Más allá de la caja de herramientas del catequista

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Joe Paprocki Más allá de la caja de herramientas del catequista Catequesis que no solo informa, sino que también transforma Más allá de la caja de herramientas del catequista

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Joe Paprocki, autor de la exitosa serie de libros La caja de herramientas del catequista ha escrito el primer libro que demuestra, paso por paso, cómo impartir una sesión catequética de 75 minutos con técnicas prácticas que amplían y enriquecen el material del libro de texto para crear un mejor clima de oración en el salón de clase.

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Joe Paprocki

Más allá de la caja de herramientas del catequista

Catequesis que no solo informa, sino que también transforma

Religión/Catolicismo $7.95

Cómo lograr que la clase se parezca más a la misa

Joe Paprocki, exitoso y reconocido autor de La caja de herramientas del catequista, ha escrito el primer libro que muestra paso a paso cómo impartir una sesión catequética de 75 minutos. Esta obra ofrece técnicas prácticas basadas en el libro de texto con el fin de crear un clima de entrega a la oración y una experiencia más profunda en el salón de clases.

Aunque los libros de textos son una herramienta esencial para que los catequistas puedan presentar la doctrina de la Iglesia católica de manera clara y precisa, Más allá de la caja de herramientas del catequista propone un marco que guiará a sus estudiantes hacia la transformación personal. Mediante el uso de ritos católicos, oraciones y la Liturgia de la Palabra, Paprocki ofrece sugerencias para lograr que la catequesis se parezca más a la misa que a una clase.

Leer un libro de texto permite a los niños saber de Dios, mientras que Más allá de la caja de herramientas del catequista los ayuda a conocer a Dios de manera íntima al utilizar la oración como vehículo para convertirse en discípulos de Jesucristo para toda la vida.

Joe Paprocki es el consultor nacional de Loyola Press para la formación en la fe. Cuenta con más de 30 años de experiencia en el ministerio, ha impartido clases a diferentes niveles y continúa sirviendo como catequista. Paprocki es un conocido conferencista y autor de numerosas obras, entre ellas Vivir la misa y Una fe bien construida.

www.loyolapress.comChicago

ISBN-13: 978-0-8294-3882-6 ISBN-10: 0-8294-3882-3

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herramientasdel catequista

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Otras obras de Joe Paprocki publicadas por Loyola Press

La caja de herramientas del catequista: cómo triunfar en el ministeriode la catequesis

The Catechist’s Toolbox: How to Thrive as a ReligiousEducation Teacher

Los planos de la Biblia: una guía católica para entender y acoger laPalabra de Dios

The Bible Blueprint: A Catholic’s Guide to Understanding andEmbracing God’s Word

Vivir la misa: cómo una hora a la semana puede combiar tu vida(con el Padre Dominic Grassi)

Living the Mass: How One Hour a Week Can Change Your Life(with Fr. Dominic Grassi)

Una fe bien construida: guía católica para conocer y compartir lo quecreemos

A Well-Built Faith: A Catholic’s Guide to Knowing and SharingWhat We Believe

Practice Makes Catholic: Moving from a Learned Faith to aLived Faith

7 Keys to Spiritual Wellness: Enriching Your Faith by Strengtheningthe Health of Your Soul

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Más allá dela caja de

herramientasdel catequista

Catequesis que no solo informa,sino que también transforma

Joe Paprocki, D.Min.

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© 2013 Loyola Press. Todos los derechos reservados.© 2013 Loyola Press, versión en español. Todos los derechos reservados.

Título original en inglés: Beyond the Catechist’s Toolbox: Catechesis That NotOnly Informs, but Also Transforms (Chicago, IL: Loyola Press, 2013).Traducción al castellano de Redactores en red.

Conforme al canon 827 del Código de Derecho Canónico, el ReverendísimoJohn F. Canary, Vicario General de la Arquidiócesis de Chicago, ha otorgadoel 13 de diciembre de 2012 aprobación para la publicación. La aprobaciónpara la publicación es una declaración oficial de la autoridad eclesiástica, lacual establece que el material en cuestión carece de errores morales odoctrinales. De lo establecido no se infiere que quienes han otorgado laaprobación están de acuerdo con el contenido, opiniones o expresionesvertidas en el trabajo ni asumen responsabilidad legal alguna relacionada conla publicación.

Imágenes: © iStockphoto.com/shorrocks, © iStockphoto.com/ivanastar,© iStockphoto.com/Pixlmaker, Thinkstock/iStockphoto, Kathryn SeckmanKirsch, AgnusImages.com

ISBN-13: 978-0-8294-3882-6ISBN-10: 0-8294-3882-3

Impreso en los Estados Unidos de América.13 14 15 16 17 18 RRD 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1

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Dedico este libro a uno de los mejorescatequistas que tuve el gusto de

conocer, el ya fallecido Miguel Arias.Te extraño, mi amigo.

