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Marzo 2011 EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO 1 PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 25 MARZO 2011 JOSÉ LUPIÁÑEZ El pasado 25 de febrero presentamos, en el Teatro Calderón, la reedición del libro de Antonina Rodrigo María Antonia La Caramba. El genio de la tonadilla en el Madrid goyesco. Fue todo un placer y un verdadero honor acompañar aquella noche a Antonina Rodrigo, una escrito- ra e investigadora granadina –nacida en el ba- rrio del Albaicín–, de reconocido prestigio den- tro y fuera de España; conferenciante, articu- lista, ponente en congresos y ciclos, ensayista, autora de más de una treintena de títulos que nos han descubierto a todos aspectos descono- cidos de nuestra historia reciente o lejana, y nos han ofrecido siempre nuevos datos y revelacio- nes, desde un acercamiento riguroso a las fuen- tes y un respeto profundo a la verdad histórica. Con este método nos ha proporcionado textos inolvidables y ya imprescindibles; trabajos y es- tudios de referencia, por su amenidad narrativa y su capacidad evocadora, que nos han ayuda- do a comprender mejor la vida y la obra de gran- des artistas como García Lorca, Salvador Dalí, Ángel Ganivet, Manuel de Falla o Manuel Án- geles Ortiz y, de manera muy especial, la de un gran número de heroínas silenciadas, de muje- res conocidas y desconocidas, postergadas, a pesar de sus aportaciones relevantes, que ella ha sabido rescatar del olvido y recuperar para el patrimonio común. Me refiero a Mariana Pine- da, Margarita Xirgu, María Lejárraga, Federica Montseny, María Goyri, María Blanchard, Ma- ría Casares, María de Maeztu, Antonia Mercé La Argentina, María Teresa León, Margarita Nelken, Zenobia Campubrí, María Zambrano, Victoria Kent o nuestra María Antonia Fernán- dez La Caramba, por citar sólo algunos ejem- plos significativos de esa larga nómina de nom- bres a la que ha dedicado tantas horas de es- fuerzo y de búsqueda, labor por la que se la respeta, se la admira y se la aprecia como a una de las grandes estudiosas y especialistas en el feminismo del siglo XX. Ahí quedan sus títulos, reeditados perma- nentemente, con aportaciones relevantes en cada edición, enriquecidos con la incorporación su- cesiva de nuevos documentos, apéndices, anéc- dotas, referencias de primera mano o material gráfico ignorado, que siguen abriendo perspec- tivas inéditas a la indagación y conformando todo un corpus de consulta obligada para quie- nes quieran hacerse una idea cabal de la lucha admirable y solidaria de esa pléyade de grandes mujeres españolas por la justicia, la igualdad, la libertad y el conocimiento en las etapas más conflictivas de nuestra historia reciente, desde la República y la guerra civil, hasta la postgue- rra y el exilio… Una obra que, como afirmaba Montserrat Roig en el prólogo a uno de sus li- bros más conocidos, Mujeres para la historia: La España silenciada del siglo XX, el primero de una importante trilogía en marcha, adquiere «un valor muy preciso y necesario: la sustitución del tiempo de silencio por el tiempo de la palabra». Ahí quedan sus títulos, decía, conocidos por muchos, y que recuerdo ahora porque el hacer- lo supone algo así como abrir ventanas al uni- verso preferente de la autora; un universo mar- cado por el teatro, la literatura, el arte y la histo- ria, y que concede especial protagonismo, en cualquiera de los períodos que explora, al papel determinante jugado por la mujer y silenciado o postergado por el tiempo, el poder o la in- consciencia… Granada es también otra de sus grandes pasiones y todo lo que tenga que ver con su historia, sus tradiciones y sus gentes. El peso de los temas y personajes granadinos en su bibliografía lo demuestra, en alternancia con la atención a los relacionados con Cataluña, en donde reside desde 1970, y desde donde se ha dedicado con energía y acierto admirables a desvelar la vida y la obra de muchas de sus figu- ras significativas. Algún crítico ha llegado a de- cir que su labor investigadora establece un puen- te que relaciona de manera ejemplar las dos cul- turas. Muchos de sus ensayos y biografías así lo corroboran: García Lorca en Cataluña; García Lorca el amigo de Cataluña; García Lorca en el país de Dalí; La Huerta de San Vicente y otros paisajes y gentes; Lorca, Dalí una amistad traicionada; Margarita Xirgu y su teatro; María Lejárraga una mujer en la sombra; Mariana de Pineda heroína de la libertad; Memoria de Granada: Manuel Ángeles Ortiz, Federico García Lorca; Mujer y exilio 1939, éste último el segun- do de la trilogía a la que aludía antes, etc. etc. También nos consta, y celebramos de co- razón, el reconocimiento a su infatigable labor investigadora y ensayística, de ahí los numero- sos galardones que ha recibido por sus traba- jos, y por su contribución al estudio de la histo- ria de nuestro país, tales como la Cruz de San Jordi de la Generalitat Catalana en 2006 o, hace muy poco, el Premio María Zambrano de la Jun- ta de Andalucía (2010) por citar sólo dos de los más renombrados. Sobraron los motivos, pues, para enorgu- llecerse de la presencia de Antonina Rodrigo entre nosotros; para darle la bienvenida al deli- cioso teatro que nos acogía y celebrar con ella esta tercera edición de su María Antonia La Ca- ramba, que ha revisado y actualizado con nue- vos apéndices e imágenes. Una doble alegría: contar con la realidad de esta obra y saber que, de algún modo, su nombre, el nombre de la autora, ya ligado a Motril desde antes, ahora se une a la ciudad más afectivamente, con este li- bro que lleva pie editorial motrileño, y que tan- to nos enseña sobre una figura nacida en esta tierra –en 1750–, que triunfó y dejó la huella de su singularidad y de su desparpajo en la escena española de la segunda mitad del XVIII. Antonina Rodrigo nos habla de un regreso de la artista a su ciudad natal «a contarnos su lucha de mujer, en aquellos escenarios de su apoteo- sis» y, en cierto modo, lo es; es un retorno, por- que a partir de este título ineludible para la bi- bliografía local, se avivará el deseo de muchos por saber quién fue realmente esta María Antonia La Caramba y serán más los que pue- dan descubrir el verdadero alcance de una ac- triz que en sus años de esplendor revolucionó los corrales de la Cruz y del Príncipe de aquel LA ESCRITORA GRANADINA ANTONINA RODRIGO, UNA DE LAS GRANDES INVESTIGADORAS Y ESPECIALISTAS EN EL FEMINISMO DEL SIGLO XX. PORTADA DE LA TERCERA EDICIÓN DE SU LIBRO SOBRE MARÍA ANTONIA LA CARAMBA IMPRESO EN LA SERIE «HISTORIA Y CULTURA» DEL AYUNTAMIENTO DE MOTRIL María Antonia La Caramba de Antonina Rodrigo

