Mario Rodriguez Cautiverio Feliz

22
AZAR, PORMENOR, SEDUCCION Y PODER EN CA UTZVERZO FELZZ * Mario Rodriguez F. Universidad de Concepci6n Releyendo el Cautiverio feliz de Francisco Nciiez de Pineda y Bascuiiiin, adverti la importancia que el azar tenia en la historia contada. Penst que bien podria calificarse el texto como relato de un azar (el cautiverio entre 10s indios). Percibi, enseguida, que dicho cariicter estaba unido a un procedimiento estructurante del texto, con el que Cste conjuraba el azar del acontecimien- to que bien podria llamarse amplificacidn del pormenor. Conclui que la amplificacih se conseguia mediante una acumulacidn vertiginosa de citas provenientes de textos autoritarios, citaciones que, mu- chas veces impulsadas por su propio dinamismo, llevaban a conclusiones sorprendentes. LlamC a este aspect0 la obsesia’n de la cita, aunque estuve a punto de designarlo como el delirio citacional. Por cltimo, me pregunt6 a ddnde apuntaba con todos estos procedi- mientos el autor del texto, y no pude deja de responderme que el norte no era otro que el atraer la mirada del rey para que mediante “su real hombro” enderezara lo torcido en el reino de Chile y para que su “recta mano” pusie- ra fin a 10s excesos. El norte, por lo tanto, era el poder. Niiiiez de Pineda no hizo otra cosa que canalizarlo a favor suyo (y de Zos suyos) y contra 10s dem8s. Con el fin de conseguir que la enormidad del * Este trabaiu es parte integrante del proyecto Fondecyt N”1020321 “Prerniar y castigar. La noveli. de aprendizaje y el poder disciplinario en la literatura hispanoamericana”. Revista Chilena de Literatura NQ 61, Stgo. nov. 2002

description

cautiverio feliz, obra de un preso en la "guerra de Arauco", que cuenta lo bien que vivían los indígenas mapuches, en el sur de Chile.

Transcript of Mario Rodriguez Cautiverio Feliz

AZAR, PORMENOR, SEDUCCION Y PODER EN CA UTZVERZO FELZZ *

Mario Rodriguez F. Universidad de Concepci6n

Releyendo el Cautiverio feliz de Francisco Nciiez de Pineda y Bascuiiiin, adverti la importancia que el azar tenia en la historia contada. Penst que bien podria calificarse el texto como relato de un azar (el cautiverio entre 10s indios).

Percibi, enseguida, que dicho cariicter estaba unido a un procedimiento estructurante del texto, con el que Cste conjuraba el azar del acontecimien- to que bien podria llamarse amplificacidn del pormenor.

Conclui que la amplificacih se conseguia mediante una acumulacidn vertiginosa de citas provenientes de textos autoritarios, citaciones que, mu- chas veces impulsadas por su propio dinamismo, llevaban a conclusiones sorprendentes. LlamC a este aspect0 la obsesia’n de la cita, aunque estuve a punto de designarlo como el delirio citacional.

Por cltimo, me pregunt6 a ddnde apuntaba con todos estos procedi- mientos el autor del texto, y no pude de ja de responderme que el norte no era otro que el atraer la mirada del rey para que mediante “su real hombro” enderezara lo torcido en el reino de Chile y para que su “recta mano” pusie- ra fin a 10s excesos. El norte, por lo tanto, era el poder.

Niiiiez de Pineda no hizo otra cosa que canalizarlo a favor suyo (y de Zos suyos) y contra 10s dem8s. Con el fin de conseguir que la enormidad del

* Este trabaiu es parte integrante del proyecto Fondecyt N”1020321 “Prerniar y castigar. La noveli. de aprendizaje y el poder disciplinario en la literatura hispanoamericana”.

Revista Chilena de Literatura N Q 61, Stgo. nov. 2002

40 REVISTA CIIIIBNA DE LITERATLIRA No 61, 2002

poder desencadenara sus mecanismos de intervenci6n (para mejora de su persona, del reino, y castigo de 10s perversos) necesit6 atraerlo, valitndose de uno de 10s rasgos distintivos: el dejarse seducir.

De aqui inferi que la forma de atracci6n era el propio relato de su cauti- verio, diseiiado como una historia de seduccidn.

Siguiendo, talvez inconscientemente, las estrategias que utiliza NGiez de Pineda, no pude resistir la tentaci6n de amplificar intertextualmente, a mi vez, estos procedimientos para proponer que ellos sirven de modelo entre nosotros a1 orden del discurso histbrico, critico y politico del siglo XIX, con lo cual le atribuyo a1 Cautiveriofeliz un caricter fundacional de 10s diversos tipos de discursos que circulaban en el pais de esa tpoca, como es posible apreciarlo en el discurso hist6rico de Barros Arana y el discurso critico de Lastania.

Mis propuestas se generan de las reflexiones de Foucault sobre el po- der, contenidas en Vigilar y Castigar y especialmente en La vida de los hombres infames, porque alli se trata la relaci6n entre el poder, el discurso, la verdad y la vida cotidiana.

Subrayo lo liltimo, porque creo que el Cautiverio feliz marca con tnfa- sis la aparicidn en la trama del relato colonial de la vida cotidiana, despoja- da del carficter “fabuloso” con que habia sido tratada en 10s textos del siglo XVI y la primera mitad del XVII.

Utilizo “fabuloso” (siguiendo a Foucault) en su sentido originario de lo que merece ser dicho, que en este caso, serian las acciones de 10s grandes conquistadores, las hazaiias de 10s adelantados y la fama que rodeaba esos hechos. Con el Cautiveriofeliz se inicia, por el contrario, el relato de las jornadas sin gloria, de 10s pormenores azarosos, de 10s acontecimientos “infames” (sin fama), de lo que segcin el canon no merecia la pena decirse (lo carente de “ffibula”).

Se podr6 argiiir que en 10s tres apartados que siguen del trabajo toda la argumentaci6n conduce a1 problema del poder, de modo tan insistente que parece llevar a un callej6n sin salida.

Si fuera asi, la insistencia se debe a1 hecho de que en la apreciable criti- ca precedente sobre el tema muy pocos autores, Chang Rodriguez y Triviiios, entre ellos, han planteado el tbpico, en circunstancias que pareciera funda- mental enfatizarlo para operar creadoramente no solo en el Cautiverio fe- liz, sino sobre todos 10s textos coloniales, escritos en aquella torsih, de mediados del XVII, en que se produce el paso del poder de soberania a1 poder disciplinario:

Azar, pormenor, seduccidn y poder en Cautiverio feliz 41

Foucault, que es el autor de la distincibn, pus0 en evidencia que la tor- si6n significa un cambio en la coacci6n ejercida por el poder sobre la vida cotidiana. En la sociedad de soberania la incardinacidn del poder habia sido organizada por el cristianismo en torno de la confesi6n: “obligacibn de traducir a1 lenguaje el mundo mindsculo de todos 10s dias, las faltas banales, las debilidades mis imperceptibles e incluso las turbaciones de pensamiento, intenciones y deseos” (Foucault 1996: 129).

