MÁS ALLÁ DE ILIBERRI. IBÉRICOS EN LAS DEPRESIONES OCCIDENTALES GRANADINAS

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By J.A, Pachón Romero. At the west of Iliberri, the sites, since the Final Bronze, presents a settlement doomed to the Iberianthat will relate it with the Bastetania of the high plateaus of Granada. Partly isolated and related withthe SW of Jaen and the SE of Cordoba, the will reach their own personality. The territorial organization shows relations on dependences around three great oppida (Iliberri, Ilurco andMora), depending on a hydrographic basin ruled by the Genil. But the scientific abandon, the agricultural intensificationand the anthropic depression, can danger its conservation and demand urgent preventive measure andthe renovation of its archeological and cultural study.

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UNIVERSIDAD AUTNOMA DE MADRID. VARIA 9.Ier Congreso Internacional de Arqueologa Ibrica Bastetana Madrid 2008, pp. 247-265

MS ALL DE ILIBERRI. IBRICOS EN LAS DEPRESIONES ORIENTALES GRANADINASJUAN ANTONIO PACHN ROMEROUNIVERSIDAD DE GRANADA

RESUMEN Al oeste de Iliberri, los yacimientos, desde el Bronce Final, ofrecen un poblamiento abocado a lo ibrico que emparentar con la Bastetania de las altiplanicies granadinas. Aislados en parte, y relacionados con el suroeste de Jan y el sureste de Crdoba, alcanzarn su propia personalidad. La organizacin territorial muestra relaciones de dependencia en torno a tres grandes oppida (Iliberri, Ilurco y Mora), en funcin de una cuenca hidrogrfica jerarquizada por el Genil. Pero el abandono cientfico, la intensificacin agrcola y la presin antrpica, hacen peligrar su conservacin y exigen urgentes medidas preventivas y la renovacin de su estudio arqueolgico y patrimonial. Palabras clave: control del territorio, escultura zoomorfa, hinterland, iberizacin, necrpolis, oppidum, relaciones de dependencia, tmulo.

ABSTRACT At the west of Iliberri, the sites, since the Final Bronze, presents a settlement doomed to the Iberian that will relate it with the Bastetania of the high plateaus of Granada. Partly isolated and related with the SW of Jaen and the SE of Cordoba, the will reach their own personality. The territorial organization shows relations on dependences around three great oppida (Iliberri, Ilurco and Mora), depending on a hydrographic basin ruled by the Genil. But the scientific abandon, the agricultural intensification and the anthropic depression, can danger its conservation and demand urgent preventive measure and the renovation of its archeological and cultural study. Keywords: territory control, zoomorphic sculpture, hinterland, iberization, necropolis, oppidum, relation on dependence, tumulus.

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ESPACIO Y ASIENTO Hablar de iberos en el medioda occidental de la provincia de Granada es problemtico. Existiendo hallazgos significativos, an faltan prospecciones sistemticas que llenen los vacos territoriales en la distribucin espacial de yacimientos (figura 1), aunque tampoco deberamos estar esperanzados en localizar muchos ms sitios, pues los resultados que arrojan algunas de las investigaciones realizadas no permiten mucho optimismo. As, la prospeccin en la autova de Andaluca a lo largo del Genil solo cont, del total de veinticuatro yacimientos explorados, con tres (12,5%) de poca ibrica (Ruiz y Maldonado, 1992, tabla 1). Esto lo confirman prospecciones cercanas, tanto a occidente de Loja, en el municipio malagueo de Villanueva del Rosario, donde ni siquiera hay un asentamiento ibrico (Gutirrez y Lara, 1990); como a oriente de la Vega de Granada, donde el tramo de la autova AlhendnDrcal, tampoco ha arrojado hallazgos novedosos (Ramos y Osuna, 2001). La merma de este vaco se acrecienta en nuestro trabajo al excluir las referencias de Iliberri, sitio de importante literatura que se trata en otra ponencia del Congreso. La relevancia de tal exclusin se entiende si se considera como un todo el desarrollo del proceso de iberizacin en el espacio estudiado, durante el periodo cronolgico extendido a lo largo del primer milenio a.C. El territorio analizado conforma una geografa de carcter contrapuesto: no es un paisaje nico, sino la multiplicacin de espacios diferentes e interconectados. Se diferencian al menos tres reas de gran personalidad. En el centro, las Depresiones Centrales, escalonadas al principal eje fluvial del territorio (el Genil); al sur, las Tierras Altas del arco meridional (Alhama y la sierra de Almijara, as como la Meseta de Albuuelas), que aslan los territorios costeros mediterrneos del interior inmediato; por fin, al norte, los Montes Occidentales y una pequea parte de los Orientales, ms arriba de la red hidrolgica central, pero incluidos en su cuenca y sirviendo de frontera ante las reas ms septentrionales. Ese mbito separ Granada de los pueblos ibricos del norte y noroeste (Jan y Crdoba), que representaban comunidades con matices diferenciadores respecto de los centros ibero-bastetanos meridionales y nororientales. Un territorio conformado como lugar fronterizo, que hoy sirve de espacio de delimitacin entre Granada y la zona suroccidental de la provincia de Jan, integrando una serie de yacimientos arqueolgicos que deben analizarse desde la ptica de la civilizacin ibrica del sur (Pachn, 1999, 205), por tanto que la actual divisin poltica provincial no era entonces un elemento sustancial de separacin, sino de comunicacin a travs de los ros. Un ejemplo paradigmtico fue el ro Frailes o Velillos, curso en cuyos extremos encontramos: al norte, el asentamiento de La Mesa y, al sur, el Cerro de los Infantes, Ilurco, expresin de una subcomunidad bastetana, ajena a los impedimentos del relieve y unida por el uso comn de un cauce fluvial de gran importancia en poca prerromana. La Vega de Granada ocupara el espacio ms oriental de aquellas depresiones centrales, pero, cerrada hacia el este por el macizo de Sierra Nevada, no disfrutara de una conexin plenamente difana con los centros nucleares bastetanos de las altiplanicies de Guadix-Baza. Aunque las relaciones existieron, debieron producirse ms a occidente, a travs del Pasillo de Iznalloz, abierto entre la zona de los Montes Orientales y el alineamiento montaoso de Sierra Arana, por donde discurre parcialmente el ro Cubillas algo antes de morir en el Genil. Por tanto, ese paso canalizara una comunicacin de cierto nivel, controlada especialmente por el Cerro de los Infantes, mientras Iliberri quedaba ms al margen, centrado en los recursos primarios generados por la cabecera de la Vega. En ella, la confluencia de los ros Darro y Genil, al avenarla, contribua a su progresiva colmatacin y extensin de los antiguos espacios agrcolas. El devenir de poblaciones protohistricas, condicionadas por esta naturaleza, explicara la distribucin espacial de asentamientos y las funciones que desempearon: control del territorio propio, explotacin de recursos, vigilancia y mantenimiento de las rutas de comunicacin e intercambio de productos autctonos y forneos.