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Marzo 2011

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 1

PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 25 MARZO 2011

JOSÉLUPIÁÑEZ

El pasado 25 de febrero presentamos, en elTeatro Calderón, la reedición del libro deAntonina Rodrigo María Antonia La Caramba.El genio de la tonadilla en el Madrid goyesco. Fue todoun placer y un verdadero honor acompañaraquella noche a Antonina Rodrigo, una escrito-ra e investigadora granadina –nacida en el ba-rrio del Albaicín–, de reconocido prestigio den-tro y fuera de España; conferenciante, articu-lista, ponente en congresos y ciclos, ensayista,autora de más de una treintena de títulos quenos han descubierto a todos aspectos descono-cidos de nuestra historia reciente o lejana, y noshan ofrecido siempre nuevos datos y revelacio-nes, desde un acercamiento riguroso a las fuen-tes y un respeto profundo a la verdad histórica.Con este método nos ha proporcionado textosinolvidables y ya imprescindibles; trabajos y es-tudios de referencia, por su amenidad narrativay su capacidad evocadora, que nos han ayuda-do a comprender mejor la vida y la obra de gran-des artistas como García Lorca, Salvador Dalí,Ángel Ganivet, Manuel de Falla o Manuel Án-geles Ortiz y, de manera muy especial, la de ungran número de heroínas silenciadas, de muje-res conocidas y desconocidas, postergadas, apesar de sus aportaciones relevantes, que ellaha sabido rescatar del olvido y recuperar para elpatrimonio común. Me refiero a Mariana Pine-da, Margarita Xirgu, María Lejárraga, FedericaMontseny, María Goyri, María Blanchard, Ma-ría Casares, María de Maeztu, Antonia MercéLa Argentina, María Teresa León, MargaritaNelken, Zenobia Campubrí, María Zambrano,Victoria Kent o nuestra María Antonia Fernán-dez La Caramba, por citar sólo algunos ejem-plos significativos de esa larga nómina de nom-bres a la que ha dedicado tantas horas de es-fuerzo y de búsqueda, labor por la que se larespeta, se la admira y se la aprecia como a unade las grandes estudiosas y especialistas en elfeminismo del siglo XX.

Ahí quedan sus títulos, reeditados perma-nentemente, con aportaciones relevantes en cadaedición, enriquecidos con la incorporación su-cesiva de nuevos documentos, apéndices, anéc-dotas, referencias de primera mano o materialgráfico ignorado, que siguen abriendo perspec-tivas inéditas a la indagación y conformandotodo un corpus de consulta obligada para quie-nes quieran hacerse una idea cabal de la luchaadmirable y solidaria de esa pléyade de grandesmujeres españolas por la justicia, la igualdad, lalibertad y el conocimiento en las etapas másconflictivas de nuestra historia reciente, desdela República y la guerra civil, hasta la postgue-rra y el exilio… Una obra que, como afirmabaMontserrat Roig en el prólogo a uno de sus li-bros más conocidos, Mujeres para la historia: LaEspaña silenciada del siglo XX, el primero de unaimportante trilogía en marcha, adquiere «un

valor muy preciso y necesario: la sustitución deltiempo de silencio por el tiempo de la palabra».

Ahí quedan sus títulos, decía, conocidos pormuchos, y que recuerdo ahora porque el hacer-lo supone algo así como abrir ventanas al uni-verso preferente de la autora; un universo mar-cado por el teatro, la literatura, el arte y la histo-ria, y que concede especial protagonismo, encualquiera de los períodos que explora, al papeldeterminante jugado por la mujer y silenciadoo postergado por el tiempo, el poder o la in-consciencia… Granada es también otra de susgrandes pasiones y todo lo que tenga que vercon su historia, sus tradiciones y sus gentes. Elpeso de los temas y personajes granadinos ensu bibliografía lo demuestra, en alternancia conla atención a los relacionados con Cataluña, endonde reside desde 1970, y desde donde se hadedicado con energía y acierto admirables adesvelar la vida y la obra de muchas de sus figu-ras significativas. Algún crítico ha llegado a de-cir que su labor investigadora establece un puen-te que relaciona de manera ejemplar las dos cul-turas. Muchos de sus ensayos y biografías así locorroboran: García Lorca en Cataluña; García Lorcael amigo de Cataluña; García Lorca en el país de Dalí;La Huerta de San Vicente y otros paisajes y gentes;Lorca, Dalí una amistad traicionada; Margarita Xirguy su teatro; María Lejárraga una mujer en la sombra;Mariana de Pineda heroína de la libertad; Memoria deGranada: Manuel Ángeles Ortiz, Federico GarcíaLorca; Mujer y exilio 1939, éste último el segun-do de la trilogía a la que aludía antes, etc. etc.

También nos consta, y celebramos de co-razón, el reconocimiento a su infatigable labor

investigadora y ensayística, de ahí los numero-sos galardones que ha recibido por sus traba-jos, y por su contribución al estudio de la histo-ria de nuestro país, tales como la Cruz de SanJordi de la Generalitat Catalana en 2006 o, hacemuy poco, el Premio María Zambrano de la Jun-ta de Andalucía (2010) por citar sólo dos de losmás renombrados.

Sobraron los motivos, pues, para enorgu-llecerse de la presencia de Antonina Rodrigoentre nosotros; para darle la bienvenida al deli-cioso teatro que nos acogía y celebrar con ellaesta tercera edición de su María Antonia La Ca-ramba, que ha revisado y actualizado con nue-vos apéndices e imágenes. Una doble alegría:contar con la realidad de esta obra y saber que,de algún modo, su nombre, el nombre de laautora, ya ligado a Motril desde antes, ahora seune a la ciudad más afectivamente, con este li-bro que lleva pie editorial motrileño, y que tan-to nos enseña sobre una figura nacida en estatierra –en 1750–, que triunfó y dejó la huella desu singularidad y de su desparpajo en la escenaespañola de la segunda mitad del XVIII.Antonina Rodrigo nos habla de un regreso dela artista a su ciudad natal «a contarnos su luchade mujer, en aquellos escenarios de su apoteo-sis» y, en cierto modo, lo es; es un retorno, por-que a partir de este título ineludible para la bi-bliografía local, se avivará el deseo de muchospor saber quién fue realmente esta MaríaAntonia La Caramba y serán más los que pue-dan descubrir el verdadero alcance de una ac-triz que en sus años de esplendor revolucionólos corrales de la Cruz y del Príncipe de aquel

LA ESCRITORA GRANADINAANTONINA RODRIGO, UNA DELAS GRANDES INVESTIGADORASY ESPECIALISTAS EN ELFEMINISMO DEL SIGLO XX.PORTADA DE LA TERCERAEDICIÓN DE SU LIBRO SOBREMARÍA ANTONIA LA CARAMBAIMPRESO EN LA SERIE «HISTORIAY CULTURA» DEL AYUNTAMIENTODE MOTRIL

María Antonia La Carambade Antonina Rodrigo

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Cultura/Ensayo

Madrid de las luchas entre el casticismo repre-sentado por don Ramón de la Cruz y sus segui-dores y el respeto a las normas propuesto porlos galoclásicos, como ella prefiere denominar alos imitadores de los modelos franceses.

Se trata, sin duda alguna, de un viaje fasci-nante en el tiempo; de un regreso a esa etapadel dieciocho que todos asociamos a las imáge-nes de Goya y al reinado de Carlos III, a esemundo en el que el pueblo impregna los gus-tos, aficiones y maneras de las clases altas, eimpone su moda que adoptarán con entusias-mo muchos representantes de la nobleza, vis-tiéndose de chulapos y majas, como ocurrió, porejemplo, con el Conde Fernán Núñez o conMaría del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álva-rez de Toledo, decimotercera Duquesa de Alba,la «duquesa de la leyenda y de la realidad deGoya», como nos recuerda Antonina Rodrigo:una «mujer sugestiva, juncal, excitante y frívolaque destila encanto por todos los poros»...

