Marcelino. Nacho, Alvaro C.,Pablo A., Alejandro e Iv n...

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Marcelino Champagnat

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Marcelino Champagnat

Hola niños y niñas!, ¿Qué tal estáis? Me han dicho que queríais conocer mi historia, así que preparad bien las orejillas porque ahí va...

Mi padre se llamaba Juan Bautista. Era muy trabajador: sembraba la tierra, cuidaba los animales que tenía en la granja, también sabía ser carpintero, albañil e incluso construyó un molino de agua para triturar el trigo y convertirlo en harina.

Me llamo Marcelino, Marcelino Champagnat. Nací en un pueblecito muy pequeño de Francia, Rosey, hace muchos, muchos años, tantos que ni vosotros, ni vuestros padres ni aun vuestros abuelitos habían nacido.

Todos los vecinos le querían mucho y él siempre que lo necesitaban, rápidamente y sin pensarlo dos veces iba a ayudarles.

Mi madre se llamaba María Teresa. Era muy buena, sabía tejer muy bien y luego vendía las telas en una tiendecita que había en el pueblo.

También una tía mía, hermana de mi padre, que era monja y se había refugiado en nuestra casa, ayudó a mis padres a enseñarme a leer y a rezar a la Virgen.

Mis padres me enseñaron a mí y a mis nueve hermanos a ser ordenados, educados, trabajadores, y a no ser caprichosos; y sobre todo a querer mucho, muchísimo a la Virgen María.

Porque, no os lo he dicho, que por aquellos años en Francia había una guerra, la Revolución francesa, y a los religiosos que cogían los hacían prisioneros y los maltrataban.

Cuando fuí mayor como vosotros me llevaron al colegio; pero no quise volver nunca más. ¿Por qué?. Pues porque no nos trataban muy bien y el maestro no quería a los niños.

Pasó el tiempo y un día vino a visitarnos a la granja un sacerdote. Quería saber si alguno de mis hermanos querían dedicarse a hacer lo mismo que él: ayudar a las personas, enseñarles lo que Dios, María y Jesús habían hecho, lo que habían dicho…

Así que ¿sabéis que hice?, pues encargarme de cuidar los rebaños de mi padre. Todas las mañanas salía con las ovejas al monte para que comieran. Me gustaba esta vida aunque también me hubiera gustado ir al colegio como vosotros para aprender muchas cosas, tener amigos y jugar mucho.

Mis hermanos tenían otros planes: Uno quería ser granjero, como, mi padre, otro quería tener negocios… Pero ¿y yo?, ¿sabéis que le dije? ¡Que sí! que quería ser sacerdote como él.

Al principio suspendía, pero no dejaba de estudiar, incluso aprovechaba por la noche, cuando todos dormían, encendía una vela, porque todavía no existían las bombillas y entonces repasaba y hacia los ejercicios

Por fin terminé mis estudios de sacerdote y me mandaron a un pueblecito con una iglesia que arreglé y dejé muy bonita.

Pero claro, tuve que irme al Seminario, donde te enseñan a ser sacerdote, tuve que estudiar mucho, más que el resto de mis compañeros, porque ellos habían ido al colegio de pequeños y sabían más que yo.

Me gustaba ayudar a todos, ir a sus casas, que me contaran sus problemas y cuando estaban enfermos visitarlos y contarles cuánto les quería Jesús y María.

Un día me llamaron para ir a casa de un niño que se llamaba Juan Bautista Montagne porque se había puesto enfermo.

Me dio mucha pena descubrir que hay niños que no conocen que tenemos una Madre en el cielo que nos quiere mucho, la Virgen María, que tampoco saben que Jesús es nuestro amigo, que el Padre Dios, hizo el mundo y todas las cosas bonitas que hay en él. Y entonces se me ocurrió una gran idea: ir por todos los pueblos y a todas las niñas y niños que encontrara además de enseñarles a leer, escribir… también les. presentaría al Padre Dios, a María y a Jesús

Entré y me senté al lado de su cama y me puse a rezar. Él me dijo que con quién hablaba y le conté que con María, Jesús y el Padre Dios. Juan Bautista no sabía quiénes eran y yo, muy despacito, empecé a contarle todo.

