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    Enrahonar 14, 1988, 81-93

    La crtica de la racionalidadtecnolgica en Herbert MarcuseM . Carmen Lpez Senz

    A B S T R A C T (Criticism of technological rationalism in Marcuse)Marcuse strongly inveighs against the modern concept of instrumen-tal reason which has created an exclusively one-dimensional society -asociety that reduces our reality to mere factualness. Only with a revolu-tion of our conscience and with the use of dialectical logic will we beable to make the objective contradictions of our rational-technologicalsociety collapse. The aesthetic-imaginative dimension, as a utopian in-sertion in our alienated reality, will be capable of generating universallyvalid principies -a found ation up on which we will be able to establishthe new non-repressive order of society and create a type of rationalismtha t is not exclusively economic-productive, but also and mainly gratify-ing, and dominated by Eros.

    La o bra de Herbert Marcuse constituye una de las contribuciones msricas que se han registrado en el pensamiento marxista contem porneo . Estambin una de las ms complejas, pues la renovacin que ha aportad o sefund am enta , en gran parte, en una revisin de Marx a partir de Hegel, deFreud y del pensamiento negativo de la Escuela de Francfort.En esta Escuela, como en toda la produccin marcusiana, ocupa unlugar sealado el anlisis del concepto de

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    cambio de este aparente bienestar, la sociedad de consumo nos ofrece uncreciente control sobre la vida, las necesidades y las facultades humanas.C m o lleg a constituirse esta racionalidad tecnolgica en sistema dedominio? En primer lugar, en las sociedades industriales avanzadas hanqu ed ad o integradas tod as las dimensiones de la existencia. El individuo hasido anulado por la sociedad, del mismo modo que la posibilidad de uncam bio cualitativo que originara nuevas fo rm as de existencia ms h uma -nas. La sociedad unidimensional ha integrado los opuestos ', ha elimina-d o to da oposicin radical a listndola en sus filas, convencindola de qu esu nico inters ha de ser la preservacin del statu quo, el aum ento de lacapacidad de consumo. En esta sociedad el aparato tcnico determina apriori sus productos tanto como las necesidades sociales e individuales.Au nqu e el poder de la maqu inaria es slo poder hum ano almace nado,Marcuse afirma que en las sociedades totalitarias no puede mantenerse laneutralidad de la tecnologa:Ante las caractersticas totalitarias de esta sociedad, no puede soste-nerse la nocin tradic ional de la ((neu tralida d)) de la tecnologa. Latecnologa como tal no puede ser separada del empleo que se hace deella; la sociedad tecnolgica es un sistema de dominacin que opera yaen el concepto y la construccin de las tcnicas *.

    El hom bre perteneciente a esta sociedad es un hom bre unidimensional,es decir, un ser cuantitativo cuya meta es el consumo, cuyas necesidadesestn falseadas; un sujeto que opt por el tener a cambio del ser. Elhombre unidimensional teme su propia liberacin; se identifica mimtica-mente con su sociedad introyectando lo exterior como si de algo propiose tra ta ra . Pa ra conseguir elimina r la miseria de este sujeto -en la cuall ni siquiera sospech a vivir- sera preciso denu nciar la irraciona lidad dela civilizacin. sta es la candente contradiccin de nuestra sociedad, lairracionalidad de su racionalidad: la sociedad industrial muestra unatendencia hacia la consumacin de la racionalidad tecnolgica y , al mis-mo tiempo, intensos esfuerzos por contener esta tendencia dentro de lasinstituciones establecidas.Sin embargo, las contradicciones no pueden hacer estallar por s solasel ord en ex istente, sino que sera imprescindible lograr la subversin de laconciencia y la conducta del individuo. Esto slo tomar concrecin si elhombre siente la necesidad de negar lo dado, la necesidad imperiosa deuna revolucin radical. Lo que hoy precisamos para recuperar la concien-cia individual es crear nuevas necesidades.Esta tarea es hart o difcil si tenemos en cuen ta qu e la mism a tcnica se

    ' CJ MARCUSE,. , El hombre unidimensional, Planeta, Barcelona 1985, p . 22.Ibid. , p. 2 6 .

