Marxismo e historia social

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    16COLECCION FILOSOFICA

    MARXISMOE HISTORIA

    SOCIAL EricJ. Hobsbawm

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    Rector de la Universidad Autnoma de PueblaLic. Alfonso Vlez PliegoSecretario GeneralDr. Daniel Cazs Menacheirector del Instituto de Ciencias

    Dr. Jos de Jess Prez RomeroCoordinador de la escuela de Filosofa y LetrasDi. Adrin Gmate Welsh Director del Departamento de PublicacionesJos Ramn Enrauez

    ColeccinFilosfica dirigida porOscar del Barco

    Primera EdicinMarxismo e historia socialEric J. Hobsbawm& C'nVcrsidad Autnoma de Puebla

    Calle 4 Sur No. 104Puebla, Pue., Mxico

    Impresa y hecho en Mxico

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    Eric J. Hobsbawm

    Marxismo e historia social

    Instituto de Ciencias de la

    Universidad Autnoma de Puebla 1983

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    INDICE

    Presentacin ..........................................................: ................ 5De la historia social a la historia de la sociedad ...................... 21Notas para el estudio de las clases subalternas .............. .. .. 45La conciencia de clase en la historia ........................................ 61

    La contribucin de Karl Marx a la historiografa.................

    81La difusin del marxismo (1890-1905) ................................101Marxismo, nacionalismo e independentismo ........................ 129

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    tcnicas, mediatizada po r el progreso , po r la abundancia, por la hipocreca, existe otra historia del capitalismo, la de los humillados y ofen-didos, la de los hambrientos... la de los rebeldes. Y esa zona de penum-

    bra es la que concita el inters del historiador ingls por bucear en las

    profundidades del naciente capitalismo moderno, la que despierta su preocupacin central por las transformaciones revolucionarias impulsa-das por ese joven capitalismo.

    Muchos compartimos las inquietudes de Hobsbawm. Las crisis con-temporneas, con toda la fuerza de su dramatismo, nos impulsan a inte-rrogar el pasado tanto como el presente en nuestra necesidad de expli-carlas. Los debates actuales requieren el apoyo del conocimiento deciertos antecedentes, de confirmaciones y desmistificaciones. En los pases perifricos, por ejemplo, desde hace ya largo tiempo nos venimosinterrogando sobre los caminos del desarrollo independiente, sobre lasfrmulas del despegue econmico sin tragedias sociales; interrogamosentonces, entre otros recursos, los modelos primigenios de desarrollo, buscando sus lecciones. Cules fueron los mecanismos, las condiciones,los obstculos en lostake-off de los pases centrales del mundo capita-lista? Sera posible apelar en la etapa actual de desarrollo del sistemaa las prescripciones que formulan los casos exitosos de otros tiempos?En otras ocasiones repensamos las tenues historias de los que no tienen

    historia, las de los oprimidos del pasado, buscando descubrir sus res- puestas y sus no respuestasante la irrupcin del monstruo capita-lista en sus mandos arcaicos , distintos; y lo hacemos aqu, en nuestraAmrica, y ahora, ante el espectculo del triunfo total (y final?) delsistema de oprobio, cuando todos los intersticios son colmados por su

    presencia.Como tantos otros historiadores de talento, Hobsbawm nos ayuda

    a transitar esas interrogantes y nos plantea otras nuevas. Artesano labo-rioso, apasionado por su oficio fecundo, nos muestra con sus obras, consus meditaciones inteligentes, nuevos caminos a recorrer. Su lectura tie-ne siempre una asombrosa actualidad.

    Quiz dos circunstancias determinantes podran delinear el perfil inte-lectual de Eric Hobsbawm: su condicin de marxista de relevancia ysu consecuencia en el oficio de historiador. Como l mismo lo harecordado alguna vez al hablar de su militancia comunista, su genera-cin pertenece a una poca* en la que las esperanzas y los temores de

    1 Eric Hobsbawm naci en Alejandra en 1917 y se educ en Viena, Berln yCambridge.

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    los revolucionarios eran inseparables de los destinos de la revolucinrusa ,2 puesto que la inmensa mayora de los marxistas eran comunis-tas: estaban en los partidos comunistas o muy cerca de ellos. Los queno lo estaban, constituan o parecan una minora insignificante... 3

    Eran los aos cargados de fervor de la guerra civil espaola, los tiemposde la rgida organizacin militar de la Komintem, de los frentes populares y , en fin, la poca del fascismo.

    Como sabemos, las revelaciones del XX Congreso y el consecuente^,resquebrajamiento del edificio estalinista marcaron el inicio de unaetapa spera, trasegada por las crisis y los replanteos en el marxismomundial. Eric Hobsbawm, observador partcipe de su tiempo comol mismo se define, intelectual lcido y honesto, parece haber acudidocon prontitud al desafo de los nuevos tiempos. Lo vemos, joven an,encabezar las filas de los que impulsaban el debate revitalizador luegode los tiempos oscuros. Su frecuentacin temprana de Gramsci, deLuckas, de Korsch lo confirma. Luego vendrn los fecundos descubri-mientos de los textos de Marx sepultados o escamoteados por los pro- pietarios de la ortodoxia. Cuando se publique uno de ellos en ingls las Formen Hobsbawm tendr oportunidad de demostrar su manerade entender el marxismo al componer para la introduccin de dicha

    publicacin un texto memorable.4

    En 1966, al recordar los tiempos anteriores a la apertura, y refirin-dose al debate en el seno del movimiento marxista, Hobsbawm escriba:Los comunistas van dndose cuenta cada vez ms de que lo que apren-dieron a creer y a repetir no era propiamente el marxismo, sino elmarxismo tal y como lo haba desarrollado Lenin y como haba queda-do congelado, simplificado y a veces distorsionado bajo Stalin en laUnin Sovitica. Que el marxismo no es un conjunto de teoras y des-cubrimientos cerrados, sino un proceso de desarrollo; que el propio

    pensamiento de Marx, por ejemplo, fue desarrollndose a lo largo de suvida.

    Como historiador, Hobsbawm participar desde sus comienzos en el proceso de renovacin que en la historiografa se vena produciendo

    2 E . Hobsbawm, Revolucionarios, Ariel, p. 8.3 E . Hobsbawm,ibid., p. 163.4 Nos referimos a la introduccin realizada por Hobsbawm a la edicin del tex-

    to de Kail Marx,Formaciones econmicasprecapitalistas, Ciencia Nueva, Ma-drid, 1967.

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    en Inglaterra desde unos aos atrs. En efecto, como en otras latitudes,la vieja historia, la de Leopold von Ranke, haba comenzado, desde principios de siglo, a ser sacudida de su seguro pedestal, pero ser slohasta la dcada de los treinta cuando los efectos renovadores comiencen

    a gestar lo que con el tiempo se convertira en una verdadera revolucinde la disciplina histrica.Sin duda es posible afirmar que el pensamiento marxista tuvo un

    papel preponderante en la renovacin mencionada, aun mediante aque-llas variantes que Hobsbawm llama marxismo vulgar . De ese papelimpulsor dan buena cuenta los trabajos que marxistas historiadoresrealizaron sobre el tema de las implicaciones que el protestantismo tuvoen la revolucin burguesa de Inglaterra. Quedaba abierto as un campo polmico donde las relaciones entre economa e ideologa entraban en juego, poniendo nuevamente en movimiento un tema que haba ocupa-do largamente a Marx y ms recientemente a Max Weber, Lucien Fevbrey Wemer Sombart, entre otros.

    En esta nueva atmsfera creada en la historiografa inglesa una vi-gorosa personalidad intelectual destaca con nitidez: Maurice Dobb. Enefecto, en Cambridge, desde la ctedra y mediante sus notables ensayos,el terico ingls genera una escuela de gran influencia sobre economistase historiadores. SuStudies5 publicado en 1946 tiene todas las caracte-

    rsticas de las obras fundadoras: podr ser revisada y aun'superada, pero posee no obstante la cualidad de abrir horizontes hacia problemas ysugerencias inditos.6

    Dobb y sus pares intelectuales ensanchan vigorosamente un caminoque tmidamente, y con instrumentos y mtodos distintos, habancomenzado a construir historiadores de generaciones anteriores. Sidneyy Beatrice Webb y G.D.H. Col, entre varios otros, constituyen un ejem-

    plo de los precursores aludidos. En este mismo sentido viene al casorecordar que ya en 1927 Lipson y Tawney haban comenzado publi-car la Economic History Review y que un ao ms tarde se pona enmarcha la ctedra de Historia Econmica en Cambridge.

    Hobsbawm trabaj como fello w en el Kings College de Cambridgeentre los aos 1949 y 1955 y ya en 1948 haba publicado su primer

    5 Maurice Dobb,Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo XXI, Bue-nos Aires, 1971.

    6 Al respecto podemos recordar que el texto de Dobb gener una amplia po-lmica sobre el tema de la transicin del feudalismo al capitalismo, en la que

    intervinieron entre otros Sweezy, Takahashi, Lefebvre, Hilton, Hill, Vilai,Landes, Boutruche y el mismo Dobb, as tambin Ene Hobsbawm.

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    libro, Labours tuming point 1880-1900, en el cual aportaba elementosacerca de las transformaciones operadas en el interior de la clase obrera britnica y de las formas de gestacin del nuevo sindicalismo en un periodo de transicin.

    En los aos siguientes, Hobsbawm ahondar sus bsquedas en ladireccin marcada por su primer trabajo. Investigar acerca de las clasestrabajadoras como tales fno en cuanto organizaciones y movimientosobreros) y acerca de las condiciones econmicas y tcnicas que favore-cieron el desarrollo de los movimientos obreros o bien, en cambio, lodificultaron, tal es el horizonte de trabajo que Hobsbawm visualiza enesta etapa. Resultado de estos esfuerzos es una serie de ensayos que

    publicar enEconomic History Review y que ms tarde agrupar (reescribiendo algunos) en el volumen titulado Lbouring men, studies in the history o f labour,7 mediante los cuales logra iluminar talentosamentealgunos espacios oscuros de la historia de la clase trabajadora en los du-ros tiempos de la Revolucin Industrial. As, por ejemplo, en el polmi-co artculo titulado Los destructores de mquinas, cuestiona las tradi-cionales concepciones sobre el fenmeno ludista que lo hacan aparecercomo un puro desbordamiento de exitacin y euforia , revelando, encambio, una situacin ms compleja y matizada. Apoyndose en F.O.Darvall, quien haba sostenido que los ludistas utilizaban los ataques

    contra la maquinaria, tan to nueva como vieja, como medio para obtenerde sus patronos unas concesiones con respecto a salarios y otros asun-tos,8 Hobsbawm demuestra que, efectivamente, la destruccin salvajede maquinarias era una forma de negociacin colectiva a travs delmotn y que, por otra parte, estas acciones no fueron protagonizadasexclusivamente por los trabajadores.