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Figura 1.- Sitios ibricos en el medioda occidental de la provincia de Granada.

El conjunto de la red viaria fue vital en todo tiempo, pero especialmente en momentos especficos de la evolucin cronolgica de algunos centros habitados que influyeron en mbitos ms amplios de poblamiento. Los sentidos de esa comunicacin funcionaron de modo sincrnico con la disposicin de los paralelos y meridianos cartogrficos, pero mientras las relaciones este-oeste, y viceversa, prcticamente se redujeron al camino que seala el propio Genil, los que se establecieron de norte a sur, y al contrario, se multiplicaron enormemente, aprovechando esa disposicin natural de los afluentes de aquel ro. Esa red de comunicacin vertical y horizontal vari solo la frecuencia de uso de sus vas, segn las pocas consideradas: si el Genil mantuvo su inters en todo tiempo, la zona meridional de la cuenca fue ms frecuentada en tiempos preibricos e ibrico-antiguos; por su parte, en poca plena ibrica creemos que ser la mitad norte la ms destacada. Esa divergencia debe relacionarse con la respectiva trascendencia de los dos grandes asentamientos en los que pivota la arqueologa de todo el territorio: Cerro de la Mora y Cerro de los Infantes. El primero, con ms peso especfico en la mitad inicial del milenio, y el ltimo en la segunda. Iliberri complementara al Cerro de los Infantes, sin que los hallazgos permitan mostrar, hoy, una trascendental importancia del sitio hasta una fase algo ms moderna (J. Barturen, en este mismo volumen) que, quizs, solo alcanzara su culmen en tiempos romanos. El descubrimiento en el yacimiento granadino del Albaicn de una muralla, que se fech en la segunda mitad del siglo VII a.C. (Casado et alii, 1998, 141), no est exenta de polmicas y su anlisis, sin el aporte de una mayor documentacin material en niveles arqueolgicos asociados, no aclara suficientemente la cronologa de su factura, pese a aportaciones recientes que podran desplazarla a momentos ms avanzados (Adroher y Lpez, 2001,

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197). Las referencias acumuladas, por las excavaciones de urgencias en el sitio, siguen sin ofrecer evidencias relevantes que puedan parangonarse en igualdad de condiciones con lo que represent Ilurco desde el Bronce Final hasta poca ibrica avanzada, al margen de que el sitio de Granada tambin disfrut de un claro periodo Protoibrico, pero ms tardo que los inicios de Ilurco o La Mora. El total de yacimientos reunidos (figura 2) supera notablemente nuestra anterior aportacin (Adroher et alii, 2002, nos. 79 a 104), cifrado ahora en diecisiete sitios ms (65,38% de incremento). Ese aumento tambin responde al hecho de que aqu tambin computemos tres sitios de la provincia de Jan que entonces no se incluyeron, al exceder el mbito provincial incluido en aquel estudio; junto a otros casos poco claros: los nos. 7-8, 33 y 35 (figura 2), que todava albergan dudas razonables sobre su autntica filiacin ibrica. Del mismo modo, los yacimientos 21-22 y 25 no han podido contrastarse, debido a las deficiencias locacionales de su inicial catalogacin (Ruiz y Maldonado, 1992, 169). Es una considerable ampliacin que apoya el convencimiento de que quedan ms yacimientos inexplorados, a la espera de su anlisis con las prospecciones necesarias, sin olvidar los inconvenientes mostrados por las investigaciones previas y por la influencia negativa de la agricultura intensiva en las terrazas fluviales del Genil y zonas contiguas. Configurados en un espacio geogrfico de peculiaridades especficas, los yacimientos vivieron una evolucin diferenciada respecto de otras comunidades vecinas contemporneas, aunque no pueda hablarse en lo ibrico de divergencias trascendentales respecto del horizonte bastetano afn. El conjunto, que supone una importante nuclearizacin, posiblemente heredada de poca preibrica, tambin responde al relativo aislamiento geogrfico ya sealado y al peculiar sentido de los contactos existentes con las comunidades inmediatas. En este contexto, la direccin natural del desage de la cuenca fluvial del Genil hacia occidente permiti mantener una comunicacin constante con las zonas occidentales andaluzas, donde se haban venido suscitando cruciales transformaciones desde tiempos tartsicos a turdetanos, hasta el punto de producir en este mbito ibrico granadino la cristalizacin de una sociedad prerromana suficientemente reconocible frente al resto del mundo bastetano. Las dificultades de relieve, fuera de las inmediaciones de aquel cauce, forzaron las comunicaciones hasta canalizarlas por determinados puntos concretos, en torno a los que se establecieron los ncleos habitados centrales que controlaron cada territorio, junto a los sitios secundarios asociados. Nos enfrentamos, pues, a un vasto territorio donde tampoco es fcil apreciar una suficiente unidad que haga factible la comprensin de un fenmeno cultural comn, bajo la denominacin de ibrico o bastetano. Por ello, aunque no hubiese un nico centro nuclear, tampoco llegaron a ser muchos y en ocasiones existieron claras dependencias de unos a otros; algo que facilitara el papel fundamental que lleg a jugar en la dinmica econmica, la disposicin central del curso del Genil y la inclusin del territorio considerado en su propia red hidrogrfica. Una disposicin, tan jeraquizada en lo geogrfico, trascendi profundamente en lo cultural, al menos en pocas como las tratadas, cuando las dependencias del medio natural eran ms efectivas que en pocas recientes. Gracias a ello, y sin necesidad de recurrir a otros anlisis espaciales, pueden centrarse las reas de influencia alrededor de hbitats distribuidos a lo largo del Genil, o de su entorno ms cercano. Estas localizaciones poblacionales se situaron en las vegas que jalonan su cauce, sin ser una nica depresin, sino la sucesin de varias que empiezan a oriente en la misma Vega de Granada, continan al oeste con las vegas de Villanueva de Mesa/Hutor Tjar y culminan en la ms pequea Hoya de Loja. Se dibuja, as, un progresivo escalonamiento descendente de tierras bajas, inundadas por las aguas del Genil y constituyendo el soporte del principal recurso agroalimentario prerrromano. Por ello, no es casual que utilicemos la expresin iberos en las depresiones occidentales granadinas en plural, diferenciando otras depresiones ms orientales y septentrionales que articulan el comn denominador de las altiplanicies de Guadix-Baza, donde se desarrollara el mbito primordial ibricobastetano.