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    ha convertido en una alienacin ideolgica que legitima el poder, hacin-dose cada vez ms annima y abstracta. Lo ms terrible de nuestras i tuac in es que nos encont ramos ante una servidumbre voluntar ia :hemos consentido trocar nuestra l ibertad por la seguridad. El hombreunidimensional ha adquirido as la forma suprema de la al ienacin,consistente en una prdida de la l ibertad que es considerada por lmismo co mo l iber tad.

    Ta nt o en M arcuse com o en Marx , la alienacin significa prdida d e lasdimensiones creadoras del hombre y, por consiguiente, prdida de lalibertad. Esta alienacin se origina en el trabajo enajenado, y slo essuperable tras la abolicin de ste. Marx sostena que la direccin delaparato productivo por los productores inmediatos introducira un cam-bio cualitativo en la utilizacin de las tcnicas; Marcuse constata, encambio, que stas manipulan de tal forma la existencia que slo unatransformacin de la estructura tecnolgica misma facilitara el cambio.Marcuse y Marx comprendieron que el sistema capitalista no slo creaproductos, sino que modela tipos de consumidores, crea un sujeto parasus objetos. La s mercancas se convierten entonces en fetiches, adoctrinana los consumidores generando falsas necesidades y equiparando la satis-faccin de stas con la libertad.No obstante, el proletariado al que confiaba Marx la resolucin deestas contradicciones difiere del ((proletariado))actual. Aqul era depau-perado, constitua la negacin viviente de la sociedad. Tena una necesi-dad absoluta de subvertir sus condiciones de vida; necesidad que apareceen el inicio de toda verda dera revolucin. El proletariad o actu al no expe-rimenta la necesidad vital de la revolucin porque ya no constituye esanegacin de la sociedad. Por otra parte, cada vez aumenta el nmero detrabajadores sepziados de la produccin. La dominacin sobre los obre-ros ya no es violenta, se ha transformado en administracin. Incluso laalienacin (en el sentido de proyeccin del hombre en el aparato produc-tivo) se intensifica bajo la forma de aparentes libertades.

    El co ncep to d e ((alienacin)) resulta problem tico cu and o existe tantaidentificacin entre los individuos y la existencia que se les impone. Eneste sentido podemos decir que el sujeto alienado ha sido absorbido porsu existencia alienada. Ya no hay seres adaptados, sino identificadostotalmente con la sociedad.Finalmente, la alienacin cultural y artstica, que era la trascendenciaconsciente de la existencia alienada, acaba tambin integrndose en lanica dimensin que la realidad tecnolgica conoce. Esto ha sucedido,por ejemplo, con la cultura clsica pluridimensional. La destruccin dedicha cultura se lleva a cabo incorporando los valores culturales al ordenestablecido, reproducindolos y distribuyndolos masivamente. Esta ma-sificacin ha transformado en mercancas los aspectos relevantes de la