Y ¿cómo se produce tan fácilmente para ellector ese viaje al que me refiero? La clave está,a mi modo de ver, en el método de trabajo de lainvestigadora, que sabe conjugar la fidelidad alos datos eruditos y a las fuentes con un estiloclaro, jugoso, ágil, de indudables y eficaces va-lores literarios. Ese binomio que fusiona el res-peto a la verdad científica y la amenidad en laexposición de los hechos es el que ha dado po-pularidad a la escritora, que sabe como nadierecomponer la atmósfera, la vida y el drama querodea a sus personajes. A este respecto es muyimportante tener en cuenta la cita de Ortega yGasset que preside esta obra, porque en ella sedescribe, de algún modo, este planteamiento,este ideario que comparte Antonina Rodrigo yque resume con fidelidad su modo de acercarsea los acontecimientos históricos y a los prota-gonistas de los mismos. Dice Ortega: «La his-toria es siempre historia de vida. Las obras dearte no nacen en el aire, son piezas humanas y,por lo tanto, ellas mismas vivientes. Ahora bien,la vida humana es drama. De donde se sigueque no hay historia bien planteada metódica-mente, si no se descubre su argumento dramá-tico que va dentro de ella y le proporciona suviviente y orgánica tensión». Este es el objetivoque se marca Antonina: descubrirnos ese argu-mento dramático y dotar de viviente y orgánica ten-sión a sus textos, para acercarnos mejor al pe-riodo que estudia o al personaje que se inscribeen el mismo; en este caso la tonadilleramotrileña, a quien, gracias a cuanto se nos dicede ella, no es difícil imaginar derrochando inge-nio y picardía en la escena ante un público en-tregado, o exhibiendo su belleza por el Paseodel Prado, el segundo gran escenario en dondese dejaba ver y admirar por los madrileños. Allíquizás se sorprendieron al observarla lucir porprimera vez ese tocado inventado por ella, quepasó a llamarse caramba, en su honor. Me refie-ro a «esa gran moña de brillantes colores que seponía sobre la cofia», que revolucionó la modadel momento. La oportuna cita de RuizGonzález, nos la ofrece la autora como descrip-ción muy eficaz del alcance de aquella influen-cia: «La Caramba, que se les había subido a lacabeza a los hombres como un fuerte vino an-daluz, acabó por subírsele también a las muje-res en forma de adorno». La prenda fue imitadaprofusamente, y pasó a formar parte del ves-tuario de las mujeres de toda clase y condición,para mayor alarma y escándalo de los moralistasy neoclásicos. Goya inmortalizó la caramba, alpintar a muchas de sus majas luciéndola sobrela cabeza.

Pues bien, Antonina Rodrigo nos habla deesta mujer apasionante y de su fuerte personali-dad; de esta mujer que influía en la moda, queembelesaba al público con su sensualidad, su fi-gura, sus gestos, su voz, su arte escénico. Todoslos testimonios apuntan al hecho de que se supoganar con su trabajo y con su profesionalidad elaprecio y el aplauso de sus contemporáneos yconvertirse en leyenda... Influyó también en ellenguaje y se hablaba, por ejemplo, no ya de bai-lar sino de carambear, que era hacerlo al estilo deLa Caramba, con su gracejo, con su sal, con suángel, con su picardía. El pueblo la idolatraba yella se dejaba querer en los coliseos de comedias,en los toros, por los que sentía gran afición, o enel Paseo del Prado, donde le gustaba enseñar sulujoso y costosísimo vestuario. Una heroína desu tiempo, que murió a los treinta y siete años,tras darle un giro absoluto a su vida. Antoninanos habla de ella, porque ve en su caso a uno deesos arquetipos femeninos, y la cito, «que se ele-varon sobre el nivel de su época y dejaron unaimpronta de afirmación y desafío». Es cierto, des-de los coliseos se distinguió por su rebeldía ma-nifiesta contra las influencias extranjeras y porsu defensa del ideario popular: un teatro que re-tratara las costumbres y problemas de los espec-tadores, situado justo en la antípoda del modeloneoclásico, que imitaba fríamente patrones fran-ceses o italianos…

Nos encontramos con el personaje y con supaisaje vital, con su tiempo histórico. Y el libroes, en este sentido, un retablo en el que se con-templa aquella vida en sus múltiples facetas: seaborda la biografía de la tonadillera, sí, y se apor-ta un gran número de documentos que hacenreferencia a la misma, y se siguen sus pasos y laperipecia de su trayectoria como actriz y comomujer querida por el pueblo, pero también seahonda en el teatro de la época, se nos describenlos corrales de comedias y, en general, se abordatodo lo relacionado con el mundo del espectácu-lo: la escenografía, los programas de las repre-sentaciones, la crónica de algunas de ellas, losestrenos, la formación de compañías, la censura,al par que se nos da noticia de las obligaciones,tradiciones y prácticas de los cómicos, de susdemandas y desavenencias, con profusión de ci-tas impagables y testimonios de viajeros de laépoca. Y todo ello haciéndosenos participar dela atmósfera de aquella etapa convulsa en la que

se estaban asentando en nuestro país las basesde la modernidad; un periodo revivido en suspáginas y alimentado con los aspectos más va-riados de la vida cotidiana, de los atavismosdel momento o los hábitos sociales, lo que selleva a cabo salpicando de sabrosas anécdotasy de informes curiosos los breves capítulos quecomponen este relato histórico y biográfico;capítulos, que se leen con verdadera fruición.

Son treinta y siete en total, de ahí localeidoscópico de esa mirada, las muchasfacetas de su investigación, en la que tambiéncobra especial relieve el protagonismo de latonadilla, esa suerte de zarzuela en pequeño,que causaba furor entre el público y de la quefue una de sus mejores intérpretes la graciosa decantado –ese fue su rango en las tablas– MaríaAntonia La Caramba. No en balde el subtítulode la obra así nos lo anticipa. La música máspopular de ese tiempo es, pues, otro de losasuntos más y mejor desarrollados. Pero tam-bién aquel Madrid en plena transformación; yla Literatura y el arte y sus representantes másnotables (Feijóo, Cadalso, Iriarte, Moratín, Ra-món de la Cruz, Goya, etc.); el mundo de lanobleza aficionada a los gustos castizos, lamoda, los toros, el despertar del interés por laciencia y la inventiva… Y como hilo conduc-tor de esa realidad plural la vida de estamotrileña; una vida de escándalo, de éxito, lle-na de episodios frívolos y novelescos, comosu propia boda con Agustín Sauminque en laIglesia de San Sebastián, la parroquia de loscómicos, con falsificación de documentos in-cluida y ruptura del matrimonio al poco de ha-ber contraído nupcias. Y es que, como nos re-cuerda Antonina, la artista «no había podidoresistir un mes de vida cotidiana, alejada de loque era su sustancia misma: el teatro, y… lavida de la farándula, de espíritu burlón y almainquieta, la reclamaba». O ese otro desenlacefinal de su sorprendente renuncia, de su conver-sión al Señor, que imprimió un sesgo románticoa su biografía, trocando a la diva de los teatrosen penitente que en su éxtasis particular abusóde sacrificios y mortificaciones, hasta el puntode acabar deteriorando gravemente su salud,caer gravemente enferma y morir al poco tiem-po, justo el 10 de junio de 1787, tras una exis-tencia corta y azarosa, llena de intensidad, decontradicciones y de claroscuros.

