Mártires Vive, una historia por contar

14
Crónicas de Mártires { VIVE una historia por contar mártires ISSN: 2256-2850

description

Mártires Vive es un esfuerzo investigativo-pedagógico hecho con el ánimo de incidir positivamente en la búsqueda, defensa y promoción del patrimonio como bien de interés cultural, generando ciudadanos informados, activos y propositivos para un mayor posicionamiento del tema en la ciudad. Necesitamos tener más apoyo de las políticas públicas para que las diversas iniciativas ciudadanas encuentren en las organizaciones locales la posibilidad de crear procesos investigativos-pedagógicos permanentes, con resultados que fortalezcan el análisis y las reflexiones en torno a fenómenos ligados a la memoria y al patrimonio. Es necesario nutrir de historia a los habitantes de la localidad y hacer visibles las urgencias patrimoniales existentes. A tal efecto, esperamos que las crónicas aquí presentadas supongan un estímulo.

Transcript of Mártires Vive, una historia por contar

Crónicas de Mártires

{VIVEunahistoria por

contarmártires

ISSN: 2256-2850

Este material puede ser distribuido, copiado y exibido por terceros si se muestra en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial y las obras derivadas tienen que estar bajo los mismos términos de licencia que el trabajo original.

{VIVEunahistoria por

contarmártires

Alcalde Mayor de BogotáGustavo Petro Urrego

Alcalde Local de Los MártiresDiego Ricardo Piñeros Nieto

Únete a nuestro grupo en Facebook “Alcaldía Local Los Mártires”Alcaldía Local de Los Mártires - Av. Calle 13 N° 19-71 Piso 2 CC Sabana PlazaPGI: 166 LOS MÁRTIRES CULTURAL Y DEPORTIVAObjeto: Apoyo a Iniciativas en Arte, Cultura y Patrimonio.

Un proyecto de:Fundacion Bajo Control – Agencia CulturalDavid Barón – Camilo Rodrí[email protected]: 2256-2850

Textos:Alberto Escovar Wilson-WhiteLuis Enrique Rodríguez Angulo

Diseño gráfico y Diagramación:Zokos

Apoya:CACMA – Casa de la Juventud “Los Mártires”Calle 24 # 27 A 31Teléfono: 2441084

Agradecimientos: A la localidad de Los Mártires por acogernos y ser la fuente de inspiración de esta investigación, Alberto Escovar, Luis Enrique Rodríguez, Jhon Bernal, David Acosta, Diego Martínez, Doris Mejía, María Consuelo Medina, Laura Rodríguez, Danna Cantor y a todas las personas que hicieron posible la realización de este trabajo.

Créditos fotográficos: Imagen crónica NKOTB tomada de bit.ly/JZ0zzr autor desconocido; Imágenes crónica Huerta de Jaime tomadas de bit.ly/MzFb4i, Fotografía crónica Back to the future por Camilo Rodríguez; fotografía crónica Plaza de los Mártires por Pedro Felipe tomada de bit.ly/NvfhnS.

Mártires Vive es un esfuerzo investigativo-pedagógico hecho con el ánimo de incidir positivamente en la búsqueda, defensa y promoción del patrimonio como bien de interés cultural, generando ciudadanos informados, activos y propositivos para un mayor posicionamiento del tema en la ciudad. Necesitamos tener más apoyo de las políticas públicas para que las diversas iniciativas ciudadanas encuentren en las organizaciones locales la posibilidad de crear procesos investigativos-pedagógicos permanentes, con resultados que fortalezcan el análisis y las reflexiones en torno a fenómenos ligados a la memoria y al patrimonio. Es necesario nutrir de historia a los habitantes de la localidad y hacer visibles las urgencias patrimoniales existentes. A tal efecto, esperamos que las crónicas aquí presentadas supongan un estímulo.

