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Marciano Barrios Valdés Profesor de la Facultad de Teología, U.C. La Iglesia en América Latina durante el siglo :xx * La Iglesia está llamada a unír y salvar a los hombres. No puede re- ducirse a una facción pol1tica, por noble y elevada que ésta sea. Dentro de ella cabe un legitimo pluralismo pol1tico. Su historia debe ser leída en clave fundamentalmente eclesial y no en clave ideológica, que será deformadora de la realidad. I. INTRODUCCION Al pretender hacer la historia de la Iglesia en América Latina en el siglo XX, se tropieza con la tremenda dificultad de la falta de perspec- tiva. Es casi imposible reconstruir los acontecimientos tumultuosos y tan oercanos. Los historiadores navegan en medio de tempestades y el oleaje de proa y de popa no deja otear los horizontes con un mínimo de claridad. El catolicismo se presenta tan lleno de contrastes y paradojas como la sociedad latinoamericana y resulta operación riesgosa y temeraria des- cribirlo y exponerlo con objetividad. Al hablar de América Latina se parte del convencimiento de la uni- dad del complejo mosaico de naciones que nacieron a comienzos del siglo pasado después de la gesta emancipadora impulsada por la invasión na- poleónica a España y Portugal. Tal unidad seria conveniente probarla porque hasta el presente los intentos de redactar una Historia de América Latina han tropezado con tales dificultades que los han imposibilitado. La Historia de Levene, la de Ballesteros y los debates en el seno de los congresos de historiadores son una muestra que me ahorra mayores co- mentarios. Actualmente, Enrique Dussel ha emprendido la tarea de una Historia General de la Iglesia en América Latina. La obra ha publicado seis volúmenes de los doce programados. En sus páginas encontramos síntesis eLevariado acierto acerca de la Historia de la Iglesia en uno u otro pais, pero en la diversidad de criterios y en la localización de los problemas se pierde la visión de conjunto, no lograda todavía. A la diversidad regional o nacional se añade la división interna de la sociedad latinoamericana. En ella se mezclan las masas indígenas y cam- pesinas, que viven un catolicismo de moldes tradicionales asumido du- rante la época del dominio español y portugués, con un grupo que se (0) Texto de la charla dada a comunicadores sociales de América Latina en un ciclo orga- nizado por el CELAM. Por esta razón no coloco notas.

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Marciano Barrios ValdésProfesor de la Facultad de Teología, U.C.

La Iglesia en América Latina durante el siglo :xx *

La Iglesia está llamada a unír y salvar a los hombres. No puede re-ducirse a una facción pol1tica, por noble y elevada que ésta sea. Dentrode ella cabe un legitimo pluralismo pol1tico. Su historia debe ser leídaen clave fundamentalmente eclesial y no en clave ideológica, que serádeformadora de la realidad.

I. INTRODUCCION

Al pretender hacer la historia de la Iglesia en América Latina en elsiglo XX, se tropieza con la tremenda dificultad de la falta de perspec-tiva. Es casi imposible reconstruir los acontecimientos tumultuosos y tanoercanos. Los historiadores navegan en medio de tempestades y el oleajede proa y de popa no deja otear los horizontes con un mínimo de claridad.

El catolicismo se presenta tan lleno de contrastes y paradojas comola sociedad latinoamericana y resulta operación riesgosa y temeraria des-cribirlo y exponerlo con objetividad.

Al hablar de América Latina se parte del convencimiento de la uni-dad del complejo mosaico de naciones que nacieron a comienzos del siglopasado después de la gesta emancipadora impulsada por la invasión na-poleónica a España y Portugal. Tal unidad seria conveniente probarlaporque hasta el presente los intentos de redactar una Historia de AméricaLatina han tropezado con tales dificultades que los han imposibilitado.La Historia de Levene, la de Ballesteros y los debates en el seno de loscongresos de historiadores son una muestra que me ahorra mayores co-mentarios. Actualmente, Enrique Dussel ha emprendido la tarea de unaHistoria General de la Iglesia en América Latina. La obra ha publicadoseis volúmenes de los doce programados. En sus páginas encontramossíntesis eLevariado acierto acerca de la Historia de la Iglesia en uno uotro pais, pero en la diversidad de criterios y en la localización de losproblemas se pierde la visión de conjunto, no lograda todavía.

A la diversidad regional o nacional se añade la división interna de lasociedad latinoamericana. En ella se mezclan las masas indígenas y cam-pesinas, que viven un catolicismo de moldes tradicionales asumido du-rante la época del dominio español y portugués, con un grupo que se

(0) Texto de la charla dada a comunicadores sociales de América Latina en un ciclo orga-nizado por el CELAM. Por esta razón no coloco notas.

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mantiene en los moldes individualistas de la piedad interna y personaly otro que privilegia la proyección de su fe en la vida social y el com-promiso comunitario. Este último grupo se difracta entre quienes siguenlas orientaciones pontificias y se atienen a la doctrina social de la Iglesiay aquellos que postulan la praxis revolucionaria que implica el análisismarxista. La teología de la liberación provoca polémica debido a la com-plejidad señalada que no permite deslindar con precisión estos proble-mas que debía sortear para vertebrar esta corta y apretada síntesis.