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Índice

ixIntroducción

Capítulo 1 ¿Cómo aburrirse con el 1Evangelio?

Capítulo 2 Una catequesis que se parezca 9más a la misa que a una clase

21Capítulo 3 Preliminares

35Capítulo 4 Primer paso: Participar

49Capítulo 5 Segundo paso: Explorar

65Capítulo 6 Tercer paso: Reflexionar

87Capítulo 7 Cuarto paso: Responder

Capítulo 8 La enseñanza de la fe como 97segundo idioma

101Agradecimientos

102Sobre el autor

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Introducción

En 2005 presenté La caja de herramientas del cate-quista: cómo triunfar en el ministerio de la catequesis(Loyola Press). Desde entonces miles de catequistasse han beneficiado de las herramientas y consejos quecompartí en aquella obra para llegar a ser un cate-quista más eficaz. ¡Es hora de subir al siguiente nivel!

La caja de herramientas del catequista está llenade ideas y estrategias que ayudarán a los catequistas—la mayoría de los cuales no son docentes de profe-sión— a familiarizarse con el mundo de la docencia.Al proveerse de las herramientas necesarias para ejer-cer su función con eficacia, muchos catequistas notardan en darse cuenta de que enseñar la fe católicano implica la mera transmisión de información. Amedida que profundizan en la experiencia catequé-tica, advierten que se encuentran con un misterio.

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También se percatan de que guiar a sus estudiantesen ese misterio exige además otro tipo dehabilidades.

Esta obra, Más allá de la caja de herramientas delcatequista: catequesis que no solo informa, sino quetambién transforma, se fundamenta en La caja deherramientas del catequista, ya que ayuda a llevar lalabor catequética un peldaño más arriba para poderllegar con más profundidad tanto a quienes apren-den como a quienes participan.

Es mi ruego que esta obra ayude a los catequistasy a aquellos a quienes ustedes enseñan a tener unencuentro con Cristo resucitado y que se produzcauna transformación de mente y corazón para quepuedan vivir como verdaderos discípulos. Que Diosnos dé la gracia necesaria para proclamar su Palabraviva y que todos la escuchen.

Joe Paprocki, D.Min.(Festividad de san Ignacio de Loyola,

31 de julio de 2012)

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Capítulo 1

¿Cómo aburrirse con elEvangelio?

“¡Qué aburrido!”Cuando los jóvenes pronuncian estas dos palabras

en las clases de educación religiosa, el catequista sedesanima. ¿Cómo puede ser posible que el Evangelioresulte aburrido? Para nosotros, los catequistas, elEvangelio no es nada aburrido. De hecho, estamosencendidos con la Palabra de Dios y estamos ansio-sos por compartirla con los demás y a la vez encendersus corazones. Suele ser frustrante y también des-alentador que los jóvenes bostecen cada vez que lesproclamamos el Evangelio. Si el Evangelio nos hacearder y el mensaje que enseñamos es “lo máximo”,entonces hay que admitir que la falla debe de estaren otro lado: en el método de transmisión. Despuésde todo, y nos guste o no, el medio es el mensaje.

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Quien acuñara esta frase a mediados del siglo XXfue Marshall McLuhan, educador, filósofo y expertoen comunicación. Lo que la frase dice es que el men-saje y el modo de transmisión son inseparables: el“paquete” en que se transmite el mensaje le da formaal mensaje y realza —o le resta— su significado. Porlo tanto, si nuestros estudiantes se aburren, es pro-bable que el método no resulte atractivo. Sin que-rerlo, le estaremos quitando significado al mensajede Dios.

Quisiera dar un ejemplo. Cuando era niño, solíapasar horas mirando juegos de béisbol en la televi-sión. Daba la casualidad que los dos equipos de béis-bol de Chicago —los White Sox y los Cubs— nosolo estaban en distintas partes de la ciudad y en dis-tintos canales de televisión, sino que para colmo esta-ban en frecuencias televisivas totalmente diferentes.A principios de 1968 los juegos de Chicago WhiteSox ya no los transmitía VHF TV (la banda de cana-les que va del 1 al 13), sino UHF TV (la banda decanales después del 13). Como resultado, la recep-ción de imágenes era espantosa. Ya no me resulta-ban interesantes los juegos de los Chicago White Soxporque la imagen borrosa arruinaba el entusiasmo

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de mirar el juego. Hasta hoy, creo que la deficienterecepción fue uno de los motivos por el que me hiceseguidor de los Cubs (¡y no porque los Cubs ganaranalgún campeonato!). Como las transmisiones de losjuegos de los Cubs eran muy nítidas, mi entusiasmopor el béisbol creció y logró atraer mi joven imagi-nación. Por el contrario, los juegos de los White Soxme parecían aburridos.

Del mismo modo, el problema para nosotros loscatequistas no es el mensaje que estamos transmi-tiendo, ni tampoco lo somos nosotros, ya que nues-tros corazones están en el lugar correcto. El problemaes con el método de transmisión, que muchos estu-diantes perciben como si fuera cualquier otra hora declase en un largo día escolar.