En ningún otro libro podemos encontraral día de hoy, que yo sepa, mayor informaciónque en éste de Antonina Rodrigo sobre el per-sonaje de La Caramba. En pocos ensayos desu cuerda disfrutaremos de un estilo similar alsuyo, a la hora de contar los hechos históricos,tan plástico, tan lleno de matices, tan emotivo,tan eficaz para atrapar al lector… Esto mismoseñalan todos sus críticos cuando comentansus trabajos, como lo hace el novelista y escri-tor Francisco Gil Craviotto, en el oportuno ca-pítulo de su libro Nuevos retratos y semblanzascon la Alhambra al fondo, dedicado a su trayecto-ria. Allí comenta este extremo, que él conside-ra característica fundamental de su escritura:«Antonina Rodrigo –nos dice el autor de Eloratorio de las lágrimas– con un lenguaje llano ypreciso y con unos periodos no excesivamentelargos ni cortos, hace que sus obras puedanllegar lo mismo a las personas de una culturamedia que al más riguroso de los lectores. Esésta una virtud que, por desgracia, no siempre sepercibe en historiadores y autores de biogra-fías»… Por eso creo, sinceramente, que no pue-de faltar esta obra en el hogar de ningún motrile-ño que se precie de tal…

LA PORTADADE LA

EDICIÓNSE ILUSTRA

CON ELCONOCIDOGRABADO

DE LACARAMBA,

DEL PINTORHERNÁNDEZ

QUERO

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EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 3

Cultura/Narrativa

Octave

Mirbeau Hoy, a la hora de iniciar mi paseo por las

orillas del Sena, he tomado de mi estanteríaun libro del escritor Octave Mirbeau. DonOctavio nació en Trévières (Baja Normandía,tierra de prados y acantilados) el 16 de febrerode 1848 –precisamente el año de la revoluciónque dio al traste con la monarquía de Luis Fe-lipe de Orleans–, y murió en París el 16 defebrero de 1917, justo cuando la primera gue-rra mundial estaba en todo su apogeo. Sesentay nueve años de existencia, ni un día más ni undía menos, que don Octavio aprovechó paraescribir –teatro, novela, infinidad de artículos(dicen que era el periodista mejor pagado desu tiempo), cuentos y críticas de arte–; vivirardientes amores y desamores, polemizar con-tra todos los gerifaltes de la derecha de enton-ces –le llamaban el «millonario rojo»–, denos-tar contra curas y frailes y, redomado hedonis-ta, disfrutar de todos los deleites de la vida.Una vida, justo es reconocerlo, llena de con-tradicciones y postulados absurdos, algunos tanlamentables como considerar que una perso-na de izquierdas jamás debe ir a votar. Él lodice bien claro en uno de sus libros: La huelgade las urnas:

«Los corderos van al matadero. No se di-cen nada ni esperan nada. Pero al menos novotan por el matarife que los sacrificará ni porel burgués que se los comerá. Más bestia quelas bestias, más cordero que los corderos, elelector designa a su matarife y elige a su bur-gués. Ha hecho revoluciones para conquistarese derecho».

¿Desencanto ante los pésimos resultadosque la clase obrera había conseguido en Fran-cia después de tantas revoluciones y barrica-das? Indudablemente que sí, pero también fru-to de la asimilación de las doctrinas anarco-libertarias que consideraban que el voto es unasunto meramente burgués, que no le afectapara nada al obrero y que, ganen unos u otros,su situación no cambiará. Las mismas ideasque en la España de los años treinta tanto ayu-daron a que las elecciones de 1933 las ganarala derecha y con ellas nos llegara el ominosobienio negro.

A estas contradicciones podríamos aña-dir otras muchas. Sin embargo, no toda la obrade Mirbeau es deleznable. Ni mucho menos.Justo es señalar a su favor su valiente posiciónen el affaire Dreyfus, sobre todo después de queen 1898 Emile Zola se partiera el pecho consu famoso J´accuse; su decidido talante de es-critor engagé, que denuncia las atrocidades quese cometen por doquier –crucial en este senti-do es el libro Le jardin des supplices–; sus valiosí-simas críticas de arte –Mirbeau fue el gran des-cubridor de los impresionistas y amigo perso-nal de Monet con el que mantuvo una intere-santísima correspondencia–, la profundidadpsicológica de algunas de sus novelas y elinmisericorde destape que hace en su autobio-grafía novelada Sebastian Roch, del mundo hi-pócrita y depravado de los colegios de curas.Una auténtica denuncia de todo un sistema deenseñanza –el internado–, muy en boga enaquella época y años posteriores. Cabe pregun-

FCO. GILCRAVIOTTO

tarse, ¿las aberraciones que él señala de su in-ternado jesuítico de Vannes –ciudad bretonaen el estuario del río Marle–, son exclusivas deese colegio o se repiten en todos los demás?Habría que hacer una investigación exhaustivapara responder a esta pregunta. Algo imposi-ble de realizar. Otro punto muy a favor deOctave Mirbeau que jamás se debe olvidar, essu decidida posición ecologista –un ecologistaavant la lettre– y su inconfundible amor por losanimales. Él fue el primer escritor francés quededicó un libro completo a un animal: su pe-rro, Dingo. Alphonse Daudet ya le había pre-cedido con un delicioso cuento sobre una ca-bra, La chevre de monsieur Seguin, pero sólo eraun cuento dentro de un todo diverso. Un deta-lle curioso: el libro del perro Dingo apareció en1913, el mismo año que en España se publicaPlatero y yo, de Juan Ramón Jiménez. ¿Sería queestaba en el aire el amor y respeto a los anima-les?

Presentado el autor, se impone ahora ha-blar del libro que acabo de abrir. Se trata pre-cisamente del ya mencionado Sebastián Roch –la más acusadora denuncia literaria contra losinternados de curas y frailes que hasta ahorase ha escrito–, obra a la que los mencionadoscuras y frailes respondieron declarando al es-critor la guerra del silencio. Ni una palabrasobre el libro en toda la prensa que, de unamanera más o menos descarada, controlaba laIglesia, lo que papas y obispos llamaban en-tonces la «buena prensa». Que la Iglesia opta-se por el silencio en lugar de arremeter contrael libro, se explica si tenemos en cuenta el ro-tundo éxito de otra novela anterior de Mirbeau,Le Calvaire, en la que, ante la escandalera –enella el autor toma a solfa el concepto de pa-tria–, toda la prensa conservadora desenvainóplumas y espadas para insultar al autor. El re-sultado de tal combate fue aleccionador: en

menos de ocho días se agotó la primera edi-ción. Escarmentados ante tan desalentadora ex-periencia, esta vez optaron por la estrategiacontraria: la conspiración del silencio. Así con-siguieron que la novela Sebastián Roch pasarasin pena ni gloria. Ahora, algo más de un siglodespués, es el propio papa Benedicto XVI, elque, al pedir perdón en Sidney por los abusossexuales cometidos por curas y frailes en cole-gios católicos, sin quererlo ni buscarlo, trae ala actualidad el lejano y acusador libro deMirbeau, cuyo tema principal es, precisamen-te, ése: la doble violación –de mente y de cuer-po– de un niño, Sebastián Roch, en un colegiode jesuitas, el colegio San Francisco Javier deVannes (Bretaña), que el escritor nos define«como una gran prisión de piedra gris».

La crítica actual, de manera unánime, cali-fica este libro como novela autobiográfica. Nole faltan razones: el niño Sebastián Roch estu-dia en el mismo colegio en el que OctavioMirbeau había estudiado; entra interno, comoél a los once años y, después de cuatro cursosde auténtico infierno, ambos terminan expul-sados en muy extrañas circunstancias. En to-dos estos aspectos las coincidencias no pue-den ser más exactas, pero hay un punto al quehasta ahora no ha podido responder la crítica:el relativo a la violación. ¿Fue violado por unode los curas del internado de Vannes el niñoOctave Mirbeau, al igual que lo fue su alter egoSebastián Roch? Todo apunta a la respuestaafirmativa –incluso se ha dicho que el cura LeKern de la novela es la reencarnación literariadel jesuita Stanislas du Lac–, pero, a pesar detanto esfuerzo investigador, siempre quedarála sombra de una duda: también puede ser queMirbeau haya mezclado las experiencias vivi-das por él con otras presenciadas o referidas.Para el caso es igual, el libro no pierde un ápice de suacerba crítica y su implacable aire denunciador.