Para evitar ser arrollado por el torrente informativo y aturdido porlos manotazos de los polemistas, he tratado de buscar algunos puntos decoincidencia ,entre los distintos paises con el fin de lograr dar sentido alos variados sucesos que ha vivido y a los cuales ha respondido la Iglesiaen esta apasionante marcha hacia el Reino durante ,el siglo XX. Nadamejor para ello que plantear la hipótesis de una periodización aceptable.Esta la he articulado en tres etapas:

1. La búsqueda de la unidad.2. Los intentos de renovación.3. El encuentro de la unidad.

n. LA BUSQUEDADE LA UNIDAD. 1899- 1934

Desde el fracaso de los planes integradores de BoUvar en 1826, lahistoria de los antiguos dominios hispanoamericanos es la historia de laprogresiva desunión de las nuevas repúblicas latinoamericanas. El primerintento de una vuelta a la unidad parte de una iniciativa fundamentadaen la doctrina del presidente Monroe. En 1889-1890 se celebró la primeraconferencia de los Estados Americanos en Washington. De ahí partió laidea del panamericanismo, idea que involucraba intereses poUticos, es-tratégicos y económicos. Eran los comienzos de la corrida de fronterasque realizaban los Estados Unidos y que seguian las sugerencias de AlfredMahn. En esos años se acabaron las tierras disponibles que abrían loshorizontes a los conflictos sociales. Hasta entonces los norteamericanos,nacidos de una r,evolución contra la metrópoli, eran reacios a toda con-quista colonial y en su poUtica exterior se habían guiado por la doctrinaanticolonialista de Monroe, aunque fueron los primeros que ,exigieron laapertura de los puertos japoneses.

Posteriormente, en 1898, el presidente Mc Kinley decidió la incorpo-ración de las islas Hawai. Ese mismo año la nueva potencia se enfrentó aEspaña. Tras el tratado de París, recibió Puerto Rico, Filipinas, la islaGuam y estableció el protectorado sobre Cuba. En 1903 apoyó la secesiónde Panamá y ,en 1914 inauguraba el Canal. El presidente Roosevelt medióen 1905 entre Japón y Rusia que luchaban por el dominio de Corea y elnorte de China. El mismo año los marines desembarcaron en Nicaraguapara defender los intereses de una compañia norteamericana. Con esaoperación se ponía en práctica la poUtica del Big stick.

Pero Roosevelt, como él mismo confesara, captó que mal podria do-minar en los paises latinoamericanos si éstos seguían fieles a la tradi-ción católica. Desde su gobierno la penetración protestante se fortale-ció y fue como un aldabonazo que despertó a los cachorros del león his-

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pano. Los creyentes en Cristo y que hablaban español tomaron concienciadel nuevo peligro y levantaron sus voces. Ariel, de Enrique Rodó, fueun signo del movimiento que recorrió América Latina desde Rio Gran-de al Cabo de Hornos. A él se sumaron José Vasconcelos, Pedro HenriquezUreña y otros. Empezó a surgir con fuerza el Hispanoamericanismo ca-tólico ante el Panamericanismo de tono protestante.

No podemos dejar expresar con cierto orgullo que Chile se habia ade-lantado en la tarea de unir al continente. Esta fue iniciativa de hombresde Iglesia para solucionar problemas de Iglesia ante el duro ataque su-frido durante el siglo XIX por el Liberalismo laicista. Este se propusoarrinconar en un museo de recuerdos la tradición católica para reem-plazarla por el positivismo triunfante en nombre de la ciencia y de larazón. Victor Ignacio Eyzaguirre recorrió América Latina para estudiarla defensa de los inter,eses católicos y fundó en Roma el Colegio Pio La-tinoamericano en 1858.Más tarde se sugirió la idea de un Concilio Latino-americano con ocasión del centenario del descubrimiento de América.

La iniciativa se debió, en gran parte, al Arzobispo de Santiago deChile, Mariano Casanova, que lo propuso a León XIII en la visita ad Li-mina realizada en 1892. Antes habia sugerido la misma idea MarianoSoler, obispo de Montevideo, en 1888.

Las sesiones del Concilio Plenario Latinoamericano, celebrado enRoma, se iniciaron el 28 de mayo de 1899 y se clausuraron el 9 de julio.Se escogió Roma por varias razones: el deseo de manifestar al Papa laadhesión del Episcopado latinoamericano, era más fácil relacionarse conEuropa que con el resto de los países latinoamericanos; la insegurídadpolítica de muchos países latinoamericanos; las suspicacias sentimentalesde carácter nacionalistas entre los obispos y naciones que recientementehabían estado en guerra o al borde de ella, y la escasez de personas pre-paradas en cuestiones canónicas y teológicas que podían colaborar conlos obispos durante las sesiones del mismo.

