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    FRANCISCO MARTI FERNNDEZ Director del Instituto Psiquitrico Provincial de

    Valladolid

    LA SANTIFICACIN

    DEL

    MOMENTO PRESENTE

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    Nada obsta: LIC. MARTIN GIL, Can. Penitenciario, Censor.

    PUEDE IMPRIMIRSE: JOS, Arzobispo de Valladolid.

    Lo decret y firma S. E. Rvdma.

    de que certifico: Lic. RAMN HERNNDEZ,

    Can. Srio.

    Valladolid, 21 diciembre 1966.

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    Al M. I. Sr. Dr. D. Baldomero Jimnez Duque Rector del Seminario de vila

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    NDICE

    PRLOGO.............................................................................................................7

    INTRODUCCIN....................................................................................................9

    CAPTULO1: LASANTIFICACINDELMOMENTOPRESENTE.....................................11

    CAPTULO2:NUESTRAACTIVIDADDELMOMENTOPRESENTEDEBESERMODERADA................................................................................................................17

    CAPTULO3:NUESTRAACTIVIDADDELMOMENTOPRESENTEDEBESERCONFORMEALPLANDEDIOS..................................................................................23

    CAPTULO4:NUESTRAPERFECCINPERSONALDEPENDEDELAEXACTITUDCONQUEELALMACUMPLELAVOLUNTADDEDIOSENELMOMENTOPRESENTE..30

    CAPTULO5:LAACCINNUESTRAENELMOMENTOPRESENTE..........................38

    CAPTULO6:LAACCINDEDIOSENELMOMENTOPRESENTE........................45

    CAPTULO7:TEOLOGADELMOMENTOPRESENTE..................................................53

    CAPTULO8:DIOS DIRIGE AL ALMA, EN EL MOMENTO PRESENTE, CON SU ACCIN DIVINA.....................................................................................62

    CAPTULO9:ELDIVINODIRECTORNOSHABLAACADAINSTANTEENTODOLOQUENOSDAQUEHACEROQUESUFRIRENELMOMENTOACTUAL.............69

    CAPTULO10:SIELDIVINODIRECTORHABLAALALMAA CADA INSTANTE , ELLA DEBE ESCUCHARLO EN TODO MOMENTO PARA SER BUENADIRIGIDA................................................................................................78

    CAPTULO11:CONLASANTIFICACINDELMOMENTOPRESENTECONSEGUIREMOSLASABIDURADELOSSANTOS,LACUALESTALALCANCEDETODOS..........................86

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    PRLOGO

    a terminologa teolgica actual ha puesto en circulacin frecuente la palabra griega kairos.

    Por ella suele entenderse, en esos dominios, un momento decisivo, importante, en la realizacin del gran misterio de salvacin, que Dios ha querido para los hombres en Cristo.

    La pascua de Dios en su Cristo se inserta en la historia humana, se hace en ella. La eternidad de Dios se hace presente en el tiempo, para que los hombres, sumergidos en l, alcancen la eternidad de Dios.

    En esa temporalidad de la historia sagrada hay momentos cruciales: son los kairs de Dios.

    Pero luego cada hombre al formar parte de la misma tienen tambin sus momentos-claves, sus encuentros vivos que acentan su unin con Dios en su Cristo.

    Es ms, cada momento de su vivir puede convertirse en un momento de sos. Puede ser un momento que le haga vivir ya, aunque todava no, la eternidad de Dios...

    Recordar y hacer vivir esto a los espirituales es el objeto de este libro tan bello.

    En torno al tema del momento presente el autor de este precioso libro desarrolla toda una teologa y psicologa de la vida sobrenatural cristiana. Es una manera original y actualsima de ofrecer al hombre de hoy el panorama y el itinerario de la perfeccin en la caridad.

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    Y esto lo hace el querido autor con competencia doctrinal, con erudicin, con calor comunicativo, con estilo gracioso..., de tal modo que el libro se lee casi sin querer, y se mete dentro lo que dice, y necesariamente hace bien.

    Yo pido al Seor que esta semilla tan buena caiga en muchas manos y en muchos corazones acogedores y deseosos para que produzca mucho fruto, colmando as y hasta superando las i lusiones y los trabajos de su apostlico y afortunado autor.

    DR. BALDOMERO JIMNEZ DUQUE

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    INTRODUCCIN

    e de manifestar que mi primer deseo fue escribir un libro libro cientfico sobre La santificacin del momento presente; pero, a medida que iba estudiando, no tard

    tard en darme cuenta que, para lograrlo, se precisaban dos cosas: 1., una gran biblioteca, y 2.a, ser un buen telogo. Careciendo de ambas cosas opt por escribir este libro para m mismo.

    Qu utilidad puede reportar a los dems un libro que se escribe para s mismo? Prefiero que conteste por m el Doctor Maran: Lo nico que puede hacer a un libro interesante para los dems es que no se haya escrito para los dems, sino para uno mismo.

    Por una ley de apropiacin, el que escribe un libro para s mismo, slo satisface su ansia insaciable de amoroso conocimiento, captando cuantos argumentos encuentra para probar la verdad que lleva dentro del alma.

    Entonces, no es original un autor que escribe un libro para s mismo, ya que en l cita, sin lmites, cuantos argumentos encontr en otros para probar la verdad de su pensamiento? Valera nos da la respuesta: La verdadera y buena originalidad ni se pierde ni se gana por copiar pensamientos, ideas o imgenes, o por tomar asunto de otros autores. La verdadera originalidad est en la persona, cuando tiene ser fecundo y valer bastante para trasladarse al papel y quedar en lo escrito como encantado, dndole vida inmortal y carcter propio. Para ser, pues, original en el buen sentido, no hay que afanarse

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    mucho ni poco en decir y pensar cosas raras. Basta con pensar, sentir y expresar lo que se piensa y se siente del modo ms sencillo. Entonces sale retratada el alma del que escribe en lo que escribe, y como el alma es original, original es lo escrito.

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    Captulo 1

    LA SANTIFICACIN DEL

    MOMENTO PRESENTE

    l da 21 de Julio de 1922 deca la Santsima Virgen a Sor Josefa Menndez: Vive en paz, hija ma, no te reserves nada para ti ni te preocupes ms que del momento presen-

    te (1). El da 30 de Noviembre del mismo ao ordena Jess a Sor

    Josefa: Escribe para mis almas... Si desde por la maana... van momento por momento cumpliendo por amor con su deber, qu tesoros adquieren en un da... (2).

    La vida no tiene de real ms que el momento presente. Lo pasado no existe, el porvenir tampoco, la vida que se ha de santificar es ese instante que est transcurriendo, porque nadie puede prometerse el prximo segundo. Hay que ceir toda la vida y toda la actividad a ese ahora, que es el nico tiempo que Dios nos concede. Si es el nico tiempo que tenemos para santificarnos, no busquemos en otra parte la santidad.

    Lo primero que deberan ensearnos al llegar al uso de la razn es a simplificar el trabajo de nuestra santificacin, inculcndonos un da y otro da la santificacin del momento presente.

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    Es conveniente, en primer lugar, demostrar que la doctrina de la santificacin del momento presente, ha sido vivida por los santos y enseada por los grandes maestros de la vida sobrenatural.

    Por qu gemir por un pasado, que ya no existe, o preocuparse por un futuro, que slo pertenece a Dios? Sor Teresita del Nio Jess se encerraba sin reserva en el momento presente, sin querer mirar ni el pasado ni el porvenir. Actitud dominadora de todas las contingencias de este mundo, simple corolario prctico de su vida de abandono, que condujo a su alma hasta aquella doctrina tan incul-cada por los grandes varones espirituales: la santificacin del momento presente (3).

    Esta verdad de que la vida no tiene de real ms que el momento presente, santificada, es de una fecundidad extraordinaria. Pongamos algunos ejemplos.

    1 La prctica conocida con el nombre de OFRECIMIENTO DE

    OBRAS, se puede anticipar brevemente al levantarse; pero el verdadero ofrecimiento de obras se debe hacer durante el Ofertorio de la Misa. Y es que en semejante prctica no se trata de ofrecer de cualquier manera nuestros trabajos, sino de unir nuestro sacrificio con el de Cristo (4).

    Solamente unimos nuestro sacrificio con el de Cristo cuando en la Misa nos hacemos vctimas con El, porque a la Santsima Trinidad se le ofrece en la Misa el Cristo total, no un Cristo mutilado. En la Misa Jess ofrece su Calvario y nosotros el nuestro. Y cul es nuestro calvario? Nuestro calvario es santificar el momento presente aceptando nuestra vida tal como es en cada instante, con todos sus trabajos, alegras, deberes, dolores y sacrificios.

    2 Ordinariamente, nos ocupa la tercera parte del da el

    TRABAJO para ganar nuestro sustento. Sers el ms trabajador y

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    el que ms rinde, si santificas el momento presente. No puedo resistirme a transcribir unas palabras del Cardenal Tardini, en las que ver el lector cmo S. S. Po XII y el Papa Benedicto XIV empleaban en el trabajo la doctrina, contenida en la Teologa del momento presente.

    Po XII tena una resistencia fenomenal para el trabajo. Pasaba horas y horas casi sin interrupcin, hasta altas horas de la noche, siempre tranquilo y recogido, leyendo, meditando, anotando, y no daba seal de cansancio.

    Muchas veces me he preguntado cul fuese el secreto de esta inaudita resistencia a tanta fatiga.

    El secreto estaba en el mtodo. El se haba habituado a examinar cada tema como si aqul hubiese de ser el nico objeto de su es-tudio. Dedicaba toda la atencin a cuanto estaba bajo sus ojos, sin preocuparse de muchos otros papeles que esperaban sobre su mesa el turno correspondiente. Este llegara inexorablemente; pero, mientras tanto, el cmulo enorme del trabajo a realizar no le quitaba (como sucede a menudo a otros) la calma y la serenidad en el trabajo que estaba realizando... Slo as se puede expl icar su temor dir mejor, su escrpulo-- de no perder ni siquiera un minuto de su tiempo... De Benedicto XIV exaltaba Po XII, con admiradas palabras, su infatigable laboriosidad. A los cuidados del gobierno escribi Po XII se aplicaba (Benedicto XIV) con la mxima en-trega y con la rara conciencia de que tena en el obrar un tesoro hecho de cada migaja de tiempo. El horario de Po XII era agotador. Un da me deca: Sabe lo que me han dicho los mdicos? Que yo hago una vida inhumana, y sonrea como satisfecho. La palabra era demasiado cruda... Aquella vida,... ms que inhumana debe decirse sobrehumana (5).

    Apliquemos a todos los actos del da como Po XII la doctrina de la santificacin del momento presente. Y as, cuando nos despertemos por la maana y se presente ante nosotros un da cargado de ocupaciones, no nos preocupe cmo podremos realizar todas. Empecemos por la primera, como si aquella fuera la nica cosa que tuviramos que hacer en todo el da, concentrando en ella todas las energas. Es evidente que concentrando todas nuestras energas en el momento presente, la obra que realicemos de esta forma, se har con ms perfeccin y ms rapidez, es decir, cada uno de nuestros actos del da sern una obra de arte. Tenemos que ser artistas en cada uno de nuestros actos, porque, como dice San Buenaventura, hay que ser santos con ele-gancia.

