Maria a Curandera

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Transcript of Maria a Curandera

En la parte más alta de la sierra Tarahumara, a tres horas de camino de Guachochic, hay una casa con los muros de piedra y el techo de madera.

El interior es oscuro y huele a humo, a hierbas y a tortilla.

El camino para llegar es largo y complicado. Ahí donde acaba el llano y empieza el bosque, hay que seguir el lindero.

De pronto, parece que no hay mas camino; te topas con unos peñascos grandes y escarpados. Al treparlos, aparece de nuevo una brecha entre el bosque y una hondonada que acaba en precipicio.

Se corta camino atravesando unas tierras cultivadas, pero eso no siempre les gusta a los que les gusta la tierra. Por fin, se cruza un riachuelo y se ve a lo lejos la casa de María, la curandera.

María tiene muchos años, no se acuerda cuando nació pero dice que tampoco importa. En la puerta de su casa, hay varios botes de leche que tienen plantas, algunas extrañas. Ella te mira con sus ojos chiquitos y te saluda como si hubieras estado paseando y simplemente pasaras por ahí.

María no tiene prisa. La prisa es algo que inventaron los relojes y María nunca ha usado una cosa de esas.

Tiene tres faldas y las usa al mismo tiempo.

Cuando le preguntas si ella es de ahí, contesta:

- Si, también.

La gente va a ver a María cuando se siente mal, o cuando va a nacer un bebé o cuando las cosechas no se dan bien.

Entonces, ella hace ramitos con las hierbas de sus latas de leche y te las pasa alrededor del cuerpo, recitando algo, palabras dulces, lentas y que dicen, sin decirlo, que lo único importante es estar ahí, queriendo algo mejor.

Después te soba las manos, te pone unas semillas en la palma y apretándolas, te pregunta por tu casa, por tus animales, por tus hijos.

María tiene muchas recetas para curar y para alegrar la vida.

Contra la indigestión, te de romero y yerbabuena.

Contra las infecciones, te de ajo, ajo molido, ungüento de ajo.

Contra la tristeza, baños en tina llena de flores blancas.

Contra las inquietudes y las ansiedades, flor de anís, flor de azahar y tilo como agua de uso, y unas palabras en lengua extraña que recitan los venados, en el corazón del bosque, cuando han logrado escaparse del hombre y del arma.

Contra el mal de amor, naranja amarga con todo y cascara.

Pero las recetas mas eficaces de María son las que ayudan a la alergia.

Dice María que la alegría a veces toca a nuestra puerta y que no siempre la recibimos como ella se merece.

Así que cuando una alegría muy grande llena tu corazón, hay que poner grandes floreros con flores de muchos colores, para que ella sepa que nos dimos cuenta.

Para las alegrías tranquilas, flores blancas y pequeñas, pero en abundancia.Para los deseos cumplidos, hay que poner una vela roja y no apagarla hasta el amanecer.

Para los días de amor feliz, hoja de menta masticada y aceite de hueso de aguacate en las pestañas.

Para los nacimientos bien logrados, una vela grande y blanca en la puerta de la casa para anunciar una llegada importante.

Y para cuando uno presiente la alegría, cuando uno sabe que esta cerca, es necesario usar ropa de colores llamativos para que se anime, y si uno sabe alguna canción, tararearla durante el día.

Y para las alegrías lentas, esas que duran porque siempre están pasando, un espejo chiquito colocado a la altura de los ojos para mirarse y reconocerla por las mañanas.

Al atardecer, con la ultima luz del sol, hay que despedirlas con palabras dulces, porque esas alegrías son muy sensibles.

- Mira- te dice mientras el fuego brilla en sus ojos – el frio me da la alegría del fuego pero solo si tengo ojos para verlos a los dos. Y así cuando hay viento apareció el cobijo, y el sueño se agradece cuando el cuerpo ha trabajado.

La noche se acerca. María habla despacio junto a un pequeño fuego y nos avisa que hay celebraciones mas simples y por lo mismo mas complicadas:

Pero hay todavía una receta mas importante. Hay algo que protege de algunas enfermedades, evita otras por completo, no se cultiva en ninguna parte, no hay que comprarla porque no se vende, no hay que hervirla, ni exprimirla, no hay que untársela, ni beberla.

Es contagiosa, pero no hay que cuidarse de eso, es ruidosa pero es una mínima molestia junto a sus enormes beneficios. Pero eso si, solo hay que consumir la verdadera, la de mejor calidad y de preferencia en compañía.

María no se ha movido, sigue con las piernas encogidas. Esta en silencio, esperando que adivines esta ultima receta. Pero de repente te das cuenta por sus ojos, que esta a punto de granarle la risa.