La confesibn, como la forma en que el poder actuaba en la vida cotidia- na, empieza a ceder su lugar, en el siglo XVII (que marca el comienzo de la sociedad disciplinaria), a un dispositivo que se podria llamar el archivo. Si en la confesi6n se decia todo para borrarlo inmediatamente en el secreto del confesionario, en la forma archivq la verbalizaci6n de lo cotidiano se empieza a hacer por medios escriturales: la denuncia, el informe, la quere- lla, etc., y especialmente la literatura. Ninguna acci6n de la vida cotidiana se disipa en el aire, ningfin secreto permanece oculto, ahora todos 10s refe- rentes cotidianos se escriben, se archivan. La voz sin huellas de la confe- si6n es reemplazada por mfiltiples voces que inscriben en 10s archivos 10s pormenores rnis intimos y el mis perverso azar a que est6n sujetos 10s acontecimientos.

Entre las nuevas formas privilegiadas por el archivo est6 la novela, y aqui amplifico las tesis de Foucault sobre el poder a un campo intdito. Creo ver en la novela moderna un dispositivo del poder disciplinario en el siguiente sentido: Cuando Wolfang Kayser en “Origen y crisis de la novela moderna” afirma que lo que la caracteriza es la aparicibn de un narrador personal y la incorporacibn a1 mundo narrado de 10s hechos de la vida cotidiana, est6 en lo cierto, aunque no perciba la relaci6n de la nueva forma y el nuevo contenido narrativo con el poder y, a travts de 61, con la verdad y el discurso. (En realidad no tenia por qut percibirlo porque sus intereses eran de otro tipo, preestructuralistas). El narrador personal, a mi juicio, es una fuerte marca de poder en cuanto se apropia de 10s enunciados que ge- neran 10s efectos de verdad y realidad de la historia contada. Estos enun- ciados son siempre 10s de la 16gica y de la racionalidad, mientras 10s que no pertenecen a estos campos se 10s atribuye a 10s personajes que se transfor- man, muchas veces, en las voces del irracionalismo y de la locura. Jorge Guzmin ha reparado en la diferencia, aunque su explicaci6n no considera 10s efectos del poder (Guzmin 1984). Si reparamos con el suficiente cui- dado en el tipo de frases propias del narrador de la novela moderna, se pue- de ver que ellas son fundamentalmente consignas en el sentido propuesto

42 REVISTA CHIIJNA DE LITERATUKA No 61.2002

por Deleuze y Guattari en Mil Mesetas. El consignismo significa que las frases narrativas de la novela del siglo XIX, junto con ficcionalizar un mundo, nos entregan, como partes integrantes de 61, ordenes de cdmo se debe entender lo narrado, verdaderas sentencias de vida o muerte para el personaje y, especialmente, para “el desocupado” lector. iC6mo es posible ello? La respuesta est6 en una afirmacicin de Deleuze: “las consignas no remiten, pues, linicamente, a mandatos, sino a todos 10s actos que est6n ligados a enunciados por una “obligacidn social” (Deleuze 1997: 84). Ya Benveniste habia afirmado que el performativo (lo que se hace a1 decir - lo) se explica “por el hecho de que ciertos enunciados e s t h consagrados socialmente a la ejecucidn de ciertas acciones”.

Si de aqui parte Deleuze para asegurar el cardcter colectivo de la enun- ciacidn, por mi parte utilizo el mismo punto de partida, para reafirmar la indole autoritaria de 10s enunciados novelescos que a1 ficcionalizar un mundo nos dicen, a1 mismo tiempo, lo que debe pensarse sobre 61, aparte de asegu- rarnos efectos de verdad, para lo cual emplea, tambie‘n, enunciados so- cialmente consagrados.

Y aqui entramos a un tema muy complejo. Bien sabemos, por la critica en torno a ella, que la novela est& a1 mismo tiempo, ligada a la sociedad burguesa disciplinaria y a una rebelih contra ella. Desde mi punto de vis- ta, dicha ambigiiedad se explica porque l a novela, a1 unison0 que utiliza las consignas socialmente aceptadas, hace una cntica de ellas mediante nue- vas consignas no aceptadas todavia por el poder disciplinario. Subrayo ‘to- davia’ porque tambitn sabemos que el poder termina por neutralizarlas. La novela del s. XIX es incapaz de romper el circulo consignista; debere- mos esperar hasta las narrativas de vanguardia, para ver que mediante la parodia de la consigna se trata de superar la circularidad.

Paradigmaticas son, en este sentido, las novelas de Juan Emar, Milte‘n, entre ellas, y 10s relatos de Roberto Arlt.

Me he detenido en este tema de la novela, que deber6 desarrollarse natu- ralmente en un trabajo aparte, primero, por la ligazdn entre el Cautiverio feliz y el relato novelesco proporcionado por el tratamiento de la vida cotidia- na, y, segundo, porque el texto representa el extremo a1 que puede llegar un mecanismo generalizado de 10s relatos coloniales: la legitimacidn a travCs de la citacidn constante de textos autoritarios. Este mecanismo va a servir de modelo a la naciente narrativa latinoamericana, como se puede observar en Don Guillermo de Lastama, El matadero de Echevem’a y en otros textos fundamentales, entre 10s cuales se puede destacar Facundo de Sarmiento.

Azar, pormenor, seduccibn y poder en Cautiverio feliz 43

El cas0 de este relato es semic6mico en su mania citatoria, comentada aguda y par6dicamente por Ricardo Piglia a traves de uno de 10s personajes de su novela Respirucidn artificial. Sarmiento coloca como epigrafe de Fucundo una frase escrita en Frances (“On ne tue pont las idees”) que atri- buye a Fourtol. La cita, sin embargo, no corresponde a ese autor, sino a Volney, como lo hace notar Groussac. La citaci6n equivocada es fruto de esa erudici6n ostentosamente apresurada, fraudulenta, que exhibe una bue- na parte de nuestra literatura, lo que, en el fondo, es una manera de legitimarse frente a1 poder de las culturas centrales. Sarmiento cita en fran- CCS porque ello legitima su relato: es una lengua culta que 10s birbaros latinoamericanos ignoran. El que cite mal no importa, lo que vale es erigir desde el comienzo textual una barrera lingiiistica infranqueable entre civi- lizados (10s que hablan ErancCs) y bfirbaros (10s que hablan el espaiiol de America).

Comenta Piglia, que serh Borges el que llevari a la exasperaci6n par6dica (citaciones fraguadas, apbcrifas, falsas, desviadas) este rasgo de la literatu- ra latinoamericana.

No sostengo aqui que el Cautiverio feliz como texto especifico sea el modelo que seguiri la novela del siglo XIX; lo que dig0 es lo siguiente: el dispositivo empleado por Nhiiez de Pineda (azar, pormenor, consigna, ex- plicaci6n por abajo, amplificaci6n del suceso azaroso) crea un nuevo im- perativo que obliga a decir lo infimo, lo que generalmente no se decia, lo que no tiene fama ( y por lo tanto lo “infame”) que va a constituir, glosando a Foucault, la etica inmanente del discurso novelesco en occidente.

Lo que importa en la constituci6n de este imperativo es mis que la presencia de una categoria formal (narrador ficticio), la aparici6n de esa moral de lenguaje que coacciona de un modo in6dito lo cotidiano.

Es desde esta perspectiva inaugurada por las nuevas relaciones entre poder, discurso, verdad y vida cotidiana que se producen en el siglo XVII, que me atrevo a proponer 10s dispositivos narrativos presentes en Cuutive- rio feliz como el antecedente discursivo mis pr6ximo del texto llamado novela en latinoamerica.