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Figura 2.- Relacin de yacimientos ibricos y caracterizacin cultural.

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Figura 3.- Porcentajes por facies de sitios ibricos en el suroeste provincial de Granada.

La mayor importancia del territorio en torno al Genil, acrecent el inters de la disposicin central de La Mora e Infantes, desde donde no fue difcil ejercer un control amplio del territorio circundante, quedando algo marginados aquellos lugares con localizacin ms perifrica como el oppidum iliberritano del Albaicn, beneficiado en todo caso por una situacin fuera del alcance de la visibilidad que disfrutaba Infantes. En este sentido, el uso econmico intensivo de la Vega de Granada fue mucho ms tardo que en el resto de las depresiones granadinas del Genil, como hemos expuesto en trabajos anteriores (Pachn et alii, 1999, 134). Ello explica el evidente dcalage cronolgico y de importancia general de Iliberri frente a Ilurco, pese a su similar relacin con la depresin, que explica por la lenta colmatacin de la misma, a lo largo del primer milenio a.C. Mientras en la Vega abundan evidencias de villae romanas (Espinar et alii, 1992), falta documentacin sobre establecimientos ibricos o anteriores; muy al contrario, los que conocemos se sitan en disposicin perifrica a la cubeta sedimentaria fluvial, o constituyen hallazgos deposicionales secundarios. Al norte, Infantes y Albaicn; al sur, Loma Linda (Rodrguez, 1992) y Cuesta de los Chinos (Fresneda y Rodrguez, 1980; Fresneda et alii, 1988), que salvaban con sus alturas relativas un espacio central ms deprimido, an demasiado hmedo para su uso como hbitat y que, sin colmatarse, no ofreca todas sus potencialidades econmicas. Ms tarde, en tiempos de los Reyes Catlicos, parte de la Vega se transformaba en un espacio impracticable en poca de lluvias, como recogen las crnicas de la Guerra de Granada. Se evidenciaba as, cada vez ms intermitentemente, lo que fue una constante en poca prerromana; de hecho, buena parte de las poblaciones que jalonan la Vega iniciaron su andadura en tiempos muy recientes. Santa Fe, campamento de Isabel y Fernando en el cerco de la Granada nazar a fines del siglo XV, mientras el resto de ncleos habitados que hoy subsisten en el entorno se iniciaron a raz de esos hechos, o posteriormente, alguno en el siglo XX, fruto de la poltica de colonizacin agrcola del franquismo. Esto explicara las irregularidades de distribucin de los ncleos que se conocen, aunque un simple acercamiento a la evolucin porcentual de los mismos (figura 3), ilustra un desarrollo cultural perfectamente lgico que no debe alejarse excesivamente de lo que debiramos considerar normal en un contexto de pleno conocimiento de los yacimientos. En este sentido, se observa un importante incremento de la ocupacin poblacional a partir del Bronce Final (10,48%), que sube cuatro puntos en el Preibrico (12,38%), hasta alcanzar progresivamente el mximo del 29,5% en el Ibrico Medio y Final. La progresin al alza de los sitios arqueolgicos cuadra con la marcha general del poblamiento desde inicios del primer milenio a.C., hasta los siglos IV y III a.C. Posteriormente, el estancamiento se produce en los momentos finales del proceso, dentro de la lgica evolutiva de las dinmicas histricas sufridas por los enfrentamientos entre los pueblos mediterrneos occidentales. El inevitable choque indgena contra el imperialismo de Cartago y Roma, la Segunda Guerra Pnica y las guerras civiles romanas, afectaron directa o indirectamente a esta parte de Andaluca; por lo que, la irrupcin de

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Figura 4.- El Cerro del Moro al noroeste, desde La Mora con el Genil a sus pies.