Más de lo mismoPodemos resumir una gran parte del enfoque con elque enseñamos catequesis en el aula con estas cincopalabras: leer el libro de texto. Suele ocurrir que en lassesiones de catequesis los estudiantes se turnan paraleer oraciones o párrafos del libro de texto en vozalta, y de tanto en tanto los catequistas introducen

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algún comentario o pregunta para debate. Aburrido,¿verdad?

Sin embargo, y para su beneplácito, el problemano reside en el libro de texto en sí. ¿Qué sería denosotros, los catequistas, si no tuviéramos los librosde texto? Gracias a estos maravillosos libros, lariqueza y profundidad de nuestra fe y herencia cató-licas cobran vida. Las palabras e imágenes proclamanel Evangelio de modo tal que resulta apropiado parajóvenes de edades diversas. Los manuales para cate-quistas nos ofrecen una comprensión clara y concisade los contenidos que debemos transmitir.

El problema es que usamos el libro de texto comosi fuera el único recurso disponible. Si la catequesisse tratara simplemente de transmitir información, nohabría problema. Podríamos darles los libros de textoa los jóvenes para que digieran el contenido y eva-luarlos en cuanto a comprensión. Sin embargo, lacatequesis no es tanto información, sino más bientransformación.

Cuando restringimos la catequesis a la meraadquisición de información, lo que estamoshaciendo es reducirla a una materia como cualquierotraque los jóvenes estudian en la escuela. La

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educación religiosa queda relegada a formar parte deuna pila de libros junto con otras materias comoestudios sociales, ciencias, historia y matemáticas.Pero nosotros, los catequistas, no somos docentes deuna materia, sino facilitadores de un encuentro, unencuentro con el Dios vivo: Padre, Hijo y EspírituSanto. La Iglesia nos enseña que el fin de la cate-quesis es “poner a uno no sólo en contacto sino encomunión, en intimidad con Jesucristo” (DirectorioGeneral para la Catequesis, 80). Como todos sabe-mos, la intimidad no se logra leyendo un libro.

Antes de seguir adelante, desearía aclarar que ellibro de texto desempeña una función importantí-sima en el proceso de la catequesis. Y no lo digoporque trabajo para una editorial de libros de textopara catequesis. Lo cierto es que, cuando enseño, uti-lizo siempre el libro de texto y el manual del cate-quista. Sin embargo, me atrevería a afirmar que nodedicamos más de un veinte por ciento del tiempode mis clases a leer el libro de texto. El ochenta porciento que resta se dedica a compartir experienciasque hacen que la información del libro cobre vida, esdecir, la enseñanza va más allá del libro.

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Enseñar más allá del libroEn esta obra exploraremos la manera de catequizarmás allá del libro de texto, pero sin dejarlo de lado.Asimismo, haremos catequesis más allá de la “caja deherramientas” que ofrecí en La caja de herramientasdel catequista, pero sin dejar las herramientas de lado.Por el contrario, usaremos el libro de texto y la “cajade herramientas” como fundamentos para construiruna sesión de catequesis que sea a la vez una expe-riencia transformadora.

Para encontrar la clave de la enseñanza más allá dellibro podemos volver a consultar el Directorio Gene-ral para la Catequesis, que nos recuerda que “cuandola catequesis está penetrada por un clima de ora-ción, el aprendizaje de la vida cristiana cobra todasu profundidad” (85). Dicho de otro modo, la cate-quesis más eficaz ocurre en un entorno de oración.¿Por qué? Porque la oración es un encuentro con elDios vivo.

La lectura de un libro de texto nos ayuda a sabersobre Dios, pero la oración nos ayuda a conocer aDios. Ambas actividades son necesarias. Saber sobrealguien nos ayuda a conocerle mejor, y muchas vecescuanto mejor conocemos a alguien, tanto más

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queremos saber sobre ese alguien. La enseñanza másallá del libro funciona de manera similar. Hace quela presencia de Dios sea algo palpable y tangible, locual hace que el estudiante desee más. En las pági-nas siguientes, exploraremos varias maneras prácti-cas, creativas y eficaces de hacer participar a aquellosa quienes estemos enseñando y ayudarlos a encontrarla presencia de Dios en sus vidas, logrando así unatransformación de mente y corazón y una relacióníntima con Jesucristo.

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Capítulo 2

Una catequesis que se parezcamás a la misa que a una clase

Hace poco, con el fin de preparame para una granreunión familiar, dediqué tiempo a investigar misancestros. Descubrí muchas historias de antepasadosque llegaron a las costas estadounidenses desde Polo-nia a fines del siglo XIX. Una historia que me impre-sionó mucho fue la de mi tatarabuela materna, Julia.Esta mujer hablaba siete idiomas con fluidez, lo cualhizo que su transición al Nuevo Mundo, y en parti-cular a Chicago, fuera mucho más fácil.