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    3 La gran preocupacin de las almas buenas es acertar con

    EL CAMINO por el que Dios quiere santificarlas. Y no se dan cuenta que todos los caminos son buenos, con tal de querer cumplir la voluntad de Dios. Hacer la voluntad de Dios: se es su camino siempre. La voluntad de Dios se te manifiesta de momento en mo-mento, durante el da, y se es tu camino.

    Santifiquemos el momento presente, abrazndolo de corazn, porque l es la revelacin de la voluntad de Dios para nosotros; y, porque en l est encerrada la gracia cuyos frutos debemos devolver a Dios (6).

    4 Cuntas almas se lamentan de que no avanzan en la

    perfeccin, de que nunca logran estar entregadas totalmente a Dios. No se dan cuenta estas almas que Dios, en cada momento, no nos exige ms de lo que nuestras fuerzas actuales permiten; mas la entrega del corazn, la exige siempre: porque es lo nico que podemos dar, y el negrselo arguye mala voluntad... Sin otros cuidados ni trabajos, slo con secundar la accin de Dios y ser fieles a su gracia, siguiendo sus inspiraciones o impulsos en cada momento, veremos cmo casi insensiblemente vamos avanzando hacia la santidad y l legamos a encontrar el divino tesoro del Reino de los Cielos, y, con l, todos los tesoros de gracia y santidad. De este modo es como se realiza la entrega total a Dios, de corazn y de hecho, y as se consuma toda perfeccin (7).

    5 Otro problema trascendental es la hora de la MUERTE.

    No sabemos que exista otro medio para estar siempre preparado a bien morir como la doctrina de la santificacin del momento presente. Nadie sabe ni el da ni la hora en que ha de morir. Slo sabemos que nuestra vida no tiene de real ms que el instante

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    actual, nico que hay que santificar, y quin mejor preparado para la muerte que el que est santificando su ltimo ahora?

    La muerte les sorprender a estas almas viviendo su calvario; porque su vida es su Misa y su Misa su vida.

    La muerte encontrar al alma haciendo una obra de arte. Para que cada uno de nuestros actos sea una obra de arte, Dios no nos pide el xito, slo nos pide el esfuerzo. La muerte nos hallar andando por nuestro camino, esto es, haciendo la voluntad de Dios. La muerte vendr, cuando el alma est realizando la entrega total a Dios, de corazn y de hecho.

    Qu bien entenda esto la Abadesa de las Concepcionistas Franciscanas de Valladolid cuando nos dice en su Autobiografa: Tan penetrada estaba de la brevedad de la vida, que cada momento esperaba la muerte. Viva como de paso en la tierra pensando cada da que sera el ltimo de mi vida. Cuando sala de la celda para ir al coro u otro lugar pensaba que, tal vez, volvera a ella en brazos de las religiosas, o que no volvera. As, viva en vela siempre, y esperaba el llamamiento definitivo de Dios nuestro Seor, que deba decidir mi suerte eterna... Todo lo dicho... se lo debo a la Santsima Virgen, mi modelo y Reina divina (8).

    6 Todos buscamos la FELICIDAD y no la encontraremos mientras

    no santifiquemos el momento presente. Un sacerdote que sufri mucho y a quien el Seor colm visiblemente, deca: Nuestra verdadera dicha est escondida en lo que Dios nos da qu hacer o qu sufrir en el momento presente; buscarla en otra parte es condenarse a no encontrarla nunca (9).

    Terminemos con estas palabras de Schrijvers: Al momento presente, he ah a qu se reduce ahora nuestra vida. Nada ms que esto tiene de real, slo para esto pide esfuerzo, nicamente por esto es perfecta (10).

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    NOTAS (1) Un llamamiento al Amor. El Mensaje del sagrado Corazn al

    mundo y su Mensajera Sor Josefa Menndez. (2) SOR JOSEFA MENNDEZ, ob. cit. (3) PHILIPON, M. M., O. P.: Santa Teresa de Lisieux. Un camino

    enteramente nuevo. (4) BAUMANN, P. TEODORO, S. J.: El Misterio de Cristo en el

    Sacrificio de la Misa. (5) Po XII evocado por el Cardenal Tardini. (6) OSENDE, P. VICTORINO, O. P.: Contemplata: momentos msticos. (7) OSENDE, P. VICTORINO, O. P.: ob. cit. (8) SORAZU M. ANGELES: Mi Historia. (9) ROBERT DE LANGEAC: La Vida oculta en Dios. (10) SCHRIJVERS, Jos, C. SS. R.: Los principios de la vida

    espiritual.

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    Captulo 2

    NUESTRA ACTIVIDAD DEL

    MOMENTO PRESENTE DEBE SER

    MODERADA

    ay que ceir toda la vida y toda la actividad a ese instante que est transcurriendo; pero esta actividad, si ha de ser fecunda, debe ser moderada. Es su cualidad ms necesaria y, quizs, la

    menos estimada.

    1 El fundamento para que nuestra actividad sea moderada. El espritu de abandono a la voluntad de Dios, es lo ms esencial en la santificacin del momento presente. Entendemos por espritu de abandono, esa disposicin permanente del alma, por la cual se prohbe a s misma toda intervencin en la voluntad de Dios sobre ella. Sin esta disposicin permanente, no es posible la santificacin del momento presente, porque nuestra actividad ser inmoderada. Caeremos en la inquietud, en la precipitacin, pasaremos la medida de nuestras fuerzas, vendr la preocupacin, el recargo de trabajo, en una palabra, nuestra actividad dejar de ser actividad para ser activismo.

    Cuando Dios pide actividad no pide ni puede pedir sino actividad fecunda, y, slo es fecunda nuestra accin cuando hacemos la voluntad de Dios. Lo otro se llama activismo y el activismo no ha sido nunca catlico: no resiste el apellido.

    Sin moderarnos, sin contentarnos con cumplir la voluntad de Dios, de instante en instante, es decir, sin esta muerte a cada ahora para no hacer nuestra voluntad sino la de Dios, no hay vida espiritual perfecta. El nos oculta su plan de santificacin sobre nuestra alma, lo que no es pequeo martirio, y, as, nos hace morir sin matarnos.

    El cumplimiento, momento a momento, de la voluntad de Dios es la exacta idea teolgica del tiempo y de su duracin. Si

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    nos apartamos de esa realidad, caemos, fuera de Dios, en la nada, en la inquietud, en el puro no poder. Si a la voluntad de Dios le oponemos la propia voluntad, ya no nos queda garanta alguna de que permanecemos en la verdad... En el total cumplimiento de la voluntad de Dios, la responsabilidad recae toda sobre Dios... Santa Teresita del Nio Jess, que recibi para los dems tantos dones de conocimiento de las almas, de presentimiento e iluminacin, no tiene para s misma ms brjula que el momento presente. Este es el que le permite alcanzar la medida mxima en la entrega con-fiada... Ella se prohbe incluso toda intervencin en la verdad de su destino, es decir en la voluntad de Dios sobre ella... Verdadero para ella es slo aquello que se asienta en el ahora del cumplimiento de la voluntad de Dios (1).

    2 Valor exacto de nuestra actividad. No todo el que

    dice: Seor, Seor!, entrar en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que est en los Cielos (2).

    Obras: he aqu un principio fundamental de la autntica cristiana. Obras, no slo palabras. Pero obras que sean el fruto maduro del cumplimiento de la voluntad de Dios a cada instante, porque Dios nos comunica a cada instante su voluntad sobre nosotros por medio de nuestros deberes, de nuestros sufrimientos, que mezcla en nuestra vida. Obras, repetimos, llenas de la voluntad de Dios; no simple accin exterior, movimiento y activismo. Por eso en el mundo de las autnticas realidades vale tanto una contrariedad, sufrida con paciencia, como la realizacin externa de una buena obra, porque tambin es obrar el sufrir y el sacrificarse y orar y ejercitar la paciencia.

    No es la materialidad externa de la obra lo que la mirada de Dios

    aprecia. Eso podr ser el fundamento para la apreciacin de los hombres, que no ven las cosas ms que al travs de los sentidos

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    externos, y se quedan, con frecuencia, en esa mirada sensible sin penetrar en la ntima esencia de las realidades. Dios prescinde en absoluto de eso, y ms que lo que la mano del hombre pone fuera de s como una especie de creacin, atiende al principio que en el espritu determin la realizacin de aquella obra. Es, en realidad, lo nico que puede interesarle en el hombre; para qu quiere El las obras que puedan realizar los mortales, si todas puede hacerlas El con un solo movimiento de su voluntad?

    En cambio, el amor del hombre no lo puede suplir aunque ponga en juego su omnipotencia. Por eso es lo nico que a Dios puede interesarle. Por eso tambin es lo que da valor a las obras humanas ante sus divinos ojos. Las ms pequeas, al parecer, son con frecuencia las que ms atraen las divinas complacencias, porque descubren en su fondo una mayor pureza de amor y de intencin.

    Esto era lo que tanto consolaba a Santa Teresita en medio de la impotencia en que se encontraba para realizar obras grandiosas y brillantes. Qu hubiera sido de ella, tan llena de grandes deseos, si no hubiera visto esa verdad teolgica como el gran remedio de pequeez fsica? Pero supo refugiarse en el amor, segura de que siendo grande en l, lo sera en todo, y all vio realizadas, con creces, todas las ansias de su espritu, fsica y humanamente irrealizables (3).

    3 Cmo estar seguros de que nuestra actividad es moderada? Sencillamente: 1 Si el momento presente es la revelacin de la voluntad de Dios para nosotros, ya tenemos marcada por el mismo Dios la obra a realizar; pero debemos tener en cuenta que lo que nos tiene que atraer al actuar, no es la

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    fidelidad a la obligacin, sino la fidelidad a la voluntad de Dios. O lo que es lo mismo: nuestro hacer del instante presente debe estar saturado de amor a la voluntad de Dios. 2 En nuestro hacer, tampoco debemos olvidar que hacer, sobre todo, es dejar hacer al Seor.

    Qu perfectamente han captado los santos la psicologa perenne del amor!... Profundizaron y hallaron que la vida se compone de momentos presentes, misteriosos ojos de un puente quebradizo que une las riberas del nacer y del morir. Y se decidieron: ...Santifiquemos el momento presente. Embebamos de amor cada instante actual. Hagamos de nuestra existencia un ahora continuado de amor a Dios. No se han preocupado del ayer ni del maana. El... ahora! ... Slo poseemos el presente. Por consiguiente, no te pierdas en la nostalgia de un pasado enredado o en el espejismo de un futuro irreal. Entrgate a realizar cada momento, lo mejor que puedas, en las condiciones que Dios te coloc... En saturar de amor cada ahora consiste nuestra santidad... Lo vas a olvidar? No s dnde he ledo: Deja el pasado a la misericordia de Dios. Deja el futuro a su Providencia. Deja el presente al Amor! (4).

    Hemos afirmado que en nuestro hacer, no debemos olvidar que hacer, sobre todo es dejar hacer al Seor. Una bella pgina de un autor, hoy en da muy desconocido, nos har ver que la disposicin ms perfecta que puede tener un alma ante el Seor es la de dejar hacer a Dios y querer todo lo que El quiere. Para explicar bien la perfeccin de la va de abandono, es menester antes demostrar que hay una va o manera de ir a Dios, que consiste singularmente en someterse a El, en permanecer abandonado a su voluntad y aceptar todo lo que El haga...

