Mariología - Apuntes

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MARIOLOGÍA CIENCIAS RELIGIOSAS Apuntes de Clase

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Estudio en profundidad de la figura de la Virgen María.

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MARIOLOGÍACIENCIAS RELIGIOSAS

Apuntes de Clase

PROGRAMA DE LA ASIGNATURA

TEMA 1: LA MARIOLOGÍA COMO TRATADO TEOLÓGICO. SU RELACIÓN CON LOS OTROS TRATADOS:

1. Motivos del estudio de la Mariología como un tratado teológico. 2. La Mariología relacionada con los otros tratados teológicos: Cristología, Eclesiología, Antropología Teológica, Escatología, Pneumatología. 3. Tendencias existentes en la Mariología Católica: Cristológica y eclesiológica.

TEMA 2: MARÍA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: LA MUJER Y LA MADRE DEL ENMANUEL:

1. Actitud de fe y esperanza ante la venida del Salvador. 2. Actitudes marianas: a) Mujeres madres; b) Mujeres vencedoras en la batalla; c) Mujeres que consiguen del rey la salvación de su pueblo; d) La Esposa de Yahvé; Otros modelos. 3. Textos del Antiguo Testamento referidos a la Mujer y a la Madre del Enmanuel: a) Génesis 3, 15; b) Isaías 7, 14.

TEMA 3: CLAVES ESENCIALES SOBRE LA VIRGEN MARÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO I: MADRE DE CRISTO Y DISCÍPULA DEL SEÑOR

1. María la mujer de Ga. 4, 4-5.2. 2. Cumplimiento de las profecía mesiánicas en Cristo: hijo de Abrahán, de Judá y de David y concebido por una virgen (Mt 1, 1-25). 3. Cumplimiento de la profecía del Emmanuel en Lucas 1, 26-38. 4. María, arca de la Nueva Alianza, alabada por su fe y humildad (Lucas 1, 39-56). 5. María la perfecta discípula (Marcos 3, 31-35).

TEMA 4: CLAVES ESENCIALES SOBRE LA VIRGEN MARÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO II: MADRE DE LA IGLESIA.

1. María en el capítulo segundo del Evangelio según san Lucas. 2. María, Madre de la Iglesia (Hechos 1, 14). 3. Las Bodas de Caná (Juan 2, 1-12). 4. María junto a la cruz (Jn 19, 25-27). 5. Mujer del Apocalipsis 12.

TEMA 5: MARÍA EN EL MISTERIO DE JESUCRISTO: MATERNIDAD DIVINA, PERPETUA VIRGINIDAD

1. Maternidad Divina. 1. 1. Significado del tema. 1. 2. Sagrada Escritura. 1. 3. Tradición. 1. 4. Magisterio. 1. 5. Sentido y alcance teológico de este dogma. 2. La Perpetua Virginidad de María. 2. 1. Significado. 2. 2. La Sagrada Escritura. 2. 3 Tradición. 2. 4. Magisterio. 2. 5. Sentido y alcance teológico de este dogma. 3. Problemática actual.

TEMA 6: MARÍA FIGURA Y TIPO DE LA IGLESIA: INMACULADA CONCEPCIÓN, ASUNCIÓN, MATERNIDAD ESPIRITUAL

1. Inmaculada Concepción: 1. 1. Significado. 1. 2. Fundamentos Bíblicos. 1.3. Proceso histórico dogmático. 1.4. Historia del dogma. 1.5. Sentido teológico. 2. La Asunción de María: 1. 1. Significado. 1. 2. Fundamentos bíblicos. 1. 3. Proceso histórico dogmático. 1.4. Definición. 1.5. Significado teológico. 3. Maternidad espiritual de María, María Madre de la Iglesia. 3. 1. Significado. 3 2.

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Fundamentos Bíblicos. 3.3. Proceso histórico-dogmático: Paralelismo entre Eva y María, María, madre del Cristo total, La oración Sub tuum praesidium. 3. 4. Los títulos de Mediadora y Corredentora. 3. 5. El término maternidad espiritual. 3.6. María Madre de la Iglesia. 3.7. María medianera de todas las gracias. 3.8. Reflexión teológica.

TEMA 7: ENSEÑANZAS DEL CONCILIO VATICANO II SOBRE EL LUGAR DE MARÍA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

1. Ideas del Concilio Vaticano II recogidas por el Catecismo. 2. Doctrina conciliar

TEMA 8: LA ESPIRITUALIDAD Y EL CULTO MARIANO

1. Espiritualidad cristiana. 2. María y la vida espiritual en el plano objetivo. 2. 1. María, tipo y modelo de la vida espiritual. 2. 2. Influjo de María en la vida espiritual. 3. María y la vida espiritual en el plano subjetivo. 3. 1. La devoción mariana. 3. 2. Las devociones marianas recomendadas por la Iglesia. 4. El culto a María.

BibliografíaBibliografía básica: CÁNDIDO POZO, María, nueva Eva, (Madrid [B. A. C.] 2005).MIGUEL PONCE CUELLAR, María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, (Barcelona [Herder] 2001).JUAN LUIS BASTERO DE ELEIZALDE, María, Madre del Redentor, (Pamplona [Eunsa] 1995).CÁNDIDO POZO, María en la Escritura y en la fe de la Iglesia, (Madrid [B. A. C.] 1979).S. DE FIORES ET ALII (DIRS), Nuevo Diccionario de Mariología, (Madrid [San Pablo] 2001).IGNACE DE LA POTTERIE, María en el misterio de la Nueva Alianza, (Madrid [B. A. C.] 2005).ANTONI OROZCO, Madre de Dios y Madre nuestra. Iniciación a la Mariología, (Madrid [Rialp] 2002).ANTONIO ROYO MARÍN, La Virgen María. Teología y espiritualidad marianas, (Madrid [B. A. C.] 1997).

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TEMA 1: LA MARIOLOGÍA COMO TRATADO TEOLÓGICO. SU RELACIÓN CON LOS OTROS TRATADOS.

1. Motivos del estudio de la Mariología como un tratado teológico.

El primer asunto que debemos estudiar es si la Mariología es o no un tratado teológico. Si la respuesta es negativa, no tendría cabida en unos estudios de Teología como son los de Ciencias Religiosas, pero si es afirmativa habría que saber bajo qué prisma podemos estudiar este tratado.

Para contestar a esta cuestión debemos saber qué es teología. La Teología es la ciencia sobre Dios, o mejor, sobre lo que Dios en su infinito amor nos ha dicho sobre él. De tal manera que sólo en una escucha atenta de su Palabra, dentro de la obediencia al magisterio de la Iglesia, que la interpreta e ilumina, y sin dejar de lado la oración, podremos descubrir quién es Dios, y por tanto hacer teología. En esta escucha atenta de Dios, él mismo nos ha revelado no sólo quién es Él (Misterio de Dios Uno y Trino) sino también su amor al hombre, expresado en su obra salvadora (Cristología, Eclesiología, Antropología Teológica...).

Por tanto, la teología estudia a Dios y su la obra salvadora de Dios, pero ¿se ocupa de María? No podemos responder a esta pregunta afirmando que ella aparece en el Nuevo Testamento, porque muchos personajes del Nuevo Testamento no son objeto de la teología: por ejemplo Poncio Pilatos. Tampoco bastan sus gracias particulares para justificar un estudio teológico sobre María. Tales dones representarían algo importante para ella pero no tanto para nosotros, si exceptuamos la alabanza a Dios por habérselos dado. Además, una descripción de ellos pertenecería a la hagiografía, como el estudio de las gracias místicas de algunos santos. En cambio, Rahner justifica1 este tratado en el papel activo que tiene María en la historia de la salvación.

Tiendo como base esta significación positiva dentro de la obra de la salvación, tanto la Mariología como la Antropología Teológica tienen un mismo fundamento: una concepción teológica del hombre en la que este aparece como elemento activo en la obra de la salvación. Pero, como afirma Pozo2, María no puede ser un mero capítulo de la Antropología Teológica porque la aportación de María a la obra de la salvación se sitúa en un plano específicamente distinto y superior a la de los demás hombres. En efecto, en la encarnación del Verbo comienza la salvación del género humano. María es el instrumento gracias al cual se realiza la encarnación (lo que la sitúa ya en un plano singular que no corresponde a ningún hombre). Pero no es utilizada por Dios pasivamente sino que la

1 K. RAHNER, Maria Mutter das Hern, Freiburg 1956, 16s.2 C. POZO, María Nueva Eva, Madrid 2005, XXI.

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condición previa para que Dios se haga hombre es el sí libre de María. Una vez asegurado el papel positivo de María en la encarnación, sus gracias particulares que se dieron en orden a la misión de María en la obra de la salvación son también objeto de la Mariología.

2. La Mariología relacionada con los otros tratados dogmáticos.

a) Con la Cristología: El misterio de María sólo puede entenderse en clara referencia al misterio de Cristo. Los misterios marianos son primariamente misterios cristológicos. A María sólo se la puede comprender desde Cristo. El que no comparta la fe católica de que el Verbo de Dios se encarnó en la carne de Adán para asumir redentoramente al mundo entero en la vida misma de Dios, tampoco puede comprender el dogma católico de María.

b) Eclesiología: También la eclesiología es clave interpretativa del tratado sobre la Virgen y viceversa. En la base de la que la Iglesia se encuentra la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor. En María, la Iglesia comienza a ser santa e inmaculada, a estar incorporada a Cristo, a comulgar en sus misterios y a resucitar con él.

c) Antropología Teológica: en ella se manifiesta el cambio operado en el hombre redimido por Cristo.

d) Escatología: su asunción en cuerpo y alma al cielo es una referencia de primer orden a la hora de considerar el más allá de la muerte humana, la pervivencia del alma y la relación de la resurrección de la carne con el acontecimiento final de la historia de la salvación.

e) Pneumatología: en dependencia con el Espíritu Santo, María conduce hasta Jesús a las almas, las forma a su imagen, le inspira buenos consejos, es siempre vínculo de amor entre Jesús y los creyentes.

3. Tendencias existentes en la Mariología Católica: Cristológica y eclesiológica.

A la hora de estructurar la Mariología hay dos tendencias: la cristológica y la eclesiológica.

a) Tendencia cristológica: insiste en la maternidad divina de María, que consideran el principio primero porque no se funda en ningún otro. Es el término primero de la elección divina que hace a María pertenecer a un orden singular y único, el de la unión hipostática. Por ser Madre de Dios está asociada a la obra de su Hijo. De este principio derivan los demás privilegios de María: la virginidad (la integridad corporal tiene su analogía con la generación eterna por la que el Verbo procede del Padre), la Inmaculada Concepción (preparación para la maternidad divina), la Asunción (en conexión con la maternidad y la virginidad: su cuerpo intacto por el

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milagro de la concepción virginal, debería quedar intacto de la corrupción del sepulcro) y su cooperación a la obra de la salvación derivaría de su estructura asociada a su Hijo.

b) Tendencia eclesiológica: Principio fundamental: María es tipo de la Iglesia: la maternidad divina tiene como fin realizar en María un supremo prototipo de lo que es la Iglesia. Todos los privilegios encuentran su inteligibilidad a partir de él. La formación de la Iglesia tiene un sentido nupcial: un auténtico desposorio no se da sin un intercambio de asentimiento: la naturaleza humana de Cristo necesita de la humanidad el sí para realizar esta unión: María es el prototipo de la humanidad que da el sí a Cristo. Su virginidad el prototipo de la virginidad de la Iglesia, su Inmaculada Concepción es el prototipo de la santidad de la Iglesia, y su Asunción, la plenitud escatológica a la que la Iglesia tiende y llegará al fin de los tiempos.

TEMA 2: MARÍA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: LA MUJER Y LA MADRE DEL ENMANUEL

Los libros del Antiguo Testamento prepararon la venida de Cristo. Por tanto, Cristo está presente en ellos por estar presente en toda la historia de la salvación. ¿Se puede decir lo mismo de María? Posturas: a) unos dicen que María está ausente del Antiguo Testamento y las alusiones a ella son tan implícitas e indirectas que no sirven para esbozar una Mariología del Antiguo Testamento. b) Otros dicen que María, igual que Cristo, está en todo el Antiguo Testamento, por la unión Madre-Hijo. c) El Concilio Vaticano II (Lumen Gentium 55) afirma que hay unos textos del Antiguo Testamento en los que María parece proféticamente y son ciertamente marianos (Gn 3, 15; Is 7, 14; Mi 5, 2-3); otros textos se refieren a mujeres del Antiguo Testamento en las que encontramos actitudes marianas (aparece María tipológicamente), y en todo el Antiguo Testamento encontramos la actitud con la que hay que recibir al Salvador, actitud que encontramos en María (preparación moral).

1. Actitud de fe y esperanza ante la venida del Salvador.

Todo el Antiguo Testamento es la historia de la salvación del amor de Dios por la humanidad cuya cima está en la encarnación del Verbo divino. Esta salvación es o acogida por la fe, como en el caso de Abraham, o rechazada por el pecado. El Antiguo Testamento narra la historia del amor de Dios por el hombre que le rechaza muchas veces. La Esposa bien amada de Dios le ha sido infiel. Pero al final de la historia podrá decir a esa Esposa: «Eres toda hermosa y no hay mancha en ti» (Cant 4, 7). María es la esposa fiel y enseña a su descendencia a recibir a Dios en su vida. Es la mujer de la fe en la que se cumplen las promesas hechas por Dios. Ella es el pueblo de Dios que recibe al Mesías.

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2. Actitudes marianas

El Catecismo nos propone una serie de mujeres cuya misión prepara la de la Virgen María:

«A lo largo de toda la alianza antigua, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (Gn 3, 15) y la de ser la madre de todos los vivientes (Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (Gn 18, 10-14; 21, 1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (1 Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (1 S 1), Débora, Rut, Judit y Ester, y muchas otras mujeres. María sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente con ella, la excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación (LG 55)» (Catecismo 489).

Este texto señala a ciertas mujeres del Antiguo Testamento en las que aparece una prefiguración de María:

a) Mujeres cuyo parto es milagroso: Sara, Ana. Todas estas mujeres dieron a luz siendo estériles (por la acción divina) unos hijos que tuvieron un papel importante en la Historia de la Salvación. También María concibió de una manera milagrosa. Pero mientras aquellas mujeres eran estériles y María era fecunda. Aquellas concibieron de sus esposos, María del Espíritu Santo, ya que era virgen.

b) Mujeres vencedoras en la batalla: Débora, Judit. También María trae la victoria a su pueblo. La diferencia es el tipo de batalla y la victoria que consiguen. Las del Antiguo Testamento una victoria temporal y militar, María una victoria total y contra el Demonio.

c) Mujeres que consiguen del rey la salvación de su pueblo, como Ester.

d) Tema de la esposa de Yahvé: el tema de la Esposa de Yahvé, el pueblo escogido lo encontramos en el Cantar de los Cantares donde aparece una joven que es entre todas las más querida: una hija de Israel en la que se desborda el amor de Dios: (Cant. 4, 7. 9-10) «Eres toda hermosa, amada mía, y no tienes ningún defecto. ¡Me has robado el corazón hermana mía, novia mía! ¡Me has robado el corazón con una sola de tus miradas, con una sola vuelta de tus collares! ¡Qué hermosos son tus amores, hermana mía, novia mía! Tus amores son más deliciosos que el vino, y el aroma de tus perfumes, mejor que todos los ungüentos». (Cant. 6, 4-5a. 8-10): «¡Eres bella, amiga mía, como Tirsá, hermosa como Jerusalén! Aparta de mí tus ojos, porque me fascinan. Son sesenta las reinas,

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ochenta las concubinas, e innumerables las jóvenes. Pero una sola es mi paloma mi preciosa. Ella es la única de su madre, la preferida de la que la engendró: al verla, la felicitan las jóvenes, las reinas y concubinas la elogian. ¿Quién es esa que surge como la aurora, bella como la luna, resplandeciente como el sol, imponente como escuadrones con sus insignias»

Además hay otro tipo de modelos en el Antiguo Testamento:

a) Madre del Rey: Betsabé como reina-esposa del rey David, se postraba ante su presencia y esperaba a que fuera llamada para entrar en su aposento. Pero como madre del rey Salomón no hace nada de eso: es Salomón el que se postra y ella entra cuando cree conveniente (1 R 1, 15-37; 2, 19).

b) Además mientras a María se le llama Hija de Sión (se la compara con el pueblo de Dios), a este pueblo (a Israel) se le adjetiva con unos términos que sólo en María se cumplen totalmente (Esposa de Yahvé; Madre del Pueblo de Dios, Virgen Hija de Sión).

c) Finalmente, como veremos, en el Nuevo Testamento se compara a María con el Arca de la Alianza (Lc 1, 39ss.).

3. Textos del Antiguo Testamento referidos a la Mujer y a la Madre del Enmanuel

Hay unos textos del Antiguo Testamento en los que se anuncia la llegada del Salvador en los que este aparece como hijo de una mujer. Por tanto estos textos hacen referencia a María que es la Madre del Salvador, llamado Enmanuel. En cambio nunca se hace referencia a la intervención de un padre o un hombre en el advenimiento del Mesías.

a) Génesis 3, 15: el tema de la mujer

Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón.

Es importante que comencemos situando este versículo en su contexto. El hombre ha sido engañado por el Diablo y ha perdido la amistad con Dios que tenía antes de haber pecado. Ante esta situación Dios se dirige a la Serpiente (el Demonio) para anunciarle que su victoria sobre el género humano tendrá fin y será vencido por un descendiente de la mujer que terminará aplastando su cabeza y dando por finalizado su dominio sobre el hombre.

El versículo comienza con la palabra “pongo”. Es importante saber que quien establece la hostilidad es el mismo Dios, pues, una vez rota la amistad con Dios por culpa del pecado, sólo Dios puede restablecerla poniendo una enemistad contraria: una enemistad con

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respecto al Demonio. La salvación sólo puede venir de Dios y Él muestra su voluntad de salvar al hombre.

Luego nos preguntamos por el sentido de la palabra “hostilidad”: en hebreo este término implica una mayor radicalidad, si está en singular, que en nuestra lengua. Aquí la palabra empleada significa una enemistad habitual, implacable y profunda, de aquellas que no se satisfacen sino con el derramamiento de la sangre.

A continuación nos fijamos en los personajes entre los que se da la enemistad:

El demonio y la mujer;la descendencia del demonio y la descendencia de la mujerla descendencia de la mujer y el Demonio (al que aplastará la

cabeza).

Queda claro quién es la serpiente: es Satanás que ha engañado a Eva, representante del género humano, para que desobedezca a Dios.

El descendiente de la mujer que lleva a cabo el triunfo sobre la serpiente: “el que aplasta su cabeza”, sólo puede ser Cristo, como nos revela el Nuevo Testamento. En efecto, en este libro se nos despeja la duda que podríamos tener pues sólo Cristo con su victoria sobre el diablo ha arrancado al hombre del reino del pecado y de la muerte. Por tanto quien lleva a cabo el establecimiento de la enemistad con el Diablo es Cristo que es el hijo de la mujer.

Pero, ¿quién es la mujer? En sentido amplio es Eva, pues es la mujer que aparece en el Génesis y, de este modo, se muestra la realidad humana del Salvador, descendiente de Eva. Pero lo que se dice de ella, que participa en la enemistad del Hijo, sobrepasa lo que fue la figura de Eva (mujer seducida por el pecado) y, por tanto, nos induce a pensar en otra mujer, la nueva Eva, María, en la que la enemistad con la serpiente tendría pleno cumplimiento y que es la madre en sentido estricto del vencedor sobre la serpiente. Por tanto el texto sugiere que Cristo hace partícipe de esa enemistad a su madre, María, como Eva hizo partícipe a Adán de su pecado y que Dios ha establecido que esta mujer sea enemiga de Satanás y lo trasmita a su descendencia.

Finalmente queda averiguar quién es el linaje de la mujer que está enemistado con el linaje del demonio. Se puede percibir cómo el texto habla de dos linajes de la misma mujer: uno que se refiere a un sólo sujeto que aplasta la cabeza del Diablo, y otro un conjunto de hombres que están enemistados con el conjunto de los demonios porque esta mujer les ha hecho partícipes de la hostilidad que su Hijo tiene sobre el Demonio. Por tanto, la mujer es al mismo tiempo la madre del que aplasta la cabeza del Demonio y la madre de los que están enemistados con el linaje del Demonio.