Concurrieron 13 arZObispos y 40 obispos. La edad de ,ellos oscilabaen su mayoría entre los 40 y 60 años, y su experiencia pastoral, en sugran mayoría entre 2 y 10 años. Pero todos habían vivido y experimentadolas apasionadas luchas sostenidas por el clero contra los gobiernos libe-rales que intentaban controlar a la jerarquía a través del sistema depatronato. Estas circunstancias condicionaron la selección de problemasanalizados y las soluciones dadas a los mismos.

El tono del discurso de la oración fúnebre con que el obispo de SanLuis de Potosí, Ignacio Montes Oca, en la conmemoración de los obisposmuertos en los cuatrocientos años de vida eclesial en el continente, esromántico y tiende a la nostalgia. Pero es realista en el desfile de lasfiguras episcopales que sufrieron en defensa de la libertad de la Iglesia.Muchos de ellos fueron perseguidos, despojados, desterrados, difamadosy algunos asesinados. El liberalismo, el laicismo y la masonería fueronseñalados como los causantes de estos hechos.

La actitud que presidió aquel mes y medio de reflexión respondió auna teología y a una práctica pastoral de conservación y de defensa,escribe Eduardo Cárdenas. Se siente una sobrecarga clericalista mientrasel papel de los laicos aparece borroso y sin nervio. La estructura y ento-nación de los decretos es pesadamente jurídica. Por otra parte, las reser-

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vas que provoca en el lector de hoy surgen también de algunos silenciosinexplicables. Nada o poco se dice de la escasez de sacerdotes, o de laevangelización del mundo negro; no se desarrolla el estatuto eclesial delcatequista laico ni el tema de la religiosidad popular.

La Iglesia en América Latina en los primeros 40 a 50 años del sigloXX se desenvuelve dentro de un marco de signo religioso. La catolicidades un hecho reconocido y un patrimonio heredado. De ahí la tendencía ala defensa de algunos valores y la falta de sensibilidad para detectar lossíntomas de los cambios que germinan en la sociedad que debe animar.El ínterés se concentra en los problemas religiosos: ignorancia religiosa,desmoralización de costumbres, obligación de los preceptos de misa do-minical y de confesión y comunión anual, promoción de la vida sacra-mental y de las prácticas de culto, conservación y difusión de nuevasdevociones.

Tal vez esta actitud eclesiástica se deba a la agresividad que adoptóel positivismo. Los liberales habían sido católicos muchos de ellos. perodesde 1880, aproximadamente. empezaron a prevalecer los gobiernos ra-dicales manejados por la masonería. Su beligerancia para expulsar a laIglesia de la Educación en nombre de la ciencia y la razón, que debíanreemplazar al oscurantismo de la fe y la superstición, es algo generalizadoen toda América Latina.

En Chile conocemos bien la posición del Partido Radical y sus prin-cipios del Estado docente. su insistencia en laicizar las instituciones. Enel Perú, Manuel González Prada (1848-1918), como portavoz del positi-vismo, deploraba la influencia de la Iglesia sobre las muieres. los niños vlos indios. Según él. los tres vrupos compartían la ignorancia y la faci-lidad con que se podía explotarlos. Las mujeres eran esclavfls de loscuras, quienes imponían su voluntad en la vida interna del hogar. Estacrítica, escribe Jeffrey Klaiber, subrayaba un fenómeno muy real: ladivisión en la familia de clase alta y media entre el padre liberaL es-céptico y no practicante, y la madre conservadora, creyente y pra cticante.

La Iglesia en algunos paises se había recuperado del despojo y el ataquede los primeros decenios después de la Independencia. Arzobispos comoRafael Valentin Valdivieso en Chile y Bartolomé Herrera en el Perú. ha-bian reorganizado la Iglesia en sus paises, pero no lograron superar la es-casez de vocaciones sacerdotales.

La Iglesia ante la crisis fortaleció sus lazos de unión con la Santa Sede,buscó la protección de los gobiernos. el afianzamiento de su posición enla sociedad mediante la protección oficial y trató de formar a los laicos delas clases alta y media para hacerlos más conscientes de su fe y defendie-ran a la Iglesia.

2.1. El fortalecimiento de los lazos con Roma

Contribuyó a independizar a la Iglesia de los intereses de los gobiernosy la identificó con los problemas de la Iglesia universal, pero tales lazos lellevaron a cierta pérdida de su identidad. Los problemas que aparecieronen el Concilio Latinoamericano son los de Roma y de Italia más que lospropios. De ahí la prioridad a los temas del liberalismo, racionalismo, pro-testantismo sobre los temas de los indigenas y de la pobreza que aquejabaa gran parte de los paises y su olvido de la religiosidad popular.