    De esta manera los sondeos interesados y agudos del historiadorvan detectando las hasta ese momento ocultas consecuencias del desa-rrollo de la Revolucin Industrial en las clases subalternas. Hobsbawm,adems, establece etapas, trayectos de esta evolucin de la condicinobera y seala sus caractersticas distintivas. Paciente y meticuloso, .nosensea cmo la cuestin del nivel de vida de los trabajadores, en su realdimensin, resulta el elemento bsico para explicar sus revueltas, susmanifestaciones, sus proyectos. A partir de este presupuesto, en el art-

    7 E. Hobsbawm,Trabajadores. Estudios de historia de la clase obrera, Crtica,Barcelona, 1979.

    8. F. O. Darvall,Popular disturbances and public order in Regency England,Londres, 1934, citado por E. H. enTrabajadores.. ., p. 19.

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    culo tituladoEl nivel de vida en Gran Bretaa entre 1790 y 1950, in -cluido en el libro a que nos referimos, despliega ante nosotros las evi-dencias y nos demuestra que la opinin que podramos rotular de clsi-ca la de Ricardo, Malthus, Marx, etcteraaparece como la de mayor

    verosimilitud cuando afirma que los comienzos de la gran industrializa-cin resultaron catastrficos para los estratos ms desfavorecidos dela clase obrera de Inglaterra y de otros pases. El cartismo reflejara con bastante aproximacin el descontento obrero en este periodo sombro para las clases desposedas de Inglaterra. A partir de estas demostracio-nes y evidencias result posible cuestionar la opinin de una corrientemoderna de interpretacin de este periodo Clapham, Ashton, Hayek que supona haber refutado a la antes citada opinin clsica.

    Los artculos se suceden. Las fbricas, los fabianos, los sindicatos, laaristocracia obrera, las costumbres... todo un mundo de cuestionessobre la condicin obrera y sus circunstancias en el revolucionado sigloXIX como respuesta al reto lanzado por un espacio nuevo que emerge,inquietante, perturbador. Se ha dicho ya todo? No es posible pene-trar profundamente en las capas geolgicas de ese nuevo espacio ydesde all escrutarlo? No existen acaso perspectivas distintas a las delos seculares propietarios de la historia? Georges Lefebvre hablaba,hace ya tiempo, de la necesidad de una historia desde abajo, especie

    de revolucin copemicana en la consideracin del pasado de los quena tienen historia , de los que no se expresan en las autobiografas, losensayos o los decretos, de los hombres sin rostro y sin nombre. Ms tar-de, desde los Amales, estudiosos franceses indagarn la vida, las cos-tumbres, las formas de trabajo de las clases populares en el pasado, res-catando el espectculo de la vida cotidiana, mientras investigadores for-mados en las disciplinas antropolgicas redescubren las explosionesmilenaristas medievales.9 En fin, con dificultades, laboriosamente, seatisbaba lo otro, lo oculto de la sociedad burguesa. Pero en ese caminoera acaso posible n encontrarse con Marx?

    Hobsbawm, por su parte, escribe Rebeldes primitivos,10 una obraque da cuenta de cmo su autor acepta el reto. Por qu primitivos y

    por qu rebeldes? Consideremos brevemente estas cuestiones.

    9 Sobre estas cuestiones ver el artculo de Hobsbawm incluido en el presentevolumen, Para una historia de las clases subalternas.

    10 E. Hobsbawm, Rebeldes primitivos, Ariel, Barcelona.(Primitive rebels. Stu-. dies in archaic form s o f social movement in the 19th. and 20th. centuries, Londres, 1959.)

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    Los pueblos, las culturas largamente seculares, los complejos tejidossociales, los espacios geogrficos son agredidos por la irrupcin de lo ex-terno. El avance del capitalismo industrial por el orbe, pausado unas ve-ces, furioso y arrasador otras, impone con violencia desarticuladora lo

    ajeno, lo ininteligible. Sobreviven cambios, casi siempre impulsados porlos gobiernos locales, por los comerciantes, los especuladores, los ilus-trados.11 Un universo se desploma o est en camino de hacerlo. Cun-do? En algunos lugares, hace ya tiempo a finales del siglo XVIII y co-mienzos del XIX en Inglaterra o en Francia. En otros, ahora, en estemomento; aqu hablamos de las comunidades campesinas de Asia, Afri-ca y de nuestra Amrica en 1980.

    Cmo identificar generalizadoramente a los agredidos? En los tex-tos cientficos se los denomina aspticamente pre industriales . Co-mnmente son campesinos. La tierra ha establecido con ellos, por mile-nios, complejas relaciones de amor y de magia. Otros habitan las ciuda-des; son los artesanos. Ya casi no se agrupan, como en o tros tiempos, enlas hermandades o gremios pero debemos decirlo tcnicamente? an poseen los medios de produccin , las toscas y eficaces herramien-tas.

    Quienes los avasallaron los vean, muchas veces, como primitivos ,arcaicos, pertenecientes a un mundo que deba desaparecer. Conmuy otra intencin y predisposicin Hobsbawm tambin los denominaprimitivos. El los ha visto rebelarse una y mil veces cuando transi-taba los archivos o las memorias. Una y mil veces los ha visto fracasar.Hobsbawm dice rebeldes primitivos y quiere resaltar la incapacidadde los contestatarios para proponer y concretar una alternativa posiblea la nueva sociedad que se les pretende imponer. Son espontneos, deah su incapacidad para la victoria.12 Pero he aqu una objecin slo eso debemos ver en sus fracasos? El historiador ingls ha hechonotar que las rebeldas han tenido capacidad efectiva de triunfo cuando

    las masas contestatarias han sido organizadas por ideologas socialistasrevolucionarias. Es un hecho. Pero he aqu una d ud a no implicaraesta posicin de Hobsbawm una visin teleolgica de la revolucin so-cial? La pregunta queda planteada; no consideramos que sea sta la oca-sin de encontrar la respuesta.

    Los rebeldes resistieron (resisten an?). La ira los hizo terribles aveces; la necesidad los volvi solapados y acechantes en otras ocasiones.11 George Rud,Protesta popular y revolucin en el siglo XV III, Ariel, Barce-

    lona, 1978.12 E. Hobsbawm, Para una historia de las clases subalternas.

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    Se afirman en el recuerdo de un pasado que ha roto sus vnculos con el presente, un pasado que es el m tico pas de la buenaventura, cuyos va-lores, cuyas pautas perdidas es necesario rescatar, recuperar, para queretom e aquel tiempo donde reinaba la justicia los reyes justos quecastigaban a los malvados, aquella Iglesia protectora, el seor sereno yfamiliar que haca el bien, las fiestas, la familia, el pan...Sublevarse pararestaurar: he aqu su fuerza y su consigna.

    Porque los rebeldes saben que tanta desgracia deber terminar,que el tiempo de la justicia volver. Todos deberan saberlo, por qu seempean en ignorarlo los opresores? El milenio se acerca y cuandolas seales aparezcan y sean verificadas todas las fuerzas ancestrales se pondrn en furioso movimiento. Entonces los arcaicos , los primiti-vos quemarn, arrasarn, borrarn de la faz de la tierra todo lo que escausa de sus desgracias actuales. Destruir para purificar.

    En la misma lnea de Rebeldes primitivos Hobsbawm escribiraaos ms tarde dos excelentes trabajos: BandidosI3 y Revolucin Industrial y revuelta agraria. El capitn Swing, 14 este ltimo en colabora-cin con George Rud. En el primero de los libros citados el autor se in-teresa por aquellos delincuentes a los que la opinin pblicano consi-dera unos simples criminales , indagando sobre el papel jugado por cier-tos personajes puestos fuera de la ley por el orden establecido pero que,sin embargo, tienen plena acogida en la emocin popular, tanto en elcampo como en la ciudad. Son un smbolo. Hobsbawm lo ha visto as yha dicho: Los bandidos pertenecen a la historia recordada que es dis-tinta de la historia oficial de los libros. Son parte de esa historia que noconsiste tanto en un registro de acontecimientos y de los personajescuanto en los smbolos de los factores tericamente determinables pero an no determinados que configuran el mundo de los pobres: delos reyes justos y de los hombres que llevan la justicia al r'veblo . Sed de

    justicia y resistencia al poder sublimada en las virtudes de los heroicosvengadores, reparadores de injusticias y restauradores de honras. El ban-dolero es parte dl pueblo: dado que no es considerado un criminal porlas gentes humildes, no tiene dificultades de reintegrarse a su comuni-dad como un miembro respetado de sta en cuanto cesa de estar fuerade la ley.l5 No hay dudas, esta simbiosos naturalmente construida

    ,13 E. Hobsbawm, Bandidos, Ariel, Barcelona, 1976 ( Bandits. Londres, 1969).114 E. Hobsbawm y G. Rud, Revolucin industrial y revuelta agraria. E l capitn

    Swing, Siglo XXI, 1978, Madrid(Captain Swing, Londres, 1969).15 E. Hobsbawm, Bandidos, p. 53.

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    entre las necesidades y aspiraciones de las clases populares y los bandi-dos sociales devendr peligrosamente subversiva para el sistema; por lotanto, ste generar pronto oportunas formas de defensa, creando inditasmaneras de represin y de castigo. Terriblemente eficaz, el poder parece

    obturar todos los cauces de su negacin disponiendo, legislando. Peroacaso el viejo topo revolucionario no sigue su tarea? Rebeldes primitivos es una obra clave. No cesa de motivar, de suge-

    rir nuevas bsquedas. A su influjo muchos estudiosos de nuestra Amri-ca han comenzado a producir trabajos comprometidos y de calidad enlos que se rescata una cierta clase de conflictos sociales anteriormenteslo recogidos por los informes policiacos. Pero advirtamos que para al-gunos de los referidos estudiosos no se trata de recorrer las historias na-cionales en bsqueda de olvidados rebeldes prepolticos, con una puracuriosidad antropolgica (tampoco es sta, claro, la intencin de Hobs bawm). Existe en aqullos una muy concreta motivacin poltica que setraduce en la voluntad de aportar argumentos a una polmica enconaday crucial: nos referimos al arduo debate marxista en curso desde haceunos aos, en el que prestigiosos conceptos, verdades largamente acep-tadas son problematizados y puestos en tela de juicio. La unicidad delsujeto revolucionario es uno de ellos. Es la clase obrera el nico eje 1revolucionario, la po rtadora absoluta de los instrumentos del cambio o,

    por el contrario, es necesario pensar en fuerzas policntricas capaces de plantear histricamente alternativas al sistema? No deberamos incluir j en ellas, entre otros, a los marginados, a los rebeldes espontneos, por ejemplo?