Mariológicamente hablando, se puede indicar que este pasaje bíblico se anuncia el plan de salvación de Dios después del pecado de Adán y Eva. En él se nos indica que Dios no va a dejar al hombre en

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el pecado sino que establece una enemistad entre Satanás y María de la que nacerá aquel que pisará la cabeza de la serpiente, Cristo Jesús. De esta enemistad participan todos los descendientes de la mujer. Por tanto, Dios establece que María queda fuera del dominio del Demonio, cuyo imperio de muerte será abolido por Cristo que, siguiendo a san Pablo, nos libra del pecado y de la muerte.

En resumen, este pasaje nos da a conocer dos rasgos fundamentales de María.

a) María es la mujer de la que nace el Mesías y por tanto este es verdaderamente hombre.

b) Ella participó de la enemistad total de Cristo con el Demonio, que consiste en una victoria sobre el pecado y la muerte, por eso son la base para hablar de la Inmaculada Concepción de María y de su Asunción a los cielos.

c) Además, María aparece singularmente asociada a Cristo en la lucha contra el Demonio que constituye, a lo largo de los siglos, el entramado de la historia de la salvación, y trasmite a sus hijos la victoria de Cristo. En pocas palabras, se vislumbra la maternidad espiritual de María sobre todos los hombres.

Referencias a este pasaje las encontraremos en el Nuevo Testamento, especialmente Ga 4, 4 donde se nos indica que Dios envió a su Hijo nacido de mujer; en Jn 19, 25-27 pasaje en el que aparece Jesucristo derrotando con su sangre el poder del pecado y se cita a María con dos nombres: “la madre de Jesús” por tanto Jesús es el descendiente de María y el de “mujer” denominación con la que Cristo se dirige a su madre y que nos recuerda el cumplimiento de esta profecía en ese momento; y, finalmente Ap 12, 1-5. A estos textos nos referiremos en los siguientes capítulos

b) Isaías 7, 14: La Madre del Enmanuel

Pues, el Señor por su cuenta os dará una signo. Mirad: la virgen (‘almah) está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.

Para entender bien este versículo debemos fijarnos en el contexto en el que aparece. Ante la negativa de Acaz, rey de Judá, a entrar en una alianza con Siria e Israel contra Asiria, uno de los dos grandes imperios de la época junto a Egipto, estos dos pueblos atacan al Reino de Judá y ponen cerco a Jerusalén. En esta situación desesperada Acaz no cree que Yahvé pueda salvarlos y además con su muerte, piensa que la dinastía davídica está a punto de desaparecer (falta de fe en las promesa del Mesías). En estas circunstancias Isaías le pide que confíe en el Señor y no en el rey de Asiria con quien quiere hacer un pacto. Para afianzar la promesa del Señor, Dios le ofrece este signo.

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Volvemos a encontrar el mismo dato inicial que en el fragmento anterior: es Dios el que da la señal porque quiere, sin que nadie le obligue a ello. A pesar de la situación desesperada y humanamente al borde del desastre, Dios puede salvar a su pueblo. En este contexto, además, sólo una intervención de Dios podía salvar al Reino de Judá.

La señal que nos da Yahvé consiste en la concepción del Emmanuel por parte de una ‘almah. ¿Qué puede significar esta palabra? ‘Almah en hebreo significa muchacha joven. Se le aplica así en el Antiguo Testamento a Rebeca antes de casarse con Isaac, de la que también se afirma que es virgen3; a María la hermana de Moisés que es llamada así por la hermana del Faraón cuando todavía era una niña y de la que la tradición judía afirma que permaneció virgen toda su vida4; a las jóvenes vírgenes del Cantar de los Cantares que se enamoran del Esposo5 a las que se las distingue de las esposas del rey y de sus concubinas: «Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, e innumerables las doncellas»6; finalmente, en otros pasajes también se aplica a muchachas que son vírgenes aunque preparadas para el matrimonio7. En resumen, en Antiguo Testamento nunca se denomina con el término ‘almah a una joven casada, sino que siempre se aplica a una doncella que se presume virgen y que puede estar desposada, pues es apta para casarse.

Hay otros términos para indicar una persona virgen: betûlah y para una muchacha joven sin referencia a su virginidad na’arah.

Ahora bien, es bueno saber qué tipo de mujer entendieron que era la que aparece en este texto. Para ello es bueno ver cómo han traducido este pasaje a otras lenguas. Los LXX tradujeron en el siglo II a. de C. este término como ή παρθένος, que significa virgen, y la versión sirio-peshitta lo transcribió por bethulta, que también significa virgen. El texto de la Vulgata lo traduce como virgo y las versiones griegas de Aquila y Simmaco (anticristianas) lo hacen como joven, pero estas dos versiones no pueden ser tenidas en cuenta por sus prejuicios anticristianos.

Entonces, si esta doncella se refiere a una mujer virgen ¿por qué no se utiliza el término propio para denomina a una mujer virgen que es betûlah? Habría que responder diciendo que el término se podía utilizar, también, para una mujer anciana que no puede dar a luz. Además, este término connota también exclusión de la maternidad, es decir, una betûlah no puede ser madre. Pero, en cambio, el término ‘almah incluye directamente el significado de juventud e indirectamente de virginidad, y por tanto no excluye la maternidad. A esto hay que añadir que el versículo citado está haciendo referencia a un signo divino: una doncella da a luz un hijo.

3 Gn. 24, 43.4 Ex. 2, 8.5 Ct. 1, 3 .6 Ct. 6, 7.7 Sal. 68, 26 y Pv. 30, 18-19.

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Si esta doncella hubiera tenido relaciones carnales, ¿dónde está el signo? ¿Qué habría de particular? Eso es algo habitual.

El segundo personaje que aparece en la señal divina es el Emmanuel. Este personaje aparece en este libro en otros pasajes en un sentido mesiánico. El Emmanuel es el Príncipe de la Paz, el Dios fuerte que salvará al pueblo elegido. Sólo el Mesías puede ser calificado como Emmanuel (Dios con nosotros).

Esta exégesis la recoge el Nuevo Testamento, especialmente Mt 1, 22-23 y la tradición patrística.

Por tanto el texto muestra que María es la madre virginal del Mesías. Su carácter de madre virginal hará posible una concentración de su amor en Jesús, al que dará su corazón sin dividir.

Sin embargo todavía existe quienes afirman que el Emmanuel es Ezequías, hijo de Ajaz, en sentido literal inmediato y el Mesías en sentido pleno y la doncella la madre del primero en sentido literal y a María en sentido pleno. Pero resulta difícil explicar cómo a Ezequías se le puede atribuir los epítetos del Emmanuel.

El tema vuelve a aparecer en Miqueas 5, 2-3

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TEMA 3: CLAVES ESENCIALES SOBRE LA VIRGEN MARÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO I: MADRE DE CRISTO Y DISCÍPULA DEL SEÑOR.

Antes de comenzar con el tema que nos toca exponer, podemos preguntarnos acerca de la presencia de María en el Nuevo Testamento. El Padre La Potterie resume brillantemente este problema y responde a él con estas palabras:

Se plantea con frecuencia la objeción de que en el Nuevo Testamento se encuentran pocos textos que se refieran a María. Es así ciertamente. Pero cuanto más se leen, se estudian y meditan estos textos, más se aprehenden su valor fundamental. Lo que realmente importa no es tanto la abundancia de la información cuanto la profundidad y riqueza que en ella se contienen. Esa profundidad y riqueza no se descubren a primera vista, no se perciben mediante una lectura rápida y superficial, sino únicamente a través de un análisis prolongado y detenido. Entonces se hace cada vez más claro que María se halla presente y desempeña un papel capital en los momentos decisivos del acontecimiento salvífico. Será necesario, pues, situar los textos sobre María en el conjunto de la obra de salvación o, en términos más precisos, tratar de descubrir su lugar en el misterio total de Cristo8.

En efecto, no son muchos los textos neotestamentarios en los que se muestra la figura de la Virgen María, pero sí son profundos y muy ricos en significados si no nos quedamos en una simple lectura espiritual. Para acercarnos a ellos con más provecho sugerimos tres claves de lectura: María como Madre de Cristo, María, la perfecta discípula del Señor y María, Madre de la Iglesia. En este tema nos centraremos en los dos primeros, dejando el tercero para el siguiente capítulo.

1. María la mujer de Ga. 4, 4-5.

El texto más antiguo del Nuevo Testamento en el que se menciona a la Madre del Salvador es el de la Carta a los Gálatas 4, 4-5:

Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: “Abba, Padre”. Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

En él encontramos en dos versículos el esquema de la redención, el anuncio evangélico que consiste en la salvación que Cristo ha obrado con los hombres. El primer personaje del que se hace mención es el Padre que en la plenitud de los tiempos envía a su Hijo desde su

8 I. DE LA POTTERIE, María en el misterio de la Alianza, Madrid 1993, 7-8.

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interior, por tanto el Hijo es Dios con el Padre. Lo envía naciendo de mujer, es decir, este versículo nos hace referencia a la realidad humana de Cristo. Por tanto, este Hijo es enviado para encarnarse lo cual se afirma la maternidad divina de la citada mujer que ya había sido anunciada en el Génesis 3, 15. La finalidad de esta encarnación es “rescatar a los que estaban bajo la ley”, y que estos “sean hijos por adopción”. El tiempo en el que ocurre todo esto es el momento culminante. Como esta mujer es la madre de Cristo y esta es María, podemos decir que aquí se nos anuncia que María, además de ser la Madre de Dios pues Cristo no es otro que el Hijo del eterno Padre, interviene en la generación humana de Jesús que tiene como fin redimir a los que estaban bajo la ley y hacer que recibamos la adopción. Puede decirse que María coopera en nuestra salvación.

La idea de María como Madre de Dios aparecerá en otros textos neotestamentarios, como ahora veremos, especialmente en el capítulo primero del evangelio según san Mateo donde se habla del niño de María como quien salva a su pueblo de los pecados y sólo Dios puede salvar y en el primer capítulo del evangelio según san Lucas donde se anuncia a María que su hijo será llamado Hijo de Dios o la frase de Isabel a María “Madre de mi Señor” significa “Madre de Dios”.

Sobre si afirma este texto o niega la virginidad de María, debemos decir que la mayoría de los biblistas católicos sostienen que el versículo paulino no afirma claramente ni niega el hecho de la virginidad. Pues aquí lo que se indica que el Hijo del eterno Padre se ha hecho hombre naciendo de mujer.

2. Cumplimiento de las profecía mesiánicas en Cristo: hijo de Abrahán, de Judá y de David y concebido por una virgen (Mt 1, 1-25).

El primer capítulo del evangelio según san Mateo nos muestra que en Cristo se cumple las promesas mesiánicas de su descendencia davídica y de ser el hijo de una mujer virgen, pues así estaba anunciado en el Antiguo Testamento: El Mesías procedería de la estirpe de Abraham, Judá y David. Además la señal para reconocerlo es la de un virgen que está encinta y da a luz un hijo y lo pone por nombre Emmanuel.

Por eso, San Mateo comienza su evangelio con el libro de las generaciones de Jesucristo, como Génesis 5, 1 (este es el libro de las generaciones de Adán). El hecho de que san Mateo aluda al libro donde se narra el origen del mundo y en concreto donde se hable de la genealogía de Adán, hace ver que el evangelista se refiere a Cristo como el nuevo Adán. Además se hace referencia expresa a Jesucristo como hijo de David e hijo de Abraham.

Como la descendencia la da el padre, la genealogía termina en san José, el esposo de María. Y Además como hay que conjugar que

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Jesucristo nació de una madre virgen, pues es la señal que se nos da en Isaías 7, 14, el relato del evangelista trata de conjugar que el padre de Jesús es san José y que su madre es virgen.

Por eso, la genealogía culmina con la frase: «engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo». A continuación tenemos el relato donde se nos da la solución al problema. Podemos además observar en él la estructura de un relato de vocación: la llamada de Dios a san José para ser el padre de Jesús.

Vayamos por partes:

Introducción 18-19: Nos expone el problema: «La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en secreto».

Por tanto, san José era el esposo de María y María estaba encinta por obra del Espíritu Santo. San José toma una decisión: disolver el matrimonio secretamente. Sobre este punto hay varias hipótesis que cualquiera de ellas podría ser cierta:

Primera hipótesis (hipótesis de la sospecha): José pensaba que María le había sido infiel. Al estar María y José desposados, esperando el tiempo de vivir juntos con gran ilusión y trazando planes para el futuro, y presentarse esta situación inesperada: María esperaba un hijo y no de José, este se ve en el siguiente dilema: o seguir la ley de Moisés, que era clara en este punto: «Si resulta que es verdad, si no aparecen en la joven la pruebas de la virginidad, sacarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera por haber cometido una infamia en Israel prostituyéndose en casa de su padre. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti»9 o no hacerlo. José porque era bueno y comprensivo no sigue este camino sino que la repudia en secreto. Esta teoría la encontramos en san Justino, san Juan Crisóstomo, san Ambrosio, San Agustín, y en algunos mariólogos modernos (J. Schmid, A. Descamps y R, Brown). El problema es el siguiente, si decimos que José era justo, es decir, cumplidor de la ley, (el término griego no significa bueno sino justo, que en este texto parece significar hombre que busca cumplir la voluntad de Dios) no vemos por qué no sigue la ley de Moisés en este punto.

Segunda hipótesis (hipótesis de la inocencia): José convencido de la bondad de María, al ver a su mujer encinta y estar cierto de su inocencia no sabe qué pensar, es decir, el hijo no es suyo, pero no puede creer que María es culpable. Sospecha que hay algo sobrenatural en todo esto y decide marcharse para no interferir el plan de Dios. Opinión de san Jerónimo que adoptan algunos mariólogos modernos. Esta hipótesis que satisface la delicadeza de los sentimientos de José hacia María carece de fundamento. Si está convencido de su inocencia, ¿por qué se marcha?9 Dt 22, 20-21.

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Tercera hipótesis (hipótesis de la reverencia): María le comunica a José el hecho de la encarnación. José al enterarse de la intervención divina en la gestación del niño de su mujer decide marcharse para no apropiarse de una filiación que no es suya. Esta era la opinión más corriente en la tradición patrística y medieval y seguida por la mayoría de los mariólogos. San Bernardo dice que este era el parecer de la Tradición.

Anuncio a José (20-21): Ahora viene la intervención directa de Dios que no fuerza la voluntad del hombre, sino que muestra su voluntad a san José y le invita a aceptarla. «Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú lo pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”».

La justicia propia de José consiste en aceptar el papel que Dios le otorga en el misterio del Verbo encarnado. José es constituido por voluntad divina en padre de Jesús. Él introduce a Jesús en la descendencia davídica. La paternidad de un davídico, como José era necesaria aun cuando María fuese de familia davídica porque la pertenencia familiar les venía a los judíos por línea paterna. También es importante el hecho de que José sea el esposo de María pues es precisamente padre de Jesús por ser esposo de su madre, no por motivos biológicos. De ahí que se le pide que acoja a María como su esposa y que acepte al que ha sido concebido en ella por obra del Espíritu Santo y que lo acoja como padre que es el que da el nombre.

El hecho de que se le llame al niño Jesús (“Dios salva”) y se diga que la causa es porque él salvará a todos los hombres nos indica que el niño es Dios, pues sólo Dios puede salvar los pecados de los hombre, por tanto es verdaderamente el Emmanuel.

Cita bíblica que explica que todo ello es para que se cumplan las Escrituras: 22-23: «Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: Mirad, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: “Dios con nosotros”».

Realización del anuncio: 24-25: José obedece a la voluntad de Dios y toma consigo a María, su mujer. El versículo 25 no quiere decir que tuviera más hijos después de concebir a Jesús, aunque no contempla la virginidad perpetua de María que deducimos de otros pasajes del Nuevo Testamento y de la tradición de la Iglesia.

Este capítulo y el segundo nos muestra a María y al niño juntos en varias ocasiones: adoración de los Magos (donde se cumple la profecía de los reyes que viene a prestarle pleitesía trayendo regalos) y huida a Egipto. En estos textos se nos presenta a María como la madre del Rey eterno, la virgen prometida por Isaías y madre de Dios Salvador, pues su hijo es el Dios que nos salva de los pecados.

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3. Cumplimiento de la profecía del Emmanuel en Lucas 1, 26-38

Pasamos ahora a ver la figura de María en otro de los Evangelios de la Infancia, el de san Lucas. En él hallamos el siguiente paralelismo entre en Antiguo Testamento (simbolizado por las figuras de Zacarías, Isabel y Juan Bautista) y el Nuevo Testamento (simbolizado por María y Jesús):

Anunciación de S. Juan Bautista (1, 5-25)Presentación del PadreAparición del ángel en el Templo (Lugar santo de Israel)Zacarías e Isabel (eran justos =ideal de la religiosidad el Antiguo Testamento)Turbación de ZacaríasMensaje: anunciación de un parto milagroso a una mujer estéril, en la línea del Antiguo Testamento). No se le pide consentimiento, pero sí que acepte. Incredulidad penado con un castigoJuan será lleno del Espíritu Santo (Efusión del Espíritu convertirá a Juan en profeta del Altísimo)Marcha de Zacarías.

Anunciación de Jesús (1, 26-38)

Presentación de la MadreAparición del ángel en Nazaret (lugar de los gentiles)María es κεχαριτωμενη (llena de gracia = iniciativa de Dios)Turbación de MaríaMensaje: anuncia un parto a una mujer que es virgen (algo novedoso) y se le pide consentimiento.

Pregunta de María y respuesta del ángelJesús es concebido por obra del Espíritu, es el Hijo del Altísimo

Consentimiento de María y marcha del ángel.

Visitación de la Virgen (1, 39-56)Nacimiento de Juan Bautista (1, 57-80)NacimientoAlegría Presentación a los vecinos y parientesCircuncisiónCántico del BenedictusCrecimiento del Niño

Nacimiento de Jesucristo (2, 1-40) NacimientoAlegría Anunciación y visita a los pastoresCircuncisiónCántico del Nunc DimitteCrecimiento del Niño

El Niño perdido y hallado en el Templo (2, 41-52)

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Después de este esquema, nos centramos en el pasaje de Lucas 1, 26-38 en el que volvemos a hallar una referencia a la madre el Emmanuel, esta vez centrada en la figura de María. Al igual que en el fragmento evangélico de san Mateo que acabamos de comentar anterior, también aquí podemos ver un relato de vocación, más en concreto el de María.

Introducción (26-27): El texto comienza situándonos el lugar donde se desarrolla la escena que es Nazaret, en Galilea, región abierta a los pueblos gentiles a diferencia de Jerusalén y Judea, donde se desarrolla la escena anterior de la anunciación de Juan Bautista.

Luego se nos presenta a María como una virgen desposada que nos recuerda a Eva, que antes del pecado original también era virgen desposada. (María, es la Nueva Eva que por su obediencia nos consigue lo que Eva nos perdió por su desobediencia) y a la doncella de Isaías: virgen desposada.

El ángel viene al encuentro de María y entra en su casa, al contrario que en el caso de Zacarías que va al templo donde se encuentra con el ángel del Señor. A partir del Nuevo Testamento, Dios es el que se hace presente en medio de los hombres y entra en su casa. También indica que la salvación ofrecida por Dios y la vocación de María a ser la Madre del Redentor son dones gratuitos del Señor., como lo había anunciado pues Dios por su cuenta da la señal del Emmanuel.

Saludo del Ángel (28): la primera palabra alégrate no hay que entenderla como un simple saludo, aunque en griego se saludaba de este modo, porque san Lucas habitualmente utiliza en su evangelio la forma judía del saludo: “La paz con vosotros”. El “alégrate” hay que entenderlo más bien en la línea en que aparece en las profecías donde se anunciaba la salvación que encontramos en Sof. 3, 14-17; Joel 2, 21-27; Zac 9, 9-10: “Alégrate, Hija de Sión... Yahvé está en medio de ti”. María es figura de la Iglesia, la verdadera Hija de Sión. Y la alegría es propia de la presencia de Dios en medio de su pueblo.