Consigo en la proposicidn algo que me parece importante: mostrar la continuidad de 10s procesos narrativos latinoamericanos, alejindome de la visidn rupturista predominante que establece, aplicando la legislaci6n eurockntrica sobre el genero, la discontinuidad absoluta entre 10s textos coloniatr- y la novela.

44 REVISTA CHLENA DE LITERAWRA No 61,2002

Me permite la tesis rescatar, ademBs, un desprestigiado vocablo de Luis Albert0 SBnchez con el cual define relatos como Cautiverio feliz: Protonovela.

El rescate me distancia de la definicidn de Sfinchez, que pone Cnfasis en lo emocional y extratextual, como bien lo advierte Cedomil Goic, y me acerca a su us0 como tCrmino que designa un dispositivo narrativo que comienza a operar en la narrativa chilena a partir de la mitad del siglo XVII.

Para terminar esta digresidn, propongo un juego de deslizamiento de 10s modelos. Si la novela moderna por el predominio del azar, el pormenor, la cita y el archivo puede tomar como modelo a1 Cautiveriofeliz en la presentacidn de la vida cotidiana, el texto colonial tiene, a su vez, el mode- lo en las cartas de protesta, 10s informes administrativos, las cartas de rela- ci6n dirigidos a1 monarca en el siglo XVI, narraciones que podrian califi- carse como juridicas 0. notariales, en casos mBs especificos. Como afirma Roberto Gonzfilez Echeven-ia: “la incipiente novela, como las primeras narrativas latinoamericanas (las de Colbn, PanC, CortCs) siguen 10s mismos cauces documentales, provistos por las artes notariales del periodo” (p8g. 9). Podria decirse, por inferencia, que el modelo imitado por el Cautiverio feliz es el de 10s textos dotados de autoridad, con lo cual concluimos por cerrar la cuestidn del poder: desde su inicio la narrativa latinoamericana ha imitado (sirnulado) “el lenguaje de la autoridad encerrada en el discurso de la ley, cuyo depdsito y simbolo es el archivo de Simancas” (Gonzfilez Echevem’a, Mito y Archivo, pig. 9).

Azar, pormenor, seduccidn y poder en Cautiverio feliz 45

El predominio del azar

“El afio 1620, a 10s diez di‘as del mes de Abril, entrd el enemigo a molestar la comarca y distrito de la ciudad de Chilla’n no con el desinio de tener tan buen acierto como el que les deparo’ su dicha y nuestra fortuna adversa, sino es tan solamente por llevarse por de- lante lo que pudiesen y todo lo que topasen sin resguardio, como aves de rapifia” (Cautiverio feliz).

Asi narra, en el capitulo 111, el autor de Cautiverio feliz el comienzo de 10s avatares que lo llevaron un mes mfis tarde a las manos del enemigo. La guerra tan heroica a1 comienzo de La Araucana, y tan dramfitica y san- grienta hacia la mitad del mismo texto, se ha metamorfoseado en una gue- rra de rapiiia por ambos lados, una guerra de malocas y malones llevados a cab0 por verdaderas “bandas”, que en el cas0 de 10s mapuches se dispersan rfipidamente una vez conseguido el both.

“La guerra nueva” del siglo XVI, narrada en La Araucana, ha devenido “guerra vieja” en el siglo XVII. La codicia entre 10s espaiioles y la rapiiia entre 10s araucanos son en ella el verdadero motor del conflicto, aun cuan- do el autor del Cautiverio feliz, desde la perspectiva ttica-cristiana con que enfoca 10s hechos, advierte que las acciones sangrientas de 10s indios las han ocasionado las tiranias, las inhumanidades, las codicias, y culpas y pecados de 10s espaiioles. La explicaci6n es pura ideologia frente a1 peso de 10s hechos en bruto contados por el propio narrador: lo que mueve a 10s indios en la guerra envejecida no es la legitima reaccidn frente a la tirania sino el finimo de rapiiia.

En la compacta red discursiva tejida por el narrador para demostrar que las inhumanidades de 10s espaiioles, la avidez y prepotencia de 10s males gobernantes, las injusticias cometidas contra 10s indios, son la verdadera causa de la dilaci6n de la guerra, se desliza un enunciado, “llevarse por delante todo lo que pudiesen”, que abre un hueco en esa red Ctica, racional y politica para lanzarnos a una realidad hist6rica azarosa (“no con el desig- nio de tener tan buen acierto como el que les depar6 su dichas y nuestra fortuna adversa”), hormigeante y sangrienta, confusa y desordenada. A este discurso que trastorna la racionalidad a1 incluir el azar del acontecimiento y la violencia de 10s deseos, Foucault lo llama la “explicaci6n por abajo” (Foucault 2000: 59). El abajo, advierte el fil6sofo franc&, no es lo mfis simple y claro, es una explicaci6n por 10 mfis confuso, lo m8s condenado a1

46 REVISTA CHILENA DE LIMRATURA N” 61,2002

azar, puesto que el principio de desciframiento de la sociedad reside ahora en la violencia, las pasiones y 10s odios.

Creo que Cautiveriofeliz es un singular ejemplo de este tipo de discur- so. Singular por dos razones principales: una, que el relato diseiia una ra- cionalidad compleja, cristiana y moral (la explicaci6n por arriba), a partir de la autoridad de textos can6nicos, para interpretar el verdadero sentido de la guerra, y, sin embargo, la base de la argumentaci6n descansa en un cas0 fortuito: el cautiverio (la explicacidn por abajo). La otra razbn, que enfatiza la primera, es que su discurso se sittia claramente en uno de 10s polos que dividen 10s relatos coloniales, el correspondiente a 10s textos que denuncian la crueldad, la tirania y la inhumanidad de 10s espaiioles, en oposicidn a1 polo que narra la guerra y el sometimiento de 10s indios como acciones heroicas, memorables, contra 10s bkbaros crueles.

Discursivamente, una estructura binaria atraviesa la sociedad colonial. Por un lado, 10s relatos .de Ovalle, Gonz5lez de Nhjera, Arias de Saavedra que exaltan las figuras heroicas y generosas de 10s capitanes espaiioles y, por el otro, 10s textos de Mariiio de Lobera, Niiiiez de Pineda, Rosales y Quiroga, que denuncian las tropelias y latrocinios de 10s mismos capitanes transformados en encomenderos (vtase Beatriz Pastor y Gilbert0 Triviiios, quien efectcia una rectificaci6n productiva a1 tema).

Vemos enfrentados a dos ejtrcitos en que cada uno de ellos Cree decir la verdad, que siempre est5 de un lado o del otro. Se trata de una batalla en la que hay adversarios, enemigos mentirosos que deben ser denunciados y vencidos.

Lo que est5 en juego aqui son 10s derechos, “nuestros derechos”, defi- nidos por una relaci6n de propiedad que la conquista les ha deparado a 10s antiguos soldados.

Foucault ha analizado, a prop6sito de la monarquia francesa, este nuevo discurso hist6rico muy diferente a1 juridic0 filos6fico imperante hasta el siglo XVI, en donde el historiador procuraba estar por sobre 10s conflictos, desplazando su relato en la dimensi6n y funci6n de la soberania, “una historia jupiteriana”, afirma Foucault, en la que el sujeto que narra es el kbitro de la paz bajo la figura del legislador (Pitnsese en Alfonso X, el S abio).