    Pero volvamos una vez ms a nuestro camino principal y reencon-trmonos con Hobsbawm en los aos sesenta. Lo habamos dejado untiempo antes empeado en meterse en la piel de los obreros y de loscampesinos del siglo XVIII y del XIX, inquietndose con rebeldes y ban-didos. Ahora, y quizs para mejor iluminar las historias de esa humani-

    dad acosada, su discurso tiende a instalarse en otros planos. El sistemacapitalista moderno en su globalidad ser de nuevo objeto de indagacindel historiador ingls. Por qu y de qu manera el occidente europeogener, entre 1780 y 1850 aproximadamente, sobre las bases de ele-mentos existentes desde siglos anteriores, profundas transformacionesque subvirtieron los rdenes econmico, social, poltico, cultural. Porqu el triunfo del capitalismo burgus y liberal precisamente y no otraarquitectura econmico social. Por qu al nacer el capitalismo industrialsurgieron en su seno los elementos que obstaculizaran su camino deexpansin. Cules fueron los factores que impulsaron, a su vez, la con

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    quista de casi todo el mundo. Preguntas, desafos a su aguda percepcinde historiador, que necesariamente lo llevan a mirar la cara oculta de laedad del progreso , como lo haba hecho ya Marx, como lo hiciera nohace mucho su respetado maestro, Maurice Dobb.

    En 1962 Hobsbawm public Las revoluciones burguesas. 16 Era surespuesta a algunas de las interrogantes arriba mencionadas y es, tam- bin, un fruto de su madurez intelectual, de sus largas lecturas, de suvastsima cultura.

    La problemtica del capitalismo le es familiar en muchos aspectos.Uno de stos en especial haba sido trabajado morosamente por l du-rante tiempo y seguira siendo materia de su inters en los aos sucesi-vos: la cuestin de los orgenes profundos del desarrollo capitalista. Yaen la primera mitad de la dcada de los cincuenta haba intervenido,

    recordmoslo, en los memorables debates que sobre el tema de la transi-cin del feudalismo al capitalismo se suscitaron17 a partir del libro deDobb por nosotros antes citado. Hobsbawm puso especial atencin enla crisis general del siglo XVII, a la que atribuy valor central en el desa-rrollo posterior del capitalismo. A partir de esta certeza, el estudiosoingls comenz a construir un modelo explicativo para dar cuenta de lagnesis del capitalismo industrial y de su irrupcin revolucionaria, mo-delo que fue explicitado tanto en artculos o en monografas como entrabajos de temtica ms abarcadora. Tres de aquellos artculos fueronreunidos en un pequeo volumen editado en nuestra lengua.18 Hobs- bawm afirma: no existan obstculos serios en el campo de la tcnica nien el de los capitales para que, ya a fines del siglo XVI, se produjera eldespegue sostenido. No obstante, es obvio, ese temprano impulso no se

    produjo y el capitalismo debi esperar casi dos siglos para comenzar anacer. La historia y sus eternos porqus y el historiador impulsado aenfrentarlos. Hobsbawm nos explica: durante el siglo XVI el sistema engeneral en el que el capitalismo mercantil era una especie de parsito

    metido en sus poros haba experimentado un proceso de expansin promisorio, pero esa expansinnecesariamente deba encontrar obst-

    16 E. Hobsbawm, Las revoluciones burguesas, Guadarrama, Madrid, 1964 (con" numerosas reediciones).The Age o f ReVolution. Europe 1789-1848, Lon

    res, 1962).17 Una manifestacin interesantsima de los mencionados debates se dio en el

    simposio organizado por la revistaScience and Society, y que fuera refle- jado entre otros por G. Procacci enThe transition from feudalism to capita-

    , lism. A symposium, Nueva York, 1954.18 E. Hobsbawm,En torno a los orgenes de a revolucin industrial, Siglo XXI,

    Buenos Aires, 1971.

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    culos frenadores y, efectivamente, cuando top con ellos entr en crisis.Se podran sealar varias causas de esta brusca desaceleracin. Por ejem- plo, no se haban operado en las estructuras rurales las transformacionesnecesarias para romper vlganos el modernismolos cuellos de bote-

    lla en la produccin, los cambios liberadores de energa. Por otra par-te, los hombres de negocios feudales, golpeados irreversiblemente porlas crisis mencionadas, se asemejaban sta es nuestra imagen a losgrandes dinosaurios antidiluvianos: estaban demasiado adaptados a suambiente el sistema feudaly cuando la mencionada cesura sobrevinono pudieron superarla.

    Una vez ms, no es la pura curiosidad del coleccionista meticulosode hechos lo que mueve a nuestro autor cuando se sumerge en estascuestiones. Es el intrincado debate sobre la transicin del capitalismo lsocialismo lo que est en juego, lo que lo impulsa a la intencionada re-flexin histrica. Henos aqu, por otra parte, enfrentados a unos temasrecurrentes e inquietantes en el marxismo: la acumulacin capitalista,el derrumbe, la revolucin...

    Precisamente, all por la mitad del siglo pasado, lgubres seales parecan anunciar el derrumbe cercano del hasta haca pocos aos pu- jante capitalismo. El terrible fantasma del comunismo lo rondaba ymartirizaba sus males en 1848, cuando el huracn revolucionario barra

    monarquas por doquier en Europa y amenazaba al resto del mundo.Pero las seales se esfumaron y el peligro fantasma pudo ser exorciza-do . La paz poltica se recobrara mucho antes de lo que hubiera podi-do pensarse y una estruendosa sinfona de rieles, locomotoras, carbn einversiones hizo inaudibles hasta las ltimas voces de la crisis. El capita-lismo triunfaba casi todos creyeron que definitivamente. Ahora co- braba mpetus de epopeya y los crecimientos habran de estallar a lamanera del boom con que los economistas rubios demuestran la fuer-za expansiva de su capitalismo. Porque la Europa industrial se expandir por el resto del mundo, avasallante, liberal, educadora ; derramar porel orbe sus manufacturas, sus hombres y sus capitales, guiados por una bandera: la inglesa. Hobsbawm ha escrito La era del capitalismo para ex- plicar ese periodo ferviente de la historia del hombre. 19 Algunos aosantes, en otro libro esclarecedor, haba mostrado cmo y por qu aque-lla bandera inglesa haba flameado casi solitaria en los empeos de laindustria y el comercio all en los tiempos gloriosos del free-trade;

    19 E. Hobsbawm, La era del capitalismo, Guadarrama, Madrid, 19T7{The Ageo f Capital, 1848-1875, Londres, 1975).

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    pero tambin cmo y por qu, en los umbrales del nuevo siglo XX, esa preeminencia comenzara a caducar, cmo y por qu las tcnicas indus-triales revolucionarias y eficaces en los tiempos del despegue econ-mico se tomaron obsoletas y retardatarias, en momentos del avance

    arrollador de nuevos imperialismos. Estas cuestiones estn tratadas en Industria e imperio,20 obra trascendente que a pesar de centrarse casiexclusivamente en la historia de Inglaterra tiene en amplia medida lar espiracin universal de los dos trabajos arriba mencionados. En sus

    pginas Hobsbawm advirte que los pases que hoy tratan de industria-lizarse difcilmente pueden tomar como modelo el caso britnico, pueslas cuestiones que esos pases deben resolver son profundamente dife-rentes: si bien hay la posibilidad de aprovechamiento de las experienciastcnicas ya existentes, stas tienen una complejidad y un costo muy dis-tintos a los que requiri Inglaterra en su primera revolucin industrial;adems y esto es quizs uno de los problemas fundamentaleslos ci-tados pases se tienen que industrializar en un contexto de fuertes mo-vimientos obreros y ante potencias socialistas mundiales, que hacen dela idea de industrializarse, sin tener en cuenta la seguridad social o elsindicalismo, algo polticamente impensable.21 Hasta aqu la adverten-cia de Hobsbawm. Pero no quedaran ciertas dudas por despejar?Acaso no es posible pensar en proyectos de desarrollo no autnomos,

    con fuerte ingerencia imperialista y por consiguiente vehiculizados me-diante eficaces maquinarias represivas que borran las posibilidades pol-ticas y sociales de contestacin por parte de las clases explotadas? Pasa-do y presente de los mecanismos de coaccin en este capitalismo derenovadas alternativas de crecimiento.

    Hemos hablado, quizs sin muchas concesiones al orden y a la medida,de las obras de Eric Hobsbawm. Es tiempo, nos parece, de platicar del y de las maneras de concebir la historia.

    Alguna vez, meditando sobre historias e historiadores, Marc Blochhabl de s mismo y dijo que l era un artesano al que siempre le hagustado meditar sobre su tarea cotidiana . No era por cierto el notablemedievalista un caso singualr en este sentido, pues muchos historiadoresen todas las pocas se han sentido de alguna manera un poco artesanosy, tambin, como Marc Bloch, han reflexionado sobre su oficio, susherramientas y sus obras.

    20 E. Hobsbawm, Industria e imperto, Ariel, Barcelona, 1977(Industry andEm-

    pire. An Economic History ofBritain since 1750, Londres, 1968).21 Ibid., pp. 20 21.

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    Pero de algunos aos a esta parte, las apacibles meditaciones de losviejos historiadores y la imagen de artesano quizs sea la ms apropia-da para ellosparecieran no tener ya lugar. Ahora la tarea prctica esdemasiado febril, el tiempo es corto y es preciso emprender la explora-

    cin de los nuevos territorios recientemente abiertos en el pasado. Quimagen corresponde para ese nuevo historiador al que las computadorasde tercera generacin le resultan instrumentos cotidianos y familia 'res? En los tiempos que corren a los historiadores los caracteriza el

    poco inters que tienen en definir su campo de estudio , afirma Hobs bawm, agregando que la mayora de ellos no reflexiona mucho en lanaturaleza de sup r o f e s i n .22 Maticemos un tanto las palabras del his-toriador ingls pensemos en varios libros de reciente publicacin sobreteora y mtodos de la disciplina histricay estaremos dispuestos asuscribir su aserto. El mismo ha preferido, sospechamos, dedicar mstiempo a la paciente investigacin que escribir acerca de los avataresdel quehacer de la historiografa, de sus mtodos, tcnicas y teoras. No obstante son varios sus artculos publicados acerca de la temticaen cuestin. Oficio y meditacin inteligente sobre l mismo. Hobsbawm,historiador de mritos acreditados, no es ajeno al moderno proceso derenovacin de la historia: algunos de los ensayos incluidos en el presen-te volumen lo prueban con largueza.

    Pero ms all de las palabras o de los silencios de historiadores so- bre sumtier, es evidente que la disciplina histrica se halla en un pro-ceso de profunda mutacin. Quizs podramos imaginar que ha esta-llado en mltiples fragmentos aquella historia omnisapiente y tran-quilizadora y que, adems, cada uno de aquellos fragmentos peridi-camente vuelve a estallar, a su vez, en un proceso que podramos pen-sar como cariocintico. Por lo dems, los elementos liberados encuen-tran seguros mbitos de autonoma y de autodesarrollo. Por lo tanto,resulta cada vez ms embarazoso hablar de la historia23 y entonces hay

    quienes conciben mltiples disciplinas histricas. Cada una de stas,con especialidades casi autnomas, invade los espacios de otras cienciassociales, proveyndose all de un arsenal renovado de mtodos y detcnicas.