Cada vez que pasamos tiempo en algún paísdonde se habla un idioma distinto, es necesarioaprender ese idioma. De esta manera es posibleconocer a otras personas y establecer vínculos, yasean sociales o profesionales. La catequesis no esmuy distinta. En el sentido estricto de la palabra,

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se trata de un proceso de invitar a otros a ingresara un lugar nuevo, a una “tierra extranjera”, por asídecirlo. La tierra extranjera es el Reino de Dios. Paramuchos de aquellos a quienes enseñamos, esta tierraes extraña, es nueva. Sus habitantes se comportan demanera distinta, piensan de manera distinta y vivende manera distinta. También hablan de manera dis-tinta, y para ayudar a nuestros estudiantes a entrar enesta nueva realidad, debemos enseñarles el lenguajedel lugar. No es solo un lenguaje de amor, sino demisterio, un misterio que trasciende las palabras.

En realidad, en el Reino de Dios las palabras noson la forma principal de expresión. Los habitantesdel Reino de Dios se sienten más cómodos con unlenguaje que depende menos del alfabeto y más deexpresiones que apelan a la imaginación y la estimu-lan. ¿Cuáles son, entonces, los elementos de ese len-guaje de misterio? Démosle un breve vistazo.

Signos y símbolosEn el Reino de Dios se habla una especie de len-gua de signos. Pensemos en cómo Moisés llegóa encontrar a Dios: no fue por una invitacióncon palabras, sino por el signo de la zarza que

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ardía. Al ver esta señal, Moisés dijo: “Voy a acer-carme a mirar este espectáculo tan admirable”.Los signos y los símbolos hablan directo al cora-zón por medio de la imaginación. Invitan en vezde dar una orden, e inspiran en vez de dar unaexplicación.

RitualesEn el Reino de Dios los rituales abundan. Losrituales nos conectan con los hechos significativosde nuestro pasado, nos afirman en el presente ynos conducen con confianza al futuro. Los ritualesnos llevan a un nivel de conciencia más profundoy nos recuerdan que podemos sentirnos cómodosen ese lugar especial donde habita el espíritu.

Movimientos y gestosEn el Reino de Dios las personas están en con-tinuo movimiento, no como hámsters, sin pen-sarlo, sino intencionadamente, como bailarines enun escenario. Se mueven en actitud de oración,como si cada movimiento quisiera decir algo. Estaidea no nos es extraña. Existe una forma suavede ejercicio, el tai chi, una práctica antigua quepromueve la serenidad por medio de movimientos

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controlados que conectan el cuerpo, la mente y elespíritu. Lo que sucede con uno de ellos afecta alos otros. Lo mismo ocurre en el Reino de Dios:cuando oramos con el cuerpo por medio de movi-mientos y gestos, la mente escucha y el corazónresponde.

SilencioEn el Reino de Dios la forma principal de expre-sión es el silencio. Thomas Keating, un monje tra-pense, dice: “El silencio es el primer idioma deDios; todo lo demás es una mala traducción. Parapoder entender dicho idioma, tenemos que apren-der a estar quietos y a descansar en Dios” (Invita-ción a amar).

CantosEl Reino de Dios es un lugar donde la música nocesa. Pocas cosas logran tocar el corazón y trans-portar la mente más que la música y el canto.Quizás sea por eso que los Salmos se refieran a lamúsica tan a menudo, de hecho, casi cien veces.“Canten al Señor un cántico nuevo”, alienta el sal-mista (Salmo 96:1). Por suerte, a Dios le gusta lamúsica, y le encanta escucharnos cantar.

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Historias y mitosEn el Reino de Dios siempre es momento propiciopara una historia. Cerca de un tercio de los dichosregistrados de Jesús están en forma de parábolas.¡Este hombre sí que sabía contar historias! Sabíaque las historias crean mundos, nuevas realidadesque podemos imaginar y a las cuales podemosentrar. Las historias de Jesús apelan a la imagina-ción y nos llevan a considerar la posibilidad de unarealidad alternativa. El escritor John Shea dice que“las historias son la forma de lenguaje más intere-sante y atractiva” y que “la narración de historiasnos saca de lo aleatorio del momento y nos insertaen un contexto mucho más grande” (Versión deltraductor [v.d.t.], Stories of Faith [Historias de fe]).Este contexto más grande es el Reino de Dios, ytodos tenemos un papel que protagonizar en él.

Este lenguaje de misterio que se habla en el Reinode Dios nos predispone a pensar en la posibilidadde una realidad alternativa. El Reino de Dios es, adecir verdad, una realidad alternativa insertada en larealidad que podemos ver y oír. Somos llamados aentrar en esa realidad mediante la capacitación de

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los ojos, los oídos y nuestro espíritu para percibirese nuevo mundo. Conocer ese lenguaje de misteriopuede ayudarnos a responder al llamado. De esto setrata la catequesis. Si las cosas fuesen tal como pare-cen, no habría necesidad de catequesis. Pero el sen-tido principal de la vida está velado y es un misterio.Es por ello que debemos catequizar a otros para queincorporen esos elementos del lenguaje de misterioen la dieta diaria del alma.