La crisis de este marco discursivo es patente en el reino de Chile del siglo XVII. El grupo de textos coloniales que denuncia las injusticias y horrores de la conquista transforma la historia clhsica, definida por Tito Livio como la alabanza de Roma (que en nuestro cas0 serfa la alabanza de

Azar, ponnenor, seduccibn y poder en Cautiverio feliz 47

Espafia), en un relato de fracasos, cautiverios, cruzas raciales, desdichas y servidumbres; la historia de 10s capitanes no contendrfi por si la historia de 10s soldados (como ya lo demostr6 Bernal Diaz del Castillo, a prop6sito de CortCs), postulado fundamental de la sociedad de soberania que impuso la creencia que la historia de 10s poderosos era, a1 mismo tiempo, la de 10s dtbiles.

La creencia permitia la perpetuaci6n del poder que mostraba su grande- za y generosidad. Frente, y ante ella, el discurso hist6rico del siglo XVII indica el tCrmino de la gran jurisprudencia sobre el fin inintermmpido del poder, para denunciar una posible ruptura si el rey no pone cot0 a las inhumanidades de sus scibditos en el nuevo mundo. Se produce una espe- cie de ruptura profCtica, que emparienta a1 discurso con formas religiosas, miticas, que en vez “de referir 1a.gloria sin manchas ni eclipses del sobera- no, se consagra, al contrario, a narrar desdichas”, utilizando 10s tCrminos de Foulcault. Hemos pasado del discurso que tomaba su modelo de la his- toria de Roma a otro que est6 mucho mfis cerca del modelo mitico-religioso de la historia biblica.

Es fundamental comprender que en este cambio no est6 involucrado un ataque a1 poder por su posible injusticia. El poder no ha decaido en su car6cter ejemplar ni en su potencia. Solo se equivoca, por no estar entera- do, acerca de quienes deben representarlo en las Indias. El poder no es injusto per se, sino porque no le pertenece, nos dice, en el fondo, Ndiiez de Pineda.

Y en este punto precis0 introduzco una noci6n que ayuda a explicar el cambio.

El nuevo giro del discurso y del poder se produce, en buena medida, por la desaparici6n de lafibula heroica como motor de lo narrado y su sustitu- ci6n por 10s hechos menudos de la vida cotidiana.

Esta insistencia en 10s hechos menudos que recorre todo el Cautiverio feliz es paradigmfitica del cambio que se va a producir en 10s textos narrativos del siglo XVII. Es evidente que en las relaciones y poemas Cpicos del siglo XVI est6 presente lo cotidiano, aunque su presencia es singular: siempre traspasado por la fibula, el heroismo, las proezas, las apariciones divinas. Ellas legitimaban la posibilidad que la vida cotidiana fuera decible. El cam- bio propuesto significa que a partir del XVII, aproximadamente, se pone en funcionamiento un dispositivo narrativo que permite decir lo infimo, las menudencias secretas, lo que no merece ninguna gloria ni fama, lo “infa- me”, en una palabra.

48 REVISTA CHILENA DE LITERATLIRA No 61,2002

El proceso va a culminar en la literatura colonial de fines del siglo XVIII y en la literatura independentistas del principios del XIX con la aparicidn de la novela modernu que en la figura emblemfitica de Elperiquillo surniento nos dird que a dicho tipo de novela le corresponde narrar lo mds indecible, lo peor, lo mhs secreto, 10s mds intolerable y desvergonzado, transforman- do la literatura en una “historia universal de la infamia”. Como afirma Foucault: “mds que cualquier otra forma de lenguaje la literatura sigue siendo el discurso de la infamia” (La vidu de 10s hombres infumes, pdg. 137).

Comienzan a tomar la palabra hombres oscuros que no han realizado las grandes conquistas ni participado, incluso como testigos, en las batallas tpicas del siglo anterior. Su discurso ya no es sobre hechos memorables, sino acerca de acontecimientos y peripecias que no logran escapar del peso creciente de la vida cotidiana. El foco luminoso del poder real no 10s ilumi- na como habia sucedido con sus antecesores. Es necesario seducirlo para que se vuelva sobre ellos, hombres insignificantes (lejos de Pedro de Valdivia o Alonso de Ercilla), contdndole penurias, sacrificios, verdades molestas, hechos guardados en secreto hasta entonces. El poder se ejerce como una coaccidn sobre la vida cotidiana, obligando a entrar en el gran orden del discurso modern0 que ya no harfi visible la gracia, el heroismo, sin0 lo que mas cuesta decir, lo mds oscuro y azaroso.

Esta importancia de 10s hechos menudos y del azar, propia de la “expli- cacidn por abajo”, estfi presente, por ejemplo, en el Cuutiverio feliz, en el episodio de 10s tres corredores indios que logran escapar de la emboscada que le habia tendido una compaiiia de soldados hispanos, entre 10s cuales se encontraba el futuro cautivo.

La liberacidn sin castigo de esta cuadrilla enemiga por la mala disposi- cidn tdctica de la gente espafiola va a precipitar un ataque de 10s indios ensoberbecidos por 10s fracasos y tropiezos de la hueste hispfinica. El re- sultado del suceso sera fatal para el tercio de San Felipe de Austria, donde milita Nciiiez de Pineda.

Se vincula a este episodio azaroso un cas0 digno de lfistima que expresa “lo mal industriados que en su militar profesidn en aquellos tiempos esta- ban 10s soldados”:

“Cuando salimos en seguimiento de 10s tres corredores del enemi- go, del emboscadero donde estfibamos (que por habernos sentido nos volvieron la espalda), se le dispard el arcabuz que llevaba un soldado, y mat6 a otro que delante de 61 estaba, sin que pudiese

Azar, pormenor, seduccio’n y poder en Cautiverio feliz 49

hablar palabra; con cuyo suceso y semejante especthculo a la vista quedamos suspensos, lastimados y afligidos, dando infinitas gracias a nuestro Dios y Seiior de habernos librado algunos capitanes de aquel tan grande infortunio, cuando nos hallamos tan cerca que iba- mos hombro con hombro del desgraciado difunto; con que a voces 10s mis cuerdos dijeron con sentimiento, que sin duda aquel desas- tre era de otros mayores preanuncio, pues tan patentemente nuestras balas se volvian contra nosotros” (Cautiveriofeliz , pp. 17-18).

iQuk nos revela lo anterior? Que en el inicio de la historia que se va a narrar est6 una serie de hechos lastimosos, confusos, en 10s que predomina la suerte. Aparece en la base de la explicacibn hist6rica un entrecruzamien- to de cuerpos, miedos (“con que a voces 10s mfis cuerdos” ...), pasiones y contingencias que constituyen 21 verdadero motor del relato y, por exten- si6n, del resto de 10s relatos coloniales del siglo XVII.

Mdltiples ejemplos del Cuutiverio feliz y de las crbnicas en general lo certifican, como lo demuestra Gilbert0 Triviiios en La polillu de la guerru en el Reino de Chile, texto fundamental en la nueva concepci6n de la litera- tura colonial. Su bptica cn’tica, renovadora de las tesis tradicionales, pone en el tapete “lo no decible”, lo avergonzante: las espaiiolas aindiadas que no quieren volver a 10s suyos, 10s “contagios sodomiticos, 10s “juegos a1 trocado” con las mujeres, 10s soldados que para no morir de hambre se fugan a1 bando araucano, 10s cruces interktnicos que van a determinar la naciente fisonomia de la nacibn.