    22 E. Hobsbawm, Historia econmica y social, en Paul Barker (compilador), Las ciencias sociales de hoy, FCE, Mxico, 1979.

    23 Por cierto, palabra bastante ambigua y problemtica sta de Historia,

    que desde el viejo Herodoto sirve para designar a la disciplina y a su objetode estudio a la vez.

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    Desde luego aquellos estallamientos y estas expansiones produjeron,a su vez, nuevas revulsiones en el interior de la disciplina. As, la concep-cin del tiempo histrico ha mutado: la severa idea del tiempo comoun transcurrir lineal y en direccin hacia algo, aquel enhebrar los he-

    chos en una cadena causal y finalista, tienen ahora una inquietantevecindad: la idea de los tiempos mltiples, que considera el reci-tativo de la coyuntura, del ciclo y hasta del interciclo ,24 de las du-raciones que el historiador desgaja y manipula con intencin de conocermejor su objeto.

    Panorama de dispersin, de centrifugacin. Es posible entoncesconcebir todava a la historia de lo humano como una globalidado, como tambin acostumbramos decir, una totalidad ? Las razonesgravemente prcticas, como dice Hobsbawm, hacen pensar en algoas como una imposibilidad manifiesta. En todo caso no sera salu-dable concebir la totalidad como un presupuesto terico a utilizaren determinadas circunstancias?

    Espectculo de renovacin cabal en una disciplina que siendo ellamisma diacrona suele quedar fascinada por las estructuras atemporales que son o que parecen serlo. Cambios en una prctica que siendotan antigua como la civilizacin occidental misma ha perdido la calmaen la bsqueda de su definicin; y as, mientras que para algunos est

    an en proceso de construccin , en tanto historia marxista, paraotros se trata de una disciplina en camino seguro de de construccin.Ahora bien, a partir de las cuestiones sucintamente planteadas en

    los prrafos anteriores, qu seales de identidad podemos atribuiral historiador marxista Eric Hobsbawm y por ende a sus obras? Nues-tra pregunta esconde, es claro, segundas intenciones. Por lo tantodigmoslo ya y descubramos nuestro juego. Queremos saber qu quie-re decirhacer historia marxista.

    Podemos respondemos, esquemticamente, que hacer historiamarxista implica manejar en el conocimiento del pasado un cuerpoterico, una metodologa y un acervo de categoras elaboradas a par-tir del pensamiento de Marx. Agregar que la historiografa marxistacentra su atencin en las explicaciones de las transformaciones de lossistemas sociales, tratando de desentraar los mecanismos de las rup-turas revolucionarias; que trabaja con el concepto de modo de pro-duccin, concibiendo a las sociedades como articulaciones de diversos

    24 Estamos citando a Ferdinand Braudel.

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    modos de produccin; que se esfuerza, adems, por analizar las estruc-turas y las superestructuras y las complicadas relaciones entre ambas,etctera.

    Suponiendo vlida nuestra estrecha caracterizacin podemos

    afirmar que de esta manera se hace historia marxista? Y si as es,cules seran las diferencias significativas en los resultados de unainvestigacin realizada con ese tipo de instrumentos y los de un tra- bajo llevado a cabo con un aparato conceptual no marxista?

    Es un hecho irrefutable quebuenos historiadores marxistas hanrealizado estupendos trabajos que superan a los realizados por histo-riadores de otras corrientes sobre temas similares.El Mediterrneo deBraudel no es acaso una obra fundadora por su importancia y cua-lidades? Ferdinand Braudel no es marxista. No hay acaso psimostrabajos historiogrficos producidos por estudiosos que se asumencomo marxistas? Nos parece que es necesario centrar la cuestin sobreotros ejes.

    Jean Chesneaux, el notable historiador francs, ha dicho, en unlibro sin dudas polmico, que indagar el pasado por mero afn eruditoaun con las herramientas tericas del marxismo significasustraer esas herramientas a su funcin especfica,25 agregando que Marx noera un historiador marxista si tomamos por tal a cierta clase muy

    particular de historiadores insertos en los medios acadmicos. Marx dice Chesneauxno consider jams el estudio del pasado como unaactividad intelectual en s, que tuviera su fin en s misma, enraizadaen una zona autnom a del conocimiento . 26

    Creemos que Chesneaux est en lo cierto pues nos negamos aconcebir al marxismo como una armoniosa constelacin conceptualsin conexin viva, dialctica e histrica con la realidad. Sostenemosque el marxismo, en tanto forma de pensamiento de las clases despo-sedas es,esencialmente, una crtica y por consiguiente un contumazde constructor de la invertida razn burguesa. De ah entonces queconcibamos al marxista historiador como una suerte de mandatario es decir, enviado de aquellas clases en misin de apropiacin y res-cate de las zonas del pasado que sirvan a los mandantes en sus comba-tes. Es decir, para quien se asuma marxista, la historia deber ser antesque una ciencia e n un sentido s lo es seguramenteuna arma de com

    25 J. Chesneaux,Hacemos tabla rasa del pasado? A propsito de la historia yde los historiadores, Siglo XXI, Mxico, 1977. p. 58.26 Ib dem , p.57.

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    bate estratgica. Porque el historiador comprometido y marxista re-corta interesadamente el pasado, se inquieta por las zonas ocultas delsistema, examina prolijamente las lacras sociales los bandidos ylos rebeldes de Hobsbawm? ilumina, en fin, las sinuosas galeras ex-

    cavadas desde hace ya tanto tiempo por el viejo topo . . .En el final de este camino que recorrimos, quiz con algn tropiezoreencontremos a Hobsbawm. Le habremos adjudicado ideas o inten-ciones que l no estara dispuesto a reconocer como suyas? No lo des-cartamos, pero quin no corre este riesgo al intentar una aproximacincomo la que hemos intentado?

    Mientras tanto usted, lector de estas pginas, estar reclamandolo anunciado: que intentaramos descifrar las seales de identidad deHobsbawm y de sus obras. Preferimos terminar aqu nuestro discurso

    pues sentimos que estamos lejos de ser albaceas dela verdad. Deja-mos al lector en libertad de juicio, con la esperanza de que los ele-mento? aportados a lo largo de esta presentacin le sean de utilidad.De todas maneras estamos seguros que en un aspecto acordaremos to-talmente: leer a Hobsbawm resulta siempre una experiencia intelec-tual en alto grado estimulante.

    Osvaldo Tamain.

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    1. DE LA HISTORIA SOCIAL A LA HISTORIA DE LA SOCIEDAD*

    Este ensayo no quiere ser una declaracin personal de puntos de vistao un medio para expresar las preferencias del autor y sus juicios devalor (excepto cuando as se indica), ni tampoco pretende defenderel tipo de historiografa que practica el autor, pues esto es algo que nonecesita la historia social en estos tiempos. Con tales aclaraciones obvia-r dos malos entendidos, que son frecuentes en las discusiones carga-das de disquisiciones ideolgicascomo son siempre las que versan sobrehistoria social.

    El primero, es la inclinacin que experimentan los lectores po r iden-tificar a los autores con los puntos de vista sobre los que escriben, a me-nos que se exprese claramente que no hay tal identificacin y a vecesaun a pesar de esto. El segundo es la confusin que se hace entre lasmotivaciones ideolgicas o polticas de la investigacin o de su utili-zacin y su valor cientfico. Cuando la intencin o prejuicio ideolgico

    produce trivialidades o errores, cosa frecuente en las ciencias humanas,

    fcilmente condenamos la motivacin, el mtodo y el resultado. Sinembargo la vida misma sera ms sencilla si nuestra concepcin de la his-toria fuera postulada exclusivamente por aquellos con quienes coinci-dimos en todos los asuntos pblicos y aun en los privados. Hoy da lahistoria social est en boga,,y nadie de los que la practican se molesta-ra de coincidir ideolgicamente con sus colegas. Sin embargo ms im- portante que definir las inclinaciones de uno, es tratar de hallar el lugar * Publicado en la revista Daedalus. Journal o f the American Academy ofA rts

    and Science, vol. 97, n. 1, invierno de 1971. Traduccin de Diego SandovalEspinosa. Tomado deTendencias actuales de la historia social y demogrfica, Mxico, Sepsetentas, 1976, pp. 61 94.

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    en que se encuentra hoy la historia social tras dos dcadas de desarrolloabundante aunque poco sistemtico, y descubrir hacia dnde se dirige.

    I

    El conceptohistoria social ha sido siempre difcil de definir y hastahace poco no haba gran urgencia por hacerlo, principalmente porquehaba carecido de intereses de ndole institucional y profesional, que sonlos que generalmente insisten en definiciones precisas. Se puede decirque hasta el presente auge del tema o por lo menos del nombre seus en el pasado en tres acepciones, a veces yuxtapuestas. En primerlugar se refera a la historia de las clases pobres o bajas, y ms concreta-mente a la historia de los movimientos de los pobres (movimientossociales). El concepto poda especializarse an ms y hacer referenciaa la historia del trabajo y de las organizaciones e ideas socialistas. Porrazones obvias se ha conservado fuerte la relacin entre la historia so-cial y la historia de las protestas y los movimientos sociales. Varios his-toriadores sociales se dedicaron a ese tipo de estudios porque eran socia-listas o radicales, y como tales se interesaron por temas que representaba para ellos gran relevancia emotiva.1

    En segundo lugar, el conceptohistoria social era usado para hacer

    referencia a estudios sobre una multitud de actividades humanas, dif-ciles de clasificar excepto en trminos de actitudes, costumbres, vidacotidiana . Esto fue quizs por razones lingsticasms una prcticaanglosajona, ya que el idioma ingls carece de los trminos apropiados para aquello que los alemanes, empeados en el mismo tipo de estudio,llamaronKulther o Sittengeschichte, aunque muchas veces stos tambinescribieron en forma superficial y periodstica. Este tipo de historia so-cial no estaba orientado hacia las clases bajas, sino todo lo contrario,aunque los investigadores polticamente ms radicalizados tendan a

    prestarles atencin. Form los fundamentos tcitos de aquello que puedeser llamado el punto de vista residual de la historia social , expresado

    por G. M. Trevelyan en suEnglish SocialHistory (London, 1944) comola historia apoltica . Obviamos todo comentario.

    La tercera acepcin del concepto fue la ms comn y es la que msnos interesa para nuestros fines:social se usaba en combinacin conhistoria econmica. De hecho pienso que fuera del mundo anglosajn lastpicas revistas especializadas antes de la Segunda Guerra Mundial unan1 Ver los comentarios de A. J. C. Rueter en el IX Cortgrs International des

    Sciences Historiques, Pars, 1950, vol. 1, P. 298.