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    cultura. Ahora lo que cuenta al tasarlas es su valor de cambio, no suverdad.Lo ideal queda, pues, integrado en la realidad. La misma substanciadel arte, su poder de negacin del orden establecido, desaparece. El arteconservaba su verdad propia porque se hallaba separado del mundo de laproduccin; en la actualidad, ha sido incorporado al consumo. No obs-tante, el lenguaje potico sigue desempeando una importante funcincognoscitiva, puesto que nos presenta la dimensin ausente de la reali-dad; aporta una inteligibilidad que subvierte lo positivo y hace vivir ennosotros lo posible.El hecho de que la cultura clsica haya sido asimilada por la razndom inan te significa que la energa ertica, q ue es la fuen te de la actividadartstica y cultural, ha sufrido u na desublim acin represiva)). Est o signi-fica, en len guaje m arcus iano, que la energa es ((liberalizada)) (no libera-da) dentro de formas sociales constructivas y al servicio del o rde n estable-cido '.Se ha prod ucid o la deserotizacin de la vida, la restriccin del placer,la reduccin de la libido a un impulso parcial especializado. De estaforma la sexualidad queda controlada, el principio del placer permanecesubordinado a las exigencias del principio de la realidad establecido. Laconciencia feliz reina: una conciencia que cree que todo lo real es racio-nal, que tod o lo que ocurre est justificado. La auton om a y la reflexinhan desaparecido por completo. La sociedad ha logrado su mxima meta:estructurar los instintos de sus miembros creando en ellos una segundanaturaleza lejana de su verdadera imagen.Esta tirana de la razn instrumental tiene su inmediata expresin enel lenguaje. La civilizacin tecnolgica impone una comunicacin opera-tiva cuyo fin es la difusin de mercancas. El lenguaje publicitario nosimpide optar libremente y ejercer un discurso crtico y evaluativo. Eldiscurso tecnolgico identifica las cosas con sus funciones actuales, exclu-yend o sus potencialidades. Lo s opuestos se reconcilian en este estrechouniverso del discurso. Se tra ta de un lenguaje unidimensional y antidialc-tic0 que a bso rbe los elementos trascendentes de la razn. L a tensin e ntrelo que es y lo que debe ser caracterizaba el universo bidimensional deldiscurso. La realidad participa por igual de estas dos facetas y slo esexpresable, por consiguiente, en trminos dialcticos. Sin embargo, ellenguaje que predomina en nuestra sociedad no se presta al dilogo,nicamente establece hechos dndolos como vlidos. Se ha producido laclausura del universo del discurso.

    Al exhibir sus contradicciones c omo la clave de la verdad, este univer-

    ' Cf.Ibid., . 102.

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    so del discurso se cierra a cualquier otro discurso que no se desarrolleen sus propios trminos 4 .Este exclusivismo funcional del lenguaje impide tomar una actitud deno c onfo rm idad . L a realidad existente se h a convertido en no rm a de estepensam iento y de su discurso.Pero todos sabemos que lo que es no puede ser lo verdadero, que loshechos han de ser comprendidos y superados, que no es vlido el pensa-miento positivo afirmativo de lo existente, que el deber ser no puededisolverse en el ser fctico. El positivismo se rinde a su propia ideologa,a la descripcin incapaz de entender lo que pasa. La a ceptacin radical delo emprico no es, sin embargo, emprica, porque no accede a las causasde los hechos, porque no los trasciende, porque no percibe la falacia dela razn d om inan te, una razn a-dialctica, unidimensional, que raciona-liza lo e xistente.sta ha sido la ob ra de la tecnologa y de su racionalidad abstracta yartificial que se ha convertido en la estructura misma de la sociedad. Lacrt ica de esta racionalidad supone una crt ica tambin, del formalismocientifista del qu e naci, as com o la bsq ueda de otr a lgica distinta, unalgica dialctica que trascienda los hechos y los comprenda en su devenirhistrico. El pensamiento dialctico reflejaba la complejidad de lo real.Al l levarse a trmino la reduccin de aqul, se ha l imitado tambin lapercepcin de la naturaleza. El aparato tcnico ha olvidado su fin: crearuna existencia humana sobre la base de una naturaleza humanizada. Lacuantificacin de la naturaleza separ todos los fines de la realidad,subjetiviz los valores. Esta concepcin de la naturaleza se desarrollba jo el a priori tecnolgico, que consideraba lo natural co m o instrumen topotencial de dominio. Tal a priori tecnolgico se transforma en polticoen la medida en que la transformacin de la naturaleza implica la delhombre y la de la sociedad.Marx pensaba que era el m odo social de la produccin y no la tcnicaen si misma el factor histrico bsico. Sin embargo, cuando la tcnica seconvierte en la forma universal de produccin, crea su propia cultura,proyecta una totalidad histrica, un mundo, en el sentido heideggeria-no de unidad de significaciones)).El logos de la tecnologa es la objetividad sin telos. Esto no significaque sus mtodos sean neutrales, puesto que los principios de la cienciamoderna fueron fijados a priori para establecer el dominio de la natura-leza, para racionalizar la falta de libertad del hombre, la cual aparececomo sumisin al aparato tcnico que aumenta el nivel cuantitativo devida.