EL ESCRITOROCTAVIOMIRBEAU YPORTADASDE TRESOBRASCOMENTADASEN ESTEARTÍCULO

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Cultura/Narrativa

La agria crítica que Mirbeau lanza contrael clericalismo –«Le clericalisme, voilál´ennemi», solía él repetir– se apoya en trespuntos o ángulos de ataque. Helos aquí: 1) Lasangre derramada, a través de los siglos, por laIglesia católica: cruzadas, exterminación de losalbigenses, guerras papales, hoguerasinquisitoriales, etc. 2) Religión, igual a opio delpueblo y muy especialmente de la infancia. 3)Los grandes crímenes, que se cometen en loscentros docentes o de caridad controlados porla Iglesia. Entre estos crímenes destaca uno,hasta entonces impune, del que él puede darfe: los abusos sexuales de los curas hacia suseducandos, que en muchos casos llegan a laviolación.

Merece la pena detenerse en cada uno deestos puntos. El primero de ellos, aunque noes nuevo en la literatura francesa –recordemoslos nombres de Montaigne, Voltaire, Diderot,Meslier, los filósofos ilustrados, etc.–, ni ter-mina con Mirbeau –recordemos a AnatoleFrance, Sartre, Camus, Onfray, etc.–, adquiereen Mirbeau un énfasis especial. El segundotampoco es nuevo, pero nuestro autor tiene elenorme mérito de mostrarnos los diferentesmétodos de administración de ese cotidianoopio en los colegios: la confesión, –ese graninvento de la Iglesia para dominar a todos lospueblos por los que ha pasado–, la enseñanza–toda arcaizante y plagada de conocimientosinútiles y ausencia de los necesarios–, los re-creos y paseos más o menos guiados, las ro-merías a lugares sagrados –tal la de santa Anad´Auray con todo detalle narrada en el libro–, la profusión de leyendas piadoso-idiotizantesque día tras día iban vertiendo los curas en susalumnos. Sólo una como ejemplo: la del turcoque llegó a Francia sin saber una palabra defrancés. Bastó con que alguien le pusiera en lalengua una medallita de santa Ana para quecomenzara a hablar la lengua de Molière me-jor que muchos franceses y se convirtiera alcatolicismo inmediatamente. Todo esto, nosdice Mirbeau, ayuda a la indigestión de la men-te y, en consecuencia, a la imbecilidad progra-mada. Es lo que nuestro autor califica deeducastración. Pero es en el tercer punto, el delos grandes abusos sexuales en los colegioscontrolados por la Iglesia, donde Mirbeaupone todo su empeño y consigue su mayorefecto denunciador. Además de romper untabú –él es el primero que se atreve a hablar

de este tema–, acierta a crear un nuevo géneroo subgénero literario –el de la novela de niñosen colegios de curas–, que incluso logra ex-portar al extranjero y, pocos años más tarde,tendrá en España, en las plumas de Pérez deAyala, Azaña y Gabriel Miró, sus mejores se-guidores.

A estos tres frentes de ataque, ya estudia-dos por la crítica –muy especialmente porPierre Michel, especialista en Mirbeau–, yoañadiría otro más: la puesta en evidencia de laredomada hipocresía clerical. En este aspectoel capítulo relativo a la expulsión de Sebastiándel colegio jesuítico de Vannes es el más aca-bado ejemplo de hasta qué extremos de fine-za y perfección puede llegar dicha hipocresía.Baste señalar que, antes de que el niño pongalos pies en la calle, el cura que hasta entoncesparecía más humano y digno de confianza, nocesa hasta hacerle jurar a Sebastián que jamásdirá a nadie una sola palabra de cuanto allí leha ocurrido. Huelga añadir que, si tal episodioes autobiográfico, como parece, a los curas lessalió el tiro por la culata: nada menos que unlibro de trescientas páginas informa a todo elque quiera leerlo de cuanto le ocurrió al pro-

tagonista en aquel antro de perversión e hipo-cresía.

Tras la expulsión, el libro nos relata, aho-ra en primera persona, –Mirbeau es un maes-tro en la seducción del estilo–, las terribles se-cuelas de la violación. El joven Roch ha que-dado, al menos temporalmente, invalidadopara el amor y una inevitable repugnancia ha-cia todo lo relacionado con el mundo del sexohace que todas las caricias de su antigua noviade infancia, la bella y ardiente Margarita, cai-gan en campo baldío. ¿Quedará SebastiánRoch para siempre privado de los goces de lacarne? La entrega de Margarita en una nochede amor y plenilunio parece salvar la situación.Poco importa. Al día siguiente comienza laguerra franco prusiana y Sebastián, en edadmilitar, tiene que entrar en el cuartel. Moriráluchando contra los prusianos, «absurdamen-te sacrificado al Dios de la guerra», nos diránuestro autor.

Las últimas páginas del libro las dedicaMirbeau a fustigar a otro de sus grandes ene-migos: el militarismo, el tema escándalo de LeCalvaire, sin que tampoco falten, salpicandotoda la novela, los certeros y repetidos dardoscontra la nobleza y la emergente burguesía. Ymientras va arrojando denuestos contra curasy militares, en los remansos de su demoledordiscurso, Mirbeau hace un alto para ofrecer-nos el ideal de sociedad que él desea. Valgancomo ejemplo estas líneas que traduzco sobrela marcha:

«¿Hay en alguna parte una juventud ar-diente y reflexiva, una juventud que piensa yque trabaja, que se libera y nos libera de lapesada, criminal y homicida mano del cura,tan fatal para la mente humana? Una juventudque, frente a la moral establecida por el cura ylas leyes que aplica el gendarme, ese comple-mento del cura, diga valientemente: Yo seré in-moral y yo seré rebelde».

Fueron estos gritos de acusación, –todala novela es una constante acusación–, lanza-dos a la cara de una sociedad hipócrita e ini-cua los que hicieron que más de un crítico ca-lificara esta obra de tea subversiva. La conspi-ración del silencio fue la respuesta de aquellasociedad a la descarada osadía de Mirbeau. Losdenuestos de ayer se convierten hoy en elo-gios y el libro, como el ave Fénix, resurge delas cenizas de la sociedad que le vio nacer ycerró ojos y oídos a todas sus denuncias.

PORTADA DE LA NOVELA

SEBASTIÁN ROCH, «LA MÁS ACUSADORA

DENUNCIA LITERARIA CONTRA LOS

INTERNADOS DE CURAS Y FRAILES QUE

HASTA AHORA SE HA ESCRITO»

EL AUTOR

FRANCÉS

OCTAVIO

MIRBEAU

DEL LIBROINÉDITO ORILLAS

DEL SENA

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EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 5

Cultura/Poesía

MAURICIOGIL CANO

Bajo el título de Breverías: pensamientos y can-tares, Vicenta Guerra Carretero (Jerez de laFrontera, 1930) ha publicado un libro de poe-sía que no va orientado expresamente al pú-blico infantil, después de una consolidada tra-yectoria con obras destinadas a encantar a lospequeños lectores. Decía Juan RamónJiménez que «el niño puede leer los libros quelea el hombre con determinadas excepcionesque a todos se les ocurren». Con los libros deVicenta Guerra sucede también a la inversa,pero éste en particular la consagra como poetaplenaria. El volumen está bellamente ilustra-do a partir del Fondo Documental de Fer-nández Lira, a quien se debe además su cu-bierta. Desdichadamente, el maestro Lira fa-lleció mientras Breverías estaba en la impren-ta. La contracubierta recoge unas palabrassuyas a propósito de estos poemas de Vicenta.El entrañable dibujante y cartelista se pregun-ta: «¿Son píldoras para calmar los amanece-res? ¿Son bolitas de anís para endulzar el finde la jornada?».