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    en sus ttulos esos dos trminos, como por ejemplo:Vierteljahrschrift fuer Sozial U. Wirtschaftgeschichte, Revue d Histoire E. S., Armales d Histoire E. S. Hay que admitir que la parte econmica de esta combi-nacin era, con mucho, la ms preponderante. Casi no haba historias

    sociales que se pudieran comparar en importancia a los numerosos vo-lmenes dedicados a la historia econmica de varios pases, periodos ytemas. De hecho no haba muchas historias econmicas y sociales antesde 1939, aunque s algunos autores notables (Pirenne, Mikhail Rostovtzeff, J. W. Thompson, tal vez Dopsch); los estudios monogrficosy peridicos escasean an ms. Sin embargo es significativa la prcticade unir lo econmico y lo social, ya fuera en las definiciones sobre elcampo general de la especializacin histrica o en el mbito ms espe-cializado de la historia econmica.

    Esta circunstancia revelaba el deseo de una aproximacin a la his-toria, diferente a la rankeana. Estos historiadores se interesaron por laevolucin de la economa porque sta arrojaba claridad sobre las estruc-turas y cambios sociales, y ms especficamente, tal como lo confesGeorges Unwin,2 sobre las relaciones entre clases y grupos sociales.

    Esta dimensin social se evidencia hasta en los ms cautos y estre-chos historiadores de la economa. El mismo J. H. Clapham3 llamaba ala historia econmica la variedad ms importante de la historia, ya que

    era el fundamento de la sociedad. Creo que son dos las razones del pre-dominio de lo econmico sobre lo social: una cierta postura de la teoraeconmica que se rehusaba a aislar lo econmico de lo social, institucio-nal, etctera, tal como ocurri con los marxistas y la escuela historiogrfica alemana; y otra, la simple ventaja que le llevaba la economa alas dems ciencias sociales. Si la historia iba a ser integrada dentro de lasciencias sociales, por fuerza tena que toparse primero con la economa.Hasta podramos decir, como Marx, que sea cual fuera la indivisibilidad bsica de lo econmico y lo social dentro de las sociedades humanas, la base analtica de cualquier investigacin histrica que se interese en laevolucin de esas sociedades debern ser el proceso de produccin social.

    Ninguna de estas tres versiones de lo histrico social produjo uncampo acadmico especializado en historia social de la dcada de 1950,aunque durante un tiempo la famosa revista Armales de Lucien Febvrey de Marc Bloch elimin lo econmico en el subttulo, precindose

    2 R. H. TawneyStudies in Economc History, Londres, 1927, pp. xxiii, 33,34 y 39.

    3 J. H. Clapham,/1Concise Economic o f Britain, University Press, Cambridge,1949, introduccin.

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    de ser puramente social . No obstante esto fue un resultado temporalocasionado por los aos de guerra, ya que desde hace veinticinco aosel ttulo de esta gran revista ha sido Am ales: conomies, socits, ci- vilizations, y ste, junto con la naturaleza del contenido, refleja los

    fines originales, esencialmente globales y completos de sus fundadores.Tanto el tema mismo de la historia social, como la discusin de sus pro- blemas, se desarrollaron seriamente hasta despus de 1950. Fue a finalesde esa dcada que se fund la primera revista especializada sobre el tema:Comparative Studies in Society and History (1958). De ah que la his-toria social sea relativamente joven como especializacin acadmica .

    Cules son las causas del acelerado desarrollo y de la crecienteemancipacin de la historia social en los ltimos veinte aos? Se puederesponder a esto en trminos de los cambios tcnicos e institucionalesque han sufrido las disciplinas acadmicas de las ciencias sociales: la de-liberada especializacin de la historia econmica como respuesta al r- pido desarrollo del anlisis y de la teora econmicos, una de cuyasexpresiones es la nueva historia econmica ; el auge mundial de lasociologa que, a su vez, auspici el desarrollo de actividades histricas,

    parecidas a las requeridas por los departamentos de economa. Estosfactores no pueden ser pasados por alto. Muchos historiadores entreellos los marxistas, que con anterioridad se haban llamado a s mis-

    mos economistas debido a que los problemas que les ataan no eranni siquiera considerados por la historia o rtodoxa en general, se encontra-ron de pronto excluidos de una historia econmica que se extrechabarpidamente. De ah que aceptaran de buena gana el ttu lo de historia-dores sociales, especialmente si no tenan conocimientos profundosen matemticas. Poco probable hubiera sido que los historiadores eco-nmicos de la dcada de 1950 y principios de la de 1960, recibieran de buen grado a R. H. Tawney entre ellos, de ser ste un joven investigadory no como era presidente de la Sociedad de Historia Econmica.Aunque no hay que pasarlas por alto, estas redefiniciones acadmicasy variantes profesionales no explican casi nada.

    De mayor trascendencia fue la historizacin general que sufrieronlas ciencias sociales, fenmeno que tuvo durante este periodo y que parece haber sido su ms importante desarrollo en esa poca. La expli-cacin de este cambio rebasa los lmites del presente trabajo; sin embargono est por dems subrayar la gran significacin que tuvieron las luchasen pro de la emancipacin poltica y econmica de los pases coloniales,y semicoloniales. Estas luchas encaminaron a los gobiernos, a las orga-nizaciones internacionales y de investigacin y, en consecuencia, a los

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    cientficos sociales, hacia el estudio de problemas esencialmente refe-ridos a transformaciones histricas. Estos problemas haban estado hastaentonces al margen de la ortodoxia acadmica de las ciencias sociales yfueron una y otra vez descuidados po r los historiadores.4

    De todas formas, los conceptos y problemas de naturaleza histrica'(algunos muy burdos como modernizacin o crecimiento econmi-co) se han infiltrado hasta en lo que ha sido hasta hoy la disciplinams inmune a la historia: la antropologa social de Radcliffe Brown.Esta infiltracin de lo histrico es quizs ms evidente en el campo de laeconoma, en donde una primera concepcin de la economa del desa-rrollo llena de suposiciones que eran recetas sofisticadas de cocina ( tomelas siguientes cantidades de los ingredientes A hasta N, mzclelos y pn-galos al fuego y tendr untake-off hacia el desarrollo sostenido) hasido reemplazada por la creciente conciencia de que hay factores extraeconmicos que tambin determinan el desarrollo econmico. Ensuma: hoy da es imposible realizar muchas de las actividades del cien t-fico social sin manejar la estructura social y sus cambios, o sea, la his-toria de las sociedades. Paradjicamente, al mismo tiempo que los eco-nomistas buscaban tener comprensin de factores sociales (o por lo me-nos no estrictamente econmicos), los historiadores econmicos asumanlos modelos de los economistas de haca quince aos y se empeaban

    en lograr un aspecto de dureza al olvidar todo lo que no fueran ecuacio-nes y estadsticas.Qu podramos concluir despus de hacer este breve anlisis histo -

    rie de la historia social? Si bien este anlisis no nos sirve como una guaadecuada para estudiar la naturaleza y los propsitos de la disciplinaen cuestin, s explica la causa de que temas variados de investigacinse hayan medio agrupado bajo ese rubro, y la forma en que otras cienciassociales hicieron posible la creacin de una verdadera teora acadmica.4 Dos citas del mismo documento (Economic and Social Studies Conference

    Board, enSocial Aspects o f Economic Development, Estambul, 1964) ilus-trarn las motivaciones divergentes que subyacen en estas nuevas inquietu-des. El presidente turco del Consejo dice: Hoy da el mundo se enfrenta auno de los problemas ms importantes, que es el desarrollo econmico o elcrecimiento en las regiones econmicamente atrasadas (. .. ) Los pases pobreshan hecho un ideal de este asunto del desarrollo. Para ellos, el desarrolloeconmico est ligado con independencia poltica y con soberana. El se-or Daniel Lerner, dice: Detrs de nosotros queda una dcada cargada decambios sociales y de desarrollo econmico. En esos aos se han hecho mu-chos esfuerzos, dondequiera, para acelerar el desarrollo econmico sin pro-ducir un caos cultural, para promover la movilidad econmica sin subver-tir la estabilidad poltica (p. xiii, cap. I).

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    Otra conclusin que se desprende del anlisis de la historia socialen el pasado, es que sus representantes nunca se llegaron a sentir a gustocon ese concepto. Por ejemplo, los franceses se describen a s mismossimplemente como historiadores, y a sus fines como historia global o

    tota l ; otros se definen como hombres que buscan la integracin delas contribuciones de todas las ciencias sociales importantes y no laejemplificacin de una de ellas. Ni Marc Bloch, ni Femand Braudel, niGeorges Lefebvre pueden ser llamados historiadores sociales, en tantoque asumieron la frase de Fustel de Coulanges: La historia no es laacumulacin de acontecimientos de todo tipo que ocurrieron en el pa-sado, sino que es la ciencia de las sociedades humanas .

    La historia social jams podr ser una especializacin como la his-toria econmica y otro tipo de historias, ya que su objeto de estudiono puede ser aislado. Para fines analticos podemos definir ciertas acti-vidades humanas como la econmica a fin de estudiarlas histri-camente. Esto puede parecer artificial e irreal (excepto para fines de de-finicin) pero se puede hacer. En la misma forma, si uno lo quiere hacer,se pueden aislar las ideas escritas de su contexto humano y trazar su fi-liacin de un escritor a otro, tal como lo haca la vieja historia de lasideas. Sin embargo los aspectos sociales del ser humano no pueden serseparados de otros aspectos suyos, bajo riesgo de caer en tautologas o

    hispersimplificaciones. No pueden aislarse de las formas en que los hom - bres se ganan la vida y construyen su medio ambiente material. Tam- poco pueden ser aislados de sus ideas, ya que las relaciones entre ellosestn expresadas y formuladas en un lenguaje que implica el manejo deconceptos. Bajo su cuenta y riesgo, los historiadores del pensamiento podrn olvidarse de lo econmico y los historiadores econmicos deShakespieare, pero poco alcanzar el historiador social que se olvide dealguno de los dos. Una monografa sobre la poesa provenzal difcil-mente puede ser historia econmica, de igual forma que una sobre in-flacin en el siglo XVI no ser historia intelectual, pero las dos puedenser estudiadas en tal forma que sean historia social.

    II

    Dejemos el pasado y consideremos los problemas a los que se enfren-ta hoy da el que quiere escribir historia de la sociedad. En primer

    lugar hay que preguntarse en cunto se beneficia el historiador de estaespecialidad de las otras ciencias sociales.