El ángel llama a María no por su nombre sino con la palabra griega: llena de gracia. Sobre el significado de este nombre tenemos, entre otras, dos interpretaciones: a) El adjetivo se refiere a la elección de María como Madre del Salvador: María ha sido elegida o predestinada por parte de Dios para ser la Madre de Cristo. Es agraciada, favorecida (protestantes y algunos católicos). b) Perspectiva ontológica: María ha recibido la plenitud de gracia como regalo del cielo y esto es así por ser elegida y destinada a ser la Madre de Cristo. Esta gracia es anterior a la maternidad aunque con vistas a ella (católicos). Motivos de esta última interpretación: el verbo griego charitoo es un verbo causativo viene del sustantivo gracia podríamos traducir acción que produce un cambio ocasionado por la gracia. La forma que utiliza el texto es la de un participio de perfecto pasivo, por tanto se fija no en la acción de Dios sino en el

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efecto de su acción en María. Como está en perfecto (perfecto griego indica una resultado presente de una acción pasada): indica que la gracia le fue concedida antes del anuncio. Para conocer mejor el significado debemos acudir al otro pasaje donde se halla este verbo, Ef, 1, 6 con el valor causativo y encuadrado en un contexto salvador, y podríamos traducir Dios nos ha trasformado por su gracia. En el texto de Efesios el verbo tiene como sujeto agente a Dios y como complemento a todos los creyentes, en el de Lucas sólo a María. María recibe de modo particular la gracia que se da para todos los salvados por Cristo. Como la encontramos en el contexto de la anunciación de su futura maternidad, cabe concluir que María ha recibido la gracia en orden a su misión de madre. Y como la gracia borra el pecado, podemos afirmar que en este pasaje se está refiriendo a la santidad de María y al amor que Dios le manifiesta.

Termina el saludo con las palabras: “El Señor contigo”: expresión que indica en la Biblia una persona que se le confía una misión especial. Cuando esto ocurría, el Antiguo Testamento presentaba esta llamada a un particular encargo divino siguiendo estos cuatro pasos: a) la misión es iniciativa de Dios; b) es dirigida a uno que ha sido elegido como mediador de la salvación; c) el llamado es invitado a dar su libre consentimiento; d) el destinatario final es el pueblo.

Reacción primera de María (29): la turbación es propia del que está ante la presencia divina. En los relatos vocacionales aparece siempre esta turbación en el hombre que es llamado por Dios a una misión y una vida que le sobrepasa.

Respuesta del ángel (30-33): “No temas”: la dificultad es superada por la ayuda divina que se promete. Dios da su gracia para que pueda realizar lo que le pide.

“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”: Este versículo es el cumplimento de Is. 7, 14: la virgen está encinta y da a luz un hijo y le pone por nombre Emmanuel = Dios con nosotros. Podríamos decir que el nombre es Jesús y no Emmanuel pero el nombre de Jesús indica el motivo de haber venido a este mundo: salvar a su pueblo de los pecados, por eso se hizo Dios con nosotros.

Réplica de María (34): María pone como objeción lo siguiente: “No conozco varón”: diversas interpretaciones: La explicación tradicional (San Gregorio de Nisa y San Agustín) consiste en afirmar que María había tomado la resolución de permanecer siempre virgen. Hoy en día esta explicación es rechazada por numerosos mariólogos aunque los hay que la sostienen como R. Laurentin, porque en el mundo judío al que María pertenecía, recordemos que Cristo todavía no había venido al mundo, la virginidad era un castigo o una maldición. Es cierto que ciertas comunidades de ascetas, como los del Qumrán, no contraían matrimonio. Pero lo hacían por motivos rituales absolutamente extraños al sentido cristiano de la virginidad.

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Además María vivía en un mundo totalmente ajeno a estos comportamientos monásticos. La exégesis moderna propone: que san Lucas transmite un hecho histórico y no palabras textuales: no tengo todavía relaciones con varón, pero esta interpretación es absurda en boca de una mujer que se hallaba desposada y que con el anuncio del ángel entendería que debe cohabitar con su marido. También se dijo que María es una joven desposada y al oír las palabras del ángel sobre su hijo se da cuenta que es el Emmanuel cuya madre es virgen (Is 7, 14). Comprende que su futura maternidad y su futura vida son virginales y es entonces cuando decide vivir virginalmente, o que es un recurso literario para introducir la explicación del ángel. Todas estas explicaciones son interpretaciones gratuitas al pensar que Lucas ponga en María palabras que no ha dicho.

Vamos a ofrecer una interpretación coherente: Partimos del hecho de que no hay en toda la Biblia una expresión igual a la de María en el versículo 34, lo cual no nos sorprende porque el texto anuncia una situación única en la historia de la salvación: la encarnación del Verbo. No obstante hay un pasaje en el libro de los Jueces (11, 29 y ss.) en el que se nos relata la muerte de la hija de Jefté en la que se afirma que no había conocido varón. Este expresión es sinónima de soy virgen. En el caso de María encontramos varias diferencias, María la pronuncia en presente no en pasado y la hija de Jefté no estaba desposada y María sí. Por tanto podemos traducir el texto: “¿Cómo será eso pues yo soy virgen?”. Pero ¿qué sentido tiene esto dicho por María? No creemos que sea una firme resolución de permanecer virgen, pues sería un anacronismo, sino una inclinación profunda hacia la virginidad que María experimenta y vive pero que no había tomado forma de resolución porque tal cosa era imposible en el medio social en el que habitaba. Vivía en una paradoja: ella se había desposado con José siguiendo las costumbres de su tiempo, pero la aspiración de su alma estaba orientada hacia otra dirección: un deseo de vivir en virginidad. Cuando el ángel le anunció su maternidad, ella pregunta cómo solucionar esta paradoja y recibe del ángel la solución: será virgen y madre por obra del Espíritu Santo. Esta explicación la hallamos en Santo Tomás de Aquino10:

Como sabemos ya por la Segunda Parte (2-2 q.88 a.6), las obras de perfección son más dignas de alabanza si se hacen en virtud de un voto. Pero la virginidad debió estar en gran aprecio principalmente en la Madre de Dios, como es claro por las razones antes aducidas (a.1, 2 y 3). Y por eso fue conveniente que su virginidad estuviera consagrada a Dios por medio de un voto. Sin embargo, al ser conveniente que, en tiempo de la Ley, tanto las mujeres como los hombres se aplicasen a la procreación, porque el culto de Dios se propagaba según el nacimiento carnal antes de que naciese Cristo de aquel pueblo, no es creíble que la Madre de Dios, antes de desposarse con José, haya hecho voto absoluto de virginidad, aunque lo deseara, abandonando su voluntad a los designios divinos sobre este asunto. Mas después,

10 Summa Theologica, III, q. 28, a. 4.

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una vez que tomó esposo, conforme lo exigían las costumbres de aquellos tiempos, hizo junto con él voto de virginidad.

Respuesta del ángel (35-37): “el Espíritu vendrá sobre ti” recuerda la acción creadora del Génesis, el descenso del espíritu en personajes del Antiguo Testamento en momentos claves y el nacimiento de la Iglesia. La nube recuerda la presencia de Dios y la alianza: Dios nunca impone su acción al hombre sino que pide su consentimiento: María es el “Arca de la Nueva Alianza”. El niño es el Hijo de Dios. Nada hay imposible para Dios: intervención omnipotente de Dios en la historia. Seguridad del poder de Dios al servicio de la finalidad salvadora.

Respuesta final de María: “He aquí la esclava del Señor”. La “esclava del Señor” se puede entender en la línea del “Siervo de Yahvé” del profeta Isaías que está llamado a ejercer una misión salvadora única en favor del pueblo de Dios (lo que se cumple en Cristo). Siguiendo esta interpretación, María sería instrumento elegido por Dios para la salvación, porque cooperará con Dios en la realización de su gesta salvadora. “Hágase en mí según tu palabra”: La palabra en mí significa la aceptación personal de María a la vocación a la que había sido llamada. Y “hágase” en español traduce dos formas distintas del verbo en griego: la primera, que es la que utiliza María es el optativo activo e indica un deseo alegre y pronto de colaborar en lo que Dios le ha pedido; la segunda (imperativo de la voz pasiva) aparece en el Padre nuestro e indica una aceptación sin más del designio salvador.

4. María, arca de la Nueva Alianza, alabada por su fe y humildad (Lucas 1, 39-56):

El siguiente texto es el conocido de la Visitación de María a Isabel. En la introducción (v. 39) hallamos a María que con prontitud se encamina a visitar a su prima Isabel. No podemos pensar que María vaya a la Montaña a comprobar la veracidad del anuncio angélico, sino que este versículo introduce la narración del encuentro entre Jesús y el precursor y entre el Antiguo y Nuevo Testamento y hay Padres que han visto en esto el espíritu de servicio y caridad de María.

Los personajes principales de la escena son cuatro: dos mujeres: Isabel (que simboliza a los justos del Antiguo Testamento que esperaban la llegada del Mesías y, además es la mujer justa que ha sido bendecida con un hijo en su ancianidad); María (simboliza la Nueva Alianza en la que interviene Dios de una manera nueva = es la madre virginal por obra del Espíritu Santo). Dos hombres: Jesús (el Mesías esperado, el Nuevo Testamento) y Juan (el último profeta del Antiguo Testamento).

El relato está compuesto en paralelo con 2 Sam 6, 1-6, la subida del Arca de la Alianza a Jerusalén. María aparece aquí como el arca de la Nueva alianza que también sube a Jerusalén:

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2 S 6, 1-6Viaje del Arca a Jerusalén. Júbilo de Jerusalén al recibir el Arca. David y el arca subían entre clamores. David dice: ¿Cómo voy a llevar a mi casa a Yahvé?

Lc 1, 39-45Viaje de María a la ciudad de Judea.Júbilo de Juan Bautista al recibir la visita del que iba en el Arca.Isabel exulta de gozo al llegar María.Isabel dice: ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?

Los bienes mesiánicos que trae María, según el texto, son el gozo y Espíritu Santo, por eso Isabel se alegró y se llenó de Espíritu que le llevó a profetizar: “Bendita tú entre las mujeres”: bendición que aparece en Judit y Débora que habían sido instrumentos de salvación de Dios para derrotar a los enemigos de Israel, y “Bendito el fruto de tu vientre”, lo que constituye una novedad porque junto con María sitúa a su Hijo para indicar que María está colocada junto a su Hijo en el plan de la salvación. La expresión “La Madre de mi Señor”: es sinónimo a Madre de Dios, pues sólo a Dios se le llamaba Señor. Y la alabanza de Isabel a María: “Bendita tú que has creído” hay que situarla al lado del saludo angélico: “llena de gracia”. A la gracia que recibe de Dios, María responde con la fe. Por eso María es el modelo de la fe para el cristiano, es más, siguiendo a san Agustín María concibió primero por la fe.

Magnificat: Canto de María que en nombre de la humanidad canta la salvación de Dios. Ella es la que mejor puede cantarlo (mejor que Zacarías y Simeón). En este cántico podemos señalar: a) Gozo inmenso porque Dios se fija en el humilde (humildad de María en el contexto de los pobres de Yahvé “anawin” que se caracterizan por una actitud religiosa de profunda confianza, pues sólo en Dios esperan la liberación, es el motivo por el haber sido elegida: su profunda humildad). b) Esta liberación alcanza a los pobres y humildes. En cambio los saciados y poderosos son derribados. c) Israel recibe en María (hija de Abraham) la misericordia que había prometido. Hace memorial de la misericordia. Dios por tanto ha cumplido su alianza.

También en este texto podemos ver una invitación por parte de Dios a la veneración de María. Veamos al respecto este texto del Papa Benedicto XVI:

En el Magníficat, […] María dice: "Desde ahora me felicitarán todas las generaciones". La Madre del Señor profetiza las alabanzas marianas de la Iglesia para todo el futuro, la devoción mariana del pueblo de Dios hasta el fin de los tiempos. Al alabar a María, la Iglesia no ha inventado algo "ajeno" a la Escritura: ha respondido a

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esta profecía hecha por María en aquella hora de gracia. Y estas palabras de María no eran sólo palabras personales, tal vez arbitrarias. Como dice san Lucas, Isabel había exclamado, llena de Espíritu Santo: "Dichosa la que ha creído". Y María, también llena de Espíritu Santo, continúa y completa lo que dijo Isabel, afirmando: "Me felicitarán todas las generaciones". Es una auténtica profecía, inspirada por el Espíritu Santo, y la Iglesia, al venerar a María, responde a un mandato del Espíritu Santo, cumple un deber. Nosotros no alabamos suficientemente a Dios si no alabamos a sus santos, sobre todo a la "Santa" que se convirtió en su morada en la tierra, María. La luz sencilla y multiforme de Dios sólo se nos manifiesta en su variedad y riqueza en el rostro de los santos, que son el verdadero espejo de su luz. Y precisamente viendo el rostro de María podemos ver mejor que de otras maneras la belleza de Dios, su bondad, su misericordia. En este rostro podemos percibir realmente la luz divina11.

5. María la perfecta discípula (Marcos 3, 31-35).

Además del fragmento antes comentado de Lucas 1, 37, donde aparecen los rasgos de la perfecta discípula, en Marcos 3, 31-35 (y sus paralelos Mt. 12, 46-50 y Lc 8, 19-21) también se puede ver este tema. Es cierto que algunos han visto en este pasaje un distanciamiento y oposición entre Jesús y María. Lo verdaderamente importante es el logion de Jesús: la verdadera familia de Jesús son los discípulos, unidos en una esfera superadora de los lazos carnales. Marcos quiere subrayar el paralelo de sangre no es la razón para ser discípulo de Cristo, sino el cumplimiento de la voluntad del Padre celestial. Por tanto, la figura de María-Madre ha de armonizarse y completarse con la figura de María discípula.

TEMA 4: CLAVES ESENCIALES SOBRE LA VIRGEN MARÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO II: MADRE DE LA IGLESIA.

1. María en el capítulo segundo del Evangelio según san Lucas.

Antes de entrar de lleno en este punto que encontraremos desarrollado en el Evangelio según san Juan, merece la pena mencionar algunas actitudes de María que podríamos englobar en el tema de perfecta discípula que la convertirán en madre de la Iglesia

En efecto, en el capítulo segundo del Evangelio según san Lucas que nos narra el nacimiento y la infancia del Mesías, María está presente, además de en el alumbramiento de Jesús ya que nace de ella y en la circuncisión del Señor, en tres momentos especiales que deseo destacar:

11 Homilía pronunciada el 15 de agosto del año 2006 en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.

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La primera se refiere al versículo que hallamos repetido en este capítulo: “María conserva estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc. 2, 19; 2, 51). Si tenemos en cuenta que el corazón es el lugar de los pensamientos y decisiones verdaderamente importantes, es decir, el motor de la vida, este versículo daría a entender que María, al profundizar en los acontecimientos relativos al nacimiento e infancia de Cristo, conforma su vida con ellos, haciendo que su vida se mueva por los criterios evangélicos; de esta forma, anticipa la actitud de todo discípulo de Cristo, que debe meditar la Palabra de Dios y hacerla vida. Así se va construyendo la Iglesia.

La segunda referencia la hallamos en el texto de la Presentación de Jesús en el templo (Lc. 2, 34-35). De esta narración señalamos en primer lugar que se encuadra en las dos costumbres que existían en el pueblo judío: la presentación del primogénito varón y el de la purificación de la mujer aunque, como en el texto lucano dice “la purificación de ellos”, este segundo aspecto queda diluido. Pero de todo el pasaje nos fijamos especialmente en los versículos 34-35 que son donde encontramos las referencias mariológicas: Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción ─y a ti misma una espada te atravesará el alma─ para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones. Ahora nos preguntamos por el significado de la profecía de Simeón. En ella, junto con la referencia a Cristo como signo de contradicción, Simeón se dirige a María profetizándola una espada que la traspasará el alma. ¿Qué significa la espada que va a traspasar el alma de María?

a) Para Orígenes significa las dudas de fe que invadirán a María al pie de la cruz como las que tuvieron los apóstoles. Esta interpretación se debía a la necesidad de encontrar en María algún pecado del que pudiera ser redimida por Cristo como todos los hijos de Adán.

b) Para Efrén que María sufriría muerte violenta. Pero no hay constancia en la tradición de que María muriera de esta forma y sí es unánime la tradición que abandonó este mundo de forma pacífica, sin derramar sangre.

c) San Paulino de Nola y San Agustín afirman que Simeón se refiere a la participación de María en los sufrimientos de su Hijo. Esta interpretación es la que recoge el Papa san Juan Pablo II en RM 16. Por tanto Simeón anuncia una verdadera participación de la Virgen en la Pasión de Jesús.

La tercera referencia es la interpretación de la respuesta de María ante su hijo cuando lo encontró en el templo después de llevar tres días buscándolo. El pasaje dice lo siguiente: Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados.» Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en

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las cosas de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón» Lo importante de este texto es el hecho de la incomprensión de María ante las palabras de su Hijo. Sólo el Padre puede comprender a su Hijo. Ante esta incomprensión hay que destacar la fe de María que conservaba todo en su corazón. El Papa Juan Pablo II dice a propósito del texto: «Jesús tenía conciencia de que nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, tanto que aún aquella a la cual había sido revelado más profundamente el misterio de su filiación divina, su madre, vivía en la intimidad con este misterio sólo por medio de la fe»12.

2. María, Madre de la Iglesia (Hechos 1, 14).

La primera referencia a María como Madre de la Iglesia la encontramos ya e este versículo que nos sirve de transición entre el evangelio según san Lucas y el Evangelio según san Juan: «Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres, y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos». En este libro lucano, encontramos a María dentro de la comunidad de los primeros discípulos de Jesús con un papel importante, por eso se la llama “la madre de Jesús”. Y si nos fijamos en el lugar que ocupa este pasaje (capítulo primero y segundo [nacimiento de la Iglesia]) con el capítulo primero y segundo del evangelio de Lucas (anunciación a María y nacimiento del Mesías) vemos que en ambos aparece el Espíritu Santo y María. El Espíritu Santo como agente principal. María como la que recibe la fuerza del Espíritu Santo para engendrar a Cristo como para engendrar a la Iglesia. Por tanto María está al comienzo de la Iglesia como lo está al comienzo de la vida de Jesús.

De todas las figuras veterotestamentarias que aparecen en el evangelio de san Lucas, sólo María perdura en la nueva humanidad: María verdadero Israel que recibe la salvación: el nuevo Israel es la Iglesia. A esta Iglesia le hace falta la revelación de los primeros misterios de Cristo de los cuales sólo María fue testigo. Por tanto los datos que los evangelios nos ofrecen anteriores a la vida pública del Señor tuvieron que ser contados por María a la primitiva comunidad.

Finalmente, María ocupa un puesto eminente dentro de la comunidad como modelo orante para los creyentes. Su absoluta confianza en la oración impulsaba a los primeros cristianos a pedir al Padre el Espíritu Santo prometido por el Hijo. María prepara a la Iglesia para la venida del Espíritu.

3. Las Bodas de Caná (Juan 2, 1-12).

12 Redemptoris Mater, 17d.

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Pero el evangelista que más nos muestra la maternidad espiritual de María sobre los miembros de la Iglesia es san Juan. En sus referencias marianas vemos el cumplimiento de la profecía de Gn 3, 15, por eso María es a la vez la “madre de Jesús” y la mujer, es decir, María es al mismo tiempo la mujer la que está enemistada con el diablo y la madre del que pisa la serpiente.

Los lugares donde encontramos a María son el capítulo segundo, el inicio de la vida apostólica de Cristo con su primera manifestación, y el penúltimo (si consideramos el capítulo 21 un apéndice) donde se concluye la vida del Mesías.

El primer pasaje, las bodas de Caná, está situado en el capítulo segundo, una vez terminado el prólogo (capítulo 1), que está compuesto siguiendo los días de la semana como en el Génesis (“en el principio”, así comienzan tanto el libro del génesis como este evangelio) para significar que con la Encarnación de Cristo da lugar a la nueva creación. Además, san Juan nos narra este primer signo de Jesús situándolo en el sexto día, que nos recuerda el día en el que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y el día en que Cristo murió en la cruz regenerando al hombre herido por el pecado (a lo que se llama "nueva creación"). Pero a la vez “tres días después”, es decir el día de la resurrección. Por tanto, no podemos entender este fragmento si no lo leemos a la luz de los relatos de la Pasión y Resurrección del Señor. Tampoco podemos obviar que Moisés recibió la ley al tercer día (Ex. 19, 16) y que este texto se relaciona con la nueva ley dada por Cristo en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Personajes: Aparecen al principio del texto por un lado María, y por otro Jesús y sus discípulos. Pero al final el orden cambia: primero Jesús y luego María y los discípulos del Señor. ¿Qué ha cambiado después de las Bodas? María antes del milagro estaba allí como madre de Jesús. Con su fe en la acción de su Hijo, inaugura la forma en la que los discípulos podrán unirse a Cristo y formar un solo pueblo: la fe. María aparece como modelo de seguimiento y como la primera discípula que abre el camino a todos los demás creyentes en Cristo. así juntos forman la comunidad de los creyentes.