    Ibid.,p . 121.

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    Una verdadera revolucin requerira ruptura, transformacin de lasnecesidades y de la existencia hum ana . Sin embarg o, M arcuse no pretendeprescindir de la base tcnica, sino ms bien reconstruirla con la mirapuesta en unos fines distintos. En primer lugar, el fin inmediato quedebera asumir la tecnologa es la existencia pacfica. El hombre nuevodebe com prend er que la situacin actual es un a plazam iento indefinido dela felicidad humana. Ante este panorama, slo cabe una actitud de recha-zo de lo existente; este rechazo slo puede ejercerse desde el exterior delsistema, sin olvidar que hay un sustrato de

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    la estructura instintiva del hombre, queda instaurado el control desde elexterior, la heteronoma.E n Eros y civilizacin, Marcuse propone lo que en El hombre unidi-mensional slo insina: la sustitucin de la racionalidad productiva poruna racionalidad gratificante que instaure un nuevo principio de realidady cambie el sentido de la actividad colectiva.Freud pensaba que la libre gratificacin de las necesidades instintivasera incompatible con la civilizacin. Por el contrario, Marcuse sigue cre-yendo que es necesario instaurar la felicidad en el seno de la cultura.Sabido es que, segun Freud, la historia del hombre es la historia de surepresin; los instintos deben ser desviados si la civilizacin quiere cons-tituirse. Tal desviacin produce un cambio en la naturaleza humana. Elsujeto acaba sustituyendo el placer temporal por otro placer restringidopero seguro. En c ontra de este autor, M arcuse afirma que el principio derealidad provoca un cambio sustancial en el principio del placer; bajo eldominio de aqul, el hombre queda ligado a una racionalidad que le esimpuesta por una sociedad que transustancia sus necesidades originales.Freud y Marcuse saben que el ego sustituye el principio d e placer quereinaba en el id por el principio de realidad, para favorecer la adaptacindel individuo al conjunto. Sin embargo, Marcuse emprende una valora-cin histrica de la concepcin freudiana. Afirma la historicidad de losinstintos, con lo que permite una salida a la irreversibilidad aparente dela civilizacin co m o represin. E n consecuen cia, concluye que la represines slo un proceso histrico convertido en naturaleza en inters de unaform a especifica de la cultura: aquella que se instaura co mo poder.En este intento m arcusiano de relacionar los trminos freudiano s ahis-tricos con conceptos que denoten su componente sociohistrico, apare-cen dos nuevas nociones acuad as por M arcuse: surplus-repression (repre-sin excedente) y performance principle (principio de rendimiento). Larepresin excedente es provoca da por la dom inacin social y se diferenciade la represin bsica que sera necesaria para perpetuar la civilizacin. Elprincipio de rendimiento es la forma histrica del principio de realidadque prevalece en la actualidad y que en su origen se justificaba por sufuncin superadora de la escasez. Dicha escasez ha sido hoy da reparaday, sin emb argo , siguen existiendo controles adicionales no indispensables.La misin de la represin excedente es destronar el principio de placer,modificar el instinto sexual. Esto ocurre porque nuestra organizacincultural sujeta la libido a la supremaca de la genitalidad y a la procrea-cin. Se produce de esta fo rm a la especializacin de la libido, su conver-sin en medio en lugar de fin.Freud crea que la cultura exige esta inhibicin de la libido. Al intro-ducir el trm ino ((represin excedente, M arcuse s upe ra esta tesis dem os-trando que el principio de realidad ha sido alterado por las instituciones