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    La experiencia de las dos dcadas pasadas sugiere dos respuestasdistintas. A partir de 1950 la historia social ha sido fuertemente esti-mulada, no solamente por la estructura profesional de otras cienciassociales (como en el caso de determinadas materias requeridas a los es-

    tudiantes universitarios) y por sus mtodos, sino tambin por los pro- blemas que se plantea. Justo es decir que el auge reciente de los estudiossobre la Revolucin Industrial britnica, tanto tiempo olvidada por sus

    propios estudiosos ya que ponan en duda la validez del concepto re-volucin industrial , se debe principalmente a la necesidad de los eco 'nomistas de descubrir las causas, aspectos y consecuencias de las revo-luciones industriales. Recientemente ha habido una convergencia deestudios de diferentes reas disciplinarias sobre problemas socio histricos. Ejemplo notable de esto son los estudios de fenmenos milena-rios, que provienen del campo antropolgico, sociolgico, politolgico, histrico literario y religioso, aunque no del econmico. Igualmentees notorio el cambio, por lo menos temporal, de un cierto campo pro-fesional al histrico, como en el caso de Charles Tilly y Neil Smelser,socilogos; Eric Wolf, antroplogo, y Everett Hagen y sir John Hicks,economistas.

    Tal vez haya que hablar de esta segunda tendencia ms como con-versin que como convergencia, porque no hay que olvidar que si loscientficos sociales no historiadores comienzan a plantearse problemas propiamente histricos, un signo de que carecen de respuestas es queles piden a los historiadores que se los resuelvan, y si se da el caso deque se conviertan en historiadores, se debe a que los miembros de nues-tra disciplina excepcin hecha de marxistas y algunos otros no marxizantesque asumen una problemtica similar no han podido dar lasrespuestas.5 Aunque muchos estudiosos de otras reas de las cienciassociales se han ganado el respeto dentro de nuestro campo de estudio,hay muchos otros que utilizan toscamente algunos conceptos y modelos.Desgraciadamente por cadaVende de Tilly hay una docena o ms deobras equivalentes aStages de Rostow. No voy a enumerar los muchos

    5 Es muy caracterstica la queja de sir John Hicks: Mi teo ra de la historia seacerca mucho ms a aquello que pretenda hacer Marx (. . .) La mayora deellos (los que creen que los historiadores pueden valerse de las ideas para or-denar su material, de tal forma que el curso general de la historia pueda aco-modarse) usaran las categoras marxistas o alguna versin modificada, yaque casi no hay otras alternativas de que echar mano. Sin embargo no dejade asombrar que a un siglo de7capital no haya surgido casi nada ms, en todo

    ese tiempo que ha visto el enorme desarrollo de las ciencias sociales.(A Theory o f Economic History, Clarendon Press, Oxford, 1969, pp. 2 3.)

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    otros que se acercaron a las fuentes histricas sin tener una idea de lasdificultades que encontraran, ni la forma de salvarlas. En suma la si-tuacin actual hace que por ms que los historiadores quieran aprenderde otras disciplinas, ms bien stas deben aprender de aqullos. La his-toria de la sociedad no puede ser escrita mediante la aplicacin de unoscuantos modelos de las otras disciplinas sino que precisa como diranlos marxistasel desarrollo de los esbozos existentes hasta convertirlosen modelos.

    Claro est que esto no se aplica con las tcnicas y mtodos que pro-vienen de otras disciplinas y que son muy usados por los historiadores.Digamos someramente algo a este respecto. Debido a la naturaleza denuestras fuentes, poco avanzaramos si no tuviramos las tcnicas para

    descubrir, agrupar en forma estadstica y manejar gran cantidad de in-formacin, que adems requiere de la ayuda de la divisin del trabajo deinvestigacin y de los avances tecnolgicos, requerimientos que otrasciencias sociales han venido desarrollando desde hace tiempo. En el otroextremo, precisamos de los mtodos para la observacin y el anlisisa fondo de individuos, pequeos grupos y sociedades, y stos nos son pro- porcionados por los antroplogos sociales y hasta por los psicoanalistas.Por lo menos ests tcnicas pueden servirnos de estmulo para buscar adap-taciones y equivalentes para nuestro campo a fin de responder a proble-mas otrora insolubles.6

    Debido a que la sociologa y la economa no nos ofrecen modeloso marcos analticos que nos puedan servir para estudiar las transforma-ciones histricas y socio econmicas de larga duracin, dudo muchoque la historia social y la historia econmica se conviertan simplementeen una proyeccin al pasado de las respectivas teoras de aquellas disci- plinas. De hecho, a excepcin de aquellas corrientes como la marxista,el grueso de su pensamiento no se ha interesado por esos cambios. Es

    ms, podra decirse que muchos de sus modelos analticos como es elcaso de la sociologa y la antropologa socialhan sido sistemtica yexitosamente desarrollados abstrayndolos del cambio histrico.

    Los padres de la sociologa tuvieron un espritu ms historicista.que el de la escuela neoclsica de los economistas aunque quizs no

    6 La clasificacin que Marc Ferro hizo de los telegramas y resoluciones envia-das a Petrogrado durante las primeras semanas de \a levoYacioin de febrerode 1917, es claramente el equivalente de un muestreo retrospectivo de la opi-nin pblica. Es dudoso que esta investigacin se hubiera podido hacer sintener como antecedente los anteriores muestreos de opinin hechos confines no histricos. (M. Ferro, La rvolution de 1917, Aubier, Pars, 1967.)

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    ms que la primera escuela de economistas polticos clsicos. Con acier-to, Stanley Hoffmann ha recalcado las diferencias entre el modelo de loseconomistas y las listas que quizs sean ms que esode socilogos yantroplogos.7

    Estas disciplinas nos han proporcionado adems ciertos puntos devista, redes de posibles estructuras compuestas de elementos combina- bles en varias formas, que vagamente recuerdan al anillo de Kekule so- bre el autobs, aunque con las desventajas que implica la imposibilidadde verificacin. A lo ms, algunas redes estructuro funcionales sern ele-gantes y tiles en la heurstica. Ms modestamente, nos pueden propor-cionar metforas, conceptos y trminos (comorol), y otras ayudas paraordenar nuestro material.

    Es ms, aparte de las deficiencias de los modelos, puede argirseque las teoras sociolgicas (o de la antropologa social) han logrado laexclusin de la historia, o sea, del cambio dirigido.8 En otras palabraslos patrones estructuro funcionales resaltan lo que las sociedades tienenen comn, mientras que lo que nosotros buscamos es precisamente loque las diferencia. No se trata de la luz que pueden arrojar las tribusamaznicas de Lvi Strauss sobre cualquier otra sociedad, sino de cmola humanidad pas de la edad de piedra al industrialismo y post industrialismo y qu cambios sufri la sociedad con este trnsito. O para ilus-

    trarlo en forma diferente: no se trata de observar la eterna necesidad detodas las sociedades humanas por procurarse alimento, sino de ver lo que sucede una vez que esta necesidad ha sido ampliamente satisfechadesde la revolucin neoltica por sociedades con una mayora cam-

    pesina de integrantes y que comienza a ser satisfecha por grupos distin-tos de los productores agrcolas e inclusive que puede llegar a ser satis-fecha en formas no agrcolas. Cmo y por qu sucede esto? Por msque puedan ser muy tiles, la sociologa y la antropologa social no nos proporcionan la respuesta.

    Dudo de la utilizacin de las ms comunes teoras econmicas comomarco para el anlisis histrico de las sociedades, por lo tanto dudotambin de las pretensiones de lanueva historia econmica; sin embargo,creo que la economa puede ser de gran valor para el historiador de lassociedades. Esto se debe a que la economa no puede dejar de manejar

    7 En la conferencia sobre Nuevas corrientes en la historia , Princenton N. J.,mayo de 1968.

    8 Aunque tal vez puedan serlo, yo no considero histricos los mecanismos que pretenden darle una direccin a las sociedades, como la complejidad cre-ciente.

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    lo que para la historia es un elemento esencialmente dinmico, que es elproceso o progreso , si hablamos globalmente y en trminos de largaduracin de la produccin social. En tanto haga esto, tendr como loreconoci Marxun desarrollo histrico dentro de s. A guisa de ejem-

    plo, el concepto excedente econmico utilizado tan acertadamente por Paul Baran,9 claramente es fundamental para cualquier historiadordedicado al estudio del desarrollo de las sociedades, y se me figura nosolamente como ms objetivo y cuantificable sino tambin ms primarioe n trminos de anlisis que po r ejemplo la dicotoma comunidad

    sociedad (Gemeinschaft-Gesellschaft). Claro est que Marx saba que para que los modelos econmicos sirvieran al anlisis histrico no po-dan estar separados de la realidad social e institucional o de las organi-zaciones de parentesco, por no iiabar de las estructuras y de las suposi-ciones especficas a ciertas formaciones socio econmicas o culturales.Sin embargo es un hecho queEl capital es un trabajo de anlisis econ-mico, a pesar de que a Marx se le ha considerado con justicia como unode los principales fundadores del pensamiento sociolgico moderno (di-rectamente y a travs de sus seguidores y crticos). No tenemos por quconcordar con sus conclusiones o mtodos, pero sera tonto desecharla experiencia de ese pensador que por excelencia ha definido y sugeridola serie de problemas histricos hacia los que se sienten atrados los es-

    tudiosos de las ciencias sociales de hoy da.

    III

    Cmo escribir la historia de la sociedad? Me resulta imposible dar unadefinicin o un modelo de sociedad o hacer una lista de lo que quere-mos saber de su historia, y aunque lo pudiera hacer no sabra qu tan

    provechoso resultara. Sin embargo creo que ser de utilidad hacer imas

    observaciones para los futuros trabajos. '1. La historia de la sociedad eshistoria, o sea que el tiempo crono-lgico es una de sus dimensiones. Adems de interesamos en las estruc-turas, sus mecanismos de continuidad y cambio y sus pautas de trans-formacin, tambin nos concierne lo que de hecho sucedi. Si olvida-mos esto, entonces no seremos genuinos historiadores com o ya lo in-dic Femand Braudel en su artculo Histoire et Longue Dure.109 P. Baran, The Potttical Economy o f Growth, Monthly Review Press, Nueva

    York, 1957, Cap. 2.10 Vase la versin inglesa de este importante artculo enSocial Science Information, 9 de febrero de 1970, pp. 145 174.

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    La historiacoyuntural tiene su lugar en nuestra disciplina, aunque su papel principal radica en la ayuda que nos da para valorar las posibili-dades del presente y del futuro; la historiacomparada se ocupa ms bien del pasado, sin embargo es la historia de hecho la que debemosexplicar. El posible estancamiento o desarrollo del capitalismo en la Chi-na imperial nos interesa en tanto que ayuda a explicar el hecho de queeste tipo de economa se desarroll plenamente en una, y solamenteen una, regin del mundo. Esto puede ser provechosamente comparadocon la tendencia de otros sistemas de relaciones sociales por ejemploel feudal a desarrollarse ms frecuentemente y en mayor nmero deregiones. De ah que la historia de la sociedad sea una colaboracinentre los modelos generales de la estructura y del cambio sociales, y

    el conjunto de fenmenos especficos que de hecho ocurrieron. Esto esvlido para cualquier escala geogrfica y cronolgica que adopten nues-tras investigaciones.