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    Es menester notar que esta va no es tan pasiva, que no sea aun bastante activa por nuestra parte, para que hagamos todo lo que sea de nuestra obligacin y de nuestra incumbencia; porque la voluntad de Dios, respecto a nosotros, es su primera causa; mas, como segunda, reclama nuestra cooperacin y aplicacin a nuestros deberes, pero sin precipitacin, sin ansiedad de espritu, sin afn ni zozobra para no quebrantar la santa indiferencia sobre el resultado, no queriendo sea otro, despus de poner todo lo que est de nuestra parte, que aquello que plazca a la divina voluntad.

    S, segn el Doctor Santo Toms, lo que se llama perfecto, no lo es verdaderamente en tanto que no l legue a su f in y se rena con su principio, la manera de ir a Dios, dejndole hacer y aceptando todo lo que haga, debe ser la ms perfecta, siendo la que nos une ms perfectamente, ms ntima e inseparablemente a Dios, que es nuestro principio y nuestro fin postrero.

    No hacindose la unin del alma con Dios en este mundo sino por conformidad de voluntades, se puede estar unido a Dios ms perfectamente que dejndole hacer, aceptando todo lo que disponga, y consintiendo amorosamente en todas las destrucciones que le plazca hacer en nosotros y de nosotros? Porque tener tales disposiciones, es querer todo lo que Dios quiere, es no querer sino lo El quiere, es querer nada ms que porque El lo quiere; esto es tener uniformidad con la voluntad de Dios, es estar transformado en la divina voluntad, es unirse a todo lo que hay de ms ntimo en Dios, es decir, a su divino corazn, a sus gustos, a sus decretos impenetrables, a sus juicios, que, aunque ocultos, son siempre equitativos y justos (5).

    No hay, indudablemente sino una manera de ser santo, y es seria. Pero ser, para nosotros, es dejar a Dios ser en nosotros todo lo que El es en s mismo y todo lo que quiere ser en nosotros, y dejarlo apropiarse de tal manera de todas nuestras fuerzas, que El pueda decir en nuestra v ida: Esto es Mi Cuerpo, esta es Mi sangre (6).

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    NOTAS

    (1) VON BALTHASAR (Hans Urs): Teresa de Lisieux. Historia de una Misin.

    (2) San Mateo, c. VII, v. 21. (3) DE JESS SACRAMENTADO (R. P. CRISGONO), Carmelita

    Descalzo: Enseanzas de Santa Teresita. (4) LPEZ ARRNIZ: Momentos. (5) PINY (ALEJANDRO), O. P.: El Cielo en la Tierra o la va

    interior ms perfecta. (6) ZUNDEL (MAURICE): El poema de la santa Liturgia.

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    Captulo 3

    NUESTRA ACTIVIDAD DEL

    MOMENTO PRESENTE DEBE SER

    CONFORME AL PLAN DE DIOS

    u sabemos nosotros del Plan divino? Conocemos una verdad muy importante y es que el momento presente es la revelacin de la voluntad de Dios para nosotros, y en l,

    est encerrada la gracia necesaria para santificarlo. Por tanto, limitar nuestra vida a santificar lo que Dios nos da que hacer o que sufrir a cada instante, equivale a decir: que nuestra actividad es conforme al Plan de Dios.

    Hay cristianos que no desconocen que Dios tiene un Plan de santificacin para cada una de las almas. Y, sin embargo, no se deciden a abrazar, sin reservas, el Plan divino sobre ellos, demorando su entrega total a la voluntad de Dios. Otros hay, por el contrario, que generosamente se olvidan de s mismos y se prohben toda intervencin en la voluntad de Dios sobre ellos. Esto quiere decir que ante el Plan de Dios sobre nuestra santificacin, se adoptan dos actitudes: la dilacin y la entrega total a la voluntad de Dios.

    1. Dilacin. La dilacin pide treguas al divino querer que, ahora, en el momento actual, nico instante que tenemos de vida, demanda que nos pongamos en actitud decidida de cumplir la voluntad de Dios, nica ley por la que ha de regirse nuestra actividad, si queremos que sea fecunda.

    La actitud de aplazar nuestra entrega total a la voluntad de Dios para cumplir el Plan que Dios nos seal para nuestra san-tificacin, no tiene ninguna razn verdadera en qu apoyarse. La dilacin dice el P. Colomer es vana quimera. Lo que en el fondo de esa dilacin hay, es una huida cobarde del deber sin el valor de confesrnosla... Dios sabe lo que pide. Si su peticin es ahora, y para en seguida, sera declararle desconocedor de la realidad y de nuestras fuerzas, ignorante y desatinado en lo que pide si nuestro aplazamiento fuera razonable. Quin sin blasfemia, puede

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    decir eso de Dios? La actitud espiritual de quien da largas a su entrega a Dios, no tiene defensa.

    Es, adems, actitud temeraria. Tres cosas ha dicho Bourdaloue se necesitan para la conversin: tiempo, voluntad y gracia. Ninguna de ellas la tenemos ms segura maana que hoy, en lo venidero que ahora (1).

    Tiempo. Contar con el tiempo para dilatar nuestra entrega a Dios, es absurdo. Para exhortarnos a vivir siempre prontos a presentarnos ante el tribunal del Seor nos dice Jesucristo en la Parbola de las diez vrgenes: Velad, pues, que no sabis el da ni la hora (2). La vida no es ms que una sucesin de momentos y no hay de real en ella sino este breve instante actual que sin cesar se desliza. Tan slo del presente vivimos y nuestra obligacin ha de ser el santificarlo; nada mejor podemos hacer para nuestra perfeccin y para la gloria de Dios (3).

    Voluntad. En lugar de dilatar la entrega, razonable sera que, al sentir dbil la voluntad para decidirse a cumplir el Plan de san-tificacin que Dios nos marc, rompiramos, de una vez, con las causas que originan esta cobarda, porque con el tiempo no se puede jugar. La vida es un instante.

    Las mltiples razones falsas que se alegan en defensa de esta cobarda, las ha resumido el P. Petitot en esta fina observacin: Cun ingrata y caprichosa es nuestra humana naturaleza viciada ya en su origen! Si la santidad se nos muestra bajo apariencias fciles y agradables, la desdeamos; si despus de serias reflexiones se nos aparece acabada en sus ms insignificantes detalles y trascendente, nos causa temor (4).

    Con singular grafismo, un autor ha trazado el retrato justo

    de esas almas de voluntad indecisa, cuando dice: No s qu

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    afn suicida tienen los hombres por huir de Dios, que an dirigindose a El, procuran no encontrarle en su camino (5).

    Y cmo le van a encontrar, si el Plan de Santificacin que Dios les ha trazado para su santificacin o lo desdean o les causa temor? Por eso, su vida se desliza de esta forma: dicen que estn resueltos a cumplir la voluntad de Dios; pero se reservan la eleccin de los actos y el t iempo que en el los han de emplear. Si llega la enfermedad, siempre la reciben mal, porque siempre llega a destiempo. Precisamente ahora que iba a empezar las obras para hacer un magnifico edif icio para la Accin Catl ica, caigo en cama sin poder moverme. Haba que contestar y para qu quiere Dios ese montn de ladrillos que no son ms que barro cocido?

    Gracia. Importa al hombre muy mucho ser fiel a la gracia, y ser cada da ms dcil a la gracia actual del momento presente, para responder al deber de este momento que nos manifiesta la voluntad de Dios en nosotros... La gracia actual nos es constantemente ofrecida para ayudarnos en el cumplimiento del deber de cada momento, algo as como el aire que entra incesantemente en nuestros pulmones para permitirnos reparar la sangre. Y as como tenemos que aspirar para introducir en los pulmones ese aire que renueva nuestra sangre, del mismo modo hemos de desear positivamente y con docilidad recibir la gracia que regenera nuestras energas espirituales, para caminar en busca de Dios.

    Quien no respira, acaba por morir de asfixia: quien no reciba con

    docilidad la gracia, terminar por morir de asfixia espiritual... Es Dios sin duda el que da el primer paso hacia nosotros con

    su gracia preveniente, y luego nos ayuda a prestarle nuestro

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    consentimiento; El nos acompaa en todos nuestros caminos y dificultades, hasta el momento de la muerte (6).

    Si la dilacin no puede alegar ninguna razn en su defensa, la entrega est cargada de razn hasta la evidencia. Adems, que slo en la entrega logra el hombre llenar sus ms grandes aspiraciones: la libertad y la felicidad.

    2. Entrega. Equivocadamente creen muchas almas que

    lo ms difcil en la vida cristiana es huir del mundo. Y no es esto cierto. Lo que hay de rudo en la doctrina de Jess, dice Karl Adam no es huir del mundo, ni de sus riquezas, ni de sus alegras. Lo rudo, lo heroico est en querer interiormente, honradamente, fuertemente lo que quiere Dios.

    Y tengamos muy en cuenta que la voluntad de Dios excluye todo otro camino de perfeccin, es la regla nica... Cuanto pudira-mos hacer, prescindiendo de ella, sera estril. Nuestra ocupacin debe consistir, pues, en enterarnos de esta divina Voluntad, en cumplirla fielmente, y no en trazarnos otra senda; todo cuanto hace el hombre, salindose de este camino, es act iv idad natural (7).

    Si la voluntad de Dios excluye todo otro camino de perfeccin y es la regla nica, sguese que la entrega a la divina voluntad, abraza todas nuestras obligaciones. S, las abraza todas, porque si es la regla nica, tambin es la obligacin nica. Esto explica la razn de que muchos santos nos hayan ma-nifestado con su vida que no tenan otro principio espiritual, que la santa voluntad de Dios.

    Entonces dir alguno: si nuestra actividad del momento presente debe ser conforme al Plan de Dios, para qu hacer un plan de vida? No solamente no es incompatible este plan nuestro con el de Dios, sino que su importancia es tal, que los escritores espirituales lo colocan entre los medios de perfeccin. Ahora bien, este plan nuestro debe estar subordinado al Plan de Dios y esta subordinacin es la que a los santos les haca verdaderamente libres y felices.

    Plan de vida. Debemos hacerlo de horas o de actos. Cada uno lo que mejor le convenga. Pero lo que nunca resulta bien, es hacer un plan de vida de horas y, despus, como ya pas la hora sealada para tal ocupacin, ese acto se suprima. Qu ms da hacer un acto un cuarto de hora antes que despus, cuando todo el da se est entregado a Dios viviendo del momento presente! Dios

  • 27

    no usa reloj; ni hace caso del que llevamos nosotros. Con mucha razn, Guerrero Zamora, le llamaba cariosamente el divino Impertinente.

    Hay das que parece que todos se han puesto de acuerdo para

    interrumpir nuestra tarea. Y al llegar la noche, exclamamos puerilmente: Hoy no hice nada de provecho. Pongamos algunos ejemplos: Si no me han l lamado hoy cincuenta veces al telfono. fal tar muy poco y qu pelmazos! No te alteres, ha sido el divino Impertinente el que ha llamado por telfono y lo calificas de pelma. Despus, una visita, la niera que tuve de pequeo, que, cuando llega a casa, no sabe marcharse. Es que te molesta que el divino Impertinente no acierte a marcharse de tu lado? Te quiere tanto! ... Ms tarde, el amigo, a quien estoy muy agradecido, que se empea en que vaya a dar un paseo con l. Hoy, precisamente, con lo que tengo que hacer, a descansar media tarde. Es el divino Impertinente, que quiere descansar en ti, no se merece un descanso el Seor que tanto padeci por ti?