¿En qué lugar y en qué momento en la vida de uncatólico, entonces, se habla y escucha mejor ese len-guaje? Por supuesto que en la liturgia. Cuando cele-bramos la misa —o cualquiera de los sacramentos, sivamos al caso— hablamos y se nos habla con un len-guaje de misterio.

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El lenguaje de misterio

Elementos Ejemplos

Signos ysímbolos

Agua, óleo, fuego, pan, vino eincienso

Rituales Ritos de aspersión, unciones ybendiciones

Movimientosy gestos

La Señal de la Cruz, procesiones yel Rito de la Paz

Silencio Antes de la misa, después de lalectura de las Escrituras, después

de la homilía y después de laComunión

Cantos Himnos de la misa y partescantadas de la misa

Historias ymitos

La Liturgia de la Palabra

El lenguaje de misterio impregna la misa. Y aun así,por alguna razón, cuando entramos en el ámbito dela catequesis, nos hace falta este lenguage no verbal.El lenguaje de misterio se olvida y recurrimos a pala-bras, palabras y más palabras.

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El exceso de palabras tiende a reinar en los entor-nos catequéticos. Sin embargo, no es así en el Reinode Dios. Es por ello que no puedo darle suficienteénfasis al hecho de que nuestra catequesis debe pare-cerse más a la misa que a una clase.

He utilizado esta idea en las presentaciones de Lacaja de herramientas del catequista durante muchosaños. Nunca deja de causar interés. Suelo desarrollarla idea introduciendo los distintos elementos del len-guaje de misterio —signos, rituales, etc.— y alentara los catequistas a que incorporen estos elementosen sus entornos catequéticos. Una y otra vez, sinembargo, los catequistas responden con frustración:“Quiero hacer esto, pero ¿cómo, si tengo tanto mate-rial que abarcar?”.

Una de las maneras en que no debemos hacerlo esabarrotando elementos de ese lenguaje de misterioen un plan de clase existente. En cambio, debemostransmitir el contenido “traduciéndolo” al lenguajede misterio. Debemos depender todavía de las pala-bras e incorporarlas, por supuesto, pero al mismotiempo hablaremos un lenguaje que trasciende laspalabras. Hablaremos un lenguaje de misterio queno solo informa, sino que también transforma.

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Con estos objetivos en mente, comencé a ofrecerotro taller que fuera más allá de La caja de herra-mientas del catequista. Ofrecí un enfoque para lacatequesis que incorpora el lenguaje de misterio. Enmis continuos esfuerzos por lograr la mayor prac-ticidad posible —y ofrecer así algo que realmentefuncione— desarrollé una Plantilla para una cate-quesis de adoración (Template for Worshipful Cate-chesis). Esta plantilla ofrece una sesión de catequesisde 75 minutos que incorpora los distintos elementosdel lenguaje de misterio en un contexto de oraciónen el que se transmite el contenido del libro detexto. La respuesta ha sido asombrosa. Los catequis-tas están adoptando este enfoque con entusiasmo yyendo hacia un modelo de catequesis que no soloinforma sino que también transforma.

A continuación ofrezco esa plantilla organizada encinco etapas para una sesión de 75 minutos:

1. Preliminares (15 minutos)2. Primer paso: Participar (15 minutos)3. Segundo paso: Explorar (25 minutos)4. Tercer paso: Reflexionar (10 minutos)5. Cuarto paso: Responder (10 minutos)

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En conjunto, todos estos pasos integran aquello quellamamos el “proceso catequético”. No importa cuálsea el libro de texto que se use, las lecciones general-mente se organizan en pasos —a veces tres, a vecescuatro—. Para los fines de esta obra, prefiero utilizarel proceso de cuatro pasos que se utiliza en la serieEncontrando a Dios (Loyola Press). Lo hago por dosrazones. En primer lugar, este es el programa que seutiliza en las parroquias donde enseño; por lo tanto,sigo los cuatro pasos. En segundo lugar, los cuatrospasos incluyen un segmento importante para la ora-ción: el paso Reflexionar.

En la catequesis, es necesario que la oración seamás que un simple par de frases que sirven para abriry cerrar la sesión. La experiencia de oración es crucialsi queremos un encuentro con Cristo resucitado. Devez en cuando, algún catequista preocupado me dice:“Me gustaría incluir una experiencia de oración enla clase, pero tengo demasiado contenido que abar-car”. Yo le respondo que la oración es parte esencialdel contenido que queremos transmitir. Junto con elCredo, los sacramentos y la vida moral, la oraciónes uno de los cuatro pilares del Catecismo de la Igle-sia Católica. Sin este cuarto pilar, estamos haciendo

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que los estudiantes se suban a una mesa de tres patas.La transmisión de contenido sobre Jesús se convierteen una mera enseñanza de materia si no hablamosy pasamos tiempo con Jesús. Es importante recordarque hacemos mucho más que eso.