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    que lo rigen y por nuestra sociedad de consumo. El organismo ha sidodeserotizado para dedicarse al trabajo. As el conflicto entre trabajoenajenado y eros se agudiza. De ello resulta la reduccin radical delpotencial de placer para el hombre. Eros se ha convertido en asuntoprivado, y slo se hace general como funcin reproductora.Marcuse aboga por la resexualizacin del cuerpo, porque consideraque slo el cuerpo resexualizado resistir su tran sform aci n en instrumen -to de trabajo. Pero no se hace ilusiones al respecto. La dialctica fatal deesta cul tura ac ent a las represiones cu and o la liberacin de eros resulta yafactible. La civilizacin es progreso en el trabajo. Este trabajo no eslibidinal, es decir, no hay u n ((instinto del trabajo) ) original; de ah que laenerga requ erida pa ra este esfuerzo desagradable deba ser extrada de losinstintos primarios. Desde este instante, la obra de la civilizacin puedeconcebirse como energa social sublimada. Esta sublimacin altera la

    misma estructura instintiva: debilita al eros, al constructor de la cultura,y desa ta los impulsos destructivos. La sexualidad pierde entonce s su capa-cidad ertica esencial: la de ser un momento de liberacin de lo social.A pesar de todo, en el seno de lo existente se hallan ocultas posibili-dades reales de hallar un principio ms all del principio de rendimiento,un principio placentero sujeto a una razn libidinal. Cumplidas estasposibilidades, podr iniciarse una civilizacin no represiva que no identi-fique la razn con el principio de rendimiento, que busque la erotizacinde tod a la personalidad y transforme el cuerpo en rgano de placer antesque de tra ba jo. As el hom bre se aproxim ar al ((libre juego de susfacultades, a la gratificacin per se. Pero estas transformaciones requie-ren, en primer lugar, que existan las condiciones que eliminen la enajena-cin del proceso productivo; slo as pueden cambiar las bases instintivas.Aclarem os que no es un m ayor grad o de sexualidad lo que exige Marcuse,sino la transmutacin conceptual de la sexualidad en eros, en instintode vida.No obstante, los progresos tcnicos no han logrado eliminar la necesi-dad del traba jo en ajenado. Lo deseable y lo razonable permanecen sepa-rados, impidiendo cualquier transformacin cualitativa. La necesidad delcambio ni siquiera existe en los sujetos. Es posible que las tendencias ymetas de los hombres sufran una transformacin si cesa la lucha por laexistencia, si la vida se convierte en medio para un fin. Contribuiraenormemente a lograr este objetivo la liberacin de la sensibilidad, esdecir, la creacin de un hombre nuevo, no unidimensional, un hombrecon nuevos instintos, capaz de subordinar la energa destructiva a laenerga ertica, un homb re qu e recupere el verdadero sentido de la razn.Y la razn se encuentra concretamente ...

    ... n el impulso de la energa ertica encaminado a detener la destruc-

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    cin. E sto exactam ente definira yo c om o razn: proteccin de la vida,enriquecimiento de la vida, embellecimiento de la vida. Y esto se halla,segun Freud, inscrito ya en la propia naturaleza instintiva l .El problema de lo racional se resume en el debilitamiento de la repre-sin, y esto conlleva la potenciacin de u na nueva sensua lidad (entendida