    Para qu seguir con ms ejemplos? Ese plan de vida que tenias marcado para hoy, era el plan tuyo y el que te ha presentado el divino Impertinente era el Plan de Dios.

    Cuando comulgaste hoy, Jess vino a vivir Su vida en ti. No vino a vivir tu vida en ti. O es que ya no te acuerdas?

    Libertad. Ser libre es no slo un derecho del hombre, sino el ms grande de sus deberes, porque la libertad verdadera es el mayor bien de la vida (8).

    El Supremo Seor es Dios y, por consiguiente, no es el hombre dueo de s mismo, es otro; pero el dominio divino no se hace me-diante imposicin exterior, sino por una libre aceptacin de la

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    verdad de su doctrina en orden a su realizacin en nuestra vida; y como la posibil idad de apartarnos de ella existe siempre en nosotros, la aceptacin y por consiguiente la sumisin a la voluntad divina es un continuado acto de la libertad humana, por lo cual en todo momento el hombre es seor de s mismo ajustando su voluntad a la divina (9).

    Si la realizacin de nuestra libertad est en poner nuestra voluntad acorde con la voluntad divina, queda demostrado, que el mximo ejercicio de la libertad, se logra cuando nuestra actividad del momento presente es conforme al Plan de Dios.

    Felicidad. Que los santos sean los seres ms felices por su entrega total al cumplimiento de la voluntad de Dios, es consecuencia de haber logrado su libertad; porque la felicidad resulta del perfecto funcionamiento de todas sus actividades. Nadie pondr en duda que, si nuestra actividad del momento presente es conforme al Plan de Dios el funcionamiento de nuestra actividad es perfecto.

    Terminemos con un hermoso ejemplo de un vendedor de melcochas en el que aprenderemos a vivir, prct icamente, la entrega total a la voluntad de Dios, con slo santificar el momento presente.

    De uno de aquellos Padres del yermo me acuerdo dice Fr. Juan de los ngeles haber odo decir a mi maestro que, codicioso de saber a qu grado de perfeccin haba llegado en muchos aos que tena de soledad y qu hombre habra que se le pareciese en el aprovechamiento espiritual, oy una voz que le dijo: Sal de tu celda y mira bien a la persona que veas primero, que sa corre pareja cont igo en la virtud. Sal i al camino y levantndose una gran tempestad de aires, agua y granizo, se arrim a un rbol, y estando all pas un mozuelo desarrapado, cuyo oficio era vender melcochas, y vena tan contento y lleno de alegra, aunque el da era tan trabajoso, que puso en admiracin al solitario, y preguntndole que cmo vena as de alegre en tiempo tan riguroso. A lo cual respondi el melcocheruelo que no tena razn para hacer otra cosa, porque Nuestro Seor haca su santa voluntad, lo cual l solamente buscaba en todas las cosas. Y aadi que con ningn suceso se turbaba ni entristeca. Si llueve, me huelgo; si hace sol, tambin; si me vienen adversidades, no quepo de gozo, y si corre bonanza doy gracias a mi Se-or, porque conozco que se hace en todo su voluntad. Qued con esto el solitario confuso de verse comparado a un hombrecillo de tan poca cuenta, y cay en ella de que la perfeccin no est en mucho ayunar, ni abrirse la carne con azotes, ni en altas contemplaciones, sino en

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    ajustarse el alma con la voluntad de su Seor Dios, sin cuidado de otra cosa criada, y cuando sta se hiciere, estar muy contento (10).

    NOTAS

    (1) COLOMER (FR. LUIS), O. F. M.: Ejercicios Espirituales. (2) SAN MATEO, c. 25, v. 13. (3) SCHRIJVERS (P. JOS), C. SS. R.: La buena voluntad. (4) PETITTOT (P. H.), O. P.: Vida integral de Santa Teresita de

    Lisieux. Un renacimiento espiritual. (5) OSENDE (P. VICTORINO), O. P.: lbum de un alma. (6) GARRIGOU-LAGRANGE (R.), O. P.: Las tres edades de la vida

    interior. (7) SCHRIJVERS (P. Jos), C. SS. R.: Los principios de la vida

    espiritual. (8) ALVARADO (FR. ANTONIO DE): Arte de bien vivir.. (9) CANO (FR. MELCHOR), O. P.: La victoria de s mismo, c. XI,

    pg. 128. Madrid. (10) ANGELES (FR. JUAN DE LOS) O. P. M.: Conquista del Reino

    de Dios.

  • 30

    Captulo 4

    NUESTRA PERFECCIN PERSONAL

    DEPENDE DE LA EXACTITUD CON

    QUE EL ALMA CUMPLE LA VOLUNTAD

    DE DIOS EN EL MOMENTO PRESENTE

    oda santidad para cada uno depende del cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero aunque depende de eso, no consiste en eso, sino en la posesin de Dios por la

    caridad. Quiere esto decir sencillamente qu si quieres llegar a la unin con Dios debes, seguir el PLAN y accin de Dios, o sea cumplir su voluntad... Toda santidad depende del cumplimiento de la voluntad de Dios, y este cumplimiento es tambin el mayor efecto y manifestacin de la santidad (1).

    Mi vida no tiene de real ms que el momento presente; tengo que vivirla como el minutero de un reloj, de minuto en minuto. El minutero tiene que dar la vuelta a la esfera y excluye todo otro camino. La voluntad de Dios es tambin para mi el camino nico para lograr mi perfeccin personal, con exclusin de todo otro. Al reloj hay que darle cuerda para que el minutero ande, minuto a minuto, toda la esfera. Al alma le da el Seor la gracia actual para que viva, de minuto en minuto, la voluntad de Dios. El reloj es tanto ms perfecto cuanto con ms exactitud recorre el minutero la esfera, correspondiendo en cada minuto al espacio que ha de recorrer. Mi perfeccin personal depende de la exactitud con que cumplo la voluntad de Dios en cada instante.

    La perfeccin personal del individuo dice Su Santidad Pio XII se mide por el grado de amor, de caridad teolgica que se realiza en l. El criterio de la intensidad y la pureza de amor est, segn las palabras del Maestro, en el cumplimiento de la voluntad de Dios. De esta manera, el individuo est personalmente ante Dios de una manera tan-to ms perfecta cuanto ms exactamente cumpla la voluntad divina. En ello, poco importa el estado en que viva, ya sea laico, ya eclesistico, y para el sacerdote, ya sea secular, ya regular (2).

    T

  • 31

    La perfeccin personal, pues, depende de la exactitud con que el alma cumple, en el momento presente, la voluntad de Dios, v. gr., en la profesin que ejerce, con la enfermedad que le aqueja, en el estado en que vive: soltero, casado o religioso, con la salud que posee, etc.; etc.

    1. La perfeccin personal en los justos del Antiguo Testamento.

    Dios habla hoy da como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no se conocan en el mundo ni mtodos ni directores... No se ignoraba que cada instante traa consigo un deber que era preciso cumplir con fidelidad, y sta era toda la sabidura de los espirituales de aquella poca feliz. Fija su imaginacin en el deber de cada instante, se asemejaba a la aguja que marca las horas, correspondiendo en cada minuto al espacio que debe recorrer. Su espritu, dirigido sin cesar por impulso divino, se volva fcilmente hacia el nuevo objeto que Dios le presentaba en cada hora del da.

    Estos eran los ocultos resortes de la conducta de Mara, criatura la ms sencilla y la que ms que todos los santos y ngeles juntos se abandon al beneplcito divino. La magnfica respuesta que dio al ngel contentndose con aquellas breves pero sublimes palabras: Hgase en m segn tu palabra, expresa toda la mstica teologa de sus antepasados, y entonces como ahora, todo se reduca al ms puro y sencillo abandono del alma a la voluntad de Dios, bajo cualquier forma que se presentase (3).

    sta es la verdadera espiritualidad, y la propia de toda edad y de todo estado; por ella deben santificarse todas las almas no habiendo un medio ms seguro, ms alto, ms extraordinario y ms fcil al efecto que la prctica sencilla de cuanto Dios verdadero y Rey soberano de las almas las enva que hacer o que sufrir en cada instante (4).

  • 32

    Todos tenemos un Director principal, que es Dios, el cual se ha

    reservado sealarnos el camino para lograr nuestra perfeccin personal. El camino es siempre: hacer su voluntad en cada momento. Esto es lo que intentan hacer resaltar las palabras que preceden. No es cierto, que a una verdad tan importante se la concede, a veces, un lugar inferior y hasta se olvida? Dios, Director principal, es el nico que tiene derecho a sealarnos el camino para conseguir nuestra perfeccin personal, porque El es el Seor, El slo Santo; al director secundario corresponde ayudar al alma para que no se salga del camino, es decir, ha de limitarse a que el alma siga el Plan de santificacin que Dios la ha trazado para lograr su perfeccin personal. Es el ingeniero el que marca el camino de hierro por donde ha de deslizarse el tren hasta llegar a la estacin de trmino del viajero y el maquinista ha de concretar su misin a conducir para que el tren no se salga del camino que traz el ingeniero.

    2. La perfeccin personal segn Jesucristo. Resumimos en

    unas lneas, lo que en varias pginas expone, sobre este asunto, un autor: Nos imaginamos qu seria del mundo si cada uno siguiese siempre la invitacin del Espritu Santo, y pudiese decir en todo momento lo que deca San Pablo a los sacerdotes de feso: Llevado por el Espritu Santo yo me voy a Jerusaln?

    Qu mejor devocin a la Tercera Persona que sta! Devocin, no solamente afectiva y que se atestigua por impulsos y oraciones, sino efectiva, que se manifiesta por la sumisin a todo lo que Dios pide en el deber presente. Si de modo universal viniese a florecer sobre la tierra esta devocin de las devociones, veramos a todos los que el pecado atrae, rehusar el mal para obedecer a su conciencia.

    En Jesucristo, cul era la razn esencial de su venida a la tierra? Cumplir plenamente, en cada momento, para la gloria del Padre lo que le dictaba el Espritu Santo.

  • 33

    Es preciso que yo prolongue a Jesucristo. Lo comprendo bien: no se trata evidentemente de reproducir lo que constitua los rasgos particulares de su vida (haber nacido en un establo, vivir en un taller de un artesano, multiplicar los panes, caminar sobre el mar, etctera, etc.); lo que he de reproducir es la disposicin de alma esencial de Jesucristo en medio de todos esos episodios, para El transitorios, para m fuera de imitacin. Cul es esa disposicin? Como Jesucristo, Cabeza del Cuerpo Mstico, glorificar al Padre, yo, miembro de Cristo, por una entera fidelidad, al Espritu Santo en cada instante. Jesucristo ha vivido esto en su propia vida; yo debo vivir el mismo programa en mi vida. Jess cuida de seguir en cada momento la menor insinuacin de la voluntad del Padre. Si la Cabeza es as, as debern ser igualmente los miembros. Para Jesucristo una sola consigna: obedecer ple-namente al divino querer; sta era la razn esencial de su venida. Para m, una sola consigna: obedecer ple-namente la voluntad de Dios en el momento presente (5).