El joven historiador Enrique Rodríguez nos entrega tres pequeñas crónicas. La primera nos transpor-ta a los recuerdos de “Bonifacio” en los últimos pasos hacia su muerte y al nacimiento de una nación: “Caminaba Bonifacio hacia aquel lugar donde otrora se recogían del suelo deliciosos duraznos y ahora se recogerían perdigones de plomo, sus propios huesos astillados y su propia sangre”; la segunda cuenta su propia historia en busca de la musa para escribir un texto sobre el teatro San Jorge: “El cadáver de un gigante que aún conservaba la piel y los huesos pero cuyo cuerpo se hallaba corrompi-do por el tiempo y el olvido.”; la tercera habla sobre un acontecimiento ignorado pero importante para los bogotanos: el traslado del edificio cudecom: “Al fin el silencio fue brutalmente interrumpido por una tropa de obreros y camiones cargados con tubos, bultos y varillas”. Finalmente el arquitecto Alberto Escovar nos muestra de manera más exacta los procesos históricos que se han dado en ese lugar al que llamamos plaza de los Mártires.

Mártires Vive: esa es nuestra historia por contar.

Camilo RodríguezRepresentante Fundación Bajo Control

VIVEm

ártiresNKOTB

-Ahora que me lo pregunta Doctor, me viene a la memoria algo que ocurrió hace algunos años supongo, cuando era yo un muchacho…creo. Recuerdo que comenzó a eso de las seis de la mañana, primero se escucharon varias patrullas y silbatos policiales por lo que creí que era una típica pelea de madrugada, a las que estamos acostumbrados los vecinos de la avenida Caracas. Después el silencio, ni un alma se escucha-ba sobre la Avenida Caracas entre calles 19 y 20; así en silencio durante casi cinco minutos, al fin el silencio fue brutalmente interrumpido por una tropa de obreros y camiones cargados con tubos, bultos y varillas. Yo observaba el espectáculo desde la comodidad de mi habitación, cuando al fin irrumpió la maquinaria pesada que pasó rugiendo del edificio, ese fue un gran domingo.

-Creo que era domingo porque ansiaba levantarme tarde y ver el show de la mañana, sin embargo ese día todo fue diferente; la gente de afuera se agolpaba en torno al edificio, yo solo distinguía por la ventana unos rieles que salían de debajo del edificio y corrían paralelos a la caracas por unos 25 o 30 metros. Ese día no nos fue permitida la salida del edificio ni tampoco entró nadie, por lo que una vez terminó el show tuve que conformarme con ver el espectáculo desde mi ventana. En este drama los de los 71 apartamentos de adentro actuábamos el espectáculo de los de afuera, pero para nosotros, los de afuera se constituían en nuestro espectáculo a la vez que audiencia; divagaba yo imaginando la vida y oficio de los transeúntes bogotanos... De repente algo como un empujón, seguido de un casi imperceptible movimiento acompañado del agudo chirrido de un objeto desplazándose sobre rieles metálicos que se detenía bruscamente tal como empezó. Cuántas veces sentí el empujón, el movimiento y el chirrido, no lo recuerdo. Pero estuvo todo el día dele que dele. Después de un par de horas el entusiasmo se transformó en tedio. Yo en mi ventana, mientras que en la calle a los pocos curiosos que había en la mañana se sumaban cada vez más transeúntes; a medio día la Avenida Caracas y la calle 19 se habían convertido en un bazar, familias enteras organizaron el tradicional paseo de olla en torno al espectáculo que se ofrecía desde el edificio donde yo vivía.

Al llegar la tarde cesaron los empujones, el movimiento y los chirridos. Supe entonces que habíamos llegado, ahora nos habíamos mudado y los del Cudecom éramos los nuevos de la cuadra.

-Es curioso que a pesar que el tedio me invadió mientras el edificio se movía lenta, lentamente yo no viera el show del domingo, si yo nunca me lo pierdo…

-Enfermera por favor anote: hoy 6 de octubre de 1974 fue admitido un paciente a las 8:00 p.m. El paciente presentaba signos de haber sufrido un golpe en el cráneo, según la identificación hallada en su ropa el paciente se llama T***** S******* y es periodista, ha sido traído por operarios de la firma de ingeniería “Esguerra y Saenz Ltda.”. Su lesión, según manifiestan los acompañantes se produjo en momentos en que se recogía la maquinaría utilizada en una obra pública, al parecer el paciente resbaló mientras cubría el traslado del edificio Cudecom en la calle 19 con Avenida Caracas; no presenta hematomas, pero encontramos que su memoria está severamente afectada por lo que se recomienda ingresar al paciente con el fin de practicar los exámenes del caso…

FIN

Por: Enrique Rodríguez

VIVEm

ártiresCulpable…culpable…culpable…eran las palabras que se repetían

constantemente en la cabeza de Bonifacio Fernández desde que su suerte había sido decidida. La mañana de aquel 7 de Agosto de 1819 sería la última que vería; aquel día Bonifacio debía morir frente al pelotón de fusilamiento.