Francisco Fernández García-Figueras ase-gura en el prólogo que Vicenta Guerra «siem-pre recuerda lo que tiene que decir, y se olvi-da de su personalidad cerebral culta, para decirlas cosas a su manera, directa, sin recovecos,espontáneamente viva». Quienquiera que co-nozca a Vicenta no puede sino ver en ella laencarnación de la bondad. Dulce y tierna, suinocencia deviene de su sabiduría, un compen-dio de la cual ha cuajado en estos pensamientosy cantares de profunda sencillez y pureza.

La graciosa

profundidad de

Vicenta Guerrasa– se reúne bajo el epígrafe «Pensamientosy cantares». Vicenta Guerra hace fácil lo difí-cil, al resumir en breves sentencias, de tres ocuatro versos –o aun de dos–, una filosofíavital propia con validez universal. Y lo realizasin encorsetarse, con un dominio innato delas formas populares, sin parecer jamás for-zada, sino, al contrario, con espontaneidad:«Dicen que el tiempo enseña/ sin gran alar-de. / Yo creo que es un maestro/ que llegatarde». Tienen aire de copla estas perlas de laautora jerezana: «Yo me sé un cante/ que estriste o es alegre, / según quien cante». Unmodo muy machadiano de cantar.

El amor, el desamor, la amistad, los falsosamigos, el tiempo, las penas, la alegría de vi-vir, Dios, la soledad son algunos de los temasque trata la autora con singular hondura.Como señalase la profesora Elisa ConstanzaZamora, durante la presentación de Breveríasen la Real Academia de San Dionisio, en lostextos de Vicenta no hay moralina, sino unaética. En efecto, Guerra Carretero imparte através de su poesía una lección magistral deética que es trasfondo de su estética. Una es-tética que debe mucho a la economía del len-guaje, hasta el punto que resulta imposibledecir más con menos palabras: «Olvido y des-interés/ una misma cosa es». Ética y estéticasimbricadas, con las que construye un prover-bial cancionero que no deja de ser –pese ogracias a su indiscutible originalidad– voz delpueblo, máxima aspiración de la copla.

Cada uno de estos pensamientos y canta-res posee tan graciosa gravedad que se vuel-

ve preciso detenernos en la lectura para re-flexionar. En su admirable libro, Vicenta dapistas para aquel que sepa leer. Así, en su per-sonal homenaje a Federico García Lorca, ase-sinado en agosto de 1936, está homenajean-do también a alguien que fue fusilado en Jerezpor las mimas fechas: «Unos tiros cobardes:/fue por Granada/ en aquel mes de agosto,/de madrugada./ Tiros también/ lo mismo decobardes/ aquí en Jerez./ 10-VIII-36». Enesta fecha inscrita, caía vilmente ejecutado porlos fascistas el periodista y poeta jerezanoFrancisco Guerra Tenorio, tío y padrino de laautora.

El volumen se completa con una secciónde tema religioso, «Saetas», y una tercera par-te titulada «Poemas», que incluye las tres dé-cimas del «Tríptico de Vendimia», entre otrasdestacables composiciones. A modo de epí-logo, unos cuartetos de Almudena GuerraCastellano expresan la sentida gratitud quesuscita Vicenta «por ser por siempre la eter-na adolescente/ que erre con erre nos brindasus cantares».

En definitiva, Breverías es un libro para te-ner en la mesilla de noche, con la seguridadde que un minuto de su lectura nos iluminaráel paso de las horas y nos transmitirá una di-chosa ventura. Afirma Vicenta Guerra quesu primer verso «no sabía de hermanos inde-fensos, de luchas fratricidas». Bendita inge-nuidad de quien, después de ver «cómo elamor se compra y se comercia el miedo», per-siste en su fe: «Si hacia Dios vamos/ y de Élvenimos, / a Dios llevamos/ en el camino».

LA ESCRITORAJEREZANA

VICENTAGUERRA, QUE

ACABA DEPRESENTAR

SU LIBROBREVERÍAS:

PENSAMIENTOSY CANTARES.

DERECHA:PORTADA

DE LA OBRA,DE FDEZ. LIRA

La primera parte del libro –y la más exten-

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6 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Ensayo/Narrativa

ANTONIOCOSTA

GÓMEZ

Igual que muchos autores del norte se sien-ten fascinados por el sur y por oriente, los delsur sienten pasión a menudo por el norte y susbrumas. Como en el poema de Heine, el abetodel norte sueña en la palma lejana, y ésta deseaal abeto. Así Salcedo muestra en este libro sudedicación a los celtas. Durante un tiempo enel mundo académico estuvo de moda negar todaimportancia a la cultura céltica y hasta discutir-le el nombre. Se dice que se contrarrestaban losexcesos del romanticismo. Pero los celtas nossubyugan y su legado es innegable. Aunque lahistoria la escribieron los romanos vencedores,que ni siquiera respetaron los nombres de susdioses, las creaciones célticas nos deslumbranpor todas partes. Nos asaltan en las leyendas oen las espirales antiguas, pero también en lospoetas que a lo largo de los siglos actualizan sufervor. Lo suyo era el contacto con la naturale-za, la energía incesante, la transformación, unespiritualismo invencible, la pasión por vivir, laaudacia. Salcedo en su libro recoge numerosostestimonios de los autores antiguos, de la litera-tura de Irlanda o de Gales, de las manifestacio-

ENCARNALEÓN

José Enrique Salcedo, secretos de Valle Inclán

nes artísticas como el vaso de Gundestrup. Ylos relaciona con otras culturas, y sobre todocon esa sabiduría perenne que sería el esoteris-mo. Y los interpreta a la luz de la psicologíaprofunda, del estudio de los mitos y los símbo-los. Atraviesa con audacia infinidad de ejemplos,los pulsa con devoción, rastrea sus lazos y suscorrespondencias. Establece relaciones audacesy produce deslumbramientos. Acerca leyendasy mitos y hace que suelten chispas. Y ahonda enla devoción espiritualista de Occidente, a la cualhicieron una aportación básica los celtas. Ras-trea una vitalidad invencible que nos viene deellos. La encuentra en el «Romance del infanteArnaldos», y hace que el poema se llene de sig-nificados inexplorados. Está claro que ese bar-co lleno de música que solo dice su canción aquien con él vaya nos habla de una aventuraespiritual y del misterio. La rastrea en HenryVaughan con un poema de nostalgia de pleni-tud, y en los poetas metafísicos. Y la elucida enla obra de Valle-Inclán. El escritor que con susLuces de bohemia nos lleva mediante un videnteciego hacia el infierno y la destrucción para en-

contrar lo más indestructible en nosotros. Quesabe que el arte es La lámpara maravillosa, igualque para los celtas. Que esboza una santidadimposible en las Comedias bárbaras, y el milagromusical en Divinas palabras. Salcedo enciende lu-ces sobre Valle Inclán y nos ayuda a compren-derlo como nunca antes. Y pone ante nosotrosla inmortalidad de los celtas.

INGRES, EL SUEÑO DE OSSIAN

Que aparezcan en la sociedad en que vivi-mos nuevos libros dedicados a engrosar los yaexistentes de Literatura Juvenil, sean de poesíao narrativa, es todo un acierto y por ello, hayque felicitarse.

Uno de los libros de narrativa juvenil que he-mos podido disfrutar, como novedad en los úl-timos meses, es el titulado Rumbo a Gaia deAntonia María Carrascal (Sevilla) con ilustracio-nes de José Bravo Díaz, publicado por Edimáteren la colección «La Vía Láctea». Es, sin duda,un libro para no olvidar como lector de cual-quier edad y para recomendar a todos los jóve-nes.