    3. La perfeccin personal, segn el Magisterio infalible de la Iglesia. Por si nos queda alguna duda de que la perfeccin personal depende de la exactitud, con que el alma cumple la voluntad de Dios en el momento presente, la Iglesia proclama ante el mundo, con su Magisterio infalible, esta verdad: La doctrina de la santificacin del momento presente por el cumplimiento del deber, ha sido enseada por los santos y autores ascticos y msticos, como el modo ms sencillo de santificarse y de llegar a la perfeccin por el cumplimiento de la voluntad de Dios. El Papa Po XI, en uno de los documentos preparatorios de la beatificacin del Venerable Garigoits y la Venerable Teresa del Nio Jess, aprovech la ocasin para proclamarla ante el mundo y con unas palabras muy solemnes, diciendo: Y cmo podremos santificarnos en todos los estados y condiciones de

  • 34

    vida? Podemos y debemos hacerlo, cumpliendo "fielmente" en todas las horas de nuestra existencia los deberes que el mismo Dios nos impone en aquella hora y en aquel momento. Esta respuesta del Venerable sigue diciendo el papa es ahora confirmada por el Magisterio infalible de la Iglesia (6).

    4. La perfeccin personal en la Santsima Virgen y en todos

    los Santos. Un insigne telogo, hablando del deber del momento presente, segn lo han entendido la Santsima Virgen y los Santos, afirma con precisin teolgica esta consoladora realidad: Tocante a nosotros, a nuestra vida individual, la expresin de la voluntad divina se encierra en el deber de cada momento, por insignificante que parezca. Mara vivi unida a Dios cumpliendo por momentos la voluntad divina manifestada en las obligaciones cotidianas de su vida, tan sencilla y vulgar en apariencia como a de las dems mujeres de su condicin. Los Santos vivieron entregados al cumplimiento de la voluntad de Dios tal cual se les mostraba por momentos, sin conturbarse por las contrariedades imprevistas. Su secreto consista en tratar de ser en todo instante lo que la accin divina quera hacer de ellos. En esta accin vean lo que haban de obrar y padecer, sus deberes y sus cruces. Estaban persuadidos de que el acontecimiento actual es un signo de la voluntad o de la permisin divina para bien de los que le buscan... As vivieron los Santos, no slo en circunstancias excepcionales, sino durante el curso normal de su existencia, sin perder, por decirlo as, la presencia de Dios (7).

    5. Una prctica provechosa. Algunas almas, dicen, que

    quieren vivir del momento presente; pero que se les olvida. Creo les resultara muy provechosa una prctica que aprend de un gran siervo de Dios, el dominico Fr. Enrique Mara-Rafael Meysson, el cual recitaba a cada hora del da un misterio del

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    Rosario y, despus, durante esa hora, viva el misterio: estudiando, comiendo, en la recreacin, etc. (8).

    Y qu tiene que ver el Rosario con la santificacin del momento presente? A ti te corresponde probarlo prcticamente y vers con qu facilidad santificas todos los minutos del da. A m me toca demostrarte la relacin que existe entre el Rosario y la santificacin del momento presente, con las siguientes razones:

    En los misterios del Rosario se aprende a conocer a Jess y Mara como son, como les hemos descrito en este captulo IV. Les vers en todos los misterios del Rosario, cumpliendo con exactitud la voluntad de Dios de momento en momento.

    Para cumplir bien nuestro deber, necesitamos en cada instante la gracia, aquella gracia que pedimos en el Ave Mara: Santa Mara, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, "ahora" y en la hora de nuestra muerte. Amn. Aqu solicitamos la gracia ms particular de todas, que cambia cada minuto, nos pone en condicin de cumplir nuestros deberes durante el da y nos hace ver la importancia aun de las cosas ms pequeas que dicen alguna relacin a la eternidad. Si al pronunciar este ahora estamos distrados, no lo est Mara que lo escucha. Ella acoge nuestra oracin y, como el aire oxigenado a nuestros pulmones, as nos viene la gracia necesaria en el instante actual para continuar orando, padeciendo y obrando (9).

    6 El crecimiento sobrena-

    tural exige a cada instante nue-vas energas, gracias siempre actuales sin las que nos veramos inmediatamente para-lizados. Nuestra Seora nos da estas gracias, todas las gracias que necesitamos, para todos los detalles de nuestra vida, para todas las dificultades, para todos los progresos posibles (10).

    La Virgen conoce tambin mi historia, mis flaquezas, mis peligros presentes y las gracias que necesito hoy, en el instante mismo, para perseverar. Asociada a la obra de la santificacin, le comunica Dios su pensamiento sobre todos los que han sido redimidos (11).

  • 36

    Es la Virgen la que ensea a Sor Josefa Menndez a no preocuparse ms que del momento presente. La Madre Sorazu asegura que le debe a la Santsima Virgen vivir la vida de momento en momento y que Ella fue su modelo en esto. Santa Teresita aprendi esta manera de obrar de la Santsima Virgen, pues la vida de la Madre de Dios es la fuente donde bebi su espiritualidad.

    Este puente de Teresa a la Madre de Dios, de fines del siglo XIX a primeros del siglo del Cristianismo, es tanto ms genial y audaz y ms mstico cuanto que en su Carmelo todas, hasta su hermana Paulina, difieren de su nocin de santidad... Teresa se planta en Nazaret sedienta de emular el camino que Dios seal a su Madre; camino que no sera, ciertamente, ni el ms largo, ni el menos elevado, ni el menos seguro. Silenciosamente, sin reprochar nada ni a nadie, se aleja instintivamente de su ambiente... (12).

    Has visto ya la relacin que existe entre el Rosario y la santificacin del momento presente? La Virgen nos ensea y tambin nos ayuda a nosotros a cumplir con exactitud la voluntad de Dios en cada momento, con lo que lograremos nuestra perfeccin personal. Mara acoge nuestra oracin las ciento cincuenta veces que pronunciamos en el Rosario el Ave Mara y nos viene la gracia necesaria en el instante actual para santificarlo.

    Si somos un Rosario viviente, cambiaremos la frase: soy incapaz de ceir mi vida al momento presente, por esta otra: soy incapaz de vivir fuera del momento presente.

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    NOTAS

    (1) OSENDE (P. VICTORINO), O. P.: ob. cit. (2) Po XII en su Nota del 13 de Julio de 1962. (3) AUSSADE (R. P. JUAN PEDRO), S. J.: El abandono

    de s mismo en la Providencia divina.. (4) Ib. (5) PLUS (RAL), S. J.: La fidelidad a la gracia. (6) SERRA BUIX (RVDO. EDUALDO), Pbro.: Instruc-

    ciones piadosas siguiendo el caminito de la infancia es-piritual.

    (7) GARRIGOU-LAGRANGE (P. RGINALD), O. P.: La Providencia y la confianza en Dios.

    (8) FERNNDEZ (FR. ENRIQUE), O. P.: Un gran siervo de Mara: Fr. Enrique Mara-Rafael Meysson, O. P., Dicono. En La Vida sobrenatural.

    (9) GARRIGOU-LAGRANGE (P. RGINALD), O. P.: obra cit.

    (10) BERNARDOT (P. M. V.), O. P.: La Virgen Mara en mi vida. (11) Ib. (12) BARRIOS MONEO, (P. ALBERTO), C. M. F., La

    espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux.

  • 38

    Captulo 5

    LA ACCIN NUESTRA EN EL

    MOMENTO PRESENTE

    irada nuestra perfeccin personal, desde el punto de vista prctico, podemos reducirla a estas dos cuestiones: 1.a, la vida ordinaria, y 2., variaciones en la vida ordinaria. Santificar, en

    cada instante, la vida ordinaria es la accin nuestra. Las variaciones en la vida ordinaria, que Dios nos presenta, de

    momento en momento, es la Accin de Dios. Ya s cul es mi accin en el instante presente: la vida

    ordinaria. Ya s tambin cmo se conoce en cada momento la Accin de Dios en mi vida ordinaria: por los acontecimientos interiores y exteriores que la hacen variar, no de manera fija, sino tan slo accidental.

    La vida ordinaria es sencillamente: el cumplimiento de los deberes, en el estado de vida en que me encuentro. Ahora bien, los deberes de estado me especifican cmo debo guardar los Mandamientos de la Ley de Dios, los de la Iglesia, los consejos evanglicos y las rdenes de mis superiores. Y no est ah manifiesta la voluntad de Dios? La tradicin llama a esto: Voluntad divina significada.

    Las variaciones que acontecen en la vida ordinaria de cada uno, son siempre seales evidentes de una voluntad de Dios, que El nos presenta para que la aceptemos y cumplamos. A esta voluntad se la denomina: Voluntad divina de beneplcito.

    Qu tengo que buscar fuera de esto para santificarme? No est ah toda la voluntad de Dios? A Dios no se le puede encontrar ms que all donde est su voluntad.

    Pero su voluntad est nicamente en la obligacin del momento presente. No puede ser de otra manera, si tenemos en cuenta que los hombres no poseemos la vida toda a la vez, ni aun el da. La vida la vivimos sucesivamente de instante en instante.

    Esto nos indica que debemos estudiar: 1., la accin nuestra en la vida ordinaria; 2., la accin nuestra ha de ser vivida de momento en momento.

    M

  • 39

    1. La "accin nuestra" en la vida ordinaria. Ante este enunciado podramos clasificar a las almas en dos grupos, segn practican y entienden la vida ordinaria. a) En el primer grupo existe una multitud de almas que son piadosas, comulgan todos los das, etc., las cuales de los actos de vida ordinaria, hacen dos apartados: los actos piadosos y los actos no piadosos. No encuentran a Dios ms que en los actos piadosos. Si las preguntis a estas almas, dnde se encuentra a Dios? Os contestan: en los actos piadosos. Hay que decirlas que no. Que a Dios slo se le encuentra all donde est su voluntad, sea el acto piadoso o no lo sea.

    Cualquiera que sea la ocupacin que Dios erija de mi, cualquiera que sea la clase de trabajo a que su voluntad me llame, aunque fuera la ocupacin ms vulgar y el trabajo ms grosero, Dios est all porque all est su voluntad; est all mismo, transparentndose detrs de ese ligero velo. El alma de vista torpe no lo ve; slo percibe el velo de la obligacin material que la tiene ocupada y en el cual detiene sus miradas; y cuando siente deseos de encontrar a Dios se vuelve hacia otro lado para ver si lo encuentra en los ejercicios de devocin, y aqu no lo encuentra porque no est aqu su voluntad: su voluntad est nicamente en la obligacin del momento (1).

    En mala hora aprendieron tantas almas el adagio cada cosa

    a su tiempo. Es el distingo esteri l izador bajo el cual viven y actan; tiempo de iglesia y tiempo de trabajo; tiempo de oracin y tiempo de diversin; tiempo para Dios y tiempo para el mundo. Como si Dios no fuera el Seor del tiempo y del espacio...! Orar no debera ser slo levantar el corazn a Dios, sino tambin bajarlo in-mediatamente a lo ordinario de nuestra existencia, cargado de fe, de visiones celestiales, para impregnarla de lo divino (2).

  • 40

    El mal de estas almas est en que se contentan con orar en la vida y no se dan cuenta que debemos orar la vida, porque ese instante que ahora est transcurriendo, nico que poseemos de vida, es de Dios y se nos da para que lo empleemos en adorarle como sea, como podamos o como sepamos, esta es la verdad. Y para que no podamos excusarnos de esta obligacin de adorar al Seor "ahora", recordemos que tambin es verdad que Dios nos da la gracia necesaria para santificar slo ese momento. Cualquier cosa que Dios nos d que hacer o que sufrir en ese instante, es igual, es un trozo de vida, y esto es suficiente para convertirlo en un acto de adoracin, porque ese trozo de vida es de El y para adorarle nos lo ha dado.

