Marcela o ¿Cual de Los Tres?
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Elena Gálvez Sanz
1
ANÁLISIS DE MÁRCELA O ¿CUÁL DE LOS TRES?,
DE BRETÓN DE LOS HERREROS
Parece ya un lugar común de la crítica literaria tomar a Leandro Fernández de
Moratín como indiscutible (y casi único) referente de la dramaturgia cómica afincada en
los cánones neoclásicos, por lo que resulta imposible hablar de cualquier autor de teatro
sin referirnos a él. El siglo XIX se abre con sus obras sobre las tablas y la denominada
“fórmula moratiana” de la comicidad1, basada en la sencillez estructural, el respeto de
las unidades clásicas, el fin moralizante y la verosimilitud; se convertirá en una
referencia magistral para los principales comediógrafos del XIX2, en especial para
Bretón de los Herreros, siendo así su teatro equilibrado, de acción sencilla, sin grandes
conflictos pasionales, de moral práctica y burguesa, tono satírico y finalidad didáctica
y reformadora3.
Marcela o, ¿a cuál de los tres? recibió el apoyo incondicional del público, así
como diversas críticas de las que destaco la de José María Carnero por parecerme la
más reseñable. En ella alaba al autor por haber sabido conciliar en ella “la sencillez y
regularidad de la comedia moderna, con el lujo poético que caracteriza a la antigua”. No
es baladí el comentario, ya que Bretón de los Herreros, aun elaborando un producto
enmarcable en las líneas que había trazado el neoclasicismo, centra su discurso
dramático en el entretenimiento y la risa del público, para lo cuál realiza varias
innovaciones y giros respecto de la fórmula precedente: derivando la comedia hacia el
costumbrismo y la risa, atenuándose la finalidad moralizadora y la verosimilitud
moratiniana, así como por el empleo de tipos, trama y polimetría, propias de la comedia
barroca.
Todo se subordina, en esta comedia, al deseo de agradar y hacer reír, por lo que
lo más interesante no es el argumento, sino el modo en que se suceden los
acontecimientos, tratados para que se suscite la comicidad. Esta comicidad bretoniana
se sustente, según Patrizia Garelli, en tres componentes básicos:
1. La burla al servicio de la comedia entendida como espectáculo, y dentro de
ella la caracterización de tipos o la parodia burlesca.
2. El equívoco, entendido por el juego de presuposiciones y sobreentendidos
que no se ajustan a lo real (como sucede en el parto de Climenestra, la gata).
3. El lenguaje de los personajes que reproduce la espontaneidad del coloquio
burgués, alejándose de la abstracción literaria.
El argumento de Marcela… es bien simple: una joven y hermosa viuda
pretendida por tres caballeros que, cada cuál a su manera, intentan conquistar el favor de
1 MURO, Miguel Ángel: “La comedia: de Bretón de los herreros a Tamayo y Baus”; en Historia del
teatro español, HUERTA CALVO, pág. 1945. 2 idem
3 ALBORG, Juan Luis, “La comedia moratiniana durante el romanticismo”, en Historia de la Literatura
Española, Vol. 4, El romanticismo, 1980, p. 638
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la muchacha, que deberá elegir con quién casarse. La estructura de la obra es igual de
sencilla: lineal y sin tramas secundarias que distraigan la atención del espectador. El
primer acto sirve de carta de presentación de los personajes y de exposición de los
caracteres de los tres enamorados y la trama, plenamente desvelada por Juliana, la
criada, en una conversación de balcón a balcón. El segundo acto consiste en los intentos
de los pretendientes por averiguar cuáles son las verdaderas intenciones de Marcela. Por
último, en el tercer acto, los tres envían papeles a la joven declarando sus sentimientos y
ésta los cita para desvelar su decisión final, el rechazo de los tres arguyendo para cada
uno sus motivos con gracia y soltura.
No solo la unidad de acción es respetada. El espacio único de la obra es el salón
de la casa de Marcela, en el que se desarrollan todos los actos. Éste se amplía por medio
de los espacios latentes, presentes en los diálogos de los tres pretendientes. Así
sabemos, por ejemplo, que la acción se desarrolla en Madrid o de la procedencia
andaluza del Capitán. Por otra parte, la trama se desarrolla en el espacio de un día:
comienza a media mañana y termina al principio de la noche. El tiempo interno de la
comedia se acelera o se dilata con el sentir de sus personajes (“Marcela: ¡No me dejan
respirar!”, “Agapito: ¡Cuánto tarda! Me impaciento”).
Siendo el argumento tan sencillo y, en apariencia, previsible, cabe presentar esta
obra como una comedia de tipos, en la que lo que prima es el diálogo, mediante el cuál
se dan a conocer los retratos de los personajes, cada uno de los cuáles está
perfectamente caracterizado en dos aspectos esenciales: la caracterización lingüística y
la onomástica.
Don Agapito (de ágape, es decir, banquete) parece recordar su participación en
muchos convites, “Cabriola” (es decir, pirueta) y “Bizcochea”, (que alude a la su
continua búsqueda de golosinas4). Tenemos a un petimetre que sigue la moda francesa
y se pierde por los dulces y caramelos. Juliana lo despacha en pocos versos:
“Es un fatuo, un botarate
post-data de hombre, el non plus
del lechuguinismo: enclenque
periquito entre ellos… ¡Puf!”