Boda: sin negar el hecho de la existencia de la boda a la que fueron invitados Jesús y María, hay que ver en este acontecimiento un sentido más profundo. Dios en el Antiguo Testamento promete a su pueblo, al que denomina “esposa” (entre otros textos Is 54, 5-14; 62, 4-5; Os 2-3), que se casará con él en matrimonio perpetuo. Esta profecía se cumple con Cristo que es el Esposo que toma por Esposa a la humanidad redimida que es la Iglesia por la que da su vida en la cruz (Cf. Ef. 5, 22). En este contexto hay que ver este pasaje que está íntimamente ligado con Jn 19, 25-27.

No tienen vino: una de las características de los tiempos mesiánicos es la abundancia de vino. La escasez con la que comienza

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el banquete de boda indica la imposibilidad de la antigua alianza de proporcionar la salvación. María pide en nombre de la humanidad ese vino generoso a quien puede darlo y, además, cree que lo va a proporcionar.

La respuesta de Jesús: «¿Qué a ti y a mí?» En una primera lectura podría entenderse como una frase de repulsa (así suele entenderse en otros pasajes bíblicos) significando que María debe retirarse a un segundo plano durante la predicación de Cristo o a partir de ese momento. En el reino de los cielos los lazos de la sangre no son importantes, sino la fe en Cristo. En este fragmento, sin embargo, no parece que María, ni Jesús lo entendieran así ya que María se dirige a los servidores con la confianza plena de que Jesús realizará el milagro y, efectivamente, Jesús lo realiza. Por tanto, puede interpretarse como una nueva relación entre los dos: hasta ese momento entre Cristo y María primaba la relación madre-hijo (relación de parentesco carnal). A partir de ahora será más importante la relación discípula-Señor o esposa (los que creen en Cristo y son redimidos por él) y Esposo. En este contexto, María sería la más perfecta discípula de los hombres, la mujer unida al esposo que se convertirá al pie de la cruz en madre fecunda de los nuevos hijos de Dios que forman la Iglesia.

Mujer: Este título está muy ligado a lo que hemos expuesto más arriba. Aunque se ha interpretado de muchas formas, la más correcta es verlo en el contexto bíblico y referirlo a María como la nueva Eva, aquella mujer del Génesis que participa de la victoria de su Hijo frente a la Serpiente y se convierte en la madre de un nuevo linaje que tiene como característica la enemistad con el linaje de la Serpiente.

El Papa san Juan Pablo II, en Redemptoris Mater 21-22:, nos señala los siguientes puntos al interpretar este pasaje:

a) Primero encontramos en él la nueva maternidad en el espíritu de María y no únicamente su maternidad según la carne, que hay que entenderla como la solicitud de María por los hombres.

b) La petición de María “no tiene vino” indica un deseo de ir al encuentro de las necesidades del hombre signo de estar en el radio de acción de la misión mesiánica y del poder salvífico de Cristo.

c) Mediación de María: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. «Se pone “en medio”, o sea hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede —más bien “tiene el derecho de”— hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres». Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de intercesión.

d) Como Madre desea también que se manifieste el poder mesiánico del Hijo, es decir su poder salvífico encaminado a liberar al hombre del mal que bajo diversas formas y medidas pesa sobre su vida.

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e) Se presenta como portavoz de la voluntad del Hijo, indicadora de todas las exigencias que deben cumplirse.

f) María aparece como señal del comportamiento de los discípulos: su fe mueve la fe de los discípulos.

4. María junto a la cruz (Jn 19, 25-27).

El segundo pasaje donde volvemos a encontrar a María es al pie de la cruz. También aquí se la denomina mujer. No han faltado personas que han interpretado este hecho como un simple gesto de piedad filial de Jesús hacia María. Esto sería extraño al evangelio de Juan. Además junto a la cruz se hallaba otros parientes: precisamente la que llama su hermana (posiblemente la madre de Santiago y Juan) y María, la de Cleofás que a su vez tenía como hijos a Santiago el Menor y José (Mc 15, 47 y 16, 1). Más aún si Cristo hubiera querido que Juan se preocupara de María, no tiene sentido que Jesús se dirija primero a María. Da la impresión de lo que se preocupa Jesús es de la orfandad del discípulo.

Además, como ya he hecho referencia, este fragmento se relaciona con el de las Bodas de Caná: en ambos pasajes llama a María “mujer”; se alude en los dos a la hora de Jesús, ambos tiene lugar en el sexto día (de la Semana inaugural o de la final); los personajes son los mismos: Jesús, María y los discípulos (o el discípulo). Caná inaugura la manifestación de Cristo, la Cruz la glorificación del Hijo del Hombre.

Exégesis: el discípulo que amaba Jesús, no sólo es san Juan, sino aquél que observando la Palabra evangélica llega a situarse en la esfera del amor del Padre y del Hijo. Por tanto es el modelo del discípulo. Además a la hora de la muerte, Jesús muere por aquellos a los que ama. La Iglesia es representada tanto por María, la mujer, como por el discípulo amado pero de una manera distinta: María es la Sión mesiánica que ejerce su misión maternal sobre el pueblo y el discípulo representa a las ovejas de Cristo: son los hijos de María que a la vez es madre de Jesús y de la Iglesia. Por ambos muere Cristo, pero establece una relación particular de María hacia los discípulos al decir: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» y al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Esta relación se explicita con la frase: «y desde aquella hora el discípulo la recibió como algo propio», traducción “ta idía” como propiedad del ser discípulo. Por tanto el discípulo acoge a María junto a Cristo como bien propio. Este acoger es algo propio del discípulo. También puede verse el texto como una invitación a María a ver en el discípulo a su Hijo Jesús, pues por la cruz quedamos incorporados a Cristo y somos otros cristos.

5. Mujer del Apocalipsis 12.

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Finalmente, volvemos a encontrarnos con el tema de la mujer en el libro del Apocalipsis en el que en el centro de este libro hallamos el versículo que dice: «Una gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». Por tanto analizando los elementos hallamos que esta mujer es un gran signo que aparece en el Cielo: es decir, esta mujer pertenece al mundo celeste aunque no está en el cielo porque «está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz». El niño que da a luz es el Mesías pero al mismo tiempo lo hallamos ya en el momento de la ascensión porque es arrebatado al cielo. Los dolores de parto se han interpretado como los dolores de María en la cruz al dar a luz a la Iglesia, su otra descendencia.

Otros símbolos son: vestida de sol: la luz es símbolo de la vida de Dios; esta mujer, por tanto, participa de la indestructible vida de Dios (esto se refuerza con la luna y la corona de doce estrellas). Pero también tiene los pies en la historia mudable del mundo (signo de la luna) [La luna bajo sus pies]. Las doce tribus giran alrededor de ella, signo de los doce apóstoles.

El dragón que se describe en el versículo 3 nos recuerda a la serpiente de Gn 3:

Génesis 3:La serpiente me ha seducido.

Pondré enemistad entre ti y la mujerentre tu linaje y el suyo

Parirás con dolor los hijos

Apocalipsis 12:La serpiente antigua que seduce todo el mundo.El dragón se puso a perseguir a la mujery se fue a hacer la guerra contra los restantes de su descendenciaY clamaba con los dolores de parto y la tortura de dar a luz.

Aparece en el texto una persecución contra el hijo de la mujer: persecución religiosa contra Cristo, pero en ella fracasa el dragón y el niño es arrebatado (pasión y ascensión). Mujer que huye al desierto por intervención divina allí es protegida por Dios y alimentada con el maná (Eucaristía). Como el dragón no puede terminar con la mujer ataca a la descendencia.

Esta mujer se ha interpretado mayoritariamente como figura de la Iglesia, aunque también se ha visto una referencia a María como figura de la Iglesia aunque no todo lo que se dice de ella le conviene: persecución y alimento del maná. Se puede decir que Juan ve a la Iglesia con los rasgos de María.

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TEMA 5: MARÍA EN EL MISTERIO DE JESUCRISTO: MATERNIDAD DIVINA, PERPETUA VIRGINIDAD

Pasamos ahora al estudio sistemático de las verdades marianas que englobaremos en dos grandes apartados: aquellas que tienen relación con el misterio de Cristo que son su maternidad divina y su perpetua virginidad que podemos unir en la fórmula: maternidad virginal; y las que se explican su papel como figura-tipo de la Iglesia: La Inmaculada Concepción, la Asunción a los cielos y su maternidad espiritual.

1. Maternidad Divina

1. 1. Significado del tema

La más importante de las verdades marianas es su maternidad divina, que podemos expresar de estos dos modos. El primero según el Catecismo de la Iglesia:

Aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios ["Theotokos"] (cf. DS 251)13.

El segundo según el compendio:

95. ¿Por qué María es verdaderamente Madre de Dios? María es verdaderamente Madre de Dios porque es la madre de Jesús (Jn 2, 1; 19, 25). En efecto, aquél que fue concebido por obra del Espíritu Santo y fue verdaderamente Hijo suyo, es el Hijo eterno de Dios Padre. Es Dios mismo.

Por tanto, María es Madre de Dios porque el hijo engendrado en la carne no es otro sino el Hijo del eterno Padre. En la historia del dogma esta verdad se ha entendida de dos formas: la forma propia que afirma que María es madre de un hijo que desde el primer instante de su concepción es Dios (que es lo que afirma la Iglesia, como se puede ver en las definiciones del Catecismo que hemos ofrecido más arriba) y otra impropia que sostiene que María es madre de un hombre que ha llegado a ser Dios y que fue rechazada por la Iglesia, ya claramente en el II Concilio de Constantinopla:

Si alguno llama a la santa gloriosa siempre Virgen María madre de Dios, en sentido figurado y no en sentido propio, o por relación, como si hubiera nacido un puro hombre y no se hubiera encarnado de ella el Dios Verbo, sino que se refiriera según ellos el nacimiento del hombre a Dios Verbo por habitar con el hombre nacido; […]; o la llama madre de un hombre o madre de Cristo, como si Cristo no fuera Dios, pero no la confiesa propiamente y según verdad madre de Dios, porque Dios Verbo nacido del Padre antes de los siglos se

13 Catecismo de la Iglesia Católica, 495.

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encarnó de ella en los últimos días, y así la confesó piadosamente madre de Dios el santo Concilio de Calcedonia, ese tal sea anatema»14.

1. 2. Sagrada Escritura

La Maternidad divina de María puede verse principalmente en cuatro pasajes bíblicos que ya se han comentado en el tema tercero:

a) Ga 4, 4: El Hijo enviado por Dios al mundo sale del interior del Padre, y es, por tanto, Dios preexistente: el Hijo de Dios. La encarnación no es un comienzo absoluto sino relativo en cuanto que el ser divino preexistente sin dejar de ser Dios asume a otra forma de existencia: la existencia según la carne. Para realizar esto Dios escoge la mediación de una mujer.

b) Mt 1, 18-25: El niño que nacerá de María tiene atributos que sólo pueden aplicarse a Dios: salvará a su pueblo (sólo Yahvé salva) de sus pecados (nadie puede perdonar pecados fuera de Dios). Mateo además trae a colación la profecía del Emmanuel (Dios es Dios con nosotros).

c) Lc 1, 35: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso lo que nacerá santo se llamará Hijo de Dios”. Hijo de Dios es Dios mismo.

d) Lc 1, 43: María es saludada por Isabel como la Madre de mi Señor. En la Biblia Señor equivale a Dios, pues no pronuncian el nombre de Dios por respeto a su santo nombre.

1. 3. Tradición y Magisterio

En los dos primeros siglos dos posturas cristológicas afectan a la mariología: por un lado están los ebionitas, cristianos procedentes del judaísmo que consideraban a Jesús como un hombre en el que actúa de una manera especial la divinidad. Por tanto María no sería Madre de Dios. Además, para la mayoría de ellos Jesucristo, además de ser un simple hombre, sería realmente hijo de José y de María. Por tanto María no sería tampoco virgen. Por otro aldo están los gnósticos que sostienen que Dios no se encarnó realmente sino que simuló ser carnal, aunque no lo era, o tuvo un cuerpo angelical que vino al mundo a través de María pero no era de ella. Por tanto María no sería la verdadera madre de Cristo.

Los Padres reaccionan ante estas dos posturas afirmando que María es verdadera madre de Cristo que es verdadero hombre, pues María pertenece a la raza humana, y verdadero Dios, pues ningún 14 DS 426.

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hombre ha nacido de una virgen. Entre los más importantes están san Ignacio de Antioquía (siglos I/II) quien afirma contra los docetas (secta gnóstica que sostenían que Cristo había aparecido en carne pero solo en apariencia y no en realidad) que Jesús es hijo de María y de Dios: María es verdaderamente la madre de quien, siendo Dios, se hizo hombre por nosotros. San Justino (s. II), por su parte, presenta los dos aspectos de Cristo: el humano y el divino: Jesús procede de María, la Virgen. Admite la maternidad virginal contra paganos y judíos. Unos años más tarde, San Ireneo (s. II) manifiesta frente a los marcionitas y los valentinianos la unicidad personal de Cristo y como consecuencia confiesa la Maternidad verdadera y divina. Hay muchas expresiones en las que recalca la maternidad real de María: Ella pregnans erat; Jesús estuvo verdaderamente in vulva Mariae. Finamente, entre los escritores latinos Tertuliano (s. III) escribe lo siguiente: «Deberá callar, por tanto, también Isabel, que lleva ya en su seno al infante consciente, profeta de su Señor, y además está llena del Espíritu Santo. Sin razón dice: ¿De dónde que venga a mí la madre de mi Señor?, si María llevaba a Jesús en el seno no como hijo, sino como huésped. ¿Cómo dice Bendito el fruto de tu vientre? ¿Qué clase de fruto del seno es el que no brotó del seno; no echó raíz en el seno; no es de aquella de la que es el seno? Y ¿Quién es el fruto del vientre? Cristo» (De carne Christi, 21,4).

En cuanto a los Símbolos de fe, tanto en la Traditio Apostolica que recoge el credo que llamamos de los Apóstoles donde se afirma que Jesús «que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen» como el credo Constantinopolitano I donde aparece «y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen», dan cuenta de esta verdad.

En cuanto al término “Madre de Dios” Theotokos, (evolución del bíblico: Madre de Jesús) lo encontramos por primera vez en una obra de san Alejandro de Alejandría (s. IV), aunque podría haber sido invención de Orígenes (s. III). Lo utiliza la escuela alejandrina y la Padres Capadocios, en oriente y san Ambrosio en Occidente traducido al latín Deipara sin que resulte novedoso.

1. 4. Magisterio

El dogma de la maternidad divina de María se definió en el Concilio de Éfeso (año 431) que dio respuesta al conflicto cristológico que se produjo a comienzos del siglo V entre la escuela de Alejandría y la Antioquena. Se enfrentaban dos cristologías: la alejandrina, que propugnaba la unidad del Verbo y la carne; y la antioquena, que se centraba en la dualidad de las naturalezas. El problema en ambas se produjo cuando alguno de sus teólogos acentuaba en demasía o la dualidad de las naturalezas o la unidad del Verbo encanado. Entre los teólogos antioquenos que enfatizaban la dualidad de las naturalezas estaba Nestorio para quien Cristo

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tiene dos naturalezas perfectas con su propio prosopon. De la unión de ambas resulta Cristo, que no es persona divina sino el prosopon de la unión. Por tanto el sujeto de las acciones es Cristo y no la persona divina. De ahí que María no sería Madre de Dios sino solo de Cristo.

El asunto fue tratado en el Concilio de Éfeso (431) bajo la batuta de san Cirilo de Alejandría. En este concilio se proclamó que los Santos Padres «se atrevieron a llamar Madre de Dios (=Theotokos) a la santa Virgen; no que la naturaleza del Verbo o su divinidad haya tomado de la santa Virgen el principio de su existencia, sino que porque de ella ha nacido este santo cuerpo animado de una alma racional, a la que el Verbo se ha unido hipostáticamente, se dice que el Verbo ha sido engendrado según la carne». Esto es corroborado por el Concilio de Calcedonia (año 451) donde se confiesa que el Hijo «antes de los siglos es engendrado por el Padre según la divinidad, en los últimos días él mismo, por nosotros y por nuestra salvación, es engendrado por María Virgen Madre de Dios según al humanidad».

1. 5. Sentido y alcance teológico de este dogma

El misterio de la Maternidad divina hay que verlo en un contexto soteriológico (por nosotros los hombres y por nuestra salvación). María es el medio elegido por Dios para que su Hijo pusiera su tienda entre nosotros y nos salvara. Pero María no es simple instrumento, sino que es una persona libre y amada por Dios a la que pide una respuesta y así cooperó a instaurar la alianza entre Dios y la humanidad en Cristo. Además la maternidad divina de María significa que el Hijo de Dios se hizo realmente hombre como nosotros, hijo de nuestra hermana María.

Es bueno saber además que la maternidad de María puede ser considerada divina por tres motivos: a) Porque tiene a Dios como modelo: se asimila a la generación eterna del Verbo del Padre (causa ejemplar); b) Por ser Dios su principio, porque proviene del Espíritu Santo (causa eficiente). c) Por su término, el Engendrado es el Hijo de Dios (causa final) Es sobre todo por esto último por lo que se dice que María es la Madre de Dios. María ciertamente no es madre de la divinidad o de la naturaleza divina, pero sí lo es de la Persona divina del Hijo según la sustancia de la carne humana y de su nacimiento corporal. El Hijo de María es Dios desde el primer instante de su concepción.

Finalmente, la maternidad divina establece una relación especial y única de la persona humana de la Virgen con la persona divina del Verbo Encarnado que la sitúa por encima de todas las criaturas sin dejar por ello de ser ella misma criatura. La maternidad

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divina implica la comunión más íntima que puede darse entre Dios y el hombre. Además la relación materna no termina en la gestación y parto sino que es la educadora del Hijo de Dios en su infancia humana.

2. La Perpetua Virginidad de María

2. 1. Significado

La Maternidad de María fue real y excepcional, porque la madre fue, además, virgen. El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa así:

«98. ¿Qué significa la concepción virginal de Jesús?: La concepción virginal de Jesús significa que éste fue concebido en el seno de la Virgen María sólo por el poder del Espíritu Santo, sin concurso de varón. Él es Hijo del Padre celestial según la naturaleza divina, e Hijo de María según la naturaleza humana, pero es propiamente Hijo de Dios según las dos naturalezas, al haber en él una sola Persona, la divina.

99. ¿En qué sentido María es “siempre Virgen”? María es siempre virgen en el sentido de que ella “fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen siempre» (San Agustín). Por tanto, cuando los Evangelios hablan de “hermanos y hermanas de Jesús”, se refieren a parientes próximos de Jesús, según la expresión empleada en la Sagrada Escritura».

Es preciso dejar claro que la doctrina de la virginidad incluye la virginidad biológica en el sentido de la integridad física y la ausencia de relaciones carnales y la virginidad espiritual, es decir, la decisión de María, consciente y libre de no tener este tipo de relaciones y de entregarse generosamente al Señor con corazón indiviso. Todos estos elementos son importantes.

Por eso se puede definir la doctrina de la virginidad de este modo:

María es Virgen porque concibió a Jesucristo por obra del Espíritu Santo, sin concurso de varón; dio a luz al Salvador sin que se produjeran en ella los efectos del alumbramiento; y después de dar a luz a Jesús, no tuvo otros hijos, ni relaciones carnales.

Por tanto, hay que tener presente los tres aspectos de esta verdad mariana que incluye: la concepción virginal (es decir:

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concibió a Jesucristo por obra del Espíritu Santo, sin concurso de varón), parto virginal (dio a luz al Salvador sin que se produjeran en ella los efectos del alumbramiento) y virginidad perpetua después de dar a luz a Jesús, no tuvo otros hijos, ni relaciones carnales

2. 2. La Sagrada Escritura

La concepción virginal de Jesús está atestiguada en el Nuevo Testamento, especialmente en los textos de Mt, 1, 18-24 y Lc 1, 26-35, como ya hemos indicado en el tema tercero. Ambas tradiciones coinciden en que María concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo en María sin la intervención de san José ni de ningún hombre. Ambas tradiciones remiten al texto de Isaías 7, 14.

Acerca de la virginidad en el parto, no tenemos en la Sagrada Escrituras testimonios tan claros como los de la concepción virginal. Unos citan el texto de Jn 1, 13 y lo leen en singular: «este no ha nacido de sangre, ni de deseo de la carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios», siguiendo el testimonio de algunos Santos Padres (del siglo II), pero no todos están de acuerdo con esta lectura que no aparece en los numerosos manuscritos del texto bíblico (todos del siglo III y IV). Más prueba el versículo de san Lucas 1, 35b, que de las posibles traducciones el P. de la Potterie ofrece la siguiente: «lo que nacerá santo, será llamado Hijo de Dios», indicando con “lo que nacerá santo”, pureza en el parto, es decir, que no está sometido a la impureza legal y que, por tanto, es virginal. Finalmente, hay algunos que citan el pasaje de Lc 2, 7 donde se describe a María haciendo una actividad inmediatamente después del parto: «y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre». En esta actividad se ha querido ver un parto virginal. Sin embargo, esto no se sigue de la actividad que Lucas atribuye a María en este pasaje.