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2.2. Para afianzar su posición en la sociedad se echó mano de todos losmedios

Gradualmente la jerarquía se fue líbrando de la tutela de los partidosconfesionales. El arzobíspo de Río, Sebastíán Leme, se opuso a la creacíónde un partído católíco para actuar en la polítíca brasileña. La Liga Electo-ral (LEC) estableció siete condíciones para que un candídato pudíera con-tar con los sufragios católicos. Entre ellas se contemplaba la educaciónrelígiosa, la asistencía pastoral de los sacerdotes en el ejército y la indi-solubilidad del matrímonio. Aquí en Chile conocemos la postura del arzo-bispo Crescente Errázuriz sobre la abstención del clero en la política par-tidista y las orientaciones de la Santa Sede sobre la participación de loscatólícos en el campo politico a raíz de la carta del Cardenal Pacelli. Ellascontribuyeron a liquidar la uníón y apoyo del clero al Partido Conservador.En Ecuador la posición de los líberales se radícalízó durante la presidenciade Eloy Alfaro. Como muestra del espíritu que anímaba al líberalísmo yque explíca el apoyo prestado por la jerarquía a los partídos conservadores,destaco algunos puntos aprobados por el congreso ecuatoriano en 1899:prohibía la fundación de nuevas órdenes relígiosas y el noviciado de losmonasterios; límitaba a cuatro los monasterios en Quito y a dos en las de-más ciudades del Ecuador; su';etaba los monasterios a la vigilancia de lasJuntas de Sanidad e Higiene; prescribia que sólo los ecuatorianos de na-cimiento pudiesen ejercer cargos de autoridad canónica; permitía el ingresoa los noviciados solamente a quienes hubieran cumplí do los 18 años; reser-vaba al Congreso h" autorización de enajenar los bienes eclesiásticos, pro-hibía el cobro de diezmos. primicias y derechos mortuorios.

En Colombia, en cambio. el triunfo del Partido Conservador desde 1885a 1930, aseguró la excelente armonía entre los gobiernos y la jerarquia. Elcaso mexicano fue muy diferente por las vicisitudes de la Revolución. A lapaz establecida por Porfirio Diaz, pero que dejó vigentes las leyes de 1857que cercenaban la líbertad de la Iglesia, siguieron los ataques de Venus-tiano Carranza y las leyes aprobadas en Querét8 ro en 1917. Todo ello se-pultó las aspiraciones que guiaban al Partido Nacional Católico, que si-guiendo las líneas del Zentrum Alemán, habia aprobado en la Dieta deZamora una serie de medidas para solucionar el problema social creadopor la pOlítica modernizadora de Porfirio Diaz. Como muestra de la po-sición social adoptada por la Iglesia mexicana, señaló algunos acuerdos dela Dieta de Zamora celebrada en 1913.

"Fijación en cada industrh de un salario mínimo, reglamenta-eión del tr8bajo de muieres y niños, creación de institucionesde seguro obrero y conseios permanentes de arbitrajes obliga-torios. facultad de participar en los beneficios y aún de la pro-piedad de las empresas por medio de acciones líberadas y otrosmedios. representación legal ante los poderes públicos de losintereses de los trabajadores mediante delegaciones profesiona-les. aseguramiento del campesino a la propiedad de un terrenosuficiente para la mantención de la familia ... ".

Pero se dio el caso de aue siendo católica la mayoria del pueblo me-xicano, como lo comprobó el alzamiento de los cristeros, una minoría ilus-trada de tendencias positivistas se adueñó del poder e impuso el laicismo.

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2.3. La prensa católica

En todos los países la jerarquía y el laicado se vieron obligados a crearrevistas y diarios para neutralizar el insidioso ataque que le dirigía el li-beralismo a través de la prensa. En México se distinguió Trinidad Sán-chez Santos (1859-1912), quien dirigió el Heraldo y El Dia, ambos de cortaduración, y más tarde el diario católico más prestigioso, El País (1899-1914).En Chile La Revista Católica, El Estandarte Católico defendieron los in-tereses de la Iglesia. Más tarde aparecieron El Porvenir, y en el camposocial, El Chileno y El Popular. En Brasil, el laica do fundó en 1921-1922la revista A ORDEM que dirigió Jackson de Figuereido. Además, apare-cieron diarios en casi todos los Estados: Era Nova en Recife, Patria enSao Paulo, A uniao en Río de Janeiro.

2.4. Pero donde se entabló la lucha más porfiada fue en el campoeducativo

Casi todas las familias r~ligiosas dedicaron gran parte de su personala la educación. Se ha sido muy injusto con la obra realizada por la Iglesiaen este campo. Por razones de financiamiento tuvo que dedicar parte desus colegios a la formación de los sectores pudientes y de clase media. Losesfuerzos por la educación popular, aunque enormes, son menos conocidosporque no han contado con la publicidad que concede el prestigio de, losdirigentes salidos de otros colegios. El mismo rol jugaron las Universida-des Católicas. Los laicos que formaron los cuadros directivos de los mo-vimientos de Acción Católica y d~ otros se formaron en estos centros. Enel Perú habría que señalar a hombres de la talla de Víctor Andrés Belaún-de, José Riva Agüero, Víctor Raúl Haya de la Torre, Raúl Porras Barrene-chea. En Chile contamos con Juan Enrique Concha, Eduardo Cruz Coke,y la casi totalidad de los grupos dirigentes del partido Conservador y Li-beral de comienzos del siglo. El Centro Cristiano se preocupó por fundarun colegio en cada ciudad del pais frente a los liceos.