Terribles debieron ser las horas de agonía que tuvo que soportar Bonifacio

antes de la hora señalada. Al fin, la macabra y austera imagen de un sacerdote Franciscano llegó como el anuncio del último paseo al Huerto de Jaime donde debía dejar su último aliento. Tras una escueta confesión que le permitió obtener el perdón divino Bonifacio dejó su celda en completo silencio, a su manera se despidió de aquellas sucias paredes y de su último lecho que ahora le parecía más confortable, una vez afuera caminó por un estrecho y oscuro corredor que lo llevaba directamente hacia la luz; cuando se halló fuera de la real Cárcel de Corte Bonifacio permaneció allí quieto y en silencio; el brillo del sol de aquella mañana que contrastaba con la eterna penumbra de la prisión le ocasionó una ceguera momentánea, tanto le dolía el sol en esos momentos.

Una vez se incorporó volvió a la realidad y se halló de frente a la Plaza Mayor, camino hacia la Huerta de Jaime, donde no hacía un par de años, los pequeños solían cazar pájaros y deleitarse con los duraznos que prodigaban unos cuantos árboles descuidados. En su cabeza se agolpaban unos pocos pensamientos, recordó los cuentos de la gente, de su gente, cuentos que hablaban de un bello Huerto que el caballero valenciano Don Juan Alonso Núñez de Jaime y su esposa llamada alegremente la Piringa habían cultivado en un terreno comprado hacia 1730 por 180 patacones; se sorprendió entonces que su memoria retuviera detalles tan insignifi-cantes del lugar donde habría de morir. Caminaba Bonifacio hacia aquel lugar donde otrora se recogían del suelo deliciosos duraznos y ahora se recogerían perdigones de plomo, sus propios huesos astillados y su propia sangre; como si se tratase de su propia vida Bonifacio recordó la historia acerca de la decadencia del lugar, recordó que la gente decía que tras la expropiación del Huerto y el derrumbamiento de las tapias que mante-nían a raya los pillos, el lugar se convirtió en parte de las tierras comuna-les, sin embargo debido a su belleza, aún en su ahora indigna decadencia el sitio seguía llamándose la Huerta de Jaime. Pensó entonces que morir en un viejo jardín donde habían muerto fusilados no menos de cien neogranadinos quizás constituía un honor.

Caminaba al cadalso en procesión marcial un pelotón de fusileros del rey, unos frailes franciscanos de la hermandad de la Vera Cruz, Bonifacio y otros dos desdichados: Laureano Sierra y Pioquinto Bernal, que también habían sido condenados por el Virrey Sámano a morir ese día.

Al fin llegaron al lugar donde la condena se haría efectiva, Bonifacio contempló el lugar, pensó en su gente, en las historias que oyó un día, pensó en de Jaime y su mujer, pensó en los tiempos en que del jardín se recogían duraznos. Al fin, ya frente al pelotón, pensó de nuevo en el honor de caer muerto en ese lugar, pensó que tal vez era allí donde debía morir. Al fin sonó una orden seguida de un estruendo, de inmediato un olor a pólvora y carne quemada; Bonifacio no supo nada más, no supo que el día que él nacía a la vida eterna de los héroes nacía también, en el fragor de la batalla, una nueva nación que él mismo había ayudado a crear.

La huerta de Jaime Por: Enrique Rodríguez

VIVEm

ártiresBack to the future

Abrió los ojos y de inmediato recordó que ese día se cumplía el plazo. En la tarde tendría que ver al editor con un texto en la mano, pensó en ello y en que ni siquiera había podido fijar una idea en la cabeza durante la última semana. Esa mañana como nunca (o como de costumbre) se vio sin ideas, y tenía que escribir. La idea de las niñas del orfanato había sido desechada de plano -las historias demasiado humanas le dolían-, la política le hastiaba, el medio ambiente le indignaba, en resumidas cuentas: nada de nada.

El sólo debía escribir, solo debía escribir un texto corto para su editor quien le daría un par de ideas, le exigiría uno o dos giros a la historia, le recomendaría un retoque aquí y allí a la personalidad de los perso-najes y lo despediría con una palmada en la espalda y un plazo perentorio para el texto definitivo. Bastante fácil, pero él era un hombre sin ideas, con decenas de proyectos a medio empezar, cientos de páginas leídas, varias páginas sueltas, libretas llenas de citas y de datos, pero ni una idea.