Rumbo a Gaia afronta una temática que esabordada con cierta frecuencia por el cine y porespacios televisivos, no por eso menos intere-sante y actual; con situaciones de gran caladoespiritual, presentes en muchas mentes adultas,expuestas en esta obra con gran sensibilidad,ternura y naturalidad. Carrascal utiliza un len-guaje directo, importa mucho la comunicaciónentre el autor y el lector de manera que, nadamás iniciar el relato, engancha, crea compromi-so de seguir indagando y avanzando en la na-rración. Se trata de un viaje iniciático hacia elmás allá que las almas emprenden en un espaciode tiempo brevísimo que va, desde el instantemismo de la muerte física de todo humano, hastaentrar en la vida de la luz.

La autora, con gran imaginación, recrea elmundo de los espíritus, nos muestra esa otradimensión con sus estadios de transformacióny perfeccionamiento ubicados en un mundo es-piritual donde el tiempo terrenal no existe; entodo caso, hablaríamos de un tiempo celestialmedido en eones, donde habitan las almas queaún no se han reencarnado y necesitan de una

Rumbo a Gaia

exquisita preparación. Son cuerpos de energíacreciente que aparecen, unas veces, envueltosen túnicas blancas o simplemente vestidos deluz.

La narración va fluyendo con soltura y conmucha magia, haciendo de Rumbo a Gaia un re-lato de aventuras para todas las edades. Se dis-tribuye en cuatro partes donde se pueden apre-ciar toda una enseñanza de valores, aprendiza-jes necesarios, superación ante dificultades quevan realizando los distintos personajes que apa-recen en el transcurso del relato. Antonia Maríaescribe sobre encuentros, adaptaciones a las nue-vas y desconocidas situaciones dentro de unmarco de paz, armonía y respeto hacia los de-más. Estas almas en preparación son orientadaspor guías que les conducen a distintos nivelesde perfeccionamiento y a conocer sus límites.Encontramos lugares para el ocio, los sueños yel descanso, biblioteca del conocimiento, clíni-

LA ESCRITORA SEVILLANA ANTONIAMARÍA CARRASCAL Y LA PORTADA DE

RUMBO A GAIA

ca de entrenamiento personal y viajes experi-mentales. Los guías informan sobre la existen-cia de otras conductas en la Tierra y enseñan adiscernir entre el bien y el mal. Todo este con-glomerado de sensaciones se viven en el más allápor seres que resultan angelicales y dóciles a losque vas tomando afecto a medida que, comolector, te metes en su mundo. Un mundo en elque el concepto tiempo adquiere otras dimen-siones y los seres se transfiguran e iluminan.

El tema de la reencarnación está llevado deuna forma sublime y hace al lector testigo, cóm-plice o protagonista, a veces, del mismo. AntoniaMaría Carrascal ha sabido llevar el tema con granacierto, emplear un lenguaje muy asequible paralos jóvenes, no solo por el vocabulario emplea-do, sino porque a través de la estructura de laspartes conduce, a los posibles lectores, por unmundo de fantasía y de buenas maneras que lesha de ayudar a ser mejores y plantearse, desdeya, sacarle el mayor provecho posible a la vida.

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EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 7

Cultura/Poesía

José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957)ejerce como docente de Lengua y LiteraturaCastellanas en su localidad natal, desde dondelleva años desarrollando una actividad lírica deelegante e interiorizada trascendencia, sólida-mente anclada en un comprometido y perso-nal humanismo y exteriorizada en una vozpoética en la que se dan cita lúcidamente lamemoria y la nostalgia, los estragos de la sole-dad y la intimidad de los escenarios cotidia-nos. Poesía del conocimiento honda en susverdades y reflexiva en el decir, lejos de exce-sos culturalistas pero culta en su más prístinaacepción. De todo ello daba buena cuenta la,hasta el momento de edición de la presenteobra, última de sus entregas: Limaria y otros poe-mas de una nueva Arcadia, finalista del PremioAndalucía de la Crítica, interesante y personalí-simo poemario en el que el autor acertaba adibujar un nebuloso territorio propio, casi enla frontera entre la realidad y el sueño, lo figu-rado y lo real, la vivencia y la evocación, pararescatar de la mano del recuerdo los escena-rios perdidos de la infancia, los rostrosañorados del pasado y la devastación por elpaso del tiempo, todo ello sustentado sobre lapiedra angular de la íntima, elegíaca y delicadaemoción.

Con Gozos de Nuestra Señora del Saliente (de-nominación alusiva a la advocación marianade Nuestra Señora del Buen Retiro de los Des-amparados o del Saliente venerada en su San-tuario sobre la cima del almeriense MonteRoel) el autor se adentra en el siempre difícil

Gozos de Nuestra Señora del SalienteLa armoniosa elegancia lírica

de José Antonio Sáez

EL POETAALMERIENSEJOSÉ ANTONIOSÁEZ, AUTORDE GOZOS DENUESTRASEÑORA DELSALIENTE,PUBLICADOPOR LAEDITORIALGRANADINAPORT ROYAL

ENRIQUE

BARRERO

RODRÍGUEZ

terreno de la poesía religiosa y de connotacio-nes espirituales y lo hace con armoniosa ele-gancia y equilibrada finura, bien lejos del tó-pico y de los excesos localistas, alcanzando aurdir un poemario que emocionará profunda-mente a quien lo saboree desde la perspectivade la fe pero que merecerá a la par y por suvalor literario el respeto de quienes a él seaproximen desde su ausencia.

En sus cinco bien vertebrados Cantos el li-bro discurre hondo y palpitante en su intensay acendrada espiritualidad, sin concesiones ala simpleza de un confesionalismo huero yconvencional; antes bien, el intenso poemariose degusta desde la soledad del silencio y ellector experimenta la sensación de asistir a unaoración de conmovedora autenticidad y sen-cillez elevada desde la frágil conciencia de lonetamente humano (el autor confiesa en el es-clarecedor prólogo de la obra que fue gestadaen un período de enclaustramiento como con-secuencia de la convalecencia de una incómo-da dolencia).

Los tres primeros cantos (Anunciación del Án-gel a Nuestra Señora, El Magníficat y La mujer en-vuelta en el sol) se desarrollan en poemas de die-ciséis versos a base de cuatro estrofas dealejandrinos sin servidumbre a rima. Por elcontrario, el cuarto canto (Poemas en CuadernaVía –concebido como homenaje a Gonzalode Berceo–) adopta esta forma estrófica y qui-zás en este tránsito pueda cifrarse una de lasescasas objeciones que este comentarista po-dría realizar al poemario en su conjunto en su

apreciación lectora, pues pese a lo meritoriode la construcción y del esfuerzo lírico de Sáezel desusado tetrástrofo monorrimo confiereal poemario en el cuarto canto cierto aire añe-jo que contrasta, en cierto modo, con la natu-ralidad de la fluencia de los tres cantos ante-riores.

El quinto canto (Gozos del pueblo) es, a mijuicio, un afortunadísimo repertorio deseguidillas, soleares, redondillas, coplas, cuar-tetas y liras de fina impronta popular y aladagracia andaluza que dibujan, por demás, uninteresante contrapunto respecto del alientoespiritual de mayor severidad y hondura de loscantos anteriores.

Justo es destacar, con independencia de lamuy legítima vivencia íntima y personal sobreel fenómeno religioso que pueda alentar encada cual, la valiente y sincera honestidad deun poemario a contra estilo de modas y tenden-cias, en un mundo de tan doliente relativismoe indiferencia, un poemario como una oracióncoral en el mejor contexto y tradición de lapoesía mariana y religiosa (Gonzalo de Berceo,Arcipreste de Hita o las Cantigas del Rey Sa-bio, por citar sólo alguno de los más conoci-dos exponentes) a la que tan sinceramente serinde homenaje. En esta abismada soledad –oscura es nuestra noche– de un monólogointerior basado en una autenticidad sin fisurascon la Virgen del Sol Saliente, Madre que nosbendice con los días azules y las cálidas tardes,están cifrados la indudable altura y el interéslírico del poemario de José Antonio Sáez.