III. LOS INTENTOS DE RENOVACION. 1934-1955.

Durante la lucha contra el laicismo germinaba un problema másagudo. La progresiva urbanización e industrialización de América Latina,a partir de la Guerra de 1914, trajo consigo la cuestión social. Casi todoslos partidos politicos siguieron fieles a la linea liberal de la economía ymarginaron de sus preocupaciones el problema de las masas desarraíga-das que acudían a la ciudad. En algunos países del Cono sur, los inmígran-tes españoles e italianos traj eron el anarquismo y comenzaron a difundirlas ideas socialistas con una carga apasionada contra la fe tradicional.Su anticlericalismo rabioso no les permitió llegar a dialogar con la je-rarquia.

En casi todos los países aparecieron voces de sacerdotes y laicos queestuvieron respaldadas por los obispos para proyectar ,en la sociedad lasideas y medidas sugeridas por la Rerum Novarum. Ya desde comienzosdel siglo se habían levantado voces católicas, inspiradas en el imperativode caridad y justicia evangélicas para solucionar el problema social que

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Úó<aquejaba a la sociedad después de un siglo de liberalismo vivido de espal-das a las grandes masas populares del continente. En mi libro de Historiade la Iglesia en Chile anoto la miop1a de los partidos y dirigentes politi-r.os para detectar la profundidad de la crisis social. Solamente algunoscatólicos, sacerdotes y obispos levantaron su voz de protesta. En Paraguay,el testimonio viene desde fuera de la Iglsia y es más que expresivo:

"He denunciado al público que, en 1908, 15.000 paraguayos sonesclavizados, saqueados, torturados y asesinados en los yerba-les del Paraguay, de la Argentina y del Brasil. Nadie manifestóal menos afán de verificar los hechos y remediar tanta infa-mia. Ni el gobierno c1vico ni el radical se ocuparon del asunto.El único ciudadano que se dirigia a las autoridades vanamentereclamando ayuda para los parias del Alto Paran á ... era mon-señor Bogarin, a quien 01 decir en broma una vez: lo que nece-sitan esos infelices es que los visiten unos cuantos anarquistas".

Contemporáneo de monseñor Bogarin, el obispo de Montevideo, Ma-riano Soler, lanzaba en su pastoral de Cuaresma de 1895 los siguientespárrafos:

"La civilización moderna lleva en su frente el signo fratricidadel odio; en medio del brillo del progreso material, ,en mediode grandes capitalistas y millonarios ha aparecido el paupe-rismo, que crea y conserva verdaderos ejércitos de miserables,y el proletariado que echa sobre la tierra millones de criaturasracionales sin hogar, sin tradiciones y sin pan para mañana,verdadera mercancía humana puesta a merced de las fluctua-ciones del mercado .. . .Como el patrón lo que busca es producir mucho y barato,de aquí la violación del descanso dominical y la exig,encia demás horas de trabajo al obrero, el emplear mujeres y niñosen las fábricas mediante un escaso jornal y en trabajos queno son propios de su sexo o de su edad".

El concilio de Lima celebrado en 1927 señalaba en su constitución 481:

"Los confesores, misioneros, predicadores, párrocos, expliquencon libertad apostólica la gravedad del pecado contra la justi-cia y la caridad que cometen aquellos patrones que conviertena los indígenas en verdaderos ,esclavos o les niegan el salarioestipulado a los que explotan despiadadamente".

Pero la Iglesia no se quedó solamente en la denuncia; pasó a la ac-ción. Se formaron Círculos de obreros, se formaron sindicatos y se pre-sentaron mociones a los parlamentos para establecer una legislación so-cial acorde con las posibilidades y necesidades del momento. En Argentina,el redentorista Federico Grote organizó los Círculos obreros y dejó prepa-rado el camino que continuó el sacerdote Miguel de Andrea.

Al término del Congreso Católico de vida rural, celebrado en Mani-zales en 1953, el obispo chileno Manuel Larrain señalaba en su diserta-ción algo que empezaba a ser patrimonio de todo el episcopado latino-americano:

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"El cristianismo es social o no es. Mientras esa redención nose logre, tendremos los católicos que sentir como aguijón en lascarnes dormidas el contraste acusador entre nuestro proleta-riado rural y la doctrina clara, precisa, apremiante de la Igle-sia sobre esta llaga de nuestra sociedad. Lo que se nos pide noes un paliativo superficial a un mal tan hondo. Es una visiónde la economia, del trabajo, de la empresa, d~ la Sociedad ydel Estado, iluminada por un principio supremo, dignidad dela persona humana, sentido sublime de su vida, primacía delespíritu sobre la materia, trascendencia de nuestra doctrinaeterna. Es la urgencia de sustituir ese proletariado rural porun orden económico social donde el hombre pueda vivir comotal y como cristiano".

Coincidía plenamente con lo expresado por Jaime Eyzaguirre afiosantes en su ,ensayo sobre Hispanoamérica del dolor:

"El individuo como sujeto de intereses temporales debe estarsujeto al Estado; mientras el Estado, a su vez, ha de servir alo racional, atributo específico de la persona, y ésta, como en-caminada a un fin trascendente, ha de ordenarse sólo a Dios".