    Adorar al Seor ahora! Dichoso el que siente esa necesidad, porque la adoracin es verdadera oracin. Errneamente pensara-mos, si creyramos que la oracin slo sirve de puro medio para pedir cosas.

    El hombre moderno debe hacerse capaz de un dilogo

    humilde y noble con Dios. Con una caracterstica que dar originalidad al espritu religioso moderno. Ayer la religin estaba junto al trabajo; ste era profano, aqulla sagrada; se parta el tiempo. El ritmo de la jornada alternaba las horas y los das de oracin. Ora et labora = Ora y trabaja. Un espritu nuevo asociar los dos momentos cuando del mismo mundo del trabajo, de la naturaleza, de la ciencia, brote un estmulo hacia la suprema investigacin, hacia el mximo descubrimiento: la necesidad de la adoracin. La materia, sometida por la ciencia y tcnica, se har difana y dejar entrever el Verbo del que manan su existencia, su potencia, su belleza (3).

  • 41

    Un telogo contemporneo se lamenta de que no se ora la vida, diciendo: uno de los perniciosos errores cometidos por cierto nmero de almas, es el de creer que pueden, gracias a un sabio procedimiento, hacer bien media hora de meditacin u oracin, aunque hyanse ocupado el resto del da en mltiples ocupaciones sin acordarse para nada de Dios y permaneciendo alejadas de El. Realmente vemos en la prctica a las almas que as se exteriorizan, ser incapaces de cumplir con su oracin mental, y acabar por abandonarla. Aunque de una manera aparentemente paradjica, se puede asegurar que virtualmente se har oracin todo el da, o no se har ni poco ni mucho (4).

    Si el cumplimiento de la voluntad de Dios la vida ordinaria no tiene eficacia para santificar a un alma, entonces en qu consiste ser santo?

    Nadie puede eximirse de la vida ordinaria. Todas las formas y maneras de vivir y servir a Dios estn montadas sobre la trama de una vida ordinaria, que es absolutamente ineludible: es esta vida humana comn a todos. Hasta el hombre ms extraordinario en hechos, milagros, talento, bondad, de mayor sacrificio y caridad divina, debe necesariamente hacer el curso de la vida ordinaria lo mismo que el hombre ms vulgar y que nunca ha sobresalido en nada. Todos han de trabajar (cada uno en sus ocupaciones y deberes contrados), han de descansar, dormir, comer, rezar, sufrir, soportar las alternativas del tiem-po, de la salud, del trabajo, mantener siempre la relacin de caridad con el prjimo, y luchar contra los enemigos de su alma...

    Siendo, pues, as: si todos hemos de vivir esta parte ordinaria y comn de la vida humana, es evidente que hemos de encontrar en ella nuestra santificacin y perfeccin espiritual (5).

    Los santos lo santifican todo. El modelo... la familia de Nazaret, es decir, la vida ms divina bajo las apariencias ms ordinarias. Esta fue en la tierra la santidad de un Dios (6).

    b) Al segundo grupo pertenecen las almas que aprecian en su justo valor la vida ordinaria para las que el cumplimiento de los de-beres del propio estado son materia de santidad. Les basta aceptar en cada instante la tarea sealada por Dios y hacerla por amor.

    Es la santidad que tanto inculcaba a San Juan Berchmans su madre, cuando muchas yaces le deca: el mejor camino para llegar a la santidad es el amor de Dios y el fiel cumplimiento de los deberes (7).

    En repetidas ocasiones hemos odo el caso ocurrido en aquella recreacin en la que participaba San Juan Berchmans; pero en el que quizs, no hemos reflexionado bastante.

  • 42

    Cuando ms entusiasmado jugaba aquel grupo de muchachos, se presenta el Superior del Colegio en medio de ellos y va preguntando a uno por uno: si supieras que ibas a morir dentro de breves momentos, t qu haras? El primero responde: yo me retirara a hacer un acto de perfecta contricin. El segundo no menos preocupado, contesta: yo ira a la Capilla a hacer oracin. Y t, Juan Berchmans, qu haras? Yo?, seguir jugando.

    Seguir jugando! Un telogo no hubiera podido responder

    mejor y un santo tampoco. Seguir jugando! Era la ocupacin del momento presente, donde est nicamente la voluntad de Dios.

    Seguir jugando! Naturalmente que s. Es que puede haber mejor preparacin para morir, que estar cumpliendo la voluntad de Dios?

    Seguir jugando! Hay muerte ms perfecta que la de aqul que exhala su ltimo suspiro diciendo de palabra o por obra Hgase tu Voluntad? Dichosos de nosotros si, a la hora de la muerte, no tenemos necesidad, como San Juan Berchmans, de cambiar ni de ocupacin ni de afectos.

    2. La "accin nuestra" ha de ser vivida de momento en

    momento. Qu es el momento presente? El momento presente, que constituye la realidad del tiempo, es un

    instante que huye entre lo pasado y lo futuro, "nunc fluens", como dice Santo Toms, un instante que huye, como el agua del ro... (8).

    Ac en la tierra no poseemos los hombres la vida toda a la vez; en la infancia no tenemos el vigor de la juventud ni la experiencia de la edad madura; y en la edad madura falta el candor de la infancia y la prontitud de la juventud. Pero no es mucho no poseer la vida toda a la vez, cuando ni siquiera el ao lo vivimos

  • 43

    todo simultneamente, pues tiene sus estaciones variadas; no tenemos en invierno lo que nos sobra en verano. Tampoco poseemos la semana toda a la vez, ni aun el da; nuestra vida se desparrama en cierto modo; hay en ella horas de oracin, horas de trabajo, horas de descanso y esparcimiento. Lejos de poseer nuestra vida toda a la vez, la vivimos sucesivamente, como omos sucesivamente las notas de una meloda (9).

    Segn esto la accin nuestra se limita al momento presente y el no contentarse, el no contenerse, para no salirse de esta reali-dad, es agitarse en vano.

    Cmo se vive prct icamente la "accin nuestra" en el momento presente?

    Sern muy provechosas las siguientes reglas: 1.) Solicitud tranquila. Toda nuestra solicitud, si nos es

    permitido tener alguna, ha de consistir en hacer, con toda la perfeccin que podamos, el deber del instante actual. Estemos seguros que si hay alguna solicitud tranquila, razonable y seria es la del momento presente (10).

    2.a) No ser esclavo de la ocupacin presente porque sta no es fin, sino medio. La ordinaria nos va presentando, sucesivamente, una obligacin que cumplir y es preciso actuar con fidelidad. Pero mi fin no es ajustarme a la obligacin, sino ajustarme a Dios por la obligacin, la cual no es ms que un medio. Y lo que tiene que atraer al actuar, no es la fidelidad a la obligacin, sino fidelidad a la voluntad de Dios, porque hasta las obligaciones ms pequeas la contienen toda entera. El que obre de esta forma, sin gran esfuerzo, llevar todo el da la presencia de Dios por las obras. Sor Genoveva dice de su hermana Santa Teresita: Trataba ella de combatir en m el demasiado celo por los asuntos, el deseo de hacer demasiado bien las cosas, la viva pena que senta cuando no las haba logrado hacer a mi gusto, en una palabra, el trfago que me impona en el obrar: No habis venido aqu, me deca, para trabajar a destajo. No se ha de trabajar tampoco para lograr xitos... le una vez que los Israelitas levantaron los muros de Jerusaln trabajando con una mano y sosteniendo la espada con la otra (Esdras, II, 4, 11). Esa es la imagen de lo que nosotros debemos hacer: no trabajar ms que con una mano, en efecto, y con la otra defender nuestra alma de la disipacin que la impide unirse con Dios... Quera que pusisemos entusiasmo en nuestro trabajo; ni demasiado, como para impedirnos guardar la presencia de Dios, ni demasiado poco, lo cual pone obstculo a esa misma presencia (11).

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    3.a) Ni demasiado celo, ni indolencia. El alma que vive del

    momento presente emprende el t rabajo sin pasin, cont inalo con indiferencia, cual si fuera un pasatiempo que la asigna Jess mientras espera su llegada, y lo acaba sin apresuramiento, pues, tras de ste, sabe que vendr otro. Para calmar su impaciente actividad repite a menudo: mientras desem-pee este cargo, no debo desempear otro, ni mientras est en este lugar por voluntad de Dios estoy obligada a hallarme en otro.

    As, en plena posesin de s misma, dedicase a sus diferentes ocupaciones sucesivamente y con corazn desprendido. Esta libertad interior la permite emprenderlo todo con generosidad y atencin sostenida, sin cansando ni precipitacin, sin abandono y sin lentitud.

    Los hombres ms activos son los que menos lo parecen. Los apresurados, los abrumadas de ocupaciones, casi nunca hacen nada de provecho; empiezan pero no acaban, y despus de su trabajo tienen turbado el corazn y el espritu preocupado e incapaz de pensar en Dios (12).

    Conclusin: Importancia de la santif icacin del momento presente. Hemos visto: 1., lo que es la accin nuestra; 2., cmo la accin nuestra se limita al momento presente; 3. hemos estudiado cmo se vive prcticamente.

    Slo nos resta encarecer, con el ejemplo del buen Ladrn, la importancia que tiene nosotros santificar la accin nuestra de cada instante.

    Imitemos en esto al buen Ladrn, que estando ya para morir, no mir a su vida pasada ms que para apartar con dolor sus ojos de ella; ni mir a su futuro, que no tena; sino que abraz de todo corazn su dolorossimo momento presente en satisfaccin de sus pecados. Y, respondiendo a las invitaciones de la gracia actual, pidi humildemente a Jess que se acordara de l cuando estuviere en su Reino. Y esto bast para justificarlo y abrirle las puertas del Cielo el mismo da que expir. Oh si nosotros santificramos as

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    nuestro momento presente! Cuntas gracias y tesoros y qu grado de santidad alcanzaramos! (13).

    Hagmonos impotentes voluntarios para que no podamos vivir fuera del momento presente.

    NOTAS

    (1) TISSOT (P. JOS): La vida interior. (2) LPEZ ARRONIZ, ob. cit. (3) MONTINI, (JUAN BATTITSTA) en Pablo VI Pontfice Romano,

    de JOS MARA JAVIERRE. (4) PETITOT (P. H.), O. P.: ob. cit. (5) SERRA BUIX, (HNO. EUDALDO), ob. cit. (6) PHILIPON, (M. M.), O. P. ob. cit. (7) HUNERMAN (WILHELM): El Coro de los Santos. (8) GARRIGOU-LAGRANGE (P. RGINALD), O. P., ob. cit. (9) lb. (10) TISSOT, (P. JOS), ob. cit. (11) DE LA SANTA FAZ, (SOR GRNOVEVA), Consejos y Recuerdos. (12) SCHRIJVERS, (R. P. JOS), C. SS R., El don de s. (13) OSENDE, (P. ViCTORINO), O. P. Contemplata, momentos msticos.

    Captulo 6

    LA ACCIN DE DIOS EN EL

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    MOMENTO PRESENTE

    a accin nuestra consiste en cumplir, en el momento presente, los deberes del estado de vida en que nos encontramos. Es la VOLUNTAD MANIFESTA DE DIOS, que se

    dirige a todos los hombres en general, como ocurre, v. gr., con los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, o a categoras enteras de hombres, como a los sacerdotes, a los casados, etc. En estas obligaciones del propio estado ve cada uno lo que Dios, en cada ins-tante, quiere personalmente de l (1).