    2. La historia de la sociedad es, entre otras cosas, la historia dedeterminadas unidades de personas que viven juntas y que son definiblesen trminos sociolgicos. Tambin es la historia de las sociedades, tantocomo de la sociedad humana (diferente de la de los monos o de las hor-migas), o de ciertas sociedades y sus posibles relaciones (en trminoscomo sociedad burguesa o pastoral), o del desarrollo general detoda la humanidad. Esta definicin de sociedad entraa problemasgraves, aun en el caso de suponer que estamos definiendo una realidadobjetiva, a menos que rechacemos juicios como la sociedad japonesaen 1930 era distinta a la sociedad inglesa . Aunque eliminmoslas con-fusiones debidas a las diferentes acepciones de sociedad siguen pre-sentndose dificultades por dos razones: a) debido a que la dimensin,complejidad y alcance de esas unidades vara segn los diferentes perio-dos histricos o segn las diferentes etapas de desarrollo, por ejemplo,

    y b) porque lo que llamamos sociedad no es ms que uno de los variosconjuntos de interrelaciones humanas segn los cuales las personas sonclasificables o se clasifican a s mismas muchas veces en forma simultneay con yuxtaposiciones. En casos extremos como en Nueva Guinea o entribus amaznicas, se puede dar el raro caso de que estos varios conjun-tos definan al mismo grupo de personas. Sin embargo por lo general estegrupo no es congruente ni con ciertas unidades sociolgicas relevantes,como la comunidad, ni con ciertos otros sistemas ms amplios de rela-cin que abarcan a la sociedad y que pueden ser funcionalmente esen-ciales a ella (como el conjunto de relaciones econmicas) o no esencia-les (como los de cultura).

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    Cristianismo o Islam existen y son reconocidos como autoclasificantes, pero a pesar de que pueden definir unaclase de sociedadesque comparten ciertas caractersticas comunes, no son sociedades enlos trminos en que nosotros usamos la palabra cuando nos referimos

    a los griegos o a los suecos de hoy da. Por otra parte, aunque en mu-chos sentidos Detroit y Cuzco forman parte de un solo sistema de interrelaciones funcionales (por ejemplo, son parte de un mismo sistemaeconmico), pocos las consideraran parte de la misma sociedad, en tr-minos sociolgicos. De igual forma consideraramos como una solalas sociedades de los romanos o de los Han y las de los brbaros, queconstituan parte de un sistema ms amplio de interrelaciones con los primeros. Cmo podramos definir estas unidades? Problema difcilde resolver, aunque la mayora de nosotros lo solucionamos o lo eva-dimos escogiendo criterios externos, como el territorial, el tnico, el

    poltico, etctera. Sin embargo esto no es siempre satisfactorio, ya queel problema rebasa los marcos puramente metodolgicos. Uno de los principales focos de atencin de la historia de las sociedades modernases el crecimiento de su escala, de su homogeneidad interna, o por lomenos de la centralizacin y aglutinacin de las relaciones sociales;o sea el cambio de una estructura esencialmente pluralista, a otra esen-cialmente unitaria. Cuando se estudia esto, se vuelve muy enredado elasunto de las definiciones, como seguramente lo saben los estudiantes quese ocupan del desarrollo de las sociedades nacionales o del nacionalismo.

    3. La historia de las sociedades requiere de la utilizacin, si no deun modelo formal y elaborado de esas estructuras, s por lo menos deun orden aproximado de prioridades de investigacin y una hiptesisde trabajo sobre lo que constituye la relacin central o el complejo deligas de nuestro trabajo aunque claro est, esto implica la existenciade un modelo. De hecho, todo historiador social mantiene esas priori-dades y sustenta esas suposiciones, es por ello que dudo que el histo-riador del Brasil decimonnico d prioridad analtica al catolicismo deesa sociedad sobre la esclavitud, o que cualquier historiador del mismosiglo en Bretaa considere tan importante el parentesco como dentrode la Inglaterra anglosajona.

    Por acuerdo tcito, los historiadores parecen haber establecido,con ligeras variantes, un modelo de este tipo. Se comienza con el medioambiente material e histrico y se prosigue con las fuerzas y tcnicasde la produccin la demografa va entre las dos, con la estructura

    econmica (divisin del trabajo, intercambio, acumulacin, distribucindel excedente, etctera) y con las relaciones sociales que sta implica. A

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    continuacin vienen las instituciones y la imagen de la sociedad y sufuncionamiento implicado. Es as como se establece la configura-cin de la estructura social. Sus caractersticas especficas y detalles,en tanto que provienen de otras fuentes, con toda seguridad pueden

    ser determinadas por medio de un estudio comparado. Se trata, por lotanto, de trabajar hacia afuera y arriba partiendo del proceso de pro-duccin social. Los historiadores intentarn, con toda razn, escogeruna relacin particular o un complejo de relaciones y considerarlacomo central y especfica a la sociedad (o tipo de sociedad) en cuestin, para despus agrupar alrededor de ella el resto de la investigacin. Unejemplo de esto seran las relaciones de interdependencia, que Blochmenciona en su libroFeudal Society, o las que surgen de la produccinindustrial y ciertamente en su forma capitalista. Una vez establecidala estructura, hay que observarla en su desarrollo histrico, o como di-cen los franceses: la estructura en la coyuntura . Estos trminos,sin embargo, no deben desplazar a otras formas y patrones del cambiohistrico tal vez ms relevantes. Una vez ms, la inclinacin predomi .nante es la de considerar a los movimentos econmicos en su sentidoms ampliocomo el espinazo de tal anlisis. La sociedad est expuestaa un proceso de cambio y transformacin histrica, y las tensiones queste conlleva permiten al historiador sacar a la luz varias cosas: 1) el

    mecanismo general por medio del cual las estructuras de la sociedadtienden simultneamente a perder y restablecer sus equilibrios, y 2)los fenmenos que son tradicionalmente de inters para los historia-dores sociales, por ejemplo la conciencia colectiva, los movimientossociales, la dimensin social de los cambios intelectuales y culturales,etctera.

    No estoy resumiendo este plan de trabajo de los historiadoressociales para imponerlo, aunque soy partidario de l, sino todo locontrario: quiero proponer que todas nuestras suposiciones implcitas lasexplicitemos, para entonces preguntamos si este plan es el idneo para poder formular la naturaleza y estructura de las sociedades y los meca-nismos de su transformacin o estabilizacin histrica; si otros planesde trabajos basados en otras interrogantes pueden ser compatibles coneste plan o deben tener preferencia y pueden ser simplemente super-

    puestos, para producir un equivalente histrico de esos cuadros dePicasso que son a la vez cara y perfil.

    En suma, por el bienestar de todas las ciencias sociales, nosotroslos historiadores sociales que queremos producir modelos vlidos dela dinmica socio histrica, tendremos que unir ms nuestra prctica

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    con la teora, lo cual implica observar lo que hacemos, generalizarlo ycorregirlo a la luz de los problemas que van surgiendo de la prctica.

    IVPor lo tanto quisiera concluir haciendo una revisin de la prctica actualde la historia social en las ltimas dos dcadas, para poder inferir los p ro-

    blemas y puntos de vista futuros. Este procedimiento tiene dos ventajas:corresponde con las inclinaciones profesionales del historiador y con lo

    poco que sabemos sobre el avance de las ciencias. Qu problemas ytemas han acaparado ms la atencin en los ltimos aos? Cules sonlas reas en desarrollo? Qu estrt haciendo las gentes importantes?Claro est que las respuestas a estas preguntas no conforman un anli-sis exhaustivo, pero sin ellas poco avanzaramos. El consenso de los tra- bajadores puede estar equivocado o distorsionado por la moda, por elimpacto d la poltica sobre las necesidades administrativas como se-guramente es el caso en el estudio del desorden pblico. Sin embargoms nos vale no descuidarlo. El desarrollo de la ciencia se ha debidoms a una inexplicable convergencia, muchas veces simultnea, sobrelos problemas que vale la pena plantear y que, sobre todo, estn ya tan

    maduros como para poder ofrecer soluciones, que al intento de definira priori perspectivas y programas; si as fuera, ya estaramos curandoel cncer. Veamos lo que ha estado sucediendo.

    En los ltimos diez o quince aos el grueso del trabajo interesantede historia social se ha agrupado alrededor de los siguientes tpicos:

    1. Demografa y parentesco.2. Estudios urbanos (en tanto caen dentro de nuestro campo).3. Clases y grupos sociales.4. Historia de las mentalidades o de la conciencia colectiva o

    de la cultura , en el sentido antropolgico.5. Transformacin de las sociedades (por ejemplo, modernizacin

    o industrializacin).6. Movimientos sociales y fenmenos de protesta social.Hay que destacar los primeros dos grupos, ya que se han institu-

    cionalizado como campos de estudio independientemente de la im- portancia de sus temas y hoy da poseen su propia organizacin, meto -dologa y sistemas de publicaciones. La demografa histrica es un fe-

    cundo campo en expansin que se apoya no tanto en un conjunto de problemas, cuanto en la innovacin tcnica de la investigacin (cons

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    traccin familiar), lo que la faculta para obtener resultados interesan-tes de un material considerado hasta ahora como difcil y ya agotado(los registros parroquiales). Estas nuevas fuentes han provocado nuevas

    preguntas. Los historiadores sociales se interesan en la demografa his-

    trica por la luz que arroja sobre ciertos aspectos y comportamientos dela estructura familiar, sobre las curvas vitales de las personas en dife-rentes periodos y sobre los cambios inter generacionales. Estos aspec-tos son bien importantes, aunque se ven limitados por la naturaleza delas fuentes en mucho mayor grado del que admiten sus entusiastas,aunque de por s incapaces para ofrecer un marco de anlisis sobreel mundo que hemos perdido. No obstante no discuto la importanciacapital de este campo, que ha auspiciado el uso de tcnicas estricta-mente cuantitativas. Un buen efecto lateral radic en el inters crecienteque despert por los problemas histricos de la estructura del paren-tesco, aunque los antroplogos sociales con anterioridad ya se habaninclinado sobre estos temas. Pero dejemos estos tpicos ya suficiente-mente comentados.