Paradbjicamente, el sacar a la luz las “anomalias” hasta ahora ocultas del orden colonial permite abrirse hacia lo diverso, hacia lo otro, hacia el entrecruzamiento de cuerpos, hacia las pasiones y desdichas que confor- man la base de ese orden.

Aiiado una idea nueva. La creencia tan extendida segcin la cual el poder solidifica el orden social queda fracturada a la luz de lo anterior. El poder como foco luminoso, siguiendo la tesis de Foucault, ilumina en sus fulgo- res un lado del orden colonial chileno -el heroic0 y magnfinimo- per0 deja en la oscuridad a1 otro lado: la contingencia azarosa y 10s hechos “infa- mes”. Los textos que analizamos, especificamente el Cuutiverio feliz, van a hablar del lado oscuro, intentando siempre soldar la fractura creada por el poder, exhibiendo a su luz el otro lado de la historia, el de las desdichas sin reconocimiento, el de 10s sufrimientos sin recompensas, comunicfindonos que, precisamente por esa exclusi6n, es necesario tomarse la palabra para contar lo callado hasta entonces.

50 REVISTA C ~ N A DE LITERATLIRA N” 61.2002

La amplificacio’n del pormenor

“. , ..Poco despu6s de 10s dueiios de la casa, me levant6 del lecho, dejando en 61 a1 compaiiero correspondiente, y con un mesticito, hermano de la moza contenida en el tratado casamiento, salimos a1 estero a repetir el baiio continuado de maiiana, adonde encontramos algunas muchachonas desnudas en el agua, sin rebozo, y entre ellas la mestiza, hermana de mi compaiiero (que tambien por su parte me insistia y solicitaba para que la comunicase a lo estrecho), entre las demas muchachas se seiialaba y sobresalia por blanca, por discreta y por hermosa. Confieso a Dios mi culpa, y a1 lector aseguro como humano, que no me vi jamas con mayor aprieto tentado y persegui- do del comun adversario; porque aunque quise de aquel venkreo objeto apartar la vista, no pude, porque a1 punto que nos vieron las compaiieras que con ella estaban, nos llamaron que en estos entrete- nimientos y alegres bailes, como solteras y sin dueiios ni maridos, suelen sefiir de bufonas; y porque no me juzgasen extraiio y descortes a sus razones, respondi con agrado y buen semblante, diciendo que a otro cab0 nos fbamos a baiiar con toda priesa. Y aunque nos convi- daron con el sitio en que ellas desnudas asistian, pasamos de largo a otro emboscadero y lugar mas oculto, excusando el envite con pala- bras de chanza, respondiendo conforme nos hablaron.

Contemplamos un rat0 la tentacion tan fuerte que en semejante lan- ce el spiritu malign0 me pus0 por delante: a una mujer desnuda, blanca y limpia, con unos ojos negros y espaciosos, las pestaiias largas, cejas en arco, que del Cupido dios tiraban flechas, el cabello tan largo y tan tupido, que le pudo servir de cobertera, tendido por delante hasta las piernas, y otras particulares circunstancias, que fue- ron suficientes por ent6nces a arrastrame 10s sentidos y el spiritu.. .”

(Cautiverio feliz pig. 296)

-

Este pasaje ha sido rescatado comentado y gozado por 10s lectores del Cuu- tiverio feliz y, naturalmente, a la critica especializada no le ha pasado inad- vertido. Triviiios ha dicho sobre el tema: “El relato de la huida del sensual espectticulo de las indias desnudas en el agua, especialmente la visi6n de la muchacha que sobresale por blanca, por discreta y por hermosa, parece concentrar todos 10s elementos distintivos, en 10s planos de la historia y del discurso, de 10s relatos protagonizados por 10s ejemplos de cautivos, entre ellos, el “gCnero de contienda y riguroso examen certamen en batalla (que)

Azar, porinenor, seduccidn y poder en Cautiverio feliz 51

requiere salir huyendo de ella (en vez) de asistir abrazado en su demanda” (1994, pig. 90). Comparto la interpretacidn y afiado como “suplemento” a ella que no es gratuito el gesto de destacar morosamente entre 10s “objetos vendreos” uno con especial delecci6n: la india “blanca y mestiza”. Mirada racista que emblanquece a la indigena y destaca la cruza racial para aproxi- marla a1 canon europeo de la figura femenina capaz de “mastrar (me) 10s sentidos y el espiritu”.

Ninguna de la ilchas, de las hijas de 10s caciques, que se le han ofrecido con anterioridad, como la moza que le va a visitar a1 bosque, ha merecido una descripci6n fisica del narrador como la que hace de la india blanca. A lo mis ha informado acerca de las primeras que son de “buen parecer”.

Per0 no me interesa tanto este punto del relato, sino la “digresi6n” que sigue, realmente estupenda y modelo casi delirante del tip0 de discurso legitimatorio (comentarios, glosa, citas de autoridades, justificaciones jurf- dicas, religiosas, politicas) que acompafia 10s pormenores narrados.

Desputs de contar lo que le sucedi6 a1 Rey Profeta (David) cuando vi0 lavarse una mujer sin velo, el narrador cita a Santo Tomis y San Cipriano, quienes abominan de afeites mujeriles que “desean y solicita provocar a 10s vivos apetitos y deseos deshonestos”, para preguntarse, en un giro inespe- rado, “jc6mo no serin abominables y notados de mujeres 10s hombres que descaradamente les hurtan el oficio acostumbrado, haciendo lo que ellas hacen?’ Hemos pasado, sin aviso, de la prolija digresi6n sobre el peligro que representa la mujer desnuda, a un lema insospechado, el de 10s hom- bres afeminados. jQuC tiene que ver ello con el relato de la seductora india blanca? Tengo la impresi6n de que el discurso se ramifica por meandros imprevisibles, como si tuviera la diniimica de un proyectil lanzado a un blanco esquivo. El sistema de citaciones que se van enjaezando en una 16gica aparente enmascara una obsesibn, precisamente, de la cita, obsesi6n que es una suerte de delirio, a1 desencadenar un mecanismo de asociacio- nes imprevistas.

DespuCs de citar a “muchos santos y autores graves” que han escrito contra 10s hombres melenudos (que parecen tener un ambiguo nexo con el cabello largo de la india), Pineda y Bascufiin cuenta la desgracia de Absal6n por no usar celada, prefiriendo “el largo cabello con arte a1 viento tendido, para que a1 sol resplandeciendo, fuesen mis deleitables a la vista”. El nexo discursivo enfatiza en este punto su ambigiiedad: del cabello tan largo y tupido de la mestiza, “que la pudo servir de corbetera”, nos deslizamos hasta el largo cabello resplandeciente de Absal6n. El cabello de la india es

52 F ~ V I S T A CHIIJNA DE LITERATURA No 61.2002

sensual y recatado a1 mismo tiempo; el del guerrero es reprobable, per0 deleitable a la vista.

Deslizamiento discursivo inesperado producido por la obsesi6n de la cita; aunque de ninguna manera descarto otras explicaciones, como la latencia de un deseo transgresor.