Era la forma de defender la justicia sin caer en la estatolatria.A partir del decenio de 1930se empieza a recoger el fruto de la siem-

bra lanzada en los colegios católicos. En todos los países surgen laicos quedesde la cátedra universitaria .. desde la tribuna parlamentaria, desde laspáginas de revistas y diarios buscan soluciones católicas a los males delContinente.

En Chile, Jaime Eyzaguirre se desliga de la actividad politica paraconvertirse en maestro de generaciones. como Víctor Andrés Belaúnde enel Perú, Mariano Picón S::llas en Venezuela, Tomás Casares, Alberto Ca-turelli y otros en Argentina.

La Acción Católica general prendió en los grupos dirigentes y en lossectores medios. Ganó la c::lllev mostró la tremenda vitalidad del sustratocatólico a Quienes creían haber senultado el catolicismo. Los sacerdotesQue asesoraban estos movimientos se hllbian preparado con los nuevosmaestros del pensamiento católico europeo. Jacoues Maritain, Sertillan-ges, Mounnier. las nuevas enciclicas sociales. politicas v pastorales de losPapas Pio XI y Pio XII fueron meditadas en los centros de Acción Cató-lica. Pero especialmente en ellos fue naciendo la renovación bíblica. Seleía el Evanglio y las obras d~ Karl Adams, Romano Guardini, GiovanniPapini, León Bloy, Georges Bernanos, Nicolás Bel'diaeff y otros.

Las semanas litúrgicas encontraron amplio eco en estos grupos. Mástarde la Mediator Dei (1947) hallaría un terreno ya preparado para sucomprensión, que preparó los ánimos para las reformas establecidas porPío XII en el decenio de 1950.

En ese mismo decenio comenzó el paso a la Acción especializada quevino a dar nueva fuerza a los movimientos obreros con la JOC y la pas-toral de los numerosos sacerdot~s enviados a América Latina por Pío XIIpara reforzar el cristianismo en nuestro continente, que él denominó dela Esperanza, al nombrar en 1945 los nuevos cardenales latinoamericanos.Antes se habia nombrado en 1905 a monseñor Joaquín Arcoverde. Los

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nuevos sacerdotes quisieron aplicar al pueblo americano una pastoral deevangelización, tal como parecia deducirse del análisis del padre Hur-tado, ¿Es Chile un pats Católico? Este interrogante es anterior a las obrasdel cardenal Suhard sobre la Iglesia y al del P. Godin sobre Francia, paisde misión.

Sin embargo, los congresos eucaristicos, especialmente el de BuenosAires, habian sefialado una faceta del catolicismo latinoamericano que nofue valorado por el numeroso contingente de sacerdotes y misioneros ca-nadienses, norteamericanos, holandeses y belgas que vinieron a colaborarcon el clero latinoamericano.

IV. EL ENCUENTRO DE LA UNIDAD. 1955-1979.

A pesar de tener problemas comunes y planteamientos convergentes,la Iglesia vivia encerrada dentro de las fronteras de cada pais proyectadahacia sus metropolitanos.

El despertar de la conciencia unitaria vino de Roma y corresponde aPio XII. Ya en 1945 nombró cinco cardenales latinoamericanos: La Ha-bana, Lima, Santiago de Chile, Sao Paulo y Rosario de Argentina. Convisión del futuro, el Papa captó que Europa se empequefiecia y la Iglesiatenia que proyectarse a nivel mundial en su jerarquia. Comenzaria muypronto el proceso de descolonización y apareceria el Tercer Mundo. Estedebia tener un interlocutor de su ambiente para dialogar en un contextocristiano. Pio XII solicitó a las jerarquias europeas y norteamericanas elenvio de sacerdotes a América Latina. Este continente contaba con baseseclesiales para despegar pronto si se fortalecian sus comunidades. Unido,tendria fuerza para proyectarse más allá de sus fronteras. Tal como ex-presaba la revista Latinoamérica en esos afios de 1950:

"La Iglesia católica de América Latina, que apenas va saliendode las catacumbas en que la arrojó el laicismo del siglo pasado,afronta dos realidades: una es el hecho de la conservación dela fe, el hecho católico indiscutible de masas enormes, igno-rantes, tal vez, pero iluminadas por la gracia bautismal y sos-tenidas por la fe a pesar del laicismo, de los dólares protestan-tes y de las declamaciones comunistas. El otro hecho es la so-ledad del santuario, la ruina de los seminarios, la escasez devocaciones sacerdotales".

Esta última era la que venia a solucionar el llamado del Papa. La con-servación de la fe era obra de los colegios y escuelas católicas que se orga-nizaban a través del CIEC, fundado por el sacerdote colombiano JesúsMaria Fernández en 1945.

Cinco afios después apareció en el Time esta información:

"Por primera vez en la historia, la población de la América La-tina ha sobrepasado a la de los Estados Unidos. De acuerdo conlos resultados preliminares del primer censo coordinado de lapoblación en la América Latina, las veinte repúblicas tienen152.800.000y los Estados Unidos sólo llegan a 150.697.361,deacuerdo con cifras oficiales de 1950".