    Pero hay una Providencia divina que se oculta en los acontecimientos exteriores e interiores que hacen variar la accin nuestra. Estas variaciones son siempre seales evidentes de una voluntad de Dios, que El nos presenta para que la aceptemos y la cumplamos: es la VOLUNTAD DE BENEPLCITO DE DIOS, que se dirige a cada persona en particular, es la Accin de Dios, es lo que Dios hace, a cada instante, por cada uno de nosotros para nuestra santificacin.

    Nuestra gran enfermedad es querer santificarnos a nuestro modo. Un hermano Capuchino sola decir: Todos somos santos a nuestro modo; pero el modo no se puede tocar, porque entonces lo estropeamos todo.

    Qu manera tan delicada de delatar esa grave enfermedad que consiste en querer santificarse cada uno segn le place! Y, sin em-bargo, slo hay un modo de santificarse: hacer la voluntad de Dios en el momento presente.

    Si no nos santificamos, es porque miramos todas las cosas de una manera horizontal, y, claro est., de esta forma no vemos ms que las apariencias exteriores que nos engaan.

    Pero si viramos verticalmente esas continuas variantes que nos suceden a cada momento, comprenderamos que su origen es Dios, que las criaturas todas son instrumentos de Dios, y que Dios obra por medio de ellas. Al mirar los acontecimientos interiores y exteriores horizontalmente, y no en su origen, todo nos parece incoherente, sin sentido, y protestamos de la circunstancia que se presenta inesperada, y juzgamos ridculo que sirva para santificarse el pequeo servicio que prestamos al pblico, y nos resulta pueril que la limpieza que estamos haciendo en la habitacin de

    L

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    estar, sea santificadora, y acabamos por querer santificarnos a nuestro modo, desentendindonos de la Accin de Dios en el momento presente, que es la nica que hace de nosotros un santo.

    Mientras no veamos el origen divino en todas las circunstancias, que cambian continuamente, no veremos tampoco el sentido divino de todas las cosas.

    Slo lograremos la intranquil idad y no daremos capaces de santificar el momento presente.

    Y, sin embargo, debo aspirar a conseguirlo, porque Dios obra en m sin interrupcin. Por tanto, para que la Accin divina no quede, por mi parte, sin correspondencia, necesito tres cosas: 1., serenidad para agotar conscientemente el momento actual; 2. poseer la ciencia de la propia nada, y 3., sumisin a cada instante, a la Accin de Dios, porque El es mi Creador, mi Conservador y Santificador.

    1 . Serenidad para agotar consc ientemente el momento

    actual. Una de las consecuencias de la serenidad, dice un escritor, es el apacible empleo del momento presente, al que debemos aplicar nuestras potencias sin dejarnos influir por la anticipacin del momento futuro. Esto lt imo hace que no se obtenga el fruto debido ni del uno ni del otro. Ver pasar la vida sin empujarla, dndose cuenta de lo que vale y significa el minuto en que an la poseemos, sin tener prisa de que ese mi-nuto se acabe para dar lu-gar al siguiente, que nos imaginamos de un modo y puede ser de otro, es el se-creto de acabar con euforias y con neurosis que tienen su origen en la imaginacin... Hartos azares hay que sopor-tar en la vida para nosotros echemos de nuestra parte el veneno de una intranqui-lidad que nos priva de agotar hasta el fin toda la intensidad profunda del momento que pasa (2).

    2. Poseer la ciencia de la propia nada. Santa Teresita

    aprendi a conocerse, a desconfiar de s misma, a sentirse

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    impotente en el mundo psicolgico tal como ya se haba sentido impotente en el plan de las realizaciones materiales. Y tambin aqu ha conocido la verdadera grandeza, la verdadera santidad, la nica que cuenta a los ojos del Seor: aprender a resignarse, a aceptar y a soportarse.

    Ser malvado, ser cruel y egosta, sentirse incurablemente malo es, sin duda alguna un dolor infinito. Pero no es nada an. El gran pecado, el nico, es ocultrselo a s mismo. Es mentirse a s mismo. Confesarse malvado y ofrecer a Dios nuestra impotencia, nuestra insignificancia, es suficiente para hacer de cada uno de nosotros un santo.

    Lo esencial, segn todos los sabios, todos los filsofos, todos los santos, es conocerse uno mismo (3).

    No se aprende a aceptar con sumisin, en todo momento, la Accin de Dios, a soportar nuestra impotencia y a ofrecrsela a Dios, mientras no se est convencido de la propia nada.

    Por eso San Francisco de Borja pasaba tres horas cada da absorto y sin distraerse en la contemplacin de su propia nada. Es fcil concebir cmo empleaba la duracin de ciento ochenta minutos en considerar esa nica y trivial verdad?

    Todos los santos pedan al Seor la ciencia de la propia nada y Dios la concede, como vemos, por ejemplo, en la vida del santo Prroco de Ars: Hija ma, deca a una de sus penitentes, no pida usted a Dios el conocimiento total de su miseria. Yo lo ped una vez y lo alcanc. Si Dios no me hubiese sostenido hubiera cado al instante en la desespe-racin. Semejante confidencia hizo al Hermano Atanasio: Qued tan espantado al conocer mi miseria, aada, que enseguida ped la gracia de olvidarme de ella. Dios me escuch, pero me dej la suficiente luz sobre mi nada, para que entienda que no soy capaz de cosa alguna (4).

    Qu nos dicen estos episodios, tomados del Proceso de Canonizacin del Santo Prroco de Ars? Que la ciencia de la propia nada es necesario pedirla al Seor, porque es un don de Dios y no son suficientes nuestros esfuerzos para lograrla, ni se aprende en los libros. Los grandes doctores mismos adquieren esta ciencia divina ms por la oracin que por los libros. Su biblioteca principal es el Espritu Santo (5).

    Nadie duda que San Juan Maria Bautista Vianney era humilde, sin embargo, le fue preciso pedir la ciencia de la propia nada para obtenerla en el grado que se necesita para ser fiel a la gracia de cada instante y vivir en perfecta sumisin a la Accin de Dios en cada momento. Es un don tan necesario, tan grande y tan

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    estimado de los santos, que Santa Teresita deca de si misma: Prefiero convenir con sencillez en que el Todopoderoso ha obrado grandes cosas en el alma de la h i ja de su d iv ina Madre; y la ms grande de todas es precisamente la de haberle dado a conocer su pequeez y su impotencia (6).

    3. Sumisin, a cada instante, a la Accin de Dios , porque El

    es mi Creador, mi Conservador y mi Santificador. T, que tantas veces, te has propuesto planes diversos de

    santificacin, que has barajado mtodos para ver con cul te iba mejor, que has buscado modelos y todos los has abandonado, porque no se te acomodaban, has pensado alguna vez en las consecuencias y las realidades que se siguen para ti de que Dios sea tu Creador, tu Conservador y tu Santificador? Creo que no, si todava sigues pretendiendo llegar a ser perfecto, segn tu modo de ver la santidad, porque la perfeccin en nosotros, slo se puede dar de una manera, segn la Accin de Dios.

    a) Dios es tu Creador. Si para comenzar a existir, hubiera sido menester que lo

    quisieras t, cundo hubieras podido quererlo? Seguiras nada, porque la nada no es capaz de querer, ni de pensar en ser algo. Dios es tu Creador.

    Ahora eres, ahora piensas, ahora quieres. Quin te ha dado el pensar, la libertad, los ojos, los odos?, tus padres? S; pero como meros instrumentos.

    Quizs me digas: el autor de mi ser es la naturaleza. Pero, qu es la naturaleza? Otro NOMBRE de Dios. Pon el nombre que quieras, te ha hecho Dios. Dios te ha dado totalmente el ser que tienes. T sin Dios no puede empezar a ser, ni durar un instante en el ser, ni tienes el ms mnimo elemento del ser.

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    b) Tu ser es conservado por Dios en el momento presente. T eres nada; fue necesaria toda la omnipotencia de Dios para

    sacarte de tu nada y empezar a ser algo. Nada eras antes y por ti mismo tan nada eres ahora como antes. Sigue siendo necesaria toda la omnipotencia de Dios para que no te vuelvas a tu nada, para que puedas querer algo, pensar algo

    Tengo que hacer calar hasta la entraa la conviccin de lo colgado que estoy de Dios y de su Accin inmediata en todo lugar, en todo momento, hasta para la ms mnima actividad y para el fruto ms pequeo de mi actividad. Dios est siempre conservndome y yo colgado de Dios en todo momento, en todo lugar, en todo mi ser, en todo mi obrar; pendiendo para el menor pensamiento el menor deseo. Todas mis potencias necesitadas de Dios para cada acto. Mi ser natural: el que ahora tengo, lo he recibido totalmente de Dios, es sustentado por Dios, es conserva-do a cada instante.

    c) Dios Santificador nos da la gracia que necesitamos a cada momento.

    Mi ser sobrenatural de la gracia: lo he recibido de Dios totalmente. Dios dndome el ser sobrenatural de la gracia, aadido li-beralmente a mi naturaleza humana, y yo pendiente de Dios en este don de su amor, que es vida de mi alma, y en las virtudes y dones que son sus potencias.

    Ya tienes la gracia santificante, es decir, ya tienes vida sobrenatural, pero cmo podr producirse la actividad de esta vida? Cul ser su primer motor? Ser Dios mismo, y no puede ser otro que El... Esta iniciativa divina tiene el nombre de gracia actual, es decir, gracia que hace obrar. Ella, en efecto, hace obrar

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    iluminando nuestra inteligencia y suscitando un impulso en nuestra voluntad... Notad que si nosotros somos esencialmente incapaces de comenzar solos el menor acto sobrenatural, lo somos igualmente de continuarlo. La gracia debe, pues, acompaar al acto durante toda su marcha y sostenerlo hasta el fin.

    Un velero est pronto a partir. Su quilla alargada parece lanzarse ya hacia el mar que despliega ante la proa su inmensidad. Las velas estn aparejadas, los marineros en sus puestos... Nada se mueve... Mas, he aqu que un estremecimiento se deja sentir a travs de los mstiles y los cordajes, se ha levantado el viento potente: las velas se hinchan, y la masa, hasta hace unos instantes inmvil, se mueve lentamente primero, y pronto toma un empuje redoblado.

    Tal es la Accin de Dios por la gracia actual. Sin ella el

    santo ms rico en gracia santificante queda incapaz del menor acto sobrenatural... (7).

    Si a ejemplo de los santos supiramos apreciar como es justo los momentos de nuestra existencia, echaramos de ver que en cada uno de ellos se encierra, no slo un deber que cumplir, mas tambin una gracia que nos ayuda a ser fieles al deber. Apreciemos la riqueza espiritual del momento actual. A medida que se nos ofrecen nuevas circunstancias acompaadas de nuevas obligaciones, se nos brindan tambin nuevas gracias actuales para sacar de dichas circunstancias el mayor provecho posible. Sobre la serie de hechos externos de nuestra vida corre paralelamente la serie de las gracias actuales prometidas, como el aire llega en ondas a nuestros pulmones para que podamos respirar.

    La serie de estas gracias actuales, provechosamente recibidas por cada uno de nosotros, const i tuye la historia part icular de nuestra alma, tal como en Dios est escrita en el l ibro de la vida, tal como la veremos algn da (8).