En este punto uno puede preguntarse jcu6l es el blanco a1 que apunta el pormenor del baiio y su respectiva digresibn? iD6nde est6 su 16gica? jPor quC vuelve a reaparecer lo sancionado, el deleite de la mirada?

La argumentaci6n discursiva que completa el p6rrafo proporciona a la vez una 16gica impensada y una sanci6n definitiva a1 placer de la mirada.

Escribe el autor que el abuso afeminado del cabello largo puede pasar en buena hora en 10s “republicanos mercaderes y 10s dem6s galantes man- cebos (que) no tienen otros entretenimientos que continuar la plaza, rondar las calles, requerir ventanas y en amorosos desvelos suspender 10s senti- dos”; per0 son excesos vituperables “entre 10s que tienen entre manos 10s militares ejercicios” (Cuutiven’o feliz, p6g. 298).

Y aqui viene lo medular del argument0 sancionador. Cuando 10s “bk- baros gentiles” observan antes de la batalla en la milicia espaiiola caballe- ros tan amartelados de sus cabellos y coletas, embisten con multiplicados alientos “por parecerles (que) son especies de mujeres”.

Adn hay m6s de lo mismo. En un p h a f e delicioso, el autor dice que no es de admirarse cuando 10s juzgan asi, porque estos caballeros” por no llenar de polvo las melenas, las han trenzado por atr6s como mallenes (que se llarnan asi las indias que nos sirven)”.

Naturalmente que si para el autor es un espect6culo reprobable, para el lector modern0 no puede ser sino admirable la imagen de estos palidos caballeros trenzando sus cuidadas melenas para protegerlas del polvo (y de la sangre, del horror) de la batalla. El gesto pone una nota notablemente rnundana alli donde la “explicaci6n por arriba”-mitificadora o desmitificadora- solo ve en la guerra acciones heroicas o terribles cruelda- des, segtin sea la 6ptica elegida.

Las cabelleras trenzadas mujerilmente son un pormenor propio de la “explicaci6n por abajo”. La narraci6n del hecho equivale casi a esos chis- mes que circulan entre vecinos, a esos pequeiios esc6ndalos de la vida co- tidiana que no escapan de un circulo cerrado y que solo salen a la luz cuan- do hay una denuncia que hace que el poder se interese en ellos.

Azar, pormenor, seducci6n y poder en Cautiverio feliz 53

En este caso, la intenci6n del autor es obligar a1 poder real a fijar la mi- rada en estas acciones mundanas aparentemente irrelevantes que suceden en la frontera y que tienen, sin embargo, una trascendencia dramitica.

Ocurre, afirma el autor, que el amartelamiento de 10s soldados por sus cabellos y coletas, es la causa “que no se hallan como en 10s pasados siglos aquellos grandes soldados que (por) sus hazaiias y hechos valientes daban ocasiones a la fama a repetirlos con dilatados ecos por el mundo”. Y de aqui a la conclusi6n final hay solo un paso: “Estas son las consecuencias y hilaciones a que debemos atender y cuidadosos mirar, entre otras referidas, para prueba de la dilataci6n de nuestra guerra”.

El us0 del pormenor de las cabelleras trenzadas para explicar un hecho politico relevante, la dilataci6n de la guerra, me permite afirmar que en este episodio est5 contenido en mini’atura el modelo discursivo mismo del Cuutiverio feliz.

En este sentido, el relato total Cuutiverio feliz y ruzdn individual de Zus guerrus dilatudus del Reino de Chile es la amplificaci6n de la aparente insignificancia de una historia privada. El mismo mecanismo que opera en el detalle de las melenas funciona en la historia mayor del texto. Para con- seguirlo, 10s sucesos m5s minimos del Cuutiverio feliz son narrados con un Cnfasis propio de 10s acontecimientos infrecuentes revestidos con la nece- saria retbrica. Ella se hace presente en esa obsesi6n por las citas que se van deslizando una sobre otra en un juego imprevisible que concluye en pro- puestas tan sorprendentes como la de relacionar la dilataci6n de la guerra con el largo de 10s cabellos de 10s soldados espaiioles.

54 REVISTA CHILENA DE LITEKATUM No 6 1.2002

Seducir a1 poder

“Magestad, es necesario poner atajo a la libertad de lenguas de 10s espafioles de Indias contra todos 10s que pretenden y procuran la libertad y conversi6n de 10s indios” (Carta a1 rey de Fray Domingo de Santo Toma’s, del 26 de Abril de 1561).

Doy un paso adelante en la linea del analisis de las estrategias del po- der, al proponer que 10s relatos contestatarios del siglo XVII en Chile si- guen el modelo de las cartas de denuncia escritas por los frailes en los inicios de la Conquista, 151 1 adelante, y analizadas por Lewis Hanke en el Capitulo 2 de la I1 parte de su obra La Zucha por la justicia en la Conquista de Ame‘rica (Buenos Aires, Editorial Sudamericana 1949). Estas cartas, informes, etc., en que se denuncian a1 rey las iniquidades de capitanes y soldados recuerdan en cierta manera el mecanismo de denuncias, descrito por Foucault y operante en la monarquia francesa del siglo XVI, que impli- caban las llamadas “lettres de cachet”.

Ellas eran el resultado de una solicitud especifica, hecha por notables, padres de familia, vecinos, a1 poder real para que actuara contra personas que amenazaban o descomponian el orden social. La respuesta del monar- ca daba origen a una orden real de encierro (“lettres de cachet”) que casti- gaba a 10s culpables. Las “lettres de cachet” ascendian asi desde la base social hasta el poder central, que se limitaba a acceder a lo solicitado’.

La cierta manera en la que se asemejan las narraciones coloniales a estas 6rdenes de encierro estriba en la conviccidn comlin sobre la disponi- bilidad siempre presente en el 6nimo del monarca de escuchar 10s reclamos y proceder en justicia. Naturalmente, hay diferencias inmensas en las for- mas de control ejercidas, en ambos casos, por el poder del rey, frente a las cuales la convicci6n com6n parece un detalle.

Una de las diferencias m6s contrastantes se refiere a que el tip0 de con- trol que ejercen las “lettres de cachet” se realiza en el espacio de las rela- ciones vecinales, es decir, con un acentuado carficter local, “capilar”, como

Lo que, entre parhtesis, obliga a repensar la arbitrariedad del poder del rey y la idea del poder como atributo, posesidn, para abrirse a la nocidn del poder como estrategia.

Azar, pormenor, seduccidn y poder en Cautiverio feliz 55

advierte Foucault, metaforizando un modo en que se ejerce el poder. Las narraciones coloniales, como es el cas0 de Cuutiverio feliz, se proponen, por el contrario, un ejercicio mucho m8s extendido del poder, que podria denominarse “arterial”, en contraposici6n a la denominaci6n foucaultiana.

Contrastemos ambos tipos de relato para advertir la diferencia:

“Venga vuestra real majestad en conocimiento de las causas que hay para la dilaci6n prolija desta guerra de Chile y 10s fundamentos que se insindan para que se consuman brevemente estas provincias y se acaben, si vuestra real majestad, con su grandeza, no le aplica su real hombro y pone en 10s excesos su recta mano” (Cuutiverio feliz. Ed. Ferreccio, pig 63)2.