las potencias imperialistas en la Pennsula (Quesada, 2003) supuso una escalada inusual de los conflictos iberos, cuyos resultados afectaron la continuidad de muchos asentamientos. Solo la concrecin de la pax romana, con la progresiva consolidacin del Imperio, devolver la evolucin positiva poblacional y locacional entre los hispanos. Una normalizada evolucin como la expresada debi conllevar, entre tan diferenciados yacimientos, unas relaciones de dependencia que no podrn establecerse detalladamente sin excavaciones en cada sitio. Pero pueden avanzarse algunas de ellas, a partir de aspectos como la visibilidad mutua, la cercana y la diferente extensin alcanzada por sus tramas urbanas. La visibilidad afect parcialmente a algunos de los ms relevantes asentamientos conocidos, sin querer explicar con ello que a una mejor visibilidad corresponda necesariamente una mayor importancia poltica, econmica o militar del sitio, como ha querido verse en otros estudios. Esa visibilidad se ha comprobado en las siguientes relaciones mutuas: Cerro de la Mora-Cerro del Moro (figura 4); Mesa de Fornes-Colonias (figura 5); Loja-Manzanil y La Mesa-Gineta, ya en tierras de Jan. Todo, sin perjuicio de la visibilidad que tambin existi entre estos y otros sitios aledaos, como pudieron ser sus necrpolis y los pequeos establecimientos cercanos que debieron relacionarse de alguna manera con las metrpolis ms prximas: as, Loma Linda y Gabia con Iliberri e Infantes o Agujetas con Infantes. Algunos otros que quedan al margen de esta relacin directa, como Los Baos de La Mal, Baos de Alhama o Los Molinos de Drcal, disfrutaron de un aislamiento ms aparente que real, pues en la mayora de los casos, considerando sus pequeas dimensiones y, en ocasiones, el reducido espectro cronolgico que ofrecen, debieron funcionar siempre de acuerdo con las dinmicas de yacimientos ms relevantes de sus cercanas, de los que debieron depender poltica o econmicamente. Tal pudo ocurrir en Los Castellones de Hutor-Tjar respecto de La Mora, y en la Pedriza del Peascal en Tzar, respecto de Infantes o del sitio giennense de La Gineta en Alcal la Real, aunque aqu la visibilidad directa no exista. No obstante, no debe maximizarse el valor de la visibilidad en un espectro amplio de desarrollo cultural de los yacimientos, pese a algunas interesantes propuestas interpretativas (Baena y Blasco, 1997). As es habitual establecer pautas de visibilidad sin diferenciar las sucesivas etapas cronolgico-culturales de los hbitats analizados, obvindose desplazamientos de cotas topogrficas que afectaron a las poblaciones arraigadas en los asentamientos a lo largo del ltimo milenio a.C. La visibilidad que poda

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Figura 5.- La Mesa de Fornes, al fondo, dominando sobre Las Colonias, delante.

funcionar a principios de ese milenio no suele coincidir con la existente a mediados del mismo periodo, porque los intereses cambian con el paso del tiempo y tampoco coinciden en todos los yacimientos. El ejemplo de La Mesa de Fornes es interesante a este respecto: Entre el Bronce Final e inicios del Hierro, las necesidades del asentamiento obligaban a mantener un horizonte de visibilidad basado en una cota topogrfica elevada (1075 metros), con la que poda sostenerse el control del paso montaoso de Frigiliana, por donde habran empezado a llegar los primeros impulsos coloniales fenicios, en un momento en que la relacin ante los pueblos semitas no deba estar del todo asegurada. Sin embargo, antes de mediar el milenio, los habitantes de Mesa de Fornes ya se haban asentado en Las Colonias, en una cota 150 metros por debajo de la situacin anterior. A solo 928 metros de altura, la nueva visibilidad qued muy reducida, posiblemente espoleada por las transformaciones socioeconmicas y polticas de la comunidad asentada en el yacimiento. El control de accesos en el nuevo hbitat fue ms limitado, probablemente porque la defensa qued en segundo plano, porque las tcnicas militares cambiaran sustancialmente e hicieran innecesaria posiciones tan marcadamente estratgicas o, sencillamente, porque las nuevas condiciones garantizaban un modo de vida en el que la tensin entre vecinos alcanzaba niveles de ms bajo tono. La presencia de murallas, en estas condiciones, no siempre refleja situaciones de rivalidad insostenible frente al enemigo. Pueden responder a herencias del pasado socializadas en smbolos del imaginario colectivo, a cuestiones de prestigio como ocurre en poca republicana (Hourcade, 2002) o a necesidades estructurales de ampliacin y generacin de terrazas horizontales, sobre las que se extendan las reas que se iban a urbanizar. En estos casos, funcionaron como muros de contencin que extendan plataformas para apoyar espacios habitacionales, u otras dependencias. Las adaptaciones a los irregulares terrenos rocosos elegidos por los asentamientos recort el trazado de los muros, semejando incluso torreones que nunca fueron. Lo habitual eran plataformas a distintas alturas, separadas por grandes escalones que sostenan reductos de diverso uso: habitacionales, productivos, de almacn, espacios pblicos o barrios dispares. Pero estos aspectos no pueden detectarse en un anlisis superficial de visibilidad, al margen de teoras ms o menos acertadas, pero cuya proyeccin cientfica resulta siempre problemtica.

UN MUNDO EN TORNO AL CERRO DE LA MORA Sin querer rivalizar con otras ponencias centradas en los orgenes bastetanos, debemos referirnos a ello porque sera imposible entender el fenmeno, tanto de la iberizacin, como de su peculiar configuracin en esta parte de la cuenca del Genil. Un territorio, en el interior inmediato del llamado horizonte colonial, configurado como espacio de complicado acceso, donde se abrieron rutas de penetracin por las que la influencia fenicia alcanz las poblaciones indgenas hasta fraguar la mix-