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Germán Arciniegas, que trae este párrafo en su libro Entre la libertady el miedo, hace notar que antes se daba la población en número de almas.Unas se irían al cielo y otras al infierno. A los jefes de Estado este balanceultra terreno les inquietaba poco y mucho menos a los observadores defuera. Pero esas almas se habian convertido en esos años en hombres decarne y hueso y querían comer más y vestir mejor, tener seguridad hastaen este mundo y organizarse en asociaciones para defender sus derechos.

Esta acuciante aspiración de las masas latinoamericanas se vio frus-trada durante el decenio de 1950.Europa se recuperó al igual que el Japón,y América Latina empezó a estancarse. Los gobiernos de Getulio Vargasen el Brasil y de Juan Domingo Perón señalaban con su fracaso el co-mienzo de una generalizada decepción que culminaría a fines de 1959con la Revolución Cubana.

En este ambiente de temor y esperanza, cuando América Latina au-mentaba espectacularmente sus diócesis (en el siglo XIX se habian crea-do 65, en cambio en el correr del siglo XX se contaba con 144 nuevas,44 arquidiócesis, 31 vicariatos apostólicos, 34 prelaturas y 15 prefecturas.Más de 268 jurisdicciones eclesiásticas en menos de 50 años), el PapaPío XII consideró oportuno convocar la Primera Conferencia EpiscopalLatinoamericana.

Al obispo Herder Camara le tocó organizar dos eventos. El CongresoEucarístico Internacional de Río y la primera conferencia en julio-agostode 1955.Los temas centrales de la Conferencia fueron las vocaciones sacer-dotales, la cuestión social, la enseñanza, el desafio de lo que se conside-raba los dos principales enemigos: el marxismo y la ,expansión protestante.

Pero la decisión fundamental fue la creación del CELAM (ComitéEpiscopal Latinoamericano). Este suceso tiene su paternidad. La ideasurgió del cardenal Antonio Samoré, ex nuncio en Colombia y en ese mo-mento Secretario para los asuntos eclesiásticos extraordinarios de la Se-cretaría de Estado, y del obispo de Talca, el chileno Manuel Larraín. Esteorganismo ha sido la pieza clave que ha integrado a los diversos episco-pados para estudiar en conjunto los problemas del continente. Ha sidoun apoyo y ha mostrado la fuerza del catolicismo.

Cualquier aventura de enfrentamiento con la Iglesia, desde ese mo-mento tendría que demoler el Cristo del Concorvado, la Virgen Inmacu-lada del San Cristóbal, el Cristo Redentor de los Andes y este organismode cohesión y alta dirección que ha analizado los problemas, les ha bus-cado soluciones y ha creado los instrumentos para ello a nivel continental.

Si los tres monumentos expresan la profundidad de la fe sembradapor los misioneros de la época colonial y que penetró y conformó el nuevoser que nació del encuentro de dos culturas, el CELAM es expresión dela racionalidad ilustrada que busca en la realidad concreta la soluciónlatinoamericana a los problemas latinoamericanos. Por eso fue un aciertoestablecer su sede en el continente y no en Roma.

Desde sus comienzos el CELAM acudió a la sociología para realizarun diagnóstico de la realidad latinoamericana. Así ahorraría fuerzas ypodría planificar mejor lo que se empezó a denominar pastoral de con-junto. Se detectó que la pastoral de tipo rural que habían desarrolladolos obispos hasta ese momento ya no funcionaba en las ciudades quecrecían vertiginosamente en el continente. El sacerdote Boulard asesoró

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LA IGLESIA EN AMEHICA LATINA DURANTE EL SIGLO XX 309

a los prelados y se iniciaron las grandes misiones urbanas. El dominicoLebret inició el Movimiento Economia y Humanismo que junto a los Cen-tros de Investigación y Acción Social (uno de los cuales alcanzó en aquelentonces mayor notoriedad e influencia fue el de Santiago, dirigido porel jesuita Roger Vekemans) analizaron los problemas del Continente.Desde estos centros surgieron los planes para sacar a los paises del sub-desarrollo. Los católicos iniciaron sus esfuerzos y concentraron sus fuer-zas en el campo sindical y se proyectaron en el campo politico. Los par-tidos democratacristianos, que se ofrecieron como alternativa ante lapenetración del marxismo, encontraron en las directivas del CELAM losfundamentos de sus actuaciones y captaron el apoyo de los católicos enChile y Venezuela. En el resto de los paises no llegaron a las masas, secircunscribieron a grupos reducidos de intelectuales. Hasta en el Brasil,donde Tristán de Athayde habia difundido sus ideas no alcanzó fuerza.

Pero a partir de 1959 el núcleo de las preocupaciones se centró en elConcilio. Durante sus sesiones se fortaleció la unidad del episcopado lati-noamericano. En Roma los obispos de América Latina pudieron conocersemejor y sesionar casi en forma continua. También en el Concilio los obis-pos encontraron las respuestas a los desafíos que venia planteando el es-píritu moderno desde hacía más de un siglo en América Latina. La LumenGentium respondió a los desafios religiosos que había abierto la Reformay la Gaudium et Spes trató de asumir lo positivo de la Ilustración, dosprocesos contra los cuales había combatido la Iglesia durante siglos.