“Postrado por el peso del mfis insoportable dolor, Duchesne, de pro- fesi6n empleado, osa con humilde y respetuosa confianza ponerse a 10s pies de Vuestra Majestad para implorar su justicia contra la mis malvada de todas las mujeres” (La vida de 10s hombres injiames, p. 128).

La petici6n de Duchesne a1 monarca para que dicte una orden de encierro para su mujer evidencia con nitidez 10s rasgos ya enunciados para este tipo de documentos: denuncia de conflictos familiares muy localizados, oscuri- dad social del demandante, peso de la vida cotidiana. Si a ello se aiiade que la orden real de encierro perteneci6 a un period0 restringido de la monar- quia francesa, puede argumentarse que la analogia que pretend0 establecer es forzada. Puedo defenderme, sin embargo, arguyendo que hay varios puntos clave que unen ambos tipos de relatos. Destaco, primero, la fe abso- luta en la enormidad del poden’o del monarca que ellos demuestran, en un cas0 para encerrar a una pobre mujer, en el otro para cambiar el destino politico de un tenitorio; segundo, que la intervencibn del poder real en la vida cotidiana y politica se efectcia mediante un juego de demandas y de respuestas, siguiendo un circuit0 muy complejo, y, tercero, el punto en el que mis insisto, que el poder es utilizado en beneficio propio y contra 10s dem8s (la mujer culpable en el primer caso; 10s malos gobiernos, en el segundo).

Estando el presente articulo en elaboracibn, lleg6 a mis manos la nueva edicidn de Cautiverio feliz, en la edicidn crftica de Mario Ferreccio y Raisa Kordic. A1 citar, distingo entre la primera edicidn y tsta.

56 REVISTA CNIIBNA DE LITIXATLIRA N” 61, 2002

Es posible afirmar, pues, que 10s textos claves del siglo XVII en Chile sobre la guerra fronteriza recuerdan estas “lettres de cachet” en cuanto ge- neran una infinidad de discursos que atraviesan 10s m6s diversos niveles de la vida cotidiana (el de 10s cautivos entre indios, el de 10s indios “blanquea- dos”, el de 10s espafioles aindiados, el de 10s apcistatas, el de 10s casos admirables, el de 10s traidores, el de 10s fieles, etc.) para iluminar, en un encuentro fugaz con el poder real, vidas min6sculas y acciones m’nimas de quienes no se sabria nada si dicho poder no 10s hubiera sacado de las som- bras. De estos textos se comenzar6 a elevar el murmullo sin tkrmino de la vida cotidiana: las jornadas “infames” (sin fama) de la vida diaria en la frontera, 10s secretos escandalosos, 10s datos desconocidos. Todas las peri- pecias se vuelven decibles en la medida en que est6n atravesadas por la posibilidad de que el poder politico se entere de ellas y pueda actuar a favor de “el que dice la verdad”, del que denuncia 10s “discursos mentirosos”, del que se atreve a contar esa realidad propia de la picaresca que se desa- rrollaba bajo el mito heroico.

Lo que iba a ser dicho en estos discursos, a1 estar alejado de hazafias guerreras o hechos ilustres, debia ser revestido en sus repetidos infortunios con un lenguaje decorativo, artificiosamente excesivo: “Sacra real majes- tad, de tal suerte en estos lastimosos tiempo se ha sefialado la cautelosa malicia, avasallando la justicia y la razdn, que es delito grande promulgar verdades, y cuanto mds dilatados nos halfamos de 10s resplandecientes ra- yos del sol universal que nos alumbra, como lo es vuestra real majestad de toda su monarqueria, tanto m6s son la nieblas tenebrosas que las cubren” (Cautiveriofeliz, 2001. Ed. Ferreccio, ptig. 63). Est6 Clara en el p6rrafo la idea que ha desarrollado Foucault sobre el poder como un foco luminoso: el enunciado “10s resplandecientes rayos del sol universal que nos alum- bra” evidencia que e1 fin primordial del autor del Cautiveriofeliz es conse- guir que la lejana luz solar del poder lo ilumine y asi disipar las “nieblas tenebrosas” en que est6 envuelto el Reino de Chile y, por consecuencia, la vida del que escribe. Tal es “el blanco a que (sus) discursos se enderezan”. Todo lo dem6s proviene de aqui, de la necesidad de seducir a1 poder. Asi, por ejemplo, cuando el narrador afinna que 10s birbaros no son tal como 10s pintan o cuenta las gentilezas y gestos nobles de 10s caciques, 10s peli- gros del cuerpo y del alma a que se ve expuesto, incluso en lo anotado por Trivifios sobre 10s limites que el autor se fija, o le fija la tpoca para la comprensidn de la diferencia del otro, del “natural”, se percibe una y otra vez la necesidad de vida o muerte de ser mirado por el ojo y escuchado por la oreja del poder omnipotente como el Dios mismo.

Azar, pormenor, seduccidn y poder en Cautiverio feliz 51

El poder se transforma, asi, en “objeto de codicia” y “objeto de seduc- cidn”, algo deseable y mimable a1 mismo tiempo. La intervencidn del po- der politico en las querellas del reino, deseado profundamente por Nliiiez de Pineda, lo obliga a seducirlo con todos 10s medios posibles para asegu- rar su actuacidn. Cuutiverio feliz muestra asi la capacidad del autor para desviar en beneficio propio la enormidad del poder del rey. Para ello se sirve de 10s remanentes de algunos efectos politicos de la sociedad de sobe- rania que persisten en la ernergente sociedad disciplinaria de la segunda mitad del Siglo XVII: la legitimacidn de demandar la actuacidn del rey, la disposicidn de Cste a intervenir desde el nivel m6s elemental del cuerpo social (las relaciones entre sujeto y sujeto, entre vecino y vecino, esposo y esposa) hasta el estrato m6s complejo (el econdmico politico, y religioso) de la sociedad colonial: “Mandamos y defendemos firmemente que agora y de aqui en adelante en todo tiempo cada y cuando nuestros oficiales y todas las otras personas vecinos y moradores y habitantes en las dichas Indias, islas y Tierra Firme del Mar OcCano nos quisieran escribir y hacer relacidn de todo 10s que les pareciere que conviene a nuestro servicio y venir o enviar mensajeros, lo pueden hacer sin que en ello les sea puesto embargo o estorbo” (Carta del rey Carlos V, reproducida de La luchu por la justiciu en la Conquista de Ame‘ricu de Lewis Hanke). Bashdose en esta disponibilidad, Ntiiiez de Pineda amalgama, y de una forma sorpren- dente para nuestra Cpoca, en un solo circuito, la politica y 10s sucesos mini- mos de la vida cotidiana.

A1 afirmar que Cuutiverio feliz se inscribe en la emergente sociedad disciplinaria del siglo XVII donde persisten remanentes del period0 ante- rior (la sociedad de soberania), junto con intentar contextualizar politica y socialmente a1 relato, apunto a pasajes textuales concretos que me permi- ten introducir en la generalidad lo especifico.

Una de las emergentes formas de la sociedad disciplinaria en Chile es la “guerra defensiva”, proyecto de conquista pacifica de la Araucania que se desarrolla entre 1612 y 1620. Se trata de una forma de evangelizacidn, que cumple con todos 10s preceptos de las disciplinas. Encabezada por el padre jesuita Luis de Valdivia, se funda en la disponibilidad del indio para acoger las enseiianzas del evangelio.