Sin más, exploraremos las maneras en que pode-mos invitar a los jóvenes al Reino de Dios utilizandosu lenguaje: el lenguaje de misterio.

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Capítulo 3

Preliminares

15 minutos

Todo catequista sabe que si se planifica una sesiónpara que dure 75 minutos, solo unos 60 se dedicaránexclusivamente a la enseñanza. ¿Por qué? Es por lospreliminares de los que hay que ocuparse: tomarlista, llegadas tarde, recoger tareas, distribuir mate-rial, permisos para ir al baño, y el eterno desafío delograr que los jóvenes finalmente se acomoden y seconcentren.

Sin embargo, los primeros 10 o 15 minutos dela sesión no deberían quedar privados de enseñanza.Los catequistas podemos utilizar una serie de estrate-gias para aprovechar al máximo este período prelimi-nar: enseñar mientras nos ocupamos de cosas que enrealidad no nos gusta enseñar. Para que ello ocurra,

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no obstante, debemos adoptar el concepto que pro-puse antes: que la sesión se parezca más a la misaque a una clase. Con esta idea fundamental en menteveremos algunas de las maneras en que un catequistapuede aprovechar el período preliminar para prepa-rar el ambiente ideal para una experiencia de oracióny adoración.

Recibir a los participantescon agua bendita

¿Qué es lo primero que hacemos cuando entramos auna iglesia católica? Nos mojamos los dedos en unapila o recipiente de agua bendita y nos bendecimos.Esto es un poderoso recordatorio de que morimos alpecado por medio de las aguas del Bautismo y resuci-tamos a una nueva vida en Cristo. ¿Por qué no invi-tar a los participantes a ese espacio de aprendizaje dela misma manera? Se puede lograr muy fácilmente.

Se puede conseguir un pequeño recipiente conuna tapa que cierre bien. Se llena el recipiente conagua bendita de la pila o dispensador de la parroquiay se lo lleva a cada sesión o se puede buscar unlugar donde ubicarlo en el espacio de aprendizaje.Minutos antes de la hora de inicio se espera a los

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participantes a la puerta con el recipiente de aguabendita y se los invita a que se bendigan a medidaque llegan. También es una buena idea que un asis-tente o estudiante de confianza se encargue del aguabendita para que el catequista pueda continuar conlos preliminares.

Este ritual —que es un elemento del lenguaje demisterio— indicará a los participantes que están porentrar a un espacio sagrado. También los pondrá encontacto con un rostro humano que les dé la bienve-nida, lo cual es una de las expresiones más poderosasde la presencia de Dios. Los participantes verán eneste ritual un acto de adoración como cuando entra auna iglesia. Aunque no tomen conciencia de esto, susmentes y corazones comenzarán a dirigirse a Dios.

Tocar música litúrgicapara la llegada

Cuando entramos a una iglesia, los sentidos se esti-mulan de manera inmediata. Vemos vitrales, estatuasy flores. Percibimos el aroma de las velas y elincienso. Nos mojamos los dedos en agua benditay hacemos una genuflexión antes de ubicarnos ennuestra banca. Y oímos música. A veces sucede que

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el coro o el organista están ensayando para la misade ese día o tocando una melodía de fondo para ayu-darnos a pasar a la adoración. Sugiero ofrecer estamisma experiencia auditiva a medida que los partici-pantes llegan.

Es recomendable traer un reproductor de CD oMP3 al espacio de aprendizaje, o tratar de que hayaalguno disponible. Se puede poner alguna suavemelodía de fondo que sirva de inspiración como paracrear el ambiente a medida que llegan los partici-pantes. La música puede seguir hasta el momento decomenzar con las actividades de la clase. Se puedeexperimentar con himnos católicos tradicionales,música instrumental o música cristiana contempo-ránea, o se pude pedir al director de catequesis queofrezca sugerencias o enlaces a melodías apropiadas.Se puede elegir alguna canción que refuerce el temade la lección y repetirla continuamente para que losparticipantes se familiaricen con ella. Con el tiempoes posible armar una biblioteca propia para utilizaren las clases de formación religiosa.

El verbo “cantar” (y sus variantes) aparece másde 300 veces en las Sagradas Escrituras. No bastanlas palabras cuando deseamos acercarnos a Dios. A

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medida que los participantes ingresan al espacio deaprendizaje, la música los ayuda a ponerse en con-tacto con el lenguaje de misterio y con la idea deque están entrando en un lugar sagrado, un lugar queproducirá un impacto mucho más profundo que lasmeras palabras.