    Si la historia de los santos, estuviera escrita relatando en ella la serie de las gracias actuales, por ellos provechosamente recibidas

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    por haber seguido, a cada instante, la Accin de Dios, poseeramos los hombres la vida exacta de cada uno de los santos tal como en Dios est escrita en el libro de la vida.

    Esta conviccin de mi absoluta dependencia de Dios, de SU ACCIN inmediata en todo lugar y en todo momento, hasta para la ms mnima actividad, lo mismo en el orden natural que en el sobrenatural, me har ver claramente la injusticia y necedad ma al querer santificarme a mi modo, segn mi gusto, mi conveniencia y mi capricho y no segn la Accin de Dios.

    NOTAS

    (1) BAUR, (BENITO), O. S. B., En la intimidad con Dios. (2) GONZLEZ RUIZ, (NICOLS).Diario YA de 12 Febrero de

    1961, en la seccin Temas de actualidad. (3) VAN DER MEERSCH, (MAXENCE): Obras completas: santa

    Teresita de Lisieux. (4) TROCHU, (DR. FRANCISCO), Pbro.: Vida del Cura de Ars. (5) PHILIPON, (M.), O. P. La Trinidad en mi vida. (6) SANTA TERESITA DEL NIO JESS, Obras completas. (7) BEAUDENOM: Las fuentes de la piedad. (8) GARRIGOU-LAGRANGE (P. RGINALD), O. P., obra cit.

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    Captulo 7

    TEOLOGA DEL MOMENTO

    PRESENTE

    mpecemos por advertir, para evitar confusiones, que una cosa es la Filosofa del momento presente y otra la Teologa. La Filo-sofa del momento presente, es un gran don en el orden natural

    que poseen raras personas. Es esa gran capacidad de concentrarse en el acto que se est realizando en el momento, dedicando todas las energas a l, sin pensar en nada ms, pasando despus al siguiente acto sin esfuerzo.

    William E. Barrett en su obra La mano izquierda de Dios hace vivir al hroe de su novela, Jim Carmody, la Filosofa del momento presente. Un da, pilotaba Carmody un aparato, se le par un motor y se estrell entre las montaas de China. Cuando le encontraron gravemente herido, le preguntaron por el accidente y l contest: que ya no pensaba en eso, porque el pasado era como un manjar que ya se haba comido; el futuro es arroz sin cosechar an; el hombre sabio vive en el presente. Otro da le dijeron qu es lo que nos queda por hacer? Y respondi: Nunca pienso en ello. Solamente tengo tiempo para lo que se ofrece de momento.

    E

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    El que haya ledo con atencin los captulos precedentes, sin gran esfuerzo, habr llegado a la conclusin de que hay una Teologa del momento presente.

    Juzgo que es difcil hablar con propiedad; pero hemos de procurarlo, porque, a veces, hacemos dao. Con gran pena me deca un sacerdote: Fjese que en los ejercicios espirituales nos han dicho que el mtodo de la santificacin del momento presente, no conviene a todas las almas.

    Y le contest: La culpa no la t iene el que os dijo este error, sino los que escribimos, por no hablar con propiedad.

    La doctrina de la santif icacin del momento presente, propiamente hablando, no es ningn mtodo, es una doctrina, tomada de la Teologa Dogmtica, es sencillamente: los tratados de DIOS UNO, de la TRINIDAD, de DIOS CREADOR y DIOS SANTIFICADOR, vividos por el hombre.

    Desde luego, si esta doctrina fuese un mtodo, estamos de acuerdo en que no convendra a todas las almas, porque los mtodos son para las almas, no son las almas para los mtodos; pero la santificacin del momento presente consiste en la sumisin del hombre a la Accin de Dios que obra, a cada instante, en nosotros; y la Accin de Dios no puede ser encerrada en un mtodo. Dios no necesita de mtodos, porque su Accin divina hace santos, sin repetirse.

    Cul es la idea fundamental de la Teologa del momento presente, alrededor de la cual giran todas las dems? Es esta: Dios dirige al alma en el momento presente con su Accin divina.

    Toda alma suele pasar por tres etapas: 1, la de imitacin algo servil de los Santos. 2, la de tanteo en que busca, como un explorador, su camino. 3a, el perodo de creacin personal.

    Creo que el alma encuentra su camino y entra, por tanto, en

    el perodo de creacin personal, el da que se persuade de que

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    Dios es su Director. Esa persuasin no se apodera del alma, mientras no siente la necesidad de la gracia a cada instante. Y no siente esa necesidad, sino en la medida en que va calando en ella la conviccin de su impotencia para todo, en todo momento.

    Dichoso el da en que el alma se da cuenta que necesita que Dios la diri ja, a cada instante, con su Accin divina!, dichoso da y dichosa el alma, porque en esta fecha ha descubierto las bases de la unin transformativa o matrimonio espiritual, que son: la MISERICORDIA INFINITA DE DIOS y nuestra NADA.

    El 25 de Marzo, deca Mons. Martnez, recib una gracia de unin (la unin transformativa), y desde entonces pienso que Jess no se podr separar nunca de m, porque las bases de esa unin fueron su misericordia y mi nada, y esas bases son indestructibles, porque ni El ha de dejar de ser misericordioso ni yo he de dejar de ser nada (1).

    El da que las almas ven con claridad que necesitan de la Direccin continua de Dios, ya no saben vivir fuera del momento presente.

    Los seis captulos precedentes nos han ido preparando para mejor comprender esta idea fundamental de que Dios en todo momento dirige al alma con su Accin divina; pero es conveniente resumirlos y coordinarlos para persuadirnos de que el transcendental problema de la Direccin espiritual, no ser com-prendido, mientras no apreciemos en su justo valor la doctrina de la santificacin del momento presente. Doctrina enseada en la Sagrada Escritura, explicada por los telogos y vivida por los Santos. Su existencia es patente (Captulo I).

    Est clara la necesidad de vivirla, si queremos ser buenos dirigidos de Dios y que nuestra actividad no se convierta en activismo porque no existe ms norte que el momento presente. Cuando Dios pide actividad al alma, su dirigida, Dios no pide, ni puede pedir, sino actividad fecunda y slo es fecunda nuestra actividad cuando hacemos la voluntad de nuestro divino Director en el instante actual (Captulo II).

    Esto quiere decir que nuestra actividad debe ser conforme al Plan de Dios. Y qu sabemos nosotros del Plan que Dios ha trazado para nuestra santificacin? Conocemos una verdad muy importante y suficiente, a saber: que el momento presente es la revelacin de la voluntad de Dios para nosotros, y en l est encerrada la gracia necesaria para santificarlo. Por tanto, limitar nuestra vida a santificar lo que Dios nos da que hacer o que

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    sufrir en el momento, equivale a decir: que nuestra actividad es conforme al Plan de nuestro Dios Director (Captulo III).

    Visto que Dios nos traza, a cada instante, el camino a recorrer,

    nuestra perfeccin personal depende de la exactitud con que cumplamos la voluntad de Dios en el solo momento que poseemos (Captulo IV).

    Para cumplir con exactitud la voluntad de Dios, necesitamos saber de una manera concreta cul es su voluntad. Pues bien, concretamente: 1., es voluntad manifiesta de Dios, que cumpla, en el momento presente, los deberes del estado de vida en que me encuentro. En estas obligaciones del propio estado, ve el alma, dirigida de Dios, lo que, en cada instante, quiere personalmente de ella (Captulo V).

    2. Hay una providencia divina que se oculta en los

    acontecimientos exteriores e interiores. Estos acontecimientos son siempre seales evidentes de una voluntad de Dios que El nos presenta para que la aceptemos y la cumplamos. Es la voluntad de beneplcito de Dios que se dirige a cada persona en particular, es lo que Dios hace, a cada momento, por cada uno de nosotros para nues-tra santificacin. Qu tengo que buscar fuera de esto para santificarme? No est ah toda la voluntad de Dios? No se nos olvide que la Direccin de Dios no se puede encontrar ms que all donde est su voluntad (Captulo VI).

    Si queremos vivir la Teologa del momento presente, y su tema fundamental, es decir: El es el Director en cada instante y nosotros debemos ser sus dirigidos en todo momento, slo nos queda una solucin, abandonarnos totalmente a la voluntad de Dios por medio de una vida teologal intensa, porque el abandono en las manos de Dios es el ejercicio perfecto de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, juntas en uno. Realmente el

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    acto de abandono no depende de una virtud especial del mismo nombre, sino de las tres vir tudes teologales y del don de pie-dad (2).

    Para ser buenos dirigidos de Dios, no es suficiente con desprenderse alguna vez que otra de nuestros modos de santificarnos, hay que vaciarse de ellos en todo momento. Fe, Esperanza, Amor, todo converge hacia este vaco pacificado de nuestro ser que constituye el corazn teologal...

    El corazn teologal, primer fruto del abandono, es un modo divino de ver, de querer y de reaccionar: el que est unido al Seor, es un solo Espritu con El (I Cor., 6. 18).

    Es una manera divina de ver, porque se apoya en la fe.

    Todo viene de Dios, y nosotros no tenemos vida en El sino en razn de nuestra dependencia voluntaria...

    Cada da entonces el alma busca, por el movimiento de abandono, arraigar en una adhesin de fe, animosa y atenta, hasta prendarse del misterio de las cosas divinas, que e ilumina y le gua mejor que todas las luces humanas. Seor puede decir, yo no s nada pero Vos sabis por m; yo no veo, pero Vos veis por m; yo no amo, pero Vos amis en m.

    Esta manera de ver en Dios toda la vida condiciona nuestro querer y todas nuestras fuerzas vivas...

    Nada es imposible a los que no estn sin espe-ranza (I Tim., 4, 13). Nos lo dijo Jess: el corazn de un Padre se mueve siem-pre por la confianza de su hijo; pero sin duda no nos atrevemos a vivir de la revelacin evang-lica. El gran pecado del mun-do parece ser el miedo a Dios; y si realmente creemos en su amor, no nos admiraremos menos de su poder. No esperar sino en Dios, para uno mismo y para la Iglesia, esperarlo todo de El y ante todo a El mismo; en esta condicin est la dicha. Pero el hombre es prisionero de una necesidad egosta de

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    llevarlo todo a su medida, aun y sobre todo los dones de Dios; y el Padre se ve atado por nuestras pretensiones. Tenemos tendencia a no tomar en serio lo que pasa por nuestras manos a cada instante: pero Dios es el Todo Otro, el que no es comprendido...

    Slo cuenta el amor. Con esto est dicho todo, porque l solo es el nico fermento de la existencia... La fidelidad, es el amor que dura, es el rasgo del amor en el tiempo de los hombres. El Verbo Encarnado no ama de otra manera al Padre: Hago todo lo que le place, lo que Cristo expresaba en cada uno de sus actos con lo infinito de su divinidad y que El nos ha dejado como testamento espiritual...

    Dios es el nico Santo, y el nico que santifica. Cuando obra en nosotros, es siempre con sus medios y segn sus pensamientos que no son los nuestros... Las cosas no cambian con nosotros, somos nosotros los que en el bao de la fe, cambiamos frente a ellas y las abordamos del interior, en la mirada de Dios, en su querer... En la lnea teologal, el hombre ve sus valores positivos cambiar de sentido: dar es recibir... Cuando Santa Teresita se dice pequea, no es por complacencia pueril, sino por una vista objetiva de su relacin con Dios;