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tura autctona-fornea que materializara en lo ibrico. Sin ser un fenmeno original del medioda peninsular, se da la circunstancia de que la parte suroccidental de Granada concentr dos de las ms importantes rutas de esa penetracin y, a medida que ganan latitud, acaban confluyendo en tierras de Alhama. Desde el Boquete de Zafarraya y el Puerto de Frigiliana se alcanzan los ros Alhama y GrandeCebolln, que unidos formarn el Cacn, hasta desembocar en el Genil. Esta confluencia en el gran ro granadino se hace muy cerca del Cerro de la Mora, yacimiento que, a principios del ltimo milenio a.C., se configur en el ms importante de la cuenca, como receptor ms temprano de gran parte de los intercambios que el sur fenicio canalizaba hacia el interior (Mederos, 2006, 150, tabla 12). Hubo otros caminos desde el sur, pero no fueron tan destacados o, simplemente, solo complementaron la funcionalidad del primero. As, tendramos el que se articul a travs del Puerto de Cmpeta, entre los pasos de Zafarraya y Frigiliana, aunque con una utilidad muy matizada y, en todo caso, subordinada al mayor trnsito de stos y, en especial, al ltimo de ellos, cuya cercana mermara su importancia. Algo ms alejado, pero tambin relacionado con La Mesa de Fornes, el camino de Otvar coincide, bsicamente, con el trayecto por donde hoy discurre la carretera de la Cabra hasta Almucar, pero los hallazgos en su recorrido no ofrecen por ahora ningn asentamiento que demuestre su frecuentacin en la poca. Ms al este, otra va hacia el interior unira el gran golfo de Salobrea (Hoffmann, 1988), a travs del cauce del Guadalfeo, remontando el ro zbor para alcanzar el valle de Lecrn y arribar a las zonas hmedas de Padul hasta asomarse a la Vega del Genil. Esta sugestiva ruta tuvo cierto uso, confirmado en su tramo inferior por hallazgos fenicios y pnicos en la propia Salobrea (Arteaga et alii, 1992), Lobres y los altos de La Gorgoracha (Adroher y Caballero, 2007, 93-94); pero luego desaparece del recorrido, para volver a mostrarse en el recientemente destacado Castillo de Chite y en el Cerro de los Molinos de Padul (Pachn y Carrasco, 1992, 338-339). Es un camino menos vital y con ncleos habitados distintos del potencial reunido por el conjunto Alhama-Cacn en la parte oeste del territorio. Aqu, los datos conocidos contrastan con la presencia de una importante actividad alfarera fenicia en la zona de Torre del Mar (Martn et alii, 2006). Actividad productiva orientada a la gran demanda interior y canalizada por las ms cercanas rutas de Zafarraya y Frigiliana. La directa relacin con esas dinmicas econmicas dieron preponderancia al Cerro de la Mora, no solo como fruto de su situacin, sino porque los primeros contactos debieron buscar el centro hegemnico local situado en ese punto, ya desde el Bronce Final, impulsado con los fenicios por el fcil acceso al ms importante camino de comunicacin descrito. El otro gran centro local quedaba ms al este, en el Cerro de los Infantes, y se hizo indispensable por sus relaciones con el norte y las tierras altas de Guadix-Baza. Este reparto territorial bicfalo altern la preeminencia de uno u otro de los sitios, segn la poca y la propia evolucin de la iberizacin. La tarda aparicin de Iliberri sirvi de catalizador para que el centro hegemnico se desplazara desde Infantes, en poca romana, al Albaicn. Debi existir, sin embargo, un reparto de competencias y una suficiente independencia entre ambos centros, lo que no fue bice para que, a lo largo de su desarrollo vital, Infantes desbancara en importancia a La Mora, posiblemente en tiempos ibricos. Un momento que hace evidente en la nueva metrpolis una mayor amplitud habitacional y, quizs, un ms monumental paisaje funerario en el que hay pruebas de tumbas tumulares similares a las de Galera, aunque derivadas de un tiempo anterior, arraigado en lo orientalizante (Pachn y Pastor, 1994; Pachn y Carrasco, 2004 y 2005). La Mora debi vivir mucho tiempo sin una preocupacin excesiva por sus dos posibles rivales occidentales que ya tenan suficiente con su relacin mutua, por lo que el dominio territorial de la metrpolis antigua hubo de afianzarse hacia el oeste, sur y norte, en funcin tanto de los contactos con los asentamientos fenicio-occidentales malagueos como de mantener el suministro de los hbitats indgenas que haban prosperado hacia occidente y hacia el norte. La escasez de lugares habitados si-

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Figura 6.- Mesa de Fornes: pico, plato de barniz rojo, ampolla, hoz, fuente carenada y soporte.

milares, a corta y media distancia, priorizan su inters y destacan su carcter hegemnico en esta parte de la provincia, al menos hasta el Ibrico Pleno. El caso de Loja (figuras 1-2, 2) es problemtico, pues los hallazgos son an muy espordicos (Castellano y Snchez, 1992; Snchez y Castellano, 1992 y 1993; Snchez et alii, 1995) y la presencia de la ciudad medieval y moderna sobre sus restos impiden una valoracin equilibrada. S debe precisarse que no existe visibilidad con La Mora, lo que no descarta una trayectoria independiente. Pese a todo, la lgica seala un centro menor, ms alejado de la confluencia del Cacn, sin acceso directo al influjo fenicio en Granada y a mayor distancia de los contactos similares malagueos que se concentran a occidente en la Pea de los Enamorados, en el cauce alto del Guadalhorce. Loja cumplira una misin secundaria, con cierta dependencia de La Mora y controlando el acceso al valle del Genil, en el lmite oeste provincial. El Manzanil (figuras 1-2, 10), muy cerca de Loja y en el Genil, pudo servir en poca orientalizante como necrpolis del sitio de la Alcazaba, atendiendo al hallazgo de una lucerna de un pico (Pachn et alii, 1983, figura 1). Es un lugar poco resaltado, con dependencia visual respecto de aqulla, ms relevante en poca prehistrica, pero sin importancia cuando el uso estratgico de Loja se afianz ante el cariz de los intercambios orientalizantes, en cuyo control fue indispensable. La menor importancia de Loja frente a La Mora, queda refrendada por la inoperancia del ro Salar en el desarrollo de los contactos con los semitas. Este ro est en buena parte encajado en el pie de monte rocoso de Sierra Gorda, sin ofrecer posibilidades agrcolas claras como en el cercano valle del Cacn, o en las tierras del fondo del Genil. Incluso cuando la entalladura del Salar se abre, buscando desembocar en aquel ro, ya es tarde: la distancia hasta La Mora es tan corta que no facilit un enclave semejante, en un territorio que funcionara en relacin con el centro metropolitano, desde pleno Bronce Final. Por otro lado, el ro Salar tampoco ofrece las excelentes condiciones, como canalizador viario, de sus vecinos Cacn, Alhama y Cebolln, por lo que su vaco de sitios arqueolgicos resulta bastante lgico y en sintona con su estrechez extrema y la poca profundidad hacia el sur. Nuestras directas prospecciones entre Alhama y el Genil, siguiendo el curso del Salar solo localizaron dos asentamientos muy modestos, uno agrcola romano tardo y visigtico y otro defensivo con restos de un torren (figuras 1-2, 7), sin evidencias previas a lo romano-imperial, aunque presumamos un origen anterior. En contra, el eje hidrolgico Alhama-Cacn funcion desde poca muy antigua, a partir de la base poblacional de toda la comarca, centrada en la Mesa de Fornes. Su inicial clasificacin ibero-romana y del Bronce (Pellicer, 1964, 329-330), debe hoy datarse en el Bronce Final con un hiatus desde el Ibrico Antiguo a poca medieval (Pachn et alii, 1979, 311-314; Pachn y Ulierte, 1980; Adroher et alii, 2002, 153-154). Sus platos antiguos de barniz rojo y las ampollas fenicias hablan del inters semita (figura 6), posiblemente de metales, al conocerse picos mineros de piedra; todo, como exponente de la economa del yacimiento: agricultura, minera-metalurgia y comercio.