    La historia urbana posee tambin cierta unidad determinada tcni-camente. La ciudad especfica es por lo general una unidad geogrfica-mente determinada y coherente con su documentacin propia. Reflejatambin lo agudo de los problemas urbanos, que se han convertido en

    los problemas mayores, o por lo menos ms dramticos, de la planeacinsocial y de la administracin en la moderna sociedad de industria. Estasdos influencias tienden a hacer de la historia urbana un gran recipientecon contenido heterogneo, mal definido e indiscriminado, o sea queabarca todo lo que tenga que ver con la ciudad. Empero es evidente que

    plantea problemas especialmente relacionados con la historia social, porlo menos en tanto la ciudad no puede ser el marco analtico de la macrohistoria econmica (ya que en trminos econmicos debe ser parte deun sistema mayor), y en cuanto a lo poltico slo rara vez la encuentracomo una ciudad estado independiente. Esencialmente se trata de unconglomerado humano que vive en cierta manera, siendo determinadala forma en que lo hace por el proceso caracterstico de urbanizacinen la sociedad moderna. Los problemas tcnicos, sociales y polticosde la ciudad surgen principalmente de la interaccin de las masas de sereshumanos que viven en proximidad unos de otros. Las ideas acerca de laciudad son aquellas en las que los hombres han tratado de expresar susaspiraciones acerca de las comunidades humanas, y en los ltimos siglos

    ha sido la ciudad la que ha sufrido y planteado los problemas de acele-rado cambio social, ms que cualquier otra institucin. Evidentemente

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    historiadores. Requiere trabajo de equipo y la utilizacin de equipotcnico moderno. Pienso que el trabajo masivo de investigadores indivi-duales ser una primera etapa de este tipo de trabajo, pero con el tiempoceder el paso a dos nuevas formas: primero, a proyectos sistemticosde cooperacin como el que se plantea sobre la clase trabajadora deEstocolmo del siglo XIX y a intentos peridicos de sntesis. Estosalta a la vista en el rea donde me muevo, que es la de la historia de laclase trabajadora. Tanto la obra de P. Thopson, como la de JrgenKuizynski(Geschichte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus), aunque son esfuerzos notables presentan slo un aspecto de la clasetrabajadora.

    2. El campo de estudio presenta grandes dificultades tcnicas, aun enel caso de que exista claridad conceptual, principalmente respecto a lamedida del cambio a trave's del tiempo, por ejemplo el flujo hacia o fuerade un grupo social, o los cambios en la propiedad agraria campesina. Aveces tenemos la suerte de inferir estos cambios a partir de otras fuen-tes y mtodos (por ejemplo, del registro genealgico de la aristocraciay de la burguesa terrateniente; de los mtodos de la demografa hist-rica o de la informacin sobre la que se han basado los valiosos estudiossobre la burocracia china). Pero qu hacer, por ejemplo, frente a lascastas hindes de las que sabemos que han albergado movimientos se-

    mejantes, posiblemente inter generacionales, pero sobre las que an no podemos hacer ningn juicio cuantitativo?3. Mucho ms graves son los problemas conceptuales, que a veces

    han rehuido los historiadores, quienes insinan que hemos sido dema-siado lentos para enfrentar los problemas ms generales de la estructuray de las relaciones sociales y sus transformaciones. Esto a su vez provocadificultades tcnicas, como la fluctuante especificacin de la membrecade una clase a travs del tiempo, que obstaculizan el estudio cu"jititativo. Adems implica problemas ms generales, como la multidimensionalidad de los grupos sociales. Por ejemplo existe la conocida dualidadmarxista sobre el trminoclase. Por un lado se trata de un fenmenoque abarca toda la historia postribal (o sea que casi es una construccin]analtica para explicar cosas hasta entonces inexplicables); y, por otroes un producto de la sociedad burguesa moderna (o sea un grupo de per-sonas a las que se ven agrupadas por su propia conciencia de grupo o por la de otro, o por ambas a la vez). A su vez, estos problemas acerca

    12 Este trabajo se est haciendo bajo la direccin del profesor Sven Ulric Palme,en la Universidad de Estocolmo.

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    de la conciencia nos llevan a los del lenguaje de clase, esto es, a las ternilologas siempre cambiantes, a veces yuxtapuestas e irreales de las cla-sificaciones!3 de hoy da, sobre las que sabemos poqusimo en trminoscuantitativos. Con referencia a esto, habra que aprender de los mto-dos y objetivos de los antroplogos sociales, al aproximarse al estudiocuantitativo sistemtico del vocabulario sociopolticol4 tal como lohacen L. Girard y un equipo de la Sorbona.

    Por o tra parte, dentro de la clase hay grados. O para usar las palabrasde Theodore Shanin,15 cuando se refiere al campesino de Marx en el18 Brumario, se trata de una clase de bajo clasismo, mientras queel proletariado de Marx es una clase de mximo clasismo . Los pro- blemas de homogeneidad o heterogeneidad de clase se siguen presen-

    tando, o sea, 'as dificultades ue su definicin, en relacin a otros grupos jy a sus divisiones y estratificaciones internas. En trminos generales,l a dificultad estriba en la relacin sobre unas clasificaciones que sonsiempre necesariamente estticas y una realidad siempre cambiante ymultifactica.

    4. El considerar la historia social en forma global nos lleva al serio problema que surge del hecho de que el concepto de clase no define aun grypo aislado, sino a un sistema de relaciones tanto verticales comohorizontales^ De ah que adems de tratarse de una relacin de diferen-cias (o semejanzas) y de distancia, implica tambin una relacin cuali-tativamente diferente de funcin social, de explotacin, de dominio ysujecin.

    Los trabajos sobre las clases debern incluir al resto de la socie-dad de la que forman parte: los dueos de esclavos no podrn ser enten-didos sin stos y sin los sectores no esclavistas de la sociedad. Podramosdecir que para la clase media decimonnica de Europa era esencial lacapacidad de ejercer poder sobre la gente (ya fuera a travs de la propie-dad, de la servidumbre, de la estructura patriarcal, de la familia) y deno ser objetos directos de poder de otros grupos. De ah que los estudiossobre clases impliquen anlisisde la sociedad, comoel de Le Roy

    13 Acerca de las posibles divergencias entre realidad y clasificacin ver las dis-cusiones sobre el complejo de las jerarquas sociorracionales de la AmricaLatina colonial. (Magnus Momer, The History of Race Relations in LatnAmerica, en L. Foner y E. D. Genovese,Stavery in the New World, Prentice Hall, Englewood Cliff, N.J., 1969, p. 221.)

    14 Ver A. Prost, Vocabulaire et typologie des familles politiques,Cahiers de Lexicologie, n. XIV, 1969.

    15 T. Shanin, The Peasentry as a Poltica! Factor", SociologicalReview, 14 :171966.

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    Ladurie, que se extiende ms all de los lmites que pone en el ttulode su trabajo.

    Podra decirse que en ltimas fechas el enfoque ms directo sobrela historia de la sociedad ha provenido del estudio de las clases en este

    sentido ms amplio.16 Este tipo de estudios tiene gran porvenir, inde- pendientemente de que creamos que esto refleja una percepcin correc-ta de la naturaleza de las sociedades tribales o de que pensemos que setrata simplemente de un reflejo de la historia marxizante.

    El reciente inters que ha despertado la historia de las mentalida-des descubre un punto de vista ms directo al de los problemas vitales,metodolgicos de la historia social. En mucho, este tipo de historia1ha manejado lo que es individualmente desarticulado, oscuro y sin do-cumentacin, y en muchos casos se ha confundido con un inters porsus movimientos sociales y por fenmenos ms generales de comporta-miento social. Afortunadamente hoy da esto incluye un inters por losque se ven excluidos de esos movimientos, como por ejemplo el traba-

    jador conservador, el militante o el socialista pasivo.Esto auspici la creacin de un punto de vista dinmico con el cual

    los historiadores vieron la cultura muy superior a los estudios de la cul-tura de la pobreza emprendidos por los antroplogos, aunque sus m-todos y experiencias no dejaron de hacer sentir su influencia. Estos es-

    tudios no se han caracterizado por ser una acumulacin de ideas y creen-cias sin olvidar las valiosas aportaciones de Alphonse Dupront17sino ms bien por sus ideas puestas en prctica y, ms concretamente,en condiciones de tensin social y crisis como en la obra de GeorgesLefebvre (Grandepeur), fuente de inspiracin de tantos otros traba-

    jos. Por la naturaleza de las fuentes, el historiador no se ha podidodedicar slo al estudio y a la exposicin de los hechos, sino que desdeel principio vio la necesidad de construir modelos o, en otras palabras,compaginarl8 sus datos parciales y dispersos en sistemas coherentes,

    16 Desde hace tiempo que las clases han sido un a preocupacin principal delos historiadores. Ver, por ejemplo, A. J. C. Rueter en el IX Congrs International des Sciences Historiques, Pars, 1950, vol. I, pp. 298 299.

    17 A. Dupront, Problmes et mthodes dune histoire de la psychologie colective, en Annales: conomies, socits, civilizations, n. 16, enero febrero de1961, pp. 3 11.

    18 Con la expresin compaginar me refiero al establecimiento de relacionessistemticas entre partes diferentes, y que a veces supuestamente no tienennada que ver entre s, del mismo sndrome. Por ejemplo la creencia que tena

    la clsica burguesa liberal decimonnica en la libertad individual y al mis-mo tiempo en la estructura patriarcal de la familia.

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    sin los cuales seran poco ms que anecdticos. Estos modelos debe-rn concebirse de tal forma que sus componentes nos sealen la natu-raleza y los lmites de la accin colectiva en determinadas situacionessociales. Fue as como Edward Thompson desarroll el concepto de

    economa moral para la Inglaterra pre industrial y tambin comoyo hice el anlisis sobre los bandidos sociales.Estos sistemas de creencias de acciones implican una visin global

    de la sociedad y a sea que quieran su permanencia o su transformaciny corresponden adems a ciertos aspectos de la realidad que viven, y esdebido a estas caractersticas que nos acercamos ms al meollo del asun-to, puesto que los mejores de estos anlisis han versado sobre las socie-dades tradicionales, aunque su campo se halla limitado al estudiar socieda-des en proceso de transformacin social. Los modelos provenientesde la historia de la cultura tendrn probablemente un contacto menorcon la realidad social cuando se est ante un periodo caracterizado porcambios constantes y fundamentales y por una complejidad que pone ala sociedad fuera de la comprensin conceptual del individuo. Inclusotal vez ya ni sirvan para dar con los patrones de aspiraciones de la socie-dad moderna (lo que debera ser la sociedad). El cambio fundamentalque acarre la Revolucin Industrial en el mbito del pensamiento socialfue la sustitucin de un sistema de creencias apoyado en el progreso con-

    tinuo hacia ciertos fines que slo pueden ser considerados como un proceso, por otro basado en el supuesto del orden permanente, que puede ser descrito slo en trminos de algn modelo social concreto, por lo general derivado de un pasado real o imaginario. La historia delas mentalidades ha servido para introducir en la historia algo anlogoa la antropologa social y promete dar muchos ms frut