Acerca de la virginidad de María después del parto no tenemos textos de la Escritura que afirmen esta verdad categóricamente. Sólo el versículo de Lc. 1, 34 parece deducir el propósito de María de permanecer virgen. Además sería absurdo que la concepción de Jesús fuera virginal y luego María perdiera la virginidad. Pero algunos textos de la Escritura pueden inducirnos a pensar que no fue así.

En efecto, en ciertos pasajes bíblicos se nos habla de los hermanos de Jesús. De algunos incluso sabemos sus nombres: Santiago, José, Simón y Judas. La opinión más difundida es que son parientes del Señor en sentido amplio (magisterio católico), otros opinan que eran verdaderos hijos de María (Elvidio y algunos disidentes primitivos junto con algunos protestantes y católicos), y finalmente los hay que dicen que son hermanos de Jesús por parte de padre, de un matrimonio anterior (el Protoevangelio de Santiago y algunas vidas de María bizantinas). Contra aquellos que aseguran

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que son hijos de María se puede contestar parafraseando a san Jerónimo que, aunque se llamen hermanos y hermanos de Jesús, nunca se afirma que fueran hijos de María, sólo de Cristo se afirma que es hijo de María. Además en el lenguaje semita se usa la palabra hermano para primo, sobrino y cuñado al carecer esta lengua de una palabra específica para designar este parentesco. Finalmente, en Marcos 15, 40 aparece como madre de Santiago y José, hermanos de Jesús, una María distinta a la Virgen. Además, Hegesipo, autor del siglo II nos dice que Simón era hijo de Cleofás, tío de Jesús. La objeción que algunos indican de que en griego existe el término anepsios que significa “primo” y que encontramos en Col 4, 10, se puede responder que la traducción griega de los LXX llamaron hermanos a los que no lo era y además la primitiva comunidad tenía un especial tratamiento hacia los parientes del Señor a los que llamaban “los hermanos de Jesús”.

Otro versículo problemático es Mt 1, 25: “Y [José] no la conocía hasta que dio a luz un hijo” que la Biblia de la Conferencia Episcopal traduce así: «Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús» Entendiéndolo al pie de la letra da la impresión que José y María mantuvieron relaciones carnales después del nacimiento de Cristo. Krämer supone que esta conjunción griega está traduciendo otra aramea que dice ‘ad dî, que se puede traducir por “he aquí que” como p. ej. en Dn 2, 34 y 6, 25. De esta forma se traduciría el texto: “Y aunque José no la había conocido, he aquí que ella dio a luz un hijo”. Pero no hace falta recurrir a esto. En otros pasajes de la Escritura aparece la expresión “hasta que” sin referirse que después ocurre lo contrario: 2 Sm 6, 23: “Mical, hija de Saúl no tuvo hijos hasta que murió” ¿los tuvo una vez muerta?; Sal 110, 1: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies” ¿tendrá que levantarse cuando esto ocurra?; Mt 28, 20: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” ¿cuando acabe el mundo Cristo nos abandonará en el Reino celestial? Por eso el sentido está bien recogido en la traducción de la Conferencia Episcopal.

Finalmente en Lc 2, 7 se le llama a Jesús, hijo primogénito. El hecho de llamarse primogénito no significa que no sea unigénito, pues hay pasajes donde se llama primogénitos a hijos únicos: p. ej. Za 12, 10.

2. 3. Tradición.

La virginidad de María fue puesta en duda, como ya hemos indicado, por la mayoría de los judíos ebionitas (s. I), que afirmaban que Jesús era hijo de José según la carne; por el pagano Celso (s. II/III) para el que Jesús era hijo adulterino, y por los gnósticos y docetas que negaban la realidad del cuerpo del Señor.

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En cambio la Iglesia primitiva creyó en la concepción virginidad desde el siglo I: San Ignacio de Antioquía afirma: «Nuestro Dios fue llevado por María en su seno conforme a la dispensación de Dios (...) y quedó oculto al príncipe de este mundo la virginidad de María y su parto, del mismo modo que la muerte del Señor: tres misterios sonoros que se cumplen en el silencio de Dios”. San Justino en el siglo II contrapone la virginidad de María con los mitos paganos que narraban un comercio carnal entre dioses y mujeres humanas. Considera la virginidad de María como una exigencia dentro del plan salvador de Dios. Orígenes en el siglo III afirma rotundamente que Jesús nació de una virgen y del Espíritu Santo contra Celso que afirmaba que Jesús era fruto del adulterio de María, esposa de José, con el centurión Pantera (leyenda que nació de la deformación del término parthenos [virgen]).

También aparece pronto el tema de la virginidad en el parto que podemos ver apuntado en el texto de san Ignacio de Antioquía del párrafo anterior. Pro con más claridad lo vemos recogido en el Protoevangelio de Santiago y en las Odas de Salomón del siglo II d. de C. y que ellos parece haber tomado del sentido común de los fieles al que la teología y el magisterio prestarán su conformidad. En contra, Tertuliano, en el siglo III, en su enfrentamiento con los gnósticos llega a negar la virginidad en el parto afirmando que Jesús tuvo un parto como los demás hombres: la Virgen es virgen en cuando al varón, no en cuanto al parto. A partir del siglo IV se generaliza el tema de la virginidad en el parto. Por su parte, el monje Joviniano que negaba la virginidad en el parto fue condenado por el Papa san Siricio en el sínodo romano de 393. Poco más tarde, convocados por san Ambrosio, los padres sinodales de Milán confesaron la virginidad de María en el parto. En el siglo V san Agustín nos informa de esta condena: «con el auxilio del mismo Salvador, despreciaron los católicos el argumento que había admitido Joviniano, y no creyeron que Santa María hubiera sido lesionada al dar a luz, ni que el Señor fuera un fantasma: sino que ella permaneció virgen después del parto y que, sin embargo, había nacido de ella el verdadero cuerpo de Cristo»15. Por su parte el Papa San León Magno en su Tomus ad Flavianum del año 449 afirma esta doctrina que también aparece en san Gregorio Magno.

Sobre la perpetua virginidad o virginidad después del parto, los textos bíblicos no son totalmente claros, por eso, acudimos para una recta interpretación de los hechos a la tradición. En el siglo III Clemente de Alejandría enseñó que María es Virgen después del parto y que los hermanos de Jesús son hijos de José de un matrimonio anterior. Lo que parece que afirma también Orígenes, que además añade un argumento de conveniencia a la virginidad después del parto: es conveniente que el cuerpo destinado a servir a la Palabra no conociese ninguna relación sexual con un hombre. Tertuliano en cambio, aunque afirma la concepción virginal de

15 Contra Iulianum, 1, 3.

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Cristo, niega que María sea virgen durante el parto y después del parto. Por su parte, ya en el siglo IV, Elvidio, laico arriano, negaba la virginidad después del parto de María basándose en la Sagrada Escritura y en el testimonio de Tertuliano. A este le responde san Jerónimo en su obra Adversus Helvidium haciendo un estudio exegético sobre las dificultades de Elvidio: en primer lugar, muestra que “primogénito” no indica que es el primero de otros hermanos, sino que es el primero, pudiendo haber o no más hermanos. En segundo lugar, señala otros pasajes de la Escritura en los que se llama hermano a personas que no tenían este parentesco en sentido estricto. Tampoco está de acuerdo en que sean hijos de un matrimonio anterior de José, pues está convencido de la virginidad también de José. San Ambrosio y San Agustín también defienden esta doctrina. En el siglo VI entre los obispos africanos encontramos muchos testimonios donde se une en una fórmula de fe: “virgen antes del parto, durante el parto y después del parto”. San Ildefonso acuña la siguiente: “Virgen antes de la venida del Hijo, virgen después de la generación del Hijo, virgen con el nacimiento del Hijo, virgen después del nacimiento del Hijo”.

2. 4. Magisterio.

El Magisterio expresa esta verdad dentro de los Símbolos de fe. La afirmación, “nació de Santa María, Virgen” no puede entenderse como una simple virginidad moral o la gracia divina en su nacimiento. Es cierto que esta afirmación podría pensarse sólo de la concepción virginal, por eso, es bueno saber que el título “Siempre Virgen” aparece en el Concilio de Constantinopla II, y que fue profesado claramente en el Sínodo Romano de Letrán del 649 bajo el Papa Martín I que dice: «Si alguno no confiesa, según los Santos Padres, que la santa y siempre virgen e inmaculada María es en sentido propio y según verdad Madre de Dios, en cuanto que propia y verdaderamente al fin de los siglos concibió por obra del Espíritu Santo sin semen y dio a luz sin corrupción, permaneciendo también después del parto su indisoluble virginidad, al mismo Dios Verbo, nacido del Padre antes de todos los siglos, sea anatema»16.

El Concilio Vaticano II recoge la tradición de la Iglesia y afirma: «Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte […] y en el nacimiento, cuando la Madre de Dios, llena de gozo, presentó a los pastores y a los Magos a su Hijo primogénito, que, lejos de menoscabar, consagró su integridad virginal»17.

2. 5. Sentido teológico de la virginidad

16 DH 50317 LG 57

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La concepción virginal de Cristo está ligada a la fe en la divinidad del que nacerá según la carne de la Teotocos. Por tanto muestra que Jesús no es un simple hombre que viene a la existencia sino Dios. Esto se realiza por la acción del Espíritu Santo.

La concepción virginal recalca la gratuidad de la salvación de Dios, pues sólo él puede salvarnos. Pero, además nos muestra la repuesta del hombre a la gratuidad de Dios pues, ya antes de concebir, María acepta por la fe las palabras de Dios. Por tanto la virginidad nos muestra a una mujer que acepta y obedece y se convierte en el modelo de la Iglesia en su misión.

Indica además la novedad del Reino de Dios: la concepción virginal de Cristo, aunque se sitúa en la línea de las concepciones maravillosas del Antiguo Testamento, la supera pues es el único que nace virginalmente.

La Virgen es la única persona humana que interviene en el momento de la encarnación y para ella es signo de que el Verbo verdaderamente toma carne en ella. No es María quien hace de Cristo su Hijo, sino el Verbo quien hace de ella su Madre. Ella aparece como la que recibe.

La virginidad en el parto es un signo profético que remite a un orden de cosas más sublime: Es, en primer lugar un criterio de verdad cristológica: Jesús es Dios y hombre: su nacimiento en la carne muestra su humanidad; el parto virginal de María muestra el poder divino. Es también signo de Dios Salvador: es el preludio del fin ya que María da a luz sin dolor es signo de que la salvación de Cristo afecta nuestro cuerpo. Es, finalmente signo de Resurrección: las puertas selladas son signo de la virginidad perpetua y del sepulcro de Cristo de donde nace la vida. También nos recuerda que a la fe íntegra de María le corresponde su integridad corporal.

La perpetua virginidad nos manifiesta que María, permaneciendo virgen, puede dedicarse plenamente a su Hijo, y a su reino. No obstante debemos afirmar que no es virgen por minusvaloración del matrimonio, ni por depreciación del amor humano, sino por una asunción de ese amor para dedicarse en exclusiva al Espíritu que la consagró como templo de Dios y signo de nueva fecundidad. Es entrega absoluta al plan salvador del Padre, lo que no significa frustración sino plenitud de las aspiraciones más profundas de su ser donado. Finalmente es figura de la Iglesia que es virgen y madre.

3. Problemática actual

Los teólogos ortodoxos no tienen reparo en aceptar la virginidad real de María porque así está escrita en los libros de la Sagrada Escritura, ni por supuesto, que María sea la Madre de Dios (Teotocos, su título preferido). Tampoco tuvieron dificultad en aceptarlo los protestantes de los siglos XVI, ni la dogmática

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protestante de los siglos XVII y XVIII. Tanto Lutero como Zwinglio y Calvino sostuvieron que la concepción virginal es uno de los artículos que hay que creer, como la maternidad divina de María.

Pero durante la Ilustración empezó a ponerse en entredicho la posibilidad de las intervenciones milagrosas de Dios y se buscan razones para interpretar los pasajes en los que la Sagrada Escritura se habla de ello. Strauss (1808-1874) propone una interpretación mítica. Estas intervenciones milagrosas son un ropaje histórico de las ideas de la primitiva comunidad. Por eso niega la concepción virginal por ser irreconciliable con las leyes de la naturaleza, porque no es exigida por ninguna razón teológica y porque las dificultades exegéticas (el silencio del Nuevo Testamento, la antigua presunción de la paternidad de José, entre otras) son de hecho insuperables. Por tanto hay que buscar el origen de este mito y establecer su auténtico sentido religioso.

Esta corriente crítica alcanza uno de los puntos más altos en Harnack, quien firma la declaración de Eisenach. Su tesis se puede resumir en estas palabras:

El “conceptus de Spiritu Sancto” no es una confesión primitiva, sino un derivado de la idea cristológica ‘Hijo de Dios’ y tiene dos o tres etapas. La primera la marca Rm 1, 4: Jesús vino a ser Hijo de Dios por la resurrección. Las otras etapas son el relato de la transfiguración (“Este es mi Hijo amado”) y del bautismo, con el motivo combinado del Espíritu y del Hijo. Los relatos del nacimiento, con la misma expresión, llegan hasta el primer momento de la aparición en la tierra de Jesús. Todas estas etapas, que bien pudieran entremezclarse, tienen su origen en la experiencia de la comunidad que lo esencial en la actividad de Jesús procede de una acción específica del Espíritu Santo. El motivo complementario del relato “ex Maria Virgine” se explica desde especulaciones en torno a la fe, que ha interpretado la palabra de Is. 7, 14. No cabe plantearse una dependencia de la mitología griega, al menos primariamente18.

Esta idea se impone en el campo protestante, aunque las interpretaciones que se dan al mito de la concepción virginal son muy diferentes y a veces opuestas.

En el campo católico, el Catecismo Holandés dice que la cuestión biológica de la concepción virginal no forma parte de la de fe de la Iglesia. Uno de sus autores Schoonenberg sostiene que la concepción virginal como hecho biológico es una cuestión actualmente abierta, pues Jesús puede ser físicamente hijo de u hombre, ya que lo único cierto para la fe es que el acontecimiento de la encarnación. La síntesis de su pensamiento puede reducirse a estos puntos:

La Escritura no puede probar la historicidad de la concepción virginal.

Tampoco la tradición postbíblica de una manera convincente.

18 M. PONCE, María. Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, Barcelona 22001, 341.

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Por eso la cuestión “historia o leyenda” queda provisionalmente abierta.

Posiblemente tenga que quedar así por falta de argumentos convincentes.

No obstante, esta situación no supone pérdida de fe decisiva para la de cristiana.

En el campo de la teología católica española participan de esta postura Salas, que acepta que María fue siempre virgen pero que esto no impediría sus relaciones carnales con José, pues la virginidad es un sí a Dios y no un no al hombre, y González Faus.

¿Qué podemos responder a estas dificultades? Hay que decir ante todo que estas ideas tiene como denominador común: el dogma del método histórico-crítico de que no hay intervenciones milagrosas de Dios en la historia y de que Dios no es providente. Luego vienen las otras dificultades a las que vamos a responder:

a) Dificultades exegéticas.

Algunos opinan que los Evangelios de la Infancia, donde se expresa claramente la concepción virginal, son como islotes dentro del Nuevo Testamento. Pero Salvador Muñoz Iglesias demuestra que son parte integrante del Evangelio. Por tanto, el llamado silencio del Nuevo Testamento sobre la concepción virginal no puede sostenerse, como ya hemos visto en la primera parte. Si no aparece el tema en todos los libros del Nuevo Testamento no se puede hablar de un silencio. Que la mayoría silencien los datos de la infancia es normal porque lo que presentan los textos son los acontecimientos de las que los apóstoles fueron testigos, por eso no se refieren a estos hechos. Cuando los pone Lucas y Mateo en su evangelio fueron toda una novedad. Pero si la comunidad no creyera en la concepción virginal de Jesús, estos textos habrían sido un escándalo para la comunidad.

b) Dificultades teológicas

La objeción de que la concepción virginal supone un rechazo de la sexualidad y una minusvaloración del matrimonio, es no comprender bien el mensaje evangélico que no hay nada de esto.

Pensar, por otra parte, que la concepción virginal de Jesucristo pone en tela de juicio la verdadera humanidad de Jesús porque se le priva de padre humano, es no entender que el ser hombre en Jesús no proviene del modo en que ha sido engendrado sino en una auténtica participación de la naturaleza humana. Además el ser humano proviene en último término de un acto creador de Dios. Finalmente, la concepción virginal tiene el valor de una nueva creación y es signo a la vez de verdadera humanización y de un nuevo comienzo de la humanidad.

El hecho de fijarse en el sentido salvador del hecho no quita sino presupone el hecho de la virginidad. Tres cosas son

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irrenunciables para la fe cristiana: la realidad histórica; la profundidad del misterio; y la conexión íntima entre ambas.

Otros piensan que Dios podría haberse encarnado sin tener que hacerlo virginalmente, y Dios no hace milagros sin necesidad (¿dónde se apoya esta última teoría?). Esto lo que niega es la intervención de Dios en la historia y el hecho de que Dios hace las cosas que quiere.

Finalmente el teólogo alemán J. Ratzinger en su libro Introducción al Cristianismo afirma taxativamente que la concepción virginal aparece desde el principio en el Símbolo de la Iglesia que es expresión de lo que la Iglesia siempre ha considerado que se debe creer obligatoriamente19.

19 pp.243. El libro de Ponce da solución a más dificultades teológicas que se pueden consultar ahí (pp.354 y ss.).

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TEMA 6: MARÍA FIGURA Y TIPO DE LA IGLESIA: INMACULADA CONCEPCIÓN, ASUNCIÓN, MATERNIDAD ESPIRITUAL

En este tema vamos a estudiar, por un lado, los dogmas marianos de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de María que hay que verlos como la participación suprema de María en el misterio de Cristo, vencedor del pecado (Inmaculada Concepción) y de la muerte (Asunción a los Cielos) y que tienen su razón de ser en la elección de María como Madre del Salvador y como modelo y tipo de la Iglesia, y por otro, presentaremos las bases teológicas para afirmar que María es nuestra madre, lo que hemos titulado la Maternidad espiritual de María.

1. Inmaculada Concepción

1. 1. Significado

Para conocer qué es lo que significa que María es Inmaculada nada mejor que acudir a la bula del Papa Beato Pío IX donde encontramos la siguiente definición dogmática: «Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano».

1. 2. Fundamentos Bíblicos:

Para poder afirmar que ha sido revelada por Dios, debemos encontrar en la Sagrada Escritura los fundamentos de esta verdad que nos propone la Iglesia. Son dos los puntos de apoyo de este dogma. El primero se halla en el libro del Génesis, 3, 15: Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, es decir, como ya estudiamos en el capítulo segundo, Dios establece una enemistad entre María y Satanás que se manifiesta en la victoria de Cristo sobre el mismo Satanás. Por tanto, la victoria de Cristo es otorgada a María plenamente y esto significa que igual que la enemistad de Jesús y el diablo es total lo tiene que ser también la de María por lo que excluye cualquier amistad originaria con el diablo. Por eso dice la Bula: «así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo hostigando con Él y por Él

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eternamente a la venenosa serpiente, y de la misma triunfando en toda la línea, trituró su cabeza con el pie inmaculado».

El segundo lo encontramos, en Lucas 1, 28, en el saludo del ángel a María, donde le llama “llena de gracia”20. María tiene la gracia que corresponde a la dignidad de Madre de Dios. Esa gracia es una plenitud de gracia. La única plenitud de gracia que corresponde a la dignidad de Madre de Dios es aquella que se tiene desde el primer instante de la existencia, es decir una santidad que abarque toda la existencia de María.

También la alabanza de Isabel a María: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”: también hay un paralelismo entre María y su Hijo.

1. 3. Proceso histórico-dogmático

Para poder llegar a la formulación del dogma de la Inmaculada Concepción pues preciso recorrer un largo camino pues había que conjugar la necesidad de que María fuera redimida, como todos los hombres, con su santidad eximia.