"Se ha dicho, escribe Methol Ferré, que el Concilio era el fin de laContrarreforma. Esto es particularmente importante para América Latina,que religiosamente tiene a Trento en su origen más radical. Por eso hayque entender bien en qué sentido se cierra la Contrarreforma. La Iglesiahabía hecho la crítica de la Reforma y de la Ilustración. No se habíaequivocado en sus críticas y reafirmaciones consiguientes. Pero eso nobastaba. La historia lo demostraba, pues la Iglesia no habia sido eficazen absorber esos retos cabalmente. Si había rechazado errores, ahora de-bía asumir las verdades de quienes había rechazado. Ya no era suficientedefender, también tenia que aprender de otros para descubrir en la ver-dad de ellos su propia y más profunda verdad. Este doble movimientoconciliar de audacia inspirada, debia suscitar inevitablemente las másgraves perturbaciones en hábitos seculares. De la asunción de las buenasrazones de la Reforma o de la Ilustración muchos pasaron a creer queéstas tenían razón y la Iglesia ninguna. Asi se unian las reacciones delos dos extremos tradicionalistas y neomodernistas; ambos creían que laIglesia, al asumir la Reforma y la Ilustración, demitía ante ellas, aunquecon valoración inversa. Coincidían así en una perspectiva simplista yahistórica del Concilio. Como es obvio, estas tensiones anegaron tambiénde lleno a las Iglesias de América Latina".

Exponer los acontecimientos desde Medellin a Puebla -desplegar elabanico multicolor de las acciones y reacciones de los católicos y no ca-tólicos frente a la historia- sería eternizarse en una crónica apasionante,pero metidos en la intrincada y frondosa selva de revistas, organismos,declaraciones, seminarios, encuentros, concentraciones, perderíamos lavisión de conjunto.

Para unos, la fidelidad de la Iglesia a su misión significaba la luchapor la liberación de los pobres, tal como aparece en Medellin. Por esta

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fidelidad la Iglesia ha tenido que sufrir el martirio en sus integrantes du-rante los años que transcurren desde 1968. Para otros, estos diez años nosolamente fueron un caminar entre la sangre y la esperanza, sino una rea-lidad dolorosa pero fecunda. Desde la Evengelii Nuntiandi se ha ahondadoen los análisis de la realidad latinoamericana para llegar a la síntesisde Puebla.

V. REFLEXIONES FINALES

La Iglesia es un sacramento de unidad y expresión de amor divino alos hombres. Desde los primeros días del descubrimiento y de la conquistadel continente por los españoles, su voz se alzó para pregonar los princi-pios evangélicos. Denunció las injusticias, defendió la dignidad humanade los aborígenes y llamó a la concordia. A pesar de las deficencias delos agentes de la evangelización, catequesis y pastoral pudo lograr que lafe penetrara hasta formar un sustrato católico en este continente.

Las guerras civiles de la Independencia quebraron la unidad de estecontinente que habla en español y cree en Jesucristo. El liberalismo y elnacionalismo del siglo XIX crearon Estados estancos que se enzarzaronen guerras fratricidas durante todo el siglo. Los hombres de Iglesia de-fendieron las tradiciones religiosas a pesar del ataque del positivismo.Después de la creación del Pío Latinoamericano en Roma, los obispos lo-graron celebrar el Concilio Plenario Latinoamericano en 1899. En aquellareunión detectaron los problemas comunes que aquejaban a la Iglesia enlos diversos paises. Se unieron en torno a Roma y comenzaron la renova-ción de la pastoral en todos los niveles sociales.

Este esfuerzo culminó con la formación del CELAM en 1955. Desdeentonces se puede hablar de una Iglesia latinoamericana. Medellin yPuebla confirman esta realidad. En un continente largo y extenso, todohorizonte como la esperanza y caminos como la voluntad, la Iglesia hasido un faro orientador y se presenta como garantía para guiar al pueblohacia una civilización donde se imponga el amor sobre el odio. La lineautópica que presenta metas altas y nobles es un aliciente que estimulalas energías y la generosidad de los hombres, especialmente de la juven-tud, para realizar obras grandes. Estas fuerzas están latentes en todoslos hombres de buena voluntad, las palabras inspiradas en los valores pe-rennes del Evangelio son las únicas capaces de despertarlas y ponerlasal servicio de las comunidades.

La celebración del Quinto Centenario de la llegada de la fe cristianaes una buena oportunidad de recordar con honradez la obra apostólica denumerosos misioneros, obispos y laicos. El sustrato católico que emergey se manifiesta con fuerza en los congresos eucarísticos y en las visitaspontificias es una prueba de que las sombras de algunos no logran opacarlas luces de los muchos que supieron elevarse a la altura de sus respon-sabilidades. Su acción constituye un ejemplo que estimula y desafía alos católicos de hoy y de mañana.