Entonces salió de casa y tomó un taxi, pidió al conductor tomar rumbo al centro; pensó que allí encontraría una salida a su encrucijada, intentó entablar una conversación ligera con el conductor con la esperanza de que éste le arrojaría alguna idea, pero su mente se hallaba lejos de la agudeza de siempre.

El ágil andar del taxi lo sumió en una profunda abstracción que fue interrumpida por la ronca voz del conductor quien le explicó que, debido a que la ciudad se hallaba en obra, debían desviar por la 19 y después serpentear por las calles del barrio La Favorita hasta lograr llegar a la calle 13 a la altura de la Estación de la Sabana; el asintió, pero las palabras del conductor eran difusas, para él era igual el cómo o el dónde porque sólo ansiaba llegar al centro, como si allí lo estuviera aguardando la musa que le daría la inspiración. De repente, tras una sórdida calle, una imagen: una fachada geométrica agradable e imponente, un edificio noble cubierto de suciedad como una bella joya en manos de un ladrón; de inmediato ordenó al conductor detenerse justo allí, preguntó el nombre de ese edificio, ¿éste es el San Jorge? ¿El teatro San Jorge?, su memoria discurrió por viejas lecciones, lecturas vanas y tardes de ocio, hasta que encontró lo que buscaba, recordó entonces una foto de su abuelo, un par de artículos leídos hacía mucho y un programa de T.V. que refería a la gloria del Teatro San

Jorge. De repente su imaginación voló hasta tiempos lejanos, la miseria de las calles aledañas se le figuró más poética y pura, las imaginó más limpias y acogedoras, bajó del taxi y se acercó al edificio que le pareció imponente y bello pero esa imponencia y belleza le parecieron trágica-mente efímeras. Dejó volar su imaginación y se sintió entonces sobrecogi-do ante la imagen creada en su mente, imaginó una sala de proyección abarrotada, recordó con cierta vergüenza haber leído acerca del teatro, pensó en lo ridículo que fue haber desechado la idea de escribir sobre éste por tratarse de un tema más propio de un arquitecto, se hallaba atrapado por la magia del lugar, estaba seguro que había hallado su musa. Imaginó entonces la inauguración a la que -según recordaba- habían asistido más de mil personas, los imaginó entonces sentados en cómodas sillas reclinables, sintió el dulce olor del humo de cigarros que inundaba una sala abarrotada. Sin siquiera conocer sus rostros vio allí en la pantalla a Norman Shearer y Tyrone Power protagonizando la gran historia de amor.

Al acercarse a la puerta logró entrever una luz, el tiempo había abierto un boquete que permitía observar el interior del edificio, apenas descubrió la curiosa mirilla acercó su mirada al interior del edificio, lo que vió entonces fue una revelación, el sobrecogimiento se transformó en terror; el olor dulce del tabaco que su imaginación había elaborado contrastaba con el hedor que despedía ese hermoso edificio, como el cadáver de un gigante que aún conservaba la piel y los huesos pero cuyo cuerpo se hallaba corrompido por el tiempo y el olvido. Aturdido ante tan brutal revelación dio un paso atrás y se alejo del lugar, subió al taxi y pidió ser llevado de vuelta a su casa.

-voy a escribir una novela futurista. Dijo con resolución.

Era cierto, había encontrado su musa.

Por: Enrique Rodríguez

VIVEmártires

En los predios conocidos como la “Huerta de Jaime” se construyó el parque de Los Mártires. Este lugar originó su nombre, aparentemente, por haber pertenecido a un español de apellido “Jaimes” o “Jaymes”. Este último apellido aparece referido en las genealogías de Juan Flórez de Ocariz y lo poseyó el Capitán Isidro Jaymes, esposo de Isabel Pastrana, sin que se tengan más datos de él.