Tal 6nimo de 10s naturales aparece radicalizado en Cuutiverio feliz a1 transformarse en “grande el ansia y la codicia” para recibir 10s sacramen- tos:

58 REVISTA CHKENA DE LITKRATURA No 61,2002

“Pues no tenemos que hacer (me dijo el muchacho), por vuestra vida que me ensefieis luego; y aunque lo aplacC para la noche me hizo tantas sliplicas e instancias que le repeti gran parte del credo, y hasta que sup0 seis u ocho palabras no me quiso dejar la mano porque era grande el ansia y la cudicia que tenia de ser cristiano” (Cautiverio feliz, p. 172).

Dicha “ansia y cudicia” legitima la propuesta jesuitica de evangelizaci6n pacifica a la que, m6s all6 de sus innegables rasgos humanitarios, es nece- sari0 ver en su relaci6n con las estratagemas del poder disciplinario. Re- leer las paginas del relato de N6iiez de Pineda dedicadas a la cristianizaci6n del muchachito mapuche es tremendamente expresivo. Hay en esas p6gi- nas un minucioso detallismo para referirse a tCcnicas empleadas en el pro- ceso de catequizacidn. Una de ellas es la repetici6n insistente de la oraci6n del Credo que hace el cautivo a1 indiecito; otras, la insistencia en las postu- ras para orar, el recitado de 10s padrenuestros y avemarfas, la forma en que se adora la Cruz, tan trabajosa per0 deleitablemente construida, etc.

La eminencia detallista que Foucault llama “una anatomia politica del detalle” se inscribe en el caricter meticuloso de la educaci6n cristiana, tan propio de las sociedades disciplinarias. En la conversidn lograda por N S e z de Pincda se ejercita una verdadera “microfisica del poder”. Hay en el pro- ceso pequeiios ardides dotados de un grarr poder de sugesti6n, como elegir con extremo cuidado la madera del bosque con que se construir6 la cmz, construir enseguida un cerco con ramas “a modo de claustro” para ensalzar el simbolo sacrosanto y esparcir por el suelo cercado algunas plantas oloro- sas. A esta vehemente atracci6n que despiertan 10s ritos cristianos en 10s indios, debe aiiadirse, como en el cas0 del muchachito convertido por N6iiez de Pineda, la transfiguracidn que produce en las personas de 10s naturales la administracidn de 10s sacramentos. Ello nos indica que 10s dispositivos generados por la evangelizacidn pacifica no se limitan a conseguir la sumi- si6n y utilizaci6n de 10s cuerpos, sino su transformacidn y perfecci6n. La institucidn disciplinaria de la misi6n tendr6 un rol b6sico en estos procesos, a pesar de sus tropiezos y desfases ( Boccara 1998: 33).

Es notable en este aspect0 de la transformacidn del indio la descripcih del niiio cristianizado una vez muerto:

. . .y hallamos a las indias mui admiradas cuando entramos, diciendo que no habian visto jamas en difunto lo que en aquel muchacho, que demas de haberse puesto mas hermoso y blanco de lo que era, que

Azar, pormenor, seduccidn y poder en Cautiverio feliz 59

causaba mil gustos a sus pradres y a 10s demas circunstantes que le asistian, decian con admiracibn, que estaba el cuerpo tan tratable y amoroso, que se dejaba doblegar a cualquiera parte que querian moverle.. .

Estamos frente a una verdadera metafora del modo de operar del poder en una sociedad disciplinaria. La transfiguracicin no es el fruto de un milagro (como podia serlo en la sociedad de soberania), sino el resultado final de un meticuloso disciplinamiento del cuerpo que no se funda en una apropia- ci6n (como en la esclavitud) ni en un “capricho” (como 10s de un amo), ni en una renuncia (como en un monje), sino en la forrnacicin de un vinculo de obediencia y docilidad.

Ejemplo de ello es la negativa del indiecito converso a ser curado por un(a) machi hasta que interviene el evangelizador para dar su anuencia.

Por Liltimo, y volviendo a1 tema del poder, la transcripci6n de la carta que encabeza el apartado nos muestra que si Nliiiez de Pineda intenta atraer a1 poder, Cste, a su vez, lo seduce incitindolo a hablar. Cuutiverio feliz es una respuesta a esa incitacicin.

Boccara, Guillaume (1998), “Dispositivos de poder en la sociedad colonial-fronteriza del siglo XVI a1 siglo XVIII”. En Del discurso colonial a1 proindigenismo. Jorge Pinto (Editor), Temuco: Graficasur, pp. 29-41.

Chang-Rodriguez, Raquel (1982), “Conocimiento, poder y escritura en el Cautiverio feliz”. En su Violencia, y subversidn en laprosa colonial hipsnoamericana. Siglos XVIy XVII, Madrid: Editorial Pomia, pp. 63-83.

Deleuze, GillesKiuattari, FClix (1997), Mil mesetas. Valencia: Pretextos. Foucault, Michel (1996), La vida de 10s hombres infames. Bs. Aires: Editorial Altamira. Foucault, Michel(2000), Defender la sociedad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econdmi-

ca. Gonzilez Echevem’a, Roberto (2000), Mito y archivo. Mexico: Fondo de Cultura Econbmi-

ca. Guzmin, Jorge (1984), Diferencias latinoamericanas. Santiago: Centro de Estudios

Humanisticos. N6fiez de Pineda y Bascuiiin, Francisco (1863), Cautiverio feliz y razdn individual de las

guerras dilatadas del Reino de Chile. Coleccidn Historiadores de Chile: Imprenta del Ferrocarril.

Ndnez de Pineda Bascuiiin, Francisco (2001), Cautiverio feliz. Edicidn critica de Mario Ferreccio Podesti y Raisa Kordic Riquelme. Santiago de Chile, Seminario de Filologia Hispinica: Ril Editores.

60 RUVISTA CHILENA DE LITERATUM No 61,2002

Trivifios, Gilberto (1994), La polilla de la guerra en el rein0 de Chile. Santiago de Chile: Editorial la Noria.

Trivifios, Gilberto (2000), “Punctum y com6n parecer en el Cautiverio feliz”. En Rodrigo C5novas y Roberto Hozven (editores), Crisis, apocalipsis y utopias. Fines de siglo en la literatura Zatinoamericana. Santiago de Chile: Ocho Libros Editores Limitada, Insti- tuto de Letras, pp. 494-498.

Trivifios, Gilberto (2000) “No os olvidCis de nosotros: martirio y fineza en el Cautiwerio feliz”. En Acta Literaria, No 25, pp. 81-100.

RESUMEN / ABSTRACT

El trabajo plantea la necesidad de introducir el tema del poder, ausente en general, en el andisis del Cautiwerio feliz y de 10s textos coloniales del siglo XVII, Cpoca en que se produ- ce el paso del poder de soberanfa a1 poder disciplinario. Las denominaciones indican que el enfoque est5 hecho a partir de las tesis de Michel Foucault expuestas en Vigilar y castigar y en La vida de 10s hombres infames.

This study raises the need to introduce the theme ofpower, generally absent from the analysis of Continente Feliz as well as from other colonial texts of the XVII Century, an epoch which witnessed the transfer of power ,from sovereignty to the disciplinary. These terms should indicate that this approach originates in M. Foucault’s thesis as expoundedin Watch and Punish and in his Lives of Infamous Men.