En los Padres encontramos acentuado el hecho de que María nunca estuvo bajo la influencia del demonio, pero el hecho de ser preservada del pecado original chocaba con ciertos problemas: a) la santidad propia y exclusiva de Cristo en virtud de su unión hipostática, unión que no se da en María; b) universalidad de la redención de Cristo a todos los hombres que debe abarcar a María; c) no estaba definida la doctrina del pecado original como lo conocemos hoy; d) el error de ciertos Padres, entre ellos san Agustín, que consideraban que era el padre el que transmitía el pecado original; e) la indeterminación sobre el momento en el que el feto empieza a ser "ser humano" (cuándo empieza a tener alma).

Existen dos temas patrísticos que hacen referencia a este dogma mariano21: el de María como nueva Eva, desarrollado por los Padres del siglo II san Justino y san Ireneo y que podemos resumir con estas palabras: «Al igual que Eva está asociada a Adán en provocar nuestra derrota, María está asociada a su hijo en la conquista del antiguo enemigo (cf. Gn 3, 15): la desobediencia de la “virgen” Eva acarrea la muerte; la obediencia de la virgen María abre el camino de la salvación. La Nueva Eva comparte la victoria del Nuevo Adán sobre el pecado y la muerte». Y el segundo es el de la santidad de María relacionada con su virginidad perpetua: virginidad que no sólo es entendida como la integridad física de su cuerpo sino también como la disposición de obediencia y fidelidad al Señor que es ejemplo para el cristiano de su relación con Cristo. De

20 Sobre la exégesis de esta palabra, véase tema 4.21 El desarrollo de estos temas se puede ver en el artículo de José Rico Pavés, “La Concepción Inmaculada de María en los Santos Padres”, Toletana 13 (2005) 55-73

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aquí va surgiendo poco a poco la idea de la exención del pecado de María.

Sin embargo, descubrimos a algunos Padres que, afirmando la santidad eximia de María, señalan en ella alguna falta moral, como por ejemplo: San Ireneo quien en Adversus Haereses III, 16, 7 critica la precipitación de María en las bodas de Caná a la hora de pedir el milagro y la considera como una falta que fue limpiada por la sangre de su Hijo, y lo mismo Orígenes para quien ese imperfección sería la vacilación de la fe de María cuando estaba al pie de la Cruz (Homilía in Lucam 17, 6). Finalmente también Tertuliano, San Ambrosio y San Juan Crisóstomo son de la opinión de que María cometió algún pecado que fue limpiado por la muerte de Cristo.

Es san Agustín uno de los primeros que no desean hablar de que María haya pecado ni siquiera contraído el pecado original, como podemos observar en estas palabras:

Hemos de exceptuar a la santa Virgen María acerca de la cual no deseo suscitar cuestión alguna en lo tocante a los pecados, por honor del Señor; porque de él sabemos qué abundancia de gracia para vencer al pecado en todo detalle se le otorgó a la que tuvo el mérito de concebir y dar a luz a aquél que sin duda alguna no conoció pecado22.

En el siglo V hallamos en Oriente la figura de Teodoro de Ancilla quien afirma que María es sin tacha ni mancha santa en cuerpo y alma y en siglo VI en todo el oriente de la llama Panagia (la toda santa).

1. 4. Historia del dogma.

A partir del siglo IX comienza en Occidente una larga reflexión teológica. Todos son unánimes en afirmar la santidad eximia de María y querían verla libre de pecado lo antes posible. El problema era conjugar estos dos momentos: a) la necesidad de todo hombre de la redención y b) la pureza de María. Sobre cuando sucedió la liberación había tres opiniones: a) María fue concebida en pecado pero purificada en el mismo instante de su concepción; b) fue purificada no en el mismo instante pero sí enseguida; c) no contrajo nunca el pecado original.

El primer autor en presentar el camino hacia la doctrina de la Inmaculada Concepción fue Pascasio Radberto quien afirma que no podría celebrarse la fiesta de la Maternidad de María si ella no hubiera sido purificada en el seno materno. Es más, señala una de las razones de la doctrina de la santidad de María: para que Cristo

22 De natura et gratia 36, 42.

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fuera concebido sin pecado se requería no sólo que su madre fuera virgen sino que ésta estuviera libre de pecado.

San Anselmo de Canterbury (+1109), que no acepta la doctrina de la Inmaculada Concepción de María, sí admite que la santidad de María supera toda santidad humana y que la purificación de María sucede en virtud de los méritos del Señor que redimió no sólo a los que le siguieron sino también a los que le precedieron.

Guillermo de Ware (s. XIII) apunta las tres teorías que se barajaban en la época y que hemos expuesto al comienzo de este punto. Él se inclina por la que sostiene que la Virgen no contrajo el pecado original. Pero no sabe compaginar esta aserción con el dogma de la redención universal.

El Beato Duns Escoto (+1308) profundizó estas ideas de Guillermo de Ware y su mérito consistió en compaginar ambas verdades. Lo hizo en París ante sus oponentes. Ante la primera objeción contra la Inmaculada Concepción que consistía en afirmar que Cristo es el redentor universal que abrió a todos las puestas del cielo, y si María no contrajo el pecado original no la hubiera salvado, Escoto responde:

El mediador perfectísimo ha de tener el acto de mediar más perfecto posible en favor de aquella persona por la que media... Pero por nadie tuvo una mediación más perfecta que por María. Por tanto lo tuvo en favor de María. Ahora bien, este acto de perfectísima mediación no hubiera ocurrido si no hubiese merecido a María la preservación del pecado original.

Según este autor, pues, María fue redimida del modo más eminente: fue preservada de caer en el pecado:

María, procedente por vía natural de Adán, habría contraído el pecado original en virtud de la propagación común, a no ser que fuera prevenida por la gracia del Mediador; y así como los otros tuvieron necesidad de Cristo para que por su mérito les fuera remitido el pecado ya contraído, así y mucho más, necesitó ella del Mediador que la previniera del pecado, a fin de que no lo llegara a contraer y para que no lo contrajera de hecho.

A la segunda objeción: María fue concebida por un padre y una madre, por tanto, lo fue con semen infecto que infectó también su alma, dice Escoto que aunque esto fuera cierto que el pecado original se transmitiera por el semen del padre, sin embargo, la infección de la carne que continúa después del bautismo, no es causa necesaria de que permanezca el pecado original en el alma, pues permaneciendo tal infección, el pecado original es borrado del alma del fiel una vez bautizado. Así, podría Dios borrar la infección de la carne dando a la Virgen la gracia en el primer instante de la concepción23.

23 Puede verse más desarrolladas sus tesis en la Ordinatio III, distinción III, cuestión 1, (BEATO JUAN DUNS ESCOTO, Jesucristo y María, Madrid (BAC) 2008, 77-88).

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Méritos: analiza los argumentos contra la exención del pecado original en María y fundamenta su tesis en base sólida; relaciona en dogma de la Inmaculada Concepción con la Cristología y Soteriología de modo que queda clara la solución del problema de la universalidad del pecado original y la necesidad universal de redención; queda clara la posición eminente de María y de su perfecta santidad.

Después de esta aclaración siguieron las disputas entre los partidarios de la Inmaculada Concepción y los detractores que llegaban a considerar herejes a los inmaculistas. En este contexto intervino el Papa Sixto IV en el 1476 quien rechazó que se pudieran llamar herejes a los que dicen que María es inmaculada desde su concepción y recen el oficio de la Inmaculada.

El Concilio de Trento, por su parte, al promulgar el decreto dogmático del pecado original, por el cual estableció y definió, conforme a los testimonios de las sagradas Escrituras y de los Santos Padres y de los recomendabilísimos concilios, que los hombres nacen manchados por la culpa original, sin embargo, solemnemente declaró que no era su intención incluir a la santa e Inmaculada Virgen Madre de Dios en el decreto mismo y en una definición tan amplia.

San Pío V condenó el error de Bayo en el que se afirmaba que María estaba sujeta al pecado original.

Alejandro VII en el 1661, afirma: Antigua por cierto es la piedad de los fieles cristianos para con la santísima Madre Virgen María, que sienten que su alma, en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, fue preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los méritos de su hijo Jesucristo, redentor del género humano, y que, en este sentido, veneran y celebran con solemne ceremonia la fiesta de su Concepción. (Const. Sollicitudo omnium Ecclesiarum, 8 de diciembre de 1661).

Finalmente el Beato Pío IX quiso solucionar el problema e hizo una consulta al pueblo de Dios. El 8 de diciembre del año 1854 proclamó solemnemente esta verdad. Aquí reproducimos cómo se llegó a este reconocimiento por parte del Papa24:

Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Por lo cual, si algunos presumieren sentir en su corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que además, si osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su

24 DH 2803

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corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.

Sobre la fiesta de la Inmaculada Concepción podemos decir que tiene su origen en la antigua fiesta de la Concepción de María o Concepción de Santa Ana), cuyo origen lo podemos situar en los monasterios de Palestina a final del siglo VII. En la Iglesia Oriental la solemnidad emergió de comunidades monásticas, entró en las catedrales, y eventualmente fue fijada fiesta en el calendario de Basilio II (s. X), con la aprobación de la Iglesia y del Estado.

En la Iglesia Occidental la fiesta aparece cuando en el Oriente su desarrollo se había detenido. La hallamos en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI y en seguida pasó a algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando. Esto puede verse que en el calendario de Old Minster, Winchester, datado hacia el año 1030, y en el de New Minster, Winchester, escrito entre 1035 y 1056, todos ellos en Inglaterra. Esto demuestra que la fiesta era reconocida por la autoridad y observada por los monjes sajones con considerable solemnidad. Pero, después de la invasión normanda en 1066, el recién llegado clero normando abolió la fiesta en algunos monasterios de Inglaterra donde había sido establecida por los monjes anglosajones. Pero hacia fines del siglo XI, a través de los esfuerzos de Anselmo el Joven, fue retomada en numerosos establecimientos anglo-normandos. Durante la Edad Media la Fiesta de la Concepción de María fue comúnmente llamada la «Fiesta de la nación normanda», lo cual manifiesta que era celebrada en Normandía con gran esplendor y que se extendió por toda la Europa Occidental.

Por un Decreto de 28 de Febrero de 1476, Sixto IV adoptó por fin la fiesta para toda la Iglesia Latina y otorgó una indulgencia a todos cuantos asistieran a los Oficios Divinos de la solemnidad. Para poner fin a toda ulterior cavilación. En 1708 Clemente XI elevó de fiesta a solemnidad de precepto.

1. 5. Sentido teológico.

En primer lugar, nos fijamos en el sujeto de la definición. Si el Papa Alejandro VII se refería al alma de María como la que fue preservada del pecado original, en la definición se nos presenta la persona de María, y no sólo su alma. Además, siguiendo los razonamientos del Beato Escoto, esta gracia se concede por los méritos de su Hijo, por tanto une este don con el misterio de la redención.

Por otro lado, aunque la definición está redactada en sentido negativo, no hay que olvidar el sentido positivo: la plenitud de gracia

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que le ha sido concedida a María por parte de Dios. Esta gracia, por tanto, es signo del amor gratuito del Padre, no fue mérito de María sino iniciativa amorosa de Dios. Sólo de Dios puede venir una salvación plena y ésta precede a nuestra esperanza.

También debemos señalar la relación entre la Inmaculada Concepción de María y su papel como Madre de Dios. En este sentido debemos afirmar que es la santidad de Dios la que reclama la santidad absoluta de María, pues la Virgen es el templo donde se realizaron los esponsales entre la divinidad y la humanidad. Por eso debía ser santísima por ser Dios tres veces santo.

Además, Dios quiere la cooperación libre de la criatura en la aceptación de sus planes en una misión salvadora. A María se le pidió esta colaboración para que Dios se encarnarse. Al ser la más grande de las participaciones que se le ha pedido a un ser humano en un plan divino, era necesario una libertad absoluta para que pudiera asentir con total libertad a lo que se la pedía, y para eso era necesario que no estuviera esclavizada por ningún pecado. Por eso se convirtió en el prototipo del hombre redimido, es nueva criatura y modelo de todos los redimidos que se caracterizan por haber sido liberados del pecado.

María está en un plano excepcional y único entre todos los redimidos. Esto no aleja a María de los hombres sino que más bien le acerca porque lo que produje el alejamiento es el pecado. La llena de gracia es, por tanto, la más cercana a nosotros.

2. La Asunción de María

2. 1. Significado

La asunción de María a los Cielos en cuerpo y alma se refiere a la glorificación corporal de María, es decir, que María después de su vida terrestre, se encuentra en aquel estado en el que se hallarán los justos después de la resurrección final.

2. 2. Fundamentos bíblicos.

Algunos autores han querido ver el pasaje de Génesis 3, 15 como una prueba en favor de la Asunción. Sobre esto el texto de la Bula del Papa Pío XII en el que se define este dogma nos dice: «Lo mismo que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la lucha que tiene en común con su Hijo tenía que concluir con la glorificación de su cuerpo virginal»25.

Otros han asentado esta verdad en Lucas 1, 28. Acerca de esto dice el citado Papa: «Los doctores escolásticos (...) consideran con especial interés las palabras Ave, llena de gracia, el Señor está

25 Munificentissimus Deus, 15.

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contigo, bendita tú entre las mujeres, porque veían en el misterio de la Asunción un complemento de la plenitud de la gracia concedida a la bienaventurada Virgen y una bendición singular, en oposición a la maldición de Eva»26.

En relación con Ap 12, 1 y ss. dice la bula: «Los doctores escolásticos vieron prefigurada la Asunción (...) en aquella mujer vestida de sol que contempló el apóstol Juan en la isla de Patmos»27.

Para fundamentar esta verdad el Papa Pío XII procedió en la Munificentissimus Deus procedió con un método mixto: Escritura y Tradición que lo desarrolló así:

a) Los Padres de la Iglesia, desde comienzos del siglo II establecen una relación especial entre María (Nueva Eva) y Cristo (Nuevo Adán) en la lucha contra el diablo.

b) Según Gn 3, 15 la lucha de Cristo contra el diablo había de terminar con la victoria total sobre el demonio.

c) La victoria de Cristo contra el Diablo, según san Pablo, fue la victoria sobre el pecado y sobre la muerte.

d) Dado el carácter de la asociación de María a Cristo en esta lucha, también tiene María una especial participación en la victoria de Cristo que no podía ser completa si no llevara consigo su plena glorificación corporal.

2. 3. Proceso histórico dogmático

Que María fuera llevada en cuerpo y alma al cielo lo encontramos en los Apócrifos asuncionistas cuyo valor no estriba en el hecho de que aporten datos históricos sino en ser testimonios de la fe del pueblo cristianos de la época. Los más antiguos se remontan al siglo IV. Pero, debido a la unanimidad en afirmar la muerte y el enterramiento de María en Getsemaní y su subida al cielo desde allí, debemos suponer que recogen una tradición anterior.

Ese fundamento histórico se ve confirmado por los estudios arqueológicos de la “Tumba de María”. El P. Bagatti llegó a estas conclusiones: El sepulcro llamado de María en Getsemaní tiene las características de uno del siglo primero; fue además venerado desde el primer siglo sobre todo en la conmemoración anual donde se leía el relato de la dormición de María; fiesta que celebraban los judeocristianos y los guardianes del sepulcro. Después los cristianos procedentes de la gentilidad lo transformaron en una iglesia.

Entre los textos antiguos sobre esta verdad mariana se encuentra el Transitus escrito en el siglo IV por el Pseudo-Melitón en el que se afirma la resurrección definitiva del cuerpo de María.

En el siglo VI se celebraba el 15 de agosto la fiesta de Maria Teotocos en la Iglesia del reposo o Dormición; por eso empezó a 26 Ibid. 1127 Ibid.

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llamarse “Fiesta de la Dormición”. En el 600 pasó a Constantinopla con nombres distintos: Dormición, Transito y Asunción que es el que se impone. En tiempos del Papa Sergio I (687-701) se celebraba en Roma con la palabra Dormición, y en el 847-855, en tiempos del Papa León IV, se empezó a llamar la fiesta de la Asunción. Durante los siglos VIII y IX se extiende por todo occidente y pasó a ser la fiesta principal mariana.

Los Padres griegos especialmente san Germán de Constantinopla, san Andrés de Creta y san Juan Damasceno afirman esta verdad.

En Occidente, esta verdad de fe ha sido aceptada por el pueblo de Dios hallando sólo algunas voces discordantes como la de Pascasio Radberto, quien no niega la posibilidad de la Asunción, pero sí que haya testimonios de ella fuera de los apócrifos. Por eso prefiere que se considere la Asunción corporal como dudosa y que se centre la atención de los fieles en lo que es cierto: la glorificación del alma.

El Pseudo-Agustín responde con el siguiente razonamiento: a) La omnipotencia de Cristo nos hace pensar que su Madre, que conoció la muerte, no pudo ser prisionera de ella. b) Si Cristo hizo que la virginidad de su Madre permaneciera intacta, ¿por qué no pudo hacer que se le asemejara en la resurrección? Por otra parte «caro enim Christi caro est Mariae» y debe seguir la misma suerte que la del Señor. c) «Temo afirmar que aquel cuerpo santísimo del que Cristo toma su carne (...) debía tener la misma suerte que todos». d) Aquél que no conceda esto a Cristo (la asunción corpórea de su Madre al cielo) debe probar por qué no es pertinente o cuál es la razón de que no puede ser.

2. 4. Definición

El Papa Pío XII definió solemnemente la Asunción de María en cuerpo y alma el 1 de noviembre del año 1950 después de una consulta a los obispos del mundo entero que respondieron afirmativamente en una aplastante mayoría. Dice así: «proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».

Comentario: la Inmaculada Virgen María: el título de la Asunción está ligado al de la Inmaculada Concepción como estamos viendo. Cumplido el curso de su vida terrestre: no se indica si murió o no, dejando esta cuestión teológicamente libre. Fue asunta en cuerpo y alma: sí indica que su glorificación corporal tuvo lugar pronto al fin de su existencia terrena. Asunta: indica un cambio no de lugar sino de estado. Cuerpo y alma son los componentes de la naturaleza human. María es hoy una persona humana viva en toda su realidad existencial humana. A la gloria celestial: María se encuentra

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en aquel estado en el que se encontrarán los justos después de la Resurrección final.

2. 5. Significado teológico.

Podemos ver en este dogma dos tipos de aspectos: aspectos cristológicos y eclesiológicos.

Sobre los primeros, los aspectos cristológicos podemos afirmar que el misterio de la Asunción de María no es una realidad, que tenga su razón de ser en sí misma, sino que reproduce, de modo ejemplar, lo sucedido en Cristo. En este sentido, la Asunción de María es imagen de Cristo ascendido al cielo, pero copia e imagen que ha sido redimida.

Los argumentos cristológicos aducidos por los Padres acerca de este misterio los podemos dividir en tres:

a) El primero se enunciaría así: el amor de Cristo hacia su madre: el honor que Jesús debe a su Madre le ha llevado a glorificarla en cuerpo y alma., ya que la maternidad ha hecho de la Virgen morada del mismo Cristo, Hijo de Dios, creando unos lazos espirituales y corporales que deben prolongarse hasta el cielo. Como la Maternidad de María no se queda en su aspecto meramente biológico sino que además tuvo una entrega total a la obra del Redentor, su Hijo no se queda en un amor de Hijo meramente humano sino también divino, lo que significa plenitud y totalidad en el amor.

b) Otro aspecto muy unido al anterior: la inseparabilidad de María con Cristo en la obra mesiánica. Si la Virgen estuvo asociada de una manera eminente a la victoria de Cristo sobre el pecado, debe estar también unida a su conquista sobre su muerte.

c) El hecho de la virginidad: si su carne no fue corrompida ni con la concepción ni con el parto, no debe estar sometida a la corrupción del sepulcro. (este argumento patrístico tiene el problema de ver la concepción y el parto como una corrupción).

En cuanto a los aspectos eclesiales se pueden aducir los siguientes:

Los teólogos distinguen entre la resurrección de Cristo, por propio derecho en razón de la unión hipostática, y la Asunción de María, don gratuito de la Trinidad. Este privilegio mariano subraya el culmen de su misión: resucitada con su Hijo, nos indica el camino hacia la meta. Por tanto, María es figura y primicia de la Iglesia. Por eso ha sido pre-destinada, pre-llamada, pre-justificada y pre-glorificada, pues, la Asunción de María a los cielos debe considerarse el primer efecto eclesiológico de la resurrección de Cristo.

Además, es signo de esperanza para toda la Iglesia que peregrina hacia la casa del Padre en medio de dificultades y

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deserciones y la figura de la Virgen asunta al cielo se convierte en la clave interpretativa de la dignidad actual y futura del hombre creado a imagen del Hijo y redimido por Él.