Sus intervenciones derivan siempre en parodias. Es un personaje constantemente
ridiculizado por el resto, que atrae la burla y el rechazo del público. Se le tilda a lo largo
de la comedia de: lechuguino, afeminado, enclenque, necio, fatuo, chinche, muñeco,
mono, bicho, quídam, ente… Y, aún con todo, su orgullo le lleva a creerse el único
correspondido por Marcela. Su función, en fin, es hacer reír.
Este personaje se caracteriza por expresiones de moda, afectadas y equívocas; y
por un uso abusivo de diminutivos (“Marcelita”) y de palabras relacionadas con el dulce
(“bombones, capuchinos, garrapiñadas, yemas acarameladas”).
4 GARELLI, Patrizia; “A modo de prólogo: Marcela, o ¿a cuál delos tres?, comedia de M. Bretón de los
Herreros”; en Anales de Literatura Española, 18 (2005), pp. 201-213
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El capitán don Martín Campana y Centellas recuerda la figura del mítico
Marte, junto con el ruido y las centellas de la guerra, que aluden a la fogosidad de su
carácter5. Es, como tipo andaluz, exagerado, hablador y dicharachero. El único de los
tres pretendientes que parece mostrarse franco con Marcela y el que más evoluciona, de
modo que al final recibe con entereza y comprensión la decisión de la viuda.
Su lenguaje es rápido y desenvuelto, poblado de expresiones castizas y
populares (“pierdo la chaveta”), así como comparaciones con términos militares para
referirse a su relación con Marcela (“hacerla capitular”).
El nombre de don Amadeo Tristán del Valle se refiere al temperamento triste y
melancólico del poeta6. Es un personaje muy ambiguo, tímido y misántropo, logra
expresarse sólo en rima, como buen representante del Romanticismo exaltado y
manierista. Al final de la obra, tras el rechazo de Marcela, explota en improperios
venales y exaltados que contrastan fuertemente con su carácter aparentemente
introvertido. Es, a mi gusto, el personaje más hipócrita de la obra.
El poeta usa preferentemente palabras y expresiones que denotan pena, aflicción,
sufrimiento y exaltación, típicas de los protagonistas del drama romántico (“triste,
desvalido, ¡ay!, lloraré mi desventura en amarga soledad”)
El apellido de Marcela, “Cortés” alude a la cordialidad de la viuda7. Su estilo
es el más neutro. Para algunos críticos como Charles Mazade es la personificación de la
coquetería, pero no parece el típico personaje femenino que se dedica a seducir con
zalamería e hipocresía, sino más bien lo contrario. Es una mujer muy prudente que,
escaldada de su infeliz matrimonio, sabe valorar las intenciones de sus pretendientes y
comprende que ninguno puede ofrecerle un futuro feliz. Admite las galanterías por
considerarlas propias de la educación masculina, pero no es presumida. Desconfía de los
hombres, de quienes opina:
“Confieso que para amigos
son excelentes algunos;
para amantes, casi todos;
para esposos..., ¡abrenuncio!”
Los personajes de Juliana y don Timoteo representan a los tipos graciosos, pero
es la primera la más rentable dramáticamente para la comedia. La criada revela su
origen popular con expresiones idiomáticas llenas de espontaneidad. El personaje de
don Timoteo representa el elemento clásico de la familia de la joven casadera, pero en
este caso, su autoridad es muy leve, por no decir nula. Su función es meramente cómica
y risible, efecto que se consigue por medio de un registro lingüístico propio basado en la
acumulación de sinónimos.
5 Ídem
6 Ídem
7 Ídem
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La obra destaca también por su valor ético y social, yendo más allá del mero
cuadro de costumbre, pone en tela de juicio el código de comportamiento social,
denunciando su convencionalismo e hipocresía. Defiende a Marcela, y al mundo
femenino, reivindicando el derecho de la mujer a elegir, reivindicando el lugar que la
corresponde en una sociedad moderna. En cuanto a la hipocresía, existe un problema
básico entre los personajes: la incomunicación. Cada cual actúa encerrado en su yo,
manifestando un egoísmo y falsedad a ultranza, lo que lleva a lecturas equivocadas de la
situación que los rodea. Así, la comedia se vertebra en torno a la falsedad y los dobleces
en las relaciones humanas.
La obra está enteramente escrita en versos, una de las principales novedades
bretonianas. Posee una versificación fluida y melodiosa que recuerda a los versos de
Lope o Tirso, con gran musicalidad. La estructura métrica es polimétrica, conjugando
versos octosílabos, heptasílabos y endecasílabos. Aparecen desde romances, redondillas
y quintillas, hasta dos letrillas, una lira y un soneto.
En cuanto a la técnica teatral cabe destacar el empleo abusivo de monólogos
(cinco en toda la comedia) y apartes (sesenta en total), que no solo se limitan a mostrar
las intenciones de los personajes, sino que incluso sirven para vertebrar algunas
escenas8.
Hay muy pocas acotaciones y en ellas es inexistente la referencia a la mímica,
movimiento y gestos, así como de vestuario, peinado y maquillaje de los actores.
Tampoco aparecen notas sobre decorado o música, aunque sí hay referencias a la luz y
el sonido. Parece que para Bretón de los Herreros lo importante era el texto, no la
representación9.
8 BESÓ PORTALES, César; “Aspectos argumentales de Marcela o, ¿cuál de los tres? de Bretón de los
Herreros” 9 Álvarez Barrientos