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Figura 7.- Vista sur de Las Colonias y restos de un torren occidental del oppidum.

La continuidad del sitio recay directamente en el yacimiento de Las Colonias, de dimensiones algo ms reducidas, a partir del Ibrico Antiguo, gracias a la consolidacin de las actividades terciarias, cuando el comercio se hace fundamental y oblig a un control ms directo de los cursos fluviales desde su situacin topogrfica ms cercana a los mismos. El yacimiento conserva parte de sus murallas (figura 7, derecha) y se conoce una necrpolis ibrica cercana expoliada, por lo que permite darle una clara funcin de oppidum. Con una cronologa similar, el Cerro del Castillo, Balneario o de Los Baos, considerado en principio romano (Pellicer, 1964, 326), cumpli una funcin similar a La Mesa, en el cauce del ro Alhama. Ha proporcionado materiales orientalizantes (Pachn y Carrasco, 2005, 61-64, grfico 9), como un frasco de peregrino pintado (figura 8), que ilustran el uso de las aguas del balneario aledao, con un carcter salutfero muy en boga entre las comunidades ibricas y anteriores (Rodrguez, 2008). La relativa reduccin superficial del sitio quizs aleje su comprensin como oppidum, pudindose pensar en un espacio de explotacin hdrica, sin olvidar las posibilidades de carcter cultual. Ambos yacimientos funcionaron en gran parte de su espectro en torno a la dinmica del Cerro de la Mora, aunque no formaron el nico territorio del hinterland del mismo. Puede entenderse que componan una zona de influencia de control indirecto, considerando la distancia a la metrpolis, pero dependientes por el dominio ejercido sobre los cauces de la cuenca Alhama-Cacn. En cambio, al norte, en la margen derecha del Genil, frente al asiento de La Mora, hay un mbito de dominio directo donde conocemos los yacimientos de Los Castellones de Hutor Tjar (Pachn y Carrasco, 1992, 339) y Cerro del Moro (figuras 1-2, 15 y 13). Solo en este ltimo puede hablarse de un autntico oppidum (figura 9), que debi tener una constante y directa relacin con La Mora, atendiendo a la clara visibilidad entre ambos y a su menor extensin, de la que podra deducirse una situacin de subordinacin. La presencia de relleno arqueolgico del Ibrico Pleno (Pachn et alii 1983, figuras 3-4) ilustra una fase de pujanza que quizs coincida con el debilitamiento de la antigua metrpolis y el ascenso de Ilurco. Los importantes restos de su lnea de amurallamiento deben considerarse inditos, al no recogerse en los registros especializados anteriores (Moret, 1996, 521-523); mientras que el origen del yacimiento arrancara tambin del Bronce Final con una fuerte facies orientalizante. Esto lo une a Los Castellones, aunque en este caso, su gran cercana a La Mora explica un menor volumen e importancia del hbitat, junto a su mayor dependencia. Las continuas referencias a este ltimo yacimiento son tan explcitas que resulta superfluo indicar que La Mora funcion como centro de toda la periferia descrita. Esto se acepta de modo general para los periodos ms antiguos del proceso de iberizacin, pero tambin se ha planteado su escasa relevancia frente a otros oppida, argumentando la mayor importancia de otras fases de su desarrollo

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Figura 8.- Los Baos desde el suroeste y su cantimplora orientalizante. Dibujo de Cayetano Anbal.

vital como destacaron las excavaciones en el yacimiento (Pachn et alii 1999, con toda la bibliografa anterior). Esta supuesta crisis se quiere prolongar a poca romana (Romn, 2006), aunque es una posicin extrema. Si la planimetra del yacimiento, inserta en el rea estudiada, arrojaba solo 90.000 metros cuadrados de superficie; la fotografa area con superposicin de la trama por hectreas acerca mejor a su probable extensin ms all de 120.000 metros cuadrados. Pese a que los hallazgos ibricos son an insuficientes y las murallas conocidas son prehistricas, la vista area muestra un alineamiento murario en el borde noroeste de la elevacin topogrfica, encima del camino agrcola que lo circunda, aunque desdibujada en el suroeste por los desmontes que la afectaron en los sesenta, al buscar piedra para arreglar la antigua carretera Sevilla-Mlaga. Algunos de los hallazgos ibricos que se conocen en La Mora son de carcter funerario (Pellicer, 1961; Schle, 1969, 255, Taf. 82; Quesada, 1997, 724), pese a que los indicios de las reas mortuorias solo parezcan evidentes en la ladera norte del asentamiento y en la elevacin noreste, al otro lado del Genil. No obstante, el mundo funerario ibrico a lo largo del ro ha aportado otras evidencias cercanas: las armas de llora (Pachn y Carrasco, 2007a y 2007b) o los leones de Trasmulas (Chapa, 1984, 59-60) que, sin saber con exactitud su procedencia (figura 1-2, 25 y 43), ilustrara perfectamente las costumbres mortuorias bastetanas en la zona y a las que no fue ajeno este yacimiento.