Se hizo tristemente célebre por los fusilamientos que allí se realizaron con la entrada de Pablo Morillo a la ciudad en 1816. Como lo recordó Rafael Eliseo Santander en su escrito La Calle Honda: “El español escogió adrede esta plaza, abierta por el frente y circunvalada de paredes de tierra, como un lugar propio de expiación. Vese dominada por la ciudad, pues queda a su extremo central, y adonde de todas partes puede mirársela, y cuento en ella pasa. Hacia el fondo se levantaba el suplicio, como para que se ostentase más visible. A las diez de la mañana ya estaba formado el cuadro a su rededor por algunos cuerpos de guarni-ción, la multitud ocupaba el resto de la plaza y ganaba las paredes, para presenciar con más comodidad el espectáculo (…) renunciamos a describir el momento en que, desembocando la comitiva de la Huerta de Jaime, se encaminaba al suplicio. El redoble de los tambores, el movimiento de las tropas, las voces de mando, el ruido y el tropel de las gentes; todo anunciaba que había llegado el instante supremo (…) la descarga de fusiles suena, el humo se remonta en torbellino, todo se consuma; y el niño crédulo sueña que las almas de los ajusticiados han alzado su vuelo hacia el cielo envueltas en aquella nube de humo”. En este sitio fueron ejecutados entre otros José Caldas, José Lozano, José María Cabal, Manuel Ramón Torices, Antonio María Palacio, Miguel Pombo y Francisco Ulloa.

Luego de la Independencia, este lugar siguió utilizándose con este fin como da cuenta de ello el inglés Isaac F. Holton que en 1857 escribía: “Después de pasar la plaza y el puente encontramos a mano derecha un campo abierto, la Plaza de los Mártires, antes la Huerta de Jaimes. Uno de los muros de la plaza es una tapia alta de tierra apisonada. El del lado occidental está muy deteriorado por la acción del tiempo o por otra causa. A veces hacen sentar a un hombre en una banca a pocos pies de distancia de este muro; un pelotón de soldados se coloca al frente, el sacerdote se hace a un lado, dan la orden de disparar y la pobre víctima cae retorcida en los estertores de la muerte. Este muro es el patíbulo y el escaño el banquillo de los condenados”.

Plaza de Los Mártires

El martes 9 de marzo de 1880, se inauguró oficialmente el “Monumento de la plaza de los Mártires” y el entonces Presidente Julián Trujillo en su discurso decía: “Ahí teneis el célebre obelisco que el reconocimiento nacional, por medio de sus legítimos representantes quiso consagrar a la memoria imperecedera de los egregios varones que con estoica abnegación derramaron su sangre generosa para darnos patria y libertad”. Ese día se materializó un proyecto que se remontaba a 1851, cuando se contrató al arquitecto Thomas Reed para que levantara un monumento “dedicado a la memoria de los mártires de la Independencia”. En ese momento Reed diseñó un monumento que “Consta de una gran base con pedestales que proyectan en los lados, figurando tumbas, donde van inscritos los nombres de los próceres, i encima un obelisco que disminuye insensiblemente, siendo poca la diferencia entre la extensión de la base i de la cúspide”.

En la medida que la descripción de este monumento y el que esculpió Mario Lambardi son bastante semejantes, se podría afirmar que éste último respetó el diseño de Reed, en cuya construcción trabajaron entre otros los canteros Victorio Peña, Francisco Camacho, Ramón Peña, Epifanio Barreto y Cipriano Sánchez. En 1881, Vergara y Velasco la describía como “una de las que tiene mejor situación y forma mas regular. Mide 126 metros de largo por 106 de ancho. Dista cinco cuadras de la plaza de Bolívar y dos de la de Nariño. Era el punto de partida de todos los carruajes y de la carga de todas las mercancías que transitaban por el camino a occidente hasta 1878 en que empezaron las obras de embellecimiento de que goza hoy(...)”.

Vergara y Velasco afirmaba entonces que este uso permitió que en sus alrededores proliferaran establecimientos con usos industriales como talleres, fraguas, fábricas de cerveza, fósforos y entre los edificios: “varían las casas particulares de elegante construcción y una Quinta (Segovia), que en el año de 1872, sirvió de Palacio de la Exposición Agrícola”. Dos años después se anunciaba en el Correo Mercantil que “el parque de la importante "plaza de los Mártires", se encuentra en una situación lamentable; Esta en el más completo abandono; Los jardines son entre nosotros, muy costosos y es difícil conservarlos”. Esta parece haber sido una tendencia que a pesar de los esfuerzos por cambiarla, se ha manteni-do constante en este parque desde entonces.

Por: Alberto Escovar Wilson-White