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8 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/El Canto del Urogallo

PEDRORODRÍGUEZ

PACHECO

Debo empezar confesando, doloridamente,que este artículo es muy difícil de escribir. Creí,inocentemente, que el hecho que motivaba elmovimiento de opinión de La Diferencia (quetambién pudo llamarse de la disidencia), significa-ría el rescate de una magnífica nómina de ex-traordinarios poetas (la antología de A. Rodrí-guez Jiménez Elogio de la diferencia, da buena cuen-ta del altruismo de nuestras intenciones) que pormor de las tendencias coyunturales habían que-dado postergados, secuestrados en un limboobsceno donde la única prioridad era encara-marse a una cínica actualidad para el misérrimomercado interior, un mercado que, pese a tan-tas ínfulas, en nada enriquecía ese vasto domi-nio del mérito, la tensión y el valor más allá denuestras limitadas y plagiadoras fronteras.

La Diferencia, en principio, para quienes poredad, saber y gobierno más íbamos a perder queganar, no era más que un rescate –lo argumentéen mi artículo anterior, «Secuestros y rescates»-de aquellos excelentes poetas que habían crea-do siguiendo unas personales motivaciones, lascuales –qué paradoja– no eran más que las re-sultantes de sus experiencias personales, las detodo tipo, tan íntimas y conformadoras comolas que aconseja Rilke en sus magistrales Cartasa un joven poeta. ¿Cómo íbamos a renunciar a loúnico que teníamos, nuestra experiencia, la per-sonal, la conformadora, la condicionante? Perocomo única, personal, conformadora ycondicionante, no podíamos asumir precepti-vas generales que nos indicaran cómo, de quémanera, forma, ideología y temporalidad había-mos de plasmarla. O traicionarla. Y así el realis-mo social, sus compromisos y esclavitudes. Oel culturalismo venecianista con susimpostaciones. O la suplantación de la experien-cia personal por una generalizada en la que laescena urbana –un vergonzante realismo social–hurtaba la voz de quienes asumían otros ámbi-tos íntimos, simbólicos, ensimismados,hímnicos, escandidos, musicales y celestes. Co-

La cuadratura del círculoincidió la emancipación de La Diferencia con elhegemónico poder de la llamada poesía de la Ex-periencia y, claro, muchos pensaron que íbamoscontra ella pero, en verdad, ¿qué le importaba,por ejemplo, a Manuel Jurado López –con unaobra a sus espaldas que había sorteado anterio-res hegemonías– la penúltima? Y ¿a Antonio En-rique? Y ¿a mí?

Era otra cosa –creímos algunos que era otracosa, como así lo consigna precisamente, Jura-do López en reciente entrevista (12/12/2010)en ABC de Sevilla–. Y como otra cosa, no nosimportó poner en peligro la estadía que, enmayor o menor grado, poseíamos; la suficientepara no permitir que se arrasase todo el vastodominio de una pluralidad creativa que por man-sedumbre, comodidad y miedo nadie se atrevíaa denunciar: con un poco de afrecho se conten-taba el gallinero. Bien. A groso modo, esta fuela razón de existir y ser de la Diferencia, su únicarazón suficiente, poner en valor tantos valorespostergados por las tendencias dominantes.

Todo lo que antecede no tiene otra motiva-ción que la publicación del ensayo La poesía de laExperiencia española de finales del siglo XX al XXIde la profesora Diana Cullell y de la crítica quedel ensayo hace –«Un presunto estudio críticosobre la poesía de la Experiencia, entre lo banaly lo risible»- J.L. García Martín. La crítica –en-viada desde Fez por el poeta cordobés A. Ro-dríguez Jiménez– no me sorprendió en absolu-to dado que no variaba ni en un ápice sus crite-rios sobre los poetas de la Diferencia y, particu-larmente, sobre Rodríguez Jiménez. Pero tuvecuriosidad por conocer el contenido del ensayodado que entre los poetas estudiados comoexperienciales se encontraba Mª A. Ortega.

El ensayo en sí –hay que darle la razón a Gar-cía Martín– es un auténtico bodrio. Aparece unlistado de los consagrados como de la tenden-cia dominante y en él se designa a RodríguezJiménez, y dice García Martín: que éste «podráser un adalid de la llamada poesía de la Diferen-

cia (…), pero su manera de entender la poesía,salvo en calidad, en nada se diferencia de la delos poetas realistas de los ochenta». Al fin y alcabo es lo mismo que decía en la introducciónde su antología, Treinta años de poesía española (Re-nacimiento. Sevilla, 1996) justificándose: que sise seleccionaba a García Montero y no a R.Jiménez «quizás se deba, no a diferencias de es-tética o de mayor o menor proximidad al poderpolítico (…), sino más sencillamente a diferen-cias de calidad (esa palabra tabú en los estudiosliterarios, pero que un antólogo, aunque con to-das las cautelas posibles, no tiene más remedioque sacar a relucir)». Opiniones éstas ofensivasque ya había anticipado, un año antes, en la in-troducción de su antología Selección nacional y que,por aludirme directamente, contesté en un artí-culo, «El reto», que, curiosamente, hubo de saliren Papel Literario suplemento cultural del DiarioMálaga-Costa del Sol, y no en Cuadernos del Surdado que R. Jiménez, se excusó pretextando pro-blemas con la dirección del periódico y en cuyaredacción, la mía, había contado con la radicaloposición de Mª A. Ortega, dado que según éstano había tales descalificaciones, «sino guiñoscómplices, simpáticos; se nos tenía en cuenta,se nos nombraba». Ah… En el ensayo de D.Cullell, se justifica como experiencial la presen-cia de Mª A. Ortega por el hecho de que, aun-que ésta comienza «su creación poética comopoeta de la Diferencia, más tarde se desvinculade ella, pese a que la poesía de la Diferenciasirve a Mª Antonia Ortega como recurso a tra-vés del cual defiende su derecho al ejercicio deun tipo de poesía distinta a la corrienteexperiencial dominante». Es decir, salvo que yano sepa ni leer, la poeta madrileña se sirvió dela Diferencia para acabar siendo un apéndiceresidual de la poesía de la Experiencia ya que enun momento impreciso –cuando la Diferencia erahistoria pasada, «pecado de juventud» como sedisculpó Rodríguez Jiménez ante Jesús Vigorraen el programa televisivo de Canal Sur «El pú-blico lee»–, se desvinculó de ella. Pero definiti-va, dolorosamente, ¿cuándo se desvinculó MªA. Ortega de la Diferencia para –limpia de lasmiasmas de las que pudo infeccionarse mien-tras se sirvió de los diferenciales– poder pre-sentarse como ejemplo innovador de la nuevapoesía de la Experiencia?

Creí en la integridad, en la auténtica honradezde nuestro movimiento, en el rescate de unos poe-tas injustamente marginados y que no merecíantal suerte. Y lo hice así –lo hicimos así– por amora la poesía, sin pensar en la mía propia ni en lasque los que al igual que yo participábamos de tansaludable aventura… Dolorosamente, acaso, ten-ga que convenir en última instancia, que GarcíaMartín lleva razón, éramos «un nutrido grupo deagraviados» que sólo buscábamos vanidosamentela estadía que se nos negaba. Acaso esta fue la mo-tivación de la disolución de la Diferencia como cues-tión, argumento y legitimidad; es decir, hurtada laesencialidad, la aseidad, el ser lo que éramos y noser otra cosa (la insoportable levedad del ser), quedabacomo esqueleto la acomodaticia densidad del es-tar, sin importar el cómo ni el dónde, la consagra-ción de la estadía o la cuadratura del círculo: elimposible que devoró la raíz de lo verdadero.