Invitar a los participantes a escribirintenciones de oración

Por tradición solemos arrodillarnos y rezar al llegara la iglesia. Muchos utilizamos estos momentos paracontarle a Dios aquello que traemos en la mente y enel corazón. No dejamos nuestros problemas y preo-cupaciones a la entrada cuando llegamos a la iglesia.En cambio, los traemos y los ofrecemos a Dios. Delmismo modo podemos invitar a los participantes aadoptar el hábito de rezar una vez que se ubican enlas bancas.

Es una buena idea colocar una tarjeta y una plumao lápiz en los asientos antes de que lleguen los parti-cipantes. A medida que se van ubicando en las ban-cas, se les puede pedir que escriban una intenciónpara la semana. La intención puede ser una acciónde gracias, una expresión de admiración o alabanza,

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o una petición de ayuda. Se les puede pedir a los par-ticipantes que conserven las tarjetas para después uti-lizarlas en la oración de apertura o pedirles que lascoloquen en una canasta en la mesa de oración.

Estar en sintonía con su propia gratitud, sus nece-sidades y sentimientos de admiración ayudará a losparticipantes a prepararse para un encuentro con elDios de amor. Poder expresar nuestra alegría nosayuda a demostrar una gratitud que reconoce a Dioscomo fuente de toda bendición. Poder expresarnuestras necesidades nos recuerda que dependemosde algo que es mayor a nosotros. E incluso las ala-banzas más sencillas nos recuerdan que somos cria-turas hechas para la adoración y la alabanza.

Tomar lista y otras actividadesComo se dijo antes, todo catequista tiene algunastareas —aunque a veces parecen millones— quehacer al inicio de la clase: tomar lista, repartir elmaterial, responder preguntas, etc. Las recomenda-ciones que he ofrecido hasta el momento no interfe-rirán con la capacidad del catequista de poder cum-plir con estas tareas. En cambio, facilitarán el pro-ceso, pues crearán un ambiente relajado y de oración.

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A medida que los participantes entran y se persignancon agua bendita, escuchan música y escriben suspeticiones, el catequista se puede ocupar de sus acti-vidades. Lo hermoso de todo esto es que gracias aestas acciones la enseñanza ocurre sin que nadie se loproponga.

Procesión para disponerla mesa de oración

Una vez que todos estén sentados, y que el catequistahaya tenido la oportunidad de llevar a cabo las acti-vidades preliminares, es momento de que los partici-pantes puedan vivir otra experiencia de oración: unaprocesión para disponer la mesa de oración. Las pro-cesiones son sacramentales, representan el viaje espi-ritual que todos hacemos y nos recuerdan nuestrodestino final: estar con Dios.

Como escribí en La caja de herramientas del cate-quista, un centro de oración puede consistir en unasencilla mesa cubierta con un mantel cuyo colorrefleje el tiempo litúrgico presente. Sobre la mesa sepuede colocar una Biblia y un crucifijo, una estatua,un ícono o algún otro objeto religioso. Este espa-cio sirve para demostrar el valor de la oración y hace

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que los participantes tomen conciencia de que estánante lo sagrado. Para que ello ocurra de manera másprofunda, se puede invitar a los participantes a acer-carse a la mesa en actitud de oración y prepararla devarias maneras para los momentos que van a com-partir. Aquí ofrezco algunos ejemplos:

1. Se puede invitar a los participantes a que trai-gan sus propios símbolos para colocar sobre lamesa de oración durante las primeras sesiones.Habría que indicar que pueden ser símbolosreligiosos como cruces, estampas u objetos queles recuerden a Dios de maneras menos eviden-tes (por ejemplo, tarjetas de cumpleaños, floreso fotografías de seres queridos).

2. Antes de la procesión se puede invitar a losparticipantes a formar una fila a uno de loslados del salón y que sostengan algo, ya sea unobjeto de la mesa de oración (incluyendo elmantel, la Biblia u otro objeto sagrado) oalgún otro objeto que hayan traído ese día.

3. Se le puede pedir a un ayudante o participantede confianza que guíe la procesión llevandouna cruz que se colocará sobre la mesa.

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4. Se puede poner música a medida que los parti-cipantes hacen la procesión alrededor del perí-metro del salón hasta llegar a la mesa deoración.

5. Se les puede pedir a los participantes que colo-quen sus objetos sobre la mesa de oración, unopor uno, comenzando con el mantel, la cruz yla Biblia, y siguiendo con los demás objetos ysímbolos.

6. Se les puede pedir a los participantes queregresen a sus lugares en silencio y en actitudde oración.

En vez de apurarse para disponer la mesa de oraciónantes del inicio de la sesión, es una buena idea pedir-les a los participantes que la dispongan como se des-cribió más arriba. De esta manera se puede enseñarreverencia y sacramentalidad, dos elementos funda-mentales del lenguaje de misterio. Y para fines prác-ticos, la procesión no debería durar en total más dealgunos minutos. ¿Hay algo que perder, entonces?

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Oración de aperturaUna vez que se ha dispuesto la mesa de oración, yase puede pasar a la oración de apertura. La oraciónpuede adoptar diversas formas. Recomiendo lassiguientes:

1. Invitar a los participantes a ponerse de pie. Estaes una postura tradicional para la oración.(¿Han observado cómo la congregación se ponede pie cuando el sacerdote dice: “Oremos”?)