    sta c om o ((perteneciente a los sentidos y al arte))) . El arte es, en M arcuse,una manera de preservar la utopa, que es tambin adhesin a una nuevasensualidad. sta nos conducir a otra relacin entre el hombre y lanaturaleza, ya que la receptividad de la experiencia esttica posibilitarque veamos las cosas por s mismas, p orqu e su f orm a de conocer consisteen ser afec tada por los ob jetos, y su finalidad es reconciliar las facultadesdel hom bre: placer y razn , sensua lidad e intelecto. La dime nsin estticanos aproxima a un orden diferente del de la realidad. Las categoras deeste nuevo orden son la finalidad sin fin, el libre juego de las potenciali-dades humanas y la legalidad sin ley. La imaginacin esttica ser laencargada de generar principios universalmente vlidos para este nuevoorden no represivo. Esta capacidad imaginativa desempea un im portantepapel en la nocin marcusiana de arte: en ella se funde n el inconsciente yel consciente para proteger las imgenes de la libertad y criticar lo exis-tente desde la perspectiva de dichas imgenes.En este plano, Marcuse se halla influido por Schiller. ste ya anuncila virtud liberadora de la esttica, y acus a la civilizacin de subordinar-empobrecindola- la sensualidad a la raz n, ade lantan do la idea de lareconciliacin de ambas en el impulso de juego 8 . El juego, como princi-pio de la civilizacin, implica su subordinacin a las potencias del hombrelibremente desarrolladas.Quizs el arte no puede cambiar el mundo, pero s puede contribuir atransformar la conciencia y los intereses de los hombres capaces de cam-biarlo; puede favorecer el surgimiento de la necesidad de libertad, requi-sito indispensable para la revolucin. Po r otr a parte, el art e posee algo dehybris: al no poder realizar sus deseos, la reconciliacin catrtica preservatambin lo irreconciliable, lo utpico. De ah que pueda servir de ideareguladora en la lucha por la transformacin del mundo. La verdad delarte es su poder para definir lo que es real, aquello que resiste a laintegracin en el sistema.La forma esttica es inseparable en Marcuse de su potencialidad utpi-ca, coincide con el lenguaje y la funcin de la utopa, puesto que sufuerza le permite superar la contradiccin entre lo que es y lo que puede

    ' VARIOS. , Conversaciones con H. Marcuse, Gedisa, Barcelona 1980, p. 40.Segun Schiller, la sensualidad est regida por el imp ulso sensible mientras q ue la raznlo est por el principio de la forma. El primero es activo; el segundo, pasivo. La interaccinentre amb os configura la cultura.

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    ser. No obstante, en nuestra sociedad represiva, el arte slo puede soste-ner la imagen de la libertad negando la falta de libertad. Esta negativa eslo qu e M arcuse den omina el ((G ran Rechazo )), la protesta contr a la repre-sin innecesaria.La facultad de la utopa es, en Marcuse, la imaginacin. Ella conviertelo posible en real. Mientras que la razn ha tolerado la racionalizacin)>del absurdo, la imaginacin la rechaza porque sabe que la libertad y laracionalidad slo son posibles como realizacin de lo que hoy se llama) .D nd e encuen tra Marcu se el origen d e esta ((irracionalidad)) de larazn? l considera que ya en Platn se inicia la concepcin de la ratiocomo ((lagos de dominio)). Ciertamente, Platn defiende el valor de laracionalidad, pero la concibe como represin, como capacidad de controlsob re la naturaleza. Este ejercicio de dom inio provoca un desgarram ientoque Platn no logra superar. Su solucin consiste en liberarse de lanaturaleza, no en una liberacin de la naturaleza, y, por tanto, defiendeun a mayor afirmacin del dom inio del homb re sobre la naturaleza y sobres mismo. En Aristteles, en cambio, la razn se distancia de la realidadformalizndose, desinteresndose de toda finalidad. Dicha formalizacinse consolida con Descartes. As comenzaba la tirana del pensamientooccidental que opone a las verdaderas necesidades del individuo sus abs-tractas exigencias.Desde entonces se impone al pensamiento autnomo la necesidad dedenunciar los abusos de una racionalidad irracional, sin abandonar poresto la razn, sino negndose y superndose ella misma. sta fue laleccin de Kant que afirm la razn mediante su autocritica; leccin queser corregida por Marx, para que la razn se resuelva en praxis. Pero laaccin por la accin no es suficiente para Marcuse. La praxis slo tendrsentido si existe una radical toma de conciencia de la no-libertad que nosdomina, si se confa en las posibilidades que tiene lo verdadero de au-torrealizarse. Estas posibilidades constituyen la dimensin utpica de larealidad. Slo la utopa puede juzgar el presente porque no se ha rendidotoda va a l. S lo ella nos a nun cia que la verdad es aquello que n o es perodebera ser, aquello que supera lo que es para afirmarlo como lo que esen verdad.Pero hoy no es la utopa quien domina, sino una razn acrtica que seniega a desenmascarar el dominio y pasa a ser una mera apologa delorden establecido: una razn que se impone a los individuos convencin-doles de que lo que es es preferible a lo que no es, de que lo nicodeseable es que no se pongan peor las cosas.