3. Maternidad espiritual de María. María, madre de la Iglesia

3. 1. Significado

En este tema vamos a estudiar en qué sentido María es madre de la Iglesia, en qué consiste su ayuda y cuál es el culto que se le rinde. Para ello nada mejor que aprender bien las definiciones del Compendio del Catecismo que recoge la doctrina de la Iglesia:

196. ¿En qué sentido la Bienaventurada Virgen María es Madre de la Iglesia?

La Bienaventurada Virgen María es Madre de la Iglesia en el orden de la gracia, porque ha dado a luz a Jesús, el Hijo de Dios, Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia. Jesús, agonizante en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27).

197. ¿Cómo ayuda la Virgen María a la Iglesia?

Después de la Ascensión de su Hijo, la Virgen María ayudó con su oración a los comienzos de la Iglesia. Incluso tras su Asunción al cielo, ella continúa intercediendo por sus hijos, siendo para todos un modelo de fe y de caridad y ejerciendo sobre ellos un influjo salvífico, que mana de la sobreabundancia de los méritos de Cristo. Los fieles ven en María una imagen y un anticipo de la resurrección que les espera, y la invocan como abogada, auxiliadora, socorro y mediadora.

Vemos por tanto que la maternidad espiritual de María está íntimamente relacionada con su maternidad divina: por ser madre del Salvador, cabeza de la Iglesia, es madre de los miembros y sobre ellos ejerce un influjo mediante su intercesión, su ejemplo y su influjo salvífico.

3. 2. Fundamentos Bíblicos

El fundamento bíblica más importante de esta verdad se encuentra en Jn 19, 25-27 que ya fue comentado en el tema cuarto y del que dijimos que María era entregada al discípulo como madre para que la recibiera entre las características propias de su ser cristiano. Junto a este Jn 2, 1-12, que también vimos en el tema cuarto, nos manifiesta el doble aspecto de la maternidad de María sobre la humidad, por un lado el interés por la situación embarazosa de los esposos y, por otro, la urgencia para que los servidores atiendan cualquier palabra de su Hijo. De hecho el poder intercesor está en la base del milagro y manifiesta la mediación de María ante su Hijo a favor de los hombres.

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Ya indicamos que estos pasajes bíblicos desarrollaban la profecía que aparece en Gn. 3, 15. En efecto, en María se cumple perfectamente la participación plena de la victoria de la mujer en la victoria definitiva de Cristo sobre el Demonio. Y la descendencia de la mujer también participa en esta enemistad radical con la descendencia de la serpiente. Por tanto, se puede ver en ella la “madre de todos los vivientes”, su descendencia tendrá una enemistad radical contra la Serpiente.

Otros textos en los que podemos ver elementos para afirmar la maternidad espiritual de la Virgen sobre la humanidad son los siguientes:

Ga 4, 4-5: En el momento culminante de la historia de la salvación (la plenitud de los tiempos), el Hijo de Dios se hace hombre por medio de la mujer para rescatarnos del yugo de la ley y para ser hijos adoptivos de Dios. La Virgen (la Mujer) aparece estrechamente unida a su Hijo liberador por ser su madre.

Lc 1, 38 (el fiat de María): con su consentimiento María ha colaborado a la Redención de los hombres, ya que la Encarnación es ya redentora. Además la maternidad humana no es simplemente un proceso biológico, sino que también une dos vidas y dos destinos: el de la madre y el del hijo pues éste une a su madre en toda su misión salvadora por siempre.

Lc 1, 48: La Virgen María anuncia proféticamente que la llamarán bienaventurada todas las generaciones por las maravillas que ha hecho Dios en ella. Este texto lo ha usado el Vaticano II (LG 66) para justificar el culto a la Virgen y en el tema 5 hicimos mención de este punto. Junto con estas palabras, en este capítulo de San Lucas encontramos otras alabanzas a María hechas bajo la influencia del Espíritu Santo: el ángel saluda a María: Alégrate, llena de Gracia, el Señor contigo (Cf. Lc 1, 28); Isabel dice a María: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (...) Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá (Cf. Lc. 1, 42-45).

Hch 1, 14: En este libro lucano, encontramos a María dentro de la comunidad de los primeros discípulos de Jesús con un papel importante, por eso se la llama “la madre de Jesús”. Y si nos fijamos en el lugar que ocupa este pasaje (capítulo primero y segundo [nacimiento de la Iglesia]) con el capítulo primero y segundo del evangelio de Lucas (anunciación a María y nacimiento del Mesías) vemos que en ambos aparece el Espíritu Santo y María. El Espíritu Santo como agente principal. María como la que recibe la fuerza del Espíritu tanto para engendrar a Cristo como para engendrar la Iglesia. Por tanto María está al comienzo de la Iglesia como lo está al comienzo de la vida de Jesús.

3. 3. Proceso histórico-dogmático.

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A lo largo de la Historia de la Iglesia hallamos expresada esta verdad con varias imágenes. Pero por su antigüedad e importancia vamos a resaltar dos de ellas: María como nueva Eva y María, Madre del Cristo total.

La primera de todas es el paralelismo Eva- María, que san Ireneo de Lyon lo expresará de una manera clara. Veamos el texto:

Así como Eva, teniendo un esposo, Adán, pero permaneciendo virgen (...), por su desobediencia fue causa de muerte para sí misma y para toda la raza humana, así también María, desposada, y sin embargo, virgen, por su obediencia se convirtió en causa de salvación, tanto para sí como para todo el género humano. Y por esta razón a la doncella desposada con un hombre, aunque sea virgen todavía, la ley la llama esposa del que la ha desposado, indicando el movimiento recirculatorio (recirculationem significans) que se remonta desde María a Eva. De hecho, lo que ha sido atado no puede ser desatado si no se recorre e sentido inverso a los pliegues del nudo, de modo que los primeros pliegues queden desatados gracias a los segundos y, al la inversa, los segundos liberen a los primeros, por lo que resulta que el primer nudo es desatado por el segundo y el segundo nudo sirve para desatar el primero (...). Así, pues, el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado gracias a la obediencia de María. Aquello que Eva ató por su incredulidad, María lo desató por la fe28.

La relación Eva-María podemos resumirla en los datos siguientes: a) Ambas son vírgenes desposadas al intervenir en el drama. b) Ambas reciben el mensaje de un ángel (bueno, en el caso de María; malo, en el caso de Eva). c) Ambas acceden al mensaje: Eva, desobedeciendo a Dios y María, obedeciéndole. d) Este acto (desobediencia de Eva, obediencia de María) trae consigo consecuencias de alcance social: Eva nos trajo la servidumbre, María nos consiguió la libertad. Por tanto es madre de aquellos que han sido redimidos por Cristo.

El segundo tema, relacionado con este tema de María, nueva Eva, es el de María es la madre del Cristo total, que encontramos principalmente en san Agustín. En efecto, este autor afirma lo siguiente:

María es ciertamente madre de sus miembros (de Cristo), que somos nosotros, porque ha cooperado por su caridad al nacimiento de los fieles en la Iglesia; los fieles son los miembros de esta Cabeza; ahora bien, corporalmente ella es la madre de la misma Cabeza29.

En este sentido se encuentra en el origen del nacimiento espiritual de cada uno de los fieles e indirectamente de toda la comunidad eclesial como tal. Su papel materno contribuye a unir a los fieles en una comunidad. En este papel es imitada por la Iglesia, es su modelo, con lo cual aparece la superioridad de María sobre la Iglesia. Galot dice: «Si se quiere explicitar el pensamiento agustiniano, es necesario atribuir a María tres cualidades: miembro de la Iglesia, si se considera su posición con respecto al Salvador; 28 Adversus Haereses III, 22, 4.29 De sancta virginitate, 6

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madre de la Iglesia, si se mira su conexión con los fieles; tipo y modelo si se comparan las dos maternidades30».

Finalmente, en este recorrido por la teología de los primeros siglos, no podemos olvidar que la oración del pueblo cristiano a María pronto aparece con un tinte de mediación maternal. Y que el culto a María se inicia unido a esta verdad. Esta mediación maternal aparece ya en la oración Sub tuum praesidium, primera oración mariana conocida, que en su primera redacción debía decir algo así:

Bajo tu misericordia nos refugiamos, madre de Dios.Nuestras súplicas no rechaces en la necesidad,mas en el peligro líbranos:oh sola casta, oh sola bendita.

Esta oración, que se encontró escrita en un papiro egipcio del siglo III, no es una joya surgida de improviso, sino fruto maduro de la fe y la piedad de la Iglesia egipcia. Demuestra que, antes del Concilio de Éfeso, ya hay formas de piedad mariana. El Sub tuum praesidium, es una invocación colectiva a la Virgen Madre de Dios, de índole litúrgica, que deja entrever la costumbre por parte de la comunidad cristiana de dirigirse directamente a la Virgen invocando su ayuda en los momentos difíciles. El texto del Sub tuum praesidium expresa, con rara eficacia, la confianza en la intercesión de la Virgen: ella, la madre de Dios, la sola pura y la sola bendita es para la comunidad un refugio de misericordia. En él la comunidad se siente segura y, por tanto, expresa su firme convicción de que la Virgen no rechazará las súplicas de cuantos la invocan a la hora de la necesidad y del peligro.

3. 4. Los títulos de Mediadora y Corredentora.

Durante la Edad Media aparecen los títulos de Mediadora, Corredentora para expresar la maternidad espiritual de María.

El título de Mediadora se utiliza desde el siglo VI: san Germán de Constantinopla denomina a María “La Mediadora verdaderamente misericordiosa de todos los pecadores”. San Juan Damasceno también usa el término. En Occidente desde el siglo XII se hace frecuente su uso, especialmente con San Bernardo quien afirma: «podría ciertamente bastar Cristo (...) pero para nosotros era conveniente que el hombre no estuviera solo (...) Era necesario un mediador para acercarse a este Mediador, y no hay otro para nosotros más útil que María»31. Este autor medieval María prolonga y encarna el papel de la Iglesia. Pero hasta el siglo XVII no se enuncia como tesis doctrinal.

Corredentora: aparece en el siglo XV como correctivo de la invocación Redentora (entendido como Madre del Redentor), y que María recibe desde el siglo X. Durante los siglos XVI y XVII persistió la denominación de Redemptrix, pero en el siglo XVIII, después de

30 “Mère de l’Église”, NRT 86 (1964) 117431 Sermo de aquaeductu

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una larga discusión fue reemplazado por el término “Corredentora”. El término casi desaparece en el siglo XIX para volver a emplearse en el siglo XX. Algunos Papas lo utilizan32. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Concilio Vaticano II lo evitan por razones pastorales y ecuménicas, pues «podría engendrar equívocos interpretativos, sea al pueblo de Dios, no familiarizado con sutilezas teológicas, sea entre los hermanos separados particularmente hostiles a tal terminología»33.

Debe decirse, no obstante, que es correcto el uso del título de Corredentora siempre que se utilice en su sentido adecuado: María, por designio divino, coopera con su profunda fe, con su obediencia constante y con su eximio amor en la Redención de la humanidad, pero no en el mismo plano que el Redentor. Como escribe Galot, considerada en sí misma la expresión “corredentor” es atrevida. «Pablo tenía profundamente conciencia de la infinita distancia que separa a Dios del hombre, y sin embargo afirma una verdadera cooperación del apóstol con Dios. Si se añade que todo cristiano está llamado a una misión apostólica, se debe reconocer que todo cristiano debe cooperar con Dios en la obra redentora. La palabra corredentor es más atrevida que aquella de cooperador de Dios; es más o menos equivalente. Esta es la perspectiva en que se aplica a María el calificativo de Corredentora. Incluso precisando que en Ella el título tiene un valor único y superior, se le atribuye conservando ante los ojos el horizonte de una Iglesia corredentora y de cristianos totalmente entregados a una tarea de corredención»34. San Juan Pablo II explica esta misión maternal de la siguiente forma:

La Iglesia sabe y enseña con S. Pablo que uno solo es nuestro mediador: Hay un solo Dios y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate de todos. La misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder: es mediación de Cristo35.

3. 5. El término maternidad espiritual

Este término se remonta a la Edad Media, pero hunde sus raíces en las Sagradas Escrituras. El P. Roschini explica este término de la siguiente manera:

La maternidad espiritual de la Virgen santísima para con todas las criaturas es una consecuencia lógica de su maternidad física

32 LEÓN XIII, Iucunda semper, AAS 27 (1894-1895) 178-179; SAN PÍO X, Ad diem illud, AAS 36 (1903-1904) 453; PÍO XII, Mystici corporis, AAS 35 (1943) 247.33 S. MEO., “Nueva Eva”, en Nuevo Diccionario de Mariología, 1483. 34 J. GALOT, María, la donna nell'opera della salvezza, Roma 2005, 243. 35 JUAN PABLO II, Redemptoris Mater, 38.

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respecto al Creador. La maternidad física, en efecto, estaba ordenada por sí misma a la maternidad espiritual, puesto que el Verbo, al encarnarse ha unido místicamente a sí, como miembros a la cabeza, todas las criaturas, y ha transfundido en ella su vida, la vida sobrenatural de la gracia divina. Engendrando, pues, físicamente a Cristo, la Virgen santísima engendraban espiritualmente a todos los cristianos, místicos miembros de Cristo, o sea, engendraba (aunque de modo diverso) al Cristo total, cabeza y miembros (...) Y dio a luz la humanidad regenerada en el Calvario, en el momento de la muerte física de Cristo (que destruyó la muerte moral del pecado) y de su muerte mística, puesto que en aquel momento tuvo su coronamiento la regeneración sobrenatural de la humanidad. Concibe, en cambio, a cada uno de los hombres, o sea, a cada uno de los miembros de la humanidad regenerada, en la regeneración bautismal36.

El primer Papa que utiliza el término “maternidad espiritual” es León XIII (Encíclica Adiutricem populi). El Capítulo VIII de la Lumen Gentium también lo encontramos y lo mismo en otros textos conciliares que serán objeto del capítulo siguiente.

3. 6. María, Madre de la Iglesia

El Beato Pablo VI proclamó el 21 de noviembre de 1964, el día de la Presentación de la Virgen en el templo y de la clausura de la tercera etapa conciliar, a María como Madre de la Iglesia con estas palabras:

Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, así de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título.

Título que explica así:

La divina maternidad es, en efecto, el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquél que, desde el primer instante de la Encarnación en su seno virginal, unió a Sí mismo, como a Cabeza, su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de todos los fieles y de todos los pastores, es decir, de toda la Iglesia.

Por tanto, María es Madre de la Iglesia porque al ser Madre de Cristo, es extensivamente Madre del Cuerpo místico que es la Iglesia. Por lo tanto, es Madre “de todo el Pueblo de Dios” de todos los fieles bautizado que la llamamos “Madre amorosa” Somos hijos de María en el orden de la gracia. La sentimos y experimentamos como Madre.

36 G. M. Roschini, La Madre de Dios I, 381, 383-384.

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3.7. María medianera de todas las gracias

Podemos afirmar que una de las consecuencias de la asociación de María a la Redención es la misión de distribuir las gracias por parte de María. Acerca de esta verdad el magisterio reciente de la Iglesia reitera que:

a) todas las gracias obtenidas en la redención se nos otorgan a través de María (León XIII, Octobri mense; Pío X, Ad diem illum)

b) «así como nadie puede llegar al Padre supremo sino a través del Hijo, de un modo casi igual, nadie puede llegar a Cristo sino a través de la Madre» (León XIII, Octobri mense).

3. 8. Reflexión teológica

Nos preguntamos las razones por las que María es Madre espiritual de todos los hombres. Y nos respondemos así: primero por ser madre física de Jesús: en el eterno designio de Dios de la Encarnación del Verbo está incluido la elección de María como Madre de Dios. Por tanto ella está condicionada por la misión de su Hijo. Cristo ha venido para que, una vez regenerados, formemos un sólo cuerpo con él. María, al concebir a su Hijo, a la vez concibe a todos los que a lo largo del tiempo, constituiremos el Cuerpo Místico. María engendra y da a luz físicamente a Jesús, cabeza del “Cristo total”; a nosotros, miembros del Cuerpo nos origina espiritualmente. En segundo lugar por su cooperación a la obra salvadora: María al asociarse como nueva Eva a su Hijo, participa activamente en la Redención, como de forma activa intervino Eva en la caída del género humano y en tercer lugar, por su presencia al pie de la Cruz: María, aceptando la muerte de Cristo en la Cruz con su muerte mística, alumbró a la humanidad a la vida sobrenatural de la gracia.

Acerca del ejercicio de la maternidad de María debemos señalar que es propio de una madre colaborar en el orden de la vida, del alimento y de la educación. Así, María colabora en el orden de la vida sobrenatural porque nos ofrece a Cristo, Cabeza del Cuerpo místico, principio de la vida sobrenatural; porque nos ofrece el conocimiento y el amor de Cristo Redentor, como lo ofreció a los pastores, a los magos, en Caná, en la Cruz y porque al ofrecernos a Cristo, nos ofrece la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. María colabora en el orden de los alimentos porque al ofrecernos a Cristo y a la Iglesia, nos está ofreciendo el alimento de la vida sobrenatural que son los sacramentos. María colabora en el orden de la educación porque nos enseña cómo acoger, meditar, contemplar la Palabra de Dios y guardarla en nuestro corazón, siguiendo su ejemplo. Ella lo guardaba y lo meditaba todo en su corazón (Cf. Lc.2,19). Además nos enseña a caminar fieles a Cristo, y a la Iglesia según nuestra vocación y misión: en la infancia, en la juventud, en la familia, en la vida sacerdotal y consagrada.

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En resumen, somos hijos de María. Ella se porta realmente como Madre con nosotros, sus hijos. Nosotros, hemos portarnos como hijos buenos con su madre. Tratemos de conocerla, de amarla, de imitarla, de invocarla en las necesidades espirituales y materiales. Ella, como Madre, nos pide que dejemos el pecado, que perseveremos en la gracia y que pongamos, para ello, los medios que Ella misma nos ofrece.

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TEMA 7: ENSEÑANZAS DEL CONCILIO VATICANO II SOBRE EL LUGAR DE MARÍA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

En el Concilio Vaticano II encontramos recogida las ideas claves para poder entender cuál es el lugar de María en la obra de la Redención. En este tema estudiaremos este punto viendo cómo recoge el Catecismo la enseñanza Conciliar y analizando los puntos que el mismo concilio nos indica sobre la cooperación de María a la obra salvadora.

1. Ideas del Concilio Vaticano II recogidas por el Catecismo

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge en sus números 964 al 970 los puntos esenciales del Concilio Vaticano II que podemos resumirlos en estos puntos:

a) El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. Cita LG 57 y 58 para decirnos que la unión de María con su Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte, y se manifiesta particularmente en la hora de su pasión, al mantenerse firme, por voluntad de Dios, al pie de la cruz, sufrir intensamente con su Hijo y unirse a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima.

b) María estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones (cf. LG 69) cuando reunida los apóstoles y algunas mujeres, pedía el don del Espíritu (cf. LG 59).

c) La Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, Por eso es "miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" ["typus"] de la Iglesia (LG 63).

d) "Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).

e) "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62).

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f) "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres (...) brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).

2. Doctrina conciliar

El Concilio Vaticano II recoge los puntos clave de esta cooperación con estas palabras:

La Virgen María, (...) es reconocida y honrada como verdadera Madre de Dios y del Redentor. Redimida de un modo eminente, en atención a los méritos de su Hijo y unida a Él con estrecho e indisoluble vínculo, se halla enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios Hijo y, por lo tanto, hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo; (...) Pero al mismo tiempo está unida, en la estirpe de Adán, con todos los hombres que han de ser salvados; más aún, es verdaderamente madre de los miembros [de Cristo]..., por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son los miembros de aquella Cabeza. Por ello también es saludada como miembro sobre eminente y del todo singular de la Iglesia, como su ejemplar y modelo admirable en la fe y en la caridad; y la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, la honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima37.

Por tanto, María, que es Madre de Dios, porque recibió al Verbo en su seno y en su corazón y está estrechamente unida a la obra del Redentor, fue redimida de un modo eminente (Inmaculada Concepción y Asunción a los cielos), es decir, es la criatura más santa, porque se halla muy por encima de todas las criaturas celestiales y terrenas. Pero también, está unida a los que han de ser salvados siendo su madre (madre del Cuerpo Místico de Cristo). Ejerce su función materna: cooperando con su amor al nacimiento de los fieles en la Iglesia; acompañándolos con su intercesión, siendo modelo admirable de fe y caridad, y ejerciendo su influjo salvífico. Por ello, la Iglesia Católica la venera con afecto filial (culto a María).