2. Rezar la Señal de la Cruz.3. Continuar con un saludo que consista en un

llamado y una respuesta. Los participantespueden aprender esto durante las primerassemanas. Aquí ofrezco algunas posibilidades:

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Llamado Respuesta

Este es el día en queactuó el Señor.

¡Vamos a festejarloy a celebrarlo!

Señor, envía tuEspíritu. . .

y renovarás la fazde la tierra.

Nuestro auxilio es elNombre del Señor. . .

que hizo el cielo yla tierra.

Dios mío, ven en miauxilio. . .

Señor, date prisaen socorrerme.

Señor, abre mislabios. . .

y mi bocaproclamará tu

alabanza.4. Invitar a los participantes a hacer la triple

Señal de la Cruz con el pulgar en la frente, loslabios y el pecho. Esto puede hacerse diciendo:“Oremos hoy para que la Palabra de Dios esté. . .en nuestra mente [frente], en nuestros labios[labios] y en nuestro corazón [pecho]”.

5. Después de algunas semanas de repetir estaspalabras en voz alta, se puede hacer el gesto sinlas palabras que lo acompañan, utilizando sola-mente las palabras que están más arriba en cur-siva para introducirlo.

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6. Invitar a los participantes a compartir algunaintención. Se puede hacer circular una vela (sies necesario, una que funcione con baterías) ypedirles a los participantes que oren por suspropias intenciones en voz alta o que tomenuna de la canasta de oración y la lean envoz alta.

7. Terminar la oración de apertura pidiéndoles alos participantes que hagan una oración tradi-cional en voz alta.

8. Cada mes se puede cambiar la oración tradi-cional, sobre todo si hay alguna oración que elcatequista desee que los participantesaprendan.

Si empezamos la sesión con esta actitud de oración,ayudaremos a los participantes a mostrar mayor reve-rencia hacia la experiencia catequética y, al mismotiempo, les enseñaremos sobre la oración ritual, losgestos sacramentales, la oración intercesora y la ora-ción tradicional.

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Listos para “empezar” a enseñarA esta altura es posible sentir que ya estamos listospara empezar a enseñar. Lo cierto es que la enseñanzaya vino ocurriendo en este período preliminar. ¿Noes un alivio saberlo? En vez de que los participanteslleguen a su antojo y de manera caótica como estu-diantes en recreo antes de que suene el timbre, nosha sido posible crear una atmósfera para una expe-riencia sagrada en la que los participantes tendrán unencuentro con el Dios vivo. De esta manera, todoestá preparado para pasar a una experiencia más for-mal de enseñanza y aprendizaje, y todo esto dentrode un contexto y un ambiente de oración que el cate-quista pudo establecer durante esta etapa preliminar.

¡Felicitaciones!

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Sobre el autor

Joe Paprocki es el consultor nacional de Loyola Presspara la formación en la fe. Cuenta con más de treintaaños de experiencia en el ministerio, ha impartidoclases a diferentes niveles y continúa sirviendo comocatequista. Paprocki es un conocido conferencista yautor de numerosas obras, entre ellas Vivir la misa yUna fe bien construida.

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Joe Paprocki

Más allá de la caja de herramientas del catequista

Catequesis que no solo informa, sino que también transforma

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Cómo lograr que la clase se parezca más a la misa

Joe Paprocki, exitoso y reconocido autor de La caja de herramientas del catequista, ha escrito el primer libro que muestra paso a paso cómo impartir una sesión catequética de 75 minutos. Esta obra ofrece técnicas prácticas basadas en el libro de texto con el fin de crear un clima de entrega a la oración y una experiencia más profunda en el salón de clases.

Aunque los libros de textos son una herramienta esencial para que los catequistas puedan presentar la doctrina de la Iglesia católica de manera clara y precisa, Más allá de la caja de herramientas del catequista propone un marco que guiará a sus estudiantes hacia la transformación personal. Mediante el uso de ritos católicos, oraciones y la Liturgia de la Palabra, Paprocki ofrece sugerencias para lograr que la catequesis se parezca más a la misa que a una clase.

Leer un libro de texto permite a los niños saber de Dios, mientras que Más allá de la caja de herramientas del catequista los ayuda a conocer a Dios de manera íntima al utilizar la oración como vehículo para convertirse en discípulos de Jesucristo para toda la vida.

Joe Paprocki es el consultor nacional de Loyola Press para la formación en la fe. Cuenta con más de 30 años de experiencia en el ministerio, ha impartido clases a diferentes niveles y continúa sirviendo como catequista. Paprocki es un conocido conferencista y autor de numerosas obras, entre ellas Vivir la misa y Una fe bien construida.

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ISBN-13: 978-0-8294-3882-6 ISBN-10: 0-8294-3882-3

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