    En estas condiciones, Cul es el puesto de la crtica negativa? Cmodebe ejercerse para evitar su asimilacin a la falsa totalidad? En primerlugar, a la ciencia se le opondr la filosofa que denunciar la irraciona-

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    lidad capitalista como fenmeno fctico; reivindicar todo lo valorativo,lo no cuantificable. Tendr siempre presente que la tcnica es la esenciade ese saber-poder que no tiende a la felicidad de los hombres, sino altriun fo del mtodo y de los instrumentos. E n segundo lugar, la tentacinmortal que debe combatir hoy el pensamiento negativo es la satisfaccindentro del desgarramiento. Como alternativa a la racionalidad tecnolgi-ca, Marcuse pone en prctica en sus obras otra racionalidad, la racionali-dad crtica.Qu significa razn para Marcuse?

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    no son en abso luto utpicas, sino negacin histrica y determinada de loexistente. La utopa tiene la misin de violentar los lmites del orden exis-tente; su eliminacin nos llevara a reducirlo todo a problemas de hecho,a rdenes estticos, a aban do nar, po r lo tanto , cualquier intento de com-prender la historia. De ah la necesidad de la utopa para forzar a larealidad a que aproveche todas las posibilidades que contiene. Quiz loque esta sociedad denomina utpico es lo que en nuestra vida vemoscomo remedio contra la irracionalidad que nos presenta como raciona-lidad.La grandeza y la miseria del momento presente consisten en que, porprimera vez en la historia, el hombre puede alcanzar sus utopas graciasal poder tecnolgico, pero este poder es empleado contra dicha posibili-dad. Se dira que la razn ha dejado de ser razonable.Es posible hablar del fin de una utopa, pero no del fin de la utopa,porque rechazar la utopa es aceptar lo que existe, anular el pensamientocreador.E n o casiones, el elemento utpico ha sido el nico elemen to progresistade la filosofa. En Marcuse, la adhesin a la verdad, aun en contra detoda evidencia, es conservada como cualidad autntica del pensar filos-fico. Marcuse nos presenta la utopa como lo cualitativamente distinto.Ciertamente, su intencin utpica se concreta no en la determinacinpositiva de lo que q uiere, sino en la negacin d e lo que no quiere. N uestrarealidad ha negado una posible realidad mejor, y la utopa debe negardicha negacin. La crtica constituye entonces la revelacin de las posibi-lidades incumplidas:El pensamiento negativo es en primer lugar utopa. Esto es esencial.En efecto, slo de este mo do el pensamiento puede lograr liberarse de lalgica infernal que reduce las ideas a apologas de lo existente l l .

    Lo realmente utpico es esta sociedad tecnolgica donde todo podralograrse y slo es visible la destruccin y el embrutecimiento.La relacin del entendimiento con la objetividad exterior se ha trans-form ado hasta el pun to de ser real lo utpico y utpico lo real 12 .

    El adjetivo utpico designa en nuestros das aquello cuya realizacines prohibida y difamada porque nadie quiere ya su realizacin. Y ahora ,cuando todos comprendemos que la razn no ha cumplido las utopasprom etidas , cua nd o se ha revestido de un inters de dominio siguiendo lasdirectrices del principio de rendimiento, cuando presentimos la necesidadde libertad y de gratificacin a n no satisfechas, el hom bre nuev o, utpi-" PERL IN I ,a EscueIa de Francfort, Monte vila, Caracas 1976, p. 144.'* ESCOHOTADO,arcuse. Utopa y razn, Alianza Editorial, Madrid 1969, p . 145

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    co, que rompa con el continuum histrico y transforme los hechos, sehace ms necesario que nunca. Slo en sus man os la tecnologa reprodu-cir las nuevas necesidades que l cree.