Acerca de la cooperación de María en la Redención el Concilio afirma lo siguiente:

a) Es voluntad expresa de Dios que así como una mujer contribuyó a la muerte, otra mujer contribuyera a la vida. Esta mujer

37 LG 53.

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es María (LG 56)

b) María no fue un instrumento meramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres (LG 56)

c) La unión de la Virgen con su Hijo en la obra de la salvación abarca toda su vida y especialmente desde la Anunciación hasta la muerte de Cristo (LG 57)

d) María cooperó de forma del todo especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas (LG 61)

e) En el momento de la consumación de nuestra Redención, no sin designio divino, María estuvo erguida junto a la Cruz, sufriendo y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio y consintiendo amorosamente a la inmolación de la víctima.

Acerca de la naturaleza de esta cooperación de María, dice el Concilio LG 60:

a) «Único es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol: Porque uno es Dios y uno el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se entregó a Sí mismo como precio de rescate para todos (1 Tm. 2, 5-6)»

b) «Pero la misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, antes bien muestra su eficacia». La mediación de María no es absolutamente necesaria, procede de la voluntad de Dios (del divino beneplácito).

c) la mediación de María: nace «de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y, lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo»

d) María «asociada generosamente a su obra (la del Redentor) con título absolutamente singular, y humilde esclava del Señor (...) cooperó en forma del todo singular -por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad- a restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por ello ha sido nuestra Madre en el orden de la gracia» (LG 61)

e) «Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilar al pie de la Cruz, hasta la consumación eterna de todos los elegidos. Porque, una vez asunta a los cielos, no ha dejado su oficio salvador, sino que con su múltiple intercesión continúa alcanzándonos los dones de la eterna salvación» (LG 62)

f) Esta mediación maternal de María «se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador. Porque ninguna criatura puede compararse jamás con el

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Verbo encarnado y Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado en varias maneras, tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente, en formas distintas, en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una múltiple cooperación, participa de una fuente única. Esta función subordinada de María, la profesa claramente la Iglesia, la experimenta sin cesar y la recomienda al amor de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente con su Mediador y Salvador» (LG 62)

Por tanto la mediación de María a la Redención es:

a) secundaria: ya que la salvación de los hombres no se puede atribuir de igual forma a Cristo y a María: a Aquél principalmente, a ésta secundariamente.

b) dependiente: porque la eficacia de las acciones de María se basa en los méritos de Cristo y de ellos depende intrínsecamente

c) por sí misma insuficiente: pues las acciones de Cristo son de valor infinito y sobreabundante; en cambio, las acciones de María no añaden intrínsecamente ningún valor a los méritos y satisfacciones del Señor.

d) hipotéticamente necesaria: Dios habría podido redimirnos exclusivamente por los méritos de Cristo, sin la cooperación de María. Pero como ha dispuesto asociar a María a la obra redentora, los méritos y satisfacciones de la Virgen son necesarios hipotéticamente que se unan a los de su Hijo, como precio de la liberación de los hombres.

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TEMA 8: LA ESPIRITUALIDAD Y EL CULTO MARIANO

Para comprender bien este tema, debemos comenzar por saber bien en qué consiste la espiritualidad cristiana, qué puesto ocupa María en la misma, y qué diferencia hay entre la espiritualidad mariana y otro tipo de espiritualidades. Luego consideraremos la espiritualidad mariana desde el punto de vista objetivo: cómo María interviene en nuestras vidas con su ejemplo y su actuación delante de su Hijo; y en el plano subjetivo: la devoción del cristiano a la Virgen y las devociones concretas. Terminaremos el tema con unas ideas sobre el verdadero culto a María

1. Espiritualidad cristiana

La vida cristiana consiste en vivir la filiación divina, unidos al Hijo de Dios que se encarnó para hacernos hijos en el Hijo. Esto es posible por la gracia santificante que se nos da en el bautismo, con ella se nos otorgan las virtudes infusas: fe, esperanza y caridad que hacen posible que nuestros actos sean virtuosos y vayan desarrollando en nosotros la santidad. Con ella también se nos infunden los dones del Espíritu Santo que son fuentes de actos virtuosos más perfectos dentro de este desarrollo.

Todas estas realidades forman nuestro organismo sobrenatural que se nos comunica en el bautismo. (Es lo que podíamos llamar el ser hijos de Dios).

Pero, este organismo puede estar dormido o inerte, como muerto, o bien puede actuar. Para ponerlo en actividad también es necesaria la gracia de Dios: a estas gracias las llamamos actuales internas. Podemos y debemos decir que desde el buen deseo hasta nuestra acción libremente hecha, todo está prevenido por la gracia, sostenido por ella, concluido por ella. Nuestros actos son nuestros porque actúa libremente nuestra voluntad; pero son verdaderamente más de Dios que nuestros, porque sin la acción de su gracia interna ni los hubiéramos podido hacer, ni los hubiéramos hecho realmente.

Por tanto la gracia y la libertad del hombre son la base de la espiritualidad cristiana. Pero no podemos olvidar la situación del hombre: este ha pecado, es decir ha rechazado la gracia de Dios haciéndose enemigo suyo. Por tanto, es necesario que el hombre sea salvado del pecado.

¿Cuál es el plan de salvación de Dios? Hay que decir que Dios pudo salvar de muchas maneras, pero lo hizo como se nos revela en el evangelio. Dios quiso comunicarnos la vida de los hijos de Dios, una vida que fuera filiación divina. Esta filiación, Dios la realiza a través de su Hijo unigénito, que por ser el Hijo de Dios y por vivir la vida filial que recibe del Padre, había de ser para todos los hombres

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fuente de vida divina. Este plan queda bosquejado por San Pablo en la Carta a los Gálatas:

«Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abba, Padre!» (Ga. 4, 4).

Aquí vemos que Dios ha querido que los hombres se salvaran uniéndose a su Hijo y así ser hijos por adopción. Para que esto se produjera pidió la colaboración libre de María que aceptó como humilde sierva convirtiéndose en verdadera madre de Dios. Como María no concibió a su Hijo sólo para que éste se hiciera hombre, sino también para que por la naturaleza recibida de Ella fuera el Salvador de los hombres, y, además, como Cristo nos injerta en su cuerpo místico, María es madre, no sólo de la cabeza sino de los miembros. Cristo nos enseña a llamar a Dios Padre y a María madre. De ahí que la espiritualidad mariana es parte esencial de la vida cristiana. En el cielo están los hijos de Dios Padre y los hijos de María, pues somos hijos por nuestra unión con Cristo (porque vivimos la vida de Cristo). En esto se diferencia esta espiritualidad de las espiritualidades concretas (franciscana, benedictina, etc. que son diversas formas de concretizar nuestras vida cristiana) o de la devoción a un santo particular.

Pasemos ahora a hablar de la espiritualidad mariana que debemos considerarla desde dos planos distintos y complementarios:

Plano objetivo: es decir considerando los elementos constitutivos de esta espiritualidad.

Plano subjetivo: nuestra forma concreta de vivir esta espiritualidad.

2. María y la vida espiritual en el plano objetivo

Dios ha querido que, en nuestra vida espiritual intervenga la Virgen María de dos maneras: como modelo de vida espiritual, pues ella nos enseña a tratar con Jesús (es decir, como causa ejemplar de nuestra vida [María la perfecta discípula]) y además se une a esto su influjo en nuestra vida en el orden de la causa eficiente (María nuestra madre).

2.1. María tipo y modelo de la vida espiritual

Nadie pone en duda que el Modelo perfecto de vida espiritual es Jesucristo. Él está en un plano superior al nuestro, puesto que su

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filiación es natural, no adoptiva, como la nuestra que no puede ser natural, pues somos extraños por naturaleza a la familia de Dios, somos hijos porque Dios Padre nos ha introducido en su familia. Como toda la filiación adoptiva es semejanza de la natural aquella no puede entenderse sino reproduce, en un plano inferior los rasgos esenciales de la filiación natural. Ahora bien, nadie ha realizado tan plenamente esta filiación adoptiva que María, puesto que a ella se le concedió esa filiación desde el momento de su concepción (jamás conoció pecado). Mientras nuestra redención ha sido liberativa (pues hemos pecado y los seguimos haciendo), la de ella ha sido preventiva. Pero como la redención es filiación divina, ésta debe ser necesariamente distinta en María y en nosotros. Esa diferencia radical entre su filiación y la nuestra la pone a Ella en un plano superior dentro de los hijos adoptivos.

Resumiendo, si la filiación divina de María está en un plano superior y los rasgos de esa misma filiación se reproducen de modo inferior en nosotros, nuestra vida espiritual, después de Cristo, modelo supremo, se hace semejanza también de María. Sobre esto dice el Concilio que la Iglesia saluda a María como miembro eminente, como «como su ejemplar y modelo admirable en la fe y en la caridad; y enseñada por el Espíritu Santo, la honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima38.Esa ejemplaridad la aplica el Concilio a los sacerdotes39, a los religiosos40, a los seglares:

El modelo perfecto de esa vida espiritual y apostólica es la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles, la cual, mientras llevaba en este mundo una vida igual que la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida con su Hijo, cooperó de un modo singularísimo a la obra del Salvador; más ahora, asunta el cielo, "cuida con amor maternal de los hermanos de su Hijo, que peregrinan todavía y se debaten entre peligros y angustias, hasta que sean conducidos a la patria feliz". Hónrenla todos devotísimamente y encomienden su vida y apostolado a su solicitud de Madre41.

¿Cuales son las líneas principales de esta ejemplaridad de María? nos preguntamos. Podemos decir que el evangelio la presenta como aquella que sólo se preocupa de las cosas del Señor, es decir, como la esclava perfecta a imagen del siervo de Yahvé que se entregó a cumplir la voluntad del Padre que era su alimento. María como humilde esclava hizo una perfecta renuncia de sí misma, de sus criterios, intereses y voluntad para buscar sólo agradar a Dios. María hizo de su vida una total y absoluta consagración a Dios: su vida es un sí perpetuo a la voluntad de Dios y a su amor.

Otro aspecto importante la escucha de la palabra de Dios: la mujer que nos enseña a amoldar nuestra vida con la Palabra de Dios que meditaba y conservaba en su corazón.

38 LG 53.39 PO 1840 Perfectae Caritatis, 25.41 Apostolicam actuositatem 4.

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Pero lo más importantes fueron las vivencias de la virtudes teologales: la fe que es alabada desde Isabel: «Bendita tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» hasta los Padres: María por su fe y obediencia es causa de salvación. Es la Nueva Eva42. La esperanza que le hizo esperar contra toda esperanza en los momentos difíciles de la historia de su Hijo. Ella esperó con paciencia la salvación en la que creía. La caridad que vivió heroicamente todos los días de su vida, en especial unida a su Hijo en el árbol de la cruz donde consistió al sacrificio redentor de su Hijo amado en favor de toda la humanidad. Su amor de madre también lo mostró en las Bodas de Caná cuando se preocupa de las necesidades de los hombres y le pide a su Hijo que intervenga.

2.2. Influjo de María en la vida espiritual

La actuación de María en nuestra vida se realiza a un doble nivel: en el nivel de la realización misma de la redención y en el nivel de la aplicación de la redención ya efectuada, es decir, cuando esas gracias adquiridas por Cristo para todos los hombres se van comunicando a cada uno en particular y se van distribuyendo individualmente a lo largo de los siglos. Ya hemos visto esto al hablar del Concilio Vaticano II en el tema anterior.

Este influjo se da a nivel universal, pues, la vida espiritual de todos los hombres está causada por María junto con Jesús. Por ello todas las posibilidades de vivir una vida espiritual están bajo la influencia de María. Es imposible vivir una vida espiritual si María no actúa en nosotros.

También se da a nivel individual, porque ella intercede para que se nos conceda las gracias actuales sin las que la vida divina no se pone en acción ni se desarrolla en nuestra alma. Ella cuida con solicitud maternal de cada uno de los cristianos para que los peligros de esta peregrinación terrena no le alejen de conseguir la vida eterna.

3. María y la vida espiritual en el plano subjetivo

Ahora vamos a estudiar la realización de este plan desde nosotros. Nos preguntamos ¿Qué actitud nuestra para con la Virgen corresponde a esa actitud suya ejemplar y activa? Debe ser filial porque a su papel de Madre corresponde una vida de hijos. Esta relación filial o devoción mariana, puede entenderse de dos maneras: aquellos aspectos generales que debe tener toda devoción mariana y las devociones concretas que no son necesarias ni obligatorias para todos aunque pueden ser buenas.

42 Adversus Haereses III, 22, 4.

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3. 1. La devoción Mariana

Llamamos devoción a María a la actitud interior de cada cristiano de veneración a la Madre de Dios, actitud que se explicita en las diferentes devociones que expresan de manera humana la devoción a María. Estas formas son libres y variadas, pero la actitud interior, la devoción, es obligatoria para todo cristiano. La devoción y el culto especial a la Virgen se fundamenta en el papel que ocupa María en el plan divino de la salvación.

El Papa en su Marialis cultus destaca estas tres afirmaciones:

a) El culto a María está insertado en el único culto cristiano, por tanto, el desarrollo de la devoción a la Santísima Virgen, insertada en el cauce del único culto que "justa y merecidamente" se llama "cristiano" —porque en Cristo tiene su origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo conduce en el Espíritu al Padre—, es un elemento cualificador de la genuina piedad de la Iglesia.

b) Como María está unida indisolublemente a Cristo con un lazo singular, también el culto que se le concede debe ser singular: La historia de la piedad filial como "las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios, aprobadas por la Iglesia dentro de los límites de la doctrina sana y ortodoxa", se desarrolla en armónica subordinación al culto a Cristo y gravitan en torno a él como su natural y necesario punto de referencia. También en nuestra época sucede así.

c) El Papel de María como Madre de Cristo y Madre nuestra le ha colocado en un lugar especial dentro de la Iglesia: Un mejor conocimiento de la misión de María, se ha transformado en gozosa veneración hacia ella y en adorante respeto hacia el sabio designio de Dios, que ha colocado en su Familia -la Iglesia-, como en todo hogar doméstico, la figura de una Mujer, que calladamente y en espíritu de servicio vela por ella y "protege benignamente su camino hacia la patria, hasta que llegue el día glorioso del Señor".

Las formas de expresar este amor filial son variadas pero hay que preferir a todas la litúrgica. En relación a ella, es preciso que los fieles mediten los textos que la Iglesia proponen en los libros litúrgicos (así lo expresa el Papa en la primera parte). Pero no nos quedamos en los textos de la Misa o del Leccionario o Liturgia de las Horas. Pablo VI nos invita a tener las mismas actitudes de María cuando celebramos la liturgia: pues, al vivir la liturgia nos vamos asemejando más a los sentimientos íntimos de nuestra Señor: María es la Virgen oyente que acoge la Palabra de Dios, que la escucha y venera (Liturgia de la Palabra); es la Virgen orante sobre todo en el Magnificat que se ha convertido en canto diario por la Iglesia; es la Virgen Madre que engendra nuevos hijos, la Virgen oferente que entrega su Hijo a la muerte por la salvación del mundo y que al

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mismo tiempo se ofrece junto con Cristo en víctima agradable al Padre.

Pasando a exponer los aspectos universales de la devoción a María podemos considerar cuatro:

a) Veneración: es honrarla porque reconocemos su excelencia singular, si dignidad inigualable de Madre de Dios y de cooperadora de Cristo en la obra de la redención.

b) Amor que brota de la contemplación de María: quien la conoce no puede no amarla.

c) Filial: por ser nuestra madre en el orden de la gracia. Este amor debe ser de complacencia, benevolencia, de abandono sencillo y tierno del hijo en el regazo de su Madre, es amor de conformidad de sentimientos y de unión de afectos.

d) Imitación: es la respuesta consciente y responsable que da la piedad mariana a la ejemplaridad de María. La devoción a la Virgen debe llevar a la imitación de sus virtudes.

3. 2. Devociones marianas recomendadas por la Iglesia

La primera es el rezo del Rosario al que los Papas han dedicado documentos pontificios, al menos desde León XIII. Esta oración tiene dos elementos principales: la contemplación de los misterios de Cristo que vivió íntimamente su Madre [aunque en ocasiones no aparezca explícitamente en el Evangelio] y la oración que comienza por la oración dominical de valor excepcional porque procede de Cristo y nos recuerda que todo comienza en Dios, luego las 10 avemarías donde se alaba a María junto con Jesús (el fruto de su vientre) y se le pide que interceda por nosotros, y finalmente la alabanza a la Trinidad que lleva la contemplación de los misterios de nuestra salvación vistos con María. Se relaciona con la liturgia aunque no tiene el mismo valor que ella:

Establecida esta diferencia sustancial, no hay quien no vea que el Rosario es un piadoso ejercicio inspirado en la Liturgia y que, si es practicado según la inspiración originaria, conduce naturalmente a ella, sin traspasar su umbral. En efecto, la meditación de los misterios del Rosario, haciendo familiar a la mente y al corazón de los fieles los misterios de Cristo, puede constituir una óptima preparación a la celebración de los mismos en la acción litúrgica y convertirse después en eco prolongado. Sin embargo, es un error, que perdura todavía por desgracia en algunas partes, recitar el Rosario durante la acción litúrgica43.

El Ángelus, oración que nos recuerda la encarnación y que sirve para consagrar los momentos culminantes de la jornada: el

43 Marialis Cultus, 48.

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principio del día y del trabajo, el descanso del mediodía, el crepúsculo que cierra con la tarde y la noche las tareas de cada día.

4. El culto a María

Terminamos este tema preguntándonos si se le puede dar culto a María y en caso afirmativo qué culto se le puede dar. El compendio del Catecismo de la Iglesia Católica señala sobre este punto lo siguiente:

198. ¿Qué tipo de culto se rinde a la Virgen María? A la Virgen María se le rinde un culto singular, que se diferencia esencialmente del culto de adoración, que se rinde sólo a la Santísima Trinidad. Este culto de especial veneración encuentra su particular expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como el santo Rosario, compendio de todo el Evangelio.

El fundamento bíblico del culto que se le tributa a María está en Lc 1, 48, pasaje donde la Virgen María anuncia proféticamente que la llamarán bienaventurada todas las generaciones por las maravillas que ha hecho Dios en ella. Este texto lo ha usado el Vaticano II (LG 66) para justificar el culto a la Virgen. Junto con estas palabras, en este capítulo de San Lucas encontramos otras alabanzas a María hechas bajo la influencia del Espíritu Santo: el ángel saluda a María: Alégrate, llena de Gracia, el Señor contigo (Cf. Lc 1, 28); Isabel dice a María: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (...) Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá (Cf. Lc. 1, 42-45).

Sobre la modalidad de culto que debemos tributar a María hay que precisar que no es el mismo que el que se le debe a la Trinidad. Este se llama culto de latría o adoración que sólo le conviene a Dios. El adorar a alguien o algo que no es Dios es signo de idolatría y por tanto ofende a Dios que es al único que hay que adorar. El culto a María, y a los santos se llama de veneración por los dones que Dios ha derramado sobre ellos y por el influjo salvífico que ejercen en nuestras vida, siempre subordinado y dependiente de Cristo redentor. Por su santidad María merece una especial veneración.

Aclarado esto veamos ahora las razones por las que la Iglesia venera a la Virgen:

a) Porque por ser Madre del Hijo de Dios, tiene una plenitud de gracia mayor que las demás criaturas terrenas y celestes.

b) Por su cooperación en los momentos decisivos de la obra de la salvación realizada por su Hijo. Esta cooperación es singular y no se encuentra en las demás criaturas. Es la nueva Eva unida al nuevo Adán.

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c) Por su incomparable santidad que iba creciendo en su vida en la fe, esperanza y caridad, de modo admirable al no hallarse en ella obstáculo a la gracia.

d) Por ser ella no sólo el miembro más eminente de la Iglesia, sino su modelo más preciado y su amorosa madre.

e) Porque como Madre, ejerce en los cielos una intercesión incesante por sus fieles que le suplican e incluso por aquellos que no saben que son sus hijos.

f) Porque es el orgullo de nuestra raza. Su santidad ennoblece a la humanidad a la que pertenece María.

g) El culto a la Virgen tiene su razón última en la voluntad de Dios. Siendo el Señor, caridad eterna e infinita, decide todo por un proyecto inefable de amor: «Él la amó y obró en ella maravillas (Lc 1, 49); la amó por sí mismo, la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y la dio a nosotros»44.

44 Marialis Cultus, 56. Cf. L. GAMBERO, “Culto”, Nuevo Diccionario de Mariología, 548-549.

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