ILURCO, EL GRAN OPPIDUM DE LA VEGA Situado sobre el ro Frailes y dominando la Vega, Los Infantes bas en ella su economa y tuvo un gran valor estratgico (figura 10). Su extensin, estimada en 13 hectreas (Moret, 1996, 523), lo asimila a La Mora, pero su cercana a Granada le ha dado ms relevancia literaria (Castillo et alii, 1998, con la bibliografa previa), y convertido en objeto de rebuscas legales e ilegales en todo tiempo. Sus restos arquitectnicos, constatados desde antiguo, son reflejo de ello. El grabado que dejara Heylan en el siglo XVII (figura 11), se ha utilizado (Adroher, Lpez y Pachn, 2002) para ilustrar la monumentalidad del oppidum de Ilurco, pese a que Moret sealara su carcter romano o medieval. Hemos constatado que an se conserva parte de aquellas viejas estructuras (figura 11, inferior), demostrndose que el autor del setecientos no idealiz en demasa. Es un muro en ngulo y orientacin este-oeste y norte-sur, cuyo primer tramo conserva tres contrafuertes. Presenta varias hileras de mortero y mampuesto de piedra sin escuadrar, de origen romano, emparentado con el santuario de las terrazas de Munigua (Schattner, 2003). A estas construcciones romanas se unen las de su cima (Cerro Corona), cuya estructura circular le da nombre, pero subsisten cierres murarios prerromanos, en la ladera oeste. Bajo la cota 652,78, existen restos de muralla visible en algo ms de 25 metros, que emplea grandes piedras colocadas irregularmente, de aspecto ibrico. Las referencias anteriores del

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Figura 9.- Cerro del Moro desde el sur y detalles del cierre murario de su cima.

sitio hablaban de vestigios romano-imperiales (Mendoza et alii, 1981, 187), pero esta arquitectura, difiere de las edificaciones de Heylan, se refiere a tiempos prerromanos; de hecho, en la ladera opuesta hay hallazgos de clara raigambre ibrica. La direccin del muro (noreste-suroeste) corre buscando el camino que, desde la antigua carretera, va hacia el norte, por lo que cabe colegir que formaba el cierre de la ciudad ibrica a lo largo de la ruta hacia Jan y Crdoba. Sealara tambin el cierre de la ciudad frente a la necrpolis occidental del asentamiento, quizs la ms importante, donde se situaba el tmulo monumental. El detalle de la mampostera recuerda la acrpolis de la Pea de los Gitanos (figura 1-2, 6) de Montefro (Mergelina, 1946), que es romana (Adroher, Lpez y Pachn, 2002), pero resulta ms irregular y debe considerarse ibrica. Los hallazgos en la zona hablan de un espectro cronolgico amplio, que explica la presencia de una lnea amurallada prerromana, posiblemente ibrica; aunque estas recuperaciones arqueolgicas contrastan con el estado de abandono del lugar, mientras proliferan en los alrededores construcciones modernas, desde espacios industriales a reas de ocio. La apuesta institucional por la arqueologa de urgencias urbanas, olvida yacimientos de clara proyeccin patrimonial, que la responsabilizar de su prdida. Ni siquiera la declaracin BIC del sitio ha frenado su progresiva destruccin por la presin agrcola y urbanstica, que se ejerce aprovechando la inoperancia institucional autonmica y local. La presencia de relivaria ibrica en Ilurco, as como de escultura zoomorfa exenta en esta parte de la cuenca del Genil, la convierten en un espacio que mezcl elementos plsticos frecuentes en el valle del Guadalquivir y en zonas ms alejadas como los santuarios murcianos, para representaciones de relivaria equina, en la tradicin de las conocidas en Infantes. Estos hallazgos en zonas del yacimiento, o en puntos cercanos, junto a la necrpolis oeste, representan aqu descubrimientos nicos, por lo que el inters de este territorio para comprender la religiosidad ibero-bastetana y las relaciones intercomarcales es esencial. La localizacin de escultura zoomorfa en La Mesa (Alcal la Real), aguas arribas del ro Frailes, explica la va fluvial como ruta de introduccin, en la zona, de usos funerarios inhabituales en el conjunto de la Bastetania granadina. Afortunadamente, los hallazgos en la necrpolis oriental de Infantes, en las Agujetas (figura 1, 30), con un espectro cronolgico y cultural bastante amplio, permiten abrigar la esperanza de investigar

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Figura 10.- Los Infantes (Ilurco), en el centro, asomado a la Vega junto al ro Frailes.

