan en m los viejos fantasmas, historias y filosofas para no

    dormir que, de haber sido cauto, bien hubiera evitado en su momento conocer. Es el caso de

    ciertas teoras de Michel Foucault sobre las sociedades de control, que all por los setenta

    sentaron ctedra para sorpresa de una intelectualidad boquiabierta de pavor y con los pelos de

    punta. En mi humilde opinin, a Foucault le pudo la vanidad de profeta apocalptico, pues no

    hubiera podido graparse la boca y ahorrarnos la conciencia de tan lamentable vida futura?Todava no entiendo la mana de algunos por arruinar una plcida existencia de autmata. Si

    el ingrato Foucault hubiera visto pelis Disney sabra que para que la pldora pase mejor, un

    poco de azcar basta.

    Y es que, miren como son las cosas el poder o establishment system, como gustese ocupa de

    cuidarnos como buena loba madre, nos cobija y adormila en su velludo seno, e incluso vela

    por nuestras horas muertas, pues bien sabe l, el poder digo, que en los largos perodos de

    festividad hemos perdido la latinidad que nos caracterizaba, vindonos incapaces de un

    saludable dolce far niente, de modo que al rato acabamos postrados en un sof fondn, en unestado de aburrimiento mortfero tanto o ms letal que la ms dura y pesada jornada laboral,

    suspirando por volver al tajo, al mundanal ruido y a la santa rutina. Esa es la razn por la que,

    muy juiciosamente, de buena fe, el poder nos carga con ciertas faenas bien sencillas, cosas ya

    sabidas que tan slo cabe repasar. Consigue de este modo calmarnos llenndonos ese

    angustioso tiempo vaco, ocioso, que en los das de no hacer nada amenaza con engullirnos; y

    ya de paso, aprovecha para solidificar una sociedad segura, que mantiene los buenos modales

    y sin incidencias viales ni impactos sociales, una sociedad soada en la que los noticiarios,

    como me consta que ocurre en Copenhague, slo tengan que dar parte de sucesos como el de

    una seora que tuvo la mala pata de perder su anillo de boda por el desage.

    Y es que visto as, no hay motivo alguno para alarmarse. Pero siempre salta el filsofo pesao

    que quiere hacer sangre cambiando las reglas del juego, cizaero aun estando en el paro y sin

    carn de conducir: qu conlleva el que el lumpen proletariado (el actual, claro, algo ms

    aseado que el de las fbricas de Manchester del diecinueve) se vea obligado a ocupar su

    tiempo para reexaminarse peridicamente, una y otra vez hasta la muerte, en sus

    competencias ordinarias de conduccin, idiomas, ofimtica, trabajo, carrera, buena educacin,

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    etc.? No es como si se diese por hecho que los hombres estn flacos de memoria e

    inercialmente tendentes a idiotizarse de modo que cabe obligarlos con mano de hierro a que

    retengan avaros lo antao aprendido? No es como si se hubiera ya olvidado (si es que se supo

    alguna vez) que ese tiempo vaco, ocioso, es precisamente lo ms valioso por cuanto en l

    puede darse el milagro de no estar sujeto a un valor ajeno (la libertad)? No es como si el

    hombre se supiera impotente a la hora de emprender o crear ex nihilo suplicando arrodillado,

    al poder claro est, un buen monto de tareas y a todas horas como nica manera de hacer las

    paces? No huele todo a carne descompuesta, incapaz ya de una mnima motricidad?

    Ba! Este tipo listo est como una regadera. Yo ni caso. Y es que he tardado la tira en

    percatarme de cuanta razn tiene mi abuelita cuando en buen mallorqun me aconseja: no

    llegeixis tant, te trastornar es cap!