Pero necesitaba ayuda, yo solo no podía hacerlo. Así que se me ocurrió otra idea: buscar gente que me quisiera ayudar a enseñar a los niños. Al principio llegaron pocos chicos, luego fueron viniendo más y más… … Nos convertimos entonces en los Hermanos Maristas.

Vivíamos en una casa como si fuésemos una gran familia. ¿Y sabéis lo que hacíamos para ganar un poco de dinero y comprar comida? Pues fabricábamos clavos. Tuvimos que buscar un nuevo sitio donde hacer una casa más grande. Todos nos pusimos manos a la obra y empezamos con un pico y una pala a romper la roca para ir poniendo los ladrillos. En un año construimos la casa.

Allí enseñaba a los Hermanos cómo tenían que enseñar. Les decía que tenían que ser muy cariñosos, alegres y divertidos, atender a todos y que contasen a los niños lo mucho que nos quiere la Virgen y que a Ella le encanta escuchar todo lo que nosotros queramos decirle y también si necesitamos ayuda.

Un día que estaba nevando mucho y se había hecho de noche, un hermano, que se llamaba Estanislao y yo no perdimos en el monte. Por el frío Estanislao se desmayó. Le pedí ayuda a María y de pronto vi a lo lejos la luz de un farol de un granjero que había salido para cerrar las puertas del establo. Nos refugiamos en su casa y gracias a eso nos salvamos

Bueno chicos, espero que os haya gustado mi historia, la historia de Marcelino Champagnat. También debemos saber que murió el 6 de junio de 1840. Como fue tan bueno, fue beatificado por el Papa Pío XII el 29 de mayo de 1955 y luego Juan Pablo II me canonizó el 18 de abril de 1999. Desde entonces es San Marcelino Champagnat.

A los hermanos les gustaba mucho escuchar todo lo que yo les contaba y pronto se convirtieron en muy buenos maestros. Así fueron de pueblo en pueblo de país en país hasta llegar aquí donde estás tú ahora para poderte enseñar cosas bonitas y para que en el colegio y todas partes seas muy pero que muy feliz y hagas muy felices a todos los que te rodean.

P.D. ¿Por qué me gustan tanto las violetas?

♥LAS TRES VIOLETAS ♥ Cada una da significado a tres virtudes marianas:

HUMILDAD, SENCILLEZ Y MODESTIA. Estas virtudes son las que el Padre Champagnat quería para todos aquellos que recibieran sus enseñanzas, porque las consideraba fundamentales para desarrollarse en la vida como buen seguidor de Cristo y hombre de bien. HUMILDAD Una persona humilde se caracteriza por ser modesta, alguien que no se cree mejor o más importante que los demás en ningún aspecto; respeta a sus semejantes y procura su bienestar, dejando la soberbia de lado. SENCILLEZ: La verdadera sencillez solo se puede dar interiormente y de aquí surge hacia el exterior, se propaga a nuestro entorno. Para encontrar la verdadera sencillez debemos ser libres, esto se logra a través de un examen interior. Si encontramos la verdadera sencillez

podemos llegar a un estado en el cual identificaremos con mas claridad cual es el sentido real de todo lo que nos rodea, dejando a un lado la superficialidad. MODESTIA:

La modestia es la actitud tendente a moderar las acciones externas; implica contenerse en ciertos límites. También es la cualidad de humilde, de falta de vanidad o de engreimiento. Esta virtud generalmente se entiende como ser recatado, una persona modesta es el que no presume de sus bienes o facultades, sobre todo para no lastimar al prójimo con un desplante que pueda causarle daño.

Nacho Mariscal Cristóbal Álvaro Corrochano López Pablo Algaba Gutierrez Alejandro Sánchez Moreno Iván Alcántara Ramírez