en un futuro las costumbres mortuorias de esta parte del territorio bastetano, ya que en los espacios fnebres conocidos hasta ahora (figura 2) no contamos con ningn acercamiento cientfico moderno. Algo que debe corregirse. Ilurco control un hinterland doble, el primero, que puede considerarse ms directo y cercano, lo encontramos remontando el ro Frailes: all encontramos una serie de yacimientos secundarios que debieron desarrollarse en funcin de Los Infantes. El primero, se sita controlando el paso fluvial junto a Mocln, tras el que se accede a Pinos Puente. Es un pequeo yacimiento estratgico de vertiente en terrazas orientadas al sur, del que proceden antiguos hallazgos de armamento en hierro, semejantes a los de La Mora e llora. Se trata en concreto de la Pedriza del Peascal, Tzar (figuras 17 y 1-2, 29), el ms cercano a Los Infantes, aunque no el nico; pues aguas arriba del mismo ro y en los cursos secundarios de su cuenca encontramos otros sitios fortificados, de mayor o menor envergadura como La Gineta (figura 1-2, 24), el citado de La Mesa (figura 1-2, 26). En este caso ya podra hablarse de hinterland remoto o indirecto, aunque en conjunto representaran un grupo de sitios que solo conocemos muy superficialmente (Pachn, 1999). La Gineta conforma el oppidum ms grande de la cuenca, tras Los Infantes, ocupando un cerro muy escarpado al sur y con una vertiente practicable al norte, donde se sita el poblado hasta la cima, con restos de fortificacin lineal con habitaciones adosadas y muros perpendiculares al cierre murado. Los materiales recuperados en el sitio se conservan en el Museo de Alcal la Real, abarcando del Bronce Final a tiempos romanos. En cuanto a La Mesa, sera el ltimo oppida de la cuenca. De dimensin intermedia entre Pedriza y Gineta, ocupa una meseta alargada y estrecha con visibilidad respecto de esta ltima. Ha aportado hallazgos del Ibrico Pleno a la romanizacin, destacando una falcata conservada en el Museo de Priego. De igual procedencia, existen en Alcal la Real, los restos de la extremidad del posible len funerario que ya se seal, mostrando que el territorio limtrofe con la Vega de Granada y Cuenca del Genil vivi unas prcticas mortuorias en las que el uso de escultura zoomorfa fue algo conocido de los bastetanos, posiblemente como resultado de un contacto directo con las campias giennenses y cordobesas donde estas prcticas estuvieron mucho ms arraigadas. Otra parte del hinterland remoto de Ilurco ocup el cercano curso del ro Cubillas, que aloja algunos yacimientos ms, del que destaca el Cerro del Cntaro; sitio que sirvi de puente entre las altiplanicies granadinas y las vegas del Genil. Siendo un asentamiento eminentemente agrcola (Pachn, 1978), los intercambios comerciales explican sus materiales de importacin, bsicamente griegos. Iniciado en poca argrica, su mximo esplendor coincide con el Ibrico Pleno, del que conserva habitaciones rectangulares adosadas a terrazas en ladera. Labores clandestinas hicieron aflorar un gran volumen de cermica industrial de uso agro-alimentario. Tambin hay evidencias de la necrpolis del asentamiento, con hallazgos de falcatas y restos de crteras ticas que enlazan con el cercano oppidum de Montejcar (Pachn et alii, 2004; Ramrez, 2008). Pero su situacin hidrogrfica lo relaciona ms intensamente con la Vega de Granada.

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Figura 11.- La Ilurco de Heylan y el estado actual de sus edificios en la ladera norte.

Figura 12.- Vista de la Pedriza del Peascal y armas de hierro de su necrpolis (Schle, 1969).

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CONCLUSIONES El mundo bastetano pivot en la Vega de Granada y su cuenca, aguas abajo del Genil en torno a tres grandes oppida: Iliberri, Ilurco y Cerro de la Mora. Un cuarto oppidum (Cerro de las Colonias) ocup un lugar secundario aprovechando la lejana respecto de los primeros, al amparo de las oscilaciones de dominio del Cerro de la Mora. Los dems asentamientos conocidos resultan mayoritarios en la margen derecha del Genil y en su red fluvial subsidiaria, aunque la mayora de los sitios parecen relacionados con Ilurco que capitalizaba no solo el acceso al curso principal, sino el control de la desembocadura de sus ms importantes afluentes (Frailes y Cubillas). La Mora, dominante en poca orientalizante, perder fuerza ante Ilurco e Iliberri, conforme el potencial agrcola de la Vega de Granada creci a medida que su fondo inundado iba desecndose. La extensin de tierras liberadas no encontraron competencia en el resto del espacio agrcola que hasta entonces haba beneficiado al Cerro de la Mora. De modo similar, los asentamientos de la vertiente sur de la cuenca del Genil, nutridos bsicamente de los movimientos econmicos orientados hacia la costa fenicia, acabaron pasando a un rgimen de subsistencia cuando el centro de atencin principal se estableci a lo largo de aquel ro, posiblemente a partir del Ibrico Pleno. La distribucin de yacimientos no coincide con los grandes desenvolvimientos econmicos y culturales conocidos en los sitios excavados (Infantes, Iliberri y Mora). Ello obliga a aceptar la necesidad de promover prospecciones sistemticas en esta parte de Granada, para completar un mapa sectorial de yacimientos que cubra el espectro cronolgico propio del mundo ibero-bastetano. Algo que debera promover la Universidad de Granada, impulsando memorias de licenciatura y tesis doctorales en esta lnea. Salvo esa deficiencia, el principal oppidum del territorio sigue estando en Ilurco, pero su situacin patrimonial precisa de una especial atencin ante la presin urbanstica, la intensificacin agrcola y las labores clandestinas que amenazan la integridad del yacimiento, materializando una triste secuencia de destrucciones que han arruinado el horno protohistrico, el tmulo monumental y ocupado con parcelas industriales parte de la necrpolis oeste. Algo parecido, aunque afecto a la vertiente agrcola, ocurre en el Cerro de la Mora; mientras en Los Baos de Alhama, la intensificacin agraria y el expolio han provocado uno de los captulos ms negros de la historia arqueolgica provincial. Por todo ello, la administracin ha de equilibrar sus esfuerzos patrimoniales y no centrarse como hasta ahora en las intervenciones de urgencia, porque el saldo en los yacimientos extraurbanos es lamentable y los sitios ms conocidos se han degradado hasta extremos impensables. Las autoridades culturales andaluzas deberan fomentar la informacin entre sus departamentos competenciales en los espacios arqueolgicos, para evitar intervenciones tan llamativas como las de Medio Ambiente en la Mesa de Fornes, donde el levantamiento de una torre de vigilancia forestal ha destrozado parte del extremo suroeste de su muralla. Por ltimo, a los ayuntamientos con sitios arqueolgicos habra que restringirles sus competencias, cuando afecten a la conservacin patrimonial, ya que hay actuaciones que no se han guiado de acuerdo con la legislacin vigente en cuanto a prevencin, provocando, como en Ilurco, prdidas irreparables.

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